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Hermoso por zion no bara

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Notas del fanfic:

Solo una historia corta con dos personajes que me agradaron para esta trama.

 

Notas del capitulo:

Espero que les guste a quienes sean tan amables de leer.

 

 

 

Podía mirar por la ventana esa mañana, era un día hermoso, se anunciaba con un clima por demás grato; podía ver al exterior directo a la calle donde estaba estacionada su hermosa motocicleta nueva, la esperó por meses por ser un artículo de importación; podía mirar al pasillo de su apartamento ya que en la pared del fondo estaba esa hermosa acuarela de un elegante calamar danzando en el mar abierto. Pero no miraba nada de eso, solo miraba en una dirección y era hacia la cama, no había nada más hermoso en el mundo para él que lo que observaba en ese momento bajo las sábanas.

Había un chico en la cama, para algunos era guapo y otros opinaban que no era para tanto, pero para él resultaba perfecto, nunca pensó que podría tener a alguien como él en su vida, y sin embargo ahí estaba, ese joven de dorados cabellos rubios y en ese momento cerrados ojos de un azul celeste brillante. Había algo en él, como si no pudiera dejar de mirarlo, en ese instante su elegante cuello se veía delicado, a momentos de verdad hacía honor a su nombre, era como un cisne.

El que dormía se iba despertando, se estiró un poco y abrió los ojos para darse cuenta que era observado, no dijo nada, se limitó a sentarse en la cama y aguardó a escuchar pues sospechaba que tenían algo que decirle.

—Buen día—lo saludaron.

—Buen día—respondió— ¿Qué sucede?

— ¿Por qué crees que sucede algo?

—Porque solo me miras, así que dime ¿Qué está sucediendo?

El joven que lo observaba sabía lo que quería decirle pero no sería esa mañana, no de esa manera, era un chico especial y único, había llenado su vida de luz y felicidad, debía ser de manera especial y para eso necesitaba tiempo.

—Solo pensaba en cuanto me gusta despertar y que estés conmigo—fue la respuesta que dio sonriendo.

—Alguien despertó como un romántico—decía el joven rubio con una sonrisa.

En eso vio la hora en su celular y supo que era mejor ponerse de pie y seguir con sus planes para las horas siguientes, ya lo habían discutido, sabían lo que vendría.

—Será mejor que me bañe de una vez, no puedo salir tarde.

Con esas palabras hizo las sábanas a un lado y se puso de pie, usaba su pijama de bermudas y una remera, su cabello estaba en completo desorden y aun así a su compañero le parecía que estaba perfecto.

— ¿Quieres algo de desayunar?

—Lo que sea estará bien, gracias—respondió el de ojos azules.

En poco tiempo escuchó la ducha funcionando y se dispuso a hacer algo sencillo para ambos, tortilla de huevo rellena de pimientos con queso, la idea estaba ahí, sabía que era lo que quería, además contaría con tiempo.

Cuando el joven de cabellos dorados lo alcanzó en la cocina ya estaba vestido y arreglado, nunca demoraba demasiado en su arreglo, así que se sentó a la mesa con él e hizo honores a la comida con apetito.

—No sé cómo sobreviviré sin tu comida—le decía probando un poco.

—Solo serán tres días.

—Pero igual la extrañaré.

— ¿Tienes todo listo? ¿No olvidas nada?

—Mi maleta está lista, no te preocupes—aseguraba el de mirada azul.

Tenía que hacer un viaje por motivo de su trabajo, así que estarían separados, lo sabían de antemano, incluso que pasaran la noche anterior juntos tuvo que ver con ese viaje pues el rubio vivía más lejos del aeropuerto y llegar desde su departamento podía ser una pesadilla debido a lo impredecible del tránsito mientras que desde la vivienda de su compañero un taxi lo llevaría en media hora. Pasaron la noche juntos por eso…por eso y porque hicieron el amor como despedida en una separación temporal.

Convivieron ese tiempo con afecto, su relación era seria y estable, los dos habían encontrado en el otro a la persona especial que los hacía sentirse completos, aunque su relación no parecían tan posible al inicio, estaba lleno de singularidades ese camino que habían recorrido juntos pero estaban juntos y eso era lo que importaba.

—El taxi debe llegar de un momento a otro—mencionaba el de cabellos dorados.

Se estaba terminando de alistar para su viaje, dejó la maleta junto a la puerta, verificó por última vez que llevaba su boleto y que no faltaba nada en su cartera, entre identificaciones, tarjetas y dinero estaba listo.

— ¿Todo en orden?—le preguntó.

—Todo en su lugar—decía el de mirada celeste— ¿Quieres verificarlo?

—Confío en ti.

El que iba a partir fue hacia él y pasó sus brazos alrededor de esa cintura que había estrechado tantas veces antes, haciendo que sus rostros se encontraran le habló con suavidad.

—Voy a extrañarte—le dijo directamente—Me hubiera gustado que vinieras conmigo, que pasáramos este tiempo juntos.

—Lo siento, tengo que atender algunas cuestiones pero más adelante podremos hacer un viaje para nosotros dos, que no sea de trabajo.

—Podríamos ir a dar un paseo a las afueras al menos.

Sonrieron con las imágenes que esa idea despertaba, pero al final solo se dieron un beso en los labios y tuvieron que separarse pues llamaron al teléfono del joven de ojos azules, su taxi estaba listo, había llegado a la entrada.

—Ya tengo que irme, te llamaré en cuanto llegue ¿de acuerdo?

—Claro.

No era que le importara poco, pero a veces le costaba encontrar las palabras para decir lo que deseaba o pensaba aunque uno de los rasgos de ese joven de cabellos rubios era que parecía que podía comprenderlo aun sin hablar. Se dieron un beso en los labios, era momento de partir pero solo era por tres días, aunque muchas cosas debían planearse en ese lapso de tiempo, una mano acariciaba la parte de atrás de su cabello y al final una mirada resplandeciente lo observó con intensidad.

—No dejaré de pensar en ti Isaac.

—Yo tampoco Hyoga.

Lo vio sonreír, tomar su maleta y partir, se asomó por la ventana y lo miró abordar el vehículo, apenas se estaba marchando y ya pensaba en su regreso, tenía que darse prisa para tenerlo todo listo, sus vidas estaban por cambiar una vez más, como cuando se conocieron.

