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Rudo por zion no bara

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Notas del fanfic:

Una nueva trama con una pareja que poco he usado, espero que les guste.

 

Notas del capitulo:

Nada que agregar, que pasen un lindo día.

 

 

 

Las sensuales voces no dejaban de escucharse a pesar de los intentos por ahogarlas, pero el movimiento de la cama tampoco era para pasar desapercibido, sobre todo cuando se trataba del tipo de dobles o parihuelas o literas, como prefirieran llamarlas, el hecho era que había una arroba y otra abajo y justamente la que estaba abajo era donde se desarrollaba toda la acción. Aunque los que la estaban pasando bien no tenían problemas no se podía decir lo mismo del ocupante de la cama de arriba, quien ya no sabía que truco hacer para ignorar lo que pasaba abajo, no podía dormir por el sonido y cuando eso sucedía se ponía audífonos y escuchaba música a todo volumen, pero desde que la cama se movía todo era más difícil de ignorar.

Tan solo podía mirar hacia el techo y aguardar porque todo terminara, aunque dando unos minutos más para que realmente terminara todo, cuando el incomprendido amante fuera invitado a retirarse pues no era para quedarse toda la noche que iba a esa habitación. A veces las cosas terminaban con calma, en otras había lágrimas y en unas más incluso hubo gritos y uno que otro golpe. Las reacciones dependían de la otra persona, aunque sabía bien que el que estaba instalado en el lugar no daba mucha importancia a semejantes escenas, las dejaba pasar y seguiría como siempre, no parecía que le afectara mucho nada de lo que sucedía después.

Cuando la cama dejó de moverse y no parecía que sucediera nada decidió bajar el volumen de los audífonos, no escuchó ni un sonido, así que se los quitó, pero justo en ese momento escuchó los murmullos de los otros dos.

—     ¿Qué te parece si nos vemos al rato?—pedían—Podríamos ir al cine o a comer algo o podemos ir a…

—     Lo siento, tengo cosas que hacer—se disculpaba el otro—Cuando acaben las clases necesito pasar la tarde con mi primo, él es medio simplón, ya sabes.

—     Está bien, nos vemos—continuaban en el mismo tono.

Debieron darse un beso o algo así pero unos segundos después se veía la luz del pasillo cuando abrieron la puerta de la habitación y después se cerraba, así que finalmente se había ido el otro joven. Aun así el que estaba en la parte superior tuvo que esperar unos segundos para decir lo que pensaba.

—     Milo—lo llamó.

—     ¿Qué quieres Camus?—preguntaba el otro.

—     Deja de traer chicos a la habitación.

Una risita fue la respuesta, haciendo que el que estaba arriba se inclinara hacia abajo, con algo de enfado.

—     No es para reírse Milo—le reclamaba—La cama se mueve, no puedo dormir así, además va contra el reglamento que metas a tus novios a la habitación.

—     No seas exagerado Camus—soltaba el otro de manera despreocupada—No es para tanto, y ya duérmete, es tarde.

—     Eres tú el que no me deja dormir y también deja de ponerme como pretexto para no ver de nuevo a cualquiera de los que te llevas a la cama.

—     Lo que digas, ya duérmete, tengo sueño.

—     Pero Milo…

—     Duérmete—lanzó bostezando sonoramente.

Sin más el que estaba abajo se cubría con las sábanas y parecía quedarse dormido en poco tiempo, era muy hábil ignorando a su pariente que estaba arriba, de hecho era muy hábil para ignorar todo lo que no le gustara, eso incluía a su primo quien solo pudo suspirar para recostarse de nuevo e intentar  conciliar el sueño de nuevo, lo cual no fue sencillo, pero finalmente lo consiguió. Las cosas no eran sencillas a pesar de ser familia, al menos así lo veía el joven Camus de Acuario quien parecía no saber cómo tratar a su pariente, Milo de Escorpión.

A la mañana siguiente Camus estaba de píe a la hora que debía hacerlo y empezaba a su día con esa rutina que había establecido de antemano, se sentía un poco adormilado aún pero una ducha con agua más bien fría terminó por despertarlo, era lo mejor para iniciar sus actividades; cuando terminó de alistarse vio que su pariente seguía dormido, lo había llamado tres veces, no lo haría de nuevo. Dejó la habitación sin hacer ruido, aunque sabía que ni un terremoto despertaría a su primo Milo, así que no se molestaría en intentarlo de nuevo.

—     Hola Camus—lo saludaron.

—     Hola Shaka—respondió.

Shaka de Virgo era uno de los compañeros de la escuela, un lindo rubio de ojos azules quien solo le hablaba por un tema.

—     ¿Dónde está Milo? ¿no va a venir a clases? ¿acaso está enfermo?—preguntaba el joven de largos cabellos dorados sin esperar.

Camus hubiera querido suspirar pero se contuvo, desde que su primo llegara a la escuela  su vida se había conmocionado, antes era solo Camus, con él se había convertido en Camus, el primo de Milo, lo que hacía que una escena como esa se volviera frecuente.

—     Milo llegará a clases Shaka, si me disculpas debo irme.

No esperó por una respuesta, siguió con su camino, no quería prolongar el estar de pie en un interrogatorio sobre su pariente.

—     Hola Camus.

Ese saludo sin embargo era diferente, en la entrada del salón de clases contuvo la respiración tres segundos para después mirar en la dirección en la que le hablaban.

—     Hola Afrodita—dijo con suavidad.

Afrodita de Piscis era un muchacho hermoso con sus ojos y cabellos celestes, sus rasgos perfectos, ese singular lunar en su mejilla, la sonrisa alegre, y todo lo demás que notaba el de Acuario sin perder un solo detalle, pero después de todo ese chico le gustaba, le gustaba tanto que no terminaba de saber cómo comportarse ante él.

—     ¿Ya escuchaste Camus?—le preguntaba sonriendo—Dicen que va a presentarse un alumno nuevo.

—     No sabía nada Afrodita.

—     Y tiene toda una reputación—comenzaba a contarle sin esperar—Dicen que tuvieron que cambiarlo a mitad de curso por mal comportamiento, que no había nadie que le ganara en una pelea, incluso que una vez venció a cuatro chicos mayores que él al mismo tiempo, también escuché que los maestros no podían con él, que anda en motocicleta y fuma y que en una ocasión…

El de cabellos celestes se lanzaba a contarle todo lo que se rumoraba del nuevo estudiante, pero el de Acuario no escuchaba demasiado, se limitaba a sentirse contento por poder estar cerca de esa preciosidad que llenaba sus pensamientos.

—     Hola ¿Qué hacen aquí?

—     Hola Milo—saludó Afrodita.

—     Camus, eres un maldito, no me despertaste—se quejaba el de Escorpión.

Camus no estaba especialmente contento con ver a su primo ahí, interrumpiéndolo cuando estaba al lado de Afrodita, pero no parecía importarle, de inmediato se estaba adueñando de la situación y haciéndolo a un lado como si nada, robándole la atención del de Piscis.

—     A veces no termino de creer que sean familia—decía sonriendo el de cabellos celestes—Son tan distintos.

Era verdad, a pesar de guardar cierto parecido no era asombroso, si no decían que eran familiares nadie lo hubiera adivinado, ambos tenían los ojos y los cabellos azules pero eso era todo, sus personalidades eran diferentes. Milo era alegre, conversador, abierto, coqueto, despreocupado, no muy dedicado a la escuela y bastante enamoradizo; Camus por otra parte era reservado, serio, centrado, la escuela parecía ser lo más importante del mundo y nadie le conocía un solo interés amoroso. De hecho esperando que el comportamiento del de Escorpión se centrara fue el motivo para llevarlo a  la misma escuela de tipo internado de su primo, su familia gestionó para que ambos estuvieran en la misma habitación incluso, pero no parecía haber dado mejores resultados, sus notas continuaban tambaleantes mientras que las de su pariente eran impecables siempre, las cosas simplemente seguían siendo las mismas.

