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Zapatilla por zion no bara

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Notas del fanfic:

 

 

Este es un fic corto pero muy especial, para mí, no lo creo mientras escribo esto pero es mi historia número 300, apenas si parece posible, solo sé que no seguiría aquí de no ser por el apoyo de todas esas maravillosas personas que a lo largo de estos años me han apoyado con sus lecturas y sus comentarios para seguir, permitiéndome entretenerlos al menos por unos momentos con las locuras que salen de mi cabeza.

Muchísimas gracias, no sé hasta dónde llegaré pero sé que hasta donde sea me sentiré contenta de ser parte de esta comunidad. De verdad, muchas gracias, a todos.

 

Notas del capitulo:

 

 

 

He usado antes esta pareja pero tenía tiempo de no usarlos en una trama, pero creo que esta historia va bien con ellos, espero que les guste a quienes sean tan amables de leer y también debo advertir que en ciertos aspectos nunca he hecho un fic como este, pero dejo a su juicio el resultado.

Gracias por leer.

 

 

 

Afrodita de Piscis era un chico muy hermoso, muy inteligente, muy emprendedor y muy amable, sin embargo ni eso bastaba para ser tratado con un mínimo de consideración y respeto por los que le rodeaban, en ese caso su padrastro, Aspros de Géminis, y sus hijos, Saga y Kanon. Cuando era pequeño su progenitor, Albafica de Piscis, había enviudado, estuvo muy triste pero algunos años después  finalmente se dijo que debía seguir adelante y eso incluyó casarse, pensando que lo mejor era darle otro padre y hermanos a su hijo. En un primer momento Afrodita de verdad añoró tener una nueva familia pero las cosas se revelaron de otra manera cuando poco después de la ceremonia su padre falleció, dejándolo solo con su padre y hermanastros.

Desde ese momento la vida se hizo muy diferente, ya no era parte de la familia, sino que empezaron a tratarlo como a un sirviente.

—     Afrodita, limpia la casa.

—     Afrodita, ve por las compras.

—     Afrodita, lava la ropa.

—     Afrodita, lustra mis zapatos.

—     Afrodita, prepara la comida.

—     Afrodita, haz las camas.

—     Afrodita…

Y el joven de unos bellos cabellos y ojos del color del cielo lo hacía todo y en nada se esforzó más que en continuar con sus estudios teniendo que ser becado cada vez pues soñaba con ser parte de la empresa que había fundado su padre, un lugar llamado Rosa Dorada, que se especializaba en esencias y perfumes. Sin embargo, cuando tuvo la edad para participar no tardó en darse cuenta que el lugar no estaba siendo bien manejado, que en manos de su padrastro se dirigían a un desastre, y que una vez más iba a ser tratado como un sirviente.

—     Este lugar lo fundó mi padre—le reprochó a Aspros.

—     Pero no te dejó nada, yo era su esposo y todo es mío—refutó el otro.

Desde ese punto tanto el señor como sus hijos dejaron en claro que ellos ordenaban y que al otro le tocaba obedecer.

—     Afrodita, haz estas llamadas.

—     Afrodita, comunícate con los proveedores.

—     Afrodita, redacta estos mensajes.

—     Afrodita, pon en orden el archivo.

—     Afrodita, tráenos de comer.

—     Afrodita, llega a las cinco a recibir los embarques.

—     Afrodita, no te vas hasta que la facturación esté hecha.

La situación no era alentadora, de ninguna manera, pero el de los Piscis no sabía qué hacer, solo sabía que deseaba algo diferente de lo que tenía hasta ese momento; sabía bien que era menospreciado por los Géminis y que en casa como en su trabajo no era valorado todo su esfuerzo, eso hubiera sido insoportable pero había encontrado una manera de liberarse, una forma un tanto singular. La cuestión era que se trataba de ir de fiesta, a un sitio muy especial, un club que podría parecer inusual a algunos. Del tipo al que iban solo hombres vestidos de forma específica.

Venía una  fiesta especial, era la celebración de aniversario del lugar, y habían propuesto una fiesta de disfraces a sus invitados, la idea era excelente y el joven Afrodita decidió lo que iba a usar de antemano, aunque tuvo que hacer unos discretos arreglos para conseguir su traje, la elaboración de las prendas no fue complicada pues él era hábil con la costura, pero deseaba algo más, y se dirigió al único sitio en que podían hacer lo que deseaba: una tienda de zapatos. Era especial pues hacían solo pedidos sobre medida, nada comercial, aparte no era económico pero sus clientes siempre tenían lo que pedían.

—     ¿Es lo que desea?—preguntaban a Afrodita.

—     Exactamente.

—     Es un pedido especial—decía el zapatero que lo atendió—El material, la forma, todas las indicaciones, debo decir que puede hacerse pero no será barato.

—     Eso no importa.

Diciendo eso Afrodita le tendió la tarjeta de crédito de la empresa, de hecho era de Aspros, no podría haber hecho una compra sin llamar la atención así como así, pero como esa tienda era de su clientela parecería un tipo de gasto administrativo.

—     Muy bien, estarán listos el día que los desea.

—     Gracias.

Estaba contento con su pedido y lo estuvo más cuando recogió sus zapatos, eran exactamente lo que quería, tanto que se los midió de inmediato y sintió que jamás había tenido algo como eso, tan perfecto.

Conforme se acercaba la fecha fijada para la fiesta Afrodita se sentía entusiasmado, aunque una noticia iba a enturbiar su buen humor.

—     Es un negocio excelente—decía Aspros—Si se logra será una gran venta.

—     ¿Piensas vender la empresa de mi padre?—preguntaba Afrodita.

—     Esta empresa solo ha reportado pérdidas, hay que hacer cambios.

—     Si hay pérdidas es porque no sabes manejarla, gastas a manos llenas, tú y tus hijos, en lugar de trabajar para salir adelante.

—     La empresa es mía, no tuya—le lanzó fríamente Aspros—Saga y Kanon son mis hijos, tú no.

Uniendo hechos a sus palabras llamó a los otros dos, quienes igual a su padre tenían cabellos azules y ojos glaucos, además de ser gemelos.

—     Vamos a comer chicos—les dijo—Afrodita, termina de acomodar esas facturas.

El joven de mirada de cielo se sintió decaído, su padre había soñado con ese lugar y estaba por perderse por el egoísmo de un hombre al que alguna vez había amado.

—     Papá—dijo en el silencio de la habitación.

—     Papá—decían en otro lugar.

Milo de Escorpión era el heredero de Kardia de Escorpión, dueño de la corporación Monarca, razón por la cual el caballero era tratado como un rey y su hijo, en broma, era llamado como El Príncipe. Sin embargo, ese joven de cabellos y ojos azules no era solo uno de esos jóvenes que vivía disfrutando de privilegios solamente, nada de eso, se había graduado como primero de su clase con honores, participó en eventos deportivos internacionales ganando el primer lugar, además de ser un sensible músico con talento, hablaba cuatro idiomas con soltura, nunca dejaba de estar informado y muy involucrado con proyectos de apoyo social. Todo un personaje, admirado y que merecía esos halagos.

Sin embargo tenía también una vida privada, que hasta ese momento no incluía a una pareja estable.

—     Solo te pido que lo pienses Milo—le pedía su padre—Debes salir con gente de tu edad.

—     Lo que quieres es que me case—respondía el joven.

—     Lo que quiero es que seas feliz.

—     Te prometo que cuando encuentre a alguien especial no lo dejaré ir.

—     Muy bien, así fue con tu padre y solo felicidad tuve a su lado.

