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Infidelidad por zion no bara

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Notas del fanfic:

Es una historia corta.

Dedicada a Shun_ElMasBello quien amablemente lee lo que escribo y me sugirió las parejas, espero que te guste.

También esta dedicada a SweetNightmare, espero que no te moleste que utilizara el mismo título de tu trabajo, ojala y te guste.

 

Afrodita se despertó temprano, eran las siete de la mañana, tenía varias cosas que hacer antes de irse a su trabajo así que se apresuro a hacerlas, primero que nada alistar todo lo que tenía que ver con su esposo, Milo, quien seguía durmiendo, se apuro a ver que el baño estuviera listo, la ropa arreglada, limpió la casa, después de eso se metió a bañar, fue tan solo un regaderazo rápido, cuando termino le habló a su esposo.

--Ya levántate Milo o se te hará tarde.

Vio que el otro tan solo se estiraba y se revolvía en las sábanas.

--Milo, levántate, ya esta el baño.

--Esta bien.

Vio como se levanto y fue al baño, mientras que eso pasaba se apuró a arreglar la recámara, entonces empezó a vestirse, cuando Milo terminó de bañarse y se empezó a vestir, él fue a la cocina y empezó a hacer el desayuno, lo tuvo listo para cuando su esposo se presento en el la mesa de la cocina.

--Buenos días—dijo Afrodita al ver entrar a su esposo.

--Buenos días—respondió.

Pero fue todo lo que le dijo pues de inmediato tomó el periódico y se puso a leerlo mientras tomaba el desayuno, Afrodita aún tenía cosas que hacer y se dispuso a llevarlas a cabo, así que cuando se sentó a la mesa Milo ya casi terminaba.

--Milo ¿tiene mucho trabajo?

--Estamos apurados.

--Me gustaría que fuéramos a cenar a algún sitio ¿Qué te parece?

--No puedo, ya te dije que estamos apurados.

--Bueno, tal vez la semana que entra—por decir algo más y cambiar la conversación Afrodita quiso decirle sobre su trabajo—Tenemos una cuenta importante entre manos, para cerrar la fusión de las compañías, dicen que tal vez se haga antes.

Pero Milo seguía detrás del periódico.

--Tal vez deba adelantar mi viaje Milo.

--Si.

--¿No te gustaría venir conmigo? Te vendrían bien unos días de descanso.

--No tengo tiempo para eso Afrodita—vio su reloj—Ya se me hace tarde.

Se puso de pie y se alisto en un par de minutos para irse.

--Ya me voy—dijo desde la puerta sin acercarse a él, simplemente saliendo.

--Que te vaya bien—alcanzó a decir Afrodita antes de escuchar que la puerta se cerraba, se quedo sentado un poco más tomando el desayuno a solas.

Desde hacía un tiempo ese comportamiento era habitual, Milo y él no conversaban mucho ni pasaban tiempo juntos, él trataba de que hicieran cosas juntos, aunque fueran sencillas pero Milo siempre estaba ocupado o muy cansado para brindarle tiempo, trataba de que eso no lo desanimara y se decía a si mismo que ambos trabajaban muy duro y que era comprensible pero la verdad ese comportamiento lo estaba haciendo sentirse marginado de la vida de su esposo. Prefirió no dedicarle mucho de su atención a sus inquietudes y se decidió por terminar de arreglarse y marcharse a su trabajo.

Afrodita trabajaba en una importante compañía de publicidad a nivel estatal que en esos momentos estaba buscando ampliarse y para eso habían logrado cerrar un excelente contrato con otra de mayor nivel nacional con lo cual ellos podrían ser más competitivos, él era muy bueno en su trabajo, tanto que se le había pedido que se conociera con parte del nuevo personal en sus oficinas centrales para ver que las negociaciones se cerraran satisfactoriamente.

--Hola Afrodita—lo saludo Death Mask, quien trabajaba en finanzas—Buenos días.

--Buenos días ¿Qué haces por aquí?

--Solo pase a saludarte.

--¿Y?

--Decirte que se va a adelantar tu viaje.

--¿Estás seguro?

--Si, parece que los nuevos altos mandos quieren iniciar la reestructuración cuanto antes para dar los espacios de su nuevo personal.

--¿Sabes cuando tendré que ir?

--Si no me equivoco mañana mismo.

--Vaya que tienen prisa.

--Debes estar listo.

--Lo estaré.

El resto del día tan solo le confirmaron que tendría que irse al día siguiente, así que le dejaron la tarde libre para que pusiera en orden sus últimos detalles y se fuera a la mañana siguiente, acepto y se fue a su casa. Una vez que llegó arregló su maleta y mientras lo hacia tuvo una idea: ya que no se vería con su esposo por unos días le haría una cena especial, a manera de despedida. Se sintió bien y dispuesto mientras preparaba las cosas y tenía en orden el comedor, ya que estarían separados un tiempo quería que fuera especial, se decidió por arreglar la mesa a manera de una cena romántica, buscó un traje color vino y se arreglo con cuidado, vio la hora, Milo no debía tardar, se apuro y tuvo todo listo a tiempo, encendió las velas y vio el reloj por última vez, su esposo no tardaría en pasar por la puerta.

Milo llegó a su casa y procuro no hacer ruido, estaba cansado, cuando pasó por el comedor vio que Afrodita estaba ahí.

--¿Aún estás de pie? Lo siento debí llamarte y decirte que llegaría tarde, no te preocupes, ya cené.

Pero no recibió respuesta. Entonces vio la mesa preparada y las velas que se habían consumido por completo, además de que su esposo estaba bien arreglado.

--¿Teníamos algún compromiso?—preguntó Milo un poco desconcertado—Lo siento, no me acorde.

--No importa—dijo Afrodita—Solo es que me voy mañana para cerrar el contrato y como no estaré por un par de días quise que cenáramos juntos.

--Perdona.

--No importa, ya es tarde, mejor vamos a descansar.

--Vaya que lo necesito, estoy exhausto.

Los dos se fueron a la recamara y se cambiaron, mientras Afrodita se desvestía vio que Milo se quedaba a su lado haciendo lo mismo sin prestarle mucha atención, parecía que esos días en los que al verlo desvestirse no podía dejar de mirarlo habían quedado atrás. Se metieron a la cama y se dispusieron a dormir, al menos Milo, pues Afrodita había planeado que después de la cena fueran románticos. Se acerco a Milo y acarició su pecho, entonces empezó a besarlo en el cuello pero su esposo apenas si le dijo algo con voz adormilada.

--Afro…

--¿Si?

--Tengo sueño.

--Oh…bien, que descanses.

Vio como se giraba hacia el lado opuesto y el de ojos celestes le dio un beso en la mejilla como lo hacia todas las noches desde que se casaran, se recostó mirando hacia el techo por un buen rato antes de dormirse.

A la mañana siguiente hizo todas esas cosas que hacia por las mañanas hasta que se esposo salió, como siempre, diciendo desde la puerta que ya se iba. Entonces se alisto para irse al aeropuerto y tomar su vuelo, contaba con que el viaje no fuera pesado y que las cosas salieran bien.

Llegó a su destino, el vuelo estuvo bien, no tuvo contratiempos mayores y se sentía dispuesto a llevar a cabo su labor, claro que primero quería llegar a su hotel y descansar un poco, tenía tiempo, así que en cuanto entró a la alcoba se durmió. Despertó a tiempo y se dio un baño, se arregló y tomó un taxi para llegar al lugar acordado. Quedo frente a un gran edificio, le dio su nombre a la recepcionista y le pidieron que esperara un momento, después le indicaron que lo esperaban y que podía pasar, finalmente llegó a las oficinas en la que un grupo de personas ya estaba listo para negociar con él los últimos detalles sobre la unión de las firmas, así que en realidad no les llevo mucho tiempo pues ambas partes estaban en la mejor disposición de que la transacción se llevara a cabo, no tardaron más de un par de horas en terminar con el acuerdo, tras lo cual se estrecharon las manos y se despidieron.

Afrodita dejo la oficina y de inmediato llamó a su trabajo para decirles que todo había salido bien y que les enviaría una copia por fax, colgó y al dar vuelta se encontró con uno de los hombres con los que acababa de conversar.

--Lo hiciste bien—le dijo con una leve sonrisa.

--Gracias ¿Shura?

--Así es.

--No podía echarlo a perder, esta alianza nos conviene mucho.

--También a nosotros, hemos visto su trabajo, son muy buenos.

--Podrías decirme si hay algún fax público cerca, necesito enviar esto.

--Puedes usar el mío.

--¿Enserio? Gracias.

--Vamos.

Lo guió a su oficina y mientras esperaban que los documentos llegaran a su destino se quedaron conversando un poco más.

--Es una pena que debas regresar tan pronto Afrodita.

--Lo se pero así es el trabajo.

--¿A que hora sale tu vuelo?

--Mañana temprano.

--Así que tienes unas horas.

--Pues…si.

--¿No te gustaría conocer un poco de la ciudad?

--No se…bueno ¿Qué más da? ¿Qué hay de interesante por aquí?

--Ya lo veras.

Por las siguientes horas Afrodita fue guiado por Shura por los alrededores de la ciudad, lo llevo a diferentes sitios y le explicaba todo lo que sabía, además comieron agradablemente y se la pasaron conversando. El de cabello celeste se sentía bien de poder pasar el tiempo de manera tan entretenida, mientras que su acompañante se veía muy atento a todo lo que él decía, de verdad pasaron momentos muy agradables en compañía del otro, hasta que llego el momento de separarse pues Afrodita tenía que descansar para marcharse al día siguiente.

--Entonces me parece que aquí te dejo—le dijo Shura al llegar a su hotel.

--Así es, en verdad la pase bien Shura.

--Que bueno, eres muy agradable ¿te lo habían dicho?

--A veces, de todas formas gracias.

--De nada.

Antes de bajar del automóvil, Shura acarició levemente el rostro del otro joven, quien solo se quedo quieto por la caricia, entonces sintió que se acercaba un poco más y le daba un suave beso en los labios.

--Buenas noches Afrodita.

--Buenas noches Shura.

Solo entonces bajo del auto y entró al hotel, no quiso hacerse demasiadas ideas por ese beso pero siendo honesto consigo mismo le había gustado, claro que también sentía que no debió suceder pero, después de todo, no era algo que fuera a suceder de nuevo, con eso en mente se fue a dormir para regresar al día siguiente a su vida cotidiana.

