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Viaje por zion no bara

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Notas del fanfic:

Es una historia corta que se me había quedado de esta pareja, sencilla, pero espero que les guste.

 

 

 

El ruido era constante en el autobús, los chicos a bordo no dejaban de hablar y comentar y hacer bromas y discutir y todo lo demás, les gustaba la idea de hacer ese viaje a Lago Antares, era un excelente lugar por lo que sabían, además que ir con amigos siempre era grato. Pero en medio de todo ese revuelo uno de los ocupantes del vehículo se mostraba silencioso a pesar de haber estado animado con la idea de ir, sus ojos negros no dejaban de mirar el paisaje conforme avanzaban, era grato de verdad pero él tenía en mente otras cosas, la más importante era un posible encuentro y no estaba seguro de lo que iba a suceder cuando se diera.

De pronto un joven de cabellos lavanda estaba a su lado, más que sentarse se asomaba por la ventanilla con entusiasmo y sonriendo dijo lo que pensaba.

—    Ya casi llegamos, este sitio será increíble ¿No te parece?

—    Claro, será agradable.

—    Vamos Aldebarán, serán unos días increíbles para todos.

—    Sin duda Mu.

Siguió mirando al exterior y entonces dijeron las palabras que lo habían hecho pensar todo el camino.

—    Podremos ver a Milo de nuevo ¿no te alegra?

—    Claro que sí.

A la distancia se iba dibujando el sitio al que llegarían, una especie de complejo de posadas en las que las personas podían instalarse cómodamente para pasar unos días agradables rodeados de naturaleza suave y amable, el nombre del lugar era Antares, sin duda por estar cerca del Lago Antares, diciendo de esa manera lo que se podía esperar. Los del autobús estaban animados, contentos, pero el que se llamaba Aldebarán de Tauro se mantenía algo pensativo, sus ojos negros se quedaban fijos en la distancia aparentemente pero la verdad era que pensaba en lo que sería volver a verse con ese chico que se había marchado tiempo atrás de su vida.

—    Ya estamos por llegar—dijo uno de sus compañeros con entusiasmo.

Los demás iban haciendo comentarios pero el que se llamaba Aldebarán se limitó a recoger su cabello y prepararse, había querido ir pero conforme se acercaban se iba sintiendo algo nervioso, con su elevada estatura y fuerte musculatura no era algo sencillo de imaginar pero así era, no estaba seguro de lo que iba a encontrar en ese sitio.

El autobús se estacionó, haciendo un ruido peculiar, y en unos segundos como si fueran una pequeña manada los jóvenes recién llegados se iban haciendo los dueños del lugar, seguían hablando, descargaban el equipaje, lo cargaban y se ponían en marcha hacia la entrada de lo que era la posada principal.

Justo en ese punto un hombre de cabellos y ojos azules les salió al paso, era el dueño así que no resultaba extraño.

—    Sean bienvenidos a Antares—los saludó—Soy Kardia de Escorpión, estamos para servirles, lo que sea que necesiten tan solo deben pedirlo.

Los chicos se veían entusiasmados con la idea, se les notaba por la sonrisa, y sim no bastaba un evento más iba a hacer que se mostraran animados.

—    Mi hijo Milo los ayudará a instalarse.

—    Sean bienvenidos.

Se trataba de un joven de cabellos y ojos azules, y lo más importante era que lo conocían, pues habían sido compañeros de clases aunque por ciertos motivos había tenido que dejar las clases.

—    Que gusto verte Milo.

—    ¿Cómo te encuentras Milo?

—    Cuanto tiempo sin verte Milo.

—    No sabes el gusto que me da verte Milo.

Los comentarios seguían en ese tenor, de verdad los demás chicos se veían contentos con encontrarse con el que fuera su compañero de clases, pero entre todos ellos el alto Aldebarán de Tauro se mantenía silencioso y como a distancia, solo observando, era un poco difícil imaginarse que alguien tan imponente fuera capaz de sentirse como nervioso o tímido pero así estaba, al menos por unos momentos parecía preferir solo estar a distancia de los demás.

—    Los ayudaré a instalarse—decía Milo con amabilidad.

Sonriendo y con los rayos del sol era hermoso, aun sin eso lo era, pero el de Tauro no dejaba de ver cuán apuesto continuaba siendo ese hermoso chico que había salido de su vida después de una escena que definitivamente había dejado su huella.

De pronto esos ojos azules lo miraron, parecía que el de Escorpión también estaba un poco inquieto de verlo de nuevo pero ninguno deseaba hacer de ello un momento incómodo, era mejor hacer algo antes que los demás lo comentaran.

—    Me da gusto verte Aldebarán—lo saludó.

—    También me alegra verte Milo.

—    Y… ¿Cómo has estado?

—    Bien ¿Y tú?

—    Bien también.

De pronto parecía que no había nada más que decir entre ellos y debían seguir con otra cosa, como instalarse.

—    Muéstranos todo Milo—le pedían con entusiasmo—Hablabas tanto de este lugar que nos moríamos por venir.

—    Les mostraré todo Afrodita.

—    ¿Podemos ir al lago? De verdad quiero ir al lago.

—    Claro Death Mask, pero quizás primero deseen descansar un poco.

No parecía mala idea y de pronto ya estaban todos moviéndose y seguían hablando rodeando al guapo chico de la familia Escorpión, estaban ahí para pasarla bien, y se mostraban dispuestos a hacerlo, lo demás por el momento no tenía mucha importancia, no para ellos, pero para dos jóvenes era una nueva oportunidad de sincerarse sobre lo que había sucedido entre ellos.

Conforme avanzaban por las diversas cabañas, Milo iba cumpliendo la labor de indicarles a cada uno cuál era su habitación y los jóvenes que alguna vez fueran sus compañeros se iban instalando con velocidad, quedando así cumplida su primera labor, hasta llegar al último de ellos.

—    Está es tu habitación Aldebarán—le dijo abriendo la puerta.

—    Gracias.

En poco tiempo ambos entraron y quedaron en un bonito espacio, aunque era el más alejado del lago, pero eso no molestaba al de ojos negros.

—    Espero que estés cómodo—decía el de ojos azules—Es una de las habitaciones más amplias para que no te sientas constreñido.

—    Estoy bien, gracias Milo.

—    Bueno, si necesitas algo solo debes pedirlo ¿De acuerdo?

—    De acuerdo.

—    Te dejo para que descanses Aldebarán, nos vemos después.

—    Gracias Milo.

Al verlo alejarse por la puerta sintió un impulso y no pudo sino llamarlo de nuevo, sin poderlo evitar.

—    Milo.

—    ¿Qué pasa?

—    Solo…solo…me alegra verte, que estás bien.

—    Sí, gracias.

Sin más el de ojos azules salió, dejando a solas al de Tauro, quien solo se limitó a respirar con profundidad, estaba en ese sitio para relajarse, descansar y pasarla bien con sus compañeros, no solo para pensar en Milo, aunque siendo juntos en todo ese tiempo separados no había dejado de hacerlo.

