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A Través del Tiempo por JJmylove

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Notas del fanfic:

ATENCIÓN!!

pareja principal: MinJae(changmin y jaejoong)

Hay mpreg, violacion, abiso de poder y abuso de palabras obscenas.!!

Hay muerte de Personajes!! Drama y dolor.!!!

Notas del capitulo:

espero les guste muchooo!!!!

ACTUALIZADO

La felicidad es algo efímero e inexistente, creado por nuestra mente, en un momento plano de placer y de bien estar propio y ajeno. Es una mala jugada de la mente, en un estado de satisfacción plena. El destino es el único ser real que domina todo ser viviente sobre la faz terrestre. Por eso cuando la felicidad es sustituida por algo contrario a ella, como es la tristeza, entramos en un extraño estado de depresión. Pero a veces esa depresión se debe a un hecho que nos afecta directamente, como puede ser la muerte de un ser querido. Pero la mente, juega malas pasadas, llegando así a un estado de espejismos y crisis psicóticas, donde creamos un mundo totalmente paralelo al real, en donde la persona afectada, es feliz. Pero esa felicidad no es más que una utopía, creada por los sentimientos de miedo, desamparo y desprotección que la muerte de un ser querido provoca en los afectados. Pero a veces los términos médicos y psicológicos no sirven para mucho...ya que hay veces en las que...esa utopía de convierte en algo real.

27 de marzo de 2013

Los Ángeles- EE.UU.

Era uno de esos días encapotados, llenos de nubes y apunto de llover. Durante la mañana habían caído algunas gotas, pero nada que alarmase demasiado a las autoridades. Era época de lluvias, y como siempre, en esos tiempos, las lluvias se convertían en tormentas torrenciales y con facilidad ocurrían muchos accidentes de tráfico. Pero parecía no ser el caso ese día.

-Amor no te olvides, de pasar por mis escritos a la editorial…-una dulce voz resonaba a través del auricular. El dueño del teléfono, sonrió de forma embobada, ya que sabía que su pareja, en este instante estaría haciendo un dulce pucherito, como era típico en su personalidad.

-Nee, nee no te preocupes mi angelito, lo recogeré al ir hacia casa…-el dueño del teléfono, sonrió nuevamente, mientras metía en una bolsa de deporte de color negro, unos cargadores y una pistola entre la ropa, con una mano.

-Changmin-ah…tengo una noticia que darte amor…-susurro lo bastante alto como para que el menor lo escuchase.

-¿De qué se trata mi amor?-pregunto Changmin, dejando todo lo que hacía para prestarle total atención a su esposo.

-¿Sabes qué día es hoy amor?-pregunto el joven al otro lado de la línea, y al otro lado del mundo.

-mmhh…no, la verdad es que no lo sé-el pelinegro bromeo, mientras caminaba por la habitación y se sentaba en el borde de la cama. Apoyo sus codos en las rodillas, mientras sostenía mejor el móvil cerca de su oído, con su diestra –claro que lo se mi Jae…como podría olvidarme de que hoy cumplimos 5 meses de casados…pero, apuesto lo que sea que no es esa la noticia que querías darme, ¿verdad amor?-conocía a su esposo, mejor que nadie en ese mundo y sabía que tenía que haber algo más.

Una dulce risa resonó por el altavoz del aparato y después un ligero suspiro, que preocupo al pelinegro.

-Bueno...yo…-su voz se volvió algo titubeante.-amor...veras...-respiro profundamente, tomando el valor necesario para dar tal noticia. Changmin se estaba impacientando. Conocía a su esposo, y sabía que cuando empezaba a hablar de esa forma, algo le preocupaba o algo le ocultaba. Por eso, respiro lentamente dejándole acabar, antes de pensar en una y mil razones, por las cuales su mayor, estaba así.-yo…estoy esperando un bebe...-acotó aguantando la emoción de tal noticia.

Changmin sin saber que podía decir, al escuchar las palabras de su esposo, sonrió ampliamente, sintiendo su corazón latir con fuerza.

-¡Amor, eso es genial! ¿¡De cuánto estas?!- pregunto con alegría en la voz. Realmente estaba feliz, jamás se le había pasado por la mente de que algo así podía llegar a pasar.

Jae sonrojado, al otro lado del teléfono, mientras se apoyaba contra la pared de la cocina, mirando el techo, al mismo tiempo que  escuchaba a su esposo, hablar con esa alegría.

