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Academia SHIELD por DcHenri

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Notas del fanfic:

Esta es mi primera fanfic *lanza confeti* y estoy por demás emocionada. 

Espero que les agrade mucho ya que este es mi bebe y trataré de que quienes gusten seguir la fanfic lo veamos crecer juntos *le sale la lagrima traicionera* 

Esta lleno de humor, comedia y risa, aunque por obviedad también tiene una trama y una pizca de drama. 

PD: mis chistes son medios chafas, disculpenlos :c anskandda. 

 

Notas del capitulo:

Los personajes no me pertenecen si no a Marvel y a sus correspondientes creadores. 

Pues sin más demora a leer. 

El día era esplendido, los luminosos y radiantes rayos de sol bañaban las ya aglomeradas calles de Nueva York. Las nubes grises ya se habían esfumado como por arte de magia y ahora un cielo azul reinaba en lo alto.

El día estaba para levantarse con el pie derecho.

En el más exclusivo fraccionamiento de la ciudad que nunca duerme, en la mansión más grande y construida en la cima de una colina un apacible castaño roncaba sumido en el más cálido y placentero sueño que para su desgracia estaba a punto de llegar a su fin.

La alarma como su trabajo dictaba comenzó con su ya conocido y frustrante sonido invitando al aún dormido castaño a levantarse y que de la manera más gentil la apagase y se fuese a hacer sus labores.

Grave error.

El sujeto ahora medio despierto tapando sus ojos con su antebrazo, con la sabana medio cubriendo su cuerpo y con las cortinas tapando el brillo del ya resplandeciente sol que rogaba por colarse a la habitación. Gruñó demostrando su “felicidad” a ese “bello” lunes.

-Vete a la mierda lunes. Sabes que, ¡vete a la mierda tú y los demás días que no sean viernes, sábado y domingo!- Vociferaba de manera furiosa mientras su brazo izquierdo tentaba su mesita de noche tratando de alcanzar su reloj despertador.

 ¡BINGO! Lo tomo con escasa delicadeza y lo lanzo lo más lejos que pudo haciendo que este rebotase en el piso de mármol.

-Príncipe ya llevas tres relojes en los últimos dos meses.- Con voz tranquila María Stark entra a la habitación y sus tacones resuenan en el blanco y enserado piso. Su amorosa y gentil madre no tardo en abrir abruptamente las cortinas haciendo que el antebrazo de Tony no fuese suficiente para cubrirse del ardiente sol, por lo cual sus manos remplazaron al antebrazo y cubrieron su rostro.

Y que empiece el ritual que encabeza todas las mañanas en la mansión Stark.

-¡No quiero levantarme mamá! ¡Quiero dormir! ¡Amo dormir! ¡Me casaría con esta cama en este momento! ¡Trae al padre ahora! ¡Acepto! ¡Quiero besar a la novia!

Gritaba con los ojos tapados y al no escuchar las suplicas de su madre para que se levantase se descubrió sus pedacitos de chocolate que tenía por ojos.

María movía su pie con desesperación y miraba su reloj de muñeca con fingida serenidad sabiendo de sobra los berrinches que su hijo hacía por las mañanas.

-¿Acabaste bebe?

-Amm, sí.- Tony miraba apenado a su madre y con un puchero se sienta en la suave y sedosa cama que tenía.

-Tienes quince minutos para bajar a desayunar príncipe.- Y después de decir eso María besa la cabeza castaña de su hijo y con sus ruidosos tacones se despide de la habitación.

Anthony Edward Stark no era precisamente un entusiasta por los lunes.

