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Desesperación por zion no bara

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Notas del fanfic:

Deseaba retomar a esta pareja, y se presentó la oportunidad con este fic. Es especial para mí ya que es mi fic de aniversario, cada año lo digo, pero n puedo sino repetirlo, cuando empecé hace nueve años no me imaginaba que llegaría hasta aquí. Ha sido un tiempo muy bueno para mí, de verdad agradezco a quienes me han leído y han comentado todo este tiempo mis historias. Una vez más les digo que sin sus comentarios yo no seguiría aquí. Gracias por permitirme seguir adelante.

Atte. Zion no Bara

 

Notas del capitulo:

Es la primera parte, espero que les guste.

 

 

 

Capítulo I

 

El tipo de trabajo que se le estaba solicitando estaba muy lejos de aquel que había realizado antes, aunque prefería mantenerse como hasta ese momento, no necesitaba nada más de notoriedad ni de fama, esos días habían quedado atrás. Era lo mejor, necesitaba que fuera así, no quería ni podía soportar más tragedias. Prefería intentar poner algo de atención en la nueva misión que le iban a encomendar, nada complicado, un asunto sencillo, prefería no complicarse más la existencia. Al entrar se resignó a que sus pensamientos solo se desvanecieran.

El edificio estaba repleto de gente que no cesaba de moverse, iban y venían, sostenían charlas de diversos tipos, conversaban brevemente entre ellos. Todo ese movimiento era como una pequeña batalla, cada uno estaba atento a lo que venía y a saber lo que los demás no. Entre los diversos cubículos, el sonido de los teléfonos, el teclear de las computadoras, era una agitación que no todos podrían tolerar. Pero para el recién llegado estaba bien, había vivido todo eso, y no le interesada volver a ello.

Aioros de Sagitario no se daba cuenta siquiera de la manera en que estaba llamando la atención, no era un rostro desconocido entre ellos, aunque se hubiera empeñado en vivir como uno durante los tres años anteriores. Era un hombre joven, de cabellos castaños y mirada parda, se trataba además de un chico apuesto, pero su aspecto guardaba un cierto aire de descuido, como de una persona a la que todo ha dejado de importarle. Y esa era la verdad.

Al entrar a la oficina del redactor en jefe del diario en el que se encontraba lo hizo sin demasiadas expectativas, se conocían por haber estudiado juntos, pero sus caminos se habían tornado muy distintos con el tiempo.

—     ¿Cómo estás Aioros?

—     Bien—fue su cortante respuesta.

—     Me alegra.

Camus de Acuario era un hombre de ojos y cabellos azules, quien se había propuesto volver a figurar en los medios de comunicación, su familia contaba con un diario pero con el avance de los medios electrónicos había perdido terreno. Al hacerse cargo se dio a la tarea de volver a la cima y lo estaba logrando. También se había mostrado al pendiente de su castaño amigo, sabía lo que había ocurrido en su vida y deseaba ayudarlo, lo cual no era sencillo cuando el otro no quería ayuda.

—     Deseaba que me ayudaras a cubrir un par de notas Aioros, si es que no estás ocupado—decía el de Acuario.

—     Sabes bien que no lo estoy.

El de Sagitario no había logrado mantenerse en un solo trabajo desde hacía tiempo, por eso su amigo lo llamaba, esos pequeños trabajos apenas le permitían pasar las semanas. No era nada muy importante pero al de mirada parda no parecía interesarle que fuera de esa manera. La celebridad había cobrado un precio.

—     Es algo sencillo Aioros, una nota sobre una conferencia en el centro por parte de la alcaldía.

—     ¿A qué hora es?

—     Es a las cuatro de esta tarde.

—     Muy bien ¿y la otra?

—     Es para una pequeña nota—se explicaba el otro—es un obituario prácticamente, algo pequeño.

—     Está bien.

Como no pareciera que se lograra mucho interés prefirió continuar con su explicación de manera directa.

—     El esposo de un hombre de negocios falleció—decía el de cabellos azules—Parece que se cayó por el balcón de su estudio. Espero que cubras la nota y le daremos un espacio en el diario.

—     Lo haré.

Esa manera de aceptar sin mucho afán indicaba que el trabajo estaría hecho, pero nada más, tan solo cubriría las notas y le daría un informe, de manera impecable sin duda pues su estilo no lo había perdido. Pero no obtendría nada más.

Le dio los datos restantes que tenía sobre cada asunto, no demasiado, pues los necesitaría el de ojos pardos.

—     ¿No has pensado en algún otro trabajo Aioros?

—     ¿Cómo de qué? ¿repartiendo pizzas?

—     De lo tuyo, escribiendo, podrías trabajar en otro libro.

—     No lo necesito.

—     Eres un gran escritor Aioros, no desperdicies tu talento de esta manera.

—     Estoy bien como estoy.

—     De acuerdo.

Con eso el de los ojos azules lo vio salir, no había nada más que discutir, al menos para el castaño era de esa manera.

—     ¿Hasta cuándo vas a perdonarte Aioros?

Pero no tenía respuesta a esa pregunta.

El pasado aún lo cazaba, eso estaba en claro, pero si no se decidía a dejarlo atrás nadie podría hacer nada. Y mientras tanto todo ese talento que había demostrado se estaba desperdiciando en el abandono.

Era de verdad una lástima.

Mientras se alejaba del edificio, Aioros tan solo pensaba en la manera en que cumpliría con ese trabajo, lo más sencillo era primero encargarse de la conferencia, sería un asunto sencillo, general, sin mayores sorpresas. Tan solo una persona ante micrófonos diciendo lo que estaba ocurriendo en su trabajo. Se harían algunas preguntas, se discutirían asuntos generales, nada fuera de lo usual. Era mejor por lo tanto empezar por esa nota que no generaba expectativas.

La segunda no se escuchaba mejor, debía cubrir un fallecimiento. Tendría que ver a gente que sufría, que se dolía por perder a alguien a quien amaban ¿esperaban eso? No lo creía, parecía que la persona en cuestión se había caído por un balcón, definitivamente no lo esperaban. Era peor en esos casos, cuando la gente no pensaba que iba a perder a alguien, el golpe resultaba más brutal. Sin embargo iba a hacerlo, no podía negarse a tener algo que hacer.

Al seguir caminando vio su reflejo en un aparador, no era muy halagador, se había descuidado un tanto pero no pensaba hacer nada al respecto ¿Qué sentido tendría? Ya nada tenía sentido en su vida.

 

**********

 

Aioros cubrió el evento en la alcaldía sin problemas, no tenía preguntas que hacer y no le importaba demasiado lo que estaban discutiendo, la gente siempre tenía motivos de queja pero en el fondo no hacían nada para que las cosas cambiaran. Era mucho más sencillo culpar al gobierno de lo que iba mal que tratar de hacer su parte y lograr que fueran bien las normas por cumplir. Si no se obedecen las leyes pequeñas ¿Cómo esperaban que se cumplieran las grandes? Después de una hora de charla y otra de preguntas y respuestas y de ver que solo se cumplía con una agenda, decidió que estaba listo para redactar el informe.

