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Luna por zion no bara

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Notas del fanfic:

Pues es la primera vez que utilizó a ésta pareja, espero que le den una oportunidad y que les guste, además es un fic especial ya que es de aniversario, cumplo mi tercer aniversario éste 15 de marzo en Amor Yaoi, cuando escribí mi primera historia nunca creí que llegaría a éste momento, muchas gracias a todos quienes lo han hecho posible, gracias de verdad.

 

 

 

 

Notas del capitulo:

Es la primera vez que hago una trama de este tipo y con esta pareja, espero que les guste.

Capítulo I

 

 

El automóvil avanzaba a buena velocidad, de todas maneras su conductor llevaba un poco de prisa, se hacía tarde y esperaba llegar a buena hora a su destino, mientras tanto escuchaba música y pensaba en sus propios asuntos, aquellos que lo habían llevado a decidirse por un nuevo lugar para vivir pero le gustaba la oportunidad que se le presentaba, estaba convencido que podía hacer la diferencia con su trabajo. Dejaba el camino a un lado, transitaba por una autopista que parecía interminable, solitaria y más a esas horas de la noche, escoltada por los bosques espesos y profundos que no emitían más sonido que el del viento corriendo entre las hojas.

Quien se encontraba en ese vehículo era un joven de ojos dorados y cabellos plateados, un veterinario que ansiaba hacer más en su trabajo que simplemente atender mascotas, por eso esa oportunidad era tan importante para él. Se llamaba Minos de Grifo y estaba más que dispuesto a hacer una buena labor, se sentía muy optimista al respecto. Seguía con su trayecto casi en silencio pues estaba cantando en ese instante la canción que iba escuchando.

--"Mil años pasarán

Y el duende de tu nombre

De luna en luna irá

Aullando fuerte woh! woh! woh!

Miénteme y di que no estoy loco

Miénteme y di que sólo un poco

Y como un lobo voy detrás de ti

Paso a paso tu huella he de seguir

Y como un lobo voy detrás de ti

Paso a paso...paso a paso..." (1)

Le gustaba esa canción, siempre le habían gustado los lobos. En medio de esas ideas sintió que algo ocurría, de repente su vehículo empezó a fallar, no estaba seguro de cual era el problema pero al final el auto se detuvo.

--No puede ser-se dijo Minos.

Vio los indicadores, todo parecía estar bien, tenía gasolina, la batería era nueva, le había dado mantenimiento antes del viaje, no entendía que sucedía. Bajó del vehículo y abrió el cofre, no parecía que nada estuviera fuera de su lugar, claro que no sabía mucho de mecánica automotriz pero no veía ningún desperfecto. Suspiró, lo mejor era pedir ayuda, así que tomó su teléfono celular y marcó pero no tardó en darse cuenta que la recepción era débil así que empezó a caminar tratando de encontrar un sitio en el que fuera mejor.

Caminó por unos instantes, no había nadie por los alrededores, ni siquiera había casas o cualquier otro sitio cerca, tan sólo estaba la soledad del camino y los bosques, no le preocupaba eso, prefería que no hubiera nadie cerca que estar cerca de personas cuyas intenciones no conociera. Se mantuvo así, bajo el brillo de la luna llena, unos minutos hasta que le dio la impresión que podía hacer su llamada, marcó velozmente por una grúa y les indicó la ruta del camino en la que se encontraba. Después de eso sólo quedaba esperar. Caminaba a su auto de nuevo pues hacía frío y de repente le salió algo al paso del lado izquierdo del camino, algo que lo sorprendió.

Se trataba de un lobo.

El de ojos dorados se quedó quieto, estaba a unos pasos de él, no parecía tener intenciones de atacarlo de ninguna manera pero era mejor no darle motivos para hacerlo, una mirada más atenta le dijo que nunca había visto un animal de ese tipo. Era un lobo de gran tamaño y muy bello, todo blanco pero extrañamente sus ojos eran dorados, la luz de la luna parecía hacerlo brillar aún más; el lobo parecía mirarlo solamente y al final se fue, perdiéndose en el bosque. El de cabellos plateados suspiró y caminó más aprisa a su automóvil.

Pero las sorpresas no terminaban aún.

Minos seguía su camino, estaba a unos pasos de su auto cuando escuchó otro sonido proveniente del bosque, del lado derecho, volteó al lugar del que venía el ruido y no tardó en ver aparecer a una persona pero su estado lo alarmo. Se trataba de un hombre, iba herido, tenía marcas como de haber sido atacado, se llevaba una mano al cuello tratando de parar la sangre que manaba de una de las heridas y se desplomó en el camino. De inmediato el de Grifo se acercó tratando de prestar cualquier auxilio que le fuera posible al desconocido.

--¿Qué sucedió?-preguntaba el de cabellos lavanda.

Sin embargo esa herida en el cuello hacía imposible que el otro hablara aunque intentara hacerlo.

--Vas a estar bien-le decía Minos tratando de calmarlo.

Y hacía falta eso pues parecía que el herido aún trataba de huir, fuera lo que fuera que había sucedido había sido muy grave. El de ojos dorados prestó tanta ayuda como pudo pero al final no hubo nada que hacer, cuando llegaron por él encontraron la escena y como los de remolque tenían mejores radios de comunicación pidieron ayuda y reportaron de inmediato lo ocurrido. Minos permaneció al lado del hombre que había fallecido, se sentía mal por no haber podido hacer nada y desconcertado, no comprendía lo sucedido.

 

 

A la mañana siguiente varias personas se encontraban trabajando en la comisaría del lugar, aparentemente en años nunca se había visto algo semejante por los alrededores pues varios lo comentaban y prácticamente el lugar estaba enterado que algo muy grave había sucedido. En todo ese tiempo Minos no se opuso a que lo interrogaran y le habían tomado su declaración, les dijo lo ocurrido, que iba por el camino, se detuvo porque su auto falló y de pronto salio del bosque el hombre herido, trató de ayudarlo pero no pudo hacer nada. Aunque omitió lo de haber visto un lobo unos momentos antes.

--Eso es todo por nuestra parte-le decía el comisario del lugar-Si necesitamos algo más lo buscaremos.

--Muy bien-dijo Minos.

--Sé que es un momento aún algo perturbador para usted pero dos personas llegaron hace un par de horas y desean hablar con usted.

--¿Quiénes?

--Conocían al hombre que falleció y quisieran hablarle ¿Está con ánimo para eso?

--Estoy bien.

El de cabellos plateados se quedó en el lugar esperando y unos momentos después la puerta se abrió y pudo ver a los recién llegados, se sorprendió un poco porque uno de ellos se veía idéntico al desconocido de la noche anterior.

--Es el joven que lo encontró-dijo el comisario.

--Muchas gracias-dijo uno de cabellos azules y ojos del mismo color.

--¿Le importaría si hablamos a solas?-preguntó el otro que tenía los cabellos azules pero los ojos verdes.

El comisario vio al de cabellos plateados pero éste aceptó de un gesto, el oficial salió dejándolos solos en la pequeña oficina.

--Quisiéramos hablarte de lo sucedido-dijo el de cabello azul y ojos verdes.

--No sé mucho-dijo Minos-Pero si lo desean les puedo decir lo mismo que ya le dije a la policía.

--Mi nombre es Saga de Géminis, él es Camus de Acuario.

--Soy Minos de Grifo.

--A quien encontraste es mi hermano, se llama...se llamaba Kanon.

--Lo lamento.

--Por favor dinos ¿Kanon dijo algo? Lo que sea.

