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Daño por zion no bara

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Notas del fanfic:

Deseaba hacer una trama con ellos tres, espero que les guste.

 

Notas del capitulo:

Es la primera parte de este fic, deseo que sea de su agrado.

 

 

Capítulo I

 

La vida de un hombre como Saga de Géminis se veía usual, de muchas maneras se le calificaría como alguien igual a muchas otras personas en el mundo, se trataba de un hombre de mediana edad, con una pareja, una casa, un trabajo, una rutina establecida, definitivamente era como mucha gente o al menos eso parecía. Cumplía con sus obligaciones, no muy sociable, algo brusco a veces para hacer saber sus puntos de vista, pero a pesar de eso se le respetaba pues cumplía con su labor y lo hacía bien, algunos dirían que había tenido reveses pero no por su causa, simplemente hubo cosas que no estaban bajo su control. Si se hubiera preguntado ¿Qué es lo más importante para alguien como Saga? La respuesta hubiera resultado obvia, lo más importante de su vida era su compañero, Aioros de Sagitario, hombre con el que había compartido su vida los últimos años, una relación que les había dado mucho a los dos.

Hasta ese punto la existencia común de esto dos hombre resultaba algo único, una existencia sin problemas, mirando hacia tras todo había parecido destinado a ser. Saga de Géminis era un apuesto hombre de ojos verdes y largos cabellos azules quien trabajaba en esos momentos como supervisor de un proyecto, conoció a Aioros de Sagitario quien entonces era uno de los proveedores, un joven castaño de aspecto varonil y juvenil al mismo tiempo. Las cosas entre ellos se dieron con esa especie de corriente de simpatía mutua que los unió de inmediato, los devenires de sus vidas los acoplaron en lugar de apartarlos y finalmente un día terminaron casándose con los mejores indicios que se pudieran tener, aunque dejando algunos cabos que con el tiempo iban a contar entre ellos dos.

Sin embargo nada anunciaba que lo que parecía una buena noticia iba a trastocar todo en la aparentemente bien cimentada pareja Géminis-Sagitario, estaban juntos en el diminuto desayunador de la cocina, en un principio solo charlaban de las cosas usuales para ellos, el día a día que se había instalado entre los dos.

— ¿Pagaste la cuenta de la electricidad?—preguntaba el castaño alistando su café.

—Pasaré después del trabajo—fue la respuesta del de ojos verdes.

—No lo olvides por favor, han estado estrictos con los pagos.

—Solo lo olvidé una vez ¿acaso nunca vas a olvidarlo tú?

—Nos cortaron el servicio un fin de semana entero, no fue nada sencillo, espero que eso no lo olvides.

Siguieron con ese tipo de cuestiones por un par de minutos más, pagos, deudas, pequeñas labores de la casa, el mantenimiento de los vehículos, sus trabajos, los vecinos, nada inesperado, estaban ya sentados a la mesa y solo una cuestión extra iba a ser mencionada. Con sus platos delante y sus bebidas en la mano, apenas compartiendo una mirada, o por lo menos por parte del de ojos glaucos era así, salió el tema.

—Me llamó Aioria—comentaba contento el de cabellos castaños—Está terminando sus trámites y viene de regreso.

Su esposo no escuchaba demasiado, estaba más interesado en ese instante en su teléfono, mirando nada realmente, Aioria era el hermano menor de su esposo, había sido becado años atrás para estudiar en el extranjero y al terminar su carrera se quedó dos años más para hacer una especialización, pero ahora estaba listo para volver a su hogar o algo como eso y fue por lo que se comunicó con su pariente.

—Aioria está por volver—continuaba su hermano mayor con afecto—Desea saber si no hay problema con quedarse un tiempo con nosotros.

Claro que su familiar hubiera aceptado de inmediato, quería a su hermanito y después de años de no verlo estaba ansioso por darle la bienvenida, sin embargo estaba muy al tanto que su compañero podía ser algo quisquilloso con tener a alguien cerca, aunque fuera familia, por eso prefería comentarlo y que estuviera de acuerdo. El de Géminis seguía sin escuchar demasiado, solo fragmentos que le permitieran seguir el hilo de la conversación, apenas si recordaba a ese joven, lo que tenía en mente sobre él era desde luego que se trataba del hermanito de su compañero, aparte de eso no tenía más, pero comprendía que le tocaba aceptar, eran familia y no podía negarse.

—Claro que puede quedarse con nosotros ¿Qué pregunta es esa?

—Qué bueno que estés de acuerdo—decía sonriendo su castaño esposo—Me comunicaré de inmediato con él.

El de ojos pardos continuaba diciendo algo sobre recibir a su hermano pero ya el de cabellos azules no escuchaba mucho, al final solo terminó de alistarse para salir a su trabajo, sin dejar de hacer algo que se había convertido igual en una rutina, algo que había sido increíblemente espontaneo tiempo atrás: darle un beso a su pareja.

