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Sanar por zion no bara

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Notas del fanfic:

Es solo una historia corta y más bien sencilla pero espero que les guste a quienes lean.

 

Notas del capitulo:

Nunca había utilizado a la pareja, solo espero que les den una oportunidad.

 

 

 

 

El hospital estaba relativamente tranquilo, era ya de noche y parecía que aunque había casos por atender no eran tan complicados, algunas heridas aunque no graves, cuadros gripales, una que otra fractura, golpes por caídas, cortadas por descuidos, en general nada demasiado crítico por atender, parecía una noche tranquila definitivamente. A la hora indicada se estaba haciendo el cambio de guardia del personal de enfermería, entre ellos se presentaba por vez primera en emergencias un joven castaño de ojos pardos, se veía animado por estar ahí. Era la primera vez que al joven Seiya de Pegaso, un sonriente morocho, le tocaba cubrir ese sitio y le parecía un buen cambio de su habitual trabajo de clínica o piso, en donde todo era muy rutinario pues se hacía básicamente lo mismo cada día.

Justo en el momento que se estaba terminando de alistar con su uniforme inmaculadamente blanco, una voz se le acercó para hablarle con bastante familiaridad, lo cual no reprochaba el otro chico.

—     Buenas noches Seiya.

—     Buenas noches Shun.

Shun era un jovencito agradable, estaba estudiando enfermería y hacía sus prácticas en el mismo hospital que él, aunque como estudiante los movían mucho más que a ellos, pero a pesar de todo le gustaba poder conocerlo.

—     ¿Te toca guardia?

—     Si, pero no me dejarán en piso, por la rotación, tú sabes.

—     Te toca en emergencias esta vez ¿verdad?

—     Sí.

—     Buena suerte, a veces es más de lo que quisieras ver Seiya.

—     Lo tendré en cuenta Shun.

—     Nos vemos.

—     Adiós.

El joven se marchó y Seiya se presentó ante el jefe de enfermería, Dohko, era un hombre serio y firme y guiaba a los enfermeros con eficacia, sus cabellos castaños y sus ojos verdes lo seguían todo, parecían saberlo todo sin falta. Ningún detalle ocurría bajo su cargo sin que estuviera enterado y conocía perfectamente las capacidades de sus compañeros, por eso también era quien decidía las rotaciones y todo lo relacionado con la distribución de los asistentes en el hospital.

—     Buenas noches—saludó Seiya.

—     Llegas puntual Seiya—le dijo Dohko—Te tocará en emergencias esta noche ¿Alguna pregunta?

—     No pero la verdad es que nunca he estado en emergencias.

—     Procura mantener la calma, sigue las instrucciones que te den y pase lo que pase concéntrate en tu trabajo.

—     Muy bien.

—     Asistirás en lo que se te diga ¿De acuerdo?

—     Sí.

—     Es todo, ve a tu estación.

El joven castaño se fue de inmediato, esperaba estar listo para lo que se presentara, ese mismo año apenas se había graduado de enfermero, era algo que le gustaba desde niño cuando ya jugaba con sus muñecos a ser quien los cuidaba. En un principio se esperaba que pensara en la carrera de medicina, pero dijo enfermería y enfermero sería. Trabajaba en el hospital desde hacía unas semanas y hasta ese momento todos los médicos con los que había tratado lo tenían en un buen concepto, sabía bien su trabajo y encontraba la manera de que los pacientes confiaran en él. Sin duda era un buen elemento para el hospital alguien como él.

Cuando llegó a la sala de emergencias se dio cuenta que uno de los médicos estaba tomando un café.

—     Buenas noches doctor Saga.

—     Seiya, no sabía que tenías guardia.

El doctor era Saga de Géminis, un excelente cirujano de ojos verdes y largos cabellos azules, las chicas se desmayaban por él pero sabía que lo de ese caballero eran los chicos, después de todo conocía a su novio Shaka.

—     Es la primera vez que estoy aquí—decía el muchacho castaño.

—     Comprendo, espero que no te resulte pesado.

—     Eso espero.

Durante las primeras dos horas el joven Seiya no tuvo mucho que atender, eran situaciones más bien sencillas e incluso de abastecimiento pero no quedaba nada más por hacer, así que no estuvo por demás que sintiera deseos de despejarse un poco y salió a tomar un poco de aire, la noche estaba fría y en silencio. Se dirigió por el largo pasillo silencioso a la salida que daba a la parte posterior de la entrada de las ambulancias, no había nadie en ese instante. Pudo respirar con calma, vio el cielo estrellado, incluso pensó en beberse algo caliente pero al final no lo hizo, todavía no era su descanso, prefería mantenerse atento a sus labores.

Se limitó a cerrar los ojos durante unos breves instantes y permitió que el tiempo solo pasara con tranquilidad.

 

**********

 

Después de unos minutos estaba por volver al interior cuando escuchó el sonido característico de la sirena de una ambulancia, en unos instantes ya estaba Saga a su lado y otros médicos, algo estaba sucediendo y se preparaban para recibirlo. Al verlo el de cabellos azules le habló con prontitud.

—     Prepárate Seiya, es el resultado de una volcadura.

El joven castaño no dijo nada, en ese instante los paramédicos abrieron la puerta de la ambulancia y bajaron primero en una camilla a un muchacho, se acercó mientras les daban los signos vitales y les informaban lo ocurrido, había sido un accidente, el automóvil en el que viajaban unos muchachos había patinado sobre el pavimento y chocó para después volcarse y quedar contra un muro de concreto. Era grave. Saga daba sus instrucciones velozmente y el castaño estaba dispuesto a ser de ayuda pero en el justo instante que iba a separarse sintió como el joven presionaba su mano.

—     Vas a estar bien—le dijo.

Observó al muchacho, estaba casi inconsciente y movía los labios, parecía querer decir algo, cuando entraron a la sala de traumas tan solo pudo acercar su oído a esos labios y escuchar lo que decía.

—     ¿Cómo está ella?—preguntaba débilmente.

—     Lo averiguaré—dijo Seiya.

