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Resultado por zion no bara

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Notas del fanfic:

Es una trama dedicada a Debora 123, quien me sugirió un trío con estos caballeros, perdona por la tardanza.

Espero que les guste a quienes lean pues casi no hago tríos.

 

Notas del capitulo:

Es un fic corto, no cuenta demasiado y me parece algo lemoniano, así que ya están advertidos.

Que les guste a quienes sean tan amables de leer.

 

 

 

 

Permanecer un fin de semana en lo que los demás llamaban La Casa del Estudiante no parecía ser muy entretenido, pues se trataba de un lugar destinado a albergar a estudiantes de otros países que por motivo de becas, intercambio o investigación se encontraban lejos de su hogar. Además así se les animaba a convivir y tratar con chicos de diferentes lugares, otras culturas y por lo mismo diferente manera de ver la vida. Se le consideraba una excelente experiencia para quien supiera aprovecharla, lo que generalmente sucedía, así que aunque fuera un nuevo grupo cada año, se le medía como algo que daba buenos resultados. Aunque generalmente estaba repleto de varios chicos, esa noche se veía casi vacío por completo, de los más de veinte muchachos que por lo regular estaban ahí, en ese momento solo había tres.

Aldebarán de Tauro se encontraba en su habitación, tratando de comunicarse con su, algo así como pareja, Mu de Aries. La verdad era que las cosas no habían quedado muy en claro entre los dos la última vez que se vieron, pero de tener la oportunidad de hablar sin duda podrían sincerarse. Parte de la problemática era la distancia, otra que no siempre se encontraba una buena conexión para entablar comunicaciones, la tercera que ninguno de los dos se animaba a dar el paso definitivo. En cuanto a ese último paso, para Aldebarán no era sencillo saber lo que quería, por supuesto que Mu era alguien muy importante en su vida, pero desde que llegara ahí sus ojos negros no habían dejado de admirar a una espléndida criatura de largos cabellos platinados que había poblado sus fantasías en más de una ocasión.

Sabía muy bien para sí mismo que lo de Mu era especial, se trataba de sentimientos, con él pensaba en el futuro. Con Minos de Grifo, el dueño de esos cabellos platinados y unos impresionantes ojos dorados, no era eso. Se trataba de algo más físico, apasionado, deseaba su bello cuerpo tan sensual y erótico, pero se había dado cuenta perfectamente que la atención que ese chico ponía en él era pasajera. Esa mirada dorada suspiraba por alguien más, por ese otro muchacho en el lugar de cabellos y ojos azules, buen compañero, y bastante guapo, de nombre Camus de Acuario.

Tuvo que terminar dando un resoplido de frustración, no lograba conectarse para entrar en comunicación con Mu, eso no era nada bueno. Tendría que pensar en hacer algo más, pero ¿Qué? Era fin de semana y sus planes se centraban solo en poder hablar largamente con el de Aries, lo cual no lograba, tal vez los otros dos en la casa tuvieran mejores planes que él. Siendo así se puso de pie con lentitud, con su alta estatura e imponente musculatura, no dejaba de llamar la atención, completaban su imagen los ojos y cabellos negros que le iban bien.

Al salir de la habitación no tenía ni la menor idea de lo que iba a suceder pues resultaba que el de Grifo también tenía planes.

Minos se estiraba lánguidamente sobre el sofá, procurando lucir lo más atractivo posible mientras lo hacía, además de asegurarse que su remera se levantara un poco dejando ver su torso, y que su cabello plateado cayera suavemente sobre sus hombros. Podía escuchar que Camus se aproximaba, sintiendo que iba a volverse loco si ese chico de brillantes ojos azules no se daba cuenta de su existencia. Traía puestos unos jeans entallados y esa remera ligera que se le pegaba al cuerpo y no ocultaba nada de su anatomía, había llegado a ese sitio pretendiendo que vería la televisión, pero esperando en realidad tener una oportunidad de seducir al joven de los cabellos azules.

Soñaba con ese guapo muchacho de cabellos azulados cada noche, y pensaba que quizás, solo quizás, Camus pudiera sentir lo mismo por él, aunque la verdad era que no estaba seguro de algo como eso. Así que se decidió por lo que le parecía el mejor plan de acción, que era colocarse ante el de Acuario en la posición más sugestiva que pudiera para inducirlo a que lo mirara hasta que no lo soportara más. Sus sueños se llenaban con la idea de que el de cabellos azules lo levantaría en sus brazos y lo llevaría a la recámara para hacerle el amor. Pero también sabía muy bien que hasta ese momento el de mirada azulada había resistido sus considerables encantos de manera admirable, sin permitirle a Minos saber lo que en verdad sentía. Sin embargo le parecía que era cuestión de tiempo, o al menos eso pensaba el de cabellos plateados, aunque más valía que fuera así o iba a explotar de lo excitado que se sentía.