El caballero era viudo, había amado tiernamente a su compañero, pero lo había perdido, y estaba decidido a que su hijo fuera dichoso, por eso lo dejaba elegir, confiaba en que lo haría bien, aunque no era menos insistente en el tema.

—     ¿Tienes planes para este fin de semana Milo?

—     Iré a una fiesta.

—     Muy bien—hizo una breve pausa pero siguió—Si llegas a conocer a alguien…

—     Papá.

—     Está bien, ya no diré nada.

Y no lo hizo por las horas siguientes, el mismo tiempo que aprovechó el joven para alistarse, necesitaba ir a un club muy especial, celebraban su aniversario con una mascarada y él no dejaría de ir.

Así estaban las cosas para que Afrodita y Milo, dos personas de mundos aparentemente diferentes, se conocieran.

 

**********

 

Ir a un sitio como Santuario siempre era algo que se notaba, un lugar privado y de fiesta, donde las personas, según decían, eran libres de ser ellas mismas, o ser alguien más por unas horas al menos, y eso no dejaba de atraer a los demás, aunque con cierta discreción pues preferían no ser tan abiertos en lo que ahí sucedía. Como fuera, esa era su noche de aniversario y los organizadores se mostraban dispuestos a hacer algo de verdad especial para sus invitados, y por eso harían una de sus fiestas tipo mascarada con tema libre, es decir que los asistentes elegirían quienes eran y se vestirían de esa forma. Conforme la noche avanzaba iban llegando los convidados, encantados de encontrarse con el lugar perfectamente arreglado y con todos esos amplios rincones tan apreciados que siempre gustaban igualmente detallados para recibir a sus asistentes.

La música no dejaba de escucharse desde el primer momento, las luces iban ambientadas con la melodía, asistentes con diversas bebidas andaban por el lugar, vestidos de diferentes maneras y épocas pero también los invitados se presentaban así, algunos más modernos, otros más antiguos, pero ninguno dejaba de mostrar cumplir con el requisito de llevar antifaz o máscara, era para hacerlo entretenido. Todo estaba bien, muy bien, el ambiente estaba listo y de hecho no eran pocas las personas que estaban conviviendo y uniéndose durante ese tiempo, púes era verdad que también se trataba de un sitio en el que no pocos encontraban compañía.

Milo iba vestido con un traje que hacía pensar en un príncipe de cuento, los pantalones bien ajustados y la chaqueta con galones, su rostro era cubierto por un antifaz de color azul que parecía unirse con su cabello, y se veía increíblemente bien. Había asistido pocas veces antes pero le había agradado mucho el lugar, no se había emparejado con nadie de los que había conocido pero no dejaba de admitir que eran personas interesantes las que preferían darse esas horas de libertad. Muchas eran similares a él, necesitaban de ese tipo de situaciones para relajarse, para sentirse más naturales y abiertos, no tener las barreras de lo que se esperaba con lo que necesitaban, y esa noche parecía más prometedora que nunca.

Con su bebida en la mano el de Escorpión había bailado ya varias piezas, y había captado la atención de varias personas pero no se sentía con ánimo de tener una sola pareja a su lado, de ningún tipo, deseaba conocer gente, divertirse, y no veía que fuera a utilizar uno de esos apartados en los que bien sabía que podía hacerse de todo, tan solo charlar o llegar a mucho más, pero aparte de hablar no iba a esos sitios a otra cosa, lo que había causado decepción en varios con los que se había alejado. El de ojos azules había notado que muchas veces la gente que asistía llegaba pensando que era un tipo de club sexual y no era eso, se trataba de un lugar donde conocer gente, y según contaban, donde conocerse a sí mismo, como fuera a él le gustaba mucho poder tener un lugar así, que le brindaba además una extraña sensación de espera, como si algo fuera a suceder, aunque aún no pasara.

El de la familia Escorpión estaba dejando a su pareja de la última pieza, parecía que le hubiera gustado llegar a más pero Milo no buscaba nada como eso, y aun de buscarlo no era con nadie como los que había conocido hasta ese momento, no, solo estaba seguro que cuando la persona indicada apareciera él lo sabría. Pasó un asistente con cocteles de champaña y tomó una copa, justo en el momento que iba a dar un trago fue cuando la música pasaba de una pieza a otra, y fue el preciso instante en que lo vio, fue como si todo dejara de existir, ahí estaba él. Se trataba de un hombre, lograba ver sus cabellos color de cielo y la manera en que iba vestido, era una especie de hada con brillantes alas transparentes y un prefecto corsé de pedrería que hacía juego con la parte baja de la falda similar a un traje de bailarina de ballet. Pero nada lo impresionó más que las zapatillas que utilizaba, zapatos de tacón, zapatos de taco, zapatillas de tacón o simplemente tacones o como prefirieran llamarlos, elevadas construcciones de un tacón finísimo destellantes y perfectas, con un singular tono que las hacía brillar como la luz que atraviesa el cristal.

Afrodita había llegado un poco más tarde debido a que los Géminis tuvieron la idea de dejarle trabajo de última hora, como siempre, alegando que él no tenía nada importante que hacer y recordándole que debía estar temprano, antes de las cinco, listo para recibir unos embarques, lo cual le dejaba pocas horas para irse de fiesta. Pero ahí estaba, hermoso con su traje de reina de las hadas que había querido, el antifaz de terciopelo blanco y pedrería, nada de maquillaje pues no lo necesitaba y sobre todo las  perfectas zapatillas que había querido. No era travestido pero lo había probado, deseaba hacerlo, y como experiencia no le desagradó, además le gustaban los tacos altos, nunca se lo había cuestionado, eran algo especial y privado, y no hacía daño a nadie ese gusto en especial.

Con absoluta seguridad  el de Piscis bajó la empinada escalinata del lugar, no era sencillo y mucho menos con semejante calzado pero él lo dominó a la perfección, dejando sin aliento a quienes lo miraron por unos instantes, era como una aparición de belleza absoluta, y apenas estuvo a la altura de los demás alguien comentó:

—     La belleza ha llegado.

La música comenzó de nuevo y la hermosa criatura estaba de inmediato rodeada de personas que deseaban conocerla, hablarle o por lo menos no pasar indiferentes ante su mirada, pero a Milo le costó un poco recuperarse, su corazón aún latía con fuerza, jamás se había sentido así, por nadie en su vida,  fuera quien fuera no podía dejar que pasara de largo por su existencia.  Extrañamente no se le acercó de manera directa, se la pasó a cierta distancia, sin quietarle la mirada de encima, pero por alguna razón no se animaba a acercarse, tenía la misma ansiedad de conocerlo que de solo mantenerse a distancia. Sin embargo hubo un instante, solo un segundo, en que sus miradas se encontraron y la bella hada pareció perder el aliento, con un hermoso tono cubriendo sus mejillas de escarlata, era casi imposible de creer pero ahí estaba: un absoluto y rotundo flechazo surgió entre los dos.

Sin embargo ninguno de los dos daba un paso definitivo.

No hasta que Afrodita comenzó a alejarse, necesitaba un poco de privacidad, necesitaba recuperarse de cómo se sentía, de alguna manera todo era distinto después de encontrarse con ese hombre vestido de príncipe aunque no terminaba de explicarse el porqué. Había ido con frecuencia a ese sitio y jamás lo había visto, lo recordaría de ser así, y jamás había visto a alguien como él en su vida. Había ido hasta ese lugar porque le gustaba la sensación de liberarse de sus obligaciones cotidianas, demasiadas e ingratas, aunque no se entregaba a compañía íntima, no era para él, de alguna manera había sentido que la persona de su vida sería alguien especial, pero hasta ese momento no lo había encontrado. No hasta que vio a ese príncipe ¿Por qué se sentía de esa manera? No lo sabía pero la sensación que habitaba en su interior era demasiado hermosa como para suponer que iba a hacerla a un lado.