De hecho lo hizo con velocidad, se metió a la primera cafetería que encontró y con un cuaderno de notas se dispuso a hacer el trabajo, sus dedos eran veloces, casi mágicos, sabía exactamente que palabras utilizar para decir lo que pensaba, que los demás pudieran comprender lo que estaba diciendo con exactitud, sin prestarse a interpretaciones. Una de sus mayores habilidades cuando cubría noticias era saber decirle a la gente lo que estaba sucediendo como si fueran dos personas que se conocieran, sin palabras de más ni de menos. No necesitaba expandirse demasiado en esa parte, después de todo sabía que solo se trataba de pequeñas notas en el diario, de las que no ocupan más de una cuarta parte de la página.

Al terminar releyó velozmente su trabajo, estaba bien, no necesitaba pulirlo en realidad, en cuanto llegara a su casa lo transcribiría y se lo enviaría a Camus. Si necesitaba algún tipo de arreglo que lo hiciera el redactor del diario. Aunque sus trabajos jamás necesitaban arreglos.

—     ¿Desea algo más?

Apenas si miró al mesero que le preguntaba, pues llevaba un rato ahí y ni siquiera había tocado su bebida.

—     No, es todo.

—     ¿Quiere su cuenta?

—     Sí.

Se había vuelto parco con las palabras, ya no se comunicaba como antes, solo al escribir se podía notar algo de esa parte de él en la que había sido una persona que podía comunicarse con los demás.

Un instante apenas y ya estaba el mesero de regreso con su cuenta, la colocó en una pequeña charola a su lado derecho, tan solo un pequeño objeto brillante con un trozo de papel encima.

El castaño lo observó y vio los números, tuvo que reconocer que no estaba seguro de llevar encima el dinero suficiente para cubrir la cantidad. Empezó a registrarse los bolsillos, tomó algunos billetes arrugados y después fueron las monedas, afortunadamente alcanzaba, con algo de propina incluso. Pagó y pudo salir del lugar, pero no iba a gustarle mucho lo que venía ya que iba a requerir de cierto esfuerzo.

—     Tendré que caminar—se dijo.

Su capital restante se había ido en la banalidad de una bebida y ahora ya no contaba con dinero, tendría que volver a pie a su casa.

Al ir cruzando una avenida se dio cuenta que no estaba lejos de la central de policía, podía desviarse un poco y de una vez cubrir la otra nota que le habían encomendado. Lo más sencillo era que el oficial a cargo de la investigación, pues debía hacerse una antes de cerrar el caso, le dijera lo que había ocurrido.

Parecía ser un plan no tan malo.

—     Un solo viaje y no saldré más—se dijo.

Con esa idea en mente se dispuso a seguir avanzando, la gente pasaba a su lado sin prestarle atención y sin que él se preguntara nada de ellos. Su vida estaba en un punto cansado, alejado, exhausto, no podía pretender que era de otra manera. Había momentos en que tan solo pensaba en desaparecer, pero sin llegar a una resolución de cómo lograrlo. Al caminar un tanto cabizbajo se dio cuenta que había un billete perdido en la acera, papel impreso que gozaba de un valor, se agachó para recogerlo sin pensar en nada que no fuera tener un poco de capital para el regreso.

—     No está tan mal—pensó.

Estaba casi enfrente de la comisaría, como contaba con el pase provisional de prensa que le habían dado en la alcaldía para cubrir el evento, no vio nada de malo en usarlo de nuevo. El filtro de seguridad no fue ningún problema, incluso pudo preguntar un par de cosas antes de avanzar para no perderse y supo a que piso ir y con quien hablar. Tomó el ascensor sin mayores problemas y quedó en el piso número diez.

No muchas personas descendieron con él del ascensor, solo una más y por el uniforme supo que era un oficial. Resultó llamativo ver a la gente moverse, hablar, comunicarse y buscar información. Le recordó al diario de Camus, personas que buscaban la verdad detrás de los acontecimientos, él ya se había alejado de ese mundo. Sin pensarlo mucho iba a preguntarle a la primera persona que vio por el detective al que iba buscando pero la respuesta le llegó antes.

—     ¡Shura, ven aquí!

Quien hablaba era una mujer de largos cabellos púrpura y mirada morada, vestida con un sencillo conjunto de dos piezas en tono gris. Era guapa pero por alguna razón se dijo que cualquiera que se le acercara debía pensarlo dos veces.

Vio a un hombre de cabellos negros y ojos verdes ir en la dirección que lo llamaban, pero su expresión no era de preocupación, más bien de cautela.

—     Capitana Heinstein, tengo que terminar mi informe.

—     Y yo tengo que terminar antes contigo, a mi oficina.

Los vio entrar al espacio destinado a quien gobernaba en el lugar, era de paredes de vidrio así que pudo ver la escena sin dificultades. Ella se mantenía muy firme y sin que moviera las manos, él en cambio caminaba y gesticulaba, su forma de demostrar que no estaba de acuerdo en ser reprendido por lo que fuera que lo habían llamado.

—     Eres un chico malo—se decía Aioros.

Esos siempre daban problemas, creían que tenían la razón y no importaba ir contra la reglas, dejando que los jefes fueran los que enfrentaran las consecuencias cuando molestaban a los demás. Así había sido él alguna vez.

En ese instante el de cabellos oscuros iba hacia la puerta, la abría dispuesto a marcharse sin aguardar, así que se escuchó lo que estaba sucediendo.

—     No necesitaba que nadie le dijera que lo ocurrido fue su culpa—reclamaba la mujer con dureza.

—     ¿No? Malversó esos fondos y su cuñado se suicidó por la quiebra, alguien debía decirle lo que provocó—lanzaba él.

—     Entra, no hemos terminado.

—     Necesitaba escucharlo—aseguraba él—Necesitaba que le dijeran que no es tan inocente como piensa.

—     Entra ahora.

Era como si hubiera llegado demasiado lejos, el de ojos verdes lo sabía y volvió a su sitio cerrando la puerta.

Esperó por unos minutos y finalmente la escena concluía con el de cabellos negros quedándose quieto, escuchando lo que la mujer ante él le recriminara y finalmente retirándose en silencio. Ella tan solo pareció suspirar y volvió a su trabajo, cualquiera que fuera.

El detective de ojos verdes iba directamente a su escritorio, tomaba su sitio y arrojaba una pluma sobre las carpetas que necesitaba revisar, no le gustaba lo que había ocurrido pero por su expresión reconocía que su capitana tenía razón. Lo vio acomodarse en su silla y se acercó a él con pasos gastados.

—     ¿Shura de Capricornio?—le habló.

El otro volteó a verlo y pareció intentar adivinar la razón de buscarlo, aunque no parecía decidirse sobre cuál podría ser. Desgarbado y sin mucho arreglo no podía dar la mejor impresión, lo sabía, así que le mostró la credencial de prensa.

—     Soy Aioros de Sagitario—se presentó con calma—Esperaba que pudiera concederme unos minutos.

—     ¿Eres periodista?—preguntaba el otro.

—     Sí.

—     Tu credencial dice provisional y visitante.

No se inmutaba al hablar, parecía demasiado seguro de sí mismo, del tipo de gente que sabe cuando algo no está como debería.

—     Vengo por una nota para un diario, es algo menor.

La explicación debería bastar pero el de cabellos negros parecía pensar en algo más, como si deseara recordar algo.

—     Tu nombre me parece conocido—decía el de Capricornio.

Pero el castaño no pensaba ir más allá de su labor, era mejor volver a la carga sobre el tema que lo había llevado ahí.

—     Quisiera que me dijera lo que sucede en uno de sus casos, del día de ayer, se trata de Shaka de Virgo.

—     El caso del suicida—dijo el de mirada glauca.

