Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Obediencia por zion no bara

[Reviews - 4]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Fic dedicado a Camilita4045 quien me sugirió usar de nuevo a la pareja en una trama cortita, espero que sea de tu agrado, porque de verdad es cortita.

También espero que les guste a quienes sean tan amables de leer.

 

Notas del capitulo:

Es un fic corto, pero me gustó hacerlo.

 

 

 

Radamanthys debía permanecer de pie, como estatua rígidamente aguardando, aunque no estaba convencido de lo que lo había llevado a semejante situación, no era fácil de comprender y sinceramente dudaba que alguien pudiera explicarse lo que había sucedido. La oscuridad que lo rodeaba no era inusual, el Inframundo era un sitio en que la luz no era lo usual, su fuerte cuerpo bien marcado, los cabellos y ojos dorados que brillaban se mantenían en su sitio, su ropa igualmente oscura parecía confundirse con los alrededores. Pero era el sitio que había elegido él, ante lo cual no podía sino obedecer, lo que resultaba muy extraño cuando solo el señor Hades podría ordenarle algo que obedecería sin pensarlo ni protestar.

Pero apareció él y todo se puso de cabeza.

No terminaba de creer que estaba en semejante situación, no comprendía el porqué estaba en ese sitio, ni siquiera sabía por qué no encontraba la voluntad de rebelarse ante semejante comportamiento, sencillamente estaba ahí, aguardando por él, esperando y sabía bien que lo haría.

—     Si no llega en cinco minutos me iré—se dijo.

Pero suspiró, sabía bien que no lo haría, se quedaría ahí aguardando a que llegara, sin moverse, no era capaz de hacerlo ya, y todo eso era extraño pues no era un tipo de hombre que se sometiera de semejante manera; una cosa era servir a Hades quien era un dios, pero lo de él resultaba tan distinto. Como juez de los espectros y uno de los servidores más cercanos del señor del Inframundo no tenía por costumbre más que gobernar, ser obedecido, no encontrar resistencia de ninguna manera a sus designios, todo acorde al sitio que ocupaba en esos territorios. Su cargo y el lugar en el que lo ejercía no admitían insubordinaciones ni dulces palabras de comprensión, nada de eso, se debía ser rígido y sin tolerar fallos, nada de sentimentalismos y sobre todo no había más que un camino, ganar siempre pues fallar era una sentencia de muerte.

Miraba alrededor, nadie se acercaba, seguía solo en ese sitio, miraba con inquietud alrededor, terminó mirando un banco de piedra pulida y se sentó intentando esperar con algo de calma, pero no era posible, todo su ser estaba sumamente inquieto por aguardar. Al permanecer tan quieto sus pensamientos fueron hacia otra parte de su existencia que era muy importante, su batalla contra Atenea y el Santuario ¿Por qué las cosas salieron de esa manera? Todo lo que recordaba de sí mismo era estar al servicio de Hades, ser un juez, imponerse por la fuerza ante los espectros y acabar con sus enemigos, que bien mirado ni siquiera eran suyos en realidad, pero estaban en el camino de las metas que debía ayudar a cumplir y por lo tanto debían desaparecer. Era tan extraño eso, por una parte debía ser obedecido y por la otra tenía que obedecer, si tan solo….escuchó un leve ruido ¿sería él? su corazón dio un salto pero resultó no ser nada, tenía que seguir aguardando.

Pensó un poco más en su situación como un juez, nada de lo ocurrido lo cambiaría, bueno, tal vez lo de perder ante el Santuario, peor aún, perder ante esos caballeritos de bronce que los desafiaban con semejante arrogancia, porque una cosa era enfrentarse a todo un caballero dorado, uno de los poderosos guardianes de los templos del Santuario de la diosa Atenea y otra pelear con esos muchachillos que, aunque no quisiera reconocerlo, tenían muchas agallas. Pero incluso eso había pasado y a ellos como espectros les tocaba seguir con algún tipo de existencia, de alguna manera y con un señor como Hades eso era del tipo Arréglenselas como puedan, no había otra forma. Así que solo les quedaba seguir adelante, era como juntar pedacitos muy pequeños y pretender armar de nuevo una vasija, tan solo hay que intentarlo una vez para saber que aún de lograrlo la vasija no será la misma de nuevo.

