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Querido por zion no bara

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Notas del fanfic:

Fic dedicado a Miku Hatsune, quien me sugirió a la pareja, perdona por el retraso pero finalmente está aquí, si la lees espero que te guste.

Es un fic corto, nunca había utilizado a esta pareja, y como podrán suponer es una trama con incesto, así que si no les gusta este tipo de temática tal vez no deban leerla, están advertidos de antemano.

A quienes sean tan amables de leer espero que les agrade la historia.

 

“Habría querido terminar mi diario sin la confesión de un amor prohibido. Por lo menos, quería que mi amor incestuoso quedara sin escribir.”

Anais Nin

 

Nuestra historia no fue sencilla ni común pero si la cuento quizás puedan comprendernos y acaso, si crees que debe ser así, perdonarnos, aunque el amor cuando es amor de verdad, no debería ser señalado ni culpabilizado, sin embargo aunque yo lo crea comprendo que a nadie le parezca posible ni permisible lo que sucedió entre nosotros.

 

La casa estaba en desorden y solo cuando el joven castaño que entró por la puerta apareció dio inicio a la labor de limpieza, no le extrañaba nada de eso, desde hacía mucho que las cosas tenían ese ritmo, en el que él debía hacerse cargo de todo, de la ropa, la comida, el aseo, sacar la basura, hacer las compras ¿Por qué debía hacerlo él? porque la persona de la que se esperaría apoyo en todas esas labores no las realizaba desde hacía tiempo.

—Papá, ya llegué—anunciaba al mismo tiempo que levantaba la ropa sucia del suelo.

Avanzó por la casa recogiendo y dando algo de orden, no era tan desastroso como en otras veces pero si necesitaba realizar trabajo extra, no debería preocuparse por todo eso pero las responsabilidades no disminuían, menos cuando él era obligado a ser tratado como el adulto de la casa.

—Papá ¿Dónde estás?

Avanzando y ordenando finalmente llegó donde su padre, el caballero de nombre Sisifo estaba tumbado en el diván de la sala, no dormido pero tampoco muy despierto ¿Cómo era eso? Por el olor y las botellas en el suelo se sabía con facilidad que había estado bebiendo, aun no estaba ebrio pero sin duda se acercaba, hubiera sido bueno que su hijo no se sintiera aliviado pues solo indicaba que lo había visto mucho peor. Levantó un par de botellas del suelo y las puso sobre la mesa para después sentarse cerca de su padre, ese tipo de convivencia era toda la que tenía el joven de los ojos pardos, sin embargo tenía que aferrarse a eso, era todo lo que podía tener en esos momentos.

— ¿Ya llegaste Aioros?—preguntaba su padre con pesadez.

—Sí, acabo de llegar papá, parece que has estado ocupado.

—Nada, solo los chicos y un par de tragos, ya sabes como es.

Si lo sabía, no había chicos o sea amigos y no habían sido un par de tragos, sus amistades se habían alejado cuando aumentó la bebida mientras que la interacción social disminuyó de manera exponencial por el mismo motivo. El joven castaño tuvo que suspirar, cuando sus padres se divorciaron supuso que las cosas no podrían ser peor pero se equivocó, cuando se fue a vivir con su padre supuso que no sería tan malo, solo por motivos de la escuela ya que su academia quedaba más cerca del hogar de su progenitor, por lo cual ya no vivió con su madre, no fue sencillo al inicio y no mejoró con el tiempo.

Aun así con sus padres las cosas nunca eran sencillas, ni cuando estaban juntos ni cuando se separaron.

—Necesito hacer la comida papá, descansa un poco.

—No me moveré de aquí.

Con una suave sonrisa, como si creyera que todo estaba bien, el muchacho de mirada parda se retiró de la habitación y fue a la cocina, no era sencillo pretender que todo estaba bien, que nada sucedía, pero lo hacía, deseando a cada instante que todo eso se terminara de alguna manera, sentirse como el responsable de todo y que a nadie le importara lo que él quisiera o deseara ¿eso iba a cambiar? Tenía que cambiar, debía ser así, de alguna manera pero no veía cual, y un aviso estaba por empeorarlo todo.

Aioros había procurado apresurarse con sus labores, aparte de la casa estaban las de la escuela y si no bastaba tenía un trabajo de medio tiempo tres días a la semana en una franquicia de comida rápida donde lo estimaban como un buen empleado y además corrían rumores de su vida familiar, lo que hacía que le tuvieran ciertas distinciones que por otra parte respaldaba con su trabajo, que era bueno.

—Terminé con las bandejas y acomodé los vasos—notificaba a su jefe—Dejé las sodas en la nevera para el primer turno y recargue los dispensadores de jabón de los baños ¿quiere que haga algo más?

—Tranquilízate muchacho—le decía su jefe, Dohko—No sé de donde sacas tanta fuerza para todo lo que haces.

—No es nada—decía con suavidad—Me preguntaba si puedo retirarme, todavía faltan unos minutos pero…

—Vete y no te preocupes, ten cuidado, nos vemos el fin de semana.

—Gracias señor—decía con alivio.

Le hubiera gustado poder decir algo más pero solo sentía la necesidad de ir a casa, la ropa no estaba fuera de la máquina pues no había tenido tiempo y dudaba que su progenitor lo hubiera hecho. En cuanto a su jefe, un caballero de ojos verdes y cabellos rojizos, se decía que ese chico merecía algo mejor.

— ¿Cuánto tiempo aguantará ese ritmo de vida?

Pero Aioros no pensaba en ello siquiera, solo se aseguró a tomar el autobús y llegar a su casa, donde no encontró un espectáculo inusual, excepto porque al terminar con la ropa limpia vio que su padre estaba profundamente dormido, era mejor aprovechar y deshacerse de las botellas vacías. A veces le hubiera gustado que su pensión por discapacidad después de un accidente de trabajo no le llegara directamente pero no podía hacer algo al respecto, solo ver como la gastaba en licor y nada más.

Respiró con profundidad, de una vez entraría a la cocina y dejaría algo de comida preparada, pero justo cuando estaba a la mitad de esa labor el teléfono de la sala comenzó a llamar, algo muy inusual a menos que fuera para cobrar una deuda.

— ¿Quién podrá ser?—se preguntaba.

Con cierta velocidad y esperando que no fuera nada fue al teléfono y respondió, lo que iba a escuchar no lo imaginaba siquiera.

—Casa de la familia Sagitario—dijo sin más.

—Deseo hablar con Sisifo de Sagitario—decía la voz del otro lado de la línea con formalidad—Es un asunto importante.

—Escuche, mi padre está un poco indispuesto ¿le importaría decirme de qué se trata?

— ¿Eres su hijo? ¿Aioros?—parecía estar consultándolo o algo parecido mientras hablaba.

—Así es.

