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A moment like this por JayStomp_virus

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Notas del fanfic:

OTP: Doojoon x Junhyung.

 

Notas del capitulo:

Espero que os guste, es mi primer fanfic de beast !^^

 

Acarició lentamente  el folio y se mordió el labio inferior mientras entrecerraba los ojos frustrado, quería escribir sobre ello pero quizás era demasiado pronto.

Quizás no era el momento, pero esa idea le irritaba aún más porque necesitaba escupir  toda la mierda que rondaba por su cabeza y bombeaba su corazón. Arrancó de un tirón la hoja y la arrugo creando una pelota que en segundos formaba parte del suelo.

Yoon Doojoon, ese era su nombre, aquel hombre  le había tratado como si de un méndigo se tratara. Chasqueó la lengua y se llevó los brazos a la nuca entrelazando los dedos, por su bien mejor que no se cruzará otra vez con el de pelo violáceo o se enteraría.

Se agachó y metió sus cosas en la mochila, se la enganchó al hombro y comenzó su camino. Pestañeó varias veces y extendió la mano… << Mierda, llueve >> maldijo para sus adentros. Aceleró el paso por la calle buscando algún soportal, pero algunas salpicaduras de los coches eran demasiado grandes y la acera muy estrecha, así que inevitablemente algo se mojó.

El cielo estaba cubierto por las nubes,  Yong Junhyung adoraba ese tipo de días, a pesar de ser los más fríos y solitarios. Le inspiraban, le hacían encontrarse consigo mismo, la lluvia era la culpable de sus luchas internas y tantas canciones sin dueño.

Muchos lo hubieran catalogado de rapero pero a él no le gustaba que le etiquetaran, se consideraba un artista. Lo suyo no eran las batallas de gallos, no quería polémica ni trataba temas sociales para que la gente se alarmara, tampoco comprendía esa costumbre de meterse los unos con los otros en las canciones.

El de labios gruesos no consideraba eso música, tan solo discursos que ni quería escuchar, para él sus letras eran su obra, poesía, algo privado e íntimo. Cada palabra era un sueño por cumplir o roto, una lágrima agridulce, un soplo de aire fresco. Aquellas composiciones eran su diario particular. No narraban su día a día, pero podía saberse perfectamente  la evolución de sus sentimientos. Era una montaña rusa, a pesar de sus 23 años la vida no se había portado nada bien con él.

Tenía 6 años cuando lo llevaron a asuntos sociales, sus padres habían sido encarcelados por un delito de tráfico de drogas, tardaron  poco en adoptarlo debido a su físico –que era como el de un muñeco- ; Pero el pequeño Junhyung era un chico reservado e introvertido, había crecido entre secretismo e ignorancia. Tan solo estaban sus pensamientos y él. Su nueva familia no tardó en percatarse de esto, trató de que se abriera más y se comunicara con ellos, pero no funcionó. Las cosas funcionaban de otra manera en el mecanismo que se estaba asentando en la cabeza del pequeño.

Entre regalos y halagos, estudiando en uno de los mejores institutos de Corea, las facilidades no eran más que algo que Yong Junhyung repugnaba. El amor, sí amor, no era material… lo había visto en las películas, en los libros, canciones… pero ni rastro de ese sentimiento en la vida real. ¿Que pretendían creando ese castillo de cristal? Nunca le habían abrazado, no sabía lo que eran palabras de aliento. Gente con dinero que compraba la felicidad con billetes, eso es lo que eran.

Tal vez el puzle era más fácil de lo que un simple rechazo semejaba, pero al cumplir los 16 años decidió irse de casa. No quería a esa gente, tampoco a su familia de sangre. Estaba solo, así se sentía.

Desde entonces había vagado por varios hostales para méndigos e iba a los comedores sociales a por algo de alimento. No trabajaba, pero tampoco mendigaba por dinero, vivía de la caridad.

Y aun así nunca se había sentido más feliz, la libertad le había regalado más amor que el que había recibido en toda su vida. Podía ser él, plasmar su yo en hojas de papel hasta caer dormido.

 

 

Echó un vistazo a su rolex  (datejust) eran las 17:55, llegaba justo a la reunión, entró en el edificio y con una sonrisa en los labios saludó uno a uno, como era de costumbre, a todos los de la empresa en su camino hacia el ascensor. Pulsó el último botón, el jefe se encontraba allí. Movió ligeramente el cuello hacia los lados fijándose la corbata. Sí, estaba impecable, el espejo daba Fe de ello. Sonrió satisfecho y caminó por el largo pasillo hasta la puerta.

A pesar de que al principio el trabajo familiar era algo que no le hacía mucha gracia, había terminado por acostumbrarse a los negocios. Y la verdad, se le daba bastante bien, su padre siempre se lo había dicho.

Yoon Doojoon, moreno, de ojos oscuros pero grandes para ser oriental, tenía unas pequeñas bolsas en los ojos que le caracterizaban, además de su encantadora sonrisa. Muchas de las secretarias del edificio se sonrojaban cada vez que lo veían, pero corrían los rumores por la empresa de que era homosexual.

Ante tal atrocidad, su familia se había visto forzada a obligarle a salir con una hija de un buen amigo de la familia. Dicha chica era envidiada por todas, pero al moreno poco le importaba eso. En realidad, de ahí no pasaría, << Ni con un palo la toco >> reía para sí mismo.

 

-¿Hijo, éstas bien? – Preguntaba desde el sillón del despacho al ver al de pelo negro mirar por la ventana.

La pregunta le tomó por sorpresa, aquel mendigo estaría empapándose pensó, sacudió la cabeza revolviéndose el pelo y sonrió con educación inclinando la cabeza.

-Disculpa padre, me quedé en las nubes –rio para no darle más importancia, porque no la tenía.- ¿Que decías?

-No…Nada, puedes irte ya. Tranquilo. Recuerda que este domingo tenemos cena de empresa. Que nunca te acuerdas de las fechas.- Le regañó con cariño e hizo un gesto de aprobación para que saliera por la puerta.

