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Deuda por zion no bara

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Notas del fanfic:

 

Fic dedicado a Pólux quien me sugirió a los personajes, espero que te guste y perdona por la tardanza, se me había pasado subir esta trama.

 

Notas del capitulo:

 

Bueno, como ya he mencionado antes, es un fic corto, muy lemoniano, y espero que les guste a quienes lean, no sé qué más decir, así que lo dejo a su criterio.

 

 

¿Cómo se había metido en eso? No tenía ni la menor idea, esa era la verdad, pero necesitaba preguntárselo cuando le parecía que su vida se había puesto de cabeza por una estupidez, que él aceptó, no lo negaba, pero después de eso había hecho otra estupidez y luego una estupidez más. No había tenido las mejores ideas definitivamente pero nadie tomaba buenas decisiones guiado por la necesidad, el miedo ni mucho menos la presión de otros, era por eso sin duda que estaba en medio de ese berenjenal. Conforme avanzaba no dejaba de hacerse ideas, su mete era un casi, no se imaginaba que las cosas podían enredarse tanto para él pero su vida era un caos que amenazaba con empeorar desde hacía unas semanas.

Observaba la calle a la distancia, con los vehículos pasando a un lado y algunos transeúntes, todos aquellos con una vida que distaba de ser la suya, los envidiaba, no estaban en la misma situación que él.

—     Pero tú solo te metiste en esto Milo.

Se lo decía a sí mismo, sabiendo que era la verdad, y ahora necesitaba seguir adelante porque no tenía más opciones, debía llegar al sitio acordado y esperar por obtener algo que lo ayudara a salir de todo ese embrollo. Pero le desagradaba por igual lo que tenía que hacer, se le podía señalar su idiotez pero jamás había pensado que terminaría siendo un mal amigo, peor que eso, ser una rata.

Milo de Escorpión era un joven apenas entrado en sus veintes, de largos cabellos azules y ojos expresivos en el mismo tono, rostro que no se olvidaba, sonrisa que enamoraba y cuerpo que cortaba la respiración, definitivamente era un chico guapo. Aunque nada de eso había tenido que ver para que se metiera en el lío en el que estaba. Lo que más le molestaba era que de hacer lo que tenía que hacer terminaría afectando a un amigo, a Aldebarán de Tauro.

—     Y él fue el único que me ayudó.

Era verdad, lo lamentaba más al pensar en ello, porque Aldebarán desde que eran niños lo había apoyado, lo cuidaba y lo protegía, se había hecho de una reputación mientras que él no terminaba de decidir qué hacer con su vida. Podría ser un hombre con un exterior bastante imponente pero él lo recordaba como aquel niño que defendía a los más pequeños de los abusivos, el que siempre llevaba panes y golosinas para los que no podían costear un almuerzo, el que cargaba con las culpas cuando los otros se metían en problemas para que no los castigaran. Después sus rumbos fueron muy distintos y decían todas esas cosas del de Tauro, pero sinceramente él no estaba convencido que algo de todo eso fuera verdad.

—     Estoy en deuda contigo Aldebarán.

En más de una manera podía decirse eso, aun cuando dejó la escuela Aldebarán le había dado una mano cuando su padre se enfermó, pagó las medicinas, consiguió que lo atendieran gratis en un hospital de la ciudad, y cuando el caballero desgraciadamente falleció, estuvo a su lado en el sepelio. Le había dicho que si podía hacer algo por él lo buscara, pero no lo hizo, no hasta que le recordaron que se conocían y le ofrecieron un trato por eso.

—     Y a pesar de todo te pago tan mal.

Le dolía eso, pensar que el de Tauro era un buen amigo para él, mientras que él, bueno, no se ganaría un premio de amistad.

Se decía que Aldebarán de Tauro manejaba un negocio, el problema era que la policía sospechaba que manejaba algo clandestino, no tenían pruebas de nada, solo sospechaban que se trataba de drogas y tráfico de personas, aun así la investigación no había dado nada a los detectives en todo ese tiempo.

Milo suspiró, su mente recordaba, honestamente las cosas salieron mal y él se había metido en eso, solito, sin la ayuda de nadie ¿Cómo? Pues cuando no tuvo dinero para la renta de su mínimo apartamento quiso un préstamo, fue a uno de esos tantos lugares en los que preguntan poco pero cobran mucho. Vieron que él no podría pagar, así que le ofrecieron un trato.

—     Si llevas una maleta a un sitio te daremos el dinero.

La oferta se escuchaba sospechosa pero entre la necesidad y la sospecha ganó la necesidad, además que el de cabellos azules no creía que hubiera algún problema, solo se trataba de llevar una maleta ¿Qué podía salir mal? Sospechaba, eso sí, que se trataba de algo no muy legal, pero igual aceptó aunque tuvo la opción de levantarse de la silla y marcharse. Aceptó, le dijeron cuando debía recoger la dichosa maleta que era de tipo deportivo y el lugar al que debía entregarla, parecía muy sencillo.

Fue sencillo, al principio, no se dio cuenta de nada, no hasta que llegó al sitio de la entrega y sin saber de donde apareció la policía, los otros corrieron y solo él fue arrestado, lo llevaron a la comisaría y lo metieron en una sala de interrogatorios, tal y como había visto en las series de televisión. Pero eso no era ningún programa, lo estaba viviendo, y los detectives le dejaron saber que lo tenían en sus manos.

—     Estás jodido, esa es la verdad—le lanzó el detective del caso.

Saga de Géminis era un hombre desagradable, no podía decir el porqué, tenía un rostro atractivo con sus ojos verdes y los cabellos azules, pero desde el primer momento que se presentó ante él sintió algo que lo repelía, aun así no estaba en posición de decir algo al respecto.

—     Llevabas dos kilos de cocaína pura—continuaba el detective—Son por lo menos diez años tras las rejas.

El de mirada azulada solo callaba con la vista baja, pero el otro hombre continuó.

—     ¿Tienes alguna idea de lo que le pasa a los chicos bonitos como tú en prisión?

La verdad era que no, pero si era como en las series de televisión no era nada agradable.

Sin embargo, al notarlo tan callado y asustado, el detective supo que podía hacer su jugada.

—     Pero me agradas Milo y quiero ayudarte—seguía Saga—Podemos hacer un trato.

—     ¿De verdad?—preguntó esperanzado.

—     Sí.

Le encantaba al de ojos verdes notar lo fácil que mordía el anzuelo.

