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Potrillo por zion no bara

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Notas del fanfic:

 

Fic dedicado a Gcnovas, quien me sugirió a la pareja, perdona por la tardanza, espero que te guste.

 

Notas del capitulo:

Es la primera parte, deseo que sea de su agrado.

 

 

Capítulo I

 

Vivir con los Aries era un sueño, hasta que vivías con ellos, al menos así era para el pequeño Seiya.

Seiya era un niño especial de muchas maneras, su padre siempre lo veía como una mezcla de angelito y diablillo por igual, aunque a veces uno dominaba sobre el otro; para el resto de la familia Aries se trataba de una criatura que no sabía comportarse, atrabancada, testaruda, irresponsable, rebelde y sin el menor sentido del deber hacia su familia. La verdad era que el pequeño de cabellos y ojos castaños no le agradaba a su parentela, pero, por otro lado, a él tampoco le gustaba mucho la familia de su padre, así que estaban plenamente correspondidos sus sentimientos.

No todo era malo con Seiya, para otros que lo conocían, por ejemplo la servidumbre, se trataba de un niñito alegre, lleno de vida, muy vital y nada parecido a los Aries, no en lo físico ni en el carácter; el problema era cuando esas diferencias se hacían presentes y con el tiempo eso era cada vez más frecuente. Su padre, el joven Mu de Aries, una criatura dulce, delicada y gentil estaba siempre de su parte pero no siempre era capaz de evitar los encuentros con sus parientes que parecían señalar a su pequeño siempre y más que nada que le hacían sentir que no lo consideraban uno de ellos.

—     Mi pequeño—lo llamaba su padre.

—     Mientras tú me quieras no me importa el resto—decía el niño.

La relación entre padre e hijo era cercana e intensa, aunque con un trecho que jamás habían pasado, hasta ese momento al menos: su otro padre. Una figura ausente en la vida de ambos y la familia Aries no ayudaba en nada a que esa situación fuera a cambiar.

—     Mira papá—le decía sonriente el niño—Te traje flores.

—     Muchas gracias mi pequeño—decía sonriendo Mu.

A Seiya nada parecía hacerlo más feliz que ver sonreír a su padre, tal vez porque era la única persona que lograba hacerlo en toda esa enorme casa que era Lemuria, la propiedad de la importante familia Aries.

—     ¿Ya sabes lo que hizo el muchachillo ese?—decía casi indignado Shion—Arrancó las flores del jardín.

—     Seiya me hizo un obsequio Shion, no tienes que enfadarte así por eso.

—     El jardín no es para que ande arrancando flores a capricho.

—     Hablaré con él, no volverá a pasar.

Seiya, con sus castaños ojos atentos a toda la escena se limitó a mostrarse indiferente, su tío Shion era un antipático para él, siempre enojándose de lo que hacía, las flores no las había arrancado, le dijo al jardinero que quería unas flores para su papá y el señor amablemente respondió que tomara las que quisiera. Pero Shion se dio cuenta y siempre tenía que armar jaleo por todo lo que él hacía, así era la familia de su padre, llena de críticas para él y elogios para su primo, aunque no los mereciera.

—     No tomes las flores de nuevo Seiya—le pidió su padre.

—     Quería darte flores papá—respondió.

—     Prefiero tus abrazos.

Con eso estrechó con cariño a su hijo, lo adoraba, sin importar lo que sucediera en su vida quería con todo su ser a su pequeño.

—     Es por consentirlo tanto que el muchachillo ese es como es—dictaminaba Hakurei.

—     Por favor papá—le pedía Mu—Seiya es un niño.

—     Es un mal portado insolente.

Seiya lo escuchaba todo, sería un niño ese pequeño de ojos pardos y cabellos castaños, pero no era nada tonto, se daba cuenta de lo que ocurría, sobre todo de esa especie de animosidad de parte de la familia Aries, desde el abuelo Hakurei, pasando por los tíos Shion, Gateguard, Avenir y la tía Yuzuriha, e incluyendo a su primo Kiki. No había tardado en darse por enterado con sus pocos años que él no era para nada como un Aries, todos ellos eran de cabellos claros, en comparación a sus cabellos como el chocolate, que tenían un cierto aspecto más suave en la expresión de sus rostros, además de la evidente diferencia de sus cejas, él tenía, los demás de la familia no, las sustituían por esos puntos en sus frentes que se veían desde el primer momento.

Su vida pudo seguir siendo de esa forma, con esos altibajos entre los pleitos con la familia y el cariño de su padre, pero las cosas iban a tomar un giro diferente en un corto tiempo, podría pensarse que todo inició cuando estaba en el comedor desayunando una mañana, avena como siempre, cortesía de su familia que pensaba que era lo único que debía probar un niño por las mañanas. Junto a él solo estaba su primo Kiki, pequeño cabellos rojizos, casi naranjas, y una mirada de un raro color azul, al menos para él. Aparte de eso no se llevaban bien, probablemente por los comentarios que soltaba el otro.

—     Mi abuelo Hakurei dice que iremos de vacaciones—dijo como si nada Kiki.

—     ¿Adónde iremos?—preguntó Seiya.

—     No, nosotros iremos, tú no vas, el abuelo no te quiere ahí, ni mi papa, ni mis tíos.

—     No sabes cuánto me duele eso—dijo con sarcasmo—Me quedaré con mi papá.

—     No lo harás—mencionó sonriendo el otro.

