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Playa por zion no bara

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Notas del fanfic:

 

 

Fic dedicado a Monciux30 quien me sugirió a la pareja.

Es la primera vez que utilizo a esta pareja, así que espero que les guste a quienes lean.

 

Notas del capitulo:

 

La letra de la canción que incluí me sirvió mucho para hacer la trama, se llama Oh l´amour, del dueto inglés Erasure.

 

 

El viaje sería sencillo, conocía el camino y lo había transitado antes, no debía haber mayores inconvenientes que en cualquier otro viaje de ese tipo, aunque ese no era solo un viaje más, así que aceleró un poco más mientras el vehículo avanzaba por el solitario camino, no había ningún otro automóvil a la distancia. Al marchar de esa manera, a solas, el joven de los ojos y los cabellos azules no podía sino pensar en las cosas, en cómo había cambiado su vida en ese tiempo, en todo lo que significaba seguir ahí y el costo de hacerlo. Tal vez fuera como las veces anteriores ese breve peregrinaje, deseaba que lo fuera, después de todo fue como se conocieron ellos dos, ese encuentro que lo cambió todo, para siempre.

Cuando llegó a su destino el de los cabellos azules no tardó mucho en hacer lo que iba a hacer, estacionó el vehículo delante de la casa, tomó su única maleta de equipaje y la dejó dentro de la casa, iba a salir. La casa era un buen lugar, una propiedad pequeña que había sido de su abuela, cercana a la playa se escuchaba muy bien, pero resultaba que a la gente no le gustaba que fuera un sitio tan frío en el que se encontraba y por lo mismo fuera un lugar muy solitario. De todas maneras eso no le importaba, pues comenzó a caminar con pasos definidos al sitio que deseaba, no quería esperar.

Vio la playa desde lejos, alcanzó unos pasos más, aspirando ese aroma tan único del lugar que lo rodeaba, nada que ver con lo que la gente piensa generalmente con la palabra playa, que es el sol, arena dorada, brisa suave, altas palmeras, nada de eso. Se trataba en realidad de un lugar frío y nublado, con un sonido casi tétrico por las olas, era muy distinto a todo, pero era un lugar que no cambiaría por nada. Llegó a la orilla, justo a unos pasos de donde lo alcanzara el agua helada del mar, miraba alrededor, no había nadie, pero de todas maneras se sentó en el frío lugar y solo aguardó. El mismo clima provocaba que por el frío la gente se adormeciera y no fue distinto para el de mirada azulada, terminó medio adormilado con el rostro inclinada sobre sus rodillas, y hubiera seguido así, pero algo ocurrió.

—     Qué bueno que viniste—le hablaron.

Ahí estaba él, son los mismos cabellos rubios fuera de orden, los ojos azules brillantes como el cielo y esa sonrisa que podía hacer soñar a cualquiera.

—     ¿Cómo has estado?

Lo vio sentarse a su lado y mirarlo con su suave sonrisa, era increíble poder verlo otra vez, no iba a negarse eso.

—     Tuve que ver al médico antes de venir—contestó el de cabellos azules—Dice que todo va bien, no hay problemas para preocuparse.

Al decirle eso el de cabellos azules se acarició el pecho de manera casi inconsciente, sentía la cicatriz que había dejado la operación.

—     Lo importante es que el trasplante funcionó—decía el rubio—Me siento tan feliz por ti Camus.

El otro tan solo pudo mirarlo y con la sinceridad brillando en sus pupilas le respondió.

—     Fui tan feliz al conocerte, Hyoga.

Su historia había dado inicio en ese mismo lugar, cuando el que se llamaba Camus llegó a ese sitio con la intención de no salir con vida de ahí.

 

**********

 

Oh amor

Rompiste mi corazón y ahora estoy desconsolado por ti

Mi amor

¿Qué se supone que un chico enamorado debe hacer?

 

Camus de Acuario sentía que su vida carecía de sentido, solo pasaba su tiempo en aguardar, en tener paciencia, en esperar, ya estaba cansado y se dijo que no quería esperar más, estaba cansado de hacerlo. Por eso se inventó la historia de necesitar unos días para relajarse antes de partir y eligió un destino muy específico, la casa que fuera de su abuela y en la que había pasado algunas vacaciones de niño. El lugar era alejado y solitario, lo que él más deseaba en esos momentos. Sus padres le pidieron que viera al médico antes de irse y lo hizo, solo para escuchar lo mismo de siempre.

—     Tu salud está estable Camus—decía el cardiólogo—Pero no debes extralimitarte, nada de hacer esfuerzos graves ¿de acuerdo?

—     Sí.

—     No olvides tu medicamento.

—     No.

—     Mantente en contacto, siempre se puede tener una noticia en estos casos.

—     Lo haré.

Pero no pensaba cumplir con nada de eso ¿para qué? Hacía años que sabía que su corazón estaba enfermo y nada había cambiado, todo era lo mismo, las restricciones, los medicamentos, la sensación de no ser una persona por estar encerrado en un mal que amenazaba con enviarlo a la tumba en un instante. No era como sus padres, quienes aún confiaban en que habría un milagro y aparecería una cura, un corazón para él; pero él ya no creía en semejante cosa, estaba cansado de tener paciencia y esperar, por eso haría ese viaje.

Mientras se había puesto en camino continuaba pensando en sus padres, les había dicho adiós sin que ellos supieran que de verdad era su despedida, que deseaba no volver, ni siquiera a ellos que tanto lo querían. Incluso ese cariño le parecía una carga, sin él sus padres podrían seguir adelante con sus vidas. La casa estaba vacía cuando entró y no pensaba mover nada, no se ocupó de hacer que hubiera energía eléctrica ni en comprar comida, se limitó a ir directo hacia la helada playa mientras caía el ocaso.

Era un buen lugar, no se negaba eso, solo llegó a la orilla y se sentó en la fría arena observando como el sol que no calentaba se iba  apagando, como su vida. Respiró profundo, sintiendo una punzada en su pecho que acarició, estaba enfermo, necesitaba un trasplante, pero no había un donador compatible hasta el momento. La verdad era que ya ni siquiera pensaba en obtenerlo, lo que en verdad pensaba era que iba a morir, cerró los ojos y se recostó en la arena, recordando lo que había dicho a sus padres.

—     Llámanos en cuanto llegues Camus, por favor—le pidió su padre.

—     Lo haré.

