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Inteligencia por zion no bara

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Notas del fanfic:

Saludos, años nuevo, fic nuevo y pareja nueva. Es la primera vez que hago algo directamente sobre los guerreros de Asgard así que espero que les guste.

 

Notas del capitulo:

Dedicado a Megara1980 y a ChaniChan quienes sugirieron algo con los dioses guerreros de Asgard, espero que les guste.


 

Asgard era una tierra fría, realmente una tierra muy fría pero sus habitantes siempre habían encontrado una manera de sobrellevar eso o de otra manera ningún observador se hubiera explicado el que alguien pudiera vivir bajo semejantes condiciones, su gente era fuerte y pacífica, dejando de lado aquel incidente con el Santuario bajo la ambición de otro dios y esa especie de locura provocada por el anillo de los nibelungos todo estaba bien, en orden y en paz. No era malo disfrutar de la paz pero una de las consecuencias es que debemos aprender a vivir con ella y eso no es del todo sencillo, sobre todo si somos guerreros.

Los dioses guerreros seguían siéndolo, una nueva vida les había sido brindada en beneficio de su pueblo pues la gente de Asgard necesitaba ser protegida y ¿Quién mejor que sus dioses para hacerlo? Al menos ese había sido el argumento esgrimido por Atenea para que los jóvenes fueran perdonados y pudieran regresar, no fue necesario explicarles que estaban ahí porque su gente los necesitaba pues todos lo habían comprendido de manera implícita y gracias a esa nueva oportunidad y a ese nuevo orden en el mundo que les rodeaba los jóvenes dioses guerreros aprovechaban para desarrollar una existencia mejor a la que tuvieron antes y por ello procuraban seguir adelante.

Estaba Siegfried quien seguía entrenando y entrenaba a su vez a otros jóvenes para que fueran guardias de su tierra; Hagen no pensaba dejar pasar la oportunidad de consolidar su relación con la joven y dulce Fler; Syd y Bud trataban de comprenderse y desarrollar los lazos de fraternidad que naturalmente existían pero que no tuvieron la oportunidad de vivir; Thol seguía trabajando para el bien de la gente del pueblo; Mime estaba entusiasmado con la posibilidad de vivir su música y Phenril en realidad seguía siendo el mismo. No se necesita ser un Alberich, el cerebro de Asgard, para saber que todos tenían una mejor vida o por lo menos la que escogían en verdad vivir.

Por cierto es desde Alberich que se debe dar inicio a esta historia.

El joven cerebro de Asgard seguía un estilo de vida que aparentemente no había cambiado mucho, aunque ya no soñaba con gobernar al mundo, estaba convencido que no tendría sentido pero debía buscar alguna manera de continuar aunque hasta ese momento no lo había logrado. Se sumergía en sus estudios e indagatorias pero al final del día aún sentía que algo hacía falta pero no le brindaba demasiada importancia pues trataba más bien de convencerse que todo estaba en orden en su existencia, pero en ocasiones esa ausencia en su vida le impedía conciliar el sueño y en otras ocasiones lo despertaba en medio de la noche sin entender lo que le ocurría y lo que más le molestaba era que no podía controlarlo.

De todas maneras eso no impidió que acudiera servicialmente y puntual a un llamado del joven gobernante de Asgard: Hilda de Polaris. Cuando llegó al salón destinado a las audiencias sus compañeros ya estaban en ese sitio aguardando o al menos los que estaban en palacio pues sin duda todos notaban la ausencia de uno de ellos. De todas maneras la joven de los cabellos lavanda fue rápida en decirles sus motivos para que estuvieran presentes, no era un secreto que como parte de sus nuevas vidas debían cumplir diversas misiones a lo largo de Asgard y nadie lo hacía de mala gana, todos estaban seguros que era parte de su deber como un dios guerrero. Las misiones fueron siendo encomendadas uno a uno hasta que cada quien tenía sus instrucciones y con ellas podían retirarse, al menos hasta que sólo quedó el de Megrez en el lugar.

-Deseo pedirte que hagas algo Alberich-dijo ella con voz suave.

El de Megrez estaba dispuesto a escuchar y ella continuó.

-Necesito que vayas a hablar con alguien Alberich, es importante.

-Muy bien-fue la respuesta que dio.

Después de todo no se escuchaba mal el poder ser un diplomático de la joven de Polaris, viajar, moverse por el mundo, conocer los círculos del poder que regían sobre la tierra y...

-Quiero que vayas a las regiones de Arioto-dijo Hilda sin inmutarse.

-¿A Arioto?-preguntó él sorprendido-¿Qué quieres que haga en ese sitio?

-Deseo que vayas y que hables con Phenril, como bien habrás notado no se presentó. Deseo que alguien lo convenza de integrarse un poco más a nosotros, es uno de los dioses guerreros, no le pido de ninguna manera que modifique su estilo de vida, solamente que sepa que es parte de un grupo y que cuenta con nosotros.

Pero aunque escuchaba todas esas razones el de Megrez no se convencía de ninguna manera, Phenril y él no se llevaban, no era que fuera amigo de ninguno de sus compañeros pero definitivamente el joven de los lobos no era de su agrado, lo encontraba primitivo y burdo, sin educación ni clase, no era alguien a quien quisiera tratar bajo ninguna circunstancia. Desafortunadamente para él no se trataba exactamente de una petición ni de algo que le estaban preguntando sino de una orden.

