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Adorado por zion no bara

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Notas del fanfic:

Dedicado a Megara1980 y a ChaniChan quienes sugirieron algo con los generales marinos, espero que les guste.


 

Notas del capitulo:

Es una historia corta que se me ocurrió mientras escuchaba una canción así que espero que quedara aceptable, espero que les guste.


Aprovecho para desearles Feliz Año Nuevo, espero que el 2011 sea un excelente año para ustedes y sus planes se logren de la mejor manera.


Contiene una canción pero no es exactamenete un songfic pero la incluí porque fue la inspiración de éste fic.

Adorado: Digno de adoración. Digno de ser amado.

 

 

Esa noche estaba destinada a ser un éxito, de eso estaban seguros los organizadores, pues era uno de esos eventos en los que las personas peleaban el poder ser invitados o admitidos, conforme se iban presentando se les veía charlar animadamente a los demás, compartir puntos de vista y sentirse parte de una especie de círculo privilegiado por ser uno de los de la concurrencia. El evento en si mismo resultaba todo un acontecimiento pues prácticamente lo mejor del país estaba presente y contaba con invitados de primera calidad. Por todos lados estaban los lujosos arreglos florales, músicos que parecían invisibles pero amenizaban la fiesta, un bufet pantagruélico y la enorme fuente de la que manaba espumosa champaña. Algo decadente en cierto punto pero igual lo estaban disfrutando.

Mientras los invitados disfrutaban de la reunión sucedió que el motivo por el que estaban reunidos se presentó, en algún momento alguien llegó a la fiesta y con su sola presencia ya tenía a los demás interesados en su persona y en lo que haría y diría, pero afortunadamente para él ya estaba acostumbrado a eso. De inmediato el recién llegado se vio rodeado por varias personas, algunas conocidas y otras no, que no dudaban en felicitarlo y buscar estrechar su mano o por lo menos darse a notar, no pasar desapercibidos de su presencia, no ante él.

En medio de toda esa adulación dos figuras se hicieron conocidas y en cuanto pudo se dirigió a ellas, estaban de pie bebiendo de sus copas, una de brandy y la otra de vino, no era inusual.

-Que bueno que llegas-decía uno que era castaño.

-Si no lo hubieras hecho ya estarían escribiendo algo al respecto-dijo el otro de cabellos rosas.

-Me retrasé un poco por un problema en el aeropuerto-contestó el que había llegado de último-Aparentemente hay problemas con los vuelos internacionales.

Ellos tres se conocían desde hacía años, habían hecho sus carreras al mismo tiempo y cada uno había conseguido el éxito en su área aunque no negaban que era el homenajeado quien realmente conocía el éxito completo por su obra.

Con gusto hubieran seguido charlando de nimiedades que sólo a ellos correspondían pero resultó que no era posible, seguían acercándose a saludar, felicitar y en general a hacer toda una feria de adulación.

-Tienes que hacer algo-decía el castaño-Como notarás todos esperan que lo hagas.

-Supongo que tienes algo preparado-comentaba el de cabellos rosas-De otra manera no saldrás de aquí hasta que lo hagas.

El tercero en la escena suspiró pero sabía que tenían razón, era alguien conocido y eso tenía algunas responsabilidades, como el de ser complaciente con su audiencia y los medios de comunicación.

-Supongo que lo más sencillo es leer algo de mi libro-dijo finalmente.

-Después te pedirán que firmes algunos de los ejemplares.

-Supongo que si Bian.

-Alégrate, es el éxito que querías ¿o no?

-En realidad jamás había pensado en ello Eo.

Sus amigos lo observaron por un instante y lo vieron acercarse a los invitados dispuesto a hacer justamente lo que había dicho que haría: leer parte de su nueva obra. Resultaba que era un escritor y uno de éxito, reconocido por una serie de novelas en las que relataba la vida como la veía pero lo más interesante era el protagonista pues siempre se había tratado del mismo personaje, uno que había cautivado corazones por las palabras con las que había sido plasmado en las hojas e incluso era aclamado por la veracidad con la que actuaba en sus historias. Cuando terminó de leer vino una serie de nuevas felicitaciones y una pregunta por lo general se escuchaba en esas ocasiones.

-¿En quien se inspira para escribir de esta manera?

-En la gente-fue la respuesta del escritor.

La noche terminó y finalmente el autor se vio libre de marchar a su casa, una elegante propiedad a orillas del Atlántico Sur que había adquirido a raíz de su segundo libro, a veces daba largas caminatas por la playa observando el mar, pero justo cuando cruzó la puerta lo invadió el mismo sentimiento que tenía regularmente cuando no escribía: se sentía solo. Se dirigió de inmediato a su estudio y se sirvió un vaso de ginebra para después quedarse sentado en medio de la noche y el silencio, en esos momentos sólo alguien llegaba a sus pensamientos, se trataba de él, del adorado.

-Sorrento-murmuró con amor.

En ese momento era un hombre apuesto y arrogante pero no siempre había sido así, nada de eso, antes de él todo había sido diferente.

 

 

De cara al mar veo el amanecer

Y una gaviota me hace estremecer

Mueve su cuerpo al compás del viento

Y con sus alas vuela mi pensamiento

¿Qué será de ti?

 

 

Isaac había nacido en las provincias lejanas y heladas  de Finlandia pues era su país uno de frialdad extrema y en los malos tiempos se volvía un verdadero sarcófago helado, a pesar de eso la gente gustaba de vivir ahí o se sometía a su destino. La familia a la que pertenecía Isaac era una bastante acomodada, al menos para el sentido de los lugareños ya que su propiedad era enorme y la casa igualmente lo era, además que poseían tierras y se sabía que el señor de la familia era un hombre de fortuna, de igual manera se sabía que era terriblemente insufrible para el dinero, demasiado ocupado por el metálico tenía acostumbrada a toda la casa a prescindir de él.

Los padres de Isaac habían sido una pareja que jamás fue feliz, su padre era adusto hasta la tiranía y su madre dulce hasta el sufrimiento, ante lo cual ninguno de los dos podía avenirse al otro y la llegada de un hijo no fue exactamente la dicha. Para su padre era alguien que seguiría con su nombre pero más bien lo vio algo así como una futura mano de obra sin paga y en cuanto a su madre se sentía desconsolada de haber tenido un hijo que crecería con un padre semejante. Pero al menos en los primeros años de su vida el pequeño había estado inconsciente de todo eso, era solamente un niño y creía que el mundo era lo que le rodeaba, sin embargo un accidente vino a descubrirle más de lo que esperaba y muy pronto.