—     ¿De verdad quieres hacer este viaje?—decía preocupada su madre.

—     Solo necesito descansar—fue su respuesta.

—     Está bien hijo.

Como por impulso los abrazó a ambos, los amaba, pero ya no se sentía con fuerzas para más.

—     Gracias, gracias por todo—les dijo—Adiós.

Había dejado la casa y se marchó.

Ahora estaba en la playa, como había elegido, se llevó la mano a un bolsillo en su chaqueta, llevaba lo que había guardado por algún tiempo, unas píldoras que estaba seguro iba a necesitar. Las llevó una a una a su boca, eran para dormir, el plan era que una combinación de un corazón  no sano, medicamento controlado excesivo y una noche que había sido pronosticada como muy fría terminaran con su existencia.

A Camus siempre le había gustado ese lugar por ser tan solitario y tranquilo, por eso deseaba que fuera el último, incluso llevaba en el bolsillo una nota de despedida para cuando lo encontraran. Estaba cansado de esperar, su posibilidad de tener un donante compatible era nula, lo sabía bien, por su tipo sanguíneo que era tan extraño, a tantos años desde su diagnóstico no había logrado nada. Los medicamentos funcionaban menos aunque el médico le dijera que también era su ánimo el que no ayudaba, pero justamente por todo eso las cosas se terminaban ahí.

Se quedó ahí sin moverse, dejándose llevar por el suelo y el frío, hasta que no supo más.

—     Perdónenme—murmuró.

Eso sería todo.

Camus no estaba seguro de lo que ocurría, escuchaba que lo llamaban, como a lo lejos, no entendía lo que escuchaba ¿acaso así era morir? ¿Quién lo llamaba? No terminaba de comprender lo que sucedía cuando le pareció que iba abriendo los ojos a un sueño, y ahí estaba, un ángel había llegado por él. Claro que eso solo lo creyó por unos segundos, pues terminó de despejarse para sentarse y descubrir que seguía en la playa, era de madrugada ¿Qué había sucedido? Eso no importó tanto cuando volvieron a hablarle.

—     Hola.

Había alguien a su lado.

—     ¿Quién eres?—terminó por preguntarle el de cabellos azules.

—     Hyoga.

La verdad era que el de Acuario no terminaba de comprender nada, había llegado hasta ahí con un plan muy definido, jamás regresar, pero no solo estaba despierto y vivo, sino que había alguien a su lado como tratando de comprender lo que había ocurrido. De hecho así era, pues ese chico de cabellos rubios y ojos azules lo miraba atentamente y decidió que lo mejor era explicarle lo que había pasado.

—     No sabes cuánto me sorprendiste—mencionaba el joven sonriendo—No esperaba que hubiera nadie en la playa y menos por la noche. Cuando te vi a lo lejos pensé que serías un tronco o algo así, luego me imaginé si no sería una tortuga o un lagarto, pero cuando me acerqué y te vi me lleve una enorme sorpresa.

Era cierto, a él le gustaba pasear por la noche en esa playa y por lo mismo sabía que no la gente no iba por ahí, encontrarse con alguien sin sentido no era usual.

—     Me acerqué para ver si no estabas herido o algo—continuaba el rubio—Pero no lo parecías, entonces quise despertarte, es peligroso quedarse en el frío de esa manera, pero no pude.  Vaya que tienes el sueño pesado.

El de cabellos azules sabía que no era el sueño sino el medicamento lo que no lo dejó despertar, pero no lo iba a decir.

—     Intenté pedir ayuda pero aquí no hay buena recepción—seguía el que se llamaba Hyoga— Quise llevarte a otro sitio pero sinceramente pesas mucho para cargarte, me quedaba sin ideas, y ya estaba comenzando a helar. Al final solo pude encender una pequeña fogata y me quedé a tu lado.

—     ¿Por qué hiciste eso?—quiso saber el otro—Ni siquiera me conocías.

—     No quería que murieras.

El de Acuario solo pudo sentirse contrariado ¿ese chico no entendía lo que había hecho? Pero a decir verdad no parecía que al de cabello rubio le importara eso.

—     El clima ya está mejor ¿Qué te parece si me dices tu nombre y vamos a desayunar algo? Fue una noche larga.

—     Yo…

—     Necesitas algo de comer también, algo caliente.

Al final solo hizo un gesto aceptando y se pusieron de pie para caminar por la playa, hablaron poco pues el de cabello rubio no hacía más preguntas sobre lo ocurrido y el de cabello azul no quería decir nada de lo sucedido. Llegaron a lo que parecía un pequeño campamento improvisado pues Hyoga estaba acampando y no tardó en darle un buen café caliente y una nutritiva avena, fue un buen desayuno en medio del silencio.

 

Recordando todo eso Camus solo pudo sonreírle al chico a su lado.

—     Ni siquiera te di las gracias esa mañana Hyoga.

—     Lo hiciste después Camus—respondió el otro también sonriendo.

 

**********

 

En busca de ti, me estabas buscando

Siempre buscándote, estabas demasiado ciego para ver

Oh amor de mi corazón ¿por qué me dejaste solo?

Estoy cayendo a pedazos, no soy bueno por mi cuenta

 

Así fue como se conocieron, dejando a Camus con sus planes sin concluir y sin saber qué hacer. Al final solo se le ocurrió volver a la casa y llamar a sus padres, les dijo que estaba bien y después de eso no supo qué hacer. Miraba alrededor, no tenía plan alguno, pensaba que no iba a sobrevivir y ahí estaba, aún vivo y sin expectativas de ninguna clase, tal vez lo mejor era regresar pero ¿regresar a qué? ¿A medicamentos, consultas, chequeos, escuchar que debía tener paciencia? No se resignaba a eso.

—     Creo que debo hacer algo.

Y ese algo fue salir y comprar algo para comer, poner en marcha la corriente de energía y quedarse sentado en el pórtico sin hacer nada, de hecho se quedó sentado ahí por horas, sin moverse, dejando que la fría brisa moviera su cabello t acariciara sus mejillas ¿Por qué su vida le parecía tan sin sentido? La verdad fue que el diagnóstico fue algo que lo despedazó en su momento, no encontró la manera de manejarlo. Hubiera seguido así de no ser porque algo sucedió, o más bien porque alguien apareció frente a él. Vio como una figura caminaba por delante de la propiedad, volteaba y lo saludaba a la distancia, sin estar seguro de que hacer le correspondió y en unos instantes ya estaba ese muchacho rubio ante él, con su aire tranquilo y su amplia sonrisa.

