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Atreverse por zion no bara

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Notas del fanfic:

 

Fic dedicado a Mmramirez moreno, quien me mencionó a la pareja, perdona por la tardanza, pero aquí está el fic, espero que te guste, intenté seguir tu sugerencia pero finalmente esto fue lo que me inspiré a hacer, espero que te guste.

Deseo que les guste a quienes lean pero antes de seguir debo señalar que es un fic muy lemoniano, así que ya están advertidos.

Nunca he usado a esta pareja, es nueva para mí, pero espero que sea de su agrado.

 

Notas del capitulo:

 

Es una trama de dos capítulos, así que aquí está el primero.

 

 

Capítulo I

 

Shura se sentía molido, no encontraba otra palabra para decirlo, su cuerpo parecía exigirle que se tomara unos momentos de descanso y la verdad era que un caballero dorado no era alguien que se sintiera cansado por nada, aun así las cosas habían sido un tanto distintas en la vida del caballero del décimo templo pero tal vez era mejor solo relajarse y permitirse no pensar en ello. Siendo que sentía la necesidad de relajarse eligió hacer algo que pensó le ayudaría, había comprobado su efectividad después de una charla con algunos compañeros, entre ellos Afrodita de Piscis.

—     Un relajante baño de tina es de lo mejor para recuperarse—había dicho el de la última casa.

Al principio no lo había tomado muy en cuenta, pero un día su ducha estaba fallando, necesitaba su baño pues era un hombre singularmente pulcro y eligió lo del baño en la tina, en lo cual no confiaba mucho pues le parecía que era estarse remojando en su propia mugre, pero a la vista del resultado se dijo que Afrodita tenía razón. Se relajó, se limpió, se sintió bien en definitiva. Desde entonces lo del baño en tina le gustaba pero solo en ocasiones, la verdad prefería la ducha pues era como él, más práctica. Pero estaba cansado, necesitaba relajarse y bañarse, así que sería la tina.

Se dirigió a su habitación de baño, un sitio completamente en mármol blanco, con todo lo indispensable, solo lo indispensable, no era dispendioso, había llegado a ver algunos de los baños de sus compañeros y contaban con diversas cosas, pero en su caso solo estaba lo necesario. A la vista. Debajo de un funcional mueble que utilizaba para las toallas, como si estuviera escondido, había un cajón, del interior sacó una pequeña cesta con uno de esos paquetes para baño que se venden con  diversos aromas. Preparó la tina de inmediato, se fijó que el agua estuviera como le gustaba, muy caliente, después agregó las sales para relajarse y dejó a la mano un jabón cremoso, sin olor pues era neutro, peculiar pero a él le gustaba. Se decidió por esa elección después de casi enloquecer a una dependienta de una tienda por no decidirse, ningún aroma le convencía, ese fue lo más cercano a que le gustara. Cuando lo usó la primera vez se dijo que sería su elección de siempre.

Cuando todo estuvo listo se metió sin más a la tina, dejándose envolver por el calor del agua y el aroma de las esencias sin inconvenientes, aunque era todo lo que hacía, nada de luces de velas ni música ni antifaces especiales para los ojos ni almohadillas para el cuello, solo el baño y relajarse, nada más. Lentamente se iba dejando llevar, sus músculos perdían la tensión, su piel se sentía cálida, el aroma llenaba sus fosas nasales, en definitiva se sentía bien, desnudo como estaba le agradaba poder darse unos instantes como esos. Sin embargo también se puso a pensar en lo que lo estaba llevando a sentirse cansado, resultaba inevitable que fuera así y él mismo sabía que no valía la pena pretender que no sabía en lo que estaba metido.

—     Estás escapadas están cansándome—se dijo.

No era para menos, por muy caballero dorado que fuera la verdad era que su vida privada estaba cambiando su estricto orden de existencia cotidiana, hasta ese momento.

—     Necesito descansar.

Lo necesitaba, era verdad, tener que entrenar cada mañana, compartir con sus compañeros, cumplir con las misiones, vigilar su templo, servir al Santuario, moverse con sigilo, pretender que nada pasaba, escaparse, quedarse callado, y lo que tenía con… era mucho. De verdad agradecía el poder quedarse en su templo por unas horas y solo descansar, su cuerpo se relajaría y él estaría más calmado. Tal vez sería también un buen momento para pensar las cosas con calma, no lo había hecho, el siempre sensato caballero de Capricornio estaba haciendo las cosas sin pensar ¿Qué dirían los demás de saberlo? Aunque claro, no tenían por qué saberlo, era lo mejor en su situación, no necesitaba hacer nada que lo pusiera en la mira de los demás y con seguridad de saberlo, sus compañeros, tendrían algo que decirle sobre lo que estaba haciendo.

—     ¿En qué estabas pensando?

Sin duda sería algo de lo que escucharía.

No, era mejor que nadie supiera nada, además nadie tenía que saber lo que estaba haciendo, era un adulto y era asunto suyo solamente.

—     ¿Y qué clase de asunto es?

Esa vocecita en su cabeza que a veces lo fastidiaba: Piensa lo que estás haciendo, No puedes seguir así, Lo que van a decir los demás, Cómo se lo vas a explicar a tu señora, En qué estabas pensando, y varias cosas por el estilo.

Se sumergió por unos segundos bajo el agua, lo mejor era dejar todo eso de lado, estaba ahí metido para relajarse y eso haría, sacó la cabeza y respiró profundamente para recargarse en la tina de mármol, dejando los brazos a los lados y dedicándose solamente a descansar unos momentos. Pero sus pensamientos inevitablemente volvieron al mismo tema, lo que estaba sucediendo en su vida en esos instantes,  era complicado, de varias maneras y aun así no terminaba con ello ¿Por qué? No tenía ni la menor idea.