 

**********

 

Los días de descanso para los jóvenes viajeros dieron inicio prácticamente de inmediato, nadie parecía dispuesto a dejar pasar la oportunidad de divertirse y convivir con sus compañeros y amigos, además el lugar se prestaba a ello pues estaba rodeado de una naturaleza que invitaba a entregarse a ella y estando en grupo era siempre más divertido. Se podía ver a los gemelos Saga y Kanon quienes estaban muy animados en su competencia de clavados desde un árbol hasta el lago; el hermoso Afrodita competía animadamente con sus amigos Death Mask y Camus para ver quien daba la vuelta más rápido nadando al lago; Mu y Shaka no dejaban de admirar las plantas que crecían en los alrededores; Dohko, los hermanos Aioros y Aioria, y Shura estaban entusiasmados con una especie de carrera con obstáculos al trepar árboles. Todo estaba saliendo muy bien para todos.

Aunque no podía dejar de notarse que en esas diversiones ni Aldebarán ni Milo estaban con ellos aunque por distintos motivos o al menos eso parecía en un principio.

El de cabellos oscuros nunca se había visto como alguien muy allegado al agua, prefería el senderismo, explorar, observar el mundo que lo rodeaba, era más bien de tierra que de agua, por eso estaba un poco aparte rodeando el bonito bosque que ofrecía un hermoso espectáculo de plantas, hojas, musgos, pequeños seres vivos llenos de esencias únicas. Por su parte, el joven Escorpión de cabellos azules estaba atento a su trabajo y con un grupo como el que había llegado no era poco lo que se debía hacer, además le gustaba ayudar a su familia, era algo natural en él, por eso estaba atento a que todo aquello que tuviera que ver con los que fueran sus compañeros estuviera listo, que nada les faltara, y de paso le agradaba verlos de nuevo, desde que dejara la escuela era limitado el contacto que había mantenido.

Sin embargo había una cuestión más, algo de lo que no habían hablado y que sus amigos y compañeros no sabían sobre ellos dos, una escena que resultó no muy agradable, pero en su momento no se pudo hacer nada al respecto.

Aldebarán caminaba en ese momento por la senda marcada por los árboles, dejaba que la luz del sol lo cubriera suavemente y se encaminaba de nuevo a las cabañas, prefería regresar, sabía bien que no estaba del mismo ánimo de sus amigos y no quería arruinarles la diversión con su ensimismamiento.

—    ¿Pero qué te pasa Aldebarán? Tú no eres así—le dijeron varias veces en los meses anteriores.

No se sentía capaz de exponerles la verdad, así que solo negaba que algo ocurriera y pretendía que todo seguía igual, pero no estaba igual y lo sabía bien, su confianza en sí mismo y sus sueños a futuro se vieron mellados por lo ocurrido.

Justo en ese instante, conforme se acercaba a la cabaña que le correspondía, se encontró con una imagen especial, ahí estaba Milo, con sus brillantes cabellos azules, inclinado ante la parte trasera de un tipo de cobertizo recogiendo leños que sin duda serían para la chimenea de la cabaña principal pues contaba con tal elemento, era parte de lo que ofrecía ese sitio, o tal vez para una fogata al aire libre para la tarde-noche, que era otro de los atractivos de ir a ese lugar. ¿Cómo era posible que un chico fuera tan atractivo y tan hermoso por igual? Aldebarán lo había notado, desde el principio cuando lo conoció, pero con el tiempo había notado más cosas sobre ese joven de largos y sedosos cabellos azules como el cielo.

—    Siempre fue así—se dijo el de Tauro.

Era verdad, cuando lo conoció lo primero que notó fueros justamente sus cabellos y después sus ojos, ojos de cielo, como decía su abuelo.

—    Cuando te cases hazlo con alguien de ojos de cielo, porque será una persona muy bella.

Claro que con los años sabía que una persona podía ser o no hermosa si tenía o no ojos azules pero en el caso de ese chico era algo muy cierto.

Lo vio por primera vez en la escuela, estaba formado con otros compañeros, hablaba animadamente de algo pues veía sus cabellos moverse mientras esperaba su turno para ser atendido en la cafetería, fue cuando él se acercó sin más, sin perder el tiempo, solo sabía que necesitaba saber quién era.

—    Hola ¿Cómo has estado?—lo saludó como si nada.

—    Bien—dijo el de ojos azules mirándolo como preguntándose quién era.

—    ¿No me recuerdas?—dijo el de Tauro sonriendo.

—    No lo creo.

—    Que mala memoria, soy Aldebarán ¿y tú?

—    Soy Milo—respondió amablemente.

—    Nos veremos pronto Milo—dijo alejándose.

Sus compañeros del de cabellos azules de inmediato le preguntaron al respecto.

—    ¿Quién era ese?

—    Dice que me conoce—fue la respuesta.

De hecho no tardaron en conocerse más pues una de las materias, matemáticas, quedó sin profesor, los que desearan podían tomar un taller para estar al día hasta que encontraran un suplente pero solo unos pocos lo hicieron, entre ellos estaban justamente Aldebarán y Milo, por lo que coincidieron con mucha facilidad desde ese momento. La verdad fue que desde el primer momento ambos chicos se agradaron, y se harían muy unidos, salían con amigos o como amigos, la pasaban muy bien en sus charlas entre clases mientras se hacían cercanos y amigos con el resto del grupo. Pero algo más iba a ocurrir, porque si bien el de los ojos negros miraba al de Escorpión, tuvo la suerte de notar por el reflejo de un vidrio que el de ojos de cielo lo miraba a él.

Después de semejante descubrimiento el de Tauro tuvo una etapa un poco peculiar para él, siempre tan seguro y firme para todo, pues de pronto se sentía nervioso, lo cual era muy raro en su vida, pero se preguntaba si en verdad tenía una oportunidad con el de Escorpión, no era un tema sencillo, había estado con chicos antes pero ese de ojos azules era especial. Sin embargo terminó por dominar sus nervios y comenzó a hacer un plan, necesitaba de un momento bien definido para hacer una declaración, así que pensó en ello por un largo rato hasta que se decidió y lo primero era hacer una invitación a su amigo de cabellos azules.

—    ¿Qué te parece si salimos mañana en la noche Milo?—le preguntó.

—    ¿Salir?—preguntaba sin mucho ánimo el otro.

—    Sí, sería divertido—insistía intentando escucharse tranquilo— ¿Qué me dices, aceptas?

—    Es que yo…

—    Anda, por favor.

—    Está bien—accedió el otro sin mucho afán.

—    Que bien.

La verdad era que el proyecto del de Tauro estaba bien delineado, irían a ver una película, después pasarían a comer esas hamburguesas que servían con papas y queso fundido que tanto le gustaban al de ojos azules, entonces caminarían dando un paseo por ese parque que le gustaba al otro y llegarían a la impresionante fuente del toro que había dicho su compañero que le encantaba y así, al final de una gran salida, cerraría con su declaración, le pediría que fuera su novio y no dejaba de sentirse emocionado por la seguridad de ser aceptado.

Bueno, las cosas se hicieron conforme estaban planeadas, Aldebarán fue por Milo a su casa y mientras llegaban al cine no dejaba de hablarle de la película y lo prometedora que parecía, compraron los billetes y entraron a la sala pero si bien fue entretenida y hasta divertida, lo que quería el de cabellos negros, no parecía que su compañero le prestara mucha atención.

—    Vamos a comer algo Milo.

Fueron por las hamburguesas, buen sitio en el que muchas personas comían, tenían buen sabor y una de sus especialidades eran las papas con queso que siempre habían gustado al de cabello azul, pero en esa ocasión mientras el de cabellos oscuros comía con ánimo el otro joven apenas si mordisqueó la suya y no tocó las papas.