Los días siguientes fueron como siempre, nada fuera de lo común en casa en donde parecía que la monotonía era quien reinaba, mientras que en el trabajo todos estaban atentos al menor indicio de los cambios que iba a haber con la nueva administración, algo que tenía un poco nerviosos a todos pues no sabían como serían las nuevas personas en integrarse a su trabajo, pero las dudas quedaron despejadas un día. Su jefe llamó a varios a su oficina, entre ellos a Afrodita.

--Buenos días a todos—los saludo el jefe—Quiero que conozcan a alguien, desde ahora estará con nosotros como coordinador en jefe.

--Hola, buenos días a todos, mi nombre es Shura, espero que todos cooperemos para hacer un buen trabajo.

Así que ahora trabajarían juntos, Afrodita se sintió un poco inquieto pues después del beso pensó que no lo volvería a ver pero, después de todo, siempre podría aclarar las cosas y que el otro no se quedara con una idea errónea de él, todo eso lo pensaba mientras que el de cabello negro terminaba de hablarles.

--Es todo, gracias, pueden retirarse—les dijo el jefe y así lo hicieron.

Mientras que los demás comentaban lo que les parecía el nuevo coordinador, Afrodita se preguntaba cual sería el mejor momento para poder hablar con el otro. Casi para finalizar el día, los dos coincidieron en el ascensor para ir al estacionamiento, no iba nadie más.

--Hola—le dijo Shura con una sonrisa.

--Hola.

--Me da gusto verte de nuevo.

--Gracias.

--Ya que vamos a vernos me preguntaba si te gustaría salir alguna noche a tomar algo, la otra vez la pase muy bien contigo.

--Shura, tienes que saber algo.

--¿Qué cosa?

--Estoy casado.

El de ojos oscuros lo miro fijamente.

--Lo lamento—continuó el de cabello celeste—Debes tener una muy mala opinión de mi ahora por lo del beso pero  te aseguro que no actúo de esa manera, no se que me paso esa noche, lo siento.

--No, no, discúlpame tú, no sabía de tu situación, perdona, nunca fue mi intención faltarte al respeto, prometo que solo te trataré como a un buen compañero de trabajo.

--Lo mismo digo, que bueno que lo aclaramos.

--Buenas noches entonces.

--Buenas noches.

Los dos se despidieron y fueron a sus respectivos automóviles dispuestos a seguir cada uno con su vida.

Todo estaba en orden, al menos eso parecía, para Afrodita resulto algo bueno el cambio en su trabajo pues lo mantenía ocupado y no le dejaba pensar mucho en la situación en su matrimonio que cada vez parecía más serlo solo de nombre, simplemente en los días que pasaban era como si Milo y él no tuvieran nada que decirse, casi no hablaban, su esposo siempre estaba cansado, nunca salían juntos, por las noches apenas si hablaban y su vida sexual apenas si contaba pues cuando lograban intimar era como si Milo solo pensara en él, dejando a un frustrado Afrodita que no sabía que hacer.

Además estaba la cuestión de Shura. No era que el de cabello negro hubiera tratado de hacer algo más de lo que habían acordado pero como ellos tenían que pasar bastante tiempo juntos era difícil no darse cuenta que se entendían muy bien, siempre tenían algo de que hablar más allá del trabajo y parecía que se comprendían muy bien, ciertamente que el ambiente de camaradería entre los dos era bastante alentado por Shura, quien siempre se mostraba atento hacia el de ojos claros y, aunque no quisiera admitirlo, eso lo halagaba.

Pero Afrodita se sentía un tanto intranquilo con su situación, se había dado cuenta de que le estaba gustando Shura, más de lo que debería, era un hombre casado, no debía actuar de esa forma pero la verdad no podía evitarlo. Y todo iba a empeorar.

En esos días Milo se preparaba para hacer un viaje por parte de su trabajo, no era algo inusual pero Afrodita se sentía un poco extraño por saber que se iba, le había preguntado a su esposo si podía acompañarlo pero el otro le dijo que iba a estar trabajando, que no iba a tener tiempo.

--Ya esta tu maleta—le dijo el de cabello celeste.

--Gracias—respondió mientras revisaba unos documentos.

--Me gustaría poder ir.

--Ya lo discutimos, no tendré tiempo para nada y te la pasarías encerrado en el hotel, es mejor así.

--Si, es mejor.

--Creo que llevo todo, no falta nada.

--¿Vas a extrañarme?

--Son solo unos días, no exageres.

--Yo te extrañare.

--Pues…

En eso sonó el teléfono, Afrodita contesto.

--¿Bueno?

--Con Milo por favor.

El joven frunció el ceño, esa voz no le era desconocida.

--Es para ti—dijo extendiendo la bocina para que su esposo la tomara.

--¿Hola?

Milo también la reconoció pues se quedo mirando fijamente a su pareja, el diálogo fue corto, muy corto.

--¿Qué quería ese Milo?

--Solo confirmaba la salida.

--¿Va a ir?

--No, no irá.

--No me mientas.

--No te estoy mintiendo ¿de acuerdo?

--Confío en ti ¿lo sabes?

--Lo se, eso ya paso.

Afrodita no respondió pero se acerco a su esposo y lo abrazó, quedándose muy quieto contra él.

--Confío en ti Milo, se que eso ya paso, perdóname.

--No importa.

Al estar tan cerca Afrodita levantó su rostro y pasó sus brazos por el cuello del de ojos verdes y se le acerco más para besarlo en los labios, fue un beso lento y pausado, con agrado se vio correspondido en la sutil caricia, entonces deslizo sus brazos alrededor de la espalda de su compañero quien parecía estar disfrutando de la situación, no falto mucho para que ambos estuvieran sobre la cama y siguieran acariciándose, solo entonces el de cabellera celeste se sintió más animado a seguir y metió sus manos por debajo de la camisa de su compañero mientras que este deslizó una de las suyas en su entrepierna, las cosas iban muy bien hasta ese punto pero en ese momento el teléfono empezó a sonar. Milo comenzó a separase pero Afrodita no lo dejo.

--Déjalo que suene—le pidió en un murmullo contra sus labios.

--Puede ser de la oficina—dijo separándose.

--Pero…

Sin embargo no pudo decir más pues su esposo ya tenía el teléfono en la mano y por la forma en la que iba la conversación supuso que era el jefe del de ojos verdes, se quedo sobre la cama, esperando un poco más, hasta que se convenció que esa charla sería larga y al final se metió bajo las sábanas, escuchando aún como Milo hablaba hasta que se quedo dormido.

Trató de centrarse en su trabajo en los días siguientes pero la situación en su matrimonio lo estaba preocupando un poco, trataba de acercarse a su esposo, de que hablaran, de intimar pero nada parecía dar resultado, quería confiar en Milo pero sentía cierta preocupación por ese viaje. Y Shura siempre estaba cerca, parecía que se había hecho un experto en leer sus estados de ánimo pues cierta mañana lo vio tan solo un instante y supo que estaba más decaído de lo habitual.

--Buenos días—lo saludo amablemente el hispano.

--Buenos días.

--Toma.

Le extendió un vaso que contenía chocolate caliente, que por cierto le gustaba bastante.

--Gracias.

--No tienes nada que agradecer Afrodita ¿estás bien?

--¿Por qué me preguntas?

--Es que te ves un poco decaído, no quiero entrometerme, solo es que pareces un poco preocupado por algo ¿todo bien?

--Si, todo esta bien, no te preocupes.

Se pusieron a trabajar en las primeras horas pero a pesar de que trataba de no pensar en ello le seguía dando vueltas a la cuestión del viaje de Milo y Shura no dejo de darse cuenta que algo estaba mal con el sueco, lo cual le preocupaba bastante. Unas horas después, ya en la noche, la mayoría se había retirado a descansar pero como el de ojos celestes había dicho que no le importaba trabajar más, el de cabello negro no quiso dejarlo solo y se quedo a su lado, de tal manera que estaban los dos entretenidos en su labor, hasta que Afrodita sintió que tenía que hacer algo para quitarse la inquietud que sentía por su esposo.

--¿Me disculpas un momento Shura?—dijo de pronto.

--Por supuesto.

Salió de la oficina y marcó el número de teléfono de Milo, esperando escucharlo.

--“No estoy desconfiando, no estoy desconfiando”—se decía a si mismo—“Solo quiero saber como esta”.

--¿Si, diga?—se escucho del otro lado de la línea.

Pero no era Milo y reconoció la voz, era él y había ido al viaje aunque le había asegurado que no era así y ahora contestaba el teléfono de su esposo, colgó de inmediato sin decir nada y se quedo unos momentos mas tratando de calmarse pero no había manera de hacerlo, después de unos minutos regreso a la oficina de Shura y este lo vio entrar, pero en cuanto lo hizo supo que algo le sucedía al otro joven.

--¿Te sientes bien Afrodita?

--Si.

--¿Qué pasa?

--Nada.

Pero Shura no le creyó, se acerco a su lado y lo hizo que soltara lo que tenía en las manos para llevarlo al sofá, tan solo se sentó a su lado y lo miró por unos momentos.

--No se que este pasando Afrodita pero quiero que sepas que cuentas conmigo para lo que sea.

--Gracias.

--Ya es tarde, mejor descansamos, seguimos mañana.

--Si, creo que mejor voy a descansar.

Pero seguía decaído y algo en esa expresión hizo que el corazón del hispano se estremeciera y sin poderlo evitar se acerco un poco más al sueco, aparto un mechón que caía sobre su rostro y lo beso suavemente en los labios pero se separo de inmediato.

--Discúlpame Afrodita, no me pude contener.

Estaba siendo honesto con esas palabras pero en ese momento el de ojos celestes los clavo en él con intensidad y extendió su mano para acariciar su rostro.

--Afrodita…

El de cabello negro giro un poco su rostro y beso esa mano que lo acariciaba, casi al mismo tiempo la sujeto y la frotó contra él, el otro vio ese gesto de deseo y no pudo contenerse, paso sus brazos por el cuello del ibérico y lo beso con fuerza y se vio correspondido de inmediato, unas manos comenzaron a recorrer su cuerpo con ansias, podía sentir como despertaba la pasión en el otro por tenerlo entre sus brazos, la manera tan demandante en que tomaba sus labios, como no parecía tener suficiente de él y de inmediato buscaba algo más y no se negó a dárselo.

