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Siglos por zion no bara

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Notas del fanfic:

Año nuevo, espero que sea de buenas experiencias para todos, yo sigo con mi tradición de darle inicio en la página con un fic de una pareja que nunca antes utilizara, y sentía deseos de hacer algo con estos dos personajes.

Espero que les guste a quienes sean tan amables de permitirme dar inicio a un nuevo año con ustedes.

 

Notas del capitulo:

Es una trama de dos capítulos, espero que les guste el primero.

 

 

Capítulo I

 

El calor era casi insoportable, no, de verdad era insoportable, pero necesitaban aguantar ya que nadie había dicho que sería un trabajo sencillo, pero era necesario continuarlo para encontrar respuestas que resultaran de ayuda a su trabajo, el cual se perfilaba como de alto valor por lo que podía dar a la humanidad. Por siglos esas tierras habían estado en reposo, descansando, sin que nadie interrumpiera el sueño de los que ahí reposaban, pero eso fue hasta que comenzaron a llegar los extranjeros y dijeron que ese sitio era valioso, y la misma gente del lugar comenzó a buscar, decían de otras regiones que habían encontrado muchas cosas de valor y que esos venidos de otras tierras pagaban bien a quienes los ayudaban.

Aparentemente todo era conocimiento pero no tardó en dar paso a los robos, las trampas, a las mentiras y las falsificaciones, por lo cual la labor se hacía más ardua cada vez y no era tan sencillo como al principio contar con que la gente que los guiaba era de fiar.

—     Me temo que necesitamos un guía—anunciaba uno de los caballeros.

—     No puede ser, el mapa decía que estábamos en la ruta correcta—comentaba otro.

—     El mapa es falso—sentenció el tercero.

Los tres hombres que habían llegado hasta ahí con todo el ánimo de descubrir más de una hermosa y antigua  civilización se sentían decepcionados, en todo momento se escuchaba las palabras dinero, estafa y necesidad, no era buena manera de dar inicio con lo que ellos habían considerado una expedición de aprendizaje y rescate.

—     Si intentamos seguir de esta manera solo nos perderemos o algo peor—retomaba el primero que había hablado—Escuché que hay grupos de bandoleros por las regiones vecinas.

Era verdad, aunque había dos caras para ese asunto de los salteadores, pues si era verdad que robaban y cargaban con todo lo que sacaban las expediciones, pero cuando eran atrapados no eran pocos los que se defendían con el argumento de que todos esos eran tesoros de sus tierras y que los extranjeros no tenían derecho alguno a llevárselos. Era cierto que no todos eran sinceros cuando decían eso, pues lo que robaban se lo vendían a otros, pero si era verdad que había quienes eran honestos cuando decían esas palabras. Pero ninguna de esas dos partes los ayudaba a ellos a seguir con su viaje que desde el inicio se había visto plagado de problemas y contratiempos.

Se trataba de tres amigos desde la primera juventud, se hicieron amigos de hecho por su afición a esa lejana y misteriosa tierra de la que habían leído por los sorprendentes descubrimientos que se estaban llevando a cabo. En sus labios la palabra Egipto tomaba un significado casi reverencial, por eso decidieron tomar la oportunidad cuando se les presentó no solo de conocer esas regiones, sino también de explorarlas e incluso especularon con la posibilidad de lograr un descubrimiento, esa idea fue la que los movió para dejar sus hogares y embarcarse en la aventura del conocimiento. Aunque no había sido sencillo todo lo que vino después, pues hasta ese momento habían sido más decepciones que logros.

—     Tenemos que pensar en lo que vamos a hacer, no podemos quedarnos aquí, a la deriva solamente.

Quien hablaba era Saga de Géminis, un joven de cabellos azules y ojos verdes que pensaba en seguir pero para eso necesitaban de un nuevo plan.

—     La gente de los alrededores ya debe saber que somos extranjeros y que estamos investigando, cualquier guía, aun de no ser falso, nos cobrará muchísimo, va a ser complicado encontrar a alguien.