Ante eso el de cabellos castaños se le quedó mirando y por notarlo el otro niño decidió darse aires de importancia antes de continuar.

—     Mi abuelo va a enviarte a un internado para que te eduquen—continuaba Kiki—Lo estaba hablando con mi papá y mis tíos, ya tienen el lugar listo, solo falta enviarte.

—     No es cierto.

—     Si es cierto, tú estorbas en esta casa.

El de mirada parda apretó los labios pero en lugar de decir algo con palabras tomó el vaso de leche que estaba bebiendo y sin más se lo arrojó a su primo en la entrepierna, el otro chiquillo se puso de pie de un salto y justo en ese momento entraban los adultos a la habitación.

—     Por favor Kiki, ya tienes edad para ir al baño—dijo Seiya.

—     Pero…pero…

—     Que desagradable.

Sin una palabra más se limitó a irse del lugar pero aun alcanzó a escuchar los comentarios de los otros.

—     ¿Es que el muchachillo ese solo sabe dar problemas?—preguntaba su tío Avenir.

—     Cuanto antes se vaya al internado será lo mejor—secundaba su tía Yuzuriha.

—     Todo estará resuelto en unos días—terció su tío Gateguard.

—     Salió a su padre—sentenció su abuelo Hakurei.

Sin duda ya estarían rodeando a su primo y llenándolo de adulaciones, pero eso le importaba bien poco en comparación a lo que se desprendía de todo ese asunto.

Así que era verdad lo del internado ¿Qué diría su padre de eso? No estaba seguro, sabía bien que su padre lo quería pero también había atestiguado que no era capaz de hacerle frente a toda su familia cuando se unía.

Estuvo en su habitación por las horas siguientes hasta que apareció su padre, lo vio sentado frente a la ventana, mirando hacia el exterior, cuando hacia eso le parecía que era como tener a un animalito silvestre encerrado, añorando su verdadero hogar. Fue a su lado y se sentó ante él para hablarle con dulzura.

—     Ya me dijeron lo de Kiki Seiya.

No obtuvo respuesta.

—     Sabes que no debes comportarte así con tu primo, no está bien.

Seguía el silencio, era mejor ser más directo.

—     ¿Es que no piensas decir nada Seiya?

—     Papá—lo nombró mirándolo directamente— ¿Por qué nunca he visto a mi papá?

—     Me estás viendo Seiya.

—     Ya sé que los niños nacemos de dos personas, sabes de quien hablo.

En ese instante el caballero de largos y lacios cabellos lavanda no pudo evitar sentirse triste, se notaba en sus ojos  tan verdes.

—     Un día, cuando seas mayor y puedas entenderlo, te diré porque tu padre y yo no estamos juntos mi pequeño—respondió con ternura.

Como si fuera todo lo que podía decirle le acarició el rostro y se levantó para ir a su propia habitación, el castaño lo vio alejarse ¿Qué pasaba con su otro papá? ¿Por qué nadie daba respuestas directas en esa casa? Tal vez era el momento de buscarlas y para eso solo sería necesario tener una oportunidad, y ese pequeño de mirada parda no era alguien que se acobardara ante los retos, como descubrir quién era su padre.

 

**********

 

Apenas al día siguiente Seiya se había escabullido en la enorme propiedad, no estaba de humor para escuchar a ninguno de sus parientes decirle por qué no les gustaba su comportamiento o su manera de ser o de hacer las cosas, prefería andar por su cuenta y no quedar bajo esas miradas llenas de críticas y señalamientos. Afortunadamente una propiedad como Lemuria estaba llena de buenos sitios donde esconderse, él había descubierto varios, y no permitía que nadie se enterara de nada de ello. Por ejemplo, esa mañana, se había metido a la biblioteca que era también un estudio, bastante amplio y bien dispuesto, con varias mesas y reclinatorios de estudio que fácilmente podían  ocultar su presencia. En esos instantes se limitaba a imaginar que era un caballero que cabalgaba por un peligroso bosque en busca de un monstruo que aterrorizaba a los aldeanos y él los salvaría.

Iba a horcajadas sobre el antiguo sofá de su abuelo, entusiasmado con su aventura, pero no tanto como para no escuchar los pasos que se dirigían hacia la puerta, velozmente desmontó de su imaginaria cabalgadura y se escabulló debajo de una mesa, justo en la que dejaban el correo todas las mañanas. Apenas si logró hacerlo a tiempo pues un instante después  entraban su abuelo y dos de sus tíos, Shion y Avenir, parecían discutir un tema importante.

—     Es tan bueno poder ir de vacaciones—decía Shion—Kiki estará encantado de conocer otras ciudades.

—     Será una buena experiencia para todos—secundaba Avenir—Necesitamos relajarnos, además le hará bien a Mu, podrá conocer a nuevas personas, y dejará de encerrarse en su habitación.

—     Y podrá dejar al muchachillo ese donde pertenece—agregaba Hakurei revisando parte de la correspondencia—Un internado es el mejor lugar para él.

El pequeño de ojos pardos sabía bien que cuando se referían a él nunca lo llamaban por su nombre o mi nieto o mi sobrino, siempre era como “el muchachillo ese”, así que todo ese asunto del internado continuaba en marcha.

—     Cuando Mu esté más libre—continuaba Hakurei—podrá seguir con su vida.

Los tres parecían estar de acuerdo pero algo más ocurrió.