-Sí, no me olvidaré!- sonrió con energía y salió del cuarto.

Se metió de nuevo en el ascensor y cerró los ojos aflojando la corbata. Aquel chico… ¿Tendría casa?

 

 

Se detuvo justo cuando el semáforo se puso en rojo y chasqueó la lengua << Joder! >>, por poco podía haber cruzado, pero nada… a esperar. Se quitó la gorra sacudiendo algunas de las gotas que se habían posado en ella, pronto se mojaría el pelo también. Suspiró hondo y profundamente y se mordió los labios.

Quizás con este tiempo el albergue estaría lleno, pero malo sería que no hubiera un hueco, más teniendo en cuenta que él era asiduo en el local.

Antes aquel chico le había tirado unas monedas como si fuera un mendigo… ¡y encima se indignó cuando se las devolvió! Eso era lo que más le irritaba. No necesitaba dinero.

Y aun así le había dado aquella tarjeta “Empresas  SS.NN” .

 

Un empujón lo sacó de su ensimismamiento y se percató de que la luz ya era verde, la gente chocaba con él sin cuidado alguno, molesto y cada vez de peor humor se puso a cruzar cuando un  Chevrolet Camaro llamó su atención, ya que un coche de tan alta gama rara vez se veía en la ciudad, y en su interior estaba él… Tragó saliva y después de dirigirle una mirada borde siguió su camino por la acera hasta girar en una esquina. Estaba seguro de que el moreno no le quitaba el ojo de encima. Y odiaba esa sensación, la de cuando alguien te analiza. ¡No habría cosas más importantes en el mundo que él!

Se frotó los ojos y sonrió internamente para él, la cola de hoy tan solo sería de unas 60 personas, media hora y podría relajarse en una cama. La verdad es que aunque quería escribir, también tenía algo de sueño. Y la culpa la tenía esa lluvia de estrellas… no tenía que haberse mantenido en vela para verla, total ni para una canción le había inspirado.

 

 

Eran las 8:00pm cuando por fin su día de trabajo había terminado. Últimamente siempre salía puntual, cosa que agradecía ya que los atascos en las calles principales en Seúl eran de lo peor que podía pasar. Sacó las llaves del bolsillo derecho del pantalón y abrió el coche, en cuanto se puso cómodo arrancó y se puso rumbo a su casa.

Conducía concentrado en la carretera cuando se percató de que no había puesto música, encendió el reproductor y comenzó a sonar  sin duda su cantante favorito. Era un artista local, que fuera del país probablemente nadie distinguiría pero algo en su voz le había embaucado desde el primer momento, de hecho Doojoon era un hombre de impulsos. Si algo le gustaba desde el principio estaba seguro de que era porque de verdad merecía la pena, no era de esas personas que se cansan de las cosas en cuanto le han dado uso. Él era insaciable en ese aspecto.

Frenó en el semáforo y se desabrochó los puños de la camisa, no le gustaba nada ese maldito traje que tenía que ponerse durante la semana –aunque reconocía que le quedaba como un guante- por él iría todos los días con ropa mucho más cómoda e informal. Sonaba “Eternity”   y mientras desabrochaba el último botón tarareo las últimas frases << Algún día el corazón… te lo dirá >> , Kang Ta siempre tan inspirador. Cuando la canción llego a su fin cortándole el rollo. Resopló apoyando ambas manos en el volante y entonces de nuevo apareció el chico de pelo violáceo, caminaba entre la multitud acelerado, huyendo de las gotas de agua como un felino, hasta perderse al girar la esquina.

¿Ni si quiera tenía un paraguas? ¿Por qué un hombre tan joven desperdiciaba así su vida? ¿Eso era una vida digna?

Yoon Doojoon no comprendía nada pero en cuanto la luz se tornó verde arrancó decidido a averiguarlo. Giró en la misma calle por la que su “amigo” se había colado y frenó tras aparcar en doble fila al ver cuál era el destino al que se había dirigido.

La fila era de varios metros y la gente que la formaba pasaba desde ancianos cuyos recursos era evidente que no eran suficientes –o quizás inexistentes- , adultos entre los 40-50 que probablemente habrían estado metidos en problemas de adicción a todo tipo de sustancias. También había algunas mujeres con sus respectivos hijos, esas eran las que más pena despertaban en el moreno, debía ser muy complicado tener que crecer así… Y luego estaba él, el mendigo, era el único joven en medio de la multitud y no alcanzaba a comprender que obligaba o motivaba al chaval a albergarse ahí. Además de un buen físico, tenía mucha vida por delante.

Suspiró observando la cola desde el interior del vehículo y se apoyó en el respaldo. Quizás no debía entrometerse, a saber cuántos chavales habría por el mundo como él.

 

 

El tiempo empeoraba, la cola avanzaba lentamente y un grupo de mujeres que también eran asiduas del local no dejaban de cotillear entre ellas, suspiró y se tapó la boca con la mano escondiendo un bostezo. Cerró los ojos, cansado, apoyando la cabeza en el muro sin apenas darse cuenta y se humedeció los labios con la lengua.

En su mundo, frases sueltas se enlazaban con imágenes inéditas, fluía el arte que hoy frustrantemente no había sido capaz de plasmar en el papel. Y luego estaba él… juraría que era el hombre que conducía aquel Chevrolet, de ser así, tenía mucho dinero. Razón que excusaba su altanería, pero que no hacía aquel momento menos incómodo o molesto.

Se frotó el brazo con la mano que tenía libre intentando eliminar la piel de gallina que el agua le había provocado y entreabrió los ojos cuando se cruzó por segunda vez con aquellos ojos negros.

Quiso replicar, porque no entendía que cojones hacía ahí. Pero no fue capaz de decir nada.