No había tiempo para nada más, de inmediato el médico de cabellos azules estaba entrando en acción ordenando estudios y encargándose de que el joven estuviera lo más estable posible, en emergencias así era, no se perdía el tiempo. Seiya tuvo así su primera experiencia de lo que era asistir en emergencias, todos trabajaban velozmente y no había lugar para las equivocaciones; se mantuvo tranquilo y siguió fielmente las instrucciones que le daban hasta que parecía que el joven estaba estable, aún faltaba para saber todo el daño del accidente pero por el momento parecía que lo lograría.

—     ¿Cómo te sientes Seiya?

—     Estoy bien doctor Saga, aunque es la primera vez que asisto en una situación de este tipo, todo es veloz—reconoció con voz suave.

—     Lo hiciste bien.

—     Gracias. Quisiera saber de la otra persona.

—     Supongo que la doctora Saori es quien sabe.

Seiya fue a la otra sala y a través de las puertas se dio cuenta que ya habían dejado de trabajar, aparentemente la doctora Saori, quien era una magnífica traumatóloga, había hecho lo posible pero no fue suficiente, uno de los enfermeros que la había asistido salía en ese momento.

—     Hyoga.

—     Seiya ¿Qué pasa?

Hyoga era también enfermero y los dos se conocían, no eran grandes amigos pero simpatizaban cuando llegaban a encontrarse.

—     ¿Qué sucedió con su paciente Milo?

—     ¿La chica del accidente? No lo logró Seiya, la doctora Saori hizo todo pero…ella venía muy grave.

—     Es una pena.

—     Si ¿Qué tal su caso?

—     El chico parece estable.

—     Que bien.

No se dijeron mucho después de eso y se separaron, el castaño sentía que sería una pena tener que informarle al joven lo ocurrido.

Unas horas después se presentaron algunas personas, Seiya seguía con su trabajo y terminaba de revisar los signos vitales del joven del accidente de auto, justo al pasar por la sala de espera le hablaron.

—     Enfermero.

Dio vuelta y se encontró con cinco personas pero solo una de ellas hablaba, un hombre alto de cabellos negros y mirada verde, con una expresión inmutable en su apuesto rostro, como si estuviera acostumbrado solo a ser escuchado.

—     ¿En qué puedo ayudarles?—preguntó Seiya.

—     Buscamos a unos familiares, tuvieron un accidente.

El de mirada parda de inmediato supuso de quienes se trataba pero era necesario asegurarse antes de decir nada.

—     ¿Quiénes son?

—     Pandora Heinstein y Radamanthys de Wyvern.

—     Llamaré a sus doctores para que hablen con ellos, por favor, esperen unos instantes, no tardaré.

El joven de inmediato buscó a Saga y a Saori, les dijo que los familiares de los jóvenes del accidente estaban presentes, los médicos fueron y hablaron con ellos; Seiya observó como se mantenían unidos y escuchaban lo ocurrido sin hacer un sólo movimiento ni decir una sola palabra, era como si se mantuvieran inmutables ante lo que escuchaban, como con frialdad ante los eventos; se dijo a sí mismo que debían ser parte de una cultura muy ajena y antigua a la suya para comportarse así, pero aunque no lo comprendía lo respetaba, debía hacerlo.

Durante las horas siguientes el joven Radamanthys permaneció sin despertar, sus signos vitales marchaban bien, sin duda era un muchacho fuerte y eso estaba ayudando a que no se presentaran mayores problemas. El encargado de asistir a ese joven convaleciente de cabellos dorados fue justamente Seiya, por eso fue quien estaba a su lado cuando el de los ojos también dorados finalmente despertó.

El castaño se dio cuenta y se acercó a la cama con suavidad.

—     ¿Cómo te sientes?—le preguntó con delicadeza.

—     ¿Dónde estoy?—preguntó él y se veía desorientado.

—     Tuviste un accidente y estás en el hospital.

De pronto el joven de cabellos rubios se agitó y preguntó.

—     ¿Y Pandora? ¿Cómo está Pandora?

—     Tienes que calmarte, debo avisar el doctor que estás despierto.

—     No, quiero que me digas dónde está Pandora.

Y al decirle eso le sujetó la mano con fuerza, el castaño supo que no tenía sentido tratar de ocultarle las cosas, esos ojos dorados pedían una respuesta.

—     Dime la verdad—dijo Radamanthys.

—     Ella no lo logró, lo siento.

Vio como el joven guardaba silencio absoluto pero aún tardó unos momentos en soltar su mano, cuando lo hizo Seiya salió y llamó a Saga, necesitaba que el médico le expusiera su situación cuanto antes.

—     Doctor Saga.

—     ¿Qué sucede Seiya?

—     El paciente despertó.

—     Son buenas noticias, hablaré con él.

De inmediato los dos fueron a la habitación y el joven permanecía como pensando en algo. El de mirada parda estuvo ahí mientras el médico le explicaba su situación, que a pesar del aparatoso accidente confiaba en que no tendría secuelas muy graves y podría recuperarse por completo, aunque tendría que descansar y necesitaría de cuidados por algunos meses. A todo el joven se mostró indiferente.

Al salir de la habitación Saga le habló de nuevo a Seiya.

—     Es necesario contactarnos con la familia y que sepan lo que sucede—ordenó el de cabellos azules.

—     Me encargaré—dijo el enfermero.

—     Tendrás que llamarles, no se quedaron en el hospital.

Eso al joven castaño le pareció extraño, generalmente en esos casos al menos un familiar se quedaba en el lugar hasta tener noticias, de todas formas se encargó y se comunicó con los parientes de Radamanthys pero estos tardaron en presentarse. Cuando lo hicieron se dio cuenta que actitud fría y distante que vio la primera vez era la misma que mostraban ahora que el joven había despertado.

Aunque el joven pasó más días en el hospital Seiya atestiguó que no tuvo muchas visitas de sus familiares, como era su paciente era probablemente quien más lo veía; en muchas maneras el de cabellos rubios era un buen paciente, no daba problemas y hacía caso de las indicaciones, no se quejaba y tomaba sus medicamentos pero de alguna forma le daba la impresión que también era una persona muy solitaria.

 

**********

 

En una de las ocasiones que tenía que verificar el estado de Radamanthys el joven castaño estaba en la habitación pero no había nadie más.

—     Marcha muy bien—comentó—De seguir de esta manera podrá dejar el hospital dentro de poco.

—     Gracias—se limitó a decir el rubio.