—     No es posible—se quejó el mayor.

—     ¿Qué sucede papá?—preguntaba Avenir.

—     Otra carta.

Se escucharon algunos quejidos  de molestia, parecía que nadie estaba contento con esa carta en especial.

—     ¿Hasta cuándo va a dejar en paz a mi hijo?—p0reguntaba Hakurei—Lo mejor que hizo Mu fue cuando regresó con nosotros y se alejó de él.

Sin más el caballero iba a otra mesita, una que tenía un cenicero, sacó un mechero de un cajón y le prendió fuego a la carta por una esquina para dejarla sobre la pieza de cristal, sin duda esperando que se hiciera cenizas.

—     Dejemos este desagradable asunto atrás—continuaba el caballero—Pensemos solo en las vacaciones.

Con esos planes y la correspondencia en la mano todos salieron, dejando a solas de nuevo al pequeño castaño que no pudo sino hacer algo de inmediato: corrió hacia el cenicero y sonrió ¿La razón? La carta no se había quemado por completo, estaba un poco chamuscada, eso sí, pero no tanto como para no preservar unos datos interesantes. La escondió en su ropa y de inmediato decidió ir a uno de sus escondites fuera de la casa para leerla, necesitaba respuestas y las iba a obtener.

Cubierto por hiedra y un árbol, Seiya se dispuso a echar una mirada antes de meterse en el hueco que se hacía contra la tapia de piedra, estaba completamente a solas y con manitas impacientes vio el sobre entre sus manos para sacar la parte de la carta que se había salvado. El sobre decía que la remitía Aioros de Sagitario y la había enviado a su padre, Mu de Aries. ¿Por qué su abuelo y sus tíos no le dieron la carta a su padre? No pensaría en eso sino después, por el momento necesitaba saber qué decía la misiva.

No era mucho, más que una carta semejaba una esquela corta, aun así logró descifrar que quien  escribía deseaba saber de su padre Mu, de su salud, si estaba bien, y entre lo que se podía leer y lo que no una frase al final si se veía perfectamente.

“…cualesquiera que sean los sentimientos que guardes por mí Mu, recuerda, nos une nuestro hijo…”

El castaño no era lento ni tonto, todo era perfecto, ese señor que le escribía a su papá Mu era su padre, el otro, se llamaba Aioros de Sagitario y parecía querer saber de él. La carta dejaba ver la dirección del remitente, debía hacer algo con esa información, tal vez escribirle…no, su familia sin duda se enteraría y lo acusaría de algo, como siempre…podría preguntarle a su papá Mu pero se veía tan triste cuando le preguntó antes por su padre, no quería eso de nuevo…entonces solo quedaba una opción: Iría a buscarlo.

—     Muy bien padre, vas a saber más de tu hijo—se dijo.

Cuando Seiya tomaba una decisión no cambiaba de opinión, así que solo le quedaba alistarse para su viaje.

Un muy decidido Seiya hizo su maleta, metió un cambio de ropa, fruta, chocolate, a su compañero Quirón (un peluche de caballo regalo de su padre), y dinero pues lo iba a requerir si necesitaba viajar ¿De dónde lo sacaría? De la alcancía de Kiki, como si no supiera que la escondía dentro de su closet, pero no sería un robo, solo un préstamo, y para probarlo le dejó un pagaré.

—     Estoy listo—dijo.

Metió la maleta debajo de su cama, solo esperando.

—     ¿Por qué estás tan serio Seiya?—preguntaba su padre.

—     Por nada—respondió.

—     Generalmente debo meterte a la cama casi a la fuerza y ahora ya estás listo, no pareces tú.

—     Me gusta que me arropes.

—     A mí me gusta hacerlo.

Mu estaba su lado, alisando las sábanas y cubriéndolo con cariño, el pequeño no dejaba de mirarlo con sus ojos pardos, como si buscara recordarlo todo de él.

—     Estás listo—dijo el mayor.

—     Sí, lo estoy.

El de los Aries lo observó y le sonrió, pensaba en lo dicho por su padre de meterlo a un internado ¿Cómo podría estar sin su pequeño? Aunque también notaba las tirantes relaciones con su familia que solo parecían empeorar, tampoco podía tener a su hijo sometido a semejante ambiente, debía haber una solución, pero no separarse de él.

—     Papá.

—     Dime.

—     Te quiero papá—dijo el niño como un impulso.

—     Y yo a ti Seiya.

—     Voy a ayudarte a ser feliz.

—     Soy feliz por ser tu padre.

El de cabellos lavanda se inclinó hacia adelante y lo besó con ternura en la frente para después apagar la luz y dejarlo descansar.

—     Duerme bien mi pequeño—le dijo antes de cerrar la puerta.

El de cabellos castaños solo se quedó aguardando, no debía dormirse, debía estar listo, y cuando le pareció que era el momento se puso en pie, se cambió de ropa y apenas si pudo esperar, al despuntar el amanecer abandonó la casa por la puerta trasera del personal que la dejaba así para que conforme llegara la servidumbre no tuviera contratiempos. Se escabulló sin ser notado mientras pensaba en la nota que dejara para su padre en uno de sus escondites, el único que conocía Mu, pero solo él debía verla.

“Estaré bien, no te preocupes, voy a conocer a mi papá”

Fue así que dio inicio su aventura, como todo un pequeño valiente aventurero.