Camus parecía examinar la habitación más que solo entrar, dando apenas una mirada al de cabellos plateados, para después sentarse ante la computadora de escritorio que había en la estancia.

—     ¿Camus?—lo llamó.

Pero el de ojos azules parecía ignorarlo, como siempre.

Minos se levantó del sofá y caminó hacia el de Acuario, estirándose para lucir su bonito torso, se inclinó sobre el hombro del de ojos azules y le habló.

—     ¿Qué estás haciendo Camus?

—     Una tarea—respondió secamente.

El de Grifo hacia lo mejor que podía para que su cabello acariciara esa piel, respirar en su oído, frotarse contra él…pero todo sin resultados. Ese Camus era inamovible como una helada roca. Y desafortunadamente Minos ya estaba terriblemente excitado. El de Acuario simplemente salió de la habitación con prisa, como quien ha olvidado algo, sin que aparentemente se diera cuenta de los esfuerzos de su compañero por atraer su atención, y algo más. Terminó por rendirse y regresó al sofá, con disgusto, y no iba a ayudar que se diera cuenta que había público para esa escena; sus ojos se encontraron con una brillante mirada oscura que no se había perdido ni un movimiento de lo ocurrido.

Minos pensó en decir algo pero no pudo, se quedó sin palabras al darse cuenta que el de cabello negro miraba a un punto en especial, sus ojos oscuros deliberadamente se dirigían a esa excitada entrepierna que se abultaba bajo los pantalones de jean del otro joven. El de Grifo ni siquiera se había dado cuenta cuanto el de Tauro estaba ahí; entró a la habitación probablemente cuando el otro intentaba seducir al de Acuario. Sus ojos dorados se quedaban fijos en el de cabello negro, jamás había pensado que ese rostro siempre amable pudiera reflejar semejante lujuria.

Aldebarán había estado mirando el espectáculo dado por Minos durante un tiempo. Sabía de la fijación del de cabellos plateados por ese frío chico de mirada azulada, hasta ese momento había disfrutado de como Camus ignoraba los abiertos esfuerzos del de Grifo por atraerlo. Si hubiera estado enamorado de él se le habría roto el corazón, pero afortunadamente no era el caso. Además gracias a su observación se había dado cuenta de lo complicado que era para el de cabellos azules resistir todas esas maniobras. Claro que él era un buen observador, mucho mejor que el de Grifo.

Por eso sabía que cuando el de Acuario dejaba la habitación para alejarse, usualmente lo hacía después que el de mirada dorada se diera por vencido, así no pondría atención en la manera en que estaba excitado. En verdad que Minos era innegablemente sexy y solo un egocéntrico estúpido hubiera negado eso, aunque no entendía el de ojos negros porqué Camus rechazaba los avances del otro joven.

Minos lucía especialmente sexy esa noche, no podía dejar de notarlo cuando había ido al lado del de Acuario. Quería a Mu, no estaba en duda eso, pero tampoco estaba ciego, notaba esas deliciosas formas debajo de la ropa entallada, por lo que él mismo empezaba a excitarse mientras contemplaba lo que amaría hacerle a ese dulce cuerpo. Se comía con la mirada a ese muchacho que parecía no poder moverse, con sus pantalones demasiado ajustados y las piernas suavemente separadas. Sus miradas se encontraron, esas pupilas doradas y confusas, y en ese instante decidió tomar lo que el de Acuario no parecía apreciar.

Sin poder decir nada, el de cabellos plateados solo miraba la forma tan segura de moverse de ese hombre mientras se acercaba al sofá, lo cual le permitía notar mejor que también se encontraba excitado. Los pantalones no eran del tipo que ocultaba las cosas que sucedían en su interior.

—     Creí que habías salido Aldebarán—musitó.

—     Que mejor que no lo hice—respondió el otro con una sonrisa— ¿Puedo ayudarte con esto Minos?

Y lo preguntaba señalando a su entrepierna.