—     Verás Milo, parece ser que conoces a alguien ¿te suena el nombre de Aldebarán de Tauro? Iban en la misma escuela.

—     Si, somos amigos, aunque no nos hemos visto en mucho tiempo.

—     ¿De verdad?

—     Sí, me dijo que si necesitaba algo lo podía buscar pero no lo he visto desde que murió mi padre.

La sonrisa del de Géminis indicaba que le gustaba mucho más de lo esperado lo que escuchaba, el camino parecía ser más sencillo de esa manera.

—     Verás Milo—continuaba Saga—Aldebarán es una persona de interés para nosotros desde hace tiempo.

—     ¿Por qué?

—     Sospechamos que tiene intereses no muy legales.

—     ¿Aldebarán?

La verdad era que en ese momento no lograba creer que alguien a quien conocía tuviera problemas con la policía.

—     Así es Milo, pero si tuviéramos a alguien que se acercara, sin levantar sospechas, y pudiera darnos pruebas de sus negocios ilegales, cerraríamos sus negocios sucios ¿me comprendes?

—     ¿Quiere que delate a Aldebarán?—preguntaba escandalizado.

—     Solo serás un informante, nada más.

—     No haré eso.

En la mente del de Escorpión aún estaba su amigo de la escuela, el que lo había ayudado tantas veces, pero para la policía no era de esa manera.

—     Escucha Milo, te tenemos, y si no nos ayudas te espera una larga condena—decía el detective como una amenaza.

Al principio se negó pero el miedo y el cansancio fueron haciendo su parte, hasta que el de Escorpión cedió y aceptó reencontrarse con su amigo de antaño para informar a la policía de todo lo que hacía.

—     ¿Qué voy a hacer?

No lo sabía, era la verdad, pero estaba entre la espada y la pared, no veía manera de escapar de su situación.

 

**********

 

Cuando Milo llegó al club nocturno Atenea no tardó en ser saludado por varios de los que ahí trabajaban, lo conocían pues desde que llegara se informaron y supieron que era amigo de Aldebarán, quien era el dueño del lugar. Además parecía un chico simpático y varias de las chicas, entre meseras y bailarinas, lo encontraban muy guapo, por lo que su popularidad estaba en un sitio bastante alto, y también entre algunos de los chicos, que igual pensaban que era muy guapo, aunque no parecía muy interesado en esos casos.

Atenea era un buen lugar, de ambiente, un club del tipo en el que las chicas bailaban seis días a la semana, quitándose la ropa; el séptimo día era de los chicos, quienes también se quitaban la ropa, pero no era ilegal. Hasta ese momento el de cabellos azules solo había averiguado que no se admitía el sexo dentro del lugar, si alguno de los que bailaba se arreglaba con un cliente para otro tipo de encuentro era por su cuenta y fuera de ahí, nada de eso lo manejaba el dueño. Por lo demás era un sitio con seguridad, si alguien se ponía pesado o molestaba a las chicas o a los chicos de inmediato se le hacía marcharse sin mucha amabilidad. El sitio era limpio, bien atendido, arreglado y daba seguro médico, la barra de bebidas estaba bien surtida y aplicaban la prueba del alcohol antes que un cliente se pusiera tras el volante.

Era mucho mejor que cualquier otro lugar de ese tipo en la ciudad.

—     Hola Milo ¿Qué cuentas?—lo saludaron.

—     Hola Shura ¿no te toca esta noche?—preguntaba el de cabellos azules.

—     No, mi tobillo todavía no está bien.

—     Que mal.

Era justamente la noche de chicos, por lo que había en su mayoría mujeres entre la clientela, aunque también hombres pero se mantenían algo atrás. Shura de Capricornio era uno de los bailarines, de cabellos negros y ojos verdes a las mujeres les enloquecía con su tipo tan varonil y masculino, esa forma de mirarlas sin sonreír, sacaba muy buenas propinas. Pero se había lastimado en su motocicleta y tendría que pasar un par de semanas en su otro trabajo, que era de cantinero, igual no estaba mal.

—     El sitio está a reventar—comentaba el de Escorpión.

—     Sucede cuando tienes a Aioria, Shaka y Camus en la misma noche—le informaba el de Capricornio—Además súmale a Afrodita y los gemelitos de Géminis.

—     Ya veo.

Era verdad, conocía a todos esos chicos, eran buenos bailando y veía que la gente se mostraba fascinada con ellos de acuerdo a sus gustos, prometía ser una noche de bastante trabajo para todos.

—     Será mejor que te alistes Milo, ya sabes que a Aldebarán no le gustan los retrasos.

—     Estoy al tanto de eso, nos vemos Shura.

Un ademán con su mano derecha y estaba en camino para su labor, se encargaba de la música, no era nada complicado y menos para él pues sabía bien manejar una consola, además había otra que manejaba las luces y le daba un toque más sofisticado a las presentaciones de los chicos en el escenario. Entró a la cabina de la parte superior, verificaba de inmediato que todo estuviera listo, lo estaba, le gustaba su labor y no la descuidaba, había pensado incluso en volver a estudiar y hacerse ingeniero de sonido, pero, bueno, su vida era algo complicado en ese momento. Suspiró al final cerrando los ojos, sería mejor concentrarse en algo más.

—     ¿Por qué tan pensativo Milo?

La voz era aterciopelada, indicando un interés más allá de solo saludar, pero como la reconoció sabía que lo mejor era ser amable.

—     Buenas noches Minos—dijo con amabilidad.

—     Espero que no te falte nada Milo—decía el otro sonriendo.

—     Estoy bien, gracias.

Minos de Grifo era un hombre muy guapo, cualquiera lo notaría a primera vista, largos cabellos plateados y mirada profundamente dorada, cuerpo elegantemente delineado, manos finas y suaves. Además tenía cerebro, hablaba de clásicos de literatura, hablaba dos idiomas, manejaba con facilidad programas de computadora y se decía que había estudiado ballet, si no bastaba era un brillante economista fiscal. Pero lo más importante y que de ninguna manera se le olvidaba al de cabellos azules, sin importar cuanto le coqueteara ese chico, era algo distinto, cierto que no había dejado de aprovechar eso para saber más del negocio, sin embargo no olvidaba bajo ninguna circunstancia que era la pareja de Aldebarán.

—     Ya casi empezamos, que estés bien Milo.

—     Gracias Minos.