Esas dificultades eran señaladas por otro joven de cabellos azules pero sus pupilas tenían el mismo tono, además de contar con esas cejas tan peculiares, se llamaba Camus de Acuario y estaba muy entusiasmado cuando partieron pero ese sentimiento había decaído a lo largo de la travesía ante tantos inconvenientes.

—     Ya estamos aquí, no podemos darnos por vencidos, hemos llegado muy lejos y al menos yo no quiero darme por vencido sin un intento más.

Las palabras que terminaban de escuchar eran de Shura de Capricornio, de cabellos negros y ojos glaucos, decidido y esmerado, pero hasta él notaba que las cosas no iban bien, después del fraude del mapa no quería rendirse pero estaba de acuerdo que si no avanzaban debían contemplar la idea de volver a sus hogares.

—     De acuerdo—decía Saga—Seguiremos delante de aquí a fin de mes pero si en ese plazo no encontramos siquiera una buena pista nos iremos.

Miró a sus compañeros esperando por una respuesta, los otros dos se miraron entre si y luego lo observaron a él, ya tenían su respuesta.

—     De acuerdo—dijo Shura.

—     Muy bien—afirmó Camus.

—     Entonces tenemos que encontrar lo primero que será un guía—continuaba el de Géminis—Y uno que sea bueno y no solo quiera estafarnos, este último del mapa nos vio la cara por completo.

—     Intentemos hacer unas averiguaciones y después veremos lo que pasa—sugería el de Acuario.

—     Bien, tal vez encontremos a alguien—terciaba el de Capricornio.

Siendo ese su plan de inmediato e dispusieron a llevarlo a cabo, aunque durante las horas siguientes no parecía que encontraran nada que diera resultado, no sabían de nadie que pudiera guiarlos por esos terrenos y los que podían o ya estaban trabajando para alguien más o se notaba que eran como aves de rapiña que solo ambicionaban una paga o alcanzar riquezas antiguas que robarían para vender a alguien más que les pagara lo que pidieran. La gente no parecía darse cuenta del daño que era hacer algo así pero tampoco los culpaban, muchos grupos que llegaban del extranjero era justamente lo que hacían. Aun así no se desanimaban sino que pensaban en continuar con su labor, habían pasado mucho tiempo acariciando ese sueño como para permitirse que se desvaneciera de semejante manera, no, no lo iban a permitir.

 

**********

 

Ya cansado, cerca del ocaso, el de cabellos azules y ojos verdes terminó sentado a la mesa de un establecimiento que vendía comida, ordenó algo de beber quedándose en su sitio, trataba de refrescarse pero el calor no cedía sin importar la hora del día que fuera, se aflojó la corbata que usaba y se pasó la mano por el cabello. Le llevaron su bebida y le dio apenas un trago cuando algo más ocurrió, un hombre desconocido fue a su mesa y le habló con amabilidad.

—     ¿Le molesta si me siento?

El de ojos verdes observó a quien le hablaba, se trataba de un hombre joven, debía ser unos años menor que él, de cabellos y ojos azules pálidos, vestía impecablemente pero a la usanza de esas tierras.

—     Todas las demás mesas están ocupadas—explicaba.

—     Claro, tome asiento—dijo con amabilidad el de Géminis.

—     Gracias, mi nombre es Tracio—se presentó.

—     Saga de Géminis.

—     No parece de aquí.

—     Me atrevo a decir que usted tampoco.

—     En realidad soy de Grecia.

—     Es una gran casualidad, yo también soy griego.

En poco tiempo estaban conversando, por lo que el de mirada glauca le contaba con un poco de tiempo que estaban explorando esas regiones, que sus amigos y él deseaban hacer un descubrimiento de esas tierras que tanto los habían enamorado a la distancia pero no se abstuvo de mencionar las dificultades que los habían sometido. El otro escuchaba atentamente y comenzó a contarle sobre esas tierras, la gente, los negocios, como tratar con los comerciantes, descubrir a un charlatán de quien no lo era, la forma de acercarse a las autoridades y no dejó de sorprenderlo cuando le describió a la perfección los caminos que los rodeaban.