El de Grifo no podía moverse, no parecía capaz de pensar claramente. Estaba excitado por su deseo del de Acuario, pero no negaba que el tamaño del de Tauro siempre había sido algo que le llamaba la atención, lo atraía de una forma casi maliciosa. Además estaba su marcada musculatura, los ojos brillantes y negros, las fuertes manos…y ahí estaba él, todo necesitado y frustrado. Pero estaba el otro, mirándolo con deseo, por lo que realmente decidirse no fue un asunto muy complicado.

—     ¿De verdad crees poder ayudarme Aldebarán?—preguntaba como si fuera un reto.

—     Estoy seguro.

El de Grifo lanzó una risita, para después lamerse los labios.

En definitiva el de Tauro no iba a negarse.

 

**********

 

Sonriendo mientras el de ojos dorados aceptaba su invitación, el de cabellos negros se acercó sin vacilar. Sin aguardar demasiado se despojó de su camiseta para estar de rodillas ante el sofá, pasando su mano por ese bien torneado muslo resguardado por los entallados pantalones, hasta casi alcanzar su entrepierna. Minos no había dejado de observar como el de Tauro se quitaba la camisa, admirando ese increíblemente bien trabajado torso. En apenas unos segundos ya estaba ese joven a su lado, tocándolo, haciendo que se arqueara sobre el sofá, queriendo más de esas caricias.

Aldebarán atrapaba por encima de la tela la excitada virilidad del de mirada dorada, Minos respondía de maravilla, ese directo toque no podía sino hacerlo reaccionar. Eso iba a ser divertido, tenía plenas intenciones de hacer feliz al de Grifo esa noche. El de ojos dorados dio una especie de sollozo mientras era frotado por encima de su rígido sexo, pero la mano iba más arriba hasta alcanzar su abdomen por debajo de la remera. Sin aguardar, el de ojos negros levantó un poco más la tela, para dejar al descubierto los sonrosados pezones, con los cuales comenzó a jugar sin vacilar. No pudo sino arquearse de nuevo, como si perdiera la cordura por esos dedos que jugueteaban sobre su cuerpo, entonces sintió la tibia lengua que pasaba por encima de sus sensibles pezones, sin poder contenerse lanzó un gemido ahogado.

Mientras de manera experta el de Tauro lamía la delicada zona, llevaba sus dedos al estómago del de cabellos plateados, para ir del abdomen hasta sus muslos, y solo ocasionalmente tocaba esa firme erección. Con velocidad el de mirada dorada estaba jalando aire con necesidad, casi rogando por más de esas caricias. Finalmente sintió los dedos de ese chico en los broches del pantalón, apartándolos para lentamente alcanzar el interior.

—     Aldebarán—decía el otro con una voz llena de necesidad y deseo—Aldebarán, por favor…

El de Tauro no pudo sino sonreír mientras terminaba de desabrochar esos pantalones para descubrir sin dificultades que ese chico no llevaba nada debajo, aunque sospechaba eso, pues de otra manera se hubieran marcado bajo la tela. Esa virilidad estaba húmeda con la excitación, rogando por ser tocada, así que jaló los pantalones, ayudado por el otro joven que estiró las piernas y levantó las caderas para hacer más sencilla la labor. Claro que tuvieron que hacer una breve pausa para sacar las zapatillas y las medias antes de que los pantalones quedaran definitivamente a un lado.

Finalmente era como si el de Grifo se revelara al natural: pantalones fuera, remera arriba, cabello alrededor, erección temblando con deseo…ese hermoso muchacho miraba al de cabello negro con sus enormes ojos dorados.

Claro que el de mirada oscura sabía que el corazón de Minos pertenecía a Camus, como el suyo pertenecía a alguien más, pero en ese justo momento solo importaba su mutuo deseo.

El de Grifo estiró la mano para poder acariciar ese musculoso torso ante él, sonrió de complacencia, para después alcanzar sus pantalones, indicando que deseaba ver todo de él. El de Tauro sonrió, se pudo de pie y rápidamente retiró la prenda, acompañada de la ropa interior, por lo cual estaba tan desnudo como su compañero. Dejó que esos ojos dorados lo observaran a su gusto, pero finalmente se arrodilló de nueva cuenta frente al de cabello plateado para comenzar a besar su abdomen, lentamente acercándose a esa hermosa erección que parecía vibrar por sus atenciones, provocando que su dueño gimiera de manera abierta.

