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Notas del fanfic:

 

Esta trama está dedicada a Aome Kon, quien me sugirió a los tres personajes, no es exactamente lo que propusiste pero fue lo que se me ocurrió, espero que te guste y perdona el retraso.

También deseo que les guste a quienes lean.

Notas del capitulo:

Es una historia corta de un solo capítulo pero deseo que les guste.

 

 

 

La habitación por la noche estaba en calma, al menos era lo que se esperaba cuando la pareja que ocupaba la cama amplia de pino aromático dormía. Los dos juveniles cuerpos dibujaban sus siluetas bajo las sábanas de colores claros, se podía ver sus cabellos largos en color negro, aunque más lacio uno que el otro, aparte de eso uno era de constitución más esbelta que el otro, había similitudes pero también diferencias, aunque eso no importaba tanto cuanto estaban juntos. Se podía esperar a que descansaran, pero no era de esa manera. El que tenía una expresión más suave en su rostro de pronto se agitó, soñaba, pero era algo muy vívido pues lo hizo moverse en la cama, como si buscara escapar de algo, para que casi al final simplemente lo despertara completamente alterado.

Pero despertando un poco antes a su compañero.

—     Shiryu, Shiryu, despierta, por favor.

Al llamado de su compañero el otro joven despertó, estaba inquieto, respiraba agitado, se veía asustado por lo que fuera que estaba soñando.

—     Solo fue una pesadilla—le decía el otro—Por favor, tienes que calmarte, solo recuerda que estoy contigo.

Le hablaba mientras lo abrazaba y acariciaba su largo y lacio cabello negro, buscando que se tranquilizara de esa pesadilla que llevaba tanto tiempo acechándolo, pero había aceptado estar ahí cada vez.

—     Lo siento Okko—decía el otro joven con voz triste—Intento superarlo pero no puedo, no puedo.

—     Todo estará bien, no te preocupes.

Pero a pesar de su voz conciliadora y su cariño, su compañero no lograba calmarse, podrían no decir nada pero ambos sabían perfectamente lo que estaba sucediendo, lo que acechaba en los sueños de Shiryu, lo que había cambiado sus vidas para siempre. Habían pasado tres años pero las cosas seguían siendo difíciles de manejar para su compañero.

—     Intenta relajarte y descansar Shiryu, mañana todo estará bien.

—     Gracias Okko.

Aunque el joven se relajara y buscara dormir de nuevo, sabía que las cosas no eran las mismas, pero el otro joven a su lado no se daba por vencido, se había mantenido a su lado lealmente y había buscado ayudarlo a seguir con su vida. Lo estaban intentando por lo menos.

El resto de la noche transcurrió sin incidentes.

A la mañana siguiente los dos jóvenes que compartían casa se habían puesto de pie y realizaban sus pequeñas labores cotidianas, no eran distintas a las de muchas personas, se daban un baño, arreglaban con velocidad tareas caseras, preparaban algo de desayunar antes de ir a sus trabajos, y charlaban antes de partir.

—     Buen día—saludaba con calma Okko.

—     Buenos días—decía Shiryu un poco apagado.

—     Toma.

Le servía jugo de clementinas en un vaso largo pues sabía que le gustaba, una de esas pequeñas atenciones que le brindaba de manera protectora desde hacía tres años.

—     Gracias, lamento lo de anoche Okko.

—     No te preocupes por eso, todo tiene su tiempo y me encargaré de que te tomes todo el que sea necesario ¿de acuerdo?

—     A veces no comprendo por qué estás a mi lado, cómo es que has soportado todo esto, conmigo.

—     Porque quiero hacerlo—fue la respuesta dicha con firmeza.

Shiryu poseía unos largos cabellos lacios de color negro, pero además unos hermosos ojos verdes que brillaban de manera especial, nadie notaba eso mejor que su compañero, Okko, quien también tenía los cabellos negros pero más rebeldes y desafiantes, y su mirada era igualmente oscura. En ese instante justamente esa mirada glauca del primero destellaba pero de forma ahogada, no con la radiante dicha que podía presentar o más bien que ya no presentaba como antes, pero estaba agradecido con ese hombre que no había dejado de luchar por ayudarlo a seguir adelante.

—     Okko, yo….

—     Shhhhh—le indicaba con un movimiento que callara—No empecemos de nuevo, quiero estar a tu lado y así será, no importa lo que pase.

—     Gracias.

La expresión apenada del de ojos verdes hizo que el de mirada oscura fuera a su lado y le tomara las manos apartando un mechón de su rostro haciendo que se miraran de frente con tranquilidad.

—     Te quiero Shiryu, no tienes nada que agradecer ¿de acuerdo?

—     De acuerdo—dijo aceptando suavemente.

—     Muy bien, ahora vamos a desayunar antes de salir de casa ¿Qué te parece?

—     Vamos a desayunar.

Se sentaron a la mesita del desayunador en la misma cocina, fue Okko quien le sirvió la comida de manera gentil a su compañero, siempre se mostraba muy atento con él, de una manera que nadie podría haberlo creído siendo como era un hombre más bien de carácter algo rudo, pero con ese joven a su lado siempre había sido amable y tierno, sobre todo después de lo ocurrido tres años atrás.

