Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Invitado por zion no bara

[Reviews - 4]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

 

Fic dedicado a Eu Snape quien me sugirió a la pareja, espero que te guste y perdona por la tardanza.

Notas del capitulo:

 

Es una historia corta solamente para esa pareja que no manejo, espero que les guste.

 

 

 

 

Ya parecía costumbre pero eso de regresar a la vida y que a los mismos dioses que se habían peleado a muerte les diera por pretender llevarse mejor daba a sus súbditos una serie de tareas de representación que no les importaban en lo más mínimo. Al menos era de esa manera para el orgulloso y poderoso juez del inframundo, Radamanthys de Wyvern, quien pensaba que eso de otra visita al Santuario o al Templo del Mar o a Asgard o a donde fuera era un asunto muy pesado. No era que en sí mismo le desagradara el salir de sus territorios y tratar con los demás, lo que le causaba desagrado era que lo sentía como una imposición y a un hombre de su temple las imposiciones le sentaban bastante mal.

Pero no podía evadirse y lo sabía muy bien, pues ¿Quién se le iba a parar enfrente a Hades y decirle que no a lo que ordenara? Esos niñatos de bronce lo habían hecho, pero él, un juez del inframundo, no podía hacer algo semejante.

Fue por eso que cuando los llamaron para presentarse en la cámara de su señor, casi suspiraba de cansancio ya que se imaginaba el motivo de ese nuevo llamado ¿Era para una nueva guerra? Resultaba poco probable ¿Se trataba de poner a un oponente en su lugar? No debía contar con ello ¿tenía que ver con sus deberes como orgullosos guerreros? No. Así que se inclinó respetuosamente ante su señor, quien permanecía sentado con Pandora rígidamente de pie a su lado, aguardando por lo que iba a escuchar junto con Minos y Aiocos, pues después les tocaría informárselo a los demás espectros y actuar en consecuencia.

—     Los he hecho llamar por un asunto importante—les comunicó sin aguardar por nada Hades.

Las prioridades de su señor sí que habían cambiado, miren que considerar importante lo que iba a comunicarles…

—     Atenea nos ha extendido una invitación cordial para que vayamos al Santuario y he aceptado.

Se trataba de eso de nuevo, y ahí iba el resto de ese asunto que ya se sabía de memoria.

—     Debemos presentarnos y comportarnos a la altura de lo que somos, miembros del inframundo, nadie puede juzgarnos por nuestro comportamiento.

¿Qué había sido de los días en los que se les ordenaba acabar con un oponente? ¿Cuándo sus planes eran los de conquistar a toda la humanidad y ser quienes rigieran sobre todos los reinos de la tierra? ¿Ahora tenían que conformarse con reuniones y fiestecitas de las que ya estaba un tanto cansado?

—     Iremos a este evento, es lo que deben saber—les advirtió con tono terminante su señor.

Así que si, era lo que les quedaba, más valía que empezaran a hacer planes aunque estaban lejos de ser importantes, pero igual los cumpliría, no pensaba dejar en mal a su señor y a los suyos por ningún motivo.

Cuando se fueron retirando de la sala principal, Radamanthys iba callado, pero Aiocos y Minos compartían algunas opiniones sobre esa nueva visita.

—     ¿Creen que debemos usar nuestros sapuris?—preguntaba el juez de Garuda.

—     No veo porque no—fue la respuesta del de Grifo—Es en definitiva lo que mejor nos va puesto.

El de Wyvern los escuchaba pero para sus adentros se decía que sus armaduras eran para algo más que para estar en una reunión, aun así no dijo nada y se limitó a escuchar lo que sus compañeros discutían sin perderse de una sola palabra. Después de todo ya no tenía muchas cosas que discutir en esos días con ellos que no fueran esos pequeños detalles con los que pretendía llenar todo su tiempo en el inframundo.

Al final se separaron, aunque al ir a supervisar los deberes que le correspondían, los cuales eran ya muy diferentes de los que tuviera alguna vez, pero quizás era mejor el dejar de pensar en todo eso. Las cosas no serían lo que habían sido, era mejor dejarlo ir definitivamente e intentar continuar con esa existencia insensiblemente pacifica que les tocaba vivir.

Fue así que las cosas estaban completamente en orden y listas cuando la comitiva que iría al Santuario se presentó en perfecto orden ante la entrada del lugar, el calor del sol era un tanto abrumador y todos vestidos con sus sapuris de colores oscuros no mejoraba las cosas. Todos aguantaban el tipo pero no se podía negar que estaban bastante afectados por el calor y la luminosidad del astro rey, el cual parecía más empeñado en hacer su trabajo ese día. Vieron aparecer a Atenea al frente de algunos de sus caballeros, con sus largos cabellos morados y esa mirada azulada siempre atenta y gentil, pero el clima afectaba tan a las claras a los del inframundo que la joven eligió el camino más corto.

