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Triunfo por zion no bara

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Notas del fanfic:

He decidio avanzar con este fic pues creo que algo de presión puede ayudarme, y quiero que sea mi fic de aniversario, muchos años y muchas cosas han sucedido a lo largo de estos años en Amor Yaoi pero las agradezco por igual, han sido una parte especial por la que doy gracias.

De verdad, gracias.

 

Notas del capitulo:

Esta es la primera parte, intencionalmente corta, solo para introducir a los personajes en la historia, si les agradan la seguiré.

 

 

Capítulo I

 

El despertar de los caballeros era semejante a una pesadilla, mientras estaban inconscientes al menos no podían darse cuenta de la situación pero con los ojos abiertos y mirando alrededor sabían que su realidad no era agradable, no habría manera de sobrevivir y no era de forma física que se decían eso, su destino ya no era suyo.

—     ¿Qué sucederá desde ahora?—preguntaba Camus sin tono alguno en la voz—No sé qué va  suceder con nosotros.

—     Solo podemos esperar, nada más—dijo con tono neutro Shura sin mirar nada—Es momento de aguardar.

—     Solo aguardar—murmuraba Saga en voz baja—Todo ha terminado para nosotros, hay que aceptarlo.

No era sencillo admitirlo pero no encontraban más respuestas a su situación, la realidad estaba ahí, los rodeaba, los tenía sumergidos, no había escape, estaban atrapados y ese era su nuevo destino ¿Qué había sucedido? Simplemente tenían que resignarse y resultaba abrumador, humillante, ellos eran caballeros dorados que habían luchado, entrenado, sufrido por esas brillantes armaduras doradas que era un orgullo portar, combatieron con lo mejor de sí mismos e incluso más y no había servido de nada. Era la única respuesta a dar al saber que estaban ahí, que sus vidas ya no eran suyas, resultaba deprimente aunque no quisieran aceptarlo, sin embargo la situación era real, no podían negarla, no había manera de hacerlo.

Observando alrededor sabían que no estaban en una prisión pero era una prisión, el amplio y oscuro salón, completamente vacío y cerrado, ellos no disfrutaban nada de ello, era un calabozo en donde los hundirían ¿Qué pensarían hacer con ellos tres? No importaba, ya nada importaba, la verdad era la verdad y esa era que ellos estaban ahí como despojos de guerra, parte de la paga a los vencedores, el Santuario había perdido y el Inframundo había ganado.

Con esa realidad por delante la labor de los vencedores podría resultar clara, estaban ahí para disfrutar su triunfo y parte de ello era que ahora tenían bajo su dominio a los tres caballeros dorados más poderosos, los que habían enfrentado a dioses, bajo su poder harían con ellos lo que quisieran, ejecutarlos o hacerlos sufrir, lo que desearan por completo. Sin embargo lo que se discutía en otro salón, completamente opuesto de no ser por la extraña oscuridad que los rodeaba, era distinto, era el futuro de los tres caballeros y lo que harían con ellos, apresarlos era solo una parte, ahora necesitaban hablar pero ese punto podía ser complicado pues las posturas no estaban claras y las sugerencias parecían menos claras aun.

—     ¿Qué quieren qué?

La voz que preguntaba desde el aterciopelado sillón de color purpura resultaba distinta, muy distinta, una voz poderosa y de mando, extrañamente era la voz que menos se pudiera esperar escuchar y que los demás fueran tremendamente respetuosos sin atreverse a interrumpir. Era extraño porque era la voz de una mujer, aunque era una mujer por demás especial pues contaba con un sitio de mando que otros no.

—     Pandora, esto es necesario—decía Radamanthys con cierta aspereza—SI no lo hacemos tendremos conflictos a futuro.

La joven mujer de los cabellos largos y oscuros claramente no compartía la opinión del juez de Wyvern, se notaba por su mirada de tonos violetas y morados, la propuesta que estaba escuchando le resultaba extraña e incómoda hasta cierto punto, podría no demostrarlo sentada como estaba al estilo victoriano pero así era, no le gustaba lo que los tres hombres ante ella le decían.

—     Tales conflictos como los llamas no podrán surgir—respondía ella con seguridad—La guerra terminó.

—     Sabes tan bien como nosotros que no es así—intervino Minos de Grifo—Pandora, algo está ocurriendo y debemos estar preparados, si nos quedamos tranquilos pensando que este triunfo lo es todo seremos tomados por sorpresa.

—     Podemos estar listos sin necesidad de hacer algo como lo que sugieren.

