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Hola por zion no bara

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Notas del fanfic:

Dedicado a Amorosa, quien me sugirió a la pareja, perdona por la tardanza.

Espero que les guste a quienes lean pues es una pareja nueva para mí.

 

Notas del capitulo:

Es la primera parte, espero que les guste a quienes lean.

 

 

Capítulo I

Cuando se escuchó la campana de clases casi todos los chicos mostraron su alegría, no podía ser para menos cuando significaba el final de las clases. Daba inicio un breve periodo de vacaciones y se podrían relajar. No eran pocos los que comentaban sus planes en el lugar, la idea de ir a otros sitios, la playa era el más nombrado. Pero para un muchacho, uno de largos cabellos negros y bonitos ojos verdes no había ese tipo de cosas. Se llamaba Shiryu de Dragón y en definitiva no se parecía a los demás jóvenes de su edad, no en su manera de pensar.

Para Shiryu la vida transcurría de una manera que los demás no terminaban de comprender, se podía decir que era demasiado maduro para su edad. No pensaba en fiestas ni parejas ni en lo que los demás llamaban divertirse. Siempre había sido un estudiante de excelencia y si eso no bastaba era además un excelente atleta, destacaba en el baloncesto, las artes marciales y las pruebas de pista. Sus largas piernas sin duda le daban una ventaja, pero también era un joven dedicado que no se dejaba llevar por los demás. Si sus compañeros proponían una fiesta él tan solo sonreía con amabilidad y no iba. Si estaban con botellas detrás de la escuela sonreía con amabilidad y se iba. Si miraban revistas con chicas desnudas sonreía con amabilidad y se iba.

Era en definitiva un chico que no parecía de su edad.

—     Shiryu—lo llamaron.

Sin necesidad de dar vuelta reconoció la voz, se trataba de uno de sus contados amigos, ya que solo tenía dos en toda la escuela. No por falta de interés, simplemente no daba su amistad a la ligera y era bien correspondido por esos dos muchachos que caminaban hacia él en esos momentos.

—     ¿Qué nos dices Shiryu?

—     Lo siento Seiya, no puedo.

—     ¿Por qué?

Seiya era un chico castaño y de mirada parda, demasiado vivaz y lleno de recursos, aunque algo distraído para las clases, pero nadie le negaba que fuera una persona digna de confianza y que jamás abandonaba a los demás. El joven a su lado era bastante opuesto en su aspecto, demasiado blanco y con los cabellos rubios y los ojos azules, menos parlanchín pero igualmente leal a quienes estimaba.

—     Por favor Shiryu, necesitas divertirte un poco—le decía el rubio.

—     Tengo trabajo Hyoga, no puedo irme así como así de vacaciones—explicaba el de largos cabellos negros.

—     Te lo pedimos con tiempo.

—     Y dijiste que lo harías—le reprocho el castaño.

—     Lo intenté pero están cortos de empleados en la panadería, no puedo faltar en estos días justamente—continuaba el de ojos verdes.

—     Pero…

En ese instante Shiryu les sonrió con amabilidad, sus amigos sabían lo suficiente de él para comprender que esa discusión no los llevaría a nada, no estaban avanzando en el tema y por lo tanto era mejor hacerlo a un lado de una buena vez.

—     Espero que me manden muchas fotografías—les decía Shiryu.

—     Lo haremos—prometía formalmente Hyoga.

—     Pero hubiera sido más divertido contigo—mencionaba Seiya.

Los tres se pusieron en camino, iban por la entrada principal de la escuela en la que estudiaban, era un bonito lugar que contaba con altos y frondosos árboles, lo que permitía dar una imagen de privacidad para sus estudiantes. El esplendente edificio era una construcción de dos siglos atrás, el tipo de lugar que hacía que la gente lo mirara con respeto. De haber sido un convento se convirtió en una academia con el paso de los años y continuaba cumpliendo su deber de formar a gente para que hiciera su labor. En realidad era un lugar agradable, aunque no toda la gente lo fuera siempre.