—     Hola ¿Cómo estás?—lo saludó.

—     Bien, gracias…

Pero se le quedó mi8rando sin saber cómo llamarlo, y el otro se dio cuenta de inmediato por lo que fue comprensivo.

—     Hyoga, me llamo Hyoga de Cisne, piensa en el yoga, suena igual.

—     Lo tendré en mente—respondió.

—     Por cierto que no sé cómo te llamas tú.

—     Soy Camus de Acuario.

—     Es un placer Camus.

Con roda la confianza del mundo se sentó a su lado en el pórtico y parecía buscar algo con sus ojos de un azul intenso.

—     No estoy seguro de qué es lo que vemos Camus.

—     No veía nada.

—     Qué pena, este es un buen lugar para ver algo.

De pronto ese chico estaba ahí, hablando y hablando sin dejar de contarle media vida al de cabellos azules, pero por alguna razón  no era cansado ni molesto, lo hacía con la misma naturalidad con la que respiraba, por lo que lo escuchó con mayor atención de la que pensaba prestar en un inicio. A esas alturas ya sabía que el joven rubio a su lado estaba ahí por vacaciones, que era mitad ruso por parte de su madre, que comía todo lo que tuviera chocolate y que él le parecía como el clima.

—     Si, eres como el clima Camus.

—     ¿Cómo es eso?

—     Bueno, al menos como este clima—decía el rubio—Frío pero agradable.

Tan solo se miraron pero el rubio sonreía y como si nada continuó hablando.

—     Creo que está haciendo un poco más de frío Camus.

—     Así es.

El de cabellos azules se puso en pie y solo por decirlo lanzó algo.

—     ¿Te gustaría tomar algo?

—     Lo que sea me encantará.

Ya lo había dicho así que el de Acuario lo guio al interior de la casa, a la cocina, y en poco tiempo colocó una tetera en la rudimentaria estufa con agua y después colocó té y azúcar en cubos en la mesa junto a un par de tazas, siguieron hablando mientras tanto.

—     Esta casa me gusta Camus, cuando pasaba por aquí siempre me preguntaba quién viviría aquí.

—     Era de mi abuela, venimos poco desde que ella falleció.

—     Qué pena.

—     Esas cosas pasan.

—     No es menos una pena.

Estaban ante la mesa bebiendo el té caliente hasta que no había nada que beber, el rubio sabía que era momento de irse.

—     Muchas gracias por el té Camus.

—     De nada.

Lo acompañó hasta la puerta pero antes de partir el rubio deseaba saber algo.

—     ¿Te quedarás por aquí Camus?

—     Aun no lo sé.

—     Espero que sí, nos vemos.

Unos momentos y comenzó a alejarse, dejando preguntándose al de Acuario de dónde había salido un chico como ese. No lo sabía pero esperaba verlo de nuevo.

La verdad fue que siguieron viéndose, durante los días siguientes las cosas entre ambos jóvenes se iban haciendo cercanas y usuales, eran parte del día a día del otro, por una de esas extrañas oleadas de movimiento en el mundo ellos dos se habían conocido, y por alguna de esas mismas misteriosas razones que unían a las personas ellos se conocieron y se agradaban.

 

—Siempre me invitabas a todas partes—comentó Camus—No sé por qué lo hacías.

—     Pensaba que te hacía falta—fue la respuesta de Hyoga—Necesitabas conocer más, te habías encerrado en ti mismo.

—     Pero tú me hiciste abrirme.

—     Me alegra haberlo hecho.

 

**********

 

Oh amor

Rompiste mi corazón y ahora estoy desconsolado por ti

Mi amor

¿Qué se supone que un chico enamorado debe hacer?

 

En los días que siguieron juntos los dos jóvenes de miradas azules se sintieron a gusto juntos, aunque el rubio hablaba más pero a su compañero no parecía molestarle eso, lo escuchaba con todos esos planes, de su vida, su familia, de todo aquello que deseaba hacer y lograr.

—     Me gustaría viajar por todo el continente—mencionaba el de cabellos rubios—Ver todos esos sitios que desconozco ahora.

—     ¿De verdad te gustaría hacerlo?

—     Si, y también me gustaría montar a caballo, no sé hacerlo, pero me encantaría.

—     Parece que estás lleno de planes Hyoga.

—     Y no son todos—mencionaba sonriente el de los Cisne—También me gustaría presentarme en un club de comedia, aprender otro idioma, mejorar con la guitarra, incluso tocar en público.

Ese animado chico le enumeraba sus planes ¿Cómo sería ser así? ¿Tener todos esos proyectos y sentir la capacidad de hacerlos? Lo seguía escuchando cuando vio la hora en su reloj y sin más sacó su medicamento ya ordenado en un pastillero y se lo tomó. El rubio lo observaba con curiosidad, así que esperaba algún tipo de respuesta por lo que estaba haciendo, el de cabello azul supo que debía decir algo.

—     Estoy enfermo—dijo Camus—es de mi corazón.

—     ¿Es grave?—preguntaba interesado el otro.

—     Estoy en espera de un trasplante, desde hace años.

—     ¿Es muy difícil?

—     Sí, mi sangre es muy rara.

Le dijo su tipo sanguíneo, haciendo que el otro chico pusiera una expresión de comprensión y simpatía.

—     Te entiendo Camus, al menos en parte, tengo el mismo tipo, cuando me operaron de las amígdalas tuve que hacer un guardadito previo para tener un respaldo en un banco de sangre.

Al final sonrió y levantó su bebida como si hiciera un brindis.

—     Por ser únicos Camus.

—     Por ser únicos Hyoga.

Pero conforme pasaban tiempo juntos Camus no podía dejar de preguntarse por lo que iba a hacer, ya que su plan original al llegar era el de no salir se ahí, pero no conseguirlo, necesitaba de un nuevo proyecto. Todo había cambiado, y  lo había hecho por la presencia de ese chico rubio que lo hacía todo diferente, por lo que llamó a sus padres para hacerles saber que estaba bien, pero que pensaba quedarse un poco más.

—     Es solo que esperaba que regresaras Camus—le dijo su madre.

—     Lo sé, pero surgió algo aquí mamá.

—     ¿Qué?

—     Es solo que…

—     ¿Sí?

—     Es que conocí a alguien.

Por unos segundos no se escuchó nada pero finalmente su madre respondió.