—     Nos da gusto que hayan llegado—dijo amablemente—Será mejor que avancemos, este clima no nos dará tregua.

Con eso y una sonrisa estaban de inmediato en camino.

El de Wyvern notaba cierta decepción de los dorados, atando hilos se hizo conjeturas sobre lo que estaba sucediendo, terminó por decirse que habían organizado algún tipo de recepción para darles la bienvenida pero su señora había preferido hacerla a un lado o posponerla en beneficio de ellos. Atenea era distinta, él estaba al servicio de un señor que manejaba todo desde una base fundada en el orden y la disciplina, igual que los dorados, pero los del Santuario estaban bajo el mando de alguien que se guiaba por la amabilidad y la dulzura. Ellos servían a alguien que manejaba todo con el temor al castigo y la implacable demostración de su poder ¿las cosas serían distintas de tener un señor tan diferente? No lo sabía y siendo honestos no le interesaba saberlo.

—     Esperamos que se sientan bienvenidos—comentaba Atenea con calma.

Estaban en el templo principal, la frescura que se sentía ahí era diferente del calor tan intenso que los había azotado momentos antes, lo cual se agradecía, y se agradecía más que con un discreto ademán de inmediato les ofrecieran bebidas refrescantes. La verdad fue que todos agradecían para sus adentros el ser recibidos de esa forma y no con ceremonias. Pero no era todo, había más detalles por ser informados.

—     Tal vez deseen unos momentos para descansar después de este viaje—continuaba la joven de cabellos morados—Esperamos a que se refresquen un poco y puedan usar algo más cómodo.

—     No es necesario—intervino Hades de inmediato.

—     Sé que no lo es—continuaba ella—Pero esperaba ganar un poco de tiempo para que habláramos a solas.

—     ¿Sucede algo que deba saber?

La de ojos azules se limitó a sonreírle y por alguna extraña razón el señor del inframundo pareció dispuesto a creer que necesitaban hablar, los espectros simplemente dieron las gracias en silencio por ser tratados con amabilidad por alguien cuando se estaban asando de calor. Su señor evidentemente no contemplaba las cosas de la misma manera que la señora del Santuario, pero tendrían unos instantes para recuperarse.

De inmediato fueron guiados a las habitaciones que les habían sido destinadas, lo mejor era que encontraron agua fresca para poder lavarse o darse un baño, como lo desearan, lo cual nadie iba a desaprovechar. Aunque las sorpresas agradables no terminaron ahí, cuando se reunieron de nuevo en el salón principal y se les pudo dar la bienvenida planeada de antemano, notaron que su señor de cabellos negros estaba más silencioso de lo esperado y les dio una indicación solamente con voz seca.

—     Pueden usar algo más que sus sapuris, el clima ha sido extremo para todos.

Los espectros se miraban entre ellos como preguntándose de dónde había salido eso, pero parecía que Atenea de verdad tuvo algo que decirle en esa charla a solas que sostuvieron, no estaba nada mal seguir esa recomendación.

 

**********

 

Conforme se habían visto cada vez más las reuniones se hacían menos tensas entre los diversos servidores, porque era necesario admitir que los otros eran dioses y pasara lo que pasara seguirían siéndolo, así que no les afectaban las mismas cosas que a ellos. Radamanthys no dejaba de notar con sus pupilas doradas que en esos momentos ya eran varios los que retomaban conversaciones con varios de los caballeros, con los cuales parecían haber encontrado muchos puntos en común, esas pequeñas cosas que permiten a las personas acercarse y sentirse cómodas. Por ejemplo, Aiocos se había amistado con el caballero de la cuarta casa, era de notarse que se reían de manera muy similar y miraban con esa expresión de pocos amigos. También estaba Minos, quien se llevaba muy bien con Mu de Aries, parecían sorprenderse cada vez que descubrían que les gustaban las mismas cosas.

Y no eran los únicos espectros que entablaban relaciones cordiales o de camaradería con caballeros del Santuario, incluso él no podía dejar de notar que tenía gustos similares con algunos de ellos, como con Milo de Escorpión, ya que les gustaban el mismo tipo de películas, o con Camus de Acuario, que les gustaban los mismos autores, o Aioros de Sagitario, por su interés en los avances tecnológicos. Así era, resultaba que no eran tan diferentes entre ellos.  Eso no estaba mal.

De hecho gracias ese tipo de situaciones se podía ver que una nueva reunión no marchaba mal, casi era como la de cualquier otro grupo de personas, salvando las diferencias, como el hecho de que no toda la gente podía dominar una fuerza y poder como las de ellos, pero eso se dejaba de lado por lo regular. Aunque no se podía evitar notar que el juez de Wyvern parecía un poco incómodo, en esa ocasión estaba un tanto cerrado a pesar de las breves charlas que estaba sosteniendo. Los demás lo consideraban huraño pero tampoco se trataba de eso, era algo diferente.