-Pues…de 1 mes...justo...-dijo mordiendo su labio, tratando de evitar la sonrisa boba que se le había formado en el rostro.

Max al otro lado del mundo, daba saltos de alegría, mientras trataba de controlarse y volver a ser el mismo de siempre, pero no podía, esa noticia le había animado todos los días de tristeza lejos de su adorado esposo. Pero aquel entusiasmo se dispersó cuando en su Mac, que estaba encendida sobre la mesita de noche, apareció su última misión, antes de volver a casa.

“Para: Max

Asunto: Ministro de fomento

Sede central del ministerio.

Planta 4, despacho número 5.

Tiempo disponible: 10 min. “

-Sabes amor…prepara esa comida que tanto nos gusta a los dos…esta noche estaré en casa para celebrar nuestro aniversario y esta hermosa noticia de que tendremos un bebe…-hablaba mientras con rapidez se vestía, y preparaba todo su material.

El pelirrojo asintió con la cabeza, mordiendo su labio nuevamente, entre tanto se dirigió al frigorífico, para ver lo que le faltaba y así poder preparar lo que su esposo deseaba comer.

-¿Tienes que irte ya verdad amor?-la voz del mayor se convirtió en un susurro y una nota de tristeza resonaba en su tono.

Changmin suspiro imperceptiblemente, ya que normalmente no solía estar en casa, y cuando lo estaba pasaba más bien poco tiempo con el mayor. Apretó el teléfono con la mano que lo sostenía y trato de tener una voz calmada.

-Te prometo que, esta es la última misión amor. Después de esto, pediré la baja y solo me dedicare a ti y a nuestro bebe…-su voz sonaba llena de esperanza y mucha seguridad. Sabía que los ojos de su esposo, brillaban a pesar de no tenerle delante.

Miro su reloj maldiciendo que el tiempo pasase tan deprisa.- amor mío…me tengo que ir...pero esta noche nos vemos, te amo muchísimo Jae, jamás olvides eso, ¿sí? A ti y a nuestro bebe…

Un ligero suspiro salió de los labios del pelirrojo, girando su cuerpo ligeramente y así cerrar la nevera. Inconscientemente su mirada se dirigió hacia la ventana, observando como fuera de su casa, había el mismo coche aparcado desde hacía casi 9 días.

-Amor. ¿Tú mandaste a algún agente para que me vigilase?-pregunto antes de que el menor colgase.

Esa pregunta le extraño muchísimo a Changmin, ya que él no haría algo así a no ser de que fuese algo estrictamente necesario.

-no amor, ¿porque dices eso?-su voz sonaba preocupada. Sin perder tiempo, tomo su portátil con rapidez y puso el manos libres del móvil. Apresurado tecleo unas claves, contactando por una vía segura con su mejor amiga. Era en la única mujer que confiaba y a la cual le confiaría la vida de su amado.

-Jae amor haz la maleta...nada demasiado llamativo. En un bolso metete lo necesario, yo enviare a alguien para que vaya a recogerte...por favor no abras a nadie a no ser que te diga la clave que tú y yo sabemos.-sabía que toda precaución era poca en esos casos.

El mayor, como si de un niño se tratase, obedeció sin rechistar. Salió de la cocina, dirigiéndose a la habitación, que compartía con su esposo. Tomo una pequeña bolsa, la cual solía llevar para ir a dar clases en la universidad y en esta metió todo lo necesario para un par de días fuera de casa.

-Pero amor. ¿Y si nos siguen?-pregunto preocupado. En realidad él no sabía en qué consistía el trabajo de su esposo, pero si sabía que su ocupación era peligrosa. Por eso, el siempre estaría en el punto de mira para los enemigos de Changmin. Ya que, claramente era la vía fácil, de llegar hasta su esposo.

El menor sonrió suave al recibir la respuesta afirmativa de su camarada, prestándole atención a las palabras del mayor. Por un instante se había olvidado de ese pequeño detalle. Entonces recordó de qué hacía algún tiempo, él había encontrado un artefacto que copiaba la imagen de la persona que el poseedor del objeto deseaba. Sabia de que era algo arriesgado, pero no le quedaba de otra.

Cerró los ojos concentrándose por un instante, para encontrar la manera adecuada de encontrar la forma de decirle a su esposo lo que debía hacer.