—Escucha, necesito hablar con tu padre, es importante—hizo una breve pausa pero continuó—Se trata de tu madre.

El joven castaño escuchó en silencio, quien le hablaba era un médico de un centro hospitalario, no pudo sino decirle lo que sucedía y ante eso el hijo del menor de los Sagitario fue a buscar a su progenitor y lo movió de manera un tanto enérgica pues sabía que de ninguna otra forma iba a despertar.

— ¿Qué te ocurre?—decía entre dientes y sin tolerar bien la luz de la habitación—Quiero dormir un poco.

—Papá—decía el muchacho con voz seria—Al teléfono está un médico, se trata de mamá.

Sisifo tuvo que mirar a su hijo sin estar seguro sobre lo que tenía que hacer, tan solo logró estirarse, sentarse y sujetar el teléfono con tanta seguridad como pudo y finalmente habló con el mejor tono posible dadas las circunstancias.

—Soy Sisifo de Sagitario—dijo.

Vinieron unos momentos de silencios y charlas, se notaba que el caballero se esforzaba para estar atento a lo que escuchaba hasta que finalmente la conversación se terminó, eran noticias muy importantes y malas. Por un instante Sisifo miró a su hijo, parecía no saber cómo decir las cosas pero solo pudo decirlas.

—Tu madre falleció.

De manera directa, sin tacto, tal y como era, de esa manera tan directa fue como escuchó el joven castaño que su madre, una mujer a la que no recordaba más que en una especie de sueño, había fallecido.

 

**********

 

Cuando mi madre murió fue una vuelta completa de mi mundo, era verdad que no la había visto en años, cuando mis padres se separaron en un principio viví von mi madre pero después obtuve una beca y mi nueva escuela quedaba más cerca de la casa de mi padre, así que me fui a vivir con él. Al principio mi madre me visitaba mucho y llamaba cada día, después cada tercer día, una vez a la semana, cada quince días, al mes y al final ya no hubo visitas ni llamadas, nos volvimos dos extraños. Pero también me volví alguien ajeno a la vida de mi hermano menor, Aioria, quien no me recordaba y a quien yo realmente no conocía, pero volvería a vivir con nosotros pues sin mi madre era mi padre quien debía hacerse cargo de los dos.

 

El sepelio fue un evento sencillo, sin mucha gente presente, Aioros y su padre se presentaron rigurosamente de luto pero al final más que afligidos se veían desconcertados ¿Qué se supone que iban a hacer o a decir? Ella había salido de su vida años atrás, pero lo que en verdad importaba y que causaba inquietud era que dejaba atrás a un hijo, el menor de los dos que tuviera el matrimonio, Aioria, un muchachito rubio de ojos glaucos que no recordaba a su padre ni a su hermano pues era pequeño cuando llegó el divorcio y no mucho mayor cuando su hermano partió de la casa. Así que realmente no sabía nada de esas personas, ni ellos de él.

Cuando acabó el servicio y los presentes se retiraron era el momento de tomar decisiones de las importantes.

—Bueno…pues…parece que ahora vas a vivir…con nosotros.

Sisifo no parecía muy seguro al hablar pero no sabía nada de ese muchachito más allá de su nombre, de la misma manera que su esposa se desapareció de la vida de Aioros, el caballero se alejó de la existencia de Aioria, quien tampoco sabía algo de ese jovencito rubio que los miraba como a dos extraños. Que el señor estuviera titubeando y apenas si supiera qué hacer no era de ayuda así que alguien debía hacerse cargo y como siempre ese papel recayó en el joven de mirada parda.

— ¿Tienes listas tus cosas Aioria?—le preguntó.

—Si—fue la seca respuesta.

—Tenemos que ir a casa, ahora viviremos todos juntos.

—Si—se escuchó en el mismo tono.

De esa manera se pusieron los tres miembros de la familia Sagitario en camino, sin decirse una sola palabra más, Sisifo no tenía nada que decir de su ex esposa, Aioros no tenía nada que decir de su madre y en cuanto a Aioria no tenía nada que decirle a esos dos que resultaba que eran la familia que le quedaba.

Llegar al hogar no fue una experiencia mejor para ninguno de los involucrados, intentaron convivir pero no estaba siendo sencillo, para nadie, Sisifo sumido en su propia indiferencia y abandono no hizo mayores intentos por acercarse a ese hijo nuevo para él pues no recordaba mucho ni intentó formalizar o entablar algún tipo de vínculo con él, no lo hacía ni con el mayor. En cuanto a Aioros estaba muy ocupado para pensar demasiado en ese hermanito del que no tenía recuerdos ni datos ni nada, no habían hablado, jugado ni peleado, nada sencillamente; entre la casa, la escuela, el trabajo y su padre tenía ya demasiado que hacer y en que pensar. Así que Aioria estaba metido en una casa nueva con una familia que no recordaba y había perdido a su madre quien fue una mujer con su propia historia.

La mezcla estaba preparada para desatar conflictos.

— ¿Acaso puede ser todo peor?—se decía el muchachito rubio encerrado en la habitación que le destinaron.

Parecía que si pues a pesar de guardar silencio se daba cuenta de todo y lo veía con resentimiento, con mucho rencor.

—Un padre que jamás se ocupó de mí y se la pasa tendido con una botella en el sofá sin dar cuenta de nada—reprochaba en su interior—Un hermano mayor que nunca está en casa y parece mirarme como a un perro que se metió sin permiso a la casa; y mi madre…ella nunca se comportó como una madre.

Había momentos en que los hermanos, quienes apenas contaban con tres años de diferencia en sus edades, de Sagitario se sentían verdaderamente como dos extraños, tal vez lo eran, hablaban cuanto podían pero no era mucho, ciertamente trataron de vincularse, de crear lazos y a pesar que tenían algo en su interior no supieron exteriorizarlo desde el primer momento, entre tímidos y deseosos por congeniar solo actuaban con retraimiento, provocando que cada uno creyera que el otro no estaba interesado en forjar una relación, de hermanos por supuesto.

Los sentimientos de frustración que anidaban en el muchachito de ojos glaucos se intensificaban pero ninguno de los otros dos en la casa parecía darse cuenta de ello.

— ¿Qué tal estuvo tu día Aioria?—preguntaba el mayor.

—Bien—respondía el más joven.

— ¿No necesitas nada para la escuela?

—No.

— ¿Quieres que te prepare algo en especial para el almuerzo?

—No.

El rubio se veía cabizbajo, hosco a veces, el castaño lo miraba con ternura, ser apenas un chico que vivía la adolescencia y tenía que enfrentarse a muchas cosas, él a veces deseaba acercarse pero la verdad no estaba seguro de la manera de hacerlo, así que guardaba silencio y distancia la mayoría de las veces.

— ¿Quieres…?

—Me voy a mi cuarto—soltó de manera seca el menor y se fue.

—Que descanses—logró decir el mayor.

