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Ciego por zion no bara

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Notas del fanfic:

Es solo una historia de Afrodita con un OC, espero que les guste.

 

Notas del capitulo:

Es solo un capítulo pero un poco largo.

 

 

Afrodita de Piscis no siempre había sido el mismo, sus compañeros asumían que sus cambios de comportamiento se debían más que nada a que al igual que ellos estaban ahora en una nueva etapa de sus vida en las que podían hacer nuevos planes y llevar otro tipo de existencia. Pero en el caso de su compañero de la doceava casa no era así, no por completo al menos; resultaba que el caballero de mirada celeste en realidad tenía una historia en su pasado de la que dependería mucho de su futuro pero claro que eso no lo supo desde el primer momento y no lo sabría por algunos años.

Tiempo atrás, antes de las batallas que definirían al Santuario y de cierta manera a sus caballeros, el que ya era caballero guardián del templo de Piscis llevaba un estilo de vida que cuando menos resultaba cuestionable, lo era para un caballero de Atenea. Pues el, en aquel entonces, joven de mirada y cabellos celestes abandonaba no solamente a su armadura sino también a su templo y obligaciones, con bastante frecuencia además. Era como si ese joven hombre no se resignara simplemente a servir y obedecer, no parecían ser cosas que fueran con él y por lo mismo las rechazaba.

Una de las ocupaciones que si gustaba al de mirada celeste era escabullirse del Santuario, le gustaba simplemente poder dejar su templo sin que los demás lo notaran, era una especie de revancha sobre un sitio que de acuerdo a su juicio estaba demasiado lleno de reglas; después de eso lo que más le complacía era pasar por los demás, los que contaban con un caballero guardián sin que se dieran cuenta de que lo hacía. Muchas veces apenas si aguantaba la risa de que los otros no notaran lo que hacía pero seguía con su camino sin dejar que nadie notara su presencia.

Entonces, una vez traspasados los obstáculos aparentes, el joven se dirigía a un sitio muy específico: el pueblo. Estando entra la gente se sentía encantado de poder hacer muchas cosas más, de las que no se podían hacer en el Santuario y de las que no tenía por qué rendir cuentas a nadie.

—    Llegué—decía alegremente.

Era conocido en varios sitios, la cuestión era el tipo de lugares, tan solo digamos que no eran del tipo que un caballero, ya fuera por armadura o comportamiento, se ufanaría en conocer delante de los demás. Afrodita en realidad visitaba sitios nada recomendables, de los que pueden llamarse abiertamente ruinosos y en ellos actuaba como si fuera uno más del ambiente, muy capaz de la bebida, los pleitos, los engaños, las juergas. Los que lo conocían sin embargo sabían que debían irse con cuidado con él pues no era un compañero agradable, al contrario, se mostraba cruel con quien perdía ante él y en general con cualquiera que tuviera que tratarlo.

A veces era por eso que iniciaban los conflictos, pues el de Piscis no solo los creaba sino que los disfrutaba, le gustaba hacer enojar a las personas hasta que estallaban y ver como no eran capaces de hacer nada contra él, le daba un insensato placer el hacer cosas de ese tipo. Claro estaba que para comportarse de esa manera era necesaria la discreción pues si algo semejante llegaba hasta los oídos del Santuario habría problemas y de los que no podría controlar tan fácilmente como hasta ese momento. Aunque no pensaba, y nadie lo hubiera pensado tampoco, en que lo sucedido durante una de esas noches de farra tendría tantas consecuencias con el tiempo.

Era aparentemente una más de las salidas del de cabellos celestes, se había metido en uno de esos oscuros y pesados lugares en los que la bebida y cierta rudeza corrían libremente, uno que hasta ese momento no conocía pero en realidad se parecía a muchos otros de similar reputación en los que había andado antes. Estaba en la barra bebiendo una cerveza pesada y oscura pero sin mucho sabor, distinguía que estaba rebajada pero en el estado que se encontraban varios de los clientes dudaba que se dieran cuenta de ello. A mitad de su trago observaba a un par de hombres que parecían de mal talante, altos, fuertes, con tipo de camionero o de boxeador que no llegó demasiado lejos.

Como fuera ambos estaban haciéndole, o al menos eso parecía, la corte o algo semejante a dos de las camareras del lugar, bastante traqueteadas sin duda a ese tipo de conducta y con un aspecto bastante vulgar pero aun así no parecían de acuerdo en que esos dos les hablaran. Afrodita notaba claramente que ambas lo habían mirado a él, con su aspecto de adolescente y su cara de ángel, si hubieran podido le hubieran saltado encima a la primera y aparentemente aún guardaban ciertas esperanzas de ello porque rechazaron abiertamente a los otros dos.

—    ¿Están locos?—preguntaba una.

—    Como si me fuera a ir con uno de ustedes—agregó la otra.

Aún en un sitio como ese y mujeres como esas los consideraban poca cosa y los rechazaban.

Al de mirada celeste le parecía bastante, se terminó su cerveza y sin pagar aprovechando que el encargado de la barra miraba para otro lado se salió, no era que no pudiera pagar, simplemente le gustaba comportarse de esa manera. Afuera la oscuridad era profunda, la noche caía y no había luna, a lo largo del lugar solo se veía luz de otro sitio como ese, los demás establecimientos estaban cerrados, tal vez era mejor marcharse de una buena vez, regresar al Santuario pero no lo hizo. Justamente al salir y quedarse pensando en sus opciones los dos hombres de adentro salieron también y aparentemente lo reconocieron como el que había ganado la atención de las dos camareras pues se dijeron algo entre ellos, sin embargo el de Piscis no les dio importancia.

Pero los dos individuos caminaron hacia él, el de cabellos celestes no se amedrentó, hacía falta mucho más que eso para que él sintiera miedo, de hecho al notar sus intenciones le dio la impresión que había algo más en lo cual entretenerse por esa noche. Las camareras habían herido su orgullo, lo sabía, así que acompañando sus siguientes palabras de una risita burlona les espetó:

—    ¡Pero si son los Casanova! ¡Que éxito tienen con las fulanas!

Los otros dos casi sonrieron, de cierta manera parecían complacidos, ese jovencito pagaría todo lo sucedido, una parte por la humillación y la otra porque creían que era el motivo del rechazo. Verlo así, con su cara de adolescente, su corta estatura comparada con la suya, la escaza corpulencia, sin duda resultaba muy simple hacerse cargo de él, así que sin pensarlo demasiado se abalanzaron en su contra pero antes de siquiera lograr tocarlo sintieron que las cosas no marchaban como las esperaban.

El primer golpe que soltó Afrodita fue directo contra la nariz de uno de ellos, sintió claramente como se rompía bajo el impacto para de inmediato lanzar otro ataque contra el segundo hombre, directo a la mandíbula casi haciéndolo perder el conocimiento. De inmediato se dedicó a golpearlos y no simplemente era una cuestión de lanzar golpes sino de darles una verdadera paliza, no arrojaba sus ataques sin sentido sino que lo hacía despacio y aplicando en cada puñetazo la fuerza necesaria.

Dejó a uno casi inconsciente en el suelo mientras que el otro se asustó del giro de los acontecimientos y comenzó a gritar pidiendo ayuda, algunas personas salieron del sitio en el que estaban antes por lo cual el de mirada celeste creyó que era mejor apresurarse así que lo sujetó de un brazo y se lo torció haciéndolo arrodillarse, después le dio unas patadas en la espina dorsal. Ya el ruido de los golpes y los gritos habían alertado a las personas, incluso unas ventanas comenzaron a iluminarse y las personas se asomaban pero nadie se atrevía a intervenir. El de ojos celestes vio que los dos individuos estaban prácticamente inconscientes en el suelo, así que era mejor dejar las cosas ahí.

El problema fue que algunas personas estaban ya acercándose, no estaban seguros de lo que había sucedido pero notaron sangre y eso bastó para que corriera la histeria. El de Piscis supo que lo mejor era marcharse aprisa y echó a correr en cuanto escuchó a alguien decir que la policía estaba en camino, no era que le preocupara la policía en si misma sino el escándalo que se podía formar. De hecho el escándalo fue veloz o al menos eso le pareció al de mirada celeste que trataba de pasar desapercibido pero toda la gente se estaba despertando y levantando pese a la hora, necesitaba un sitio para esconderse hasta que se calmaran los ánimos.