—Te espero para cenar—decía el castaño.

—Adiós—fue su respuesta.

En los días siguientes pareció ser todo lo mismo en la vida de Saga, no prestaba mucha atención a ello pero ahí estaban todos los síntomas que no quería encarar, y no ayudaba de ninguna manera que en el trabajo tuviera que encontrarse de manera constante con alguien a quien conocía, aunque no era su amigo, un hombre de ojos verdes y cabellos negros, Shura de Capricornio, quien era parte importante de una empresa que se estaba dedicando a las importaciones. La cuestión era que ese caballero resultaba talentoso para los negocios del tipo de micro negocio, pequeñas franquicias al alcance de la gente que se respaldaban en marcas grandes de otros países que buscaban entrar al mercado nacional. A esas alturas contaba con diez cadenas de diversos tipos que parecían menores pero si se juntaban formaban un negocio muy próspero y a tomar en cuenta.

—Buendía Saga—lo saludó.

—Buenos   días—fue su respuesta.

—Quiero que hablemos sobre Excálibur, estuve revisando una de sus cuentas y creo que el encargado no puede con la labor.

Una de las marcas del de cabellos negros, se dedicaba al manejo de ropa deportiva, no estaba al nivel de las grandes marcas internacionales pero si se le veía como una marca de buena calidad y a precios más accesible, le interesaba expandirse, así que el que una de las personas a cargo no estuviera al nivel era algo que no pensaba dejar pasar, y como el de cabellos azules era su consultor en esa rama debía estar al tanto.

—Podemos buscar un candidato—sugirió.

—Muy bien, se debe pensar en un perfil,  adecuado, para esta plaza—respondió el de cabellos negros.

En ese momento ambos  se dieron cuenta de la hora, podían irse, por lo que el de Géminis se limitó a dar una voz de cortesía antes de retirarse y cuando iba saliendo se encontró con una sorpresa.

—Hola cariño—lo saludaron.

—Aioros—dijo el otro sonriendo y acercándose a su auto.

— ¿Qué tal tu día?

—Como los demás.

No pensaba decirle lo ocurrido con Shura pero tenía sus motivos para eso.

—Quise darte una sorpresa para que vayamos a cenar ¿Qué te parece?—decía sonriendo su esposo.

—Me encanta la idea.

Lo que no sabían era que ambos estaban siendo observados desde las ventanas de una de las oficinas, los ojos verdes de Shura no dejaban ir la sencilla escena, era verdad que Saga y él no eran amigos, no podían serlo, no después  que fuera el de Géminis quien se quedara en la vida de Aioros, pero era pasado, aun así aun llegaba a pensar con nostalgia en ese muchacho que tanto significó en su vida.

La cena del matrimonio marchó bien, fueron a un buen restaurante donde los atendieron con velocidad y sin contratiempos, la comida estaba bien, y el sitio ofrecía ser un lugar solo para parejas, ese tipo de cosas le gustaba a Aioros pues a esas alturas de su vida seguía enamorado de su esposo, iba al gimnasio para mantenerse en forma para él, vestía bien para él, tenía detalles de todo tipo para su compañero. Pero la charla tuvo que recaer en algo más antes que terminara la noche.

—Aioria me llamó, confirmó su llegada para mañana, iré por él al aeropuerto, será casi en la madrugada  así que tendré que salir temprano.

Era mejor dejar eso en claro, porque era fin de semana y porque sabía que al de cabellos azules le gustaba dormir hasta tarde sus días de descanso.

— ¿Quieres que te acompañe?—preguntó por cortesía.

—No, no te preocupes, prefiero que descanses, has trabajado mucho estos días, nos veremos en el desayuno.

Continuó hablando de lo emocionado que se sentía de ver a su hermanito de nuevo pero ya su pareja solo pensaba en descansar, así que al terminar con la cena ambos fueron a su casa y se dedicaron a esas pequeñas labores que llevan algo más de tiempo aunque por lo regular era solo el de mirada parda quien se hacía cargo, dejar la ropa en la máquina, preparar algo para tener en la nevera, arreglar la ropa que ya estaba seca, hablaba de las cuentas por pagar, aparentemente temas menores pero que importaban a final de cuentas.

Ya estaban acostados en la cama pero Aioros continuaba hablando.

—Tendré que hacer el pago del taller hasta el lunes, espero que no haya problemas.

—Buenas noches—fue la respuesta de su esposo.

El de Géminis no estaba interesado en escuchar nada pero al ir quedándose dormido una idea lo asaltó: ¿Acaso toda su vida se había transformado en eso, solo en una rutina?

Mejor era descansar, vagamente entre sueños sintió que su compañero lo besaba en la mejilla, pero no pensó sacrificar su descanso para responder ese gesto.