De pequeño Isaac gustaba de jugar en las afueras, a veces trepaba en árboles y otras correteaba por el lugar, como eso no implicaba un gasto de ninguna manera su padre lo permitía y como lo tenía contento su madre nunca se opuso. Resultó que un día el pequeño trepó a un árbol pero debido a una nevada la noche anterior estaba resbaloso, cayó y se golpeó contra una piedra. El problema fue que el golpe fue directamente a su ojo izquierdo, asustado por la sangre que vio en su mano corrió a su casa donde su madre se alarmó pero su padre lo regañó.

-Esto no es más que resultado de tu imprudencia-dijo el caballero-Lávate la cara y ya.

Pero no se llamó a un médico.

Para el día siguiente le dolía mucho pero su padre no reaccionó de mejor manera.

-Y ahora debo gastar dinero por sus gandulerías.

La historia terminó en que al tercer día el niño ardía en fiebre, se tuvo que llamar a un médico y el diagnóstico fue fulminante.

-Se debe retirar el ojo, de lo contrario la infección puede llegar al cerebro.

Ante ese razonamiento no quedó sino aceptar y el médico no pudo sino preguntar porqué no fue llamado desde el primer momento pero como la fama del padre del niño lo precedía no tardó en responderse. Así que Isaac perdió su ojo izquierdo y le quedó la cicatriz del accidente en el rostro, el médico aseguró que podría desvanecerse pero nunca desaparecería por completo. Su padre refunfuñó por el costo de haberlo atendido y su madre se culpó por no cuidarlo mejor.

La primera vez que Isaac se miró al espejo después del accidente casi gritó, se sentía como si hubiera sido mejor morirse.

A partir de ese momento el niño prestó mayor atención a lo que sucedía en los alrededores y comprendió más de la vida que le tocaba vivir, lo que más notaba era a su madre, ella era su mundo realmente y hubiera dado su otro ojo con gusto si gracias a eso ella hubiera sido feliz pero lo cierto era que la joven señora era desdichada. Todas las noches pasaba a la habitación de su hijo y le daba un beso triste en la frente, cada vez era más callada, silenciosa, con los ojos brillantes de lágrimas contenidas y él llegó a la conclusión que todo lo que sucedía con su madre era debido a su padre.

Desafortunadamente las penurias no se detenían en ese punto. Un día su madre no abandonó la cama y no volvería a hacerlo, él la visitaba todos los días y le llevaba flores del campo pero ella no mejoraba, sólo hasta que se encontró muy grave su padre hizo llamar al médico y unas horas después lo llamaron a él prontamente a su lado.

-Despídete de tu madre-fueron las palabras de su padre.

Se acercó a la cama y la abrazó pero su madre ya estaba muy mal y no pudo decirle nada. Al separarse lo hizo con tristeza, a un paso de las lágrimas pero al verlo así su padre tuvo algo más que decir.

-Déjate de lloriqueos-le dijo con disgusto-Eso no es de hombres.

Su madre falleció y él quedó completamente solo con su padre.

Las relaciones entre padre e hijo se dificultaron con el tiempo, Isaac evadía todo lo que podía la presencia de su padre, no le gustaba encontrarse con él y por ello se alejaba de la casa tanto como le fuera posible pues su padre no era alguien que le agradara. A pesar de todo el carácter del hijo distaba de ser obediente y sumiso, nada de eso, era más bien determinado y prefería todo excepto someterse. Cuando estaba entrando a la adolescencia encontró una especie de escape de ese mundo en el que le tocaba vivir: leía. A Isaac le gustaban esos mundos y relatos de otras épocas y otros lugares, era como si traspasara una puerta que lo llevaba lejos de su padre y de ese sitio que lo encerraba y en el que lograba encontrar algo de dicha.

El único momento del día en el que forzosamente debía verse con su progenitor era durante la cena, siempre era una sopa insípida con un guisado más insípido aún pero nunca hablaban durante ese tiempo o al menos hablaban lo menos posible. A Isaac le parecía que su padre era un hombre huraño y malhumorado, con una mirada que helaba y por lo mismo él prefería ocupar eso momentos con soñar, dejaba que su mente pensara en otras cosas, figuras, ideas y todo eso terminaba generalmente con un golpe en la nuca proveniente de la manaza de su padre.

-Deja de pensar en tonterías, pasmado.

Y a pesar de eso él jamás le demostraba que se sintiera mal o herido por ello, nunca mostraba sus sentimientos delante de él ni de nadie, jamás le daba el gusto de verlo llorar. Aunque a veces se sintiera terriblemente triste.

Cuando llovía Isaac se encerraba para no ver la lluvia, pensaba en su madre, como si la lluvia fuera su madre llorando y le desagradaba la lluvia por ello.

Así que de esa manera pasaron los años, años fríos y vacios en los que Isaac se convenció que deseaba hacer algo, tenía una inquietud en su interior, unas ansias de algo que nunca había tenido, no podía definirlo pero sabía que estaba ahí. Quería dejar ese sitio feo y helado, no sabía adonde quería ir ni lo que quería hacer pero si sabía que no quería nada de lo que le rodeaba. La respuesta, al menos en parte, estaba por aparecer en su vida.

Resultaba que su padre tenía un primo hermano del cual jamás hablaba y con el que hacía años que no se veía, aparentemente siempre lo había considerado de una manera muy particular.

-Ese haragán.

Pero eso no era novedad pues su señor padre era muy afecto a definir a todos de una manera, él era un pasmado, las mujeres inútiles, los trabajadores holgazanes y así más o menos les iba a los demás. Como fuera el asunto principal fue que un buen día o más bien por la tarde de un día llegó a la casa un automóvil y de él descendió un hombre que no tenía buen aspecto sino más bien desagradable, resultaba que ese era el primo  hermano y por lo tanto tío del ahora joven Isaac aunque los parientes no se reunieron desde el primer momento sino hasta, como ya era costumbre, la cena.

Isaac se presentó delante de los dos hombres y sinceramente no se hacía ninguna ilusión por conocer a un pariente pero sus ideas cambiaron en el paso de la noche.

-¿Isaac?-preguntó su tío-¿Pero como es posible? Si parece que fue hace un año que te vi y usabas pañales.

Pero el muchacho lo miraba sin decir nada.

-Veo que no me recuerdas, soy tu tío, Kasa.

Así era, se trataba de Kasa de Limnades en persona, que resultaba haragán a los ojos de su progenitor por el simple hecho de haber hecho su fortuna en especulaciones de la bolsa y no trabajando las tierras como él. Fueron a la mesa y les sirvieron la comida, en ese tiempo Isaac fue cambiando su primera percepción de su pariente pues no era nada de lo que imaginaba o esperaba.

-Que cena tan peculiar-decía Kasa-¿estamos en ayuno por algo?