 

*******

 

Isaac de Kraken era un joven dedicado, cuando las personas se permitían conocerlo aún mejor podían saberlo, aunque la verdad era que muchas personas no lo hacían, se trataba de una persona honorable y trabajadora, pero generalmente se iban con la primera impresión de que era alguien que no hablaba e incluso algunos opinaban que era raro. No lo era. Pero en una época de su vida, una larga época, se encerró en sí mismo y en buena medida eso se debía a su aspecto y los comentarios que habían caído sobre él por ello.

Cuando iba dejando la infancia y entraba a la adolescencia se vio involucrado en un severo accidente en bote, iba con sus padres, ellos estaban tranquilos disfrutando del día, su padre, su madre y él, y de repente sin saber de dónde había salido una lancha a altísima velocidad los chocó con violencia, todo resultó un caos. Las consecuencias fueron graves, él resultó herido en el rostro y perdió un ojo, además de unas profundas cicatrices que el médico dijo que podrían desvanecerse pero no iban a desaparecer. Su padre dio las gracias y fue honesto, él apenas salió con un brazo roto, pero su hijo vivía, en cambio ambos tuvieron que enfrentar la pérdida de la señora del hogar, algo que definitivamente enlutó sus vidas. En cuanto al otro bote resultó que iban un tercio de amigos, jóvenes, combinaron alcohol con velocidad y fue una combinación fatal, ellos también fallecieron.

—Aún nos tenemos nosotros hijo—le dijo su padre al volver a casa.

Tan solo asintió de un movimiento pues no supo que más hacer, pero sentía que las cosas eran distintas, que nunca volverían a ser iguales, y desde entonces se guardaría muchas cosas que le sucederían.

El entonces jovencito de cabellos verdes y mirada ámbar creció, se hizo joven, la relación con su padre no se complicó, simplemente no le decía lo que sucedía en su vida, que a veces tenía que soportar comentarios de su aspecto, lo cual le resultaba doloroso. Aun así cuando llegó el momento de avanzar lo hizo, cumplió son sus estudios, se graduó y comenzó a trabajar, con lo cual se hizo de su propio sitio para vivir.

—Todo será diferente ahora.

Aunque esa no era la primera vez que se decía esas mismas palabras, lo hizo cada vez que comenzó en una nueva etapa de la escuela, creía que siendo adulto las cosas ya no le afectaban como cuando era más joven pero si le afectaban.

—Es solo que no busco nada formal.

A esa frase se resumía sus intentos de una relación, y siempre terminaba diciéndose que si no tenía a nadie en su vida era por su aspecto, notaba como lo miraban, a veces solo lo creía pero predispuesto  por sus experiencias pasadas se convenció que nadie lo miraría jamás debido a su rostro. Hacía ejercicio, se había puesto en forma, vestía bien, y aun así solo pensaba en sus cicatrices.

—Al diablo, si no lo ven no es mi culpa.

Una valiente expresión con la que buscó hacerse de una nueva vida, eso se decía a sí mismo y por un tiempo casi lo creyó, se esforzaba por actuar como si al escuchar cuchicheos tras él y esas miradas que o se quedaban fijas en su perfil o procuraba evidentemente evadirlo no importaran pero una salida una noche derribó esas ideas.

Había quedado con unos compañeros del trabajo de ir a un bar, decían que era bueno, tenía ambiente y bebidas, de cuatro que se reunirían uno se disculpó un día antes por un asunto familiar, otro tuvo un contratiempo esa misma tarde con su trabajo, así que solo quedaron dos al final.

—Ellos se lo pierden, vamos a divertirnos—le dijeron.

Ir en compañía de su entonces solamente compañero Bian, un agradable joven de cabellos castaños claros y ojos verdes, se agradaban y en cuanto al joven castaño pensaba que Isaac se encerraba mucho, por eso prefirió seguir con el plan de la salida. Cuando llegaron al lugar resultó ser mejor de lo que hubieran podido pensar, el ambiente era bueno, aunque dos incidentes iban a sumarse haciendo la salida realmente incomoda.

—Mira eso—mencionaba el castaño.

Observando con discreción el de mirada ámbar se dio cuenta que había mucha atención sobre Baian, un chico de ojos pardos lo saludó a la distancia, se veía que su compañero quería ir pero no se animaba a dejarlo, era mejor hacer algo.

—Anda, vete, voy a estar bien—dijo Isaac.

— ¿Si?—preguntó más animado de lo que quiso escucharse—Es decir, venimos juntos y no quisiera que…

—Ya puedes irte—soltó con una media sonrisa.

Sin otra palabra el joven se fue y en poco tiempo estaba en una conversación con el otro chico, mientras el de cabellos verdes se terminó su trago y justo en eso le hablaron.

— ¿Está ocupado este sitio?

El tono era de coquetería pero al voltear a verlo directamente el joven que se había acercado cambió de expresió0n y de forma apurada lanzó una especie de excusa.

—Yo…disculpa…me confundí.

Con bastante prisa se alejó dejándolo con una sensación extraña en el pecho, se negó a reconocer que lo desanimó, y no iba a ser todo lo que iba a ocurrir.

Apenas unos momentos después, cuando estaba dispuesto a marcharse, notó que lo miraban de una mesa, un grupo de seis personas, y uno de los que estaba ahí se puso de pie, todo sonrisas y realmente una belleza, destellantes ojos celestes, sedosos cabellos azulados, rostro de rasgos perfectos y sonrisa para conquistar. No pudo evitar sentirse nervioso, iba directamente a él, sin duda veía su rostro y seguía sonriéndole, estaba dos pasos de él y le habló directamente con coquetería.

 —Hola, me llamo Afrodita—decía sin dejar de sonreír.

—Soy Isaac—dijo lo mejor que pudo.

No dejaba de notar su belleza ¿Quién no lo haría? Todo en ese muchacho declaraba seducción y encanto, pero por ver eso no observó lo que estaba ocurriendo en la mesa de la que venía el lindo joven de mirada celeste.

— ¿Qué tal te la estás pasando Isaac?

—Bien.

— ¿Me harías un favor?

—Sí.

El tono se hacía un poco rígido, se decía que necesitaba calmarse, aunque no lo lograba y fue cuando el otro decidió decir lo que se traía entre las manos.

— ¿Te importaría si te beso Isaac?

¿Qué se suponía que debía decir? ¿Acaso alguien se hubiera negado?

—Si quieres Afrodita—soltó sintiendo mariposas en el estómago.

—Gracias—decía el de cabellos celestes con una sonrisa—Mis amigos dijeron que no lo haría, me retaron a que te besara.