-Jae...en mi despacho, sobre el escritorio hay una esfera de cristal oscuro que cuando la pones a contraluz brilla de una manera algo especial...quiero que la cojas y cuando tú creas de que es el tiempo de volver a casa después de una tarde de paseo...la pongas contra la luz del sol y pienses en tú imagen..- cerro los ojos con fuerza, presionando con su diestra el puente de su nariz-no pienses en otra cosa más que en tú imagen...y la copia que salga será como tú, hará lo que tú harías al volver a casa por la noche...así que en vez de que tú vayas a casa lo haría esa copia- suspiro cuando acabo la explicación.

Sonaba de locos, Max lo sabía, pero a pesar de que el mundo entero no tenía idea, de la existencia de objetos mágicos, habían personas como las que el mataba, que poseían algún que otro objeto con el cual ejercer un poder sobre los demás. El poseía uno de los tantos, que había recogido a lo largo de su corta, pero fructífera vida.

Jae escuchaba atento sin saber si creer o no esas palabras por parte del menor. Pero no puso en duda su palabra. Lo más rápido que pudo se dirigió a recoger lo que su amado le dijo.

-Listo mi vida...-acoto el pelirrojo metiendo esa esfera en el bolso. Estaba preparado para la llegada de esa persona que le venía a buscar.

Max se colocó una gorra de color negro sobre la cabeza, acomodando su lacio cabello azabache de tal forma que su rostro quedase medio cubierto. Sobre la sudadera negra que llevaba, se colocó una chaqueta del mismo color. La abrocho hasta mitad de pecho, colocándose la capucha. Dio una última mirada al espejo, observando que no sería muy reconocible en ningún video de seguridad.

-Está bien mi amor. No tardare en ir a por ti mi ángel. Te amo Jae, jamás lo olvides.-dicho esto colgó, ya que el tiempo se le escurría entre los dedos. Metió sus cosas en una pequeña maleta, la dejo lista para que la viniesen a buscar. Por último, tomo la bolsa de deporte, colocándosela al hombro. Sin perder más tiempo, salió del cuarto de ese hotel que había a dos minutos de donde estaba su última misión.

La persona a la que tenía que matar, era un pez gordo, que jugaba el papel de ministro del fomento, pero que en realidad, era uno de los mayores traficantes de personas, estupefacientes y antigüedades del mundo.

Su gran imperio se construyó sobre una base de trapicheos insignificantes, pero lo que llamo la atención del servicio secreto, era la dominación de ese hombre sobre las personas secuestradas, con las que comerciaban.

 El pelinegro sabía perfectamente cuál era su trabajo.

 Encontrar, matar, tomar el objeto y etiquetarlo.

 Nada difícil, pero eso le ponía en el punto de mira de muchas personas demasiado importantes como para no prestarles atención.

Bajo por la escalera de incendio, sabiendo de que esa zona no estaría vigilada por ninguna cámara, y le sería muchísimo más fácil hacer su trabajo.

 Salió a la calle, mezclándose con la gente, como si nada, mientras en su mente trazaba un plan maestro para acabar rápido su trabajo.

Llego al edificio donde residía ese hombre al que debía matar. Fue a la parte trasera de las oficinas, vigilando el movimiento de las cámaras de seguridad. Con su móvil, se conectó directamente al sistema de vigilancia central, bloqueando durante exactamente 10 minutos todo el perímetro.

Tenía ese tiempo para entrar, hacer su trabajo y salir como un simple ejecutivo que acababa su jornada de trabajo.

Sin perder más tiempo, entro por la parte trasera, subió a paso veloz las escaleras hasta el piso adecuado.

Al entrar por la puerta correspondiente, se encontró con cientos de personas, deambulando de un lado a otro. Algunos hablaban entre ellos, otros, por teléfono, otro leían apresurados algunos documentos, mientras caminaban a ciegas por los pasillos de la oficina.

Un suspiro brotó de los labios de Changmin mientras, caminaba tranquilamente por el pasillo. Nadie se fijó en su persona y eso era una buena señal para él.

Busco con la mirada, la oficina, donde apareciese el nombre del hombre al cual buscaba. Resultaba frustrante el no encontrarla a la primera, ya que había cientos, si no miles de oficinas con distintos nombres, o con nombres que se pareciesen entre sí.  Cuando finalmente la encontró, se dirigió hacia esta, ingresando sin previo aviso en aquel elegante despacho.

El varón que estaba sentado en el escritorio, era de una estatura más bien baja, obeso y con cara de pocos amigos, estaba sentado en su escritorio como si nada estuviese pasando, revisando unos papeles.

-Pierre te dije que quería que no me interrumpieran hasta la hora de comer-hablo el hombre con un perfecto acento inglés.