En cambio Doojoon parecía tener mucho que decir. Con una mirada algo divertida pero… tierno? Sí, eso era tierno. Se acercó a Junhyung buscando su mirada.

-¿Te vienes conmigo? – Dijo manteniendo esa sonrisa, que volvía loca todas las mañanas a media empresa.

<< ¿Qué vaya? ¿A dónde? Si ya… >> Se cruzó de brazos encarando al más alto.

-Duermo aquí – Contestó secamente y ladeo la cabeza mirándole sin expresión alguna.

-Entonces déjame invitarte a un baño, te vendrá bien algo de calor.- Se ofreció amablemente intentando no parecer demasiado entrometido, aunque lo cierto era que lo estaba siendo, en exceso.

Respiró hondo meditando la propuesta, lo cierto era que estaba calado hasta los pies por culpa de la maldita lluvia.

-¿Qué pides a cambio? - Se encogió de hombros y contestó de mala gana.

 

 

Sonaba demasiado tentador, quizás era un mal pensado  - << Lo eres >> afirmaba su conciencia-, pero esta vez se aguantaría las ganas de hacer un chiste de mal gusto. Se sacó la americana y se la paso por los hombros para resguardarlo del frío.

- Sólo pido tu compañía. – Apuntó, mirándolo fijamente mientras le señalaba el coche. – Ven.

La lluvia no cesaba y parecía que, por su reacción, el de pelo violáceo todavía no había asimilado que es lo que quería hacer, así que lo agarró por los hombros y lo condujo hasta su coche caminando rápidamente pero con cuidado de no salpicarle más todavía la ropa ya estropeada a Junhyung.

- Sube. – Indicó, abriendo la puerta y se fue hacia su lado metiéndose también en el interior del vehículo. Se abrochó el cinturón y lo miró de reojo. Observó que no se había puesto el cinturón de seguridad y suspiró haciendo la vista gorda, arrancó y se puso en marcha hacía los baños.

Un rayo los sorprendió en mitad del trayecto y desvió la mirada hacia su copiloto, el cual permanecía inmóvil, con la vista fija en sus manos, sin articular palabra. La situación le ponía nervioso, así que de nuevo pulsó el play del reproductor y volvió a tararear la canción que sonaba.

De nuevo otro estruendo, más sonoro que el anterior, despertó a Junhyung de su ensimismamiento y sonrió ligeramente al ver como se encogía asustado.

- ¿Te dan miedo las tormentas? – Comentó sin tono de burla; pero la mirada del chico le hizo suponer que no había sido una pregunta acertada.

- Tranquilo, no contestes si no quieres. Ya estamos llegando.- Sonrió aparcando el coche justo en frente de la puerta, pocas veces tenía tanta suerte, y acto seguido apagó el reproductor.

Se desabrochó el cinto y le miró observando su rostro, era demasiado guapo como para no fijarse en él. No era una belleza de las que te quedas embobado tan sólo con cruzártelas por la calle. Era más bien algo exótico y Doojoon estaba seguro de que pocos habrían reparado en el grosor de sus labios o la forma de sus ojos. Pero él lo había hecho y se sentía contento con su hallazgo.

- Sal ya, ¿de acuerdo? – le indicó señalando su puerta y acto seguido salió por la suya.

 

 

No había pasado ni un minuto cuando Doojoon le había arropado con su americana y lo dirigía hacia su coche, “Sólo pido tu compañía” había dicho. Curioso. Alguien como él estaría rodeado de gente, amigos no tenía por qué le, no entendía por qué esa buena voluntad, las ganas de ayudarle… más aún cuando sabía perfectamente que en el encontronazo que habían tenido ambos se habían caído mal.

Cuando se quiso dar cuenta estaba ya en el interior del coche. La lluvia era incesante y en los cristales se agolpaban gota a gota manchones que impedían ver las aceras. Fijó la vista en sus manos y no dijo nada.

Aquella situación de chico rico recoge a chico pobre le incomodaba y era surrealista, no entendía como había podido pasar. Sin embargo allí estaban los dos, bajo el mismo techo, respirando el mismo aire.

Un rayo le alertó de que el tiempo estaba empeorando e intentó mantener la compostura, pero si había algo que realmente disgustaba a Yong Junhyung eran las tormentas. Su miedo no se basaba en un trauma infantil, simplemente era el ruido lo que le hacía estremecerse. Un acto reflejo de su cuerpo.

Se frotó las manos y cerró los ojos intentando no pensar en nada cuando Doojoon –le pareció escuchar– comenzó a cantar algo. Su voz era melodiosa, sonaba bastante bien la verdad, no imaginaba que fuera así. Su textura era esponjosa  y su sabor a miel, intenso y dulce.

De nuevo otro rayo que le hizo encogerse y suspiró de mala gana, ya que esta vez no había podido disimular. Miró de reojo a Doojoon y luego volvió a su posición inicial sin hacer caso de lo que le estaba preguntando.

- Sal ya, ¿de acuerdo? – Se giró hacia su lado y vio como salía del coche, asintió y bajó cerrando la puerta y se acercó a él.

- Te sigo. – Murmuró a sus espaldas. Y entonces comenzó a andar tras el moreno sin decir nada más.

El local estaba prácticamente vacío, cosa que le alegraba, Doojoon habló con la recepcionista y esta les indicó donde se encontraban los servicios. Junhyung asintió y los siguió por las instalaciones sin perder detalle de la decoración y las personas que allí se encontraban hasta que ya dentro del servicio observó como el moreno comenzaba a desnudarse.

 

La joven  - y ¿Por qué no decirlo? - atractiva recepcionista les había indicado donde estaba el lavabo así que en cuanto entraron comenzó a quitarse la ropa deshaciéndose primero de los zapatos; Después le sucedió el cinturón, los pantalones, la camisa…

Y a su lado observó como Junhyung estaba absorto con la vista fija en él sin siquiera haberse quitado de encima su americana.

- ¿No pensarás bañarte con ropa, no? – Bromeó riéndose y se quitó el resto de prendas que le quedaban.