—     Quisiera estar de acuerdo con eso pero no es posible—terció Aiocos de Garuda—Sabes que no podemos manejarnos como siempre y puede que sea hasta divertido, será interesante por lo menos ¿no tienes sentido de la curiosidad?

A pesar de la mirada dorada del de Grifo y la espontanea sonrisa de picardía en el rostro del de cabellos morados de Garuda ella no se mostraba convencida, sospechaban los tres jueces que iba a resultar un poco complicado convencerla pero la necesitaban, era la verdad, ningún plan podría resultar sin ella de su lado.

—     Denme una buena razón para que acepte esto—continuaba ella demostrando que estaba dispuesta a marcharse—Hasta ahora no he escuchado ninguna, no una válida que me incline a creer que es necesario, podemos seguir nosotros solos.

—     La verdad Pandora es que no podemos—retomó la palabra el de cabellos dorados de Wyvern—No lo lograremos por nuestra cuenta y ellos deben estar aquí, donde podamos vigilarlos y no salgan de nuestra supervisión.

—     Si acepto hacer esto y es un gran si—advirtió ella con suavidad en la voz pero fuerza en la mirada—No entiendo porque debo hacerlo.

—     Uno solo no podrá manejarlos a todos, si uno tiene a dos resultaría sospechoso, pero uno cada uno no llamará la atención, sería lo obvio.

—     Ustedes son tres y ellos son tres ¿Por qué yo debo involucrarme? No tiene sentido desde mi punto de vista.

—     Yo no puedo supervisar a uno, no de ellos.

—     ¿Demasiado trabajo para Radamanthys de Wyvern acaso?—preguntaba ella con un dejo de burla.

—     No puedo hacerlo.

La frialdad en esa voz indicaba que no podría explicar más o por lo menos que no quería hacerlo, no en ese momento y al notarlo ella se mostraba dispuesta a seguir indagando aunque observó a los otros dos hombres, parecían saber algo que ella no pero conociéndose después de tanto tiempo y de tantas experiencias juntos sabía que podía confiarse…hasta cierto punto, pero confiaría a final de cuentas.

—     Está bien—dijo algo pensativa—Pero quiero que me expliquen primero como haremos esto ¿será a la suerte acaso?

—     Nada es a la suerte—intervino Aiocos—Por más que queramos pensarlo así.

—     Entonces cada uno escogerá o quién lo hará.

—     Ya fue decidido—declaró el de mirada dorada de Wyvern—Solo debemos informárselos a ellos.

Los otros tres inclinaron la cabeza levemente, la manera en que mostraban que aceptaban, no comentarían mucho de ese asunto pero después de todo no se comunicaban demasiado en ninguna materia, servir a Hades no era precisamente hacer a la gente cercana.

—     Entonces deben saberlo, ahora—concluyó el rubio.

—     Bien—dijeron los demás.

Fue el juez de Wyvern quien se puso en camino pues no les daría tiempo de pensarse las cosas, no debían hacerlo o podían echarse para atrás, y los planes que tenían en mente debían seguir, sobre todo porque quien lo había ayudado a trazarlos estaba a su lado, no lo había abandonado, era lo que lo ayudaba a continuar.

—     ¿Cómo ha ido?—le preguntaron desde las sombras.

—     Casi bien, es el Inframundo así que resulta una buena apuesta—fue la respuesta del de ojos dorados.

—     Debe serlo, no podemos equivocarnos si nuestras sospechas son certeras.

—     Aun me resulta complicado lo que vendrá y no comienza ¿Qué va a ser de ellos una vez que estén juntos?

—     Estarán bien, encontrarán la manera de comunicarse.

—     ¿Estás convencido de la elección? ¿no crees que es mejor cambiar a alguien?

—     Estarán bien—aseguraba el otro.

Debía aceptar esa declaración y por ello continuaría con ese plan que sonaba una locura pero no contaban con otro que tuviera la posibilidad de funcionar, ese era bueno y quizás resultara, debía aferrarse o estaban perdidos. Sus pasos resonaban por los pasillos de piedra de la propiedad, el oscuro y silencioso castillo que semejaba una pesadilla, los demás espectros a los que llegó a encontrar lo saludaban con respeto, era uno de los tres jueces del Inframundo, uno que podía enfrentar a caballeros dorados y derrotarlos, uno de los vencedores en esa batalla que habían llevado contra el Santuario.

Pasó los pasillos sin cambiar de expresión, fijando su mirada en la gran puerta de madera que permanecía firmemente cerrada y escoltada por un grupo de veinte soldados esqueleto aunque de haber querido escapar no hubieran sido oponentes para tres caballeros del Santuario, mucho menos para tres caballeros dorados y menos aún para los tres más poderosos, pero fue necesario guardar ciertas formas, ahora era necesario algo distinto.