Changmin sonrió de lado, sacando su arma de su espalda, apuntando directamente a la cabeza del tipo.

-Siento decepcionarle, pero no soy Pierre. Aunque puedo hacer el mismo trabajo que él.- sonrió burlón.

El hombre, alzó la mirada de los papeles que tenía sobre la mesa, al no reconocer la voz que le hablaba.

Tragó en seco, pensando rápidamente en cómo actuar, ya que sabía que su vida, estaba en peligro.

Asustado por culpa del arma que le apuntaba, su primera intención fue pulsar aquel botón escondido que tenía para alguna emergencia. 

Pero Changmin fue más rápido, tirándole un pequeño bolso sobre la mesa que había sacado de la bolsa que aun colgaba sobre su hombro.

-Yo que usted no pulsaría ese botón.- acoto el menor-meta en esa bolsa el objeto y no morirá-la voz del pelinegro sonó segura, y como si le diese una esperanza de vida al asuntado hombre, primero iba a obedecer, pero después se lo pensó mejor y empezó a reír.

-¿Acaso crees que te creeré? Tú lo que quieres es a mi fusta del dominio-su voz sonaba bastante ronca y dominante.

Changmin miro a ese tipo sin llegar a entender a lo que se refería con eso, por eso no perdió tiempo y le pego un silencioso tiro entre ceja y ceja. Miro su reloj y suspiro.

-Maldita sea...tan solo me quedan 2 minutos, por tú culpa-frustrado metió la pistola en la bolsa acercándose al cadáver que estaba echado hacia atrás en la silla y tenía los ojos abiertos-deberías ponerte a dieta. Ser un pez gordo, no significa que tengas que tomártelo al pie de la letra-dijo mientras veía  como al lado de la silla, había una fusta de color negro.

 Alzo una ceja y sin perder más tiempo la metió en una de esas bolsas que siempre solía llevar consigo.

-etiquetado…-susurro cambiándose con rapidez de ropa, metiendo toda la que había utilizado en la bolsa de deporte. Se acercó al ventanal, tirando la bolsa que cayó directamente a un cubo de la basura. Del maletín que había traído en la bolsa, saco una americana, una camisa blanca y una corbata, cambiándose con precipitación.  En el maletín, metió aquella bolsa con el objeto etiquetado y salió  del despacho igual que había entrado, sin ser visto.

Sin mucha demora, entro en el ascensor, pulsando el botón de la planta baja. Tranquilamente camino por el pasillo sin llamar la atención de nadie, y una vez fuera, saco su móvil del bolsillo del pantalón, mandando un mensaje a uno de sus camaradas, en concreto al que se encargaba de borrar cualquier huella suya.

[SMS]-Misión cumplida. Donde siempre. Hasta otra Micky. [ENVIAR]

Ya más relajado, fue directo al aeropuerto en donde algún agente le esperaría con su ropa y un  billete de vuelta a casa. Al fin después de tanto tiempo  fuera, podía volver a ver a su amado esposo.

Tomo un taxi para llegar con más rapidez al aeropuerto, ya que no quería ir en algún coche de su unidad.

Miraba por la ventana, sonriendo de forma dulce, al recordar la noticia de que sería padre. Aun no se lo podía creer. Antes de que se diese cuenta ya había llegado al aeropuerto, tras pagar, salió del coche y rápidamente se dirigió a uno de esos puntos estratégicos en donde le darían su verdadera documentación, ropa y el billete de vuelva a corea.

Tras entrar en la terminal, un chico joven de ojos verdes se le acerco.

-Aquí tiene señor Shim, los manuscritos de su esposo-dijo el joven muchacho dándole una carpeta con los escritos del libro de su amado.

Max, tomo aquella carpeta y tras agradecer, tomo su maleta y se fue a la zona de embarque, pasando al otro lado sin ningún problema.

-Jae esperarme amor, no tardare en ir por ti…-susurro con una sonrisa mientras esperaba para subir al avión

Corea del Sur- Seúl

Residencia Kim-Shim

Ya listo para irse, esperaba sentado en el sofá del salón. Tan solo aguardaba que la persona que su esposo había enviado para recogerlo llamase a la puerta.

Nervioso mordisqueaba su labio mientras su mente trazaba cientos de planes para que no le siguiesen.

Llevaba con el menor exactamente 2 años. Se habían conocido en una discoteca a las afueras de la ciudad. El en ese tiempo era camarero de noche y estudiante de criminología de día. Su vida era un auténtico caos, ya que vivía solo. Huérfano de padres y sin ningún sustento, desde los 9 años, había aprendido a valerse por sí mismo.