—    ¿Te sientes bien Milo?—terminó preguntando.

—    Si—fue la respuesta.

—    Casi no comiste—le indicó.

—    Estoy bien.

Aparte de eso no parecía que fuera a conseguir nada más como respuesta, pero le quedaba una etapa de su plan y se dispuso a llevarla a cabo.

Salieron y se pusieron en camino hacia el parque, caminando uno al lado del otro, el de ojos negros hacía algunos esfuerzos por charlar, aunque él mismo se encontraba un tanto nervioso con la perspectiva de lo que iba a hacer, tal vez debió prestar más atención al estado de ánimo del de ojos azules pero no lo hizo y la verdad era que el joven Escorpión llevaba un tiempo así. De todas maneras, cuando alcanzaron la fuente, el de cabellos negros intentó de nuevo guiar las cosas al punto que las quería, siendo así puso manos a la obra en ser sutil, no acelerar las cosas, o al menos era como lo contemplaba cuando comenzó a hablar de nuevo.

—    Esta fuente es increíble—comentaba—Cuando me dijiste que estaba basada en el personaje de Ursus* me puse a investigar quien era, me encanta ese asunto de que peleó con un toro y lo venció.

Era justamente la imagen plasmada en la fuente, la pelea de un fuerte hombre derribando a un gran toro al sujetarlo por los cuernos, pero si bien en el pasado había generado animados comentarios de parte del de Escorpión en ese momento solo se obtenía silencio del joven de cabello azul.

—    Es una linda noche—decía Aldebarán sintiéndose algo agitado—Y es un lindo lugar…y estoy con un lindo chico.

Diciendo esas palabras se acercó al de ojos azules con cuidado, como si buscara no asustarlo aunque se sentía como si pudiera salir corriendo, aun así se decidió a continuar con lo que deseaba.

—    Milo—dijo plantándose ante el otro chico—Quise que nos viéramos porque tengo que decirte algo, Milo, no me gusta perder el tiempo, quiero decirte que me gustas, me gustas mucho y quiero que seas mi novio.

Al terminar con su breve discurso el de ojos oscuros se sentía un poco extraño pero con el de Escorpión todo era distinto, muy especial, no era como los otros chicos, era único para él. Sin embargo esos ojos azules que le gustaban tanto solo pudieron mirarlo con angustia, y a esa mirada siguió una respuesta pero no la esperada.

—    Lo siento Aldebarán, lo siento mucho.

No dijo nada más, se dio vuelta y se fue, dejando al de Tauro con un dolor en el pecho que le quitó las fuerzas para respirar siquiera por unos instantes.

Recordando ese momento el de cabellos oscuros sintió una punzada muy similar en el pecho a la que viviera cuando se sintió rechazado por ese chico al que podía ver de nuevo, y recordó también que al día siguiente, en la escuela, el de Escorpión no se presentó, ni al otro día, ni al otro y el siguiente, no fue más a la escuela y el de Tauro no pudo comunicarse de nuevo con él, parecía como si no deseara saber más de esa parte de su vida, no pudieron hablar de lo ocurrido.

Al menos no fue posible hasta que llegaron esos días libres y el resto del grupo del taller se mostró entusiasmado con hacer algo y terminaron eligiendo ir a Antares, cuando escuchó eso el de ojos negros se dijo que deseaba ver a Milo, solo verlo, saber que estaba bien y al mirarlo trabajar y estar recogiendo la leña se dio que así era, pero de la misma manera también estaban los mismos sentimientos que tenía por él.

Dejó de mirarlo y se alejó, por eso no se dio cuenta que el de Escorpión lo vio, la manera en que caminaba con fuerza y seguridad.

—    Aldebarán.

Él tampoco había olvidado.

 

**********

 

Ni Aldebarán ni Milo hablaron directamente sobre lo ocurrido, de lo que parecía algo así como que el de Escorpión había rechazado al de Tauro y en el proceso le rompió el corazón, o al menos eso parecía; quizás de haber hablado directamente de lo ocurrido ninguno de los dos se hubiera mantenido en esa posición de no decirse nada, ninguno se animaba a dar el primer paso. Estando en ese punto, el de cabellos oscuros meditó en lo que estaba haciendo en ese sitio, la verdad era que no resultaba una buena idea estar ahí, no estaba logrando nada y lo que deseaba saber ya lo había atestiguado, el de cabellos azules estaba bien, con eso bastaba.

—    Tal vez lo estoy incomodando—se dijo.

Era una posibilidad, si el de ojos azules no había querido nada con él cuando se le declaró podría resultarle muy incómodo tenerlo ahí, y si era de esa manera pues había una salida muy sencilla, tan solo tenía que irse. Aún pensaba en ello cuando una historia que no conocía llegó a sus oídos y por medio de alguien a quien no había contemplado en toda esa trama.

—    ¿No vas con tus compañeros?—le hablaron.

El de Tauro vio a quien le hablaba, se trataba de Kardia, el padre de Milo, el caballero había estado atento a ellos aunque sin duda tenía bastante trabajo a pesar del apoyo de su hijo.

—    Prefiero tomarme un tiempo a solas—logró responder.

—    No es malo eso, tener un poco de tiempo para pensar y descansar—decía el caballero acomodando velozmente unas notas—Espero que les esté agradando el lugar.

—    Es muy buen sitio, fue una gran idea venir aquí.

Era sincero al decirlo, de haber tenido mejor ánimo sin duda hubiera disfrutado mucho de un sitio como ese.

—    Me alegra que vinieran—continuaba el caballero sin perder de vista algunas anotaciones que necesitaba hacer—A Milo le hacía falta ver a sus amigos, tuvo que dejarlos y a la escuela, pero después del divorcio todo fue muy complicado para nosotros.

—    ¡¿Qué?!—preguntaba sorprendido el de Tauro.

—    Bueno, su madre y yo teníamos dificultades desde hacía un tiempo y al final decidimos que lo mejor era separarnos pero para Milo fue difícil, andaba decaído, pensativo, preocupado y sin su madre me quedé sin apoyo aquí y él tuvo que ayudarme.

Era cierto, por eso el de Escorpión había estado de un humor tan cerrado y silencioso, sin poder comunicarse, pero la separación de sus padres no fue nada sencilla y él se sintió en el medio; sim no bastaba, al ver que había mucho trabajo y que su padre no podía solo decidió ayudarlo, aunque eso significó alejarse de la escuela, de sus amigos y del de Tauro, de su vida hasta ese momento.

—    Espero que mi hijo retome su vida—continuaba Kardia—Las cosas aquí se están estabilizando, necesita seguir con su camino, espero que ustedes logren convencerlo de eso.

El caballero se retiró de la habitación pero el de ojos negros se quedó pensando ¿por qué Milo no le había dicho nada? ¿Eso tendría que ver con la respuesta de Milo a su declaración? No lo sabía pero tal vez, solo tal vez…

Pero mientras pensaba en eso tuvo que reconocer que el viaje estaba por terminar y aun de no hacerlo el reunirse con sus demás compañeros alrededor de una fogata charlando sobre su próximo regreso decía que era el siguiente paso. Estaban todos sentados en forma de círculo, continuaban hablando de lo que habían hecho y lo bien que la habían pasado en el lugar, aunque el de ojos oscuros se mostraba callado y pensativo, al grado que uno de sus amigos le habló.