Se sentó en el banco y se puso las sandalias que le había dado la chica al entrar. Se acercó al de pelo violáceo y le ofreció las suyas.

- Cuando acabes, póntelas, yo voy a echar una meada. – Y se fue al servicio.

Al volver, Junhyung estaba desnudo frente a él con una toalla por la cintura y las sandalias, su ropa estaba hecha un montón en el banco. No sabía de dónde había sacado la toalla pero tampoco le dio importancia, sonrió y lo agarró de nuevo del brazo llevándolo hasta los baños.

- Relájate, ahora vas a entrar en calor. Debes de estar congelado. – Dijo mientras le sonreía y se metía en las duchas.

Se echó el pelo hacía atrás y lo miró de reojo, sonriendo.

- Ahora vamos a lavarnos bien ¿Me dejas lavarte? – estaba seguro de que si no lo hacía él primero, Junhyung no cedería.

 

Junhyung respiró hondo, algo nervioso, al ver su cuerpo desnudo y asintió con nerviosismo, quitándose la ropa cuando vio que le había pillado perdido en él.

Se miró reflejado en el espejo y cohibido tomó prestada la toalla que colgaba de una de las puertas atándosela a la cintura. Se puso las sandalias que le había dado Doojoon y dejó que le guiara hasta una de las duchas donde, de nuevo, el cuerpo trabajado del mayor le volvió a llamar la atención. Respiró hondo tragando saliva y cerró los ojos echándose el pelo hacia atrás tratando de no pensar en nada.

- ¿Me dejas lavarte? – Preguntaba Doojoon sonriendo desde su lado izquierdo.

<< ¿Lavarlo? >> Se preguntó Junhyung a sí mismo y levantó las cejas interrogante. Suspiró y asintió, si a cambio del baño le pedían compañía tendría que hacerlo.

Yong Junhyung podía ser pobre, pero tenía educación y sobre todo era un chico agradecido.

 

 

Las manos del menor le acariciaban la espalda lentamente pero recorriendo cada centímetro de su cuerpo, aquél masaje  casi podía compararse con el de un profesional. Sonrió respirando hondo y se giró para verlo.

- Oye, lo haces bastante bien ¿eh? – Junhyung no había contestado ninguna de sus preguntas y estaba seguro de que a esta tampoco lo haría pero pudo ver que sus labios se curvaban suavemente.

- ¡Gírate! Ahora es mi turno~ - Añadió con alegría Doojoon y se giró hacía él. Aunque no le había preguntado nada, el muchacho se había volteado dispuesto a que lo lavara; Primero fueron los hombros, luego los brazos en los que se veía inscrito un tatuaje aunque no podía entenderlo ya que más allá del coreano la mente del moreno se perdía, y por último fue la espalda .

Su piel estaba de gallina, a pesar de la cálida temperatura del agua, parecía que le había cogido el frío bajo la lluvia. Arrastró las yemas de los dedos por el bello erizado de su nuca y se acercó a su oído.

- Dormirás en mi casa, creo que no estás bien. Mañana te traeré de vuelta aquí… ¿De acuerdo? No acepto un no por respuesta. – Concluyó secamente levantándose del taburete.

Echó un vistazo a su alrededor y luego a su compañero. Quería meterse en la sauna, pero estaba seguro de que Junhyung no podría soportarlo. Suspiró resignado y le agarró por el brazo.

- Vamos a cambiarnos.

 

Le había dicho que fuera a su casa y la verdad debía estar muy loco si creía que iba a aceptar, sin duda no le conocía en absoluto. Se levantó y lo miró de arriba abajo. Desde luego era un tipo peculiar.

Lo había lavado con mucho cuidado, entre caricia y caricia se había perdido en su mundo de las fantasías donde nada era igual que en la vida real, solo estaba él y sus sentimientos. No tenía recuerdo de haber ido con alguien al baño, tampoco de que le lavaran… era demasiado raro; por esa razón cuando sintió sus manos recorriendo su cuerpo se había estremecido ante su contacto.

Se levantó y se puso a su altura caminando a su nivel, Yoon Doojoon era unos centímetros más alto que él y bastante más ancho. Parecía también más mayor, de hecho hasta su vestimenta parecía la de un empresario cercano a la treintena.

Cuando  entraron en el baño se vistió lo más rápido que pudo, aunque era bastante incómodo ya que la ropa estaba empapada. Luego en la pensión la pondría a secar en la ventana, se dijo a sí mismo.

Caminaban juntos por el pasillo, de nuevo Junhyung no dejaba de estremecerse y cuando los rayos se hicieron más fuertes se pegó más a él.

Cuando iban a salir, un relámpago hizo que la luz se fuera del local y agarrando de la mano al pequeño salieron de allí.

- No te preocupes, ya nos vamos.- Le sostuvo entre sus brazos y caminó hasta el coche metiéndolo en su interior.

De camino, en la carretera, de nuevo puso la música, esta vez dejó la radio ya que quizás sonaba algo del agrado de su invitado y así se despejaba. El gusto musical del moreno era bastante clásico, le gustaban especialmente las canciones coreanas, o éxitos de los 90.

Agradecía que su casa no estuviera muy lejos del trabajo ya que no le gustaba demasiado conducir con el temporal que se había levantado. No habían pasado ni quince minutos cuando estaba aparcando ya dentro del garaje.

Subió por las escaleras llevándolo del brazo y lo llevó hasta su cuarto, le quitó la americana de encima y se dirigió hacia su armario.

- Ahora te dejo algo, ve desnudándote.– Dijo con la cabeza sumergida entre las perchas y eligiendo la ropa que le iba a dar.

Por suerte le gustaba vestir holgadamente y cómodo cuando estaba sólo. Cogió un pantalón de chándal y una básica blanca del armario y se lo dejó sobre la cama.

- Ahora pongo la calefacción. – Sonrió amablemente yéndose por la puerta.