—     ¿Qué te está sucediendo Radamanthys?—preguntaba de manera directa el de Garuda.

—     ¿A qué te refieres?—dijo el rubio.

—     No pareces muy a gusto de estar aquí—mencionó el de Grifo.

—     Estoy bien.

—     Más vale que sea así—retomaba Aiocos—Porque si el señor Hades nota algo te dará una buena reprimenda.

—     Y sabemos que no es muy comprensivo—agregó Minos.

—     Ya les dije que estoy bien.

Al menos para el de cabellos dorados era asunto terminado con esa frase, pero era verdad que no terminaba de sentirse a gusto, y de eso se reprochaba a sí mismo.

Lo hacía porque sabía que esa sensación de que algo no estaba como debería estar se debía a que le daba muchas vueltas a todo asunto que tuviera que ver con su papel de servidor de Hades. Siempre se había sentido orgulloso de ello, pero lo que vivía era como haber sido sacado de su papel primordial, un guerrero, para ser tratado como alguien más, alguien que debía acostumbrarse a la paz ¿Eso sería posible? No estaba seguro de tener una respuesta ni de querer saberla.

Tratando de mantener la mejor cara (lo intentaba), el de Wyvern se encontró de pronto a solas dando vueltas por el salón sin compartir nada con nadie, una extraña manera de pretender dejar que el tiempo pasara hasta que pudieran retirarse. Pero alguien ya se había dado cuenta de eso y fue muy directo al ir a su lado para decirle lo que estaba pensando, aunque nadie se lo preguntara.

—     ¿Qué te sucede Radamanthys? Parece que quieres cavar un foso alrededor del salón.

—     Kanon—fue su única respuesta.

Sabía de ese caballero, porque era considerado como tal, que iba con frecuencia al Santuario a pesar de tener que cumplir con su papel de general marino, pero no parecía tener dificultades para hacerlo todo o al menos pretendía no tenerlas. Sus largos cabellos azules estaban muy quietos y sus ojos verdes fijos en él.

—     Cualquiera diría que te aburres Radamanthys.

—     No es así, hemos sido tratados con toda la cortesía posible—fue su respuesta.

—     Nunca me hubiera imaginado que los espectros fueran tan correctos, darían las gracias aunque les diéramos de beber vinagre.

—     ¿Hay algo que quieras decirme?

No era el tipo de hombre que se permitiera perder el tiempo y no lo haría en esos momentos ciertamente.

—     Bueno, ya que eras ten directo supongo que pudo serlo también—decía Kanon cruzando los brazos—Sé por lo que estás pasando.

Pero el de ojos dorados solo lo contemplaba en silencio.

—     De verdad—continuaba el general marino—Comprendo lo que es sentirte con ese vacío que deja la falta de un propósito, de lo que daba sentido a tu existencia alguna vez, que lo que había sido ya no está.

El de cabello rubio no demostraba nada, así que el otro tan solo podía continuar.

—     No es sencillo superarlo Radamanthys, pero cuando hablas de ello y encuentras a quien te apoye las cosas se van resolviendo y todo va siendo más sencillo.

—     ¿Me puedes responder algo Kanon?

—     Sí.

—     ¿Te volviste mujer o algo así para hablar de sentimientos y esas patrañas?

—     Qué curioso que lo digas—respondió sonriendo—Le dije algo similar a quien me dio esta charla cuando la necesité, aunque no pensaba reconocerlo.

—     ¿De verdad?

—     Si, por eso reconozco lo que te está sucediendo.

Se miraron por unos segundos, sin hablar, pero sus ojos eran más elocuentes de lo que estaban dispuestos a reconocer.

—     Como vas a tomarte todo lo que te diga de forma vaga—agregaba el de cabello azul con calma—Solo déjame darte una sugerencia que no has pedido.

—     ¿Una sugerencia?

—     Necesitas un pasatiempo Radamanthys, algo más en que ocupar tu mente y no solo darle vueltas al asunto de lo cambiado que esta el mundo y a la pérdida de todo propósito en tu vida.

—     Los pasatiempos no tienen  sentido Kanon ¿Qué se supone que haga? ¿Resolver crucigramas? ¿Coleccionar piedras? Nada de eso es para mí.

—     Tal vez pero al menos podrían intentarlo mientras estás aquí, el Santuario es un lugar lleno de sorpresas para quien sabe buscarlas, y encontrarlas.

Como si fuera todo lo que pensaba decirle el de largos cabellos azules se relajó, volvió a su grupo para seguir charlando, al menos lo había intentado pero todo estaba en manos del de cabellos dorados en realidad.