Aldebarán comenzó a usar su lengua, lamiendo de manera delicada, probando la humedad acumulada en la punta de ese sexo, no tuvo quejas, sabía delicioso ese chico, pasaba su lengua de la base a la punta y de la punta hacia a la base. Sin poderlo evitar, el de mirada dorada daba pequeños lamentos, mientras levantaba sus caderas, buscando mayor contacto. Pero Aldebarán pensaba tomarse su tiempo. Con su mano envolvió la turgente erección del otro joven, como si lo sujetara para que se quedara quieto, entonces colocó su mano únicamente en la húmeda corona, trazando la sensitiva punta con su lengua. El de cabello plateado casi gritó al sentir esa boca, como si solo jugara, pero lentamente el calor que lo envolvía descendía, rodeando la cabeza, y se sentía increíble. Arqueó su espalda, había estado tan frustrado por tanto tiempo que no podía evitar gemir lascivamente y rogar por más.

El de Tauro rotaba su lengua alrededor de la corona de ese rígido sexo, parecía revolotear  en los sitios más sensibles de manera experta. Lentamente bajaba su boca, sujetando esas caderas para que ese chico se quedara quieto. Aunque no había manera de contener los gemidos que daba ese chico y que parecían ir directo a su propia erección, darle placer a ese joven lo encendía aún más. Así que dirigió su deseo hacia lo que estaba haciendo, chupaba, mordía suavemente, apretaba de manera blanda, todo para complacer cada sitio de esa virilidad completamente erguida. Lograba sentir que el de mirada dorada estaba cerca del final, así que se dedicó a brindarle satisfacción con un ritmo estable, bombeando con su cabeza que iba de arriba hacia abajo, haciendo que la boca siguiera a su mano que envolvía a la excitación que parecía no poder más con esa fricción y presión que lo llevaban al clímax.

Y fue justo en ese momento que Camus eligió regresar a la estancia.         

Minos estaba recostado contra los cojines del sofá, gimiendo mientras Aldebarán lo enloquecía, pulsando hacia el punto culminante. Había estado solo por tanto tiempo, deseando estar con Camus, que cuando abrió sus dorados ojos para ver al de cabellos azules que estaba de pie observando sin poder decir nada toda la escena, pensó que era algo como un sueño.

—     ¡Camus!

Diciendo ese nombre con pasión alcanzó su éxtasis, llenando esa cálida boca que lo había complacido.

De alguna manera entre el éxtasis de la culminación, dando esa simiente blanca y tibia dentro de la boca de Aldebarán, Minos se dio cuenta que Camus realmente estaba ahí. Respirando con la boca abierta intentando llevar algo de aire a sus pulmones, literalmente no podía moverse, como si toda su fuerza hubiera sido extinguida. Su mente luchaba por centrarse, tratando de procesar el hecho de que el de Acuario había observado su clímax entre los labios del de Tauro. Su mirada bajó de nuevo, solo para descubrir que el de cabellos azules estaba obviamente excitado, con su erección elevándose a pesar de estar contenida en sus pantalones.

Pero Aldebarán también se dio cuenta que había alguien más en la escena, terminaba de limpiar sus labios lentamente, y le dirigió una media sonrisa al otro al notar lo que estaba sucediendo.

—     Hola Camus, parece que estás contento de vernos, debió gustarte lo que viste, así que ¿Por qué no te nos unes?

Al primer momento cualquiera hubiera pensado que Camus se daría media vuelta y saldría corriendo de inmediato, pero de hecho se quedaba de pie, con el corazón y su miembro latiendo con fuerza. Había dejado la habitación antes, incapaz de manejar la sensualidad de ese ese hermoso chico. Se había mantenido bajo control, pero solo para regresar y ver a Aldebarán, haciendo lo que deseaba con Minos. Pero inesperadamente no le molestaba lo que veía, más bien lo excitaba, ese platinado lucía maravilloso, sonrojado y delicioso, y poniéndose duro de nuevo. Quería unirse a ellos dos, lo deseaba tanto, que simplemente toda idea de controlarse, que estaba ahí por un tiempo limitado, que no podía comprometerse a largo plazo aunque el de Grifo le gustara tanto, todo se fue por la ventana al estar ahí.