Finalmente Milo pareció darse valor, el suficiente para ir tras esa aparición y de pronto se iban alejando de los demás invitados, de la fiesta, hasta que finalmente el de Escorpión estaba a su lado y parecía desear hablar, pero una extraña timidez se lo impedía. El de Piscis no estaba mejor, se ruborizaba por su cercanía, se sentía tonto de comportarse así, pero no podía evitarlo tampoco. Finalmente el príncipe respiró con profundidad y habló.

—     ¿Quién eres?

—     ¿Eso importa?—respondió el otro.

—     No.

—     Que mejor.

Se sonrieron y su corazón latía tan aprisa que no podían ni hablar, como si no pudieran hacer nada más un inquieto Afrodita siguió con su camino, mientras que un Milo, quien no terminaba de creer que no había sido capaz de nada más, se reprochaba ser tan torpe. Pero no podía perder ese momento, esa oportunidad y decidió seguirlo.

El joven y bello Afrodita sabía muy bien que el otro hombre lo estaba siguiendo, lo cual no le parecía nada fuera de lo esperado, estaba bellísimo, y su atuendo era único, no podía sino despertar el deseo de otros pero había algo con ese individuo en especial, él mismo no terminaba de comprender lo que era pero no quedaba inmune a todo ello. Se iban apartando de los demás, llegando a uno de esos sitios aislados en los que las parejas buscaban escabullirse durante esas horas, no era extraño. En ese caso lo elegido por el de cabellos  celestes fue un rincón que brindaba privacidad y la oportunidad de soñar por igual, se trataba de una especie de gruta, rodeada de naturaleza, pero con algunos detalles extra, como el cómodo colchón relleno de plumas casi escondido y el gran espejo en uno de los muros de falsa hiedra.

El joven Piscis se quedó de pie ante la pulida superficie, veía su reflejo perfecto y por el ángulo en el que se encontraba sabía también que el otro hombre no perdía uno solo de sus movimientos, aunque parecía que no se acercaría, por eso podría hacer algo más para ¿Cómo decirlo? Darle una muestra de lo que era. Ciertamente un joven Milo no dejaba notar desde su punto de observación lo bello que era ese chico, pero fue aún más bello cuando comenzó a despojarse lentamente de sus alas brillantes, esa especie de velo  que las acompañaba, no sabía que más haría, hasta que lo vio inclinarse y sacarse una de esas elegantes zapatillas de sus bonitos pies. Lo había hecho su dueño con un motivo muy específico, y era el de juguetear con ella, no esperó para llevarla a sus labios y besarla, después su lengua dibujó líneas sobre el material humedeciéndolo, frotó su mejilla y sin soltar la pieza de calzado comenzó a sacarse esa especie de falda tipo tutú, para despejar su rostro de un mechón de cabellos con sensualidad…y el de Escorpión no perdía un solo movimiento.

 

***********

 

A esas alturas un muy motivado Milo no estaba para aguantar más, se acariciaba a si mismo por encima de los pantalones en la entrepierna, se había abierto la parte superior de su saco de botones dorados y había llegado a la fina camisa que también fue desabrochada, pasando los dedos por los pezones que estaban erguidos por la excitación. No iba a esperar más tiempo. Dando pasos firmes fue directamente a esa bellísima criatura de ojos de cielo quien no lo perdió de vista apenas estuvo a un paso de distancia, sus pupilas brillantes se encontraron en una especie de resplandor, tenían que decirse algo antes de seguir y quien habló primero fue el recién llegado de cabello azul.

—     Eres único—dijo Milo.

—     Así es—fue la respuesta del otro sonriendo.

Como parecía que estaba en claro lo que iba a ocurrir, o al menos eso era lo que creían, el de Piscis no vio porqué esperar, acortó la distancia, tomando la iniciativa, lo cual fue novedoso para el de Escorpión, sin juegos ni preguntas de ninguna clase lo acarició por encima de la ropa, directamente en su sexo y sin dejar de hacerlo fue descendiendo, colocándose de rodillas, lo que iba a hacer estaba muy en claro. Sus elegantes manos fueron a los pantalones para abrirlos, llevaba los broches ocultos pero no tuvo problemas con eso, comenzó a hacer que la prenda bajara por esas bien ejercitadas piernas, llegara a los tobillos y con bastante cooperación del otro hombre no fue mucho el tiempo que se invirtió en sacar los botines, las medias y los pantalones de su sitio. La ropa interior no fue mucho problema después de eso y la imagen de ese chico desnudo de la cintura hacia abajo no dejó de ser excitante para el que lo miraba, un príncipe medio vestido bajo sus caricias, sonrió ante la idea.

El que iba a sonreír y aún más fue Milo pues una mano jugueteaba sobre su miembro y sin  esperar mucho unos labios comenzaron a cuidar de él, sentía lo que hacía, como lo olía, lo besaba, lo lamía haciéndolo gozar, pero no era suficiente y ambos lo tenían en claro. Por eso un nada tímido Afrodita sujetó suavemente el tierno sexo para probar primero la corona, dibujando círculos con su lengua tibia por encima, acariciando especialmente el frenillo que hizo estremecer a su dueño, los dedos de esa  fina mano rodearon la base con cierta fuerza, mientras que la otra acariciaba la base de los testículos en movimientos circulares y a momentos tiraba de ellos, pero en otros los estrujaba con sensualidad. El de Escorpión no podía sino cerrar los ojos y dejarse llevar, la experiencia era vibrante, había hecho cosas así antes pero ninguna se había sentido tan bien como lo que le brindaba esa desconocida belleza de antifaz.

Resultaba gratificante contar con un compañero tan dispuesto y entregado como ese guapo ho0mbre ante él, el de Piscis lo sabía, no era egoísta ese chico, sabía gozar y responder, y lo estaba pasando muy bien a juzgar por la forma en que echaba hacia atrás su cabeza, cerraba los ojos, jalaba aire por la boca y se acariciaba el pecho a momentos para después pellizcar sus pezones con sensualidad. La talentosa boca del que estaba de rodillas no paraba, continuaba tomando su sexo, presionaba con  energía con sus labios, lamiendo la corona que se iba humedeciendo, pero no dejaba de trabajar con su mano que bombeaba el tronco, aunque ya no era suficiente. Como si estuviera definido que iba  a hacer algo más, el que llevara sus brillantes alas transparentes sujetó el sexo del que estaba en pie y lo sostuvo solo por la corona hacia arriba, con un motivo muy preciso, comenzar a lamerlo por completo de la base hasta la punta, plantando un sonoro beso con todo y lengua al final.

Definitivamente Milo no recordaba haber tenido algo así antes y apenas iban empezando, le encantaban esas sensaciones que corrían por su vientre y llenaban su sexo con intensidad, tanta que sujetó esos cabellos azules de cielo, quería más, quería tanto de ese hermoso hombre que llevó su sexo por completo a esa boca, haciendo que lo tomara en su totalidad y había que reconocer que no era tan sencillo. Afrodita primero sintió el impulso de liberarse, la sorpresa casi lo hizo perder el balance pero no se amilanó, procuró relajarse y contuvo la respiración cuando el de cabello azul casi temblaba por sentirse cobijado por completo entre sus labios. La situación no se hacía más sencilla, por el contrario, era más fuerte, el que estaba de rodillas se mostraba complaciente mientras que el que se mantenía en pie parecía no  soportar más las cosas e iba a hacer algo al respecto.