 

**********

 

Saga no supo mucho de lo que sucedió entre ir a dormir y levantarse, solo sabía que se sentía adormilado y hubiera seguido así de no ser porque una visión llegó a sus ojos cuando ya estaba de pie y solamente buscaba su café de la mañana, no sabía siquiera si había alguien en la casa, no pensaba en su compañero, se limitaba a tambalearse para ir a la cocina y solo servirse el líquido caliente  gracias a una máquina que se programaba con anterioridad, lo cual hacía el castaño por las noches.

El de cabellos azules ole estaba dando el primer trago a sub taza con el humeante líquido, el fragante aroma parecía ir despertándolo, cuando vio aparecer ante sus ojos verdes a un hombre, joven, rubio, de piel dorada con los ojos glaucos, eso y con unos pantaloncillos entallados y una remera que dejaban  ver   su perfecta fisonomía sin inconvenientes. Como si fuera una oleada sintió todo su cuerpo despertar y responder a esa presencia pero no podía ni hablar, tampoco podía dejar de mirar a esa juvenil deidad masculina ante sus ojos.

—Hola Saga—dijo como si nada el rubio.

¿Cómo era que sabía su nombre? ¿Cómo era eso posible? Seguía sin decir nada pero aparentemente eso no importó ya que el joven en remera miró hacia la puerta y apareció Aioros, quien tuvo el efecto de romper el encantamiento.

— ¿Qué te parece hasta ahora volver?—preguntaba el castaño.

—Solo un par de horas y me siento bien Aioros.

Los dos hombres compartieron una mirada de simpatía pero después colocaron sus ojos en el de cabellos azules quien parecía no saber qué decir, así que su esposo fue más directo para continuar como si nada.

— ¿Ya viste a Aioria, no te parece que ha cambiado Saga?

— ¿Este es Aioria?—preguntaba sorprendido.

Su sorpresa era bastante válida pues recordaba al hermano de su esposo pero no era nada de lo que hubiera podido pensar, en su mente era un muchachito medio impertinente que escuchaba música a todo volumen, en su boda se mostró aburrido y las pocas veces que convivieron lo trataba como a un extraño o alguna clase de visita que no iba a durar. Lo que tenía enfrente era un joven realmente atractivo y guapo que haría que cualquiera lo notara de inmediato y que no lograra olvidarlo, tuvo que sacudir la cabeza un par de veces para integrarse a la charla pues los hermanos sin duda estaban contentos de poder verse de nuevo.

—Siéntete bienvenido Aioria—mencionaba el de Géminis.

—Muchas gracias Saga.

—Has cambiado mucho, no te reconocí.

— ¿De verdad? Bueno, estuve lejos por años, procuraba mandarle noticias y fotos a Aioros, supongo que no fui tema recurrente entre ustedes.

Si las había enviado pero el esposo de su hermano no había demostrado interés alguno en saber de ese tema, pero eso estaba por cambiar.

—La vida en el extranjero te ha hecho bien Aioria—dijo a manera de final.

—Tenía que crecer en algún momento supongo.

—No importa cuánto crezcas—intervino su castaño pariente—Para mí sigues siendo mi hermanito solamente.

Los hermanos siempre se habían querido, a pesar de la distancia sus vínculos continuaban siendo muy estrechos, continuaban hablando entre ellos con sencilla amabilidad, pero los ojos verdes de su hermano político continuaban sin creer cuanto había cambiado ese joven. Quien con total naturalidad parecía brillar ante su mirada.

Cuando el de Géminis escuchó que el hermano de su esposo estaría un tiempo en su casa solo pensaba en que esperaba que no hiciera mucho ruido y no interrumpiera con ningún tipo de escándalo, pero las cosas habían cambiado, en los días siguientes a la llegada del guapo rubio a la propiedad todo parecía normal, lo esperado, algo más de comida, más ropa sucia, tener que incluirlo en su tiempo común. Aioria parecía incluso buscar no darse a  notar, como si no quisiera intervenir en la vida de su familiar, así que no tardó en encontrar un trabajo, hacer amistades, se comunicaba con sus anteriores conocidos por redes sociales, de hecho parecía muy ocupado úes solo se encontraban durante la cena y los fines de semana por la mañana.

Se pudo pensar que la situación iba a continuar de esa manera pero no fue así, dio inicio con una conversación que pudo ser solo una más.

Saga se había apurado para encontrarse con los hermanos a la hora de desayunar, mientras se acercaba escuchaba algo de lo que los parientes decían.

—No me siento tranquilo con eso Aioria—decía el mayor.

—No tienes de que preocuparte Aioros, te aseguro que todo está bajo control—respondía el menor.

—Es mucho tiempo para llegar a tu trabajo, te levantas muy temprano y a esa hora no hay tanto transporte público.

—Quizás pueda alquilar un automóvil o comprarme uno de segunda mano.

— ¿Puedes costearlo?

El de cabellos azules había escuchado lo suficiente para intervenir, no encontraba fuera de lugar hacer un pequeño ofrecimiento.

—Yo puedo llevarte Aioria—dijo de manera casual sirviéndose una taza de café—Solo necesitaría desviarme un poco y salir antes de casa.

