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Forastero por zion no bara

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Notas del fanfic:

 

Fic dedicado a Karlacamus, quien amablemente me sugirió que utilizara a la pareja, espero que te guste.

 

Notas del capitulo:

Nunca había utilizado a estos dos de pareja, así que me decidí por un fic sencillo para ellos, algo corto, queda a su criterio el resultado, gracias de antemano a quienes lean.

 

 

—Vamos a mudarnos.

Esas palabras marcarían por mucho tiempo la vida de un muchacho rubio de ojos azules llamado Hyoga, Hyoga de Cisne, pues desde que recordara era siempre lo que había escuchado de parte de sus padres. Siendo pequeño no le molestaba pero conforme pasaban los años la perspectiva de siempre irse, de jamás quedarse, le resultaba desoladora. Pero de todas maneras tendría que hacerlo pensara lo que pensara, no podía negociar ni mucho menos exigir, así que como siempre tan solo se limitaba a asentir con un movimiento para prepararse con la mudanza, si al menos hubiera tenido amigos se hubiera despedido de ellos pero nos los tenía, no tuvo tiempo suficiente para acercarse a los demás.

Así que en unos días ya estaban listos, todo preparado y empacado para poder irse una vez más, toda la vida sería estar de un lado a otro o al menos eso era lo que le parecía. Con sus ojos azules intentaba mirar a las afueras mientras avanzaban por el camino pero al final se aburrió, no necesitaba memorizar un paisaje que tal vez solo conociera el día de su llegada y tendría que alejarse cuando sus padres anunciaran una nueva mudanza. Terminó cansado durante el trayecto y la llegada a su nueva casa fue hasta el anochecer así que no pudo ver mucho de lo que le rodeaba. Sin embargo a la mañana siguiente las cosas eran diferentes, el sol mostraba lo que la noche no dejaba adivinar.

Para empezar se trataba de una hermosa casa, del tipo del siglo anterior, perfectamente habitable no dejaba de contar con comodidades, no tardarían en instalarse pues estaba incluso amueblada pero lo que en verdad le llamó la atención fue cuando se asomó por la ventana.

—     Es un jardín—decía un poco sorprendido.

Su madre estaba a su lado en ese momento ayudándolo con la cama y le respondió con suavidad.

—     Nos dijeron que la casa contaba con un amplio jardín, de hecho ocupa más de la mitad de la propiedad—decía la señora.

Vio que su hijo tan solo miraba y terminó por suspirar.

—     ¿Por qué no das una vuelta afuera hijo?—le preguntó con amabilidad—Yo terminaré todo aquí.

—     Pero…

—     Ve, yo me encargo, debes estar cansado de tanta mudanza.

Era verdad pero no se atrevió a decirlo, tan solo agradeció con una sonrisa que le permitieran escabullirse del interior y salir hacia una vista mucho más hermosa para él que las paredes cubiertas de paneles de madera  Lo primero que lo recibió al abrir la puerta que llevaba a la parte trasera fue el fresco aroma de la hierba húmeda, después de eso fue el fulgor de las flores y no tardó en aventurarse por la bella estampa que ofrecía todo ese sitio, tan tranquilo y tan relajado.

Hyoga tan solo podía estar afuera de la casa mirando el elaborado paisaje dejado por el dueño anterior, miraba esas flores que todos los demás parecían ignorar, pero a él que le gustaba lo que le rodeaba le resultaba encantador estar en ese sitio, al menos algo bueno tenía ese nuevo sitio en el que se estaban instalando. Por lo regular los lugares a los que llegaban a instalarse no le resultaban tan cómodos como ese, al menos tendrían un jardín pero ¿para que lo querían si nadie lo miraba? era una pena. Sin duda no se había pagado poco por un lugar como ese y nadie tenía la oportunidad de mirarlo, bueno, hasta ese momento.

No tardó en convencerse que era un excelente lugar y que le agradaba, sin duda sería un buen sitio para él. Siempre le habían gustado los espacios abiertos, recordaba que le agradaba la manera en que la lluvia caía en el verano pues era tibia, el aire del otoño lleno del aroma de los árboles. Le gustaba sobre todo contemplar las delicadas lluvias bajo las hojas de los árboles frondosos, todo era quietud en su interior en esos momentos, aunque pocas veces había logrado tener momentos de ese tipo. Todo era viajar y moverse y estar en un nuevo sitio cada vez, siempre dejándolo todo antes de poder formar parte de un solo sitio.

No pudo evitar pensar tampoco en lo solitario que era el terreno que lo rodeaba, como si fuera la única persona que caminara sobre esa hierba. Se sintió solo al respirar con profundidad, dejándose llevar de nuevo por el ambiente. Ya alguna vez había escuchado que se referían a él como sentimental, aunque no creía serlo, solo apreciaba las cosas pequeñas que le rodeaban y las recordaba aunque pasara el tiempo. Como el canto de los pájaros, la caminata de los insectos, el cambio de las estaciones, el silencio absoluto, ese tipo de cosas lo ayudaban a no resentir tanto el estar de un sitio a otro. Casi pensaba que en ese nuevo vecindario todo sería lo mismo pero justo en ese instante iba a ocurrir algo más, algo especialmente para él.