En ese justo momento llegaron dos personas más, una era el mismo hombre que le hablara por vez primera preguntando por él, y la otra era un alto hombre corpulento, con un aspecto algo huraño.

—     Radamanthys—dijo el primero.

Seiya leyó los monitores y tomó aprisa sus lecturas, siendo familia sin duda querrían charlar a solas pero para su sorpresa no esperaron a que saliera de la habitación sino que empezaron a hablar.

—     Todo lo de Pandora está en orden—continuó el caballero—El resto de la familia comprendió que en tu estado no estuvieras presente. Lycaon y yo dejamos todo resuelto.

El joven guardó silencio.

—     Cuando salgas tendrás que hacerte cargo en tu casa—le informó el otro hombre—Si algo te hace falta sólo debes decirlo.

El muchacho de los ojos castaños estaba por salir cuando se dio cuenta de la manera en que el joven de los ojos grises actuaba, se veía incómodo, podrían ser su familia pero no mostraban mucho tacto en hablar de un tema tan delicado. Aun así salió preguntándose qué clase de familia eran ellos, dudaba que fueran sus padres pero no parecían ser un apoyo para los momentos de dificultad que atravesaba el joven, sin duda sus relaciones eran complicadas.

El enfermero seguía con su labor y siempre se mostraba amable pero no dejaba de notar lo reservado que actuaba el joven de ojos dorados, sólo esperaba que recuperarse no le fuera tan complicado. Además su familia no volvió a visitarlo.

Esa misma semana alguien nuevo se presentó en el hospital, era un joven de cabellos morados y  de ojos del mismo color, que sin más entró a la habitación del rubio que estaba convaleciente.

—     Radamanthys.

—     Aiocos.

Sin duda era alguien agradable, al menos el de cabellos dorados se veía más entusiasmado de verlo que a sus parientes.

—     ¿Cómo has estado Radamanthys? Me enteré de lo sucedido y vine a verte en cuanto pude, perdona por no estar aquí antes.

—     Me encuentro mejor Aiocos, gracias por venir.

—     Lamento lo que sucedió.

—     Lo sé, no te preocupes.

—     Fue un accidente terrible.

—     También lo sé.

Estuvieron hablando un poco más, parecían comprenderse bastante bien, y en medio de la charla apareció Seiya.

—     Buenos días—dijo amablemente—Veo que tiene visitas.

El visitante se mostró amable mientras revisaba los signos del joven de mirada dorada con velocidad.

—     Tengo que irme Radamanthys, vendré otro día con calma.

—     Gracias por tu visita Aiocos.

El de cabellos morados salió pero no se marchó, cuando el castaño dejó la habitación lo encontró en el pasillo.

—     Enfermero—le habló.

—     ¿Sí?

—     ¿Podría decirme cómo se encuentra Radamanthys? La verdad es que él no me dijo mucho de su estado.

—     Progresa satisfactoriamente—le respondió con amabilidad— Esperamos que su alta sea esta misma semana.

—     Entonces ¿podrá ir a su casa?

—     Sí, aún tendrá que estar bajo ciertos cuidados y será necesario que haga algunas visitas más al hospital, pero no será necesario que siga aquí.

—     Ya veo, muchas gracias.

—     ¿Eres su amigo?—preguntó el de mirada parda.

—     Sí.

—     Perdona que pregunte pero es que su familia apenas si ha venido, por eso supuse que eras un amigo.

—     Ellos deben estar ocupados con lo de Pandora, por lo que sé llevaron sus restos a su lugar de origen.

—     Fue una pena lo que sucedió.

—     Sí.

—     ¿Ellos dos eran familia?—preguntó sin poder evitar la curiosidad—Vi que sus parientes estuvieron por igual aquí.

—     Algo así, ellos dos iban a casarse.

—     Ignoraba eso.

—     Es una cuestión de familia, de sus familias.

—     Comprendo.

—     Muchas gracias.

—     De nada.

Pero cuando el joven de los ojos morados se marchó Seiya se quedó pensando, no esperaba escuchar algo así, sin duda debía ser muy difícil para Radamanthys el haber perdido a su prometida, era una pena, los dos eran tan jóvenes. Pero también sabía que era mejor no involucrarse de manera personal con los problemas de los pacientes, seguiría haciendo su trabajo, era lo mejor.

Sin embargo iba a suceder algo que iba a trastocar sus intenciones de no intervenir en nada de lo que atañía al de cabellos dorados.

Seiya continuó con su labor como enfermero, seguía tratando con Radamanthys y era muy atento con él, cada vez que le era posible se presentaba en su habitación para preguntarle cómo se encontraba y si no necesitaba algo, después de todo tenía que pasar por su pérdida y estaba más bien solo ya que no hubo visitas, si necesitaba algo esperaba poder ayudarlo. Sin embargo el de ojos dorados continuaba siendo muy serio y nunca necesitaba nada, leía mucho y a veces parecía que pensaba en algo con mucha intensidad y el joven castaño se dijo que necesitaría tiempo para terminar de recuperarse.

Cuando Radamanthys estaba por ser dado de alta del hospital Seiya fue llamada por Saga por una cuestión particular. El castaño se dirigió al consultorio del de cabellos azules y permaneció en silencio mientras esperaba por lo que necesitaba decirle. No esperó demasiado por cierto.

—     ¿Quería verme doctor Saga?

—     Así es Seiya, quiero proponerte algo.

—     ¿Qué sucede?

—     El joven Radamanthys de Wyvern está por ser dado de alta.

—     Son buenas noticias.

—     Así es pero como sabes necesitará un tiempo de ciertas atenciones. Me preguntaba si estarías dispuesto a seguir siendo su enfermero en ese tiempo.

—     ¿Qué sea su enfermero particular?

—     Así es Seiya, has sido su enfermero aquí y lo conoces—le explicaba el médico— ¿Lo considerarías?

El joven de ojos pardos lo pensó con seriedad por unos instantes pero en realidad no tardó en decidirse.

—     Me gustaría aceptar—dijo Seiya.

—     Muy bien, tendremos todo arreglado.

Así fue como el joven Seiya se convirtió en el enfermero de Radamanthys y estaría apoyándolo mientras terminaba de recuperarse.