—     Estás bien informado de todo lo que tiene que ver con estas regiones—decía animado Saga.

—     He vivido aquí por los últimos años—explicaba el otro—He aprendido del lugar y de la gente.

—     ¿Sabes que estoy pensando?

—     ¿Qué?

—     Que serías un buen guía.

—     ¿Yo?—preguntaba sorprendido el otro joven.

—     Por supuesto—aseguraba el de cabello azulado—Conoces bien este sitio y por lo que escucho amas a estas tierras, créeme que sería algo que agradeciéramos que nos apoyes.

—     ¿De verdad crees eso?

—     Por supuesto—afirmaba el de Géminis—Así que dime, ¿Qué te parece? Te pagaríamos bien.

El otro parecía pensarlo pero al final no le tomó mucho tiempo decidirse, así que lo miró de frente y se puso de pie.

—     Acepto Saga de Géminis.

—     Bienvenido—dijo el de mirada verde levantándose a su vez.

Se dieron un apretón de manos y con eso el trato quedó cerrado, estaban por seguir con su trabajo y contaban con un nuevo miembro para conseguirlo.

Cuando Saga presentó a su nuevo guía a sus amigos no tardaron en convencerse que el joven estaba bien informado y conocía a la región y a su gente, más interesante les pareció que aceptaba trabajar para ellos sin que le pagaran a menos que descubrieran algo importante, así que no hubo dinero de por medio desde el primer momento. También fue de llamar la atención que prometió llevarlos a un buen lugar del que se decía guardaba un templo, todo era muy prometedor para la expedición.

Siendo así a la mañana siguiente, cuando apenas se asomaba el sol, estaban en camino con trabajadores y equipo siguiendo la ruta de la que les hablaba Tracio, de hecho el camino fue entretenido pues el joven conocía infinidad de historias del lugar, solo se detuvieron cuando les mostró algo.

—     ¿Ven eso?—preguntaba señalando hacia el horizonte.

Los demás miraban pero no distinguían nada, solo arena y rocas, pero su guía se limitó a sonreírles y los hizo acercarse, quedaron de pie sobre las rocas y el otro joven griego los hizo poner atención, entonces se dieron cuenta que estaban de pie sobre rocas talladas, su posición era exactamente lo que parecía solo una piedra erosionada pero en realidad era un grabado.

—     Es un ala—dijo emocionado Shura reconociendo la forma.

—     Se  dice que era un templo—mencionaba el guía—Pero nadie ha logrado encontrar una entrada.

—     Nosotros lo haremos—afirmaba Camus.

Con esa seguridad y la alegría de una promesa a conseguir algo más, de inmediato se estableció un campamento y el trabajo, arduo y monótono, dio inicio, pues estaban convencidos de ir tras una pista interesante.

Estuvieron trabajando bajo los rayos del inclemente sol por los siguientes doce días sin que encontraran nada que fuera fructífero, pero a la mañana de la treceava jornada las cosas iban a cambiar.

Los amigos estaban juntos dando una vuelta, interrogando con la mirada a los trabajadores por cualquier cosa que encontraran pero no había nada, descubrieron grabador interesantes pero no estaban seguros de si se trataba de una construcción o un muro derruido, definitivamente no parecían avanzar.

—     Casi parece un callejón sin salida—decía Camus.

—     Algo debemos descubrir—mencionaba Shura.

—     Si pero tal vez sea momento de contemplar volver—comentaba con pesar Saga—Si esto sigue así no podremos…

De repente el de Géminis ya no iba caminando a su lado, sino que parecía haber sido tragado por el suelo bajo sus pies.