Lo vio salir, pero se quedó pensando, le había parecido muy peculiar cuando buscó a Aldebarán para pedirle ayuda con un trabajo saber que era gay, es decir, no se imaginaba que un hombre como él lo fuera, lo veía como una especie de súper macho, pero conoció a su pareja y ambos acordaron ayudarlo con un empleo en su negocio.

—     Eres bienvenido Milo—le dijo el de Tauro.

Lo había tratado con la misma amabilidad de antaño, y él solo estaba ahí para salir de un problema con la policía, aunque hasta eso estaba resultando complicado, pues no tenía nada que informar, la verdad era que no encontraba nada como lo que esperaba Saga de Géminis, el de Tauro parecía un hombre de negocios sin muchos escrúpulos solamente.

—     Y eso no es un delito—se decía a sí mismo.

Mientras empezaba la noche y el público iba entrando en ambiente antes de que los chicos empezaran a bailar, Milo continuaba pensando en ese trato que tenía con la policía, sobre todo porque no había encontrado nada y el detective a cargo se estaba impacientando. Había encontrado pequeñas pistas que al final no llevaban a nada, solo resultaban callejones sin salida, no había actividades criminales hasta ese momento.

—     Si no consigues algo importante el trato se cancela—lo había amenazado Saga.

—     ¿Han pensado que tal vez no haya nada ilegal con el negocio de Aldebarán?—le dijo con cierta fuerza.

—     Todos los de su clase son iguales—fue la despectiva respuesta del detective.

La verdad era que a esas alturas, después de haberlo tratado un poco más y sin el miedo que sintió cuando lo detuvieron, el de Escorpión encontraba que ese detective era un imbécil, que odiaba a cualquiera que saliera de barrios pobres y lograra fortuna. Detestaba a gente como Aldebarán porque triunfaban más que él, esa era la verdad y ya el de ojos azules se preguntaba si en verdad tendría algo concreto contra el de Tauro. A veces pensaba que solo quería meterlo en problemas porque era un pobretista, como un racista pero contra los pobres, si era que existía esa palabra.

Tuvo que dejar todas esas ideas de lado, era momento de presentar a los chicos para que comenzaran a bailar, los gritos de los asistentes se escuchaban, definitivamente sería una noche de mucho trabajo.

Las horas siguientes marcharon bastante bien, no hubo contratiempos, las ganancias eran buenas, las propinas excelentes y la gente salía animada y comentando lo bien que la habían pasado, no eran pocos los que ya estaban haciendo sus comentarios en redes sociales, recomendaban Atenea para una buena noche. Milo se encargaba de dejar el equipo listo, no le tomaba demasiado tiempo y podía irse a su departamento a descansar, nada inusual, no hasta que apareció Shura en el lugar con un mensaje.

—     Milo.

—     ¿Qué pasa?—preguntó sin mirarlo.

—     Aldebarán me pidió que te dijera que quiere verte en su oficina.

El de Escorpión tuvo que voltear, se sintió súbitamente agitado, pero se controló antes de responder.

—     Voy para allá, gracias Shura.

—     De nada, nos vemos mañana.

—     Hasta mañana.

Cuando el de cabellos azules salió de la cabina ya no había nadie en el lugar, estaba cerrado, por lo que sus pasos resonaban en el suelo pulido mientras avanzaba hacia la oficina del de Tauro, y se preguntaba por qué lo llamaría. No era algo que hiciera, así que no podía dejar ir cierta inquietud. De todas maneras llamó con un par de golpes de sus nudillos y esperó a que lo dejaran entrar.

—     Adelante—se escuchó.

—     Me dijeron que querías verme Aldebarán—dijo el de ojos azules.

—     Así es Milo.

Aldebarán de Tauro era un hombre alto, más de dos metros, de cabellos y ojos oscuros, además de que sus músculos estaban trabajados y muy marcados, resultaba imponente para cualquiera en cualquier lugar.

—     Minos y yo iremos a otro sitio esta noche—le comentaba el de Tauro—Nos preguntamos si te gustaría venir.

¿Ir a otro sitio? ¿Dónde podría ser? Pero la respuesta no tardó en llegar.

—     Es otro de los negocios de Aldebarán—le informó Minos sin dejar de sonreírle— ¿Vienes con nosotros?

—     Claro—aceptó.

No podía hacer otra cosa, tal vez era lo que necesitaba para la policía, pero al mismo tiempo que pensaba en eso sintió una punzada en el estómago.

—     Vamos entonces—decía Aldebarán.

No tardaron en subirse a la elegante camioneta del de cabellos oscuros y se pusieron en marcha de inmediato, iban por calles vacías y silenciosas, hasta que se hacían más vacías y silenciosas, incluso sin alumbrado, y alcanzaron un edificio que parecía bastante descuidado.

—     Es aquí—dijo Aldebarán.

—     ¿Aquí?—preguntaba Milo.

No podía dejar de preguntarse eso, pero igual siguió a los otros dos hombres que tomados de la mano parecían muy seguros de lo que hacían.

—     Es un edificio que compré hace unos años—le comentaba el de Tauro—Lo arreglé para poder rentarlo, son unas oficinas desde el primer piso, pero la planta baja está desocupada y el sótano lo utilizo para otro negocio.

—     ¿Un negocio en el sótano?—preguntaba extrañado.

—     Ya lo verás.

El de Escorpión no sabía qué pensar pero igual seguía a la pareja que se mostraba muy animada por alguna razón, menos supo qué pensar cuando unos gritos animados llegaron a sus oídos. Atravesaron una amplia puerta metálica y después una reja, solo al estar más cerca descubrió de lo que se trataba.

—     Tenemos función esta noche—le comentó Minos.

Milo no terminaba de creerlo cuando se encontró con una escena especial, era verdad que el de Tauro tenía otros negocios pero no eran drogas ni prostitución ni nada de lo que pensaba la policía, se trataba de otra cosa: eran peleas, y por el lugar, debían ser peleas clandestinas. No tardó en darse cuenta de la manera en que se manejaban las cosas, había apuestas corriendo, eso sí y era lo ilegal, en cuanto a lo demás veía que les aplicaban pruebas de drogas a los que peleaban pues no les gustaban los tramposos. También había médicos presentes para garantizar que los que peleaban estaban aptos y atender las lesiones que se presentaban, estaba bien montado el escenario para un evento de ese tipo. Sin duda Aldebarán era precavido, y no era todo lo que iba a saber.

—     ¿Estás listo?—le preguntaba Minos con suavidad.

—     Sabes que sí.