Justo al estar por salir vieron a un grupito que molestaba a otro chico, del tipo que se siente muy seguro de su lugar y que solo ataca a quien no puede responderle. El de cabellos negros pareció querer hacer algo pero el atacado simplemente se alejaba con velocidad, así que no fue necesario intervenir.

—     ¿Qué pasa Shiryu?—le preguntaba el rubio.

—     Me pareció que Alberich y sus amigos molestaban a ese muchacho—fue la respuesta.

—     Siempre están molestando a alguien—comentó Seiya—Al menos no se meten con nosotros.

—     Son abusadores, no son tontos—agregó el rubio—Saben que con nosotros no saldrían bien parados.

—     La escuela debería hacer algo—siguió el de cabellos negros.

—     El papá de Alberich es del consejo, no dirán nada.

—     No deberían ser así las cosas.

—     No podemos cambiarlas—argumentó el castaño.

Caminaron hasta la salida y era como si el ambiente cambiara, pues se dejaba ese santuario de árboles y pájaros, se entraba al bullicio de la ciudad. Los tres chicos caminaban y hablaban un poco más en su camino hacia el subterráneo, era una estación medianamente transitada, así que no tardaron demasiado en bajar las escaleras eléctricas y dirigirse a las puertas que necesitaban. Como el joven rubio y el castaño vivían por el mismo lugar se disponían a irse juntos por el resto del camino, mientras que su amigo iba a tomar otra dirección.

—     Nos vemos Shiryu—decía Hyoga—Al menos hasta que regresemos de nuestras vacaciones.

—     Es una pena que no vengas con nosotros—decía Seiya—Pero te prometo que pensaremos en ti.

—     Gracias, espero que se diviertan.

Sonriendo con amabilidad el de mirada glauca se despidió haciendo un movimiento con su mano y se dispuso a seguir su camino bajo los muros de reluciente mosaico y los puñados de gente que lo rodeaban. Sus amigos lo despidieron con un gesto similar y lo observaron alejarse, había algo en su amigo, de alguna manera era como si nunca terminara de confiarse a nadie sobre nada de lo que le sucedía.

Los otros dos chicos continuaron con su camino pero no pudieron sino comentar un poco más sobre el de cabellos negros. Estaban en el andén que los llevaría, esperando el convoy de trenes que necesitaban, de pie, mirando al enorme reloj de manecillas que indicaba la hora de ese día con puntualidad.

—     Creí que está vez si iba a aceptar venir con nosotros—comentaba Seiya.

—     Ya sabes cómo es Shiryu, no dejaría su trabajo así como así—fue la respuesta del de ojos azules.

—     Hace demasiadas cosas al día, a veces parece que no piensa en nada que no sea sus deberes.

—     Es responsable, solo eso.

—     No digo que esté mal pero jamás se divierte.

—     Se divierte de otra manera, piensa en su futuro y no le gusta perder el tiempo, solo es eso.

—     Aun así…

Justo en ese momento entraba en la estación el subterráneo que ellos necesitaban, las puertas automáticas se abrieron y al entrar los dos chicos cambiaron de tema, era mejor retomar el tema de esas vacaciones en las que podrían ir a la playa. Sus familias eran amigas y se pusieron de acuerdo, así que esperaban pasarla bien en una casa que tenía una de ellas. Habían invitado a su amigo de ojos verdes pero el joven no iría. Era una pena en definitiva.

Sin embargo Shiryu no lo consideraba de esa manera, él prefería quedarse y dedicar su tiempo libre a esa actividad que lo rondaba desde hacía tiempo, llenaba sus sueños y pensamientos, tanto que no deseaba más que dedicarse a ello. Lo cual no era un asunto sencillo, no estaba seguro de cómo plantearlo siquiera.

Mientras aguardaba por su propio tren, el de cabellos negros pensaba en la forma en que pasaba el tiempo, y conforme lo hacía trataba de imaginarse una forma de poder hablar claramente con su familia sobre sus planes a futuro. No iba a ser una labor sencilla, su padre era un hombre firme que lo amaba, pero que esperaba lo mejor de él, aunque ese tema de lo mejor podría tener puntos de vista muy distintos.