—     ¡Saga!—lo llamaron alarmados sus amigos.

—     ¡Estoy bien!—se escuchó que respondía en un grito— ¡Pero no van a creer lo que encontré!

Era difícil de creer pues estaba justamente en lo que parecía el descubrimiento que habían ido buscando.

Cuando lograron bajar con sogas llevaron lámparas que iluminaran todo, sin duda era una cámara, bien conservada, e intacta, lo que era más apreciado, sin embargo no terminaban de comprender lo que veían. Podían verse conforme avanzaban, a ambos lados de lo que semejaba una galería, las figuras emblemáticas de colores tan bien conservadas que se podría pensar que habían sido terminadas el día anterior. Los jeroglíficos se desenvolvían por encima de los frescos y se mostraban orgullosos de no ser leídos por cualquiera, se parecían más a un enigma.

—     Debe ser una tumba, vean los grabados en estas paredes—afirmaba el de Capricornio.

—     Pero estas inscripciones grabadas en los muros dicen que era parte de un templo—contraponía el de Acuario.

—     No lo entiendo—expresaba el de Géminis—Estos adornos son de una ceremonia nupcial, pero las dimensiones y las ofrendas son para un rito funerario, no tiene sentido.

—     ¿Qué tenemos entonces?—retomaba Shura—Estamos en una cámara nupcial que es una cámara funeraria de alguien que debió ser un príncipe y un sacerdote y uno de alto rango aunque se trataba de una persona joven.

—     Esto se complica a cada momento.

—     Y será más complicado—intervino Camus.

Sus compañeros lo miraron y el joven los guio a una inscripción en la parte alta de un muro, sabían leer los jeroglíficos por lo que no tardaron en ver lo que se conservaba en ese sitio, definitivamente se estaba haciendo más difícil saber con qué se habían encontrado en esas regiones.

—     ¿Era un faraón?—preguntaba Shura.

—     Tal vez—se animó a mencionar Saga—O tal vez era hijo de uno.

Nada parecía tener el sentido esperado en esos instantes, los datos grabados en las piedras eran una cosa, los adornos eran otra, las inscripciones daban otra información, necesitaban más tiempo para saber lo que ocurría ahí. Al encontrar lo que semejaba un sarcófago, pues no correspondía a ninguna forma registrada hasta ese momento, solo deseaban que hubiera respuestas. Como en ese instante no contaban con el equipo suficiente tendría que dejar la labor para después, por el momento era mejor descansar un poco, aunque no dejaban de pensar en lo grandioso que era lo que estaban observando.

—     ¿Fue interesante lo que encontraron?—preguntaba el joven guía.

—     Es un acertijo—dijo Saga.

Hasta ese momento así podían resumir las cosas, pero no tenía sentido, no lo tenía de ninguna manera, sobre todo porque no sabían siquiera quién estaba sepultado en ese lugar, una historia muy antigua que incluso parecía que el tiempo había olvidado quedó sellada en esa cámara que los fascinaba con su misterio.

 

**********

 

Muchos años atrás, cuando esa tierra no era antigua sino muy joven, alguien que también era muy joven pensaba que su vida era un sinsentido, sentado cerca de lo que era un sitio de reposo permitía a sus pensamientos viajar, aunque no era muy lejos, pues siempre tenían un fin muy determinado.  Sin embargo no podía hablar con nadie de ello, con un destino que parecía decidido y decidido por otros, que no por él, se esperaba solo un comportamiento y era el de obedecer sin cuestionar. Pero no resultaba tan sencillo, no cuando se trataba de un joven con ideas propias y además con sentimientos, pues sí, porque a pesar de todo tenía un corazón latiéndole en el pecho. Era por ese motivo que le dolía, no lo podía controlar, pero su vida había cambiado en ese tiempo y era por un motivo muy específico.