Por un instante no supo que decir, con su ojo ámbar dirigió su mirada hacia la mesa, el grupito estaba muy atento, cuchicheando y emocionándose, con esa cara ¿En serio va a hacerlo? Era un reto, una apuesta, un desafío, como quisieran llamarlo, era A que no besas a ese, lo habían elegido por su aspecto, era la persona más horrible del lugar.

Lo pero era que se quedaba en su sitio, no se apartaba, no mandaba al diablo a ese cretino, no se daba su lugar, solo se quedaba ahí y el de mirada celeste se acercaba para besarlo y tan solo luchaba con todas sus fuerzas para no llorar. A pesar de todo lo que había vivido y logrado en su vida se sentía horrible, miserable, todo ese discurso que no le importaba lo que opinaban los demás no estaba tan firme cuando una persona era capaz de hacerlo sentirse así, se sentía humillado.

Justo en ese instante ocurrió, Isaac no estuvo seguro en un primer momento de lo que sucedía pero no fue besado, Afrodita estaba un paso atrás y un muchacho rubio de ojos azules estaba a su lado con un trago oscuro en la mano, aparentemente había chocado contra él.

—Discúlpame—decía marcando el tono el de cabellos rubios—De verdad lo lamento, lo lamento tanto.

—Está bien—decía el de cabellos celestes.

—Pero que hermosa camisa usas ¿es de seda?

—Es…

Antes de dejarlo decir otra cosa se inclinó como si examinara la tela pero su trago se derramó misteriosamente en los pantalones del  otro, creando una mancha controversial en su indumentaria.

— ¡Pero que estúpido eres!—gritó Afrodita.

— ¿Yo?—dijo el de cabello dorado con un tono muy distinto en la voz—Eres tú quien va por ahí queriendo hacer sentir menos a los demás, te sugiero que no tardes en cambiarte, porque ya te miran y sin duda sospechan que no llegaste al baño.

Era verdad, una mirada veloz alrededor mostraba que varios ojos estaban encima del de cabello celeste, quien no soportando la escena se marchó corriendo al baño, dejando a los otros dos a solas. Entonces el de cabellos rubios miró a Isaac y se decidió a hablarle directamente.

—Nadie puede hacernos sentir inferiores sin nuestro consentimiento.

—Yo…no sé porque…

—Lo dijo Eleonor Roosevelt, una persona muy especial, tenlo en cuenta, que pases buenas noches.

Con esas palabras se mostraba dispuesto a irse pero el de mirada ámbar no pudo dejar las cosas ahí.

— ¿Por qué hiciste todo esto?

—Note a ese grupito y como te miraban, no me gusta la gente como ellos, que piensa que los demás están para servir a lo que ellos quieran, quise jugársela a ese estúpido, que recibiera algo por una vez en su vida.

—Debí ponerlo en su lugar—admitió con algo de pesar.

—La próxima vez que te topes con un idiota de ese nivel lo harás.

Una vez más iba a irse pero como un impulso de no poder dejar las cosas en ese punto el de cabellos verdes lo alcanzó en la entrada del lugar.

— ¡Espera!—lo llamó de un grito.

El joven se detuvo y esperó a que le diera alcance, entonces el de cabellos verdes tomó aire y se dispuso a hacer una oferta.

—Me gustaría darte las gracias, por ayudarme ahí dentro ¿te gustaría tomar algo?

Hubo un breve silencio aunque al de un ojo ámbar le pareció extremadamente largo, pero al final el de mirada azulada se mostró de acuerdo.

—Hay una cafetería a la vuelta, el café no está mal y tienen un cheesecake de calabaza y pecanas ¿Qué me dices?

—Yo invito—respondió.

—Es lo menos que puedes hacer, tiré un trago por ti.

El de cabellos dorados sonrió y eso invitó al de cabellos verdes a hacerlo, era momento de hacer algo más.

—Soy Isaac de Kraken—dijo tendiendo la mano.

—Mucho gusto, Hyoga de Cisne.

Se estrecharon las manos y se pusieron en camino, el rubio le iba contando que fue a ese bar  como un favor a un amigo pero el tipo que le presentaron ya estaba ebrio y por eso prefirió desvanecerse, en cuanto al de Kraken se decía que su nombre le iba bien, era hermoso como un cisne.

 

*******

 

La relación fue marchando desde esa noche entre los dos jóvenes y la verdad no fue un asunto romántico desde el principio, en realidad se dieron tiempo para conocerse y al inicio solo se trataron con la mejor disposición de ser dos personas que habían coincidido, para Isaac no era muy sencillo confiarse a otra persona y en cuanto a Hyoga tenía su propia historia para no estar interesado en lo romántico con velocidad. Además el de cabellos verdes no tardó en saber que Hyoga podía ser reservado y respetuoso hacia ciertas cosas pero en otras no dudaba en lanzar directamente y a la cara lo que pensaba.

Después de esa noche en que se conocieron habían tenido intercambio de algunos mensajes por medio de sus teléfonos pero no más, no hasta que el de cabellos dorados fue directo y lo invitó a salir. Por alguna razón dentro de su cabeza el de Kraken se dijo que ese joven solo deseaba hacer una especie de trabajo de caridad, como sacar a pasear al perrito feo, pero no dijo no directamente sino que daba evasivas, y fue suficiente para el de Cisne.

<< ¿Qué tal si nos vemos? Sé de un nuevo sitio pero no he podido ir ¿Qué me dices?>>

Isaac vio el mensaje pero tardó unos minutos en responder y al final envió la misma respuesta que antes.

<<Lo siento, tengo trabajo>>

Un mensaje llegó de inmediato, sin apenas esperar.

<<Si no quieres verme por lo menos dímelo claramente>>

El de cabellos verdes se sintió un poco sorprendido pero eligió ser evasivo de nuevo.

<<De verdad, tengo trabajo, lo lamento>>

Un nuevo mensaje del de ojos azules llegó.

<<Tal vez sea el último mensaje que te envíe, la pasé bien contigo, creí que podíamos salir otra vez, veo que no quieres,  pero al menos dímelo>>

El de mirada ámbar apretó los labios, pensaba en qué responder pero no tuvo tiempo para eso.

<<Si todo esto es por tu aspecto me juzgas bastante mal, no soy de ese tipo>>

Y los mensajes siguieron de parte del joven Cisne.