 

**********

 

Ocupado como iba en esas ideas no se dio cuenta al dar vuelta en una calle que estaba entrando a un callejón, no había salida, tenía que encontrar una, de pronto se dio cuenta que una puerta estaba abierta y sin pensarlo dos veces entró. Se quedó por unos momentos ahí y escuchó algunos pasos a la distancia, la gente parecía estar buscándolo o al menos preguntando por lo sucedido, eso era una contrariedad pues tenía que regresar. Tal vez desde ahí hubiera otra salida y…

—    ¿Quién está ahí?

Volteó en dirección de la voz que llamaba, estaba dispuesto a no dejarse ver pero la verdad era que ese sitio se encontraba a oscuras, no estaba siquiera seguro de donde estaba, pero no creyó que hubiera peligro alguno al notar a la persona que hablaba.

—    ¿Quién eres? ¿Cómo es que estás aquí?—le preguntaban acercándose sin problemas.

Al de mirada celeste le asombró un poco que lo encontrara si no se podía ver mucho debido a la oscuridad pero era mejor pensar en una buena historia, no podía causar más problemas por esa noche.

—    Yo…tuve un problema—dijo tratando de controlarse.

—    ¿Estás bien?

—    Sí.

Pero no pudieron seguir hablando mucho pues en ese momento llamaron a la puerta con insistencia, Afrodita no estaba seguro de lo que iba a suceder pero la otra persona fue directamente y abrió.

—    Buenas noches—se escuchó una voz—Buscamos a alguien que ocasionó problemas—informaba alguien que por el tono parecía policía.

—    Que terrible.

—    ¿No ha visto o escuchado algo?

—    No, lo siento.

No tardaron mucho en irse y de nuevo estaban los dos a solas.

—    Ya se fueron.

—    Eso parece—respondió Afrodita.

—    ¿Te encuentras bien?

—    Si—pero una duda se formaba en su interior— ¿Por qué me ayudaste?

—    No me parece que seas una persona malvada—fue la respuesta—Solo un poco confundida, tal vez.

—    Si…bueno…pues…gracias.

Con eso el de mirada celeste estaba dispuesto a marcharse pero fue detenido.

—    Espera un poco—lo llamó—Aún te buscan, los puedo escuchar a la vuelta del callejón.

El de Piscis prestó atención pero él no escuchaba nada.

—    Puedes tomar un poco de té mientras esperas a que se calme este asunto—le ofrecieron.

La verdad era que el de mirada celeste no tenía nada que hacer y si en verdad lo estaban buscando de todas maneras tendría que aguardar.

—    El té me caerá bien—dijo el de cabellera celeste.

Caminaron por el lugar pero el de mirada celeste seguía sin estar seguro de donde estaba o de lo que lo rodeaba, no tardaron en alcanzar lo que el otro adivinó como una diminuta cocina y de paso escuchó algunas cosas más.

—    Mi nombre es Vacker—decía con amabilidad.

Ya el de Piscis sabía que se trataba de un hombre pero no podía decir mucho más.

—    ¿Cuál es tu nombre?—preguntaba el otro.

—    A…—se detuvo, debía decir otro—Axel.

Pero tampoco estaba mejor con esa opción.

—    ¿Axel?—decía él—No se escucha de por aquí.

—    No lo es.

Entre hablar y avanzar el de mirada celeste sintió que se golpeaba con algo y fue un tanto escandaloso al hacerlo, parecía haber sido con una silla.

—    Disculpa—dijo Vacker de inmediato.

El caballero escuchó como buscaba algo y encendía una luz, la única del lugar.

—    Perdona Axel, no acostumbro encender las luces.

—    ¿No?

—    No las necesito.

El de Piscis se sintió un poco desconcertado, no estaba seguro de adonde se dirigía esa plática pero en ese instante pudo ver al joven que le hablaba. Vacker, era un muchacho joven, de mirada como miel y cabellos, extraños para un griego, rubios, silueta flexible y grácil, delicada pero no demasiado, sobre todo se dio cuenta de su mirada, era profunda y velada, entonces lo comprendió.

—    “Es ciego”—se dijo en sus pensamientos.

No estaba seguro de cómo comportarse desde ese momento, sin embargo el rubio no parecía darle importancia a ese asunto.

—    El té no tardara en estar listo Axel.

—    Gracias.

El dueño del lugar se sentó ante la única mesa del lugar y él decidió hacer lo mismo. Solo entonces, mientras esperaban, con sus ojos celestes recorrió el lugar, la austera habitación era pequeña, no había muchos muebles ni accesorios. El de mirada color miel no dijo nada por unos instantes pero después se puso de pie y fue a lo que supuso era una alacena, era pequeña y alargada pero contaba aparentemente con lo necesario. Lo vio poner las únicas dos tazas en la mesa, una cucharilla, azúcar y leche.

—    ¿Quieres que te ayude?—dijo el de repente.

—    No te preocupes, me manejo bien—respondió pero decidió agregar—Puedo hacer algunas cosas por mí mismo.

—    No quise…

—    Está bien, entiendo.

Afortunadamente el agua hirviente comenzó a cantar en el recipiente, el de cabello rubio fue hacia la estufa de dos parrillas y procedió a servir las tazas con suavidad y un poco lentamente pero él ya no dijo nada.

—    Casi no tengo visitas—dijo sonriendo el joven y preparando las bebidas— ¿Con leche?

—    No.

De nuevo estaban sentados delante uno del otro en la mesa, aunque no se decían mucho, el de la casa estaba silencioso y Afrodita suponía que lo mejor era salir de ahí, no tenía idea de cómo actuar mientras que el otro permanecía como si no tuviera importancia todo lo sucedido.

—    ¿Quieres decirme que fue lo que sucedió Axel?

—    Solo tuve un incidente.

—    Espero que no te lastimaras.

—    No.

Pero en ese instante vio que tenía unas manchas de sangre en las manos y los puños de su camisa, no era de extrañarse, más bien era usual en ese tipo de casos. Pero no diría nada al respecto.

El té no era de primera pero estaba bien, la noche seguía y ellos dos hablaron poco pero lo suficiente para que el tiempo pasara y finalmente pudieran despedirse.

—    Es mejor que me vaya—dijo Afrodita poniéndose de pie.

—    Te acompañaré a la puerta—le dijo Vacker con suavidad.

Fue delante de él y alcanzaron la entrada sin dificultades, se detuvieron aún unos instantes para despedirse.

—    Pues...adiós—dijo el de mirada celeste saliendo.

—    Ten cuidado Axel.

Sin más se separaron, el que ya era caballero de Piscis sintió deseos de reírse ¿Cuidado? Como si lo necesitara, aunque tuvo que reconocer que ni siquiera recordaba la última vez que alguien le hubiera dirigido esas palabras. De inmediato dirigió sus pasos al Santuario y sin dificultades alcanzó su templo para poder darse un baño y descansar finalmente, había sido una noche agitada.

 

**********

 

A la mañana siguiente el caballero de Piscis escuchó algunos comentarios entre los guardias, aparentemente había una pequeña conmoción en el pueblo, algo sobre unos hombres que habían sido atacados y fueron llevados al hospital, supuestamente se recuperarían pero se necesitarían semanas, acaso meses, para que se restablecieran por completo. El de mirada celeste no dijo nada pero se decidió a hacer una nueva excursión, aunque esta sería a la luz del día, no tenía que rendirle cuentas a nadie de ninguna manera y por lo tanto no pensaba necesitar una autorización. Sin más se alejó de los demás con un camino no del todo determinado.

Anduvo por algunas partes, no se detenía demasiado, comprobó casi con satisfacción que en el lugar seguían hablando de su aventura de la noche anterior, la gente se mostraba un poco asustada por ello y corrían teorías sobre lo ocurrido. La verdad era que eso lo llenaba de satisfacción, no entendía por qué pero le gustaba que la gente sintiera miedo de él, suponía que estaba en su naturaleza. Sin embargo sus pasos lo llevaron por otro lugar y casi sin darse cuenta se encontraba en una calle que por alguna razón no le pareció desconocida, no estaba seguro del porque pero lo comprendió cuando se dio cuenta que estaba en un callejón, era el mismo sitio de la noche anterior.