Escuchó un portazo y con eso supo que no había nada más que hacer, no hasta que su hermanito de cabellos rubios le expresó de manera muy definitiva lo que sentía con todo ese cambio en su vida.

Si el mundo del rubio menor había cambiado no había sido tan distinto para el de ojos pardos quien se sentía más presionado con la nueva responsabilidad de un muchachito con el que no se comunicaba pero suponía que con tiempo y paciencia todo podría mejorar.

— Aioria necesita saber que está en casa.

Pero esas buenas intenciones no bastaban y si no lo había pensado pronto lo haría.

El castaño había notado que su hermanito de ojos glaucos no se llevaba bien con su padre, el caballero metido en su indolencia y autocompasión podía lidiar con Aioros, quien se había resignado a que no debía esperar nada de Sisifo, pero Aioria era un asunto diferente, sintiéndose abandonado y enfadado no estaba en su carácter guardar el tolerante silencio de su pariente de ojos pardos. Estaba en claro cuando al llegar después del trabajo, pensando en sus tareas y lo que faltaba de hacer en cuanto a los deberes de la casa se encontró con una pelea abierta y ya avanzada.

— ¡No eres más que un ebrio!—gritaba el menor con enojo— ¡Mi madre tenía razón, solo eres un perdedor!

— ¿Cómo te atreves a hablarme así?

Si bien Sisifo no gritaba se escuchaba claramente que estaba enfadado pero eso no bastaba para que el menor se detuviera.

— ¡Te hablo como quiera! ¡No eres nada, no eres nadie! ¡No quiero estar aquí! ¡Aborrezco este lugar!

—Lo único que debes haberle aprendido a tu madre, a gritar y quejarte.

— ¡No me compares con ella!

Sin duda la pelea ya estaba en un punto peligroso, las voces de ambos hombres estaban acaloradas, el castaño llegó hasta la sala con velocidad solo para ver lo que no esperaba que ocurriera pero no podía evitar.

—Eres igual a ella—dijo Sisifo con burla—Creyéndose especial y única, no era más que una cualquiera.

Diciendo eso soltó una sonora carcajada pero el menor no iba a quedarse quieto, apretando el puño con furia se lanzó contra su padre, de inmediato Aioros intervino deteniéndolo pero su progenitor de todas formas arrojó un golpe pero no dio en su objetivo sino que dio de lleno en el rostro del castaño, provocando que los tres se miraran por un segundo, había sido demasiado y de seguir empeoraría terriblemente.

—Vete a tu cuarto—logró decir el de ojos pardos al menor.

El muchachito se veía al punto de llorar de rabia y dolor pero se fue como le decían, entonces fue momento de encarar a su padre.

—Por favor padre, Aioros es tu hijo, no lo trates así.

—Esta es mi casa y hago lo que quiero.

Sin otra palabra se tendió en el sofá con una botella en la mano, para Sisifo eso era todo, si el hijo que se había criado con él no significaba demasiado mucho menos lo haría el que no había visto en años.

En cuanto al de ojos pardos primero atendió su golpe, parecía que no era tan malo y se dio unos instantes para tranquilizarse, se dio cuenta que le temblaban un poco las manos pero respiró con profundidad para calmarse pues necesitaba hablar con el rubio, así que se puso en camino para llegar delante de la puerta que siempre parecía estar cerrada. Llamó con suavidad y no obtuvo respuesta pero tampoco lo esperaba así que de todas maneras giró el pasador, debía ver al de ojos glaucos pero no imaginaba como lo iba a encontrar.

Aioros se quedó helado por unos segundos ante lo que descubrió, el jovencito de cabellos rubios tenía todas las marcas del enfado en su rostro, pero sus ojos brillaban de dolor, eso podía esperarlo, lo que no se imaginaba era que lo encontraría con una de las botellas de su padre en la mano, dispuesto a beberla.

—Dame eso—le pidió el castaño—Por favor Aioria, dame eso.

El muchachito rubio sin embargo no parecía dispuesto, así que el castaño fue a su lado y tomándolo de la mano lo hizo soltar la botella con calma para hacerla a un lado y terminar los dos sentados en la cama, necesitaban sincerarse.

— ¿Vas a decirme que no debí hacerlo? ¿Qué no lo haga otra vez? ¿Qué estás decepcionado de mí? Ni te molestes Aioros.

Pero el castaño no dijo nada al inicio, parecía decaído y sus palabras fueron inesperadas pues el de ojos glaucos creyó que sería un asunto distinto.

—Lo lamento Aioria—dijo con decaimiento—Perdóname por no poder darte un hogar en el que te sientas bien.

Definitivamente eso no lo había imaginado el menor pero al ver a su hermano mayor decaído y apenado por lo sucedido, además del golpe en su rostro, no se sintió capaz de continuar con su dureza.

—No debí provocarlo así—admitía bajando la cabeza—Pero no lo soporto, verlo tirado ahí, solo embriagándose, mi madre decía que era un bueno para nada, y es verdad que ella no era una santa pero se ha ido y es como si todo fuera igual, me siento igual que cuando estaba con ella, que no le importo a nadie.

Ahogaba su voz intentando acallar su llanto y cuando sintió la mano de su hermano rodeando su hombro no pudo contenerse más, había llegado el momento de sincerarse para ellos dos.

— ¿Desde cuándo está así nuestro padre?

—Empezó hace años—le explicaba el mayor—Después de quedar incapacitado para su trabajo, no encontró otra manera de manejarlo que con una botella, sus amigos se alejaron, los conocidos no se acercaron otra vez, generalmente no es así, él solo es…es indiferente.

—Es igual que mamá ¿sabes?—le contaba el rubio con voz amarga—A ella le gustaba divertirse o eso decía, actuaba como si yo fuera un estorbo para su vida, había un tipo después de otro en la casa hasta que ni me importó quienes eran y cuando enfermó ninguno estuvo ahí, todos se largaron para no volver.

El castaño abrazó con afecto al rubio, permitiendo que los dos por primera vez expresaran sus sentimientos a alguien, lo más importante fue que se sintieron correspondidos aunque no se daban cuenta que el vínculo que estaban creando no era el que regularmente se daba entre dos personas que son familia, el que surge gracias al contacto y al afecto, era otra cosa pero ambos continuaron porque deseaban con desesperación vincularse con esa persona que estaba a su lado en ese instante ayudándolo con su dolor y aliviando su pena.

 

**********

 

Ninguno de los dos pensaba que iba a suceder lo que sucedió pero no teníamos por qué pensar que algo estaba ocurriendo, no lo que sucedería, nos veíamos como dos personas que eran familia y que lograban dar y recibir cariño finalmente, que había alguien para quien significaban algo, tan solo ansiábamos que nos quisieran. Deben saber que de ninguna manera imaginamos que esto podría ocurrir pero la verdad fue que desde esa ocasión que nos acercamos surgió entre los dos una fuerte atracción, aun sin querer reconocerla se trataba de una atracción sexual. Intentamos negarlo o acaso no lo comprendíamos como era, sin embargo llegó esa noche y no hubo manera de retroceder.