Sin embargo, aunque no pensara reconocerlo, el de Wyvern puso más atención de la que deseaba en esas palabras, por eso observó muy atentamente esos ojos verdes y esos cabellos azules…si… ¿Por qué no? necesitaba de un pasatiempo después de todo.

 

***********

 

Radamanthys se dispuso a llevar a cabo algo que podría definir solo como un poco de alivio, algo casual, que no buscaría más que pasar un rato agradable, por lo que vio su oportunidad de acercarse al objeto de tales ideas. Bueno, eso de acercarse era una forma muy positiva de decirlo, ya que en sus tiempos libres entre ceremonias y presentaciones y demás, todos en sus ropas informales, se daban unos instantes para hablar. Esos mismos instantes los tomaba el de Wyvern para acercarse con sigilo al de cabellos azules, después de todo era él quien le había dado la idea, no le parecía mal.

Cuando vio la oportunidad, la que le pareció más clara de todas, fue cuando se encontraban observando una demostración castrense de los aprendices del lugar, los chicos entrenaban duramente sin duda alguna. Pero lo que a él le interesaba era que al terminar el de ojos verdes se alejó con pasos seguros del lugar, lo que le indicaba que estaría a solas cuando lo alcanzara, lo siguió a cierta distancia pero repentinamente lo perdió de vista ¿Dónde estaba? Cuando lo volvió a localizar no vaciló en acercarse un poco más, no pensaba perderlo de nuevo, aunque se dio cuenta que la ruta que tomaba era la que llevaba a la tercera casa. No sería complicado darle alcance…pero resultó que si lo fue.

De pronto Radamanthys se encontró en la entrada de Géminis sin ver a nadie, no entendía como se había escabullido el otro ¿Dónde podría haberse metido si…?

—     ¿Necesitas algo?—le preguntaban con solemnidad.

No pudo sino voltear sorprendido, no había sentido a alguien tan cerca pero ahí estaba, con sus ojos verdes fijos en él. Le había hecho una pregunta concreta, entonces se merecía una respuesta directa.

—     En realidad si—le dijo.

—     ¿Qué?

—     Algo para pasar el tiempo.

Sin más se acercó, lo sujetó por los hombros y lo beso, pero la sensación fue extraña, el beso no fue correspondido pero aun así… al final se apartó pero al no encontrar reacción alguna en el otro no tuvo reparos en preguntar.

—     ¿Qué, no te gustó?—dijo casi ofendido.

—     No me imaginaba que los servidores del inframundo fueran tan afectuosos.

El de Wyvern no estaba comprendiendo nada, no lo soltaba pero no dejaba de mirarlo con incredulidad, pero las cosas se resolvieron cuando apareció alguien más.

—     ¿Interrumpo algo?

El de mirada dorada pasaba sus ojos de un lado a otro, ahí estaban, los cabellos azules, los ojos glaucos, pero unos reían mientras que los otros permanecían muy serios.

—     ¿Todo bien Saga?

—     Aun no lo sé Kanon.

Entonces todo tuvo sentido, ese que tenía entre las manos no era Kanon.

El de Wyvern no era un hombre que se apenara, no se sonrojaba, pero sí que se apresuró a soltar a Saga.

—     Creo que es mejor que me retire.

Sin otra palabra se fue con pasos bastantes veloces pero apenas se sintió lo suficientemente lejos se detuvo para quedarse en silencio y al final golpeó la primera columna que tuvo cerca con el puño cerrado ¿Cómo pudo ser tan tonto? Y no era una palabra que se relacionara con el orgulloso juez de Wyvern. Confundió a Kanon con su gemelo, Saga.

—     Al menos no se armó una escena—se dijo.

Sin embargo quedaba algo por reconocer de todo ese asunto.

—     El beso no fue tan malo.

Era la verdad, no le parecía que ese beso fuera algo malo.

—     No estuvo mal.

Aunque después de ese evento, Radamanthys miraba menos a Kanon y mucho más a Saga.

Saga era un hombre ¿Cómo decirlo? Diferente. Aun a Kanon. Podrían lucir iguales, idénticos, pero distaban de serlo, su carácter y personalidad los delataban de inmediato, o casi. Y como le estaba poniendo tanta atención al gemelo mayor se daba cuenta perfectamente de eso y de muchas otras cosas, como el hecho que no tardó en convencerse que le gustaba ese hombre.

Reconocía para sí mismo en esos momentos que lo de Kanon había sido solo entretenimiento, no podía darle la misma clasificación a Saga, de ninguna manera. Ese hombre era de otro tipo, lo miraba, a veces llegaban a charlar, procuraba mantenerse cerca aunque no demasiado, no le gustaba ser tan obvio, pero ahí estaba y si pensaba hacer algo más valía que lo hiciera porque iba a regresar a su territorio. Tuvo que recordarlo ya que su señor Hades fue muy directo en recordárselos.