—     Le contaba a Camus de un nuevo estudiante—explicaba Afrodita—Parece ser que es un chico malo.

—     Por favor—respondió el de Escorpión—Solo son habladurías.

Camus notaba que estaba perdiendo la oportunidad de acercarse al de Piscis, tal vez podía invitarlo a algo en la escuela pero no se le ocurría nada, podía ser a almorzar, eso estaría bien, solo necesitaba…

—     Todos a sus sitios—dijo el maestro entrando.

De inmediato la mayoría de los jóvenes iban a sus mesas bancos, excepto Milo quien seguía hablando como si nada.

—     A tu lugar Milo de Escorpión—ordenó directamente el profesor—Espero que tu tarea esté lista como lo está tu boca para conversar.

La expresión del joven indicó que no, pero por el momento eso debía quedar de lado, pues el adulto necesitaba hacer un anuncio.

—     El día de hoy entra un nuevo alumno a la escuela—dirigiéndose a la puerta hizo un llamado—Entra por favor.

Unos segundos después entraba un joven que debía ser de su edad pero parecía mayor, tendría que ver que era mucho más alto y corpulento que los demás muchachos, eso y una postura medio insolente hizo que lo miraran atentamente.

—     Su nombre es Aldebarán de Tauro, por favor, háganlo sentir bienvenido—y le habló directamente al otro joven—Toma el lugar que está vacío.

Sin una sola palabra el otro lo hizo, siendo seguido por los ojos de los demás, era de cabellos y ojos verdes, eso y lo que se contaba sobre él era todo lo que se sabía hasta ese momento, cuando tomó el sitio que le correspondía quedó en la esquina de un singular cuadrado, pues quedó sentado detrás de Afrodita y a un lado de Milo, aunque era el muchacho que estaba al lado del de Piscis quien llamó su atención, solo después sabría que se llamaba Camus, ninguno sabía en ese momento cuanto iban a cambiar las cosas por conocerse.

 

**********

 

La reputación de chico rudo de Aldebarán de Tauro no tardó en saberse e imponerse en la escuela y sus alrededores, lo cual generó una oleada de interés entre otros estudiantes, incluyendo a Milo quien no dejaba de mostrarse atento y le comentaba todo a su primo de Acuario.

—     Debiste ver a Aldebarán—le decía el de Escorpión—No dejó que esos infelices hicieran nada.

—     Parece que te alegra que tengamos a un compañero de mala reputación y violento—fue su respuesta.

—     Oye, los otros se lo buscaron, andaban molestando a los de nuestro colegio y le gritaron de idioteces a Afrodita.

—     ¿Qué?—preguntaba interesado.

—     Si, le dijeron de obscenidades, Aldebarán los escuchó y los puso en su lugar. Afrodita me dijo que hizo que le pidieran disculpas.

—     ¿De verdad?

—     Si, hizo que le dijeran que nunca se dirigirían de nuevo a un chico que no podían alcanzar ¿Qué te parece Aldebarán de Tauro?

Antes de poder responder estaba entrando en el salón el de ojos verdes y alcanzó a escuchar su nombre, por lo que miró a los dos primos con atención y se acercó con expresión neutra, dependería de la reacción de los otros la manera en que respondería.

—     ¿Qué hay conmigo?—preguntó directamente.

—     ¿Ayudaste a Afrodita?—preguntó de inmediato el de Acuario.

—     Iba a poner en su sitio a esos idiotas de todas maneras.

—     Muchas gracias—declaró con honestidad el joven—Fuiste muy considerado y afable al acudir al auxilio de uno de nosotros.

—     ¿Qué jodidos dices?

—     Solo queremos darte las gracias Aldebarán—intervino el de Escorpión—Me llamo Milo y él es mi primo Camus.

Estiró su mano y se vio correspondido por un fuerte apretón, mientras que Camus, al imitarlo, tuvo que reprimir un leve quejido, ese mismo apretón fue demasiado para sus manos, pero ese fue el inicio de incluir entre sus amistades al de cabellos negros, que si bien era rudo también sabía ser buen compañero y hasta un buen amigo si las circunstancias lo demandaban.

Aunque esa no fue la opinión del de Acuario quien también era conocido en la escuela pero por otras cuestiones, de hecho se le tenía probablemente por el estudiante más culto y refinado de toda la institución.

A esas alturas de su vida Camus de Acuario era visto como un chico reservado, algunos incluso pensaban que era tímido, no podían asegurarlo pues de hecho en varios aspectos de su vida resultaba osado, aunque en otros sí que no se veía nada de esa seguridad que tenía en debates, hablar en otros idiomas, no dejar hasta dominar una nota, como al hacer algo con respecto al muchacho que le gustaba. Cuando se trataba de ese tema ese joven de ojos y cabellos azules parecía no saber qué hacer; sin embargo llevaba unos días pensando en que lo mejor que podía hacer era decidirse, necesitaba ser directo sobre lo que sentía por esa persona que a sus ojos era especial.

Y esa persona no era otra que el hermoso, delicado, amable, atento y muchas otras cosas más, Afrodita de Piscis.

Como en todo en su vida se había tomado su tiempo para decidir su plan de acción, así que suponía que podía hacer un acercamiento directo, lo invitaría a salir y encontraría la manera de hacerle ver lo interesado que estaba en él y le confesaría sus sentimientos.

—     ¿Todo está bien?—le preguntaron de pronto.

—     Claro Milo—fue su respuesta.

—     Andas muy callado, más de lo usual ¿debo ponerme nervioso?

—     Solo pienso en mis cosas, nada más.

—     Bueno, vamos a las explanadas, quedamos de jugar un partido de basquetbol ¿quieres venir?

—     Sí.

Sin duda esperaba ver a Afrodita en ese sitio también, no sería inusual pues Milo lo invitaba a hacer lo que él hacía, por eso comenzaron a caminar hacia donde estaban instaladas unas pistas de baloncesto, un total de dos que colindaban con una de futbol y una de tenis, no era demasiado pero bastaba para pasar el tiempo en la escuela.

Conforme se acercaban descubrieron a otra figura que iba hacia ellos, se trataba de Aldebarán y era difícil no notarlo, aparte de ser el muchacho más alto de la escuela, tener los cabellos oscuros y los ojos verdes ya sabían todos que en poco tiempo tenía la fama de ser el tipo más rudo del plantel. En los continuos pleitos que tenían con los de la escuela vecina el de Tauro se había convertido en una especie de paladín con el que no se metían, aunque siempre quedaba espacio para que de vez en cuando lo retaran en un tipo de revancha, si bien jamás le ganaban. Había puesto en su sitio a cuantos quisieran ponérsele enfrente, se dijo que intervino en varias peleas que ganó y su manera de expresarse no era usual en el entorno, al menos para el joven de la familia Acuario.

—     ¿Por qué nadas tan misterioso con el bicho Camus?—le preguntó de inmediato.

—     Solo venimos a jugar Alde—le respondió Milo.

—     Como si fueras a ganar sabandija.

—     Veo que ya están los demás.

Con esas palabras el de Escorpión se adelantó un poco, dejando a su pariente en compañía de ese joven tan ruidoso, fuerte, algo rudo y que parecía que disfrutaba de molestar al primo, como a ese muchacho a su lado quien llevaba un par de sodas. El plan original era que una sería para sí mismo y la otra para Afrodita, pero el de cabellos oscuros tomó una y se la bebió de un trago como si nada para terminar con un sonoro eructo.

