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Bienvenida por zion no bara

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Notas del fanfic:

Fic dedicado a Serenataurus6, Serenatenoh y Grace123, quienes deseaban algo de la pareja, espero que les guste.

Esta trama está relacionada con Despedida pero no es necesario leerla para leer este fic, aunque sería recomendable. Casi no hago continuaciones en mis tramas pero decidí darles continuidad a estos dos caballeros. 

Notas del capitulo:

Deseo que les interese y/o guste la trama, con esta nueva pareja para mí.

 

 

Capítulo I

 

Ese día como el anterior y todos los anteriores a ese, Aldebarán de Tauro se puso en pie, era un alto y fuerte hombre de músculos marcados con cabellos y ojos negros que necesitaba hacerlo para empezar a cumplir esa rutina que tan puntillosamente seguía sin perder un solo instante. Precisaba hacerlo de esa manera, seguir con su disciplina impuesta a la vida que vivía, sin permitirse que algo la interrumpiera por nada. Perder un solo día o un acto podía hacerlo caer y no iba a darse por vencido tan fácilmente. No había sido fácil superar lo sucedido, debía admitir que varias veces tan solo quiso quedarse sobre la cama y no saber más del mundo que lo rodeaba pero no se lo permitió. Se puso en pie cada día y cumplió con lo que debía hacer.

Tal vez era lo único que le quedaba y eso fue lo que lo mantuvo con vida después de todo lo ocurrido.

Ese día mientras terminaba con su rutina antes de salir de su departamento, pequeño y bien ordenado, vio el calendario y no pudo evitar darse cuenta que se trataba de una fecha especial. Era uno de sus aniversarios con Shion… Shion. Suspiró ¿La gente recordaría de esa manera? No lo sabía. Al final simplemente salió y se dispuso a hacer un par de encargos que necesitaba cumplir, era fin de semana y contaba con algo de tiempo libre, pero su tiempo libre era un asunto complicado de cubrir ya que no encontraba otra manera, continua y firme, de ocupar ese tiempo. Como fuera se encontró caminando por un sitio conocido, una calle que había cruzado antes y de repente quedó de pie ante un sitio en especial.

Una cafetería.

Era el lugar donde había conocido a Shion, aquel día en que acompañó a Saga a comprarse un disco compacto y vieron a Dohko en una mesa, se acercaron a saludar y les presentó a su amigo de cabellos verdes. Parecía otra vida ¡una vida! desde entonces. Había pasado por ahí con anterioridad, de la misma manera en que pasaba por todos esos sitios que compartieron en ese tiempo que estuvieron juntos, aunque jamás terminaba de animarse a entrar a uno. Era muy difícil para él. Pero ese día necesitaba decidirse, tal vez era el momento de hacerle frente a esos lugares, de probarse a sí mismo que continuaba hacia adelante.

Lo que no sabía al cruzar esas puertas era que tan solo en un momento las cosas iban a cambiar para siempre en su vida.

En el interior las cosas no habían cambiado mucho, unos detalles aquí y allá, un nuevo marco en las ventanas, la música de fondo, otro color en las paredes. Terminó por suspirar y se dispuso a salir, no tenía nada que hacer en ese lugar. Pero al darse vuelta para marcharse no se fijó que había alguien más, con la cual tropezó accidentalmente, de inmediato reaccionó pues la otra persona era de menor talla y por poco quedaba en el piso debido al choque.

—     Lo lamento—se disculpó de inmediato el de Tauro—No me fijé por donde iba, lo siento en verdad.

—     Estoy bien.

El otro era un chico de ojos y cabellos azules, se mostraba honesto al aceptar las disculpas que le ofrecían.

Se quedaron mirando por unos instantes, como si no supieran qué más decir, pero el de cabellos negros se dio cuenta que ese chico ante él llevaba en sus manos algo en especial, se trataba de un muñeco, un pequeño bolso, cartera, lo que se deseara, ya que su tamaño era bastante útil y además la graciosa forma de un tierno panda lo hacía sobradamente popular a pesar del tiempo. Pensar que había sido Shion quien diseñó esos personajes, un amigo abrazador, y lo había llamado a él pandita gigante, fueron sus últimas palabras para él, hacía tanto de eso…

—     Me gustan pero no me había animado a comprarlo antes—dijo como explicándose el de cabellos azules.

La manera en que lo miraba el otro hombre lo hizo pensar que se preguntaba por qué llevaba uno de esos juguetes bolsos con formas de animales, era verdad que había querido uno pero solo hasta ese día lo había comprado.

—     Entiendo eso—respondió el de mirada oscura.

Se miraron por unos instantes y apenas sin percatarse de que lo hacían, ambos se pusieron a charlar, lo cual fue agradable para ambos, aunque no pudieron sino darse cuenta de algo antes de extenderse con su plática. El de ojos oscuros se estaba riendo y el de mirada azulada también, dejando en claro que se agradaban, pero era necesario saber algo antes de continuar.

—     Me llamo Camus.

—     Aldebarán.

La música se escuchaba al fondo, la voz de esa mujer tan fascinante que era Gal Costa, pero el de ojos negros se concentró en algo más.

—     Que descortés soy—comentó el de Tauro— ¿Puedo invitarte a beber algo, un café o una soda?

El chico de los ojos azules pareció pensarlo por un segundo y al final solo tuvo una respuesta.

—     Claro ¿Por qué no?