—    ¿Qué sucede Aldebarán?

—    ¿De qué hablas Mu?

—    Andas muy callado, parece que no disfrutaste de estar aquí.

—    Estoy bien—fue su apurada respuesta—Solo pensaba en regresar.

—    Faltan unos días más, disfrutemos de esta libertad que nos queda.

Justo en ese momento apareció Milo, les llevaba más leña para la fogata y sin más sus compañeros le hicieron un pedido.

—    Quédate un momento con nosotros—le pidió Camus—Venir aquí fue para verte también Milo.

—    Es que tengo trabajo—se disculpó el de Escorpión.

—    Solo unos momentos—le pidió Shura—Anda, por favor.

—    Lo siento, tengo trabajo—dijo un poco apurado.

Con esas palabras se alejó, como si escapara de algo, dejando al grupo de amigos de nuevo a solas, aunque con una línea muy especial de conversación para discutir entre los que estaban reunidos.

—    ¿Qué te tiene tan pensativo Aldebarán?—quiso saber Shaka—Parece que tienes planes que no nos has contado.

—    Quizás deba regresar—contestó—Mañana mismo.

Los demás lo miraban sin terminar de comprender lo que estaba diciendo pero uno de ellos iba a ser más directo sin ser del todo su intención pues todos se habían mantenido en un respetuoso silencio sobre lo que estaba sucediendo.

—    ¿Piensas irte sin aclararlo todo con Milo?—preguntaba Afrodita con sorpresa.

—    ¡¿Qué?!—exclamó el de Tauro.

De inmediato Death Mask, quien estaba sentado a su derecha, le dio un codazo y los demás le daban una mirada del tipo que indicaba que había dicho lo que no debía.

—    Perdón, se me salió—se disculpaba el de cabellos celestes mirando a los demás.

—    ¿De qué están hablando? ¿Por qué se miran así?—les decía el de cabellos oscuros.

Sus amigos y compañeros se miraban entre sí, como si no decidieran qué decir pero al final supieron que solo quedaba algo por hacer.

—    Sabíamos que Milo y tú se traían algo Aldebarán—mencionó Mu con suavidad.

—    No fue nada—se defendía el de cabello negro.

—    ¿Nada?—preguntaba Saga—Te dolió que se fuera.

—    Y a Milo le dolió dejarte—aseguraba veloz Kanon.

—    Queríamos ver a Milo, ver cómo estaba—mencionaba Death Mask.

—    Pensamos que venir sería una manera de lograr que se resolvieran las cosas entre ustedes—comentó Shaka.

—    ¿De qué están hablando?—intentaba defenderse el de Tauro—No hay nada que resolver entre Milo y yo.

—    Por favor Aldebarán—declaraba Dohko—No estamos ciegos, nos dimos cuenta, todos.

—    Milo aún siente algo por ti Aldebarán, es bastante notorio—le decía Aioria.

—    Y tú aun sientes algo por Milo y no lo niegues—lo atajaba Aioros.

—    Solo si hablan lograrán resolver las cosas entre ustedes dos—aseguraba Shura.

—    Y esperamos que lo hagan, por ambos—declaraba Camus.

—    No lo puedo creer—lanzaba con incredulidad el de Tauro.

—    Pues créelo—le dijo Afrodita de nuevo—Cuando no lo ves y Milo te ve pone cara de panda.

—    ¿Qué?

La pregunta la hicieron todos mirando al de ojos celestes y el joven se apresuró a explicarse.

—    De panda, ya saben, esa cara como bonita y linda y que parece que resplandece, y los ojos se hacen grandes y brillan, medio perdida pero adorable, ya saben, cara de panda.

De hecho no sabían pero esa breve charla convenció al de ojos negros sobre lo que necesitaba hacer, se puso de pie con velocidad y sin más comenzó a caminar, tenía que hacerlo cuanto antes, no podía retrasar las cosas.

—    ¿Adónde vas Aldebarán?—le preguntaba Mu.

—    Tengo que hablar con Milo—fue su respuesta.

Sus amigos lo vieron alejarse de ellos pero al mirarse desearon que las cosas salieran bien para sus compañeros que necesitaban la oportunidad de ser claros sobre lo que sentían realmente.

 

**********

 

El joven de Escorpión estaba terminando con algunas labores que en realidad resultaban menores, no eran muy urgentes de hecho pero prefirió no dejarlas pasar, además el trabajo le ayudaba a no pensar mucho en la situación en la que se encontraba, lo más importante era que Aldebarán, el chico por el que había suspirado, estaba ahí, de nuevo en su vida. Le hubiera gustado sentarse con sus amigos, convivir con ellos como antes pero no se animaba, pensaba que sus sentimientos podrían traicionarlo ante el de Tauro, quien muy probablemente se había sentido herido por su comportamiento ante su declaración, él solo pudo darse la vuelta, nada más, pero en esos momentos se sentía incapaz de hacer otra cosa. Sus padres se habían separado y fue como si su mundo se partiera en dos, nada tenía sentido y no quiso preocupar al de Tauro con sus problemas, por eso prefirió no decir nada y al alejarse parecía que todo iría bien.

Pero no fue así.

En el trabajo con su padre no dejaba de pensar en el de cabellos negros, se hacía escenario tras escenario de lo que debió hacer cuando se le declaró, pensaba incluso en lo mucho que se había esforzado el otro en hacerle especial esa noche ¡Y él lo hecho todo am perder! Era justo lo que sentía, que había herido a ese chico que tanto le gustaba y al que tanto quería por no poder manejar las cosas de manera más inteligente, tan solo se acobardó, dio media vuelta y se fue, dejándolo dolido ¿Podría perdonarle lo ocurrido? Sí, claro, porque Aldebarán no era alguien que pudiera guardar rencor, mucha gente se dejaba llevar solo por su imponente aspecto sin saber que era alguien con un gran corazón, gentil, amable, bondadoso, y todo eso que él había descubierto al tratarlo más ¡E igual lo echó todo a perder al acobardarse!

Quizás pensar en todo eso no era buena idea, lo mejor era permitir que el tiempo pasara, que esos días acabaran y dejarlo ir para que siguiera con su vida, ambos lo harían…pero le dolió pensarlo. No pudo seguir como si nada, terminó sentándose encima de unas cajas dando un profundo suspiro, tenía que recuperar sus fuerzas y no estaba seguro de poder hacerlo, dejar ir de nuevo a Aldebarán no sería sencillo pero tenía que hacerlo, con seguridad el de ojos negros se había recuperado de su hiriente actuación y era mejor permitir que siguiera adelante, no necesitaba herirlo más.

—    Aldebarán—dijo en voz alta cerrando los ojos.

—    ¡Milo!

Abrió los ojos al escuchar que lo llamaban pero antes de poder tomar cualquier determinación vio como el joven de ojos negros daba con él y caminaba directamente en esa dirección ¡Por todos los cielos! ¿Para qué lo buscaba? ¿Qué iba a decirle? Se sentía agitado, esa misma sensación que había tenido cuando aguardaba vibrando como la superficie del lago cada vez que se le acercaba pero necesitaba controlarse, debía ser fuerte, dejarlo en paz, romperle el corazón una vez bastaba.

—    Aquí estás Milo—decía el más alto quedando ante el de ojos azules.