Con la fuerza del deseo corriendo por sus venas un apurado joven de Escorpión se separó de su amante, lo sujetó con fuerza y sin más lo arrojó sobre el hedonista colchón de plumas que recibió el hermoso cuerpo sin dificultades; el de ojos de cielo pareció un poco desconcertado pero al darse cuenta de lo ocurrido solo s rio, una risa clara, cristalina, llena de gozo. Sin embargo, al hacer ese movimiento, la zapatilla del de Piscis cayó al suelo, pero antes que su dueño pudiera moverse para recuperarla, ya estaba un solícito Milo sosteniéndola, el otro solo lo miró a medio sentarse en las sábanas y no pudo sino quedarse sin palabras cuando vio al de cabellos azules colocarla en su pie casi con devoción. Sus miradas se encontraron y hubo algo más, como el paso de una estrella fugaz en el cielo despejado, pero no pudieron decir nada al respecto en ese momento, no cuando sus excitados cuerpos se mostraban urgidos de otro tipo de atenciones.

Esos ojos celestes fascinaban a Milo, quien, como si estuviera bajo un hechizo, no dejaba de mirar a su amante al mismo tiempo que separaba sus largas y bien delineadas piernas, haciendo que su dueño se recostara sobre la cama de tal forma que su espalda quedaba en las sábanas y su lindo trasero en alto, era agradablemente flexible ese chico. Un encantado Escorpión no aguardó para comenzar a besarlo de manera muy específica, por encima de la tela hermosamente tejida, un encaje delicado y seductor, que envolvía el hermoso y deseable trasero que parecía retar a ser tocado. Como al medio vestido de príncipe era alguien a quien gustaban los retos no pensaba dejar pasar ese, así que acariciaba la erótica zona con sus dedos, se frotaba contra esas zapatillas que quedaban a la altura de su rostro por estar en el aire, haciendo que su dueño gimiera, sonriendo, pensando solamente en lo maravilloso que era ese hombre.

Llevado por el deseo, un encendido joven de Escorpión no dejaba de seguir los impulsos de su cuerpo, comenzó a frotarse con intensidad contra la prenda de encaje, intentando hundir sus dedos en la masculina entrada que era sugestivamente protegida, aunque no lo conseguía del todo. Pero no iba a desistir, sus intentos se veían gratamente recompensados con la expresión de deleite del de Piscis, reluciendo de satisfacción, así que fue más firme y logró, sin delicadeza alguna, romper parte de la ropa interior dejando expuesto el delicado anillo de placer que se estremeció ante un avance tan directo. Ver esa entrada, sonrosada y sensual, le secó la boca al de Escorpión, iba a ser mucho más directo, eso funcionaba, su sexo punzó de placer, y sin más se inclinó hacia el frente y metió su lengua masculina y deseosa saboreando la parte externa de ese sitio de placer esa sensual criatura.

Afrodita sostenía por sí mismo sus piernas separadas y en alto, dejando su cuerpo expuesto para ese hombre que hacía cosas deliciosas con su lengua y sus dedos, sentía como lo saboreaba al mismo tiempo que sus fuertes manos de hombre estrujaban sus nalgas hasta hacerlas enrojecer, era tal su fuerza y su virilidad que no había manera que no se excitara, al punto que sus pezones endurecidos se rozaban  contra el hermoso corsé que aún utilizaba. El de Escorpión no podía ver eso, pero si sentía que ese delicioso cuerpo disfrutaba con sus atenciones, lo cual lo hizo sentirse orgulloso, un viril orgullo de amante al saber que era capaz de darle placer a ese ser que lo excitaba como ninguno lo había hecho antes.

Siguiendo sus deseos, o los sexuales deseos de sus entrañas, Milo llevó a un bello Afrodita a la orilla del colchón, no aguantaba más, esa fantasía viviente a su alcance lo hacía desear hacer cosas que jamás había hecho, como meter su rígido miembro por el agujero que había hecho en la prenda de encaje, uniendo su sexo al de su amante, logrando que se frotaran juntos siendo constreñidos por la prenda, gozando del  roce, del calor, de ser apretado por la tela que impedía moverse con libertad. Los dos jóvenes estaban gimiendo de forma abierta, sin preocuparse por nada de nada, siguiendo a sus sentidos llenos de placer por todo lo compartido hasta ese momento, no solo sus sexos turgentes y estremecidos, también de esa tibia piel, los húmedos labios, ese aroma a sexo que inundaba todo el lugar. Afrodita no tardó en sentir como unos labios tomaban los suyos, los separó suavemente y con la punta de su lengua jugueteó contra su amante, pasando por sus labios, sus dientes, encontrando a su compañera también húmeda y compartiendo sabores y saliva, mordiendo tenuemente ese labio superior a su alcance antes de separarse y sin más volver a compartir la experiencia.

Pero no bastaba con la sensualidad de las caricias, no podía ser todo, ambos lo sentían desde la parte más íntima de su ser, sus vientres parecían ansiosos por más, sus sexos se erguían pidiendo más, tenían que darlo todo cuando finalmente habían encontrado a alguien con quien compartir de manera tan absoluta todo lo que eran. Con ojos casi fieros un voluptuoso Milo sujetó al sensual Afrodita, sin contemplaciones de ninguna clase, sin ternura alguna, lo hizo darse la vuelta sobre la cama, sujetó su bonito trasero y dejó caer tanta saliva como pudo en su entrada, metiendo sus dedos para separar esas delicadas paredes que se estremecieron ante el evidente asalto. No fue sencillo, el de Piscis parecía no poder respirar con normalidad y un fascinado Escorpión no dejaba de contemplar la escena de ese pasaje  que luchaba entre ser abierto y buscar cerrarse de nuevo.

La lucha no fue larga, el mismo Afrodita hizo todo lo que pudo para relajarse, hubo más saliva de por medio y adivinó que la masculina lengua del otro hombre se hundía en él, sus dos pulgares entraron en él y tiraron en direcciones contrarias, abriendo su masculino pasaje para que estuviera listo cuanto antes. Llegados a ese punto ninguno de los dos estaba para pensar con tranquilidad, incluso la manera en que respiraban era diferente, había algo ronco y como furioso en sus  gargantas, tenían que seguir, así que el de Escorpión apenas  si recordó ponerse el condón que estaba a la mano y guio su sexo con una mano de manera muy determinada a la sensual entrada del de Piscis, quien sintió esa corona contra su anillo, frotándose, buscando entrar, estimulándolo con la espera. De pronto la redondeada cabeza estaba en su sitio y se introdujo sin esperar, haciéndolo gemir, un segundo avance provocó que diera un gritito ahogado, al tercero, más fuerte y que llegó más profundo casi grito y al cuarto, con el que ese duro miembro llegó a un punto muy íntimo lo dejó sin voz.

Por unos agónicos segundos ninguno de los dos se movió, no estaban seguros siquiera si respiraban, pero de alguna manera levantaron sus rostros y se dieron cuenta que estaban ante el espejo del lugar, la amplia pieza pulida reflejaba sus cuerpos medio desnudos, unidos, y la verdad fue que les gustó lo que veían, lo sabían los dos. Un excitado Escorpión no esperó para comenzar a moverse, sujetando esas afiladas caderas con intensidad, aunque se movió en un principio son mucha prisa, pero se iban acostumbrando ambos con velocidad, tanto que no tardaron en hacer  bastante rítmicas las penetraciones a las que sus sexos se entregaban, era ardiente y delicioso, tanto que no podían quedarse así. Afrodita tuvo que respirar con profundidad por la boca y comenzó a gatear lentamente sobre la cama, sin lograr separarse del de Escorpión aunque tampoco era eso lo que buscaba, sintió como lo sujetaba el otro por los tobillos y se dedicó a embestirlo con intensidad, casi haciéndolo caer, tuvo que sostenerse con sus brazos para evitarlo, pero no iban a soportar mucho de esa manera.