Le pareció escuchar un sonido pero no estaba seguro, poniendo algo más de atención el de cabellos rubios supo que si había escuchado algo y se dirigió al sitio que parecía el origen de todo, caminó por el jardín y no tardó en descubrir que había una especie de valla que daba contra la casa de al lado, por la misma forma en que estaba fabricada daba una especie de escalera por la que no dudó en trepar el de ojos azules para terminar de saber lo que estaba sucediendo. Se asomó por encima y en poco tiempo supo de lo que se trataba, fue entonces cuando lo vio por primera vez y jamás olvidaría ese momento.

 

**********

 

Al otro lado de la barda se daba una escena particular pues un joven de cabellos y ojos castaños se reía a todo pulmón, estaba bastante entretenido balanceándose de un lado a otro sujetándose de una cuerda atada a un árbol que lo impulsaba como un péndulo aunque no tuviera un sitio firme al cual dirigirse. No por eso el muchacho dejaba de mostrarse divertido y hacía una imitación del clásico grito de Tarzán entre risas y balanceos.

Desde su punto de observación Hyoga no perdía de vista al joven que no parecía darse cuenta alguna de que era observado. Sus cabellos castaños cortos y rebeldes se movían bajo la brisa mientras su sonrisa parecía iluminarlo todo ¿Cómo se podría vivir con esa alegría? Mientras pensaba en eso dejó de escucharse cualquier sonido y se percató de que esos chispeantes ojos castaños estaban sobre él mirándolo con duda, el tipo de mirada divertida por ser el centro de atención y disgustada por ser sorprendida a la mitad de algo. Por un segundo el de cabello rubio se sintió algo decepcionado de interrumpirlo pues el otro chico se detuvo, lo vio soltarse de la cuerda y caminar hacia donde estaba él, con las manos en la cintura, como aguardando por algo que tuviera que decirle.

—     ¿No sabes que es de mala educación espiar a los demás?—le preguntó el castaño sin esperar.

—     Lo lamento, no quise parecer que te espiaba—se disculpó el de ojos azules—Pero escuché un ruido y sentí curiosidad.

—     Así que aparte de mirón curioso—decía sonriendo el morocho.

Hyoga no estaba seguro de si bromeaba con él o a su costa así que lo mejor era dejar las cosas hasta ahí.

—     Lo siento, no quise incomodarte—se disculpó.

Iba a bajar de la valla pero el otro muchacho le habló, con ese tono de que solo bromeaba un poco.

—     No te enfades, solo es que no sabía que alguien viviera ahí, esa casa lleva desocupada un tiempo.

—     ¿De verdad?—preguntaba el rubio.

—     Si, su dueño anterior se fue a vivir a otro país y no sabíamos que alguien nuevo fuera a llegar.

—     Mi familia y yo llegamos anoche.

—     Por eso no te había visto antes—hizo una breve pausa como si lo estudiara y continuó—Mi nombre es Seiya, Seiya de Pegaso.

—     Yo soy Hyoga de Cisne.

—     Bienvenido.

Diciéndole eso se acercó a la valla, la trepó en un par de movimientos, como alguien que lo ha hecho antes, y le estrechó la mano con franqueza y amabilidad.

—     Espero que te guste el lugar Hyoga aunque no es muy entretenido en realidad, solo pasan cosas aburridas.

—     No importa Seiya.

Por los siguientes segundos el rubio no supo que más decirle a ese vecino nuevo pero no fue un problema pues el de cabellos castaños llenó todos los silencios entre los dos sin inconvenientes. Al de ojos azules le dio la impresión que debía gustarle mucho su voz pues no se cansaba de escucharla. Le contó varias cosas sobre el vecindario como el hecho de que no había tantos chicos de su edad así que había que acoplarse con algunos menores y mayores, pero que eran agradables, además que les gustaba pasar el tiempo juntos y que siempre encontraban una manera de hacer algo entretenido. El de ojos azules lo escuchaba todo y no podía sino preguntarse como era que no dejaba de hablar ¿acaso no necesitaba respirar?

Como fuera se quedaron ahí por un largo rato hasta que el de cabellos rubios escuchó una voz que lo llamaba.

—     ¡¿Hyoga?! ¡¿Hyoga, dónde estás?!

—     Es mi madre—dijo el rubio.

—     Entonces debes ir, si es como mi madre no querrás hacerla esperar—le dijo riéndose.

Aunque el rubio no se rió.

—     Era una broma Hyoga.

—     Si, entiendo, yo…

—     ¿Hyoga?

Justo en ese momento apareció su madre en el lugar, acercándose y notando a los dos chicos sobre la valla.

—     ¿Nos presentas hijo?—decía amablemente su madre.

—     Es nuestro vecino, Seiya de Pegaso.

—     Es un placer y bienvenidos—decía sonriendo el castaño.

—     Muchas gracias Seiya—decía la dama rubia—Eres bienvenido a nuestra casa.

—     ¡¡SEIYA!!—se escuchaba otra femenina voz.

—     Es mi madre—decía con un acento sobreactuado de preocupación el castaño—Será mejor que me vaya o tendré problemas, nos vemos y mucho gusto.

Dando un salto desapareció, dejando a madre e hijo con la impresión de haber conocido a una especie de duende travieso.

 

**********

 

La verdad era que después de es primer encuentro Hyoga sentía que había conocido a un chico muy extraño y no porque viera eso de manera negativa sino porque nunca imaginó que se encontraría con alguien como él. Ese joven castaño era definitivamente mucho más abierto que el de cabellos rubios, es decir se había presentado con él apenas verlo, sonreía ampliamente todo el tiempo, le preguntaba por lo que hacía y le gustaba y lo que conocía, parecía intrigarle mucho ese asunto de que había vivido en muchos lugares. Por su parte el joven Pegaso le contaba media vida cada vez que se veían, lo cual no era complicado ya que siempre parecía presentirlo cuando andaba en el jardín, ya que un segundo y estaba en la valla saludándolo.