—No quiero molestar—indicó el rubio.

—Para nada, será divertido llevar a alguien más, no habrá tanto silencio en el automóvil.

Si se conocía al de Géminis se sabría que apreciaba demasiado su privacidad,  solo su esposo abordaba su automóvil aparte de él, verlo incluso mostrarse amable para llevar a alguien más aunque eso le costara un poco de sus preciados descansos matutinos no parecía ir con él, pero se podía explicar como un simple acto de amabilidad hacia el hermano de su esposo recién llegado a la ciudad.

—Es un buen plan—remarcaba el de cabellos azules.

—Me parece bien—finalizaba el rubio.

—Me sentiré más tranquilo Aioria, gracias Saga—añadía el castaño.

Fue así como ambos comenzaron a salir juntos de la casa por las mañanas, compartiendo el camino y charlando un tanto mientras lo hacían; desde la primera mañana que iban en el vehículo se dio un giro en lo que había sido una relación cuando mucho cordial, pero un muy seguro de sí mismo y animado joven rubio se mostraba dispuesto a cambiar eso.

—Creo que es la primera vez que podemos hablar tú y yo Saga—comentó como si nada.

—Supongo que no teníamos nada que decirnos Aioria, no éramos cercanos y nuestras edades eran distintas.

—Trece años, supongo que es mucho a tomar en cuenta.

—No tanto.

El de cabellos azules y su esposo tenían la misma edad, por eso tenían la misma edad que se llevaban los hermanos, trece años, el rubio había sido toda una sorpresa para sus padres pero fue bienvenido a la familia cuando llegó

—Cuando vivía en el extranjero me sentía con muchas libertades—le contaba el rubio—Pero también era verdad que  cuando llegaba a casa y estaba a solas me sentía algo decaído, llamaba mucho a Aioros, no sé cómo aguantó escucharme cada vez que salía con el tema de querer volver, siempre me apoyó, siempre.

— ¿Viajabas mucho?

—No tenía compromisos, las oportunidades sobraban y ansiaba conocer dodo lo que me fuera posible, como si jamás volviera a tener la oportunidad.

— ¿Echas de menos esa vida?

—Algo pero te dije la verdad, cuando estaba lejos extrañaba a Aioros, al final solo deseaba volver a casa.

Mientras lo escuchaba el de cabellos azules recordó sus años anteriores, cuando conoció a Aioros, era el chico más brillante, en todos los sentidos, que hubiera conocido, había disfrutado de la vida en todos los sentidos, bajo sus términos, a su manera, hasta que todo lo llevó al desenlace de un matrimonio pensando, soñando, que todo sería una constante dicha absoluta; sin embargo lo que llegó fue la rutina, las tareas, los pagos y todo eso que terminó volviéndose una especie de carga de cotidianeidad, era muy diferente de lo que tuviera años atrás.

Vio como de reojo a ese rubio sentado a su lado, joven, destellante, lleno de ánimos y proyectos…tan apuesto, pero esa idea tendría que quedar atrás, como una sombra, aunque las sombras siempre se ven a la luz de la verdad.

 

**********

 

Los viajes entre los dos hombres en automóvil continuaron, la realidad de ese traslado era que le agradaba sobremanera a Saga, y la razón era que podía mirar más y más al destellante Aioria a su lado quien parecía ver la vida de una forma que se preguntaba de qué manera había olvidado; sin embargo algo más se desprendió de ello: comenzaba a mirar su matrimonio como algo que tenía motivos de crítica. En su mente se instaló la idea que su devoto y amoroso esposo Aioros fuera solamente una rutina, mientras que el joven y atractivo Aioria era una refrescante brisa y luz en la cotidianeidad pero hasta ese momento no significaba nada, no se veía una dirección fija en esos pensamientos, tan solo era algo que sucedía.

Estaba por cambiar cualquier cosa que ocurriera en la mente del de Géminis, pues una mañana las cosas tuvieron sentido.

Saga intentaba terminar con una notificación del trabajo, se sentía molesto pero no atinaba comprender el motivo, tal vez era que Shura había cerrado un nuevo contrato que las proyecciones indicaban sería magnífico, quizás que se rumoraba que en su firma iba a haber recortes, podría ser incluso que  estaba cansado de la conversación de su esposo quien insistía en un tema solamente.

—Tenemos que encontrar a alguien que arregle el centro de lavado—decía el castaño—No podemos seguir así.

Era verdad que las elementales piezas de limpieza para la ropa se habían dañado, cuando el de ojos pardos se lo dijo a su compañero el de mirada glauca quedó muy formal en conseguir a un técnico, pero solo llamó al primer anuncio que encontró, se hizo el trabajo, no había quedado bien y seguían sin poder lavar la ropa. No era un reproche pero el de Géminis lo sentía como tal, estaba por ponerse de pie para irse a otro lado donde no tuviera que ver siquiera a su esposo cuando su hermano menor hizo entrada a la habitación como solo él podía hacerlo,  masculino y brillante en todos los sentidos.