Afortunadamente o al menos para cierto castaño en escapada era bueno vivir en una época como la que vivían, con tantas cosas nuevas, las cámaras fotográficas, el telégrafo, y nada tan bueno en ese momento como los trenes, pues en ellos la gente iba y venía de cualquier lugar hasta el final del mundo.  Durante su trayecto se cuidó de mantenerse oculto a la vista de todos ¿Cómo era eso? Pues solo era un niño más, se colocaba cerca de gente que llevaba a otros niños, uno que buscaba sentirse mayor al pagar su propio boleto y entregarlo al despachador. Se sentía satisfecho, ahora solo necesitaba llegar a su destino y encontrarse con su padre.

De hecho el camino fue bastante bien, sin retrasos ni inconvenientes, alcanzó la central de Santuario y apenas estaba con su maleta en el andén cuando supo exactamente adonde dirigirse primero.

—     ¿Dónde se encuentra la oficina postal?—preguntó.

Le señalaron el lugar con una sonrisa y fue, cruzó la puerta ya que no estaba lejos, y se dispuso a saber más de lo que necesitaba. Vio a un caballero uniformado en color verde, distinguió de inmediato la figura de un cartero.

—     Buen día—saludó—Necesito saber cómo llegar a esta dirección, la propiedad de Centauro.

—     Buen día—dijo el otro caballero mirándolo— ¿Por qué quieres ir ahí?

—     Traigo un mensaje para Aioros de Sagitario.

—     ¿No eres algo joven para  andar solo con un mensaje?—indagaba desconfiado.

—     ¿No es usted ya mayor para andar de preguntón?

El caballero se sintió desconcertado y eligió simplemente darle las señales que le pedía y una advertencia de paso.

—     Ten cuidado, parece que va a llover, no te mojes.

—     Tendré cuidado, gracias—dijo sonriente el pequeño.

Así que con su maleta y la carta quemada se sentía bien dispuesto para continuar con su recorrido, el lugar era bastante bueno, muy rural, todo eran granjas y pequeñas propiedades en las que la gente se dedicaba al campo y los animales, le gustaba eso, debía ser bonito vivir en un lugar como ese. El camino se hacía largo, tuvo que tomar un descanso y se comió sus últimas tres manzanas y chocolate, de ese aún le quedaba, pero después continuó con el camino, si alguien lo miraba solo lo saludaba, parecía no tan extraño que hubiera niños deambulando por el lugar. Pero después de un tiempo no veía ya a gente, de hecho ya no veía casas siquiera, pero de acuerdo a las instrucciones que le dieron solo debía recorrer el camino de los naranjos, los cuales aún no florecían.

El problema era que el cielo se estaba cerrando, anunciando con nubes oscuras que llovería, necesitaba darse prisa, pero no importó cuanto apurara sus piernas, de pronto caían algunas gotas para después sentirse un fuerte aguacero. Necesitaba ponerse a resguardo pero también necesitaba llegar a su destino, prefirió seguir aunque no veía bien, tal vez si se quedaba debajo de un árbol…

Un sonido extraño lo hizo voltear y no atinaba a distinguir lo que veía, tan solo le parecía una sombra extraña que iba directamente hacia él, intentó correr pero ya estaba encima prácticamente y se sintió atrapado sin escape. Solo entonces pudo distinguir lo que era: un hombre a caballo.

—     Pero criatura ¿Qué haces aquí?

En un instante ya estaba el pequeño castaño montado en el mismo caballo y era llevado con velocidad por el resto del camino.

Alcanzaron una casa, similar a las que había visto el de ojos pardos en el camino, en el interior se convenció que era sencilla pero bien puesta, mientras su salvador (pues así lo veía) de cabellos y ojos castaños se dedicaba a hacer las tareas necesarias dadas las circunstancias. En poco tiempo estaba encendido el fuego de la chimenea del salón, había una manta al lado y colocaba en el hogar una tetera.

—     Debes calentarte, te hará daño quedarte así—le dijo con amabilidad.

Unos segundos y ya estaba el pequeño cerca del agradable calor del fuego siendo secado por el caballero que lo había ayudado, y quien además no dejaba de hablarle.

—     Fue un milagro que te encontrara con semejante lluvia—mencionaba el caballero—Dime ¿Qué hacías ahí? El camino es solitario en esta parte, y creo que nunca te había visto antes.

—     Vengo buscando a Aioros de Sagitario—le respondió.

—     ¿Por qué?

—     Le traigo un mensaje.

—     ¿Cuál es?—preguntaba como si nada mientras secaba ese rebelde cabello—Porque debe ser muy importante para que vengas hasta aquí con semejante clima.

—     Antes dígame quién es usted, no es cortés  solo hacer preguntas—se rebelaba el niño.

—     Muy bien, entonces te diré que yo soy Aioros de Sagitario.

—     ¿De verdad?—preguntaba sorprendido el pequeño.

—     Si—aseguraba el caballero con amabilidad—Ahora dime ¿Cuál es ese mensaje tan importante que te hizo venir hasta aquí con esta lluvia?

No se imaginaba lo que iba a escuchar mientras esperaba atento por lo que ese pequeño castaño tuviera que decirle.

—     Yo soy Seiya—le informaba contento el niño—Y soy tu hijo.

El de Sagitario se sintió sin palabras ante semejante escena, definitivamente no imaginaba que algo como eso fuera posible.