Sin decir una sola palabra se acercó, pero dio una respuesta bastante elocuente, pues se sacó de un par de movimientos su camisa para ir directamente al sofá, sentarse al lado de Minos, tomarlo por su hermoso cabello y atraerlo para besarlo con intensidad en los labios. Sin aguardar el de Grifo pasó sus brazos por esos hombros desnudos, gimió contra esos labios tan tersos, aun sintiendo la reverberación de su clímax y sin terminar de creer lo que estaba ocurriendo en ese momento.

El de Acuario se apartó un poco, pero de ninguna manera por completo, el dorado encontrándose con el azul, sintiéndose perdido el de Grifo bajo esa mirada.

—     Camus—suspiró.

—     No tienes idea de cuánto te quiero en mi vida Minos.

Era verdad, lo había deseado, pero más que eso lo quería a su lado, era por eso que jamás había cedido a su deseo. No quería simplemente acostarse con él, eso hubiera sido sencillo, quería algo más, aunque justamente era el sexo lo que estaba haciendo que terminara por sincerarse. La gente tiene a veces formas inusuales de reconocer sus sentimientos.

—     También te quiero Camus…te quiero tanto…deseo tanto estar contigo…

—     Puedo ayudarlos con eso.

La voz del de Tauro intervino sin más, pues ya estaba ahí y no deseaba quedarse fuera, si ellos dos se querían que bien, pero deseaba formar parte de lo que podían tener al menos por una vez.

 

**********

 

El de Tauro y el de Acuario compartieron una mirada bastante significativa, por lo que sin duda estaban de acuerdo, y en apenas unos instantes estaba el de cabellos negros haciendo que el de Grifo quedara recargado contra su pecho. Para esas alturas, Camus había soltado al de mirada dorada, por lo que el de cabellos platinados pudo acomodarse mejor contra el fuerte cuerpo del otro hombre. No había manera de que el de mirada dorada no gimiera mientras sentía que la virilidad del de Tauro se frotaba de manera tan insistente contra su cuerpo; entonces el de cabellos azules tuvo unos instantes para buscar algo que iban a necesitar, por lo que de pronto estaba de nuevo con los otros dos, sosteniendo entre sus manos una botella de aceite para el cuerpo, mientras se encargaba de quedar completamente desnudo.

Minos sintió que se quedaba sin aliento al poder ver el increíble cuerpo del de ojos azules al desnudo, tan magnífico como se lo había imaginado, casi tan bueno como lo que estaba haciendo el de Acuario al separar sus piernas, arrodillarse entre ellas y prepararse para lo que deseaba. A esas alturas el de Grifo gemía sin poder controlarse, sentía los dedos del otro joven recorrerlo, acariciar la cara interna de sus muslos con deseo. Aldebarán no dudó en  pasar sus brazos alrededor de su torso, estrechándolo con fuerza, recorriendo con sus manos su abdomen y el pecho, ocasionalmente frotando sus sensibles pezones.

En definitiva los tres estaban muy de acuerdo con lo que iba a suceder.

Pudieron continuar más tiempo de esa manera, pero la verdad no estaba en ninguno de los tres el soportar mucho lo que estaba ocurriendo, ya habían llegado muy lejos como para detenerse en ese momento.

Cuando Minos sintió que un aceitado dígito buscaba traspasar su intimidad se arqueó con fuerza por encima del sofá, pero Aldebarán lo sostuvo con poderío evitando que cayera al suelo.

—     ¡Camus!

—     Shhhh, está bien Minos—le decía al oído el de Tauro—Sabes bien que las cosas saldrán mejor así.

Como parecía que el de cabellos platinados se relajaba, el laborioso dedo logró su primer objetivo que era traspasar, con cuidado, con calma, se movía suavemente, invadiendo y dilatando, acariciando para que ese hermoso chico se relajara cuanto antes. El de Tauro hacía su parte al no dejar de acariciarlo, estaba bastante ocupado con incitarlo y mantenerlo en su sitio, disfrutando del espectáculo de ese chico que parecía no poder contenerse en la intimidad. Había besos y caricias encendidas, algunas dadas por el de cabellos negros, otras por el de mirada azulada, pero siempre con destino a hacer que el de ojos dorados gozara por tenerlos a ambos.