—    ¿Necesitan algo Aldebarán?—se apresuraba a preguntar el de Escorpión— ¿Quieten más leños? ¿Quieren algo de comer? Iba a llevarles unos sándwiches en este momento, voy por ellos.

Decía todo con velocidad, casi como si intentara escapar, y de hecho estaba por hacerlo cuando el de cabellos negros lo sujetó suavemente por el brazo haciendo que se quedara en su sitio, era el momento de sincerarse, aunque honestamente no resultaba muy sencillo para ninguno de los dos hacerlo.

Eran dos jóvenes que por lo general se sentían seguros de sí mismos pero en el terreno en el que se encontraban no tenían mucha experiencia, así que al mirarse de frente la situación parecía salírseles de las manos y ni siquiera lograban hablar. Una parte en su interior los impulsaba a hablar, a decir lo que sentían, y sin embargo era como si las palabras no salieran de sus labios, ni siquiera parecían saber qué decir. Intentaban concentrarse, armarse de valor, decir directamente lo que sentían, que se querían y que no podían seguir ocultándolo, necesitaban explicarse aunque no lo lograban. En su cabeza se hacían discursos, sabían qué decir, las frases que necesitaban estaban ahí, todo tenía perfecto sentido y casi lograban decir lo que querían, lo mucho que significaba el otro en su existencia, pero cuando intentaban decirlo simplemente se detenían, no sabían qué decirle al chico al que querían a su lado.

—    Aldebarán, yo…

—    Cuando te diste la vuelta—lo interrumpió el de ojos negros—Pensé que no te importaba, no como yo pensaba, y después no volviste a la escuela y ya no pudimos hablar de lo que había ocurrido.

—    Las cosas eran muy complicadas para mí—le contó con voz algo ahogada el de ojos azules—Mis padres se habían separado, mi madre se fue y mi papá necesitaba ayuda aquí, no sabía qué hacer.

—    ¿Por qué no me dijiste lo que sucedía?

—    No quise preocuparte—admitió.

—    Milo ¿no lo entiendes? Eras lo más importante para mí, no, eres lo más importante de mi vida, vine aquí solo para ver que estuvieras bien sin importar nada más, pensando que tú no sentías lo mismo que yo.

—    Lo siento Aldebarán.

Al decirle esas palabras bajó sus azules ojos y el de Tauro recordó que fue lo mismo que dijo antes de marcharse, fue ese recuerdo el que lo hizo reaccionar y sin más lo estrechó entre sus brazos con determinación, haciendo que el de Escorpión se sintiera superado por los acontecimientos ¿Cómo era posible? ¿Cómo podía sr posible que Aldebarán aun lo quisiera? Porque lo quería, al sentirse entre sus brazos lo sentía por completo, ese chico de ojos negros no lo había olvidado, como tampoco él lo había hecho; la gente no era generalmente tan afortunada de tener una oportunidad de alcanzar lo que más deseaba por segunda vez después de dejarlo pasar, así que el de cabellos azules estrechó al de mirada oscura también, no iban a soltarse ni a separarse ni nada de nada, iban a quedarse juntos, era lo que harían.

Era uno de esos momentos que parecían perfectos entre los dos, simplemente estaban juntos pero al mismo tiempo había algo más, como si estuvieran a un paso de tomar una decisión importante, algo que podía cambiar profundamente lo que tenían, aunque no lo expresaran con palabras, pero ahí estaba la sensación. Aldebarán sostenía entre sus brazos a Milo, lo tenía con afecto contra su cuerpo, como si fuera algo muy valioso y de mucho cuidado, algo que nunca recuperaría si lo apartaba de alguna manera; sin embargo el de Escorpión no parecía tener la mínima intención de separarse de donde estaba. Siendo así las cosas entre los dos podían continuar, de la forma en que se dieran, aunque con cierta inexperiencia pues ninguno de los dos había estado en esa situación antes.

—     ¿Me quieres Milo?

Era una pregunta abierta, franca, sin respuestas a interpretar, el de cabellos azules lo sabía y aunque sintió una especie de inquietud dio su respuesta.

—     Si—dijo en un suspiro.

—     También te quiero Milo.

El de cabellos negros lo escuchó y sonrió, lo quería y él quería al de ojos azules, las cosas parecían resolverse con facilidad desde ese punto, por lo mismo el de Tauro buscó sus labios y comenzó a besar a su compañero, pero se sentía diferente, no era como siempre y ambos lo sentían con naturalidad ¿Cómo iban a cambiar las cosas entre los dos? Lo que fuera que respondiera esa pregunta estaban dispuestos a vivirlo. Al seguir con la profunda sesión de besos el de Escorpión sentía esas fuertes manos de su compañero acariciar su largo cabello azul, con suavidad, como si apenas lo tocara, para después hundir sus dedos entre esos hilos y atraerlo aún más contra su cuerpo y él solo se dejaba llevar.

—     Aldebarán—lo llamó al separarse un poco.

—     Shhhhhhh—lo silenció el otro.

Sin aguardar volvió a besarlo, tomando sus labios con ternura para ir marcando su cercanía con algo de fuerza, presionando al final de cada acercamiento y acariciando al inicio una y otra vez, animando al de ojos azules a que respondiera con su propia necesidad a cada una de esas caricias, por cierto que el joven no se negaba a hacerlo. Era una buena manera de acercarse el poder besarse pero no lo era todo, eso lo sabían de manera casi instintiva entre los dos, pero no se animaban a seguir, no hasta que el de cabellos negros comenzó a acariciar la espalda de su compañero, nada muy intenso, solo superficialmente aunque fue el principio de lo que llegaría a ser entre los dos.

Entre besos y caricias ya Milo se sentía bastante cómodo siendo sostenido entre los brazos de su compañero de ojos negros, no era complicado eso, le gustaba estar ahí, pero no dejó de sorprenderle un poco cuando esas mismas manos que lo tocaban con afecto comenzaron a pasar más y más debajo de su espalda hasta que, sin más, una acarició con firmeza su trasero. El de Escorpión dio un brinco y se apartó un poco, haciendo que ambos se miraran de frente, necesitaban decir algo.

—     Aldebarán.

—     ¿Qué?—preguntaba el otro.

—     Es qué…

Pero ruborizado como se veía no parecía poder decir algo más, así que el de ojos negros decidió hacerse cargo en ese instante.

—     ¿No te agradó Milo?

—     No es eso—admitía con timidez.

—     ¿Quieres que me detenga?

—     Yo…no…

—     ¿Entonces?

El de Escorpión no parecía capaz de decir con palabras lo que estaba sintiendo, esa especie de temor, de duda, pero buscó el rostro de su compañero y supo lo que deseaba decirle, lo que él quería.

—     Quiero estar contigo Aldebarán.

Con esa respuesta el de cabellos negros no esperó para sonreír y haciendo que su compañero lo mirara a los ojos, sosteniéndolo por la barbilla, sonrió ampliamente antes de decirle lo que él pensaba.

—     Quiero estar contigo, solo contigo, Milo.

