Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Momentos por AkiraHilar

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

A Stardust, mi mamá Yaoi. Creo que ella disfrutara mucho estos pequeños escritos. Espero que te agrade ya que son mucho de tus leendos :3

Notas del capitulo:

A Stardust, mi mamá Yaoi. Creo que ella disfrutara mucho estos pequeños escritos. Espero que te agrade ya que son mucho de tus leendos :3

Si pudiera
[195 palabras]

Si pudiera arder un poco menos, no sería yo. No tendría la delicia del sudor que brota de mis poros, ni el dolor pulsante que me hace alucinar. Perdería la sensación de mil agujas al rojo vivo clavándose en mi pecho y la notoria necesidad de aire.

Si pudiera arder un poco menos, no sería así. Carecería el significado de cada latido, perdería el fulgor de mis ojos a punto de cocer. Extrañaría los latidos de mi corazón que aunque desdeño, acaricio y contengo con fuerza mancomunada. Rememoraría entonces las brisas heladas, haciendo choque con mi dermis de fuego. Y ciertamente los labios resecos que buscan tu boca en aras de beber.

Si pudiera arder un poco menos, no estarías aquí. Mirándome con ojos de reproche mientras me regodeó en tu presencia. Usando la escarcha de tus manos para calmar la ansiedad de un corazón que se quiere incinerar, conmigo. Si bien siempre esto debió ser una maldición, ha terminado de parecerme un don. ¿De qué otra manera habrías de bajar y dejar los libros que te separan de mi?

Si pudiera arder un poco menos, no seríamos dos. Y entonces, ¿de qué vale quemarme?

  Perfecta Mentira
[230 palabras]

Si algo detestaba era cuando veía esa mirada. Cuando el brillo se volvía tembloroso y el blanco perlado. Ese segundo en que podía observar detrás del verde la angustia, y escondida en sus pupilas dilatadas la desesperación.

Lo detestaba, porqué le recordaba la sentencia.  Era como si la gritara en su silente ceño fruncido, en la arruga de su frente y la humedad de sus pómulos. Como si pudiera presentirla, filtrándose entre sus vidriosos hielos de estrellas.

Cerró sus ojos, sintiéndose cocer. Una a una las piezas fueron apartadas para que nada interrumpiera el paso frío de sus roces. Le resintió. Lo tembló. Un quejido lastimero brotó de su garganta y se mordió en sus labios. El inicio del fin. Pensó.

Volvió a abrir sus ojos. Los cabellos largos rozando sus propios pómulos eran analgésicos, no estaba seguro si igual a la helada brizna de sus manos. Solo podía entender confort mientras en su mirada anubarrada le dibujaba adivinando sus colores entre manchones de blancos. Intentaba enfocarse en eso y no en el techo, en el mármol, en el sonido de su corazón latiendo más rápido de lo permitido, o el calor que expedía él con cada pálpito. Se concentraba en ese y quizás en la vida.

Pestañeó, hallándose en el preámbulo del consolado reposo. Volvió a delinear mechones largos y brillos inciertos en soberano blanco.

—Estarás bien.

Le escuchó. Esa siempre era la frase última, el preludió a su inconsciencia. La manera en que se dejaba vencer con una sonrisa premeditada por Morpheo.

Una perfecta mentira.

  Vértigo
[200 palabras]

Agarró fuertemente la tela. La mordió: con las uñas. Agarrarse a ella fue tan necesario que no escatimó sus fuerzas para hacerla temblar. Tensó sus nudillos contra su tersura, se amarró. Sintió que el mundo se movía y él podría caer, allí. Temió el abismo.

Y lo ansió.

Abrió su boca, esperaba el aire. La invasión caliente de su lengua le atolondró y volvieron a temblar sus rodillas. Caliente y con hielo; algunos avistamientos de verdes entre blanco y cerezas.

Degel.

Sintió la distancia. La añoró. Volvió a respirar forzosamente mientras se tomaba de la cortina. Tambaleó por un momento, sintiendo el estomago pequeño. El abismo grande. Muy grande. Casi eterno.

Entrecerró sus ojos. La sombra de sus pestañas le quitó la visión de sus verdes cálidos y fríos. Lo presintió, asomándose. Tembló otra vez.

—Eres tan molesto… —Si claro, así había empezado todo.

Intentó una sonrisa acalambrada y de repente todo se volvió de nuevo blanco, blanco fuego. Sus labios contra los suyos amenazaron con desflorarle la cordura y pronto la cortina sucumbiría a la presión. Soltó, para apresarse a la capa. Morderla con los dedos.

Se entregó, a ese nuevo vértigo tan agradable.

Y molestaría más para repetirlo.

  Imprudencia
[226 palabras]

Lo había logrado.

Ante la noticia Degel recorrió los templos con inusitada rapidez, envolvió la atmosfera dejando escarcha por cada una de las paredes de mármol que cruzaba. No le importó ni comentó absolutamente nada. La necesidad de llegar allí era apremiante y le había hecho olvidar sus más cuidados modales.

Se internó. El viento caliente de la casa del escorpión celeste le recibió sin prisa, pero no había señal de su dueño. Ofuscado fue hasta su habitación, rastreó en cada rendija su presencia, sacudió su almohada, vio la manzana a medio comer… su ausencia tangible.

Mordió sus labios, apretando los puños a su costado con muestra de ineludible molestia.

No era posible…

—Perdimos a la princesa Atenas. —Recordó las palabras de Sisyphus quien se veía terriblemente tenso. El pasó de sus palabras arremolinadas de temor.