--Tenía una herida profunda en la garganta, no pudo decir nada.

--¿Recuerdas algo en particular?

--Lo siento, de verdad, pero no puedo decirles mucho más de lo que ya he dicho a la policía. Apareció de repente saliendo del bosque, iba herido, traté de ayudarle pero no pude, lo siento mucho.

Los otros dos se quedaron en silencio, parecía no haber nada más.

--Gracias de todas maneras-le dijo Camus.

--Si-dijo Saga desolado.

Los dos salieron de la oficina dejando a Minos de nuevo a solas. Pero se dirigieron al comisario.

--¿Qué es lo que saben hasta ahora?-preguntó de inmediato Saga.

--Comprenda que apenas han pasado unas horas desde el incidente-dijo el comisario-El médico revisó el cuerpo y según parece fue el ataque de un animal pero necesitará de tiempo para hacer la autopsia y encontrar con claridad la causa del deceso.

--Entiendo ¿Qué más planean hacer?

--Tenemos que peinar la zona, buscaremos rastros de lo sucedido y del sitio en que su hermano fue atacado, si en verdad fue un animal salvaje lo encontraremos.

--Muchas gracias-dijo Camus.

Un instante después se llevaba a Saga del lugar, necesitaba descansar.

Los dos fueron a su vehículo y antes de ponerse en marcha hablaron un poco más.

--¿Estás bien Saga?

--No entiendo qué sucedió Camus.

--Lo lamento.

--Kanon me llamó, parecía urgente y por eso vine, no entiendo qué está sucediendo.

--¿Qué fue lo que te dijo exactamente?

--Cuando hablamos me dijo que algo andaba mal en su trabajo, que necesitaba hablar conmigo y me pidió que viniera, sé que estaba investigando algo pero no me dijo de qué se trataba.

--Llamé a Shura, espero que no te moleste.

--¿Para qué?

--Sabes que él tiene más experiencia que nosotros en esto, si algo andaba mal es él quien puede descubrirlo, además es amigo de nosotros.

--Gracias Camus.

--Si lo deseas yo me haré cargo de todo para cuando te entreguen el cuerpo.

--No, era mi hermano, yo lo haré.

--Está bien, como lo desees.

Antes de ponerse en marcha lo abrazó, había muchas, demasiadas incógnitas aún pero sólo el tiempo les diría qué había sucedido esa noche.

 

 

Minos ya no tenía nada que hacer en la comisaría así que se fue dejando sus datos por si lo necesitaban de nuevo y continuó con los planes que ya tenía delimitados, no esperaba que sus primeras horas en ese sitio fueran tan agitadas. Llegó al sitio en el que se alojaría, se dio una ducha y se cambió de ropa, tenía que reportarse en su trabajo y lo haría tarde pero dadas las circunstancias esperaba que no hubiera problemas.

Se dirigió al sitio que lo había llevado ahí desde el principio, era un refugio para animales, contaba con una clínica y sobre todo con un proyecto muy importante para el lugar.

No tardó en presentarse y se encontró con dos personas que eran quienes dirigían y atendían el lugar.

--Soy Minos de Grifo-dijo el recién llegado.

--Te esperábamos-dijo una mujer.

Quienes estaban al frente del lugar eran un hombre y una mujer, además eran hermanos, se llamaban Hades y Pandora de Tártaro respectivamente, tenían los ojos violáceos y los cabellos oscuros y aunque algo fríos no por eso se portaron menos corteses con el recién llegado.

--Te esperábamos desde la mañana Minos-dijo Pandora.

--Si, lo sé, lo lamento por el retraso pero algo fuera de mi control sucedió.

--¿Puede saberse qué?-preguntó Hades.

--Fue una desgracia.

El de los cabellos plateados les contó lo sucedido velozmente, aún se sentía inquieto por lo ocurrido y no tardó en darse cuenta que por algún motivo a ellos dos también los afectaba bastante.

--Es terrible que algo semejante sucediera por aquí-comentó ella.

--Me parece imposible que un animal atacara de esa manera-dijo su hermano-No puedo creerlo.

--Si creen que fue un animal sin duda nos visitarán.

--Espero que no pase a mayores.

Ambos se mostraban de acuerdo con eso y también el de cabello plateados pero los tres estaban concientes que si era un animal lo que harían con él al encontrarlo sería sacrificarlo. Como personas que trataban con animales no les gustaba la idea. Pero dejaron eso de lado por el momento pues había otras cuestiones que tratar.

--Te mostraremos el lugar si estas de acuerdo Minos-le dijo atentamente Pandora.

--Me parece muy bien.

--Vamos entonces-dijo Hades.

En unos minutos el de Grifo fue puesto al corriente del lugar, a pesar de ser una comunidad apartada y algo solitaria contaban con un excelente centro médico para animales, según le explicaban al de cabellos plateados a pesar de que la mayoría de sus pacientes eran animales mascota a veces trataban con especies un poco más grandes o inusuales como caballos y reptiles o aves exóticas y monos. También en esos momentos el de ojos dorados supo que los hermanos eran veterinarios zootecnólogos y tenían varios reconocimientos por su labor en otros sitios. Se habían trasladado a ese lugar por el mismo proyecto que había atraído a Minos del cual ellos eran fundadores.

--Estás serás las hectáreas destinadas al refugio-le decía Hades.

Con sus ojos dorados Minos admiró el lugar, la extensión de tierra se mostraba ante sus ojos, sin duda era un lugar muy adecuado para el proyecto: un refugio para lobos. La labor que se planteaban con ese sitio era la de reintroducir a los casi extintos lobos en un ambiente natural sano y seguro que les permitiera su reproducción.

--Es un sitio increíble-comentó Minos.

--Lo es-le dijo Pandora-En este momento contamos con un total de doce lobos, todos los hemos rescatado de otras zonas y si este lugar marcha como lo esperamos podría ser uno de los parques naturales más importantes para ellos.

--Eso sería maravilloso.

--Contamos en que las cosas se resuelvan a nuestro favor-intervino Hades-No se trata sólo del dinero, necesitamos trabajar mucho aún para que nuestra labor se cumpla.

--Deseo empezar a trabajar cuanto antes.

--No te preocupes por eso, trabajo lo tendrás. El día de hoy vendrá uno de nuestros benefactores, es el más importante de todos, espero que lo conozcas, nos ha apoyado mucho con esta causa.

--Comprendo-dijo el de ojos dorados.

Volvieron los tres al interior y no tardaron más que unos minutos en que alguien más apareciera en el lugar.

 

 

Minos estaba charlando con Pandora y Hades sobre los lobos que tenían ya en el refugio cuando apareció la persona a la que esperaban. El de Grifo lo observó por unos instantes con detenimiento, nunca había visto un hombre así. Era alto y tenía los ojos y el cabello dorados, su rostro tenía algo como de ferocidad a medio domar y aunque un poco inusual no tardó en notar sus cejas que se unían por el medio entre los ojos.

--Bienvenido Radamanthys-lo recibió Hades.

--Vine a visitarlos como prometí-dijo el recién llegado.

--Llegas en muy buen momento-le dijo Pandora-Así podrás conocer a nuestro nuevo veterinario, su nombre es Minos de Grifo, Minos, él es Radamanthys de Wyvern.

--Es un placer-dijo el veterinario de ojos dorados tendiendo su mano.

--El placer es mío-dijo el de cabellos dorados sin dejar de verlo y estrechando la mano con delicadeza.