Shiryu recordaba bien que desde que falleciera su madre, su padre se había dedicado por completo a él, nunca había dejado de estar a su lado en todos los momentos significativos de su vida. Jamás cedió su cuidado a nadie más, siempre encontraba el tiempo de estar ahí para todo. En las mañanas cuando era más pequeño el baño y el desayuno siempre estaban listos para cuando se ponía en pie, después lo llevaba puntualmente a la escuela y asistía a todos los eventos que tuvieran que ver con él. Además que su padre llegaba de su trabajo y revisaba sus tareas, que su uniforme estuviera listo y le preguntaba por su día. Si una tarea no estaba completa se quedaba a su lado hasta que la terminara y la comprendiera bien. Era un hombre al que jamás le diría Tú no me comprendes o Tú no sabes lo que me pasa. Era un hombre que lo amaba y al que no tenía reproches que hacerle.

Tal vez por eso se le complicaba aún más poder decirle algunas cosas de su vida, del tipo que pueden definir un futuro.

Shiryu estaba al tanto que su padre deseaba que él hiciera una carrera, que estudiara hasta un grado universitario y quizás más. Sus notas a lo largo de los años habían sido de excelencia, no era nada descabellado pensar que él podría ser ingeniero en algo o licenciado en algo, un técnico especializado, incluso sus niveles de atleta eran de ayuda pues podría ganar una beca a una muy buena escuela. Todo eso no ayudaba  a las inquietudes que se guardaban en su interior el de cabellos oscuros, turbaciones profundas, y que no había podido discutir con nadie en todos esos años, más que nada porque no deseaba que las personas se decepcionaran de él.

Ese día justamente tenía la tarde libre. Después de la escuela trabajaba en una panadería, era un buen sitio y el dinero que ganaba lo ayudaba a mantener sus propios gastos, que no eran muy elevados a decir verdad. Aprendía y se hacía responsable, el tipo de cosas que su padre remarcaba como virtudes, aportaba una pequeña cantidad a los gastos de la casa y lo demás era suyo. Otro atractivo de su trabajo era que le permitían llevarse pan a su casa, por lo cual siempre se le veía con alguna pieza. Llevaba consigo uno de centeno y pasas, sabroso y nutritivo, además le puso un poco de queso suave y jalea de melocotones. Le gustaba el sabor, y le permitía no preocuparse por comer mientras se tomaba una pequeña desviación.

Shiryu amaba la naturaleza, le encantaba, podía perderse en sus pensamientos y hacerse ideas sobre lo que deseaba a futuro. Era un tema que tomaba importancia ya que estaba por terminar la escuela media superior, contaba con diecisiete años, muchos dirían que tenía la vida por delante. Pero él mismo no sabía bien lo que iba a suceder con su vida, los demás lo daban por hecho, pero él tenía fuertes dudas. En la naturaleza se creaba escenarios en los que era capaz de lanzarse al camino que deseaba, pero no sabía lo que iba a hacer en realidad.

Vio el camino solitario en esos momentos, la gente no se tomaba el tiempo de contemplar ese pequeño remanso de tranquilidad en la ciudad. Se trataba de un bonito parque abierto al público, él mismo donaba parte de su salario para mantenerlo, le gustaban esos árboles y las plantas con flores, el canto de los pájaros que hicieron de ese sitio su hogar. De verdad se sentía a gusto cuando se daba el tiempo de ir en sus descansos, mientras pudiera hacerlo la haría, era algo que le daba alegría.

—     Esto es hermoso—se dijo.

No tenía ni la menor idea de que la hermosura lo estaba aguardando ese día en ese mismo lugar.

 

**********

 

Shiryu se dirigió al sitio que deseaba, había parte de la construcción que había sido un pabellón años atrás, pero con el tiempo se había ido perdiendo y ya tan solo quedaba una pequeña parte, más similar a un pequeño kiosco que al espléndido sitio que había sido. Pero aun así era muy agradable en su sencillez, ya que daba privacidad. Durante el camino vio a algunas personas, pocas, pero le gustaba mirarlas, sobre todo a las mujeres. Algunas al notarlo le sonreían pues parecían creer que el chico les coqueteaba pero no era de esa manera. El de mirada glauca se sentía encantado con la forma de su cabello, tan diferente, tan único.

