Tan pronto como acarició su rostro sintió que su corazón se aceleraba de manera intensa, dejó que sus labios se entreabrieran y suspiró mientras su boca se acercaba ansiosamente a los labios temblorosos de su amante, las yemas de sus dedos fueron descendiendo por la espalda desnuda de su pareja a medida que iba recostándolo en la cama, las manos de los dos se entrelazaron, las pupilas dilatadas, y el temblor en cada poro de sus pieles. Le gustaba su piel, le gustaba su cuerpo, pero sobre todo le gustaba la compañía y esas sensaciones adormecidas que despertaron de la noche a la mañana con tan solo una de sus sonrisas, todo estaba dispuesto para quedarse con él y devorarlo con el fuego de sus besos y la llama de su pasión, lo miró a los ojos, esos brillantes ojos negros como una noche estrellada y sonriendo preguntó:

- ¿Estás a gusto Mishima?.............