El de cabellos azules no terminaba de comprenderlo, veía las peleas avanzar y las cantidades de dinero que corrían, era mucho más de lo que pudiera imaginar, y la función estelar prometía más que ninguna otra pelea. El evento principal era el propio Aldebarán contra tres oponentes, al mismo tiempo. En un principio se sintió preocupado pero apenas dio inicio la función supo que no tenía por qué, el de cabellos oscuros no se veía que fuera a perder, controlaba la situación por completo y uno a uno fue dejando fuera de combate a los oponentes de esa noche, aparentemente era el campeón del lugar. También pudo ver la cara de angustia del de Grifo, no lo imaginaba hasta ese momento, en verdad lo amaba y se sentía intranquilo por su bienestar.

La pelea terminó, pero no era todo lo que iba a terminarse esa noche.

 

**********

 

Aldebarán había ganado sin problemas y hasta donde Milo pudo ver había ganado una muy respetable cantidad gracias a las apuestas, pero no le dijo nada a él, se limitó a apartarse para que lo revisara un médico, dejando a Minos a cargo de la situación. El de Grifo se llevó al de ojos azules a un lado, entrando a una especie de oficina, era como un cuento de hadas pasar la puerta ya que se entraba a un sitio suntuoso y cómodo que no se podía pensar que existiera en un edificio que por fuera parecía tan descuidado.

—     ¿Qué te pareció la pelea Milo?—preguntaba el de ojos dorados.

—     No me imaginaba esto—fue su respuesta.

—     Deberías venir otra noche, Aldebarán nunca ha sido vencido.

—     Lo imagino.

—     Nos conocimos aquí—le contó—Cuando lo vi pelear desde la primera vez sentí que debía conocerlo, que debía estar a su lado, y así ha sido desde entonces.

El de Escorpión lo miraba sin comprender lo que esperaba que él dijera, así que el otro continuó.

—     Pero somos una pareja honesta Milo, no nos ocultamos las cosas, yo le cuento lo que pienso y quiero y él hace lo mismo.

—     Debe ser una buena relación.

—     Por eso le dije claramente que me gustas.

El de cabello azul no pudo menos que mostrarse sorprendido, no imaginaba que le diría eso, mucho menos que se le acercaría y le acariciaría la mejilla con sensualidad.

—     Podemos pasar una noche inolvidable Milo—le lanzó sin más.

No dejaba de acariciarlo, de apretar su cuerpo contra el de ojos azules, diciéndole sin palabras que podían hacer lo que quisieran en ese instante, pero Milo no se mostró dispuesto, aunque si sintió algo de excitación que lo desconcertó. Ese chico era una belleza, aunque él no fuera de hombres, pero lo que en verdad lo detuvo fue algo distinto. Pensaba en su trato con la policía, podía decirles lo que había descubierto pero decidió no hacerlo, y ciertamente tampoco aceptaría lo que le ofrecía el de Grifo. Se apartó un poco antes de hablar.

—     Lo lamento Minos, no puedo hacer esto.

—     ¿De qué hablas? Te ofrezco una noche conmigo—decía sonriendo el otro.

—     Lo creas o no soy amigo de Aldebarán.

—     Él sabe que me gustas.

—     No soy así, ya te lo dije, no traicionaré a Aldebarán, es mi amigo—respondió con convicción.

—     ¿Y por eso trabajas como soplón para la policía?

Tuvo que voltear hacia la puerta, ahí estaba Aldebarán, de pie, mirándolo directamente, dejando al de cabellos azules sin saber qué decir.

Minos de inmediato fue a su lado, sonriendo y con su semblante contento.

—     Por favor Milo, desde que llegaste a la puerta de mi oficina supe que tenías un lío con la policía—dijo el de Tauro—Te atraparon con droga y te pusieron las cartas en la mesa, los ayudabas o ibas a la cárcel. Ese Saga de Géminis es un imbécil y como no has podido darle nada que valga la pena te está presionando más para que descubras algo ilegal en mis negocios.

El de cabello azul estaba sin palabras, no encontraba nada qué decir ante la verdad a la que lo estaban enfrentando, pero no era todo por parte del otro hombre.

—     Lo que también sé y tú no Milo es que Saga de Géminis es un corrupto de poca monta que solo busca eliminar a la competencia de quien le paga, Hades de Tártaro, y él si maneja drogas y mantiene un círculo de prostitución.

Pero el de Escorpión seguía sin poder hablar, se mostraba avergonzado.

—     Pero puedes arrojarles un hueso para que te dejen en paz un rato, por eso te traje a la pelea de esta noche.

Solo entonces Milo lo miró directamente y o pudo dejar de asombrarse cuando vio al alto hombre ante él sonreírle con amabilidad, con la mima amabilidad con la que le convidaba el almuerzo cuando él no podía costearse uno.

—     Tienes suerte Milo—continuaba el de cabellos oscuros—Solo por cómo te has comportado no haré nada de lo que pensé al principio.

—     Aldebarán…

—     Pensaba desparecerte, pero me fuiste leal, a pesar de que Minos se te acercó tan abiertamente.

—     Yo, solo, yo…

—     Cálmate, te ayudaremos con tu problema Milo, pero entiende que tendrás que hacer algo a cambio.

—     ¿Qué?

No se podía imaginar qué le pediría, y tendría que hacerlo, tenía mucha suerte de que no reaccionara peor por saber toda la verdad sobre él. Pero mientras pensaba en eso el de Grifo de nuevo fue hacia él, acariciándolo por el pecho con sensualidad.

—     De verdad es muy lindo Aldebarán—decía sonriendo el de cabellos plateados— ¿Me lo puedo quedar?

—     Solo si Milo quiere—fue la respuesta del de Tauro.

Los dos hombres miraban fijamente al de cabello azul, quien estaba confundido ¿de qué estaban hablando? No tuvo dudas cuando el de mirada dorada, sin más, lo tomó por el rostro con suavidad para besarlo en los labios, era muy claro lo que buscaba, aunque también era evidente que el de Escorpión no estaba seguro de lo que sucedía.

—     Minos…yo…—tartamudeo—Aldebarán está aquí.

—     Apruebo lo que haga feliz a Minos—sentenció el de Tauro.

Definitivamente el de ojos azules no sabía lo que debía decidir pero el de cabellos plateados si pues de inmediato se hizo cargo de la situación.