—     Eso fue asqueroso Aldebarán—le recriminó el de cabellos azules.

—     ¿Lo notaste?—dijo sonriendo—El extra de asqueroso fue para ti.

—     Eres desagradable.

Con cara de irritación el de la mirada azulada se alejó, no tenía nada contra el de Tauro pero sus modales o más bien la carencia de ellos no le agradaba, de hecho se habían hecho conocidos porque inicio una amistad con su primo Milo, pero aparte de eso no tenían nada en común, prefería mantener su distancia.

En eso el que se alejaba vio que Afrodita ya estaba ahí también, tal vez pudiera decirle algo o al menos invitarlo a salir para que pudiera ser más libre de decirle sus intenciones, podrían hacer muchas cosas juntos.

—     ¿Viniste a ver el juego Camus?

—     Si Afrodita.

—     Entonces vamos a sentarnos, tenemos que apoyar a Milo.

—     Sí.

No tardaron en tomar sus sitios y veían a los muchachos que iban a jugar, no era nada formal así que parecían solo cruzar algunas palabras pero los ojos azules del de Acuario estaban por mucho más atentos al muchacho a su lado, solo un momento correcto y podría hablarle y entonces le diría…

—     ¡Muerde mi trasero imbécil!

No pudieron menos que voltear en la dirección del grito y se trataba de Aldebarán quien parecía decirse algo con otro de los estudiantes en las gradas.

—     Aldebarán siempre tan poco amable—soltó el de Acuario.

—     Alde solo es así, no lo tomes a mal—respondió el de Piscis.

—     Carece de educación y tacto, es obsceno.

—     No seas tan duro en juzgarlo, Alde no es mal amigo.

Era verdad que para quienes lo trataban mas no resultaba un mal compañero, al contrario, pero si alguien lo buscaba en malos términos se iba a encontrar con algo que no le iba a gustar, por eso los que se habían hecho sus amigos lo llamaban con confianza Alde, algo que de ninguna manera hacía el de Acuario, quien se decía a si mismo que una cosa era tratarlo y otra ser su amigo; sin embargo Milo y Afrodita lo encontraban  agradable y él no iba a rechazarlo.

—     Ya va a comenzar el juego—dijo animado el de Piscis.

Mientras el juego avanzaba los dos jóvenes instalados en las bancas a los lados de las explanadas seguían atentamente los movimientos del balón, los demás al menos pues Camus solo buscaba la manera de acercarse a Afrodita, pero el de mirada celeste no parecía darse cuenta de ello. Al menos intentaba que comentaran cosas generales, como el clima, lo bien que se estaba en ese sitio, que le agradaba estar a su lado.

—     Si, está bien Camus—decía el de cabellos celestes.

Pero no parecía estar tan atento a sus palabras como a la manera en que marchaba el partido.

—     ¿No te gustaría ir a otro lugar Afrodita?

—     No gracias, estoy bien aquí.

—     Podríamos ir por una soda.

—     Ya me diste una.

—     Pero podríamos…

—     Prefiero ver el juego Camus.

—     Pero…

—     ¡Milo!

El grito de temor brotó de los labios del de cabellos celestes para un instante después correr hacia la cancha ¿Qué había sucedido?

Durante el juego Milo había quedado en un equipo y Aldebarán en el otro, al calor del momento e intentando hacer una jugada que era osada, pero no la consiguió, pretendió esquivar al de ojos verdes pero el de Tauro no solo era grande, también veloz, por lo que el de Escorpión se encontró con un muro con el cual chocó y salió volando hacia el suelo donde los demás de inmediato fueron a auxiliarlo.

—     ¿Cuál es tu problema alimaña?—le decía el de cabellos negros— ¿De verdad pensaste que me podías pasar?

—     ¿Cómo te sientes Milo?—le preguntaba suavemente Afrodita.

—     Como si hubiera chocado contra una roca—fue su respuesta.

—     Será mejor que vayamos adentro.

En ese momento Aldebarán lanzó el balón que tenía en las manos a un lado y sin darse cuenta le pegó a Camus quien se mantenía observando la escena y le sacó el aire del estómago.

—     Ni siquiera lo lancé con fuerza Camus—le dijo.

—     A veces eres muy rudo Aldebarán—fue su respuesta.

Como si no desearan esperar por más los tres jóvenes fueron al interior del plantel dejando a los demás en las canchas, parecía que el juego terminaba ahí.

El de Piscis insistía en que debían ir a la enfermería pero Milo decía que no era necesario, Camus opinaba lo mismo pero el de cabellos celestes se veía preocupado por lo ocurrido, se le notaba en el rostro.

—     Solo tengo un par de raspones—decía el de Escorpión—No fue nada, además creo que me lo busqué cuando quise rebasar a Alde.

—     Alde es muy fuerte, debiste ser más precavido Milo—comentaba el de Piscis—A veces no sabe medir su fuerza.

—     Tampoco soy tan débil.

Mientras ellos dos hablaban el de Acuario se sintió como si no contara, como si estuviera de más en esa escena y una idea lo asaltó de pronto, algo que hizo que se sintiera adolorido, como un presentimiento acerca de los otros dos pero dio un respiro profundo, no tenía por qué ser así, era tan posible que Afrodita sintiera algo por él como lo era que sintiera algo por su primo Milo.

Era mejor dejar esa idea de lado.

—     Voy a volver a jugar—dijo Milo.

—     Pero…—intentó decirle Afrodita.

—     Mejor vamos.

Estaban por salir de nuevo cuando voltearon como si apenas recordaran que había alguien más ahí.

—     ¿No vienes Camus?—preguntaba Milo.

—     Sí.

Así salieron los tres y regresaron al juego, donde parecieron continuar, pero al verlos acercarse Aldebarán les habló.

—     ¿Qué sucede bicho rastrero? ¿no te acobardaste?

Sin palabras pero solo con una sonrisa el de Escorpión regresó al partido mientras Camus y Afrodita regresaban a las bancas, sin que el de Piscis dejara de mirar al de Escorpión y que lo mismo hiciera el de Acuario con el de ojos celestes.

 

***********

 

Algunos días después del juego de basquetbol Camus se preguntaba si en verdad estaba logrando algún avance con Afrodita, el otro joven lo trataba como siempre, con amabilidad, pero a veces se preguntaba si había algo más tras esas sonrisas, sentía que necesitaba sincerarse pero se sentía inseguro cuando se trataba del de mirada celeste, lo de romancear a un muchacho nunca había sido lo suyo, de hecho muchos lo consideraban aburrido en ese terreno. Una nueva oportunidad se presentaba en esos momentos y estaba decidido a que sería la indicada, pues la escuela iba a celebrar un festival, lo hacían cada año para festejar la fundación de la academia, presentaban espectáculos, había comida, incluso fuegos artificiales por la noche para terminar con el evento, era bastante agradable.

Durante ese tiempo no eran pocos los estudiantes que hablaban al respecto y hacían planes para ese tiempo y entre ellos estaba el de Acuario ¿Qué mejor oportunidad que ser honesto con el hermoso Afrodita? Incluso se animó a hacer una indicación al de los cabellos celestes para asegurarse estar a su lado.

—     Podríamos ir juntos al festival Afrodita.

—     Claro, me gustaría hacerlo Camus—le respondió sonriendo.

Esa respuesta le bastaba al de Acuario para estar contento, incluso su primo le señaló que se veía animado.

—     Andas de buen humor Camus, parece que te traes buenas noticias.

—     Algo así Milo—admitió con suavidad.

—     Bueno, parece que ambos tenemos buenos motivos para sonreír.

Esas palabras no le indicaron nada al de Acuario, las dejó pasar simplemente, tan solo esperaba por el festival.