—     Mejor descansaré un poco.

Si, era lo mejor.

Así que cerró los ojos y permitió que sus músculos fueran perdiendo la tensión, su cuerpo parecía distenderse mientras el agua lo acariciaba y el aroma de las sales se iba haciendo habitual, todo iba bien en ese sentido. Unos momentos más y podría lavarse para quedar limpio y después continuar con lo que necesitara de su atención. No era un mal plan, podría cumplirlo, siempre lo hacía, sin duda era de los mejores caballeros dorados, nadie pondría eso en duda nunca, sus deberes jamás eran dejados de lado, sin importar cuan cansado o difícil pareciera lo que tenía que hacer, por eso su señora Atenea y sus compañeros siempre habían confiado en él. Debía estar tranquilo, con unos momentos sería suficiente para quedar como nuevo, necesitaba que fuera así, todo iría bien.

—     Será mejor que me relaje—dijo con los ojos cerrados.

—     Un baño, que bien.

Se resignó a solo abrir un ojo, su pupila verde medio observó alrededor pero no tardó en dar con el dueño de esa voz y sabía perfectamente quien era, pero no estaba seguro del motivo por el que estaba ahí. En realidad si lo sabía pero pretendería al menos por unos instantes que no.

—     Te bañas otra vez Shura, te vas a deshacer con tanta lavada.

—     Aiocos.

Si, así era, Aiocos, espectro, juez, servidos de Hades, estaba ahí, en su templo, mirándolo como ave rapaz a punto de devorar a su presa.

 

**********

 

En los meses anteriores las cosas habían cambiado mucho, habían estado en el Santuario haciendo lo mismo de siempre por siglos pero hubo un cambio de patriarca y las cosas se estaban torciendo de una manera muy extraña, después aparecieron esos caballeros de bronce retándolos y diciendo que Atenea no estaba ahí y se armó una gran batalla en la que él, como otros de sus compañeros, había perdido la vida. Pero su señora fue restaurada en su sitio y después hubo estas vueltas a la vida para volver a perderla, hasta que finalmente su señora estaba en su sitio de nuevo, sus enemigos vencidos definitivamente. Sin embargo Saori-Atenea se mostró generosa con los vencidos, sabía que el equilibrio del universo dependía de más de una sola persona y varios otros de los que fueran sus enemigos también estaban de regreso.

Entre los que estaban de vuelta a la vida se encontraban justamente los servidores del Inframundo, con Hades a la cabeza, quien por cierto no parecía nada complacido con haber perdido, de nuevo, y sus seguidores menos. Hubo algunos amables intentos por parte de su señora para que las relaciones no fueran tan tensas pero no habían sido recibidos con amabilidad siquiera, lo cual no les gustó a sus caballeros, tensando todo entre los servidores de diversos reinos. Los de Atlántida no fueron tan rígidos, con eso que Julián-Poseidón parecía babear por Saori-Atenea y que Saga de Géminis y Kanon de Dragón de Mar eran hermanos gemelos que buscaron crear una nueva relación,  resultaron un apoyo para que las cosas marcharan mejor entre todos. Los de Asgard estaban más que agradecidos por su intervención que había salvado al helado reino y a su pueblo, así como a su princesa, tampoco hubo problemas con ellos.

Con los del Inframundo las cosas no fueron tan bien.

Altaneros y arrogantes, porque al menos así se les veía en el Santuario, demostraban que no estaban nada complacidos con el sitio en el que quedaban ante los demás: perdedores que regresaban a sus sitios solo por la gracia de una muchachita que aparentemente no temía nada de ellos.  Era verdad que Atenea no parecía guardar recelos hacia ellos, ni contra nadie, siendo honestos, pero sus caballeros eran un asunto distinto, no contaban con su misma bondad ni falta de memoria ante los agravios. Existía mucha animosidad aún y que los dos lados demostraran que no se agradaban no hacían más sencillas las cosas, no se encontraban con buenos lazos para tejer una armoniosa o por lo menos respetuosa relación. Definitivamente entre el Santuario y el Inframundo quedaba un extenso y dificultoso camino por recorrer para conseguir, siquiera, que no fueran tan abiertos sobre su desagrado mutuo.

Y aún con todo eso él, Shura de Capricornio, el caballero más leal a Atenea, se había metido en semejante berenjenal.

—     ¿En qué estás pensando Shura?—le preguntaban.

El de cabellos negros había cerrado de nuevo los ojos, como si solo pensara en descansar sin más, pero estaba muy al tanto de la presencia del otro, siempre tan impertinente como para ir a meterse a su templo.

—     Parece que te gusta meterte en problemas Aiocos—le dijo sin mirarlo.

—     Creía que manejar los problemas era parte de ser un caballero dorado—le soltó con tonito de burla— ¿Acaso su niñata señora no anda siempre metiéndolos de un lío a otro para que la salven?

—     No hables así de Atenea—le respondió con seriedad.

—     Está bien.

Por unos segundos el venido del Inframundo guardó silencio, estaba al tanto que en algunos temas el de mirada glauca resultaba inflexible, Atenea y sus compañeros del Santuario eran tan solo un par de ellos.

—     ¿Qué haces aquí Aiocos?

—     Vine a verte Shura ¿Qué más?

—     Intento relajarme un poco, he tenido muchos deberes que atender y que había dejado a un lado, así que…

—     Deberes y demás, son la vida de un caballero del Santuario supongo—mencionó con indolencia.

—     Y nos sentimos orgullosos de ello—respondió con suficiencia.

—     Si, para sentirte orgulloso te quejas mucho.

—     No debemos buscarnos problemas extra.