Shura había querido sentir al menos una vez más a Afrodita, por lo mismo no se tomó con calma el poder hacerlo suyo al sentir la oportunidad, así que lo estrecho contra él para poder sentirlo y que el sueco sintiera lo que despertaba en él, le abrió la camisa sin contratiempos y comenzó a besarlo con deseo desde el cuello para después saborear su pecho y deleitarse con sus pezones y bajar un poco más hasta su abdomen, cuando escucho como gemía el de ojos celestes se apresuro a desabrochar sus pantalones y en un par de movimientos se los saco junto con la ropa interior, no vaciló en tomar el erecto miembro que tenía frente a sus ojos por completo en su boca y se dedico de inmediato a disfrutarlo y haciendo lo que estuviera a su alcance para que el otro joven también lo disfrutara, supo que así era porque Afrodita se curvaba y movía sus caderas pidiéndole que siguiera, no tardo mucho en sentir que terminaría y solo por eso se detuvo, sin embargo fueron tan solo unos instantes porque no pensaba dejar las cosas en ese punto, se quito la camisa quedando solo en camiseta y se desabrocho los pantalones, al verlo, Afrodita se dio vuelta y quedó recargado contra el sofá, abriendo sus piernas y dándole a entender al otro que era lo que quería, no tardo en sentir a Shura a su espalda, besando su oreja, su cuello, su espalda, mientras que sus manos acariciaban de manera posesiva y demandante su trasero, fue cuestión de un instante para que sintiera que algo más se frotaba contra él y quería que entrara de inmediato pero el ibérico se tomó unos momentos para ensalivar uno de sus dedos y meterlo en su cuerpo para dilatarlo, sin poderse controlar, el sueco comenzó a mover sus caderas haciendo que el dígito entrara y saliera de su interior, unos momentos después Shura metió otro y el de cabellera celeste siguió haciendo lo mismo, entonces el de cabello negro escupió tanta saliva como pudo en su mano y con ella se lubrico el miembro, un instante después separó con sus manos el trasero de Afrodita y comenzó a penetrarlo, fue un solo movimiento sin apresurarse, los dos jadeaban y trataban de controlarse un poco pero eso solo fue hasta que el hispano estuvo completamente dentro del joven porque ambos comenzaron a moverse de inmediato, buscando sentir lo más que pudieran al otro, en un principio fue solo un vaivén apasionado pero pronto fue algo más, los dos lograron un ritmo frenético y gritaban al mismo tiempo palabras sin sentido que rápidamente los estaban orillando al límite de sus sentidos, Shura más bien por instinto llevó una mano al miembro de Afrodita y empezó a frotarlo de la misma demandante manera que lo estaba embistiendo, solo unos momentos después ambos gritaban con fuerza al alcanzar su orgasmo, Afrodita se quedo sin fuerzas mientras Shura lo sujetaba contra él estrechamente, se quedaron aún gimiendo un poco al sentir los últimos espasmos de su eyaculación, buscando respirar normalmente, durante los primeros momentos ninguno de los dos pudo decir nada, el sueco sintió como el otro hombre se retiraba suavemente de su cuerpo pero no dejaba de abrazarlo y acariciarlo, poco después sintió como besaba tiernamente su cabello.

--¿Estás bien Afrodita?—le pregunto a media voz.

--Si—le respondió pero sin verlo.

Solo entonces, una vez que estuvieron más calmados, Afrodita se dio cuenta de lo que había hecho, siguió sin ver a Shura directamente, tan solo busco aprisa su ropa y empezó a vestirse a toda prisa, logró distinguir que el otro hacia lo mismo pues sus pantalones habían quedado en sus tobillos. Iba abrochando su camisa pero se sentía confundido y no lo estaba haciendo bien, unas manos detuvieron las suyas y comenzaron a abotonar la prenda pero ni aún así se animaba a mirar al otro hombre.

--Listo—escucho.

--Gracias.

Se dio vuelta para irse pero el ibérico lo detuvo.

--Afrodita, por favor, no me odies.

Ese comentario lo sorprendió, por lo que volteó y se le quedo mirando, el rostro del otro hombre se veía preocupado aunque había una sombra de satisfacción en sus ojos.

--Me encanto estar contigo—dijo Shura—Pero te pido que no me odies, se que estás casado, que no eres libre pero no pude contenerme, te pido que no me detestes, por favor.

--No te odio Shura—respondió Afrodita—Pero debo irme.

--Bien.

Fue todo lo que escucho el sueco porque de inmediato salió de la oficina y no se detuvo hasta que llegó a su casa, una vez dentro se desvistió y se dio un baño pero no pudo sentirse mejor una vez que estaba bajo las sábanas, sabía bien lo que acababa de hacer, había engañado a Milo con Shura y le había gustado sentirse entre los brazos del otro hombre.

Al día siguiente Afrodita despertó con una doble determinación, la primera era hablar con Shura, así que se dirigió a su oficina y llamó quedamente.

--Adelante—escucho.

Entro y vio que Shura también parecía preocupado, sin duda había tenido una noche similar a la suya.

--Tenemos que hablar Shura, de lo de ayer.

--Siéntate, por favor.

Se sentaron en el sofá pero no se miraban de frente, al menos el sueco no podía ni mirar al otro.

--Shura, lo que tengo que decirte es…Shura, yo estoy casado, no debí actuar como lo hice, pero lo de ayer no volverá a pasar, yo no puedo arruinar mi matrimonio.

--Afrodita…--Lo siento si malentendiste, perdóname, no debí dejar que pasara.

--No tienes que pedirme perdón, yo sabía que no eras libre, debí detenerme, por favor, créeme, no pude detenerme, cuando te sentí tan cerca, yo…

--Entiendo, te entiendo.

--Pero debo decirte que me sentí muy bien de estar contigo.

--Shura…

--Pero respetaré tu decisión, no me acercare de nuevo a ti.

--Gracias.

Se levanto y fue a la puerta, salió sin decir más pero Shura lo vio con melancolía al marcharse.

Afrodita emprendió el camino al aeropuerto, había pedido permiso para no estar ese día pues su esposo regresaba y deseaba recogerlo, estaba un poco asustado de lo que pasaría pero había concluido que tenía que decirle la verdad a Milo, que lo había engañado y solo esperaba que el otro pudiera perdonarlo, se sintió sumamente nervioso cuando escucho que el vuelo había llegado pero espero con tanta tranquilidad como pudo mientras llegaban los pasajeros y eran recibidos, entonces vio a Milo, de inmediato camino hacia él pero en ese preciso instante se dio cuenta de que iba hablando con alguien, era él, de nuevo él.

--Milo—dijo a media voz.

Los otros dos dejaron de hablar y lo vieron, caminaron hacia donde estaba el sueco, Milo se quedo a su lado y se despidió del otro.

--Nos vemos después Milo.

--Hasta luego Camus.

Pasaron unos momentos sin decirse nada.

--¿Por qué viniste Afrodita?—preguntó Milo.

--Tenemos que hablar.

--No aquí.

Salieron del aeropuerto y fueron a su casa, hicieron el camino en silencio pero se podía sentir la tensión en el ambiente. Una vez que cruzaron la puerta, el sueco sabía que tenía que decirle lo que sucedió, no podía aplazarlo.

--Milo yo…

--¿Acaso me espías?

--No, tengo que decirte…

--No paso nada entre Camus y yo.

--Milo…

--Te dije que eso se acabo pero es obvio que no me crees, no te dije que también iba al viaje justamente para evitar que te sintieras celoso pero no es posible.

--Déjame hablar.

--No quiero escucharlo, cometí un error, de acuerdo, pero te dije que se acabo y tú no me crees.

--Si…

--No, no quiero reproches, fue por eso que no te dije nada, sea lo que sea no voy a oír reproches, nada pasa entre nosotros, no hay nada entre Camus y yo, espero que te lo grabes.

Y sin decir más Milo tomó su maleta y se fue a la recámara, dejando a Afrodita sin poder decirle lo que había pasado con Shura, el sueco fue a la sala y se quedo quieto tratando de pensar pero se dio cuenta que no valía la pena tratar de hablar con Milo, así que lo mejor era no decir nada de lo sucedido en su ausencia ¿Para qué? No valía la pena.

En los días siguientes ambos guardaban silencio, Afrodita no decía ni una palabra sobre el viaje y Milo suponía que era porque ya estaba más tranquilo todo entre los dos pero simplemente todo continuaba de la misma manera en que había estado durante los días anteriores al viaje, apenas hablando, sin tocarse; en un principio el sueco había tratado de reconciliarse pero a pesar de sus esfuerzos no veía la manera en que Milo y él se entendieran.

Por otra parte, había evitado tanto como podía estar cerca de Shura, después de ese encuentro en su oficina no quería volver a estar a solas con él, a lo que el ibérico correspondía mostrándose respetuoso y solo hablándole por cuestiones de su trabajo, aunque, sin que el de ojos celestes lo supiera, en realidad se mantenía muy atento a él y a todo lo que le concernía, por lo que podía ver que aún estaba decaído por algo.

Sin embargo Afrodita, un día revisando la correspondencia, se había encontrado con una nota de una joyería, estaba a nombre de Milo, no tenía idea de que podría tratarse pero en los próximos días era su cumpleaños, ante lo cual se ilusiono bastante creyendo que se trataría de un obsequio para él, por lo que se mostraba paciente y también un poco curioso tratando de adivinar que le regalaría su esposo, y así pasaron unos días hasta la mañana de su cumpleaños, en la cual se levanto animado, hizo todo lo que hacia normalmente un poco más aprisa para poder estar con Milo en el desayuno, los dos estaban sentados en silencio pero Afrodita lo miraba esperando pacientemente, tanto como pudo pero no resistió más.

--Milo.

--¿Si?

--Bueno, tú sabes, ¿a que hora me lo darás?

--¿Qué cosa?

Y Milo preguntaba verdaderamente sin saber de que le hablaba.

--No finjas, perdona por arruinar la sorpresa pero ya quiero verlo.

--Afrodita ¿de que hablas?

--Vi la nota de la joyería.

--Eso, no fue gran cosa.