—     Me alegra por ti hijo—admitió—Pero debes pensar en tu salud, si algo cambia debes pensar en tu salud primero.

—     Lo haré.

—     Muy bien.

—     Da saludos a papá por favor.

—     De tu parte, cuídate y no dejes de llamarnos.

—     Adiós mamá.

Pero al terminar con la llamada la verdad era que no pensaba que nada fuera a cambiar.

 

—No lo dije pero era lo que pensaba—admitía Camus—Que nada iba a suceder que cambiará lo que estaba viviendo, era como estar en el mundo con tiempo prestado.

—     Pero no por eso te ibas a dar por vencido—dijo Hyoga con seguridad.

—     No a tu lado.

 

**********

 

¿Por qué hacerlo a un lado? ¿Por qué alejarte de mí?

Solo vivo por el día, por la forma en que debería ser

Hubo un tiempo en que te tuve aquí a mi lado

Dijiste que no era de tu tipo, solo era un pasatiempo

 

Los días siguieron, Hyoga y Camus  se hicieron inseparables en ese tiempo, sonreían al estar juntos y la verdad no tardaron en sentir algo el uno por el otro, se volvieron parte de la existencia del otro y no deseaban separarse. El de cabellos azules había llegado a ver esas películas en las que dos personas pasaban apenas algo de tiempo juntos y sentían que no querían separarse por nada del mundo, las tomaba como tonterías ¿Quién podría creerse eso? Pero lo estaba viviendo, ya no eran solo historias, eran la realidad, le estaba ocurriendo a él ¡A él! tan poco dado a sentimentalismos, a decirse que ese tipo de cosas eran tonterías, que eso no pasaba en la vida real, pero estaba sucediendo. Aun así debía pensar en lo que iba a hacer, pues aunque sintiera algo por el hermoso Hyoga… ¿Hermoso? ¿De dónde había salido eso?

Afortunadamente para el de cabellos azules las cosas se solucionaron por medio del de cabellos rubios, ya que él no terminaba de convencerse acerca de hacer cualquier cosa para asegurarse de lo que sentía ese guapo chico medio ruso por él. Hyoga desde el principio era siempre el que daba el primer paso, y en ese caso no fue diferente.

—     Hola Camus.

—     Hola.

Mientras lo veía acercarse a él en esa playa helada comenzaron a caminar sin más, por el mismo destino pensó en ese momento, pero no se dijeron más, solo permitían que el tiempo pasara, al menos fue así hasta que el de cabellos rubios hizo algo. Camus aún trataba de decidirse sobre cualquier cosa cuando ese muchacho a su lado le tomó la mano con gentileza, un intenso estremecimiento lo atravesó y al mirar a su lado notó que el Cisne le sonreía abiertamente, ese rostro con esa sonrisa lo dominó de inmediato. No se soltaron y siguieron caminando pero cuando entrelazó sus dedos con los del otro joven se dijo la verdad de inmediato, sin importarle si era muy pronto, si no era posible, si era una tontería, nada contaba al declararse a sí mismo lo que sentía con honestidad.

—     Estoy enamorado.

La vida de ambos fue como un suave remanso de paz desde ese instante, incluso pensaba que las cosas podrían seguir así para siempre, pero su idílico mundo se vio invadido por un par de llamadas, una cada uno. Solo lo comentaron cuando se vieron ese mismo día por la tarde, en la casa del de Acuario, tan solo con mirarse supieron que algo no estaba como les hubiera gustado, pero lo mejor era hablar de ello.

—     ¿Qué te pasa?—le preguntaba mimoso el rubio abrazándolo por la espalda—Parece que te pidieron comerte un pajarito bebé vivo.

—     Mis padres llamaron—respondió sin humor—Tengo que ir para hacerme mi control médico, dicen que es muy importante.

—     ¿No lo es?

—     Lo es, pero siempre es lo mismo, sigo igual y no hay más que esperar.

—     Yo también debo ir a casa—lanzó el de cabellos rubios apoyando su cabeza en el hombro del de cabellos azules.

—     ¿Todo está bien?

—     Solo es que mis padres creen que ya he pasado mucho tiempo aquí.

No se dijeron nada por unos instantes pero fue el Cisne quien externó lo que ambos pensaban en ese momento.

—     ¿Qué va a pasar si nos separamos?—preguntaba suavemente.

El rubio se veía decaído de pensarlo, pero aunque no lo demostrara Camus estaba desesperado, había llegado ahí con el deseo de terminar con todo, su soledad, y así había sido, aunque no como lo había planeado, y todo para tener que separarse de nuevo. Llevado por un impulso se dio vuelta y abrazó a ese chico a su lado con intensidad, el otro joven hizo lo mismo pero necesitaban hablar de ello.

—     No será un adiós Camus, es un hasta luego.

—     Sí.

Se miraron de manera directa, con esa expresión de quien tiene esperanza en el porvenir, aunque sus pupilas tuvieron un destello, uno que indicaba algo, que deseaban darle algo a ese joven entre sus brazos, algo especial, único y el de cabellos azules supo de pronto lo que sería.

Camus se acercó y buscó los labios de ese lindo rubio que llenaba sus sueños y anhelos, aunque desafortunadamente para él las cosas fueron un tanto torpes, estaba nervioso, no tenía mucha práctica y todo terminó en que había besado la barbilla, la nariz y solo la mitad de los labios del rubio, quien lo miraba desconcertado. El de cabellos azules se dijo que había intentado seducirlo pero no era lo que obtenía, se miraron en silencio y parecía que solo quedaba algo por decir en un momento como ese.

—     Lo siento Hyoga.

—     Está bien.

—     Tal vez es mejor dejarlo así.

—     Bien.

El de cabello rubio fue a la puerta y el otro lo acompañó, lo veía alejarse, sin poder hacer nada para evitarlo, pero ¿Qué podía hacer? Necesitaban separarse al menos por un tiempo y en ese instante él…

—     ¡Camus!

De pronto el de cabello rubio corrió hacia él, con prisa, sonriendo, y sin más se arrojó a sus brazos para besarse un instante después con cariño y después con necesidad.

—     Hyoga…

—     Te quiero Camus, te quiero…

—     Y yo a ti…

Volvieron a besarse, se abrazaron, a esas alturas los dos estaban de acuerdo sobre lo que deseaban compartir con ese joven.