 

La ducha no había sido suficiente como para despertarlo. El castaño salía a pasos torpes de su cuarto de baño y la tolla que debía ir atada a su cintura se resbalaba por segunda vez de su sitio. Las gotas viajaban tranquilamente por su espalda y sus mojados cabellos se pegaban a su frente. Se tiró en la cama aún consiente que estaba mojado. Poco le importo. Y varios minutos se fueron pensando que empezaría otra etapa en su vida, pensando que ya no vería a sus viejos amigos de la secundaria (que por cierto no pasaban de los tres) y que otros nuevos le esperaban en su nivel medio superior. Le importaba poco haber dejado la secundaria ya que esa etapa no fue muy buena en su vida, compañeros hipócritas y envidia hasta de parte de sus maestros. Por eso sus padres no dudaron que debían inscribirlo en una escuela más al nivel de su “pequeño príncipe”. Y a Tony le hacía feliz saber que en la clausura de su antigua escuela les había deseado casi la muerte a todos los egresados, maestros y hasta a los conserjes, menos a la señora de la cafetería a ella le deseo más vida para que siguiera preparando ese delicioso chocolate que el tanto amaba.

Y después de analizar sus viejos tiempos se levantó de la cama dejando la toalla en esta y abrió su inmenso y exuberante armario; este abarcaba lo que es una habitación. Relojes, sacos, camisas, playeras, pantalones, bermudas, tenis, calzado formal y miles de etcéteras. Pero nada de eso sería utilizado hoy. Su lavado y planchado uniforme estaba colgado casi en la entrada del armario. Lo tomó al igual que sus zapatos y su ropa interior.

Cuando terminó se miró en su gran espejo y sonrío con una de sus ya conocidas sonrisas marca Stark. Porque Tony derrochaba seguridad, ¿Cómo no ser seguro? Si su padre era un magnate hombre de negocios dueño de varias empresas de telecomunicación en el mundo y aparte dueño y CEO del enorme imperio de Industrias Stark empresa encargada de la fabricación de nuevos avances tecnológicos, como aparatos telefónicos, dispositivos del hogar y aparte influyente en los avances científicos como medicina y modelos espaciales; por otra parte su madre tenía una mundialmente conocida marca de ropa llamada “Marvel” y por último Tony era un chico brillante, ganador de varios concursos nacionales e internacionales de química, física y matemáticas y agregándole a todo esto él estaba hecho un Adonis. ¿Qué más podría pedir nuestro mimado Stark?

-Príncipe, bajas tarde para desayunar- María despegó la vista del televisor y se levantó a apretar las mejillas de su único hijo.

-¡Pero que guapo te ves! Luces precioso con ese uniforme, ¿verdad Howard?- Anthony no exageraba cuando decía que su mamá era un amor, porque se la vivía aumentando el ego de su preciado tesoro.

-¡Vuelta, vuelta!- Howard despegó la vista de su celular y aplaudía para animar a su hijo a darse una vuelta y desfilar su nuevo uniforme.    

-A petición del público.- Tony dio una vuelta alzando los brazos y mostro a su “desenfrenado público” su uniforme que consistía en un pantalón azul marino que le quedaba ajustado, remarcando su bien formado trasero, una camisa blanca de manga larga, un saco del mismo color que su pantalón pero este con una línea roja que remarcaba el contorno del cuello, el saco tenía bordado al lado derecho el escudo de la institución que constaba de un águila negra en un fondo gris y con letras en cursiva y en color rojo se leía “Academia SHIELD” Esfuerzo, labor y dedicación, para cerrar con broche de oro el traje una corbata roja y por último zapatos negros con calcetas blancas con el símbolo de la escuela.

-Deberías ser modelo en tus tiempos libres bebe, ¡eres extraordinario!- María seguía parloteando mientras los dos únicos hombres en la mesa se disponían a desayunar.

-Buenos días Jarvis.- Tony saludaba al mayordomo más querido en la mansión Stark, este era grande de edad, con mirada seria pero de una gran simpatía y paciencia.