El día que conoció al menor, se había quedado mirándole embobado. Y poco a poco se enamoró de él. Era extraño pero se podía decir que para él fue,  amor a primera vista. A los pocos meses empezaron a salir y a vivir juntos. A los tres meses de estar saliendo, oficialmente, Max le pidió casarse con él en una romántica cena, hecha por el mismo en su casa. Jae, no le dio tiempo ni a sacar el anillo de su bolsillo, porque ya se había abalanzado sobre el más alto, diciéndole un rotundo sí. 

 Changmin le conto algunas cosas de su trabajo, pero nunca llego a decirle más de lo necesario. Quería protegerle y Jae sabía de qué jamás le diría algo que lo pusiese en un peligro innecesario.

El timbre de su casa, le saco de sus pensamientos. Con rapidez se levantó y fue a abrir la puerta esperando que nada malo ocurriese.

-¿Quién es?-pregunto antes de abrir.

-¿Qué hombre se quemó las alas?-la voz de una chica resonó al otro lado de la puerta.

-Las de Ícaro...-contesto el pelirrojo.

-Por volar cerca del sol.-hablo la joven muchacha.

El pelirrojo ya más tranquilo abrió la puerta y sonrió de forma dulce a la joven que le había venido a buscar.

Sí, podía soñar una contraseña algo tonta e incluso estúpida, pero para él tenía un significado algo especial.

-Hola angelito-saludo la mujer, con una sonrisa bástate parecida a la de Changmin cuando hacia maldades.

-Hola...-le saludo el mayor, colocándole la bolsa en el hombro.

-¿Listo para irnos?-pregunto la joven, recibiendo a cambio una sonrisa, que le afirmaba su petición.

El pelirrojo salió de casa, cerrando la puerta con llave, siguiendo a la mujer a un descapotable negro que estaba aparcado delante de su casa.

-Changmin dijo que parecías un ángel. Primero creí que eran cosas de enamorados, pero veo que no-dijo la chica, guiñándole un ojo mientras subía al coche, haciéndole una señal al mayor para que subiese.

-Bueno… él siempre me vera así-dijo riendo por lo bajo.

 Después de que Jae subiese al coche, la joven arranco el vehículo, conduciendo con cuidado y siempre pendiente de si alguien los seguía.

 

 

En el coche frente a la residencia Kim-Shim

 

 

Dos hombres vestidos con traje negro y de complexión fuerte, vigilaban desde hacía más de una semana la caída del joven esposo de Shim Changmin. Uno de los mejores francotiradores del país. Tenían la orden de búsqueda y captura de ese joven, sin importar los medios.

Habían intentado entrar varias veces a la casa, para instalar cámaras y micrófonos para así poder escuchar lo que se hablaba en la casa, pero extrañamente cualquier objeto que introducían en esa casa, acababa carbonizado. Así que resignados se quedaban fuera de la casa esperando poder ver al joven francotirador.

-¿Oye estas seguro de que podremos atrapar a ese tipo?-pregunto uno de los dos hombres.

-no lo sé, pero ese chico es la clave. Estoy seguro de que él nos llevara hasta Max…- acoto el otro hombre con voz severa sin despegar la mirada de la casa.

-Mira se va...-dijo el primer hombre.- ¿los seguimos?-pregunto poniéndose el cinturón de seguridad.

-No…Si los seguimos esa mujer se dará cuenta. Estoy seguro que no es la típica amiga, me suena de haberla visto en las fuerzas especiales. Así que esperaremos aquí. Lo más probable, es que vuelva. No lleva mucho equipaje y parece que van a pasar la tarde juntos.-acoto el segundo hombre con voz seria.

-¿Pero y si no los seguimos nosotros? Podemos llamar a uno de nuestros escuadrones, para que los sigan. ¿No crees que sería mejor?-pregunto algo frustrado el más joven de los dos.

El mayor suspiro y asintió.

-Como tú digas Baeck...-le miro serio-tan solo no metas la pata. No podemos jugar con estos sujetos.

El menor asintió sin prestarle demasiada atención, así que en cuanto obtuvo la afirmativa, envió un mensaje a varios de sus compañeros, dándoles los datos necesarios para que siguiesen al pelirrojo y la muchacha que le acompañaba.

Notas finales:

denme au opinion! es bastante importante para mi n.n 

gracias por leer!!


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