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El regalo de amor de Min por MissJinki

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Notas del fanfic:

El original es del relato "El regalo de amor de Derian" espero les guste (:

El informe sobre la salud de nuestro primer hijo Min fue perfecto durante sus primeras veinticuatro horas de vida. Sin embargo, justo cuando íbamos a dejar el hospital, Min se puso azul y requirió cirugía cardiaca de inmediato. Desde el instante en que nos explicaron lo serio del estado de Min, nuestras vidas tomaron una dirección diferente.

Cambiamos porque no había alternativa.

 

Sostuvimos a nuestro indefenso recién nacido en brazos mientras esperamos a que llegará el cirujano y le abriera el pecho. Nos sentíamos ahogados en un mar de confusión, terror, desesperación, temor, e ira. Kris y yo nos tomamos de las manos cuando le dimos la última serie de besos, con los cuales le transmitimos la esperanza de volverlo a besar después de una exitosa cirugía. El equipo médico llegó y con cuidado se lo llevaron de nuestros brazos prometiendo cuidar de él.  Sentí una punzada en el pecho al verlo partir y las lágrimas caer por mi rostro, mi esposo estaba ahí para reconfortarme, aunque él estuviese igual de frustrado que yo. Nos aferramos el uno al otro en un fuerte abrazo.

 

En ese momento cambió nuestra relación. Nunca antes habíamos tenido la sensación de necesitarnos el uno al otro de verdad. Nadie más podía sentir lo que nosotros respecto a nuestro hijo. Nadie más enfrentaría la lucha igual que nosotros. Nadie más podía sentir el dolor y miedo que nosotros experimentábamos. Nos dispusimos a sacar adelante a este hijo; nos fundimos como los padres de Min en una sola fuerza, en un sólido lazo. No obstante, fue extraño que a pesar de tener a la muerte tan cerca esperando a nuestro hijo, jamás nos hayamos dado el suficiente valor para rezarle juntos al mismo Dios y pedirle por su vida.

 

Min no se dio por vencido y sobrevivió a la cirugía. No obstante, días después sufrió un paro cardíaco. Luego, la noche antes que fuera a salir del hospital, necesitó otra cirugía de corazón. Nuestros primeros treinta y seis días de paternidad los pasamos en el hospital.

 

La vida comenzó a correr como en una montaña rusa, acelerada, salvaje y con el paso del tiempo fuera de control. Tres meses después que trajimos a Derian a casa, descubrí que estaba esperando otro bebé. Varias veces había escuchado decir que Dios nunca da más de lo que uno puede soportar, pero para mí, esto ya era demasiado.

 

Me era imposible aceptar que Dios pensara que yo podía con otro bebé tan pronto. Poco tiempo antes de que fuera a dar a luz a nuestro segundo hijo, Min requirió otra cirugía de corazón. Una vez más, salió de la cirugía y tuvo una exitosa recuperación.

 

Nuestro hijo William nació en Septiembre. Concluimos ponerle un nombre occidental, debido a que Kris decidió el nombre en honor a un gran hombre que fue como un segundo padre para él durante su estancia en Canadá. Yo había pedido un permiso para dejar la enseñanza con la idea de regresar para el segundo trimestre de año escolar en la academia de baile donde daba clases. Un mes antes de regresar a la academia, llevamos a Min al cardiólogo para su revisión. Nos indicó que necesitaría otra intervención más al siguiente mes. Sus palabras nos afligieron porque se nos había dicho que no necesitaría más cirugías. Esta sería la cuarta operación en sus diecisiete meses de vida.

 

Esto nos tomó totalmente desprevenidos. Nuestros planes habían requerido una licencia de maternidad de tres meses, pero ahora necesitaría pedir otro mes más, y sin paga; ya no podía tomar más días. ¿Cómo íbamos a cubrir los gastos? ¿Cómo íbamos a cuidar de un recién nacido y de  Min al mismo tiempo? ¿Cuántas cirugías podrían soportar su pequeño corazón? Y siempre la pregunta implícita de si sería capaz de salir adelante. Nos sentíamos aterrados; nuestra realidad nos seguía impidiendo llevar una vida normal, nos estábamos hundiendo con tanta responsabilidad y desesperación.

 

Para entonces, la Navidad se acercaba. Tratamos de participar en las festividades, pero sabiendo que Min sería intervenido en enero, la alegría de la Navidad se esfumó. Estos días siempre habían sido importantes para nosotros, por lo que Kris no podía dejar que pasara la Navidad sin hacer algo de lo que marca la tradición. Cuando recibió una invitación para ir a una fiesta navideña después del trabajo, aceptó la oportunidad de por lo menos volver a sentir una vez más la presencia de la “normalidad”. Me dio gusto que fuera, quería que por lo menos un rato se librara de preocupaciones.

Esa noche no me fue difícil llevar a Min y a William a dormir, cuando me preparaba para acostarme, llegó Kris a casa. Se veía demasiado pálido, sus ojos mostraban asombro y temblaba. Casi temí escuchar lo que había sucedido.

 

                En tono serio y profundo manifestó:

                —Lay, necesito platicar contigo. De camino a casa me sucedió algo muy extraño. Mientras conducía, platiqué con Dios.

 

Contuve la respiración, ya que Kris y yo nunca antes habíamos hablado de Dios. El ambiente entre nosotros se hizo plácido y reverente. Escuche atento su relato.

 

                —Lay…le pedí a Dios que si necesitaba levarse a alguien de nuestra familia, que fuera yo y no Min… —los ojos de mi esposo se enrojecieron y pude ver como las lágrimas caían sin cesar, tome sus manos entre las mías, nunca lo había visto así—. Luego sentí el profundo calor de una mano que se apoyó en mi hombro y escuche el murmullo suave y silencioso de un ángel que decía: “Min va a estar bien, no te preocupes”.

 

Me impacto la fuerza de lo que Kris me decía. Por un momento sólo lo mire, luego nos unimos en un abrazo que emanaba paz.

                Ese fue el momento más importante de nuestro matrimonio. Su disposición para compartir su encuentro espiritual conmigo fue la experiencia más íntima que jamás haya yo tenido. Me permitió entrar a su alma. La devoción de su amor por nuestro hijo me conmovió en lo más profundo de mí ser. Nunca lo volví a ver igual.

 

Nuestro hijo sobrevivió a esa cirugía. Durante el año que siguió a esa penosa experiencia, mi relación con Kris alcanzó un nuevo nivel de cercanía, una nueva profundidad de amor. Gracias al cielo Min ya no necesito más cirugías, ahora ambos entendíamos a lo que el ángel nos había querido decir. Nuestro hijo nos dio el regalo más valioso de todos, el regalo de un amor mutuo más profundo. Ver crecer a mis dos hijos, y estar al lado del hombre que amo, me hicieron realmente muy feliz.

 

                —Te tengo una sorpresa —me dijo mi esposo sonriendo y tomándome de la mano.

                —¿De qué se trata? —tenía mucha curiosidad, pero no me dijo nada y me condujo hasta nuestra habitación. Estaba iluminada de rojo, pétalos en el suelo y en la cama, claro, sin faltar la botella de champagne que estaba sobre una mesita de noche—. ¿Kris? ¿De qué se trata todo esto? —reí un poco ante la sorpresa.

                —¿Estarías listo para un tercer bebé?...

 

Y sin decir nada más, me arrincono besándome con pasión. La “normalidad” había vuelto a su lugar.


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