Aunque la presentación no duró demasiado, en ese instante llegaba una persona más, no obstante no esperaban verla en esos momentos sin duda alguna porque los que conocían el lugar se mostraron sorprendidos.

--Hola-decía un hombre entrando.

--Aiocos ¿Qué haces aquí?-preguntó Hades.

--¿Aún no saben lo que sucedió?

--¿Qué cosa?-indagó Pandora.

Pero en ese momento el recién llegado miró un poco desconcertado a Minos.

--Se trata del nuevo veterinario-le dijo Hades-Se llama Minos de Grifo, llegó hoy.

--Aiocos de Garuda trabaja para el refugio también-le explicaba Pandora al de cabellos lavanda-Es administrador. También tenemos otro veterinario pero no sé porque aún no llega.

--¿No lo saben entonces?-preguntó de nuevo Aiocos.

--¿Saber qué?-cuestionó Hades.

--Lo de Kanon.

A ese nombre el de cabellos plateados se puso atento.

--No ¿Qué pasa con Kanon?-quiso saber Hades.

--Falleció-les dijo Aiocos y prosiguió-Parece que fue atacado por un animal.

--Entonces la persona a la que encontré era el veterinario de aquí-dijo Minos.

Poco a poco los cabos fueron siendo atados hasta que todos los presentes supieron lo sucedido, no se esperaban eso.

--Es una pena-decía Pandora-Era un excelente veterinario y muy comprometido con nuestra labor.

--Si, era un buen compañero-comentó Hades-Es una desgracia.

--Espero que no haya problemas con esto para el refugio-dijo Aiocos.

De entre todos sólo Radamanthys guardaba silencio y ninguna expresión se reflejaba en su rostro, parecía inmutable ante lo ocurrido. Siguieron charlando unos momentos y pensando en los siguientes pasos a dar en su labor y con respecto a lo que Kanon había dejado inconcluso pero confiaban en que la creación del refugio no se vería alterada a pesar del terrible incidente.

Aiocos se marchó y Radamanthys dijo que lo haría también pero antes de hacerlo se acercó al de ojos dorados.

--Espero que te agrade estar aquí Minos a pesar de lo desafortunado que fue el inicio.

--Es un sitio hermoso señor de Wyvern, lo ocurrido fue una desgracia pero confío en que la labor para el refugio se lleve a cabo.

--Espero que así sea, y por favor dime Radamanthys solamente.

--Muy bien, Radamanthys.

--¿Te gustaría cenar conmigo esta noche Minos?

El de cabellos plateados se sorprendió un poco pues le parecía algo apresurado pero el de cabellos dorados le habló de inmediato.

--Eres nuevo en el lugar Minos, te ayudaría a conocer un poco más de los alrededores ¿Qué te parece?

--Pues...está bien, gracias por invitarme.

--Paso por ti a las siete, aquí mismo.

--Muy bien.

El de Wyvern se fue dedicándole una atenta sonrisa y sólo entonces al de cabellos plateados le dio la impresión que ese hombre se adueñaba sin problemas de cualquier situación, parecía tener mucha presencia, le gustaría conocerlo en definitiva.

 

 

Las siguientes horas Minos las pasó poniéndose al corriente de todo lo que era el lugar, no tardó en saber que tipo de sitio era y la manera en que los hermanos lo manejaban, que era con precisión y eficacia; también estudió algo de los archivos que tenían de los lobos en el lugar y le prometieron que al día siguiente los irían a ver. Con esas noticias un contento Minos se alistó pues casi eran las siete y tenía una salida con la cual cumplir, por lo demás le gustaba la idea, era con un hombre varonil y no estaba nada mal conocer a gente nueva.

--¿Ya estás listo Minos?

--Si Radamanthys.

--Vamos, iremos a cenar a un buen sitio.

--Gracias.

Durante el trayecto seguían charlando un poco o al menos Minos hablaba y Radamanthys lo escuchaba, iban en el automóvil clásico del rubio y se comentaban algunas cuestiones, más que nada del refugio y eso pero al llegar al restaurante fueron recibidos con solicitud y aprisa, les dieron lo que al de Grifo le pareció la mejor mesa del lugar y no tardaron en ordenar.

--No esperaba que hubiera un sitio así por aquí Radamanthys.

--Te entiendo, como no es una comunidad muy grande parece que todo será muy rústico pero te aseguro que es un buen sitio Minos.

--¿Tienes mucho viviendo aquí?

--Paso temporadas aquí solamente.

Durante la comida se mostraron interesados uno en el otro pero sin duda el de ojos dorados estaba más interesado en saber del de cabellos plateados, por eso incluso le preguntó de su familia y de donde venía.

--Mi familia tenía un rancho-le decía Minos-Era pequeño pero para nosotros estaba bien, criábamos sobre todo corderos pero había otros animales, así que crecí en medio de un ambiente muy natural y creo que todo eso hizo que me gustaran tanto los animales.

--Por eso te hiciste veterinario.

--Así es.

--A mí también me gustan los animales Minos, aunque yo no siempre les gusto a ellos.

--¿De verdad?

--Si. Cuando Pandora y Hades hablaron conmigo de este lugar me decidí a apoyarlos de inmediato, su labor puede ser de gran ayuda para una especie tan cazada y difamada como lo han sido los lobos, sobre todo en Europa.

--Me da gusto ver a personas tan comprometidas con una labor de este tipo, si puedo ayudar me sentiré orgulloso de auxiliar a una especie a que viva de nuevo.

--Estoy seguro que lo lograrás Minos.

Le dijo eso con tanta decisión que al de cabellos plateados no le quedó duda alguna que así sería y sonrió; mientras él sonreía no se dio cuenta de cómo lo miraba el de ojos dorados, le parecía que había algo como muy tierno e inocente en ese muchacho delante suyo, trataría de averiguarlo.

La cena terminó pero ellos siguieron hablando con tranquilidad hasta que llegó la hora de retirarse.

--Te llevo a tu casa Minos.

--Gracias Radamanthys.

Se pusieron en marcha y aunque en el camino hablaron de lo mismo a ninguno de los dos parecía incomodarle eso, más bien les gustaba y fue probablemente el motivo para que el de cabellos dorados diera un paso más al estarse despidiendo en la puerta del veterinario de ojos dorados.

--Me gustó cenar contigo Radamanthys, gracias por invitarme.

--Fue un placer Minos, me gustaría saber si considerarías cenar conmigo de nuevo.

--¿Quieres cenar conmigo otra vez?

--Me encantaría.

El de Grifo sonrió como con pena pero no tardó en decidirse.

--Por mí encantado Radamanthys.

--Muy bien ¿Te parece mañana?

--¿Mañana?

--No veo porque esperar Minos.

--De acuerdo.

--Pasó por ti a las ocho de la noche, aquí en tu casa ¿Te parece bien?

--Si.

--Entonces nos vemos mañana.

--Adiós.

El de ojos dorados lo vio irse, no se hubiera esperado verse de nuevo y tan pronto pero le había gustado esa cena y sobre todo la compañía, por eso había aceptado.

 

 

Minos se sentía contento con su trabajo y a la vez los demás se sentían contentos con él, resultaba un colaborador muy útil y eficaz además de muy activo y sorprendía su conocimiento sobre el área, los hermanos Hades y Pandora se sentían muy complacidos de su apoyo. Además Radamanthys iba con frecuencia al lugar, cierto que era benefactor y le interesaba que se formara el refugio pero no tardaron en darse cuenta que sus intereses eran más amplios y estaban representados en buena parte por el de Grifo.