<<Al menos si no quieres saber más de mí dímelo, o date la oportunidad de conocerme mejor y si no quieres que volvamos a vernos que sea por una mejor razón que suponer que tengo un problema con tu cara>>

<<Claro que veo como luces, no pretenderé que no, pero supuse que eras mejor que solo una parte de ti>>

<<Quizás esta sea la mejor respuesta que vaya a obtener de ti, de todas formas me dio gusto conocerte>>

<<Adiós Isaac>>

Sin saber qué hacer Isaac se quedó con su teléfono en la mano, era verdad, había juzgado a Hyoga y no le estaba dando una oportunidad, al menos si no iba a gustarle que fuera porque se conocían un poco mejor, con eso en mente envió un mensaje.

<<Lo siento, pero me han pasado cosas antes, como lo de esa noche, a veces soy desconfiado, pero si de verdad me das la oportunidad quisiera volver a verte Hyoga>>

Aguardó y cuando estaba asumiendo que no respondería tuvo un nuevo mensaje.

<<Llámame y quedamos formales>>

Lo llamó al minuto siguiente y quedaron formales de verse esa misma noche, la cual por cierto fue una cita agradable para ambos.

Siguieron viéndose durante las semanas siguientes aunque no habían hecho algo definitivo, a Hyoga le agradaba conocer más a Isaac pero cuando el de cabellos verdes se disponía a hacer una propuesta directa, es decir romántica, supo algo de parte de ese joven de ojos azules. Habían ido a ver una película, nada especial, pero al salir e ir comentándola se topearon de frente con alguien, un joven de cabellos azules y ojos también azules que sin poder explicárselo le desagradó al de Kraken de inmediato.

—Hyoga, eres tú, veo que tan guapo como siempre.

—Camus—dijo el rubio procurando no demostrar lo que pensaba.

—He pensado mucho en ti Hyoga, he recordado todo lo que…

—Pues sigue recordando, yo también lo hago.

Hablar con rudeza no era algo que Isaac relacionara con ese joven pero lo terminaba de atestiguar, fue tomado del brazo y caminaron juntos alejándose del lugar, solo miraba al muchacho a su lado esperando por saber.

—Lo siento—se disculpaba el Cisne—Camus y yo salíamos, hace tiempo.

—No tienes que disculparte por eso.

—Me engañó, por eso terminamos, la verdad es que me rompió el corazón y pasé mucho tiempo reuniendo los pedazos.

Siguieron caminando en silencio por un rato hasta que el de cabellos verdes hizo que se detuvieran y lo miró directamente.

—Lamento que te lastimaran Hyoga.

—No me gusta que la gente utilice a los demás.

—Yo no soy como él.

—Lo sé.

Fue como una chispa, algo que les dijo que podían seguir adelante, y por eso el de Kraken se acercó suavemente y tomándolo por la barbilla lo besó con dulzura, aguardó por una respuesta y al mirarse otra vez notó que el de cabellos rubios sonreía suavemente.

—Que alivió—soltó el de cabellos verdes—Pensé que te sentirías…

— ¿Sorprendido, contento, halagado?—preguntaba interrumpiéndolo.

—Me gustas, me gustas mucho, no dejó de pensar en ti—le dijo con sinceridad.

—Entonces sigamos juntos, que las cosas sucedan a su tiempo, paso a paso, primero vamos por esa hamburguesa que acordamos y después ya veremos.

Diciendo eso caminó un par de pasos pero el de cabellos verdes lo sujetó por la mano haciendo que lo mirara de nuevo.

— ¿Piensas en mi Hyoga?—preguntó pues quería saberlo.

—Solo cuando no estoy a tu lado—admitió para sonreír un poco apenado.

Con eso se pusieron en camino de nuevo sin soltarse de las manos, pero sabían que las cosas habían cambiado y estaban felices por ello.

La relación entre los dos fue bastante bien desde ese momento, no dejaban de verse, de pasar tiempo juntos, de conocerse mejor, incluirse en sus actividades comunes, incluso el de mirada ámbar estuvo muy enterado del gusto del rubio por pintar acuarelas (con bastante talento debía reconocérsele) y recibió con una sonrisa una que le obsequió que mostraba la figura de un calamar gigante que parecía danzar en el mar abierto.

—Un kraken para un Kraken—estaba escrito como dedicatoria.

Cuando Isaac presentó a Hyoga a su familia fue en el cumpleaños de su padre, una pequeña reunión de hecho, el caballero fue amable al recibirlo pues sabía que hacía feliz a su hijo y el jovencito rubio hacía lo posible por encajar, no dejaron de comentar lo hermoso que era. En cuanto al de Kraken fue presentado en lo que se suponía era también una pequeña reunión, que resultó ser la fiesta de aniversario de bodas de sus padres, estaban sus tíos, primos, sobrinos, abuelos y amigos, quedando bajo su escrutinio, aunque salió bien parado de la prueba.

— ¿Qué te dijo mi abuelo?—le preguntó aparte.

—Me preguntó si era formal o solo un dos caras—le respondió.

— ¿Qué le dijiste?

—Que si tuviera dos caras no andaría con esta por la calle.

El de ojos azules se rio con alivió, ahora entendía porque su abuelo se estaba riendo de manera tan abierta y los demás sabían que era un caballero muy serio.

—Le agradas a mi familia Isaac, de verdad les gustas.

—Eso es bueno—dijo abrazándolo—Muy bueno porque no pienso irme.

El rubio solo lo miró con adoración en ese momento, ese muchacho encajaba perfectamente entre los suyos, eran excelentes noticias pues a futuro ese tipo de cosas contaban para una relación.

Claro que no todo marchó siempre bien, conforme se estrechaba la relación tuvieron sus altibajos ¿Qué pareja no los tiene? Y en su caso fue cuando el tiempo común no era el mismo pues las actividades del de cabellos verdes en su trabajo fueron exigentes, lo cual disminuía las horas que podía dedicarle a su compañero. Estuvo en un proyecto importante para su empresa pero el rubio se sentía hecho a un lado, el otro nunca tenía tiempo y todo estalló cuando lo dejó esperando más de una hora por él. El joven Cisne se fue a su casa, Isaac imaginó que estaría ahí y lo fue a buscar pero no fue agradable lo que vino, no hablaron, discutieron, y llegaron a lo que pudo ser un punto sin retorno.

—No tengo porque estar esperándote ¿me oyes?—le reprochaba el de ojos azules—Tal vez debamos pensarnos lo que queremos realmente.

— ¿Estás terminando conmigo?—preguntaba con enfado el de mirada ámbar.

Su respuesta fue silencio y no le gustó nada así que tomando aire de guerrero ofendido se dio vuelta hacia la puerta.

— ¡Tú no estás terminando conmigo Hyoga de Cisne! ¡Soy yo quien no quiere seguir contigo! ¡¿Lo oyes?!