—     ¿Qué haces tan solito Hyoga?—le preguntaba sin dejar de sonreír.

Tampoco pasó mucho tiempo para que ese sonriente castaño lo tomara casi como bajo su tutela y lo llevara a todos lados y le presentara a todos los que pudo.

—     Él se Hyoga y es nuevo aquí—decía Seiya—Será mejor que lo ayuden a adaptarse a este lugar.

No parecía haber malas intenciones en eso pero el rubio era un tanto tímido y retraído, así que verse arrastrado a toda una serie de actividades y ser el centro de atención por ser el nuevo no terminaba de gustarle. Siempre se sentía un poco intimidado en los ambientes nuevos así que estar al lado de Seiya era un poco abrumador, el morocho era todo vida y movimiento, se daba notar en todo lugar, no se estaba quieto y cada que lo buscaba era con un plan de hacer algo entre ellos dos o con algunos amigos más del castaño. No estaba acostumbrado a tanta vida social pero a final de cuentas no le desagradaba estar con el vecino y tampoco era tan malo conocer a más gente o por lo menos sus padres así lo pensaban. No le disgustaba en nada, de hecho era muy agradable pasar tiempo con el joven de Pegaso.

Una tarde Seiya estaba de visita en casa de Hyoga, el castaño había estado trepado en la valla hablando con el rubio hasta que la madre del de ojos azules le dijo que era bienvenido utilizando la puerta también. Así que estaban los dos en el jardín tomando algo tibio pues el clima estaba templado bajo los árboles, para entretenerse el de ojos pardos le decía un poco más de las vidas de los amigos que les había presentado, como Ikki y Shun, que eran hermanos.

—     Pero solo a medias—le contaba de inmediato

O de su amigo Shiryu, quien estudiaba en casa porque sus padres no querían que fuera a una escuela pública.

—     Como si una escuela pública fuera a poder con él, es demasiado listo.

De algunos más de sus otros amigos y conocidos, a veces era tantos que se confundía con quienes eran.

—     Jabú anda tras él pero no se han dicho nada—comentaba con desenfado el castaño.

—     ¿El alto de cabello oscuro?—preguntaba Hyoga.

—     No, ese Ban, en fin, te decía, le gusta Nachi y no le ha dicho nada pero creo que si se decide…

—     ¿Nachi quien es?

—     El que te presenté frente a la tienda de ropa.

—     ¿Ese no era Geki?

—     ¿Qué? No, Geki es el que está en el mismo trabajo de Ichi, pon atención Hyoga, a veces creo que no me escuchas.

—     Lo hago pero conoces mucha gente.

—     Solo algunos—decía sonriendo como si nada—En fin, te decía, Jabú…

Y continuaba con su historia de lo que los demás eran y hacían y podía contarle algo de casi todos en ese sitio, era como si siempre estuviera enterado de lo que sucedía y dejaba de suceder en los alrededores, nunca con maldad usaba esa información, pero a veces su manera de hablar de todo sin inconvenientes podía parecerle a los demás un tanto incómodo o molesto. Eso si, todos le reconocían por igual que Seiya era un gran amigo y que nunca dejaba a un amigo a un lado cuando lo necesitaba, sin importar de lo que se tratara. Por eso el joven de ojos azules pudo enterarse de diversas aventuras por parte del morocho con sus amigos del lugar.

—     Seiya es un indiscreto de lo peor—le dijo una vez Jabú—Nunca sabe guardarse lo que sabe.

—     Seiya es el chico más divertido que vayas a conocer en tu vida—le contaba el joven Shun.

—     Seiya tiene la habilidad de exasperar a cualquiera, sin importar quien sea, con sus comentarios—decía Ikki.

—     Seiya es algo peculiar pero nunca encontrarás a alguien más leal a los suyos—le mencionó Shiryu un día—Ser su amigo es una gran fortuna.

Hyoga los escuchaba a todos y le parecía que eran sinceros en lo que pensaban del castaño; sin embargo a pesar de reunirse con frecuencia con los demás el de cabellos rubios no terminaba de encajar tan fácilmente en el grupo, las clases empezaban y  los mismos problemas de siempre para él se presentaron.

—     Él es Hyoga de Cisne y es nuevo en nuestra escuela.

Cuando lo presentaban de esa manera el rubio sentía que era una rareza a la que todos miraban, se incomodaba con eso ¿Por qué no simplemente lo dejaban en el salón y ya? ¿Por qué tenían que evidenciar siempre que se trataba de un forastero? Apenas si hablaba cuando llegaba a una nueva escuela justamente por ser presentado como el chico nuevo pero no podía hacer nada al respecto. Tendría que acostumbrarse o al menos intentarlo.

—     No es tan malo—le decía Seiya sonriendo—Ven, te mostraré la única parte de la escuela donde no han escupido para sentarse.

El de mirada azulada fijo su vista en el de ojos pardos como si no supiera que decir ante ese comentario.

—     Es broma Hyoga—continuaba el morocho como si nada—Ya han escupido en todos.

Con eso el rubio seguía al castaño y su cercanía se hacía poco a poco más fuerte e intensa.