No tardaron en tomar una mesa y ordenaron unas bebidas, un sitio en el rincón desde donde se veía todo el lugar en tonos pastel y con una ventana que mostraba la calle llena de gente que simplemente pasaba. Ordenaron, un jugo de arándonos para Aldebarán, café de vainilla francesa para el otro, y ya estaban de nuevo hablando y compartiendo sin darse cuenta que el tiempo pasaba siquiera, un encuentro casual que iba a significar tanto para los dos, aunque claro, no lo sabían aún.

La pasaron bien ese día, al grado de que al llegar el momento de despedirse no fueron capaces de solo quedarse con el conocimiento de sus nombres, necesitaban algo más que eso.

—     La he pasado muy bien contigo Camus—admitía el de cabellos negros—Ha sido un placer conocerte.

—     Igualmente—respondió el de mirada azulada—Ya que la pásam0os tan bien te daré algo.

Sin más anotó en una servilleta un número, se lo entregó al de Tauro, y aguardó sonriendo. El otro lo tomó y se dio cuenta de lo que era: su número telefónico. Para corresponderle el de cabellos negros le dio su número también.

—     Tal vez nos veamos de nuevo Aldebarán.

—     Me gustaría Camus.

Con un suave movimiento de mano se despidió el de cabellos oscuros, pagó la cuenta y se fue, dejando al otro chico en la mesa, aunque siguiéndolo con sus ojos azules de cielo. No había problemas en volver a verse.

En un primer momento solo se dejó que el tiempo pasara, Camus de Acuario estaba dispuesto a esperar por una llamada de Aldebarán de Tauro. El chico de los ojos azules no desesperó pero conforme se sumaban las horas y la distancia se hacía mayor el de los ojos azules se decidió a ser quien llamara, no había nada de extraño en eso, aunque se sentía un poco inquieto sin poderlo evitar. Le había parecido que el de cabellos negros era agradable y que él le había agradado, así que ese silencio lo dejaba un poco decaído. No ayudó que al llamar no le respondieran.

Pensaba que podrían volver a verse pero aparentemente no sería así.

Era el fin de semana y Camus tenía que hacer unos encargos, para eso era necesario que el de Acuario se trasladara por el subterráneo, un camino que conocía muy bien, necesitaba llegar a un punto que se hacía un enlace entre tres líneas distintas y aguardar. Era un sitio poco transitado en esos días, entre semana estaba lleno. El sitio semejaba a los andenes de los trenes de un siglo atrás y cada mes lo adornaban con fotografías de distintos tipos. Los amplios techos y muros brindaban luminosidad a través de los tragaluces, dejando que los tres espacios que se unían por pasillos entre los trenes permitieran a la gente moverse con libertad.

El de Acuario se quedó de pie debajo de un gran reloj que simulaba ser de latón, con manecillas exactas que indicaban la hora a cada instante, no pensaba en nada en especial, no hasta que llegó el subterráneo del otro lado de donde aguardaba, solo por entretenerse puso atención a las personas que llegaban y no tardó en verlo. Estaban separados por las vías pero el de ojos azules reconoció la alta figura de cabellos negros que parecía pensar en algo más.

—     Aldebarán.

El de Tauro parecía listo para irse pero alcanzó a ver a ese chico que sin pensarlo dos veces lo saludó con la mano mientras sonreía, estaba tan atento a él que no le importó perder su propio tren y aguardar por que llegara el siguiente, tan solo para utilizarlo como puente y lograr ir al lado de Aldebarán cruzando primero la puerta que se abría, se cerraba y abría la segunda puerta que lo dejaba cerca del de ojos negros.

—     Hola—dijo cuando quedaron frente a frente.

—     Hola Camus ¿Cómo has estado?

—     Bien ¿y tú?

—     Tranquilo.

Sin más estaban hablando de nuevo y resultó inevitable que el de cabellos azules hiciera un cuestionamiento.

—     Te llamé Aldebarán y no respondiste.

—     Sí, disculpa por eso—explicaba el de Tauro—Olvidé mi teléfono en el trabajo y después estaba ocupado y…lamento no haberte llamado.

—     Está bien.

Para demostrar que no le molestaba el de ojos azules sonrió de nuevo, y ambos continuaron con su charla por un rato, hasta que tuvieron que despedirse pues ambos aún tenían cosas que hacer.

—     Te llamaré Camus—aseguró el de Tauro—Prometo que lo haré.

—     Nos vemos.

Se separaron pero era verdad que iban a volver a verse.

De hecho se verían de nuevo y muy pronto, ya que el de ojos negros llamó al de cabellos azules al día siguiente con una invitación para un concierto.

—     Tengo un boleto extra—comentaba el de cabellos oscuros—Dime ¿te gustaría venir? Será a las ocho de la noche.

—     Me encantaría—fue la respuesta.

—     Entonces pasó por ti ¿a las siete y media está bien?

—     Estaré lito.

Le dio su dirección y con eso estaban de acuerdo en que saldrían a un concierto juntos, les gustaba el grupo que tocaba y de hecho los sitios eran buenos, prometía ser una buena noche.

Resultó ser una agradable noche para ambos, Aldebarán fue puntual por Camus, los dos partieron juntos en un taxi donde siguieron hablando, al llegar tomaron sus sitios y eran buenos, al final incluso les permitieron pasar tras el escenario y conocieron a la banda, fue un momento emocionante.

—     ¿Te divertirse Camus?

—     La pasé muy bien Aldebarán, gracias por invitarme.

Se despidió con una sonrisa pues ya estaban en su casa, parecía que sería todo.

La verdad era que a pesar de agradarse no parecía que hicieran un gran avance hacia una relación y tal vez era porque en ese momento ninguno de los dos pensaba en una relación a futuro…o tal vez si lo pensaban.