Esa mañana Minos y Pandora habían tenido algunas consultas y estaban terminando de realizar una operación pues habían llevado a un perro para esterilizarlo.

--Muy bien Minos-decía Pandora-Tus puntos son internos.

--Así no quedará marca-contestó el de ojos dorados.

--Me da gusto ver que te acoplaste a este sitio tan pronto.

--Es un excelente lugar.

--¿Y Radamanthys?

--¿Qué?

--Por favor Minos, lo tenemos diario aquí y sabemos bien que no es por mi hermano ni por mí, así que dime ¿Cómo van las cosas entre ustedes?

--Pues...él es muy agradable y se ha portado muy amable conmigo Pandora.

--La verdad es que me da gusto verlo interesado en alguien.

--¿Por qué?

--Porque nunca lo había visto así.

--¿No?

--Así es Minos, nunca antes vi que Radamanthys estuviera tan atento a alguien como contigo, espero que funcione para los dos.

--Sólo hemos salido Pandora.

--Por ahora.

El de cabellos plateados ya no respondió pero vio la hora, ella se dio cuenta y sabía que sin duda tenía una cita con el de cabellos dorados así que se dispuso a hacer algo en su favor.

--Puedes irte Minos, yo me encargaré de terminar.

--No hay problema, yo...

--Anda, ya vete o se te hará tarde, yo entregaré a nuestro amigo a sus dueños y limpiaré la sala.

--Muchas gracias.

--De nada.

El de ojos dorados salió y de inmediato se aseó, se cambió de ropa y fue a su casa, de nuevo se cambió de ropa por algo un poco más formal pues tenía una cita con Radamanthys y acordaron que iría a su casa para recogerlo. No tardó mucho en eso y a la hora acordada en punto llegó el de ojos dorados.

--Hola Radamanthys.

--¿Cómo estás Minos?

--Muy bien.

--¿Tuviste un buen día?

--Estuvo tranquilo, aunque tuvimos que sacar a un mapache de un frasco de jalea, el pobre se había atorado.

--Me cuentas todo en la cena. Te traje algo.

Le extendió una simpática planta, se trataba de un arbolillo de rodoedro (2) con sus hermosas flores en color púrpura.

--Muchas gracias Radamanthys.

--Espero que te gusten Minos.

--Claro que me gustan, dame un momento por favor.

Entró aprisa a su casa y colocó la planta en su mesa, al de ojos dorados le gustaban esas flores y sabía bien que no eran tan sencillas de encontrar por esas regiones, sin duda el de Wyvern se había tomado muchas molestias en conseguirlas sólo para obsequiárselas, sonrió y volvió de inmediato a su lado.

--Podemos irnos Radamanthys.

El otro no dijo nada, lo tomó del brazo suavemente y subieron a su automóvil para irse a su cita.

 

 

Los planes eran sencillos, después de todo no había tanto que hacer en la pequeña comunidad pero no por eso era un pueblo muerto, tenía vida y tranquilidad, lo que no siempre se podía apreciar en las grandes ciudades. Estuvieron en un teatro viendo una puesta de Pedro y el Lobo (3) en una mezcla entre orquestal y ballet y cuando salieron irían a cenar pero Minos esperaba que fuera en el mismo restaurante de siempre, sin embargo su compañero tenía otras ideas.

--Iremos a un sitio especial Minos-le dijo.

--¿Adónde?

--Ya lo verás.

Estuvieron en marcha pero el de ojos dorados no tardó en darse cuenta que se alejaban de la comunidad y llegaban a una parte alta, como un mirador natural desde el que se observaban los bosques y el cielo despejado.

--Es aquí Minos.

--Este sitio es hermoso Radamanthys.

Y era la verdad, a Minos le daba la impresión que parecía una escena sacada de un cuento de hadas ese lugar.

--Que bueno que te gustara Minos-dijo el de cabellos dorados acercándose-Traje la cena.

El de ojos dorados volteó y vio que su compañero llevaba una buena canasta bien provista.

--Lo tenías todo planeado Radamanthys.

Sin más los dos se acoplaron al lugar y se sentaron encima de una manta para saborear la comida y bebieron un poco de vino, Minos se sentía contento, le gustaba estar al lado del de cabellos dorados, era un hombre como ninguno que hubiera conocido antes. El otro lo escuchaba y parecía no cansarse de beberlo con la mirada, sentirlo con todos sus sentidos, ese joven de cabellos plateados era muy especial.

--Logramos encontrar otros dos lobos Radamanthys, Hades dice que si todo sale bien podrían transportarlos en unos días al refugio.

--Me alegra escucharlo Minos, son criaturas que merecen su lugar en el mundo, el sitio que les fue arrebatado.

El de Grifo lo miró como con duda.

--Es la verdad Minos, lo sabes, los lobos vagaban libremente por los bosques y otros campos del mundo, pero llegaron los hombres y los rebajaron, los llamaron plagas y monstruos por siglos llevándolos casi al exterminio, hay países en los que fueron erradicados por completo.

El de Grifo lo pensó, era cierto, países como Francia, Inglaterra y Alemania ahora luchaban por reintegrarlos pues se había extinto en esas regiones.

--Pero hay quienes se están esforzando por corregir eso Radamanthys, ya lo ves, desde hace años en Francia se fundó el Parque de Gévaudan (4) y en los Estados Unidos está el programa del Parque Yellowstone, hay otros también.

--Es lo menos que se puede hacer por ellos, son criaturas hermosas, nobles y muy necesarias.

--Lo aprendimos por las malas.

Era cierto, las comunidades que casi habían erradicado al lobo o lo habían conseguido no tardaron en saber que eran parte del equilibrio ecológico y que sin ellos la cadena quedaba rota provocando superpoblación de otras especies, llegada de otro tipo de depredadores y falta de territorios equilibrados para las demás especies. También gracias a esos programas de reintegración se había logrado limpiar poco a poco su imagen pues no eran sino mitos el que atacaban el ganado ni animales sanguinarios que atacaban al hombre, eso no eran sino mentiras. Pero estaban concientes que había quienes aún creían algo de esas historias.

--Cuando acepté venir a trabajar aquí Radamanthys lo hice más que nada porque supe de los lobos.

--Te gustan ¿cierto?

--Y mucho, creo que las personas han tenido ideas muy erradas de ellos por siglos, incluso en los cuentos los lobos eran los malos.

--La gente necesitaba culpar a alguien de sus propios comportamientos nocivos Minos, y culparon a los lobos por mucho tiempo.

--Pero eso cambiara, está cambiando Radamanthys, volverán a poblar sus antiguas regiones como siempre lo habían hecho, en libertad.

El de cabellos dorados le sonrió y no esperó para acercarse y besarlo, Minos le correspondió, estaba feliz con su vida en esos momentos.

 

 

Esa misma semana Minos y Radamanthys tenían otra cita, el de cabellos plateados había esperado a su compañero pero cuando éste llegó le tenía una novedad.

--Me temo que la cena se retrasará un poco Minos.

--¿Qué sucede?

--Es que tengo que ver a Aiocos ¿lo recuerdas?

--Si, el administrador.

--Me llamó, me dijo que necesitaba la copia de un archivo y debo entregárselo, es por el refugio.

--Yo entiendo, no te preocupes.

--Gracias-dijo besándolo.

--¿Te importa si te acompaño Radamanthys?

--Me gustaría Minos.