 

La puta tormenta le había puesto tan nervioso que cuando había podido reaccionar se encontraba entre las cuatro puertas del Chevrolet camaro. Suspiró resignado y empezó a quitarse la ropa, echó un vistazo a su alrededor y tomó entre sus manos la ropa que le había dejado.

<< Menuda habitación…>> Se dijo a sí mismo, asombrado por el lujo que le rodeaba. Desde luego a ese hombre no le faltaba de nada y fuera lo que fuese que le diera para él no supondría ningún gasto, eso seguro.

Se vistió rápidamente e hizo una pelota con la ropa dejándola sobre una de las mesillas. Se sentó sobre la colcha y acto seguido se acostó cerrando los ojos.

Estaba cansado y la cabeza le daba vueltas, quizás no había comido lo suficiente… o dormido lo necesario, tal vez simplemente había cogido frío bajo la lluvia. Pero necesitaba estar tumbado.

Su alimentación los últimos meses había sido bastante precaria ya que debido a la alta tasa de desempleo muchas mujeres acudían ahora al comedor público con sus hijos y las plazas eran limitadas. Así que muchos días se alimentaba de los productos que, al cerrar, los supermercados  tiraban a la basura. Y sufría de insomnio desde que tenía uso de memoria con lo cual el cansancio se acumulaba sobre sus hombros.

A decir verdad, aquel ricachón había sido un regalo caído del cielo, disfrutaría del día y mañana…. << Mañana ya se verá. >> se contestó mentalmente estirándose sobre la colcha.

Cerró los ojos, o más bien los párpados se rindieron a Morfeo, y cayó en un profundo sueño.

 

Doojoon entró en el cuarto y se encontró al pequeño de pelo violáceo en el mundo de los sueños recostado sobre su cama. Se detuvo unos segundos antes de despertarlo para que comiera algo pero luego se preguntó en qué condiciones estaría, así que abrió la cama y levantando la colcha le tapó lentamente.

Se sentó en el sillón de madera de cerezo que había junto a la ventana y sacó del bolsillo su iPod 5. Mientras Junhyung dormía aprovecharía para seguir leyendo “El Aleph” de “Borges”, su madre se lo había regalado por su último cumpleaños y había pasado todo el verano intentando leerlo hasta que, agobiado por el poco tiempo que tenía, se decidió a descargarlo para leerlo más tranquilo en el teléfono.

Yoon Doojoon era un chico bromista pero también tenía su parte tierna, su madre siempre lo había visto en él y se había dedicado a fomentarlo a pesar de que su padre quisiera tener ese hijo que juega al fútbol y triunfa con las mujeres.

Quizás, por eso, a pesar de haberlo hablado mil y una veces con su madre, había tenido que aceptar salir con aquella chica de la que no estaba enamorado. Y es que como dice el refrán “No hay más ciego que el que no quiere ver”. Y el Sr. Yoon cumplía la norma, no quería asimilar la naturaleza de su hijo, quería nietos y una nuera preciosa.

Inmerso en su lectura, con frecuencia se detenía dos veces a leer una frase que le gustaba hasta memorizarla y luego antes de dormir luchaba internamente por descifrar su verdadero significado, no se percató de que Junhyung se movía entre las sabanas inquieto de un lado para otro hasta que se cayó.

- ¡Hey! – Se metió el Ipod 5 en el bolsillo y se acercó rápidamente, levantándolo hasta la cama de nuevo. - ¿Pesadillas? – rió con ternura y le arrapó.

Pero Junhyung estaba tan dormido que en cuanto lo recostó no tardó más de unos segundos en volver a perderse en el mundo de los sueños. A saber en qué condiciones habría dormido, se atrevió a imaginar horrorizado.

Iba a volver al sillón pero Junhyung apresaba su camisa contra su pecho dormido. Levantó las cejas y sonrió recostándose a su lado.

- Si es lo que quieres… - Musitó entre risillas y le abrazó contra él.

Estaba seguro de que aquél chico consciente ni le tocaría, los malos modales con los que se había enfrentado a él ese mismo día daban fe de ello. Pero aquella ocasión era diferente, además ¡sólo era un abrazo!

 

Un largo bostezo se escapó de sus labios, aún dormido, Junhyung se revolvía entre las sabanas de la cama buscando una postura en la que se encontrara cómodo cuando una fuerte y ancha espalda le impidió seguir girando sobre sí mismo.

Suponía que se habría quedado dormido al llegar a la casa, ya que no recordaba siquiera haber salido del cuarto. Estiró los brazos y se levantó, las ganas de mear a primera hora de la mañana siempre urgían.

Corrió descalzo sobre el parqué buscando el aseo y luego cayó en la cuenta de que en la propia habitación  debía haber uno, tratándose de la mansión en la que se encontraba. Retrocedió sobre sus pasos y sonrió ligeramente adentrándose en el baño y aliviando sus necesidades. Miró de reojo la ducha, juraría que era de esas que tenía hasta radio dentro, demasiadas nuevas  tecnologías que no entendía. Curioso, se acercó despacio y se mordió el labio pensativo, seguro que estaba bien. Pero no era su casa y debía comportarse.

Cogió del suelo, donde estaba apoyada su mochila, la libreta del interior de la misma y empujando con un dedo se hizo con el bolígrafo que había colado entre las anillas. Se sentó en el suelo y cerró los ojos, quizás podría salir algo bueno de aquello, había descansado como hacía mucho tiempo que no lo hacía. A decir verdad, no creía haber dormido tan bien nunca.

Las letras fluían solas como si en lugar de sangre, fluyera tinta por sus venas, su musa había vuelto  y no podía dejarla escapar.

De pronto un teléfono comenzó a sonar y se levantó apoyando en el tocador su cuaderno, intentó localizar de donde venía  el ruido y se acercó a Doojoon empujándole suavemente.