Esa era una cuestión importante para él, pues a pesar de todo admitía que las mujeres eran más detallistas cuando se trataba de su cabello, los hombres ponían cuidado pero si se veía bien se conformaban, las mujeres no. Ellas deseaban que se viera hermoso…y a él le gustaba que lo fuera. Al llegar al sitio que deseaba tenía que subir unos pocos escalones, como no era exactamente un sitio cómodo no mucha gente se quedaba, pero a él no le importaba. Extrañamente ese día, como si estuviera destinado a ser de otra manera, se encontró con alguien, había otra persona en el lugar.

En un primer momento Shiryu se sintió un poco sorprendido pues nadie estaba ahí cuando él iba, pero ese día justamente una persona eligió quedarse en ese lugar a la misma hora que él. No estaba seguro de quedarse pero solo respiró y siguió adelante. Quien fuera tenía mucho interés aparentemente en la revista que estaba leyendo ya que no dejaba ver su rostro tras las páginas. El de cabellos negros  dio un par de pasos al interior y supo que lo mejor era mostrarse al menos educado.

—     Buenas tardes—dijo.

Recibió por respuesta un sonido que semejaba un saludo pero no estaba seguro de sí lo era, pero se limitó a tomar su sitio de siempre y a dedicarse a lo que deseaba. En ese instante tomó un cuaderno que llevaba con él, estaba lleno de imágenes hechas por sus manos, diversos dibujos y modelos, colores y formas, suaves curvas o intensas líneas, pequeños rasguños de color o imponentes tonos fijos. Todo era alrededor del mismo tema: cabello. Tenía lápices de colores y sin más empezaba a trabajar, se había comprado material de profesional en arte para lo que hacía, pues no deseaba algo falso, necesitaba que fuera auténtico, que de verdad reflejara lo que quería mostrar, así que podía trabajar y trabajar hasta que estuviera satisfecho, cuando se convenciera que había hecho lo que en verdad deseaba hacer.

El tiempo se le pasaba con velocidad de esa manera, con el suave movimiento de sus dedos pensando en la forma de los rostros y los momentos que cruzarían, en lo que se podía hacer sobre la cabeza, en la forma que el cabello llenaba de vida a alguien, le daba una personalidad y le brindaba la confianza de ser quien era. En poco tiempo ya tenía un bosquejo, era de una de las mujeres que vio en su camino, se trataba de una dama de mediana edad que tan solo lo recogía, sin duda por la prisa, pero él vio más. Decidió que de tenerlo en sus manos, ese cabello hubiera sido levantado en un elegante recogido, adornado con una suave onda que cayera en la frente y un diminuto broche de pedrería, en un tono almendrado que la hiciera ver como una señora de su casa y no como alguien que solo vivía en ella

No paró hasta que le pareció que lograba exactamente lo que deseaba hacer, era de verdad bueno dibujando, mucha gente se lo había dicho, la mujer parecía que estaba  a punto de hablar, con seguridad y diplomacia. Era bueno definitivamente. Sonrió ante su logro pero tuvo que mirar apresuradamente su reloj, ya era un poco tarde, necesitaba darse prisa para estar en casa antes que su padre, no quería que se preocupara por él. Recogió sus cosas con orden y velocidad, entonces se dispuso a marcharse y solo al ponerse de pie se dio cuenta de algo más. El otro hombre seguía ahí, en la misma posición, sin dejar de ver lo que fuera que mirara.

Al momento de estar por irse resultó inevitable que el de ojos verdes notara algo más por encima de las páginas, ese cabello en tono azul celeste.

—     Que hermoso es—se dijo.

Pero no podía hacer nada al respecto, se limitó a murmurar un Buenas Tardes para después apresurarse, necesitaba estar en su casa.

Durante los días siguientes Shiryu se dedicó a hacer su vida de manera normal, se dedicaba a las mismas actividades de siempre pues no deseaba otra cosa, en su trabajo se mantenía atento a lo que le indicaran y cumplía con sus deberes en la casa. Lo que se salía de lo ordinario era recibir las fotografías y videos que le enviaban sus amigos de las vacaciones en la playa. Parecía que la estaban pasando bien, le daba gusto: o al menos fue de esa manera hasta que le llegó una imagen en el hospital. Sus amigos estaban en una de las áreas de una sala de emergencias, aunque por fortuna todo estaba bajo control.