Cuando Camus retiró sus dedos Minos lanzó un gemido como protesta, pero no tuvo mucho tiempo para eso pues el de Acuario se movía hacia él, pero solo para encontrar una nueva posición. El de Tauro terminó sentado en el sofá, con sus piernas abiertas, el de Grifo estaba arrodillado entra los fuertes muslos, mientras que el de Acuario se localizaba tras el de cabellos plateados. Las intenciones estaban bastante claras para los tres. Las fuertes manos del de ojos azules sujetaron las caderas del de ojos color oro, metiendo una de esas piernas entre las del otro joven, haciendo que separar sus muslos. El de ojos negros sujetaba al joven ante él por los hombros, por lo que el otro gimió, se sentía expuesto y vulnerable, pero le parecía delicioso estar de esa forma. No podía ver lo que el de Acuario hacía, o cuando lo haría, pero claramente sintió cuando sujetaba sus nalgas y las acariciaba con deseo, aunque necesitaba decirle algo antes aparentemente.

—     Minos—decía el de ojos azules con la voz algo seca— ¿Estás listo para esto, te sientes seguro?

—     Oh si—dijo el otro sin pensarlo—He soñado con esto, solo sigue…

—     Voy a darte lo que quieres Minos…vas ser mío…solo mío…

Era olvidarse un poco del de Tauro, quien también estaba presente, pero no parecía que al de ojos negros le molestara eso. Aparte tenía una buena vista de lo que los otros dos hacían, así que no se quejaba de su posición. Por eso vio perfectamente cuando el de cabellos azules se aplicó el aceite sobre su sexo, después sujetó con determinación esas afiladas caderas y comenzó a frotarse contra la estimulada entrada. Necesitó una de sus manos para guiar su turgente sexo a la intimidad del de ojos dorados, pero apenas consiguió colocar la punta como deseaba, no vaciló en empujar.

El de Grifo lanzó un gritito, mezcla de su excitación y algo de incomodidad y sorpresa, el de Acuario lo había preparado bien, pero aun así era el primer embate y causaba algo de ansiedad que fuera de esa manera. ¡Pero se sentía tan bien! La forma en que entraba, se abría paso, lo iba llenando hasta lo más íntimo, era manera de moverse con lentitud en su cuerpo, esa presión que ejercía era increíble, pero no había dolor, solo placer. Moviéndose con el mismo ritmo, prontamente estaba por completo el de Acuario en el cuerpo del de Grifo, deteniéndose unos momentos, en los cuales el de ojos dorados recordó que el de Tauro estaba ante él, sujetándolo firmemente.

Minos levantó su rostro, sus ojos quedaron directamente en la desatendida erección,  húmeda y vibrante, de ese fuerte hombre que le indicaba con la mirada lo que deseaba. No pudo sino sonreír, el de ojos negros estaba excitado, no solo por mirar a los otros dos, también por sus propias acciones con el de Grifo previamente. Y la manera en que esos ojos dorados observaban su sexo no era de ayuda.

—     Aldebarán—gemía el de cabellos plateados mientras el de Acuario comenzaba a moverse—Déjame probarte.

No había manera de que el de cabellos negros se resistiera, así que se recargó contra el respaldo del sofá, separando aún más sus piernas, para que el otro joven pudiera hacerse cargo.

Camus pudo ver parcialmente que el de Grifo tomaba la erguida virilidad del de Tauro con la boca, y fue como una oleada de pasión la que lo inundó desde el vientre al resto de su cuerpo, apenas si podía creer que todo eso fuera posible. Minos se sentía tan bien, estrecho y cálido, y además complacía a Aldebarán al mismo tiempo que él lo poseía, no podía sino estar excitado  mientras entraba y salía de su cuerpo, pero comenzaba a aumentar la velocidad de sus movimientos. Sujetaba con energía las finas caderas, aunque con tanta intensidad que tal vez le dejaría marcas por ello, pero ¿Quién pensaba en ello cuando la sensación era sublime?

Otro que cavilaba de manera similar era Aldebarán, pues sus grandes manos parecían querer sujetar agua al tomar esos hilos plateados del joven que lamía y besaba su turgente sexo. La verdad era que Minos no resultaba muy experimentado en ese campo, pero tenía una deliciosa lengua que sabía moverse muy bien. Intentaba controlarse para no empujar con fuerza contra esa boca, pero lo que hacía ese chico enloquecería a cualquiera, apretaba suavemente al inicio y con algo más de fuerza al final, aleteando con su lengua y apretando levemente con dos dedos por la base y los testículos. Con velocidad ya estaba el de cabellos negros gimiendo, esa boca comenzaba a llevarlo a su interior, sentía como se hundía y le encantaba por lo que empezó a gemir continuamente.