Vio la puerta cerrada, debía seguir y con eso en mente corrió la pesada cerradura para abrir con un mensaje  fuerte y claro.

—Vengan conmigo—fueron sus palabras.

Los tres caballeros despojados de sus armaduras lo observaron sin demostrar nada de lo que pensaban o sentían, simplemente representaron su papel pues no tenían otro, obedecerían, eran parte de un saldo, no podían hacer otra cosa, al menos por el momento.

 

 

 

El recorrido entre el sitio que había sido su celda y llegar al salón en el que los servidores de Hades habían discutido su próximo movimiento fue realizado en silencio, el único sonido que se escuchó fue el de sus pisadas sobre el suelo de roca, no podían decir por donde iban, no los entregados por el Santuario, en cambio el juez del Inframundo no tenía problemas para reconocer cada rincón de ese enorme lugar. Los pasillos se quedaban atrás, igual que las miradas de los demás servidores de Hades quienes parecían observarlos a la distancia y con cierto resquemor, extraño para ser la parte que había triunfado; los caballeros de Atenea se mantenían como si no miraran nada, como si no importara, continuaban actuando como orgullosos hombres que no bajarían la cabeza ante nada ni nadie, solo ante su señora…pero ella ya no estaba ahí.

Cuando llegaron ante la entrada del nuevo sitio en el que iban a saber de su destino no se veían inquietos, los tres hombres que se mantenían en silencio apenas si compartieron una mirada pero se comprendían a la perfección, fuera lo que fuera que hubieran decidido hacer con ellos les demostrarían que no perderían su orgullo ante nadie. Vieron la puerta abrirse y por un instante sintieron una especie de destello, un destello oscuro por extraño que pareciera, entrecerraron los ojos por un instante y permanecieron de pie, entonces escucharon que les hablaban de nuevo desde el interior.

—     Entren—dijeron.

Sin más opciones los tres caballeros tuvieron que seguir esa instrucción, no tardaron en notar quienes estaban presentes, Radamanthys de Wyvern quien había ido por ellos, Minos de Grifo quien terminó deteniendo los ataques de los caballeros dorados que lo enfrentaron, Aiocos de Garuda quien acabó con el férreo ataque de los jóvenes de bronce, Pandora Heinstein quien guio a los demás espectros en la batalla hasta el triunfo. Si, ellos habían servido a Hades y acabaron con el Santuario, vencieron a los poderosos caballeros de Atenea y declararon  su victoria sobre el Santuario, después de eso el mundo no volvería a ser el mismo, y sin embargo eso ya no estaba en sus manos.

Por unos segundos todos callaron ¿Qué podían decirse? Hablar no era de ellos, combatir, por otro lado, era una forma en la que siempre se encontraron, era la manera en que podían comprenderse, fuera de eso no les quedaba mucho, aunque no estaban ahí por ninguno de esos motivos sino por otros, del tipo que cambiarían su existencia. Los que portaran una armadura dorada suponían que ellos serían un tipo de ejemplo para los otros, que los ejecutarían, una manera de terminar con esa batalla que no habían ganado; sin embargo estaban por saber que las cosas no iban por esa línea.

—     Bienvenidos—dijo Aiocos sonriendo—Esperamos que su alojamiento no hubiera sido desagradable este tiempo.

No hubo una respuesta a eso, estaban ante estatuas de mármol al parecer.

—     Han sido convocados para que conozcan el destino que tendrán entre nosotros—les dijo Minos con firmeza.

Daba igual lo que hubiera dicho, no parecía importarles, ni siquiera los miraban en ese momento.

—     Tienen que saber que hemos decidido lo que haremos con ustedes—mencionaba Radamanthys—Es justo que lo sepan.

Daba igual, todo daba igual para ese momento entre los tres caballeros del Santuario, casi, hasta ellos tuvieron que reaccionar cuando escucharon lo que estaba ocurriendo y eso de manera muy directa ya que estaba cierta dama de cabellos púrpura quien no estaba dispuesta a perder el tiempo en un asunto ya decidido.

—     Se ha acordado que ustedes queden bajo nuestra salvaguardia—lanzó Pandora directamente—Uno para cada uno.