—     Solo nos quedan dos días aquí—les dijo el señor del inframundo—Espero que sigan comportándose como orgullosos miembros de mis fuerzas.

Dos días. Radamanthys lo pensaba pues no creía que de pronto el tiempo hubiera corrido con tanta prisa, le llegaba el momento de moverse, de hacer algo si en verdad estaba interesado de alguna manera en ese hombre de ojos verdes.

Fue así que decidió que si iba a hacer algo ese era el momento, si no funcionaba ni modo, y si funcionaba podría ser un buen momento. Tomadas sus resoluciones se dijo que era tiempo de ir a buscar lo que quería, no era el tipo de persona que retrasara las cosas.

Fue así que cuando pudieron moverse con cierta libertad no dejó de buscar el sitio en el que estaban los dorados, no tardó en descubrirlos, pues estaban en grupo charlando animadamente, no tardó en darse cuenta que Kanon era el centro. Ese hombre siempre animado y encantado con la atención… pero Saga no era así, lo veía escuchar y estar atento a la plática, a todo, pero en silencio. Por un  momento pensó que era como una sombra, estaba ahí, sin dejarse sentir, cuando lo hiciera… y justo en ese momento el gemelo de los ojos verdes volteó a verlo.

Por un instante el de cabellos dorados se sintió paralizado, pero recobró el sentido y se limitó a hacer una breve inclinación de cabeza como saludo, pero no se  esperaba la respuesta que iba a obtener: Saga de Géminis, caballero dorado del tercer templo, hombre formal y serio, le sonrió de manera fugaz para después darse la vuelta ¿Qué había sido eso?

Radamanthys no estaba seguro de nada, se sentía fuera de rodo elemento, había sido solo una sonrisa…pero una sonrisa de Saga de Géminis ¿Qué se suponía que debía hacer? No lo sabía, esa era la verdad. Caminaba en círculos dubitativo, sin resolverse a nada, y no iba a ser de más ayuda que fuera llamado.

—     Aquí estás Radamanthys—decía como aliviado Minos.

—     El señor Hades quiere vernos—comentó Aiocos.

Siendo así les tocaba a todos presentarse a su señor que tenía algo que decirles, aunque el de cabellos dorados se presentó pero no escuchó ni media palabra de lo que le decían, tan solo pensaba en algo ¿De verdad podía intentar algo con Saga?

Detestaba sentirse así, sin poder tomar una determinación, pero no podía evitarlo.

¿Qué era lo que iba a hacer?

 

**********

 

Iban a reunirse de nuevo, a un paso de marcharse no podía ser de otra manera, pero para Radamanthys ese evento solo significaba la posibilidad de ver a Saga, por lo que se mantenía muy atento a su llegada ya que deseaba poner las cosas en claro, o algo parecido, y para eso le parecía que lo mejor era ser directo. Cuando vio llegar uno a uno a los caballeros dorados se mantuvo erguido, seguro de sí mismo, y al identificar esos ojos verdes que lo habían mirado antes se decidió por hacer algo similar: le lanzó una mirada muy directa con sus pupilas doradas. Era del tipo de “Quiero que hablemos” y como el de Géminis lo comprendía no puso dificultades en atrasarse un poco con respecto a sus compañeros para poder ir al lado del de Wyvern.

Una vez que estaban frente a frente y lejos de las miradas de los curiosos, el de cabello azul eligió no perder el tiempo y habló primero.

—     ¿Qué sucede Radamanthys?

—     Solo una cuestión Saga.

Sin más lo besó de nuevo, de manera rápida y después se le quedó mirando como si esperara por una reacción, pero el de ojos verdes solo parpadeó para finalmente decir lo que pensaba.

—     ¿Así van a ser las cosas Radamanthys?

—     ¿Qué?

—     No pensaba que fueras tímido.

—     ¡¿Qué?!

—     ¿No lo eres? ¿Entonces porque ese comportamiento de colegial?—preguntaba el de la tercera casa con calma—Porque en definitiva a nuestra edad ya no nos va.

El del inframundo no tardó en sentirse enfadado pero antes que pudiera decir una sola palabra en respuesta, el de cabellos azules le colocó el dedo índice de la mano izquierda en el entrecejo, con tranquilidad.

—     No debes enfadarte, se nota más tu uniceja.

Por un instante el de ojos dorados solo podía hacerse una pregunta ¿Qué le pasaba a ese tipo? Primero no lo tomaba en serio, luego le sonreía, después lo tildaba de tímido y para rematar criticaba su aspecto. No lo iba a aguantar, se mostraba dispuesto a marcharse pero como se le notaba, Saga le habló antes que eligiera cualquier camino.