Respiró profundo, necesitaba saber que todo iría bien, que lo que iba a saber valía la pena ¿lo valía? ¿Tenía sentido? Tuvo que cambiar de posición en el lugar en el que estaba sentado, de pronto se sentía incómodo, casi bufó de enojo al ver el camino vacío ¿para qué estaba ahí a final de cuentas? ¿Es que nunca iba a llegar? Y de pronto esa idea hizo que le temblara el estómago ¿Qué tal si no llegaba? No, no podía hacerle eso, tenía que ir, tenía que estar ante él de nuevo y hacer…lo que le había dicho que tenía que hacer; sus ojos dorados se cercioraron de llevar lo que le indicó, no podía fallarle, casi suspiró de alivio, ahí estaba todo, no olvidó nada. De pronto tuvo una sensación de vergüenza por lo que estaba haciendo, por someterse de esa manera, y sin embargo no encontraba la manera de liberarse de lo que había aceptado tiempo atrás, aunque no desde el primer momento por supuesto.

Tenían que seguir en el Inframundo ¿a dónde más sino podrían ir? ¿Qué otro camino tenían? ¿Qué más iban a hacer? ¿Acaso podían salir al mundo y decir ya no soy un espectro, soy alguien más? No y se engañaba quien creyera lo contrario, su mundo era esa oscuridad y frío, no tenían otro y se quedarían en él y por eso continuarían sirviendo a Hades sin importar que los llevara a una nueva derrota. Necesitaban volver a poner en pie no solo a su reino, también a ellos mismos, recordar su orgullo y quienes eran y lo habían logrado o al menos aparentaban que así era, no necesitaban cuestionarse si era la verdad o no. Por tener que ser uno de los líderes en esa labor fue justamente que volvió a estar cerca de sus compañeros jueces, Aiocos de Garuda y Minos de Grifo, no los llamaba amigos ni nada parecido porque la verdad no lo eran, se trataba de tres hombres que cumplían son una función y nada más.

Pero el estar de vuelta en el Inframundo los hizo verse de otra manera, definitivamente necesitaba reconocer que quien se dio cuenta de lo importante que resultaba que esa situación cambiara había sido Aiocos. El juez de Garuda fue quien realizó los primeros y más duros esfuerzos para lograr que se aliaran, cuando no lo lograba ponía mala cara y se iba. Al menos fue así hasta aquel día que se hartó, se le paró enfrente y le grito que con esa actitud solo corrían a una nueva derrota, que los de Atenas ganaron no por ser más fuertes sino por estar más unidos, mientras que ellos no eran capaces de hacerlo. Tal vez fueron los gritos, tal vez porque le concedió que era cierto o por lo que  fuera pero su actitud fue cambiando poco a poco entre ellos como jueces y con los demás espectros. Y las cosas cambiaron, para mejor en verdad, todo se iba equilibrando lentamente y estaban casi bien en esos momentos, o al menos no tan mal como al inicio de todo ese nuevo mundo.

Justamente por eso fue que pudo estar más cerca de Minos de Grifo.

En un principio no había querido aceptar que sentía algo por Minos, ese hermoso hombre de ojos dorados y cabellos de plata con figura flexible y cuerpo que hacía soñar, justamente por notar todo eso era que en un principio se comportó como un imbécil con él. Cuando hablaban le decía varias impertinencias y lo ignoraba pero no se podía sacar de la mente  a ese chico tan bello, así que lo encasilló todo como una cuestión de deseo, le gustaba el de Grifo y estaba convencido que en cuanto fuera suyo todo acabaría. Y lo fue. Una noche solo entró a su habitación, sin juegos ni preámbulos fue hacia él y lo besó con fuerza en el cuello (no le gustaban los besos en la boca), Minos no se opuso, solo se rio, tuvieron muy buen sexo pero apenas acabó se levantó y de marchó.

Debía ser todo…pero no lo fue.