 

**********

 

A pesar de que se sentía una fría brisa soplando por el lugar ninguno de los dos jóvenes  pensaba en ello, estaban demasiado ocupados en abrazarse y besarse como para dar cuenta de nada más sobre lo que les rodeaba. Entre besos se llamaban, pronunciar el nombre del otro era algo dulce y natural, no se cansaban de hacerlo, pero supieron que era mejor entrar a la casa y lo hicieron, aunque sus rostros tenían cierta expresión, brillante, algo que les daba un nuevo impulso por continuar. Sin perder más tiempo fue el de cabellos azules quien guio al rubio por el lugar, directamente a su habitación, solo al traspasar la puerta se preguntó si no sería algo adelantado pero ya estaba el joven Cisne a su lado besándolo de nuevo.

Todo estaba bien.

Entre besos y caricias ninguno de los dos fue especialmente paciente con empezar a buscar más de ese chico entre sus brazos que estaba tan dispuesto como ellos, por lo que primero se despojaron de la chaqueta pesada que abrigaba del frío al rubio que pensaba marcharse, después fueron ambos los que se sacaron esos suéteres de cuello alto, dejando por debajo las camisetas térmicas que aún estaban ahí. Pero el de Acuario metió su mano por debajo de tal prenda y lo acarició con deseo por el pecho, le gustaba sentirlo, su piel era suave y tibia, le gustaba más porque no dejaban de besarse mientras lo acariciaba. Se dieron unos instantes como si fuera una breve tregua, el de cabello rubio acariciaba esos largos cabellos azules de su compañero mientras el otro buscaba la manera de llevarlo más cerca de la cama.

Cuando se miraron a los ojos sonrieron, volvieron a besarse pero ahora fue Hyoga quien decidió que las camisetas no debían seguir ahí, por lo que se sacó la suya de un solo movimiento, y se quedó como aguardando, como si se preguntara por lo que pensaba el otro. Camus lo miró y no pudo sino sonreír, era de verdad tan lindo ese muchacho que no estaba seguro de si debía seguir adelante o no. las dudas se despejaron porque el de cabello rubio fue hacia él y lo ayudó a quitarse la camiseta, con lentitud, dejando caer de nuevo su cabello, para ser besado en el cuello y la barbilla y escuchar cómo le murmuraba algo una y otra vez.

—     Camus…Camus…Camus…

Resultaba fascinante escuchar su nombre de esos labios, por lo que el de Acuario le tomó la mano con seguridad y lo llevó a la cama, donde hizo que ambos se sentaran encima del colchón, se miraron por unos instantes, pero sonrieron al final y volvieron a besarse, con sus manos encantadas de poder conocerlos un poco más.

—     Siempre esperé por ti Camus.

—     Te he encontrado Hyoga, ni siquiera lo sabía, pero te encontré.

—     Estaré contigo siempre.

No dejaban de lado los besos y las caricias pero la pasión iba en aumento con la ternura, por lo que no iban a aguardar demasiado, en unos instantes estaba Hyoga sobre su espalda, sobres las mantas, dejándose llevar por ese chico de cabellos azules que buscaba su cuerpo con deseo y cariño. Entre los dos lograron desabrochar los pantalones del Cisne, que fueron bajando por sus bonitas piernas apenas se sacó los botines, dejándolo medio desnudo ante esos ojos azules que brillaron por contemplarlo. Ansioso por poder sentirlo, el de Acuario lo acarició por encima del bóxer y sonrió por verlo estremecerse, le encantaba ese muchacho, así que aprovechó para apartarse un poco y sacarse a su vez los botines, sus pantalones, quedando en las mismas condiciones que el otro, quien tampoco había dejado de mirarlo.

—     Camus—lo llamó.

—     Aquí estoy Hyoga.

Se recostó a su lado y siguieron besándose mientras se estrechaban con cierta fuerza, dejando que sus cuerpos se fueran conociendo un poco más, que vibraran ante la cercanía de ese otro cuerpo, que compartieran la calidez de su ser con alguien más. Se mantuvieron en ese punto por unos minutos, no tenían la avasallante necesidad de entregarse pero se iban permitiendo el despertar de sus deseos, aunque honestamente a esas alturas ya estaba bastante despierto el deseo entre ambos. Como prueba de ello fue que una mano del de Acuario se deslizaba por el muslo del de Cisne, subiendo un poco y un poco, hasta llegar a la ropa interior, lo acarició por encima con suavidad para después buscar la manera de entrar. Fue un acto un poco apresurado, por lo que sin duda causó algo de asombro en el rubio, pero el de cabello azul no vaciló en usar sus dedos y apoderarse de ese miembro que ya estaba medio erguido.

Hyoga solo pudo gemir cuando esos dedos presionaron su sexo, se había llegado a tocar él mismo pero no se comparaba con que fuera otra mano la que lo acariciara, la de un chico que le encantaba y con el que quería estar por siempre.  Sentía su abdomen encenderse, había unas leves vibraciones que o iban atravesando, le gustaba lo que sentía, que sus músculos se iban tensando y que su cuerpo necesitaba más de ese joven entre sus brazos. Acercándose aún más al de cabellos azules una de sus manos fue también a la entrepierna de ese guapo chico que le quitaba la respiración, no traspasó la prenda, pero si disfrutó de sentir ese sexo a su alcance que se levantaba un poco más a cada segundo.

Ciertamente ambos chicos se encontraban excitados, sus cuerpos no mentían, pero Camus estaba siendo un tanto brusco, no porque lo buscara pero se dejaba llevar y frotaba con algo de fuerza a su compañero que terminó por dar un leve gemido de dolor. Se detuvieron unos segundos pero era necesario aclarar lo que ocurría.

—     ¿Qué pasa?—preguntaba el de cabello azul.

—     Yo….es que vas algo rápido—respondió el otro.

—     Lo siento.

—     Está bien…solo…solo se amable ¿sí?

—     Si—aseguró sin problemas.

Una vez más volvieron a besarse y a estrecharse pero no sin que antes el de Acuario hiciera algo, llevó sus manos con determinación a la ropa interior del rubio y la sacó del camino para después hacer lo mismo con la suya. De inmediato volvió a quedar al lado del de Cisne para estrecharlo entre sus brazos, pero buscando que sintiera su erección contra su muslo, frotándose y disfrutando de su cercanía. Con la misma mano con la que lo había acariciado antes volvió a la misma labor, recorriendo el juvenil sexo que ya estaba húmedo por la corona, usando el dedo pulgar estimulaba el frenillo sin darse cuenta de ello, solo porque parecía que ese guapo rubio se apenaba y lo disfrutaba por igual. Ese rostro ruborizado, los ojos cerrados, los labios entreabiertos, toda la imagen de una inocente sensualidad que el de cabellos azules no pensaba olvidar mientras viviera.