—     No te enfades Radamanthys, me gustas así.

Fue el turno para no esperar del de la tercera casa, pues lo tomó por el rostro y lo besó con profundidad hasta dejarlo sin aliento.

Al separarse se notaba claramente que el del inframundo estaba sorprendido, pero el de Géminis se había decantado por el camino de ser directo.

—     Dime algo Radamanthys ¿quieres pasar estas últimas horas aquí jugando juegos estúpidos?—decía con suavidad— ¿No prefieres hacer algo al respecto?

El de Wyvern ya no se sentía enfadado ni desconcertado, le gustaba lo que ocurriría pues era claro que ambos estaban en la misma sintonía.

Sin importarles la reunión, la hora, los compañeros, ni el qué dirían, se limitaron a comenzar a caminar a un sitio muy concreto: la tercera casa del Santuario.

Al llegar no dudaron en entrar, de hecho Géminis era un buen lugar, ordenado, limpio, pero como no estaban ahí por la vista y la charla , los dos se miraron y sonrieron mientras caminaban al lugar que en verdad les interesaba: la recámara del de cabellos azules.

Similar al resto del templo se trataba de un buen lugar, ordenado, nítido, pero como el de ojos dorados no estaba para contemplar los detalles que hacían de ese sitio algo personal para el de cabellos azules no les prestó demasiada atención. Lo que no dejó de observar fue la amplia cama cubierta con suaves sábanas de color champaña, el color para celebrar, no estaba nada mal, al menos para él era un excelente lugar en ese instante. Por eso ni se opuso a que el de Géminis fuera directo y lo estrechara por la cintura para besarlo de nuevo, pero lo hizo en el cuello, de forma posesiva, sin permitir interpretaciones de sus intenciones cuando acarició su cadera de manera sugestiva. Ya que le gustaba se limitó a corresponder con una mirada muy sugestiva y ese brillo en sus pupilas que hacía pensar en deliciosas posibilidades.

Apenas unos momentos, o al menos eso les parecía, pues se limitaban a dejarse llevar por las sensaciones que los iban llenando sin dificultades, compartiendo caricias muy directas en los sitios que deseaban sentir. Las manos eran hábiles en encontrar los sitios que más agradaban y rodear los más sensibles, ambos contaban con su experiencia previa y no tenían resquemores en usarla en ese instante, después de todo se trataba de estar con alguien que les gustaba, no había dudas de eso. Fue el de ojos verdes quien llevó sus dedos sin perder un segundo a la entrepierna del de ojos dorados, le gustó verlo dar un gemido y le encantaba notar como ese miembro en su mano se iba endureciendo bajo su toque. Pero no estaban  solamente para caricias superficiales, necesitaban  de otras habilidades y las iban a demostrar, pero era necesario estar en una posición más apropiada para ello.

De manera firme, Radamanthys fue empujando al de Géminis hacia la cama, hasta que quedó recostado sobre su espalda, dejando ver su espléndida anatomía, cada músculo definido con esas piel brillante y dorada por el sol de Grecia. Comenzó a acariciarlo lentamente, pasando sus dedos con calma, dejando que el otro hombre cerrara los ojos y respirara suavemente, tal vez hubiera seguido así pero no era alguien reconocido por la paciencia. Siendo así fue directamente por esos labios, probándolos con entusiasmo, pasando su lengua tenuemente como un placer extra para sus sentidos. Sin embargo, su cuerpo estaba muy cerca del de la tercera casa y por ello respondía de manera veloz y supo lo que quería hacer exactamente en ese instante, por lo que sus labios se saltaron todas las etapas preliminares y ya estaban besando y probando ese turgente sexo que se mostraba tan complacido como el suyo.

No se podía negar que a ambos les estaba gustando lo que compartían, Saga estiró sus brazos por debajo de su cabeza, mostrándose muy confirme y cómodos con lo que estaba sucediendo, mientras que Radamanthys estaba entusiasmado probando su sexo, pasando sus labios por el tronco y la base, sujetando con sus dedos de manera firme el miembro que se veía enrojecido por la necesidad, la punta de su lengua aleteaba por la corona. Prestó atención muy especial a la delicada entrada que coronaba esa cabeza, sabía que podía ser muy gratificante algo así, al menos para él. No se equivocó pues al ser similar el de ojos verdes se arqueó sobre la cama, gimiendo de satisfacción, fue aún mejor cuando finalmente esos labios se abrieron y comenzaron a tomarlo por completo. Las manos del de Géminis dejaron su lugar, fuero hacia esos fuertes hombros y los cabellos dorados para acariciarlos, era de apreciarse el entusiasmo con el que era atendido por el de cabello dorado.