Se trataba de un muchacho joven, no llegaba a los veinte años, sus cabellos tenían un brillante color negro y sus ojos rasgados como los de uno de esos adorados felinos que andaban por el lugar eran de un profundo y destellante tono ambarino. Además de eso era un joven esbelto y elegante al caminar, con una excelente cultura y formación, había tenido la oportunidad de estudiar y de conocer, de convivir con personas de diversos sitios y ocupaciones, aunque su familia decidió que debía elegir un destino y lo eligieron por él. Se llamaba Pharaoh, y en ese momento se esperaba que terminara su preparación para convertirse en servidor de los templos, sería un sacerdote.

—     No es posible…no puedo hacerlo…—se decía con aflicción.

¿Por qué esa inquietud de su alma? Tomó su arpa de forma tan singular en un intento por concentrarse en algo más, pero hacía tiempo que no lograba hacerla cantar con la libertad con la que solía hacerlo, simplemente sus notas perdieron la alegría y una especie de vigor que solo podía escucharse en un momento en especial.

—     No puedo hacerlo—repitió.

El instrumento quedó a un lado, quedándose su joven dueño apoyando sus manos contra su rostro y los brazos en sus rodillas, estaba abatido, nada podría sacarlo de ese estado de desánimo continuo, su vida se había detenido y aunque lo deseara no era posible que eso cambiara. Tal vez su existencia se resumiera en… justo en ese momento se escuchaba a lo lejos una melodía, no sabía cómo pero la escuchaba claramente, de inmediato su rostro brillo de alegría y llevándose las manos sobre la boca como si deseara acallar su dicha respiró profundamente, ahí estaba de nuevo, lo sabía.

—     ¡Es él, es él!

No dejaba de decirlo con felicidad mientras tomaba su lira y se aproximaba corriendo al muro que rodeaba los jardines del templo, se alisó el cabello y sacudió su ropa, parecía un jovencito esperando una cita de amor y para él lo era. Con el corazón latiéndole con fuerza se dispuso a tocar, las notas salían hábilmente y con sencillez y en pocos momentos ya estaban los sonidos completamente acordes con los de la otra melodía lejana. Era como si pudiera comunicarse sin palabras con el otro músico, sus liras charlaban como ellos dos no podían y no porque el de mirada ámbar no lo deseara, pero estando en el templo cumpliendo con su formación no le era posible ir al lado de ese otro hombre como deseaba hacerlo.

Porque así era, toda su inquietud y angustia era de la misma fuente de felicidad y dicha: un hombre.

Aunque no cualquier hombre.

Cuando la música terminó acarició el muro como si fuera lo más cercano a ese joven que llenaba sus pensamientos desde que lo conociera, y murmuró lo que deseaba decirle aunque no se atreviera a hacerlo.

—     Te quiero—susurró— ¿Podrías quererme tú?

Era una cuestión complicada, siendo un joven hermoso de una familia con una posición elevada en la clase alta egipcia, educado y de talento musical incuestionable, no se podía esperar sino lo mejor para él. Si se sumaba que aparte de todo eso se preparaba para ser sacerdote cualquier idea sobre una relación con otro hombre quedaba descartada, pero aun siendo posible el dueño de sus afectos de ninguna manera era alguien que podría ser aceptado y eso por varios motivos pero uno era el principal.

—     Eres extranjero—continuaba en el mismo tono—Eres un esclavo, pero eso no me importa, quiero a tu música y te quiero a ti.

Había sido imposible sustraerse a esa presencia, había escuchado la melodía en una ocasión, del otro lado del templo pudo distinguir perfectamente la dulzura de una canción, y siguió el sonido sin perder un instante, hasta que alcanzó los jardines. A la distancia vio a varias personas que por diversos motivos pudieron asistir a una ceremonia en el templo pero a solas, como si buscara apartarse, distinguió a un joven que tocaba sin prestar atención a nada de lo que lo rodeaba. Se concentraba de tal manera en el sonido que lo hizo perder el aliento por primera vez, la segunda fue cuando distinguió su rostro, hermoso y masculino, y esos ojos que lo descubrieron sin dificultades y sin notar a nadie más, solo lo observaban a él.