 

**********

 

Era fácil ver que Seiya era un joven con toda una reputación en el lugar, en la escuela, fuera de ella, en su vecindario, en otros vecindarios, parecía que no había nadie en la comunidad que no lo conociera. Además la asiduidad entre ambos muchachos era bien sabida por sus padres que no la veían nada mal, después de todo la madre del castaño sabían que su hijo “hablaba hasta con las piedras”, mientras que el muchacho rubio era siempre tan retraído que sus progenitores no veían nada de malo en que se hiciera amigo de un chico tan abierto y animado.

Pero el propio Hyoga estaba teniendo su etapa de complicada adaptación y eso se debía a que muchos de los otros chicos de la escuela creían que era un muchacho demasiado orgulloso. Claro que el Cisne no lo era, de hecho era un muchacho sencillo en gustos y aficiones pero pensaban eso de él porque era distante para tratar con la gente, eso se debía a que no se acercaba mucho a los demás y todo eso tenía sus propios motivos, era parte de la personalidad del de mirada azul.

—     No deberías ser tan serio Hyoga—le decía Seiya un día.

Ambos caminaban de regreso a su casa después de la escuela, el de ojos azules estaba siendo invitado a una fiesta pero no se mostraba muy abierto a aceptar, solo la intervención del castaño logró que la invitación triunfara.

—     No es que sea serio Seiya—le decía el Cisne.

—     ¿No? ¿Qué sucede entonces? ¿no te agradan?

De verdad que jamás dejaba ir algo ese morocho, los demás por eso lo acusaban de indiscreto.

—     No hago muchos amigos Seiya—le explicaba el rubio con sinceridad—Toda la vida me la he pasado de un lado para otro, así que cuando llego a un lugar siempre soy el nuevo, el que tiene que aprender como son las cosas en un nuevo lugar y acostumbrarse lo más pronto posible.

—     Pero viajas tanto y conoces tantas cosas…

—     Una vez que estoy a gusto y me acostumbro a un lugar de nuevo debo irme Seiya, no tengo tiempo para quedarme y seguir con esa nueva vida que hice otra vez.

El castaño lo escuchaba y era como si no supiera que decirle pero el de cabellos rubios continuó.

—     Veía a veces los adelantos de las películas para el cine y cuando deseaba verlas siempre me preguntaba si estaría ahí cuando se estrenaran. No es sencillo Seiya, así que no me acerco mucho a los demás porque si lo hago será más difícil cuando deba irme. Así que si no echo raíces será más sencillo no tener que despedirme de nadie.

—     Quisiera saber que decirte Hyoga.

—     Me has escuchado, eso es bastante.

—     No parece mucho.

—     Lo es para mí ¿sabes Seiya? No había conocido a nadie que me hiciera sentir bienvenido tan rápido como tú, en ninguno de los viajes anteriores me había ocurrido algo así.

—     Al menos soy bueno para eso—respondía el morocho sonriendo muy ampliamente.

—     Gracias por todo Seiya.

El castaño se sintió bien de saber que era alguien en la vida de ese chico rubio, parecía sentirse muy solo…él mismo sabía lo que era esa soledad. Pero no quiso decir nada que enturbiara ese momento, era mejor seguir adelante tal y como estaban, Hyoga necesitaba apoyo en ese instante y él se lo daría.

Con el paso de los días y después de compartir varias conversaciones del mismo tipo la amistad de los jóvenes Hyoga y Seiya se hacía más estrecha, más íntima, lo suficiente para que incluso el de cabellos castaños le contara algo al rubio que nunca le había dicho a nadie.

Estaban descansando ambos jóvenes en el hermoso jardín de la familia Cisne, todo estaba tranquilo, fue una de esas cosas que simplemente suceden pues de pronto el castaño estaba juntando las semillas que caían de un árbol de eucalipto que había en el jardín. Las aromáticas piezas se acumulaban hasta que el de cabellos rubios quiso decir algo.

—     Pareces ardilla antes del invierno haciendo eso Seiya.

—     Si, mi padre decía lo mismo.

De pronto el castaño parecía silencios pero se sentó ante el rubio, como deseando que alguien lo escuchara, que supiera lo que sentía en realidad pues de hecho nunca hablaba del tema de su padre.

—     Mi padre falleció Hyoga—le dijo con seriedad.

—     Lo lamento Seiya.

—     Creo que fue por eso por lo que me hice amigo de todos, porque no quería sentirme solo.

No parecía poder decir más, así que el de ojos azules sabía que le correspondía ser quien hablara en ese momento.

—     No hace falta eso Seiya, tienes amigos porque desean estar contigo y te aseguro que no estarás solo.

—     ¿De verdad crees eso?

—     Estoy seguro.

—     Gracias.

Diciendo eso el de cabellos rubios lo abrazó con amabilidad, dejándole sentir su apoyo, definitivamente estaban al inicio de algo especial aunque en ese momento todavía no lo sabían. Sin embargo todo tiene su tiempo y el de los dos jóvenes llegaría cuando debiera llegar.

 

**********

 

Después de ese día en el jardín los dos jóvenes vecinos se habían vuelto inseparables, nada fuera de lo esperado tomando en cuenta sus edades pero si que llamaba la atención ver a esa mancuerna cuando sus personalidades resultaban tan opuestas. No se necesitaba ser un gran observador para darse cuenta de eso, aunque tampoco para ver cuan contentos estaban ambos muchachos por conocerse. A los demás, como a sus padres, les daba gusto esa amistad aunque los encontraran tan distintos en su manera de ser y de ver la vida.