El día señalado los jóvenes estudiantes estaban listos para ser parte de los festejos, todo eran rostros alegres y animados, no pocos iban en grupo o en pareja, pero Camus de Acuario no pensaba mucho en eso, tan solo aguardaba por un momento  adecuado para estar con Afrodita, de hecho lo vio acercarse aunque no solo, iba con Milo y con Aldebarán quien estaba extrañamente bien acicalado e incluso parecía moderarse, de lo que fuera que hablaran parecía hacerlos reír.

—     Qué bueno es encontrarte Camus—lo saludaba Afrodita—Ya vimos los juegos que instalaron en el patio principal ¿no quieres venir?

—     Me encantará—dijo.

—     Entonces vamos, tengo un hambre de perro amarrado—intervino Aldebarán—Te vendrá bien comer algo Camus, estás como esqueleto.

Los otros dos jóvenes ya iban caminando  dejando que el de Acuario fuera al lado del de Tauro quien parecía mirar de reojo al de ojos azules.

—     Camus—le dijo de forma distinta.

—     ¿Qué pasa Aldebarán?

—     Pues…— se rascó la cabeza y tragó saliva pero continuó—Sé que a veces te parezco un bruto y actúo como uno pero no por eso me doy menos cuenta de las cosas.

—     ¿De qué cosas?—preguntaba sin interés verdadero.

—     Todos quisiéramos que la persona a la que miramos tanto nos mirara también pero eso no siempre es posible y puede desilusionarnos o hasta dolernos cuando pasa, como una patada en las bolas.

La mirada azul sí estuvo de lleno sobre el de cabellos negros ante esas palabras, aunque se notaba que no le gustaba cuando le hablaban de esa manera.

—     Camus, solo no te entusiasmes tanto.

—     Agradezco tus buenas intenciones Aldebarán—le lanzó con frialdad—Pero no sabes nada de mí para  hacerme semejantes indicaciones.

—     Yo solo…

—     Voy con Afrodita y mi primo—dijo mirándolo apenas.

Apresuró el paso para quedar justamente al lado del de mirada celeste que iba muy entretenido con el de Escorpión, Aldebarán quedó unos pasos atrás y no pudo evitar una sensación de malestar por la escena.

Las horas siguieron, fueron animadas casi, de hecho el de cabellos negros terminó desvaneciéndose de la compañía de los otros tres, dejándolos solos, aunque el de Acuario ni siquiera se dio cuenta de eso y cuando lo hizo lo agradeció simplemente, Aldebarán no tenía derecho a meterse en sus asuntos, siempre tan grosero y tosco. Aun así se sintió a gusto de compartir con Milo y sobre todo con Afrodita, se sentía contento, alegre, que todo era posible, que esa mirada celeste tan brillante guardaba esa luz por él y para él, las cosas prometían mucho y el futuro era un cielo despejado.

El atardecer estaba cayendo, pero fue un buen momento, pues el de ojos azules se encontró con que su primo fue invitado por otros amigos, incluido Aldebarán, a que participara en un juego de lanzar la bola y encestar, querían ver quién era el mejor.

—     Tal vez aquí si me ganes—dijo entre risotadas el de cabellos negros aunque pareció contenerse de decirle alguno más de los adjetivos que lanzaba con frecuencia.

Entretenidos como estaban en esa tarea Camus vio una buena oportunidad para encontrase a solas con Afrodita y supo exactamente adonde lo quería llevar.

—     ¿Quieres que tomemos algo fresco Afrodita?

—     Claro—fue la alegre respuesta—Cuando Milo compite no para.

Así que caminaron por el lugar, charlando un poco de cualquier cosa hasta que llegaron a uno de los negocios que se pusieron donde preparaban granizados de diversos sabores, algunos exóticos, como un sabor en especial que el de Acuario ordenó para el joven a su lado y pidió uno similar, con sus vasos en la mano continuaron caminando y tomaron una discreta banca donde no había nadie más.

—     ¿Te agrada el sabor Afrodita?

—     Sabe bien Camus.

—     Es de rosas, pensé que te gustaría probarlo, como te gustan tanto esas flores.

—     Me gusta Camus, gracias.

El de cabellos celestes comía con agrado, dejando que sus labios se humedecieran y hechizando con esa visión al joven a su lado quien terminó por reunir valor y decidió que debía comenzar a hablar.

—     Afrodita…

—     Camus—lo interrumpió el otro mirando a lo lejos— ¿Alguna vez has pensado en alguien como más que solo un amigo?

El de Acuario sintió que su corazón latía con prisa, dando un vuelco, parecía imposible pero lo estaba escuchando.

—     Si, lo he hecho—admitió suavemente el de cabellos azules.

—     Yo también pero la verdad es que me da algo de miedo hablarle de esto.

—     ¿Por qué?

—     ¿Qué tal si él no siente lo mismo? ¿Qué pasará si solo me quiere como un amigo? Me gusta desde hace mucho y no quiero salir lastimado.

—     Puede que él también sienta lo mismo por ti—mencionaba animado el otro—Quizás hasta siente los mismos temores que tú.

—     ¿De verdad crees eso Camus?

—     Por supuesto, si ambos son honestos puede ser que encuentren la felicidad con la que sueñan—contestaba sonriendo el de Acuario.

—     Sí, es posible—dijo Afrodita mirándolo de frente.

—     Afrodita, yo…—intentó decir alegre el de cabellos azules.

—     Es que me gusta tanto Milo.

Al escuchar esas palabras fue como si Camus se quedara helado, había pensado en ser directo, decirle que le gustaba, que deseaba estar a su lado, y estaba escuchando que quien le gustaba a ese joven era su primo.

—     Por favor Camus, no le digas nada—le pedía el de Piscis—Yo quiero decírselo este mismo día.

Solo entonces notó que el otro joven estaba algo pálido.

—     ¿Te sientes bien Camus?

—     Si…es que esto está muy frio—dijo señalando a su postre.

—     Tengo que hablar con Milo, supongo que no debo esperar más, gracias Camus, eres un gran amigo.

No esperó por una respuesta, se marchó, sin darse cuenta de lo apesadumbrado que dejaba a un joven de Acuario.

Para cuando caía la noche el de Acuario, como todos los demás, se dio cuenta de lo animados y contentos que parecían los jóvenes Milo y Afrodita, no se habían separado en el tiempo anterior mientras sus sonrisas brillaban en sus alegres rostros, si no habían hablado ya sin duda no tardarían en hacerlo, pues si al de Piscis le gustaba el de Escorpión sin duda al de Escorpión le gustaba el bellísimo Piscis. El de Acuario por su parte se mantenía en un profundo silencio ¿Qué era lo que podía decirse ante una escena semejante? Nada y por eso lo mejor era quedarse callado, porque no existía algo que él pudiera decir en esos momentos.

La mayoría de los jóvenes estaba agrupándose para observar los fuegos artificiales, era el cierre del evento, no estaba nada mal aunque a Camus le sentó mal notar que Milo y Afrodita se buscaban de su propio rincón para terminar la noche, por lo que quedaba en claro que el de los ojos y cabellos azules no tenía que ver con ese lugar. El muchacho de la familia Acuario no sabía que hacer desde ese punto, había pensado que Afrodita y él tenían algo, ese jovencito parecía tan a propósito a su carácter y gustos, todo prometía que su relación sería un hecho pero no era así, el resultado fue diferente. ¿Debía quedarse ahí? ¿Debía marcharse? ¿Lo mejor era quedarse callado? Al final solo pensó que el único camino digno en esa escena era el de marcharse y cuanto antes mejor.

—     Quizás…—intento decirse a sí mismo.