 

**********

 

Una mañana de esa misma semana los dos estaban en la casa de Radamanthys, no hubo problemas en arreglar todo lo necesario a nivel administrativo para que el castaño siguiera con su labor fuera del hospital; así que el joven enfermero había ayudado en todo para su traslado pero era la primera vez que veía la casa. Se trataba de una bonita propiedad en las orillas de la ciudad, lo cual le permitía tener un toque de naturaleza muy marcado gracias al jardín que conectaba con un parque.

—     Estamos en su casa—decía con una sonrisa el castaño—Podrá terminar de recuperarse aquí.

Pero el de Wyvern solamente guardaba silencio, no cambiaba demasiado de como había sido en el hospital.

Entraron por la amplia reja de hierro que mostraba un par de dragones de dos patas, guivernos por lo que podía adivinar, muy medievales. Y el castaño de inmediato se encontró en el interior con un hermoso sitio para vivir, muy al estilo nórdico clásico pero le pareció comprensible pues ya sabía que el de mirada dorada venía de una tierra lejana de la que jamás había escuchado hablar: las Islas Feroe. Pero parecía un sitio de muchas tradiciones que eran resguardadas celosamente. Aunque no por eso resultara menos llamativo.

—     Su casa es hermosa—decía Seiya.

—     Mi habitación es por ahí—dijo él.

Le señaló la dirección y el de mirada parda empujó la silla de ruedas con habilidad, el joven aún tenía enyesada una pierna y lesionado seriamente un brazo así que no podría moverse por un tiempo por su cuenta y necesitaba de alguien que lo ayudara no solo a recuperarse sino también en sus labores cotidianas, para eso estaba Seiya. Para eso y para vigilar que su salud sanara, que marchara por completo.

Llegaron a la habitación, un sitio amplio y bien acomodado, aunque algo espartano, y el de ojos pardos lo ayudó con prontitud y suavidad a que quedara en su cama.

—     ¿Está cómodo?—preguntaba con amabilidad.

—     Sí.

—     ¿Hay algo en especial que deba saber de su casa?

—     Es como cualquier casa.

—     Ya veo, me refería a si desea decirme algo en especial del lugar.

—     Antes que nada deja de hablarme de usted, es incómodo—dijo cortante el de cabellos dorados.

—     Yo sólo…

—     Puedes ver la casa por tu cuenta, si consideras que algo es necesario para tu estadía adquiérelo.

—     Está bien.

—     Eso es todo, quiero descansar.

—     Muy bien Radamanthys—dijo el castaño muy gentilmente—Puedes decirme Seiya si lo deseas.

Con eso y una sonrisa dejó la habitación, seguramente necesitaba ese tiempo a solas y él no se lo tomaba a mal.

Así pues en los días que vinieran desde que el de ojos dorados abandonara el hospital el joven enfermero se puso de inmediato al tanto de la casa y de cómo funcionaba, tomaba su lugar y atendía al joven convaleciente tratando al mismo tiempo de hacerle su estancia lo más cómoda posible para que su recuperación fuera óptima y veloz. En realidad no había nada que reprochar en la conducta de ambos, aunque el de Wyvern se mostraba siempre muy cerrado y apenas si hablaba de algo.

En ese mismo tiempo Seiya aprendió bastante sobre las costumbres del joven Radamanthys, era disciplinado y centrado; muchas veces había algo que llamaba su atención y si llegaba a preguntar él le respondía pero también se daba cuenta que a pesar de saber sobre Pandora en realidad no parecía que en la casa hubiera nada de ella, no estaba seguro de qué pensar al respecto.

En cierta ocasión Radamanthys estaba ocupado, Seiya sabía para esas alturas que entrenaba con frecuencia en la medida de sus posibilidades físicas y como era de ayuda para su recuperación procuraba que nada lo perturbara en esos momentos. Por eso cuando el teléfono de la casa empezó a llamar tomó la llamada de inmediato.

—     Buenas tardes, residencia Wyvern—dijo el castaño formalmente.

Lo que le dijeron fue corto y le pareció más un mensaje que una llamada pero de todas maneras lo recibió atentamente y dispuesto a comunicarlo.

—     Se lo diré—dijo el enfermero.

Unos instantes y la llamada terminó, cuando vio a Radamanthys de nuevo sabía que el joven estaría descansando.

—     Llamó tu familia Radamanthys—le informó— Dicen que todo está solucionado y que vienen de regreso.

—     Gracias.

—     Al menos con ellos por aquí de vuelta no estarás tan solo.

—     Mi familia no vive conmigo.

—     Pero sin duda te visitarán.

—     No lo harán Seiya.

Eso desconcertó al enfermero y prefirió no insistir, más bien se dedicó a seguir con sus labores pero estaba convencido que fueran como fueran los lazos familiares parecía que a Radamanthys le costaba trabajo congeniar con los suyos. Aunque claro que no era la primera vez que veía algo como eso ¿Qué familia no tenía sus diferencias? Era mejor no intentar intervenir de ninguna manera.

Apenas al día siguiente el de cabellos dorados le pidió que se hiciera cargo de unas compras, le dijo específicamente a que sitios ir y que pedir, le dio una lista pero el castaño no comprendía su idioma así que se limitó a seguir las instrucciones, fue a los lugares indicados y mostró la nota, lo atendieron con velocidad y sin apenas decirle una sola palabra pero tenía todo lo ordenado y volvió con ello.

Cuando se lo dio a Radamanthys éste le dio las gracias con educación pero también parecía querer estar a solas.

—     Si necesitas algo por favor llama Radamanthys.

Aunque no necesitó ayuda el de ojos pardos no tardó en saber que era lo que el joven había estado haciendo. Estuvo encargándose de acoplar una especie de altar pequeño y personal a la memoria de alguien, no comprendía varias cosas de la cultura de él pero las respetaba por completo. La imagen del altar era de Pandora o al menos eso adivinó. Se trataba de una chica de largos cabellos oscuros y ojos violetas, guapa de cierta manera, aunque él no fuera de mujeres. Elegantemente vestida con un bonito traje de tarde, guantes y sobrero haciendo juego, su mirada era retadora de cierta manera.

En un primer momento se dijo que era muy normal y natural que quisiera vivir el duelo por haber perdido a su prometida pero la verdad era que Radamanthys casi nunca pasaba tiempo ahí.