 

**********

 

Así que la vida cotidiana que llevaban ambos no daba grandes sorpresas, resultaba sencilla en muchas maneras, trabajaban y compartían su pequeña casa. Solo que nadie dejaba de notar lo atento, muy atento, que era el de ojos oscuros con su compañero, además de muy paciente. Okko trabajaba en un taller de renovación y remodelación de automóviles y motocicletas, del tipo que desea hacer único un vehículo, lo conocían desde hacía tiempo, había sido uno de los fundadores del negocio y marchaba bastante bien. Por eso los que ahí trabajaban conocían parte de la historia de ese muchacho que en medio de su rudeza y brusquedad, de su manera hasta atrabancada de hacer las cosas, siempre era tierno y amable con su compañero de ojos verdes.

—     ¿Cómo va todo?—preguntaba Okko al entrar.

—     Estamos empezando con el motor del Camaro—le informaron.

—     Bien ¿tenemos las piezas para las puertas?

—     Llegó el embarque hace una hora, el paquete estará aquí en dos horas.

—     Muy bien, gracias Hyoga.

—     De nada.

El que le respondía era un chico rubio de ojos azules, buen trabajador, aunque lo suyo era más bien lo administrativo más que meter las manos en el taller.

En ese instante iba entrando otro de los trabajadores, un chico castaño muy sonriente y de mirada parda.

—     Ya llegaste Okko, pensábamos que no venías.

—     Hola Seiya, solo tuve un leve retraso en casa.

—     ¿Shiryu?

—     Tuve que llevarlo a su trabajo.

Los otros dos jóvenes callaron de manera un poco incómoda, no era algo que escucharan por primera vez, y sabían los motivos de ese comportamiento. Aunque no lo comentarían, no frente al de cabellos negros al menos.

—     Bueno, mejor comencemos a trabajar—ordenaba el de ojos negros—Necesitamos poner manos a la obra cuanto antes, las entregas no esperan y los clientes mucho menos.

—     Muy bien—dijeron a la vez los otros dos.

Era verdad que el de cabellos negros era un excelente trabajador, le encantaba lo que hacía, había ayudado a fundar ese sitio prácticamente de la nada, pero desde que estaba al lado de Shiryu, quien también era su amigo, su vida se había complicado un tanto. Al verlo salir los otros dos jóvenes no pudieron menos que hacer unos comentarios al respecto.

—     Parece que Shiryu no mejora después de todo—comentaba el rubio.

—     Después de lo que pasó no debe ser sencillo recuperarse—mencionó el castaño.

—     Y Okko que no se separa de su lado, es muy amable y atento, demasiado en realidad.

—     ¿Qué se puede hacer? Lo quiere, cualquier otro no hubiera soportado tanto.

—     Si, mira que quedarse cuando aún debe pensar en…en él.

—     Después de lo sucedido ¿Quién podría olvidarlo?

Era mejor ya no decir nada, no les correspondía después de todo y si era lo que el de cabellos negros había elegido, pues no había nada que hacer.

Estaba en claro que Okko amaba a Shiryu, así que eso era lo que lo hacía seguir adelante en una relación en la que muchos otros se hubieran dado por vencidos.

El trabajo fue movido durante las siguientes horas, ya que el taller estaba haciendo bien las cosas se corría la voz y no eran pocos los que solicitaban sus servicios, así que por ese lado todo marchaba de lo mejor, incluso hablaban de expandirse. Pero al final el de cabellos negros logró salir con tiempo suficiente para ir a casa, con una pequeña escala en una tienda para comprar algo de fruta, unas flores, y una caja de chocolates, nada para él, todo para el de ojos verdes que debía haber llegado ya. Metió las cosas en el apartado de su motocicleta, lo había adaptado para poder llevar algunas cosas, siempre las compraba aunque los resultados de sus presentes eran variados, dependiendo del estado de ánimo del otro joven.

Se apresuró a tomar la ruta más directa desde ese momento, la conocía bien, así que no tardó mucho en llegar a la casa, la vio por fuera un instante, solo deseaba que fuera uno de los días buenos para el de ojos verdes. Fue hacia la puerta y abrió, no escuchaba nada, pero se animó a entrar, dejó las cosas que había comprado en la cocina y después se dirigió a la recámara, donde encontró al otro joven de cabellos lacios.

—     Shiryu—lo llamó.

El de mirada glauca estaba recostado en la cama, era uno de los días malos, de esas ocasiones en que todo le costaba trabajo.

—     ¿Ya llegaste Okko?

—     Si ¿Cómo te sientes?

—     Fue un día un poco pesado.

Pero no lo fue, lo sabía el de ojos negros, esos lapsos de depresión en su compañero no eran inusuales, a veces se distanciaban mucho de uno a otro, como en esa ocasión, hacía meses desde que tuviera uno. El de ojos verdes se sentó sobre la cama, intentando mostrar compostura ante el otro joven.

—     ¿Cómo estuvo tu día Okko?

—     Bien, tuvimos suerte con el embarque y…

Siguió hablando pero por alguna razón no pensaba que esos ojos verdes de verdad lo escucharan, de todas formas no iba a dejar de esforzarse con ese chico al que amaba tanto. Se limitó a terminar su historia y a decirle algo más.

—     ¿Qué te parece si cenamos?

—     No tengo hambre.

—     Por favor, sabes que no debes quedarte sin comer, es importante, lo dijo el médico, no lo olvides.