A la luz del día no ganaba mucho, además de no ser diferente de otros sitios que él mismo conociera: calles estrechas, casas apiladas, puertas viejas, ruido alrededor, gente que no se dejaba ver, animales merodeando. Definitivamente uno de esos sitios que casi juraban se sentían pegajosos, con ese olor tan particular que lo hacía fruncir la nariz pero aun así eran el tipo de lugares que él frecuentaba, una especie de placer culposo lo orillaba a actuar de esa manera, decirse que era mucho mejor que toda esa gente. Estaba casi para darse vuelta cuando vio la puerta abrirse, salió una persona y reconoció al joven de las horas pasadas, a la luz del día se dijo que no era tan diferente a como lo había adivinado a la luz artificial pero ahora tenía otra perspectiva definitivamente.

El joven Vacker estaba de pie en la puerta y arrojaba un poco de agua, como si la rociara, entonces comenzó a barrer, movimientos rítmicos, monótonos, el de mirada celeste se dijo que sin duda estaba acostumbrado a eso. En un primer momento supuso que lo más sencillo era dar vuelta e irse pero apenas daba dos pasos cuando el muchacho de la casa se quedó atento.

—    ¿Axel?—preguntó abiertamente.

El de cabellos celestes se quedó sorprendido en un primer momento, ni siquiera había dicho una palabra ¿Cómo lo había reconocido?

—    Por favor, responde ¿eres tú Axel?

—    Si—terminó diciendo Afrodita.

—    Perdona, pero ya no te moviste, eso me inquietó un poco.

—    Está bien ¿Cómo supiste que era yo? No estaba cerca o te dije algo.

—    Tus pasos, los reconocí.

—    ¿Sabías que era yo por mis pasos?

—    Si—respondió con una sonrisa—La gente camina de manera diferente, puedo distinguir a una persona de otra por la manera en que caminan.

A él le parecía un tanto llamativo y el otro siguió con la conversación.

—    ¿Qué haces por aquí Axel?

—    Nada, tan solo daba una vuelta.

Se quedaron charlando unos instantes afuera y de hecho el de cabello rubio continuó un poco con su labor pero cuando se terminó tuvo que decirle algo al joven a su lado.

—    ¿Deseas pasar Axel? Aún tengo cosas por hacer pero si aceptas te invitaré una taza de té caliente.

—    Está bien.

De todas maneras estaba aburrido.

La luz del día revelaba algo que no había visto la noche anterior, la casa en cuestión era un poco más amplia de lo que había adivinado y contaba con una especie de jardín, no muy grande pero aparentemente bastaba, se trataba de un jardín de rosas.

—    Vaya—dijo al verlas.

—    Son lindas ¿no te parece?—preguntaba el de mirada miel.

—    Sí.

Pero en realidad pensaba en lo insignificantes que se veían en comparación con sus rosas, las rosas que podían acabar con cualquiera bajo su mandato, esas a sus ojos eran vulgares, comunes.

—    No lucen mucho—confesó Vacker—Pero es porque son rosas para ser cortadas y crear ramos, por eso sus tallos son tan largos y muy derechos, no son para jardín realmente.

—    ¿Por qué las siembras entonces?

—    Las vendo y la gente prefiere de este tipo a las más sencillas o naturales—explicaba con calma—No mucha gente quiere rosas silvestres o rosales antiguos, la mayoría busca las rosas modernas, ya sabes, las que vinieron después del primer híbrido de té.

En realidad el venido de Suecia no tenía ni la menor idea, tan solo escuchaba pero en esa corta mañana mientras veía como el otro atendía sus rosas y tomaba té con él aprendió más de lo que hubiera imaginado sobre tan singulares flores.

—    Deben gustarte las rosas—dijo el de Piscis—Sabes bastante de ellas.

—    Mi padre me enseñó, él las cultivaba, así que aprendí a su lado.

—    ¿Esto es lo que haces para vivir? ¿Cuidas rosas?

—    Si, por temporadas, en este momento tengo rosales de flores grandes pero también tengo de flor mediana, pequeñas y miniatura, aunque mis favoritas son las pequeñas.

—    ¿Por qué?

—    Me gustan solamente, son…

—    ¿Son?

—    Se llaman Dulce Corazón.

Pero al decirle eso el de ojos celestes vio como se ruborizaba levemente, eso le dijo algunas cosas más, interesantes sin duda. Así que por eso lo había invitado esa mañana por algo más de té, no parecía que hiciera eso con cualquiera, se trataba simplemente de un gusto de muchacho. No era que no supiera nada de eso, a esas alturas él ya tenía sus aventuras en su historial, aunque definitivamente ninguna de sus conquistas anteriores tenía que ver con ese joven delante de sus ojos, en lo absoluto, aun así le pareció entretenido averiguar hasta donde podría llegar.

No fue por las razones más caballerosas ni los motivos más elevados que un Afrodita de Piscis comenzó a visitar a ese joven rubio, de ninguna manera. Comprendía que no era como otros hombres que había conocido, así que tendría que moverse de otra manera pero los objetivos eran los mismos. El de mirada celeste por esos días de caballero tan solo tenía la armadura dorada pero en su interior habitaban sentimientos muy diferentes; en ese momento quedó decidido que ese muchachito que cultivaba rosas no se escaparía de sus brazos.

Las cosas a partir de ese punto sucedieron muy rápido, tal vez tenía que ver que Afrodita no deseaba perder el tiempo, no pasaba día sin ver a Vacker, sin visitarlo, hablarle, mostrarse conversador y tener que escuchar esas cosas que a él no le interesaban escuchar, como ese día en que le contó el motivo de su nombre.

—    Mi padre me dijo que cuando nací era tan bonito como un botón de rosa, así que por eso me llamó Vacker, quiere decir hermoso.

—    Ah.

—    Axel—dijo con voz suave— ¿soy lindo?

—    Claro que lo eres.

Lo vio sonreír pero comprendiendo que la pregunta completa era ¿Te parezco lindo? ¿Soy lindo para ti? Para terminar de confirmarlo se acercó y lo besó de forma tentativa, lo vio ruborizarse y sonrió, no era sino cuestión de tiempo pues estaba en claro que lo había impresionado.

—    Eres tan hermoso Axel—dijo de repente.

Sin embargo en ese momento el de Piscis no comprendió la importancia de que se lo dijera, estaba más que acostumbrado a escucharlo y no le prestó mayor atención.

No pasó mucho tiempo para que ese plazo que se impuso se cumpliera, estaban de nuevo en casa de Vacker, sentados uno frente al otro delante de las rosas, serían cortadas y vendidas, algo en esa idea parecía ser un tanto desoladora para el chico ciego pero no podía evitarlo. Afrodita por su parte estaba más interesado en otros temas. Llevaban una breve charla sobre cosas comunes pero en algún momento el de cabellos rubios le contó que era de ese sitio, que toda su vida la había vivido ahí, para después preguntarle algo más a él, sobre su vida, su pasado, su familia, acerca de si mismo pero el de mirada celeste fue más bien evasivo.

—    Tan solo quisiera saber un poco más de ti—decía Vacker con suavidad.

—    No es mucho lo que puedo decir de mí mismo—respondió él.

Al muchacho a su lado a veces le parecía que algo en ese joven era un tanto amargado, indiferente, como si tuviera un orgullo rencoroso contra los demás.

—    ¿Por qué eres tan solitario Axel?

—    Me gusta andar solo, no soportarle tonterías a nadie.

—    Se puede tener a alguien cerca y aún ser uno mismo.

—    Si...tal vez…

Pero en ese instante dejó su mirada fija en él, Vacker debió sentirlo porque de pronto sintió como si perdiera el aliento. No podía evitar sentirse atraído por ese joven a su lado, un tipo de atracción que lo hacía perder el equilibrio, terminó por voltear hacia otro lado. El de cabellos celestes lo notaba todo, la turbación, la falta de voluntad, eran las señales que necesitaba. Sin más se acercó a él y con suavidad tomó sus manos para acercarse un poco más o más bien haciendo que el de mirada miel quedara muy cerca. Vacker era incapaz de resistirse a ello, su corazón rebosaba con ansias de corresponderle y sentía que debía darle lo que quisiera, absolutamente todo.