Apenas unos días después el de ojos dorados estaba ejercitándose tanto como su condición se lo permitía, ya no era necesario que mantuviera inmóvil su brazo pero aún tenía enyesada su pierna y requería de la silla de ruedas pero al menos tenía algo más de movilidad; fue por esa movilidad que al terminar con su ejercicio se decidió a dar una vuelta por la casa. Se convenció que Seiya la mantenía perfectamente pero también descubrió algo.

En el altar a la memoria de Pandora había algo que él no había puesto: flores. Así que sólo alguien pudo hacerlo.

—     Seiya—llamó.

—     ¿Sí? ¿Qué deseas Radamanthys?—preguntó el de mirada parda apareciendo de inmediato.

—     ¿Qué hacen esas flores ahí?

—     Yo las puse.

—     ¿Por qué?

—     Perdona Radamanthys, no quería ser irrespetuoso.

—     No debes intervenir en esto—dijo él de manera terminante.

—     Lo lamento. Yo sólo deseaba hacerle una pequeña ofrenda.

Entonces el rubio se quedó en silencio, parecía pensar en algo con profundidad y habló de nuevo.

—     Está bien Seiya, a Pandora le gustaban las flores.

Pero un pesado silencio cayó entre los dos y el morocho se atrevió a hablar de nuevo con gentileza.

—     Lo que ocurrió fue un accidente Radamanthys, no fue tu culpa.

—     No me siento culpable por eso.

Entonces parecía que el de ojos dorados iba a alejarse pero antes de hacerlo le dijo algo más al enfermero castaño.

—     Pandora y yo íbamos a casarnos pero nunca la quise.

Seiya no tuvo la menor idea de que decir ante eso ni ante lo siguiente que escuchó del de cabellos rubios.

—     ¿Qué clase de hombre no se siente morir por perder a su prometida?

—     Radamanthys.

Pero él no se quedó, se fue a su habitación y el de ojos pardos no tenía idea de que hacer o decir, tan sólo miraba la fotografía de esa muchacha que había fallecido.

La verdad de esa historia era que Pandora y Radamanthys se conocían de toda la vida, ambas familias pasaban tiempo entre las Islas Feroe y Alemania, la tierra de cada uno, fue por eso que sus familias habían arreglado desde pequeños un compromiso para ambos y ellos lo habían aceptado pero en realidad nunca se habían comprendido. Su carácter y forma de ser y de ver la vida era demasiado opuesto, los dos con personalidades que no cedían y acostumbrados a hacer su voluntad declaraban que habría un choque inevitable. Y cuando tomaron conciencia de que se trataba de una fusión comercial para mejorar negocios de sus parientes no facilitó las cosas en ninguno de los dos. Muchas cosas sin aclarar rondaban en ambos.

La noche del accidente ambos iban en el vehículo, como se estaba haciendo usual discutían ya fuertemente. Radamanthys pensaba en el futuro, cambiar de espacios, alejarse de las maquinaciones de sus parientes que los veían como peones en el juego de las alianzas comerciales pero Pandora se apegaba a la tradición, no quería marcharse y abogaba por que cuando se casaran se quedaran con la familia y continuarían con los planes que tenían para ellos. Y ninguno de los dos cedía en sus posturas. Terminaron disgustados e iban en silencio y sin mirarse.

—     Quisiera comprender porque eres tan testaruda Pandora, lo mejor que podemos hacer es terminar con este compromiso, no te gusto y no me gustas, no entiendo para que seguir adelante entonces.

—     Mi familia ha decidido y haré lo que me piden, es lo mejor para todos—fue la respuesta de ella.

—     ¿Y para nosotros? ¿Qué es lo mejor para nosotros?

—     Para mí servir a mi familia, para ti, no sé, tal vez seguir viéndote a escondidas con tus amiguitos.

El rubio tuvo que mirarla y ella continuó.

—     ¿Crees que no lo sabía? No eres tan misterioso como piensas Radamanthys, yo sé que eres gay.

No pudo responderle, fue en ese momento cuando el vehículo derrapó y vino la volcadura y el choque y fue todo lo que él supo hasta que despertó en la sala de urgencias preguntando por Pandora.

No era el accidente lo que lo hacía sentir remordimientos, sino el que nunca amó a Pandora…y que ella sabía el motivo.

 

**********

 

Después de lo dicho por el rubio, Seiya no estaba seguro de cómo llevar las cosas con Radamanthys pero seguía cumpliendo sus labores perfectamente, el de cabellos dorados andaba más silencioso en esos días pero a pesar del silencio algo más estaba pasando entre dos. La cuestión era que el de ojos dorados estaba mirando demasiado a su enfermero, sentía que no debía hacerlo pero lo hacía y eso lo confundía y si había algo que molestara al joven Wyvern era sentirse confundido.

Las cosas se estaban tensando con velocidad aunque los dos pretendían que nada ocurría, por eso Seiya seguía intentando que Radamanthys se abriera más aunque no parecía lograrlo. Y eso también tenía que ver con que atestiguaba a pesar de su silencio y su hermetismo el tipo de hombre que era, uno realmente fuerte, serio, inteligente, le agradaba y el de cabellos dorados no era tonto, terminó dándose cuenta. De la misma manera era muy capaz de ver que ese chico a su lado tenía una especie de reserva ilimitada de alegría, aunque no por eso dejaba de ser determinado y fuerte. Pero ¿Qué se podía hacer al respecto? La situación no era ideal de ninguna manera.

Sin duda su situación era complicada, cada uno se daba cuenta que le gustaba el otro pero sentían también que no había manera que se acercaran después de lo sucedido en el accidente. Todo era más complicado porque Radamanthys se había recuperado y ya no era necesario que Seiya continuara a su lado.

—     Me alegra que estés tan mejorado Radamanthys.

—     Gracias.

—     Ahora que quitaron el yeso de tu pierna podrás retomar tu vida por completo, seguir adelante.

—     Sí.

—     Es una buena noticia ¿No crees?

Pero el joven rubio permanecía bastante taciturno. El castaño se limitó a recoger sus cosas y con ellas en mano estaba listo, había llegado el momento de irse de ese sitio. Pero al avanzar hacia el de ojos dorados le pareció que le faltaba la fuerza para irse pero sabía que tenía que hacerlo.

—     Me da gusto que estés recuperado Radamanthys, en verdad, ya es momento de que me vaya.

Pero el otro no respondió.