—     Está bien, vamos a cenar.

Con eso fueron a la cocina, tomaron sus sitios en la mesa, y fue el de ojos negros quien sirvió la comida, incluyendo un  té verde para el otro muchacho que no parecía ver con mucho interés los alimentos, ni las flores, ni la fruta ni los chocolates ni nada de nada. Se obligó a comer un poco y a beber el té pero al final era como si todo eso fuera un esfuerzo demasiado grande para él y su compañero se daba cuenta.

—     Creo que quiero ir a dormir—mencionó.

—     Muy bien Shiryu, yo me encargo de los platos, ve a descansar.

—     ¿Seguro?

—     Anda, ve, te alcanzo después.

Sin otra palabra el de ojos verdes se fue a la habitación, dejando a solas al otro joven que se encargó de lo que había que hacer aún. Estaba algo cansado, su trabajo no era exactamente tranquilo, además le gustaba ejercitarse, aparte estaba preparar la comida y hacerse cargo de la casa, pero nada de eso lo desanimaba si era por estar con Shiryu. Ese chico lo era todo para él y si los demás lo entendían o no realmente no le interesaba, para él era lo más importante del mundo y nada lo separaría de su lado.

Al final fue hacia la habitación, encontrando al de mirada glauca ya recostado bajo las sábanas, se dirigió al baño para refrescarse un poco y se cambió de ropa, solo se desvistió y se metió unos pantaloncillos desgastados que se le ajustaban demasiado pero a él le gustaban para dormir. Se sentó un instante en la cama, sin mirar al otro, para empezar a hablarle.

—     Shiryu, parece que no te has sentido bien, y no quiero abrumarte con esto pero quiero la verdad ¿has estado tomando tu medicamento?

No hubo una respuesta, pero sabía que el otro estaba despierto, que no dormía, por lo que siguió hablando.

—     Debes sentirte mal, no te lo reprocho, lo sabes, sé que estoy a tu lado, pero no en tu vida, lo acepté. Pero te quiero, y no soporto verte sufrir.

Solo hubo silencio.

—     Shiryu, yo…

Pero justo en ese momento el teléfono del de ojos negros comenzó a llamar, sin ánimos tomó la llamada, era del trabajo.

—     ¿Qué sucede?

Aguardó unos instantes, pero siguió.

—     ¿No podemos verlo después?

Unos momentos pero pudo dar una respuesta.

—     De acuerdo, haré lo posible. Adiós.

Parecía el final de la llamada, pero necesitaba dar unas explicaciones antes de hacer algo más.

—     Era Hyoga, parece que hay un leve retraso con uno de los pedidos, quiere que le dé un vistazo a algunas cosas y….

Seguía con su explicación, pero no estaba seguro de si era escuchado.

—     Será algo rápido Shiryu, no tardaré, en la motocicleta será sencillo.

Con esas palabras el de ojos verdes pareció inquietarse bajo las sábanas, no le gustaban tales vehículos.

—     Regresaré pronto Shiryu.

Pero apenas dijo eso cuando el de mirada glauca se movió con velocidad y sin más lo abrazó casi con desesperación.

—     ¡No digas eso!—le suplicó con angustia.

—     Shiryu…

—     ¡Fue lo que él dijo y nunca  regresó!

No podían sino recordar, era inevitable, después de todo los tres habían sido amigos, pero solo ellos dos estaban ahí, no, también estaba él.

—     Ikki—dijo llorando el de ojos verdes.

 

**********

 

Ikki de Fénix era una especie de príncipe de su grupo, todos lo seguían, todos querían ser como él. Ese chico de cabellos azules y ojos grises contaba además con una especie  de porte medio arrogante pero muy seguro de sí mismo, lo cual solo iluminaba aún más su aura de no ser como los demás. Por alguna razón daba el tipo de ser mayor que los demás, como si fuera más adulto, más maduro, aunque todos tenían edades similares en ese tiempo. Okko lo conocía porque a ambos les gustaban las motocicletas e incluso se plantearon lo que parecía un proyecto muy lejano de hacerse un día de su propio taller en el que trabajarían en sus creaciones. Eran buenos trabajadores, no se les podía negar eso, pero el de cabellos azules era además una especie de visionario, sabía el camino que quería y lo seguía sin más.

—     Pasaría por el estómago de su padre si eso lo lleva a cumplir sus metas—decían de ese chico.

No se podía negar que Ikki fuera un muchacho muy determinado y todos los que lo conocían no podían sino notarlo. Incluso su amigo Okko a veces no podía menos que quedarse admirado por la manera en que ese chico se comportaba. Las cosas iban a cambiar cierto día en que el de cabellos azules lo acompañó a comprar unas refacciones para su motocicleta, una que apenas estaba armando el otro.

—     Tuve que esperar dos semanas pero finalmente tengo lo que me hacía falta—mencionaba el de cabello negro.

—     Todavía vas muy atrasado—indicaba el de ojos grises—A este paso yo voy a terminar primero con mi moto.

—     Eso lo veremos.

Parecía un desafío, por el momento, pero eso quedó a un lado cuando una voz se dejó escuchar a sus espaldas.

—     Hola Okko.

Ambos voltearon y se encontraron con la imagen de Shiryu, el joven entonces usaba jeans y camisas de manga larga, siempre atento y amable.