 

Había sido un día largo, Aioros tuvo que dejar la escuela pues lo llamaron a causa de Aioria, su padre según le dijeron no respondía las llamadas y supuso el castaño que estaba ebrio, cuando estuvo frente al director la historia fue corta: el joven rubio se había peleado, aunque el académico se mostró comprensivo.

—Entiendo que la situación para ustedes no es ideal—dijo el señor—Están pasando por un periodo complicado, en consideración a eso dejaré pasar lo ocurrido pero no puedo permitir que se repita ¿comprendido?

—Por supuesto, gracias.

Aparentemente era todo y pudieron retirarse, haciendo los dos el camino en silencio hasta que llegaron a casa donde finalmente hablaron de ello.

— ¿Por qué fue la pelea Aioria?

Pero solo hubo silencio por parte del rubio así que su hermano mayor continuó.

—Tan solo quiero que estés bien Aioria, no quiero que te hagas daño.

Sin embargo el de ojos glaucos no aguardó para escuchar el resto y salió corriendo hacia su habitación donde cerró la puerta con fuerza ¿Qué podía hacerse? En un primer momento decidió no hacer nada, el jovencito necesitaba su espacio, por lo que se dedicó a otras cosas de la casa y sus tareas, incluso dándose el tiempo para llevar a su padre a dormir a su cama; sin embargo le parecía que después de esas horas ya era suficiente para saber de su pariente pues no había salido de su habitación.

Se dirigió a la recámara y llamó a la puerta con suavidad esperando por una respuesta pero al no obtenerla abrió de igual forma, solo para encontrarse con que el muchachito rubio estaba acurrucado sobre la cama, apenas había dado un par de pasos y descubrió que tenía los audífonos puestos pero a un volumen que logró escuchar algunas palabras sueltas aunque las ignoró. De todas formas fue a su lado y se sentó sobre el colchón acariciando su cabello con amabilidad y ternura, haciendo que bajaran las defensas de su hermanito y el fuerte sonido de los audífonos ya que se los quitó de un movimiento pues no se veía enfadado, más bien se mostraba desconsolado.

—Vamos a lograrlo, vamos a salir adelante no pierdas la fe en mí, te lo pido Aioria, tienes que creer en mí, voy a estar a tu lado siempre.

— ¿De verdad? ¿Siempre?—preguntaba el de ojos verdes sin moverse.

—Sí, siempre—decía acariciando su cabello—Te quiero.

Sin aguardar besó su mejilla haciendo que el más joven lo mirara directamente y sin esperar lo besara de vuelta haciendo que ambos se sintieran tranquilos, relajados y dispuestos a descansar por esa noche.

—Te dejaré dormir Aioria—decía el castaño con suavidad y dispuesto a irse.

—No, no te vayas, por favor, quédate Aioros.

—Está bien—aceptó sonriendo.

El sonido de la música aun llegaba a sus oídos, la canción le resultaba conocida pero con otra voz aun así lo dejó pasar aunque sin olvidar las palabras que escuchó.

Así que, ven aquí

Un poco más cerca

Quiero susurrar en tu oído

Dejarlo en claro

Una pequeña cuestión

Quiero saber cómo te sentirías

Si dijera que mi corazón late con fuerza

Si pudiéramos escapar de la gente de alguna manera

Si dijera que quiero tu cuerpo ahora

¿Podrías abrazarte contra mí?

Porque te sientes como el paraíso

Y necesito vacaciones esta noche

Así que, si dijera que quiero tu cuerpo ahora

¿Podrías abrazarte contra mí?*

En poco tiempo estaban ambos recostados bajo las sábanas y listos para dormir, al principio así fue por lo menos pues no pensaban que las cosas iban a ser distintas, intentaban hacerse creer que hasta ese momento lo que sentían el uno por el otro era el cariño que sentirían por un hermano pero no era así, aunque no querían enfrentarlo, la realidad era que no se explicaban ese deseo de cercanía, de ser una persona especial para el otro joven, al que no veían como su hermano realmente ya que no habían crecido juntos, no tuvieron la oportunidad de hacer los lazos naturales que tendría cualquier otro, a decir verdad eran casi desconocidos.

Conforme avanzaba la noche hubo momentos de sueño, de reposo pero también de no poder sentirse tranquilos aunque no menos felices por estar cerca de ese chico que llenaba sus pensamientos con demasiada frecuencia ¿Por qué sentían lo que sentían? Ninguno de los dos podía explicarlo, se decían que era normal quererse pero no entendían en lo más mínimo lo que estaban viviendo en ese instante; sus cuerpos por otro lado se dejaban llevar con mayor naturalidad. A momentos se acercaban un poco aunque parecía demasiado, esa sensación que los inundaba, el estremecimiento desde su alma, esa especie de temblor que los emocionaba y casi sin darse cuenta les imponía el continuar buscándose, como a ciegas y en silencio, conteniendo el aliento, haciéndoles difícil respirar.

Sentir que el castaño estaba ahí, a su lado, hacía que el de cabellos rubios se sintiera emocionado, nada en su vida lo había hecho sentirse más feliz que estar al lado del castaño que a su lado parecía la persona más maravillosa de la creación, no se negaba que había visto ese perfil muchas veces en silencio, preguntándose de qué manera acercarse a él, ser alguien que le importara, alguien que pudiera hacerlo feliz…pero no sabía qué hacer. La idea de no poder tomar una decisión lo hacía sentirse triste, acaso como si no fuera suficientemente bueno para alguien como el de ojos pardos, un muchacho del que todos decían lo bueno que era, cuanto merecía que cosas buenas le pasaran ¿de verdad había algo que él pudiera hacer para que Aioros lo quisiera? No tenía idea alguna.

Aioros por su parte intentaba evadirse de todo lo que estaba ocurriendo, su hermanito necesitaba de apoyo y cariño, había cambiado tanto su vida y por lo que sabía si él no la había pasado muy bien al lado de su padre para el rubio no fue más sencillo con su madre, una mujer que quería creer que lo amaba pero no supo demostrarlo de manera que lo comprendiera. El de los ojos glaucos no había tenido un punto de apoyo efectivo en su existencia, lo necesitaba con fuerza y él quería serlo pero no se sentía seguro del camino a seguir. Era verdad que sentía un profundo afecto por su hermanito aunque no sabía cómo poner en palabras esos sentimientos, lo más sencillo era decirse que se trataba de un amor fraterno pero había momentos en que no estaba seguro que fuera así, como ese, cuando estaba a su lado bajo las mantas.