 

**********

 

Si se tomaba en cuenta el día que se conocieron y después el concierto, resultaba que se veían para su tercera cita, no estaba nada mal. Fue Camus quien llamó en esa ocasión, no era nada en especial de hecho, al encontrarse en el centro se dispusieron a tomar sus sitios en una conferencia de un libro de un autor que les gustaba ambos. Después solo se limitaron a deambular por las calles mientras veían distintos aparadores, comentaban algunas cosas y se conocieron un poco mejor.

—     Mi padre era de Francia—comentaba el de cabellos azules—Le gustaba mucho leer y era un gran admirador de Albert Camus.

—     El autor de El Extranjero.

—     Así es. Le gustaba tanto que me llamó Camus.

—     Es un buen nombre.

—     De hecho heredé mi amor a los libros de él—continuaba el de ojos azules—Soy profesor de francés en la Universidad Nacional.

—     Que bien, si te agrada tu carrera creo que es el mejor sitio para ejercer.

—     Me gusta mi carrera—afirmó el de mirada azulada—No me dedicaría a ella si no me agradara.

—     A veces la gente se dedica a algo solo porque los demás esperan que lo haga, no por su gusto.

—     ¿De verdad?

—     Si—aseveró el de cabellos oscuros—Conocí a alguien, hizo una carrera importante, tenía un gran trabajo, ganaba muy bien y sin embargo no era lo que él quería hacer y no era feliz.

—     ¿Qué pasó?

—     Un día terminó con esa vida y decidió que haría una nueva existencia.

—     ¿Lo hizo?

—     Sí.

—     ¿Está bien entonces? ¿con su nueva vida?

—     Lo estuvo por un tiempo, era feliz.

—     ¿Por qué dijiste era?

—     Falleció.

En ese momento el de ojos negros no pareció dispuesto a decir más y el de cabellos azules lo notó, así que era mejor no decir otra cosa.

Siguieron conversando por un largo rato y el de Acuario parecía sentirse a gusto con el de Tauro, mientras que este se decía que el de ojos azules era alguien que había luchado por lo que tenía en la vida. Los dos se respetaban y se agradaban, así que las cosas iban bien, podían ser amigos, o podían ser algo más.

Se hacía tarde y terminaron por regresar, el de cabellos negros ofreció acompañar al de Acuario a su casa, el otro aceptó. Así que cuando llegaron parecía que tan solo restaba despedirse.

—     Bueno, ya llegamos—decía Camus.

—     Espero que descanses.

Con eso el de Tauro se mostraba dispuesto a marcharse pero fue como una idea súbita la que surgió en el de cabellos azules y la expresó.

—     ¿Te gustaría pasar Aldebarán? Solo un rato.

El de ojos negros parecía pensarlo, fueron unos momentos de silencio y espera, pero finalmente el caballero respondió.

—     Está bien, mañana es domingo.

El de Acuario sonrió y entraron juntos al edificio de departamentos, era de doce pisos, el del de Acuario era el número once.

—     Parece un buen lugar—comentaba el de Tauro.

—     Es tranquilo y los vecinos están al pendiente de sus asuntos solamente—explicaba el otro.

El ascensor llegó y ambos lo abordaron, aunque guardaron silencio mientras avanzaba y se veía cada luz que marcaba su progreso, hasta que alcanzaron el punto que deseaban. Caminaron por un breve pasillo y llegaron a la puerta, fue abierta de un movimiento diestro y quedaron en el interior.

—     Este es mi santuario—dijo sonriendo el de cabellos azules.

Se trataba de un buen lugar de hecho, son muebles discretos, bien dispuestos, reproducciones de artistas conocidos en los muros, algunos objetos significativos llenando los espacios, libros por todas partes; los colores eran una mezcla suave, no forzada, definitivamente un buen lugar.

—     Se puede estar bien en este sitio—fue el veredicto del de Tauro.

Con eso el otro sonrió, le daba gusto que le agradara su hogar.

—     ¿Quieres tomar algo Aldebarán?

—     Café.

—     Muy bien.

Con eso y una sonrisa se apresuró a ir a la cocina, dispuesto solo a tardar el tiempo estrictamente necesario para preparar la bebida. Contaba con una de esas máquinas que lo hacen automáticamente y preparó un par de capuchinos con velocidad, sin terminar de comprender por qué se sentía agitado de contar con alguien ahí. Pero reconocía que había algo con ese hombre, su presencia se imponía de una manera silenciosa y desconocida, pero le gustaba que fuera así, en definitiva le gustaba.

—     ¿Quieres que te ayude con algo Camus?—se escuchó.

—     No te preocupes, solo ponte cómodo Aldebarán.

No tardó en salir de la cocina con las dos tazas humeantes y espumosas, aunque por alguna razón se tomó un segundo antes de hablar de nuevo al ver al de cabellos negros que examinaba una fotografía de su mesita de centro.

—     ¿Has vivido en Paris?—le preguntaba.

—     Sí, hace años, pero emigré aquí.

—     París…me gustaría conocerla, siempre han dicho que es una gran ciudad.

—     Lo es, tal vez un día vayas.

—     Tal vez.

—     Aquí está tu café.

—     Gracias.

Los dos se sentaron de inmediato en el bonito sofá en tono caramelo para seguir conversando mientras las tazas iban quedando vacías lentamente, hasta que no quedaba nada pero la conversación se prolongó. Aunque era de notarse que ese chico de cabellos azules parecía aguardar por algo, algo que no se animaba a decir aún. El de Tauro le comentaba un poco de su trabajo como jefe del departamento de recursos humanos en una empresa que se había ampliado en el rubro de la mercadotecnia, hasta que se percató de la hora.