—     ¿Fue un suicidio?

En ese momento lo vio tomar un archivo y abrirlo, como si rectificara lo que había dicho y parecía ser así.

—     Parece muerte accidental, bebió de más y se cayó por el balcón de su estudio, no hay mucho misterio.

—     ¿Ya fue declarado oficialmente?

—     Solo falta terminar con el papeleo, pero no hay mucho más que decir—explicaba el de cabello negro—Es una tragedia que muera alguien joven y deje a sus seres queridos.

—     Ya veo.

No parecía que ninguno de los dos fuera a decir nada más, el castaño hacía apenas unas anotaciones y la mirada verde del otro hombre no lo dejaba.

—     ¿Es todo lo que quieres saber?—preguntó Shura.

—     Sí.

—     Generalmente los reporteros no nos dejan en paz y tú apenas si has anotado algo de lo que dije.

—     Si es un asunto claro no hay nada que decir.

Se miraron por unos instantes pero el de Capricornio pareció tener una idea.

—     De verdad creo que conozco tu nombre.

Justo en ese instante se acercó otro agente y le pidió unos instantes, el de cabellos negros se disculpó y el castaño se quedó mirando lo que había en el escritorio. No había fotografías, ni imágenes de ningún tipo, no había pequeños detalles aunque todo indicaba que era de él. Así que marcaba su espacio pero no se aferraba a sentimentalismos. Las cosas estaban en cierto orden, sin sentido para los demás, pero exacto para su dueño. Ligeramente abierto un cajón dejaba ver algunos implementos de higiene, ducha corporal y desodorante, debía pasar mucho tiempo ahí para tenerlos en ese sitio.

Sus ojos quedaron sobre el archivo de Shaka, estaba abierto, las fotografías fueron lo que lo atrajo. Se veía el cuerpo sobre el pavimento, una caída grave; las imágenes del estudio mostraban un sitio nuevo, más bien vacío, no tenía mucho de ser ocupado. Había diversas tomas, pero ataba los cabos y algo no concordaba con esa escena. Tan atento como estaba apenas si sintió que el de ojos negros regresaba a su lugar y lo observaba por lo que estaba haciendo.

Sus ojos se encontraron un segundo después, Shura estaba por decirle algo sobre estar viendo un archivo pero el otro joven se adelantó.

—     No estaba ebrio—dijo.

—     ¿Qué?

—     Shaka no estaba ebrio—afirmó.

—     ¿Por qué crees eso?

—     No hay alcohol en la escena.

El de Capricornio se quedó observando las fotografías, era verdad, no había botellas ni copas o vasos ni nada.

—     ¿Cómo bebió?—preguntaba el de ojos pardos.

—     Pudo beber antes—explicaba el de cabello negro.

—     ¿Y solo se subió al estudio y decidió asomarse por el balcón? ¿Por qué iba a hacer algo como eso?

—     Faltan de traerme el toxicológico, todo se explicará allí.

—     Muy bien.

Con eso el de Sagitario parecía dispuesto a irse del lugar, sin mostrar más el brillo de interés que tuviera antes en sus ojos. Se limitó a darle una nota con su número de teléfono, eso sería todo de su parte.

—     Si puede le agradecería que me llamara—dijo.

Con eso se fue, sin más, como si no esperara por nada en realidad.

Shura lo miró alejarse, se comportaba como alguien enfermo.

—     Que chico tan raro.

Pero tenía más cosas en que pensar y sacó casi por completo de su mente al castaño. Se dio cuenta que su cajón estaba abierto y lo empujó para cerrarlo, pero no cerraba bien, así que lo abrió y acomodó un par de cosas. Estaba leyendo un libro y lo sacó, lo pondría de manera vertical para que no estorbara y fue cuando lo recordó.

—     Aioros de Sagitario.

No tenía ni la menor idea que se trataba de él.

 

**********

 

Aioros pudo llegar a su casa, un departamento mediano en la parte central de la capital, lo había adquirido tiempo atrás, cuando sus planes eran grandiosos y ese era solo un paso hacía algo más. Pero todo se había detenido y no pensó más en triunfos ni nada por el estilo. Con el billete que había encontrado pudo tomar el autobús, caminó un par de calles todavía y alcanzó su vivienda. El lugar no le interesaba así que no notaba nada de lo que los demás hubieran visto de inmediato. Necesitaba cenar y descansar, todo para el cuerpo pues no tenía nada para su alma.

Fue hacia la cocina, no había mucho en el refrigerador, sobras de comida china de dos noches atrás, tendría que servir. Las metió al microondas y aguardó en silencio, se la comió y bebió agua del grifo, era todo lo que le quedaba. Terminó con eso y se dio cuenta que todavía contaba con algo de tiempo, así que se sentó ante la computadora y empezó a trabajar, sus dedos eran veloces sobre el teclado, esas clases de secretariado le fueron de gran utilidad. Transcribió la nota sobre la alcaldía sin dificultades y se la envió a Camus, no había problemas con esa parte, estaba resuelta sin contratiempos.

La otra tendría que esperar, tal vez podría hacer algunas anotaciones, averiguar algo sobre el índice de accidentes relacionados con el alcohol, la tasa de mortandad de la gente menor de veinticinco, comentar sobre la vida de alguien y decir que era una pena que sus planes no se cumplieran. Pero no lo hizo. No tenía datos suficientes para decirle a la gente porqué era una tragedia perder a Shaka de Virgo y tampoco estaba interesado en hacerlo. Ya era tarde y prefería intentar dormir un poco.

Aunque no era una labor tan sencilla como para el resto de la gente.

El castaño sabía que las personas al irse a descansar se cambiaban de ropa y se recostaban en sus camas, después de un tiempo que variaba podían conciliar el sueño y dormir. Para él no era tan simple.

Se dirigió a la nevera, sacó un frasquito de plástico con píldoras, debía tomarse una, era la dosis que le habían recetado pero eso hacía mucho que no funcionaba. Se metió tres a la boca sin pensarlo. Después de eso pudo ir a la cama y dormir, no descansar, solo dormir. Escuchaba los sonidos de la noche, el tic tac del reloj, el encendido de la nevera, pero al final logró dormir. Al menos una noche más.

Al despertar a la mañana siguiente se sentía cansado, tal vez debía ir al médico para hablarle de ello, aunque sabía que no lo haría. Buscó algo de comer pero recordó que se había comido lo que le quedaba ¡que mal! Pero al mover un envase vacío de la nevera descubrió una bebida energética. Mejor eso que nada. Abrió la botella y empezó a beberla, sin pensar en nada en especial. Se dio cuenta que la computadora indicaba un mensaje. Lo leyó, era de Camus, había recibido el trabajo de la alcaldía, le había depositado el dinero de su pago. Esperaba el segundo artículo.

El castaño se terminaba la bebida cuando su celular empezó a sonar, tenía una llamada al parecer. Se dispuso a contestar, se trataba de un número desconocido.

—     Diga.

No era una pregunta siquiera, solo deseaba que terminara.

—     ¿Qué tal Aioros?

Reconoció la voz.

—     Detective Shura.

—     Así es, pensé que te gustaría saber que tengo los análisis toxicológicos.

—     ¿Es caso cerrado?

—     En realidad tenías razón, Shaka no tenía alcohol en sus sistema, solo había bebido jugo de uva gasificado.

—     ¿Qué más, drogas?

—     No lo sé.