Hyoga era un chico introvertido, se guardaba las cosas para si mismo, además de eso le gustaba la calma y el silencio, pasear solo por el jardín y soñar con los ojos abiertos, dejaba transcurrir el tiempo con total suavidad hasta que el descanso llenaba su ser. Seiya no, Seiya era todo vivacidad, lleno de movimiento, era tal vez esa manera de ser de jamás estarse quieto y darse a notar siempre lo que más destacaba en él. Quizás era justamente la vitalidad de Seiya lo que más fascinaba a Hyoga del castaño, pues el de cabellos pardos era un chico atrevido y valiente, se comportaba como quería, decía lo que había en su cabeza, era desafiante mientras que el rubio callaba y soñaba, dejándose llevar.

Un día ambos chicos paseaban por el mismo jardín, disfrutando del cálido aire que los acariciaba en el rostro, se habían puesto a platicar con bastante soltura, el caminar por el lugar se relajaban. De pronto el castaño tomó una flor que crecía a un lado del camino y se la dio a Hyoga, sus manos quedaron entrelazadas por unos momentos, al soltarse aún se miraron por unos segundos. Después de eso el morocho seguía con velocidad mientras a que el rubio se detenía a cada instante.

—     Apresúrate Hyoga—lo llamaba el morocho.

El de ojos azules se limitaba a sonreír de manera cálida, estaban contentos por estar juntos.

Para esos momentos ya los dos estaban en un punto sin retorno en cuanto a lo que los unía.

Seiya parecía ser el mismo de siempre, enterándose de todo e involucrándose en todo, pero lo que si era distinto era que para todo cuanto hacía siempre arrastraba a Hyoga con él. Nunca lo hacía por molestar ni mucho menos sino porque estaba plenamente interesado en que el de cabellos dorados se involucrara más en otras actividades que encerrarse en si mismo. Además el rubio no hacía de mala gana las cosas sino que empezó a encontrarse a gusto en ese medio bullicioso que siempre creaba el de mirada parda.

—     Hyoga y yo iremos esta tarde…Hyoga y yo nos encargaremos de eso…Hyoga y yo ayudaremos con gusto…

Los que escuchaban solo podían sonreír con indulgencia pues el castaño se llenaba los labios de decir siempre esa frase: Hyoga y yo.

En cuanto al de cabellos rubios no era tan diferente la situación pues en su caso todo lo que se escuchaba de él empezaba de una sola manera.

—     Seiya dice que las cosas van a cambiar…Seiya dice que sería mejor…Seiya dice que necesitamos hacerlo…

De todas maneras no estaba mal y de cierta forma era como si los dos muchachos se complementaran de manera perfecta para sacar lo mejor del otro.

Sus vidas a pesar de haber encontrado cierta estable luminosidad estaban por cambiar y todo fue por los mismos motivos por los que se habían conocido.

—     Vamos a mudarnos.

Escuchar a su padre decirle eso fue bastante duro para el de cabellos rubios.

—     Pero…pero…

Aunque intentaba decir algo de lo que sentía en realidad el de mirada azul estaba sin palabras ante la idea de tener que irse de nuevo. Y como siempre que se sentía desanimado salió al jardín para buscar tranquilizarse. Estaba bajo la sombra de los árboles sumergido en sus pensamientos cuando una vocecita muy particular lo sacó de su ensimismamiento.

—     Si te sientes como te ves algo muy malo sucede—decía Seiya.

La mirada azul le dijo que no había espacio para las bromas y por eso no dudó en ir al lado del rubio con velocidad.

—     ¿Qué sucede Hyoga?—le preguntó un poco alarmado.

—     Vamos a mudarnos—le dijo sin más.

Los dos estaban en silencio pero por distintos motivos que bien parecían los mismos: el de cabellos rubios iba a irse. No habían querido pensar en ello, no cuando estaban tan unidos.

—     No quiero irme Seiya, no quiero hacerlo, toda mi vida ha sido irme y no quiero marcharme otra vez.

El castaño tan solo estaba a su lado escuchándolo.

—     ¿De verdad quieres quedarte Hyoga?

—     Si.

—     Entonces…encontraremos una manera de que te quedes.

—     ¿Crees que se pueda?

—     Deseo que si.

—     Seiya…

Como si no pudiera decir más con palabras el de cabellos rubios se lanzó a los brazos del castaño, en un primer momento el de mirada parda no supo que hacer ni que decir, simplemente se quedó quieto pero al irse separando no dejó que el de ojos azules se apartara por completo, lo sujetó por los hombros y lo besó, fue un beso suave y tierno, fugaz. Al mirarse de nuevo parecían asombrados pero terminaron por sonreír para volver a besarse. Después de algo como eso estaba en claro para los dos que no iban a separarse, necesitaban encontrar una manera de estar juntos sin importar lo que sucediera.

 

**********

 

Cuando la familia Cisne volvió a reunirse la cuestión de la mudanza estaba presente, era el tema central pues los preparativos debían llevarse a cabo, los padres del joven rubio parecían solamente verificar detalles y como ya tenían bastante costumbre no parecía que nada fuera a estar sin revisar.

—     Creo que pocas veces nos habíamos quedado todo este tiempo en un solo lugar—comentaba la madre.

—     Si, es una pena tener que irnos—dijo el padre.

—     Yo no voy a irme—lanzó Hyoga sin más y sin mirarlos.