Hyoga solo luchaba por quedarse muy quieto sobre la cama, no sabía que más hacer, aparte de dejarse llevar por el placer de esa mano que acariciaba su cuerpo de manera tan íntima, su turgente sexo que ya estaba erguido por completo, sus testículos que parecían tensarse, y dio un respingo de sorpresa al sentir un dedo fritándose contra su masculina entrada con deseo. El de Acuario no creía poder seguir así, por lo que comenzó a probar el cuerpo de su compañero con suavidad, asando sus labios por la barbilla, el cuello, el torso, el abdomen, llenándose de su aroma con deleite. Cuando estuvo cerca del turgente miembro no estuvo seguro de lo que debía hacer, pero al final se dejó llevar y sin más le dio un tenue beso en la corona a su compañero, sonriendo al notar que el miembro tembló un poco, como si fuera un ser independiente a su dueño.

Si bien Camus estaba excitado, Hyoga no se encontraba lejos de la misma postura, pues todo su cuerpo respondía a la presencia de su compañero, sentía que su vientre estaba cálido, como si buscara abrirse, la tensión en su intimidad era un poco incómoda pero también le gustaba. Incluso esa sensación de estar como indefenso ante el de cabellos azules le agradaba. Por eso no opuso la menor resistencia cuando el de cabellos azules separó sus muslos y se metió entre ellos, llevando sus dedos índice y anular cubiertos con saliva a su masculina entrada, y comenzó a frotarla buscando entrar. El rubio comenzó a gemir, se sentía tan bien lo que hacía el otro, por lo que levantaba suavemente sus caderas para permitirle continuar, incluso separando con una mano sus nalgas para animarlo a seguir.

Los dos disfrutaban del encuentro, eso no estaba en duda, pero lo demostraban de forma diferente, Camus era firme, Hyoga dulce, aunque aún eso no bastaba para impedirle hacer lo que deseaba, que era algo para su compañero. Haciendo que el de cabellos azules se detuviera por unos instantes, y que quedara recargado contra el respaldo de la cama, el rubio se puso de rodillas entre las piernas del de Acuario, y sin más comenzó a llevar su erguido sexo al interior de su boca. Camus contuvo la respiración por unos segundos pero prontamente se dejó llevar, ese hermoso chico era bastante entusiasta en complacerlo en esa posición, la misma que él aprovechó para seguir usando sus dedos y dilatar su intimidad. Ambos muchachos gozaban de su intimidad, de ese encuentro en que estaban dispuestos a entregarse por completo, pero se dieron cuenta que no era suficiente, deseaban llegar hasta el final.

Camus sintió que no podía más, necesitaba seguir, así que apartó a Hyoga de lo que hacía, para después hacerlo girar y quedar recostado sobre su espalda en las mantas, separando sus tersos muslos mientras lo besaba con intensidad, disfrutando de su propio sabor en esos labios. Las caderas del de cabellos azules se movían, imponiendo se sexo contra esa delicada intimidad, aún sin entrar, pero buscando hacerlo, sabían que estaban a un paso de consumar su alianza y por ello sus miradas se encontraron con cariño.

—     Te quiero—dijeron a la vez.

Se besaron con intensidad mientras se estrechaban con fuerza, dejándose llevar, sus cuerpos estaban listos y dispuestos, el erguido sexo del de cabellos azules estaba justo en la delicada entrada, encontró el momento exacto y comenzó a empujar, abriendo el sensible túnel que lo rodeaba de inmediato, estrujándolo con sensualidad. Sentirse invadido de esa manera hizo que el de Cisne se estremeciera, sin poderlo evitar se arqueó con sensualidad, provocando que se unieran aún más en su entrega. Apenas unos instantes y de inmediato estaban amándose con necesidad, haciendo que sus caderas se elevaran, giraran, embistieran y su intimidad viviera ser compartida con un hombre al que amaban por encima de todo.

La entrega de dos chicos enamorados continuaba, se querían, pero también se deseaban, sus cuerpos unidos no dejaban de entregarse y de gozar por el torrente de sensaciones que estaban compartiendo, estrechamente unidos no querían separarse por nada del mundo. Guiado por la necesidad y la pasión, Hyoga terminó por sujetarse de la cama con energía, mientras era embestido con necesidad, Camus no dejaba de ser intenso en su empuje, embistiendo contra esa intimidad que lo estrujaba deliciosamente. Con los indicios de que su culminación estaba muy cercana, fue el de cabellos azules quien sujetó al rubio por la cadera, levantándola un poco más, penetrando esa intimidad de manera directa, frotando levemente la próstata que de inmediato respondió enviando señales de placer por todo el cuerpo de su dueño.

El rubio Cisne no pudo controlarse, sus piernas temblaban, no era capaz de decir una palabra, solo unos sensuales gemidos salían de sus labios, pero casi por instinto una mano fue a su sexo, estrujándolo con pasión. Por su parte el de cabellos azules sentía que se quedaba sin respirar, esa intimidad lo apretaba de manera sublime, llenándolo de placeres que desconocía pero lo hacían temblar como una cuerda muy tensa. No podía dejar de moverse, de sacudirse sobre ese hermoso cuerpo, tampoco dejaba de girar sus caderas buscando llegar a lo más íntimo de su compañero. Para ambos fue un poco estremecedor vivir las señales de la culminación, no estaban del todo listos para manejarlo, así que solo pudieron dejarse llevar y entre ahogados gritos de placer sintieron sus simientes abandonar su sexo y dejarlos completamente idos por el goce logrado.

Ya sin fuerzas estaban ambos sobre las mantas, acariciándose débilmente, muy juntos, recuperándose de la experiencia vivida.

—     No quiero separarme de ti—murmuraba Camus.

—     No podría hacerlo—respondió Hyoga.

—     Te quiero tanto—decía besándolo.

—     Siempre voy a amarte.

Se buscaron y se besaron con suavidad, hasta que el frío comenzó a llegar a ambos y se metieron bajo las mantas para descansar.

 

—Fue cuando llamaron, había un corazón compatible para mí—recordaba Camus.