—     Hola Shiryu ¿Qué haces por aquí?

—     Vine a comprar un libro que necesitaba ¿y tú?

—     Buscaba unas piezas para mi moto.

—     Espero que termines pronto.

Los dos eran amigos y hablaban como si nada, pero el tercero en la escena de los cabellos azules no pensaba quedarse al margen, por eso dio un paso adelante y se mostró directo con lo que deseaba saber.

—     ¿No me presentas a tu amigo?—preguntó.

—     Claro, disculpa—decía el de ojos negros—Ikki, él es mi amigo Shiryu, Shiryu, él es una espina en mi trasero que se llama Ikki.

—     Mucho gusto—lo saludo el de ojos verdes.

—     Es un placer—respondió el de mirada gris—Pensaba que conocía a todos los amigos de Okko, y no porque tenga tantos.

—     Estudiamos juntos artes marciales—explicaba el otro joven.

—     Ya veo.

De inmediato se estaba haciendo el dueño de la situación, sin problemas ni inconvenientes, mostrándose como siempre, el señor del lugar. Shiryu no tuvo problemas con eso, tampoco en seguir hablando ni en aceptar que fueran los tres a tomar algo, de hecho terminaron la tarde juntos y la pasaron bien. Cuando se despidieron, el de cabellos azules sujetó un poco más la mano del de ojos verdes, como si quisiera no dejarlo ir.

Por los días siguientes, el de ojos grises no dejó de hacer pequeñas pero directas averiguaciones con Okko sobre ese chico de largos cabellos negros, lo que hacía y lo que le gustaba, era como si quisiera saberlo todo. Si eso no bastaba se las arregló para estar con el de ojos negros cuando se veía con ese otro chico de largas piernas bien formadas, hasta que consiguió ser visto como un amigo más. No se podía decir que no era perseverante y que sabía lo que hacía ese muchacho, pero las cosas no pararon ahí.

Apenas haber conseguido  eso, el de cabellos azules empezó a dejar a un lado al de mirada oscura, ya no estaba presente cuando se encontraba con el de ojos verdes, no hacía falta. Ese chico le gustaba cada vez más y no dejó de estar a su lado para hacerle sentir lo mismo, y haciendo honor a la verdad no tardó mucho en lograrlo. Las cosas entre los dos se dieron con velocidad, pues no pasaron más de un par de meses para que se les viera pasear juntos en la motocicleta del de ojos grises.

—     Te vemos después Okko—decía sonriendo Ikki.

—     ¿Adónde van?—preguntaba el de ojos negros.

—     Donde la vida nos lleve ¿verdad?

Y preguntaba eso sonriendo a ese chico que ya iba sentado tras él, estrechándolo por la cintura con confianza.

—     Por supuesto.

Entonces se escuchaba el motor y en poco tiempo ambos estaban en camino ¿Cuál? El que ellos elegían aparentemente.

La verdad fue que ambos se enamoraron en tiempo record, Ikki no parecía poder apartarse de ese muchacho de largos cabellos lacios, mientras que Shiryu simplemente estaba rendido ante ese fuerte joven que lo amaba. Apenas con planes mejor establecidos se empezó a escuchar en sus charlas que deseaban estar juntos, que se mudarían a un departamento, lo cual no tardó en suceder. Consiguieron primero un pequeño pisito en una parte mediana de la capital, pero eso parecía bastarles a los dos, daban inicio a una vida juntos en la que los demás contemplaban lo dichosos que se veían.

Las cosas parecían ir muy bien para ambos, tanto que en sus trabajos todo marchaba incluso mejor de lo esperado, el de cabellos azules no tardó en encontrar la manera de hacerse de socios para que capitalizaran su sueño de ser dueño de su propio taller. Fue verdad que se necesitó de mucho trabajo y esfuerzo pero eso no parecía importarle cuando estaba alcanzando sus metas, y su compañero se mantenía fielmente a su lado, apoyándolo en todo. Por su parte Shiryu ya había terminado su carrera y estaba trabajando como pasante en una firma de diseñadores pues el joven era diseñador industrial justamente. En esos momentos toda su existencia parecía ser  dichosa y sin tropiezos.

Como las cosas iban tan bien con su taller de renovación de vehículos, el de ojos grises terminó necesitando ayuda, y se llevó a varios de sus amigos con él, incluyendo por supuesto a su buen amigo Okko. Entre los dos formaron un excelente equipo que no tardó en sobresalir en su medio laboral, logrando reconocimiento y mejores trabajos no solo en la capital, sino de diversas partes del país.

—     Muy bien—los felicitaba Ikki—Todo ha sido grandioso, pero merecemos un descanso, váyanse y no quiero verlos hasta el día martes.

Les gustaba a los demás la idea de tener unos días de descanso, pero nadie ignoraba que eso tenía que  ver con que el de cabellos azules deseaba llevarse a Shiryu por unos días fuera de la capital, los rumores decían que esa relación iba demasiado en serio. Por eso los había mantenido trabajando sin parar para no tener retrasos ni pendientes.

—     Okko.

—     ¿Qué pasa?

Los dos estaban aparte en el taller, mientras los demás se marchaban, pero el de mirada gris estaba nervioso por alguna razón aunque necesitaba confiarse con alguien sobre sus proyectos ¿y quién mejor que un amigo suyo y de su amor?