Y lo dijo todo como si fuera broma, enfadando a su padre pero evidentemente no le importaba eso. Además Kasa, pese a su aspecto, era un hombre muy diferente de su progenitor, era alegre y por lo que dijo en ese tiempo había viajado y vestía de manera impecable sin tener ese gesto huraño sino más bien uno jovial.

-¿Y tu Isaac a qué escuela irá?-comentó de pronto el visitante.

-Eso cuesta dinero-respondió su padre.

-Claro que lo cuesta pero ¿para que es el dinero si no es para gastarse?

Su padre hizo un mohín de disgusto pero su tío fue igualmente conversador.

Se quedó dos días más y llegó el momento de irse pero antes de hacerlo le hizo una invitación a su sobrino.

-Deberías darte una vuelta a mi casa Isaac, te gustará.

-Isaac tiene que aprender a hacerse útil de una vez-dijo su padre cortante-No quiero gandules en esta casa.

Y eso era claramente dirigido a Kasa pero éste no se inmuto. Al despedirse de su sobrino le habló claramente.

-Esta es la dirección de mi casa-le indicó entregándole un sobre-Si quieres escribir puedes hacerlo.

Con eso y un abrazo se fue y hubiera sido todo de no ser porque al quedarse a solas en su habitación el joven vio lo que le había entregado, no era solamente una dirección sino que contenía una nota.

-"Isaac, no te hagas el tonto ¿No ves que en ese sitio te pelaras de frio y te morirás de hambre?"

Junto al mensaje estaba una pequeña suma de dinero pero para él, acostumbrado a vivir sin capital, era una pequeña fortuna. Su corazón dio un vuelco ante la propuesta pero no tardó en saber lo que quería, hizo una pequeña maleta con sus contadas pertenecías y antes del amanecer estaba lejos de la casa paterna, se fue sin decir una sola palabra a nadie y sería para nunca volver.

Una noche Kasa de Limnades estaba en su casa, tenía dinero y le gustaba y más que tenerlo le gustaba gastarlo, por eso vivía en un amplio y cómodo piso de la capital, Helsinki, en el que se veían finos muebles y sobre todo una excelente colección de bebidas y ropa hecha a la medida, algo carca, pasada, pensaban muchos pero como era un hombre ya grande y de otra época le iba bien. En ese instante se recreaba con un concierto de cámara que tuvo que interrumpir por escuchar un llamado a la puerta.

-¿Qué sucede?-preguntó al abrir.

-Perdone señor Limnades-decía el bedel-Pero un joven en la entrada insiste en verlo, asegura que es su sobrino.

-¿Mi sobrino? ¿Ya ha llegado? Hazlo subir de inmediato.

El hombre obedeció pero guardaba sus dudas, la verdad era que al ver a Isaac lo había tomado por un cualquiera y no por sobrino del señor pero vaya sorpresas que tenía la vida y no era para menos que creyera eso al ver al joven que llevaba ropa vieja y sin gracia, mal vestido y con zapatos baratos. De todas maneras lo llevó con prontitud y toda cordialidad al piso de Kasa sin escatimar en atenciones.

-Que bueno que te decidiste Isaac-dijo su tío al verlo-Ahora debemos charlar largo y tendido, aunque con una buena cena-en ese instante se dirigió al otro hombre-Ve al restaurante de siempre y pide una cena para dos, algo sabroso y abundante.

El hombre se retiró en silencio y el joven Isaac sentía que no estaba seguro que clase de hombre era su tío pero como fuera esa cena sería uno de los momentos más importantes de su joven vida. Resultó que la cena fue llevada con prontitud y para él resultó espléndida, en comparación con la forma de vida de su casa eso era un banquete, probó unos deliciosos platillos que jamás había pensado: lomo relleno con oreja de cerdo, pechuga de pavo mechada y glaseada, carne picada de ternero y cerdo mezclada con trufas, carnes frías rellenas de jamón de York y tocineta además de frutas maceradas y frutas cubiertas para postre.

Cuando parecía que el joven se sentía mejor su tío fue abierto.

-Pareces un desarraigado Isaac.

-Creo que lo soy-fue su respuesta.

-Descansa esta noche, mañana descubriremos que hacer contigo.

Lo instaló en una habitación y hubiera descansado por completo, después de todo era una habitación pequeña comparada con la que tuviera antes pero resultaba seca, cálida, confortable, además de que la cama era suave y las sábanas de seda pero llovió, con eso pensó en su madre llorando y no pudo sentirse tan satisfecho como esperaba.

Pero a la mañana siguiente su tío le tenía un profundo programa de actividades.

-Vamos a tener que trabajar mucho contigo Isaac.

Lo primero fue llevarlo con su sastre personal para que le hiciera unos buenos trajes, después el calzado, presentable y cómodo, un reloj discreto y nada económico para después recorrer la ciudad y mostrarle todo lo que aparentemente se había perdido. Sus primeros días corrieron de esa forma al menos hasta que una tarde descansaban bebiendo café en silencio y Kasa hizo la pregunta de su vida.

-¿Qué deseas hacer Isaac?

-No lo sé-fue su respuesta.

-Puedes estudiar, tienes buena edad para hacerlo aún.

-Pues...me gustan los libros-dijo como con timidez.

-Así que los libros-dijo pensativo su tío-Sígueme.

Con eso salieron del piso y fueron al de arriba, Isaac no tenía ni idea de que ese piso fuera también de su pariente pero lo que siguió fue más sorprendente aún.

-Mira mi tesoro Isaac.

El piso, todo el piso, era una serie de estantes llenos de libros, el joven sentía que nunca había visto tantos volúmenes de literatura juntos y apenas si le alcanzaba la vista para recorrerlos.

-Bien pueden servirte, si te decides por la escuela podrías...

Y mientras Kasa hablaba de sus opciones él estaba entusiasmado con poder seguir una ruta que le permitiera estar cerca de la literatura.

Nunca volvería a su casa ni vería otra vez a su padre.

 

 

Mis ojos vuelas hacia el horizonte

Mucho más lejos donde el sol se esconde

Alcé mi voz para gritar tu nombre

Pero nadie nadie me responde

¿Qué será de ti?

 

 

Lo que siguió en la vida de Isaac fue trabajo y muy duro, debió estudiar bajo la mirada de tutores exigentes para ponerse a la par de estudios con los jóvenes de su edad pero lo logró y su tío, fiel a su palabra, lo llevó personalmente a la universidad y lo inscribió, lo cual fue sorprendentemente rápido gracias a un bonito donativo. Así empezó una nueva etapa en la que le daba la impresión que sus años anteriores eran fantasmales, irreales casi, pero no importaban comparados con lo que le dio la escuela. Fue en ese tiempo que por vez primera tuvo amigos, nunca los había tenido.