—     Es más tarde de lo que pensaba—decía el de Tauro—Creo que es mejor que me vaya, gracias por todo Camus.

—     ¿Ya te vas?

—     Es mejor descansar.

Pero el de Acuario parecía no estar dispuesto a eso, así que necesitaba hacer algo para indicar lo que deseaba.

—     Puedes quedarte Aldebarán.

Antes de poder dar una respuesta el de cabellos negros vio al de Acuario ir a su lado, colocando una de sus elegantes manos sobre su pecho, acercando al mismo tiempo sus labios para besarlo sin perder el tiempo.

—     Camus—murmuró el de ojos negros.

—     Quédate Aldebarán—dijo de forma invitante.

Resultó una invitación que el de Tauro no iba a rechazar.

 

**********

 

No tardaron en ir a la habitación del de Acuario para seguir besándose sin perder el tiempo, después de todo eran hombres jóvenes que se gustaban, además que la oportunidad no era para despreciarse. Pero antes de llegar a más, de sentirse perdidos o sin pensar en nada que no fuera en sus sentidos, el de ojos negros necesitaba saber algo.

—     ¿Tienes protección?—preguntó entre besos.

—     ¿Protección?...Si…

Tuvieron que separarse unos instantes y el de mirada azulada no pudo sino ir aprisa al cuarto de baño, rogaba por tener protección, un tiempo sin compañero no lo hacía preocuparse por eso. Vio una pequeña caja en la parte de atrás del pequeño botiquín sobre el lavamanos, la sacudió, y vació el contenido en la palma de su mano, eran dos preservativos, con doble lubricación, y además quedaba un poco de lubricante en un tubito medio vacío. Sonrió, estaba de suerte en definitiva. Con su hallazgo en la mano volvió a la recámara dando pasos largos, no pensaba en detenerse en ese instante.

Apenas entraba el de cabellos azules cuando el de ojos negros le sonrió, vio que había conseguido lo que necesitaban, y sin más lo estrechó entre sus brazos para volver a besarlo con intensidad. El de Acuario no dudó en corresponder, tendió sus brazos alrededor del cuello del otro hombre, como si buscara no separarse de él en ningún momento. Estando compartiendo sus primeras caricias, entre los dos llegó una especie de entendimiento sin palabras, por lo cual lograron dirigir sus pasos hacia la bien tendida cama cubierta con telas de tonos sobrios y muy suaves. En un primer momento solo se sentaron al filo del colchón pero no tardaron en tenderse a lo largo para ser más activos en sus deseos.

Entre besos y caricias una de las fuertes manos de Aldebarán llegó a la camisa del de ojos azules y lentamente la fue levantando, hasta que estaba por encima de su pecho, dejando al descubierto los sensibles pezones que fueron acariciados por los dedos índice y pulgar del de Tauro. Los puntos suavemente sonrosados se irguieron y parecían necesitar más de esas caricias, pero las manos del de ojos negros fueron hacia abajo, hasta que alcanzaron los pantalones de su compañero, con lo cual se dedicó a la labor de separar el broche y después bajar con lentitud la cremallera para después hacer que su mano acariciara por encima de la tela de la ropa interior. No dejaban de besarse, de acariciarse y de excitarse por la cercanía de sus cuerpos y la certeza de lo que estaban haciendo.

La novedad de otro cuerpo puede provocar sensaciones intensas, aunque ya se haya vivido algo el estar con alguien más significaba una nueva labor de aprendizaje, y la verdad era que ellos dos se la estaban pasando muy bien con ese conocimiento. Sin embargo estaba en claro que no iban a quedarse solo en ese punto, por lo que el de cabellos negros se las ingenió para hacer un nuevo movimiento que deseaba. Siendo así se dispuso a moverse con habilidad, llevando parcialmente consigo al de cabellos azules para poder quitarle la camisa, después los pantalones se deslizaron por las bien formadas piernas hasta quedar a un lado, la ropa interior no tardó en seguir el mismo camino, totalmente desnudo el de Acuario se veía bellísimo para esa mirada oscura y por lo mismo no dudó en besarlo por todo el cuerpo.

Entre besos y caricias encendidas Camus se dejaba llevar pues el de Tauro sin duda sabía lo que hacía, lo estremecía y lo encendía por igual y resultó inevitable que se sintiera más que complacido cuando esos labios llegaron directamente sobre su entrepierna. Aldebarán fue directo en ese instante, no más rodeos ni sutilezas, con intensidad besó ese medio erguido sexo que se mostraba bien dispuesto a nuevas atenciones. Inmediatamente después fueron unos dedos los que lo sujetaban con firmeza por el tronco para frotarlo con ritmo, mientras los mismos labios se apoderaban de la corona y la cubrían con destreza al mismo tiempo que semejaban a un masajista experto en sus atenciones. El de cabellos azules tuvo que usar fuerza de voluntad para quedarse lo más quieto posible, pero entrecerraba los ojos por el placer que lo estaba recorriendo por la espina dorsal hasta las entrañas.

En medio de la excitación y el placer, Camus se dejaba llevar aunque estaba dispuesto a retribuir a las atenciones que recibía, claro que no lo haría de inmediato pues el de Tauro tenía otros planes en mente. Dejando lentamente ese turgente sexo ante sus ojos, se desvió un poco del camino, solo un poco, hacia abajo, hacia la suave entrada que no pensaba desatender. Con sus fuertes manos el de ojos negros separaba las redondas nalgas para tener una mejor vista del sitio que deseaba. Por unos instantes fue como si ninguno de los dos pudiera hacer nada, pero de inmediato se recuperaron, sin más el de cabellos oscuros lo probo de manera tentativa con su lengua, haciendo estremecer al otro hombre. Le gustó tanto que endureció el húmedo músculo para introducirlo varias veces hasta que el de cabellos azules elevó las caderas, buscando que no se detuviera.