Con el sabor de esa sexualidad en su boca, el de mirada dorada se apartó del de cabello azul, no demasiado, solo lo suficiente para quedar sobre ese cuerpo tan bien trabajado de nuevo, con su rostro a pocos centímetros del de Géminis. Apenas si se miraron para comenzar a besarse, nada de ternura ni cariñitos, besos bien plantados y sensuales en los que mostraban una necesidad sedienta por el otro hombre. Se estrecharon con fuerza y sus piernas se entrecruzaban, enredándose y permitiendo que sus miembros se encontraban a momentos y dieran casi un salto de placer por ello. Pero a pesar de estar muy entusiasmados con su labor, Saga fue capaz de llevar sus manos hasta ese fuerte trasero pero no solo para estrujarlo, sino para algo más, sus dedos se escabullían y lograron encontrar la masculina entrada que estaba dispuesto a conocer cuanto antes.

Radamanthys no podía quedarse ajeno a esas atenciones, sentía la manera en que apretaban sus nalgas, las separaban, un dedo acariciaba su entrada de manera entusiasta,  sin dejar de ser besado con pasión, más aún cuando su cuello fue lamido y suavemente mordido como un juego de seducción. Las varoniles manos del de cabellos azules lo estrechaban por la espalda, parecían declarar que eran las dueñas de todo cuanto conocieran, de todo lo que tocaran, que ese hombre sería suyo. Aunque había algo más en esas caricias, de pronto el de cabellos dorados sintió que era atrapado y quedó, de un hábil movimiento, sobre su espalda en las sábanas que lo acariciaban como esas manos que de inmediato estaban  sobre él, compartiendo la tarea de unos labios por hacerle más sencillo entregarse a otro hombre.

Si no bastara con ser tan directo, con mostrarse como el que guiaba más que el que esperaba, Saga eligió ser además el que complacía a ese fuerte hombre que parecía aguardar por lo que haría. Siendo así, su boca fue de inmediato a ese erguido sexo que se elevaba entre las piernas del rubio, comenzó a llevarlo al interior de su boca despacio, con el único objetivo de hacerle más intensa la situación al de ojos dorados. Esa boca sabía lo que hacía, como presionar y como acariciar, el mismo tiempo que esa lengua que tenía un movimiento casi salvaje, suficiente para hacerlo estremecer y buscar más de esas caricias. Ya que las cosas marchaban tan bien y no estaban para perder el tiempo, las manos de Saga fueron tan determinadas como siempre y mientras sus labios se ocupaban del miembro tan rígido, sus dedos buscaron de nuevo la estrecha entrada para dilatarla.

Los dedos traspasaron con ayuda de algo de saliva, la suficiente para que el masculino pasaje se fuera abriendo ante un asalto tan constante y firme, separando sus paredes íntimas, con habilidad hasta que la misma entrada se estremecía por las sensaciones que eran despertadas en su interior, aunque no era todo. Con la misma determinación que habían mostrado hasta ese momento, el de cabellos azules se dispuso a encontrar la sensible próstata del de pupilas doradas, moviéndose con cuidado, hasta que sintió como el de Wyvern se arqueaba sobre su espalda, la había encontrado. Se dispuso a masajearla por unos instantes, brindando al rubio, sensaciones nuevas de placer que lo hacían más propenso a ser entregado en la cama, justo lo que deseaban ambos en realidad y lo iban a obtener. El de la tercera casa no se detenía, de ninguna manera, continuaba con el sensual masaje, al mismo tiempo el de Wyvern separaba sus piernas buscando que siguiera tocándolo, guiando su cabeza al sujetar su azulado cabello, no quería que parara.

Necesitaban detenerse y recobrar el aliento, pero no era algo absoluto, para nada, pues sus miradas, brillantes y deseosas, se encontraron de nuevo y no tardaron en besarse de nuevo, abriendo la boca y compartiendo el sabor de su lengua. Para ese momento ya Saga se había apropiado del espacio entre las fuertes piernas del de cabellos dorados, lo besaba por el marcado pecho y los labios, repartiendo sus caricias con entusiasmo. Si ambos lo habían disfrutado hasta ese momento, para esas alturas estaban ampliamente complacidos, pero queriendo más, tanto que el de mirada dorada iba a preguntar cuando el otro se detuvo, pero no tuvo tiempo ya que las varoniles manos del de ojos verdes lo hicieron dar vuelta, quedando boca abajo, y sabía lo que iba a suceder.