Milo no estaba seguro de qué hacer, pero eso no importaba porque Minos ya estaba a su lado, acariciando su pierna con suavidad, dejando que el de cabellos azules lo sintiera, que supiera exactamente lo que estaba buscando. El de mirada azulada no terminaba de salir de su asombro cuando los labios de ese hermoso chico de ojos dorados tomaron los suyos con suavidad, permitiendo que lo sintiera, que su aroma y sabor llegara a él, que no tuviera manera de salir huyendo por lo que estaba buscando. Los besos siguieron por unos momentos, hasta que parecía que las dudas y la resistencia del de cabello azul se desvanecían o al menos se aturdían lo suficiente para que su dueño no pudiera hablar siquiera.

—     Minos—lo llamó en un susurro.

—     Shhhhhhhhhh—decía el otro con calma—Tú y yo la vamos a pasar muy bien, ya lo verás Milo.

Y no solo ellos pues Aldebarán no dudó en acomodarse en un amplio sillón para disfrutar del espectáculo.

 

**********

 

Sin aguardar por nada, el de Grifo fue hacia el joven ante él, se colocó enfrente, haciendo que sus miradas se encontraran, sin perder un solo movimiento del otro pero con la habilidad suficiente para poder desabrochar sus pantalones sin necesidad de mirar lo que hacía. De pronto la prenda estaba abierta, una mano se escabullía y frotaba por encima de la tela, encargándose de ese tibio sexo que empezaba a levantarse apenas, pero siempre había formas de hacerse cargo de algo así, para que las cosas avanzaran. Haciendo que el contacto visual no se rompiera, el de cabellos plateados comenzó a descender, hasta quedar de rodillas delante del de Escorpión, quien lo miraba con cierta perplejidad, pero no se movió al contemplar como ese chico ante él hacía a un lado la ropa interior y tomaba su aún flácido sexo con su mano, después comenzó a acariciarlo con la punta de su lengua, muy lentamente.

A Minos le gustaba dar placer a un compañero, por eso no dudaba en hacer lo que pudiera para que la otra persona lo disfrutara, era mejor así, además que le gustaba saber que excitaba a esa persona que estaba con él, y ese Milo le gustaba en verdad, era tan guapo con sus ojos y cabellos azules, por eso había fantaseado con tener un encuentro con él…y que Aldebarán los observara. No se trataba de una relación como las de otras personas, ellos dos eran abiertos, por lo que haberle dicho a su compañero que tenía esa fantasía no causó conmoción, solo era algo de lo que habían hablado. Y ahora estaban ahí, los tres, haciendo que las cosas pasaran, sin limitaciones de ninguna clase, no todos lo comprenderían, pero ellos sí, con eso bastaba; con eso y con seguir con el encuentro que había deseado el de largos cabellos plateados.

El de Grifo no pensaba en detenerse, ya sabía que le gustaba al de Escorpión lo que estaba haciendo, podía sentirlo claramente cuando rodeó con sus labios la corona de su sexo, lo frotaba y masajeaba suavemente, por lo que comenzaba a erguirse. Sin más una de sus manos fue direct5amente hacia los testículos, los masajeaba, los acariciaba, tiraba de ellos levemente, al mismo tiempo tomaba un poco más del tronco de su miembro, presionaba alrededor para regresar a la punta y volver a llevarlo al interior de su boca. El de cabellos azules cerraba los ojos, dejándose llevar, sería mentir que intentara negar que le gustaba lo que sucedía, las caricias que le brindaba ese chico de rodillas ante él eran cálidas, excitantes, no recordaba haberse sentido así antes, y no pensaba detenerlo, era una experiencia que quería vivir hasta el final. Claro que no sabía lo que tenía en mente el de ojos dorados en ese instante, pero por el momento bastaba con que ambos lo disfrutaban.

En algún momento, cuando el de cabellos plateados sintió que ese sexo a su alcance estaba erguido, supo que era mejor ponerse más cómodos, y para eso detuvo sus primeras atenciones para ponerse de pie y sin dejar de sonreír guio con su cuerpo al de mirada azulada hacia el amplio y cómodo sofá de la habitación. Minos y Aldebarán habían hecho el amor en ese mismo sitio tantas veces…pero en ese instante sería algo más lo que atestiguara el resistente mueble. Con manos seguras Minos hizo que Milo quedara sobre los forrados cojines como lo deseaba, sobre sus manos y rodillas, con lo que quedaba expuesto para él, su masculina entrada que le resultaba completamente seductora en ese instante. El de Escorpión solo sentía su respiración, era mucho más rápida, esa forma en que su cuerpo parecía ir despertando a algo que jamás había experimentado.

Ya el de ojos dorados estaba tras el de cabellos azules, sus manos acariciaban esas bonitas y firmes nalgas que tenía a su alcance, le gustaban, siempre había sentido fascinación por el cuerpo masculino, los músculos marcados, la piel sedosa, ese aroma que solo un hombre podía exudar en la intimidad. Con manos hábiles, suaves, delicadas, el de pupilas doradas separaba suavemente acariciaba la entrada que estaba estrechamente cerrada, pero también se encargaba de seguir acariciando y estimulando su sexo y los testículos hasta que estaban tan excitados como él. Siendo así, sintiendo que estaban listos para seguir, besó la espalda del de cabellos azules, frotando su mejilla contra la suave piel que le parecía que destellaba, dejando sentir su sexo erguido contra el masculino pasaje, sabía lo que deseaba en ese instante y lo iba a obtener.

—     Date vuelta—le susurró al oído con calma.

El de mirada azulada no dejó de hacer lo que le pedían, se dio vuelta suavemente, excitado y aguardando ¿Qué deseaba hacer ese hermoso chico ahora? No iba a oponerse, solo se dejaba llevar, más aún cuando al estar recostado sobre el sofá las manos del de Grifo fueron hacia él, pero no solo para acariciarlo. Con habilidad y sin que el de ojos azules supiera de dónde o cómo, el de Grifo tenía un condón y con velocidad se lo colocaba de manera uniforme y  precisa, sonriendo de forma abierta, mirándolo sin perder un detalle de su reacción. De manera segura, con movimientos masculinos pero delicados, el de cabellera plateada se colocó a horcajadas encima de Milo, haciendo que sintiera su cuerpo antes de besarlo en los labios con profundidad, al mismo tiempo que acariciaba su rostro, pero al mirarlo de frente por segunda vez se notaba que no iba a perder el tiempo.