-Buenos días señorito Stark.- Devolvió con voz respetuosa el saludo al joven.-Luce muy bien con su uniforme, espero y le vaya bien en su primer día.- Agregó el empleado que era más que mayordomo, consejero y amigo del más pequeño en la casa.- Gracias por tus buenas vibras Jarvis, aunque no las necesito, pero gracias de todas maneras.- Decía guiñando el ojo y tomando otro sorbo de su café. Miró de reojo el noticiero y se dio cuenta que faltaban diez minutos.

Se levantó apresuradamente de la mesa y corrió a besar a su madre y después a su padre. En la puerta ya lo esperaban las mujeres de servicio con su mochila y su almuerzo.

-Esta monedita de oro se va, vuelvo en la tarde.- Dijo antes de dirigirse a la entrada.

-Mucha suerte mi bebe y cuídate mucho. Te amamos de aquí a Venus en carriola-Dijo María desde su asiento y aventándole besos.

-Suerte hijo.- Sin despegar la vista de su celular su padre le deseaba suerte. Mientras que Jarvis inclinaba la cabeza en señal de despedida.

Tomó sus cosas y se despidió de las señoras de servicio, corrió hacía el estacionamiento y Jaime, su chofer, ya lo esperaba en el asiento del piloto.

-Cariño.- Dijo Tony ya en el asiento de atrás del Mercedes Benz  haciendo que su chofer lo mirase. –Maneja como si fueses un loco que es perseguido por la policía.- Hizo una breve pausa poniéndose los lentes de sol.- Única regla. Mantenme con vida.- Jaime sonrió y acató “el juego” que le había propuesto su jefe.  

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Aula 101

El pelinegro veía el número del papel que tenía en mano y se dio cuenta que era el mismo que estaba escrito en una placa dorada que estaba fuera del salón.

 Este era su nuevo salón.

Entró sereno y mirando todas las caras nuevas que lo miraban disimuladamente, no eran muchas bancas así que por deducción supo que los salones estaban compuestos por pocos alumnos y buscó asiento pero la mayoría ya estaban ocupados; encontró uno por la parte de atrás y hasta ese momento que ya estaba sentado se dio cuenta que debía compartir lugar con otra persona, ¡genial! Eso lo hizo resoplar molesto. Solo estaba otra banca vacía y el asiento que él tenía vació a su lado ¡doblemente genial!  No quería convivir con nadie porque casi nadie convivía con él. No es que el odiase a las personas (algunas sí) pero no a todas, simplemente no estaba acostumbrado a hacer amigos, sus únicos amigos para su criterio eran los libros. Así que eso de compartir lugar lo hacía ponerse de muy mal humor.

Sus gemas verdes se posaron sobre el reloj de pared que estaba colocado arriba del pizarrón y se dio cuenta que faltaban menos de diez minutos para el timbre así que decidió relajarse sacando un libro de su mochila “los cuatro acuerdos” amaba ese libro y no importaba si ya lo había leído quince veces, lo podría leer otras quince y no se cansaría.

Estaba tan ensimismado leyendo que no se percató que alguien se dirigía a su asiento.

-Disculpa que te interrumpa, ¿puedo sentarme?- Lo examinó con la mirada. Era un chico rubio de corte militar y mirada azul. Tardó en responder.

-¿Tengo alguna otra opción?- Dijo el pelinegro escupiendo las palabras.

-No.- El de mirada verde enarcó una ceja al escuchar la seriedad de ese no. Podría ser peor, este chico había tenido la amabilidad de disculparse al interrumpir su lectura y aparte ser cortes en preguntar si podía sentarse. Por algo pasan las cosas, ¿no?

El chico rubio se impacientó y empezó a caminar yendo a la otra banca, el pelinegro rápidamente hablo.

-¡Hey, aquí hay lugar!- Dijo sin ningún ápice de alegría mientras el otro chico sonreía de lado.

-¿Siempre eras así de gentil?- Preguntó el rubio después de haberse sentado y puesto sus cosas en su lugar.