El joven músico lo miró por un segundo, le hizo un breve saludo y siguió tocando, las notas eran más alegres, más animadas y se preguntó si era por haberlo visto, no estaba seguro; cuando la música cesó el otro muchacho notó que seguía ahí y se le acercó con pasos seguros, su mirada amable y quedó frente a él. Sintió como se ruborizaba y perdía la voz, casi temblaba, su corazón dio un vuelco y el músico hizo lo que iba a marcar todo el encuentro: le sonrió de manera luminosa.

—     Gracias por escucharme—le dijo.

Siguió su camino como si nada, sin darse cuenta que si no le había robado el corazón estaba muy cerca de hacerlo; desde entonces no hubo descanso ni reposo para el joven Pharaoh, quien no dejó de pensar en ese muchacho.

Con discreción hizo algunas averiguaciones pero no le dieron mucho aliento sus pesquisas,  pero igual nada pudo hacer con sus sentimientos.

—     Te llamas Orfeo—se dijo cuándo lo supo.

Es parte era sencilla, era un nombre hermoso como su dueño a su juicio, lo complicado era que se trataba de un esclavo griego.

—     Ni siquiera eres egipcio—se lamentaba.

Aunque nada de eso evitaba que pudiera escucharlo, que hiciera sonar su propia lira al ritmo de la del otro joven, comunicándole lo que sus palabras no podían expresar ¿lo escuchaba Orfeo? ¿Pensaba en él? ¿Sabía quién era? ¿Habría buscado averiguarlo? ¿Sufriría por saber que sus destinos no eran los mismos? No lo sabía y eso era doloroso, no saber si significaba algo para ese joven que parecía serlo todo para él.

Justo en ese instante vio acercarse a uno de los sirvientes del templo y supo que necesitaba regresar para cumplir con sus deberes, ni siquiera espero que le dijeran algo, se limitó a tomar el camino que había cruzado tantas veces, desde que comenzara su formación y le fue destinado un papel relevante entre los suyos pues los sacerdotes eran una clase elevada, pero aún entre ellos había quienes estaban en un sitio más relevante que otros. Conocía bien sus obligaciones y no le pesaba cumplirlas, pero imaginar siquiera que toda su vida sería así le encogía el corazón de manera dolorosa.

De acuerdo a sus creencias diversos dioses formaban todo lo que existía, lo que se veía y lo que no, dando un orden a lo que sucedía, por eso debía servírseles todos los días con diversos ritos, los más importantes los de los faraones quienes eran descendientes de los dioses sobre la tierra. Pero como no todos los rituales podían ser llevados a cabo por su señor necesitaba que los sacerdotes ejecutaran tales labores, los sacerdotes eran esos ayudantes que lograban que los rituales fueran completados en todo el reino. Pero eso era solamente una parte, los sacerdotes eran versados en diversos temas, como teología, medicina y astronomía, eran reputados conocedores del cielo y sus ciclos; sus bibliotecas eran de las mejores del mundo conocido, por lo que el conocimiento estaba en manos de esa clase dirigente por sí misma.

Su día daba inicio con el baño purificador de las mañanas, después debía formar parte de la procesión con los demás para llegar al centro del templo, siendo así que se despertaba al dios de ese santuario de la oscuridad.

—     Despierta gran señor, despierta en paz—rogaban.

De inmediato entregaban sus ofrendas de comida y bebida y cuando, de manera invisible, se habían alimentado los dioses se comían esos platillos entre los miembros del templo. Después de eso era una serie de celebraciones de diversos rituales y estudios, aunque también de algunos entretenimientos, como la danza y la música, en la cual el de cabellos negros destacaba por su habilidad y virtuosismo. Pero ya a esas alturas el joven de mirada de color de ámbar se había dado cuenta que las cosas no eran como antes, no podían serlo, pues hasta ese momento había aceptado con mansedumbre el destino impuesto por los suyos, y sin embargo la presencia de ese joven músico lo había revolucionado todo, al grado de no poder dejar de escuchar el canto de su corazón.