A esas alturas de la noche ninguno de los dos dormía ya, se mantenían despiertos con la misma intensidad que sus cuerpos se sentían al tanto de la presencia de esa persona tan especial a su lado, no había forma de negarse que estaban atentos a todo lo que los rodeaba, el silencio y la noche y el calor y la forma de su pariente sobre la cama, a tan solo un leve movimiento de su mano ¿Qué podía suceder? La verdad era que cualquier cosa podría suceder entre ellos, no estaba planeado ni pensado, simplemente ocurrió, ninguno de los dos estuvo seguro de quien hizo el primer movimiento, simplemente hubo un beso, pudo haber sido completamente casto, solo una muestra de cariño entre dos personas de la misma familia pero no lo fue, resultó el inicio de un evento que iba a redefinirlos y a lo que los unía.

Todo desde el primer momento fue una corriente en que se vieron arrastrados, no lo pensaban ni meditaban, solo eran parte de ello, así que cuando Aioria estaba recostado sobre su espalda sintiendo a Aioros colocarse sobre él no se opuso, le gustaba de hecho, más porque no dejaba de besarlo por el rostro con suavidad de manera cálida. Tardaron unos instantes aun en llegar a los labios pero finalmente lo hicieron, probando por vez primera esa dulce esencia que los impulsaba a no separarse, a conocer lo que era otra persona en un cariño más intenso, y de paso los guiaba a otros caminos que tampoco habían imaginado siquiera conocer. De hecho en eso si fue el primero en moverse, estando al tanto de ello desde luego, ya que fueron sus manos las que se movieron por encima del juvenil cuerpo que no se oponía a nada de lo que estaba haciendo y por eso no esperó demasiado, comenzando a desabrochar la parte superior del pijama del de brillantes ojos glaucos.

Las caricias de esas manos no eran muy hábiles y mucho menos expertas pero para el de cabellos rubios era maravillosas, no iba a negarse a nada y de ninguna forma pensaba que hubiera un problema con lo que compartían, la realidad era que a esas alturas admitía que había fantaseado con ello, lo había querido aun sin saberlo. Sentía esa manos que continuaban cuando la parte superior de su cuerpo quedó al descubierto, ahora lo acariciaban por encima de los pantalones y le gustaba lo que sentía, era emocionante saber que su cuerpo era capaz de vivir instantes como esos, encenderse con esa necesidad que solo deseaba que no parara. No iban a detenerse, él mismo se arqueaba contra esa mano para que siguiera, sin darse cuenta siquiera le estaba pidiendo entre murmullos que continuara.

No iban a detenerse, no estaba en ninguno de los dos parar con lo que compartían, el castaño se mostraba pasivo y cooperativo, tal vez por tener menos edad, también porque le agradaba sentir lo que el de ojos pardos hacía, además que lo ayudó a despojarse de su pijama también, más por instinto que por saber hacerlo, pero finalmente ambos se encontraban en ropa interior, del mismo tipo, blanca y de algodón, y la última barrera entre sus sexos que despertaban ante la sensualidad. Guiados por los besos y sus escasos conocimientos del tema intentaban llevar al siguiente nivel las cosas, no estaban del todo seguros de cómo debían marchar las cosas pero se sentía tan bien lo que compartían que no iban a dudar en proseguir, más cuando la misma tela que quedaba en el camino comenzó a ser hecha a un lado.

Estaban completamente desnudos, les gustaba, ese calor en su piel era algo nuevo, misterioso, fascinante, tan solo querían continuar al mismo tiempo que generaba una sensación de temor, pues como todo lo desconocido genera miedo y osadía por igual, llevados por ambos eventos los dedos se volvieron inquietos, inquisitivos, ansiosos por descubrir y los del rubio recorrían la lisa espalda del castaño mientras que los del de ojos pardos llegaban a la delicada entrada que sin más comenzaron a asaltar. En cualquier otra circunstancia los amantes hubieran prestado atención al hecho de no ser escuchados pues sus voces aumentaban, ellos dos no, por fortuna para su idilio su padre no estaba muy enterado de nada bajo la neblina de la bebida, así que podían entregarse al placer de los placeres, pues la misma seducción que los llenaba fue un guía apropiado que les permitió descubrirse mutuamente.

El primer asalto de esos dedos no resultó sencillo, esperaban que si pero no lo fue, no tenían mucha experiencia, más bien ninguna, así que los siguientes movimientos fueron por una especie de instinto, preocupado de hacerle más placentera la situación al rubio, el castaño se dedicó a emplear sus dedos cubiertos de saliva en la labor de dilatar la sensible entrada a su alcance hasta que fue menos complicado traspasarla. Llevaban prisa, sus cuerpos y sus deseos los urgían a avanzar, ninguno se opuso a eso, así que con cierta prontitud el de mirada castaña se colocó entre esas delgadas piernas de adolescente separando los muslos, elevándolos un poco hasta hacer más asequible el mismo pasaje ya dilatado que parecía esperar por su entrada. Casi sin haberlo notado Aioros se daba cuenta de su propio sexo erguido hasta ese instante, se sorprendió un poco, los dos lo hicieron pues el menor también se encontraba excitado, provocando que por unos instantes se mostraran confundidos.

¿Qué estaban haciendo? ¿Qué iban a hacer? ¿Cómo podían explicarse lo que estaba sucediendo? Antes de dar una sola respuesta a todo ello sus miradas se encontraron y con eso las dudas se desvanecieron o por lo menos fueron sepultadas muy lejos ya que no las escucharon, solo lograban percibir el latido de sus corazones que parecían pertenecer por completo al otro joven entre sus brazos. Se besaron con esa fuerza de un juramento completo, en silencio y sin palabras se dijeron todo lo que anhelaban que supiera su compañero, sus cuerpos se encontraron y todo siguió su camino, el de ojos pardos impuso su virilidad en el delicado anillo del de mirada glauca, en un primer momento dolió algo pero de todas maneras siguieron, no iban a detenerse por algo como eso y encontraron consuelo entre besos y abrazos que no dejaban de compartir ni por un instante.

Comenzaron a moverse después de unos segundos de quietud, no había forma de saber cómo comportarse en ese momento, pero se iban dejando llevar cuando encontraban los posiciones y los caminos más agradables, dejando que el asalto avanzara a su propio ritmo mientras sus caderas se movían en leves círculos al inicio y con cierto empuje al final. Sus voces se liberaron en ese instante, las paredes se llenaban de los ecos de su amor cumplido, aumentando las sensaciones que ardían en sus entrañas y amenazando con acortar la entrega de sus cuerpos, pero no se daban cuenta de todo ello, no por completo, se limitaban a entregarse de forma absoluta resplandeciendo de placer, de uno que desconocían. No era momento para detenerse, estaban a un paso del clímax, no era que su entrega hubiera sido muy larga pero para ellos dos fue una vida entera, nueva, estaban bañados en dicha y las pulsaciones en sus entrepiernas clamaban por la satisfacción completa, hasta que su simiente se abandonó como lo hacían ellos, viviendo un orgasmo que jamás iban a olvidar pues como todo en ese encuentro fue el primero.