Tomaban clases juntos y un día tuvieron que compartir mesa pues no quedaba otra en un café cercano, desde entonces, casi como si fuera un pacto, se siguieron viendo y encontrando y finalmente buscando, era agradable para todos y se entendían en lo esencial aunque discreparan en lo banal. Los amigos eran dos jóvenes de su edad más o menos y que también estudiaban literatura como él, uno era un bien plantado muchacho de cabellos castaños y ojos verdes llamado Bian, el otro era un carismático joven de cabellos rosas de nombre Eo.

Cuando salían de clases y se iban a tomar café no paraban de hablar, se podían llegar a quedar largas horas discutiendo de cualquier tema que les interesara en ese momento, de arte, literatura, deportes, política, cualquier tópico era bueno si se podía dar una opinión. Aunque la mayoría de las veces Bian y Eo tenían opiniones distintas y eran férreos en mantenerlas, cuando eso pasaba Isaac los escuchaba y se entretenía con sus argumentos.

-Tú crees que la vida es un reflejo del arte-decía Bian.

-No, eso lo crees tú, yo creo que el arte imita a la vida-contestaba Eo.

-Pues Manchester United juega mejor.

-No puedes estar errado por más, el Barçelona es el mejor equipo de la historia.

-Pero no podemos negar que bajo su gobierno se pagó la deuda externa de su país por completo.

-También bajo el de Hitler y Ceausescu.

En una ocasión hablaron de sus planes a futuro y cada uno parecía ya tener una idea de lo que haría.

-Yo seré ensayista y crítico-decía con seguridad Bian-Estoy seguro que es mi destino.

-Pues yo escribiré teatro-decía Eo-Ya verán que mi nombre estará en las marquesinas de los teatros.

En eso los dos miraban a Isaac como esperando.

-¿Y tú?-preguntaba el castaño.

-Tal vez de clases-respondió Isaac.

-Tú tan simple-dijo como suspirando Eo.

Pero a pesar de sus discusiones seguían siendo amigos, aunque Isaac a veces no podía evitar sentirse diferente a ellos, sobre todo cuando los otros dos eran bastante abiertos en cuestión de sus gustos y su manera tan abierta de saber acercarse y abordar a otra persona, una que les gustara.

-Deberíamos ir a la fiesta-decía en esos instantes el castaño.

Esperaban por su café y hablaban sobre una invitación reciente.

-Claro que iremos, será bueno distraernos-secundaba Eo.

Pero el tercero en la escena no estaba seguro, a él no le agradaban las fiestas del todo, sabía bien que sus amigos eran abiertos y divertidos y no se engañaba, sabía bien que había a quienes les gustaban pero él...bueno...en ese aspecto se sentía como esmirriado y tosco comparado con ellos. Nunca había permitido que los otros lo adivinaran pero la verdad era que su aspecto lo había preocupado, nunca olvidaría que en una ocasión un joven no lo había perdido de vista en una tienda pero que al voltear y ver por completo su rostro había mal fingido su asombro y se había dado vuelta. El lado derecho no estaba mal pero el izquierdo...

-Pero miren quien viene-dijo de pronto Bian.

Los tres se quedaron mirando a la puerta y en ese justo momento tres muchachos entraban al mismo lugar, dos eran conocidos, al menos par Isaac lo eran de vista, pero el tercero parecía una novedad. El castaño saludó abiertamente y los recién llegados se acercaron, saludaron y en unos instantes ya estaban con ellos a la mesa pero fue necesario presentar a alguien.

-Es un amigo. Sorrento, acaba de llegar a la ciudad.

Casi como si fuera un pacto silencioso se dividieron en parejas, de tal manera que Isaac quedó al lado de Sorrento. Lo observó atentamente por un instante, era joven, acaso más que él, tenía unos brillantes ojos rosas y los cabellos violáceos y algo en su rostro semejaba a una escultura perfecta pero parecía que no hablaba mucho, aparte de eso le pareció en un primer momento un chico extraño, con un toque extravagante pero no pensó mucho en ello. Mientras los otros hablaban ellos dos estuvieron en silencio tomando una breve cena.

-Ya debo irme-dijo en algún momento Sorrento.

-Quédate un poco más-dijo uno de sus acompañantes originales.

Evidentemente la estaban pasando bien con los otros pero el joven insistió.

-Yo debo irme pero quédense y disfruten de la velada. Fue un placer.

Con eso se levantó de la mesa dispuesto a marcharse y como Isaac sentía que también era tiempo de retirarse aprovechó el momento.

-Te acompañaré si no te molesta.

-Gracias-dijo Sorrento suavemente.

Se despidieron de los otros y salieron del lugar, durante el camino dejaron que la brisa pasara y guardaron silencio, ninguno de los dijo más que algunas palabras pero Isaac no se dio cuenta que Sorrento lo miró discretamente pero con intensidad durante el trayecto.

-Gracias por acompañarme-dijo Sorrento.

Quedaron delante de una casa algo antigua en la que aparentemente el joven vivía.

-De nada-fue la respuesta.

Lo vio abrir la puerta y desaparecer y acaso hubiera sido todo pero no fue de esa manera.

Resultó que fueron a la fiesta, había varios de los compañeros y varios desconocidos, eso era de esperarse pero Bian y Eo casi habían arrastrado a Isaac con ellos pues el otro no estaba muy seguro de ir pero igual fue. De inmediato la gente parecía divertirse pero sin duda el joven no se sentía parte de eso, a veces se preguntaba porqué no podía pues incluso había visto a su tío formar parte de inmediato de cualquier reunión pero él simplemente no podía. Así que en cuanto sus amigos estaban lejos buscó una manera de irse pero casi estaba por lograrlo cuando alguien apareció.

-Hola-lo saludaron.

-Hola-respondió.

Delante de él estaba Sorrento.

-¿Te vas de la fiesta Isaac?

-Si.

-Yo también me iba.

No dijeron más y salieron sin darse a notar pero en el camino las cosas no serían como en su primer encuentro.

-Pareces algo callado Isaac ¿siempre eres así?

-No.

-¿Estudias literatura también? No dijiste mucho la otra vez.

-Si.

-¿Vives en la ciudad?

-Si.

-Perdona, no quiero importunarte con mis preguntas.

-No lo haces.

-Sentí por un momento que estaba dirigiendo un interrogatorio-comentó Sorrento sin mirarlo de frente-Supongo que me falta tacto para comunicarme.