Fue hacia la puerta y la utilizó, saliendo con pasos firmes pero apenas llegó a la esquina de la calle se tuvo que apoyar en el muro, el aire de afuera lo iba calmando y la miseria en su interior crecía, no debió actuar así ¿Qué le pedía Hyoga después de todo? Pasar tiempo juntos, eso era todo, aunque quizás era mejor darle un poco de tiempo para que ambos se tranquilizaran, iba a pedir un taxi para irse a su casa cuando se dio cuenta que no llevaba su teléfono ni su chaqueta ¿porqué…? Los había dejado en casa de Hyoga.

Tragando saliva volvió y al quedar ante la puerta respiró profundo, llamó y aguardó, la puerta se abrió unos momentos después y solo pudo decir algo.

—Dejé mi chaqueta.

Tres segundos de silencio después ambos dejaron caer sus barreras y se estrecharon con fuerza, no dijeron nada por un largo rato pero al hablar otra vez fueron honestos.

—No quise reprocharte pero casi no nos vemos, parece que tengo una relación con tu teléfono y no contigo—decía el de cabellos dorados.

—Esto es importante en mi trabajo, no es solo para mí, quiero hacerlo también por ti, quiero ser alguien mejor para ti  Hyoga.

—Pero eres lo mejor que me ha pasado—le dijo apoyándose contra su pecho—Te quiero Isaac, te quiero.

—Hyoga—respondió estrechándolo con ternura—Me haces tan feliz.

No se apartaron, sabían que querían seguir juntos.

 

*******

 

Sabiendo que se querían el poder mantener su relación fue sino sencillo si más estable, tenían una meta, ser dichosos y con eso aprendieron a encontrar bases para enfrentar los conflictos, además de hacer otros planes, como el de salir un fin de semana a un cercano santuario natural pues el proyecto laboral del de Kraken se resolvió satisfactoriamente, lo que llevó a un  ascenso al joven quien solo ansiaba hacer sentir especial y querido a su compañero.

La idea de dar una vuelta por la naturaleza era bastante grata para ambos jóvenes, eran del tipo que les interesaba dar paseos y conocer sitios, cuando se trataba de esa especie de senderismo que tanto le gustaba a él la verdad era que Isaac había encontrado a un muy participativo compañero en el lindo Hyoga. Los dos muchachos la estaban pasando bien en ese apartado rincón natural que resguardaba los restos de un antiguo bosque, las urbanizaciones le habían robado mucho espacio pero se hicieron notables esfuerzos por conservar una parte y que se mantuviera en las mejores condiciones posibles.

Poder estar a la sombra de los elevados guardianes además de poder ir observando el verdor y refrescarse con la brisa brindaba una sensación de bienestar, no dejaban de comentar lo que veían y de señalar algo que deseaban que su compañero viera, de verdad fue una buena idea decidirse a ir de paseo por esos días.

— ¿Qué te parece? ¿No es lindo?

El rubio preguntaba entusiasmado pero su compañero de cabellos verdes prefirió sentarse sobre una de las salientes raíces de uno de los árboles, observando con una mirada sonriente como ese jovencito de ojos azules no dejaba de admirar lo que le rodeaba. Mientras su pupila ambarina lo seguía pensaba en lo afortunado que debía de ser para haber conocido a una persona como ese chico, era hermoso, y eso no solamente por su aspecto físico, todo él resultaba hermoso en todos los sentidos.

Tal vez por sentirse observado fue por lo que el joven Cisne volteó y al final se dirigió al lado de su compañero para sentarse junto a él.

— ¿Ya estás cansado?—preguntaba el de los ojos azules—Si quieres podemos regresar, no es necesario que estemos afuera.

—No estoy cansado, solo me gusta mirarte—fue la respuesta.

De inmediato Hyoga sonrió y le tomó la mano izquierda que besó con entusiasmo sin dejar de sonreírle, el de cabello verde sabía que podía confiarse, que con ese muchacho ser sincero era lo mejor, que no lo juzgaba ni lo rehuía, simplemente podía decir la verdad y era lo que pensaba hacer.

—Me gusta estar contigo Hyoga—dijo mirándolo al rostro.

— ¿Si?

—Sí.

No esperando por otra repuesta se acercaron y se besaron con suavidad, primero por los labios, después por la frente y la barbilla, se gustaban, había sentimientos entre ambos. Eran jóvenes, era como si todo estuviera en su lugar. Cuando volvieron a encontrarse sus miradas el de Kraken de pronto sintió que su corazón latía un poco más aprisa, estaba nervioso, observaba que el joven ante él parecía aguardar, adivinando que algo sucedía con él. Entonces la mano de Isaac fue al muslo del de cabellos rubios, acariciándolo lentamente, esperando por una respuesta, vio que el Cisne también respiraba más aprisa pero no lo estaba rechazando, quería estar con él, lo quería tanto, nunca había querido a nadie de esa manera.

—Este sitio es maravilloso ¿no crees Isaac?—preguntaba con voz que procuraba controlar.

—Hay otros…mejores—respondió con la voz algo ronca.

— ¿Si?

— ¿Quieres venir, conmigo?

No era realmente una pregunta directa y sin embargo el de ojos azules comprendía a lo que lo estaban invitando, notaba que el otro joven aguardaba por lo que diría, casi parecía que contenía la respiración, solo podía dar una respuesta. La cuestión fue que no pudo hablar, solamente pudo hacer un gesto de asentimiento; de pronto fue como si todo se detuviera alrededor, ninguno se movía, no hasta  que el de Kraken sonrió de forma algo apurada pero al final ambos se estrecharon la mano con fuerza, se pusieron de pie y avanzaron por el camino coronado de árboles sintiéndose parte de la naturaleza llena de vida.

Caminando con un poco más de prisa de lo que pensaban regresaron al albergue, entraron son hacer ruido y de inmediato alcanzaron la habitación que rentaron, era tranquila y un poco aparte de las demás, así que les brindaba privacidad suficiente y sentían que la iban a necesitar, todo fue con naturalidad y algo de velocidad pero no se les podía culpar, eran jóvenes y se gustaban, simplemente se pusieron en manos de su deseo naciente.