El de cabellos azules sonrió a su vez y sin más estaban de nuevo estrechamente abrazados y besándose con un nuevo abandono, dispuestos a ser lo que ese joven a su lado deseara de ellos y de hecho no tardaron en tomar sus sitios en ese instante, dispuestos a más que solo a palabras, lo que tendrían era una entregan completa y lo sabían, aunque aún había algunas cuestiones que ignoraban de lo que significaba la intimidad. Esa parte podía ser complicada cuando ninguno de los dos tenía mucha experiencia y mucho menos con alguien a quien en verdad querían, no querían fallarle a su pareja, pero la novedad de la situación sin duda no hacía más sencillas las cosas para los dos. Claro que eso no quería decir que iban a detenerse, nada de eso, viniera lo que viniera una parte de ellos se mostraba confiada en que encontrarían la manera de hacerle frente a esa nueva experiencia.

 

 

**********

 

Ambos jóvenes lograron moverse y tuvieron por destino un sitio muy determinado, además de privado, la habitación del de ojos azules que estaba un poco más apartada que las demás. Desde ese punto las cosas no iban a detenerse, un más confiado Aldebarán no dejaba de acariciar a su compañero de cabellos azules, pero buscaba la manera de sentir más de él que solo la tela, por eso una de sus manos pudo sacar de los pantalones la camisa que usaba el de ojos azules, permitiendo que fuera acariciado por la espalda de manera directa, sintiendo esa suave piel que por primera vez era acariciada de esa manera. Los dos no dejaban espacio alguno a su nueva situación, por eso respondían a esas primeras caricias con el ardor de su juventud, no pensaban aguardar, eso era claro, iban a seguir con lo que habían iniciado. Las manos del de Tauro comenzaron a buscar la manera de hacer a un lado la ropa, tenían que hacerlo, no la quería entre los dos, y ciertamente tampoco la quería el de Escorpión.

Poco a poco Aldebarán comenzó a abrir la camisa del de pupilas azules, dejando al descubierto más de ese cuerpo tan bien delineado que hacía que respirara más aprisa, le gustaba lo que veía, no era solo su forma o su suavidad, era saber que se trataba de parte del bello Milo y eso le fascinaba hasta lo más íntimo. No dejaba de acariciarlo y a momentos compartía sus besos entre esos labios y la tersa piel que le gustaba acariciar, de hecho a los dos les estaba gustando ya que el de cabellos azules hacía la cabeza hacia atrás, apretando los labios para que no se escuchara lo que sentía, por el momento eso estaba bien para los dos. En cierto momento fue el de ojos negros quien se acercó a su compañero para hablarse suavemente al oído, de forma directa pero con un tipo de calorcito que les agradaba.

—     Milo—lo llamó—Estás hermoso Milo.

A esas palabras y a que no dejaba de tocarlo, el de ojos azules se mostraba como desorientado y algo apenado a decir verdad y no era todo lo que iba a escuchar.

—     Que guapo eres Milo—continuaba el otro.

Ya a esas alturas el de Escorpión se encontraba sin camisa, dejando al descubierto su torso, un camino similar siguieron sus zapatillas y con un tanto de habilidad y disposición las medias, por lo que solo sus pantalones se encontraban en el camino. Unos momentos más y el de largos cabellos azules sintió que era recostado suavemente, unos segundos y supo que estaba sobre el sofá, la amplia pieza tapizada lo recibió sin problemas, pero al mismo tiempo se sintió agitado, era necesario recordar que nunca antes había estado en una situación semejante aunque no pensaba negarse a seguir, pero se veía algo inseguro ante lo que ocurría.

En cuanto al de Tauro no se detenía, ya había quitado del camino la camisa, no esperó mucho para recostarse sobre el de cabello azul para seguir besándolo y al mismo tiempo le abrió los pantalones, pudiendo así acariciar su sexo con suavidad, pero provocando que el que estaba sobre su espalda se sintiera sorprendido y diera un gemido de asombro.

—     Aldebarán—dijo un poco alarmado.

—     ¿Qué sucede?—quería saber el otro.

—     Me da pena—admitió sin mirarlo.

—     ¿Por qué?—preguntaba sonriendo el de ojos negros—No debería darte vergüenza, eres precioso.

Diciéndole eso no dejaba de juguetear por encima de su cuerpo, acariciándolo como si no lo acariciara, pasando sus dedos como si caminaran lentamente por esas suave piel presionando a momentos en puntos muy sensibles como si tocara un timbre, no dejaba de ser emocionante y excitante, aunque ninguno lo describiría con esas palabras. Antes de seguir con la conversación que habían iniciado, el de ojos negros se apartó un poco de su compañero solo para comenzar a hacer un lado su propia ropa, primero la camisa de la cual solo abrió los botones superiores para después sacarla sin más por encima de su cabeza. En ese punto tuvo una idea y sujetando al de cabello azul lo acercó a él, buscando que lo besara, su compañero no se negó a semejante pedido, de hecho aunque lo hizo con timidez al inicio continuó con mucho más entusiasmo al ir sintiéndose cómodo.

De pronto sus miradas se encontraron, estaban frente a frente, casi contuvieron el aliento antes de notar ese destello en sus pupilas, sabían lo que hacían y de alguna manera parecía increíble, de pronto el de cabello azul acarició suavemente el pecho del de Tauro, como si no creyera que lo estaba haciendo, pero su compañero no tenía problemas con permitirlo. Unos segundos y estaban besándose, acariciándose, y frotándose uno contra el otro como gatitos con sensualidad, les gustaba sentir a ese otro joven, les gustaba mucho en realidad; aunque llegados a ese punto el de ojos negros hizo un movimiento abierto: sujetando la mano del de ojos azules la llevó directamente a su entrepierna y comenzó a masturbarse con ella.

—     Que bien se siente—murmuraba el de Tauro.

—     Pero…

Si le quedaban dudas al de Escorpión su compañero no iba a permitir que las tuviera, por eso lo besó con fuerza y volvió a recostarlo contra el colchón, actuando con velocidad se dispuso a sacarle los pantalones y con un segundo de diferencia apenas la ropa interior.

—     Aldebarán—lo llamó.

No pudo decir otra cosa pues el de ojos negros lo silenció al tomar su delicado sexo con la boca y de inmediato lo estaba probando, nada de perder el tiempo, no podía, lo que pasaba era que el de cabellos negros ya estaba bastante excitado, esa mano sobre su propio miembro solo había terminado de lograr que se irguiera, ansiaba sentir al otro joven por completo. El de cabello azul se dejaba llevar, sentía esos labios presionando alrededor de su sexo, la manera en que parecían succionarlo, y unos dedos que acariciaban sus testículos y frotaban el perineo no hacían más sencillo que se controlara. Pasarían unos momentos hasta que los dos jóvenes se sintieran capaces de seguir de otra manera, les gustaba lo que estaban viviendo, así que tomar otro rumbo solo podía hacerlo todo más intenso.

Fue el de Tauro quien buscó separar los muslos del de mirada azulada, pero apenas hizo un movimiento hacia lo que buscaba, que era acariciar la sensible entrada del de Escorpión, su dueño, Milo, pareció querer alejarse, dejando un tanto desconcertado al otro joven.

—     ¿Qué sucede?—quiso saber.

—     No…no…

—     ¿Por qué?

—     Es que…no me he lavado…ahí—confesó con timidez.

Claro que algo como eso no iba a ser lo que los detuviera, no al menos a alguien como Aldebarán, pues consiguió que el de Escorpión quedara sobre sus manos y rodillas en el sofá, dejándolo así expuesto como lo deseaba.

—     Quiero probarte Milo—le dijo.