Siendo poseído por Camus, con el erguido sexo de Aldebarán en su boca, las manos de ambos sobre él, la verdad era que Minos sentía una descarga de placer intensa y continua. La erección del de cabellos azules se hundía hasta lo más profundo de su intimidad, tocando los sitios más sensibles, alcanzando la próstata con cada embate, haciendo más duras las penetraciones a cada movimiento. A causa de eso, el de mirada dorada tomaba con su boca ese sexo que apenas parecía poder contener. Los sonidos de esos chicos que le hacían el amor resultaban increíblemente eróticos, aún más porque todo era a causa de él. Si no bastaba, el de cabellos azules estiró su mano para alcanzar su miembro y comenzó a frotarlo al mismo ritmo de sus embestidas.

Aldebarán estaba teniendo un momento verdaderamente placentero, observaba tan deliciosa escena mientras Minos lo complacía con su boca; entonces Camus sujetaba esa virilidad, provocando que el de cabellos plateados gimiera de manera constante, lo cual enviaba vibraciones increíbles a través de su miembro erguido. Con un gemido ahogado, sin poder hacer nada más debido a toda la situación, a esa boca y esos dedos, a ese movimiento y la presión, a la vista de todo lo que compartían, el de Tauro sintió su cuerpo electrizarse y sin más liberar su simiente en un vigoroso clímax, dejando su cálida simiente en esa tibia boca que recibió hasta la última cálida gota.

Minos se sintió sorprendido, no lo esperaba, pero logró manejar la situación y tragó todo lo que el otro le daba, aunque un poco de esa simiente se deslizó fuera de sus labios. Se lamió mientras miraba el rostro del de ojos negros, quien sonreía con placer.

—     Gracias—murmuró.

Y para terminar de demostrar su agradecimiento, comenzó a acariciar sus pezones que estaban rígidos por la intensa excitación, lo cual provocaba un nuevo asalto a los sentidos del de ojos dorados.

No había manera de que lograra resistir mucho tiempo, y no lo hizo, Minos sencillamente sucumbió al goce. El placer parecía radiar de cada poro de su piel, agonizantemente intenso, dio un grito de satisfacción mientras la pasión brillaba en su sexo. Pulsación tras pulsación, su simiente abandonaba su cuerpo llevándolo al orgasmo, apenas si podía sostenerse sobre sus piernas mientras todo su ser temblaba con una incontenible oleada de  pasión y placer. El sonido de esos gemidos, el clímax de ese bello chico, y la presencia del de cabellos negros observándolo todo, robaron lo último del control de Camus. El de Acuario no pudo sino terminar, dando una fuerte embestida más en ese paraíso que era el de Grifo, sabiendo que después de ese día no había manera que abandonara a ese chico, nunca lo haría. El éxtasis lo dejaba sin ver. Era una agonía casi atemorizante pero hermosa, y dejó su semen por completo en el interior de ese hermoso joven.

—     Te quiero Minos—susurró.

Aún estaba en su interior cuando lo estrechó entre sus brazos con necesidad.

—     También te quiero Camus—fue la respuesta.

Los tres estaban complacidos, por lo cual se dieron unos momentos de tregua para relajarse y recuperarse un poco, dejándose llevar por ese cansancio y esa especie de mareo golpeando su cabeza que aún los llenaba.

Al final se separaron, Minos y Camus se fueron juntos a la habitación del de Acuario, pasarían el resto de la noche juntos pues no se les veía que entre sus planes, ahora que se habían sincerado, estuviera separarse.

Aldebarán no se sintió mal por eso, había deseado a ese hermoso chico, lo había tenido, pero ver a los otros dos confesarse finalmente sus sentimientos lo hacían pensar en ponerse serio, no más vueltas ni dudas ni juegos, era el momento de sincerarse. Fue a su habitación, se dio una ducha veloz y de inmediato estaba ante su computadora personal para enviar un mensaje a Mu de Aries.

Lo pensó bastante, pero al final solo escribió una línea.

“Te amo Mu”

Sonrió para sí mismo, tan solo podía esperar que el de Aries sintiera lo mismo, pero no creía que fuera indiferente al otro joven. Se fue a acostar, pensando en lo que había ocurrido y sus consecuencias, de verdad había sido una noche sorprendente por su resultado.

 

**********

 

 

FIN

 

 

Notas finales:

Si nada sucede la semana entrante subo una nueva trama que espero les guste.

Nos leemos.

Atte. Zion no Bara

 


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