—    Axel—dijo en un murmullo.

Afrodita notaba claramente como era ese muchacho delante de él, un pimpollo heleno de encanto turbador con sus ojos color miel almendrados y líneas delicadamente juveniles, la perfecta encarnación de una hermosura andrógina, de alguien que si fuera hombre o mujer seguiría siendo hermoso, de aspecto angelical con sus ondulados cabellos dorados. Si, era muy hermoso y ni siquiera sabía cuánto. Lo acorraló prácticamente contra un muro de la casa, sin dejar de tocarlo y acariciarlo, el otro parecía querer decir algo pero no podía, tan solo le permitía seguir, apartar un poco de esas telas que lo cubrían, poder besar esos esculpidos hombros y sentir por vez primera esos juveniles miembros entre sus ansiosas manos.

—    Axel.

Lo acalló con un profundo beso, no le gustaban mucho los besos en la boca pero consiguió que no dijera nada más, a partir de ese instante no se detuvo, simplemente lo poseyó por completo.

En realidad Afrodita como amante no era excelente, de hecho era un tanto egoísta y algo apresurado pero aun así, en esa primera vez, lograron algo de satisfacción mutua pero más él que el otro sin duda. Vacker parecía sorprendido, como si no terminara de comprender lo que había sucedido.

—    Axel—lo llamó suavemente.

Sin embargo el de Piscis no le decía nada, así que él lo abrazó con ternura, quedándose muy quieto contra su cuerpo.

—    Te quiero tanto Axel.

Aun así al de Piscis no le interesaba demasiado que lo quisiera, se sentía satisfecho solamente, no había sido una mala elección para pasar el tiempo.

 

**********

 

De todas maneras los encuentros continuaron y de hecho Afrodita era el que buscaba intimidad en cada ocasión. Vacker no se negaba ciertamente pues se sentía contento de complacerlo; sin embargo llegó el momento en que el de la casa de Piscis se sintió aburrido, ya había obtenido lo que deseaba y no tenía sentido alguno para él continuar con la farsa, era momento simplemente de seguir. Claro que no sin un último encuentro entre los dos.

Así que un sonriente Afrodita que se hacía llamar Axel se presentó de nuevo ante ese muchacho bonito como rosa, de cierta manera era especial, nunca antes había conocido a un hombre que se comportara de la manera en que él lo hacía en la intimidad, y fuera de la intimidad corporal también. Resultaba que ese muchacho de cabellera dorada había cambiado, de esa primera timidez había pasado a una actitud más abierta, franca, natural, incluso físicamente había cambiado, era como si hubiera adquirido un esplendor, estaban más sutilmente redondeadas sus curvas, un aspecto suave y su expresión, era ansiosa, expectante, como triunfante.

Parecía que apenas escuchaba sus pasos ya estaba él ahí pues antes de llamar a la puerta se abrió y se encontró con el joven que sonriente lo abrazó sin más.

—    Axel—le dijo alegremente, como si hubiera pasado una vida sin verse.

Un instante después ya estaba dentro, se notaba que estaba contento, era algo muy natural para Vacker desde hacía un tiempo, sentirse feliz. Saberse o al menos creerse amado por ese joven que hacía que su corazón latiera más aprisa y que se quedara sin aliento, que su cuerpo temblara y respondiera por completo a su presencia, que durmiera pensando en él y despertara de la misma manera, pensando en él, como si no hubiera nada más hermoso en el mundo que escuchar su voz.

—    Que bueno que viniste Axel—decía con suavidad tomándolo de la mano— ¿sabes? Quiero que tengas algo.

Pero el de ojos celestes no escuchaba demasiado de nada de lo que le decía, tan solo estaba ahí hasta que sintió que no tenía por qué seguir esperando si a final de cuentas era solo por un motivo por el que había ido. Sin aguardar por nada lo tomó por los brazos y lo hizo darse vuelta sin más, sintiendo como sus cuerpos se encontraban con fuerza. Se quedaba quieto como si no supiera que hacer, sintiendo su deseo sin poder defenderse.

—    Axel…

Si Vacker hubiera visto sus ojos en ese instante se hubiera encontrado con una mirada brillante, feroz, sin amor, pero ya se había abandonado entre sus brazos con esa sensación tan especial que recorría sus miembros. En pocos instantes estaban en la pequeña habitación que tan bien conociera el de mirada celeste, no contaba con mucho pero en esos instantes con lo que más le interesaba si: una cama. Unos momentos después ya estaban los dos sobre las sábanas, el rubio parecía buscar ir un poco más despacio pero el otro no tenía paciencia, sin más buscó debajo de su ropa para levantar la camisa descubriendo el terso pecho. Después fue hacia los pantalones que desabrocho y con cierta velocidad lo despojó de ellos, dejando a la intemperie sus bien torneados muslos, no esperó para acariciar esa tibia piel, ni para llegar a sus caderas, por encima de la ropa interior lo acarició buscando excitarse y no tardaba en hacerlo, con fuerza, con intensidad. Sin aguardar por nada comenzó a deslizar la prenda íntima fuera de sus piernas para pasar sus manos por encima de su pecho sintiendo como respiraba más agitado a cada instante.

En poco tiempo Afrodita se apartó un poco, solamente para abrir su propia ropa lo que fuera necesario, sacó la camisa de los pantalones y a los mismos los abrió dejándolos caer un poco por sus caderas, se acarició unos instantes comprobando satisfecho que estaba erguido su sexo y liberarlo del bóxer que usaba. Vacker buscaba acomodarse un poco mejor sobre la cama pero el de cabellos celestes se lo impidió, simplemente sujetó sus muslos para pasarlos por su cintura, frotándose unos instantes contra su intimidad no vaciló en seguir. Las manos estaban ansiosas por continuar, unos dedos llegaron a su trasero firme y redondo, estrujándolo con cierta fuerza, hasta hacer que el rubio gimiera de manera abierta en voz alta.

No bastaba con eso, unos dedos buscaban con ansiedad la masculina intimidad que se mostraba tibia, intentó traspasarla pero era difícil sin nada que hiciera más sencillo el cruzar ese sendero. El de mirada celeste tuvo que tomarse unos instantes para cubrir sus dedos con saliva y volver al ataque, solo el tiempo suficiente para dilatar ese pasaje que tanto lo excitaba sin poderse contener. El otro joven lo acariciaba y besaba con ternura, intentando llevar las cosas con cariño, pero nada de eso importaba mucho al de Piscis. Apenas sintió que podía seguir se apoderó del sitio entre esas bonitas piernas y por nada iba a separarse, colocó su sexo excitado contra la delicada entrada e ingresó con cierto empuje en el masculino cuerpo que no se le resistía de ninguna manera.

Lo escuchó gemir débilmente mientras se quedaba muy quieto, necesitaba controlarse un poco pero lo consiguió, entonces comenzó a moverse, fueron movimientos firmes y decididos, avanzando y retrocediendo, buscando más de esa viril morada que lo estrujaba y lo hacía sentir verdaderamente placer al grado que también gemía de manera abierta. Justamente al estarse moviendo fue cuando algo más sucedió, no era que nunca se hubiera sentido así sino que las sensaciones eran más fuertes, más intensas, como si fueran las olas del mar que buscaban la costa, así era, se sentía como una isla desierta y el otro joven era el mar, le parecía que algo más recorría su cuerpo desde su vientre al resto de su ser. Le daba la impresión que llamas corrían por su piel, que sus músculos se tensaban y sus nervios se despertaban al mismo tiempo, tenía los ojos apenas abiertos y sin embargo no era capaz de ver nada, le comenzaba a faltar el aire y lo que fuera que estaba viviendo se volvía exquisito.