—     Los problemas son divertidos.

Aun sin verlo sabía que ese hombre de cabellos y ojos morados estaba sonriendo, parecía tenerle gusto a armar peleas verbales con él, no sabía el porqué, pero tampoco entendía muchas de las cosas que tenía con el juez de Garuda. Decidió hacer otra cosa pero justo cuando abrió los ojos se encontró con una escena que realmente ya no era inusual entre los dos, el de cabello morado se estaba desnudando.

—     ¿Qué haces?

—     ¿Qué?—decía el otro con desenfado—Yo también necesito darme un baño.

—     Pero no tienes que dártelo en mi templo—remarcaba el de ojos verdes.

—     Deja de pelear por esto.

—     No es una tina tan grande.

Aunque aparentemente a esas palabras el venido del Inframundo hacía oídos sordos porque simplemente seguía quitándose la ropa hasta que estaba como el día que llegó al mundo y sin más se acercaba a la tina para levantar sus bien torneadas piernas y meterse al agua, haciendo que el nivel se alterara. No le bastaba con eso, no pensó ni por un momento en quedar aparte, sino que se acomodó al lado del de Capricornio, sonriendo con esa expresión tan suya que parecía burlarse de una maldad que había hecho.

—     ¿Ves?—preguntaba como si nada el de pupilas moradas—Los dos cabemos perfectamente, no hay porque enfadarse. Aunque no entiendo que puedas bañarte con el agua así de caliente.

No importaba lo que dijera, el de ojos verdes lo estaba observado con cierto enfado, sinceramente no encontraba motivos para que ese individuo se metiera tanto en su vida, menos de esa manera, pero el otro tan solo continuaba con su expresión burlona y retadora, como si exagerara en sus respuestas.

—     No hagas eso—decía el de Garuda.

—     ¿Qué?—preguntó Shura.

—     No frunzas el entrecejo de esa manera—le dijo colocando su dedo anular entre los ojos verdes—Te ves viejo.

—     Viejo y todo estás aquí.

—     Sí, estoy aquí.

Ambos se quedaron mirando por unos instantes, en silencio, notaban claramente lo que sucedía en ese instante, que el juez de Garuda estaba entre los fuertes brazos del caballero de Capricornio, era algo que daba qué pensar. Al final el de cabellos negros se limitó a apoyar su barbilla encima de ese cabello morado, como si descansara mientras pensaba en algo, dejando al del Inframundo en un tipo de incertidumbre.

—     ¿Shura?—se animó a preguntar.

Pero no obtuvo respuesta así que siguió.

—     ¿Qué pasa Shura?

—     Pensaba.

—     ¿En qué?

—     En que el mundo es un asunto complicado—soltó con cierto pesimismo.

—     Eso ya lo sé—respondió el de ojos morados.

Le parecía como si escuchara algo muy obvio, y siguió.

—     Los dioses, los humanos, las batallas, el poder, todo es complicado Shura.

—     Y de todas maneras estás aquí.

—     Sí, no tienes idea de cómo es para mí—se quejaba el juez—El silencio, la disciplina, que te sientas a cada segundo como si caminaras en arenas movedizas, por eso me escapo cada vez que puedo.

Seguir con la charla hubiera sido lo más plausible, pero no se podía olvidar que ambos estaban completamente desnudos metidos en una tina con agua caliente, y tampoco podía olvidarse que lo que los unía era un punto muy específico.

Así que la mano de Aiocos no dejó de hacer lo que deseaba mientras hablaban, pues tomó la mano del de Capricornio y jugueteó con ella de inmediato, esos dedos que eran besados para después lamerlos, no bastaba con eso, los mordió suavemente por la punta y a esas alturas no aguardó para comenzar a meterlos a su boca, chupándolos uno por uno de forma muy sensual y sugestiva.

—     Si no estás a gusto podrías irte de ahí Aiocos.

—     No valdría la pena Shura—fue su respuesta sin dejar de jugar con su mano—El Inframundo es lo que soy, es donde pertenezco.

—     Pero…

El de la décima casa tuvo que guardar silencio, principalmente porque era besado con esa fuerza tan característica del de Garuda, como si le robara el aire y le quitara la cordura con su calor que lo llenaba con velocidad. Una parte del de Capricornio no pudo dejar de preguntarse cuán verdadero o no era ese asunto en el que estaba metido, tendría que hacerle frente en algún momento, pero al ver esos ojos morados de nuevo, mientras recuperaba el aliento, supo que no era el momento de pensar. No había manera cuando sentía el calor, el peso, la suavidad de ese cuerpo que lo complacía y lo tomaba por igual, hasta enloquecerlo. Estar a su lado hacía que nada más importara, en lo absoluto.

 

**********

 

Shura no pensaba perder el tiempo, por eso comenzó a besar la tersa espalda de Aiocos, le gustaba ese hombre de una manera que no se explicaba, aunque tampoco lo intentaba, no eran sus formas o algo parecido, pero tenía algo que lo intoxicaba, algo que lo hacía desearlo sin poderse controlar. Uno al lado del otro, completamente desnudos, y el de cabellos morados lo había incitado jugueteando con sus dedos, pues era muy sencillo dejarse llevar por las sensaciones que despertaban en su cuerpo, no era ningún santo aunque en el Santuario se empeñaran en llamarlos así, era un hombre y ansiaba hacer suyo al que tenía a su alcance, no pensaba aguantar más. Siendo así el de ojos verdes frotaba sin más su deseoso sexo contra las redondas y firmes nalgas del venido del Inframundo, le daba una sensación agradable, no dejaba de hacerlo al mismo tiempo que le mordía el lóbulo de la oreja izquierda, lamiéndolo al final con masculina sensualidad.