—     Me insolé—decía la imagen.

Seiya estaba recostado y Hyoga se encontraba a su lado, también se veía al médico que lo había atendido, al parecer no había sido grave pero era mejor tomar precauciones. De todas maneras envió un mensaje en respuesta deseándole que se recuperara pronto y que disfrutara los demás días, además que se cuidaran del sol. Para él lo mejor era concentrarse en un  nuevo peinado que se le había ocurrido al ver un curioso objeto para el cabello que tenía una forma abstracta.

Intentaba hacerse una idea de la imagen que quería crear pero por alguna razón no lo conseguía, en sus ensoñaciones se imaginaba a quien había visto en el quiosco ¿Cómo sería tocar ese hermoso cabello? ¿Necesitaría que alguien lo ayudara con eso? Lo dudaba pero era divertida la idea, se verían y le pediría que hiciera algo por su cabello y él lo haría. Al final el de cabellos negros solo sonrió.

—     Vaya que tengo sueños—se dijo.

Como fuera había estado trabajando duro y su empleador le dio unas noticias interesantes en ese día.

—     Has trabajado duro Shiryu, por hoy es todo, puedes tomarte el resto de la tarde—le informó—Puedes irte a casa.

—     Gracias.

Una sonrisa amable y fue todo, no iba a decir nada más, simplemente se alistó para partir y supo de inmediato que no era a su hogar donde deseaba dirigirse. Sus pasos de inmediato lo llevaron a una tienda donde compró una revista que mostraba diversas celebridades y se fijaba en la manera en que se peinaban, adivinaba algunas de las técnicas y otras se las imaginaba, pero sabía que no era suficiente.

—     Si pudiera tomar clases…

Pero para hacer algo como eso necesitaba hablar directamente sobre lo que deseaba y no se animaba a hacerlo aún, aunque el tiempo se le estaba terminando, decía decidirse de una vez por todas.

—     Debo hacerlo—se recordaba.

Sentía dudas, pensando en ellas no se dio cuenta que llegaba al kiosco, pero sí que notó cuando al subir los escalones se encontró con el mismo hombre que se sumergía en su revista. No pudo sino sentirse fascinado por la manera en que un rayo de sol caía sobre esos brillantes hilos recogidos, resplandeciendo de una manera suave, pausada, como si deseara pasar desapercibido, no molestar de ninguna manera y…

—     Hola.

La voz se escuchó de pronto, como una cortante daga que terminaba con el sueño y lo traía a la realidad.

La revista era bajada de un solo movimiento, dejando al descubierto unos ojos profundamente azules que quedaron fijos sobre el muchacho de los cabellos negros. Para el de mirada verde fue algo inusitado, como una oleada de calor que no pudo controlar, delante de él estaba un hombre absolutamente soberbio, en su aspecto por supuesto. Lo era aún más que su cabello…pero sus ojos parecían mirar con tristeza al mundo.

—     ¿Qué miras con tanta atención?

No supo qué decir ante algo tan directo y el otro debió percatarse de eso pues fue quien continuó.

—     ¿Qué es lo que miras?

La voz preguntaba de nuevo.

—     Hola—logró decir—Yo… miraba su cabello.

En ese instante el de cabellos oscuros se dio cuenta de lo que había dicho y se sintió algo torpe por el impulso ¿Qué clase de respuesta era esa? Pero el otro hombre no parecía preguntárselo ya que lanzó una cuestión distinta.

—     ¿Qué tiene mi cabello para que lo mires de esa manera? Parece que nunca hubieras visto uno antes.

—     No lo he visto—fue la respuesta—Es muy hermoso.

El de la revista lo observó por un instante y al final hizo un intento de sonrisa, no estaba tan mal como inicio.

—     Gracias por pensar que es hermoso…No sé tu nombre.

—     Me llamo Shiryu—dijo el joven.