En medio de su propio placer el de mirada celeste no se daba cuenta de nada, de cómo el joven Vacker apenas parecía poder moverse sobre las sábanas pero en realidad estaba respondiendo a su encuentro con intensidad. Nunca en las veces anteriores se había sentido de esa manera, como si no pudiera dominarse, tan solo era lo que esas sensaciones corriendo por su cuerpo indicaban que fuera. El calor, los dulces espasmos en su vientre, el movimiento de su compañero, esa forma en que parecía que su cuerpo se abría y se cerraba pidiendo más, clamando por más, sintiendo por instantes que todo se quedaba quieto para de inmediato volver a vivir esos torbellinos de sensaciones en su interior, haciéndolo arquearse y buscar con sus manos el cuerpo de ese hombre que lo estaba haciendo perder la conciencia de sí mismo.

Fueron verdaderos momentos de fusionarse, uno de esos instantes que pueden definir una existencia, en los que dos personas pueden volverse uno…sin embargo Afrodita no lo sabía y no le interesaba saberlo. Vino una rigidez intensa en los dos, al mismo tiempo, no hicieron nada para lograrlo y no había nada que hacer para impedirlo, se quedaron casi sin moverse mientras daban unos gemidos incontrolables de satisfacción hasta que todo lo que pudieron compartir fue compartido, estarían unidos de una manera que ni siquiera imaginaban. Al final Afrodita cayó casi desmayado sobre el juvenil cuerpo al que terminaba de unirse, permaneció tendido sobre el rubio sin saber siquiera por cuanto tiempo, lentamente fue recuperando la consciencia y solo entonces se dio cuenta de cómo Vacker lo acariciaba aún por el cabello y su espalda con ternura.

Por unos instantes se sintió extraño, nunca antes había sentido algo como lo que terminaba de experimentar, era como un regocijo interior pero no podía explicárselo y por otra parte tampoco lo intentó.

Un poco adormecido Afrodita se apartó quedando recostado al lado del muchacho de las rosas, ninguno de los dos decía nada, tan solo respiraban cansados, como si hubieran dejado de sentirse a sí mismos pero el de Piscis se recobró antes. Aún sentía el cuerpo como adormecido y no lo entendía, no estaba seguro del porque ese encuentro había sido tan diferente.

Se sentó en la cama para comenzar a acomodarse un poco la ropa y el cabello pero el otro chico también debió sentirse mejor pues le habló.

—    Esto…Axel…esto fue…

Aparentemente no podía ni explicárselo, tan solo atinó a incorporarse un poco y estrecharlo entre sus brazos por la espalda, recargando su rostro contra su cuello con fervor. Un gesto de esa naturaleza no tendría poder sobre el de mirada celeste, acostumbrado a la adoración absoluta no podía sino tomarla como algo natural hacia él y no como un evento de verdadera dicha para su vida, porque así era, en ese instante Vacker lo adoraba y aún más que eso.

—    ¡Oh Axel te amo tanto!—dijo como un arrebato.

Esas palabras terminaron de despejar al de Piscis para quien ese tipo de eventos eran desagradables, no le gustaban los dramas ni las complicaciones, así que era mejor irse de una buena vez con una historia que no exigiera de muchas explicaciones de su parte, de hecho ya tenía una idea desde antes de llegar.

—    Tengo que irme por una temporada—dijo Afrodita de repente.

El rubio pareció sorprenderse primero y resentirlo después pues sus brazos lo estrecharon con un poco más de fuerza.

—    ¿Adónde?—preguntó el joven con voz pausada.

—    Eso no es importante.

—    Solo quisiera saberlo ¿Cuánto tiempo te irás?

—    Será cuestión de unas semanas, nada más.

Vino un silencio pesado y cortante, Afrodita tan solo esperaba que lo dejara ir mientras que Vacker no se hacía a la idea de dejarlo marcharse. Al final su abrazo se hizo más suave y se quedó cabizbajo sobre las sábanas.

—    No quisiera que te fueras Axel.

—    Debo hacerlo, es algo que necesito hacer.

—    ¿Cuándo te vas?

—    Esta misma noche.

El de mirada miel ya no se atrevía a preguntar, cada respuesta indicaba que debían estar separados y eso le dolía pero aun así tuvo ánimos para pensar en algo, o más bien recordarlo.

—    Hay algo que quería darte—dijo el muchacho incorporándose lentamente de la cama.

El de mirada celeste lo vio abandonar la habitación con pasos suaves solo con su camisa y aprovechó para acomodarse un poco mejor la ropa y alisarse el cabello, estaba sudado pero no pensaba perder más tiempo ahí limpiándose. Vacker regresó con una curiosa flor en sus manos, era completamente blanca y buscando sus manos las tomó y colocó el obsequió entre ellas con ternura.

—    Es una rosa Alba—explicaba con cariño—Deseaba que la tuvieras.

El de cabellos celestes seguía callado, esperando por el momento de poder irse, esos ojos que no veían estaban a un paso de las lágrimas y él detestaba las lágrimas.

—    ¿Ya debes irte Axel?

—    Sí.

Soltó sus manos y el de mirada celeste fue hacia la puerta pero como por un súbito impulso el rubio lo alcanzó y lo abrazó una vez más.

—    Prométeme que cuando veas una rosa pensarás en mí.

—    Claro—respondió con naturalidad Afrodita.

Volteó y le dio un beso en la frente, con eso finalmente logró que lo soltara, lo observó apenas una vez más, su rostro resplandeciente por lo compartido pero de alguna manera triste por la separación.

De todas maneras no le interesó.

Salió de la humilde casa dispuesto a no pensar más en ese asunto, tan solo se dirigió al Santuario, a su templo, necesitaba de un baño. Casi estaba a la entrada cuando se dio cuenta que seguía llevando la rosa que le obsequiara ese muchacho que estaba convencido iba a volver. Miró a la sencilla flor y haciendo un mohín de menospreció la arrojó a un lado, en el camino, no se comparaba con las suyas que eran hermosas, perfectas. No vio como la blanca flor cayó arrojando algunas de sus semillas y pétalos por el aire, como si llorara. Sin pensar más en la rosa, en el joven de nombre Vacker ni en nada de nada entró a la doceava casa.

 

**********

 

El tiempo pasó y Afrodita aún corrió otro tipo de aventuras hasta que fue imposible que dejara el Santuario pues por algún motivo parecía que se estaban colocando en pie de guerra, sucedieron muchas cosas entonces: El Santuario, los conflictos, Hades, su muerte…su regreso de la muerte.

Todo era diferente.

Así que ahora Afrodita, igual que sus compañeros caballeros dorados, estaba de nuevo en el Santuario y bastante dispuesto a hacer una nueva vida, de hecho todos lo estaban. De alguna manera habían pagado sus culpas y errores, los que los tenían, y contaban con una diosa generosa que no encontraba motivos para mantenerlos lejos. Con una oportunidad semejante ¿Cómo no aprovecharla? Era un hecho que nadie iba a desperdiciarla, era el momento de hacer todo aquello que se habían jurado que de tener una segunda oportunidad  harían.

En un principio las cosas marcharon bien, al menos tranquilas, los caballeros se apoyaban unos en otros para cumplir con deberes, que los tenían, además de fomentar mejores relaciones como compañeros que eran, incluso como amigos, lo cual estaba resultando. En el caso de Afrodita, tal vez por su historia pasada, se había hecho cercano de Death Mask de Cáncer, ambos comprendían mejor lo que era haber pasado por una situación como la suya ya que los otros no lo habían hecho. No era poco común verlos juntos conversando o visitándose en sus templos, parecía que se comprendían bastante bien y esa relación los ayudaba a ambos a seguir adelante con sus papeles de guardianes dorados de un templo del Santuario.

Pese a encontrarse mejor Afrodita de Piscis a veces se sentía algo inquieto, no lo podía evitar, era como si algo faltara en su vida y provocaba un desasosiego que no sabía cómo manejar. Lo peor era que ni siquiera era capaz de explicarse por qué le sucedía algo como eso.

—    Voy al pueblo Afrodita—le decía Death Mask— ¿no quieres venir?

—    No Death—le respondió—Gracias.

—    Muy bien.

Vio a su compañero de la cuarta casa alejarse y decidió hacer algunas tareas menores en su templo, no eran muy urgentes pero lo mantendrían ocupado por un tiempo, así que puso manos a la obra y se dedicó a sus labores con esmero. Los días eran tranquilos o al menos eso le parecía, tan solo buscaba enfocarse en hacer una  nueva vida como el caballero que siempre le había correspondido ser. Justamente por estar en esas labores fue que algo apareció en su camino, algo en lo que no había vuelto a pensar en todo ese tiempo pero estaba por resurgir.