A esas alturas ambos hombres solo respondían a la pasión, no había otro camino y ciertamente no lo hubieran preferido, lo que si prefirieron o al menos así lo demostró el de Escorpión, fue acomodarse sobre el suave colchón de tal forma que su espalda tocaba las sábanas y el de Piscis intentaba descubrir como quedar encima. Afrodita luchaba por mantener sus piernas bien abiertas al mismo tiempo que frotaba su sexo al mismo tiempo que llevaba ese duro miembro a su interior, era un movimiento fuerte, que lo hacía gemir, haciendo que su amante se sintiera excitado por verlo y escucharlo, tanto que presionaba sus pezones con intensidad. Dejándose llevar el de ojos de cielo logró acomodarse encima a horcajadas, mientras el otro joven lo sujetaba por las caderas, casi gritaban, sus apasionadas voces retumbaban en las paredes, y las mutuas enclavadas continuaban.

Milo estaba al límite, lo sabía, lo sentía, su cuerpo ardía de deseo y necesidad, con un placer intenso que lo llenaba, por lo que logró abrazar a Afrodita, llevándolo a su lado sobre las sábanas, sin salirse de esa deliciosa intimidad que lo estrujaba, no dejaba de acariciarlo y besarlo con devoción llevando su mano firme sobre ese rígido sexo que lo hacía desearlo aún más, incluso comenzó a lamerlo, como si no tuviera suficiente de él. empujando con fuerza su entrepierna , el de Escorpión consiguió que ambos gritaran, voces masculinas de placer se escuchaban sin ningún pudor, no era para menos cuando el de ojos azules encontró el punto exacto, la sensible próstata, que se vio asaltada sin pausas y sin piedad por un decidido sexo que llegaba hasta lo más íntimo de ese hermoso cuerpo. Los  turgentes sexos se movían casi con voluntad propia, punzaban con fuerza por la corona y l tronco, llegando hasta los testículos que se llenaban de espasmos agudos sin control.

Estaban al filo del éxtasis, lo sabían, y por eso el de Escorpión no aguardó para hacer que la belleza entre sus brazos quedara sobre su espalda en las sábanas y se colocara encima de inmediato, entrando de nuevo con un solo empujón, embistiendo de inmediato con ojos destellantes por la excitación. Ambos se abrazaron con fuerza y necesidad, de forma imperiosa, sin dejar de probar y compartir sus labios  con besos sensuales, masculinos, entregados, eran uno del otro por completo. El de Piscis intentó acariciarse a sí mismo, su miembro lo necesitaba, pero Milo apenas si se detenía o le daba espacio alguno, aunque entendió lo que buscaba su hermoso amante y lo ayudó  con cierta torpeza a liberar su sexo de la transparente tela, apretándolo con fuerza desde la base hasta la  punta como si buscara extraer algo de su interior; de hecho lo obtuvo pues la brillante y tibia simiente del de Piscis surgió con fuerza bañando sus vientres mientras su dueño intentaba respirar otra vez al ritmo que su cuerpo parecía convulsionar.

Ese grado de satisfacción no podía ser fingido ni aprendido, resultaba muy natural, Milo lo sabía bien, tanto como conocía su propio cuerpo y supo que estaba por terminar, no era para menos cuando se sexo fue estrujado de manera casi violenta por ese sexo que lo rodeaba y con el orgasmo lo apretó de manera deliciosa. Casi acababa ahí mismo pero no podía ser así, necesitaba más, su plan era otro; apenas si logró retirarse y con algo de trabajo y torpeza se sacó el preservativo, dejando ante los ojos de su amante una visión sublime: el turgente sexo del de Escorpión más que erguido estaba curvo, hacia arriba, muy especial sin duda. No era para menos, más que excitado Milo estaba súper excitado, apenas si sacudió  su miembro un par de veces y de la rojiza corona brotó su semen, con fuerza, haciéndolo vibrar al mismo tiempo mientras se llenaba del placer de su orgasmo, cubriendo parte del corsé y ese dulce pecho con su simiente caliente. Hecho que no molestó a su amante pues se untó como si fuera loción esa esencia, combinándola con la suya al mismo tiempo.

Se quedaron rendidos sobre la cama, aun temblando un poco después de la experiencia que habían compartido, respirando pesadamente, apenas si lograban formar alguna idea y era que ese hombre a su lado era…era…

—     Maravilloso—murmuró el de Piscis.

Los dos lo creían hasta las raíces de su ser.

 

**********

 

Había resultado un evento maravilloso para ambos hombres, en verdad, no era posible decir lo contrario pues hubiera sido mentir y en el estado en el que se encontraban no podían mentirse ni a los demás ni a sí mismos, jamás habían tenido algo así, parecía casi un sueño…pero era hora de despertar. Afrodita estaba dispuesto a dejarse llevar por el sueño, disfrutando de las postreras atenciones de ese hombre a su lado quien apenas tuvo un poco de calma se mostró muy devoto de atenderlo, lamió su simiente de su piel y después acarició y mostró total deferencia por esas hermosas zapatillas a su alcance. El de Piscis lo permitía todo, sintiéndose dichoso, era hermoso sentirse adorado de esa manera, pero justo en ese momento un sonido llegó a sus oídos: era la alarma de su teléfono portátil. Apenas si recordaba que llevaba la pieza tecnológica consigo pero lo hizo justamente para no perder la hora.

—     No es posible—murmuró abriendo los ojos con sorpresa.

Un segundo después se apartaba de Milo para ponerse de pie, medio vestirse, tomar con velocidad sus cosas y mostrarse dispuesto a partir, dejando perplejo al de cabellos azules a su lado.

—     ¿Qué sucede?—preguntaba Milo.

—     Debo irme, es  medianoche—dijo apenas con voz.

—     ¿De qué hablas?

Pero era verdad que el de Piscis estaba muy dispuesto a marcharse sin muchas explicaciones, dio vuelta y estaba por partir, así que el otro hombre fue a su lado y apenas si lo detuvo un segundo.

—     Espera…espera…por favor…

—     Lo siento, tengo que irme.

Iba a hacerlo pero no pudo simplemente partir, dio vuelta y besó con total entrega al de Escorpión, como si le diera una promesa de dicha absoluta, pero al final se apartó pues era verdad que tenía que partir.

—     Adiós—murmuró con velocidad contra el oído del otro.

Dos segundos más y estaba saliendo a toda velocidad del lugar; Milo se sintió aturdido por unos instantes, pero finalmente logró recuperarse y decidió que no podía dejarlo ir así, lo había encontrado y no pensaba perderlo. Hubiera corrido tras esa belleza del antifaz pero apenas daba unos pasos afuera del lugar cuando notó algunas miradas sobre él, seguía sin pantalones, necesitaba volver por ellos y lo hizo, colocándoselos tan pronto como pudo, se metió los zapatos y sin más fue tras el que escapaba. Pero el de Piscis ya le llevaba ventaja, conocía el lugar y la manera más rápida de salir, apenas si recogió su abrigo para ponérselo mientras se iba, tan solo rogaba no tardar en encontrar un taxi, tal vez debiera llamar un vehículo por medio de una aplicación pero ni por eso se detenía, avanzaba con sus pertenencias en la mano y sin perder un segundo.