Siendo así ambos se pusieron en camino y se dirigieron a la casa de Aiocos de Garuda, Minos no la conocía pero no tardó en ver que era una casa bastante grande y por lo que adivinaba moderna en comparación con las otras construcciones del lugar.

--La casa de Aiocos es más nueva ¿verdad Radamanthys?

--Así es Minos, la mandó construir prácticamente, dice que quiere ampliarla más.

--Debe ser un muy buen administrador para pagar un sitio así.

Pero el de ojos dorados ya no dijo nada, bajaron del vehículo y fueron a la entrada, aún no llamaban cuando se dejaron escuchar unos ladridos, por el tipo de gruñido el de ojos dorados se dijo que eran perros de gran tamaño. Un instante después Aiocos estaba a la puerta.

--Gracias por venir Radamanthys. Buenas noches Minos.

--Buenas noches-dijo el de Grifo.

--Traje lo que me pediste Aiocos-le dijo el de Wyvern extendiéndole el archivo.

--¿Te importaría si me firmas un par de formas? Así ya no te molesto después.

--Por mí está bien.

Entraron pero aunque los perros estaban en lo que parecía ser la parte posterior de la casa no por eso ladraban menos y con fuerza, a Minos eso le pareció un poco extraño, se escuchaban inquietos.

--No sé que pasa con esos animales-comentó Aiocos-Están entrenados para no comportarse así.

--¿Qué clase de perros son?-preguntó Minos-Se escuchan grandes.

--Tengo mastines, son para que cuiden, no entiendo porque se pusieron tan inquietos de pronto.

--Quizás hay un animal por los alrededores, por pequeño que sea un invasor siempre inquieta a los cánidos.

--Ya está listo-dijo el de Wyvern.

Entregó las formas al de Garuda dispuesto a marcharse.

--Muchas gracias por venir Radamanthys, buenas noches a los dos.

Los llevó a la puerta y los perros no dejaban de ladrar, se despidieron y de nuevo estaban en el automóvil del rubio pero a su compañero le dio la impresión que estaba muy serio.

--¿Qué sucede Radamanthys?

--Nada Minos.

--De pronto te pusiste muy serio.

--No me gusta venir a casa de Aiocos, eso es todo.

--¿Por qué? Pensé que eran amigos.

--Es administrador Minos, pero no es mi amigo, además me molesta escuchar a esos perros ladrar.

Al de cabellos plateados lo desconcertó un poco eso, miró al de cabellos dorados, le dio la impresión que algo muy primitivo y feroz brillaba en su mirada pero no se atrevió a decir nada más.

--Tengo una idea Minos-dijo de pronto el de cabellos dorados.

--¿Qué cosa?

--¿Por qué no vamos a cenar a mi casa?

--¿A tu casa?

--Si, así de paso la conoces, nunca has ido.

--Bueno, es que yo...

--Por favor, así estaremos a solas y podremos charlar, te aseguro que es un sitio agradable.

--De acuerdo-se dejó convencer el de Grifo.

Sin otra palabra el de Wyvern puso en camino su vehículo y Minos dejó de lado cualquier idea sobre la molestia de su compañero.

 

 

--¿Esta es tu casa Radamanthys?

--Así es Minos ¿te gusta?

--Es enorme.

Y no era mentira, estaban lejos de la comunidad, a las orillas de los bosques, casi en el interior de uno, por lo demás se veía la antigua construcción que semejaba un vigía, uno medio oculto por los años y los árboles.

--Es de mi familia Minos, espero que te resulte confortable.

--Todavía no entro y ya me parece que es un palacio Radamanthys.

El de ojos dorados lo guió al interior sin perder tiempo y el de cabellos plateados se convenció que era un sitio enorme y además no tardó en ver los artículos que custodiaba y a simple vista sabía que eran antigüedades, sin duda de la familia de su compañero rubio.

--Tengo que hacer un par de llamadas Minos ¿Me permites un momento?

--Por supuesto.

--Haré la cena después de eso.

--Te ayudaré con mucho gusto.

--Gracias.

El de cabellos dorados se fue dejando a un curioso joven de cabellos plateados rondando el sitio; el joven veterinario vio muchas cosas pero al pasar a otro salón lo primero que atrajo su mirada fue una especie de estandarte que pendía de uno de los muros. Se acercó para verlo mejor. Le resultaba extraño lo que estaba ante sus ojos y por más que lo miraba no estaba seguro de qué era.

Minos no sabía mucho de heráldica pero nunca había visto un estandarte de ese tipo y adivinaba que era el escudo de alguna familia. Lo que observaba era la figura de un lobo o un hombre, no estaba seguro, parecía un lobo parado en dos patas como si fuera un hombre, revestido con un traje de caballero guerrero, la armadura era oscura pero la imagen estaba en color blanco, se acercó un poco más pues le parecía que los ojos de la extraña criatura eran dorados. Debajo de la imagen se leía algo en letras medievales pero no lo comprendía:

--Wyvern: Dominus lupus homo sine nome, ex virtute naturali habert protestatem transmutandi corpora sui, serve regis semper fidelis (5)-leyó con sus ojos dorados.

Al final se decidió por volver al sitio en el que lo había dejado su compañero.

Minos se dio una mirada más en el enorme espejo de la estancia y se convenció que se veía bien, estaba listo para cenar, tan sólo quedaba aguardar para que Radamanthys terminara con sus asuntos. Lo que no sabía el de cabellos lavandas era que el rubio ya había terminado con sus asuntos y que en esos momentos se limitaba a observarlo en silencio con sus ojos dorados brillantes por saber que estaba ahí. El de cabellos dorados lo vio alisarse el cabello con una mano, estaba peinado de manera sencilla y era en medio de esa sencillez que lo fascinaba, con sus cabellos plateados y sus ojos dorados, era perfecto, a sus ojos lo era.

En ese momento Minos vio a través del espejo como se acercaba y pensó que se irían en se momento a la cocina para preparar la cena.

--Estoy listo-dijo el de cabellos lavanda--¿Terminaste con tus asuntos?

Pero la mirada que le dirigían esos ojos dorados no era una que le indicara que pensara en cenar ni nada que se le pareciera, para nada, el rubio simplemente quería estar en ese sitio.

--¿Todo está bien Radamanthys?

El rubio dijo que si de un movimiento.

Por unos instantes ninguno de los dos habló pero a Minos le daba la impresión que esas pupilas doradas lo estaban desvistiendo y se ruborizó sin poderlo evitar, lo cual no pasó desapercibido para el otro. Radamanthys le acarició el rostro pero no con ternura, era casi como acariciar algo que nos pertenece y el de cabellos plateados tembló un poco, había algo en ese hombre de cabellos dorados que lo estaba turbando y no se creía capaz de manejarlo, lo mejor era alejarse.

--Radamanthys...

Pero le faltaron las palabras, el que lo escuchaba lo supo, y no pensaba permitir que ese joven saliera de ese sitio. De inmediato se inclinó hacia él, como un preludio de lo que buscaba, acercó lentamente sus labios a los de Minos leyendo cualquier señal en el semblante del de los ojos dorados delante de él y éste únicamente colocó su mano sobre el pecho del más alto, no para detenerlo sino para acariciarlo. El de los cabellos dorados sonrió, ese joven se le había entregado y ni siquiera se daba cuenta de ello.