Apenas cruzaron la puerta Isaac se movió con velocidad, fue hacía Hyoga y sin darle espacio alguno lo acorraló contra un muro, el rubio estaba con su espalda contra la pared mientras su compañero no aguardó, lo besó con necesidad haciendo que se sometiera a sus caricias y al mismo tiempo pasaba sus manos por encima de la ropa, sacando la playera de sus pantalones, metiendo una mano por debajo para sentir la cálida piel, subiendo hasta su pecho y tomando uno de los suaves pezones para rodearlo con deseo. El de cabellos rubios trataba de responder como el de mirada ámbar pero se sentía un poco en desventaja, estaba algo nervioso y no sabía muy bien qué hacer, pensó en detenerse para decirle algo, algo que suponía tenía que saber su compañero pero no se dio la oportunidad, o al menos él no la encontró.

Con manos un tanto ansiosas Isaac se hizo cargo de la playera de su compañero, subiéndola por encima de sus hombros y sacándola en un par de movimientos, dejando al descubierto su torso y en segundos ya estaba una de esas mismas manos acariciando la entrepierna que parecía no responder tan aprisa como las caricias pero se le podía ayudar. El de Kraken besaba ese pecho suave, liso, lamía los pezones como si jugara con ellos pero no les dedicó tanto tiempo, bajó apenas sin separarse hasta quedar de rodillas y así poder besar el terso vientre que aún era defendido por la ropa. Ambos daban leves voces, a momentos como risitas y en otros suspiros, estaban al inicio y sin duda se sentían dispuestos para llegar al final.

Mostrándose más seguro de lo que él mismo se creía, el de cabellos verdes se puso en pie y con manos firmes guio al de ojos azules a la cama, haciendo que el joven se recostara sobre las sábanas, pero antes de alcanzarlo se sacó su propia playera un instante y ya había bajado la cremallera y sus pantalones estaban abiertos. Aunque no siguió, de hecho se dispuso a prestar mayor atención a la ropa que aun usaba el de Cisne, dio cuenta con velocidad de las zapatillas y las medias cortas, sin dejar de mirarlo al rostro fue directo al pantalón que abrió con dedos un poco torpes pero finalmente lo consiguió, separando cada broche para bajarlo por esas suaves caderas, las esbeltas piernas, las redondeadas pantorrillas, haciéndolo a un lado.

Hyoga estaba agitado, estrujó las sábanas y dio un breve gritito de sorpresa cuando esas manos llegaron a su entrepierna, acariciando por encima de la tela, sentía como era besado y esa forma en que su compañero parecía que lo olfateaba, se esforzaba por quedarse quieto  hasta que la tela comenzó a salir, lo que le parecieron segundos bastaron para quedar desnudo sobre la cama. El de los ojos azules se sentía muy consciente de sí mismo ¿se vería bien? ¿Le gustaría a Isaac? ¿Podía complacerlo? Cuando se animó a abrir los ojos vio que su compañero estaba de pie, como si lo observara desde lo alto, no pudo evitar ruborizarse pero vio que el de cabellos verdes sonreía, así que todo estaba bien.

Con esa indicación se apoyó en sus brazos para quedar sentado sobre las sábanas y decidió hacer algo similar por su compañero, con manos un poco menos seguras de lo que le hubieran gustado fue a los pantalones de Isaac, lo deslizó suavemente por sus caderas hasta sus tobillos pero llevándose al mismo tiempo la ropa interior. El de mirada ámbar lo ayudó y entre ambos lograron que quedara desnudo, se notaban las primeras señales de la excitación en su sexo pero no bastaba, debían seguir. El de Kraken no esperó para sonreír y acariciando el dorado cabello a su alcance guio al joven a su sexo, sabía lo que quería, y de hecho el Cisne lo adivinó también pues mimoso y tierno se dispuso a complacer los deseos del de cabellos verdes.

Hyoga se acercó con un poco de nervioso pero finalmente comenzó a besar ese miembro, apenas había comenzado cuando su lengua también lamía el mismo sexo, lo sujetó con cuidado entre sus dedos y llevó la corona a su boca, sujetándola con sus labios y deslizándola como si probara un fruto cuyo sabor era nuevo, resultaba un muchacho entusiasta pero no muy habilidoso, aun así su compañero no podía estar más complacido, bueno, si podía, pero debían llegar a ello. Se podía asegurar sin equivocarse que el de cabellos verdes disfrutaba de las caricias que le brindaban, no le interesaba la destreza, era mucho mejor sentir que le gustaba de esa forma a un chico tan hermoso. No esperó para acariciar ese rubio cabello ni para acariciarse a sí mismo, pasaba por su pecho, apretaba sus pezones, gemía, el placer se plantaba en su sitio y no pensaba perder terreno entre los dos.

Hyoga sintió unas manos en su cabello pero no para acariciarlo ni para impulsarlo a seguir, fue para apartarlo suavemente de su labor, empujó suavemente al de ojos azules y lo hizo quedar recostado sobre las sábanas, separando sus piernas un poco más, al mirarlo encontró encantador que se sonrojara como una amapola.

—Eres precioso—le dijo sonriendo.

—Isaac—murmuró el rubio.

No pudo decir otra palabra pues ya el de cabellos verdes estaba sobre él, besándolo con necesidad y frotando sus sexos con algo de fuerza, se sentía bien, tan bien, era delicioso, era de lo mejor, era tan...

Se escuchó un gemido ahogado para un segundo después mirarse un tanto desconcertados, la simiente del de mirada ámbar había brotado sin poderlo evitar, dejando a los dos sin estar seguros de qué debían hacer. El de Kraken no sabía qué decir, pero no pudo decir nada ya que el de ojos azules lo besó en los labios, buscando que abriera la boca y dejara entrar su lengua, todo al mismo tiempo que lo acariciaba por su sexo, desde los testículos hasta la corona, un recorrido que cumplió con su cometido pues el deseo ardió otra vez, nada estaba perdido.

Entusiasmado por sentir que el Cisne estaba listo y que su propia excitación se elevaba, Isaac de pronto reparó en que les faltaba algo que ayudara a dilatar al de cabellos rubios, había visto varios videos donde presentaban eso, pero no contaba con nada a la mano, no hasta que vio que si había algo en su mano. Se deslizó entre las bonitas piernas del de ojos azules y quedando entre ellas deslizó una almohada bajo las suaves caderas, dejando expuesta la sensible entrada que con curiosidad acarició. Usando saliva que soltaba de su boca a sus dedos y su propia simiente se dedicó a la delicada labor de dilatar ese tierno anillo que parecía no podría recibirlo por lo estrecho que estaba.