El castaño callaba como esperando una mejor respuesta y por eso el de cabellos oscuros decidió continuar.

—     Los análisis toxicológicos son generales, si necesitamos buscar algo más específico debemos tener una idea de qué estamos buscando.

—     Así que pueden ser muchas cosas.

—     Su salud era buena, parece que no hay nada en él que pudiera provocar este trágico desenlace.

—     Entonces no es caso cerrado.

—     No, hay que investigar—hizo una breve pausa pero continuó—Puedes venir y discutiremos el caso, para que hagas tu nota periodística.

—     Bien.

No había emoción alguna en esa voz, pero al menos había aceptado regresar a la comisaría, era un inicio.

—     Entonces te espero por aquí Aioros.

—     Adiós.

Con eso se terminó la llamada, no quedaba más que discutir.

Aioros vio alrededor, no pensaba mover nada de donde estaba, tan solo buscó su tarjeta de crédito para ir a un cajero y sacar algo de dinero, no contaba con nada para trasladarse. Se pasó la mano por el cabello dos veces antes de decidirse a tomar una ducha veloz. Necesitaba hacerlo, no se había bañado en casi tres días.

Bajo el agua tibia se dejó llevar por un poco de interés. Ese caso de Shaka de Virgo iba a ser un poco más que un breve obituario, parecía que estaban ante más que un accidente. Enjabonaba su cabello castaño, había crecido, llevaba meses sin cortarlo, quizás necesitaba hacerlo pero no lo haría ¿Qué sentido tendría hacerlo? Ya nada lo tenía en su vida. Al salir de la ducha apenas siete minutos después buscó algo que ponerse, no estaba seguro de lo que era limpio y lo que no en ese lugar. Como fuera encontró una camisa que se puso sobre la camiseta, usó los mismos pantalones del día anterior (que se había puesto el día anterior a ese apenas) y con unas zapatillas deportivas estaba listo.

Tomó su libreta de notas y un bolígrafo, estaba listo…o algo así.

Salió de su departamento, fue directamente a un cajero que estaba a unas pocas calles, lisas pasarelas donde la gente se trasladaba con miradas que no se cruzaban, retiró el dinero en pocos movimientos y se dispuso a ir a la parada de autobús, tardaría de esa manera pero no pensaba utilizar otro camino. El vehículo era grande y de color naranja, medio vacío a esas horas, con personas que se sumergían en sus propios asuntos sin que nadie se preguntara por ellos. Durante el trayecto no se fijó en nada de lo que lo rodeaba, lo único que lo hizo centrar sus ideas fue una llamada, pero en esa ocasión de un número conocido, pues era el de Acuario.

—     ¿Cómo va todo Aioros?

—     Salió algo con la historia de Shaka.

—     ¿Qué sucedió?

—     Hasta ahora los hechos indican que no fue suicidio ni accidente.

—     Parece que será un asunto que vale la pena saber, espero que me tengas informado de lo que ocurre.

—     Solo si lo sigo.

—     Por favor Aioros, ya tienes el inicio, dame un final.

—     Voy a verme con el detective del caso.

—     Mantenme informado ¿de acuerdo?

—     Bien.

No más, solo cortó la llamada.

Cuando el autobús estaba en la parada que necesitaba, el castaño descendió moviendo un pie tras el otro, con cierta pesadez que le impedía moverse de la graciosa manera que se esperaría de un hombre joven. Pero él no la poseía más, se había apagado como su mirada y su risa y su interés y su entusiasmo, como todo aquello que alguna vez lo hiciera Aioros. Caminó por las calles que necesitaba cruzar sin preguntarse nada, sin ver nada en realidad, tan solo con la idea de que debía llegar a un edificio, llegar a un piso y verse con alguien, eso lo sería todo. Las construcciones alrededor pasaban una tras otra, solo eran parte de algo, nada de él.

El edificio de la central de policía quedó de nuevo ante su mirada aunque sin que lo mirara, una construcción que albergaba historias que no le importaban conocer, tan solo era como esperar a que algo pasara. Se encontró en el mismo camino que atravesara el día anterior, recorriendo los mismos sitios, aunque sin ver a la misma gente o sin que lo notara por lo menos. El ajetreo era el mismo y silenciaba los pensamientos que pudiera tener, aunque la verdad era que no tenía pensamientos muy profundos que deseara seguir.

No tardó en distinguir al detective de los cabellos negros, inclinado levemente sobre su silla contra el escritorio. Sostenía un informe entre sus manos y lo leía con aparente interés, eran manos de caballero, no solo de un hombre, firmes, directas, con una suave curvatura en las muñecas, del tipo que toma y no que da. Veía ese perfil masculino, no era hermoso pero si atrayente, tenía un toque de severidad cercano al reproche, con la nariz delineada y los labios apretados. No se abrirían a menos que él lo deseara, nadie tendría el poder de dominarlos por la fuerza ¿entonces qué poder lo haría? ¡Qué importaba! Ya nada importaba.

Los ojos negros se movieron y lo encontraron, lo cubrieron con una sola mirada, de la misma manera que un rayo de sol se apodera de una figura y le da forma, parecía haber más que solo una reunión en ellos, pero no siguió con esos pensamientos. El hombre se ponía de pie y al acercarse le extendió la mano como un saludo para recibirlo, mostrándole que no llevaba intenciones ocultas al dejar ver ambas manos. Le extendió la silla y al estar ambos sentados era el momento de continuar con los rituales que la civilización les imponía por años, décadas, siglos de comportamiento regulado.

Saludos, comentarios, y finalmente algo que era de Shura y no de la educación que se imponía entre los dos.

—     Parece que la mañana no te sienta bien—opinaba el de Capricornio.

El de mirada parda se limitó a no responder a eso, se notaba la fatiga en sus ojos y apenas había llegado.

—     No me gusta tener a alguien husmeando en mis casos—lanzó directamente el de cabellos negros.

—     ¿Por qué llamaste entonces?—fue la respuesta del otro.

—     Me agradó la manera en que observaste este caso. Viste desde el primer momento algo que no vimos los demás.

De alguna manera el de cabellos castaños parecía creer que había algo más en llamarlo, el de mirada glauca lo sintió y supo que era mejor ser honesto.

—     He leído tu trabajo Aioros—confesó el de Capricornio—La verdad es que me parecía muy bueno, un tanto revolucionario por la forma en que te lanzabas a contar las cosas, sin temor y con honestidad.

—     Es historia pasada—interrumpió el de ojos castaños.

—     No puedo dejar de preguntarme qué fue lo que sucedió.

Había motivos para hacerse esa pregunta.

Shura había visto la fotografía de la contraportada de sus libros, mostraba a un chico entero, decidido, apasionado por lo que hacía. El que estaba ante él distaba de serlo, era más bien la imagen desdibujada de sus trabajos. Fuera lo que fuera que sucediera tenía que ver con que no le respondieran en esos momentos.

—     Como detective podría hacer averiguaciones—mencionó como de pasada el de ojos verdes.

Pero el silencio siguió siendo su respuesta.

Era mejor terminar con eso.

—     Pensaba que si lo deseas puedes estar conmigo en la investigación Aioros, tu mirada podría ayudarme a ver algo que se me ha pasado por alto.

—     Los detectives jamás son tan humildes con su trabajo.

—     Podría interesarte este caso.

—     Solo es trabajo.