Como parte de la limpieza de su templo decidió quitar la mala hierba que a veces crecía por los alrededores, no era urgente ni una tarea que se esperara para un caballero dorado pero de todas maneras lo haría. Estaba bajo el brillo de los rayos del sol y sin dificultades se encargaba de la labor, no era mucho después de todo pero justamente en ese momento vio algo que había crecido a una orilla del camino, algo que no se esperaba, se quedó casi sin aliento cuando lo vio.

Detrás de un grupo de rocas había una flor pero no era cualquier flor.

Se trataba de una rosa alba blanca.

De por si era terriblemente extraño que una rosa de ese tipo hubiera crecido ahí pero no tardó en llegar a sus recuerdos el porqué estaba ahí.

—    Prométeme que cuando veas una rosa pensarás en mí.

Lo cierto era que nunca, hasta ese momento, lo había hecho.

Se quedó sentado delante de la silvestre flor que contra todo pronóstico había logrado sobrevivir en ese sitio, sin cuidados, sin ser vista, sin ser buscada siquiera, pero ahí estaba. En ese momento recordó que ese tipo de rosas pertenecía al grupo de los rosales antiguos, que resultaban ser increíblemente fuertes y robustos además de no requerir muchos cuidados y tener menos problemas de plagas y enfermedades. Pero aún con todo eso parecía maravilloso que hubiera crecido.

Entonces el de mirada celeste recordó el resto, como tan solo la había arrojado a un lado sin preocuparse de nada, de la misma manera que hizo al lado el cariño de un muchacho. Vacker. Si, así se llamaba ¿Qué habría sido de él? Esperaba que estuviera bien, de verdad, que alguien que sinceramente pudiera quererlo apareciera en su vida. Se quedó ahí largo rato sin moverse pero al final se convenció que no tenía sentido seguir así, era mejor regresar al interior pero eso no evitó que cuidara de la hermosa visitante acomodando las piedras para que permitiera un mejor paso del sol y vigilando que no hubiera mala hierba cerca, la regó con cuidado y se convenció que era una perfecta flor.

Hasta ese momento hubiera sido todo pero no lo fue, muchas veces las acciones de nuestro pasado tienen peso en el futuro y cuando reaparecen siempre deberán ser enfrentadas, caballeros dorados o no, todos debemos hacerlo.

Una mañana algunos compañeros decidieron ir al pueblo y hacer algunas compras de cosas que necesitaban, Afrodita se les unió, no parecía un mal plan, y como no tenía tareas ni expectativas fue asunto hecho. Hacía tanto tiempo que el de mirada celeste no iba al pueblo, le agradó ver los cambios, que las cosas eran diferentes a como las recordaba. Por unos momentos siguieron juntos pero poco a poco se fueron separando dependiendo de sus intereses, de alguna manera se quedaron en pareja los de Cáncer y Piscis, el de cabellos celestes aguardaba al lado del de la cuarta casa por sus compras cuando su compañero pareció recordar algo.

—    No es posible.

—    ¿Qué sucede Death?

—    Olvidé la levadura.

—    ¿Es muy urgente?

—    Si, si es que en verdad quieren pizza.

El de Cáncer era mucho mejor de lo que cualquiera hubiera creído en la cocina, estaba plenamente comprobado por los demás.

—    Ve, te espero.

—    Gracias Afrodita.

Sin más el de cabellos azules se fue aprisa dejando a su compañero observando alrededor, no miraba nada realmente, no hasta que de alguna manera alguien quedó a un par de pasos de él. No le prestó mucha atención al principio pero en eso notó que llevaba rosas en sus manos, pequeñas flores de colores, entonces vio que se trataba de una niña que lo miró a su vez y le sonrió con dulzura, no pudo contener la sorpresa al ver sus propios ojos. Así era, esa pequeña tenía sus ojos y su cabello, era una niña y era demasiado parecida a él, la única manera de poder explicarse ese parecido era que tuviera una hija…

—    Rosita—se escuchó una voz.

Afrodita sintió que se quedaba sin aliento, un hombre se acercaba con pasos suaves y llegaba al lado de la pequeña, era él, sus cabellos rubios, sus ojos velados, era Vacker. No se atrevió a moverse, ni siquiera respiraba, se quedó ahí sin terminar de creer lo que estaba sucediendo. En ese momento se dio cuenta que el otro joven parecía quedarse muy quieto, como si tratara de encontrar algo a su alrededor pero finalmente tomó a la pequeña en brazos y entró a un lugar, a él no le interesó ver ni saber, estaba tan impresionado que cuando pudo moverse de nuevo no resistió seguir en ese sitio, se fue a su templo de inmediato.

Un aparentemente disgustado pero más bien curioso Death Mask paso por su templo para dejar sus compras y después dirigirse a la doceava casa, su compañero lo había dejado ahí pese a que dijo que lo esperaría, más le valía tener una buena justificación para hacerle eso a él. Al estar por alcanzar su destino se dio cuenta que algo debía pasarle a su camarada pues para empezar no estaba en su templo, sino afuera y parecía apesadumbrado, lo cual era muy difícil de ver en alguien como el de ojos celestes.

—    Afrodita—lo llamó de inmediato— ¿Qué sucedió? ¿Por qué te fuiste? ¿Por qué me dejaste así? ¿Qué haces aquí?

Pero por más preguntas que hacía no tenía respuesta, se tomó unos instantes para observar mejor a su compañero y al notar su expresión se sintió preocupado, algo realmente importante estaba sucediendo.

—    Afrodita—lo llamó una vez más— ¿Qué sucede?

Aún tuvieron que pasar unos momentos para que llegara una respuesta pero finalmente la hubo.

—    Vi a alguien Death—respondió el otro con voz trémula—Nunca creí que algo como esto sucedería.

—    ¿Qué pasó?

—    Es algo que sucedió…de hace tiempo.

El de cabellera celeste se veía alterado y en ese estado, observando esa rosa blanca, no pudo sino decirle lo ocurrido al del cuarto templo.

—    Yo actuaba de otra manera—decía el de Piscis.

Al final estaba en claro lo más importante: Lo que Afrodita había tomado todo como un amorío con un muchacho no fue solamente eso y aparentemente tenía una hija como resultado de ello.

—    ¿Crees que esa niña es tuya?—preguntaba con tacto el de Cáncer.

—    Es idéntica a mí, incluso tiene mi lunar.

Si todo lo que escuchaba el del cuarto templo era verdad resultaba un asunto complicado, muy complicado pero primero lo primero.

—    ¿Qué quieres hacer Afrodita?

—    Pues…yo…no sé—reconoció al final—No sé qué debo hacer, no me esperaba algo como esto Death.

—    Debes decidirte.

—    Lo sé, en verdad lo sé pero cuando me separé de él nunca más volví a pensar en todo lo que sucedió, nunca le dije la verdad, jamás fui honesto en todo ese tiempo, a lo más le dije mi nombre, el  verdadero.

—    ¿No te llamas Afrodita?

—    No ¿acaso tú te llamas Death Mask?

—    No.

—    Fue involuntario, no quise decirle mi nombre de caballero y terminé diciéndole mi nombre verdadero. Él era tan especial Death—dijo como si recordara algo—Cuando lo dejé fui de lo peor, le mentí desde el principio y le mentí hasta el final.

—    Afrodita…

—    Y él era tan dulce, tan gentil, incluso me dijo que era hermoso.

—    ¿No tenías suficiente de escuchar eso?

La verdad era que si por algo lo conocían en el Santuario aparte de sus rosas era justamente por ese asunto de que era el caballero más hermoso de todos.

—    Pero él me lo dijo sin haberme visto nunca Death.

—    ¿Cómo?

—    Es ciego. Me contó que cuando era niño sufrió un accidente, su padre falleció y él perdió la vista.