Ahora era el sueco quien no comprendía y Milo continuó.

--Solo estaba marchando mal.

--¿Qué estaba marchando mal?—quiso saber el de ojos celestes.

--Tan solo envié mi reloj para que lo ajustaran—dijo mientras se lo mostraba.

--¿Tu reloj?

Afrodita se quedo incrédulo un instante, creyendo en un primer momento que se trataba de una broma pero al ver la expresión del otro supo que era en serio.

--Milo ¿Qué día es hoy?

--¿Por qué?

--¿Lo recuerdas?

--Pues…es…

--No lo recuerdas—dijo Afrodita sintiendo como las lágrimas se formaban en sus ojos.

--Afrodita…

--Es mi cumpleaños Milo, mi cumpleaños ¿Cómo puedes olvidarlo?

--Lo siento, te aseguro que te compensare, iremos a cenar a donde tú quieras.

--¿Sabes qué? Muchas gracias pero no me hagas el favor de compensarme.

Sin decir más Afrodita salió a toda prisa a su trabajo, dejando a Milo que no podía creer que se le había olvidado el cumpleaños de su esposo.

Solo hasta que llegó a su oficina el joven sueco dejo salir unas lágrimas, no podía creer que después de todos los años que llevaban juntos pudiera olvidarse de esa fecha, se sentía muy mal pero entonces reparó en algo sobre su escritorio, era un hermoso y sencillo arreglo de rosas amarillas en botón, al acercarse vio que junto había una pequeña caja de terciopelo negro, la abrió y encontró una cadena con un dije de oro, tenía la forma del signo de Piscis, era algo sencillo también pero le emociono mucho, las flores tenían una tarjeta, la leyó, de inmediato supo quien le hacia el regalo “Feliz Cumpleaños Afrodita”, no estaba firmada pero sabía que era la letra de Shura. Quería darle las gracias pero cuando pregunto por él le dijeron que salió poco después de haber llegado y que aún no regresaba, así que se decidió a esperar.

El resto de la mañana algunos de sus compañeros lo felicitaron y le desearon que se la pasara muy bien y a pesar de todo así fue, Afrodita se sentía contento, al mediodía regreso Shura pero cuando iba a darle las gracias se entero porque había salido de nuevo, estuvo buscando un pastel marmoleado de chocolate-moka y cuando apareció con el postre de inmediato organizaron una pequeña reunión el resto del piso para festejarlo, paso un buen rato en compañía de las demás personas pero no se engañaba, sabía que todo lo había organizado Shura, quien apenas se le había acercado, respetando así su decisión de darle espacio pero el sueco estaba muy contento con todo lo que había hecho ese día por él.

Ya era un poco tarde y el día laboral había terminado, no había nadie más pero Afrodita había esperado pacientemente para poder hablar con Shura, finalmente lo alcanzó cuando iba dejando su oficina.

--Shura.

--Hola Afrodita ¿disfrutaste el día?

--Si, muchas gracias, por todo.

--No es nada.

--De verdad, me gusto mucho el dije y las rosas.

--Son tus rosas favoritas, pensé que te gustarían, y como me dijiste que de niño habías tenido un dije del signo de Piscis pues pensé que te gustaría tener otro de nuevo.

--Si, es muy lindo, te lo agradezco Shura, todo lo de hoy.

--Te mereces mucho más, no tienes que darme las gracias por nada.

El de ojos celestes sonrió dulcemente ante esas palabras, estaba contento, tanto que no pensó y se acerco al hispano para darle un tierno beso en la mejilla pero al hacerlo el otro lo miro de frente, el joven sueco leyó a la perfección esa mirada, era deseosa y anhelante, por un leve momento sintió que tenía que retroceder pero sinceramente no pudo, apenas sin darse cuenta ya estaba besándose de nuevo con Shura, apretando su cuerpo contra el del otro.

--Afrodita…

--Shura.

No dejaron de besarse por un rato hasta que sintieron que no podían seguir de esa manera.

--Shura, salgamos de aquí.

--¿Adonde quieres ir?

--Donde sea pero que podamos estar a solas.

Los dos hablaban a media voz y muy cerca uno del otro, salieron juntos y no tardaron en llegar a casa de Shura, era un espacioso lugar decorado con buen gusto de manera sobria, a los primeros pasos de estar dentro, Afrodita sintió que sería como su encuentro previo pero el hispano tenía otros planes.

--Ven—le dijo tomándolo delicadamente de la mano.

Lo llevo a su recámara sin prisa, procurando acariciarlo y besarlo sensualmente hasta que la puerta estuvo cerrada.

--Eres encantador—dijo besándolo con calma.

Solo entonces empezó a pasar las manos sobre su cuerpo de manera más insinuante haciendo estremecer a su compañero, era evidente que en esta ocasión no quería apresurarse, siguió besando al sueco de manera que le hacia recordar todas esas sensaciones de ser deseado por otra persona como si fuera el único hombre en el mundo, poco a poco fue quedando sin su ropa, no se había resistido a nada de lo que le pedía el otro, aunque el español actuaba más como si siguiera sus instrucciones que si hiciera lo que él quisiera, pero de igual manera lo estaba disfrutando, gemía suavemente por el toque de las manos del hispano sobre su piel, se movían ágilmente y con soltura hasta que lo dejaron desnudo sobre la cama pero llevaba en el cuello el dije con el signo de Piscis, Shura se acerco y lo beso cuidadosamente alrededor, después paso su lengua lentamente sobre su pecho, haciendo que el de cabello celeste se curvara sobre la cama, no se detuvo hasta que beso eróticamente su miembro, Afrodita solo jadeaba ante las caricias pero sintió que su compañero se separaba de él, lo miro y vio como se desvestía a un lado de la cama, dejando caer la ropa sin cuidado pero lo que vio era increíble para él, tenía a su alcance un cuerpo atlético y bien formado, todo indicaba que se mantenía en forma, no pudo evitar comparar pero la verdad Milo se había descuidado un poco con los años, casi de inmediato hizo esas ideas a un lado, lo cual no fue difícil cuando el ibérico se puso sobre él de nuevo y volvió a besarlo, haciendo que abriera su boca y penetrándola con su lengua, sus manos no se quedaron quietas pasando por su cuerpo y excitándolo para que se curvara sobre su espalda, buscando el cuerpo del otro con el suyo. Unos momentos después sus besos fueron dirigidos al resto de su torso y esta vez al llegar a su miembro simplemente lo tomó con cuidado con sus labios, pasando su lengua, provocando que Afrodita gimiera y apretara sus manos en las sábanas, el de cabello negro siguió así por un rato, fascinado de lo responsivo que era el joven sueco, presionó un poco más hasta que gimió diciendo su nombre, solo entonces se separó un poco y creo un nuevo camino de besos para llegar a su boca, se besaron largamente mientras que las hispanas manos no dejaban de tocarlo con sugestivas caricias que lo hacían temblar pero no podían estar mucho tiempo más de esa manera, así que dieron el siguiente paso, Shura separo con cuidado sus piernas y acarició con su lengua su íntima entrada, despertando sensaciones muy vivas en el otro joven que solo apretaba con más fuerza las sábanas, sus dedos empezaron a penetrarlo con cuidado, mucho cuidado, moviéndose lentamente y con paciencia, no solo dilatándolo, también excitándolo a que quisiera más, unos momentos después los dedos se retiraron, entonces el hispano se sitúo con cuidado entre sus piernas y empezó a empujar lentamente en su interior, besándolo a cada instante, conteniendo los gemidos del de ojos celestes que casi de inmediato se aferro al otro, estrechando su espalda y buscando que estuviera en su interior por completo, fue hasta que no hubo espacio entre ambos que se abrazaron con fuerza y empezaron a moverse al mismo tiempo, Afrodita enredó sus piernas alrededor de los fuertes muslos del ibérico, acostumbrándose rápidamente a los sensuales círculos que el otro dibujaba con sus caderas, poco a poco haciendo más profunda la penetración y más intensa la sensación de estar juntos, cuando Shura tocó el centro de placer del otro joven escucho un increíble gemido de pasión al que correspondió tocando de nuevo el mismo sitio, a veces con fuerza, otras rozándolo, buscando que el momento fuera lo más placentero posible para el hombre debajo de él y sin duda iba por buen camino cuando veía la expresión de placer en el sueco que no dejaba de jadear y estrecharlo con fuerza con sus brazos y sus piernas, arqueándose buscando el mayor contacto posible, fue aún más intenso cuando sintió como el hombre sobre él sujetaba su miembro y lo acariciaba primero para después hacer más insistente sus movimientos pero nunca bruscos, seguían el mismo ritmo que la penetración, tanto que no fue posible resistir más, Afrodita sintió como el orgasmo lo llenaba y lo hacía terminar al mismo tiempo, fue intenso, demasiado, por unos momentos no supo de si mismo, ni siquiera se dio cuenta de la manera que enterró sus uñas en la espalda del otro ni de los gemidos que hicieron que Shura terminara después de él, pero sin duda los dos estaban plenamente satisfechos, aún tardaron en separarse pero cuando lo hicieron se quedaron muy juntos, abrazados.

Esa noche hicieron el amor dos veces más y Afrodita estaba dichoso, no podía explicar de otra manera el sentimiento en su interior, además de que el hispano no lo había dejado del todo, lo besaba con ternura en el rostro y acariciaba su cabello tranquilamente, sintió como lo abrazaba con calma y se sintió bien, como protegido, tanto que no dudo en dormirse contra el tibio cuerpo de su compañero.

Mientras que Afrodita dormía en sus brazos, Shura lo observaba con cuidado, sentía que era lo más perfecto de toda su vida y tenía planes para su futuro.

--Te quiero Afrodita—murmuro suavemente.

Ambos se durmieron tranquilamente sin preocuparse por mañanas o cualquier otra cosa que pudiera ser importante o pareciera importante.

A la mañana siguiente al llegar a su casa, el sueco esperaba que Milo le preguntara algo pero este no lo hizo pues pensó que al estar enojado con él se habría ido con algún amigo a pasar la noche.

En los días siguientes parecía que las cosas estaban tranquilas en el matrimonio pero no era así, Milo comenzaba a ver actitudes en el de ojos celestes que no podía explicarse, le parecía que algo en él estaba cambiando pero no sabía que podría ser.