Aioria venía de ejercitarse, le gustaba mantenerse en forma, por eso había diseñado una ruta cercaba a la casa para salir a correr por las mañanas, descubrió una especie de gimnasio al aire libre donde hacía paradas para utilizar algunos de los aparatos, por ese motivo llegaba sudando la mayoría de las ocasiones, como en ese caso. Para no sentirse incómodo iba a cambiarse de inmediato y se despojó de la remera para refrescarse un poco y por eso apareció solamente con unos pantaloncillos entallados  dejando al descubierto su cuerpo joven, bien delineado y ejercitado, su piel dorada brillante por el sudor. Saga dejó de escuchar una sola palabra de su esposo desde ese instante, solo podía contemplar a esa criatura perfecta ante la cual no pudo evitar responder, la respuesta viril de su cuerpo era muy clara.

Veía a los dos hermanos con sus ojos glaucos, Aioros y Aioria, había similitudes, pero Aioria era todo lo que Aioros había dejado de ser a su mirada.

Después de ese evento la relación entre los tres parecía la misma, igual, sin cambios, cada uno de los tres habitantes de la casa seguía con sus proyectos y labores, pero el de largos cabellos azules cavilaba mucho aunque no se atrevía a hacer nada, intentaba decirse que no importaba ¿Qué más daba? Aioria era guapo, lo notaba, solo eso.

Era un buen argumento pero el paso estaba dado y solo quedaba terminar de reconocerlo, por eso al llegar esa tarde a casa solo deseaba relajarse, estaba terriblemente tenso, estresado, y aparentemente se sentía de una manera en especial.

—Vengo muerto—según dijo al entrar a la casa—Shura me obligó a revisar el reporte, dijo que estaba mal.

Lo hacía escuchar como una injusticia cuando era la verdad, el de Capricornio descubrió a tiempo el fallo, y estaba mal porque el de cabellos azules había estado pensando en Aioria, en su perfecto cuerpo, en su  juvenil empuje.

—Qué bueno que llegaste Saga—lo saludaba su esposo sonriendo—Si supieras lo que me pasó hoy, tuve que…

—Me cuentas después—lo interrumpió—Necesito un baño.

No esperó para escuchar lo que fuera que iba a decirle su compañero, fue con velocidad a su habitación, contaban con un baño continúo a la recámara, deseando no escuchar nada de lo que fuera que iba a decirle su esposo se limitó a entrar y al abrir la puerta se encontró con una visión que no se esperaba: Aioria iba saliendo de su ducha secándose el cabello rubio, completamente desnudo.

—Hola Saga.

Lo saludaba con naturalidad colocándose la toalla alrededor de la cintura pero resultaba perfecto  aun así, acaso más cuando estaba desnudo.

—Perdona por invadirte—continuaba el joven—No había agua caliente en la ducha de abajo, le dije a Aioros y me dijo que no había problema si me bañaba aquí, no soporto el agua fría aunque haga calor.

Pero el otro continuaba sin decir nada así que era mejor agregar algo.

—Espero que no te moleste que usara tu ducha—se disculpaba.

—Está bien—dijo el otro con voz tranquila—No te preocupes.

Sin otra palabra pero sonriendo el rubio salió del lugar, dejando solo al de Géminis, haciendo que el hombre que se quedaba de pie no pudiera sacarse de la mete esa maravillosa imagen que no había  soñado siquiera conseguir un día, estaba ahí, como atontado, ese bellísimo hombre, ese cuerpo, ese aroma, ni siquiera lograba darse cuenta del tiempo que permaneció en semejante estado.

Aioros sabía que su hermano menor no era muy ordenado y aparentemente su estadía en el extranjero no había cambiado mucho eso, pensando en que a su compañero, por el contrario, todo le gustaba en orden, era mejor esperar que el baño no estuviera hecho una zona de combate. Se sintió un poco sorprendido al ver a su esposo de pie, sin haberse movido de ahí aparentemente.

— ¿Todavía no te bañas?—le preguntaba con alivio—Que bueno, veré que Aioria no dejara un desastre.

El de ojos pardos entró a la habitación con velocidad, su intención era limpiar un poco, pero el de ojos verdes tenía una idea muy distinta, la imagen de ese maravilloso rubio estaba ahí, dio unos cuantos pasos y al acercarse más a la ducha se llenó del aroma del joven que continuaba inundando la estancia.

—Dame unos minutos Saga—decía Aioros—Limpiaré en un santiamén.

Esperaba solamente tener unos instantes para limpiar pero definitivamente no esperaba que unos masculinos brazos lo sujetaran con tal  fuerza ni que unos labios tomaran con semejante pasión los suyos.