- Despierta, te llaman…- movió hacia los lados su cuerpo intentando que reaccionara, hasta que por fin el moreno abrió los ojos y colgó la llamada de un manotazo.

- ¿Qué hora es?...- dijo aún dormido frotándose la cara con una mano y mirándolo de reojo.

Junhyung no se había fijado en la hora, la verdad, vivía sin horarios, echó un vistazo a su móvil de  reojo y contestó – son las 10:00 am.

 

 

-Mierda! –Suspiró levantándose y quitándose la ropa de camino a la ducha. - Llego tarde, joder….joder… ¿no escuchaste  el despertador? –Preguntó mientras se metía en la ducha.-

- N-no…- Negó el de pelo violáceo y se asomó al baño.- Me voy a ir ya, ¿de acuerdo? No quiero ocasionar problemas.

En el interior de la ducha, agobiado por todo lo que se le venía encima en el trabajo,  el moreno se echó el jabón en las manos y comenzó a lavarse el cuerpo lo más rápido que podía, ajeno a las palabras de Junhyung; frotaba cada extremidad de su cuerpo con fuerza y  finalmente  se enjuagó la boca con el agua de la ducha.

La ducha  “Smart media” había sido uno de los caprichos que su padre le había consentido a lo largo de su vida y es que Doojoon adoraba las últimas tecnologías.

Salió de la ducha secándose el pelo con una tolla y caminando hasta su armario, se vistió lo más rápido que pudo y agachándose para ponerse los zapatos cayó en la cuenta de que Junhyung  ya no estaba allí. Se puso recto frente al espejo peinándose  el pelo con gomina hacia atrás y perfumando sus muñecas con Hugo Boss –orange-.

Tomó entre sus manos el iPhone y bajó hasta el garaje acomodándose en el coche, arrancó y estresado, pisó el acelerador  con el objetivo de llegar lo antes posible a la empresa.

Las reprimendas de su padre siempre le habían agobiado. Sí, se había quedado dormido, pero su trabajo no era algo que tomara a la ligera y no le gustaba ser impuntual. Sabía que  su padre volvería a echarle el sermón sobre la vida de adolescente  que hace años debía haber dejado atrás y todas las responsabilidades que suponía estar en su posición, como futuro dueño de la empresa. Y Doojoon era consciente de todas ellas, a decir verdad hacía mucho tiempo que no se iba de juerga o llegaba con resaca a la oficina, era un ciudadano más, responsable y obediente.

Pero a ojos de su padre, cuando pasaba algo así, seguía siendo aquel chaval de 20 años que casi lleva a la ruina a su familia.

De un portazo cerró la puerta del Chevrolet y subió directamente por el ascensor del garaje hasta el último piso. Se colocó bien la corbata con la ayuda del espejo y caminó hasta la oficina del Sr. Yoon.

 

 

Bajó por donde había subido y salió de aquella mansión con la mochila colgando de su hombro derecho. Echó la vista atrás y resopló caminando por la carretera. Yong Junhyung no tenía ni idea de en qué parte de Seúl se encontraba.

Observó a un señor que caminaba tranquilamente por allí paseando su mascota y  se acercó hasta él para preguntarle en donde se encontraba y que camino debía seguir para llegar al centro de la ciudad.

Llevaba dos horas caminando aproximadamente  cuando le pareció haber alcanzado su meta y sonrió. No estaba tan lejos después de todo. Se frotó los brazos y caminó pensativo agarrando con una mano el asa de la mochila.

Fuera lo que fuese que le pasara a Doojoon, él no tenía la culpa… todo había pasado porque él así lo había querido. De todas formas, suspiró el menor, humedeciendo despacio sus labios con la lengua, tendría que devolverle su ropa y darle las gracias.

Entró en el albergue  y habló con la Sra. Lee, aquella señora era lo más cercano que tenía a una madre, cogió las llaves para el cuarto y subió esquivando un escalón sí y otro no; Dejó caer su mochila en la cama y acto seguido se tumbó estirando brazos y piernas.

Yoon Doojoon  era un hombre que debía rondar los treinta años, tenía mucho dinero y además era atractivo. Su primera impresión de él había sido la de un hombre arrogante, bien posicionado y desinteresado,  la segunda – cuando lo recogió en la cola de la calle- , que era un hombre interesado y extraño, ya que no comprendía por qué razón lo había recogido allí. Y su última impresión tras haber pasado la noche juntos era que, en conclusión, no comprendía su modus operandi.

 

 

Estresado, por culpa de la reprimenda que le había echado su padre, Doojoon había pasado todo el día inmerso entre folios y más folios, redactando informes. En todo el día sólo había salido de la oficina para comer e ir al lavabo.

Odiaba ese tipo de días, sin un solo minuto para él mismo, se ahogaba entre la presión y el nerviosismo. Lo que de verdad se le daba bien al moreno era conseguir ventas, ir a actos benéficos, viajes de negocios… pero el papeleo de oficina, por muy importante que fuera,  siempre quería dejárselo a otro.

Recostó los brazos sobre la mesa y sobre ellos la cabeza, respiró hondo y cerró los ojos. Por fin había terminado con su trabajo,  << No más papeles por hoy. >>, se dijo con una sonrisa. Se levantó y caminó hasta la ventana, la abrió y exhalo aire. Tan pronto se agobiaba como se liberaba de todo.

Y como cada día de arduo trabajo se merecía un buen premio. Sacó el móvil del bolsillo y se mordió el labio pensativo… ¿Qué estaría bien?

De pronto, como fruto de esos momentos en los que dejamos la mente en blanco, la imagen de Junhyung acudió a su mente, vagaba sin sentido por su cabeza hasta que recordó que se había ido sin despedirse por la mañana.

Doojoon estaba acostumbrado a no entablar relación con la gente, así que a decir verdad ni había reparado en su ausencia. Aunque el de pelo violáceo tenía algo especial, lo había percibido desde que se habían visto por primera vez. Y le inquietaba y tentaba a partes iguales.