--Buenas noches Afrodita—le decía Milo cierta noche que había regresado de su trabajo.

--Buenas noches.

El joven sueco se veía bien pero algo silencioso, generalmente buscaba conversación pero ya no era el caso, sencillamente era como si no quisiera hablar, se sentaron a cenar pero el clima entre los dos era más o menos el mismo, no se decían absolutamente nada, después de la cena fueron a su habitación pero Afrodita simplemente se acostó, lo cual dejo pensando a Milo, siempre lo besaba antes de dormir. Y las cosas continuaron de esa manera, al grado que el de ojos turquesa tuvo que preguntarse seriamente que pasaba.

--Afrodita, creo que deberíamos hacer algo—le decía Milo una mañana antes de irse a trabajar.

--¿Cómo que?

--No se ¿Qué te gustaría?

--Milo ¿esta conversación tiene un propósito?

--Podríamos ir a cenar o algo ¿no te gustaría?

--Tengo mucho trabajo.

--¿Qué tal un viaje? Mis asuntos están bien y no tengo mucho trabajo.

--Pero yo si y tengo que hacer un viaje en unos días.

--¿Qué tal si vamos juntos? Siempre me decías que fuera.

--Voy a trabajar.

--Si, comprendo.

--Se me hace tarde Milo.

Sin decir más, el sueco se levanto y termino de alistarse para irse, en los últimos días trabajaba mucho, salía temprano de la casa y llegaba muy tarde, eso cuando no tenía trabajo pendiente y debía terminarlo, lo cual podía tomarle incluso toda la noche.

Milo llevó a Afrodita al aeropuerto, se despidieron y lo vio partir pero tenía que apurarse pues había hecho una cita para esa mañana, se dirigió al lugar al que había acordado ir y espero a que llegara la otra persona, en eso lo saludaron.

--Hola Milo ¿Cómo estás?

--Hola Mu.

El de cabello azul necesitaba hablar con alguien sobre lo que ocurría y nadie mejor para eso que Mu, quien era amigo de ambos y, por cierto, una de las pocas personas con las que su esposo nunca había dejado de mantener contacto desde que se conocieron en la universidad.

--Bueno—continuó Mu--¿Qué era tan importante?

--Mu, necesitaba hablar con alguien, algo anda mal.

--¿De que hablas?

--De Afrodita, las cosas entre nosotros no están bien.

--¿Qué es lo que te preocupa?

--No se, parece que cada vez él se aleja más y más de mi, no se como explicarte, es solo que Afrodita se esta alejando.

--Bueno, no hace más que unas semanas de que su trabajo cambio, tiene más responsabilidades ahora y su compañía es más competitiva, debe estar presionado.

--No lo se, siempre esta trabajando en algo.

--Milo ¿Qué te preocupa de verdad?

--Creo que no me ha perdonado.

--¿Aún es eso? ¿Es lo qué piensas?

--Casi se termino nuestro matrimonio.

--Milo, no creo que se trate de eso, todo se termino y ustedes siguieron adelante.

--¿Afrodita no te dijo nada?

--¿De qué?

--Hice un viaje por trabajo y no le dije que Camus iba a ir, fue por mí al aeropuerto y nos vio llegar juntos.

Mu no había escuchado a Afrodita sobre el asunto, lo cual le pareció bastante extraño, al mismo tiempo que le lanzó una mirada bastante significativa a su amigo.

--Milo ¿cómo puedes ser tan idiota?

--Mu…

--Lo que oyes, casi te costo tu matrimonio ¿y te vas de viaje con él?

--Fueron negocios y nada paso, lo más cerca que estuvimos fue cuando contestó mi teléfono porque yo estaba en el baño.

--¿Y le mentiste a Afrodita? Eso no fue inteligente.

--Si le decía se iba a poner histérico.

--¿Y no crees que tenía razón?

--Se termino todo entre nosotros.

--Milo, te encontró en tu oficina sobre tu escritorio metido en sus piernas ¿Por qué crees que no te quiere cerca de él?

Milo había tenido una breve aventura con Camus tiempo atrás, haciendo honor a la verdad había sido el otro quien lo había buscado y no dejaba de insinuársele pero ciertamente nadie lo había obligado a acostarse con él, tampoco a tener la genial ocurrencia de hacerle el amor un día en la oficina, Afrodita había llegado de sorpresa para verlo y los encontró, tan solo se había dado vuelta y no lo alcanzó hasta que estuvo en su casa, pero el sueco ya había metido su ropa en un par de maletas y las había dejado en la puerta, negándose a hablarle y lo único que le había dicho fue por la ventana, le dijo que se largara y que no quería volver a verlo. Fue necesario tiempo y esfuerzo para lograr una reconciliación pero Afrodita lo amaba y solo por eso lo había perdonado.

--Ya lo hablamos, fue una estupidez, lo se ¿de acuerdo? Pero eso no explica lo que está pasando con él.

--Tal vez sea algo más ¿no lo has pensado?

--¿Qué puede ser? No me ha dicho nada.

--Pues si no es el trabajo y no creo honestamente que sea Camus debe ser algo más ¿Cómo van las cosas en casa?

--Todo tranquilo, como siempre.

Esas palabras le dijeron bastante a Mu.

--Si van como siempre no veo porque te preocupas.

--¿No me has escuchado? Te digo que no hablamos, nunca estamos juntos.

--¿Y? por si no te has dado cuenta su matrimonio lleva mucho tiempo así.

Milo se le quedo mirando con expresión de desconcierto.

--Milo, esa es exactamente la forma en que se han llevado desde hace tiempo, solo que ahora es Afrodita quien lo hace, no tú.

--¿De qué estás hablando?

--Dime algo ¿hace cuanto fue la última vez que salieron juntos a algún sitio?

--Pues, fue….fue…

Pero no recordaba, hacia bastante de eso.

--Te haré otra pregunta, no quiero que me respondas, solo piénsalo ¿Hace cuanto fue la última vez que hicieron el amor? ¿Qué se tocaron siquiera?

El de cabello azul tuvo que reconocer que su último encuentro tenía varias semanas y no había sido particularmente satisfactorio.

--Milo—prosiguió Mu--¿Le has dicho a Afrodita que lo amas?

--¿Tengo que estar diciéndolo cada cinco minutos?

--No fue lo que pregunte.

--Él lo sabe.

--¿Se lo has dicho?

El silencio en el otro le dio su respuesta al de cabello lavanda.

--No estoy juzgándote Milo, simplemente te digo que has abandonado un poco tu matrimonio y eso me hace ser directo con algo que he visto, discúlpame, pero alguien te lo tiene que decir.

--¿De qué se trata?

--Milo ¿son felices?

Hasta hacía algún tiempo la respuesta hubiera sido inmediata pero en ese instante el de cabellera azul titubeo y no pudo dar una respuesta.

--Hace mucho que no veo a Afrodita feliz contigo Milo.

Esas palabras le dijeron al que escuchaba más de lo que hubiera querido reconocer sobre su matrimonio.

--Nunca quise que Afrodita se sintiera mal—dijo después de unos minutos Milo—Lo quiero, de verdad lo quiero.

--Tal vez es hora de que él recuerde eso ¿no te parece?

--Gracias Mu.

--No te preocupes, Afrodita siempre estuvo enamorado de ti, podrán solucionarlo, sea lo que sea.

--Lo haré, no quiero que las cosas empeoren entre nosotros.

--Buena suerte.

--La necesitare.

Y lo dijo con cierto humor, se despidieron después de unos momentos, mientras regresaba a su casa el de los ojos verdes se puso a pensar en su esposo, era cierto, lo había alejado pero nunca fue su intención que eso sucediera pero ahora se daba cuenta y haría todo lo posible por compensarle ese tiempo, las cosas iban a cambiar y a mejorar, se lo demostraría cuando regresara de su viaje.

Afrodita se sentía encantado con la habitación, era una lujosa suite en un hotel de primera, el hermoso sitio estaba rodeado de belleza natural y ofrecía privacidad absoluta, lo cual él encontraba muy agradable pues Shura no dejaba de ser un hombre atento y apasionado que no vacilaba en demostrarle su afecto de cualquier forma, ya fuera un beso, tomarle de la mano, caminar a su lado estrechándolo por la cintura, haciéndolo reír, era simplemente encantador. De los tres días que tenían para estar juntos ese era el último, las cosas habían salido a la perfección y no podía recordar cuando había sido la última vez que estuvo tan contento en algún lugar, de hecho, esa noche, mientras descansaba tranquilamente en la cama, se puso a recordar todo lo que había sucedido unas horas atrás.

Shura lo había llevado a dar una vuelta simplemente pero eso era solo la apariencia pues lo sorprendió con una cena a la luz de las velas en un encantador restaurante, hablaron de todo un poco y estuvieron riéndose y disfrutando de la compañía mutua, lo había invitado a bailar, especialmente recordaba una romántica melodía en la que se habían estrechado con sensualidad uno al otro y no habían perdido oportunidad de besarse, regresaron a la alcoba y se encontró la cama cubierta con pétalos de rosas, solo unos momentos después Shura le había hecho el amor, todo había sido perfecto.

Mientras estaba cómodamente recostado, el hispano no dejaba de acariciarlo y lo miraba como pensando profundamente en algo.

--¿En que piensas Shura?

--¿Por qué crees que pienso en algo?

--No se, llevas un largo rato callado y solo me miras.

--Me gusta mirarte.

Afrodita tuvo que sonreír a ese comentario.

--Hay algo que quiero decirte—dijo el ibérico—Lo he pensado y no puedo seguir sin que lo sepas.

--¿Qué pasa?

--Te amo.

Los dos guardaron silencio por unos momentos.

--Te amo Afrodita…Déjalo.

--¿Qué?

--Si fueras feliz me hubiera quedado callado, seguiría siendo tu amante hasta que te cansaras pero no eres feliz con él, déjalo Afrodita.

--Shura…

--En cuanto te divorcies de él me caso contigo, quiero estar a tu lado y hacerte feliz, darte todo lo que te mereces.

--Eso…es muy serio lo que dices.

--Lo es, mis sentimientos también lo son.

--Shura, esto es muy precipitado.

--No para mí, te he querido desde que te vi, seamos felices Afrodita.