Aiocos comentaba a respirar agitado, ese hombre de cabellos negros era intenso, lo sentía por completo, por eso no se oponía a lo que buscaba de él y ciertamente lo deseaba con la misma intensidad, solo por eso las cosas marchaban de la forma en que lo hacían entre los dos. Sintió como esas fuertes manos lo sujetaban, el aliento del de Capricornio chocaba contra su nuca y su espalda alta, lo cual le generaba un escalofrío que le atravesaba la espina, su propio sexo ya tenía las señales de la excitación y solo se dejaba guiar por las necesidades de su sexo. Siendo así no tardó más que lo absolutamente necesario para ser acomodado tal y como lo quería el de ojos verdes, o acaso lo querían ambos. En unos instantes el de cabellos morados estaba apoyándose con las manos firmes en la tina, respirando agitado por la cercanía del de la décima casa del Santuario.

—     Te sientes caliente Shura—dijo Aiocos.

—     Lo estoy—fue la respuesta.

Ambos sabían muy bien que ninguno de los dos estaba hablando del baño solamente, pero a esas alturas no les interesaba demasiado.

El de Capricornio no vaciló en llevar su mano hacia el frente, sin tardanza se encontró con el turgente sexo del de Garuda, lo tomó entre sus dedos y comenzó a acariciarlo, le gustaba la sensación y se ayudaba con el agua que los rodeaba para frotarlo como si no quisiera estimularlo demasiado. Cuando sus ojos verdes vieron que esa misma espalda que había besado se curvaba con placer, fue como una señal de que podía seguir, pero más animado y seguro de su siguiente movimiento, así que apresó como si se tratara de un pájaro vivo ese masculino miembro y comenzó a frotarlo con habilidad. La verdad era que el de cabellos negros no era muy aficionado a esos juegos con un compañero de cama, pero con el de mirada morada era distinto, disfrutaba de verlo gozar a su lado.

No se trataba de algo tranquilo y pausado, para nada, había una especie de urgencia por la entrega, por la culminación, por ser uno de nuevo, por saber eso fue que Aiocos no dudó en hacer algo a su vez. Terminó sujetándose solamente con una mano en la tina, moviendo sus caderas hacia ese sexo ya excitado que se frotaba contra su entrada, pero decidió agregar algo más, comenzó a acariciar su entrada, no con mucha paciencia, pero no la necesitaba, prefería estar listo lo más pronto posible. Sus encuentros previos y la deseosa urgencia de volver a sentir al de cabellos negros provocaba que el del Inframundo no se mostrara paciente con lograr sus deseos, así que no fue mucho lo que se tomó para alistarse, dilatando su entrada de manera eficaz, permitiendo una sensación más por el roce del agua y la búsqueda de ese firme miembro por sentir su masculino pasaje que se abría a la sensualidad.

—     Shura…

No pudo evitar decir su nombre, el de ojos verdes se movía sin parar contra su cuerpo, lo masturbaba con deseo, sin dejar de moverse contra sus nalgas con fuerza y necesidad, no parecía que pensara en detenerlo todo ahí.

—     Veo que no me queda de otra—dijo con voz ronca el de Capricornio.

Pareció empujarlo hacia afuera y el del Inframundo comprendió el mensaje, así que se levantó chorreando agua y no esperó para salir de la tina, aunque tampoco fue muy lejos, se limitó a buscar algo dentro del mismo baño, dándole tiempo al de cabellos negros para tomar el sitio que buscaba. Se conocían bastante bien aunque nunca antes pensaran en ello, en ese instante de hecho solo podían pensar en la manera más pronta de llenar sus deseos; por eso Shura se sentó en la fría orilla de la tina con las piernas separadas, mientras que el de cabellos morados colocaba una toalla en el suelo arrodillándose encima. La posición no dejaba cabos sueltos, ambos se entendían, sabían lo que deseaban, las manos de Aiocos se apoyaron en los marcados muslos del de ojos verdes, se miraron por unos segundos, solo unos segundos, no necesitaban contemplarse, necesitaban seguir.

Esos cabellos morados no permitían mucha visión de lo que estaba sucediendo, pero el del Santuario sentía perfectamente el roce de ese mismo cabello contra su vientre y sus piernas, esas manos que apretaban sus muslos, un tibio aliento contra su sexo, después fue una húmeda lengua que parecía lamer la corona de su sexo, unos segundos y era el tronco, un poco más y fueron sus testículos. El de pupilas glaucas tuvo que cerrarlas por unos momentos, aguantó la respiración, encogió los dedos de los pies, todo porque esos mismos labios que probara con sensualidad ahora se llenaban de su hinchado sexo que gozaba con ansias profundas de ser catado de semejante manera. El de Garuda no paraba desde ahí, se movía y se movía, una de sus manos fue a la base de su tronco y lo sujetó con firmeza, mientras los labios se esforzaban por llevarlo a su interior, la corona, bajaban el prepucio, presionaban sobre el glande, chupaban con necesidad tratando de hacerlo sentir aún más placer.

Dejándose complacer con esa sensual ansiedad masculina, Shura no podía sino decirse que él era responsable de todo ese asunto, que lo que estaba teniendo con el de cabellos morados era en realidad un gran sinsentido, pero ese hombre estaba ahí, probándolo y complaciéndolo con su sensual boca ¿Quién iba a pensar en nada en momentos como esos? Comenzó a acariciarle el cabello con la mano derecha, hundiendo sus dedos en esos sedosos hilos al mismo tiempo que movía levemente sus caderas, sonrió de forma lujuriosa, encantado de verlo de rodillas entre sus piernas haciéndole sexo solo con su complaciente boca.

—     ¿Tanto te gusta probarlo?