Podía pretender que hacía los rituales y las ofrendas pero en su interior no dejaba de pensar en él, se preguntaba por lo que estaría haciendo y lo que pensaba, incluso en aquello que soñaba y no podía dejarlo ir.

—     ¿Habrás pensado en mí como yo en ti?

No tenía respuesta para eso y no dejaba de ser un tanto triste que fuera de esa manera, pero no encontraba manera de dejar ir lo que se había apoderado de su alma.

 

**********

 

En los días siguientes, cuando estaba a mitad de uno de los servicios, Pharao veía como el incienso era encendido y su aromático humo se elevaba a las alturas, la mezcla era precisa y formaba pequeñas y delgadas volutas de un azul pálido que le hicieron pensar en ese músico de mirada azul intensa. Estaba tan distraído con esos pensamientos que ni siquiera se dio cuenta que un antiguo sirviente de su casa veía su desasosiego y no lograba a atinar la causa. Cuando se retiraron a sus habitaciones ayudó al  joven a cambiarse y a limpiarse un poco, dejándolo en su silencio pero no dejaba de tener el deseo de saber lo que estaba ocurriendo con el joven de los cabellos negros, pero no podía decir nada a menos que el joven hablara primero.

Se dedicaba a tratar ese negro cabello que brillaba sin necesidad de aceites, solo la juventud bastaba en esos instantes, ese muchacho era hermoso y parecía ni siquiera darse cuenta de ello, de cómo lo miraban los demás al pasar, para algunos era como una reluciente joya, para otros como un ramo de lotos abiertos, algunos más parecían congelarse ante su presencia, pero igual esa mirada de ámbar no percibía todo eso. Su flexible cuerpo tenía la elegancia de los gatos, adorados por su pueblo como dioses, sus modales tan naturales resultaban irreprochables, su vestimenta aunque fuera sencilla era una fina muestra de esas regiones. Y sin embargo ese joven no lo notaba, llevaba tiempo callado y meditabundo, sin confiarse a nadie, algo anidaba en él pero no podía saberse qué.

—     Puedes dejarme a solas—dijo finalmente Pharao cuando estaba cambiado.

—     La soledad atrae los pensamientos funestos—respondió el sirviente—Eres joven y cuentas con mucho de lo que los demás sueñan ¿Qué puede tenerte en la tristeza y la melancolía de esa manera?

Los labios del joven se movieron pero no salió ni una palabra al final, así que el otro continuó con su charla.

—     Eres joven amo—le repitió—Tu corazón puede abrirse y volar como Hor* en la bóveda celeste.

—     Mi corazón es guiado por Hut-Hor**—dijo en voz baja.

—     ¿Qué dices?

—     Nada—respondió en voz alta—Daré una vuelta.

—     Te seguiré.

—     No hace falta, puedo ir solo.

De verdad que era lo que quería pero el otro hombre, quien servía en su casa desde hacía muchos años pensaba que muy flacos serían sus servicios si no procuraba y cuidaba del ese muchacho destinado a ser de la respetada clase de los sacerdotes. Definitivamente su deber era el de hacer todo lo que estuviera a su alcance para protegerlo sin importar lo que ocurriera.

Pharao sabía que solo podía hacerlo de esa manera así que no se opuso más a ser seguido, además esperaba que el bullicio de las calles y el andar de la gente lo distrajera, por eso no aguardó para ponerse en camino. Fuera de los muros del templo la vista alcanzaba a la distancia, se veían los palacios, los colegios, las casa de la gente y las murallas de la ciudad, pero los ojos ámbar estaban tan acostumbrados a tal espectáculo que lo observaban todo sin mucha atención. Fue de esa manera al menos hasta que al pasar delante de una de las explanadas una imagen lo hizo sentirse vivo, no había otra manera de decirlo, pues ese hermoso joven negligentemente apoyado contra una columna dejaba pasar a la gente sin mirar a nadie en particular.

