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Lemonade Lovers por Angie Sadachbia

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Notas del fanfic:

En mi, de ahora en más, típica sección de cosas que me inspiraron para escribir este fic

* La entrevista de Kazuki a Aoi para Oricon.

* Una foto específica de ambos cuando estaban en Aoi with Bon:craz.

¿A que Kazuki se ve como la cosita más tierna y violable del mundo? :3

Notas del capitulo:

Hola, gente de AY.

Les traigo este regalito de fic; disfruten y babeen~

La entrevista por fin había terminado. Después de estar ahí algo más de cincuenta minutos, pudieron abandonar el lugar.

Kazuki se sentía mentalmente agotado, ¡el tonto de Aoi le había hecho sufrir para conseguir respuestas decentes! Aunque, al final, fue un poco divertido y consiguió una invitación a beber con su senpai favorito.

Su invitado le ofreció llevarle a su apartamento para que pudiese tomar una ducha, ¡porque vaya calor el de ese día! O, quizá, sólo de esa sesión de preguntas, respuestas y ruegos para que el mayor no hiciera realidad sus amenazas de irse a casa. Aunque, si lo pensaba con cabeza fría, el otro realmente no se iría a casa. Tenía una imagen pública que cuidar, claro.

—Aoi, ¿de verdad querías irte a casa? —Le dirigió una mirada cargada de curiosidad con un matiz de reclamación.

—Tu entrevista estaba tan aburrida, que sí —dijo directo, tajante, sin delicadeza… como todo en él.

—No sé cómo esperabas que se tornara divertida si tu actitud no ayudaba mucho. —Se cruzó de brazos e hizo un mohín.

—¿Me dirás que querías que fuera fácil? Quería ponerte al límite, kohai. —Le sonrió y llevó una mano a sus castaños cabellos para acariciarlos.

—Me tratas como a un niño —murmuró y una risita escapó de sus labios.

—¡Ah! ¿Eso crees?

—Sí —dijo con seguridad.

—Pues qué equivocado estás. —Salió del ascensor ya en el parqueadero subterráneo, yendo a buscar su hermoso Jaguar.

Recorrieron casi medio estacionamiento hasta encontrar ese lujoso deportivo color gris que ya había tenido la oportunidad de conducir, cosa de la que se jactó en aquella entrevista odiosa. Se acercó con una sonrisa suave y maliciosa, posó su mano en el capó del auto mientras caminaba hasta la puerta que le correspondía.

Por su parte, el pelinegro le observaba divertido. Ese guitarrista sí que amaba los autos, en particular el suyo. Podía notar que disfrutaba el sólo hecho de poder tocarlo y verlo, ¿se conformaba con tan poco?

—Empiezo a sospechar que mentiste en esa entrevista —dijo mientras se recostaba en la puerta del copiloto.

—¿Eh? No entiendo a qué te refieres. —Detuvo su mano en el espejo retrovisor.

—Dijiste que me amabas; pero seguramente te referías a mi auto. —Su amigo rio divertido por aquella ocurrencia.

—Bueno, eso sería menos gay que amarte a ti —respondió titubeante y se encogió de hombros—. ¿Por qué dices eso?

—Porque miras y tocas esta belleza con tanta admiración, mucha más de la que me prodigas. —Dramatizó, poniendo el dorso de su mano en su frente.

—¡Qué cosas dices, Aoi-san! A ti no te puedo tocar así. —Rio divertido.

—Pero qué mentiroso resultaste ser. —Negó con la cabeza y le ofreció algo, dejando al menor sorprendido—. No seas grosero y toma. Oh, cierto que eres como un niño. —Un tono de decepción fingida acompañó esas palabras.

—¿Eeeeeeh? No soy como un niño. —Se envaró, aquella frase no le había gustado nada.

—¿Debería dejar que un niño conduzca mi auto? —Rascaba su mentón a la vez que observaba el Jaguar.

—No sería la primera vez. —Se encogió de hombros.

—Tienes razón, creo que me arriesgaré.