 

**********

 

Por unos segundos Aioros no fue capaz de decir nada, se limitó a quedarse en silencio mirando a ese niñito ante él que con todo el desenfado del mundo le decía que él era su padre, tuvo que sostenerse contra el muro por unos instantes  dejando de secarlo para ponerse en pie y mirarlo directamente.

—     ¿Qué estás diciendo?—preguntó Aioros.

—     Soy Seiya, tu hijo, vine a conocerte.

—     No puedo creerlo—se decía el adulto a sí mismo.

—     Soy tu hijo—continuaba el menor—Soy el hijo de mi papá Mu.

—     Mu.

Al decir ese nombre los ojos castaños del adulto parecieron entristecerse, haciendo que el niño recordara cómo se había comportado el de los Aries cuando le preguntó por su padre.

Fueron necesarios unos momentos para que hubiera algo de calma entre los dos, Seiya estaba ante el fuego con una camisa de Aioros pues su ropa estaba completamente empapada, además por encima de los hombros llevaba una manta seca y en las manos tenía una taza de leche caliente; el caballero de los ojos pardos estaba ante él, mirándolo atentamente, necesitaba algunas respuestas.

—     Seiya.

—     ¿Qué?

—     ¿Qué dijo tu padre, Mu, de que vinieras?

Necesitaba saberlo, eso y que no encontraba sentido alguno a que dejara ir a un niño solo hasta ahí.

—     Nada—respondió el pequeño.

—     ¿Cómo que nada? ¿Estuvo de acuerdo con que vinieras?

—     Bueno…ya debe saber que vine aquí—y supo que necesitaba admitir algunas cosas—Es que vine solo, sin permiso.

—     ¿Qué? ¿Cómo pudiste hacer eso?

—     Vine en tren—dijo como si nada.

—     Me refiero a cómo pudiste hacerle algo así a tu padre, Mu debe estar terriblemente preocupado.

—     Le dejé una nota, mi papá ya debió encontrarla y sabrá donde estoy.

—     Tenemos que llamarle o enviarle un  mensaje—decía apurado el mayor—Cuando deje de llover iremos a la oficina de correos y…

—     Pero si le escribes una carta no la va a recibir—le informó con prisa.

—     ¿Por qué no?

—     Porque mi abuelo Hakurei quema las cartas.

—     ¿Qué?

—     Yo lo vi.

Sin más el menor le contó lo ocurrido con su última carta y lo que había hecho su abuelo y que sus tíos estaban de acuerdo, también le dijo que la recuperó y que fue por eso por lo que decidió buscarlo.

—     Hakurei—mencionó el mayor con amargura.

No guardaba buenos recuerdos de ese caballero, de hecho no era agradable recordar a los Aries, la manera en que siempre intervinieron entre Mu y él…

Un sonoro bostezo lo hizo volver a la realidad, vio como Seiya se estiraba con cansancio, el viaje y la lluvia debieron ser demasiado incluso para un pequeño tan osado.

—     Debes estar cansado de tanta aventura—decía Aioros—Es hora de ir a dormir.

Lo llevó a su recámara, después de todo no esperaba visitas y no tenía otro lugar listo, lo recostó en la cama con cuidado y lo arropó con cariño.

—     ¿Sabes? Mi papá Mu también me arropa al dormir.

—     No lo dudo.

Se quedó unos momentos a su lado, esperando sin duda a que se durmiera, pero el pequeño no había llegado hasta ahí sin tener unas preguntas que hacer.

—     ¿Por qué nunca te había visto?

—     Yo quería estar contigo—fue la respuesta del adulto—Quería hacer una vida con ustedes, con mi familia.

—     ¿Entonces por qué…?

—     Será mejor que descanses, no es momento de preguntas, solo duérmete.

Sin más alborotó su cabello y con una sonrisa lo dejó recostado para que se durmiera, mirándolo con cariño antes de salir de la habitación.

Seiya cerró los ojos y se envolvió con las mantas, los adultos eran complicados y no daban respuestas directas, tendría que preguntar más, pero hasta la mañana, pues se quedó profundamente dormido en poco tiempo.

Por su parte Aioros se quedó sentado ante el fuego que aún ardía, necesitaba pensar, y de verdad que necesitaba hacerlo, se sentía mucho más cansado con todo lo sucedido que ese pequeño y adorable castaño que terminaba de aparecer en su propiedad diciéndole que era su hijo. Su hijo, tenía a su pequeño ahí, vaya que era un niño con agallas ¡Llegar hasta su propiedad, completamente solo! Pero necesitaba pensar en otras cuestiones, para empezar en Mu, siempre pensaba en Mu ¿Cómo estaría? Sin duda muy preocupado, tendría que hacerle llegar un mensaje, de alguna manera, pues si el resto de los Aries lo sabían harían algo al respecto. Siempre se interpusieron entre ellos dos, jamás quisieron que estuvieran juntos, hasta que todo ocurrió y se separaron.

Terminó suspirando profundamente, debía relajarse, con la mañana llegaría un nuevo día y podría poner en claro todo lo ocurrido, por el momento no estaba mal sentirse contento, su hijo estaba ahí, a su lado.