--Yo…yo…

Pero la verdad esas palabras lo habían tomado por sorpresa, no las esperaba, no sabía que responder y Shura lo había notado porque continuó.

--Si necesitas tiempo, esta bien, no te voy a presionar, pero necesitaba que supieras lo que siento por ti, que quiero hacerte feliz por completo.

--No se que decirte.

--No digas nada entonces—dijo Shura con una sonrisa.

Lo abrazo y se quedaron recostados pero esa declaración dejo a Afrodita muy pensativo y también un tanto confundido sobre lo que quería a futuro pero con el paso de las horas se quedo dormido. A la mañana siguiente los dos estaban listos para regresar y, aunque no lo dijo, el de ojos celestes sabía que el hombre que caminaba a su lado esperaba una respuesta de su parte.

Con esa declaración en mente el sueco regreso a su casa, creía que una vez a solas podría pensar en su situación y en lo que pasaba en su vida pero se encontró con que no estaba solo.

--Que bueno que regresaste Afrodita.

--Milo ¿Qué haces aquí?—pregunto bastante sorprendido.

--Esperarte.

--¿No deberías estar trabajando?

--Pedí permiso, quería estar en casa para cuando regresaras ¿Qué tal te fue?

--Bien.

--¿Solo bien?

--Milo, necesito descansar, el vuelo fue un poco pesado y…

--Comprendo, ve a descansar, yo subo la maleta.

El de ojos celestes lo miro de manera dubitativa pero después de unos instantes subió a su recámara y se dispuso a pretender que descansaba, esperaba que Milo tuviera que salir para poder dedicar tiempo a sus pensamientos. Pero no fue el caso, Milo estuvo en la casa el resto del día y por alguna razón que él no comprendía parecía querer estar hablándole y eso lo estaba poniendo más nervioso.

Por la noche se sentaron al comedor y Afrodita no entendía que pasaba con su esposo, incluso había preparado la cena.

--¿Sucede algo Afrodita?

--Nada.

--Casi no has tocado la comida, es tu favorita.

--Estoy bien.

--No me has dicho mucho de tu viaje ¿salieron bien las cosas?

--Si, bastante bien.--¿Te divertiste?--Si.

Pero la conversación no parecía dar para más.

--Milo, ya es tarde, mejor voy a dormir, mañana tengo trabajo que hacer.

--Esta bien, descasa, yo me encargo de esto.

El sueco subió de inmediato a su recámara, Milo lo miró, se quedo con la idea de que en verdad estaba cansado y necesitaba recuperarse del viaje para que las cosas empezaran a marchar mejor entre ellos.

Una vez que levanto la mesa y lavo los platos, el de ojos turquesa fue a la recámara, vio que su esposo ya estaba acostado, entonces se cambio de ropa y también se acercó pero no para dormir, pasó sus manos por la espalda y la cintura del sueco, besó suavemente su cuello y uno de sus hombros, una de sus manos empezó a deslizarse buscando la piel debajo de la ropa pero su compañero no estaba del mismo ánimo.

--Milo.

--¿Si?—le preguntó entre besos.

--Estoy cansado, quiero dormir.

El otro se detuvo de lo que estaba haciendo y se apartó.

--Bien, si quieres descansar, por mi esta bien.

--Buenas noches.

--Buenas noches.

Y fue lo último que se dijeron esa noche.

Milo esperaba que todo fuera cuestión del viaje pero no fue así, en los días siguientes Afrodita siempre encontraba la manera de no estar en casa y cuando lo hacia no le permitía acercarse a él de ninguna manera. Eso orilló al de cabellera azul a tomar una decisión.

--Hola Milo ¿Por qué querías verme?

--Hola Mu.

Le había pedido a Mu que se vieran de nuevo, sentía que tenía que hablar con alguien de lo que estaba sucediendo con su esposo.

--¿Qué pasa Milo? Tienes una cara… ¿Afrodita esta bien?

--Si, él esta bien, al menos eso creo.

--Dime que pasa.

--No lo se, de verdad no lo se Mu—dijo un tanto abatido—Las cosas entre nosotros no parecen mejorar, he intentado que todo marche mejor entre nosotros pero no da resultado nada de lo que hago.

Guardo silencio por unos momentos mientras que el otro joven lo escuchaba atentamente.

--He intentado que hablemos pero él apenas si me dice algo, cuando estoy en casa encuentra una manera de salir o solo se encierra en la recámara, si quiero acercarme siempre esta cansado, no se que más hacer, él simplemente se aleja de mi.

--No lo entiendo, ese no parece Afrodita.

Mu conocía al joven desde hacia años y podía jurar que el sueco de ojos celestes se desvivía por su esposo.

--¿Has intentado hablar con él Milo?

--Ya te dije que no me habla.

--Me refiero a hablar seriamente, pregúntale que es lo que ocurre, la verdad parece que las cosas han llegado muy lejos.

--No se que más hacer Mu, de verdad no lo se.

El de cabello lavanda vio que el otro hombre estaba a punto de la desesperación.

--Ten fe Milo—le dijo estrechando una de sus manos—Confío en que las cosas entre ustedes tienen solución pero deben de poner de su parte los dos.

--Trataré de averiguar que es lo que le ocurre—fue la respuesta ya más calmado.

--Espero que todo salga bien.

--Yo también.

Se despidieron y Milo se dispuso a que esa noche hablaría con Afrodita directamente de lo que estaba pasando entre ellos dos.

Cuando Afrodita regresó de su trabajo encontró a Milo, lo saludo pero de inmediato se fue a su habitación así que no volvieron a coincidir hasta que estaban a punto de cenar, en un principio el silencio seguía entre ambos pero Milo sabía que tenía que decirle algo.

--Todo esta saliendo bien en la oficina Afrodita, parece que los contratos estarán listos en una semana.

--Que bueno.

--Si es así tendré más tiempo libre, podríamos ir de vacaciones a algún lugar ¿te gustaría?

--Estaría bien.

--Podríamos ir a la playa, siempre te gusto, además así podría lucirme de nuevo en traje de baño, me ha hecho bien regresar al gimnasio.

Esa era una de las cosas que estaba haciendo Milo que desconcertaba a Afrodita, no solo era el buscar conversar y mostrarse atento con él, procuraba que pasaran tiempo juntos, incluso lo del gimnasio era cierto, estaba recuperando condición física pero todo eso solo confundía al sueco que no podía dejar de darle vueltas en su mente a la propuesta de Shura, quien no había insistido pero que seguía mostrándose a su lado, simplemente esperando a que él tomará una decisión.

Al ver tan silencioso a su compañero Milo se acercó un poco más a él, quería demostrarle que le preocupaba lo que estaba pasando entre los dos, lo estrechó entre sus brazos con ternura, quedando los dos frente a frente pero eso hizo que el de ojos celestes se tensara, el otro lo acarició suavemente en la espalda y se inclinó para besarlo pero Afrodita no acepto el beso, solo giró su rostro.

--No me siento de humor para esto Milo—le dijo sin mirarlo.

--Nunca estás de humor Afrodita—dijo el otro soltándolo.

--Será mejor que cenemos.

--No, no hasta que me digas que sucede.

--¿De qué?

--He intentado ser paciente, ser atento, respetuoso contigo pero ya me canse, dime de una buena vez que es lo que esta sucediendo.

--No sucede nada.

--¿Nada? Ya no hablamos, parece que no coincidimos más que para dormir en la casa, y cuando estamos juntos siempre hay algo contigo, hace semanas que no me dejas tocarte, ¿y dices que no pasa nada?

Pero Afrodita estaba demasiado incómodo con esa situación.

--No estoy de humor para ser interrogado Milo.

Diciendo eso iba a irse a su habitación pero Milo no estaba dispuesto a aceptar esa respuesta, lo sujeto por el brazo y lo hizo que lo viera de frente.

--Tan solo dime que es lo que te pasa.

Se miraban directamente a los ojos, Afrodita sintió que no podía ocultarlo más tiempo, era momento de decirle lo que no quiso escuchar.

--Milo…tengo tiempo con alguien más.

--¿Alguien más?—pregunto sin entenderlo del todo o sin querer entenderlo.

--Llevo tiempo engañándote con alguien.

Los ojos turquesas se mostraron confundidos, no podía ser cierto.

--¿Qué estás diciendo Afrodita?

--La verdad ¿no es lo que querías?

--¿Quién es él?

--No lo conoces.

--Esto es por Camus ¿verdad?

--No.

--Yo te engañe y tú me engañas.

--No es así.

--Solo buscaste una manera de vengarte porque sigues creyendo que tengo algo con él.

--No.

--Por eso te la has pasado amargándome la vida mientras…

--¡Cállate de una vez!—grito interrumpiéndolo el de cabellera celeste.

Milo observó con cuidado a Afrodita, algo en él era muy distinto en ese momento.

--Siempre eres tú Milo—continuó Afrodita—Siempre debe ser todo alrededor de ti ¿no es así? Ahora yo te amargo la vida ¿y que hay de ti? ¿Cuánto tiempo me amargaste tú a mí la vida?

Afrodita hablaba con dolor y coraje al mismo tiempo.

--Vivimos en una casa que tu querías, la atendí como a ti te gustaba, siempre estuve pendiente de todo lo que tu quisieras y lo hacía porque te quería ¿Qué obtuve? Que me engañaras con Camus y aún eso te lo perdone, te quería tanto que no dije nada aún cuando seguías en ese trabajo con él porque me dijiste lo importante que era, que te costaría demasiado empezar de nuevo en otro sitio y lo acepte, y seguí aquí atento a todo lo que fueras tú, siempre con tu silencio, siempre trabajando, siempre cansado ¿sabes qué? Me canse Milo, me canse de esperar por ti.

El otro hombre no sabía que decir, nunca pensó que todo ese tiempo su esposo hubiera guardado todos esos sentimientos, trato de acercarse a él pero el sueco retrocedió.

--No soy feliz aquí Milo, hace mucho tiempo deje de ser feliz con esa migajas que me dabas de cariño, ya no soy feliz contigo.

Solo entonces una lágrima se deslizo por la mejilla del joven sueco.

--Afrodita, lo que sea que sucede lo podemos arreglar—dijo Milo tratando de acercarse de nuevo pero su compañero retrocedió otra vez.

--Milo…no se si aún te amo.

Los dos se miraron comprendiendo la importancia de esas palabras.