-Hoy estoy de buenas.- Y el pelinegro retomó su lectura escuchando una diminuta risa de parte de su acompañante.

Estaba otra vez absorbido por la lectura cuando escucho suspiros, los gritos chillones de varias chicas y el cuchicheo de otros pocos. La curiosidad fue más fuerte y lo obligo a bajar el libro y ver qué era lo que hacía tanto escándalo en las demás personas. Pero no vio a nadie, solo vio cómo todos se reunían en el centro del salón rodeando a alguien. Escucho el resoplido de su acompañante.

-Tony.- El rubio que estaba a su lado hablo en voz baja.- Típico de él.- Y concluyó sonriendo de lado.

-¿Por qué tanto alboroto?- Preguntó confundido el pelinegro.

-Por Tony, siempre pasa eso cuando llega a algún lugar.

-¿Tony?- Preguntó en voz baja el de ojos verdes.

De la muchedumbre que se aglomeraba en el centro del salón salió un chico de no gran estatura, con cabello castaño, ojos color chocolate, de hermoso mentón y a juzgar por cómo le quedaba el uniforme un cuerpo fino, elegante y suculento a la vista. Loki se dio cuenta que era muy guapo y a decir por su caminar alguien muy importante.

-¿Clint? ¡Oh  Dios! No pensé que te fueras a unir a esta escuela yo ya te hacía desconectando bombas o en los juegos del hambre.

El rubio de aún lado de Loki rio estruendosamente.

-¿Nunca cambiaras Stark?

-Me temo que no Legolas.- Loki se sintió incomodo al estar en medio de esa conversación así que intento regresar a su lectura.- Creo que estoy de suerte, me tocó lugar para mí solo.- Dijo el recién llegado alzando sus brazos en símbolo de victoria.- ¿Qué no Virginia iba a inscribirse en esta escuela también?- Preguntó el rubio.-No lo sé, perdí contacto con ella en las vacaciones. Pero ojalá así sea.-  El castaño acomodó su corbata.- Me iré a sentar Halcón debo hacer unas llamadas importantes como la gran estrella y hombre de negocios que soy.- Y se retiró haciendo que el rubio rodase los ojos.

-Pero que autoestima se carga tu amigo.- Mencionó Loki con fingida impresión cuando el castaño ya había abandonado sus lugares.

-Así es el, realmente es muy agradable y buena persona. Espero al rato poder presentártelo.- A Loki realmente no le había caído mal, sino todo lo contrario, era la primera vez que conocía a alguien tan excéntrico y egocentrista como él y no le había molestado su forma de ser ya que sentía que ambos podrían llevarse bien, ya que los dos tenían esa acidez y ese sarcasmo en su personalidad.

Volteo a verlo y el castaño hablaba por celular.

-Así que ese es el famoso Tony.

-Anthony Stark, aunque le gusta que le digan Tony. Si llegas a soportar su sarcasmo, sus bromas pesadas, sus comentarios destructivos y su coquetería te darás cuenta que es “un amor”.- Loki sonrió de lado al ver como el rubio hizo comillas en la palabra “amor”.

- ¿Y tú cómo te llamas? Ya que presiento que jamás me lo preguntaras yo quisiera saber el tuyo.

El pelinegro sonrío con más soltura y lo miro con autosuficiencia.

-Loki.- Se quedó callado por un momento.- Loki Laufeyson.

-Que nombre tan original, yo me llamo Clint.-Hizo una breve pausa.-Clint Barton. Un gusto.- Dijo el rubio sonriendo.

Tal vez las cosas no van perfectas pero tampoco van mal. Su nuevo compañero de asiento es un mortal pasable y se sentía cómodo con él. Esa mañana la suerte estaba de lado de Loki… O bueno eso creía él.

Notas finales:

¿Pedrada o confeti?

*redoble de tambores*

Espero actualizar el viernes. 

Muchísimas gracias por leer, besos y abrazos:

DC. Henri


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