Definitivamente era bueno que se hubieran hecho amigos porque a cada palabra el de la cuarta casa se sentía más incrédulo y sinceramente enfadado. Afrodita le estaba diciendo que engañó, sedujo y abandono a un muchacho dulce, gentil y ciego. Una historia de ese tipo no era para encontrar mucha comprensión pero por otra parte veía el honesto arrepentimiento del de mirada celeste delante de él, lo afectado que se encontraba con lo ocurrido apenas ese mismo día.

Sin embargo, pese a ver su tristeza, el de los ojos azules era práctico, era mejor dejarle algo en claro a su compañero de cabellos celestes.

—    Afrodita, aun cuando lo busques ¿No supones que en este tiempo él tal vez hizo su vida con alguien más?

—    Si, lo pensé, de hecho esperaba que hubiera encontrado a alguien que lo quisiera como se merece pero ¿Y si no es de esa manera? ¿Si no hay nadie que lo apoye? ¿Y mi hija?

—    Eres un caballero Afrodita, un caballero dorado, sabes que ese tipo de vida, con alguien, es imposible para nosotros, aunque no lo fuera ¿Qué puedes ofrecerles? No hay un sitio en tu vida para él y para ella.

El de Piscis escuchaba todas esas razones pero no terminaba de creer que estaba sucediendo algo como eso, simplemente no era capaz de dejarlo ir.

—    Lo lamento Afrodita—le dijo con sinceridad el de Cáncer.

Pero en verdad no veía que pudiera hacerse en esa situación.

Aunque no por eso no haría nada, el caballero de Piscis se decidió a que lo mejor era averiguar algunas cosas, si estaban bien, si habían seguido adelante, él no intervendría de ninguna manera pero si necesitaban ayuda tal vez pudiera hacer algo, aunque fuera a distancia, de lejos, velar por su bienestar de alguna forma.

Necesitaba respuestas.

 

**********

 

Así que con planes no del todo claros en mente, Afrodita se dirigió al pueblo de nuevo al día siguiente. Primero fue a la casa donde se conocieran Vacker y él pero tenía vistas de no ser habitada por un tiempo. Así que recordó donde había visto a la pequeña y a su padre y fue al mismo sitio, solo entonces se percató del tipo de lugar que era, se trataba de una florería.

El de Piscis se quedó delante del establecimiento, de pie, sin atreverse a acercarse pero tampoco se iba, sin saber que hacer ¿Debía entrar? Tal vez si le preguntaba a alguien podría saber algo más y… mientras él se hacía esas ideas la puerta se abrió y vio a la pequeña de ojos celestes como los suyos salir, parecía que era una pequeña aventurera que no se intimidaba con salir a explorar sola. La miró como si no creyera posible que existiera, era tan bonita, como cualquier padre sentía que no había niña en el mundo que se comparara con ella. Entonces la pequeña le sonrió y él sintió deseos de llorar, tan solo quería tomarla en sus brazos y…

—    Rosita—la llamaron.

Ahí estaba de nuevo, de nuevo ante sus ojos, sentía que lo mejor era no darse a notar pero no importó, el joven tomó a la pequeña entre sus brazos cargándola y volteó exactamente hacia donde él estaba, caminó dando tres pasos, todo lo que los separaba y el de ojos celestes tan solo podía preguntarse con desolación ¿Qué había hecho? ¿Qué era lo que había hecho? Fue en ese instante cuando el joven de cabello rubio le habló de forma directa.

—    Volviste.

El de Piscis no lo podía creer, no podía ser posible que sonriera por él, no después de todo lo sucedido y sin embargo nada de eso parecía preocuparle al rubio muchacho delante suyo que tan solo se quedaba aguardando, como esperando porque le dijera algo, lo que fuera que tuviera que decir.

—    Vacker—fue todo lo que salió de sus labios.

—    Axel.

A partir de ese momento las cosas fueron mejores de lo que esperaba el de ojos celestes, Vacker lo llevó al interior, a una especie de habitación de almacenaje en la parte trasera pues ahí estarían a solas y podrían charlar un poco, definitivamente eso era necesario entre los dos. En un principio él no podía decirle nada pero el otro joven no parecía tan conmocionado, más bien se veía contento.

—    ¿Cuándo regresaste?—preguntó directamente.

—    Hace poco—confesó él—No me había atrevido a buscarte, fue tanto tiempo y pensé que lo más seguro era…

—    ¿Qué estuviera con alguien más?

—    Sí.

—    Ha habido algunos cambios en mi vida, es verdad, ya no cuidó de mis flores, ahora trabajo aquí y hago arreglos, tuve que mudarme, es más cercano así.

—    ¿Cómo se llama?—preguntó directamente reuniendo el valor para hacerlo finalmente.

—    Rosa—respondió el otro comprendiendo la pregunta—Era tan hermosa cuando nació, pensé que era como una rosa, por eso la llamé así.

—    Como tú.

Vino un silencio, era como si no pudieran decir nada más ¿Qué podían decirse? Fue entonces que Vacker hizo lo que aparentemente había esperado por mucho tiempo. Se acercó y apoyó su cabeza contra el pecho del de Piscis, quedándose muy quieto, escuchando como latía el corazón del de cabellos celestes.

—    Había esperado tanto por este momento Axel.

—    Vacker…

—    Los demás me dijeron que te olvidara, que nunca ibas a volver pero yo estaba seguro que ibas a regresar.

Diciéndole eso dejó escapar unas lágrimas y el de mirada celeste tan solo pudo abrazarlo a su vez.

—    No llores, por favor.

Pero fue inevitable que lo hiciera, se quedaron juntos en silencio, compartiendo su reencuentro y las lágrimas.

Cuando Afrodita regresó al Santuario ya había oscurecido, había demasiadas cosas en que pensar pero la más importante era el futuro de esas dos personas ajenas a su existencia como caballero.

En apenas unas horas estaba al tanto de muchas cosas de las cuales ni siquiera imaginaba que tenían que serle importante pero lo eran. Vacker le habló de su hija pues no había ni la menor duda que era suya, de su carácter, más de dos años, una niña mayor la llamaba, eso y que era valiente y decidida, era una pequeña a la que nadie podía amedrentar y por eso a veces apenas se distraía se aventuraba al exterior, nunca iba lejos pero él siempre debía llevarla al interior de nuevo; sin embargo también se dio cuenta de lo dichoso que parecía el joven rubio con su reaparición, saber que estaba de vuelta aunque él ni siquiera terminaba de convencerse de todo lo sucedido en ese tiempo.

Pero algo debía hacer.

Se quedó en la oscuridad sosteniendo entre sus manos su cabeza, era necesario que se decidiera pero no era sencillo, nada sencillo, comprendía perfectamente que su posición era complicada. Él tenía deberes con el Santuario y en esos términos algo como una pareja, una familia, hijos, no entraban en su existencia. Aun así ellos existían y no podía abandonarlos. Debía haber una manera.

—    Afrodita.

Se dio cuenta de quien entraba a su templo.

—    No supe de ti todo el día Afrodita.

—    Death.

—    ¿Qué ocurre? ¿Estás bien?

—    Lo vi Death, hablé con él, pude estar cerca de mi hija.

—    Afrodita.

No parecía que hubiera una manera sencilla de solucionar eso, se veía en esos celestes ojos que la escena había sido como mínimo conmovedora.

—    ¿Qué voy a hacer Death? ¿Qué puedo hacer?

—    Lo lamento Afrodita pero conoces mi postura en todo esto.

—    Pero…

—    No pueden ser parte de tu vida.

—    Debe haber una manera. La encontraré.

—    ¿Cuál? ¿Acaso piensa traerlas aquí, a tu templo? Sabes bien que eso es imposible. Somos caballeros, no hay espacio para nada más en nuestras vidas.

El de cabellos celestes podría estar escuchándolo pero no se convencía, debía haber una manera de solucionarlo todo.

Afrodita estaba confundido, se sentía completamente seguro de que debía hacer algo, el problema era que no sabía que hacer, pensaba en Vacker y en su hija, no podía dejarlos, no ahora que sabía de ellos, que estaba cerca, ya no era el mismo de antes que podía abandonarlos, era otro. Recordaba esos días al lado del joven rubio, días muy bellos que en su inconsciencia no pudo comprender ni apreciar, que mientras jugaba el otro iba enserio, con su estupidez de sentirse superior a los demás, sin contemplar los sentimientos de otras personas ¿De qué valía ahora eso? Tan solo parecían importarle ellos dos.