Le preguntaba con la voz cargada de placer, regodeándose por saber que le gustaba tanto hacerle esos trabajitos con la boca, además que el de mirada morada estaba muy atareado como para suponer que iba a darle una respuesta, sus labios estaban en una labor más entretenida que hablar. Era muy diestro con lo que hacía, contaba con varias habilidades, no solo eran sus tibios labios, la agilidad de su mano, también contaba ese salvaje movimiento de lengua con el que lo complacía, todo era para hacer que terminara sin dificultades. Todas las señales estaban ahí, su vientre temblaba mientras que sus ingles punzaban, casi comenzaba a temblar por completo pero logró controlarse lo suficiente para sujetar con fuerza ese mismo cabello morado entre ambas manos, impidiéndole a su dueño que se moviera más. Comenzó a  mover sus caderas de forma regia, era como si no pudiera dejar de embestir, de hecho no podía, todo su ser le indicaba que solo podía llegar hasta el final.

—     Voy a…voy a…

Su voz se fue apagando mientras soltaba esas pocas palabras, y sin más gimió con pasión dejando salir su esencia en esa boca que lo excitaba de manera única.

El que estaba sobre sus rodillas tembló pero lo recibió todo entre sus labios hasta que terminó, y solo entonces pudo apartarse un poco, sin soltar una sola gota de la tibia esencia del de ojos verdes, pero pudo apartarse un poco y se limpió la boca con suavidad. Era mejor decir algo después de eso.

—     Mejor vamos a la cama—dijo el caballero de Capricornio—Empieza a hacer algo de frío aquí.

—     Está bien—aceptó el otro.

No esperaron sino que ambos estaban de pie, caminando completamente desnudos hacia la recámara de Capricornio, donde ambos hombres se entregarían una vez más a sus juegos de seducción y placer.

 

**********

 

A esas alturas se conocían bastante bien, no negaban eso, sus cuerpos seguían siendo deliciosos y fuentes de sorpresas pero se conocían, como quien ha recorrido un mismo camino por largo tiempo, era más o menos lo que ocurría con ellos dos. La situación podría haberles parecido insostenible, imposible al principio, pero ahí estaban, continuaron, y aunque a veces les generara dudas o inconvenientes continuaban metidos en lo que podría incluso ser un lio muy gordo. Claro que en ese instante en que ya estaban los dos desnudos sobre la amplia cama del de Capricornio no tenían ni la menor intención de pensar en todo eso ¿Quién lo haría? Era mucho mejor sentir esa desnuda y mojada piel que los hacía encenderse al mismo tiempo que todo su cuerpo se lanzaba a esa hoguera que era ese hombre en su vida a espaldas de todos los demás, un  montón de seres que al unir sus cuerpos les importaban bien poco.

Tendidos cuan largos eran sobre las sábanas parecían entablar un combate, como si cada uno buscara dominar al otro pero no importaba, de igual manera ambos obtendrían lo que deseaban, las sábanas acabaron revueltas y mojadas pero no se molestaron en pensar en ello. Unos momentos, movimientos bien ejecutados de antemano, y fue Shura quien se impuso sobre Aiocos, literalmente, pues lo tenía boca abajo en el colchón, y como el otro mostraba que iba a someterse no pudo sino disfrutarlo, claro que también pensaba en disfrutarlo más. Recordó que tenía preservativos en el cajón de su mesita de noche pero no parecía muy cómodo abandonar suposición para alcanzarlos, así que se decidió por otra ruta.

—     Las fundas están en el cajón.

El de Garuda no preguntó mucho, entendía que hablaba de condones y que le tocaba sacarlos, así que se estiró y no tardó en hacer lo que se necesitaba para, sin mirarlo, pasarle al de Capricornio lo que necesitaba.

—     Gracias.

Con eso volvió a la carga el de cabellos negros, no porque hubiera esperado mucho pero sí que ansiaba tener ese delicioso cuerpo que sabía hacer maravillas en él cuando había sexo, lo cual por cierto era frecuente. El de la décima casa del Santuario no aguardó, ya estaba sobre el de cabellos morados besándole la parte baja de la espalda, nada de esos tiernos besos ni caricias menudas, no, lo deseaba con fuerza y por eso sus labios eran fuertes, como si buscaran dejar marcas en el sitio. Sus varoniles manos hicieron la segunda parte del trabajo, ya que sujetaban esas bonitas nalgas con deseo, las apretaron y acariciaron por igual, generando placer en el de mirada morada, por lo que buscar separarlas no tardó casi nada. Los ojos verdes del de Capricornio se tomaron unos segundos para contemplar la sensible entrada masculina del juez del Inframundo, nunca había pensado que le gustaría hacer algo como eso, en realidad antes le había parecido un tanto desagradable, pero con ese hombre no lo era. Además era de agradecerse que en ese aspecto Aiocos se mostrara como un hombre muy pulcro y cuidadoso, no dejaba de mantener lo más aseada posible su intimidad.

Tendido boca abajo, el de Garuda cerró los ojos cuando un beso se plantó en su entrada, fue una sensación intensa, como un pellizco a lo largo de su espina que provocó que se arqueara, sin terminar de recobrarse de ello una lengua comenzó a moverse alrededor, lamiendo las sensibles terminaciones del exterior, algo que le encantaba sentir. Sin que pudiera hacer nada, nada más allá de apretar las sábanas bajo sus manos, el de cabellos morados disfrutaba de todas esas atenciones que le eran brindadas por esa boca y esa lengua que se movían con experiencia por su intimidad, entrando levemente, provocando placer y necesidad de más, como si quisiera abrirse por completo hasta lo más íntimo. Casi pedía que se diera prisa pero justo cuando abrió la boca unos dedos anegados de saliva se deslizaron al interior, encontrando algo de resistencia aún en su masculino pasaje, pero siendo del de Capricornio no iban a retroceder por tan poco, para nada, continuaron con su destino, un sitio en específico que ya habían localizado antes.