Siguieron caminando pero fue en ese momento que Isaac se percató de algo más, de la manera en que la luz del sol bañaba su cabello y no pudo sino hacerse una pregunta ¿de dónde había salido alguien como él? Y de inmediato se respondió: No importaba. Lo que importaba era que estaba a su lado en ese momento.

-Quisiera algo-dijo de pronto el de mirada rosa.

Estaban delante de una especie de confitería con mesas así que entraron y se sentaron, pidieron algo, un par de cafés, uno con crema y el otro negro pero también un postre, pastel de chocolate y un bizcocho. Aunque no hablaron mucho no le resultó incómodo a Isaac, ocupó más su tiempo en observar al joven delante de él, su ropa, fina y elegante, sus manos, delicadas y afiladas, su rostro, como de ángel durmiente, su cabello, una corona de hilos violáceos destellantes y antes de salir de ahí lo supo. Sorrento era un joven que le gustaba, con su frialdad y su alejamiento, era callado y de ojos bajos y él suponía que así debía ser una persona que lograra gustarle.

Y con ese conocimiento se sintió contento de pronto.

En las semanas siguientes Isaac volvió a ver a Sorrento, no tanto como le hubiera gustado pero logró que coincidieran en ciertos lugares aunque aún no daba un movimiento definitivo con respecto al joven de ojos rosas. Aunque ya estaba bastante informado sobre él a esas alturas de su extraño cortejo, era extraño porque Sorrento no tenía la menor idea que estaba siendo cortejado en silencio y a distancia. Resultaba que el joven era músico, un virtuoso flautista que daba clases de música y acompañaba a otros músicos, no tenía familia pues sus padres habían fallecido y el otro se sentía más enamorado cada vez que lo veía.

-Deja de pensar y haz algo-decía Bian-Sorrento no va a saber nada si no abres la boca.

-Déjalo en paz-intervenía Eo-Que no vez que está enamorado-pero de inmediato agregó en tono socarrón-Isaac quiere a Sorrento, Isaac quiere a Sorrento.

Los otros terminaban burlándose de él pero no le importaba.

Incluso su tío se dio cuenta.

-Si fuera tú ya hubiera hecho algo-decía Kasa-A tu edad no se me escapaban.

-Es que yo...

-Date prisa, las cositas lindas como él no andan por el mundo sin que los demás las quieran a su lado.

Pero él no sabía que hacer.

A Isaac le parecía que Sorrento era muy bello y al mirarse al espejo perdía las esperanzas de lograr acercarse. Pero si hubo algunos cambios, para empezar Isaac ya no vivía donde su tío sino que consiguió un pisito para él solo, uno que extrañamente estaba cerca de donde vivía el de los ojos rosas; no se perdía una sola de las presentaciones del músico y tomó la costumbre de dar un rodeo cuando regresaba a casa de las clases con lo que perdía veinte minutos pero resultaba que gracias a eso se encontraba con el otro que lo miraba y sin sonreír lo saludaba.

-Hola.

Decía eso y seguía con su camino pero Isaac no lo perdía de vista con su ojo a la distancia.

Un buen día Isaac se armó de valor y se decidió, su tío tenía tres automóviles y casi le rogó que le prestara uno, el deportivo, Kasa no se negó y manejándolo estuvo dando vueltas alrededor de las calles por las que el de cabellos morados andaba regularmente, fue así hasta que lo encontró dando vuelta a la esquina y se estacionó cerca para que lo viera.

-Hola-dijo Sorrento como siempre.

-Hola. Mi tío me pidió que diera unas vueltas para ver que tal marchaba-explicó de inmediato Isaac-Y marcha bien ¿Qué te parece si me acompañas? Si es que no tienes nada más que hacer.

Pero ese corto y natural discurso le había tomado media hora de ensayo frente al espejo esa misma mañana.

El de los ojos rosas miró hacía el cielo como con duda dejando que el otro aguardara con el corazón agitado.

-Tal vez llueva Isaac.

-Tiene capota.

Lo pensó un poco más pero dio su respuesta.

-Está bien.

En poco tiempo estaban los dos instalados en el vehículo y anduvieron por las calles de la ciudad hasta que tomaron un camino que los llevó a las afueras, donde aun había vegetación y campos abiertos y casas antiguas de estilo clásico apartadas por bastante distancia unas de otras, se detuvieron y caminaron por el lugar, por los caminos  empedrados y las laderas con flores desde donde podía verse el mar y los puertos. Aunque no hablaban mucho Isaac se sentía fascinado por poder mirar a Sorrento.

-Mira, hay flores-dijo el flautista de pronto.

Se acercó con suavidad y tomó una con sus manos.

-Quiero llevar flores-dijo como si nada Sorrento-Búscame unas.

Lo cierto fue que el otro obedientemente se inclinó y recogió las flores del camino hasta que tuvo un pequeño ramo  y se lo entregó a su acompañante.

-Son hermosas-dijo Sorrento.

En ese instante cerró los ojos y aspiró su aroma para después besarlas y ante eso Isaac se dijo que amaría las flores porque lo amaba a él.

Aún con las flores en sus manos regresaron al automóvil y volvieron a la ciudad pero en el camino el que tocaba la flauta pareció asaltado por una duda.

-¿Qué te gustaría hacer Isaac?

-¿De qué?

-Con tu vida ¿a qué quieres dedicarte?

-Pues me gustan las letras.

-¿Vas a ser escritor?

-No había pensado en eso Sorrento.

-A mi me gustaría viajar ¿sabes? Ver el mundo, conocer a la gente, eso es lo que yo deseo hacer.

Pero él no se atrevió a hablar al verlo tranquilo y con los ojos brillantes. Continuaron con el camino pero se hizo presente algo más.

-¿No es aquí tu casa Isaac?

-Si pero te llevaba a la tuya Sorrento.

-Me gustaría conocer tu casa-dijo como si nada.

-Pues si quieres...

-Vamos.

Sin más el joven dirigió el vehículo a su destino de nuevo y se estacionó, bajaron del automóvil y en poco tiempo ya estaban subiendo las escaleras.

-¿No tienes ascensor?-preguntaba el de ojos rosas.

-Lo siento, el dueño es tacaño y no lo repara.

-¿Por qué vives aquí?

-Es un buen sitio.

Lo cierto era que se trataba del más cercano a casa del flautista pero eso no lo dijo y por eso soportaba lo de subir las escaleras todos los días.

-Es aquí-anunció Isaac.

Abrió la puerta y los dos entraron sin hablar. Ya en el interior no era un mal sitio, Kasa lo había puesto para que el joven estuviera cómodo y sin duda se notaba que los libros dominaban el lugar.