 

***********

 

Oh amor

Rompiste mi corazón y ahora estoy desconsolado por ti

Mi amor

¿Qué se supone que un chico enamorado debe hacer?

 

Así fue, cuando ellos dos se separaron Camus pensaba en la manera de estar con Hyoga, hacer una vida juntos, durara lo que durara, estaba dispuesto a seguir con los planes médicos y se hizo la revisión que necesitaba. La cara de su doctor no le dio mucha confianza, parecía que estaba desanimado pues su estado se deterioraba.

—     ¿Tan mal estoy?—le preguntó.

—     No Camus, pero desearía ver mejor control de la situación con este medicamento, tal vez debamos cambiarlo.

—     Está bien.

Apenas salía del hospital cuando llamó a Hyoga, deseaba saber cómo estaba y el rubio se escuchaba contento cuando hablaron.

—     El médico dice que debo cambiar de medicamentos.

—     Que bien, significa que hay todavía cosas que se pueden hacer.

—     Si—dijo desanimado pero continuó—Quiero verte.

—     Por ahora estoy en casa pero ¿Qué tal si hablamos esta noche? Dame tu cuenta y nos citamos en la computadora—decía jovial.

—     Muy bien.

Intercambiaron datos con velocidad y el rubio tuvo algo más que agregar.

—     Tengo que limpiar mi cámara…y mi habitación, no deseo que te asuste el desastre.

—     Solo quiero verte, lo demás no me importa.

—     Debería importarte, tu salud es importante y tus padres y ti vida.

—     Está bien—admitió con voz suave.

—     Todo va a salir bien Camus, ten fe en eso.

—     Tengo fe en ti.

—     Mal hecho, debes tener fe en ti primero.

—     Muy bien, tendré más fe en mí.

—     Es lo que yo hago.

—     Pero acabas de decir…

—     No me contradigas—dijo riendo.

El sonido de esa risa era increíble, Camus sentía en ese instante que ningún sonido era como el de esa risa de ese chico.

—     Te amo—dijo Camus con suavidad.

—     Sabes que yo también te amo—respondió dulcemente el rubio.

—     Hyoga…

—     Soy tuyo, siempre seré tuyo, mi corazón es solo para ti.

Esas palabras cerraron la garganta del de Acuario que solo pudo escuchar que su amor se despedía.

—     Adiós Camus.

La llamada se terminó y continuó con su día lo mejor que pudo pues esa noche tenía una cita.

A la hora acordada estaba frente a su computadora esperando porque el Cisne se conectara pero no ocurrió, esperó por una hora, por dos, por tres, esperó hasta que la noche era profunda y seguía esperando cuando era de madrugada y solo cuando amanecía dejó de esperar. Había llamado a su número pero no obtenía respuesta alguna y no lograba comprender nada de lo que pasaba.

—     Tal vez deba esperar—se dijo.

Al ver la hora prefirió intentar comer algo para después descansar pero apenas bajó las escaleras vio a sus padres al teléfono, como si  algo urgente ocurriera, su padre parecía contener la respiración y su madre contenía las lágrimas.

—     Muy bien—dijo su padre—Gracias.

—     ¿Y bien?—preguntaba su madre.

—     Sí.

Los dos pusieron una expresión de triunfo y felicidad, se abrazaron y parecían dispuestos a correr escaleras arriba cuando lo vieron, estaban radiantes de felicidad, ni siquiera pudo preguntarles nada, solo lo abrazaron.

—     Era del hospital—le informó su padre—Hay un donador compatible.

Escuchar esas palabras lo dejó un poco aturdido  pero sabía que necesitaban moverse de inmediato.

En cuanto llegaron los estaban esperando, se le hizo un chequeo general pero su expediente decía sus condiciones exactas y estaba apto para el procedimiento, pero mientras el de cabellos azules iba siendo alistado pensaba en dos cosas principalmente. En lo triste que era que una persona tuviera que morir para que él tuviera una oportunidad, y en que hubiera querido poder decirle a Hyoga de su operación.

—     Estamos listos—dijo el cardiólogo.

Resultaba algo inmediato, todo estaba listo, apenas si pudo ver a sus padres y les sonrió, al entrar al quirófano ya nada quedaba en sus manos realmente, fue anestesiado y no supo nada más durante las horas siguientes. Resultó un procedimiento largo pero al final las palabras que se escucharon fueron únicas.

—     Todo salió bien—dijo el cirujano.

 

—Y todo salió bien.

Sentado al lado del de Acuario Hyoga pasaba sus brazos alrededor del cuerpo de Camus, acariciaba con ternura su pecho.

—     ¿De verdad lo crees?—preguntaba con amargura el de cabello azul.

—     Estás vivo—fue la respuesta.

—     Pero sin ti—lanzó con tristeza.

Era verdad, esa fue la tragedia de ambos.

 

**********

 

Sin lazos emocionales, no recuerdas mi nombre

Me acuesto y muero, sólo yo tengo la culpa

Oh amor de mi corazón, depende de ti ahora

Me destrozaste, estoy herido por dentro y por fuera

 

Cuando se separaron y fueron a sus hogares Camus fue con sus padres y también Hyoga, no dudó en hablarles de un chico fantástico que había conocido en la playa y deseaba que se conocieran, sus padres solo sonrieron ante su entusiasmo. Por eso cuando hablaron para tener una cita esa  noche ante la computadora pensaba incluso presentarle a sus progenitores y pensó en algo más, una lámpara.

—     Papá ¿me prestas las llaves del auto?

—     ¿Para qué?

—     Quiero ir al centro, quiero comprar una lámpara de pergamino para mi habitación.

—     ¿Tiene algo que ver ese chico Camus?

—     Algo—dijo ruborizado.

Su padre terminó sonriendo y le extendió las llaves.

—     Pregúntale a tu madre si no necesita nada.

—     Gracias—dijo alegremente.

Fue a su madre y le dijo que saldría, si no necesitaba nada pero ella solo lo veía nervioso y contento.

—     Nada, gracias, ten cuidado.

—     Lo tendré.

Salió aprisa y compró lo que necesitaba sin problemas, veía el reloj, necesitaba estar de vuelta, y fue al vehículo cuando alguien le salió al paso.

—     ¡Dame las llaves!—le gritó.