 

 

Radamanthys tomó a Minos por los hombros y primero los acarició con fuerza para después besarlo, un beso intenso y decidido, uno que no dejaba dudas de lo que el rubio quería y el de Grifo no estaba seguro de cómo actuar ni que decirle, por eso simplemente se dejó guiar sin oponer resistencia de ninguna manera. El rubio lo acercaba a su cuerpo, lo besaba, lo estrechaba, en algunos momentos le dio la impresión al de ojos dorados que olía su cuello y su cabello pero no estaba seguro de eso. Fue en medio de esas acciones que el de cabellos dorados no esperó más y llevó sus manos a la ropa del de cabellos plateados.

En un primer momento Minos se sintió sorprendido y algo tímido ante las acciones de Radamanthys, más que quitarle la ropa se la arranco: le quitó el saco, abrió la camisa con fuerza haciendo que los botones volaran por el lugar, desabrochó sus pantalones y sin más los había apartado de su cuerpo y la ropa interior no corrió mejor suerte, todo estaba regado por la habitación. Y su dueño se encontraba completamente desnudo sobre la antigua y costosa alfombra del lugar. Pero no era todo.

El dueño del lugar se colocó de pie sobre Minos, el de los ojos dorados lo observaba mientras se quitaba la ropa con velocidad, hasta que quedó desnudo ante sus ojos y verlo ya completamente excitado lo hizo sonrojarse y cerrar los ojos, pero no había tiempo para esperar, no para el de cabellos dorados. Se recostó sobre el de cabellos plateados haciendo que sus cuerpos se sintieran, lo estrechó con fuerza sin hacer un sólo movimiento más y eso excitó al de ojos dorados que se contagiaba del calor de ese fuerte cuerpo y se quedaba sin aliento por sentir su sexualidad despertar con tanta fuerza, aunque no supiera como manejarlo.

El heredero de la familia Wyvern sonrió, si el de Grifo lo hubiera visto se hubiera dado cuenta que sus pupilas doradas destellaban de satisfacción, veía claramente como ese joven debajo de su cuerpo no se movería a menos que él se lo indicara, era el poder absoluto de una persona sobre otra y era justamente lo que deseaba en ese momento. Al separarse un poco vio la manera en la que el de cabellos plateados se quedaba muy quieto, agitado, al mirarse de nuevo esos ojos dorados brillaban por lo desconocido y le gustó aún más. Parecía un animalito asustado por quedar ante un depredador y eso irremediablemente lo excitaba.

Cuando Minos vio a Radamanthys observarlo se sintió súbitamente inquieto, como una oveja sin salida ante un lobo, no tenía voluntad para detenerlo y a pesar de todo, de no comprenderlo y de nunca haberse sentido de esa manera, la verdad que se le revelaba era que deseaba que continuara. Cerró los ojos y se quedó tan quieto como pudo, lo que fuera que el rubio deseara de él y hacer de él se lo permitiría. Aún así las señales de la agitación se demostraban ante los ojos del otro hombre, su respiración acelerada y casi juraba que se escuchaban los latidos de su corazón, no podía reprimirlos y todo eso estimulaba más y más al rubio.

Radamanthys era quien era y por eso no planeaba esperar, no tenía sentido hacerlo para él, de inmediato estaba donde deseaba que era entre las piernas del de cabellos plateados, tomando su sexo entre sus labios con necesidad, probándolo y haciéndolo elevarse con velocidad, sabía exactamente que hacer para conseguirlo. Minos respiró con profundidad, sintió la fuerza del rubio pero también su necesidad, lo dejaba hacer y se movía con intensidad, apretando sus labios para no gritar, sus caderas respondieron agitándose hasta que estuvo tal y como el de ojos dorados deseaba que estuviera.

Para el caballero Wyvern fue encantador ver la yuxtaposición que hacía el de Grifo en ese momento, su cuerpo pálido y delicado con su rostro inocente mientras su sexo se elevaba completamente excitado entre sus piernas, era una imagen que atesoraría toda su vida. Pero había algo más que deseaba atesorar, por eso se acercó y separó las piernas del joven recostado sobre la alfombra, pasó por su miembro erecto pero no lo atendió, deseaba algo distinto, llegó rápidamente a la secreta y masculina estreches que prometía placer, no esperó para acariciarla con su lengua y empezar a probarla sin pudor alguno, introduciéndola tanto como podía para alistar a su compañero lo más pronto posible.

El de ojos dorados dejó escapar un agudo gemido sin poderlo evitar al sentir lo que el rubio hacía, su cuerpo se curvó al contacto y no dejó de responder mientras el otro continuaba con su labor, acariciándolo, lamiéndolo, explorándolo sin que pareciera tener suficiente. Tampoco para el de cabellera dorada era bastante así que dejó que su lengua se retirara para introducir sin preámbulos un dígito anegado de su saliva en el tibio cuerpo del de cabellos plateados que se arqueó al sentirlo, empezó a moverse de inmediato buscando lo que deseaba y lo localizó prontamente, presionó y vio como el más pequeño se curvaba de nuevo por el placer, unos segundos y eran dos dedos en su interior que lo preparaban y lo excitaban al punto del dolor.

Minos estaba apenas sintiéndose conciente de lo que pasaba, Radamanthys había retirado sus dedos pero no pudo preguntarle ni decirle nada, el rubio se le acercó y pasó su lengua sensualmente por su cuello para después parecer que lo besaría pero no lo hizo, pasó su lengua sobre los labios del de Grifo, nada de eso importó mucho cuando el de ojos dorados hizo que sus erecciones se encontraran y casi como un erótico saludo se frotaron para separarse después, sin embargo no tardó el de cabellos plateados en saber a que sitio se dirigía la de su compañero cuando sintió la redondeada cabeza encontrar su entrada y no ir despacio en lo que buscaba.

Para Radamanthys era como si hubiera esperado demasiado por ese momento, no aguardaría más, entró en Minos de un sólo movimiento sin espera y sin pausas, sosteniendo sus piernas y separándolas, no permitiría resistencia de ninguna clase, aunque tampoco la encontró. Los primeros instantes en el interior del candoroso cuerpo del de Grifo fueron una experiencia que el rubio estaba seguro nunca volvería a vivir, por eso se quedo quieto, tratando de memorizarlo pero fueron solamente unos instantes, después vino la intensa necesidad de hacerlo suyo y empezó a moverse, despacio, que lo sintiera y se acostumbrara a él, después vino la agitación y la pasión, ese muchacho era suyo y se lo haría sentir.

Para Minos la experiencia de estar con Radamanthys oscilaba entre el desconcierto y la pasión, no sabía como manejarlo y menos aún cuando sentía al rubio en su interior, entrando profundamente en él y tocando sitios que ignoraba, descubriendo sensaciones que nunca había sentido, todo era nuevo y emocionante aunque también un poco atemorizante, la novedad de la situación y la intensa sensualidad de su compañero lo amedrentaban un poco pero no por eso estaba menos dispuesto. El rubio no tardó en encontrar nuevamente su próstata y la frotaba y presionaba con velocidad haciéndolo estremecer y arquearse contra el cuerpo sobre él que lo aprisionaba sin permitirle escapar.

El de cabellos plateados no estuvo muy seguro de cómo sucedió pero en algún momento el de cabellos dorados lo sostuvo con fuerza por la cadera y estaba entrando en él con poderío para después sentirse girar y cuando se dio cuenta estaba sobre el de Wyvern, con sus piernas a cada lado de sus caderas, tuvo que apoyarse contra el pecho del rubio para conservar el equilibrio pero no se atrevía a moverse, tan sólo respiraba buscando recuperar el aliento; sin embargo su compañero no quería esperar, empezó a moverse de nuevo con la misma fuerza que ya había experimentado el de cabellos plateados, agitándolo y sacudiéndose en su interior sin soltarlo para entrar más profundo en él.