Sorrento andaba por el sitio sin perder nada con sus ojos rosas, estaba ahí con toda la seguridad del mundo, como si se adueñara del lugar con su presencia e Isaac lo observaba a él únicamente  sintiendo que transpiraba y por un instante deseó estar en cualquier lugar menos ahí, se preguntaba si era una buena idea lo que estaba sucediendo  pero no lo evitaba. Entonces el de cabellos morados fue hacia la ventana y se quedó muy quieto observando para después mirarlo directamente a él.

-Es un buen lugar Isaac-dijo y por vez primera le sonrió-Muy buen lugar.

Isaac no tenía idea de si podía continuar con eso, no sabía que hacer, entonces el otro se acercó quedando a su lado, demasiado cerca, tanto que sus pechos casi se rozaban y el olor de su piel parecía inundar su olfato, aroma de delicadeza, puso su mano sobre su brazo con suavidad y le pareció que esa piel era como de nieve y sin embargo no era fría, más bien ardía como una llamarada.

-Isaac.

Lo miraba con un brillo especial, jamás se había sentido mirado de esa manera, como si lo desvistiera con sus rosados ojos y lo descifró, en esas pupilas brillaba el deseo, un deseo de él; en la expresión de ese rostro se leía que buscaba algo más, sus labios se veían más rojos pero aún así no se atrevió a moverse pero su compañero fue más directo en ese instante.

-¿No quieres besarme?

Y le pareció que su corazón latía más aprisa con esas palabras, no podía controlarse, el otro joven veía sus dudas aunque no quería dudas en esos momentos así que se acercó y lo besó, un beso suave cubriendo sus labios; apartándose un poco, no más que un par de dedos se acercó y volvió a besarlo y al hacerlo lo hizo con pasión, buscando con su lengua que lo dejara entrar y lo hizo, lo tocó levemente en el labio superior con la punta de su lengua, sus miradas se encontraron unos instantes después pero él aún se sentía con temor, temía a la pasión de ese joven delante de él.

-Sorrento-murmuró.

Y el recién nombrado no iba a aguardar más, lo estrechó contra él, atrayéndolo por su cabello verde y buscando su rostro, sus labios, todo e Isaac pensó que ese no era el Sorrento que él conocía, nada de sus maneras suaves y comportamiento frío de mirada lejana, era alguien muy diferente. Lo tomó por los hombros y logró que se miraran de frente.

-¿Qué sucede Isaac?

-Es...yo...

-¿No te gusto?

-Me encantas pero...

-¿Pero qué?

-No sé si podré...yo nunca...

Y no tenía idea de cómo terminar de explicarse y por momentos no dijeron nada, el de ojos rosas parecía no esperar y decidió que no iba a detenerse, no por eso.

-Siempre hay una primera vez Isaac, aún para ti.

El joven se sorprendió pero el de cabellos morados no quería más que seguir, buscó sus manos y las llevó a su trasero mientras volvía a besarlo y trataba de apartar la ropa, el otro aún no estaba seguro pero lo permitía; abrió su cinturón, sus pantalones y su camisa, las juveniles manos pasaban por su piel, lo acariciaban y desde ahí sus labios buscaron más y no pararon, con decisión el de la flauta quitó su camisa y lo hizo recostarse sobre su espalda en el mismo suelo, su compañero accedió escuchando el latido de su corazón con cierto temor en él. Sorrento no dejaba de besarlo y acariciarlo, pasó por su pecho y su abdomen, llegó a los pantalones y sin aguardar se los quitó, su compañero sintió que tal vez debían detenerse, se levantó en sus brazos pero el otro lo besó apasionadamente en los labios y lo hizo recostarse de nuevo.

-Isaac...-lo escuchó susurrar con pasión y deseo.

En ese momento el de los ojos rosas se quitó su ropa, lo vio hacerlo, las prendas eran descartadas quedando solamente en ropa interior, una deslumbrante prenda únicamente en su blancura y no pudo saber más, Sorrento se acercó y se colocó sobre él a horcajadas frotándose sobre su entrepierna, las telas se encontraron y él no sabía como reaccionar pero le gustaba de cierta forma, se sentía bien, muy bien, le pareció que su rostro se encendía y que su sangre corría más aprisa. El de mirada rosa tuvo que detenerse, acostándose sobre él y besándolo logró quitarse su ropa interior, con suavidad hizo a un lado también la de él pero Isaac contuvo la respiración, casi quiso cubrirse aunque su compañero no se lo permitió, tomó su virilidad entre sus dedos con suavidad y tuvo que cerrar su ojo, entonces vino un tierno beso que llegó a la punta de su sexo, luego una caricia húmeda que no adivinó pero fue su lengua.

Isaac se quedaba en su sitio disfrutando pero su cuerpo aún temblaba, de alguna manera sentía que le dolía pero no podía entenderlo, entonces el que estaba sobre él tomó su sexo de nuevo y con cuidado lo llevó a su masculina intimidad. Aún estaba tenso y casi parecía querer detenerse, no había estado con nadie y no esperaba que fuera a ser de esa manera, seguía creyendo que la persona de su vida debía ser sumisa y callada, Sorrento no era así. Se frotaba contra su cuerpo, buscaba que entrara en él, se sentía listo pero el otro aun se retraía, así que fue más insistente llevando con su mano el erguido miembro a su intimidad, la punta logró deslizarse en su interior y no dejó de moverse hasta que lo sintió bien dentro de si; Isaac apretó los labios al sentirse estrujado de esa manera, no respiró por unos instantes y no estuvo seguro de nada hasta que lo escuchó llamarlo.

-Isaac...

Lo miró por unos instantes, era él y al mismo tiempo no era él, lo sintió llevar sus manos a sus caderas y comenzar a moverse, lo hacía despacio y con calma, para ese momento volvió a cerrar su ojo, no podía sino disfrutarlo aunque sin comprenderlo, su corazón aún latía con violencia pero ya no era por miedo, era algo diferente, algo que hacía que su cuerpo se sintiera más cálido, todo él se estremecía, se llenaba de goces que jamás había experimentado, perdía el aliento y sin darse cuenta siquiera se arqueaba sobre su espalda, gemía, lo llamaba con voz apasionada y no quería dejar de sentirse de esa manera, de estar cobijado en ese masculino cuerpo que lo estaba llevando a su culminación.

Fueron unos momentos de tensión, Isaac sintió que no podía respirar, abrió la boca tratando de llevar aire a su interior, no tuvo manera de evitarlo y su clímax llegó, lo dejó en silencio y sin moverse tendido en el suelo, sin saber que Sorrento buscó retenerlo en su interior un poco más pero logró su satisfacción utilizando su propia mano. Después de eso se recostó a su lado acariciando su pecho, lo miraba con suavidad y para el joven en su espalda fue un instante de certidumbre, estaba seguro que jamás se había sentido como en ese momento, cálido, satisfecho y sabiendo lo que era en su vida.