Pasaba el tiempo después de esa noche y apenas sin darse cuenta ya estaba como sombra tras el de Grifo, lo veía, lo buscaba, lo seguía y no toleraba que fuera así pero no tenía fuerza para terminarlo. Fue de esa manera hasta que en una ocasión lo siguió, lo vio irse con Plegyas de Licaon, en uno de tantos huecos del Inframundo se metieron para no ser vistos pero no tardó en adivinar que sostenían algún tipo de encuentro sexual, se escuchaban los gemidos del otro y no tardó mucho en acabar. Vio con sus ojos dorados que el de Licaon se alejaba y unos momentos después apareció el de Grifo acomodándose el cabello, sin más fue hacia él, lo tomó por el brazo  y lo cuestionó sin aguardar ¿Qué estaba haciendo? Y la respuesta que obtuvo fue que Lo que quería. Tuvo que alejarse un poco para no oler ese aliento con el semen de otro. Fue en ese momento que Minos le hizo la pregunta que lo iba a cambiar todo.

—     ¿Qué es lo que quieres Radamanthys?

—     No lo sé—tuvo que admitir.

El de cabellos de plata lo miró con calma y le dijo que se fuera a su habitación, tuvo el impulso de besarlo pero ambos intuyeron que en ese preciso momento no sería agradable. Te alcanzo luego, le dijo y obediente se fue a su habitación. Se quedó en el interior por las horas siguientes esperándolo, sentía algo de sueño cuando ya era tarde pero luchaba por no darse por vencido y fue entonces cuando la puerta se abrió y lo vio llegar. Sin palabras fue a su lado, se recostó en la cama, lo hizo acurrucarse con él y sin más se durmieron pues fue todo lo que hicieron esa noche, aunque tan solo estaba por empezar algo nuevo. A partir de ese momento Minos era quien decía el cómo y el cuándo de su relación y a los intentos de Radamanthys de imponerse solo sonreía pero aunque no lo dijeran era el de Grifo quien mandaba y el de Wyvern obedecía, pronto fue algo que ambos aceptaron con total naturalidad.

Y ahora Minos decía que era momento de comprometerse y el de cabellos dorados no iba a negarse a obedecerlo sin protestar, haría lo que quería y cómo lo quería, porque en verdad deseaba hacerlo, eso era cierto.

Por eso estaba ahí, esperando, tan solo aguardando porque el otro joven apareciera finalmente, no comprendía porqué tardaba, solo sabía que tenía que estar ahí y aguardar porque llegara, aunque fuera toda una vida.

Justo en ese instante escuchó algo, eran pasos, y lo vio ir justo hacia donde estaba él, su elegante manera de caminar, la forma en que su largo cabello danzaba alrededor, sus ojos brillantes, y se estaba acercando como si nada. Por unos instantes el de Wyvern sintió que se quedaba sin respirar, como si su corazón se saltara un par de latidos, hasta que el joven juez quedó a un par de pasos, lo cual lo hizo ponerse de pie en un segundo, el otro se limitó a sonreír con tranquilidad, como si fuera un encuentro cualquiera entre los dos.

—     Hola Radamanthys—lo saludó.

—     Hola—logró decir de forma extraña.

—     ¿Me esperaste mucho tiempo?

—     No, apenas había llegado.

Apenas lo dijo le pareció una idiotez pero ya no importaba.

—     Qué bueno que me pediste que nos viéramos aquí, es tan tranquilo—continuaba el de Grifo.

No dijo ni la menor excusa por su retraso ni parecía tener la intención de hacerlo, tan solo lo miraba como si estuviera esperando algo y supo que le tocaba seguir con esa escena que le correspondía interpretar. 

—     Toma—dijo.

Con algo de torpeza le extendió un hermoso ramo de lirios de agua en color plateado que no fue nada fácil de conseguir.

—     Son muy lindas Radamanthys, no tenías que darme algo así.

¿Qué no tenía que hacerlo? Pero si le había dejado muy en claro lo que quería y necesitaba darle y las flores no eran todo.

—     Este regalo es para ti—agregó.

Con esas palabras le extendió una elegante caja de chocolates rellenos de licor.

—     Me encantan, gracias Radamanthys, no esperaba que lo supieras.