Con su rostro contra la suavidad de las sábanas, Radamanthys respiraba de manera agitada, su cuerpo estaba encendido por las caricias que ya habían compartido, sentía los labios del de la tercera casa contra su piel, por su espalda, marcando el camino hacia su trasero. Pero antes de llegar Saga le sujetó las caderas para levantarlas un poco y al mismo tiempo separar sus muslos, y entonces colocó su sexo justo donde ambos lo deseaban, en la entrada masculina que se mostraba muy dispuesta a permitir ser traspasada. El de ojos verdes empujaba con determinación, haciendo que el de mirada dorada gimiera, pero ambos estaban complacidos pues a unos cuantos segundos ya estaban completamente unidos. Respiraron con intensidad por unos instantes, pero el de Géminis aprovechó para besar por el cuello a su amante, la barbilla, incluso sus labios con la cooperación del de Wyvern.

Sus cuerpos se dejaban llevar por la sensualidad, las embestidas repletas de deseo eran continuas, dejando a ambos sin aliento por unos segundos, pero no era suficiente para los dos y lo sabían bien. Ya más cómodos con lo que hacían, habiendo conocido más de ese cuerpo, se dispusieron a hacer algo más. El de ojos dorados buscaba apartarse y el de cabellos azules se lo permitió, así que se recostó sobre su espalda de nuevo, separando sus piernas sin pudor alguno, y notando la resplandeciente sonrisa en esos ojos que no perdían uno solo de sus movimientos. En menos de un segundo ya estaba Saga de nuevo entre esos fuertes muslos y compartieron una serie de besos apasionados que los llenaban de un placer nuevo, más profundo, hasta que no pudieron continuar sin sentirse por completo.

Radamanthys no fue tímido para estrechar al de Géminis con sus brazos por la espalda y con sus piernas alrededor de su cadera, por lo que Saga no vaciló para volver a entrar en él con determinación y hacerse cargo de su necesidad. El asalto era poderoso, firme, sin perder el tiempo, no dejaban de besarse y acariciarse de manera insistente, con el calor de sus cuerpos que los hacía sudar. Una mano del de ojos verdes fue directa al alcanzar el turgente sexo del de cabellos dorados y lo masturbó con intensidad, moviéndose al mismo ritmo de sus caderas que resultaban veloces en sus penetraciones, hundiéndose hasta lo más íntimo del de Wyvern. Las cosas estaban demasiado avanzadas como para poder hacer algo por cuenta propia, sus cuerpos parecían tener voluntad propia y no lograban controlarse, se sacudían, se agitaban, se arqueaban, todo era demasiado fuerte para ellos. Hasta que llegó el final inevitable y sus simientes estallaron como el placer absoluto que los llenaba, fue un orgasmo como ninguno que hubieran vivido hasta ese momento.

 

**********

 

Al final ambos respiraban de manera pausada sobre la cama, pero el de mirada dorada no pudo sino externar una duda.

—     ¿Fue lo que esperabas?

—     Fue espléndido—le respondieron sin aguardar.

Apoyándose en su brazo, el de pupilas doradas miraba directamente a ese apuesto hombre de cabellos azules, provocando que el otro quisiera saber el porqué.

—     ¿Qué pasa Radamanthys?

—     No puedo evitar pensar en lo distinto que eres de Kanon.

—     Lo soy. Y es por eso que no estás con Kanon.

—     Es verdad.

El de Géminis le acarició la mejilla con ternura para decirle lo que cruzaba su mente en ese instante.

—     Me gustó estar contigo Radamanthys de Wyvern.

—     Podríamos repetirlo—le dijo sonriendo.

—     ¿Por qué no?

Ambos callaron en ese instante pero no era incómodo, se comprendían, mejor de lo que pudieran pensar y era agradable eso, incluso poder quedarse en silencio sin ser juzgado por ello o ser malinterpretado. Ese problema lo habían tenido con compañeros anteriores pero no con ese hombre a su lado, resultaba que eran similares, lo sabían mientras miraban ese techo de mármol, silenciosos, sigilosos, retraídos pero leales, valientes y con personalidad propia. No estaba nada mal si lo pensaban.

Así que ambos desnudos sobre la cama, ya bajo las sábanas, no pensaron en pretender ocultarse nada, fue así que Radamanthys se acurrucó contra Saga, y este lo recibió con amabilidad, acariciando su brazo, estaban tan cómodos y contentos de haberse conocido, sin necesitar hablar mucho, por eso eran capaces de buscarse hasta quedar satisfechos y luego permanecer muy quietos y tranquilos. Sin decir una sola palabra lo compartían todo, no hacía falta siquiera sonreír, sabían que lo hacían en su interior; no estaba nada mal haberse conocido, llegar hasta ese punto, el de Wyvern se dijo que bien valió la pena ser un buen invitado.

 

**********

 

 

FIN

 

Notas finales:

Espero que les gustara.

Si nada sucede subo una nueva trama la semana entrante.

Nos leemos.

Atte. Zion no Bara


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).