Entusiasmado con la respuesta, Aldebarán no vio motivos para no continuar, así que separó un poco más con sus manos el lindo trasero a su alcance y probó la delicada entrada con su lengua de forma más entusiasta. Para el de Acuario era de verdad placentero ser atendido de esa manera, por eso cuando sintió la manera tan insistente en que uno de los dígitos de su compañero (envuelto en látex y lubricante) buscaba traspasar el mismo sitio, no se negó. De manera que indicaba que sabía lo que hacía, el de cabellos negros no dejaba de esforzarse en separar el masculino pasaje, dilatándolo con su lengua, el lubricante, los dedos, ampliando el camino que poseería con la fuerza de su deseo. Ingresó el primero, fue juguetón y suave, después un segundo, más intenso y firme, los dos unidos en su tarea dibujaban círculos en esa intimidad que se abría poco a poco.

El de ojos azules sentía todas esas sensaciones deliciosas que lo hacían dibujar un arco con su espalda, gemir de forma ahogada, buscar entre la pasión y el calor que el de ojos negros continuara. Sin embargo las cosas no parecían ir al ritmo que ansiaba el caballero y encendido por su propia pasión cambió un poco el curso de las cosas. Levantándose de un solo movimiento, Camus logró que ambos quedaran de cerca, con sus rostros encendidos, pero lo que deseaba era algo más que solo contemplarse. Con una sonrisa en los labios besó a su compañero en la boca, introduciendo su lengua y recorriendo el sitio con necesidad. Sus manos se movían hábilmente indicando lo que deseaba, por lo que el de Tauro quedó recargado contra la amplia cabecera de la cama al mismo tiempo que se desnudaba para su amante.

Sus pieles parecían brillar, estaban encendidas por el deseo, siendo ese el panorama el de Acuario sonrió para inclinarse hacia el frente y sin aguadar de ninguna manera, llevó el rígido sexo del de ojos negros a su boca. Para el de cabellera oscura fue un espectáculo ver a ese refinado hombre tomar su miembro y llevarlo lentamente al interior de su boca hasta la mitad. Inmediatamente después vino un ritmo constante, arriba y abajo, era tan bueno que sujetó el azulado cabello para contemplar el varonil rostro que disfrutaba de sus acciones. La respiración del de Tauro se hizo pesada mientras su corazón latía más aprisa, sentía como su sexo palpitaba con regocijo, su vientre parecía temblar, ese precioso caballero de pupilas azules sin duda sabía hacer las cosas de manera perfecta y que no permitía quejas.

No podía ser que terminaran de esa manera, por eso el de Acuario eligió un nuevo camino, dejó su labor a un lado para gatear hacia el fuerte cuerpo ante él y se colocó a horcajadas sobre su compañero. Mirándose directamente a los ojos sonrieron y se besaron de nuevo con pasión, pero ya no pensaban en retrasar las cosas, estaban solo para avanzar, por eso el de Tauro se dio prisa para colocarse el preservativo y finalmente estaban listos. Entre los dos buscaron las posiciones más cómodas, después se apoyaron mutuamente, guiando sus cuerpos hasta que lograran unirse, suave, despacio, con naturalidad, hasta que la dilatada entrada del de ojos azules se abrió para dejar que ese turgente sexo del de cabellos oscuros se hundiera hasta lo más íntimo de su cuerpo. Se quedaron inmóviles durante tres segundos, permitiéndose acostumbrarse a las sensaciones que nacían y compartían, vinieron unos momentos de quietud y los siguieron los instantes de la pasión.

Se estrecharon con energía y dieron inicio al ritmo de la pasión, de esa danza de los sentidos que llenaba sus cuerpos, las embestidas que intentaban encontrar la cadencia que los complacería más. No tardaron demasiado en eso, bien dispuestos y seguros de lo que deseaban se dejaban guiar por el placer, se agitaban, gemían, giraban sus caderas, se besaban hasta perder el aliento, solo sus cuerpos tenían el control de la situación. Llegaron al punto de tener que detenerse para tomar un poco de aire, pero se miraron y tan solo pudieron recomenzar a besarse para volver a la carga. Sin embargo para el de cabellos oscuros no era suficiente, de un solo movimiento hizo que el de ojos azules quedara sobre la cama, sin dar explicaciones de ninguna clase separó sus largas piernas dejándolas bien abiertas, y sus penetraciones se hicieron más enérgicas. Estaban en tal punto que el de Acuario tuvo que buscar un punto de apoyo y solo pudo apoyarse con una mano contra la cabecera.

Estaban en los últimos momentos de su intensa entrega, lo sabían, guiados por el fuego de la pasión, Aldebarán sujetó los tobillos de Camus para llevarlos a sus hombros, permitiendo que su masculino pasaje fuera más accesible y lo engullera hasta lo más profundo e íntimo. Sus cuerpos llegaban hasta los límites, hasta donde físicamente podían llegar, mientras que todo alrededor dejaba de importar y de existir, solo quedaba un camino. El de Tauro era fuerte, enérgico, pero no olvidaba que se trataba de dos, liberó una de esas bellas piernas para guiar su mano al necesitado sexo de su amante y no dudó en masturbarlo con la misma necesidad con la que se apoderaba de su intimidad. Tantos estímulos solo podían llevarlos a la culminación, el de Acuario no pudo contenerse de gritar mientras el otro hombre parecía dar un rugido de satisfacción. Sus cuerpos se estremecieron por el orgasmo sin apenas separarse, liberando sus simientes, solo para desfallecer uno al lado del otro sobre la ya completamente revuelta cama.

