Ya es casi de noche en aquel lugar, el cuerpo de un joven tendido sobre una cama de hospital es el centro de atención de médicos y enfermeros los cuales tratan de salvarle la vida a ese mismo ser cuyos deseos son desiguales a los de estos. Hace días que este joven está en el nosocomio por causas propias de sí; sobre dosis de antidepresivos combinados con una mezcla mortal de alcohol. Los cuatro muros de una habitación de hospital son testigos natos de un paciente que trata de evadir su pérdida inventándose cuentos de eternidad en el paraíso, tratando de no ver lo que verdaderamente lastima dando la vista atrás y tratando de curar las heridas con el ungüento de nombre “mentiras piadosas”.

         El nombre de este joven fue la única herencia de su familia cuya muerte fue lo único que le dejó. Se llama Alain como su abuelo y durante su estadía en el hospital sólo una persona lo cuidaba y trataba de reconfortarlo, aunque sus esfuerzos fueran en vano y se vayan a la basura pero aun así él creía que podía ser el sucedáneo al dolor de una perdida ajena. Ya nada era posible en estos casos más que resignarse a ser la nada ante todo y rezar a un dios de oídos sordos y sonrisa mustia. No todo tuvo haber sido así, si vamos tiempo atrás veremos la causa de esto; cuando conoció a ese chico el causante de su actual desdicha y por el cual está echando su vida a la basura.