El de una sola ceja supo que necesitaba seguirle el juego, claro que lo sabía, se lo dejó muy en claro, como lo de las flores.

—     Tengo algo que decirte Minos.

—     ¿Es algo grave? Te ves muy serio.

¿Cómo podía poner esa cara de asombro cuando sabía bien lo que le iba a decir?

—     Minos, yo…

Pero el de Grifo le lanzó una mirada acusadora, como si hubiera hecho algo reprobable, y recordó que era otra cosa la que necesitaba hacer, según sus instrucciones necesitaba poner una rodilla en tierra y así lo hizo.

—     Minos—dijo tomando su mano suavemente entre las suyas—Lo que quiero decirte Minos es que te amo, te amo con todo mí ser y lo que más deseo en este mundo es que nos casemos y vivamos felices para siempre.

—     Radamanthys—dijo con cara de sorpresa.

No dejó de observarlo, con esa expresión suave y brillante en su rostro, siempre sería tan hermoso que lo dejaba sin respirar, tenía un poder sobre él, no lograba explicárselo, era intenso, lo sometía y lo llenaba, lo hacía fuerte y débil, atrevido y cobarde, no lograba explicárselo pero así era. Aguardaba sin moverse de la posición en la que estaba pues era el momento para el otro de responder.

—     Esto es algo importante Radamanthys—decía pensativo—Es necesario darle algo de tiempo.

¿Tiempo? ¿De qué diablos hablaba? Le dijo que necesitaba llevarle flores y chocolates, hincar una rodilla en tierra y pedirle matrimonio ¿y ahora tenían que pensarlo con calma? ¿O era que acaso se estaba arrepintiendo? No podía ser así, no podía dejarlo después de todo lo que había vivido a su lado.

—     No, no tengo que pensarlo—dijo Minos con  dulzura—Acepto, quiero casarme contigo.

El de cabellos dorados no se movía de su sitio, sentía que le dolía el pecho pero no de forma desagradable, era de otra manera, una que ni siquiera lo dejaba respirar, no lo supo de inmediato pero estaba completa y absolutamente feliz, muy feliz, porque el ahombre al que amaba deseaba estar por siempre con él.

 

**********

 

Se miraron a los ojos, fue un instante especial pues sus pupilas doradas destellaron de manera distinta, el de Grifo con seguridad mientras que las de Wyvern con cierta ansiedad, del tipo de quien no sabe lo que va a suceder con su vida en el momento siguiente. Notando que era de esa forma, el de cabellos color plata decidió que no tenía sentido esperar, ese hombre era suyo y ahora lo sabía, no quedaba espacio para la indecisión ni las dudas, ya no tenían tiempo para jugar esos juegos estúpidos como unos críos, tenían que seguir con su vida. Claro que eso era bastante fácil de pensar pero llevarlo a cabo requería de más tiempo, aunque cualquier viaje, por prolongado que sea, inicia con un  paso, o al menos eso había leído alguna vez, siendo así daría el paso…de nuevo, o al menos ahora sería un paso en terreno firme, muy firme.

Fue Minos quien se acercó a Radamanthys, acariciando su rostro, para después acercarse y unir sus labios en un beso, ese primer contacto fue con los labios cerrados, bastante casto en comparación a muchos otros que habían compartido, pero al ser el primero fue el que abrió el camino a algo más. En unos instantes ya estaba el de cabellos dorados buscando más y correspondiendo a los besos que le daban, con sus labios cálidos dejando que la cercanía los guiara, que fueran sus mismos deseos los que dijeran qué querían hacer, de hecho lo hacían muy bien. Tal vez por ser el inicio no hubo mucho más que besos en un primer momento pero ambos sabían que no era posible quedarse de esa manera, necesitaban de más y con velocidad, se conocían lo suficiente para saberlo. De nuevo, fue el de Grifo quien tomó la iniciativa pues con sus manos acariciaba ese fuerte cuerpo que le gustaba tanto, permitiéndose explorarlo con deleite, queriendo más de él y su compañero no tardó en saber que estaba completamente de acuerdo con eso.