—Querido…querido mío…—murmuraba el mayor.

—Sí, dime así, que me quieres—respondía el menor.

Lo siguiente fue el reposo, respiraban agotados, sus cuerpos languidecían pero en su interior solo se entregaban a la fabulosa dicha que habían encontrado en la persona que menos hubieran esperado, su propio hermano, y sin embargo eran dichosos como jamás lo habían sido.

 

**********

 

Después de esa noche no lo sé, tal vez debió cambiar algo entre nosotros o debimos sentirnos mal, avergonzados por lo que hicimos pero no fue así, de hecho estábamos contentos porque finalmente habíamos encontrado a alguien con quien compartir nuestra vida, una persona que nos quería y no teníamos dudas de ello. Así que en el tiempo que vino fuimos uno del otro como compañeros y no como como nos veían los demás, a veces pienso que para Aioria todo aquello era una especie de juego, donde éramos una especie de matrimonio y él era mi esposito, actuaba como si así fuera, me servía el desayuno y alistaba mi ropa o al menos parecía creer que así era un matrimonio. Y yo estaba feliz, no negaré esa parte, era muy feliz en mi casa por primera vez desde que pudiera recordarlo.

 

La relación iniciada entre los dos hermanos se mantuvo durante los meses siguientes, por fuera los demás veían a una familia de un padre con dos hijos, y la gente hablaba de ese señor que era una nulidad mientras su hijo mayor era quien tenía que hacerse cargo de todo ¡pobre muchacho! Al menos su hermanito ayudaba y comenzaba a mejorar pues ya no peleaba en la escuela y sus notas iban subiendo, incluso insistió mucho en poder trabajar en el mismo lugar que su castaño hermano y su jefe aceptó.

—Qué bueno es ver a un jovencito tan emprendedor—dijo Dohko.

Así que pasaban todo el tiempo que les era posible juntos, los demás los veían como hermanos muy unidos pero ellos dos sabían que su relación no era como la de los demás hermanos, casi todas las noches dormían juntos y en la mayoría de las ocasiones era eso lo que hacían, solo dormir, el sexo era más bien un asunto incidental que suponían sucedía entre la gente que se quería. De todas maneras su mundo privado era todo cuanto necesitaban o por lo menos eso creían pues un evento surgió que sería implacable.

—Te llegó esto Aioros.

El de ojos verdes le llevaba el correo con una sonrisa y se sentaba a su lado en la mesa a desayunar después de servirle café, era verdad que el castaño no lo bebía antes de esa costumbre pero parecía que el de ojos glaucos suponía que así era en una pareja. El mayor revisó lo que le había llevado pero desde que vio el lacrado del sobre se sintió un tanto asombrado y también inquieto, procuraba ocultarlo mientras leía pero era algo que había esperado y sin embargo en ese momento de su vida no estaba seguro de quererlo.

— ¿Qué sucede?—preguntaba Aioros.

—Es algo que solicité, de una escuela—respondió secamente.

— ¿Y qué te dicen?

Justo en ese instante el padre de ambos entraba a la cocina, no bebido pero viviendo las secuelas de hacerlo en las horas anteriores.

— ¿Qué es eso?—preguntaba Sisifo sirviéndose una taza de café.

—Es de El Santuario, me respondieron—dijo algo apocado.

— ¿Ya te aceptaron? Es una gran escuela, harás buenas cosas si te gradúas de ahí, fue donde estudió mi padre, yo nunca pude con ese sitio pero tú eres listo, sin duda es el lugar al que perteneces.

— ¿Vas a ir a una nueva escuela?—preguntaba Aioria animado—Espero que no esté lejos, para que llegues a comer a casa cuando yo llegue de la escuela también.

—No digas tonterías—lanzaba su padre—El Santuario es una escuela en el extranjero, Aioros se merece un sitio como ese, no quedarse aquí.

Salió con la taza en la mano dejando a los hermanos solos, los cuales parecían no poder hablar siquiera, el rubio mantenía la cabeza baja mientras que el castaño no sabía qué hacer, al final solo se animó a sujetar la mano del otro.

—Aún no he decidido irme Aioria.

—Pero lo vas a hacer, vas a dejarme, lo vas a hacer aunque dijiste que estarías siempre conmigo.

— Aioria…

El de ojos glaucos se levantó con prisa de la mesa y salió corriendo, el sonido de un fuerte portazo indicaba que se había encerrado en su habitación, dejando al de ojos pardos pensando en lo que iba a hacer pero no lograba decidirse a nada, quería irse pero también quería quedarse, notaba que era una oportunidad única en su vida pero ¿Cómo marcharse dejando a Aioria? Era lo que más le preocupaba en esos momentos.

El paso de las horas resultó complicado y el castaño entendía que el tiempo no le sobraba, necesitaba decidirse pero era solo un muchacho y habían sucedido tantas cosas en su vida que ya eran complicadas, todo era aún más enmarañado ante la decisión de irse o quedarse. Cerró los ojos y respiró con profundidad, necesitaba controlarse y más que nada sincerarse.

Aioria no había querido saber nada del mundo exterior en ese tiempo, se la había pasado acurrucado sobre la cama sin querer enfrentar lo que iba a suceder, Aioros iba a abandonarlo también, iba a quedarse solo, ya nada le interesaba, ni siquiera fue a trabajar ese día. Sintiéndose vacío y deseando dejar pasar el dolor no se dio cuenta siquiera en que momento comenzó a dormirse, era joven, las emociones podían ser tan cansadas como una maratón, su cuerpo y su espíritu necesitaban de descanso aunque no lo conseguía del todo. Ya estaba entrada la noche cuando el de cabellos rubios sintió que el peso de la cama cambiaba y el colchón se hundía un poco del lado derecho, tuvo que abrir los ojos y supo que era tarde por la falta de luz en las ventanas pero lo más importante era que la persona que se encontraba a su lado lo miraba fijamente.

—No quiero irme Aioria—fue lo primero que dijo el de ojos pardos—No quiero dejarte, voy a quedarme contigo.

—Lo de esa escuela se oye importante—fue su hosca respuesta—Ya habías pensado en irte de aquí.

—Es verdad pero te digo que no lo haré, prefiero quedarme a tu lado.

— ¿De verdad no te vas a ir?—le preguntaba mirándolo al rostro con ansiedad—no sé qué haría si te vas, no lo sé.

—No me iré—fue la respuesta corta y definitiva.

— Aioros.

Sentía que se ahogaba de alegría, no iba a dejarlo, seguirían juntos, nada iba a poder separarlos y pensando en eso lo rodeó con sus brazos llenos de entusiasmo hasta poder descansar aunque no se dio cuenta que el de mirada parda no dormía, se limitaba a pensar en lo que estaba dejando ir, una oportunidad única.