Era un agradable despertar, esa mañana de domingo los dos hombres que habían pasado la noche juntos estaban aún recostados cómodamente. El primero en despertar fue el de cabellos negros, se dio cuenta que Camus estaba a su lado, con una de las manos sobre su pecho, era guapo por las mañanas, tal vez porque se mostraba más relajado. Necesitaba saber que hora era pero no veía un reloj cerca, así que se giró un poco para apartarse del de cabellos azules, se levantó lentamente procurando no hacer movimientos bruscos que pudieran despertar al otro y encontró su ropa regada por el lugar. Antes que nada la levantó y la colocó ordenadamente a un lado. Hizo lo mismo con la de su compañero. Después encontró su celular, vio lo que necesitaba, era temprano aún, aunque su rutina se había desviado un poco.

No le molestó demasiado en realidad, tampoco andar desnudo por el lugar, terminó observando con cuidado por la ventana hacia la calle, todo estaba muy tranquilo a esas horas.

Por estar mirando en otra dirección no se dio cuenta que Camus se desperezaba lentamente para notar de inmediato que no estaba a su lado. Antes de que dijera algo se percató del sitio que ocupaba el de cabellos negros. Se quedó muy quieto, bajo las sábanas, sin importarle que cubrieran parte de su rostro, como si no quisiera ser notado. Por unos momentos se sintió como jovencito espiando al chico que le gustaba pero era una sensación grata.

El de ojos negros volteó y lo vio ya despierto, no dijo nada, solo sonrió, fue a su lado y se sentó en la cama sin dejar de mirar al otro hombre que sonreía también.

—     Buen día.

—     Buen día Aldebarán.

—     ¿Te gustaría desayunar algo?

—     Me encantaría.

—     Podemos ir a algún sitio cerca ¿Qué te parece?

—     O podemos quedarnos aquí.

Esa sonrisa terminó por convencerlo.

—     En verdad se está bien en este sitio—dijo el de Tauro.

No estaba nada mal despertar de esa manera.

Se levantaron y se refrescaron, pero no salieron a desayunar, se quedaron en el departamento y el de cabellos azules se mostró sonriente mientras el de cabellos oscuros estaba a su lado y entre ambos preparaban un ligero desayuno que compartieron entre sonrisas.

Y desde ese punto las cosas entre los dos continuaron, podían ser algo casual pero al verse y conversar y compartir sin duda había algo más que solo una relación casual.

Hablaron de algunas cuestiones personales, eso sí, sin más el de Acuario le contó que hacía tiempo que no estaba con alguien y por su parte el de Tauro le dijo de su enfermedad, hepatitis, y dejó muy en claro que siempre usaba protección.  

Sin embargo había cosas que no discutían aún entre los dos.

 

**********

 

El de cabellos azules estaba muy a gusto con Aldebarán, le gustaba el hombre que era, siempre se había sentido atraído por los hombres fuertes pero no solo era un asunto físico, sino de personalidad, presencia, y en definitiva el de ojos negros lo era. Además le gustaba su sentido del humor y la manera en que lo hacía sentir, como lo hacía sonreír, ni hablar que en la intimidad casi se quedaba sin respirar, así que todo iba bien. O al menos eso parecía.

Fue verdad que el de cabellos oscuros, llegado el momento, le habló de su relación con Shion.

Shion de Aries, el hombre al que amaba y falleció de manera repentina, dejándolo sumido en el dolor y la soledad. Pero lo había superado y siguió adelante.

Así que ambos continuaban con sus vidas, compartiendo momentos, sintiéndose contentos y bien dispuestos a seguir, aunque sí hubo asuntos que tratar pues ya que avanzaban era inevitable que pensaran en otras cuestiones. 

En una de sus salidas terminaron regresando al departamento de Aldebarán, Camus se sintió un poco sorprendido pues se veía a sí mismo como una persona ordenada pero el de Tauro en definitiva resultaba metódico hasta la médula. Parecía que su vida estaba bien programada cada día y eso era algo que resultaba importante para su compañero, así que no dijo nada sobre ello. Pero si comentó algo que terminó por no poder acallar, algo que era significativo ya que llevaban un tiempo juntos.

Al estar en el departamento acabaron viendo una película en el sofá, Camus se acurrucó contra el fuerte cuerpo de su compañero y el de ojos negros pasó su brazo suavemente por encima del hombro del de ojos azules. Estaban muy cómodos tan cerca uno del otro. La película se terminó y el de Acuario se puso de pie pues iba a irse a su casa.

—     No estuvo mal—comentó Aldebarán.

—     Que bien que te gustara.

Ya que él la había sugerido le daba gusto que su compañero la disfrutara también, pero estaba listo para retirarse.

—     Tengo que madrugar—comentaba el de ojos azules—Mis alumnos van a presentar examen y será mejor que esté listo.

—     Espero que no seas duro con esos chicos.

—     Soy justo.

Ante eso sonrieron y se besaron pero el de cabello oscuro tenía algo más que decir antes de que se marchara.

—     Tal vez la próxima vez puedas quedarte—sugirió el de Tauro.

—     ¿Quedarme, aquí?