-Te amo.

Y lo dijo con sinceridad, era la persona de su vida, lo adoraba con todo su ser; por respuesta Sorrento buscó su rostro, le sonrió y lo besó en su lado marcado para después acariciarlo.

-Voy a amarte.

Quedó decidido desde ese momento que estarían juntos.

 

 

Cada amanecer tengo una cita aquí

Cada anochecer se muere un poco de mí

Solo entre mis sueños pienso

¿Qué será de ti?

 

 

En ese instante la vida del de cabellos verdes cambió, estaba con Sorrento y eso lo hacía feliz, muy feliz, lo amaba y el de mirada rosa lo amaba a él. No tardaron en venir cambios aún mayores y más evidentes para los demás, el joven habló con su tío y le explicó de sus planes.

-Sorrento y yo queremos vivir juntos-dijo Isaac-Creo que mi piso actual no será suficiente.

-Y no lo será-respondió Kasa-Será mejor que encontremos una casa.

-Gracias.

-¿Eres feliz con él?

-Lo soy.

Y como el muchacho sonrió no hubo más dudas.

Por vez primera Isaac se entregó a un  amor libre, fogoso, desinteresado y fecundo mientras que Sorrento, a pesar de su rostro torturado, le parecía que el joven era bello y vigoroso, le divertía en cuerpo y alma, lo asombraba, le encantaba, lo sometía y lo agitaba a la vez y estaba dichoso por ello.

En poco tiempo encontraron una pequeña pero cómoda casa en un buen barrio pero no de la capital sino que buscaron algo cercano al mar y ambos muchachos se alistaron para vivir juntos, la limpiaron y amueblaron a su gusto y cuando estuvo lista se rieron abiertamente mientras se perseguían en calcetines por el lugar para terminar besándose delante de una ventana, todo parecía que sería perfecto.

Cuando se instalaron Sorrento ensayaba en casa e Isaac se quedaba absorto escuchándolo pues era magnífico, a veces al de ojos rosas le gustaba cocinar y en otras ocasiones era él quien cocinaba algo para su compañero y hasta ese momento las cosas iban muy bien para los dos. En los días festivos se hizo habitual compartir con los demás, los cumpleaños y celebraciones religiosas o días de guardar eran fielmente observados por ellos que no dejaban, o más bien Sorrento no permitía, que pasaran desapercibidos. La primera vez que pasaron una Navidad juntos el de cabellos verdes nunca creyó que sería tan feliz en esa fecha.

Estaba acostumbrado que no se hacía nada pero en vez de eso le tocó estar con Sorrento quien regresaba a su casa cargado de paquetes: un árbol, natural por supuesto, ornamentos brillantes, cintas, flores naturales y frutas para hacer arreglos, pintaron entre los dos unos muñecos de nieve y coronas en las ventanas con nieve de colores; Isaac sonreía al ver al de ojos rosas regresar cansado de revolver tiendas y almacenes y que le decía los planes que aún tenía:

-Aún no sé que cenaremos...las mejores charcuterías están llenas...las mantequerías aún tienen buenos precios...sólo barquillos y turrones...

Y él a todo decía que si y lo ayudaba. Así que esa primera Navidad a su lado fue especial y única. Visitaron a los demás con precisión en sus casas, a los amigos Eo y Bian con sus regalos y al tío Kasa que les obsequió siete presentes a cada uno y bailó encantado con el joven compañero de su sobrino, pero en casa, su casa, sólo estuvieron ellos, nadie entró pues ellos dos prefirieron quedarse solos, ese sitio era de ellos únicamente y nunca tenían visitas. Esa vez el de cabellos violáceos escondió sus regalos en la casa y lo hizo buscarlos con lo que terminaron riéndose. Fue una noche hermosa la que vivieron.

Sucedió que un día, llevando ya semanas juntos Sorrento tuvo algo que pedirle a su compañero y eso cambiaría las cosas entre ambos.

-¿Qué haces?-preguntó Sorrento acercándose.

-Es un tarea-respondió Isaac que escribía-Se trata de hacer un cuento corto en primera persona.

-¿Sólo es tarea?

-Si ¿Por qué preguntas?

-Por nada-guardó silencio unos instantes pero después siguió-Isaac ¿escribirías algo para mí?

En ese instante lo miró directamente pues no atinaba a comprender lo que escuchaba.

-¿Quieres que te escriba algo Sorrento?

-Si, me gustaría.

-¿Cómo qué?

-Pues...no sé...lo que tú quieras.

Así que si Sorrento quería que le escribiera algo él lo haría. En los días siguientes se devanó la mente tratando de imaginar algo para su compañero, hizo unos poemas, unos cuentos, algunos relatos, un ensayo, hasta que todo culminó en una breve novela y no era de extrañarse que el joven de cabello verde pusiera tanto empeño en la labor pues era costumbre que complaciera en su compañero en todo lo que le pedía y en lo que no le pedía también pues era feliz de hacer feliz a su pareja.

Pero los cambios no terminaron ahí sino que Isaac cambió en ese tiempo al lado de Sorrento. Ya no era ese mismo muchacho tímido y algo huraño que dejara la casa de su infancia, que se `preocupaba por su aspecto, se hizo fuerte, varonil, atractivo, elegante, quería ser un hombre que el otro pudiera amar y se sintiera orgulloso de amarlo. La vida se volvió de una quietud maravillosa y hubiera seguido de esa manera absoluta de no ser por algo, algo de lo que no hablaban pero seguía presente entre los dos. Sorrento aún soñaba con viajar.

No era que hablaran de ello, al menos Isaac no sospechaba de ello pero su compañero de ojos rosas no dejaba ese sueño, las señales estaban ahí presente pero él no las vio o tal vez no quiso verlas.

-¿Qué lees?-le preguntó en una ocasión.

-Es un libro sobre Viena-comentaba el flautista-Habla de todo lo que se puede visitar ahí.

En otra ocasión escuchaba música pero no le parecía música típica.

-¿Qué escuchas?

-Es música de Bali-era su respuesta.

Así que sin hablar en realidad seguía creyendo en conocer al mundo, su mirada rosa buscaba paisajes, objetos, libros, pero su compañero no pensaba en eso, pensaba en lo feliz que era.

Debido a que le había escrito una historia Sorrento la había leído y tuvo algo que sugerirle a su compañero.

-¿Por qué no llevas tu historia a un editor?

-Eso es para autores importantes Sorrento, yo sólo soy un estudiante.

-Pero ya casi estás por graduarte.

-Aún así, se necesitan contactos, conocidos, medios...