Hasta esa noche el de ojos glaucos hubiera pensado que todo estaba bien, en su juvenil mente todo resultaba sencillo y claro pero no parecía darse cuenta que el mayor a pesar de haberse decidido entendía que estaba dejando ir algo por lo que había luchado tanto, aunque alguien más se lo iba a aclarar.

Cuando fueron a su trabajo Aioria se mostraba muy contento aunque Aioros se veía algo serio, de hecho notó que hablaba con Dohko para después alejarse y cuando se fue para atender sus tareas el caballero quedó a solas con el rubio acomodando algunas cajas.

—No entiendo a tu hermano—comentó Dohko—Estudió como loco, trabajó con ahínco para obtener esa beca de El Santuario y ahora sale con que no va a ir, parece que no se da cuenta de la oportunidad que está dejando ir.

—Quiere estar en casa—decía el rubio en voz baja.

—Tu hermano trabajó mucho para obtener por lo menos la aplicación a esa beca, sacrificó mucho tiempo de descanso y diversión, de verdad estaba interesado en hacer algo importante con su vida y ahora que tiene la beca solo dice que no se ira, muchachito tonto, esas oportunidades solo se presentan una vez en la vida y la dejará ir ¿y por qué? Por nada.

El caballero de los cabellos rojizos se retiró sin prestar atención al rostro del rubio, el cual se puso decaído y oscuro, quería que Aioros se quedara con él pero no quería que fuera desdichado, su hermano había tomado decisiones como un adulto, y supuso que era su momento de hacerlo también, aun que se trataba de alguien muy joven, pero también había escuchado con admiración como su hermano mayor, a pesar de su juventud, tuvo que madurar muy rápido, pues él también lo haría. Llegando a su casa después del trabajo se aseguró que el castaño no estuviera cerca, adivinaba que estaba lavando la ropa así que no se daría cuenta de nada y no vio lo que hizo con velocidad en los minutos siguientes, algo que una vez más redefiniría su vida.

Cuando se sentaron a cenar esa noche solo estaban ellos dos, Sisifo había encontrado una oferta de tres botellas por el precio de dos y no la dejó pasar, de hecho ya había bebido la primera, se mantenían en silencio pero el castaño se dispuso a hablar.

—Estás muy serio ¿Qué te pasa Aioria?

—Es que pensaba en algo—fue su respuesta con seguridad.

— ¿Me puedes decir en qué?

—En lo mucho que voy a extrañarte cuando te vayas a estudiar a El Santuario.

—Ya hablamos de eso y te dije que no voy a irme Aioria—aseguraba el de ojos pardos.

—Si vas a irte—respondió el de ojos verdes mirándolo directamente—Ya envié tu solicitud llena, tuve mucho cuidado de hacerlo bien, los datos son correctos, puedes irte, te están esperando.

— ¿Qué? ¿Por qué hiciste eso? Ya te había dicho que…

—Nuestro padre es un ebrio bueno para nada—afirmaba con voz neutra—Pero hasta él tiene razón en que es una oportunidad única y que tú mereces un sitio como ese, tienes que irte, él y yo vamos a estar bien, no te preocupes por nosotros.

Sin saber qué decir en un primer momento el de cabellos castaños solo miraba al jovencito ante él, a pesar de corta edad en ese instante brillaba una luz muy especial en su mirada, ni siquiera sabía que era igual a la que él mismo tenía desde que tuvo que convertirse en el adulto de la casa.

—Escúchame por favor Aioria—le pedía con calma—No es necesario que me vaya para tener una buena educación, puedo obtenerla aquí también, y lo haré.

—No, tú tienes que irte y serás quien debes ser—afirmaba el rubio—Quiero que lo hagas y no te perdonaré si te quedas aquí, desperdiciando una oportunidad como esta.

El de ojos pardos quiso decir algo pero no pudo, entendía que no era solo su hermano quien le hablaba en ese momento, era su amante quien lo hacía pues lo entendía mejor que él mismo, en ese instante tomó una decisión.

—No voy a defraudarte, te lo prometo Aioria.

El juramento fue cerrado cuando entrelazaron sus dedos, el destino avanzaría y ellos dos lo harían también.

 

**********

 

Al marcharme de la casa para tomar mi beca en El Santuario solo sabía que daría lo mejor de mí mismo para aprovechar la oportunidad que me estaban brindando, despedirme de mi padre fue un momento preocupante pues me sentía angustiado por dejar a Aioria quien era mi todo a su lado ¿Pero qué más podía hacer? Esos ojos glaucos me miraban con intensidad, como si en apenas unos días hubieran madurado a pasos agigantados, al darnos un abrazo de verdad tuve que luchar para contenerme y no hacer algo como declarar que me quedaba o pedirle que viniera conmigo pues ambas opciones eran inadmisibles. Solo me quedaba marcharme y lo hice, apenas alejándome por el camino ya pensaba en el regreso, en estar de nuevo con Aioria pues no sabía lo que la distancia nos haría aunque se demostró muy pronto; la comunicación con casa era concisa y sin detalles, él me daba informes en lugar de tener charlas y tuve que preguntarme si al irme no comenzaba a ver lo nuestro de otra manera, como lo vería el resto del mundo de saberlo.

Todas esas dudas que me he forjado estando lejos están a punto de responderse, son las primeras vacaciones que pudo tomar en casa desde que me fui hace un año y no estoy seguro de lo que voy a encontrar pero al cruzar esa puerta lo sabré, incluso si eso significa que Aioria no desee saber más de mí.

 

La distancia entre el aeropuerto y la casa no era demasiado larga ni demasiado corta, solo justa, así que el recorrido duró el tiempo que debía durar, permitiendo que el de cabellos castaños llegara a la propiedad sin inconvenientes, y sin embargo, al encontrarse delante de la puerta, no se atrevía a entrar, pero finalmente respiró con profundidad y metió la llave en el cerrojo, traspasando la entrada en poco tiempo.

—Regresé—dijo a media voz—Estoy de vuelta.

Sus palabras fueron más fuertes aunque tardaron unos instantes en hacer efecto pues apareció su padre primero, no ebrio, solo achispado, pero parecía contento o algo similar, ya fuera por verlo de nuevo o por la cantidad de alcohol que ya traía encima., pero pudo descartar esa cena al ver aparecer a la otra persona, a quien deseaba ver.

—Ya llegó tu hermano—fue el anuncio.

— Aioria—lo llamó.

El joven rubio estaba algo más alto, más delineado como un hombre pero no perdía del todo sus rasgos suaves, digamos que era un hombre a medio formar, muy apuesto pero el recibimiento resultó menos exuberante de lo que había esperado el de ojos pardos.