—     Cuídate—le dijo con una sonrisa.

Al estar por irse fue cuando el de Wyvern habló.

—     ¿Tanto te agrada irte Seiya?

—     No es eso Radamanthys, no lo digas siquiera.

Y el castaño parecía verdaderamente apenado de tener que marcharse y dejarlo solo en esa casa y el otro se dio cuenta, se acercó y lo vio ruborizarse cuando se colocó enfrente y supo que no tenía ni un momento por perder: lo tomó por las muñecas con un poco de fuerza y lo atrajo contra su cuerpo para besarlo al segundo siguiente. En un primer momento Seiya intentó rechazarlo pero al final le correspondió.

—     Seiya…

Pero el de ojos pardos se separó confundido, no podía actuar de esa manera, no era posible. Ambos se miraron sin poder dar una explicación a lo que había sucedido y lo único que sintieron que podían hacer era separarse. Y así lo hicieron, sin palabras ni nada, sólo se separaron.

Seiya regresó a sus labores sin haber visto de nuevo a Radamanthys, no tenía sentido hacerlo pero no por eso estaba menos confundido, la verdad era que le hubiera gustado conocer al de ojos dorados bajo otras circunstancias pero en aquellas en las que se encontraban se decía que lo mejor era dejarlo ir. Lo más grave era que no sólo él estaba confundido. El de los Wyvern también pensaba en ese sonriente castaño que había cuidado tan devotamente de él.

Radamanthys pensaba en Seiya y la pregunta que lo dominaba era una ¿Por qué? Ese muchacho castaño se había metido en su vida apenas sin sentirlo, con su sonrisa alegre y su expresión de radiante juventud, además de su determinación por ayudarlo en todo ese tiempo. No terminaba de comprender que actuara de la manera en que lo había hecho, simplemente dejándose llevar, sintiendo que lo único que tenía sentido en su vida era que ese chico estuviera en ella

No acababa de decidirse sobre el camino a tomar cuando alguien llamó a su puerta y fue a recibirlo.

—     Hola Radamanthys.

—     Hola Aiocos.

—     Vine a verte, apenas si he tenido tiempo, veo que ya estás mucho mejor.

El de cabellos morados entró a la casa pero después de una rápida mirada el recién llegado tuvo que preguntar.

—     ¿Y tu enfermero Radamanthys?

—     Se fue—y sin poderlo evitar agregó algo—Fue lo mejor.

—     ¿De qué hablas? Parecía un chico atento.

—     No importa.

Con eso Aiocos supo que algo había sucedido, cuando el de ojos dorados se ponía como a la defensiva era por un buen motivo.

—     ¿Qué ocurrió Radamanthys?

Por su parte el de los Wyvern sabía que no tenía mucho sentido tratar de ocultarle algo a Aiocos, su amigo era demasiado astuto como para darse cuenta si mentía y descubrir lo que ocultaba, lo mejor con él era ser directo. Le contó en poco tiempo lo que ocurrió y el de cabellos morados lo escuchó todo sin interrumpir.

—     ¿Qué es lo que quieres hacer Radamanthys?

—     Debo actuar con  honorabilidad Aiocos, mi prometida murió hace meses y yo ya estoy besando hombres, eso no es aceptable.

—     Sólo eres humano.

—     No debo actuar así, no debo sentir de esta manera.

—     Radamanthys, te ibas a casar por compromiso, uno arreglado por tu familia y con una persona con la que nunca te entendiste, de hecho nunca te has entendido mucho con tu familia, hasta donde recuerdo siempre quisiste otra vida. Hablabas de ello con tanta seriedad, al menos hasta ese asunto del compromiso.  

Sin embargo veía que a su amigo le costaba aceptarlo.

—     Lo de Pandora fue una desgracia Radamanthys pero tú sigues vivo y no es culpa de nadie el que puedas querer a otra persona, a un hombre, no eres alguien terrible ni un monstruo por tener sentimientos.

—     No debería ser así Aiocos.

—     Creo que si te preguntas a ti mismo encontrarás lo que en verdad quieres, todo está en tus manos Radamanthys.

Le dio un par de palmadas en el hombro y se retiró, el otro necesitaría un tiempo a solas y el de cabellos rubios se quedó pensando.

En todo ese tiempo a pesar de su compromiso sentía que había estado recorriendo el camino de la vida solo, sentía dudas y una especie de vacío en su interior, sin alguien en quien apoyarse, como si tuviera el alma atada a algo más que controlara su destino… excepto por Seiya. Ese muchacho era diferente, especial, único, como si al estar a su lado se convirtiera en su hogar, su lugar al cual ir para resguardarse y su fe en el porvenir regresara, podía sentirlo, estando a su lado todo tenía sentido y un sitio pero sin él de nuevo quedaban las dudas y la confusión.

Era momento de decidirse.

Seiya estaba callado y pensativo, sus compañeros y los demás ya se habían dado cuenta pero el joven castaño no les había dicho ni una palabra de lo que le ocurría, cumplía con su trabajo pero seguía pensando en Radamanthys. Le hubiera gustado saber que estaba bien pero no se animaba a acercarse a él de nuevo. El joven había pasado por lo de perder a su prometida y no quería confundirlo más con su presencia. Al menos eso se decía, era en parte verdad, lo que no reconocía era que lo asustaba por vez primera sentir por alguien lo que sentía por ese rubio.

Pero aun así le hubiera gustado verlo.

Al terminar con su horario se dispuso a marcharse y en camino a su hogar se dio cuenta que había alguien esperándolo.

—     Radamanthys.

Y al verlo acercarse sintió que su corazón latía más aprisa.

—     Necesitamos hablar—dijo el otro.

—     Está bien—dijo él.

Pero no se movían de donde estaban así que el de cabellos rubios supo que lo mejor era continuar.

—     La verdad Seiya es que esto me confunde, no esperaba que me gustara un muchacho y mucho menos uno como tú, tan diferente a mí en muchas cosas. Pero me gustas y quiero tener la oportunidad de estar a tu lado.

—     Me gustas Radamanthys, demasiado—reconoció el castaño—Para mí también es una sorpresa sentirme así pero sólo puedo imaginarme lo difícil que es para ti lo ocurrido, el accidente y todo lo demás, sé que tomara tiempo y yo no quiero ser quien presione o te confunda o…

Pero en ese instante el de cabellos dorados lo silenció con un beso.