Sin embargo, antes que lograra terminar con un plan desde ese punto, no pudo evitar que le hablaran de nuevo.

—     ¿Qué haces Camus?

—     Aldebarán—dijo en otro casi perdiendo el aliento.

—     ¿No tienes planes para ver las luces como el resto de estos crédulos?

—     No—fue su seca respuesta.

Pero al mismo tiempo hizo un gesto extraño que fue notado claramente por el de cabellos negros, también había visto a Milo y Afrodita, sin duda esas miraditas que a veces le lanzaba el de Acuario al de Piscis significaban algo pero no pensaba decir nada más, lo intentó y su comentario no fue bien recibido.

—     Creo que lo mejor es que me vaya a mi habitación—dijo el de cabellos azules.

—     ¿Por qué?—soltaba con ese tono impertinente que a veces tenía el de ojos verdes—Nada te impide quedarte ¿Es porque no te han dado cariño?

Sin más soltó una fuerte carcajada pero logró continuar.

—     Yo lo haría si vas a mi habitación pero no creo que tengas las agallas, eres demasiado fino para algo semejante.

Podría haber continuado riendo de no ser porque notó la expresión que cubría el rostro del de ojos azules, como si terminara de decidirse a hacer algo.

—     Iré a tu habitación Aldebarán.

Fue el momento del de cabellos negros de poner cara de sorpresa, ya no sabía ni que decir ¿hablaba en serio ese chico? Pero antes de poder decirle nada lo vio alejarse con esa fría determinación que le era tan habitual

Ese día estaba terminando de manera muy distinta de lo que auguraba cuando amaneció y todavía no terminaba.

 

 

Estando a solas en su habitación el de Tauro intentaba relajarse, pensaba en lo ocurrido con ese hermoso Camus pero aparentemente no tenía ni la menor oportunidad con un chico como ese, todo eso de portarse bien y ser  cortés no había servido de nada, lo había intentado pero no parecía que lograra muchos avances. Intentó hacerle notar lo que se traían Afrodita y Milo para evitarle una decepción pero no funcionó, tal vez si tanteaba con algo más pero al mismo tiempo se decía que no tenía nada más que hacer, un chico como ese de Acuario sencillamente no era para alguien como él. Respiró profundamente, lo mejor era que terminara ese día y dejar todo por la paz, necesitaba pensar en lo que iba a hacer pero su mente se llenaba del bello Camus, nunca había sentido algo semejante por un muchacho y lo desconcertaba que fuera así, sin embargo así había sido.

Tomó una soda enlatada que tenía con él, no estaba fría pero era mejor que nada, la abrió y dio un par de tragos, sabía bien a pesar de todo, casi lo ayudó a relajarse, se quitó el saco y la corbata, también las zapatillas y el cinto, de verdad que se veía como esos fantoches de la clase acicalándose de semejante forma, por eso sus amigos se habían reído de él. Pero pronto todo volvería a ser como era antes y las cosas volverían a la normalidad para ellos, sería mejor para él de esa manera.

—     Debo descansar—se dijo.

Estaba a mitad de ese pensamiento cuando bebió de nuevo de su soda, justo en ese instante llamaron a su puerta.

—     ¿Quién podrá ser?—se preguntó.

No esperaba a nadie, jamás nadie iba a su habitación, aunque pudiera ser que a alguien se le perdiera algo, lo mandaría a paseo y con eso bastaría, llamaron de nuevo con suavidad y abrió la puerta de un solo movimiento con seguridad.

—     ¿Por qué diablos fastidias…?

No terminó la frase, ante él estaba el mismísimo Camus de Acuario quien lo observaba como si estuviera conteniendo algo en su interior pero no tenía ni la menor idea de lo que pudiera ser, igual estaba ahí y eso era bastante.

—     Quisiera entrar—dijo el de cabello azul.

—     Claro.

De inmediato estaba en el interior, el de cabellos negros cerró la puerta y no podía dejar de mirarlo ni de preguntarse los motivos por los que estaría en ese lugar, no se imaginaba lo que pudiera ser, ese chico empezaba a comportarse de manera extraña, como si intentara rebelarse por alguna extraña razón.

—     ¿Necesitas algo Camus?—preguntó el de Tauro.

—     No.

—     ¿A qué viniste?

—     Me dijiste que viniera Aldebarán—fue su respuesta.

—     Bueno…si…pero…

No sabía qué decir en semejantes circunstancias, no imaginaba que el de ojos azules iría a buscarlo y lo quisiera o no lo estaba poniendo nervioso que se encontraran los dos solos en su habitación, aunque intentaría ocultarlo.

—     Camus…

—     Voy a darme una ducha—dijo de golpe el de Acuario.

Sin más se puso de pie y se dirigió al baño, como todos los dormitorios eran iguales no representaba un reto saber en dónde estaba cada lugar, por eso el joven se alejó, dejando aún más confundido al de Tauro ¿Qué era lo que estaba pasando con ese chico? Primero actuaba como si no pudiera ni hablar con él y ahora parecía querer estar en su habitación, hasta se estaba dando una ducha. Una idea lo asaltó de pronto: Camus estaba en su baño…quitándose la ropa…desnudo…bajo el agua…frotándose el cuerpo…ahí… hizo un gesto de asombro, no dejaba de ser erótica la idea de ese hermoso joven a tan pocos metros de él, haciendo todas las cosas que estaba pensando. Aldebarán había tenido sus aventuras antes con otros chicos, aunque lo de Camus siempre le pareció distinto, había algo con ese muchacho, no era como los demás, no para él, y nada de eso explicaba lo que hacía en su habitación.

Camus se mantenía bajo la ducha, intentaba que no se mojara su cabello azul, dejándose llevar por la tibieza del agua una idea llegaba constantemente a su mente ¿Qué era lo que estaba haciendo ahí? ¿Qué iba buscando al lado de Aldebarán de Tauro? Tal vez era solamente estar con alguien quien le había dicho que fuera a su lado, pues se había convencido que no estaría con el chico que le gustaba a él; no, nada de eso, como siempre su primo era quien lo tendría todo, sacudió la cabeza intentando despejar su mente, no necesitaba pensar en ellos dos, Aldebarán de Tauro lo quería a su lado, bien, entonces así sería. Estaba cansado de ser él, de ser quien se portaba bien, el buen hijo, el buen estudiante, el bueno en todo ¿y para qué? ¿De qué le había servido? De nada, absolutamente de nada.

Cerró las llaves de la ducha y vio una toalla al lado, la tomó, no era muy grande pero bastaba para secarse y envolverse en ella, apenas si le cubría las caderas y la cintura pero no necesitaba más, respiró con profundidad y salió de la habitación, el de Tauro estaba ahí y sin duda lo estaría esperando. Unos pocos pasos y se convenció que así era, el de cabellos oscuros estaba sentado en el sillón de la habitación, con una lata de soda entre las manos, como si pensara en algo, lo vio y notó que esos ojos verdes brillaban por él, así que se acercó sin esperar más.

El de cabellos negros lo vio acercarse, no estaba seguro de lo que ocurría pero supuso que debía decirle algo al de cabellos azules, aunque notando que solo llevaba una toalla y nada más, pues, no le facilitaba lo de pensar en decirle algo.

—     Camus…

Pero antes de poder decir una segunda palabra  vio como el de Acuario quedaba ante él y sin esperar se arrodillaba entre sus piernas abiertas, de inmediato llevaba las manos a los pantalones, los abría, liberaba su sexo de la ropa interior y tomándolo entre sus manos comenzaba a probarlo con la boca. Definitivamente el de ojos verdes no esperaba algo como eso, se notaba en su expresión de incredulidad que prontamente iba siendo sustituida por una de agradable placer, esos labios, esas manos, el cálido aliento, todo era demasiado bueno para ser verdad y no iba a ser tan ingrato como para no disfrutar lo que tan amablemente le estaba otorgando el de pupilas azuladas.