Para el hombre de cabellos negros el encuentro se iba dando bastante bien, tomando en cuenta que la práctica y la experiencia se ponían a su favor, era algo bueno eso, así había logrado encontrar el sensible punto de placer del de pupilas moradas, la sensible próstata que sabía masajear con eficiencia. Por supuesto que eso lo aprendió al lado del juez, antes de él no sabía más de la próstata que su nombre, pero afortunadamente para ambos habían avanzado, después de todo fue justamente ese hombre el que le había mostrado el placer que podía dar cuando le descubrió la suya en un sensual encuentro que habían sostenido. Al inicio se limitó a rodearla para después presionar suavemente, era un sitio complicado, poco podía ser mejor que mucho, lo mejor era observar, la disposición del otro también era importante, pero no tardó en convencerse que las cosas iban perfectamente pues el de Garuda gemía con gozo.

No se necesitó demasiado para que la masculina entrada se mostrara lista, lo sabían bien, por eso el de Capricornio retiró sus dedos haciéndolo sentir al de Garuda, se colocó sobre él, con sus piernas separadas por encima de las del otro hombre, todo eso con un fin bien delimitado, usando una mano guiaba su sexo al sitio exacto, mientras el de cabellos morados utilizaba sus propias manos para separar sus redondas nalgas, dejando lo más posible al descubierto la misma entrada que anisaba recibir al del Santuario. No fue un asunto tardado, el de cabellos negros dirigió bien la maniobra, su glande atravesó la estreches y desde ese punto todo marchó bien, no aguardó sino que avanzó decididamente hasta que el troco había traspasado la mayor parte del recorrido, cuando sus testículos chocaron con la piel del venido del Inframundo lanzó un tipo de resoplido, mientras que el que estaba sobre el colchón jalaba aire de manera regular, ambos trataban de ajustarse a la sensación y sin duda lo hacían con velocidad.

Las manos de Shura fueron directamente a los hombros del de ojos morados, los apretaron con fuerza, le encantaba lo que sentía, incluso el colocarse de esa manera pues le daba no solo control de la situación, también generaba esa sensación tan excitante de que el otro estaba más estrecho, no iba a aguardar más. Era como si no se moviera demasiado, pero el de Capricornio se retiraba un poco de esa masculino pasaje que lo encerraba, de manera pausada volvía a entrar, dejándose envolver por esa calidez que despertaba todos sus nervios; sin embargo no perdía movilidad ni velocidad, al contrario, iba aumentando lentamente, era bueno tener práctica en los que era el cuerpo del otro hombre en la intimidad. Aiocos no estaba menos atento a todos los cambios, esa fuerza con la que apretaban sus hombros y que sin duda le dejarían marcas, esa especie de hormigueo en su cuerpo que parecía ir en aumento, la intensidad con la que ese rígido sexo se hundía en su varonil pasaje, todo le daba un placer que casi le quitaba las palabras.

A esas alturas ya ninguno de los dos parecía dispuesto a darse tiempo ni esperar, se amoldaban perfectamente y si no necesitaban esperar ciertamente no lo harían, la pasión emergía de nuevo  entre ambos y sin más tomaba las riendas del encuentro. Shura comenzó a moverse con necesidad, sin soltarlo lo besaba por el cabello, la nuca, los hombros, el oído, como animal sediento lamió en medio de los omoplatos para un segundo después morder tenuemente el mismo sitio, escuchando un débil gemido por eso, con todo no dejó de embestir con fuerza pues su cuerpo no se relajaba sino que necesitaba más. Debido a eso fue que el de cabellos negros se apartó un poco, solo un poco, pues liberó los hombros pero se apoyó con las manos en el colchón para tener un mejor control y seguir penetrando hasta lo más íntimo en ese pasaje que aún parecía resistirse de cierta manera a su invasión, aunque era un caballero dorado y la oposición solo lo motivaba a continuar hasta vencer los obstáculos.

No bastaba, a pesar de estarlo disfrutando los dos, de que sus cuerpos se sintieran deliciosamente vivos y despiertos por el encuentro, ambos se daban cuenta que no bastaba, y sabían bien lo que querían para que todo mejorara. Fue apenas un instante, aunque con su entrenamiento no requerían de más, se separaron por completo, pero con habilidad el de cabellos morados se dio la vuelta para quedar boca arriba, mientras que el de la décima casa no tardó en separarle las piernas y volvió a entrar en esa deliciosa intimidad que lo estrujó de inmediato. Se dieron una mirada, intensa, masculina, necesitada, como por impulso sus labios se encontraron en un sensual beso y supieron que era todo, podían seguir. El de ojos verdes llevó esas lindas piernas a sus hombros, disfrutando de embestir con deseo la masculina intimidad que lo cobijaba ya sin problemas. Besaba esa piel a su alcance, la lamía, frotaba su mejilla contra la pantorrilla del de mirada morada, parecía no tener suficiente de él.

—     Aiocos…Aiocos…—murmuraba con deseo.

—     Así me llamo Shura—dijo el otro como si quisiera reírse.

—     Me estás apretando mucho.

—     Como si no te gustara.

—     Se siente bien.