En la intimidad la pareja de Saga y Aioros se había entendido muy bien, de jóvenes habían sido del tipo que no se quitaban las manos de encima pero cuando se casaron y se fueron instalando en la rutina era como si el sexo también se hubiera hecho común, poco a poco fue relegado a una especie de cita pre programada en la que cumplían con un horario o al menos así lo fue para Saga, pues Aioros aun buscaba gustarle y ser sexy para su esposo quien seguía siendo atractivo a sus ojos. Hasta ese momento los encuentros habían sido algo distanciados, siempre por las noches, preferentemente los fines de semana para descansar al día siguiente, solo en la cama y sin sorpresas.

Les había funcionado como una manera de no terminar de distanciarse, pero lo de ese momento era muy distinto.

 

*********

 

Aioros no terminaba de saber cómo actuar cuando tenía a un muy ansioso compañero que parecía no poder dejar de tocarlo, estaban en su casa, con la puerta del baño abierta y había alguien más en la propiedad, quizás era mejor pensarlo un poco o hacer algunos arreglos que les dieran tranquilidad, por lo menos el de cabellos castaños lo pensaba así e intentaba actuar.

—Déjame cerrar la puerta al menos—le pedía a su compañero.

Sin embargo el de cabellos azules no iba a dejar de tocarlo sumergido como estaba en ese absorbente ambiente que lo sumergía en la pasión.

—Olvídalo—le ordenaba entre besos—Eres mío…solo mío…no te dejaré ir…

Así era, no lo soltaba, no dejaba de apoderarse de todo cuanto tenía a su alcance de ese cuerpo que estaba bien dispuesto en poco tiempo a complacerlo, por eso ya estaban  instalados en una intensa sesión de besos que los impulsaban a continuar con lo que estaba empezando, del tipo que no habían compartido en mucho tiempo. Saga sujetaba con fuerza a su compañero, acariciándolo por la nuca y llegando a su cabello castaño donde sus dedos se hundían, logrando  que los movimientos del de mirada parda fueran guiados por él, como si lo sostuviera con una cadena para someterlo a su voluntad. En unos instantes ya estaban convirtiendo los besos en toda una experiencia de sexo, no podían detenerse ni un instante, sus labios se abrían para dejar pasar sus lenguas que se enredaban, probando el sabor del otro, recorriendo esa boca que los embriagaba como licor.

—Saga…—murmuraba el castaño.

La voz murmurante por la sensualidad hacía que el de ojos verdes se sintiera fascinado con la situación, buscaba inmovilizar a ese hombre entre sus brazos e imponerse, por lo que lo llevó contra  uno de los muros sin dejar de acariciarlo y besarlo, haciéndole sentir al de cabellos castaños que solo deseaba que hiciera lo que él quisiera y si no bastaba con los besos estaba dispuesto a más. Cuando Saga se apartó un instante fue de inmediato hacia la ropa de su compañero, con un impulso que no había mostrado en mucho tiempo  estaba abriendo esas prendas en su camino, la camisa que estaba abierta por completo en un instante, después fueron los broches del pantalón y la cremallera.

Aioros se sentía como si estuviera mareado, tal vez por el calor que quedaba en la ducha o porque su esposo estaba actuando de una manera que no recordaba haberlo visto en años, pero no iba a cooperar menos en lo que estaban haciendo, por lo que hizo todo lo que pudo para sacarse las zapatillas, aunque no lo logró del todo con las medias, entre los dos consiguieron dejar a un lado la ropa que estaba desperdigada por el lugar. Estaba desnudo, casi, lo púnico que importaba era que su compañero estuviera igual, así que fue una tarea de cuatro manos para realizar la misma labor que los llevaría al mismo resultado pues en poco tiempo los dos se encontraban desnudos, dejando que sus cuerpos reaccionaran a la pasión sin más. Las cosas estaban moviéndose con velocidad, era una nueva oleada de pasión la que los rodeaba y los impulsaba a continuar, definitivamente el asunto de la puerta y el resto ya no estaba en sus mentes, solo querían avanzar en su encuentro.

Un muy entusiasmado hombre de cabellos azules no quería dejar de sentir ese cuerpo ya tibio por los besos, y podía hacer que se calentara aún más, para eso bastaba con sujetarlo contra su propio cuerpo con intensidad, para seguir con los besos pero ya no en los labios sino en el resto de su piel, recorriendo el cuello, llegando a sus hombros, el pecho, el abdomen, definitivamente el de ojos pardos seguía siendo un hombre atractivo aunque no lo notara en esos momentos, volvió a subir llegando a su axila que lamió con velocidad, deseándolo con fuerza. las manos del de ojos verdes no paraban, ya no bastaba con acariciar, se dedicaban a frotar esas formas que tanto placer le causaran en el pasado, recorría esas extremidades y el abdomen sin perder el tiempo, despertando sensaciones de placer en el de Sagitario  quien solamente se dejaba llevar por las sensaciones que lo iban llenando.