—     Necesito que me des tu opinión sobre algo.

—     Claro ¿Qué sucede? ¿tienes problemas con Shiryu?

—     No, eso no—aseguraba el de ojos grises—Solo dime que te parece esto.

Mientras le hablaba le mostraba un sencillo pero hermoso anillo de oro, con una inscripción grabada.

—     Como el amor un anillo no tiene fin—recitó Ikki

El de cabellos negros no decía nada, parecía sorprendido.

—     ¿Qué me dices Okko? ¿Crees que le gustara a Shiryu?

—     ¿Vas a proponerle matrimonio?

—     Si, este fin de semana, lo he planeado por meses, las cosas van bien aquí, iremos a nuestra casa, ya tengo el enganche, y no quiero esperar más.

—     Es que…no imaginaba que pensaras las cosas tan en serio.

—     No lo hacía pero con él…solo no imagino mi vida sin él a mi lado—decía con la mirada brillante—Y no puedo sino darte las gracias Okko.

—     ¿A mí, por qué?

—     Fue gracias a ti que lo conocí. De verdad, gracias.

—     No deberías darme las gracias por eso—fue la respuesta.

—     Aun así lo haré y necesito pedirte un favor, que le des una mirada a mi moto, la siento un poco desviada.

—     Me encargaré—fue la respuesta—La tendrás antes de irte.

—     Gracias, la necesito para el viaje, quiero llevar a Shiryu conmigo, me encanta sentirlo a mi lado.

Estaba en claro que el de cabellos azules solo pensaba en llevar a cabo sus planes, que deseaba ser feliz y para eso sabía bien que solo lo lograría al lado de su chico de los ojos verdes.

 

**********

 

Así que Ikki fue al lado de su compañero quien lo esperaba como siempre, sin adivinar nada de sus planes.

—     Que bueno que llegaste—decía el de ojos verdes—La cena está lista, puedes sentarte después de lavarte las manos.

—     Cuando me hablas así me siento se siete años.

—     Tienes tus momentos, anda, apúrate.

De hecho el de cabellos azules se apresuró y finalmente alcanzó a su compañero a la mesa, donde compartieron la cena mientras el de cabellos negros le contaba sobre su trabajo, pues estaba ocupado en un diseño para un nuevo cinturón de herramientas.

—     Estoy seguro que podrás con eso Shiryu, siempre encuentras la manera de hacerlo.

—     Solo debo esforzarme, y descansar.

—     Para eso vamos a salir de aquí, las maletas están listas y la pasaremos bien, ya lo verás.

—     Me encanta que podamos estar juntos.

Se besaron con suavidad y al terminar con la cena ambos se hicieron cargo de los platos, no faltaba mucho para irse a dormir.

Claro que no se durmieron de inmediato, ya que al estar en la recámara y verlo cambiarse, el de mirada gris no pensaba en algo como apartarse de su compañero. Fue a su lado y comenzó a frotarse contra él, como si fuera un gato, uno que sabía lo que buscaba en ese instante.

—     Tenemos que descansar Ikki.

—     Si…descansar….

Lo estaba besando por el cuello, dejando que sus manos se hicieran cargo de acariciar el pecho de su compañero, para eso ya estaba bastante adelantado pues al otro chico no le gustaba dormir más que con unos pantalones. Al de cabellos azules siempre le había encantado el cuerpo de su pareja, era delgado pero bien delineado, no como él que resultaba más ancho de hombros y espalda, con músculos bien trabajados. No cesaba de besarlo y de buscar excitarlo, lo cual no era tan complicado ya que ambos se conocían bastante bien, incluso en la intimidad, como en ese momento que solo se dejarían llevar por sus instintos masculinos.

Sin soltarse, el de mirada gris estaba besando al de ojos verdes, le gustaba probarlo, al principio solo por encima de sus labios, para después lograr que los separara un poco y al final usar su lengua, invadir esa cálida boca y disfrutar de un juego de seducción que conocían bastante bien y seguía encantándoles. Una de las primeras cosas que Shiryu notó de su compañero en la intimidad era que le gustaba seducirlo, no daba por hecho las cosas, y aunque en varias ocasiones él había tomado la iniciativa, no dejaba de ser gratificante el sentir que le gustaba tanto a ese hombre a su lado.

Un veloz Ikki no tardó en tener a su compañero contra la cama, sin soltarlo ni dejar de besarlo, acariciando ese cuerpo que tanto le gustaba y de paso se excitaba mientras se frotaba contra él; por su parte el de cabellos negros se dejaba hacer, le gustaba mucho cuando su compañero lo tomaba, siempre varonil pero también dando un espacio a la ternura, como la forma en que sus dedos acariciaron su mentón con dulzura. Pero la verdad era que ninguno de los dos estaba para esperar demasiado, se gustaban, eran jóvenes y estaban entusiasmados, sus planes futuros eran más amplios y deseaban seguir adelante con todo lo que significaba esa relación. Abrazados sentían como sus cuerpos se excitaban, de verdad no iban a aguardar demasiado para continuar con su entrega.