Sus padres sin embargo si que lo miraron, no estaban seguros de lo que terminaba de suceder pero era mejor hablarlo.

—     Hyoga—intentaba conciliar su madre—No es algo que esté en nuestras manos hijo, sabes que así son las cosas.

—     Lo son para ustedes, no para mí—decía el joven de ojos azules—Quiero quedarme aquí, no quiero irme.

—     Hyoga…

—     Ya no soy un niño ¿De acuerdo? Puedo decir lo que pienso y quiero y lo que quiero es quedarme aquí.

—     Hijo, eso es complicado—le decía su padre.

—     No lo es, solo se trata de que me quede en esta casa.

Los tres se miraban pero no parecía que pudieran llegar a un acuerdo en ese instante, así que el de mirada azul salió con velocidad y fue directamente al jardín, quedándose bajo la sombra de los árboles para relajarse, pero alguien más estaba afuera y no tardó en verlo.

—     ¿Qué sucede Hyoga?

—     Seiya.

El rubio parecía tan preocupado que el castaño no tardó en saltar la valla para estar a su lado en menos de diez segundos.

—     Les dije a mis padres que no quiero irme—le contó el rubio de inmediato—Quiero quedarme aquí  Seiya.

—     ¿De verdad quieres eso?

—     Si, no quiero irme, quiero estar aquí y terminar la escuela, quiero estar contigo Seiya—le dijo con seguridad.

—     También quiero que te quedes Hyoga—respondió con ternura y su gran sonrisa el castaño.

—     Toda mi vida ha sido marcharme de un sitio a otro, quiero algo de estabilidad, quiero estar en un solo lugar el tiempo suficiente para ver como cambian las flores, para ver una película que diga próximo estreno, para graduarme con mis compañeros de clase, solo quiero estar aquí.

—     Debe haber una manera Hyoga, solo hay que encontrarla. 

Los dos jóvenes no lo pensaron para abrazarse en el acto, no querían separarse y tendrían que encontrar una manera de no hacerlo.

Lo cierto fue que la manera de conseguir que el rubio se quedara como era su deseo no partió de los jóvenes que por más que lo pensaran no terminaban de encontrar una solución realista y bien planeada, no, la solución vino de las personas más preocupadas en el bienestar del joven rubio. Y esas personas eran sus padres.

La verdad fue que el matrimonio sostuvo una larga charla en privado sobre lo que les había dicho su hijo, lo que más les preocupaba era ver la ansiedad del joven, nunca antes les había dicho algo como eso, que deseara quedarse en un lugar pero ahora lo hacía, notaban claramente su ansiedad al hablarles, estaban convencidos que no se trataba de un capricho sino de algo que les pedía porque en verdad lo necesitaba. Ante eso no podían dejarlo pasar como si fuera un capricho pues Hyoga jamás había sido caprichoso, por el contrario, siempre fue un chico que nunca les dio problemas de ninguna clase.

—     No podemos quedarnos—decía claramente su padre—Sabes bien que mi trabajo no es del tipo regular, necesito moverme todo el tiempo.

—     Lo sé pero Hyoga necesita esto, ya no es un niño—le decía su madre—Hablé con la directiva en la escuela, dicen que le costó un poco pero que se ha acoplado muy bien en el lugar, forma parte de varios comités, sus notas son de las mejores, les gusta tener a un estudiante como él.

—     Si, creo que nunca antes se había acoplado tan bien a un colegio.

—     Creo que nuestro hijo se está haciendo hombre—decía la dama con algo de melancolía—Ya no podemos decidirlo todo por él.

—     ¿Pero qué podemos hacer?

—     Debe haber una manera.

De hecho la hubo y la encontraron, después de todo como sus padres solo deseaban lo mejor para el rubio y se lo dejaron saber.

—     Lo hemos pensado hijo—le decía su padre con seriedad—Sabemos que mudarnos siempre no ha sido sencillo para ti.

El rubio los miraba con suavidad y duda al mismo tiempo.

—     Tu madre y yo lo hemos pensado—decía el caballero tomando a su esposa de la mano—Creemos que ya tienes la edad para decidir sobre tu futuro y que tienes derecho a elegir.

—     Hyoga, si en verdad deseas quedarte aquí hijo estamos de acuerdo—le anunció su madre.

El de ojos azules casi no creía lo que escuchaba ¡Podía quedarse! Sus padres le explicaban que tendría que medir sus gastos y que ellos siempre los estarían supervisando, además que su vecina, la señora Pegaso, también estaría atenta a lo que hiciera y que llamarían a diario y que harían tantas visitas al hogar como pudieran pero Hyoga tan solo estaba feliz por poder quedarse. Era lo que más deseaba.

 

**********

 

Al paso de las semanas la vida de Hyoga no distaba de ser muy diferente de la que llevaba al lado de sus padres, cumplía con sus deberes en la casa y en la escuela, incluso consiguió un trabajo de medio tiempo como ayudante en un cine del lugar. No era nada inusual eso cuando Seiya también era ayudante en el mismo lugar.

—     Así hasta podemos ver películas gratis—decía el castaño.