Los rostros de los otros tres hombres indicaban que eso no parecía posible ¿Qué había de malo con ejecutarlos? Era mucho mejor que lo que les estaban proponiendo, se notaba por la manera en que los ojos glaucos de Saga brillaban, las elegantes manos de Camus se apretaban y la respiración de Shura se agitaba pero lo que ellos sintieran no estaba  a discusión y aunque los otros tres hombres en la escena buscaban señales sobre cómo enfrentar la situación, la única mujer no se dejaba intimidar y menos por tan poco, a su juicio desde luego, hacía falta más para que perdiera su propia voz.

—     ¿Quieren decirles ustedes como serán repartidos o prefieren que lo haga yo?—preguntaba mirando a los tres jueces.

—     Lo haré yo—intervino de inmediato el juez de Wyvern.

Los demás se mostraban de acuerdo con ese asunto, lo mostraban sus expresiones, por lo que el de cabellos dorados tenía noticias para esos tres caballeros que a pesar de su frialdad aguardaban por ciertas explicaciones.

—     Saga de Géminis estará con Minos de Grifo, Camus de Acuario con Aiocos de Garuda y Shura de Capricornio con…

—     Radamanthys de Wyvern—se adelantó el caballero de cabellos negros y mirada glauca.

—     No, estarás con Pandora.

Se notaba en esa masculina cara que de no haber tenido el nivel de control que tenía hubiera gritado de indignación, una cosa era quedar bajo la guarda, tutela o servicio o lo que fuera de un juez, que ya era bastante degradante, pero bajo el poder de una mujer, de esa mujer en especial, era para sentirse en verdad humillado. La verdad era que los tres caballeros del Santuario estaban en un mismo punto, ya no eran personas, ahora eran cosas bajo el dominio de otro, de un oponente que los derrotó y se limitaban a mirarlos sin lograr descifrar lo que sentían al respecto aunque se los dirían.

—     Desde este momento cada uno quedará bajo la protección de uno de nosotros, estará en sus habitaciones y solo ellos podrán decir algo sobre su situación, ningún otro espectro podrá hacerlo.

Mientras el juez de cabellos y ojos dorados continuaba con su explicación los tres dejados atrás por el Santuario se mostraban fríos pero no lo estaban, de ninguna manera podían estarlo, así que ese era su plan, hacer de ellos sus esclavos, sus marionetas o algo así, un pelele al que se encargarían de humillar a cada instante desde ese momento. No era posible, tendrían que encontrar la manera, de alguna forma escapar a ese destino, no lo veían en ese instante pero tendrían que lograrlo, por lo que les quedaba de orgullo y honor no permitirían que los destruyeran los servidores de Hades.

—     Se ha dicho lo suficiente—dijo de pronto Pandora poniéndose de pie—No retrasemos lo que ya se ha decidido.

Por ella ya habían sido demasiadas explicaciones, si las aceptaban o no la tení9a sin cuidado, ya era bastante tener que acceder a tomar bajo su cuidado a uno de esos sujetos para que esperaran algo más de su parte, así que se dispuso a caminar fuera de la habitación, lo estaba haciendo enfundada en ese largo y pesado vestido oscuro de tipo antiguo. Pero antes de marcharse se detuvo y sin voltear habló de la misma forma que lo hacía siempre, con firmeza y sin aguardar por réplicas, aunque su objetivo no fue uno de los espectros.

—     ¿Acaso debo esperar?—inquirió.

Shura de Capricornio solo había aceptado órdenes de muy pocas personas en su vida, y solo de una mujer pero resultaba que era Saori, la reencarnación de Atenea, su señora y diosa líder del Santuario, que fuera otra mujer era de un nivel que llegaba a lo insoportable pero no quedaban opciones. Tragándose lo que sentía y mostrándose indiferente el caballero que custodiara la décima casa siguió a la joven de los cabellos púrpura en silencio, no podía hacer otra cosa por el momento.

Y llegaba el momento de los otros dos quienes se mantenían callados observándolo todo, el primero en sentirlo fue el caballero de Acuario quien se encontró de repente ante un extrañamente sonriente juez de Garuda quien lo miraba fijamente y le habló de forma muy autosuficiente.

—     Bien bien—decía sin dejar la sonrisita—parece que vamos a conocernos mejor tú y yo Camus de Acuario, o solo Camus ¿Qué te parece?

Notaba esa fría mirada azulada que no decía nada así que se limitó a ignorarlo como si no se diera cuenta, ya estaba bajo su ala protectora y que se hiciera a la idea, así serían las cosas desde ese momento.

—     No te preocupes Camus, te cuidaré bien, quedas bajo mi protección y piadoso cuidado ¿vamos?