Las llaves le fueron arrebatadas como consecuencia de la emoción que sentía el más alto. Se limitó a sonreír con diversión mientras esperaba que el otro le abriese la puerta, lo cual tardó un poco ya que Kazuki dejó caer las llaves antes de meterlas a la cerradura.

En realidad, no tenía nada de qué preocuparse cuando su kohai estaba al volante. Era un buen conductor, a pesar de que pudiese resultar fácilmente fastidiado cuando el tráfico era pesado. Como en ese momento.

Cuando Aoi se estresaba en el tráfico, ponía música y descargaba su enojo murmurando cosas. Cuando Kazuki se estresaba, empezaba a golpear con sus dedos el volante, se cambiaba de posición, se rascaba la cabeza, se miraba al espejo, se asomaba por la ventana para ver qué tanto era el atasco… No decía nada, pero hacía mucho. Esto, para el pelinegro, resultaba curiosamente tierno.

Si Kazuki se sentía pegajoso por el sudor que lo había empapado durante la entrevista, ahora tenía la idea de que podría atrapar todo el polvo que entrase a ese auto por tanto sudor. Fue la media hora de tráfico más estresante. Al final, decidió abrirse paso hacia una vía secundaria, la cual estaba mucho más ligera que la avenida.

Al cabo de otros diez minutos, en los que discutieron a qué bar irían, si invitarían a alguien, qué cosas beberían y qué harían después; finalmente llegaron al edificio destino. El auto fue debidamente estacionado y ambos salieron de él. Camino al ascensor, el chico de las perforaciones se sacó la chaqueta otra vez y se desabrochó la camisa, buscando refrescarse.

—Kazuki-chan, ¿en qué piso vives? —preguntó mientras miraba el torso ajeno y oprimía el botón correspondiente.

—En el décimo, ya lo sabes.

—Son diez pisos, cualquiera podría entrar a este ascensor y verte. —Se recostó en la pared ajena, viendo al otro pucherear mientras se abanicaba con su mano.

—Pero tengo mucho calor.

—Como quieras. —Movió una mano quitándole peso al asunto.

Para dicha del menor, nadie entró al ascensor y, en cuanto se abrieron las puertas, salió corriendo a abrir su apartamento. Una vez dentro, se deshizo de sus prendas superiores para desacalorarse más. Un divertido Aoi le siguió y cerró la puerta.

—¿Quieres limonada?

—Sí.

—¿Ácida o dulce?

—Ahora la quiero un poco dulce.

Le pidió que lo esperara mientras iba a su cocina a preparar la bebida que solía ofrecerle cuando iba a su apartamento. Siempre preguntaba cómo la prefería, pues el moreno había demostrado tener gustos variantes dependiendo de la situación, la estación, el clima, el ánimo y el plan que tenían.

Preparó la bebida con rapidez, le añadió hielo y la llevó a su comedor, donde ya lo esperaba su invitado. Le dio un sorbo y…

—Dijiste dulce.

—Un poco dulce, ¿le echaste todo el paquete de azúcar?

Vio al castaño bajar su mirada con tristeza. Si había algo que Kazuki detestara, era decepcionar a su senpai, y lo había logrado. Tal vez era sólo una estúpida bebida; pero, al ser tan simple, se suponía que debía hacerlo bien. Seguramente Aoi se enojaría con él.

—¿Tienes más limones? —Asintió sin levantar su mirada—. Bien.

Siguió al mayor con su mirada. Sacó limones del refrigerador, los cortó y exprimió al tiempo que agregaba agua a la bebida, la cual fue puesta en un recipiente más grande. La probó varias veces hasta que le dio el gusto deseado y volvió a la mesa, dejando los vasos en su lugar nuevamente.

—No te deprimas por esa tontería. —Se acercó y besó su frente—. No vale la pena que te pongas así por una nimiedad.

Un simple gesto y ya sonreía nuevamente, con alegría y certeza de saber que su amado senpai no estaba enojado. Tomó de la bebida que estaba apenas dulce, ácida y refrescante; como solía pedirla él. Debía aprender a usar la cantidad adecuada de ingredientes para una próxima vez.