Los dos jóvenes no se separaban y la supervisión de sus padres siempre arrojaba los mismos resultados: estaban bien. No se metían en problemas (nada grave que les pudieran comprobar), cumplían con la escuela, no dejaban de apoyar en sus labores y pasaban todo su tiempo libre juntos, así que nadie tenía nada malo que señalar. Por otra parte la relación entre ambos muchachos se iba afianzando, pues a pesar de estar juntos todo el tiempo no dejaban de ser unos chicos que apenas iban encontrando lo que querían de la vida. Y si algo querían era a ese otro muchacho que estaba a su lado. Así que en realidad se perdían los dos en su propio mundo que estaban forjando y en el que nadie más parecía poder entrar, no estaba mal pues no dejaban de ser parte de la vida de otras personas.

Tuvieron un par de días libres, era una manera de decirlo pues no había escuela y no les tocaba trabajar, así que parecía que podían gozar de un bien ganado descanso, el cual pasaban bajo la sombra de los árboles sin que nada los perturbara por su cercanía y soledad.

—     Mis padres llamaron—decía Hyoga—Dicen que vendrán de visita el fin de semana.

—     Que bien, mi madre podrá contarles todas las cosas aburridas que haces—decía Seiya riéndose—No te metes en problemas, vas a la escuela, no sales de fiesta, lavas tu ropa y ayudas en mi casa, creo que mi madre quiere adoptarte.

—     Me gusta ser de ayuda.

Se quedaron en silencio un poco más hasta que el castaño se incorporó un poco y miró a los ojos al chico rubio a su lado, era de verdad tan bello ese Cisne ante él.

—     Eres muy guapo Hyoga, pareces un ángel…pero sin las alitas y la aureola.

El rubio solo sonrió pero de verdad que al castaño le gustaba ese muchacho y no solo por su físico, justo antes de poder decir nada más se desató una leve lluvia, de esas tan especiales en que todavía está el sol mientras cae el agua. Aunque era algo agradable sabían que lo mejor era estar en cubierto y entraron a la casa sin darse mucha prisa. Traían algo de agua en el cabello y se secaron con una toalla, después de eso siguieron hablando como si nada dejando que el clima siguiera su curso pues terminó por nublarse y la leve llovizna continuó cayendo sin parar. Pero todo eso dejaba a dos chicos que se gustaban solos en una casa sin nadie más a su alrededor.

—     ¿Qué podremos hacer ahora los dos solos?—preguntaba Seiya sonriendo.

Sin más estaban sentados en un tipo de diván tapizado en el que se dedicaron a besarse, no eran nada extraños a eso pues se besaban con mucha frecuencia y una sesión más de besos no les disgustaba. Conforme avanzaban en compartir sus caricias no fue extraño que se presentaran de otros tipos, pues tampoco eran extraños a acariciarse por encima o debajo de la ropa, dejaban a sus manos libres de sentir más de ese otro cuerpo que les hacía experimentar cosas intensas y si bien no eran muy expertos si que ponían su voluntad en aprender y hacerlo agradable para su compañero. No fue extraño que después de algunos minutos los dos chicos estuvieran enredados entre brazos y piernas y que no eran los suyos solamente.

Mientras se sentían no pudieron controlar que sus cuerpos se encendieran, eran jóvenes y se querían y se gustaban y estaban juntos y…solo querían avanzar en su relación y el vínculo intimidad hasta ese momento había sido superficial. Pero no tenía porque seguir siéndolo. Sus cuerpos se presionaban para quedar muy juntos, tanto como fuera posible, sintiendo cuanto le gustaba a su compañero que sucediera. Además que la manera en que su entrepierna se endurecía les decía todo cuanto quisieran saber. Para esos momentos Hyoga gemía suavemente llevando sus manos a ese cabello castaño sin querer romper con el beso, esa sensación de calor, de su cuerpo contra el del otro era maravillosa, casi temía dejarlo ir, cuando se separaron solo pudieron mirarse directamente a los ojos.

—     ¿Qué estamos haciendo Seiya?—le preguntó con suavidad.

—     Lo que queramos hacer—declaraba el morocho.

Volvieron a unirse en un beso, uno profundo y entregado, declarando con ese gesto lo que deseaban dar a su compañero.

 

**********

 

Aumentando el ritmo, las caricias se volvían más insistentes, logrando que una mano del castaño se deslizara dentro de los pantalones del rubio hasta alcanzar la suave curva de su trasero, como si pidiera permiso para continuar y por la manera en que al de ojos azules parecía gustarle sin duda podía seguir. El Cisne acariciaba suavemente el cabello y la nuca del castaño, mientras se dejaba llevar por las caricias de esas manos que no lo abandonaban. Unos segundos después ya el de Pegaso había logrado apartar su camisa y la del joven rubio, quedando ambos piel con piel y sintiéndose aún más necesitados de continuar. En algún momento el morocho se apartó solamente para pasar su lengua por ese suave cuello y después por los sonrosados pezones del de ojos azules, haciéndolo gemir, con el placer llegando directamente a su entrepierna.

Seiya se sentía completamente excitado, mucho más cuando una mano del rubio fue sobre su sexo y lo acariciaba con diligencia, provocando que casi le doliera estar en esa situación, así que logró moverse con habilidad hasta que abrió sus pantalones y se los sacó algo apurado, haciendo lo mismo con la ropa interior. Hyoga lo miraba moverse y sintiéndose un poco torpe por su falta de cooperación decidió hacer lo mismo, quedando ambos desnudos ante la mirada de su compañero. Como si pudiera leer la necesidad en esos ojos azules, el castaño quedó de rodillas ante el otro joven, tomando su erguido sexo con la mano, juraba que el otro contuvo el aliento al sentirlo, así que empezó a acariciarlo suavemente. Los leves sonidos que hacía el rubio lograban que su sangre se encendiera, su propia erección exigía atención, pero antes estaba el Cisne.