—     Shura…

Ya no dijeron nada, de pronto ambos estaban respirando más aprisa, muy aprisa, sus cuerpos no iban a soportar mucho a ese ritmo por más poderosos que fueran, en ese sentido solo eran hombres. Con su mano el de cabellos morados buscó su sexo, bastante rígido por todo lo vivido, y comenzó a acariciarse de manera apremiante, primero intento hacerlo por todo el tronco pero no tenía sentido, él mismo sabía que estaba por terminar. Todos sus esfuerzos se dirigieron entonces al enrojecido glande que brillaba con deseo, liberando algunas muestras de su humedad pero sin estar listo del todo. En realidad los dos estaban  sobrepasados por la situación, aunque lo habían estado desde el primer momento, pero ni por eso iban a detenerse, sencillamente podían intentar resistirse al placer, que de nada les hubiera servido, o entregarse, y eso era por mucho mejor.

—     Shura….oh…oh…Shura…no…no…voy a…

Si el otro no decía nada era porque no podía, el de Capricornio casi tenía los ojos en blanco por esa sensación que lo estaba llenando, le faltaba el aire pero no dejaba de embestir al de ojos morados, sujetándolo por las caderas que levantó de un movimiento contra su necesito sexo, siendo rodeado por esas  fuertes piernas que se enredaron como serpientes alrededor ¿Cómo alguien podría resistir una situación semejante? No había manera que dejaran de entregarse, era demasiado intenso, tan intenso que los hacía gritar, estaban por alcanzar su culminación, lo sabían, y no podían detenerla. El del Santuario casi terminaba pero el del Inframundo se le adelantó, solo unos segundos, dando sensuales gemidos de placer, y él, al escucharlo, solo pudo seguirlo, quedando sus ingles vacías del delicioso néctar de su masculina entrega.

Más relajados se quedaron uno al lado del otro, aún se buscaron con los labios, usaron su lengua pero sabían que en verdad estaban tranquilos, al menos en el aspecto de las sábanas, en otros las cosas no iban de esa manera. Sin embargo, con esa sensación como de mareo que les quedaba después de un encuentro como el que terminaban de tener, tan solo pensaban en relajarse unos instantes, no en lo que estaban viviendo y compartiendo, tal vez después le dedicarían unos momentos a eso. Era mejor terminar de despejarse y permitirse esa sensación de estar relajados y satisfechos.

 

**********

 

Los dos hombres reposaban más serenos sobre la cama del décimo templo, que estuviera revuelta y mojada no parecía molestar a ninguno de los dos, al menos no dijeron nada al respecto en ese momento. El de cabellos morados permanecía sentado recargado contra la cabecera mientras que el de mirada verde estaba recostado en la cama, pero con su cabeza apoyada en las admirables piernas desnudas del de Garuda. Por un largo rato habían permanecido en silencio, no eran de los que hablaban mucho después del sexo, no porque no tuvieran nada que decirse, simplemente no querían hacerlo en esos momentos. Se sumergían en sus mundos internos para encontrar lo que fuera que pensaran que necesitaban en ese instante, como el hecho de seguir buscándose después de todo lo que ya habían vivido.

En ese instante el que usaba la armadura de Capricornio no dejaba de preguntarse por lo que estaba haciendo con el juez venido del Inframundo, era verdad que en un inicio todo le había parecido un asunto de querer romper ataduras o algo parecido, y lo había encontrado a él, al de cabellos morados, en el camino ¿Pero eso bastaría? Debía reconocer que las cosas entre los dos no habían seguido precisamente el curso normal de ese tipo de situaciones, es decir, no se habían conocido y se gustaron y se plantearon estar juntos, nada de eso. Todo parecía improbable cuando estaban en bandos opuestos, terriblemente opuestos, por servir a sus señores, incluso se habían enfrentado buscando la rendición (o destrucción) del otro, para después intentar reconstruir sus mundos…y sin embargo terminaron juntos en la cama.

Lo que fuera que tuvieran había dado inicio tiempo atrás, con una de esas obligadas reuniones entre el Santuario y el Inframundo, por mediación de Atenea, quien parecía no resignarse que las cosas quedaran como una fría guerra con roces regulares de ambas partes. Las evidencias era bastante claras: ni caballeros ni espectros se llevaban bien, no se agradaban, no se estimaban, no se guardaban siquiera respeto. Al menos no se agarraban de nuevo a pelear porque sus señores se los habían ordenado, pero si por ellos hubiera sido las cosas serían de una manera muy diferente, aun así era necesario obedecer y no atacar a los que estaban ahí reunidos. Shura de Capricornio no había querido siquiera estar presente ese día, pero Atenea dio la orden y él obedeció, aun así nadie pudo hacer nada para evitar que se separara de los demás, le desagradaba lo que le ordenaban que hiciera y terminó alejándose.

Fue justamente por alejarse que se topó con un sitio solitario en el Inframundo, espacio horrendo para él, tan solo esperando que fuera la hora de regresar al Santuario, pero en medio de todos esos pensamientos se encontró con que no estaba tan a solas como pensaba, no, había alguien más en ese mismo sitio. No tardó en darse cuenta que se trataba de Aiocos de Garuda, juez del Inframundo, uno de los espectros de Hades ¿a quién esperaba encontrar ahí después de todo? En un primer momento no parecía que les gustara haberse encontrado, si lo que buscaban era algo de soledad el que hubiera alguien ahí no era para agradecerse. No iban a pelear, no podían hacer que sus señores quedaran mal por su comportamiento, respiraron con profundidad esperando poder mostrarse por lo menos educados.

—     Shura de Capricornio.

—     Aiocos de Garuda.