—     Estás aquí—se dijo.

Pero no sabía que hacer desde ese instante.

—     ¿Te encuentres bien amo?

El sirviente a su lado en poco tiempo lo distrajo pero el hombre se veía preocupado, su palidez, ese fulgor en los ojos, la manera en que su pecho subía y bajaba por la respiración agitada le parecían señales de que iba a perder el sentido de un momento a otro.

—     Estoy bien—dijo.

Cuando su mirada volvió al mismo sitio no pudo sino apenarse pues ya no estaba el dueño de su anhelo ahí, se había marchado, pero con el ardor de un corazón impulsivo se dijo que no podía permitirse perderlo de esa manera y por ello se dispuso a seguir el deseo que habitaba en su interior.

—     Creo que si me siento un poco débil—dijo el de mirada de ámbar—Tal vez si bebo algo me sentiré mejor.

—     Lo conseguiré amo.

Vio al hombre alejarse y apenas lo perdió de vista se dispuso a ir en busca de ese joven que lo era todo para él en ese instante, no estaba seguro de cómo iba a descubrirlo en ese mar de gente, pero si estaba seguro que su corazón lo guiaría sin dificultades. Por eso se lanzó a los caminos con el único deseo de volver a ver a ese joven de azules ojos, sin mirar nada en realidad, solo buscando entre todos los rostros una señal de ese joven al que amaba. El amor de los hijos del Nilo es distinto a los de otras regiones, tal vez sea el cálido sol o la ardorosa arena lo que los hace más apasionados, por eso el de cabellos negros no esperaba a que lo encontraran, prefirió aventurarse a ir en búsqueda de su afecto.

Anduvo largamente sin ver nada de lo que su corazón quería, casi hubiera cedido al desánimo y hubiera tomado el camino de regreso cuando el destino se presentó, ahora que el destino tiene diversas caras, pero cumple con sus designios. Fue así que el hermoso joven de mirada ámbar se sintió realmente cansado, pero anduvo horas sin parar, por eso cuando se vio cerca de lo que semejaba una humilde villa eligió pedir solo un poco de agua para refrescarse. Las horas de su alocado andar estaban cobrando su precio y se sintió mareado, alcanzó a distinguir la humilde puerta y llamó con debilidad, aguardando. Un fuerte vértigo lo poseyó, logró sujetarse del dintel de madera, pensó en llamar una segunda vez pero la debilidad se lo impidió; no hizo falta de todas maneras.

La puerta se abrió.

—     Por favor…—pidió con humilde debilidad—Solo un poco de agua…

Elevó su mirada ambarina y se encontró ante ese rostro de perfectas dimensiones, más deslumbrante en su masculinidad que ninguna alhaja y perfecto en todas sus formas, era él y estaban uno ante el otro.

—     Entra sin temor y acepta la hospitalidad de mi casa—le dijo.

Fue así que Orfeo y Pharao pudieron volver a  verse.

 

**********

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

Solo por comentar:

*Es el dios Horus, Horus, "el elevado", que era el dios celeste en la mitología egipcia, tenía cuerpo de hombre pero cabeza de halcón y a veces se le representa como un halcón simplemente. Era el dios del cielo, de la guerra y de la caza; su nombre egipcio era Hor.

**Es la diosa Hathor, diosa del amor, de la alegría, la danza y las artes musicales en la mitología egipcia. Su nombre significa "El templo de Horus" o "La morada de Horus", para identificarla como madre del mismo y, a veces, su esposa; su nombre egipcio era Hut-Hor.

Que este nuevo año sea de lo mejor para ustedes.

Nos leemos, si nada sucede, la semana entrante.

Atte. Zion no Bara

 


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