Al de Grifo le sorprendió un poco lo que pasaba, no estaba seguro de que hacer, que esperaba el otro que hiciera, también le daba un poco de vergüenza la posición y eso lo hacía mostrarse retraído pero el dueño del lugar al mirarlo así, entre la timidez y la pasión, no aguardaría. Radamanthys tomó con decisión las caderas de Minos y movía las suyas con fuerza, entrando con arrojo en el suave cuerpo sobre él. El de ojos dorados que estaba arriba lo sentía y dejó escapar un par de sollozos pero apretó sus labios de nuevo y cerró sus ojos sintiendo lo que hacía el hombre debajo de él y la manera en que sus entrañas parecían abrirse para recibirlo y que fueran llenadas por ese exigente miembro que no cesaba de complacerlo.

Entre sus inexorables movimientos y la pasión que despertaba ese joven de cabellos plateados, Radamanthys deseaba sentirlo más cerca, se veía maravilloso sobre él, la forma en que cerraba sus ojos y la expresión de placer que cubría su rostro, como se movía su largo cabello alrededor, todo era fascinante; el rubio se incorporó apoyándose en sus brazos para después acercar el cuerpo de Minos contra el suyo con uno de sus brazos dejando el otro donde estaba, casi era para no creerse pero lo encendía aún más sentirlo de esa forma contra él. No aguardó y buscó su rostro, lo besaba en los labios con intensidad, lo acariciaba y con su propio cuerpo hacia que el erguido sexo entre ambos fuera estrechado y aún así sabía que necesitaba más.

De forma hábil y sin avisos de ninguna clase Minos sintió que estaba de nuevo sobre su espalda pero eso fue por unos instantes, Radamanthys hizo algo, un movimiento veloz e intenso, con destreza lo hizo quedar boca abajo sin salirse un instante de su interior, no estuvo seguro de cómo lo había logrado pero lo hizo, manejó sus piernas y el resto de él con facilidad y ahí estaba, esperando por lo que el otro haría y no tardó en saber lo que su compañero deseaba pues lo hizo quedar a gatas, apoyándose en sus rodillas y sus manos solamente. Una vez en esa posición el rubio no tardó en buscar de nuevo que continuaran, primero le sujetó las caderas con sus enérgicas manos para tomarlo con velocidad, sacudiendo su cuerpo y haciéndolo estremecer por su fuerza para después colocarse sobre él.

Al de cabellos dorados le fascinaba el de cabellos plateados, lo necesitaba con una urgencia que nunca había tenido con nadie, quería tenerlo de tal manera que el joven debajo de su cuerpo nunca lo olvidara, que nunca anhelara a nadie que no fuera él. Su propio cuerpo guiaba sus movimientos y se colocó sobre Minos, lo hizo apoyando todo su ser, hasta que sus manos quedaron sobre las del de Grifo, entrando en él con más ímpetu, montándolo con pasión casi sin freno, disfrutando de hacerlo arquearse y buscar más de su cuerpo, aspirando el aroma que emanaba en esos momentos pero necesitaba algo más, necesitaba hacer que ese joven nunca añorara a otro, que supiera desde ese momento y para siempre que nunca disfrutaría a alguien más que le hiciera el amor como él.

Hasta esos momentos Minos seguía sorprendiéndose de lo que era Radamanthys como hombre en la intimidad, disfrutaba y descubría al mismo tiempo lo que era estar con alguien, vivía su naciente sensualidad pero aún se retraía, aún guardaba parte de lo que él era como compañero en el sexo, no lo sabía pero el de cabellera dorada se lo iba a descubrir. El rubio se detuvo por completo para hacer que el de ojos dorados debajo de él se recostara sobre su espalda de nuevo, lo vio quedarse de rodillas entre sus piernas y respirando agitadamente aguardaba por lo que haría; el de Wyvern separó las piernas del de Grifo con las suyas, lo atrajo por la cadera contra él y entró una vez más en su cuerpo pero ya no como las veces anteriores, no iba a contenerse en ese momento.

El joven Minos sintió como Radamanthys entraba en él, lo hizo con fuerza, con pasión, casi como si su cuerpo estuviera hambriento por el suyo, no hubo suavidad ni gentileza, era más primitivo lo que hacía el de cabellos dorados, simplemente estaba entrando profundamente en su intimidad reclamándolo como suyo, lo hizo con tal ardor que el de cabellos plateados sintió que no podía resistirlo; su intento por hacer algo fue bastante trivial pues trató de detener al rubio con sus manos y este se limitó a tomarlas con una de las suyas y aprisionarlas firmemente contra el piso mientras seguía embistiéndolo como una fiera salvaje.

El de los ojos dorados sobre su espalda por unos instantes sintió miedo, su corazón latía aceleradamente y era como si no pudiera hacer nada por si mismo, eso lo hizo tratar de cerrar sus piernas pero no pudo pues el rubio estaba entre ellas, intentó separarse pero apenas lo sintió el de mirada dorada sobre él y bastó para que soltara sus manos pero no por eso lo liberó sino que lo estrechó con ímpetu de las caderas entrando en él con frenesí en un arranque de furor. Ante ese asalto Minos gimió con agudeza pero apretó de nuevo sus labios, lo que estaba sucediendo era demasiado para él y movía de un lado para otro su cabeza tratando de sobrellevarlo pero su compañero no estaba dispuesto a permitirle que siguiera de esa manera.

Se colocó sobre Minos tomando su rostro entre sus manos, haciendo que el de cabellos plateados lo mirara directamente, cuando lo consiguió le habló con voz poderosa y excitada.

--Quiero escucharte...Minos...quiero oírte....gime para mí...grita para mí....

Diciéndole eso lo besó con vigor reclamándole que abriera sus labios para ser invadido por la decidida lengua que lo exploraba y que ya antes le había demostrado lo que era capaz de hacer. Sintió claramente como unos sensuales sonidos luchaban por escapar y deseaba escucharlos, por eso no había dejado de moverse con una fuerza que casi rayaba en la fiereza en el interior de ese joven que ya no pudo oponer entereza de ninguna clase al hombre sobre él. Cuando Radamanthys se incorporó un poco para seguir embistiendo a Minos sujetando sus caderas lo escuchó, primero gemidos ahogados que aún intentaban ser controlados, sensuales exclamaciones de placer renovado, ahogadas palabras de satisfacción, después sólo fueron abiertas declaraciones de lo que sentía el de cabellos plateados.

Al de Grifo le costaba trabajo respirar y también hablar, sentía que el de Wyvern le hacía el amor de forma tal que estaba a punto de desmayarse, lo colmaba moviéndose en su cuerpo brindándole una satisfacción que llegaba a todos los rincones de su ser, por lo mismo le decía al rubio cuanto le gustaba su cuerpo, que nunca había estado con nadie como él, que nunca lo dejara, los primeros gemidos se convirtieron en gritos apasionados en lo que el de cabellos plateados empezó a clamar.

--¡No, no, no!

Pero aunque su voz dijera no su cuerpo estaba formando un perfecto arco sobre el suelo mientras el de ojos dorados lo tomaba por los hombros con una mano y con la otra hacía que separara su pierna tanto como le fuera posible, dejándolo expuesto y completamente abierto para él, ignoraba esa palabra de negativa cuando sentía su cuerpo completamente dispuesto. Entre más entraba en él, el de cabellos plateados creía que estaba por perder el sentido, ya ni siquiera podía hablar, gritaba sin voz haciendo hacía atrás su cabeza sintiéndose prisionero de ese hombre rubio que lo poseía con arrebato.