Con gentileza el castaño empezó a besar el tierno sexo en sus manos, hasta que lo llevó a sus labios tomando solo la punta, pasando su lengua por la enrojecida cabeza, haciendo que el de cabello rubio moviera sus caderas al ritmo de esas caricias. Una mano apoyaba los esfuerzos del morocho, frotando la base del erguido sexo, dejándose llevar por la sensación de darle placer a un compañero. Sin embargo no podría ser por mucho tiempo pues el de ojos pardos tenía sus propios deseos, retrocedió para buscar el sonrojado rostro del rubio, sintiendo su corazón latir con velocidad. Volvieron a besarse pero con intensidad, con fuerza, sus erecciones se encontraban y terminaron por estar recostados sobre el mismo mueble, quedando el rubio sobre su espalda y el castaño sobre él.

Sin perder demasiado tiempo el morocho acariciaba el sitio deseado, la estrecha entrada del rubio, la había tocado antes pero siempre de manera superficial, sin embargo en ese momento no sería así. Aunque no estaba resultando sencillo, los dos sentían la incomodidad que provocaba su situación, así que el castaño se las tuvo que ingeniar y como solo contaba con su saliva, pues no pensaba moverse de donde estaba, se dedicó a aplicarla sobre sus dedos para después llevarlos a la masculina entrada que lentamente fue cediendo y dilatándose, hasta que permitía los avances con facilidad, ya podía seguir con lo que ambos deseaban. El de ojos pardos se acomodo entre las delgadas piernas del rubio y empezó a empujar suavemente contra la estrecha entrada, mientras que el de ojos azules solo podía gemir levemente ante los avances.

Seiya sujetaba las caderas de su compañero sin dejar de empujar, mordiéndose el labio mientras avanzaba, sentía como era estrujado y no dejaba de disfrutarlo, se sentía tan bien, hasta que estaba completamente en el interior del rubio. Hyoga respiraba agitado, le dolía algo pero no eran tan malo como había temido, todo lo nuevo de la situación lo dejaba asombrado. Unos instantes bastaron para que empezaran a moverse pues ninguno de los dos esperaba que su compañero lo hiciera todo. Suaves movimientos al principio, esperando por la reacción del otro chico. No fue tan sencillo al inicio como les hubiera gustado, tuvieron que darse unos momentos para encontrar el ritmo que mejor fuera con ellos pero lograron encontrar una suave danza en la que ambos encontraban sus caderas y se estremecían por las sensaciones que los recorrían desde lo más íntimo de sus vientres.

El castaño no dejaba de embestir contra ese juvenil cuerpo que se le abría con suavidad, no esperaba que fuera tan bueno como era y solo podía rogar porque su chico rubio lo disfrutara también. Logró ver el rostro del de ojos azules, cerrados en esos momentos, mientras se entregaba al placer, se notaba la expresión de satisfacción en su rostro, cubierto por la pasión compartida. Guiándose por su propio libido llevó una de sus manos a la erguida erección que se agitaba entre sus vientres, la sujetó y no dejó de frotarla mientras sus cuerpos se agitaban al ritmo de la pasión. El de cabellos rubios dio un gemido ahogado al sentir las atenciones de su compañero, no terminaba de creer que estaban haciendo el amor, pero que además lo acariciara de esa manera lo orillaba a sus límites, sentía su cuerpo contraerse sin que pudiera hacer nada para evitarlo.

Sin dejar de moverse todas las señales de la culminación iban llegando a ellos, se volvía intenso todo cuanto los rodeaba, parecía que incluso les costaba trabajo moverse, sus músculos se tensaban con intensidad y el calor que los llenaba casi los ahogaba, las intensas sacudidas de sus vientres eran más veloces e intensas, ellos mismos se buscaban con una urgente necesidad de seguir juntos. Todo era tan increíble, casi gritaban cuando su simiente abandonó su cuerpo con velocidad, rindiéndose a la intensa sensación del clímax, el placer les llegaba como oleadas que los iban relajando lentamente, hasta que estaban completamente tranquilos y se sentían más vivos que nunca.

—     Sabes que te quiero Seiya ¿Verdad que lo sabes?

El rubio hablaba en susurros mientras acariciaba el cabello del castaño que estaba extrañamente silencioso.

—     Te amo Hyoga—fue todo lo que pudo decir.

No se sentía capaz de nada más en ese instante, solo sabía que jamás podría renunciar a lo que tenía con ese bello chico que lo acariciaba, haciendo que él lo abrazara con suavidad.

—     ¿Qué crees que sucederá con nosotros Seiya?

—     No lo sé, pero quiero que estés conmigo ¿Qué tal eso?

—     Me gustaría mucho—respondió sonriendo.

Ambos siguieron juntos y en silencio, Seiya solo se sumergía en el gratificante pensamiento de que ese chico entre sus brazos era lo mejor de su vida, mientras que Hyoga únicamente podía dar gracias por haber llegado hasta ese lugar, por encontrar un hogar al lado de ese castaño al que amaba, porque desde ese instante dejaría de ser siempre un forastero.

 

 

FIN

 

 

Notas finales:

Para la próxima semana si nada sucede subo otra sugerencia pero no sé cual, solo les pido un poco de paciencia a quienes me hicieron sugerencias pues cada una tienen su tiempo pero ya verán la luz. Nos leemos.

Atte. Zion no Bara

 


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