—     Déjame estar a tu lado Seiya, eso es todo lo que pido.

Al verlo a los ojos fue el castaño quien lo beso.

 

**********

 

Las cosas entre los dos fueron mejores con el tiempo, seguían juntos y habían logrado afianzarse como una pareja y su relación era estable. En un primer momento el castaño se preocupó por lo que pudiera decir la familia del de Wyvern pero este tomó la actitud de que podían pensar lo que quisieran que a él no le interesaba. Ya que no supo de ninguna protesta formal o informal ni nada parecido terminó por dejarlo de lado simplemente.

Así que continuaron conociéndose y aprendiendo más uno del otro, lo cual los llevó de gustarse a quererse y desde ahí solo era un paso para enamorarse. Por lo cual no  era inusual que cuando tenían tiempo libre lo pasaran juntos.

Radamanthys permanecía sentado en el sofá, no hacía nada en particular pero si estaba haciendo algo, observaba como Seiya se encargaba de algunas cosas, veía su cabello castaño tan sedoso y brillante; también notaba como todo su cuerpo se rodeaba de una especie de gracia muy especial sin siquiera parecer buscarlo, no era algo aprendido, era algo completamente natural de ese muchacho de ojos pardos que incluso tarareaba una melodía en esos instantes sin prestarle atención.

Era tiempo de cambiar eso.

Entre las cosas que hacía el joven castaño estaba acomodando la ropa de los dos, no le molestaba ya que era su turno y aunque no lo pareciera se había dado cuenta que el joven de mirada dorada lo observaba, pero no sabía lo que atravesaba por sus pensamientos. Siendo así seguía con lo suyo hasta que pasó delante del rubio llevando unas camisas, de repente el de que estuviera convaleciente lo tomó por el brazo para atraerlo delante de él mientras la miraba. Al joven de los ojos pardos le daba la impresión que en ese momento era como si su compañero lo mirara por debajo de su ropa.

El de los ojos dorados no quería esperar más. Lo estrechó por la cintura y lo hizo que dejara caer la ropa.

—     Radamanthys—trató de decir.

—     Seiya—dijo él.

Y fue todo lo que pudieron decir en ese momento porque un segundo después el de Wyvern lo estaba besando sin permitirle hacer otra cosa que responder a sus besos, lo cual por cierto el castaño hacía sin pensarlo mucho. Pero los besos no podían serlo todo, no para Radamanthys, había visto a esa encantador muchacho con demasiada atención como para negar que le atraía y mucho, tenía una bonita silueta que delineaba esa ropa, a pesar de lo recatada que fuera él notaba claramente las elevaciones y depresiones, como si fueran un mapa, uno que deseaba recorrer cuanto antes.

Para Seiya, por su parte, Radamanthys era un joven bien parecido, exótico y a pesar de lo delgado de su cuerpo muy fuerte, lo había llegado a ver cuando entrenaba y le había parecido como un guerrero de lejanos tiempos que unía su cuerpo y su mente para todo. Y todo eso le había gustado, demasiado, le gustaba tanto como esas manos que lo acariciaban y que no le permitían moverse del sitio en que lo habían colocado. En eso sintió como una varonil mano iba más abajo de su cuerpo y llegaba a su cremallera la cual estaba siendo abierta.

Para el joven de ojos dorados era excitante sentir lo que no podía ver, esa suave piel que se sentía tibia, las firmes piernas y en la parte más alta la masculina unión que deseaba sentir, pasó su mano con cuidado por entre los muslos del joven castaño y lo sintió responder con un suave gemido contra sus labios.

—     Radamanthys—murmuraba.

Para él fue como una invitación pues nada en esa voz le decía que no le gustara, así que su mano siguió explorando y primero acarició con cuidado sobre la delicada tela para no tardar en descubrir una forma de traspasarla, siendo así sus dedos encontraron la ruta para llegar a sus redondas y firmes nalgas, las acarició con cuidado, lo sintió responder a sus caricias permitiéndolas y estrechándolo un poco más, sin duda estaba respondiendo con todo su cuerpo pues gemía delicadamente. Era todo lo que necesitaba antes de seguir con su deseada labor.

El de los ojos dorados tuvo que usar ambas manos para su siguiente movimiento, uno seguro y decidido, desabrochó velozmente los pantalones de su compañera para dejarlos caer al suelo, después fue quedar de rodillas delante de él y sin decir nada empezó a besarle el abdomen y descendió un poco más para llegar a su vientre. El castaño le acarició el cabello y el rubio no resistía seguir de esa manera, así que una vez sus manos se deshicieron de algo que no quería en su camino y fue la ropa interior de su compañero. En todo ese tiempo Seiya no había objetado nada de lo que estaba pasando, hasta ese momento no había pensado mucho en lo que sería un compañero como Radamanthys en la intimidad y aumentaba su excitación el estar a un paso de descubrirlo.

El castaño sentía como lo besaba y lo acariciaba de forma íntima, deliciosa, y lo ayudó a abrirse la camisa y quitarse su camiseta, permitiendo que lo probara con sus labios y lo acariciara con su lengua y todo eso le gustaba y lo disfrutaba bastante. Fue ese el momento que eligió el rubio para acariciar ese tierno sexo que se mantenía entre ambos, primero solamente con sus dedos para después ser más firme y acariciarlo con cierta fuerza, dejándose sentir e imponiendo su ritmo a los acontecimientos. Necesitó moverse un poco y para eso separó los tersos muslos de su castaño, dejándolo al descubierto, y sin aguardar lo besó en la base del tronco para después llevar el glande a sus labios, sin esperar demasiado fue llevándolo al interior de sus labios y se dispuso a ser complaciente con ese chico que lo hacía feliz.

Por unos momentos Seiya se quedó muy quieto, mirando al techo, le parecía que temblaba un poco y su mirada empezó a cerrarse. Entonces sus caderas dieron inicio a un movimiento suave, sin ser exigente, pero que buscaba que el de ojos dorados continuara, que tomara su miembro y lo complaciera, hasta que ambos supieron que estaba completamente erguido. Pero las cosas no se terminaron en ese punto, sino que el de ojos dorados lo hizo separar aún más sus piernas y quedó completamente expuesto para él, dejando a plena vista su masculina entrada. En un primer momento nada sucedió pero después fue una caricia tibia con un dígito cubierto de saliva, rodeando el delicado sitio hasta que lo traspasó con suavidad. Después de algo de trabajo aunado a algunas expresiones de placer fueron dos los dedos que se afanaban en dilatar tan sensible sitio hasta que pareció ser suficiente y ninguno de los dos hombres en el lugar iba a aguardar demasiado en continuar.