Alzó la vista al cielo, de nuevo las nubes teñían de gris el paisaje y la lluvia amenazaba con hacer acto de presencia. Sonrió levemente  y cerró la ventana, guardó el iPod en el bolsillo y se mordió el labio. A decir verdad aunque quisiera volver a verlo no tenía manera de ponerse en contacto con él. Chasqueó la lengua frotándose el cuello y tomó entre sus manos su gabardina del perchero.

 

Se metió una mano en el bolsillo y sacó de nuevo la tarjeta que Doojoon le había dado, la leyó varias veces comparando cada letra con los del cartel que anunciaban en el edificio y dio un paso hacia dentro.

Tras mucho pensarlo debía devolverle la ropa que le había dejado y darle las gracias por todo. Junhyung con la ayuda de la chica de la limpieza de la pensión había lavado a mano la ropa y después con algo de torpeza la había doblado y metido en la mejor bolsa que escondía en el cajón de la mesilla.

No es que Junhyung fuera un chico presumido, pero le gustaba tratar bien las cosas – sobre todo si no eran suyas -, no disponía de una plancha, tampoco del mejor suavizante pero esperaba estar a la altura. El moreno tenía toda la pinta de ser bastante exigente, ya que su apariencia era la de un hombre bastante pijo.

Caminó despacio hasta el mostrador y preguntó algo cohibido dónde podía encontrar a Doojoon; la recepcionista era una mujer de 40 años aproximadamente, pelo largo y moreno recogido en una larga coleta y sonrisa radiante. Cualquiera se creería sus palabras debido a su imagen inocente.

La mujer marcó unos números y con tranquilidad indicó:

- Penúltimo piso, la oficina que está a la derecha del todo, al final del pasillo. No tiene perdida.

Junhyung  tan sólo inclinó levemente la cabeza en señal de agradecimiento y comenzó a subir las escaleras de dos en dos. Respiró hondo y se mordió los labios algo nervioso arrancando lentamente una piel muerta de su labio inferior. Relamió la herida inconscientemente y llamó dos veces antes de abrir la puerta.

Abrochándose el último botón de una gabardina sumamente elegante, Doojoon parecía sorprendido de su visita.

- Buenas tardes… - Carraspeó nervioso el más joven de los dos extendiendo el brazo para facilitarle la bolsa.

Doojoon, sorprendido, no había echado la mano a la bolsa hasta que repitió un par de veces la misma frase y sonrió.

- Vaya… no imaginaba que volvería a verte. Podías quedarte con la ropa, no importaba. Yo ya me iba, si quieres podemos tomar algo.

Junhyung negó con timidez y le miró directamente a los ojos.

- Muchas gracias pero no me pertenece ni la necesito. -  Respiró hondo y se pasó la lengua de nuevo por sus labios meditando la proposición que acababa de hacer. - Está bien. Vamos.

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 Junhyung era un buen chico, peculiar y único, no se había equivocado cuando lo había recogido en medio de la lluvia. Tenía algo que lo hacía especial.

Copa a copa ambos se habían abierto el uno al otro de manera especial. No era un “¡Hola! ¿Qué tal?” o la típica conversación donde uno confesaba su vida entre el ruido de la multitud.

Doojoon, pese a su posición económica, no era tan altanero como semejaba y Junhyung no era ese chico maleducado y rebelde que su apariencia desaliñada podía transmitir. Más allá de los prejuicios, el destino los había desnudado cuerpo a cuerpo aquella tarde de tormenta.

- Hyung…. Estás demasiado ebrio… - Balbuceó medio achispado Junhyung colgándose de su hombro cuando abandonaban el local por la puerta.

Doojoon, quién tan solo bromeaba divirtiéndose sin apenas estar chispa agarraba a Junhyung por la cintura metiéndolo en el coche y acto seguido abrochando el cinturón de seguridad de manera que no pudiera soltarse.

Abrió la cama y le metió con dificultad, estresado, le aprisionó contra la cama.

- Junhyung… para quieto! ...joder, que pares! – Gritó estresado apretando sus muñecas para que dejara de mover las manos por zonas en las que no debía.

¿En qué momento se le ocurrió dejarle beber tanto a Junhyung? Al principio era divertido, pero ahora era una situación demasiado violenta. Porque si algo no podía controlar era su naturaleza y un joven de pelo violáceo  parecía sediento de él.

Respiró hondo y lo metió en la cama, apagó la luz y le miró amenazante.

- Duerme, es una orden.

Cerró la puerta y se metió de nuevo en la ducha, debía relajarse.

Vuelta hacia la derecha, luego otra hacia la izquierda. Con las manos sobre los ojos recitó de memoria los últimos versos de su primera composición:

<<Incluso si lo digo cien veces, es  sólo un soliloquio. >>

Repitió una y otra vez este verso hasta que adormilado, se encogió sobre sí mismo y coló las manos entre las piernas.

A veces en los sueños de Yong Junhyung él era alguien, y la gente le quería. A veces dejaba de ser una persona sin dueño y abandonada para ser el único rey de todo, incluso a veces atravesaba los límites de la realidad jugando a ser Dios, aquel ser al que todos debían algo  y que jugaba con la humanidad a su antojo.

Era un juguete roto, la sociedad lo había formado así, era producto de los prejuicios y la miseria. Pero dormido sobre aquel colchón, que seguramente valía más que todo lo que sus rechonchos dedos habían rozado en sus veintitrés años de vida, borracho de licor y atención… tan sólo existía su embriaguez y su sed de cariño.

Poco a poco las yemas de sus dedos acariciaron su entrepierna haciéndola entrar en calor, frotaba despacio suspirando y tragando saliva en un pulso a ver quién más aguanta, hasta que con el vaivén de su mano su miembro reaccionó y un gemido huyó de sus labios.