Fueron necesarios apenas unos instantes para que el de Tauro se acomodara en el sillón, facilitando la labor del de cabello azul para que continuara, no iba a hacer nada que impidiera disfrutar de algo tan agradable como esa boca probando su sexo, acariciándolo, esos dedos que presionaban el tronco y buscaban  sostenerlo para que esa lengua lo probara. Era delicioso, más que nada porque se trataba de Camus, porque sinceramente el de Acuario no tenía mucha habilidad, era más bien torpe, no parecía saber qué hacer realmente, pero no interesaba, para el de ojos verdes el que fuera él y no alguien más suplía por mucho la técnica o la destreza, gozaba de saber que se trataba de ese muchacho sencillamente.

El de ojos azules no tenía sencillo lo que estaba haciendo, nunca lo había hecho pero no pensaba decir ni una palabra al respecto, estaba decidido a cambiar su vida y estar con el de Tauro sería solo el primer paso. No quería que el otro lo pensara o dudara o que se pusiera a hablar con él, no necesitaba eso, no quería recapacitar y valorar, estaba harto, se comportaría como todos los demás pues veía cuan bien les salían las cosas mientras que a él, que siempre era respetuoso y cumplidor, nada le había salido como lo deseaba. Pensando en ello ni siquiera se dio cuenta que tomaba la corona del sexo del otro joven y la presionaba un poco más fuerte entre sus labios, logrando que el de ojos verdes gimiera, sin duda lo estaba disfrutando. No iba a pensar más, no quería hacerlo, se dejó llevar por esos gemidos y esa fuerte mano en su cabello que lo impulsaba a seguir, entonces llegaría hasta el final.

—     Camus, Camus, que bien se siente, Camus…—decía entre gemidos el de ojos verdes—No creí que harías algo como esto por mí.

El muchacho de largos cabellos azules no tardó en darse cuenta que el sexo entre sus labios estaba rígido por las caricias, así debía ser, entonces no veía sentido alguno a aguardar, se apartó lentamente y se puso en pie, desconcertando de nuevo al de Tauro, pero sin más se dirigió a la cama, donde se dejó caer como si esperara por algo. El de ojos verdes lo miraba atentamente, era tan hermoso, y estaba desnudo, solo con esa toalla, en su cama, pidiéndole… ¿De verdad le estaba pidiendo que continuara? Quizás era mejor pensarse un segundo las cosas.

—     Camus—lo llamó.

—     Aquí estoy Aldebarán—le respondió con frialdad—Ya sabes a qué vine.

El de Tauro tuvo que parpadear, no terminaba de creer que las cosas fueran de esa manera, pero tampoco estaba para pensar mucho así que comenzó a sacarse la ropa con velocidad, los pantalones, la camisa, las medias, solo quedando en la entallada ropa interior que volvía a resguardar a su sexo ya bastante excitado por las atenciones anteriores. Sin esperar fue hacia la cama, colocándose por encima del de Acuario y comenzó a acariciar esa  suave piel que lo hacía estremecer, apenas si pasaron unos segundos antes que sus fuertes manos fueran hacia la toalla que lo cubría y sin más la abriera, dejándolo completamente desnudo ante sus ojos, era de verdad precioso ese chico.

—     Camus—murmuró.

No esperó por una respuesta, sino que de inmediato comenzó a besarlo por todo el cuerpo, aunque al tomar sus labios le pareció por un instante que se mantenían fríos, pero dejó eso de lado cuando continuó recorriendo su cuerpo, los delineados hombros, el terso pecho, las afiladas caderas, no se abstuvo de probar los delicados pezones que apretó y lamió para después rodear solo con la punta de la lengua, terminando por succionarlos con necesidad hasta sentirlos endurecer. No dejó e frotar su mejilla contra ese juvenil cuerpo, aspirando su aroma, besándolo y acariciándolo por diversos sitios, excitándose cada vez más por sentirlo tan cerca, por ese intoxicante calor que emanaba de su piel.

—     Eres tan hermoso—le dijo el de cabellos negros.

Justo en ese momento una de las ansiosas manos del de cabellos negros fue justamente al tierno sexo a su alcance, lo sujetó con cierto nerviosismo, no terminaba de creer que el de Acuario estaba desnudo y dispuesto en su cama, por eso lo manipuló con cuidado, acariciando la corona con el pulgar y presionando por el tronco, fue así al inicio, pues en unos momentos lo rodaba por completo con la misma mano y lo frotaba con entusiasmo por la base y el tronco, para después usar su palma por completo por encima de la cabeza hasta lograr que comenzar a erguirse, le gustó cuando fue así, le gustó aún más porque el de cabellos azules no se mantuvo inmune ante sus atenciones: el de ojos azules gimió abiertamente.

—     Al fin puedo escucharte—decía excitado el de Tauro.

El de pupilas azuladas solo las cerró, intentando no pensar en lo que estaba sucediendo, aunque no era sencillo cuando todo su cuerpo parecía responder a esas caricias, esos besos, al profundo calor que emanaba del otro. Menos sencillo iba a ser cuando sus piernas fueron separadas por esas fuertes manos, dejando al descubierto su delicada intimidad, sitio que sin más fue acariciado por el de cabellos negros, haciendo que su dueño temblara un poco, esos dedos que jugueteaban alrededor iban despertando sensaciones nuevas, que nunca había sentido, y solo podía respirar agitado intentando contenerse de demostrarlo, pero no era posible.

—     Tenemos que hacer algo al respecto—dijo el de ojos verdes.

El de Acuario sintió que el otro se movía y unos segundos después parecía que el colchón se hundía, no estaba seguro de lo que ocurría, por eso fue un tanto confuso cuando le pareció que el de cabellos negros lo tomaba con su boca, rodeando su sexo por completo, mientras que algo insistía en frotarse contra sus labios, dio una breve mirada, era el erguido miembro del de Tauro ¿Qué se suponía que tenía que hacer? No iba a preguntarlo, cuando abrió la boca fue solamente para dejar pasar ese sexo que parecía muy complacido de volver a ser recibido en ese lugar. En unos momentos avanzaban las cosas, los dos jóvenes se mostraban dispuestos a ser complacientes, aunque con mucho más habilidad el de cabello negro quien no dejaba de ser entusiasta al momento de complacer con sus labios al de Acuario. El de cabellos azules no era tan diestro pero seguía siendo maravilloso sentirse entre esos labios que se esforzaban por ser complacientes.

—     Camus…esto es increíble Camus…

El de ojos verdes le hablaba al mismo tiempo que frotaba su entrada con sus dedos y usaba su lengua para probarlo, separaba esas redondas nalgas y parecía no tener suficiente de ese chico que no se oponía a ninguno de sus deseos. Pero sentirlo y escucharlo hacían que el de ojos azules, por alguna razón, se sintiera extraño, como si no deseara que le dijeran esas palabras, pero no debía pensar en ello, ni en eso ni en nada más.

—     Hazlo ya—fue lo que dijo.

Aldebarán lo escuchó claramente, bueno, si eso era lo que quería era lo que iba a darle, tuvo que dar una breve vuelta por encima de la cama pero quedó delante del de Acuario, le sujetó las piernas con firmeza, separándolas y colocándolas alrededor de su cintura, un segundo después estaba guiando su sexo a la delicada entrada que ansiaba traspasar y ciertamente no vaciló para guiar su miembro con seguridad, imponiendo la corona y de inmediato el resto de su miembro hasta que no encontró resistencia alguna. Camus intentaba mantenerse impasible pero no podía, su cuerpo respondía sin que él supiera qué hacer, de pronto sentía calor, mucho calor, más del que hubiera experimentado antes con las caricias que le había brindado el de cabellos oscuros, por momentos se tensaba y en otros necesitaba estirarse por completo, no se entendía a si mismo pero tampoco le interesaba hacerlo en ese instante.