Afrodita dio vuelta y salió corriendo a su habitación, Milo no pudo ni siquiera moverse de donde estaba, nunca pensó que escucharía esas palabras, solo reaccionó cuando vio de nuevo al sueco que llevaba una maleta y salía a toda prisa de la casa, lo siguió y vio que subía a su automóvil.

--Afrodita…

Pero no recibió ninguna respuesta, el otro salió rápidamente manejando lejos de él.

--Ya voy, ya voy—decía Mu dirigiéndose a su puerta.

Abrió y se sorprendió un poco de ver a la otra persona ante él.

--¿Qué haces aquí a esta hora?—le pregunto.

--¿Puedo quedarme aquí Mu? ¿Por favor?

--Adelante.

Afrodita entró, entonces el de cabello lavanda vio la maleta y se imagino lo peor.

--¿Qué sucedió? ¿Discutiste con Milo?

--Algo así, necesito estar lejos de la casa por un tiempo ¿te importaría hospedarme? Si no puedes esta bien, mañana mismo me voy a un hotel.

--No digas tonterías, claro que puedes quedarte pero me gustaría saber qué pasó, solo en caso que deba estar atento a algo.

--¿Te importaría si te lo digo mañana?

--De acuerdo, hablamos mañana que estés mas tranquilo.

--Gracias.

Por esa noche Afrodita no durmió mucho, tenía demasiadas cosas en que pensar.

A la mañana siguiente que se levanto se encontró con el Mu de siempre, atento y cordial, pero sabía que tendrían que hablar en algún momento de la razón por la que se encontraba ahí y no pensaba prolongar más tiempo esa situación.

--Mu, vine aquí porque discutí con Milo.

--Lo supuse ¿cuál fue el problema?

--Lo engañe.

El de cabello lavanda se le quedo mirando como si no entendiera de qué le estaba hablando.

--Llevo tiempo viéndome con otra persona—continuó el sueco.

--Afrodita ¿porqué hiciste eso? Sabes muy bien lo que significa algo así en una relación, lo viviste.

--No fue por Camus.

--¿Qué fue entonces?

--Milo siempre estaba lejos, nunca tenía tiempo para mi, nada para mi, yo solo aguantaba porque creía que las cosas mejorarían con el tiempo pero no fue así, solo eran peor a cada momento.

--¿Quién es el otro?

--No lo conoces y no quiero que sepas quien es.

--La verdad no entiendo Afrodita.

--Nunca quise engañar a Milo, te lo juro, pero él siempre estaba lejos, me hacia a un lado de su vida.

--¿Y el otro es lo contrario?

--Siempre estaba atento a mí, a lo que quería, me lo demostraba de todas las formas posibles, no podía ignorar eso.

--¿Sabe que eres casado?

--Si, se lo dije, no me insistió, se mostraba respetuoso y nunca me insinuó nada.

--¿Qué sucedió entonces?

--Una noche las cosas se salieron de control, estuvimos juntos, trate de decírselo a Milo pero él no quiso escucharme, después me sentí muy mal por un problema en la casa y él estaba ahí, haciéndome sentir la persona más especial del mundo, hemos estado viéndonos desde entonces.

Se quedaron callados por unos momentos pero Mu supo que era momento de preguntar.

--¿Milo ya lo sabe?

--Si, ayer discutimos y se lo dije, por eso deje la casa, ya no podía estar ahí. Si lo hubieras visto Mu—dijo recordando a su esposo—Creo que nunca lo había visto así en toda mi vida.

Volvieron a guardar silencio pero después de unos momentos el de ojos verdes siguió.

--De acuerdo ¿Qué piensas hacer?

--No lo se, es difícil para mi decidirme.

--¿Por qué?

--Si tan solo fuera una aventura sería sencillo pero…

--¿Pero?

--Él me pidió que deje a Milo, me dijo que me ama y quiere casarse conmigo.

--Afrodita…

Las cosas estaban complicadas, más de lo que el joven de ojos esmeralda hubiera creído.

--No se que hacer Mu, me siento tan confundido.

--Tienes que ser honesto contigo mismo.

--Eso intento pero no se…no se…

--No puedo decirte que hacer, honestamente no lo se, solo te pido algo—le dijo colocando su mano sobre la del otro joven—Piensa bien lo que quieres en verdad, debes estar convencido de la decisión que tomes, sea la que sea, no te dejes llevar por lo que crees que quieres en vez de aquello que en verdad quieres.

--No he dejado de pensar, te lo juro pero no es sencillo.

--Afrodita ¿Ya no amas a Milo?

--No se, creo que no pero ¿Cómo se puede dejar de amar a alguien?

--¿Y el otro? ¿Lo amas?

--Yo…no se, él es tan especial.

--Afrodita, solo piensa con cuidado y elige con más cuidado, de lo que decidas vendrán muchos cambios y deberás ser fuerte para enfrentarlos.

El de Piscis asintió con un gesto.

--Sabes que a pesar de todo cuentas con mi apoyo ¿de acuerdo?

Por respuesta solo recibió otro gesto afirmativo.

--Tengo que dejarte, tengo trabajo que hacer.

--Comprendo.

--Supongo que te quedas en casa ¿verdad?

--Necesito pensar las cosas.

--Siéntete libre de estar aquí.

Cuando Mu se fue Afrodita supo que era el momento de pensar y hacerlo con calma, tenía que decidir lo que en verdad quería hacer con su vida, aunque no era sencillo ¿Cómo decidirse en una situación como la suya? Por una parte estaba Milo, el amor de su vida, le parecía que se había enamorado de él en cuanto se habían conocido en la universidad, pensaba que siempre estarían juntos y que su matrimonio era como la roca sólida pero habían pasado muchas cosas, demasiadas, ese abandono en que estuvo sumergido dentro de su propia casa, la aventura que tuvo con Camus, y no podía asegurar si aún lo amaba, si aún quería estar con él, y aún si así fuera ¿Milo podría perdonarlo?

Y también estaba Shura, quien lo trataba como si fuera la única persona en el mundo, era tan apasionado y dulce con él, había estado a su lado en momentos muy difíciles y verdaderamente no había pedido nada, no hasta que le dijo que lo amaba y que quería ser más en su vida que algo pasajero, siempre cerca y a su lado demostrándole sus sentimientos, tan solo pidiendo la oportunidad de hacerlo feliz y sabía que era sincero al decirle esas palabras, pero tampoco podía decir si lo amaba, no podía decidirse a dejar a Milo por él.

No sabía que hacer.

Pasaron dos días más de esa manera, Afrodita se había quedado en casa de Mu tratando de decidirse sobre el rumbo que quería darle a su vida, había pedido permiso en su trabajo para poder estar tan tranquilo como le fuera posible, pensaba simplemente. Pero la situación no podía seguir prolongándose.

Al tercer día se fue la luz en casa de Mu mientras este no estaba, así que Afrodita se puso a buscar un fusible para cambiarlo.

--Buen momento para quedarme sin luz—se dijo a si mismo.

Mientras lo hacía encontró una caja en un armario en el que su amigo guardaba de todo, contenía varias cosas pero la hizo a un lado.

--Finalmente—dijo y sacó una pequeña caja de la que tomó un fusible.

Como había encontrado lo que buscaba fue a cambiar el circuito, después de unos momentos había energía de nuevo, entonces regreso a colocar la caja en su lugar, al levantarla se desfondó, contenía varias cosas pero lo que a él le llamó la atención cuando colocaba los artículos en otra caja fue una fotografía, estaba enmarcada y bien cuidada, verla le había dado una especie de sacudida.

En la fotografía estaban él y Milo, se la habían tomado poco después de su boda, se veían sonrientes, contentos, enamorados, en esos momentos Milo actuaba como si no existiera nada más en el mundo que él ¿Cómo era posible que en unos años todo se hubiera convertido en lo que estaban viviendo? No pudo evitar sentirse triste por el resto del día.

Por la noche, cuando ya estaba acostado, seguía pensando en esa imagen de Milo y él, deseaba aclarar sus pensamientos, así que se levanto para tomar algo y tratar de calmarse pero al hacerlo volvió a ver la fotografía, no había podido guardarla con lo demás, la dejo a un lado. Viendo el retrato se dio cuenta que no podía engañarse por más tiempo, era momento de ser honesto, sostenía la foto en sus manos y una lágrima se deslizo por su rostro hasta chocar en el cristal.

--Milo…

Abrazó la imagen contra su pecho, no podía mentirse a si mismo.

Shura se levantó ante el insistente sonido de alguien llamando a su puerta, era un poco tarde, así que tomó algunas precauciones antes de abrir pero en cuanto vio quien era no dudo en dejarlo pasar.

--Afrodita ¿Qué pasa?

Y le pregunto eso porque al verlo supo que algo sucedía.

--Tengo que hablar contigo Shura y no podía esperar más.

--Dime que sucede ¿estás bien?

--Si, estoy bien, pero esto es importante.

--¿Qué ocurre?

--Yo…lo siento Shura, lo siento mucho.

--¿Qué es lo que lamentas?

--Te estimo, de verdad, no quise lastimarte, nunca quise eso pero…Shura, perdóname, pero me he dado cuenta que no te amo.

Shura se quedo muy quieto ante esa declaración pero se puso pálido.

--De verdad lo siento, perdóname pero es la verdad, no te amo y no puedo dejar a mi esposo por ti. Se que no te mereces esto pero…

Shura hizo un gesto para que guardara silencio, entonces preguntó.

--¿Aún lo amas?

--Si, aún lo amo y no quiero perderlo.

Al sueco le estaba costando mantener esa conversación, no era sencillo pero no podía mentirle a Shura, el de cabello negro merecía la verdad.

--Lo siento Shura.

El hispano cerró los ojos por un momento, cuando los abrió se acerco a Afrodita y le acarició el rostro con cuidado.

--No tienes que pedirme perdón Afrodita—dijo a media voz—Si no me amas no puedo obligarte a lo contrario.

--No quise hacerte daño Shura—y derramó una lágrima.

--Lo se—respondió acariciando su rostro para secar la rebelde gota de humedad que había escapado y sonrió débilmente—Lo se, solo…solo te deseo que seas feliz, de verdad.

--Gracias.

--¿Puedo pedirte algo?

--Si.

--¿Puedo besarte una vez más?