En poco tiempo ya estaban ambos jóvenes desnudos, pues la ropa les estorbaba para lo que deseaban hacer, fue el de cabellos azules quien se encargó de retirar la vestimenta que usaban para descansar. Ya estaban sobre la cama mostrando que estaban dispuestos, sus miembros se iban levantando, su piel estaba cálida, y su respiración no dejaba de acelerarse, pero más importante su corazón ansiaba continuar. Fue de nuevo el de ojos grises quien se puso a trabajar en lo que buscaba, pues sin esperar demasiado ya estaba besando el suave cuerpo de su amante, bajando por su torso hasta su abdomen, al mismo tiempo acariciaba el erguido sexo de su compañero, para después llevarlo directamente a su boca.

El de ojos glaucos no pudo sino estremecerse por sentir como era tomado por esos labios, por esa mano que acariciaba la base de su sexo, por todas las sensaciones que siempre vivía cuando estaba al lado de su compañero. El de ojos color gris no podía dejar de acariciar y probar a ese chico que tantas sensaciones compartía con él, ansiando continuar con su encuentro logró usar sus dedos cubiertos de saliva para traspasar la masculina entrada que se abría suavemente por sus caricias.

No tardaron mucho en esa labor, pues ambos se conocían perfectamente, necesitados por amarse no cesaban de entregarse a lo que buscaban, por lo que Ikki se colocó con velocidad sobre Shiryu para volver a tomar sus labios con pasión, frotándose contra su entrepierna, dejando que sus sexos se encontraran. El sentirse era intenso, parecían unidos por fuerzas incomprensibles, pero buscaba más que solo caricias superficiales, querían sentirse por completo, para eso el de cabellos azules separó los muslos de su compañero con la fuerza de sus piernas y con prisa guiaba su turgente sexo contra la dilatada intimidad. Bastaron unos segundos, pues el de cabellos negros levantaba sus caderas haciendo más sencillo el acceso y el de mirada gris no se tomó demasiado tiempo para aceptar semejante invitación ni para empujar con deseo.

En unos instantes ya estaban uno y otro unidos en un fuerte abrazo, el de ojos verdes se aferraba a su amante como si temiera que alguien deseara separarlo de su lado, sintiendo esa misma necesidad, el de mirada gris no dudó en sujetarlo por los muslos haciendo que se abriera más a sus embates y penetrándolo de manera profunda. Entre besarse y gemir, los dos amantes se dejaban llevar por la pasión, podrían tomarse algo de tiempo pero no en ese momento, ya entregados a su deseo no iban a detenerse a consideraciones de ninguna clase. Ikki buscaba con necesidad los labios de su amante, los tomaba con absoluto deseo, llegó a morderlos suavemente incluso para después gemir con voz entrecortada. Guiado por la pasión de su compañero, el de cabellos negros arqueaba por completo su cuerpo y enterraba sus uñas en esa fuerte espalda al mismo tiempo que su sensible próstata era asaltada hasta el paroxismo.

Los dos estaban gozando de su entrega, pero en medio de ella el de ojos glaucos logró llevar un a mano a su miembros para frotarlo con necesidad, la otra estaba ocupada estrujando las sábanas con fuerza. Su compañero no dejaba de imponer un bombeo, fuerte e intenso, hundiéndose hasta lo más íntimo de su masculinidad, besándolo hasta dejarlo sin aliento, gimiendo de manera abierta por el placer que lo iba llenando. Ambos se encontraban cerca de la culminación, lo sentían hasta el último de sus nervios, no dejaban de moverse y no iban a durar mucho de esa manera, hasta que sus vientres se estremecieron y sus sexos parecían punzar. Sus voces se hicieron más fuertes y sin poder controlarse los dos liberaron sus simientes al calor de un delicioso orgasmo que los dejó sin fuerzas sobre la cama revuelta.

Más relajados pudieron limpiarse un poco y al mirarse se besaron de nuevo, tan solo necesitaban que llegara el nuevo día para partir pues deseaban continuar con esos planes que parecían tan bien definidos. Se metieron a la cama, pero ya para descansar, dormirían y a la mañana siguiente deseaban hacer que su vida siguiera…no imaginaban lo que iba a ocurrir.

Algo iba a suceder que lo trastocaría todo entre los dos.

Cuando Shiryu se levantó a la mañana siguiente escuchó el sonido de la ducha, su compañero ya se estaba bañando, así que podría arreglar unas cosas antes de ducharse él. Como esa chaqueta que su compañero jamás colocaba en su sitio, así que la tomó del sillón para ponerla en el perchero, pero al hacerlo se cayó algo del bolsillo, levantó la pequeña caja y le pareció bastante singular, lo suficiente para que la abriera y descubrió el anillo de oro. Se quedó sin respirar unos segundos, lo comprendía, por eso su compañero había insistido en el viaje, se cuidó de que el otro no apareciera y dejó todo como estaba, apenas conteniendo la emoción por lo que había descubierto. Pero necesitaba controlarse, lo sabía bien.

Cuando el de cabellos azules salió del baño solo notaba que su compañero de ojos verdes sonreía de manera luminosa.

Estaban listos para irse en apenas media hora, pero fue cuando Ikki recibió una llamada, era una emergencia o al menos eso dijeron, pues no le quedó más que responder.

—     Tengo que ir—decía el de ojos grises.

—     Solo espero que no tardes.

—     No lo haré.