Con la mano dentro ya de la ropa comenzó a masturbarse más rápido, jugando con los dedos a proporcionarse placer en las zonas que más le gustaban, mordió las sabanas evitando gemir más alto aunque le fue imposible ya que su nivel de excitación ya estaba alcanzando la cima.

Respiraba entrecortadamente, escondido en el interior de la cama, cuando sintió como la sabana era levantada por alguien, se giró nervioso y allí estaba él. El ricachón de Doojoon, completamente desnudo y con el pelo mojado se disponía a entrar a dormir con Junhyung.

¿No había más camas en toda aquella casa? Suspiró tragando saliva nervioso, analizando el cuerpo del moreno y sin sacar la mano de los pantalones.

 

 

Salió del servicio y sonrió al ver aquel ovillo bajo las mantas, debajo de todas las sabanas se encontraba Junhyung, se acercó levantando la colcha para meterse en el interior y sorprendido abrió mucho los ojos… Ladeo la cabeza intentando romper el espejismo, si es que de verdad aquella imagen no era real.

Pero no, Junhyung, el chico de la calle se masturbaba ante sus ojos, empapado en sudor y jadeos.

Desde el principio lo había deseado, su rareza era como un imán para él, jamás se había fijado en alguien con sus características pero si lo pensaba, quizás ese era el encanto. Respiró hondo echándose el pelo hacia atrás y acercándose a él por la espalda de manera que el trasero del de pelo violáceo encajara con su entrepierna, deslizó la mano hasta la suya y comenzó a acariciarlo con delicadeza siguiendo el ritmo que marcaba el menor.

Sus dedos formaban el equipo perfecto, sabían perfectamente que parte presionar y cuando, Junhyung excitado movía las caderas contra  sus manos y apretando los labios intentaba ahogar los gemidos que el moreno le provocaba.

Gota a gota la ventana se cubrió por la lluvia que había comenzado a caer de manera repentina y fuerte. Los golpes de las persianas contra la ventana silenciaban los gemidos del menor y Doojoon ansioso de más había comenzado a desnudar a Junhyung con cuidado, tumbándolo boca arriba sobre la cama.

El pulso entre sus pupilas que permanecían hipnotizadas navegando en los ojos del otro, sus cuerpos empapados de sudor y adrenalina; De nuevo un relámpago asustaba al de pelo violáceo que se estremecía perdiendo la batalla contra el mayor.

- Shh… - Susurraba Doojoon para que se calmara su invitado mientras depositaba suaves besos por su cuello y clavículas.

Las manos del moreno viajaban expertas por cada centímetro de Junhyung, quién lo miró fijamente nervioso cuando notó las fuertes manos del mayor en sus nalgas.

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Nunca antes se había sentido tan vivo como en aquel momento, la lluvia y los labios de Doojoon marcando todo su cuerpo. Le gustaba. Nervioso acarició el cabello del moreno y bajó ambas manos por su nuca, hombros y espalda.

Sus pestañas se rozaron y en ese mismo instante recibió su primer beso. No tenía un sabor concreto pero Junhyung imaginó que de haberlo, sería su plato favorito. Dejándose guiar por el mayor, quién tenía que tener experiencia de sobra a juzgar por la destreza con la que movía sus manos por el cuerpo del pequeño, acarició despacio también los muslos fuertes y tersos de Doojoon.

Sintió como poco a poco la hombría de Doojoon le acariciaba pidiendo más atención, pero Junhyung era virgen  y estaba perdido. Echó la cabeza hacia atrás y lo miró fijamente, nervioso, pidiendo ayuda o una señal que le indicara cómo comportarse. Pero el moreno parecía dispuesto a darlo todo y besándolo, esta vez más pasional, sumergió un dedo por su entrada.

Poco a poco las caricias y besos entre los dos fueron subiendo de nivel pero Yong Junhyung ya no era dueño de su cuerpo…

Yoon Doojoon, quién lo diría, era capaz de amar. Le trataba con cuidado, le besaba con el alma; no necesitaban las palabras para entenderse. Cada vez que el menor intentaba decir algo el más mayor le callaba con un beso y continuaba el juego que habían comenzado.

Estaba ebrio, muchas noches en su adolescencia había buscado su refugio entre los folios de su libreta y una botella de soju. Pero en los brazos de Doojoon los versos más hermosos cruzaban por su mente  como estrellas fugaces y sentía que si al acabar todo aquello recordaba alguna de esas poéticas frases tal vez se haría realidad.

La voz ronca del moreno le gritaba que ya no estaba solo y abrazado a él, en una lucha de gemidos, sintió por primera vez en su vida que era real.

Probablemente habría derramado alguna lágrima o sonreído de felicidad, pero en aquel instante besar los labios de Doojoon sellaban su creencia. Latía palpitante en sus besos la necesidad de ser suyo y decirle que él tampoco estaría solo si continuaban juntos.

 

 

Junhyung encogido sobre su pecho le miraba fijamente, y una leve sonrisa se escapó de sus labios antes de que estos se abrieran en forma de “O”.

- Buenas noches – Acarició y besó lentamente la frente del menor.

Abrazó contra su pecho el cuerpo desnudo de Junhyung y cerró los ojos. Sabía que ambos tenían mucho de qué hablar y que había sido una noche intensa, pero el de pelo violáceo se dormía sobre su pecho y no quería despertarlo.

Se sentía feliz, aquel cuerpo que sostenía contra su pecho había sido suyo por un momento que ahora se hacía efímero. Las caricias y besos inexpertos de Junhyung eran una y otra vez reproducidos en la mente de Doojoon haciendo que la sonrisa no se borrara de su rostro.

Inspiró profundamente y abrió los ojos perdiéndose entre las gotas que caían una a una en el cristal de la ventana. Todavía podía recordar los versos que escritos en una servilleta acompañaban su ropa en la bolsa que Junhyung le había devuelto.

<< Ahora mismo, estoy escribiendo una historia muy feliz

Pero todo es un deseo, aún. >>

 

Fin

 

Notas finales:

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