Ese mismo senpai se dedicó a molestarlo mientras tomaba su limonada, haciéndole reír con frases rebuscadas, fuera de contexto, incoherentes o anécdotas vergonzosas. Incluso llegó a pellizcarle el abdomen, que bien sabía que era su punto débil para las cosquillas.

—¡Basta, Aoi-san! —Se alejó con rapidez y luego tomó los vasos para dejarlos en el lavaplatos.

—Es divertido.

—No me gusta. —Infló sus mejillas mientras ponía los vasos en su lugar. Al incorporarse, fue la mano del mayor la que presionaba el botón de lavado en tanto el resto de su cuerpo se apegaba al del más alto— Aoi-san…

—Quiero mi limonada un poco dulce, Kazu-chan —susurró a su oído, provocándole un suave estremecimiento.

—Ya la bebiste.

—La otra, baka.

—Linda forma de pedirlo. —Giró su rostro y le miró con una sonrisa maliciosa.

—No lo hemos hecho aquí. —Le devolvió la sonrisa. Sus manos ya se encontraban acariciando la piel desnuda del abdomen ajeno, dibujando círculos y otras figuras libres.

—¿No sería mejor hacerlo después? —dijo con voz nerviosa, como la de aquella entrevista.

Dirigió sus gruesos labios al cuello del castaño, besándole suavemente mientras se contenía las ganas de dejar marcas con chupones y mordidas: ese era el acuerdo. Los suspiros no se hicieron esperar.

—Al menos deja que me bañe primero. —Le daba espacio inconscientemente.

—No —hablaba con sus labios pegados al cuello ajeno—. Si lo dejamos para después, volverás a sudar y olerás a sexo. No quieres eso, ¿verdad? —Kazuki negó suavemente—. Calla entonces y déjate hacer.

Le arrastró hasta el mesón, le acorraló contra este y le besó, dejando que el otro le subiera su polera. Le dio espacio suficiente para retirar esa prenda y volvió a pegar sus torsos, esta vez desnudos, mientras guiaba esa danza lujuriosa de sus labios.

 

—Aoi-san, ¿qué hace? —preguntó un sorprendido Kazuki, viéndose atrapado entre el asiento trasero del auto nuevo de su senpai y el cuerpo de éste.

—Creo que parece muy obvio, ¿no crees? —Eliminó la distancia entre sus labios en un roce suave.

—Pero Aoi-san dijo que el BL le repugnaba —susurró completamente sonrojado.

—Aún no comprendes lo que es mantener tu imagen pública en una red social, Kazuki-chan —Le miró a los ojos—. Pareces sediento, ¿te parece si te ofrezco una limonada en mi apartamento?

 

Antes de esa ocasión, para ninguno de los dos tenía algo de especial tomar una limonada. Quizá, algo de licor o incluso un café, pero esa bebida no tenía nada de distinto a otras.

Ese día, Aoi se convirtió en el senpai privado de Kazuki… el joven y pervertido guitarrista de ScReW, el mismo que podía ser tan tierno como un osito de peluche o tan depravado como se podría esperar de un hombre de su edad.

Luego de ese día, siempre que se invitaban mutuamente a beber limonada, significaba una sola cosa: “Quiero tener sexo contigo”. Podía ser en ese mismo instante, más tarde o algunos días después. Si Aoi hacía la limonada muy dulce, significaba que quería que Kazuki fuera más tierno durante su encuentro. Si la bebida era más ácida, sólo podía esperar una noche ardiente e intensa.

El joven castaño tardó mucho en animarse a invitarle una limonada al gazetto. Fue antes de su cumpleaños, le llamó a su casa y le ofreció esa bebida en lugar del acostumbrado té negro. Fue la quinta vez que estuvieron juntos, la primera vez en cama del menor y, desde entonces, solían mantener relaciones sexuales con frecuencia. Kazuki se convirtió en la persona con la que Aoi compartía lecho una vez a la semana.