No pasó mucho tiempo para que los dos hombres que se gustaban y necesitaban dieran paso a más entre los dos, habían recorrido ese camino antes, dejándose llevar por la pasión y el deseo, era similar en ese instante, aunque aparte de esas sensaciones anteriores había algo más, ahora también estaban seguros que habían sentimientos. No es tan sencillo seguir con ese conocimiento pero estaban dispuestos a hacerle frente, con todo el ardor de su masculina juventud se entregarían a  esa emoción, ese sentimiento, ese todo que se les presentaba como un hombre que los quería en su vida. El de cabellos de color de plata no dejaba de acariciar a su compañero de Wyvern, pero no quería solo esas caricias, necesitaba de más de él, y siendo así no aguardó para acercar su boca a ese cuello masculino y besarlo con intensidad, tal vez dejaría una marca rojiza, pero sin duda lo que más buscaba era ese sensible espacio de piel que sabía encendía a su amante.

Bastaron unos momentos para que las manos del de Grifo se mostraran tan hábiles y diestras como siempre, despojando lentamente al de cabellos dorados de las telas que lo cubrían, desabrochando la camisa, bajando la cremallera de un solo movimiento, bajando esos pantalones entallados por los fuertes muslos y ayudando al otro hombre a separarse de las zapatillas y las medias. No pasó mucho tiempo para que el de Wyvern quedara solamente en ropa interior, por lo que el de cabellos plateados hizo una labor semejante consigo mismo, quedando en igualdad de vestimenta, o sea con muy poca ropa, pero a los dos les gustaba y excitaba sentirse así, ansiosos por el cuerpo del otro espectro que los llenaba de sensaciones intensas. La mano derecha de Minos se mostró más traviesa pues mientras su dueño besaba de nuevo esos tersos labios, comenzó a acariciar por encima de la tela restante, gozando por como ese miembro comenzaba a elevarse bajo el encanto de sus atenciones.

Ser acariciado no era algo usual para el de Wyvern, tal vez por eso disfrutaba tanto cuando el de Grifo lo hacía, movía sus caderas para hacerle saber al otro que le gustaba, buscando más de su contacto pero no era suficiente con eso, quería más, y para hacérselo saber sus manos llegaron al lindo y redondo trasero de su compañero y lo estrujó con deseo. No era poco algo así, Minos gimió contra los labios que lo besaban, levantando su pierna por el muslo del rubio, acariciándolo con necesidad, sin separarse ni un centímetro de ese varonil cuerpo que lo encendía. Sintiéndolo tan dispuesto como él estaba, Radamanthys apretó con más fuerza esas firmes nalgas, para después meter sus manos por debajo de la suave tela y las sujetó mientras respiraba de forma entrecortada, bastante excitado.

Para Minos todo eso fue como una llamada de atención, por lo que se dispuso a poner un poco de distancia entre ambos, los dorados ojos de su compañero lo miraron interrogante, cómo si esperara por una explicación, aunque no aguardó demasiado ya que el de cabellos plateados se quitó de un par de movimientos la ropa interior y un instante después estaba de rodillas ante él, acariciándolo primero notando la humedad que se dibujaba en su propia ropa. Sus ojos se encontraron por unos instantes, sin embargo el de Grifo no esperó para usar ambas manos y comenzar a retirar la prenda que liberó al erguido miembro del rubio, bastante listo para más en esos instantes. En un primer momento solo fue una de esas lindas manos la que lo acariciaba, después unos dedos jugueteaban con la punta, volvió a ser toda la mano que aprisionaba la base, el pulgar estimulaba el frenillo, luego tiraba suavemente de los testículos, hasta que sus ojos decían que ya no querían solo caricias de ese tipo.

Radamanthys vio como Minos se acomodaba de rodillas ante él, una posición sumisa y suplicante casi, pero no era el de Grifo quien estaba por implorar, era él quien ya no resistía que ese hermoso hombre no lo tocara y lo llevara a la culminación. Como si entendiera ese silencioso mensaje, el de largos cabellos platinados se mostraba dispuesto, con sus dedos solamente sujetó suavemente el sexo que estaba excitado y comenzó a guiarlo hacia arriba, besándolo con fervor por todo lo largo, por la base, por la corona, combinando besos a cada segundo, hasta que su boca eligió hacerse presente. Una serie de besos húmedos cubrieron el miembro rígido del de cabellos rubios, eran suaves en la cabeza pero marcados por el tronco, veloces, vivaces, logrando que el que estaba de pie acariciara ese sedoso cabello con suavidad.