La frialdad de esa respuesta no desanimó al de cabellos negros, pues ese chico en lugar de desanimarlo lo intrigaba más con su actitud.

—     ¿Qué te parece acompañarme entonces?—preguntaba el de Capricornio con camaradería.

—     ¿Adónde vas?

—     A averiguar quién era Shaka de Virgo y qué fue lo que le sucedió antes de caer de ese balcón ¿Vamos?

El de Sagitario no mostró que pensara siquiera en lo que le decían, pero al ver que el de cabellos oscuros se levantaba de su sitio lo imitó, ahora los dos empezaban a andar por el mismo camino sin saberlo.

—     Vamos—dijo el castaño.

Ahora sí estaban en el mismo camino y con el mismo destino.

 

**********

 

Los dos habían bajado por el ascensor, la metálica caja hacía un chirrido extraño al descender, pero ninguno de los dos lo señaló. Se limitaban a seguir adelante con una parte de un plan, aunque por diferentes motivos. Al llegar a la parte baja, el estacionamiento, caminaban en silencio a través de los vehículos que se mantenían alineados de manera ordenaba y equitativa, líneas y líneas de carrozas de acero en diversos colores y formas, con diferentes habilidades y prospectos, parte de unos dueños que decían algo de sí mismos, lo desearan o no. Quedaron ante un vehículo de formas largas, no moderno, pero cuidado con esmero, un dueño orgulloso de tenerlo era lo que indicaba.

Subieron y se pusieron en camino, aunque debían aclarar cuál era ese camino antes de poder continuar.

—     En este tipo de casos siempre tenemos a un primer sospechoso—mencionaba el de cabellos negros.

—     El esposo.

La manera natural de responder de parte del castaño le dijo al de Capricornio que sabía bien la manera de moverse en esos terrenos.

—     No hacía mucho que se casaron—continuó el de ojos verdes—Apenas estaban dando inicio a su vida matrimonial.

—     Las cosas suceden.

—     Pedí al laboratorio que corriera más análisis a las muestras de sangre, podremos tener una respuesta más exacta en unos días, pero es mejor saber qué camino es viable.

—     Ya se sabrá.

—     La autopsia fue parcial, se tendrán los datos completos en poco tiempo, tendremos más pistas.

—     Claro.

Miraba descuidadamente por las ventanillas, con sus ojos pardos que reflejaban imágenes una tras otra, hasta que estaban en una ruta rápida y se vio obligado a mirar en otra dirección, hacia el frente. El hombre a su lado sujetaba el volante de manera firme, sabía lo que hacía, aunque en esos momentos le interesaba más lo que no sabía.

—     Parece que no hablas mucho Aioros.

—     No lo hago.

—     No dejo de preguntarme por tus motivos para ya no escribir, ese libro tuyo donde hablabas del manejo ilegal de los medicamentos fue fantástico, descubriste toda una red de tráfico ilegal.

El de Sagitario guardó silencio.

—     También leí tu trabajo sobre las contrataciones de trabajadores ilegales en la industria, lograste que el congreso volteara a mirar el problema y se trabajara en enmiendas y reformas para protegerlos.

Pero el de cabellos castaños permanecía callado.

—     Tú último libro en verdad me gustó, te adentraste a las prisiones para hablar con presos, pero tú lo hiciste para dejarnos saber la manera en que afectaban las políticas de recortes en su estadía, que empeoraba el sistema.

Solo en ese momento el de mirada parda dijo algo, unas cuantas palabras de lo que consideraba que había sido esa etapa de su vida.

—     Es solo pasado.

Había sinceridad y dolor en esa frase, se captaba perfectamente, así que el de Capricornio decidió no seguir con ese tema. Le daba la impresión que ese castaño a su lado actuaba como una persona a la que le habían roto el corazón ¿Qué clase de corazón sería el suyo? ¿Tendría el calor de la pasión o estaría inundado por la melancolía como sus ojos castaños? Por el momento no intentaría saber nada más, con seguridad no obtendría mucho, además era mejor enfilar sus sentidos a la labor que vendría.

El tiempo no se sentía pasar cuando alcanzaron el sitio que deseaban, una propiedad de una zona importante de la ciudad, no todo el mundo podía vivir en ese lugar debido a los costos que representaba. En un área como esa había dado inicio la vida matrimonial de Shaka de Virgo, era el mismo lugar donde terminó.

Al descender del vehículo no se podría asegurar lo que llenaba sus pensamientos, sus miradas eran muy distintas para creer que estaban en ese punto para hacer lo mismo. El edificio ante ellos se levantaba imponente en su poderío de concreto, las ventanas pulidas que no dejaban ver hacia el interior, sino que lo reflejaban todo, como si nadie tuviera el derecho de enterarse de lo que ocurría. Ambos caminaron por la pequeña acera y alcanzaron el recibidor, tuvieron que registrarse antes de seguir pero finalmente pudieron avanzar, la parte superior llevaba a los departamentos y ahí estaba el hombre con el que necesitaban hablar.

La puerta fue abierta apenas tocaron, sin duda estaban informados de su llegada. Quedaron ante un hombre de cabellos rojizos y ojos glaucos, de buen porte para su edad y que se mostraba algo decaído y cerrado ante los acontecimientos. Era  Dohko de Libra, el esposo que se había quedado solo, que había perdido a su compañero.

—     Señor de Libra, él es Aioros de Sagitario ¿podemos hablar?—preguntaba de manera cauta el de cabello negro.

—     ¿Necesita algo más detective?

Los dos se habían cruzado antes, cuando todo sucedió y fue Shura quien le informó de la tragedia de su esposo, apenas si intercambiaron algunas palabras, pero en ese momento se trataba de un asunto distinto.

—     Necesitamos hacerle algunas preguntas, señor de Libra.

—     Por supuesto detective, pasen.

Entraron un poco más hacia el interior, era un sitio que sin duda valía el dinero que había costado, aunque el castaño notaba algo más, lo observaba todo con sus pupilas brillantes que ataban cabos y formaban teorías. Lo hacía mientras la atención del de cabellos rojizos estaba en el de Capricornio.

—     Tengo que informarle que no podemos cerrar el caso de su esposo.

—     ¿Qué sucede?

—     Tenemos indicios de que ocurrió algo más.

—     ¿Qué está diciendo?

—     Su esposo no parece haber tenido alcohol en su sistema, así que creemos que cayó por otra razón.

—     ¿Otra razón? ¿Cómo cuál?

—     Por favor, tengo que preguntarle esto ¿Shaka se drogaba?

—     ¿Qué está diciendo?

La manera en que se expresaba el de cabellos rojizos indicaba sorpresa y desagrado por igual, como el tocar algo que no se debe tocar.

Justo en ese momento intervino el de cabellos castaños con suavidad, de esa manera pausada que hacía que la gente se concentrara en otra cosa.

—     ¿Hace cuánto se casaron?

—     ¿Qué…? Hace seis meses—respondió el de Libra.

—     Era un hombre muy guapo.

—     Sí, lo primero que note fueron sus ojos, tan azules como el cielo.

—     ¿Tenían mucho de conocerse?

—     Poco más de un año.

—     Parece que se llevaban algunos años de diferencia.

—     Eso no importaba entre los dos—aseguraba el de cabellos rojizos con voz firme—Shaka era muy maduro y teníamos toda una vida para estar juntos…me amaba, y yo lo amaba a él.

—     La verdad es que es necesario preguntar esto ¿Sabe de alguien que querría lastimar a Shaka?