Los jadeos, suspiros y gruñidos eran los únicos sonidos que rompían la quietud del apartamento. Las manos recorrían esa piel dispuesta hacia la pretina ajena, desabrochando con calma la prenda y bajándola hasta deshacerse de ella. El cuerpo del castaño tembló de expectación y fue obligado a sentarse en el mesón donde se estaba apoyando.

 

—¿En realidad te apena hacerlo?

—Es que... no sé cómo —susurró, no era que no supiera, sencillamente temía hacerlo mal.

—Yo te explicaré, estoy seguro de que aprenderás rápido. —Esa voz… grave, viril y seductora, su cuerpo pulcramente trabajado, su erecto miembro ante el rostro de un sonrojado y antojado guitarrista.

—Bien —dijo con más seguridad—. Explícame, senpai.

Si algo conseguía encender más a Aoi, era que el menor le tratara de esa manera.

—A los niños como tú les gusta comer paletas, ¿cierto? —El aludido asintió con sus mejillas cada vez más rojas—. Sólo lámelo como si fuese una paleta.

—¿Puedo morder? —Sonrió de lado, tiñendo esa frase con malicia.

—¡No!

Rió suavemente y empezó su tarea de lamer, empezando por la base del, a sus ojos, perfecto pene del pelinegro. Chupetones, mordiditas suaves y lamidas que luego fueron reemplazados por su boca completamente. Debió hacer acopio de todo lo que había leído o visto en el porno alguna vez para albergarle por completo, siendo gratamente recompensado con los gemidos graves que eran emitidos de la garganta de Aoi-san.

 

El placer que recorría su cuerpo era indescriptible, pocas veces en su vida había recibido sexo oral y podía darse por enterado de que era una de las mejores cosas para hacer en la intimidad. Mantenía sus piernas abiertas, pues en medio de ellas estaba el mayor ocupándose de hacerle gemir y proferir maldiciones cargadas de lujuria. Sentía esas manos acariciar sus piernas con parsimonia, acercándose cada vez a su zona más erógena.

Frunció sus labios en un tierno mohín cuando le fue arrebatada esa deliciosa sensación, recibiendo a cambio un beso corto. Pudo ver con expectación cómo Aoi quedaba completamente desnudo, exceptuándose por el anillo hermano del que le hubiese regalado antes de cumpleaños.

Su acercamiento fue con intenciones algo divergentes a lo que esperaba, aún con sus piernas abiertas y rodeando la cadera ajena, la consumación de su encuentro no se dio. En cambio, experimentó si primer frot.

Los gemidos sordos se negaban a resonar. El pelinegro tomó, en inicio, ambos miembros con su mano derecha y movió su pelvis suavemente para rozarles, provocándose placer mutuo. Su mano subía y bajaba, aumentando la sensación. Antes de cerrar sus ojos, Kazuki tomó el pene de su compañero y le masturbó al tiempo que le frotaba con el propio.

 

Estaban ambos acostados mirando al techo, el entonces guitarrista de cabello rosa fumaba y dejaba el humo invadir el entorno. Su pareja sexual de la noche se estaba acariciando el vientre, en el cual estaba la semilla de ambos ya secándose.

Un mutismo calmado invadía el ambiente, pero no tanto la mente del menor de ambos.

—Creí que, si Aoi-san era homosexual, se sentía atraído por Uruha-san —susurró.

—Hubo un tiempo en que salimos, nos dimos una oportunidad. —Exhaló el humo de sus pulmones—. Pero nuestros caracteres eran muy diferentes, chocábamos mucho.

—Ah…

—Kazuki.

—¿Mmm?

—Para que quede claro, no estoy listo para una relación formal. Aunque me gustaría mantener nuestra amistad y, si no te molesta, poder hacer esto en otras oportunidades. —Apagó su cigarrillo en el cenicero sobre la mesita de noche.

—Pensé que no te involucrabas con kohais.

—¿Por qué no? —Por respuesta, Kazuki alzó sus hombros—. Los niños son más divertidos que los viejos —Le sonrió y recibió un almohadazo en el rostro, lo que le provocó una risita burlona.

—¡No soy un niño, Aoi-san!