En ese mismo instante comenzó a acariciarlo por las nalgas, apretándolas y masajeándolas, aunque eso no duró mucho, pues lo que en verdad quería era separarlas y se quedó mirando ese pequeño sitio que se mostraba férreamente cerrado a sus deseos, ya se encargaría de conseguir que fuera de otra manera. Sin más lo acarició con un dedo, fascinado cuando logró meter solo la punta, sintiendo algo de resistencia, pero no quería parar en ese punto, así que le dio un fugaz beso.

—     Aldebarán—dijo medio alarmado el de cabello azul.

—     Eres muy lindo Milo—fue su respuesta.

—     Aldebarán…

El de Tauro comenzó a besarlo pero eso no duró, lo que sí hizo fue cubrir sus dedos con saliva y soltó toda la que pudo en la delicada entrada, sabía de manera casi instintiva que iba a necesitar que estuviera lo más húmeda posible para poder hacer suyo a ese bello Escorpión. Procuró hacer lo mejor la labor en la que se empleó, masajeando con sus dedos la estrecha entrada pero sin poderlo evitar apurándose un poco, tanto que a momentos tuvo que combinar sus atenciones ya que la simple imagen de ese cuerpo hacía que estuviera completamente excitado, y por eso se frotaba con algo de fuerza con su sexo contra el masculino pasaje, encendiendo de paso aún más a su compañero.

Por su parte Milo sentía que todo alrededor le daba vueltas, no de forma desagradable, era más bien como una sensación de vértigo, similar a estar en una montaña rusa en las subidas y aguardar impaciente por la bajada, no quería que su compañero se detuviera, ansiaba que continuara acariciándolo y alistando su cuerpo para la intimidad, en sí mismo era excitante. El de cabellos azules gimió abriendo los ojos al mismo tiempo, intentando que su cuerpo se relajara, lo cual no era sencillo al sentir como dos dígitos entraban en su intimidad, y se movían buscando separar sus suaves paredes internas, intactas hasta ese momento. La labor del de ojos negros no paraba, tal vez pudo hacerlo con mayor amabilidad, no porque fuera brusco, pero todo era nuevo para su compañero, aunque siendo honestos también lo era para él.

Los dedos del de Tauro seguían avanzando y retrocediendo, intentando ganar terreno a cada instante, era imposible que no influyera en su ánimo sentir y ver al de cabellos azules, su propio sexo punzaba al ver esa estrecha entrada abrirse, sentir como se cerraban de nuevo esas paredes sobre sus dedos, escuchar que el de ojos azules gemía y notar como movía ligeramente sus caderas ante sus avances. Presionó con algo de fuerza, empujando sus dedos hasta donde le era posible, el de cabello azul se arqueó gimiendo con fuerza, era fascinante, y ya no podía aguardar más después de eso. Sacó sus dígitos y se colocó detrás del de Escorpión, encima realmente, y le habló al oído haciendo hacia atrás su sedoso cabello azul, deseaba hablarle y buscó su oído como si se tratara de un secreto.

—     Quiero estar dentro de ti Milo—le dijo con el calor de la excitación en la voz.

—     También…quiero…sentirte…—lanzó con voz desfallecida el otro.

No estaban para aguardar, era el momento definitivo, los dos lo sabían y lo aceptaban, el corazón les latía con fuerza, casi podían escucharlo, sus músculos tenían un leve temblor y sus estómagos de pronto se sentían vacíos, todas señales de nerviosismo, pero eran amantes inexpertos, era entendible, igual que se podía comprender que no dejaban de vivir la emoción del momento con la alegría de quien abraza una nueva aventura en su vida. Aldebarán recostó boca arriba al de cabellos azules, separaba sus bonitas piernas con firmeza, contemplando ese erguido sexo enrojecido por el deseo y la estrecha entrada dilatada, preparada para su deseo, colocó su miembro turgente y necesitado en el sitio exacto pero antes de empujar el de ojos azules le habló con velocidad.

—     Aldebarán—dijo haciendo que se detuviera.

—     ¿Qué pasa?

—     Tú…

—     ¿Sí?

—     Aldebarán—dijo cerrando los ojos— ¿De verdad me quieres?

De pronto el de cabellos negros no estuvo seguro de qué responder, claro que lo quería, le gustaba, estaba dispuesto a lo que fuera por él, sin embargo no entendía que se lo preguntara justo en ese momento, cuando estaban a punto de hacer el amor. Después supuso que era algo importante para su compañero, siendo así fue a su lado y le acarició la mejilla para después besarlo con ternura en los labios y hacer que lo mirara a los ojos.

—     Te quiero Milo de Escorpión—respondió con total convicción—Nunca dudes de cuánto te quiero.

Conmovido con semejantes seguridades el de cabellos azules sonrió y lo besó en los labios una vez más, pareció relajarse por completo pues su cuerpo perdió la última tensión que le quedaba y levantó suavemente sus caderas, haciendo que se frotaran sus sexos con erotismo, era suficiente para comprender el mensaje.

Ya no había dudas ni temores, los dos se querían y estaban dispuestos a seguir, por eso el de Tauro volvió a tomar su sitio entre los bien delineados muslos del de Escorpión y dirigiendo su firme sexo con la mano lo llevó al sitio anhelado, colocando la punta justo en la delicada entrada y empujó con decisión. No dejaban de mirarse a los ojos, con sus pupilas brillantes, no dejaron de hacerlo ni por un instante, por lo que ambos pudieron observar el rostro de su compañero, las expresiones cambiantes que iban tomando a cada segundo, mientras sus cuerpos se unían en el acto del amor consumado. Fue cierto que el juvenil cuerpo del de cabellos azules se tensó a momentos, después de todo no tenía la menor experiencia en un momento semejante pero lentamente, con las caricias que le prodigaba su compañero, y con las nuevas sensaciones que iban despertando en su interior, se fue haciendo más sencillo su encuentro.

A esas alturas ninguno de los dos iba a parar, se sentían por completo, sus cuerpos estaban unidos, tuvieron que darse unos segundos de quietud pero después llegó el movimiento, impulsando sus caderas con intensidad, añorando ser parte del otro por siempre. El de ojos negros no dejó de imponerse desde el primer momento, haciendo que su cuerpo invadiera ese terso pasaje que se cerraba férreamente alrededor de su sexo, casi como si buscara aprisionarlo y jamás dejarlo ir. Por su parte el de cabellos azules no dejaba de sentir que estaba siendo invadido, que su cuerpo envolvía el de otro ser humano y que su ser asaltado de esa forma jamás volvería ser el mismo. Sus cuerpos iban encontrando su ritmo, meneándose con lentitud, no se acostumbraban del todo pero apenas se iba haciendo más sencillo estar juntos no dejaron de demostrar lo dispuestos que estaban a ser amantes.

Sus vientres temblaban, vibraban más bien, sus cuerpos se buscaban a cada instante, las embestidas iban aumentando de velocidad, no podían quedare quietos, el resto de su ser quería sentirse, por eso no dejaron de brindarse caricias y besos profundos, gemían al mismo tiempo que sus sexos se encontraban, dejándose llevar sin poder controlarse. El delicado pasaje del de Escorpión parecía abrirse más y más, permitiendo el paso de ese duro miembro que no dejaba de frotar los sitios más sensibles e íntimos, como si llegara a lo más profundo o en todo caso buscándolo, impulsando a su dueño a separar más sus piernas, abriéndose por completo a su determinado amante. El de Tauro por su parte parecía solo dejarse guiar por su sexo, turgente y estremecido, que no cesaba de hundirse y hundirse en ese pasaje que lo masajeaba conforme los espasmos se iban presentando, delicioso impulso que solo los hacían gemir con más fuerza y entregarse al placer naciente.