El de Grifo comenzó a mover sus caderas, girándolas como si fuera un sensual baile, acariciando con una mano su pecho y con la otra dilatándose a sí mismo, aparentemente con la práctica suficiente para no tardar más que lo absolutamente necesario. Claro que Milo no se daba cuenta de eso, estaba mucho más ocupado en vivir todas esas sensaciones que el cuerpo sobre él le brindaba. Había algo brillante en ese chico sobre él, no podía explicarlo de otra forma, lo deseaba con intensidad en ese momento, como si pudiera sujetarlo entre sus brazos y no soltarlo hasta sentirse satisfecho, gemía abiertamente, buscando con su cuerpo sentirlo más y más cerca. Pero apenas fue como un instante, al menos así fue para el de ojos azules, pues ya estaba el hermoso chico de ojos dorados moviéndose y sin más se colocaba ágilmente por encima del de mirada azul para comenzar a penetrarse hasta que estuvieron unidos.

El de cabellos azules no estaba seguro de cómo debía sentirse, ser estrujado de esa manera no lo esperaba, no lo había pensado, era extraño pero no desagradable, mucho menos cuando esas suaves caderas masculinas sobre él comenzaron a moverse; movimientos lentos, pausados, dándose tiempo para acoplarse, hasta que estaban completamente unidos. Para Minos era el momento que buscaba, no dejaba de acariciarse a sí mismo por el pecho, apretando sensualmente sus pezones mientras pasaba la lengua por sus enrojecidos labios, su cabello plateado se movía rítmicamente y dejaba escuchar unos sensuales sonidos de placer. El de Escorpión parecía no poder creerlo aunque su rostro era un reflejo de la sensualidad y el placer, él mismo movía su cuerpo de manera rítmica para que sus cuerpos se encontraran a cada embate, dejándose llevar por esas sensaciones que lo recorrían desde las entrañas hasta la última fibra de su ser.

No iban a durar demasiado de esa manera, pero de ninguna forma era lo que se habían planteado, Milo no dejaba de moverse al mismo tiempo que sujetaba con fuerza las encantadoras caderas del de Grifo, con fuerza, marcando sus dedos en la pálida piel, estremeciéndose a cada segundo por ser estrujado por esa tersa masculinidad. En cuanto a Minos no parecía poder controlarse, no dejaba de mover sus caderas para que ese sexo en su interior tocara los puntos más sensibles, al mismo tiempo que una de sus manos frotaba enérgicamente su sexo, dándole mayor placer a su encuentro amoroso. Sin embargo nada es para siempre, y a los niveles de pasión que estaban alcanzando resultaba imposible que se contuvieran por mucho tiempo, sencillamente se dejaron llevar, entre grititos apasionados y esa sensación de liberación que los llenaba mientras sus simientes aparecieron en un delicioso clímax.

 

**********

 

Aldebarán no había perdido uno solo de los movimientos de los dos hombres ante sus ojos, esos dos chicos tan bellos que no dejaban de complacerse con velocidad, observaba como Milo parecía buscar recuperar el aliento mientras Minos lo miraba a él muy sonriente, de verdad le había gustado la experiencia. Pero casi al mismo tiempo notó un destello en esos ojos dorados que conocía tan bien, algo tenía en mente ese hermoso muchacho, algo en especial, y entendió que deseaba que se acercara, así que lo hizo. Apenas quedó a un paso cuando el de Grifo le tomó la mano, aún sin separarse del de Escorpión, y le dijo directamente lo que estaba pensando, sin perder el tiempo.

—     Es tan lindo Aldebarán—decía refiriéndose al de cabellos azules.

—     Sí, lo es—fue su respuesta.

—     Quiero que también lo tengas Aldebarán—le susurró.

A decir verdad tampoco eran ajenos a ese tipo de situaciones, los dos eran muy abiertos con respecto a sus gustos, y el compartir compañero no les resultaba extraño, solo no muy usual, pero como el de Tauro jamás le negaba nada a su compañero de ojos dorados, se limitó a besarlo en los labios y a sonreírle. La verdad era que notaba muy claramente lo lindo que era ese Escorpión.

Milo no estaba seguro de qué sentir cuando el de Grifo se apartó de su cuerpo, aún estaba un poco aturdido por el clímax, ciertamente no se esperaba ser besado, no de la manera en que tomaban sus labios, demandante y sensual por igual, como si no tuviera más remedio que rendirse. No era desagradable pero no por eso le sorprendía menos, su asombro no disminuyó cuando pudo abrir los ojos y vio que quien estaba prácticamente sobre él era el de Tauro.

—     Aldebarán—murmuró.

Aunque no pudo decir más, fue besado nuevamente con sensualidad, sintió esa presión sobre sus labios, el jugueteó de la punta de una lengua, fue explorado con calma y al final hubo un leve mordisco en su labio inferior, seguido de un nuevo beso, rápido y casi fugaz. Trataba de centrarse un poco el de ojos azules cuando fue besado de nuevo, esta vez una lengua no pretendió darle tiempo de nada, sino que entró a su boca, haciendo que su propia lengua danzara al ritmo de la invasora, reconociendo los húmedos sitios que deseaba hasta que tuvo que jalar aire con fuerza. El de ojos azules no terminaba de comprenderse pero era como un estremecimiento, algo extraño que surgía desde sus entrañas, algo que simplemente no podía controlar.

Minos lo veía todo, se mordía el labio con excitación, le gustaba lo que estaba ante él, pero también sabía que necesitaba hacer algo más si quería que las cosas marcharan, ya que estaba completamente al tanto que a su compañero no le entusiasmaba especialmente preparar a un compañero, de ahí su habilidad para hacerlo por su cuenta. Sin aguardar, pues no quería esperar más de lo necesario, por eso, aprovechando que el de cabellos negros no dejaba de besar sensualmente al de Escorpión, se acomodó casi sin hacerse sentir entre sus largas piernas, separándolas, y comenzó a preparar su masculina entrada con destreza. Usaba sus dedos para separar ese bien formado trasero, dejando al descubierto el sitio exacto que quería, sin más llevaba su lengua lo más húmeda que podía y acariciaba el sensible sitio de manera exacta.