—     Todos lo querían, como yo.

En ese instante parecía que el de Libra se ponía incómodo, como si hubiera una parte en la idea de que alguien lo lastimara que le hiciera reflexionar sobre otro tema, sobre otra persona, tal vez el mismo Shaka.

—     Debo preguntarle esto—intervino el de Capricornio—Dígame ¿Dónde estaba en el momento que ocurrió esto?

—     Trabajando.

De nuevo esa mirada se encendió con enfado, con disgusto, era sin duda un punto que no deseaba que se tocara.

—     Perdí a mi esposo—les lanzó Dohko—Y creen que hay algo más, así que ¿Por qué no van a hacer su trabajo y averiguan qué fue lo que sucedió? Háganlo antes de venir con sus ridículas acusaciones.

Era el momento de retirarse y los dos lo sabían, el de Sagitario caminó dócilmente hacia la puerta y el de Capricornio decidió imitar su ejemplo. Apenas si murmuraron unas palabras de despedida y se marcharon.

No dijeron nada de inmediato, solo hasta que estaban afuera y de nuevo en el vehículo decidieron que era el momento de compartir sus ideas.

—     Parece que el esposo nos hará averiguar por nuestra cuenta—mencionaba el de cabellos negros.

—     No desea que cuestionemos su matrimonio.

—     ¿Qué viste? ¿algo que te llamara la atención?

El de mirada parda ajustaba el cinturón de seguridad, no lo miraba, parecía dispuesto a compartir secretos pero por alguna razón no lo hacía con naturalidad, como si lo incomodara estar averiguando sobre otra persona.

—     La casa era demasiado nueva—dijo Aioros.

—     No llevaban mucho de casados.

—     Le faltaba cohesión, todo el sitio eran cosas nuevas, como el tipo de compras que se hacen de impulso, ya cubriste tu lista de necesidades y ves algo y solo lo compras al último momento.

—     ¿Por qué te llama la atención eso?

—     No hay armonía.

—     Eso no dice demasiado Aioros.

—     Las fotografías en el lugar, todas eran de Shaka, pero no vi una sola en la que estuviera con su esposo.

—     Hasta donde logré saber Dohko de Libra lo adoraba y lo complacía en todo, tal vez él puso las fotografías.

—     Estaba incómodo cuando le preguntamos sobre su matrimonio.

—     Eso sin duda alguna, cuando le dijiste que Shaka era guapo pareció sentirse orgulloso e irritado al mismo tiempo.

—     Ese matrimonio no era lo que mostraba.

—     Te doy la razón—aguardó antes de seguir—Ya sabía que verías algo más, en tus libros siempre mostrabas que veías mucho que los demás dejaban pasar.

—     Ya te dije que es pasado.

De nuevo se sumió en su mutismo, el de Capricornio prefirió no insistir, pero no lograba dejar de pensar en los motivos que lo habían llevado hasta ese estado.

En ese momento supo que era mejor hablar con otra persona, alguien que diría lo que deseaban saber, lo que el de Libra no decía.

—     Tal vez debamos hablar con alguien más—mencionaba el de ojos verdes.

—     El exesposo.

—     ¿Cómo lo sabías?

Shura sabía que el de Libra era divorciado porque lo supo al llegar a la escena cuando lo llamaron, pero no tenía idea de cómo lo supo el castaño.

—     Vi la marca del anillo en su dedo, estaba decolorado y era más grande del que usó con Shaka.

—     Buena observación.

—     Hace años estaban más de moda los anillos de tipo grueso, tuvo que usarlo años para que dejara esa marca.

—     ¿Viste algo más?

—     Que tampoco usaba el de su segundo matrimonio.

Los dos guardaron silencio, era mejor saber un poco más de esa pareja para tener una idea de cómo proseguir con esa investigación.

 

**********

 

Poder hablar con el exesposo de Dohko de Libra no fue tan sencillo como les hubiera gustado, pues se trataba de un caballero que parecía no tener ningún interés en hablar de su matrimonio fallido.

—     Lo he llamado cuatro veces y siempre está ocupado—decía el de Capricornio con cierta incredulidad—Finalmente podemos verlo esta tarde.

—     Bien.

El castaño se mantenía en su estado habitual de dejarse llevar por las cosas en lugar de entusiasmarse por ellas.

—     ¿Qué ha sucedido con tu nota Aioros?

—     Hablé con mi amigo y dice que desea verla cuando esté terminada.

—     Este caso es molesto, parecía tan claro y se ha complicado.

Por respuesta solo vio la manera en que el de mirada parda levantaba los hombros, no le interesaba demasiado.

—     Entonces ¿vamos?

—     Sí.

Una vez más estaban en el vehículo del de cabellos negros, lo cual no eran tan sencillo de manejar. Shura estaba al tanto que él era un hombre de pocas palabras, no muy dado a socializar, pero ese castaño a su lado de verdad lo superaba. Pocas palabras, pocos gestos, solo ocasionalmente brillaba esa intensa personalidad que sin duda aún poseía, pero que por alguna razón se había apagado. No quería investigar por su cuenta, prefería que el castaño le dijera lo que sucedía, aunque a esas alturas no parecía una opción.

Sumidos en el silencio llegaron al sitio que necesitaban alcanzar, se trataba de una residencia de los suburbios, un buen lugar, del tipo que se espera tener para formar una familia, pero que estaba por debajo de aquel departamento que vieran para Shaka de Virgo. Descendieron del automóvil, Shura con pasos firmes, Aioros con cierta somnolencia, se dirigieron a la puerta, un molde de madera con vitrales, colores que se reflejaban con los rayos del sol ¿De verdad la vida en su interior sería igual de resplandeciente? Estaban a pocos pasos de averiguarlo.

Llamaron con un timbre de campanillas y tardaron un par de minutos aguardando por una respuesta, hasta que la puerta fue abierta de un solo movimiento y estaban ante otro hombre, uno de cabellos verdes y ojos rosas. Alguna vez había compartido su vida con Dohko de Libra, y ahora estaban ante él para saber qué tipo de hombre era.

—     ¿Sí?

—     Soy el detective Shura de Capricornio y él es Aioros de Sagitario, lo he llamado para poder hablar con usted sobre su exesposo.

—     Pasen.

Hablaba de manera fatigada, al escuchar el término exesposo se había mostrado duro, desencantado, como si le recordaran algo que luchaba por olvidar. Sus pasos eran pesados, con esfuerzo, se arreglaba y se esforzaba por verse presentable pero de alguna manera no lo estaba, las arrugas en sus ojos, las marcas de la comisura de sus labios, el movimiento contraído de sus manos, todas eran señales de una persona que se sentía frustrada y enfadada ¿Contra quién estaba dirigido ese enojo?

No tardarían en descubrirlo.

—     Gracias por recibirnos—dijo Shura.

—     Trabajo en una farmacéutica importante, no me es sencillo contar con tiempo—fue su respuesta.

¿Contra quién eran esos reproches? ¿Por qué recordarles que era un hombre de importancia? ¿Qué era eso?

—     Deseamos hacerle unas preguntas sobre Dohko de Libra.

—     Sí, ya supe que esa zorra caza fortunas de Shaka murió.

No había tardado en ir al punto que deseaba, que escucharan lo que pensaba con todas sus letras de ese chico de cabellos rubios que había fallecido.

—     ¿No se llevaban bien?