Unos momentos más del mismo trato y para el de Grifo no fue bastante, quería probar al de cabellos dorados, comenzó a tomar todo cuanto pudo de ese turgente sexo en su interior, guiándolo sin prisas al probarlo, utilizando su lengua al mismo tiempo como si aleteara alrededor mientras los labios presionaban con ritmo. El de Wyvern gemía de manera ahogada, acariciaba ese largo cabello mientras lograba admirar una parte de lo que era ese hombre de rodillas ante él, complaciéndolo de manera tan erótica. Las manos del que estaba de rodillas no se estuvieron quietas, pues de estar en las caderas del que estaba en pie, pasaron hacia atrás, frotando esas masculinas nalgas y con uno de sus dedos tocando levemente la entrada al placer pero solo lo suficiente para ser una caricia, nada más, hasta que su sexo ya estaba completamente elevado por el deseo.

De un solo movimiento decidido, utilizando sus dos manos, Radamanthys hizo que el de cabellos como la plata se separara de su labor, sus miradas se volvieron a encontrar, brillantes y deseosas, una de esas manos fue a la tersa mejilla con ternura, algo no muy usual para ellos definitivamente, era algo casi tierno.

—     Minos—pronunció.

Sin dejar de mirarlo directamente a los ojos, el de Grifo se puso de pie, quedando muy cerca, haciendo que el calor de sus cuerpos se combinara hasta encenderse como una hoguera, los mismos labios que probaran el turgente sexo del rubio ahora se ocupaban de besar el cuello, el pecho y el abdomen de ese hombre que lo encendía con sensualidad. El de Wyvern no dudó en acariciar con deseo ese sensual cuerpo, llenándose de su aroma como si lo embriagara, tocando todo lo que estaba  a su alcance con necesidad, enredándose los dos como serpientes en su urgencia por el otro. Pero ya el de cabellos plateados se disponía a más y para eso miró a su amante a los ojos, indicándole que esperaba que se hiciera cargo, lo cual el otro comprendió de inmediato por lo que se dispuso a tomar el asunto en sus manos.

Ciertamente uso sus manos pues levantó al encantador chico de los cabellos plateados contra su cuerpo y lo guio hacia un banco de piedra lisa que estaba cercano, lo ayudó a acomodarse haciendo que sus bien torneados muslos quedaran elevados por encima de sus fuertes hombros y dejando expuesta su masculina entrada que se dispuso a preparar de inmediato. Con sus dedos separaba lo más que podía las blancas nalgas a su alcance para de inmediato usar su lengua en el sensible anillo, buscando cubrirlo lo mejor posible con su saliva, haciendo más sencillo dilatar el camino. Cuando lograba avanzar un poco usaba también sus dedos, disponiéndose a separar sus paredes íntimas, no solo le gustaba prepararlo para entrar en él, de verdad disfrutaba sentirlo, escucharlo gemir, saber que era él quien provocaba que llegara a ese estado de ansiedad por lograr la plena unión de sus cuerpos.

Guiado por el deseo Radamanthys supo que ese encantador y flexible cuerpo estaba listo, de hecho los dos hombres lo sabían, por eso el rubio acariciaba esa suave entrada con calma, como si buscara terminar de convencerse de algo, pero no pasó mucho para que supiera que era real cuando esas mismas piernas que estaban en sus hombros se separaron para rodearlo por la cintura mientras su dueño sonreía. No fue necesario mucho tiempo pues se conocían bien, así que con seguridad el de cabellos dorados enfiló su turgente sexo a la masculina entrada, aseguró su entrada y de manera decidida comenzó a empujar, suaves movimientos al inicio, más fuertes después, hasta que estaba en ese tibio receptáculo que lo estrujaba de forma deliciosa. No fue necesario de nada más para que se entregaran a la pasión, sus cuerpos comenzaron a buscarse y a unirse, dejando que toda acción fuera gobernada por las sensaciones placenteras que habían despertado y solo se hacían más intensas.