Había sido amado y aún lo era, no podía negar eso, de la misma manera que no podía negarse que también lo quería, los quería a las dos, por eso no podía abandonarlos. Aunque tampoco podía cerrar los ojos a la verdad que era un caballero dorado y ambas partes de su vida no podían unirse.

Cuando volvió a buscar a Vacker el joven lo esperaba pero no a solas, él mismo había pasado su cuota de horas de reflexión y ahora no estaba solo, tenía a su pequeña, necesitaba saber de manera directa sobre su porvenir y eso debía serle respondido por alguien más para tomar decisiones.

—    Axel—dijo con suavidad.

—    ¿Sí?

—    ¿Qué va a suceder con nosotros?

—    Yo, debo solucionar algo.

—    Necesito saberlo Axel ¿Vas a quedarte?

El de ojos celestes no pudo sino guardar silencio.

—    Quiero que estemos juntos—dijo buscando su mano—Que fundemos una familia, nuestra familia ¿es eso tan difícil?

Afrodita miraba a la pequeña Rosa sentada en las piernas de su padre rubio, no pudo sino tender sus brazos hacia él y cargarla a su vez, era momento de decidirse.

—    A veces pienso que debería dejarte en paz—confesó el de Piscis.

—    No—dijo el rubio—Solo ámame Axel.

—    Lo haré…de alguna manera.

El de ojos celestes sabía que lo haría y aun así no era tan sencillo resolverlo todo entre los dos.

—    Voy a solucionarlo, lo prometo pero necesito irme.

El de mirada miel no le dijo nada, tan solo lo abrazó, necesitaba confiar en él.

El caballero de Piscis regresó al Santuario, a su templo, su armadura…sus rosas.

Saori estaba en el Santuario desde hacía unos días, estaba supervisando unas cuestiones que involucraban a los caballeros y no fue nada inusual que los dorados se reunieran con ella. Mientras todos estaban atentos a lo que escuchaban y daban sus opiniones el de ojos celestes se mostraba ausente, no parecía escuchar ni una palabra.

El de la doceava casa seguía con esas preguntas danzando en su interior, sin atreverse a una resolución absoluta, todavía vacilaba entre los dos caminos que tenía delante de él. En esos momentos se preguntaba por si mismo, por su vida pasada, por la futura ¿De verdad tenía un futuro con Vacker y su hija? Era como si no pudiera hacer una vida con ellos pero sin ellos tampoco.

En ese instante vio que en el centro de la mesa en la que estaban reunidos se encontraba un florero de plata con flores, eran rosas y ante esa imagen supo que no podía dilatarlo más, era el momento de decidirse.

—    Afrodita—le decía Saori—Espero contar con tu apoyo para esta misión.

El de ojos celestes la miró por un instante, una diosa en la tierra, su diosa, y aun así no la elegiría.

—    No—dijo con firmeza el de Piscis.

Todos sus compañeros se quedaron sorprendidos mirándolo.

—    No lo haré—continuó el de cabellera celeste—No más misiones, no más Santuario, ya no más.

—    Afrodita.

—    Lo lamento pero no puedo seguir siendo un caballero.

Mientras las miradas de los hombres eran de sorpresa la de la única mujer en el lugar fue de duda pero también de amabilidad, estaba dispuesta a escuchar que era lo que estaba sucediendo con su caballero.

—    Hablaremos en privado Afrodita—dijo Saori.

Lo que vino de esa conversación no se supo, no palabra por palabra al menos pero si se enteraron los demás del Santuario por sus consecuencias, no podía ser para menos cuando uno de ellos abandonó el lugar y no se trataba de cualquiera sino de todo un caballero dorado guardián de un templo.

 

**********

 

—Papi, vino tu amigo—le decía la pequeña Rosa.

—    ¿Cuál de ellos?—preguntaba Afrodita terminando con sus flores.

—    El que siempre está enojado.

—    Death no está enojado.

—    Pero mira así.

Y diciéndole eso exageradamente frunció el entrecejo y estrujó su naricita, su padre se rio suavemente pero se puso serio después.

—    No digas esas cosas y no te burles de los demás—le advirtió su padre.

Pero la tomó en sus brazos y salió a recibir a su visitante.

—    ¿Cómo estás Death?—lo saludó.

—    Hola Axel, andaba por aquí y vine a saludarte.

Hacía dos años que Afrodita de Piscis dejara el Santuario y dejara justamente de ser Afrodita, después de aquel día que habló con Saori se fue del doceavo templo renunciando a todo y lo cierto de todo ese asunto era que no se arrepentía en lo más mínimo. Haciendo honor a la verdad la joven Kido no se opuso, sino que lo escuchó con calma y paciencia para respaldarlo finalmente en su decisión y apoyándolo para que cumpliera con sus deseos. Si su caballero elegía una vida lejos de ellos no sería ella quien se opusiera aunque antes de llegar a ese punto fueron horas de plática honesta y abierta.

Así que dejando el Santuario el hombre que había recobrado su nombre como Axel volvió con Vacker y su hija para hacer una vida con ellos, sus compañeros supieron lo sucedido y a veces lo visitaban. Ahora vivía en el pueblo e incluso tenía un negocio propio de rosas, de todo tipo, desde las modernas hasta las silvestres y antiguas, siendo justos nadie tenía flores como las suyas, por eso seguramente las cosas marchaban tan bien. Cuando sus compañeros del Santuario lo visitaban, pasaban solamente como lo que eran: amigos de otra época y jamás hablaban de ese tiempo en que fuera un portador de una armadura dorada.

Sin más Death Mask veía claramente que su amigo era feliz, no podía decir nada en contra ante eso.

Un poco después Vacker se les unió y conversaron aunque no demasiado, finalmente el de Cáncer se fue y ellos tres se quedaron juntos.

—    Tú amigo siempre me ha parecido muy serio—comentó su compañero.

—    Algo hay de eso—respondió Afrodita.

Continuaba trabajando en un arreglo, era realmente excepcional, nadie lograba el efecto que el de cabellos rubios con las flores. Su ahora esposo lo miraba encantado y al final se decidió por algo.

—    Tomemos un descanso—dijo el de ojos celestes.

El otro le sonrió y con su pequeña a su lado fueron a la parte de atrás de su casa, donde estaba su jardín con las maravillosas rosas que nadie dejaba de alabar, se sentaron en una especie de balancín familiar dejando que el tiempo pasara. El que fuera caballero de Piscis abrazaba a su compañero y veía con ternura a su hija con los dos, por unos instantes su mirada quedó fija en la distancia, más allá de su propio jardín. Era un día verdaderamente hermoso, los primeros rastros de una nueva época se reflejaban en el camino, los árboles parecían unirse por medio de las hojas verdes y castañas, las pequeñas flores silvestres a los lados, junto a las rocas, a las faldas de los árboles, amarillas, rosas, blancas, como si se hubieran mantenido tímidas y ahora se exhibieran con total orgullo, la vida le decía a él mismo que estaba vivo.

—    Esto es tan hermoso—dijo de repente.

—    ¿Qué cosa?—le preguntó Vacker sin perder su sitio.

—    Tenerte a mi lado, poder amarte con lo mejor de mí, no puedo ser más feliz que por estar contigo.

—    Axel…

—    ¿También por mí?—preguntó su hija mirándolo directamente.

—    Por supuesto, soy muy feliz por tenerlos a los dos.

Le dio un beso en la frente con cariño y era definitivamente la verdad, apenas le parecía posible ser tan feliz con la vida que tenía, sin su rango y armadura, pero sabiéndose amado y a su vez amar, era maravilloso. Tenía una vida sencilla pero no la cambiaría por nada pues todo cuanto hiciera era únicamente por ellos, su familia, a quienes amaba.  Podía verlo ahora sin dificultades, gracias al amor, su corazón ya no estaba ciego.

 

**********

 

 

FIN

 

 

 

 

Notas finales:

Solo por comentar, Vacker es hermoso en sueco.

Si nada sucede sigo la semana entrante con otro fic, nos leemos.

Atte. Zion no Bara

 


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