—Saga…Saga…

No dejaba de nombrarlo ni de acariciarlo con más  suavidad que su amante aunque este solo sentía la urgente necesidad de seguir, su cuerpo encendido no estaba para sutilezas, ansiaba sentirlo simplemente, por lo que no esperó para arrodillarse ante el de cabellos castaños y con la mano derecha sujetó su sexo medio erguido para frotarlo por el tronco, rodeándolo con sus dedos y después agitarlo con un poco de fuerza. El de mirada parda gemía con placer pero tuvo que apoyarse contra el muro mojado de la ducha, aunque una de las llaves de la corriente del agua se le clavó en la espalda pero no le importó demasiado. Definitivamente no podría importarle menos cuando los varoniles labios de su esposo rodearon su sexo y sin perder un instante lo estaban complaciendo, dándole un sexo oral como no recordaba que le hubieran brindado en el los años anteriores.

Escuchar los gemidos de satisfacción del de sagitario fueron un excelente motivador para el de Géminis, no dejaba de succionar con algo de fuerza ese miembro en su boca, no estaba pensando mucho, solo quería sentir, solo deseaba que su cuerpo se relajara de esa pasión ardiente que estaba incendiando sus entrañas. Sus labios fueron algo rudos, presionaban con cierta intensidad pero no encontraba manera de controlarse, incluso esos dedos que buscaban se r amables en sus largos cabellos no bastaban para que se relajara, tan solo quería sentirse apaciguad y no lo estaba consiguiendo, así que era mejor hacer otra cosa. Abandonó el ya erguido sexo para besar los testículos y el perineo, subiendo de nuevo por el tibio tronco hasta llegar a la corona donde dio un leve mordisco que hizo brincar al castaño.

El morocho no terminaba de saber qué hacer cuando sintió que los papeles se invertían, ahora era él quien estaba de rodillas siendo empujado por los hombros mientras el de ojos glaucos se levantaba para quedar de pie ante su rostro, dejándole muy en claro lo que quería en ese instante pues veía el sexo enrojecido por la punta y completamente rígido esperando por ser atendido, y lo quería de inmediato. Con más sutileza pero no menos entusiasmo, Aioros abrió la boca y comenzó a tomar el rígido miembro de su esposo, lo levaba lentamente a su interior haciendo que la lengua aleteara alrededor, acariciara, lamiera, lo probaba unos instantes y lo retiraba de sus labios para lamerlo como un dulce y después volvía a tomarlo para  succionar haciendo que toda su boca trabajara en complacer a su amante.

A Saga le gustaba lo que ocurría, era tener a un hombre ante él sumiso a sus dedeos, llevado por la pasión gemía de manera masculina mirando hacia el techo, lamiendo su labio superior, estrujando con algo de fuerza esos cabellos castaños para guiar la cabeza a que hiciera lo que quisiera y con el ritmo que lo deseaba, pero deseaba más, todo su cuerpo parecía gritarle porque siguieran, porque lo tomara hasta quedar satisfecho. Con ese deseo recorriéndolo supo lo que quería, así que sus manos  fueron veloces, no esperaron por explicaciones ni dudas ni nada de nada, se limitaron a sujetar al de cabellos castaños y lo colocaron de frente contra las llaves del agua, el de ojos pardos tuvo que sujetarse para no caer, pero no pudo decir nada, había una sensación entre turbación y excitación por todo lo que estaba ocurriendo, pero la turbación disminuía velozmente, sobre todo cuando sintió como esas mismas manos que lo habían acariciado estrujaban sus nalgas, las separaban, y un dedo frotaba su entrada con necesidad.

Fue una etapa interesante, Aioros conocía a su compañero en la intimidad y todo ese comportamiento era nuevo, bastante nuevo y no dejaba de sorprenderlo un poco, no era así como se comportaba su esposo por lo regular, esa necesidad, esa fuerza, ese deseo, como si no pudiera detenerse de lo que buscaba. Con sus manos el de cabellos azules apretaba y masajeaba ese redondo trasero, lo besaba y lo lamía sin aguardar, separaba esas redondeces y dejó expuesta la masculina entrada, lo hizo con algo de fuerza, al segundo siguiente un pulgar estaba acariciando el suave músculo que comenzaba a disfrutar, el de ojos verdes se lamió los dedos medio e índice para comenzar a penetrar el  viril pasaje que se fue abriendo ante sus atenciones, era el inicio de algo más.

El de ojos glaucos no dejaba de hacer sensuales penetraciones con sus dedos, empujaba y giraba para hacer que el suave pasaje se fuera abriendo y rindiendo a sus atenciones, podría haberse tomado algo de tiempo pero buscaba lo que quería y no estaba para aguardar, además no dejaba de frotar su mejilla contra esas caderas, las lindas nalgas, ni siquiera le importaba la muy incómoda manera en que sus rodillas quedaban contra el suelo de azulejos, no le prestaba atención, se limitaba a dilatar ese sitio que ansiaba poseer. Su esposo se apoyaba contra el muro húmedo, no era sencillo pero se mantenía tan firme como podía, sabía que estaba aguardando por algo más  y lo quería tanto como su compañero aunque por distintas razones, pues lo que deseaba era complacerlo.