Era verdadero y llano deseo de posesión el que dominaba al rubio que no podía ser controlado de ninguna manera, no había resistencia alguna que valiera ante eso, soltó el hombro de Minos para emplear ambas manos en dejar al joven delante de él más expuesto que nunca separando sus piernas sosteniéndolas por los tobillos y no dejó de entrar en él, lo hizo por completo y sin consideración, hasta que su erguido sexo estaba hasta la base en el de Grifo y aún así se apretaba fuertemente contra él, al punto del dolor pues sus testículos eran oprimidos entre sus cuerpos pero no le importaba, no le importaba nada que no fuera todo lo que estaba viviendo con el de cabellos plateados.

Minos se encontraba sin palabras, estaba con Radamanthys en un momento que marcaría su vida, lo quería tanto y quería tanto poder decírselo pero no le era posible, no cuando estaba en un verdadero éxtasis, sintiendo su culminación llegar, su cuerpo parecía vibrar y por un instante sintió que iba a estallar, ni siquiera se daba cuenta que el rubio frotaba su turgente miembro con la misma pasión que seguía haciéndolo suyo, de sus ojos dorados escaparon unas lágrimas y no pudo hacer nada, sólo se quedó sin poder respirar siquiera mientras su cuerpo quedaba completamente vacío, lo único que quedaba en él era la fogosa simiente de su compañero de ojos dorados, quien lo mordía en el cuello con éxtasis y daba un extraño grito de pasión, era como un rugido de fiera satisfecha.

El de cabellos plateados se quedó inerte en el suelo, aún estaba estremecido por el clímax corriendo por su cuerpo, no podía ni abrir los ojos, apenas si sintió que el de mirada dorada se retiraba de su interior para capturarlo entre sus brazos de inmediato, como si pudiera marcharse y no lo permitiera. Tampoco se dio cuenta, no mucho al menos, de la forma en que lo acariciaba, frotando su rostro por encima de su cuerpo, como si fuera el olfateo de un animal de caza. Después de eso...no hubo un después. El de Grifo parecía haberse quedado inconciente en el suelo, apenas había respirado después de su orgasmo cuando no supo nada del mundo que lo rodeaba.

 

 

Radamanthys llevó a Minos a su habitación, lo recostó con cuidado y se quedó observándolo por unos instantes, era tan hermoso, tan frágil, era como todo lo bueno que pudiera tener una persona a flor de piel, sin duda lo había llevado más allá de sus límites pero se sentía complacido, él mismo nunca había deseado tanto ser parte de alguien más como con ese muchacho de cabello plateados, plateados como la luna. Lo limpió un poco y acomodó su cabello, lo recostó bajo las finas sábanas y una vez más se acercó a él para aspirar su aroma, parecía haberse mezclado con el suyo y tuvo que cerrar los ojos para contenerse, debía dejarlo descansar un poco.

Siendo así se alejó del de Grifo y se dirigió a una de las enormes ventanas de la habitación, observó el cielo nublado pero sabía lo que pasaba a pesar de las nubes que trataban de ocultarlo: era noche de luna llena. Sonrió. Ni siquiera esa luna podría arrebatarle lo que había vivido con Minos. Era algo que jamás nada ni nadie, ningún poder reconocido o desterrado, haría que perdiera, Minos había sido suyo, lo había sido por voluntad propia declarando que lo amaba. Pero no pudo quedarse pensando en ello, era mejor que saliera.

Cuando Minos despertó sintió la suave tela y el calor que él mismo había guardado en la cama pero lo que más le interesaba no se encontraba ahí, se incorporó a medias y no tardó en darse cuenta que Radamanthys no estaba a su lado. Volteó tratando de darse una idea del sitio en el que se encontraba pero aún tardó un poco en recordar que estaba en casa del rubio, que habían ido para cenar juntos y que no lo habían hecho porque...su cuerpo se estremeció sólo con recordarlo.

Consideraba que era temprano, no se veía la luz del sol pero ya no era de noche, se levantó y se puso una sábana alrededor del cuerpo para dejar la habitación, parecía que todo el lugar estaba en silencio. El de cabellos plateados descendió de manera pausada a la parte baja de la casa, llamaba al rubio pero no obtenía respuesta, no podía imaginarse donde se encontraba el otro hombre pero tuvo la respuesta en poco tiempo. La puerta se abrió y apareció el de Wyvern.

--Radamanthys.

Pero Minos no se animó a acercarse, el rubio no demostraba señal alguna de sorpresa ni nada parecido mientras que el otro joven sólo lo miraba.

--Ya estás de pie Minos.

--Si.

--Perdona por no estar a tu lado, necesitaba dar una vuelta por el lugar.

--¿Así?

--¿Qué tiene de malo?

--Estás desnudo.

Era verdad, el rubio estaba completamente desnudo y no parecía importarle. Se acercó al de cabellos plateados y le habló con tranquilidad.

--¿Te molesta Minos?

--Es que...

--Te gusta de hecho.

Diciendo eso acarició su mejilla y el de Grifo sintió que la sangre en sus venas corría más aprisa.

--Así es, te gusta Minos, te gusta verme, puedo olerlo.

En unos segundos el de ojos dorados hizo la sábana que cubría al de cabellos plateados a un lado y recostó al joven sobre ella sin ninguna ceremonia, lo besó con pasión y lo cubrió de caricias encendidas para volver a entrar en su cuerpo hasta hacerlo gritar su nombre y quedarse muy quietos después. Radamanthys cargó con gentileza al de ojos dorados envuelto en la sábana y lo llevó de vuelta a la cama, se recostó a su lado y se durmieron pacíficamente. Minos no pensó ni por un instante en las palabras del de cabellos dorados: Puedo olerlo.

 

 

Continuará...

 

Notas finales:

Sólo algunas cuestiones por comentar.

Iba a llamar a este trabajo Lobo pero como ya tengo una trama con ese nombre no quise que tuviera el mismo título.

La idea de los lobos me gustó pero tuve que dejar completamente de lado el hecho que los Wyvern son dragones, los dejé como lobos, espero que no haya problemas con eso. Tampoco con no hacer las distinciones apropiadas entre hombres lobo, licántropos y lobos hombre pero la verdad no quise meterme en eso.

(1) La canción que va cantando Minos al principio se llama Como un Lobo y es del cantante español Miguel Bosé.

(2) El rodoedro es un arbolillo de adorno con unas bonitas flores que pueden ser rosadas, violáceas y hasta púrpuras. Es escudo de Nepal, de su bandera, está rodeado por una especie de guirnalda de estas flores que en este país se consideran uno de sus símbolos nacionales, como era algo para Minos me pareció apropiado.

(3) Pedro y el Lobo es una sinfonía compuesta por Sergei Prokofiev que se basa en el cuento ruso del mismo nombre.

(4) Gévaudan, en Francia, realmente cuenta con un parque abierto para la reintegración del lobo, lo cual es importante porque fue en esa región francesa donde se exterminó a gran número de lobos por miedo a lo que se conoció como La Bestia de Gévaudan que se dice fue un animal que asoló la región entre 1764 y 1767 y se le responsabilizó de la muerte de mas de cien personas.

(5) La frase del escudo de los Wyvern está escrita en latín.

Espero que les gustara, la siguiente semana es el final.


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