Resultaba una indicación a que lo siguiera, así era, el firme y estoico caballero de Acuario con sus ojos y cabellos azules tuvo que seguir quietamente a ese hombre de cabellos morados que continuaba sonriendo, no iba a ser sencillo para ninguno de los dos pero tendrían que continuar adelante.

—     No vayas tras de mi Camus, puedes ir a mi lado, estaremos juntos mucho tiempo, tenemos que conocernos mejor ¿no tienes algo que decirme?

—     No.

Eran las palabras finales o al menos la palabra final del caballero venido de Francia, de por si no era conocido por ser muy comunicativo no iba a mostrarse precisamente abierto ante la idea de pasar ese tiempo, fuera lo que fuera que tendría que hacer, bajo el mando del juez de Garuda a quien toda esa escena parecía resultarle entretenida.

—     Esto va a ser para recordar—decía en voz alta el de cabellos morados.

Lo sería, sin duda alguna, un caballero y un juez no podrían resultar de otra forma, aunque muchas cosas tendrían que limarse para poder avanzar y no se veía que los vencidos, a pesar de serlo, estuvieran dispuestos a someterse.

Solo quedaba una persona en la escena, el hombre de cabellos azules y mirada glauca, si bien se mantenía en silencio fue él quien miraba al juez de Grifo, el joven de los cabellos plateados sintió por unos segundos que estaba siendo medido, juzgado, pero se dijo que era él quien estaba a cargo en esa situación y por lo mismo no iba a aguardar pero si necesitaba dar una especie de reglas sobre lo que iba a ocurrir entre los dos.

—     Saga de Géminis—lo llamo.

—     ¿Sí?

—     Seamos educados uno con el otro y bastará, no deseo hacerte pesado ni complicado lo que vendrá, pero tendremos que aprender a tratarnos.

—     Acepto eso.

—     Entonces continuemos Saga de Géminis.

—     Saga, solo dime Saga.

Se miraron pero ya no dijeron nada, parecía que no tenían nada que decirse y por lo mismo solo les quedaba avanzar, siendo así comenzaron a caminar para salir de la habitación, pero quedaban algunas cosas por decir.

—     Supongo que puedes llamarme solo Minos—mencionaba el otro con aire casual en sus palabras.

Si bien continuaron mencionando algunas cuestiones ya los dos hombres estaban en el pasillo, se escucharon sus pasos a lo largo del lugar hasta que no llegaba sonido alguno, dejando al de cabellos dorados a solas o casi a solas pues una vez más era observado desde las sombras y la misma persona le habló otra vez.

—     Está hecho—decía el de Wyvern algo inquieto.

No era usual que demostrara un estado de ánimo como ese pero podía ser más natural ante su oyente, había seguido sus recomendaciones en ese asunto de los jueces y los caballeros aunque guardaba sus dudas, conocía a sus compañeros y le habían dado informes sobre los caballeros, incluso unirlos de la forma en que lo habían hecho era por su mediación, pero igual debían conversar en esos instantes.

—     ¿Qué te preocupa Radamanthys?—le preguntaron.

—     Que no sé cómo va a resultar esto, los conozco—dijo refiriéndose a los servidores del Inframundo—Tienen su propio temperamento y forma de ser, cualquier rencilla hará que echen chispas, a su manera, pero te aseguro que habrá chispas.

—     Se respetarán—le aseguraba la masculina voz—No desistas, tenemos que saber lo que vendrá, hay que descubrirlo.

—     Confío en ti, sabes que confío en ti, con todo.

—     Lo sé y también necesito hablar con ellos, no puedo demorar esa parte—mencionaba refiriéndose a los caballeros del Santuario.

Ellos dos tendrían que continuar y de paso dar algunas explicaciones necesarias a los que tuvieran armaduras doradas, lo que sin duda iba a crear problemas pero debía ser hecho, necesitaban saber la situación tal y como era, aunque estaban conscientes que no iba a ser sencilla la escena que estaba por venir.

Estaba probada la teoría cuando los tres, Saga, Shura y Camus se quedaron sin palabras por un segundo al escuchar lo que había sucedido para ser tomados bajo la autoridad de los servidores de Hades, ya que era parte del plan de un hombre, alguien a quien conocían y en quien no podían confiar, no al saber sus aparentes motivos.

—     Radamanthys y yo somos amantes—dijo.

La cuestión fue que quien lo dijo era Kanon.

 

 

 

Continuará…

 

Notas finales:

Debido a la fecha me salté subir la segunda parte de Resistir pero la subo la semana entrante si nada sucede que lo evite o lo retrase.

Muchas gracias por leer.

Atte. Zion no Bara

 


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