Hyoga tuvo que apretar los labios cuando sintió que era tocado en su intimidad, no se sentía mal, solo era extraño para él, no estaba seguro de lo que debía hacer, pero cuando uno de los dedos pudo entrar a su pasaje dejó escapar un suspiro y levantó un poco su cadera, le estaba gustando, su cuerpo respondía al placer sensual. Notando que las cosas marchaban bien, el de cabellos verdes no cesó, logró ingresar dos dedos y los movió hacia dentro y hacia afuera de ese sensible cuerpo que se fue relajando hasta que le pareció que era suficiente. Se incorporó con seguridad, su sexo elevado se humedecía en la corona, con ambas manos separó más las esbeltas piernas y se adueñó del sitio, miraba ese hermoso rostro y lo besó de lleno en los labios mordiendo suavemente el labio inferior al final.

—Hyoga—lo llamó con voz ronca por el deseo—No sabes cuánto había querido esto.

El de ojos azules jaló aire, tenía que decírselo.

—Isaac, yo…

Iba a besarlo de nuevo pero antes que tomara sus labios lo dijo.

—Es mi primera vez.

Tuvieron que mirarse, era un anuncio importante, pero el de Kraken solo podía dar una respuesta en ese punto del encuentro.

—Me siento honrado de ser el primero.

—Isaac—decía el rubio casi sonriendo.

No pudo decir más pues se besaron, era como si el ambiente hubiera cambiado, como si todo lo que fueran dudas y temores quedara a un lado, solo pudieron acariciarse, besarse, sentirse, querían ser uno del otro.

Con decisión Isaac guio su sexo a la delicada entrada y colocando la corona en el tierno anillo empujó lentamente, haciendo que el de Cisne gimiera en voz baja, no paró hasta que le pareció que la mayor parte de su sexo estaba en el interior, aguardó unos segundos, y entonces se arqueó hacia atrás para comenzar a embestir con deseo. Acariciaba al de cabellos rubios por los brazos, el pecho, el vientre plano, empujando con determinación  disfrutando de escuchar a ese hermoso chico de cabellos dorados gemir, verlo mover su cabeza de lado a lado, abrir la boca diciendo su nombre con sensualidad.

Sin poder esperar mucho tiempo el de mirada ámbar sujetó al rubio por las rodillas para tener un mejor apoyo y hacer que se abriera más para él, embistiendo con mayor ritmo, disfrutando de cada instante en que su sexo era estrujado por esa intimidad que lo recibía sin oposición alguna; con una singular curiosidad observó por unos instantes como se miembro entraba y salía de esa intimidad, era excitante, se mordió el labio inferior con deseo. Un segundo después se inclinó hacia el frente buscando esos suaves labios que tomó con sensualidad y sin apartarse se sujetó de los redondos hombros del Cisne para penetrarlo con velocidad e intensidad provocando que el de ojos azules diera unas voces que semejaban llantos pero no lo eran, su propia sensualidad ahogaba su respiración al mismo tiempo que lo estrechaba con sus brazos de forma necesitada.

En poco tiempo aunque ellos no lo percibieran se encontraban cerca del límite, Hyoga cerraba sus ojos azules con fuerza mientras que Isaac sonreía tomando el erguido sexo a su alcance y frotándolo con deseo. El de cabellos rubios, con todo lo sucedido, ya estaba al filo de la cama, su cabeza colgaba del colchón y entre gemidos trataba de hablar.

—No puedo…no puedo…

El de Kraken sintió como esa intimidad estrechaba su sexo y el tibio semen brotaba sobre su mano y entre sus cuerpos, no aguantó mucho después de eso empujó una última vez quedándose sin aliento y terminando parte de su simiente dentro del rubio y parte fuera pues como un impulso intentó retirarse antes del final.

La verdad era que ambos jóvenes se sentían un tanto desconcertados, también satisfechos, pero a pesar del placer logrado no terminaban de explicarse cómo sentirse pero pudieron entenderse mejor cuando sus miradas se encontraron de nuevo  y sin aguardar se dieron un tierno beso en los labios.

— ¿Qué te ha parecido, estar con un chico?—preguntó suavemente el de cabellos verdes.

—Me ha gustado—respondió sin mirarlo y ruborizado.

—Me alegra—le dijo sonriendo—Te amo Hyoga, y amo ser el primero.

Sin esperar el de Cisne se acurrucó a su lado, dejándose llevar ambos por la dicha.

 

*******

 

Isaac no dejaba de hacer planes, amaba a Hyoga y sabía lo que quería hacer, pero iba a necesitar ayuda pues se trataba de una fiesta sorpresa para cuando regresara el de ojos azules, quería que sus amigos estuvieran ahí para festejar cuando él…iba a hacerlo, era el momento, sería único y especial, tal y como lo merecía Hyoga.

— ¿Tienen todo, no les falta nada?—preguntaba el de Kraken viendo que los invitados acomodaban y arreglaban el lugar.

—Todo está bien, nos encargaremos—decía su lindo amigo Sorrento.

— ¿A qué hora llega Hyoga?—preguntaba el castaño Bian.

—Voy a ir por él al aeropuerto, su vuelo llega en…—consultó el reloj—En una hora más o menos, espero que no haya contratiempos.

—Estaremos listos—agregaba tranquilizador un joven de cabellos rosas, Eo—Hyoga va a disfrutar de su fiesta.

Sus demás amigos Kanon, Krishna, Kasa, Julián y la rubia Tetis se hacían cargo de arreglar y adornar el lugar mientras que la comida y bebida se encomendó a los mejores amigos de Hyoga, o sea Seiya, Shiryu, Shun, Ikki, además de Nachi, Ban Geki, Ichi, Jabú, sin olvidar a sus amigas Esmeralda, Shaina, Shunrei, June y Saori porque el de cabellos dorados tenía bastantes más amigos que él, pero lo aceptaban con facilidad pues estimaban al de Cisne y sabían que era feliz con él.

—Es mejor que te vayas—le dijo con seguridad el de cabellos azules Julián—Tendremos todo listo para cuando lleguen.

—Está bien, solo veré algo.

Sin esperar por más ni ver las miradas que compartían los otros se fue a su recámara, tomó el pequeño estuche de terciopelo que había adquirido con forma de cisne y revisó el interior, una sencilla sortija de oro blanco brillaba en el interior, estaba listo, iba a proponerle matrimonio a Hyoga y quería que fuera perfecto para él y por eso quería a sus amigos ahí, para compartir su dicha.

— ¿Estás listo entonces?—le preguntó el castaño Seiya antes de que saliera.

—Si—dijo con suavidad.

—Ve por tu novio de una buena vez—le dijo el de cabellos azules y ojos verdes, Kanon—Tendremos todo listo para tu propuesta.