Sus ingles se iban llenando con prontitud, tanta como el nivel que habían alcanzado el bombeo del de Tauro, no cesaba de frotarse contra ese terso vientre, de moverse en círculos, de empujar hasta que sus testículos impedían su avance, ya inflamados por el mismo deseo, todo sin cesar de besarse y acariciarse, estrecharse con fuerza y compartir breves murmullos de amor seguidos de gemidos e placer. A esas alturas todo su cuerpo iba llenándose de la deliciosa satisfacción que el sexo podía brindar cuando ambas partes estaban dispuestas a dar y recibir, su piel era cálida y flotaba entre ambos un excitante aroma masculino por su entusiasta entrega, era la primera y si bien podía ser mejor no dejaba d ser magnifica para ellos dos.

El de ojos azules respiraba de forma extraña, como si le costara trabajo, aun así pudo decir lo que sentía en ese momento.

—     Aldebarán…no puedo…no puedo más…— decía con trabajo al hablar.

El de cabellos negros no dejaba de embestirlo, de sumergirse en su intimidad, de disfrutar de todo ese delicioso cuerpo que se abría para recibirlo sin restricción alguna, aunque sentía lo mismo que su compañero.

—     Solo déjate llevar—logró decirle con voz ahogada—No te contengas.

—     Aldebarán…—gemía con voz aguda.

Lo sentían aunque parecía estar más en claro para el de ojos negros lo que estaba sucediendo, esa presión en sus entrañas que ansiaba escapar.

—     Vas a venirte Milo….vas a venirte… ¡Voy a venirme!

Sus últimas palabras fueron casi un grito y su amante no pudo decir nada ya, sus cuerpos parecían vivir una serie de explosiones que los hacían temblar pero sus sexos no dejaban de sacudirse, quedando el de Milo atrapado entre sus vientres, punzando con fuerza por verse capturado de esa forma. De pronto todo pareció guardar silencio para después estallar como un rugido, llenos de placer ya no podían contenerse y sus simientes estallaron con fuerza, mostrando su blancura que representaba el pleno placer alcanzado. No fue solo su semen liberado el que generó su clímax, fue más, aún unidos en esos últimos instantes, apenas contables, sus entrañas se convulsionaron con intensidad, contrayéndose con tanta fuerza que los dejó sin respirar, haciéndolos temblar con fuerza y quitándoles el sentido por los siguientes momentos. Había sido más que placer, fue de verdad un orgasmo pero no sabrían bien de ello, no desde el primer momento al menos, claro que no les importaba tanto, solo lo disfrutaban cayendo en el dulce cansancio de ser amantes por completo.

Permanecieron muy quietos sobre el sofá, como si no pudieran hacer nada por sí mismos, pero el de Tauro finalmente encontró la fortaleza para moverse, acariciando el largo cabello de su compañero como primer acto.

—     Aldebarán—lo llamó el de ojos azules.

—     ¿Mhhh?—lanzó a modo de pregunta pues estaba cansado.

—     No nos vamos a separar ¿verdad?

—     Claro que no, te quiero demasiado Milo.

—     Aldebarán—decía emocionado el otro.

Sentía un nudo en la garganta, por eso no pudo hablar más, era inevitable, estaba emocionado y casi tuvo el impulso de llorar, aunque no lo hizo, lo que sí hizo fue dejarse llevar por toda esa oleada de emociones que lo iba inundando, pero al final solo una se impuso: era feliz. Estaba absoluta y completamente feliz por estar con el de Tauro, por ser suyo, por abrigar ese sentimiento en su corazón que lo llenaba todo, era simplemente un joven enamorado y correspondido y no podía ser más dichoso en ese instante.

—     Te quiero Aldebarán—logró decir con suavidad—Te quiero más que a nada en el mundo.

Fue el turno del de cabellos negros de guardar silencio, ese maravilloso muchacho entre sus brazos lo quería ¿Qué podía ser mejor? Nada, estaba convencido, y no permitiría que nada ni nadie los separara, su destino desde ese instante era ser uno del otro.

 

**********

 

Llegó el momento de la despedida, la habían pasado muy bien en ese lugar, además el resto del grupo no tardó en darse cuenta que sus amigos Milo y Aldebarán habían solucionado las cosas favorablemente entre ellos, se notaba por la cara de panda de ambos, o al menos así lo explicó Afrodita, lo importante era que estaban juntos y se sentían felices y había más buenas noticias de paso.

—     Hablé con la dirección y ya me tienen una respuesta—les comentó el de Escorpión—Puedo presentar mis exámenes como extraordinarios, mi situación fue especial, y si los apruebo podré graduarme con ustedes.

Los demás no dejaron de felicitarlo y lo animaron a que siguiera estudiando, eran buenas nuevas, pero al comenzar a subir al autobús después de despedirse supieron que debían dejarle espacio a la pareja para que se dijeran lo que solo ellos debían escuchar de su compañero.

—     Tengo que irme Milo.

—     Lo sé, no te preocupes.

—     Pero prometo que te llamaré todos los días hasta que regreses a la escuela.

—     Está bien.

—     No quiero irme—soltó de pronto el de ojos negros—Puedo quedarme y trabajar aquí.

—     Tienes que volver Aldebarán—decía sonriendo el de cabello azul—Te alcanzaré dentro de poco, lo prometo.

—     Gracias.

Lo único que pudieron hacer en ese momento fue besarse y al separarse sus ojos brillaban con muchas promesas que ansiaban cumplir.

—     Te quiero Milo.

—     Y yo a ti Aldebarán.

Se besaron otra vez pero fue necesario separarse cuando el autobús hizo sonar el claxon, era el momento se irse.

—     Hasta pronto Milo.

—     Muy pronto—fue la respuesta.

Como si no pudiera hacerlo si aguardaba un segundo más, el de Tauro abordó el vehículo con sus amigos y se pusieron en marcha, no volteó, no resistía imaginar que vería a Milo solo para dejarlo atrás.

—     Es algo temporal Aldebarán—le dijo su amigo Mu intentando darle ánimos.

—     Lo sé.

Cerró los ojos mientras marchaban de vuelta, a su vida, la que habían dejado, pero el de cabellos negros solo sabía que todo lo que lo esperaba solo era como un intermedio, algo que ocurriría hasta la vuelta de Milo, su hermoso Milo con ojos de cielo, y aguardaría con paciencia a que eso fuera un hecho, porque lo sería ¿Cómo estaba tan seguro de eso? Porque se querían, lo dijeron y se lo demostraron, estaba convencido, no había mayor certeza que esa mientras tomaba el camino de regreso que era también el inicio en su vida de un nuevo viaje.

 

**********

 

 

FIN

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

*Ursus es un personaje de la novela Quo vadis del polaco Henryk Sienkiewicz, es un fiel servidor que posee una fuerza física sobrenatural, en la trama una de las escenas más importantes es el enfrentamiento de Ursus con un toro, al cual vence.

Espero que les gustara.

Si nada sucede nos leemos la semana entrante.

Atte. Zion no Bara

 


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