Cuando Seiya despertó por la mañana lo primero que notó era que no estaba en su habitación, no, esa era distinta, ya no estaba en Lemuria, nadie entraría a despertarlo para recordarle que debía alistarse, no le elegirían la ropa ni le recordarían que su familia esperaba cierto comportamiento de él. Tampoco  podría ir a ver a su papá Mu y darle los buenos días con una sonrisa, fue lo único que extrañó de verdad ¿Dónde estaba entonces? Pues estaba con su papá Aioros, al que no conocía pero lo había salvado de la lluvia y lo había arropado con cariño, necesitaba saber más de él pero lo haría, averiguaría todo lo que fuera necesario.

Siendo así se puso de pie y miró por la ventana subiéndose a una silla, que bonito era el paisaje, abierto, notaba los árboles a la distancia, todo era tan verde y llenó de otras plantas, tendría mucho por explorar. Así que decidió salir de la recámara para bajar las escaleras, se puso atento y siguió el ruido que se escuchaba desde otro lugar, no tardó en que llegara a su nariz el aroma de la comida, así que estaba en la cocina.

—     Buenos días—saludó.

—     Buen día, veo que te pusiste de pie solo—decía Aioros— ¿Te gustaría desayunar?

—     Claro.

En poco tiempo estaba a la mesa mientras el caballero castaño llevaba la comida, aunque la miró un poco extrañado.

—     ¿Qué es todo esto?—preguntó de inmediato.

—     El desayuno, huevos con tocineta, leche caliente, nata, mantequilla, pan horneado, fruta ¿no te gusta?

—     No desayuno esto.

—     ¿Qué desayunabas entonces?—preguntó interesado su padre.

—     El tío Shion hacia que me dieran avena y leche solamente, decía que era buena pero a mí no me gusta—se quejó.

—     Bueno, prueba este desayuno y luego me dices si te gusta.

De hecho no tuvo que decirlo,  el pequeño probó de todo y se lo devoró con gusto, no eran de semejantes fastos en Lemuria, donde todo era medido y decidido exclusivamente por otros. Su padre lo observó con una sonrisa, probaba todo, el pan, la mantequilla, la nata, la fruta, todo y no dejó nada en el plato; pensó en él como uno de esos polluelos que abren su piquito y dejaban que la comida se deslizara al interior.

—     Esto está delicioso—decía con medio bocado en la boca.

—     Qué bueno que te gustara—pero prefirió dejarle en claro algo más—Voy a comunicarme con tu padre, debe estar muriéndose de preocupación por no saber nada de ti.

—     ¿Y si el abuelo Hakurei hace algo antes?—preguntaba temeroso.

—     Tenemos que intentarlo ¿Qué opinas?

—     Está bien.

—     Entonces termina de desayunar e iremos a la oficina de correos.

—     ¿Iremos a caballo?---preguntó con entusiasmo.

—     Si quieres…

—     ¡Qué bien!

Definitivamente era un niño lleno de vida y entusiasmo.

 

**********

 

Un entusiasmado Seiya iba a caballo con Aioros, explicándole todo lo que el pequeño le pidiera de los alrededores, a plena luz del día todo le resultaba nuevo y sorprendente, fue de esa manera que llegaron hasta la oficina del servicio postal. Era un buen sitio, no estaba mal, amplio y limpio, se notaba que lo cuidaban, además era un sitio que contaba con un aparato único para toda la región: un teléfono. Desafortunadamente no era una buena herramienta de comunicación, ya que la estática era terriblemente ruidosa y no podía escucharse nada, por eso nadie utilizaba un aparato tan indigno de confianza. Entonces decidieron con velocidad que escribirían un telegrama a Mu, indicando que se trataba de un mensaje urgente, iría bajo el nombre del pequeño castaño pues parecía lo mejor, dando unas señales generales para indicar que todo estaba bien.

“Estoy bien. Encontré Papá. Vive mismo lugar.”

El de Sagitario se sentía contento de contar con el pequeño de mirada parda a su lado, pero al regresar a la propiedad tenía deberes que cumplir, no podía hacerlos a un lado a pesar de desear seguir con su hijo.

—     Tengo que atender unas cosas Seiya—le informaba—Pero puedes quedarte en la casa a descansar.

—     ¿Qué vas a hacer?

—     Mis deberes ¿Tú no tienes deberes en casa?

—     Si pero son estúpidos.

—     Cuidado con ese lenguaje—le advirtió el  mayor.

—     Me ponen a estudiar piano y baile y a hablar raro.

Parecía que pretendían educarlo como un Aries pero el de Sagitario adivinaba que eso no iba con su hijo.

—     Mis deberes son distintos Seiya—le comentó el mayor.

—     ¿Puedo hacerlos contigo?

—     No son sencillos, pueden ser pesados.

—     Pero ¿puedo hacerlos contigo?

—     Claro.

Acceder era solo una formalidad, después de todo al llevarlo consigo mientras trabajaba en sus actividades comunes podría mantenerlo a su lado por más tiempo.

De hecho fueron horas entretenidas para ambos, a Seiya parecía entusiasmarle y gustarle esa vida por igual, se mostraba muy a gusto en el campo y con los animales, además de curioso, en especial cuando vio a los caballos.

—     ¿Qué le pasa?—preguntó al ver una yegua que estaba muy quieta.

—     Está preñada.

—     ¿Qué es eso?

—     Espera un hijo.

—     ¿Va a tener un caballito?

—     A los caballos recién nacidos se les dice potrillos.

—     Vas a tener un bebé—le decía mirando a la yegua con atención y sorpresa.

Su padre castaño lo miraba y no escapó a la idea de verlo como si fuera un potrillo también, muy retozón y animado.