—     Sí. O podríamos hacer un viaje corto a la playa, estaríamos en mi casa, es un sitio muy agradable Camus.

Sin embargo el de cabellos azules solo se mostraba pensativo y su compañero no tardó en darse cuenta que algo sucedía.

—     ¿Qué es lo que pasa Camus?

El de Acuario aun dudaba pero sintió que era el momento de ser directo sobre el tema, no deseaba parecer un maldito pero sabía que lo mejor era hablarlo.

—     Cuando vengo aquí Aldebarán, la verdad, es que me siento como si fuera solamente un invitado, alguien que pasa aquí un tiempo pero no va a quedarse.

—     Camus.

—     Es solo que cuando estamos aquí, yo, me siento como si fuera una relación de tres personas.

—     ¿Cómo es eso?

—     Tú, yo… y Shion.

No era que el lugar se hubiera transformado en un templo a la memoria de Shion de Aries, pero de alguna manera era como si su presencia no se borrara, como si estuviera en lo que los rodeaba y era muy fuerte aún. El de Acuario se sentía como si siempre hubiera un espacio reservado, él era un visitante, el de Aries estaba ahí siempre. No podía explicarse el por qué pero era lo que sentía. Estaba al tanto de lo que fue esa relación para el de cabellos negros, que no seguía hundido en el dolor de la pérdida, pero de alguna manera Shion seguía ahí.

Ante lo dicho por el de ojos azules Aldebarán no supo que decirle, pero no encontraba argumentos para rebatirlo y su compañero se daba cuenta.

—     Creo que es mejor que ya me vaya—dijo Camus.

Se acercó y le dio un beso en la mejilla, solo quedaba despedirse.

Ya a solas resultaba inevitable que ambos pensaran en lo ocurrido, y en el otro, pero también en que tal vez era un buen momento para sincerarse ¿Qué era lo que buscaban en el otro hombre? Ya no eran unos muchachitos, estaban cerca de los treinta, no podían ir viendo las cosas como pasaban y si ese era el caso el otro merecía saberlo y no perder el tiempo. Se gustaban, eran increíbles juntos, pero debían admitir que había puntos en los cuales debían sincerarse en sus vidas.

La siguiente vez que se vieron aún no se animaban a ser directos sobre sus ideas, lo dejaron de lado, como algo que podían prolongar, además estaban dispuestos a divertirse por esas horas.

Milo de Escorpión, un amigo de Camus, los había invitado a una noche un tanto peculiar pero muy de ese caballero para quienes lo conocían.

—     Será un recorrido para recordar—decía entusiasmado el organizador.

Sin duda estaba entusiasmado y los demás participantes comentaban por lo que esperaban, ya que se trataba de romper un record: hacer en una noche un recorrido por diversos bares estratégicamente seleccionados que cubrirían toda la ciudad. En cada uno debían entrar y beber por lo menos un trago, el desafío era acabar antes de la madrugada.

—     Aún puedes arrepentirte Aldebarán.

—     No te preocupes Camus, creo que será divertido.

Y mientras ellos hablaban aparte los amigos del de cabellos azules hablaban entre sí intentando hacerse de un veredicto sobre ese hombre que se integraba por vez primera a su grupo.

—     ¿Qué te parece ese Aldebarán?—le preguntaban a Milo.

—     Parece buena persona Aioros—fue la respuesta.

—     Sí, Camus se ve contento y muy entusiasmado.

—     Solo espero que no termine en decepción.

Eran sus amigos, Milo similar al de Acuario tenía un bello cabello azul y el otro, Aioros, era un castaño, ambos muy guapos, pero sobre todo interesados en el bienestar de su amigo. Pero les daba la idea que el de Tauro era alguien que no lo lastimaría... aunque solo el tiempo diría la última palabra de esa relación.

Una vez que estaban todos los que participarían reunidos, Milo se dispuso a dar algo así como el banderazo de salida.

—      ¿Todos listos?—preguntaba—Pues es hora de empezar ¡Que principie esta fiesta y que solo se termine hasta que deba terminar!

Los presentes aplaudieron y de inmediato entraron al primer bar que era su punto de reunión, estaban animados y no sabían si terminarían el camino programado pero sí que estaban dispuestos a intentarlo.

 

********

 

Pasaron las horas y pasaron los bares, estaban programados doce  lugares en total, así que más valía no perder el tiempo para completar el recorrido. Aunque conforme avanzaban se notaba que no todos tenían la capacidad de soportar un plan semejante pero igual iban a participar. El de Tauro tuvo la prudencia de ordenar un trago en cada sitio, como indicaba el desafío, pero apenas si lo tocaba con los labios y lo dejaba a un lado discretamente, beber no se mezclaba bien con su medicamento. El de Acuario en cambio fue un asunto diferente, ya que aceptó el reto de beber aunque no tenía mucha costumbre de hacerlo y eso se iba a notar.

Anduvieron por los primeros establecimientos sin mayores problemas pero cuando llegaron al número siete se empezaba a notar que no todos terminarían la noche como estaba planeado.

Uno de ellos resultó ser Camus.

Cuando estaban en el local número ocho el de largos cabellos azules ya estaba demasiado bebido, aun así tuvo la ocurrencia de pedir una pinta de cerveza que bebió casi de un trago mientras los demás le gritaban ¡Bebe, bebe, bebe! Si no bastara entró al desafió de los tequilas, de los cuales bebió tres. Así que sumado ese alcohol, con el que de por sí ya llevaba de los sitios anteriores, resultaba una combinación muy mala. Iba justamente por el cuarto tequila cuando su cuerpo protestó y con bastante fuerza. Su compañero de ojos negros lo vio tambalearse con mucha prisa hacia los baños, lo siguió, y no tardó en descubrir que estaba en uno de los apartados, el sonido era muy claro, las arcadas y el vómito no se confunden con facilidad.