Desde ese punto los recuerdos se hacían un poco confusos, solo se acercaron, solo pasó, hubo algo de preguntarse porqué estaban ahí a solas, intentaron mantener una charla, dijeron algo, eso sí, pero de alguna manera las cosas cambiaron, algo de Qué haces aquí solo, dijeron algo más y luego se besaron pero se soltaron, y se miraron ¿Qué estaban haciendo? Pudo ser todo pero no lo fue. Caminaron por el pasillo vacío buscando una especie de refugio con los demás, y apenas si se miraron, sus manos se tocaron por accidente, de verdad, fue por accidente y una descarga los recorrió y volvieron a besarse. Después de eso algo recordaba el de ojos verdes de su armadura dorada a un lado y un sapurí del otro lado mientras ellos dos acabaron teniendo un sexo muy explosivo contra el muro.

Desde ahí todo dio inicio entre los dos, no pudieron controlarlo y tampoco lo que siguió, fue como si todo eso que hubieran mantenido encerrados en sí mismos por tanto tiempo hiciera erupción y quedaron sin control alguno ante los eventos. Mientras Aiocos se escabullía a Capricornio, él se escapaba al Inframundo, todo con mucho cuidado y en completa clandestinidad para que nadie los notara o podría estallar otra guerra santa, los dos preferían que fuera así. Aunque a veces el de cabellos negros no podía sino hacerse preguntas, una recurrente era ¿Qué estaban haciendo juntos? ¿Solo era sexo? Tal vez era mejor no pensarlo siquiera. 

—     Cada vez se me hace más difícil poder escaparme—comentó de pronto el de Garuda.

—     Si es tan difícil que vengas aquí podrías dejar de hacerlo—le respondió el de ojos verdes.

—     ¿Tú crees?

—     Es que si es tan complicado como dices…

No terminó con la idea pero en el aire quedaba la respuesta, como si no importara si decidía simplemente irse para no volver, los dos eran adultos, no iban a soltarse a llorar como niñatos por entender que lo mejor era terminar con todo eso que no tenía ningún futuro ¿un caballero y un espectro? ¡Por favor!

—     Bueno—dijo finalmente el de cabellos morados.

Al escuchar esa palabra el de la décima casa procuró contenerse de cualquier movimiento, que nada delatara que escuchar esa respuesta lo había perturbado, solo sus ojos se abrieron con cierta consternación, se quedó aguardando, tal vez hubiera algo más en esa declaración que una separación inminente.

—     Supongo que puedo seguir escabulléndome—terminó diciendo el de pupilas moradas al final.

Al decir eso se limitó a revolver ese cabello negro a su alcance con naturalidad, parecía que todo seguiría siendo lo mismo.

—     Igual vendré por aquí Shura.

Diciendo eso el de ojos verdes se dio la vuelta y puso una expresión medio extraña pero no dijo nada, aunque el otro si lo diría.

—     ¿Qué es esa cara?

—     Nada.

El de cabellos morados se limitó a reírse pero el de la décima casa se mantuvo en silencio, así eran las cosas entre ellos dos, simplemente no se detenían a hablar de lo que estaba sucediendo en realidad, quizás deberían hacerlo pero ciertamente no lo harían en ese instante.

El silencio no es siempre la mejor respuesta pero les había funcionado, hasta ese momento, además en la cama (bueno, casi siempre era en la cama) resultaban afines ¿Fuera de ella? De eso no hablaban, los había unido el sexo, maravilloso y liberador sexo que los hacía sentirse deliciosamente complacidos, pero además de eso no querían hablar ¿para qué? Lo que tenían estaba bien…hasta el momento.

—     Creo que es mejor que me vaya Shura, se hace tarde.

—     Está bien.

Ambos se movieron de sus posiciones, hasta ese momento se daban cuenta que estaban mojados, que comenzaba a hacer frío, que la cama estaba hecha un desastre, probablemente el baño también lo sería. Había mucho que hacer entonces.

El de ojos verdes tomó la primera sábana que tuvo a mano, comenzó a secarse con ella sin problemas, pero un instante y ya estaba ahí el de mirada morada tomando el otro extremo y comenzaba a sacudirse el cabello con la misma tela. Ese tipo de invasiones, pues al menos eso le parecían al señor del lugar, no le convencían en lo absoluto ¿Por qué no tomaba otra sábana? ¿Porque siempre tenía que ser algo suyo lo que el otro quería? De por si iba a tener que lavar toda la ropa de cama, de nuevo, para que además hiciera esas cosas.

—     ¿Qué pasa?—preguntó Aiocos sin dejar de secarse.

—     Nada.

—     Que bien.

Continuó con lo suyo hasta que el de cabello negro se cansó y le dejó la sábana, sin más fue hacia el armario y no tardó en sacar una toalla limpia de mediano tamaño en color azul marino para continuar con su labor. Inclinó la cabeza hacia el frente para sacudirse el cabello y comenzar a secarlo, apenas llevaba unos segundos en eso cuando sintió que tiraban de la tela, levantó la mirada y se encontró con el del Inframundo que se hacía del paño y sin más ya se estaba secando el cuerpo.

—     Tenías toallas y me dejaste secarme con la sábana—le lanzó como queja.

Ahora resultaba que el malo era él pero se abstuvo de decirle nada, le parecía lo mejor.

Al final Aiocos se fue, dejándolo con todo el trabajo de limpieza. El de Capricornio deseaba relajarse, así había empezado todo, pero al mirar alrededor supo que no podía dejar ese desastre en su templo y se puso a trabajar de inmediato hasta que todo estuviera limpio y en orden. Para cuando pudo acostarse de nuevo en la cama se sentía bastante cansado, pero ni eso evitó que se durmiera pensando en el de Garuda.

—     Aiocos.

Finalmente pudo descansar.

 

**********

 

 

Continuará…

 

 

Notas finales:

Espero que les gustara y/o los entretuviera.

Si nada sucede la semana entrante subo la segunda parte.

Nos leemos.

Atte. Zion no Bara

 


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