—     ¿Bien, con esa mosca muerta? Por supuesto que no.

—     Quisiéramos saber sobre la relación de Shaka y su exesposo.

—     Shaka de Virgo se casó con Dohko para no tener que pagar por nada el resto de su vida—lanzó directamente el de cabellos verdes.

—     ¿Supo de algún problema entre ellos dos?

—     Shaka era un chiquillo comparado con Dohko y a él no le importó, estaba dispuesto a pagar por eso ¿Qué problemas podría haber?

—     ¿Su exesposo tiene mal carácter, es temperamental o algo?

—     Nada de eso, cuando se encaprichó con él simplemente se largó y se olvidó de todo y de todos.

Definitivamente había mucha animosidad en ese rompimiento. 

Justo en ese escucharon la puerta abrirse y unos instantes después estaba un pequeño ante ellos, era de ojos verdes y cabellos rojizos; se mostró sorprendido al verlos. Al de cabellos castaños le dio la impresión que miraba como un borreguito asustado bajo la tormenta, pero por alguna razón no se animaba a buscar refugio al lado de su padre. Parecía desear retroceder pero justo en ese instante Shion le habló.

—     ¿Qué haces aquí?

No parecía la pregunta más afectuosa para un hijo, estaba ahí y parecía cansado, ser recibido en términos de ese tipo no parecía lo mejor.

—     Papá no fue por mí—se escuchó.

—     ¿Qué?

—     Lo llamé pero no respondió y tuve que regresar por autobús.

—     ¿Por autobús?—preguntaba sorprendido su padre—Sabes que no me gusta que subas al autobús.

—     Lo siento.

Bajaba la cabeza, como si aceptara una culpa, pero no era su culpa. Los dos se manejaban en una esfera distinta, no de calidez sino de enfrentamientos, pero no entre ellos sino contra alguien más, a quien consideraba el mayor como el responsable.

—     ¡Una vez más! ¡Una vez más me hace esto!—empezó a despotricar Shion—En definitiva no podemos confiar en él, no le basta largarse como lo hizo, tiene que olvidarse de todo por su nueva vida.

Sin más se fue a la habitación de junto, sin que le importara nada más que el pequeño aparato telefónico que fue usado casi con furia, no hacía falta preguntar nada ya que los gritos se escuchaban hasta ellos.

—     ¡Es tu hijo maldita sea! ¡¿Cómo puedes olvidarte de él de esta manera?! ¡¿No es suficiente todo lo que nos has hecho ya?!

Parecía una discusión antigua entre los dos, no eran palabras que se escucharan por primera vez en esa misma casa. En definitiva la separación fue muy mala.

La mirada de los adultos quedó en el pequeño que tan solo se mostraba decaído, parte de una escena en la que no tenía lugar.

—     ¿Sabes lo que sucedió?—le preguntó Aioros.

El niño los miraba pero no soltaba una sola palabra, tal vez era mejor aclarárselo, su padre no parecía la mejor fuente para hacerlo.

—     Shaka, el esposo de tu padre, falleció.

El niño miraba al suelo, sin duda no sabía cómo reaccionar al escucharlo.

—     ¿Veías a tu padre con frecuencia?—quiso saber Shura.

—     Los fines de semana, desde el viernes hasta el domingo por la noche—fue la respuesta con voz baja.

—     ¿Cómo te llevabas con Shaka?

—     Era el esposo de mi papá, tenía que respetarlo y seguir sus reglas en su casa. Mis papás me dijeron que así debía ser.

—     ¿Cómo se llevaban Shaka y tu papá, como esposos?

—     Mi papá lo consentía en todo.

—     ¿Cómo en qué?

El pequeño parecía no saber si continuar pero al final las palabras se formaban en sus labios y las dijo con inquietud.

—     Shaka quería un estudio, para dedicarse a sus obras, para pagarlo mi papá no cubrió la colegiatura de la escuela de Mu.

—     ¿Quién es Mu?

Ese nombre era nuevo en la historia, necesitaban saber quién era Mu, qué parte le tocaba en esa situación.

—     Es mi hermano—continuaba Kiki—Estudia la universidad, se fue a vivir en otro estado.

Antes de poder decir nada más reapareció Shion, con la expresión desencajada por el enfado, sosteniendo con fuerza brutal el teléfono en sus manos, con las palabras ahogándolo en la garganta y tan solo deseando descargar la frustración que sentía. Sus ojos brillaban, un sentimiento de reproche y dolor flotaba en sus pupilas, no lograba superarlo, esa era la verdad sobre su matrimonio.

—     Tu padre estaba ocupado para ir por ti—soltó con un tono de enojo profundo—Su mente como siempre solo está en Shaka.

No parecían las palabras amables y suaves que deberían manejarse pero sin duda el de ojos rosas no estaba para ser amable y suave en lo referente a su exesposo.

—     Y como siempre yo debo encargarme de todo solo.

En definitiva las cosas no terminaron de manera amable en ese divorcio pero ¿Qué divorcio termina de manera amable?

Los dos hombres que habían llegado a hacer preguntas sabían que era momento de irse, pero no sin saber algo más ¿Dónde estaba Shion la noche en que todo sucedió? La pregunta no le supo bien al caballero.

—     Estaba trabajando—respondió el de cabellos verdes sin amabilidad—Alguien debe comportarse como el adulto y pagar las cuentas.

Era el momento de irse, había tanta tensión en el aire que se podía cortar con un cuchillo para mantequilla. Al pasar al lado del menor, fue el de mirada parda quien le sonrió con abierta amabilidad, demasiado para un niño el tener que enfrentar que sus padres pelearan de esa manera.

Se dirigían al automóvil, pero el castaño se mostraba pensativo, el de Capricornio lo notaba perfectamente, esperaba por una palabra pero al no obtenerla eligió ser quien hablara en ese instante.

—     ¿En qué piensas?

—     Shion se veía alterado.

—     Con el divorcio que sin duda tuvo debió pasar por muchos conflictos—decía el de cabellos negros—Dohko debió dejarlo por Shaka.

—     Sí, eso parece pero no comprendo cómo pudieron conocerse, no creo que estuvieran en círculos similares.

—     Puede que haya una manera de saberlo.

Justo en ese instante el de cabellos negros había recibido un mensaje, su celular había dado un llamado y él respondió, sus ojos verdes seguían cada palabra y se mostraban conformes por tener una pista más a seguir.

—     Los registros telefónicos de Shaka muestran varias llamadas, un número se repite con frecuencia—le informaba—De hecho lo llamaron quince minutos antes de que cayera por el balcón.

—     ¿De quién es el número?

—     Se llama Saga de Géminis y tiene un pequeño negocio ¿quieres venir?

—     Bien.

Con eso estaban de nuevo en camino, la trama no les daba nada nuevo, pero se estaba abriendo a las posibilidades.

 

**********

 

Todo el camino fue hecho en silencio, Shura había intentado comentar algunas cosas pero ese joven castaño a su lado nadaba en su interior, no compartía sus pensamientos, se mantenía en un silencio voluntario…o tal vez no tan voluntario. De todas maneras no pudo averiguar nada más en esos momentos. Prefirió fijar sus ojos verdes en el camino y ocasionalmente en ese joven de mirada parda que yendo a su lado estaba tan lejos en realidad.