Ya estaba afuera del club cuando alcanzó la escalinata que separaba el sitio de la avenida, bajó con tanta velocidad como pudo, vio a lo lejos de la calle despejada que se aproximaba un taxi, necesitaba alcanzarlo y que pudiera llevarlo; para hacerlo lanzó un fuerte silbido que detuvo el vehículo por unos segundos, conforme se aproximaba se sacó el antifaz y llegó a la puerta que abrió de un movimiento seguro. Tan apurado como iba no notó que un apuesto hombre de cabellos azules le seguía los pasos intentando detenerlo, lo vio correr por las escaleras, estaba seguro de poder detenerlo, pero entonces vio el taxi, corrió más fuerte pero no lo consiguió, tan solo vio la puerta del vehículo cerrarse de un movimiento.

—     ¡Espera, por favor, espera por mí!—le gritó.

Pero no fue suficiente pues el taxi se ponía en camino con velocidad por el camino vacío, alejándose y llevándose lejos de él a esa fantástica criatura que había complementado su existencia como jamás nadie lo hubiera hecho.

Cuando Afrodita subió al vehículo el conductor le advirtió que estaba por entregar el vehículo, pero no le importó, prefería la velocidad en ese momento, así que se acomodó en el asiento trasero dejándose llevar, aun temblando por las sensaciones que lo llenaban hasta la raíz de su cabello, hasta los dedos de sus pies…y en eso sintió algo más.

—     No puede ser—dijo.

Con la prisa y por no perder el taxi extravió una de sus zapatillas, vio la hora, no podía volver a buscarla, pero le supo mal lo ocurrido.

En la avenida Milo también estaba decepcionado, pensó que podía alcanzarlo, pero no lo logró ¿Cómo encontrarlo? Debía hacerlo, pero no tenía una pista, algo, lo que fuera para poder saber quién era; justo en ese momento se dio cuenta que algo brillaba en la calle, casi dejó de respirar por un segundo pero ahí estaba, la hermosa zapatilla que lo había hecho entregarse se encontraba a su alcance. La levantó con emoción y la estrechó contra su pecho, sonrió ampliamente, ahí estaba la manera de dar con él, iba a encontrarlo, de alguna manera, estaba seguro de ello.

 

**********

 

Afrodita continuaba con su trabajo, monótono e ingrato, soportando los desplantes de su padrastro y hermanastros, que lo trataban como si no fuera nadie; sin embargo eso quedaba en segundo plano en su existencia, no podía dejar de pensar en el hombre vestido de príncipe con el que había compartido un momento tan único. Había sido fabuloso, aunque había perdido una de sus zapatillas, eso era una pena.

—     Hay que hacer esto bien—decía Aspros—De esta inversión depende el futuro de la empresa, si se hace la fusión todos saldremos beneficiados.

El de Piscis escuchaba pero entendía claramente cuál era la situación, si esa unificación, que no era tal, se llevaba a cabo, la empresa de su padre se perdería para siempre ¿Cómo podía evitarlo? Necesitaba hacer algo.

—     Si estamos todos de acuerdo…

—     No, no lo estoy—interrumpió Afrodita—No puedes vender la empresa de mi familia, este lugar fue fundado por mi padre.

—     Yo soy su viudo, y por lo tanto yo decido—recalcó Aspros—Lo que tú pienses a nadie le interesa.

Como no soportaba ser hecho a un lado de manera semejante, el de Piscis se puso de pie y se marchó de la sala de juntas,  no podía creer que el trabajo de su padre fuera a ser abandonado de esa manera por quien debía conservarlo.

—     Papá…papá…

Intentaba encontrar una salida pero era verdad, él estaba fuera de poder tomar una decisión en ese asunto pero no dejaba de dolerle que fuera así. Cerró los ojos y se consoló un poco con el recuerdo de su atractivo amante, había sido feliz, al menos eso no podían quitárselo.

Por su parte, Milo de Escorpión había dado inicio a una especie de programa de búsqueda con la única pista con la que contaba, esa linda y perfecta zapatilla que parecía no poder dejar de admirar ¿Cuándo se podía encontrar a un hombre que caminara con semejantes tacones y con  tanta elegancia y gracia? Además de tener unos piececitos perfectos, tan bellos, y también que resultara una maravilla en la intimidad, en definitiva un sueño hecho realidad, todo lo que él pudiera desear de la vida en un perfecto y hermoso paquete…aunque hubiera escapado de su lado.

—     ¿Me estás escuchando Milo?

Esa voz hizo que el joven de ojos azules volviera a la realidad, en ese momento no estaba a solas sino que se encontraba tomando el almuerzo con su padre en el elegante comedor de su mansión, el caballero aparentemente llevaba un rato hablándole de algo que no se había tomado la molestia de escuchar.

—     Lo lamento padre—se disculpó—Creo que estaba pensando en algo más.

—     Ya veo—suspiró Kardia—Solo te estaba recordando que tenemos una fiesta, para cerrar el negocio del que te hablé.

—     ¿No es mucho hacer una fiesta solo por un negocio que va a cerrarse?

—     Bueno, pensaba que una fiesta es un buen lugar para conocer gente—decía intentando escucharse casual—Tal vez puedas conocer a alguien y…

—     Por favor padre, no hagas eso—le pedía el joven.

—     Vamos hijo, entiéndeme, no me hago más joven, solo quiero verte tomar tu camino, establecerte, que seas feliz.

—     Soy feliz.

—     Pero estás solo, quiero verte con tu familia, con alguien especial a tu lado, eso es todo.

—     Alguien a mi lado.

Suspiró, lo había encontrado, la persona de su vida, y no siquiera sabía su nombre.

—     Hada de mis sueños—se dijo a sí mismo.

Al final el almuerzo se había terminado, su padre se había retirado a supervisar algunas cuestiones de la fiesta y él regresó a su habitación donde se encerró, tomando la hermosa zapatilla entre sus manos y contemplándola con adoración ¿Cómo podría dar con su dueño? Debía haber una manera y en ese momento se percató de algo que embelesado como estaba antes no había tomado en cuenta. Un trabajo como ese no lo hacía cualquiera, pues no se trataba de una zapatilla comercial sino de un trabajo único, hecho a la medida, y la pequeña etiqueta de la base del calzado indicaba quién era el autor de semejante obra de arte. Bueno, era una pista y no pensaba dejarlo pasar.

—     Necesito que hagas algo por mí—dijo a un hombre.

Se encontraba ante el jefe de seguridad de su familia, un hombre llamado Shura de Capricornio, adusto, serio, cumplidor y leal, al menos a los suyos, sabía muy bien que su padre confiaba en él y la verdad es que jamás tuvo motivos para dudar de su inclinación a hacer lo que le pidieran y no solo por dinero, en verdad guardaba estima a la familia Escorpión.

—     ¿En qué puedo servirle?—preguntó el caballero.

—     Necesito encontrar a alguien—dijo inseguro el joven.

El otro caballero era un esquivo hombre de ojos verdes y cabellos negros, se limitó a aguardar por más información, lo sabía el de mirada azulada, así que le dijo lo que sabía o más bien lo que no sabía.

—     No sé cómo se llama ni donde vive o en donde trabaja, no cuento con datos sobre él.

—     Es un hombre.

—     Sí, es un hombre—admitió el de Escorpión.

—     ¿Qué puede decirme de él?

—     Solo sé que usaba esto.

Casi con timidez le mostró la zapatilla, pensara lo que pensara el de Capricornio de lo que estaba viendo se lo guardó para sí mismo, no dio señal alguna de nada, solo hizo un movimiento afirmativo y supo que podía haber una posibilidad.