No dijo nada pero el de ojos celestes acepto con  un movimiento. Shura se acercó, pasó sus manos por la espalda del otro joven y lo beso suavemente sobre los labios, se separaron poco a poco pero el hispano le dijo algo sosteniendo sus manos entre las suyas.

--Que seas feliz con él.

Afrodita no dijo nada más, tan solo lo miro un instante, dio vuelta y se fue, Shura vio que el joven había dejado algo en sus manos, era el dije que le había obsequiado en su cumpleaños, cuando escuchó que un automóvil arrancaba solo pudo murmurar al vacío lo que en verdad había querido decirle.

--Te amo, te amo Afrodita, te amo.

No pudo evitar que las lágrimas salieran de sus ojos pero no había nada más que hacer, el joven de ojos celestes amaba a otro y él no iba a interferir en su felicidad.

Milo había pasado unos días complejos y más bien miserables en su casa sin Afrodita, solo al encontrarse a solas se puso a pensar en lo mucho que había contribuido a que las cosas llegaran al punto al que habían llegado. En un principio se había sentido furioso, quiso decirse que Afrodita era el que lo había engañado y que todo era por su culpa pero al estar más tranquilo no pudo evadir su responsabilidad, había dejado a su esposo a un lado de su vida, daba por hecho que siempre estaría ahí, no se ocupo de recordarle que lo amaba, y no solo era cuestión del sexo, era todo lo que una relación conlleva, compartir, charlar, convivir, todo eso que hace que la otra persona sepa que es importante y que no se le olvida, él no había olvidado a Afrodita pero no había dejado que el sueco lo supiera. En el tiempo que estuvo en su casa había visto todo lo que en verdad hacía su compañero, no solo las labores, era más bien todo lo que tocaba con su presencia, la casa estaba fría y vacía, como si la vida se hubiera ido de ahí…y le dolía.

En esos momentos leía unas cartas, las había encontrado guardadas entre las cosas de Afrodita, no estaban ocultas ni nada, solo que él nunca se ocupo de verlas hasta ese momento, eran las cartas que él le había escrito en la escuela, antes de casarse, le decía que “eres lo más importante de su vida”, “te amo”, “siempre estaré para ti”, y “nunca te dejaré” ¿Dónde se habían ido esas promesas? ¿Cómo pudo permitir que todo se perdiera?

--Milo.

El de ojos turquesa levantó el rostro y se encontró a Afrodita a unos pasos de él, tan solo se miraban pero notó que llevaba algo en las manos.

--Afrodita.

--Quisiera hablar contigo Milo.

--¿De qué?

--Yo…encontré esto.

Le dijo al mismo tiempo que le mostraba la fotografía que había encontrado en casa de Mu.

--Yo se que no podremos volver a ser los que éramos aquí—dijo el sueco mirando la imagen—Pero quiero intentarlo Milo, quiero reconstruir lo que tuvimos.

--Yo también encontré algo—y le mostró las cartas—Todo lo que dice aquí es cierto Afrodita, no se en que momento me olvide de demostrártelo pero nunca dejo de ser cierto.

--Perdóname Milo—susurró llorando—Perdóname, yo…

Pero el otro no lo dejo decir nada más, se acerco de un movimiento, lo estrechó en sus brazos y lo beso.

--Perdóname tu Afrodita, perdóname por mi conducta, por hacerte a un lado, por mentirte pero te aseguro que nunca he dejado de amarte, también quiero empezar de nuevo.

--Milo—sollozo el sueco estrechándolo con fuerza.

--Todo estará bien, vamos a lograrlo, ya lo verás.

--Solo quería esto, cuidado y ternura, pero los quería de ti, me confundí tanto que los busque en otra parte.

--Eso no me importa, de nuevo estás conmigo, ya no te dejare ir, tenlo por seguro.

Deseaban de corazón poder restaurar lo que había sido dañado, siguieron abrazados y lloraron un poco más pero siempre curar una herida duele y requiere de tiempo para que sane.

En los meses siguientes las cosas estuvieron tensas y trajeron cambios que iban de ser más o menos importantes dependiendo de quien los observara, el matrimonio de Milo y Afrodita buscó otra casa en otra ciudad, el de ojos turquesa había pedido un traslado en su trabajo para alejarse definitivamente de Camus, quien había conocido por casualidad a un joven hispano que parecía agradable pero triste, mientras que el de cabellera celeste también había pedido una transferencia para estar con su esposo.

A veces las cosas no eran tan sencillas de manejar, tuvieron que acostumbrarse de nuevo uno al otro en su relación, había ocasiones en que ambos actuaban como si se sintieran culpables y no tuvieran derecho a decir nada a su compañero pero lograron sortear eso y las cosas mejoraron lo suficiente para poder comunicarse de nuevo.

--¿Te gusta estar aquí?—le preguntaba Milo a su esposo.

Los dos estaban sentados en un balcón que daba una buena vista del mar.

--Si, es muy agradable, la brisa es bastante refrescante—respondió el sueco.

--Me alegra oírlo—se acercó y lo beso--¿Ya sabes que regresamos mañana?

--Ya me lo dijiste por lo menos tres veces, no te preocupes, soy bueno para hacer una maleta, no me tardo.

--Bien, solo quería recordártelo.

Por respuesta solo obtuvo una sonrisa y otro beso, Milo lo miró directamente y lo beso otra vez, siguieron besándose por un rato.

--¿Qué tal si entramos Afrodita?

--De acuerdo.

Tomados de la mano ingresaron de nuevo a la habitación, ese viaje había sido para descansar y terminar de reconciliarse con todo lo que había sucedido, en cierta manera también había sido para recuperar la intimidad pues les había costado un poco retomar esa parte de su vida pero cuando la redescubrieron supieron que había valido la pena esperar.

--Afrodita…

--¿Si?

--Te amo.

--Yo también te amo Milo.

Siguieron besándose pero sabían que no se trataba solo de una declaración verbal, no eran solo palabras, lo sentían, aunque siempre es agradable escucharlo. Siguieron los besos y las caricias, lo cual hizo que no quisieran esperar más y se quitaron la ropa mutuamente, ciertamente que no llevaban mucha puesta, solo trajes ligeros para playa, los cuales cayeron al suelo sin dificultades y sin que sus dueños se preocuparan por ellos, tenían más cosas en mente y mucho más agradables. Milo no tardó en tomar a su esposo en brazos y llevarlo a la amplia cama, Afrodita se estaba acostumbrando a eso y le encantaba porque sabía que una vez que estuviera en la cama su compañero no tardaría en hacerlo suyo. Y así fue, en cuanto Milo lo recostó siguió besándolo y acariciándolo en cada punto erógeno que poseía, haciéndolo estremecer y gemir sin ninguna reserva, liberando sus sentidos al profundo placer que podían darse mutuamente; el de ojos turquesa primero acarició su miembro con cuidado para después poder tomarlo con su boca pero siempre suavemente, sin apresurarse, le gustaba escuchar a su compañero decir su nombre entre gemidos y le gustaba más sentir la manera en que lo excitaba, lo probó por unos momentos, hasta que supo que debía seguir, logró estirar su mano por el tubo de lubricante que habían utilizado durante esos días, se lo aplico en dos de sus dedos y con cuidado empezó a preparar a su esposo, buscando al mismo tiempo su próstata, la cual no tardo en encontrar pues lo vio arquearse dando un jadeo especialmente sensual, siguió de esa manera hasta que fue el propio Afrodita quien le pidió que se detuviera pues sabía que iba a terminar si continuaba y no quería terminar así. Fue entonces el de Piscis quien tomó el lubricante y acomodó a su compañero en la cama para ser quien lo preparará, en lo cual procuró no tardar mucho tiempo pues ya deseaba sentirlo de nuevo en su interior, se aplicó lubricante en los dedos y con cuidado lo colocó en el miembro de su compañero que ya estaba bastante erguido y que con esas caricias parecía excitarse aún más pero fue cuestión solo de unos momentos para  que los dos estuvieran listos; entonces Milo recostó a Afrodita en su espalda sobre la cama y abrió sus piernas con cuidado sujetando los muslos, se colocó entre ellas y se frotó ligeramente contra su intimidad, solamente para ver la expresión de gozo y deseo que podía despertar en el otro, pero después de unos instantes así quiso más, con una mano condujo cuidadosamente su sexo a la íntima entrada del sueco y comenzó a penetrarlo con cuidado, despacio, tomándose su tiempo, y lo hacia así porque le encantaba ver todo el placer que podía darle a su compañero, quien no dejaba de jadear, solo hasta que se sintió por completo en su interior se detuvo unos instantes y eso porque los dos necesitaban sentirse completamente cómodos en la situación en la que estaban pero no les tomó mucho tiempo pues rápidamente se habían reacostumbrado uno al otro, el de cabellera azul beso al hombre debajo de él con pasión y dio inicio a unos movimientos sensuales, en un principio lentos, solo para ir aumentando su velocidad conforme se hacían más intensos los gemidos de su pareja, movía sus caderas a ese ritmo encontrándose con las del hermoso sueco que no parecía tener suficiente de que lo embistiera. Cuando les pareció que el momento se aproximaba, fue el de ojos celestes quien buscó su sexo para tocarlo y lograr terminar, de esa manera los dos se movían al mismo tiempo y al unísono de sus gemidos de placer, al llegar el orgasmo a la vez, no tardaron en convertirse en gemidos de satisfacción. Pero los dos estaban plenamente satisfechos con volver a hacer el amor.

--¿Cómo te sientes Afrodita?—preguntó Milo recostándose a su lado con una sonrisa.

--Muy bien ¿y tu?

--Increíble.

--Que bueno que puedo hacerte sentir bien—y en ese momento se incorporo un poco y le dio un fugaz beso en lo labios.

--¿Quieres dormir un poco?

--Creo que me vendría bien.

--Ven aquí, te hice espacio—y abrió sus brazos al tiempo que decía eso.

--Gracias, eres muy amable—y con una sonrisa se abrigó en su compañero.

Guardaron silencio el tiempo restante, pero mientras el sueño se iba apoderando de Afrodita se convenció una vez más de que amaba a Milo con todas sus fuerzas y que no podía serle infiel a su corazón.

  

FIN

 
Notas finales: Espero que les gustara y me dejen saber su opinión.

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