—     Tu cabello también es hermoso.

—     Pero no tanto.

El otro hombre lo miraba con indulgencia y decidió ser atento.

—     Mi nombre es Camus, tanto gusto.

—     Es un placer.

—     Viniste la otra vez Shiryu, no es común ver a alguien aquí.

—     Me gusta este lugar, está lleno de todo lo que se olvida en las grandes ciudades, naturaleza y pasado.

—     Eres un chico muy observador.

—     Solo me gusta mirar.

—     ¿Así que no miras solo cabello?

El de mirada glauca sintió que se burlaba de él pero el de mirada azul no lo hacía de hecho, sus manos unidas indicaban que era más bien amable.

—     ¿Por qué no te sientas Shiryu? Eres un chico alto y me va a doler el cuello de tener que mirar hacia arriba.

Sin decir una sola palabra el de cabellos negros se sentó en la otra banca de cemento blanco que había en el lugar, dejando que por unos segundos él fuera el observado, pero no le molestó, se sintió bien de ser mirado por esos ojos.

—     ¿Qué es lo que haces aquí Shiryu?

—     Vengo para relajarme—fue la respuesta.

—     Se escucha como si tuvieras muchas responsabilidades ¿es eso?

—     Ahora estoy de vacaciones pero tengo que seguir trabajando, después, cuando vuelva a clases, todo será un poco apurado.

—     Ya veo.

Al decirle eso le sonrió con amabilidad, de la misma manera que lo hacía él, pero por alguna razón que desconocía eso lo estremeció por dentro. Era como si jamás nadie le hubiera sonreído así, y nadie podría hacerlo de nuevo. El de largo cabello negro se sentó y en pocos momentos ambos se estaban comunicando, al paso de los minutos incluso compartieron el pan que llevaba el más joven. Seguían con solo palabras que los iban uniendo y que les permitían conocerse, pero claro, no estaban enterados de ello en ese instante.

Siguieron de esa manera hasta que fue el momento de irse, al menos para el de ojos azules lo fue pues el de mirada glauca no sentía el paso del tiempo siquiera.

—     Debo irme Shiryu.

—     ¿Tan pronto?

—     ¿Te parece temprano?

Al ver su propio reloj, el de cabellos negros se dijo que era verdad, el tiempo volaba cuando se estaba con Camus, lo cual lo hizo sentirse un poco angustiado.

—     Fue un placer conocerte Shiryu.

Definitivamente el de cabellos celestes estaba por irse, la manera en que se ponía en pie y miraba a la lejanía le indicaba que ese tiempo entre los dos se había terminado. Aunque no deseaba que fuera de esa manera ¿Cuándo podría volver a hablar como lo había hecho con él? no lo sabía, quería que no fuera la única vez.

Los pasos de Camus lo estaban llevando lejos, así que el de ojos verdes tuvo que moverse con prisa.

—     ¿Volverás?

El sonido de su voz era joven pero de alguna manera resonó de forma varonil en el lugar. El de cabellos azules lo sintió y no pudo sino mirarlo, necesitaba una respuesta y fue incapaz de marcharse sin dársela.

—     Quizás nos veamos de nuevo, quizás no, pero dejemos que el destino sea quien lo decida.

Diciendo eso se dio vuelta y comenzó a caminar en silencio, como si toda su voz se hubiera terminado por ese día.

Shiryu lo siguió con la mirada hasta que se perdió de su alcance, deseaba volver a verlo, pero no sabía si eso sería posible.

Desde ese momento los dos se quedaron en un camino ignorado, como si fueran viejos conocidos que se reencontraban, tal vez lo eran, pero no lo sabían aún, era como descubrir algo que no sabemos que necesitamos. En ocasiones las almas se encuentran y fue de esa manera para ellos.

 

**********

 

La vida podría haber sido la misma, pasaría de manera pausada hasta que los eventos la encontraran, aunque no resultó de esa manera, ya que ambos se conocieron. Al volver a su casa Shiryu se sentía extraño. Caminó despacio, sin deseos de darse prisa, mirando lo que le rodeaba con una atención nueva, como si se tratara de otra realidad ¿siempre estuvo esa planta de hojas grandes ahí? ¿Esas ventabas eran de un tenue color ceniza? ¿Colgaban estandartes antiguos al frente de esa tienda? Sus ojos parecían haberse abierto a un nuevo tipo de belleza, como si fuera capaz de verlo en todo cuanto lo rodeaba, hasta su más mínima capacidad.