Estaba listo, Saga lo estaba sin duda, su sexo parecía dolerse de no terminar con lo que se había iniciado, así que se puso de pie y se colocó detrás del castaño sujetándolo por las caderas para hacer que quedara en la posición que lo deseaba, haciendo que se inclinara un poco más separando sus piernas y levantando el trasero de forma invitante. El corazón del de ojos pardos latía con fuerza, tenía que respirar por la boca, cerró los ojos al sentir como el rígido sexo de su esposo buscaba entrar, presionaba contra su entrada de manera decidida  hasta que empujó con ímpetu y lo traspasó sin detenerse ni por un instante, sin darle descanso ni tiempo para acoplarse, aunque afortunadamente estaba igualmente necesitado de su amante por lo que esperar no era opción en ninguno de los dos.

Ya habían pasado por muchas etapas y de hecho las habían quemado con bastante velocidad, pero no importaba, no cuando estaban ya acoplados y la urgencia de sus cuerpos en lugar de disminuir parecía ir en aumento, el rígido sexo de Saga no cesaba de imponerse en la intimidad del castaño, al mismo tiempo que el firme trasero de Aioros estrujaba el miembro de su amante. Ambos gemían con libertad sin que les importara nada el mundo que los rodeaba, solo era importante que continuaran, que los embates del de cabellos azules no se detuvieran haciendo que sus cuerpos se sintieran terriblemente unidos, hundiéndose en la intimidad del de ojos pardos que se estremecía al sentirlo tocar los sitios más suaves y sensibles, enviando señales de placer por sus cuerpos hasta que sentían que podían desfallecer por el esfuerzo pero no iban a detenerse, no había manera que lo hicieran.

Con la sensualidad llenándolos y guiándolos los dos hombres no dejaban de entregarse en su acto de pasión, sus cuerpos mandaban y no pensaban renunciar a la vorágine de sensaciones en que se estaban uniendo, una especie de pendiente que los llevaba a lo profundo de sus sentidos casi con violencia. El de cabellos castaños buscaba quedar lo más cerca de su compañero pero el de mirada glauca lo sostenía con firmeza por las caderas impidiéndole hacer casi cualquier cosa, casi porque lo que si logró fue que por sus empellones terminara acercándose de nuevo contra la pared de baldosas, elevándose sobre la punta de sus pies y haciendo girar al mismo tiempo las llaves del agua, por lo cual la ducha los empapaba pero no interesaba, no iban a parar.

Sudorosos, cálidos, ardientes por la entrega, su danza de pasión continuaba, sus vientres enviaban placer a todo su ser, gemían abiertamente y no dejaban de moverse haciendo que sus sexos respondieran, el de cabellos azules empujaba con más fuerza y velocidad mientras que el de mirada parda ni siquiera intentaba acariciar su sexo, estaba tan rígido que no haría falta, lo sabía su dueño. La simiente de ambos estaba por estallar en sus miembros, la sentían correr como la sangre en sus venas, se acumulaba en la corona con energía, llenándolos, colmándolos, provocando que temblaran y  en medio de jadeos masculinos de repente resplandeció como una fuente de goce puro entre los dos, siendo llevada por el agua de la ducha  que los bañaba sin parar al mismo tiempo que se dejaban llevar sin fuerzas por el orgasmo tan espléndido que habían compartido.

Se dieron unos instantes de tregua para lograr moverse de donde estaban, Saga se retiró del cuerpo de su castaño compañero, contemplando como algo de su semen brotaba aun de esa intimidad pero igualmente fue limpiada por el agua que aun corría sobre ellos; Aioros por su parte respiraba un poco más tranquilo y cerró las llaves para mirar a su compañero, aun mojado y escurriendo de agua.

—Eso fue espléndido—le dijo.

En su rostro brillaba la adoración por ese hombre que no esperaba que lo tomara con semejante pasión y con tanta espontaneidad, pero lo había hecho y lo dejaba increíblemente satisfecho, aun sentía su cuerpo arder aunque con menor intensidad. Tal vez fue por eso que su primer impulso fue acercarse y besarlo en los labios, aunque no tenía ni la menor idea de lo que cruzaba por la mente de su compañero y no hubiera sido feliz de saberlo pues mientras el de ojos pardos estaba feliz por tener un esposo como el de Géminis la mente del otro tenía algo más en mente. La verdad era que el de ojos glaucos no había tomado con tal necesidad y ardor a su esposo, quien había llenado su mente y sentidos había sido alguien más, y era nada menos que el rubio hermano menor de su compañero, el esplendente Aioria.

La situación ya era complicada e iba a ser aún más complicada.

 

**********

 

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

La semana que viene, si nada sucede, subo la segunda parte, espero que les gustara a quienes leyeron.

Nos leemos.

Atte. Zion no Bara

 


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