—Sólo un niño me diría así, Kazuki-chan.

—Aaaaaaaaah. —Se sentó y le miró serio—. Para ti, soy Kazuki-san.

—Confórmate con Kazuki-kun —Rodó los ojos por su respuesta.

—Como diga, Aoi-san.

—Niñato. —Rio por el gesto del más joven y salió corriendo de la cama en cuanto el otro amenazó con golpearle.

 

Las embestidas certeras, los cuerpos moviéndose al mismo ritmo y aumentando la calidez del momento. El más alto se apoyaba en su mano derecha y se sostenía del cuello ajeno con su brazo izquierdo, besándole cuando sentía que sus gemidos podían llegar a ser muy vergonzosos, gesto que el otro ya le había calificado de tierno.

Y Aoi, él le tenía firmemente asido por las caderas con ambas manos mientras le hacía suyo una vez más en medio de esos muros cómplices.

El orgasmo llegó gradualmente, llevando a los amantes de forma suave pero arrebatadora al mayor de los goces. Se besaron una última vez, sin mover sus labios, sin más que el contacto que se deshizo menos de cinco segundos después. La unión física también desapareció y el mayor le ofreció su mano al castaño, llevándole al baño a paso lento, abrazándole por la espalda mientras dejaba besos en su hombro.

 

Ambos se ducharon y vistieron prolijamente después de ese primer encuentro. A pesar de que Kazuki había aceptado esa propuesta, no estaba plenamente convencido de querer iniciar ese tipo de relación con su senpai. Estaba sentado en su sillón cuando le vio acercarse con extraña serenidad.

—¿Cómo… cómo sabré que quieres hacer “eso”?

—Así suena feo, Kazuki-kun.

—Bien, bien. ¿Cómo sabré si quieres acostarte conmigo?

—Sigue sonando feo. —Le miró divertido—. Cuando cualquiera de nosotros quiera que eso pase, sólo hay que invitar al otro a beber limonad.a —Le sonrió.

—¿Por qué limonada?

—Porque siempre usan el limón como símbolo de que hay sexo en un manga o anime. —Se encogió de hombros y acomodó su camisa—. Y porque me gusta la limonada.

—Ah… También me gusta. —Sonrió.

 

Ya estaban listos para salir al bar con algunos de los que confirmaron su asistencia por el chat, Aoi esperaba que Kazuki terminara de limpiar el desastre del mesón mientras respondía mensajes.

En cuanto el menor hubo acabado, se sacó el delantal y se acercó al pelinegro, sentándose a su lado.

—Kazuki-kun…

—Espera un momento mientras descanso. —Le miró extrañado—. Hacía mucho que no me decías así.

—Sí. —Le sonrió y guardó su móvil—. Tengo que decirte algo.

—Te escucho —susurró algo inseguro, pensando en qué pudo haber hecho mal.

—Me gustaría que celebrásemos hoy. —Rodeó su cintura con el brazo derecho y lo acercó.

—¿Qué cosa? —Ladeó su cabeza algo confundido.

—Estuve pensando esto mucho desde tu cumpleaños y, vale, creo que ya ha pasado suficiente tiempo. —La respiración de Kazuki se detuvo un breve instante—. Kazu, ¿quieres ser mi novio?

La enorme sonrisa, la efusividad del abrazo y su pataleo podían significar una y sólo una cosa en lenguaje hablado.

—¡Sí, Aoi! ¡Sí, quiero! ¡Sí, sí, sí, sí!

Sonrió por su reacción y le correspondió el abrazo. Era su niño, su kohai, su protegido y el ser que amaba con todas sus fuerzas; a simple vista, lo rodeaba con sus brazos, pero cualquiera que se fijara un poco más, podía darse cuenta de que lo cubría con su corazón.

Notas finales:

¡Cualquier review es bien agradecido!

Escribí este fic entre ayer y hoy, espero haber dejado lo mejor de mí en él.

Ojalá hayan disfrutado de este pedacito de lujuria. Los invito a pasarse por mis otros fics.

¡Sayounara!

 

Editado: 20-09-14


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