—     ¿Puedo verla?—preguntó.

El de cabellos azules estuvo a punto de negarse ¿Qué alguien más la tocara? ¡Imposible! Pero sabía que no tenía otra opción.

—     Ten cuidado—suplicó al dársela.

Notando que era importante para el joven de la familia sujetó la pieza con extremo cuidado, como si fuera de cristal, notó la misma etiqueta y se dijo que con eso tendría que bastar, con eso y con una pregunta más.

—     Joven Milo—le dijo—He servido a su familia y lo conozco desde niño.

—     Lo sé Shura.

—     Entienda que lo que preguntaré es solo por el cariño que tengo a su familia.

—     Entiendo.

—     ¿Cómo conoció al dueño de esta zapatilla?

Porque sinceramente no le parecía usual que un hombre anduviera por ahí con unas zapatillas de ese tipo.

—     Fue en una fiesta—admitió en voz baja.

—     ¿Va a buscarlo?

—     Por supuesto—respondió con seguridad.

Al notar eso el de cabellos negros se dijo que lo mejor era entonces darse prisa, el brillo de sus ojos azules no podía ser fingido ni pasajero, ese joven estaba en definitiva viviendo algo que nunca antes había tenido.

—     Haré lo que pueda—dijo solemnemente el de Capricornio—Apenas sepa algo se lo haré saber.

—     Gracias Shura, gracias—decía con felicidad.

De verdad necesitaba darse prisa, su joven señor no iba a esperar demasiado para poner cielo y tierra de cabeza solo por encontrar al dueño de esa zapatilla.

 

**********

 

Pasaron unos días, los suficientes para que los detalles de la fiesta dada por los Escorpión estuvieran completos y así poder abrir su mansión a los invitados que desde el primer momento se sintieron impresionados con semejante despliegue para recibirlos: criados con librea, continuas exquisiteces servidas y ofrecidas en bandejas, músicos de una orquesta, flores, regalos, luces, todo excelente para hacerlos sentir bienvenidos. Todos se mostraban encantados, bueno, casi todos, un hermoso Afrodita no parecía nada feliz con esa situación, simplemente no podía resignarse al motivo que lo había llevado ahí.

—     No puedes hacer esto—le decía a Aspros—Por favor, es la  empresa de mi padre.

—     Ya está decidido—fue la respuesta indiferente.

—     No es justo, lo sabes, mi padre soñaba con hacer de esta empresa…

—     Tu padre soñaba mucho—le lanzó—Pero no cumplía con nada.

—     Pero…

—     No quiero escucharte más—dijo  con fuerza.

Afrodita se mordió el labio inferior con violencia, no podía armar una escena en ese sitio pero no le resultaba menos frustrante saber que todo el esfuerzo de su progenitor se había ido a la quiebra por los caprichos de ese hombre y sus hijos. Los dejó avanzar y vio como adulaban sin más a los invitados, pretendiendo que pertenecían a ese sitio y que eran iguales, él no era así, no le interesaba, no quería saber más y terminó por apartarse y buscar refugio en un sitio solitario, como siempre, sin que nadie supiera nada de él.

En el mismo sitio, aunque en diferente localización de la hermosa propiedad, Milo se sentía vacío, esa fiesta y toda esa gente que su padre había invitado no le interesaba, todos eran falsos y siempre trataban de adular en lugar de ser ellos mismos ¿Por qué debía prestarse a semejante farsa? Lo único que le daba algo de reposo y consuelo era la perfecta zapatilla que conservaba celosamente en su poder, pensaba en su hada hermosa y sublime ¿acaso un día podrían volver a encontrarse? Justo en ese momento llamaron a su puerta, se trataba de un sirviente con un mensaje.

—     Su padre lo espera joven Milo—le dijo.

—     Gracias.

Se sintió como un condenado llamado a cumplir con su sentencia, pero igual lo haría, su padre se había esforzado mucho y sabía que lo hacía por verlo feliz, que deseaba de verdad que encontrara a alguien que lo hiciera dichoso, pero no cambiaba que solo una persona lo había hecho sentir que llenaba su vida de dicha y ni siquiera sabía su nombre, era como un ángel de sus sueños. Si lo encontraba estaba dispuesto a compartir toda su vida, todo lo que poseía, con él, apenas si lo había conocido por un instante y se sintió como si pudiera tener una estrella al alcance de sus brazos, esa belleza que no podía describir con palabras siquiera, y no dejaba de llenar su espíritu por completo.

Iba en camino hacia el salón principal, donde estaban los invitados, ya que colindaba con la magnífica terraza que daba una perfecta vista de los jardines, la alberca, la fuente colosal, el invernadero y demás, era un buen lugar. Conforme se acercaba intentaba mentalizarse sobre  la manera en que debía comportarse, amable, educado, suficientemente interesado en lo que fuera que le dijeran, así debía ser.

—     Será mejor hacerlo de una vez.

Pero antes de entrar alguien le salió al paso, se trataba de ese hombre de cabellos negros a quien había encomendado una misión especial.

—     ¿Sucede algo Shura?—le preguntó.

—     Pude rastrear la zapatilla—le informó de manera directa.

El joven de Escorpión se quedó sin aliento por un segundo pero logró hablar de nuevo, necesitaba respuestas.

—     ¿Qué es lo que sabes?—preguntó casi trémulo.

—     Pude encontrar la tienda que hizo la zapatilla, no es un trabajo usual ni aún para ellos, hacen calzado sobre pedido exacto, cada par es único, solo para una persona.

—     ¿Qué más sabes?

—     No me dieron un nombre, aunque insistí en saber quién mandó a hacer ese zapato—le explicaba con calma—Pero pude averiguar que quien pagó lo hizo con una cuenta ejecutiva.

—     ¿Es parte de una empresa?

—     Así es, parte de la cuenta de un lugar llamado Rosa Dorada.

—     ¿Estás seguro?

—     Sí.

—     Gracias—dijo animado el de ojos azules.

—     Y también puedo decirle que Rosa Dorada es la empresa que su padre piensa comprar, ya que la cuenta con la que se pagó es dorada debe ser de nivel directivo, y supongo que su dueño…

—     Debe estar aquí—dijo sonriendo.

El corazón del joven de cabellos azules dio un vuelco, estaba ahí, su desconocido amante se encontraba probablemente bajo ese mismo techo, en ese mismo instante, necesitaba encontrarlo.

—     Lo esperan joven Milo—dijo apareciendo de pronto un  sirviente.

—     Iré en un momento—dijo animado el de Escorpión—Necesito algo antes.

Sin decir otra palabra se  fue aprisa a su habitación, debía tener la hermosa zapatilla que había  encontrado y que lo guiaría a la persona de su vida.

 

**********

 

Kardia se había mostrado como un prefecto anfitrión, era amable, se aseguraba que sus invitados fueran bien atendidos, que nada faltara, además de sostener pequeñas charlas con los demás, haciéndolos sentir bienvenidos, todo iba bien para terminar de cerrar un negocio que prometía; pensaba que una empresa como Rosa Dorada era excelente, solo que no estaba bien administrada pero se haría cargo de ello. Solo faltaba por aparecer su hijo, quien se había desaparecido unos momentos antes de llegar a la reunión, necesitaba que ese muchacho se centrara, que hiciera su vida, deseaba verlo feliz por encima de todo. Justo cuando pensaba en su hijo vio que el joven de los ojos azules caminaba directamente hacia él, sonriente y animado, muy sonriente de hecho, le parecía que estaba exultante.

—     Padre—lo llamó el joven.