Se acercó para besarlo y entre una cosa y otra, como si no pudieran separarse, los dos terminaron llegando a la calle, sin parecer que pudieran separarse, pero era necesario hacerlo. El de ojos verdes vio a su compañero subir a su motocicleta y lo despidió con una sonrisa, justo cuando el de cabello azul encendió el motor le dirigió una sonrisa magnífica a su vez y le dijo algo.

—     Te amo.

—     Y yo a ti.

—     Regresaré pronto.

Ikki se acomodó el casco y se puso en marcha, siendo seguido por la mirada de esos ojos glaucos que no podían concebir la vida sin él. Pero al llegar a la esquina y tomar la curva la motocicleta dio un vuelco extraño, su piloto no pudo controlarlo, pareció chocar y salió volando por los aires con violencia, al caer se estrelló contra un vehículo que venía en dirección contraria.

—     ¡¡Ikki!!

El de largos cabellos negros salió corriendo a su lado, pero no había nada que hacer, sin importar que lo llamara a gritos, que llorara, que lo estrechara entre sus brazos y le suplicara que no lo dejara, no había nada que hacer, Ikki había fallecido ahí mismo en el acto.

A raíz de eso toda la existencia de Shiryu se hundió.

Después de perder al de ojos grises el joven de mirada glauca estuvo muy mal, se deprimió profundamente y estuvo en riesgo de perderlo todo, la casa, el trabajo, su vida, todo pareció dejar de importarle cuando perdió al de mirada gris.

Hubo algo de luz en medio de tantas sombras, Okko se mantuvo lealmente al lado del de ojos glaucos, fue quien lo ayudó a mantenerse vivo y casi en pie para todo lo que sucedió después. Lo animaba a no quedarse encerrado, limpiaba sus lágrimas y velaba porque comiera aunque fuera un poco. No descuidaba la casa y consiguió una licencia por incapacidad en su trabajo; incluso mantuvo a flote el trabajo del taller con bastante esfuerzo. Los demás no podían menos que alabar su entrega absoluta y abnegada por ese muchacho, por todo lo que Ikki había dejado al fallecer. Fue quien mantuvo todo en realidad.

Una cosa llevó a la otra y con el tiempo, bastante tiempo después, al parecer que el de ojos verdes mejoraba, fue cuando Okko se le declaró, le dijo que lo amaba y aunque el de lacios cabellos negros no parecía sentir lo mismo no se desanimaba, seguía a su lado e incluso consiguió que vivieran juntos. Había quienes pensaban que era injusto que el de ojos negros diera tanto en esa relación pero nadie negaba que amara a su compañero, que no parecía poder terminar de seguir adelante, de olvidar a quien había fallecido.

 

**********

 

No había manera de que no recordaran en ese momento, Okko sabía bien que su compañero no había superado lo del joven de mirada gris, y aun de hacerlo, no se podía asegurar que dejara de amarlo en algún momento. Que el de ojos verdes se mostrara tan necesitado y asustado era solo uno más de esos momentos en los que su ánimo estaba de nuevo inquieto, sin poder alejarse del pasado, cuando su alma y mente solo se llenaba del mismo sentimiento de dolor y abandono en el que se vio sumergido cuando falleció Ikki. Por eso lo estrechaba entre sus brazos con firmeza para darle calor y seguridad, hacerle sentir que no iba a abandonarlo.

—     No temas amor, yo voy a estar a tu lado, siempre—le aseguraba.

—     Pero…

—     Siempre, tenlo por seguro.

Era como si poco a poco el de mirada glauca se fuera tranquilizando, pero no lo suficiente, pero necesitaba apartarse un poco, lo besó con suavidad por el rostro, hasta que parecía suficiente y lo miró con detenimiento.

—     ¿Estás más tranquilo?—le preguntaba con cariño.

—     Si, discúlpame por esto, por hacerte las cosas más complicadas Okko.

—     Nada que tenga que ver contigo me mortifica, estoy aquí para ti solamente ¿de acuerdo?

El otro joven aceptó de un suave movimiento, por el momento bastaba para que pudiera quedarse en la casa, así que el de ojos negros se apartó suavemente dispuesto a atender lo que necesitaba supervisar. Antes de alejarse por completo besó al otro chico en los labios con delicadeza, era necesario asegurarle algo más.

—     Voy a estar bien y voy a estar a tu lado, te lo juro Shiryu.

Con eso el de mirada oscura salió, dejando solo al de ojos verdes quien respiró con profundidad para después sentir que era una tontería comportarse de esa manera. Okko siempre estaba a su lado, lo quería, no se había apartado, lo había hecho seguir adelante hasta donde le era posible, no necesitaba esas escenas de su parte. Lo mejor era levantarse y seguir con su día, al menos intentarlo.

Apenas se había levantado cuando algo ocurrió, escuchó un sonido inimitable, ese chirrido y después el golpe. Había sido un choque. Había sido un accidente. Sin aguardar y apenas respirando salió corriendo hacia la calle, ya había un grupo de curiosos observando lo que había sucedido,  mientras él se decía que no podía ser posible, no de nuevo.

—     ¡Okko, Okko, Okko!

Quedó a unos pasos del accidente, de hecho eran dos automóviles los que habían chocado, y el de ojos negros estaba a unos metros en su motocicleta, no le había ocurrido nada, no tuvo nada que ver. De inmediato el joven fue al lado del de ojos verdes y lo tomó entre sus brazos buscando que se calmara.