Los dos eran jóvenes y habían compartido con velocidad su sensualidad, así que el encuentro no se pronosticaba como muy largo, menos aun cuando el de Tauro con su entusiasmo encontró que al apoyarse en sus antebrazos y dejando caer el peso de sus caderas conseguía ser engullido caso por completo por el de cabellos azules, tocando su sensible próstata, logrando que el joven entre sus brazos se sintiera completamente fuera de control. Camus no dejaba de gemir, cada embate era como una multitud de sensaciones que lo llenaban desde el abdomen al resto de su ser, sus piernas temblaban con intensidad mientras su espalda se arqueaba al mismo ritmo que sus caderas buscaban el sexo de su amante. Como si fuera una conmoción los cuerpos de ambos jóvenes alcanzaron su límite, sus miembros punzaban con intensidad y apenas el de mirada glauca consiguió dar algo de atención al sexo del de cabellos azules con su mano cuando su simiente se presentó en una descarga de satisfacción; apenas tres segundos después el de Tauro tuvo su placentera culminación, quedándose los dos cansados sobre las sábanas.

—     Eres único Camus—le dijo con suavidad.

El de cabellos azules terminó quedándose dormido, estaba cansado, su compañero de ojos verdes lo miró descansar pero no se quedó a su lado, terminó durmiéndose en el sofá, simplemente no sintió que debiera quedarse cerca en ese instante.

 

**********

 

Después de esa noche ni Camus ni Aldebarán se habían hablado de nuevo, como si al no mencionarlo ni fuera real, por lo menos así era por parte del de Acuario, ya que había hecho todo lo posible por evadir a su compañero de Tauro; a veces se miraban en las clases pero él se esforzaba por mostrarse muy correcto y educado, todo estaba bien, nada lo inquietaba. Aunque el de Tauro no era exactamente del tipo de quedarse sin hacer nada, solo necesitaba de una oportunidad y como no la veía claramente sabía que necesitaba encontrar la manera de tener una y para eso requería del momento apropiado o no tan apropiado a pesar de todo pero se estaba quedando sin recursos.

El lugar del de ojos verdes estaba vacío esa mañana, se daban cuenta los demás, incluso Camus quien miró con cierta melancolía el sitio desocupado, escuchó además algunos comentarios de otros compañeros e incluso de la nueva y celebrada pareja de su primo Milo y quien fuera el chico que lo hacía suspirar, Afrodita.

—     Alde no vino a clases—mencionaba el de Piscis.

—     Ya saben cómo es él, no es exactamente muy cumplido para asistir—respondió el de Escorpión.

—     ¿Y tú sí?

—     Touché.

Se rieron pero al tomarse de la mano no dejaron ir el tema.

—     ¿Tú no sabes nada Camus?

—     ¿Por qué habría de saber algo Milo?—preguntaba un poco alterado.

—     No sé, tal vez sabrías algo.

—     Pues no sé nada y no me pregunten por él.

—     ¿Crees que se habrá peleado con alguien?

—     Ya dije que no lo sé.

Esa manera tan cerrada de comportarse no parecía usual, la joven pareja había pensado que en ese tiempo el de Acuario se había hecho amigo del de ojos verdes también pero parecía que no era así.

—     Después trataremos de saber qué sucedió con Alde—comentaba Afrodita.

Pero como parecía que no iban a cambiar de tema el de Acuario terminó por levantarse y abandonar el salón, no era su manera de comportarse, jamás faltaba a una clase, pero no tuvieron tiempo de detenerlo ni de preguntarle nada, así que solo pudieron dejarlo ir.

El joven de los cabellos azules en un primer momento solo pensó en alejarse para buscar refugio en su habitación, aunque finalmente no lo hizo, se limitó a caminar por los alrededores como si el medio ambiente que lo rodeaba pudiera ayudarlo a relajarse y ese mismo tiempo lo utilizó para pensar en el de Tauro. Quisiera admitirlo o no lo que había sucedido entre los dos cambiaba las cosas, lo entendía, aunque claro que eso fue hasta después, cuando pudo serenarse un poco y le pareció una idiotez haberse involucrado con alguien solo por estar decepcionado por lo ocurrido con Afrodita. Por eso cuando se separaron a la mañana siguiente después de esa noche juntos, tan solo había querido no verlo, no sabía que decirle.

La confusión no había sido una buena consejera, no solo había hecho algo que pudo tener consecuencias, había involucrado además a otra persona, alguien que como mínimo se había portado como un buen compañero, aunque a veces se le quedaba mirando de esa manera en que se preguntaba que tanto le veía. No había querido ver al de Tauro pero también era cierto que el de cabellos oscuros no lo había buscado a él, tal vez era lo mejor, tomar una mala decisión ya era bastante malo, tomar otra mala decisión no era recomendable.

—     Pero al menos quisiera disculparme—se dijo.

Caminando a su propio paso y en medio de sus ideas el de cabellos azules no se dio cuenta que estaba alejándose más y más del plantel académico, una a una de las puertas laterales que conectaban con la explanada, un poco más adelante le dio la impresión que alguien hablaba pero pensó que serían algunos de sus compañeros, al acercarse se encontró con una escena que no esperaba.

Quienes charlaban no eran de la misma escuela, por el uniforme adivinó que venían del colegio Asgard, con el cual se habían dado algunos encuentros en el pasado principalmente académicos y deportivos, pero últimamente de otro tipo.

—     ¿Seguro que vendrá?—preguntaba uno.

—     Lo hará, no dejará pasar un reto—respondió otro.

—     ¿Qué hacen aquí?—preguntó el de Acuario al verlos.

Se trataba de un grupo de alumnos, Camus reconocía a un par de ellos, por haberlos visto en alguna ocasión en alguna competencia, pero no más.

—     ¿Qué están haciendo aquí?—les preguntó de nuevo—No deberían estar en terrenos de la escuela.,

—     Es el parque—fue la respuesta que recibió de uno llamado Alberich—La escuela se une por uno de sus portones pero es espacio público.

—     Aun así no deberían estar aquí, es horario escolar.

—     Tú no nos vas a decir qué hacer—fue la petulante respuesta de otro de nombre Hagen—Mejor lárgate.

Uniendo palabras y hechos lo empujó, haciendo que el de cabellos azules chocara contra un árbol, pero antes de saber qué más ocurría sintió que unos brazos lo sujetaban y lo ayudaban a quedar de pie.

—     ¿Estás bien Camus?

—     Aldebarán.

Se quedaron mirando por unos segundos, era lo más cerca que habían estado desde esa noche que pasaron en la habitación del de Tauro.

—     Pensaba que me estabas evitando Aldebarán.

—     Tú hacías lo mismo, te fuiste sin decirme nada Camus.

—     Para empezar te dormiste en el sofá.

—     Me buscaste por lo de Afrodita con Milo.

—     Pero…

—     ¿Ya acabaron parejita?—los interrumpió un castaño llamado Siegfried—No venimos hasta aquí para eso.

—     Cierra el hocico o te lo cerraré—le lanzó Aldebarán—Ya les di a todos unas patadas por el culo, puedo hacerlo de nuevo.

—     Aldebarán, no te pelees—mencionaba el de Acuario—te  meterás en problemas con la dirección y…

—     Mucha charla y nada de acción—se metió uno de largos cabellos plateados, Phenrill—sea lo que sea que se traigan no me interesa.