—     Milo, te ves contento ¿Qué sucede?

—     Me voy a casar—anunció entusiasmado.

—     ¿De verdad?—preguntaba el caballero emocionado.

—     Si padre.

—     ¿Con quién vas a casarte?

—     Con quien sea que pueda calzar esta zapatilla—anunció muy determinado.

Su padre lo miró atentamente pero al verlo tan convencido solo supo que debía apoyar a su hijo.

—     Muy bien Milo, si es tu decisión que así sea.

—     Gracias padre.

Fue así que el joven de la familia Escorpión no dudó en poner manos a la obra, se colocó en medio del salón, donde todos los invitados lo reconocieron y pusieron atención a lo que fuera que iba a decirles.

—     Buenas noches—comenzó Milo—Agradezco a todos que vinieran esta noche a nuestra casa, es mi deseo que sepan que planeo aprovechar esta ocasión para anunciar mi compromiso matrimonial.

Todos comenzaron a murmurar, sin duda era un enlace soñado para cualquiera, casarse con un joven inteligente, atlético, apuesto y millonario como Milo de Escorpión; entonces el joven continuó.

—     Quiero pedir a los presentes que me ayuden en esta importante decisión, para elegir a quien ha de ser mi esposo les pido a todos que se prueben esta zapatilla.

Mostró la encantadora pieza brillante, haciendo que en los rostros de los invitados se reflejaran diversas emociones pero al final solo una dominó: nadie iba a dejar pasar la oportunidad y de inmediato estaban colocándose en fila para ser uno de los que intentaran calzarse la hermosa pieza en su pie. Todos fueron pasando a probarse la zapatilla pero parecía que a nadie le ajustaba como debía, era como si a nadie pudiera sentarle bien tan peculiar pieza, por supuesto que se la midieron también los gemelos Géminis pero sin importar cuanto lo intentaran no les quedaba; incluso Aspros tomó un turno, pero igualmente no le quedó, lo que por cierto hizo que el joven de Escorpión respirara de alivio.

Milo se sentía decepcionado ¿Acaso no estaba ahí su perfecto amante?

—     ¿No falta nadie de su empresa?—preguntó el de ojos azules al mayor de los Géminis.

—     Claro que no—fue la categórica respuesta—Pero si permite que mis hijos se midan de nuevo esa zapatilla le aseguró que…

Pero el joven ya no escuchaba mucho, tan solo se sentía decepcionado, no estaba ahí, el dueño de esa zapatilla no estaba ahí ¿Por qué no estaba? Intentando recuperarse un poco se alejó del salón, tratando de estar a solas por un momento, buscando respirar. Pero ni al verlo así Aspros pensaba dejar pasar la oportunidad y fue tras él, llevando a sus hijos a su lado sin perder un solo paso.

—     Tiene que entrarles la dichosa zapatilla—les dijo.

—     Pero papá…—se quejaron los otros dos.

—     ¡Solo hagan que les entre!—les reprochó—A quien le quede se casará con Milo de Escorpión ¿no es suficiente?

En la hermosa terraza un melancólico Afrodita de Piscis miraba a la distancia, no terminaba de creer que el sueño de su padre terminara ahí ¿Qué estaba haciendo en ese lugar? ¿Por qué no podía hacer nada para evitarlo? Tal vez lo mejor era marcharse. Pero antes de hacerlo un inquieto Milo llegó al mismo lugar y lo primero que notó fue a esa hermosa criatura aureolada por el aire de la tristeza, sus cabellos de cielo se mecían suavemente y sus enormes ojos brillaban de manera oscura. Entonces el otro joven volteó y sus miradas se encontraron, se veía un destello de sorpresa en sus pupilas, esos ojos, ese cabello…no podía ser.

Un decidido Milo fue directamente hacia Afrodita, se colocó ante él y le habló con suavidad mostrándole la zapatilla.

—     ¿Es tuya?—le preguntó.

El de Piscis se sentía algo cohibido, no esperaba encontrarse con él de nuevo, menos aún que llevara su zapatilla perdida, esa cuestión de su manera de vestir en el club era algo privado y de pronto había mucha gente alrededor. Sin embargo el de Escorpión no estaba para aguardar, le parecía que ya había esperado demasiado, lo hizo sentarse en el borde de la balaustrada de mármol, de inmediato le sacó el zapato que utilizaba en ese momento, un tipo de mocasín que salió fácilmente, puso una rodilla en tierra y ceremoniosamente colocó la hermosa zapatilla en el delicado pie, quedando perfecta.

Todos miraban asombrados pero ahí estaba, el dueño de la zapatilla se encontraba con quien lo estaba buscando.

—     Eres tú—decía dichoso el de Escorpión—Te he encontrado hada de mis sueños.

—     Yo…

—     Por favor, no te apartes de mí, no podría ser feliz sin ti,  te pido que te cases conmigo.

—     Pero yo…

En ese momento Aspros fue hacia ambos, no podía creer lo que estaba sucediendo.

—     Debe ser un error—clamaba airadamente—Esa zapatilla es de uno de mis hijos.

Uniendo las palabras a acciones fue contra Afrodita, buscando sacarle la zapatilla, pero lo sorpresivo del movimiento y que el de Piscis no pudo sostenerse provocó que se fuera de espaldas sobre la baranda, pero antes de permitirle caer un intrépido Milo fue tras él intentando sujetarlo, cayendo ambos mientras todos los presentes gritaban del susto. Parecía una tragedia… pero afortunadamente la alberca de la propiedad estaba prácticamente debajo de esa terraza, cuando los jóvenes salieron a la superficie un contento Milo abrazó de inmediato a Afrodita, como si no pensara separarse nunca de él.

—     Ahora que te he encontrado no te dejaré ir—le aseguró.

—     ¿Lo dices en serio?—preguntaba contento el de Piscis.

—     Te lo juro—le respondió sonriendo—Pero dime hada mía ¿te casarías conmigo?

—     ¿Estás seguro de eso?

—     Por supuesto.

—     ¡Sí!—casi gritó el otro joven— ¡Me caso contigo!

Sin aguardar se abrazaron de inmediato para después besarse, se habían encontrado y jamás iban a separarse.

 

**********

 

Desde ese momento unos felices Milo y Afrodita se comprometieron y en muy poco tiempo se casaron, con el beneplácito de Kardia quien estaba encantado con su nuevo hijo, y el disgusto de Aspros y sus hijos, quienes quedaron fuera de la vida del de Piscis. Además, al ver tan contento a su hijo Milo, su padre no tardó mucho en retirarse, heredando todo a su retoño, quien se convirtió en el nuevo rey de la ciudad y de regalo no tardó en entregarle la empresa Rosa Dorada como obsequió a su esposo. La primera acción de Afrodita fue poner de patitas en la calle, o sea que despidió, a Aspros y sus hijos, tomando las rindas del negocio que fundara su padre y haciéndolo marchar como siempre pudo hacerlo, muy bien.

Al estar juntos descubrieron cada día lo felices que eran, que se amaban, que eran uno del otro, y que nada era más perfecto en su vida que haberse encontrado, enamorado y casado, fundando una nueva vida que los hacía dichosos.

—     Te amo Afrodita—decía Milo.

—     Te amo Milo—decía Afrodita.

Incluso en la intimidad estaban complacidos, como en ese momento, cuando un hermoso Afrodita solo tenía una enorme sonrisa y lindamente puestas sus zapatillas.

 

**********

 

 

FIN

 

Notas finales:

Espero que fuera de su agrado.

Si nada sucede nos leemos la semana entrante con un nuervo fic.

Atte. Zion no Bara

 


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