El de pupilas negras se acercó para ayudarlo, recogió su cabello para que no se ensuciara y vio que estaba prácticamente abrazado al inodoro sin poderse controlar.

—     Lo siento Aldebarán—decía el de ojos azules de forma torpe.

—     No te disculpes.

—     Esto es espantoso—decía como si fuera a llorar.

Y volvió a vomitar.

Pero también fue el momento en que terminó por hacer una confesión que no creía poder aplazar por más tiempo.

—     Me gustas mucho Aldebarán, me gustas—decía con voz pastosa y pesada—No puedo evitarlo, me gustas tanto que planeo tu cumpleaños, y la navidad y San Valentín…

No pudo terminar con su discurso debido a una nueva arcada, pero cuando pasó pudo continuar.

—     No sé por qué pero es lo que hago Aldebarán, es lo que pienso y planeo, quiero que estemos juntos.

Parecía que ya no vomitaría pero sin duda no se encontraba bien.

El de Tauro se limitó a sonreír, lo ayudó a incorporarse, limpiarse un poco y estaba en claro que ellos dos no terminarían el recorrido. Después se enterarían que casi la mitad del grupo original si lo harían.

—     Será mejor que te lleve a tu casa a descansar Camus.

—     Eres muy bueno conmigo—decía sin poder caminar por su cuenta.

Siendo ese el plan el de Tauro no tardó en ponerlo en práctica, consiguió un taxi y llevó al de cabellos azules a su departamento. Una vez ahí lo guío, más bien lo cargó, hasta su recámara y lo dejó en la cama, boca abajo, aflojó su ropa, le quitó los zapatos y acercó un balde de la basura por si volvían las náuseas. Prefirió cederle la cama por completo y se fue a la sala, llevó consigo una manta y una almohada, como no había manera que cupiera en el sofá se tendió en el suelo alfombrado para descansar. Ya era de madrugada y condescendió al sueño pensando en que nunca había tenido una noche como esa, iba a recordarla en definitiva.

A la mañana siguiente Aldebarán despertó, se puso en pie y acomodó la manta que había utilizado sobre el sofá con la almohada de manera puntillosa; después fue a ver a Camus y se encontró con que el de ojos azules seguía profundamente dormido. Sonrió y lo dejó así, se veía tan lindo, terminó por ir al baño y se refrescó un poco mientras hacía algunos planes. Fue a la cocina y se dispuso a preparar café, además de salir a buscar jugo y unos analgésicos, estaría listo para su compañero cuando despertara.

De hecho ya estaba despierto cuando regresó.

—     Buendía Camus.

Pero el gesto del otro al hundirse en la cama le indicaba que la resaca estaba presente. Se limitó a darle el jugo y las pastillas en silencio, lo cual se bebió el otro con tanta velocidad como pudo. Tenía que descansar un poco pero apenas unos minutos y ya estaba el de Acuario de pie, dándose una ducha que lo ayudó a que terminara de despejarse parcialmente.

—     ¿Cómo te sientes?—preguntaba el de Tauro.

El de cabellos azules se veía un poco mejor pero prefería asegurarse.

—     Es como si tuviera hombrecitos taladrando en mi cabeza—fue su respuesta.

—     Será mejor que nos quedemos, pensaba en salir a desayunar pero…

—     Vamos.

No comprendía como de pronto parecía sentirse mejor pero así era, así que los dos salieron del departamento, caminaron unos minutos, y fueron a desayunar a una pequeña cafetería cercana. Ordenaron fruta y tostadas, aunque el de Tauro se consintió con un café con crema mientras hizo que su compañero bebiera más jugo.

—     Te ves mejor—comentó el de ojos negros.

—     Me siento mejor—pero agregó—No vuelvo a hacerle caso a Milo con sus planes de fiesta.

—     No era un mal plan.

—     Tú no bebiste.

—     Por eso no me pareció un mal plan—hizo una pequeña pausa pero continuó—Camus ¿recuerdas lo que me dijiste anoche?

—     ¿Qué te dije?—preguntaba desconcertado.

—     Solo algunas cosas, pero me preguntaba que tan tomado estabas.

Notando que estaba desconcertado no creía que el de cabellos azules recordara lo que le había dicho.

Los dos sonrieron y el de cabellos negros terminó pagando la cuenta y llevando a su compañero de vuelta a su departamento para que descansara. Era el momento de despedirse.

—     Descansa Camus, nos vemos después.

—     Gracias por todo Aldebarán.

—     De nada.

—     Lamento lo que pasó, no tengo costumbre de beber y…

—     No fue nada.

Sonrieron y se besaron, con un movimiento de su mano estaban listos para continuar con sus planes, no había sido tan malo después de todo el estar todas esas horas uno al lado del otro.

El de Tauro volvió a su casa pero en cuanto estuvo a solas se dio cuenta de un hecho significativo, esas horas pasadas habían sido como aquella salida en que dio inicio su relación con Shion de Aries.

Y también era la primera vez que pasaba tanto tiempo sin pensar en él.

—     Shion—murmuró.

Estaban en una relación, eso era un hecho pero no terminaban de definir hacia donde los estaba llevando.

 

**********

 

 

Continuará…

 

 

Notas finales:

Si nada sucede sigo con la trama la semana entrante, nos leemos.

Atte. Zion no Bara

 


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