El tono arrogante de ese muchacho no agradaba a los otros dos, que sentían que al tener finalmente la oportunidad de sincerarse era mejor aprovecharla.

—     Significó mucho para mí que estuvieras a mi lado Camus—admitió el de cabellos largos y oscuros.

—     Yo…no es que no me importaras…solo…

Intentaba encontrar las palabras adecuadas para explicarse aunque se verían rudamente interrumpidos.

—     Déjense de idioteces, no venimos a escucharlos lloriquear.

—     Vamos a poner este asunto en claro.

Dijeron los gemelos de cabellos aguamarina, Syd y Bud; pero todo el aspecto arrogante y autosuficiente de todo el grupito desagradaba mucho al de ojos azules quien solo deseaba encontrar una manera de explicarse.

—     Mira Aldebarán, todo sucedió aprisa, yo no estaba en mi mejor momento, lo admito y no quisiera…

—     Déjate de dramas reina de la tragedia—le lanzó otro rubio, Mime—No venimos por ti sino por Aldebarán.

—     Quiero que hablemos, qua aclaremos las cosas y…

—     Ya cállate de una buena vez llantitos—intervino Hagen—Esta vez te las vamos a cobrar todas juntas Aldebarán.

—     Necesitamos hablar los dos Aldebarán—continuaba Camus.

—     A un lado escoria—amenazó Alberich—Esta vez venimos preparados.

No lo habían notado, extrañamente, pero en esa ocasión iba alguien más con los demás y era otro joven, bastante alto y se veía fuerte, además que su barba le daba cierto aire de ser de mayor edad, pero sin duda también era de su escuela pues usaba el mismo uniforme que los demás.

—     Tengo que hacer esto Camus.

—     Pero Aldebarán…

—     Hazle caso a tu novio, no te metas—decía Siegfried—mira Aldebarán, él es Thol, es nuevo en la escuela y quería conocerte.

—     Pues vamos a conocernos—declaró con calma el de Tauro pero antes necesitaba hacer algo más—Quédate a un lado Camus.

—     Estarás en un lío si…

—     ¿No escuchas chinche?—preguntaba Thol con desafío—Hazte a un lado antes que te toque algo de lo que le voy a dar a este imbécil.

—     Aldebarán no es un imbécil—respondió algo enojado el de Acuario—Y no te dirijas a mí de esa manera.

No soportaba que la gente fuera descortés y definitivamente no quería que nadie se metiera cuando intentaba explicarse con el de Tauro.

—     ¿No? ¿Qué vas a hacer? Dime ¿Qué vas a hacer?

—     No deseo hablar más contigo, por favor, retírate, con tus amigos.

Los de Asgard de inmediato comenzaron a hacer ruidos, burlas para ser exactos, algo que parecía ir con la escena, Aldebarán tan solo quería terminar con la pelea  y conversar con el de cabellos azules, sin embargo el de Acuario  estaba enfadándose, aunque en su caso la furia se demostraba de forma especial, con mucha frialdad.

—     Hazte a un lado de una vez quejumbres—dijo Thol—Este y yo vamos a terminar con esto.

El de Tauro estaba dispuesto al encuentro, sin embargo se le adelantó el de cabellos azules quien se paró delante del de Asgard, quien sin duda era mucho más alto y corpulento, y con solemnidad le habló de nuevo.

—     Les pido a tus compañeros y a ti que se retiren o se atienen a las consecuencias—fue su advertencia.

—     ¿Nos pides? ¿Nos pides? ¿Ya escucharon a este payaso? Se cree que su noviecito podrá con todos.

De inmediato todos los de Asgard se rieron, el de Tauro quiso detener al de cabellos azules pero el de Acuario simplemente se acercó un paso y estaba dispuesto a charlar por última vez.

—     Fuera de aquí.

Antes que nadie pudiera reaccionar el siempre refinado Camus le lanzó una  increíblemente fuerte patada en la entrepierna al de Asgard, haciendo que se doblara de rodillas y cuando lo tuvo hincado ante él dio un fuerte puñetazo directo a la cara del otro, quien terminó cayendo sobre su espalda. Con esa escena los que iban con el de la barba miraban al joven de Acuario sin terminar de creerlo.

—     Largo de aquí, si eso hice yo imagínense lo que mi novio les hará.

Los demás no esperaron para hacer caso a ese aviso, recogieron al que se suponía que era su carta fuerte y se lo llevaron entre todos con velocidad, dejando a los otros dos a solas, como querían estar.

Aun apretando el puño el de cabellos azules miró a su compañero, con cierta nota de enfado le habló directamente.

—     Es verdad que fui a tu lado esa noche por sentirme decepcionado Aldebarán—reconoció con energía—Pero también me sentí contento de saber que había alguien para quien yo significaba tanto, me sentía confundido pero no quiere decir que no seas especial para mí, porque al despertar esa mañana y saber que estabas ahí, fue algo bonito.

El de ojos verdes lo observaba en silencio, haciendo que el otro quisiera una respuesta.

—     ¿Qué? ¿ahora no me vas a decir nada?

—     ¿Ahora soy tu novio?

—     Bueno, es que ellos…ellos dijeron…

—     Eres más de lo que esperaba Camus—reconoció el otro—Hasta ahora me imaginaba que eras todo delicadeza y modales pero veo que eres mucho más.

—     ¿Qué dices?

—     También eres rudo Camus, muy rudo, tú solo pusiste en su sitio a ese mastodonte y hasta yo creía que iba a tener problemas para hacerlo.

—     Pero yo…

En ese instante vio sus puños apretados, dejó de hacerlo como si se avergonzara de la escena, sin embargo ya el de cabellos oscuros estaba ante él y lo sujetaba por los hombros con una sonrisa en su rostro.

—     Creo que ahora me gustas incluso más Camus de Acuario.

—     ¿De verdad te gusto Aldebarán?

—     ¿Bromeas? Eres lindo, listo y puedes cerrarle la boca a cualquiera, eres sensacional.

—     Aldebarán—decía el otro medio apenado.

—     Vamos, déjate de remilgos, no me dirás que no te gusto, al menos un poco.

La mirada que le dio el de ojos azules no era una afirmación pero sí que era una promesa, estaban al menos al inicio de algo que podría ser muy bueno entre los dos.

—     Regresemos a la escuela—le pidió el de Acuario.

—     Muy bien—fue la respuesta.

Entonces comenzaron a caminar al mismo paso, el de Acuario un poco más aprisa y el de Tauro algo más lento, no estaba mal, podrían acoplarse bien si ambos ponían de su parte, por eso el de cabellos negros tomó con cuidado la delicada mano de su compañero, mientras que el otro usó algo de fuerza.

—     Auch—se quejó el ojos verdes.

—     Lo siento ¿te lastimé?—se disculpaba el de mirada azulada.

—     Si, usaste toda tu brutal fuerza contra mí y mi delicada manita.

—     Aldebarán—le lanzó el otro entendiendo que era una broma.

Terminaron riéndose mientras continuaban con su camino, quizás funcionaría o quizás no, todo era posible, pero al menos lo iban a intentar, ya se habían conocido y querían seguir haciéndolo, además Camus veía que en el otro joven encontraría a una persona fuerte y quien le tenía afecto, por su parte Aldebarán no podía sentirse más contento, ese muchacho era inteligente, impecable y hasta podía poner en su sitio a un imbécil, le encantaba como era, así, incluso tan rudo.

 

**********

 

 

FIN

 

Notas finales:

Deseo que fuera de su agrado.

Nos leemos la semana entrante si nada sucede.

Linda semana.

Atte. Zion no Bara

 

 


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