—Llámanos antes de llegar—le pedía la rubia Tetis—Los esperamos.

—Lo haré.

No podía esperar más.

Dejó a los demás en el lugar, sabía que todo estaría listo cuando llegaran, así que se puso en camino, eligió pedir un taxi pues no pensaba que su motocicleta fuera lo mejor en ese momento, como no había tránsito tardó menos de media hora en llegar al aeropuerto y se llevó una enorme sorpresa cuando supo que el vuelo había arribado diez minutos atrás. Corrió a la sala y no tardó en ver a su rubio compañero quien estaba recogiendo su equipaje pero parecía moverse un poco extraño.

—Hyoga

Estaba a su lado con velocidad pero apenas verlo supo que no estaba bien.

—Hyoga—lo llamó preocupado.

—Isaac—decía tratando de sonreír—No sé qué me pasa, me duele la cabeza y el cuerpo, creo que estoy resfriado.

El joven se veía mal, parecía estar con un fuerte resfriado pero resultó que era algo más, se escuchaba un poco mal por teléfono pero supuso que era melancolía por la separación, pero no se trataba de eso. Los síntomas se iban revelando con mucha velocidad, se sentía mal al abordar pero ya estaba enfermo a su llegada, tenía fiebre, escalofríos, dolores musculares, tos, congestión, secreción nasal, dolor de cabeza y fatiga., si no bastaba llevaba una bolsa del avión, de las que dan a los pasajeros cuando tienen mal de movimiento y vomitan. Y ya la había usado un par de veces durante el vuelo.

—Vamos a casa—dijo el de cabellos verdes tomando su equipaje.

Salieron juntos y el de mirada ámbar instaló a su compañero en el interior del taxi pero al estar metiendo la maleta en la cajuela recordó que los estaban esperando, no había manera que festejaran en el estado que se encontraba el de ojos azules, había que interrumpir el plan. Llamó con velocidad sin perder de vista al de cabellos dorados que no parecía mantenerse sentado con la espalda recta siquiera.

¿Qué tal Isaac?—le respondía Kanon— ¿Ya llegó? ¿Ya vienen para acá?

—Escúchame por favor Kanon, no podemos hacer lo que planeamos, diles a los demás que les agradezco pero no dejen nada a la vista.

— ¿Qué sucede?

—Hyoga está muy enfermo, no puedo ni mantenerse bien en pie, creo que es influenza.

—Lo siento, le diré a los demás.

—Estaremos en unos veinte minutos ahí.

—Nos las arreglaremos—le aseguró.

La llamada se terminó y el vehículo se puso en marcha, de hecho no tardaron en llegar, el de Kraken esperaba que toparan con todas las señales de alto y ni siquiera tuvieron una, sin tránsito todo fue veloz y al llegar a su destino dolo esperaba que hubieran logrado despejar el lugar. Sabía que su compañero se sentiría peor por arruinar la fiesta, era mejor que no supiera nada.

—Bueno, llegamos—decía el de mirada ámbar cruzando los dedos para que todo saliera bien.

Al entrar descubrió que no había señales de nada, como si no hubieran planeado una fiesta, eran buenas noticias.

— ¿Quieres ir a descansar a…?

Hyoga no pudo llegar más lejos que el sofá, apenas estuvo cerca se dejó caer rendido sobre los cojines, de verdad se sentía mal, resignado su compañero fue a la recámara por una manta y al abrir la puerta casi saltó de la sorpresa.

— ¿Qué hacen todos aquí?—preguntó en voz baja al encontrarse con la fiesta sorpresa comprimida pues todo estaba en su recámara, incluyendo a los invitados.

—No nos diste mucho tiempo—le lanzó Bian—Apenas si quitamos los adornos, íbamos a irnos cuando divisamos su taxi, no había para donde correr.

—Esto no es posible—se quejaba.

Realmente a nadie le parecía posible pero ahí estaban.

— ¿Cómo está Hyoga?—le preguntó el joven de cabellos negros, Shiryu.

—Se siente muy mal, cayó rendido al sofá, vine por una manta para él.

Con un poco de cooperación y varias manos se la pasaron, acordando que era mejor irse, en cuanto no pudieran llamar la atención.

Isaac volvió al lado de su compañero y lo cubrió con la manta, se veía que tenía fiebre por el rubor en su rostro pero también parecía dormido, era un buen momento y cuidando de no hacer ruido les hizo señales a los demás para que salieran de su escondite y pudieran marcharse casi caminando sobre la punta de sus pies, le iban haciendo señales de adiós y que lamentaban lo ocurrido, además con señales también le pedían que llamara para decirles como estaba el rubio. Cuando no quedó nadie se dedicó por completo a su pareja, que no dejó de sentirse mal por las horas siguientes.

Ya era de noche cuando Hyoga pudo abrir los ojos, aún estaba mal, en definitiva, tenía los ojos enrojecidos, su cabello estaba completamente revuelto, su nariz roja y la boca seca, toda su expresión era en definitiva terrible.

—Isaac—lo llamó débilmente.

—Aquí estoy Hyoga, estoy contigo ¿Cómo te sientes?—le preguntaba preocupado tomando su mano.

—Me siento mejor—mintió buscando sonreír.

—Me alegra.

Lo miraba sin perder una sola señal de ese joven, de todo lo que lo hacía feliz, de lo que amaba, de lo que lo complementaba a él, se veía fatal y nadie hubiera creído que era el mismo chico que deslumbraba con su aspecto de cisne pero al de Kraken nada le importaba, lo supo en un latido de su corazón, era el momento perfecto.

—Hyoga—le dijo con suavidad sin soltar su mano y acariciando su cabello dorado—Te amo, eres lo que más amo en este mundo.

—También te amo—logró decirle con ternura.

— ¿Te casarías conmigo?

Al preguntarle le ofreció la sortija que llevaba con él y a pesar de la enfermedad vio como ese rostro brillaba de dicha.

—Sí.

Fue una sola palabra, dicha con fatiga por la fiebre y la enfermedad pero aun así ambos jóvenes supieron que su felicidad era completa, que estarían juntos, que así era como debía de ser.

Hyoga no tardó en volver a dormirse pero con su sortija de compromiso en su dedo anular y un sonriente Isaac sentía que no podía ser más feliz, tenía al hombre al que amaba en su vida, y era un perfecto cisne en su belleza, sin importar como se viera en ese instante le parecía que jamás lo había visto antes tan hermoso.

 

 

FIN

 

 

Notas finales:

Deseo que fuera de su agrado.

Nos leemos.

Atte. Zion no Bara

 


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