— ¿Tuviste buen viaje Aioros?—preguntaba con formalidad.

—Sí, fue bueno—respondió con algo de desaliento.

—Nos alegra que estés de vuelta.

—Te traje un obsequio—lanzó casi con infantil esperanza.

—Gracias.

Compartieron algunas frases más pero en el mismo tono formal y ceremonioso que se da a alguien que se conoce pero no se ama, lo cual dejaba el corazón del de ojos pardos un tanto dolido ¿Qué había querido realmente? ¿Qué se lanzara a sus brazos diciéndole lo mucho que lo había extrañado? Quizás eso fuera lo mejor, lo que habían hecho antes de su partida no debió ser, el de ojos glaucos merecía reiniciar sin la sombra de un extraño devaneo que habían compartido, tal vez incluso lo detestaba por empujarlo a ello. Cerró los ojos y respiró con pesadez, necesitaba seguir con su vida y Aioria con la suya, eran hermanos y era todo cuando debían compartir, no serían los primeros hermanos que solo se veían ocasionalmente y no compartían nada…a pesar de haberlo sido todo para el otro en el pasado.

El regreso a la casa paterna no había dio un éxito, el joven castaño se preguntaba si había sido una buena idea regresar, pudo haberse quedado y buscar un empleo, tal vez eso debería hacer la siguiente ocasión, por lo menos ahora lo sabía, pero había querido tanto ver a Aioria otra vez, convencerse que estaba bien, tan solo poder estrecharlo entre sus brazos…

—Es momento de dejar todo esto atrás—se dijo.

Las horas pasaron y no tardó en informarse de cómo marchaban las cosas en la casa, los demás que lo conocían, amigos y vecinos, lo recibieron con calidez y le contaron que su hermanito se había hecho cargo de todo, que estudiaba y le iba bien, cumplía con el trabajo y evitaba que su padre se metiera el líos, podía confiar en él aunque fuera tan joven. Así que todo marchaba bien, estaba bajo control, incluso parecía que no necesitaba haber regresado, pudiera ser una buena opción el contemplar volver al extranjero.

—Buenas noches—decía sentado a la mesa—Gracias por la cena.

— Aioria se encargó—le informaba su padre bostezando—Me voy a la cama.

Se levantó de la mesa con paso que indicaba que podía moverse por su cuenta, sin duda había encontrado la botella que el castaño le ocultó, mejor eso a que encontrara tres, solo una resultaba menos conflictivo; aunque quedaba en claro que los dos jóvenes podían conversar a solas unos instantes, decidiendo el de ojos pardos que trataría el tema que ansiaba compartir. Miraba con afecto al rubio ¿lo miraría de la misma manera el otro joven?

—Estoy contento de verte de nuevo Aioria—dijo con cierta timidez—Aunque admito que estando lejos me hice muchas preguntas, sobre nosotros dos, sobre lo que sucedió antes de irme.

Pero el otro no decía nada.

— Aioria ¿te sientes mal por lo que pasó?—lanzó directamente y suplicante continuó—Tienes que saber que jamás fue mi deseo lastimarte, yo solo quería…

Como si no pensara escuchar una sola palabra más el de ojos glaucos se levantó de su sitio y se fue, unos instantes más y se dejó escuchar el portazo de su habitación, indicación absoluta sobre su deseo de estar a solas, dejando al de mirada parda con una profunda sensación de rechazo.

—Es lo mejor—se dijo.

En ese instante se decidió, partiría a la mañana siguiente, no tenía por qué quedarse más tiempo, por lo tanto era mejor intentar descansar, no había nada más que hacer.

Ya estaba entrada la noche, el silencio era absoluto, no había ruido alguno en la casa, mucho menos en la habitación del joven castaño, el cual solo llevado por el cansancio del viaje pudo entregarse al sueño pues su mente continuaba dando vueltas en el asunto de Aioria, en saber que todo había acabado para ellos dos. Aunque las cosas no eran como él las había pensado, pudo descubrirlo cuando entre sueños escuchó algo, como si le hablaran, no, era otra cosa, estaban cantando.

Así que, ven aquí

Un poco más cerca

Quiero susurrar en tu oído

Dejarlo en claro

Una pequeña cuestión

Quiero saber cómo te sentirías

Si dijera que mi corazón late con fuerza

Si pudiéramos escapar de la gente de alguna manera

Si dijera que quiero tu cuerpo ahora

¿Podrías abrazarte contra mí?

Porque te sientes como el paraíso

Y necesito vacaciones esta noche

Así que, si dijera que quiero tu cuerpo ahora

¿Podrías abrazarte contra mí?

Abrió los ojos solo para encontrarse con una mirada glauca brillante acompañada de una amplia sonrisa y sin más se vio estrechado entre unos amorosos brazos para ser besado sin aguardar con un calor que no dejó de recordar hasta quedarse sin aliento, ahora estaban a solas y podían hablar libremente.

—No sabes cuánto te eché de menos Aioros, te extrañé, te extrañé terriblemente, vivía para este momento.

— ¿Por qué te mostrabas distante entonces? Cada vez que hablamos usabas ese tono tan frío y lejano conmigo.

—Si no lo hubiera hecho así no podría haber soportado estar sin ti, lloraba cada vez que llamabas a casa porque cuando terminabas no quedaba nada de ti aquí, solo tu ausencia y me dolía tanto, tanto, que aún me duele solo de recordarlo.

— Aioria—lo llamó sonriendo.

Antes de poder decir otra palabra estaban enredados en un intenso abrazo y un fuerte beso, no se habían olvidado, incluso se querían más que cuando se separaron pero ahora estaban libres de decirlo y demostrarlo sin importar el resto.

— ¿Recuerdas?—preguntaba sonriente entre besos Aioria—Era la canción… se escuchaba la primera vez… cuando tú y yo…

—Si…si…lo recuerdo…

—Me dijiste Querido mío—susurraba sin dejar de buscar sus labios.

—Así es…te quiero…

—Dilo de nuevo, quien soy.

—Querido mío, querido mío.

No iban a separarse por nada después de todo ese tiempo lejos uno del otro, y la demostración física de su amor fue la prueba de ello, no importaba lo que viniera ya que continuarían juntos, lo que los unía era un pacto que el resto del mundo no podría comprender aunque a ellos los hiciera dichosos, les permitiera ser felices, porque estar juntos era lo que ambos habían querido.

 

**********

 

 

FIN

 

 

Notas finales:

Una nota simplemente:

*La canción es Would you hold it against me?, interpretada originalmente por Britney Spears pero en este caso pensaba en la versión de Sam Tsui, me parece que va más con el ánimo de los protagonistas.

Gracias por haber leído, espero que fuera de su agrado.

Si nada sucede y espero que no subo una nueva trama la semana que viene.

Que estén bien.

Nos leemos.

Atte. Zion no Bara

 


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