Milo no podía sino sentirse excitado, terminaba de vivir un delicioso clímax al lado de Minos, pero ahora era besado y acariciado con pasión por el de Tauro, mientras que una tibia y húmeda lengua hacia cosas placenteras a su cuerpo. En alguna parte de su mente, el de cabellos azules intentaba decirse algo, pero no estaba seguro de qué podría ser, tal vez que debía detenerse o que él no era así o que jamás había estado con un chico, mucho menos con dos hombres, pero la verdad no tuvo un eco nada de eso. Sus sentidos estaban como inundados, su cuerpo solo reaccionaba a cada caricia, mientras el de Grifo continuaba dilatándolo, el de Tauro estaba sobre él, recorriendo su cuerpo con besos y lamidas que lo encendían, una fuerte mano acariciaba su sexo que se erguía de nuevo, después de sacarle el preservativo, y no quería que nada de todo eso parara.

El cuerpo de Milo no dejaba de reaccionar a cada caricia, de hecho su cuerpo se arqueó eróticamente cuando uno de los dedos del de cabellos plateados acarició lentamente su próstata, la fuerte mano seguía acariciándolo, poniendo especial atención al frenillo, tan sensible y gratificante. De repente el de ojos azules pudo sentir que el de cabellos plateados dejaba su cuerpo, pero solo porque iba al lado del de mirada oscura y con suavidad en voz baja le decía algo al oído.

—     Ya está listo.

Sin más palabras se hizo a un lado por completo, para observar, pero el de Tauro miró fijamente al de ojos azules quien parecía aguardar, respirando agitado.

—     Quiero sentirte Milo—le dijo.

No aguardó por una respuesta, nada de eso, se puso de pie, dejando ver su imponente corpulencia, comenzando a desvestirse, la camiseta, las zapatillas, los pantalones, la ropa interior, quedando desnudo ante esas pupilas azuladas que parecieron temblar por unos segundos. Pero el de Tauro no estaba para aguardar, sujetó al de Escorpión haciendo que lo abrazara por el cuello y los anchos hombros, tenía planes para ese momento. Aldebarán se acomodó en la orilla del sofá, con las anchas piernas levemente separadas, colocándose con prontitud un preservativo, pero no vaciló en conseguir que el de cabellos azules quedara sobre ellas. Se sentía tan bien tener a un chico como ese entre sus brazos, fuerte y flexible, con ese aire de no terminar de comprender por qué actuaba como lo hacía, pero sometido a sus propios deseos de un cuerpo que deseaba a otro.

Milo sintió con prontitud como el fuerte sexo del de Tauro se frotaba contra su masculina entrada, estaba algo sensible por las atenciones de Minos, pero sus entrañas reaccionaban, su propio sexo parecía pulsar con necesidad, que el de ojos oscuros lo besara y acariciara con sensualidad no hacía más sencillo controlarse. De pronto, o al menos eso le pareció, él mismo movía sus caderas buscando que ese turgente sexo se frotara contra él, de manera necesitada parecía buscar más, y lo obtuvo, pues nuevamente era acariciado en la entrepierna mientras le susurraban al oído lo hermoso que era. El de ojos azules se dejaba llevar, no lograba pensar por sí mismo, menos cuando sus muslos fueron separados con determinación y la corona de ese otro sexo acariciaba las puertas de su sensualidad.

Los instantes siguientes resultaron insólitos, incontrolables, los masculinos dedos del de cabellos negros penetraron la sensible entrada del de mirada azulada, haciéndolo gemir, se movieron con velocidad, como si desearan algo, lo encontraron, estimulando la próstata que liberaba sensaciones intensas por el agitado cuerpo de su dueño. Pararon por unos instantes, cuando el de Escorpión recuperaba el aliento, y no se dio cuenta que era elevado un poco, solo lo suficiente para que la cabeza del erguido sexo del de pupilas negras encontrara el camino de su excitable virilidad y lo penetrara. El instante resultó de quietud, como si el tiempo se congelara, incluso un agobiado gemido que dio el de ojos azules pareció ahogarse, se quedó muy quieto para después tensarse al grado que incluso los dedos de sus pies se encogieron de manera involuntaria: el fuerte sexo del de Tauro entraba en su intimidad.

Milo parecía no poder respirar siquiera, su cuerpo era asaltado de una manera que no creía posible, sus músculos se tensaban, pero sus entrañas se abrían, como si hubieran estado dormidas por mucho tiempo y ahora despertaran con velocidad y arrebato, los puntos más sensibles eran tocados, conocidos, hasta que no quedaba espacio alguno sin abrirse a la pasión. Aldebarán no esperó mucho para comenzar a moverse, sujetando esas masculinas caderas, impulsándose hacia adelante y hacia atrás, pero sin dar espacio alguno para separarse. El de ojos azules los mantenía entreabiertos, encontrando algo de apoyo para no caer en las rodillas del de ojos negros, pero provocando que sus muslos se abrieran más y las embestidas se hicieran profundas por la mutua entrega.

Aunque de alguna manera no era suficiente, no para un Aldebarán de Tauro, ese chico de ojos azules era delicioso, tenía un cuerpo que enloquecía, sabía muy bien que era el primero en disfrutarlo y por ello no iba a dejar pasar la oportunidad, menos cuando sabía que Minos los estaba observando, deleitándose con toda la escena. Sin dejar de poseer al bello Escorpión lo embestía con fuerza, besándolo con intensidad, haciendo que el de cabello azul gimiera hasta casi gritar, pero no era suficiente, lo sabía bien. Siendo así, el de cabellos negros se puso en pie, sosteniéndolo firmemente, besándolo con pasión, embistiendo esa intimidad que se abría para él, pero no tardó mucho en recostar al de mirada azulosa en el sofá, separando sus largas y bien formadas piernas, mirándolo directamente a los ojos y sin dejar de sonreír de manera sensual.

Como si no fuera capaz de tolerar el no ser tocado por el otro hombre, Milo se acariciaba sí mismo, estrujando su sexo que estaba completamente erguido y muy sensible, era de verdad encantador ese chico, tanto que el de ojos oscuros no aguardó y lo penetró de un solo movimiento, sujetando uno de sus tobillos en el aire. El de Tauro no dejaba de mirarlo, su rostro era una belleza de diferentes expresiones, y no dejaba de acariciarse, su miembro mostraba la humedad previa a la culminación, brillantes gotas que excitaban aún más. Las pupilas de ambos destellaban, no iban a parar, se comprendían y los dos buscaban su satisfacción mutua, de verdad que era intenso poder leer algo así en otro hombre.