Y le daba una lista de todo lo que no creía tener pero su compañero no se quedó con esa respuesta sino que se decidió: él pensaba que era una buena historia y la vería publicada. Con ese pensamiento en mente fue a una editorial, no sabía más que lo que había leído de sus publicaciones pero con el escrito bajo el brazo se presentó y pidió con todo el aplomo del mundo hablar con uno de los directores, increíblemente lo recibieron. Habló con un atento caballero algo maduro que prometió leer el escrito y eso hubiera sido todo pero algo más ocurrió.

Al salir del edificio ocurrió que casualmente un joven iba por la misma calle que él pero en sentido contrario, era un alto hombre de cabellos azules y ojos verdes, la mirada desafiante y el andar de un combatiente, sus ojos se encontraron por un instante y eso bastó para que cada uno guardara esa mirada en su interior. Llegó tarde a la casa pero estaba contento e Isaac no pensó en preguntar nada.

Como si fuera el destino en plena calle Sorrento volvió a ver al joven pero en esa ocasión le habló, se presentó y le pidió beber algo con él, a todo accedió. Así que en poco tiempo siguieron viéndose, Kanon, que era el nombre del otro hombre, le dijo que estaba de paso, sólo unos días, pues él viajaba con frecuencia y los pensamientos del de ojos rosas se llenaron de esa idea: un viajero.

Las cosas siguieron un cauce que Isaac no pudo prever, de ninguna manera hubiera imaginado que Sorrento al verlo ya no veía a aquel joven del que se había enamorado, era alguien diferente, como otro hombre, uno al que podía respetar, incluso querer pero ya no amar; no le fue físicamente infiel pero decidió entregar su corazón a alguien más, a ese joven viajero que le pidió que se fuera con él y que recorrieran el mundo.

Isaac había sido llamado por un hombre que él no conocía, no personalmente y no entendía el porqué.

-Aún no sé como me conoce-comentaba el de cabello verde-Ni siquiera sé como tiene mi teléfono.

-Debe ser por algo bueno que te llama-fue la respuesta de Sorrento.

-Si, supongo, pero aún no comprendo porqué uno de los principales editores del país quiere verme.

-Sólo ve y te enterarás.

-Tienes razón.

En ese instante ya estaba listo, se acercó a su compañero y le dio un beso en los labios, al separarse fue a la puerta pero el otro lo detuvo.

-Isaac.

-¿Qué pasa?

-Tal vez no lo creas pero nunca he hecho nada para lastimarte.

Por unos instantes lo miró como si no comprendiera pero sonrió finalmente.

-Por supuesto que sé eso Sorrento, nos amamos.

Aún sonriendo salió pero en cuanto él lo hizo el de ojos rosas fue a su habitación, tomó una maleta con sus cosas y se fue también, antes de salir vio la casa y suspiró, era tanto lo que había vivido en ese sitio y había sido feliz pero también estaba seguro que era el momento de seguir adelante. Salió de la casa sin mirar atrás y alcanzó a Kanon en la estación de trenes para partir juntos.

El joven Isaac regresó a casa contento, muy contento, la cita con el editor había sido más de lo que esperaba, les había encantado el escrito y lo iban a publicar, sería un autor publicado, apenas soportaba la espera de poder decírselo a Sorrento, llegó a su casa y lo llamó pero no había nadie, supuso que habría salido pero al entrar a su recámara supo que algo más sucedía. Lo primero fue que no vio su flauta en el sitio de siempre, tal vez había tenido un ensayo pero de inmediato se percató que no estaba en la pared su fotografía, en la que estaba con sus padres, quizás había hecho que arreglaran algo pero en su escritorio estaba vacío el sitio de su pisapapeles con la figura tallada en madera de una sirena. Sorrento había sido en claro sobre esos tres objetos, donde estuvieran ahí estaría su hogar.

Lo peor fue que encontró algo más en el escritorio: una nota. Cortas palabras que devoró y le rompieron el corazón. Decía que lo sentía, le rogaba porque no lo odiara pero ya no podía amarlo, se enamoró de alguien más, que iba a marcharse y era demasiado cobarde, por eso no se lo decía de frente, por eso y porque no podía soportar siquiera imaginar que lo detestara. Isaac quedó devastado en ese momento.

Su libro sin embargo fue un éxito y eso fue aún peor pues no había nadie con quien compartirlo.

 

 

Mis lágrimas se funden con la brisa gris

Cuando me pregunto si serás feliz

Solo entre mis sueños pienso

¿Qué será de ti?

 

 

Entonces llegó la época de los escritos y de los éxitos, Isaac escribió su serie de libros sobre Palvottu, un hombre que parecía muchos hombres y que para él era el único, la crítica y el público lo recibieron bien pues la estructura del escrito era impecable y el protagonista parecía robarse el corazón de los lectores, sus dichas, aventuras, incluso su errores, todo era visto como si sucediera a un conocido y los demás estaban ansiosos por pasar sus brazos alrededor de él y asegurarle que de alguna manera las cosas estarían bien y que su vida seguiría adelante.

En ese tiempo, los años que pasaron, llegó a haber otras personas a su lado pues con el éxito vinieron demasiados que quisieron estar cerca pero para él en realidad nunca hubo nadie como el de ojos rosas. Sus amigos siguieron a su lado y de igual manera alcanzaron el éxito pero nunca hablaban de Sorrento, tal vez porque era historia pasada o quizás porque era una herida que dolía aún. Su padre falleció y no le interesó demasiado pero su tío Kasa ya no podía por su edad y salud tolerar el clima de la capital y regresaba a su tierra adoptiva: Portugal; le dejó sus posesiones ahí y le confesó antes de su marcha que ya que nunca tuvo hijos le gustó pensar que él lo era.

Debido a sus escritos llegó a viajar a otras ciudades y conoció a otras personas pero casi como si se le impusiera su corazón a su razón buscaba con su mirada al de cabellos violáceos, aunque jamás lo encontrara.

 

 

El mar me envuelve con su canto amargo

Y cada vez los días son más largos

En mi rincón habita la tristeza

En mi rincón tu imagen se refleja

¿Qué será de ti?

 

 

Pero esa noche, en la soledad de su casa supo que seguiría siendo como las otras noches de su vida y que sin importar lo que sucediera seguiría esperando porque él regresara, lo haría porque nadie lo amaría como él pues era único, era su adorado Sorrento.

 

 

FIN

 

 

Notas finales:

Palvottu: significa adorado en finlandés.


La canción es del cantautor español Camilo Blanes, se llama ¿Qué será de ti?


La semana que entra si nada sucede subiré otro fic, si nada ocurre creo que será uno de los dioses guerreros de Asgard, se llama Inteligencia.


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