Encontrar a Saga de Géminis fue una labor sencilla, contaba con un pequeño negocio en la capital, era del tipo de contratista, así que no fue inusual ver a otras personas alrededor. Aparte de eso se veía muy tranquilo para ese tipo de trabajo, a menos que no tuvieran mucho que hacer en esos momentos. Preguntaron por él directamente y les indicaron un espacio semi oculto al fondo, una oficina que ocupaba un espacio delimitado y contaba con pequeños rasgos personalizados para hacerlos un lugar propio.

—     ¿Saga de Géminis?—preguntó el de Capricornio.

—     Soy yo.

Quien les respondía era un hombre joven, apuesto y guapo, de largos cabellos azules y profunda mirada verde; se notaba que hacía ejercicio y que estaba seguro del efecto que su aspecto generaba en las personas. En un primer momento les sonrió con la mirada, su manera de hacerse cargo y de estar en terrenos más firmes para un encuentro, pero ninguno de los otros dos dejó de notarlo y no pensaban rendirse de manera tan simple ante ese joven. Por alguna razón, a pesar de intentar mostrase amable, no parecía que sintiera el deseo de comportarse así. Los ojos de un hombre pueden decir muchas cosas y para los dos recién llegados, quienes habían hecho una vida averiguando sobre otros, eso no pasó desapercibido.

—     Soy el detective Shura de Capricornio y él es Aioros de Sagitario—los presentó el de cabellos negros con velocidad.

La presencia de esos dos hombres incomodaba por alguna razón al de cabellos azules, intentaba disimularlo pero no era posible. Era mejor continuar y saber lo que estaba ocurriendo de una buena vez.

—     ¿En qué puedo ayudarles?—preguntaba Saga.

—     Seguimos una investigación—decía el de cabellos negros—Deseamos saber sobre Shaka de Virgo.

—     ¿Shaka?

—     Sí, estamos investigando. Lamentamos decirle que Shaka falleció.

—     ¿Saben qué fue lo que sucedió?

—     Cayó por el balcón de su estudio.

El de cabellos azules guardó silencio por unos instantes, no parecía sorprendido aunque sí dolido, era como una nube que cubría su mirada glauca para después permitir un brillo apagado en esos ojos.

—     Es una lástima—logró decir con voz rasposa.

—     ¿Cómo es que se conocían?

—     Somos amigos.

Mientras el detective preguntaba el castaño tan solo miraba alrededor, parecía interesado en las fotografías que estaban colgadas en la pared. Sus pupilas pardas viajaban de un lado a otro, apreciando, entendiendo, deseando saber todo lo que pudiera sobre la vida de ese hombre y sus propósitos.

—     Parece ser que se llamaban con frecuencia—continuaba sin perder la calma el de cabellos oscuros.

—     Lo ayudé con lo de su estudio—fue la respuesta.

—     ¿Por qué lo llamó hace cuatro noches, cerca de las nueve?

—     Para charlar, somos amigos.

—     ¿Cómo es que se conocían?

—     De tiempo atrás, por amigos mutuos, no perdimos el contacto en este tiempo.

—     ¿Qué tanto lo conocía en realidad?

—     Ya le dije, éramos amigos.

—     ¿Sabe cómo marchaban las cosas en el matrimonio?

—     Eran recién casados, apenas tenían juntos unos meses. Shaka siempre decía que su esposo le concedía todo.

La charla entre los dos continuaba, los ojos del de Sagitario quedaron en una de las imágenes en la pared, con suavidad tomó una fotografía, parecía saber más de lo que aparentemente les estaban contando.

—     Shion de Aries no se tomó bien la separación y culpaba a su esposo y a Shaka por todo lo que pasó en su vida después.

—     Shion no se llevaba bien con Shaka—confirmaba el de cabellos negros.

—     Fue un divorcio muy malo.

Eso se notaba, pero el de cabellos azules parecía muy enterado de todo lo ocurrido. Era el tipo de gente que hablaba cuando sentía algo y en ese instante sin duda sentía muchas cosas, aunque intentaba contenerse. Entre hablar y el silencio la escena se le estaba complicando, pero no se detenía.

El teléfono empezó a llamar, como si tratara de adivinar que hacer, el de Géminis miraba a los dos hombres que habían aparecido en su vida. Un leve gesto del de cabellos negros le indicó que esperaría. Se cruzaron palabras por unos minutos apenas, parecía parte del trabajo, algo urgente en ese momento. Al terminar la llamada volvió a ver a quienes estaban ante él, necesitaba moverse en otra dirección.

—     Lo siento, tengo que atender esto, es un trabajo.

—     Comprendemos—dijo Shura—Pero ¿podría decirnos algo más?

—     ¿Qué cosa?

—     ¿Alguien tenía algo contra Shaka?

—     Shion de Aries—fue la respuesta inmediata—El divorcio lo dejó muy afectado, culpó a su esposo y a Shaka. Hay algo con esa familia.

—     ¿A qué se refiere?

—     Tampoco Mu de Aries estaba contento.

—     ¿Mu, el hijo mayor?

El interés ante ese nombre era genuino, Shura necesitaba saber todo lo que podía y las posibilidades siempre eran de tomarse en cuenta. Para eso debía continuar preguntando ya que el otro estaba tan dispuesto a hablar.

—     ¿Por qué Mu estaría enfadado?—cuestionaba el de cabellos oscuros— ¿No le gustaba el segundo matrimonio de su padre?

—     No.

Al decirle era como si el de Géminis se diera cuenta de lo lejos que había llegado al mencionarlo, pero no era momento de retroceder. Las miradas de los otros dos hombres estaban sobre él, no iban a irse sin saber lo que quiso decir exactamente. Ya era demasiado tarde como para retractarse.

—     ¿Qué era lo que le sucedía a Mu como para que creas que estaba enfadado con Shaka?—indagaba el de cabello negro.

—     Shaka y Mu estudiaban juntos—confesó el de cabellos azules—Fue Mu quien llevó a Shaka a su casa un día.

—     Así se conocieron.

—     Sí.

Nadie dijo nada por unos segundos, era como si no hubiera nada más por decir, no por el momento al menos. Cuando sus labios se movieron de nuevo fue para retirarse, era lo único que quedaba por hacer.

—     Gracias por su ayuda—dijo Shura.

El castaño no había dicho nada, no lo dijo ni en ese momento, tan solo hizo un leve gesto y se marchó con el de Capricornio. Al abandonar el lugar se sintieron como si solo surgieran más dudas, pero nada que les diera una certeza sobre lo que había sucedido esa noche. Iban hacia el vehículo pero en ese momento el de Sagitario se detuvo.

—     ¿Qué piensas Aioros?

—     En nada.

Dirigió sus pasos hacia otra dirección, se estaba alejando.

—     ¿No quieres que te lleve?

—     No.

—     ¿Adónde vas?

—     Tengo que irme.

Sería todo el diálogo entre los dos, aparentemente.

—     ¿Qué fue lo que pasó contigo Aioros?

—     Nada.

Aioros tan solo empezó a caminar, perdiéndose con sus pasos en el camino, andando en la soledad que se había impuesto como una especie de castigo por alguna razón desconocida. Desapareció de su vista después de unos momentos, dejando una imagen borrosa en las pupilas del de ojos verdes. Tuvo que parpadear para aliviarse de esa marca, tan solo podía continuar, pero no sin hacerse preguntas.

—     ¿Qué pasa con ese chico?

 

**********

 

 

Continuará…

 

 

Notas finales:

Si nada sucede nos leemos la próxima semana, espero.

Bye.

 


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