Pero también comprendía el motivo por el cual lo hacía, aunque en el pasado se había propuesto no pensar en ello. Era por haber visto a Camus.

—     Es un hombre y es hermoso—se dijo.

Hasta ese instante el de cabellos negros había preferido no pensar demasiado en ese asunto…del que no se hablaba mucho…que él…era…porque lo era…solo que no lo decía…aunque tendría que hacerlo…sería mejor después…pero se sabría en algún momento…y…

—     Soy gay.

Reconocerlo para sí mismo era una cosa, reconocerlo ante los demás era diferente, no se animaba a confiárselo a nadie aún, ni siquiera a su padre, pues temía herirlo.

Aunque al seguir su camino hasta su casa no pensaba tanto en ello como en lo hermoso que era Camus, era joven y ver a un hombre como ese no era usual, de verdad que cualquiera podría sentirse fascinado por su aspecto. Pero no solo era su perfección, había algo más en ese hombre, su manera de mirar, era como a través de un cristal, no del todo claro. Sentía que sus rodillas estaban débiles al andar, ahora, en su interior, sentía lo que era de verdad que le gustara un hombre. No se trataba de suaves rubores ni suaves ensueños, era algo mucho más potente, más profundo, aunque no terminaba de comprenderlo y tampoco deseaba explicárselo.

Vivía por vez primera un completo, absoluto y verdadero flechazo, jamás lo había experimentado. Le parecía que era como si una parte de él siempre hubiera estado cerrada, y ahora se abriera y quedara rebosante de una nueva existencia. En medio de esas sensaciones alcanzó su casa y se disponía a descansar un poco, aunque esos planes no resultaron de esa manera.

—     Ya llegaste hijo—escuchó.

—     Papá—respondió con desconcierto.

—     Salí un poco antes del trabajo, pensé en hacer la cena para los dos ¿Qué te parece eso?

—     Muy bien.

—     ¿Te sientes bien?

Dohko era un caballero de cabellos castaños rojizos y mirada profundamente verde, había sido un hombre que amaba a su familia, al perder a su esposa su hijo se volvió el centro de su vida. Había deseado enseñarle a ser responsable, que entendiera que los actos tenían consecuencias y que hacerles frente era el carácter de cada persona. También había sido un padre amantísimo y atento, deseaba que su hijo de cabellos negros confiara en él, que supiera que sin importar lo que sucediera siempre estaría a su lado y que podría consultarle lo que deseara. Por supuesto que se daba cuenta que los años pasaban y que su hijo se iba haciendo hombre, por lo cual debía darle su espacio y necesitaba confiar en que sabía hacer sus elecciones. Jamás le dio preocupaciones ni problemas, se trataba de un buen estudiante, buen atleta, buen muchacho, estaba seguro que haría una carrera y que sería un hombre de bien.

Hasta ahí estaba tranquilo.

Por otro lado en ocasiones se preguntaba por lo que su retoño no le decía. Encontraba natural que se guardara sus cosas, aunque a veces le preocupaba no saberlas, pero eso era parte de ser un padre, sentirse preocupado por su hijo.

—     Sí, estoy bien papá.

No deseaba darle explicaciones por el momento ¿Cómo decirle que terminaba de ver a quien a su juicio era el hombre más hermoso que pudiera haber conocido?

—     Salí antes del trabajo y caminé por ahí, hasta el parque.

Necesitaba una explicación plausible y esa era en parte la verdad, así que esperaba que bastara.

—     Bueno, siéntate a la mesa de una vez, preparé tallarines.

—     Gracias.