Radamanthys no quería seguir así, necesitaba más y por eso empezó a desabrocharse su ropa y a hacerla a un lado, además de esa manera sentía con más intensidad el cuerpo del joven de ojos castaños contra él. Lo besaba y no dejaba de acariciarlo y fue justamente entre los besos y caricias que terminaron sobre el sofá una vez más pero en ese instante el morocho estaba sobre él. No querían esperar más aunque no por eso se tocaron menos, recorriendo con sus manos todo lo que podían tocar, pero ya no deseaban esperar. El de cabello rubio entró en el muchacho castaño sobre él con un poco de prisa y firmemente, lo acariciaba y guiaba sus caderas para hacerlo menos rudo y más placentero, pero era quien se imponía en esos instantes; el muchacho castaño lo sentía moverse en su interior y no estaba seguro de que hacer con sus manos pero para mantener el equilibrio se apoyó en los hombros de su compañero y ambos encontraron así cierta armonía. Gracias a eso pudieron moverse al mismo tiempo con más fuerza y más rápido.

Mientras continuaron en su danza de pasión el de ojos dorados no dejó de besar al castaño, de probar toda esa cálida piel que tenía a su alcance y disfrutaba también de mirarlo, sentirlo, escucharlo; Seiya no era una chico frío, podía ser dulce pero también muy complaciente y apasionado y eso lo tenía encantado. Por su parte la de ojos pardos verdaderamente gozaba de sentirlo en su cuerpo, de la forma en que la estrechaba y todo lo que su cuerpo hacía, tenía que apretar los labios para no gritar. En algún momento Radamanthys se quedó quieto, sólo fueron unos instantes pero antes de que el otro pudiera preguntar él estaba más cómodo y no tardó en moverse otra vez pero con más fuerza, un poco agresivo incluso pero no buscaba lastimarlo de ninguna manera, simplemente seguía los impulsos que nacían en su interior por ese muchacho sobre él. El castaño no pudo seguir guardando silencio, daba pequeños gritos ahogados y lo abrazó con fuerza sin dejar de responderle con todo lo que era a su pasión.

Justamente era la pasión la que se encargó de todo desde ese momento, nada de control ni de satisfacción personal, era simplemente entregarse y tomar con igual medida de su compañero, los movimientos se hicieron exigentes y las caricias más audaces pero lo disfrutaban por igual, el éxtasis estaba como al acecho entre ambos y hubo momentos en los que parecía que se presentaría pero aún debían seguir hasta que no pudieron más. Con algo de intensidad fue el de mirada dorada quien se dedicó a satisfacer al erguido sexo del morocho, mientras las caderas de ambos continuaban con su intrépida danza que los hacía vibrar hasta la última fibra de su ser, guiándolos al clímax completo. El de Wyvern lo expresó diciendo algo que su compañero no pudo comprender en un grito sensual y apasionado, mientras el de mirada parda exclamaba el nombre Radamanthys y algo de que nunca había estado con un hombre como él.

Después vino un poco de calma, sus esencias se habían liberado en la culminación y se tomaron unos instantes para separarse entre besos y siguieron acariciándose en silencio. Al menos fue así hasta que el de mirada castaña le preguntó algo.

—     ¿Fue tan bueno para ti como para mí Radamanthys?

—     Estoy seguro que sí.

—     ¿Qué fue lo que dijiste?

—     ¿Qué?

—     Es que creo que dijiste algo pero no lo entendí.

—     Fue algo sobre ti.

—     ¿Qué cosa?—preguntó genuinamente interesado.

El de ojos dorados lo observó intensamente, le daba la impresión que estaba resplandeciente y a pesar de encontrarse completamente desnudo y con las claras señales de la pasión satisfecha en su rostro pensó que se veía increíblemente inocente en ese momento. Lo besó antes de responder pero lo hizo.

—     Dije algo de ti Seiya, de tu cuerpo, de…

—     ¿De qué?

—     De la forma en que tu cuerpo es…complaciente.

Como lo vio sonreír de forma particular el de ojos pardos ya no insistió, le pareció que era mejor no hacerlo. Se inclinó entre su hombro y su pecho y dejó que su cuerpo descansara contra el de él y el de cabello dorado lo recibió entre sus brazos, sentía con total seguridad que nunca podría dejarlo irse de su vida. Era en verdad una suerte muy grande el haber conocido y lograr aceptar sus sentimientos, y ahora que lo hacían no había manera de que los separaran.

—     Te has quedado muy callado Radamanthys.

—     Solo… pensaba.

—     ¿En qué?

—     En…— pero parecía titubear.

—     Solo dímelo.

—     Necesito que sepas algo—dijo de pronto el de Wyvern.

—     ¿Qué cosa?

—     Que te amo.

Podría no escucharse como la declaración más romántica del mundo pero Seiya sonrió, pues al escuchar el latido del corazón del otro en su pecho supo que era completamente honesto. Era tan especial escucharlo, aunque no sabía si estaba preparado para hacerlo, pero de verdad había anhelado por ese instante, por lo cual solo quedaba una respuesta de su parte.

—     También te amo—fue su contestación.

Aunque no pudieron verse en ese instante supieron que estaban sonriendo, habían encontrado a la persona que los hacía dichosos ¿Existía algo más fuera de eso? Si así era no les importaba, no necesitaban de nada más.

Los dos estaban felices de tenerse mutuamente, de saber que todo lo que les faltaba en la vida estaba concentrado en esa persona tan especial que los quería, Seiya no podía sino ser feliz por tener a su amado Radamanthys y él porque la vida le había dado el cariño de su amado joven castaño quien había llevado el amor a su vida y ayudó a su atormentado corazón a sanar.

 

 

**********

 

FIN

 

Notas finales:

Espero que les gustara.

Si nada sucede nos leemos la semana entrante.

Atte. Zion no Bara

 


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