—     Estoy bien Shiryu, ya te lo dije, no voy a dejarte.

Pero al notar que su compañero no podía ni responderle decidió que lo mejor era llevarlo de nuevo al interior para que terminara de calmarse, eso era mucho más importante que cualquier emergencia.

—     Shiryu, Shiryu…

No dejaba de llamarlo, hasta que el de ojos verdes parecía decaído pero al menos no estaba en shock, ya todo estaba más tranquilo. Permaneciendo a su lado el de ojos negros lo acariciaba por el brazo y la espalda, siempre le había sido muy grato el tenerlo entre sus brazos, quizás fue por eso, y buscando relajarlo por completo, que comenzó a besarlo. El de largos cabellos lacios negros no se negó aunque tampoco se podía decir que respondiera a la pasión del otro joven de cabellos negros, que parecía no poder apartarse de su lado.

Como si no pudiera esperar, el de ojos negros no tardó en llevar al de ojos glaucos a la cama, para recostarlo boca abajo, se colocó sobre él y lo besaba por el cuello y olía su cabello mientras se frotaba contra ese esbelto cuerpo que le fascinaba. Para esas alturas sabía que ese muchacho no era exactamente alguien que respondiera, más bien cedía...aunque se podría pensar que lo hacía sin querer hacerlo en realidad. Sin embargo no se negaba a darle lo que pidiera ese hombre de fuerte espalda que lo adoraba y cuidaba de él, no era lo mejor, pero compartían también las sábanas, pues el de mirada glauca no se sentía en la capacidad de negarse a intentar que el otro fuera feliz.

La situación realmente estaba lejos de ser ideal, pues había dudas, definitivamente el de ojos negros llegaba a preguntarse cuan entregado era en realidad ese muchacho, si no pensaba en otro cuando estaba a su lado. Pero no quería pensar en ello, no cuando estaba tan cerca del de ojos verdes, lo suficiente como para comenzar a apartar la ropa, esa camisa que fue levantada y los pantalones que llegaron a los tobillos y salieron después. Acariciaba esas caderas afiladas, con sus manos fuertes y masculinas, llegaba al firme trasero para separarlo un poco y buscaba dilatarlo, hacer más sencillo que continuaran.

No fue complicada la parte física, Okko sabía bien lo que hacía, dilataba esa intimidad con habilidad usando sus manos y su boca, acariciando al mismo tiempo el no tan entusiasmado sexo que a pesar de todo comenzó a erguirse. El de mirada oscura se sentía necesitado y apasionado, quería que ese joven entre sus brazos se sintiera similar, por eso lo besaba y acariciaba, dejándolo sentir cuanto deseaba estar con él. Cuando sintió que ambos estaban listos hizo que el de ojos verdes diera vuelta, quedando boca arriba, verlo así hizo que su boca se secara y su respiración fuera entrecortada, lo necesitaba de verdad. Se colocó entre las largas piernas y bastaron unos instantes para que entrara suavemente en ese elegante cuerpo al que tanto ansiaba pertenecer, no quería nada más en ese instante.

Estaban unidos, al menos de manera física, no podía sino mostrarse apasionado el de ojos negros, pues fue él quien embistió y llevó las largas piernas del otro muchacho alrededor de su cintura, empujando con energía. El de ojos verdes los mantenía cerrados, dejando sus manos en los hombros del otro joven, intentando no pensar, dejarse llevar solamente, su cuerpo disfrutaba de cierta manera mientras que su espíritu sufría una especie de entumecimiento, pero ansiaba seguir adelante. Sentía el aliento de Okko contra su cuello, su respiración agitada, la manera tan entregada en que le hacía el amor, no podía negarse, no quería hacerlo, pero tampoco era capaz de dejarse llevar.

Vino una especie de mareo, aunque fue todo lo que necesitó el de ojos verdes para que su esencia brillara, mientras que el de mirada oscura continuaba embistiendo y finalmente culminó, aunque con algo de pesadez. Los dos guardaron silencio, no había nada que decirse en realidad después de lo ocurrido, pero Okko necesitaba hablar.

—     Te amo Shiryu, nunca van a separarnos.

—     Gracias—murmuró el otro.

No era lo mejor que se podía decir en un momento como ese pero era todo lo que podía decir el de ojos verdes.

Definitivamente no iban a separarse.

El de ojos glaucos estaba dormido, al menos ya estaba más tranquilo, el de mirada oscura no podía dejar de observarlo, pensaba en cuanto lo amaba, en que siempre iba a amarlo, siempre lo había hecho. Incluso cuando Ikki casi se lo quitó, pero logró impedirlo, supo como hacerlo cuando le pidió que arreglara su motocicleta. Lo había llamado con la falsa emergencia desde el teléfono público de la esquina y aguardó, pudo ver todo el accidente, pero también observó a Shiryu, la manera en que lloraba y sufría; sin embargo no se separó de su lado desde ese día.

Lo amaba, nadie lo iba a impedir, todavía faltaba mucho y lo sabía bien, pero Shiryu lo amaría también, estaba seguro, iba a lograrlo.

 

**********

 

FIN

 

 

Notas finales:

Espero que les gustara.

Si nada sucede la semana entrante subo otro fic.

Nos leemos.

Atte. Zion no Bara

 


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