El pequeño castaño no dejó a su padre ni un instante, lo llenaba de preguntas y no permitía que no fueran contestadas ¿Por qué tienen esa cosa en la cabeza? ¿Por qué caminan así? ¿Por qué viven aquí? ¿Por qué los animales eran así? Y también tuvo otro tipo de preguntas en el camino hacia la casa.

—     ¿Por qué están plantados esos árboles de naranjas en el camino?

—     Los compré para mostrar el camino hacia la propiedad—fue la respuesta.

—     ¿Y por qué?

—     Eran para alguien más, quería que los viera y su aroma llenara el aire cuando abriera la ventana.

—     ¿Para quién eran?

—     Para Mu—admitió con  melancolía.

—     ¿Los pusiste para mi papá?

—     Quería que los viera florecer, un día.

Era verdad, el castaño recordó cuanto deseaba darle ese presente a su entonces compañero, sabía cuánto le gustaba el aroma a flores de azahar y por eso no quiso esperar siquiera, compró los árboles jóvenes y los plantó para que en la primavera florecieran y el de los Aries los viera; entre las muchas cosas que hizo para ese joven esa fue una.

—     ¿Y mi papá los vio?—preguntaba el castaño sin aguardar.

—     No—respondió secamente el adulto—Se fue antes de eso.

—     ¿Por qué se fue?

—     Son cosas de adultos, no puedo explicártelo ahora.

Aunque ciertamente él mismo no terminaba de comprenderlo, pasaron demasiadas cosas entre los dos a pesar de quererse tanto.

—     ¿Cómo se conocieron mi papá y tú?—continuó el pequeño de ojos pardos.

—     ¿De verdad Mu nunca te dijo nada mí?—preguntaba  sin terminar de creerlo.

—     No, nada, por eso tuve que averiguar por mi cuenta.

Al de Sagitario no le quedó sino suspirar, pero después de todo él mismo no había sabido mucho de su hijo en ese tiempo, así que no era tan extraño que las cosas se desarrollaran de esa manera entre todos ellos.

—     En cuanto lleguemos a casa te contaré eso—accedió el de Sagitario.

—     Muy bien.

Animado como siempre el menor no esperó para echar a correr hacia la propiedad dejando a su progenitor un poco atrás,  pero no le molestó, de hecho le agradaba, no había dejado de preguntarse por su hijo en ese tiempo y tenerlo a su lado era más de lo que esperaba, pero no se negaba que era muy dichoso con ese sonriente morocho en su vida.

Al llegar a la casa quedó en claro que el pequeño no iba a aceptar no saber lo que esperaba, pues se sentó en una silla muy atento a lo que iba a escuchar, Aioros solo jaló otra silla y se sentó frente a él, pensando en las palabras que iba a decirle, respiró con profundidad y supo que bien podía hacer un resumen de lo ocurrido.

—     Tu papá y yo nos conocimos durante un viaje—le contaba el de cabellos castaños—los dos coincidimos en una zona de vacaciones, Atlántida, el clima en esos días no era muy cálido aunque estuviéramos en la playa, yo trabajaba con caballos y Mu era un visitante de una familia importante que estaba de visita en la región.

Se detuvo unos segundos, parecía evocar la imagen de ese joven de cabellos lavanda que conociera años atrás, tan dulce y amable…

—     Lo vi caminando por la playa, más bien intentando andar, su montura no cooperaba mucho y él no parecía saber qué hacer.

—     Si, así es papá, se le dificulta imponerse.

—     Seiya…

—     ¿Y qué pasó después?

—     Yo iba pasando con un caballo y le pregunté si podía ayudarlo, me dijo que si y me hice cargo de su caballo, lo ayudé a montar y lo llevé por la playa, mientras nos presentamos y hablamos un poco, las cosas sucedieron con mucha naturalidad.

—     ¿Qué cosas?

La mirada intrigada de esos ojos castaños no era fácil de evadir pero el de Sagitario decidió hacerlo más sencillo para no entrar en detalles.

—     Pues…el tipo de cosas que suceden entre los adultos—explicó con tacto—Nos hicimos inseparables durante los días siguientes y antes de que terminara la temporada vacacional me le declaré.

Una enorme sonrisa iluminó su rostro al recordar ese momento, así que solo pudo continuar con su relato.

—     No pensé que sería posible pero Mu aceptó y me correspondió, pensaba que íbamos a ser muy felices…lo fuimos…hasta que todo ocurrió—dijo con voz baja al final.

—     ¿Qué fue lo que ocurrió?—preguntaba intrigado el pequeño.

—     No debes preocuparte por eso Seiya—dijo tajante el mayor.

—     Pero…

—     Hay cosas que hacer ¿tienes hambre?

Definitivamente el de Sagitario no iba a decir nada más sobre ese asunto, así que el pequeño de ojos pardos siguió su primer impulso, su estómago que gruñía, tenía apetito de nuevo después de esas horas de trabajo.

—     Vamos a comer—dijo animado.

El de Sagitario sonrió, tenía a un pequeño muy vital, se mostraba contento y atento a todo cuanto le rodeaba, estaba feliz por su llegada, casi, porque también pensaba en Mu, y no podía dejar de contemplar que tal vez el de Aries volviera a llevarse a su pequeño con él.