El rubio no sabía lo que pasaba pero vio el brillo de un arma ante él, se asustó, quiso decir algo, levantó las manos y se escucharon dos impactos, lo siguiente fue que estaba en el suelo y alguien gritaba por ayuda. Apareció una ambulancia y lo llevaron con velocidad al hospital, donde apenas si supo algo hasta que llegaron sus padres, luchaba por no perder el sentido pero decían algo de las balas, estaban alijadas en un sitio peligroso, si no operaban de inmediato era justamente por ese peligro. Sus padres estaban ahí y supo que necesitaba decirles algo, aunque tuvo que quitarse la mascarilla de oxígeno para hacerlo.

—     Hijo…—intentó decirle su madre.

—     Si algo pasa…

—     No hables—le pidió su padre.

—     Se llama Camus de Acuario…está en la lista de trasplantes…mi corazón es para él…

Empezaron a sonar las alarmas y cayó en shock, necesitaban proceder de inmediato, sus padres se quedaron en pie, llorando, nada de eso parecía posible.

Hyoga no sobrevivió.

Fue así que se dio el trasplante, por un robo fallido, un criminal que no había sido atrapado, la pena de unos padres y de un muchacho que sin duda se dolería al saber la verdad.

Durante todo el tiempo de la recuperación postoperatoria nadie le dijo nada al de Acuario, deseando a que estuviera mejor para contarle lo ocurrido, por dos razones, porque los padres de ambos estaban de acuerdo en que merecía saberlo y porque necesitaba saber lo ocurrido con Hyoga.

Camus no estaba seguro de que pensar cuando sus padres entraron con otra pareja a su lado a la habitación en la que se estaba recuperando, se veían más o menos de la misma edad que ellos y parecían profundamente conmovidos por estar ahí.

—     Eres Camus entonces—dijo con amabilidad el caballero.

—     Sí.

Parecían conmovidos por alguna razón, como si no supieran qué decirle y fue su padre quien decidió continuar.

—     Hijo, ellos son los padres de Hyoga.

—     ¿Hyoga está aquí?—preguntó sonriendo.

—     No, lo lamento—le respondió el padre del rubio—Mi hijo falleció.

El de cabello azul se quedó helado ante esa información.

—     Pero él quería que…que…

—     Mi hijo nos dijo que quería que tú tuvieras su corazón—le dijo su madre.

Camus no supo qué hacer, se quedaba inmóvil, tan solo pudo llevarse una mano sobre el pecho, sobre la marca que había dejado la cirugía, la señal de que él estaba vivo porque Hyoga había muerto. No importó mucho lo que sucedió después, las palabras de esos cuatro adultos en el lugar, ninguno hacía reproches ni mucho menos, estaban genuinamente felices de que él estuviera vivo, pero se sintió profundamente herido con la realidad.

 

**********

 

Oh amor

Rompiste mi corazón y ahora estoy desconsolado por ti

Mi amor

¿Qué se supone que un chico enamorado debe hacer?

 

Habían pasado los días, las semanas, los meses, y ahora estaba de nuevo en la playa, la misma playa helada en la que se habían conocido y dispuesto a no volver a dejarla. Hyoga estaba con él, a su lado ¿Qué más podía querer? Se encontraban ambos recostados sobre la fría arena, dejando que el tiempo pasara.

—     ¿No te alegra?—preguntaba suavemente el rubio—Pensaba que si pero si no es así no sirvió de nada.

—     Si ese iba a ser el final entre los dos no valía la pena—respondió Camus—Te amo Hyoga.

—     Yo también, por eso te di mi corazón…pero no te importa.

—     Lo siento, quería un corazón, si, para tener una vida y cuando nos conocimos quería que esa vida fuera contigo.

—     Y la tienes.

Lo decía acariciando su pecho con ternura.

—     Estaré siempre aquí Camus, siempre.

Pero el de cabellos azules ya no podía hablar, estaba llorando, lo hacía con todo el dolor y la frustración que había vivido desde el momento que supo la verdad, pero lloró tanto que se fue sintiendo cansado, hasta que el sueño apareció e iba rindiéndose ante ello. Pero aún en ese estado lograba escuchar la voz del rubio, que no se apartaba de su lado.

—     Un corazón es para soñar, para amar, para vivir, por eso te di el mío, porque te amo, por siempre...mi corazón es solo para ti.

Ambos permanecieron en la playa toda la noche, una helada noche, sin apartarse.

—     ¿Estás bien?

Camus abrió los ojos, no esperaba volver a hacerlo, pero vio a un par de personas ante él, uniformadas y bien abrigadas, había sido de verdad una noche muy fría y de hecho aún hacía bastante frío.

—     ¿Qué haces aquí? Tenemos que llevarte al hospital.

No tardaron mucho en eso, lo atendieron y verificaron su estado de salud, los médicos decían algo de que podía haber daños por haberse quedado a la intemperie en la playa en una noche tan fría durante tantas horas, pero los resultados eran los mismos, estaba bien.

—     Pudiste congelarte—dijo un médico—Aun no entiendo cómo es que no te pasó nada con la helada que hizo.

Pero el de cabellos azules si lo entendía, porque Hyoga había estado a su lado, una vez más le había compartido su calor y sabía algo más después de esa noche, que estaba vivo, que debía vivir, por ambos.

Así que emprendió el camino de regreso, haría todo aquello que él quería y lo que el rubio quería, seguiría adelante para amar, soñar, vivir, porque ambos lo merecían.

La gente que conocía hasta ese momento a Camus de Acuario no estaba muy segura de que fuera el mismo chico después de su trasplante, siendo serio y poco sociable de pronto estaba lleno de planes, se alistó para viajar por el continente, regresó y se tomó muy en serio lo de aprender a tocar guitarra a incluso se colocó en un parque público a tocar. Entre otras cosas si algo definitivamente no parecía ir con él fue cuando diseñó una rutina de comedio y se presentó en un club en una noche de aficionados, no ganó pero tampoco lo abuchearon ¿Qué era lo que había ocurrido? Cuando se lo preguntaban solo tenía una respuesta.

—     Tengo un corazón que merece vivir.

Aunque a veces se encontrara aun esperando por volver a ese lugar, pues tal vez, solo tal vez, vería a Hyoga de nuevo, cuando cayera en el ensueño sobre la arena que los había unido, en la misma playa.

 

**********

 

 

FIN

 

Notas finales:

Espero que les gustara.

Si nada sucede subo una nueva trama la semana entrante.

Nos leemos.

Atte. Zion no Bara

 


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