Milo no dejaba de sentir esas fuertes embestidas que tocaban todo a su paso, su intimidad que se abría y no oponía resistencia alguna, su vientre que se sentía arder, su piel que apenas lograba contener las sensaciones que lo llenaban, pero no sería todo lo que sentiría. De pronto su sexo no era tocado por su mano, era distinto, eran unos labios que lo saboreaban con entusiasmo, pero ¿Cómo podía Aldebarán hacer eso? Entonces sintió un cabello cubriendo parte de su vientre, no era el de Tauro, logró distinguir una estela plateada, era Minos, Minos quien no dejaba de estimularlo con esos labios que ya no aguardaban, lo tomaban por completo, y sin embargo no era bastante aún. Lo siguiente fue entre asombroso y acrobático, pero los tres no iban a detenerse a pensar cuando sus cuerpos estaban totalmente despiertos a la pasión.

Los tres hombres reunidos eran entusiastas, llevados por la sensualidad, Minos besaba con enardecimiento a Milo, mientras que Aldebarán se dedicaba a ponerlo en la posición que deseaba, pues lo hizo quedar de pie al principio para después levantarlo por la espalda separando sus largas piernas. Verlo así bastó, pues el de cabellos plateados, sin perder un solo segundo, ya contaba con un nuevo preservativo y no aguardó para entrar en esa masculina belleza, embistiendo con firmeza, pero gimiendo de forma ahogada pues estaba cerca de terminar de nuevo; no era extraño, contemplar la escena lo había excitado terriblemente. Notando eso, el de Tauro logró que el de cabellos azules se acercara al de mirada dorada para que lo abrazara, quedando apoyado su cuerpo, pero así pudo tomarlo por la cadera  y ser él quien lo penetrara con necesidad.

El tercio se dejaba llevar por la sensualidad y el goce, no había manera de no llegar hasta el final, siendo así el de cabellos negros recostó al de ojos azules de nuevo en el sofá, separándolo del de Grifo, pero solo porque sabía que el otro estaba cerca del final. Volvió a entrar en la sensible intimidad del de cabello azulado, fue como una descarga de electricidad, el vientre del de Escorpión se llenaba de pulsaciones intensas que lo atravesaban, su intimidad no dejaba de estrujar con velocidad ese sexo en su interior, mientras la mano del de cabello plateado lo masturbaba con energía hasta que no pudo hacer nada por sí mismo. Milo pareció estirarse y contraerse, unos sensuales gemidos masculinos se liberaban al mismo tiempo que su simiente saltaba entre los tres declarando su orgasmo que lo dejó sin fuerza ni voluntad.

Pero los otros dos no habían terminado, Aldebarán seguía embistiendo ese suave cuerpo hasta que sabía que estaba cerca del final, por lo que se retiró de la masculina intimidad del de Escorpión pero solo para sacarse el preservativo. Pero no fue el único, Minos lo imitó, ambos gimiendo con abandono hasta que la simiente del de Grifo se liberó salpicando la intimidad y la entrepierna del de cabellos azules. Parecía el final, aunque claramente la tercera persona no había terminado; el de mirada oscura seguía acariciándose con intensidad su sexo, pero de pronto el de cabellos plateados estaba arrodillado frente al más alto, tomándolo con la boca de manera entusiasta. Era tanto el entusiasmo que Milo no pudo contenerse, con algo de torpeza logró colocarse en la misma posición al lado del de mirada dorada, comenzando a compartir la virilidad del de mirada oscura, lo besaban, pasaban sus lenguas, lo acariciaban, incluso sus lenguas se unían hasta que el que estaba de pie dio un masculino rugido apasionado terminando contra esas bocas que lo habían complacido.

—     Fue espléndido—logró decir acariciándoles el cabello a ambos.

Lo había sido de verdad.

 

**********

 

Milo parecía flotar, jamás había sentido su cuerpo de esa manera, despierto y vivo, intentaba recuperarse un poco pero al final dejó de luchar y simplemente terminó dormido en el mismo sofá en el que los otros dos le habían hecho el amor. Mientras el de cabellos azules descansaba la pareja de amantes estaba estrechamente abrazada en el sillón y sabían que necesitaban hablar de sus planes inmediatos.

—     Me encantó esta noche Aldebarán—decía el de Grifo besándolo—Fue intenso.

—     Los dos son maravillosos Minos.

—     Fue hermoso tenerlo—respondió refiriéndose al de cabello azul— ¿Qué haremos con él?

—     Le arrojaremos un hueso que roer a esa rata de Saga de Géminis, dejará a Milo en paz por un tiempo.

—     ¿Estás de acuerdo con que se sepa de las luchas?

—     Sabes bien que no es un delito grave, solo tendré que pagar una multa, además así se acabarán las peleas.

—     Pero te gustan Aldebarán.

—     Sí, pero sé cuánto sufres cuando me ves pelear.

El de ojos dorados los bajó suavemente, era verdad, pero jamás se lo dijo a su compañero, aunque este se había dado cuenta.

—     Dejaremos esto de las peleas por un tiempo—le contaba el de Tauro—Pero seguiremos con las otras apuestas, que Saga de Géminis se confíe, que deje en paz a Milo, y ya después lo haré caer.

—     ¿Estás listo para eso?

—     Se cree muy listo pero no lo es, tiene las manos bastantes sucias  con sus tratos con Hades y compañía.

—     Si es lo que quieres eso se hará—decía conforme el otro joven.

—     En cuanto a Milo, podemos ayudarlo, para que no se meta en más líos, tal vez pueda ser uno de nuestros corredores de apuestas.

—     Tal vez, también ha dicho que quiere estudiar.

—     Todo es posible.

—     Si…siempre piensas en ayudar a tus amigos, te amo por eso.

—     ¿Solo por eso?

—     Por eso y mucho más, lo sabes bien.

—     Claro que lo sé, porque también te amo, no lo dudes.

Los dos sonrieron y se besaron, sin dejar de acariciarse con ese íntimo conocimiento del cuerpo de su amante. Era verdad que lo suyo eran las apuestas, solo las apuestas, esas cosas que a la gente le gustan pero se prohíben, no lastimaban a otra persona en realidad, ambos contaban con las habilidades precisas para hacer marchar sus negocios que pasaban en su mayoría por legales. Gracias a eso podrían seguir haciendo planes, para Saga, para Milo, para ellos dos, se amaban, serían inusuales con su liberalidad de pareja pero se amaban, estaban seguros de eso, eran el uno para el otro, eran todo lo que la vida les debía pero se sentían muy satisfechos con el pago de esa deuda.

 

**********

 

 

FIN

 

 

 

Notas finales:

Espero que les gustara.

Si nada sucede subo otra trama la semana entrante.

Nos leemos.

Atte. Zion no Bara

 


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