No sabía ninguno de los dos castaños que en ese mismo momento, en Lemuria, la propiedad de los Aries, un inquieto Mu no lograba encontrar nada de tranquilidad a su situación; esa mañana al no ver a su pequeño castaño se preocupó, pero no demasiado, tal vez estaba escondido por ahí, lo hacía a veces antes de que fueran a acusarlo de algo. Notó que no había desayunado, aunque no era un admirador de la avena que con tanta insistencia había impuesto Shion para los niños, pero conforme pasaba el tiempo y no lo veía se dijo que lo mejor era buscarlo, no era usual que no estuviera ante él contándole todo o haciéndolo sonreír con su simple presencia. Primero fue a su recámara pero no estaba ahí, después estuvo en otras estancias de la propiedad pero no veía rastros de su pequeño, anduvo por el jardín pero no estaba seguro de poder dar con él en se sitio pues era bastante amplio.

—     ¿Han visto a Seiya?—preguntaba a la servidumbre.

Pero todos dijeron que no, nadie lo había visto desde el día anterior, lo cual ya lo estaba preocupando demasiado.

—     Tal vez está en su escondite—se dijo.

Sabía que su hijo a veces se escabullía de los demás metiéndose en ese espacio debajo de las escaleras de la parte trasera de la casa que quedaba cubierto por un antiguo tapiz que colgaba en el lugar.

—     Seiya—lo llamó asomándose.

Pero no había nadie.

Aunque si había algo.

Tomó la carta que estaba ahí, decía que era para él, además de reconocer la letra de su hijo, abrió la nota y leyó las pocas palabras que decía.

“Voy a conocer a mi papá”

Por lo demás le decía que no se preocupara por él, que sabía cuidarse, que le escribiría pero de ninguna manera eso bastaría para tranquilizar a Mu, no podía permanecer en calma cuando su pequeño no estaba a su lado.

—     No puede ser, no puede ser—decía angustiado—Mi pequeñito, solo.

Necesitaba hacer algo y lo único que podía pensar en ese instante era decirle a su familia lo que estaba ocurriendo.

—     Seiya se fue—les dijo—Fue a buscar a Aioros.

Las expresiones de los demás miembros de la familia Aries dejaban en claro lo que pensaban de todo eso.

—     El muchachillo ese solo da problemas—dijo Avenir.

—     Tengo que ir a buscar a mi hijo—decía angustiado Mu.

—     Eso no sería prudente—intervino de inmediato Shion—Ni siquiera sabemos qué camino tomó.

—     Debe estar camino a Centauro.

—     ¿Es que piensas volver a ese lugar?—le preguntó directamente Hakurei con tono inflexible.

El de los Aries de cabellos lavanda guardó silencio al principio, para después volver a la carga sobre el tema.

—     Se trata de mi hijo papá, mi pequeñito está lejos de mí.

—     De acuerdo—continuó su padre—Enviaremos a alguien a buscarlo, buscaremos que las cosas se solucionen.

—     Pero…

—     Lo mejor es que descanses Mu, tómalo con calma, nos haremos cargo de todo, no te preocupes por nada.

—     Papá…

—     Ve a tu habitación.

La mirada de todos los presentes estaban sobre el joven, lo sentía, ante eso no pudo continuar, tal vez era lo mejor, que su familia se hiciera cargo y llevara a su pequeño de regreso a su lado; apenas se había retirado cuando sus parientes comenzaron a dar su parecer de toda esa situación.

—     El muchachillo ese siempre dando complicaciones—lanzó Yuzuriha.

—     Bueno, sabemos dónde está—resumía Shion—Está con ese hombre.

Así era, Aioros no era nombrado como tal, se referían a él como “ese hombre”

—     ¿Cómo supo de él?—preguntaba Gateguard.

—     Eso no importa—intervenía Hakurei—Solo debemos encontrar la manera de solucionar todo esto.

Y los Aries estaban muy seguros de lograrlo, ya habían encontrado una manera años atrás, lo harían de nuevo.

En un principio no se supo nada, Mu estaba en Lemuría sintiéndose acongojado todo el tiempo, no podía comer ni dormir pensando en su hijo, su pequeñito lejos de él, su rayo de luz en la vida se había marchado ¿Cómo alguien podía vivir de esa manera? Se sentía completamente inútil y sin saber qué hacer, tomar decisiones pocas veces había sido su fuerte, solo con Aioros no fue de esa manera, y las cosas habían terminado terriblemente mal. Afortunadamente para él esa incertidumbre no duró más que el tiempo necesario ya que, ansioso como estaba por saber de su hijo, acechaba cualquier señal y el llamado fuera de lo usual del cartero a su puerta lo hizo correr a recibirlo. En poco tiempo  un telegrama con carácter de urgente llegó a sus manos e iba destinado para el joven de ojos verdes.

—     Es de Seiya—dijo al tenerlo en sus manos.

Lo abrió en un instante y leyó las pocas palabras que contenía, apenas si respiró, aún más cuando leyó de d0nde venía, era verdad, estaba con Aioros en Centauro, al menos estaba bien, a salvo. Pero de inmediato sus pensamientos cambiaron ¿Qué era lo que iba a suceder? Su pequeño estaría bien con su padre pero no pudo dejar de inquietarse por lo que podría surgir de ese encuentro.

Solo el tiempo diría lo que sucedería con ellos.

 

***********

 

 

Continuará…

 

 

Notas finales:

Espero que les gustara.

Si nada sucede nos leemos la semana entrante.

Nos leemos.

Atte. Zion no Bara

 


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