Radamanthys sujetaba con sus varoniles manos de forma segura esas afiladas caderas de su amante, logrando un tipo de equilibrio que le era necesario para embestirlo con necesidad, le gustaba estar dentro de ese hombre, era como un alivio más allá de lo sexual, le daba placer, satisfacción, alegría, dicha, la sensación de no estar solo, de ser parte de algo que en verdad importaba. Por su parte Minos movía sus caderas al ritmo de las embestidas de su compañero, guiándolo a su interior, apretando los dedos de sus pies por las sensaciones, gemía de forma abierta, diciendo ese nombre que parecía serlo todo entre sus labios, disfrutando del sexo que tan bien sabían crear entre los dos. El de Wyvern no lo soltaba, no lo dejaba ir, y por eso fue un movimiento muy hábil cuando lo sujetó y lo hizo dar la vuelta, quedando el de cabellos plateados encima del rubio, uno sentado y el otro montándolo, dejándose llevar entre sensuales movimientos y apasionados gemidos.

Siendo sinceros a ambos les gustaba hacer el amor aunque sabían que el clímax estaba muy cerca, así que era mejor aprovechar mientras fuera posible, siendo así sus labios volvieron a encontrarse con fogosidad, compartiendo besos profundos, uniendo sus lenguas, dejando que sus salivas se mezclaran mientras intentaban no enloquecer por el ritmo frenético de sus pelvis que solo buscaban sentirse y sentirse hasta que no pudieran más. Sintiendo como sus músculos se ponían rígidos y sus ingles se llenaban, Minos llevó su mano directamente sobre la corona de su sexo para comenzar a frotarla con velocidad, disfrutando aún más de estar con el rubio, tomando ese rígido miembro por completo en su interior. Sintió como encontraba el ángulo indicado y su próstata era masajeada a cada embate, provocando ondas de placer por todo su cuerpo, el de Wyvern no dejaba de moverse y lo besaba por todo el cuerpo a su alcance, sin dejar de acariciarlo y estrecharlo contra sí mismo. Como si los fueran cercando el placer los llenaba, agitando su respiración, provocando que tuvieran menos control de sí mismos, se llamaban de forma ahogada hasta que parecían temblar con fuerza y el orgasmo se hizo presente al mismo tiempo, con sus simientes derramándose de distinta manera en el cuerpo de su amante.

 

**********

 

Ahora que se había declarado a su compañero Radamanthys se sentía libre, por eso al sostener a ese hermoso hombre entre sus brazos no dejaba de susurrarle lo que sentía al oído.

—     Te amo, te amo, te amo…

Era cierto, lo que más deseaba era unir su vida a la del de Grifo, jamás pensó que tendría algo semejante y menos de esa manera, pero ya que lo había hecho estaba completamente feliz porque fuera así, por saber que ese maravilloso chico estaba entre sus brazos solamente.

—     Yo también te amo Radamanthys.

Esas palabras lo hicieron conmoverse hasta lo más profundo, por alguna razón no las esperaba, saber que aún en un sitio como ese, el Inframundo, aún alguien como él que era un juez sin misericordia entre los espectros, podía vivir el amor de un hombre maravilloso, parecía casi un milagro. Lo estrechó con un poco más de fuerza, pero el otro tenía algo más que decir.

—     ¿No me darás las gracias?—le preguntó como una orden.

—     Gracias—respondió.

Si, así era, con toda su fuerza y orgullo no dejaba de doblegarse a lo que el hombre que amaba dijera y quisiera de él, no le importaba lo que los demás pudieran pensar o decir de ello, estaba feliz por primera vez en su vida; por lo tanto sería dócil y no dejaría de mostrar al hombre que amaba su obediencia.

 

**********

 

 

FIN

 

 

Notas finales:

Espero que les gustara.

Si nada sucede nos leemos la semana que entra.

Atte. Zion no Bara

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).