Terminaba de arreglar la comida y finalmente ambos estaban frente a frente, compartían una breve charla, aunque de temas menores en su mayoría. Al observar a su hijo de ojos verdes, Dohko se daba cuenta que algo sucedía, como si algo nuevo hubiera nacido en él, algo que le resultaba incomprensible. Pero suponía que lo mejor era darle tiempo, ya después sabría de lo que se trataba y era mejor intentar manejar otro tema que le parecía de vital importancia.

—     Estuve haciendo algunas averiguaciones Shiryu—decía su padre con naturalidad—Hay varias ofertas para que elijas la universidad a la que desees asistir, los programas de becas son diversos.

El joven lo miró con desconcierto.

—     Para elegir debes ir pensando con calma cuál será el mejor plantel para ti y las opciones que te ofrecen—continuaba el de mayor—Tu fondo de estudios está listo para ser usado.

—     Yo…no lo había pensado.

—     Hijo, por favor, ese dinero es para tu educación.

Era la verdad, como su padre se mostró previsor, seguro de que su hijo haría una carrera profesional algún día le abrió un fondo de ahorro para que pudiera elegir lo que quisiera como su camino. Lo cual hacía más complicado para el joven sincerarse sobre lo que deseaba hacer con su vida.

—     Lo he pensado papá—dijo con suavidad—Pero deseo tomarme un tiempo para pensar las cosas.

—     ¿Cómo que tomarte un tiempo?

—     Pues, tal vez hacer otra cosa además de estudiar, tratar de pensar en algo más que solo en la escuela.

—     Pero debes pensar en tu futuro Shiryu, eras un chico brillante y podrás hacer la carrera que desees.

Así eran las cosas, para su padre era una cuestión muy natural el que se dedicara a una carrera universitaria y él aún no terminaba de decidirse sobre lo que pensaba hacer, ya que sus inclinaciones eran otras.

—     Lo pensaré con calma—fue su respuesta.

Por el momento no diría nada…de nada. No quería que su padre se sintiera mortificado de ninguna manera.

—     Estarás bien hijo.

Con esas palabras y una sonrisa podrían continuar con la cena, era lo mejor para después descansar.

Ya en su habitación el de cabellos negros se permitió relajarse, al sentarse en la cama no luchó contra el deseo de tranquilizarse y al quedarse mirando el techo su mente se llenó de una imagen ¿Adivinas de cuál? Pues de Camus. Ese hermoso hombre parecía dominarlo todo y no se le resistía. Pero también se decía que eran solo sueños, fantasías, ya que de ninguna manera creía tener posibilidades con alguien como él. No era solo tan atractivo, le llevaba algunos años sin duda y no tenía ni la menor idea de lo que podría preferir. Aunque era tan lindo soñar…

Con esas ideas se dejó llevar por el sueño, era mucho mejor y más hermoso que preocuparse por todo aquello que no encontraba la manera de decir. En ese instante su celular empezó a llamar, se trataba de mensajes enviados por sus amigos, más fotografías. Las abrió y los vio pasando el tiempo, Seiya estaba recuperado, tanto que mostraba una amplia sonrisa. Que bueno que se divirtieran, no se arrepentía de nada, de haberse quedado en su hogar, ellos tendrían el sol y la playa, pero él había visto el hermoso rostro de Camus, con ese cabello destellante y sus ojos, como el cielo…pero que se mostraban veladamente tristes.

Aún con esos ojos azules en su mente se dejó llevar por el sueño.

Al día siguiente no pudo ir al parque ni al siguiente de ese pues hubo trabajo en la panadería, pero al tercer día logró salir y de inmediato sus pasos fueron en línea directa al sitio que deseaba. Conforme se acercaba le parecía que los pasos que daba eran más lentos. Al ver el kiosco una duda lo asaltó ¿Camus volvería? Bien podría ser que no, sería una lástima, pues quería verlo, solo eso, no pedía nada más, aunque si no estaba no había nada que pudiera hacer…

—     Shiryu.

Lo vio, estaba ahí, sus ojos glaucos no pudieron sino brillar con una sonrisa.

¿Qué más daban las dudas? Estaba prendado de ese hermoso hombre.

 

**********

 

 

Continuará…

 

 

Notas finales:

Si nada sucede contiúo la trama la semana que viene.

Nos leemos.

Atte. Zion no Bara

 


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