Y claro, no pudo haber sido otro sino él.

Observó con reticencia el lugar solitario. Kardia había partido de viaje, Sasha había desaparecido. Sumar dos más dos era tan evidente que le provocó un castañeó de muelas.

—¡Yo sé que no podrás dormir hasta que regrese, señor hielo! —Le había dicho con un guiño en sus ojos luego de no prestarle atención ante los detalles de su misión.

Lo había logrado.

—Eres tan imprudente… —Masticó las palabras observando el espacio vacío de su cama.

No dormiría bien hasta su regreso.

  Contradicción
[209 palabras]

—¿Qué lees?

Degel miró sobre su hombro. El bulto contra la cama se había movido y algunos mechones brillaban contra la luz de la lámpara de aceite, la misma que usaba para iluminar la habitación. Estaba allí, en la mesa al lado de la cama, distraídamente.

El fuego.

Las llamas dibujaban brillos rojos y naranjas en la piel del griego, algunas curvas juguetonas entre su hombro y su cabello. La flama esparcía en sus gruesos labios un descarado nácar apetitoso. El fuego y Kardia parecían ser uno. En la noche y frente la llama de una vela o una lámpara, Kardia parecía un dios.

Aquello era una contradicción. Un dios no está condenado a muerte.

—Nada, ya acabé.

Si fuera un dios, no estaría buscando la cura.

—¿Te desperté?

Si fuera un dios, no temería perderlo.

—Vamos a dormir.

Cerró el libro con la caratula escrita en ruso. Se acercó a él y se acomodó en la cama mientras Kardia perezosamente soltaba un gruñido y estiraba sus piernas. Antes de que Degel terminara de acostarse, el griego le había rodeado la cintura y encajado su frente contra su hombro, buscando la frescura de su aliento. Sin más, se durmió.

Si fuera un dios, no podría amarlo.

Una amarga contradicción.

  Irremediable
[248 palabras]

Asmita se lo había dicho, la muerte era irremediable. Querer combatir contra aquello era un deseo infructuoso.

“¿Acaso serás como el Sisyphus mitológico? ¿Subirás la piedra y la verás caer, una y otra vez, por toda tu existencia?”

Degel bajó los escalones apresurados. La noche lo había anunciado. Asmita se lo había dicho, la muerte era irremediable. La guerra Santa también lo era. Un eclipse a lo alto había anunciado su comienzo y un fuego fatuo se había encendido. No, no las llamas del reloj que se erige en el santuario. No. La llama de un corazón que ansía una muerte digna: estallando.

“Los espectros no mueren, Kardia” —le había dicho con semblante preocupante—“. Cuando la guerra empiece, ellos no morirán. Lo que podemos en tal caso es detenerlos.”

“¿Y harás un enorme ataúd de hielo para detenerlos? Baah, aburrido.”

¿Dónde estaba lo irremediable de la muerte, según Asmita, si el Hades era capaz de escupirlos de su tumba?

Lo encontró en la entrada de su templo. Calcinante. Su cosmos ardía y podía creer que era incluso más brillante que él que Asmita usaba cuando se iba a deambular en los infiernos. Tragó grueso, afiló su mirada.

—No piensas irte de cabeza a cazar espectros sin órdenes del patriarca, ¿oh si?

Kardia volteó. Sus pupilas dilatadas expresaban el brillo de la adrenalina convirtiéndose en magma.

La muerte era irremediable.

—¿Lo sientes, Degel? Ya comenzó… —rumió—. ¡La guerra! —alzó.

La muerte, pensó.

Debía prepararse a dejarlo ir…

  Estrella
[113 palabras]

Fulgente sol entre dunas de sal, a eso se asemejaba. El brillo dorado de su armadura quedaba apocado ante el latir de su corazón. Era un incendio de rojo esperando el momento. Estrella que quería colapsar como en los escritos egipcios. Un gran agujero de luz.

Él.Su garganta resintió el pensamiento porqué tras la luz avistaba la perdida. Afiló su ojos mientras él, omnipotente, se enfrentaba a la majestuosidad de Bluegard. Él y solo él. Siempre había sido él. Él y nadie más.Y esa mañana él sonreía. La curva de sus labios se mostraba desafiante ante el horizonte helado. Esa mañana él resplandecía.

 

Como lo haría una estrella antes de morir.

  Final
[158 palabras]

—¿Cómo se llamaba el cuento? ¿La reina de las nieves? Creo que sí…

El blanco se vuelve más blanco. Infinitamente blanco. El fuego se vuelve agua, pura agua.

—Ya no te escucho, Degel…

El agua brota, renace, rueda por su mejilla izquierda. El manto cubre, acaricia, se convierte en su tumba.

—Pero lo logramos, ¿no?

Avista gotas de hielo cayendo. Parecen danzar. Sus ojos anubarrados adivina el movimiento de sus caídas antes de que choquen con su piel y se derritan. Rápido. Su pecho arde y llora.

—Ya no te escucho, Degel…

Al final, quien murió contra un gran trofeo, era quien menos lo buscaba. Un sacrificio que nadie vería. No una tumba tallada. Tampoco él tendría una. Probablemente su cuerpo quedaría congelado con él en Bluegard.

Sonrió… aquella idea le apeteció. Dejar el trofeo, dejar la leyenda. Dormir con él.

—¿Cómo era el cuento? —Mientras se apagaba—. Ah sí, la reina de la nie…

Se apagó.

Notas finales:

Gracias por leer ♥


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).