-Confío en que podrás hacerlo Alberich-seguía hablando Hilda como si nada aunque notaba perfectamente lo que pensaba el dios guerrero delante de ella por el encargo-Creo que si alguien puede ayudar a Phenril a comprender su papel como un guardián de Asgard ese eres tú.

-Lo haré-dijo formalmente el de mirada verde.

Como respuesta tuvo una mirada de beneplácito de su señora, la cual se felicitó por dentro por haber apelado a la vanidad del otro para que aceptara pues estaba segura que no aceptaría de manera sencilla. Lo vio dejar la habitación y pensó si en verdad sería el de Megrez alguien capaz de comunicarse con el rebelde heredero de los Arioto pero no tendría más que esperar para saberlo.

Por su parte Alberich se dispuso a prepararse para el viaje pues estaba consciente que el clima estaba empeorando y que la región de Arioto aparte de lejana era de las más castigadas en ese aspecto, no deseaba llevarse experiencias imprevistas y aunque no le gustaba viajar bajo condiciones adversas tampoco veía sentido alguno a retrasar lo que sabía que debía hacer. Así que cubierto con una cálida piel y más por presión que por desearlo se puso en camino a Arioto.

 

 

El clima realmente parecía estar tranquilo mientras hizo el recorrido desde palacio hasta su destino, no tan complicado que le resultara intransitable pero tampoco extremadamente sencillo, iba a pie y eso se ajustaba perfectamente a sus planes, gracias también a eso podía concentrarse en sus ideas y esas eran muy concretas: ¿Cómo lograría que Phenril lo escuchara? Estaba seguro que necesitaba hablar con él pero bastaba con que el otro no quisiera escucharlo para que nada se lograra. Se dijo que apoyarse en su inteligencia era lo mejor, era más listo que el de Arioto, culto, preparado, sin duda podía con él. Confiado en esos pensamientos apenas si se dio cuenta que estaba ya en el sitio que debía alcanzar.

Alberich siguió caminando y mirando alrededor, esperaba encontrar señales de vida pero también era posible que el joven de los lobos no se encontrara en ese sitio, quizás estuviera en una de sus  correrías con su manada, después de todo la región no era pequeña en extensión, lo cual lo obligaría a buscarlo. Pero mientras pensaba en eso le llegó un sonido particular, se trataba de un gruñido, de inmediato volteó a la dirección de la que provenía pero no tardó en convencerse que no se trataba solamente de un animal sino de todo un grupo, uno que se movía despacio sin dejar de verlo y muy dispuesto a atacar, si ese era el caso él se defendería y...

-¿Qué haces aquí?

Sin poderlo evitar se sorprendió, una mano se había colocado en su hombro al mismo tiempo que le preguntaban, lo habían tomado desprevenido por completo pues no se había dado cuenta de la manera silenciosa y discreta en la que el joven de Arioto había llegado hasta él. Pero se recobró con prontitud.

-Hilda me envió-dijo de inmediato el de Megrez.

-Ah.

Pero nada parecía demostrar que eso fuera importante, al menos para Phenril no hacían muchos cambios los motivos del otro para estar en ese sitio.

-Debemos hablar-dijo Alberich-En privado.

-Está bien pero primero debo terminar con mi ronda.

-Te espero entonces.

-Es mejor que vengas conmigo.

-Pero...

Y sin que pudiera formular ninguna queja vio como el de los lobos de inmediato se ponía en marcha y se alejaba prontamente de él, no le quedaba más opción que seguirlo y al hacerlo (lo cual no fue sencillo) tuvo la oportunidad de constatar que el otro parecía disfrutar de ese tipo de vida, de las correrías con los lobos, las largas caminatas, jugar con los animales, andar entre los árboles, pero todo eso para él era incomprensible. Eso, todo eso, le resultaba ingrato, el aire helado que los rodeaba, la dificultad de andar entre la nieve y las piedras, los lobos rondando, era desagradable sin más.

Cuando finalmente el de Arioto se detuvo se le quedo mirando como si esperara a que le dijera algo pero tuvo que recuperar el aliento primero y vio como el otro hacía un ademán y los lobos se quedaban como jugando alrededor.

-Dijiste que querías hablar en privado-dijo Phenril.

-Si.

-Los lobos no dirán nada.

El de Megrez suspiró pero no esperaba nada mejor, tendría que continuar con su encargo.

-La señorita Hilda me envió-dijo con formalidad el de ojos verdes-ella espera que te integres más a la nueva vida que se está formando en el palacio y en el pueblo de Asgard, eres parte de los dioses guerreros y de la nobleza de esta tierra, tienes deberes que cumplir para con los demás.

Pero una mirada le bastó para saber que el otro no estaba escuchando mucho.

-No me interesa eso-fue la respuesta del de cabellos platinados-Me gusta mi vida como es.

-Sólo crees que te gusta Phenril, no conoces otra forma de vida.

-Y no me interesa conocerla Alberich. Mi vida y mi familia están aquí.

Acto seguido una de sus lobos lo rodeo con alegría y antes de poder decir nada más el de ojos verdes vio como el joven se reía y se ponía a jugar con los lobos como si nada, como si él no estuviera ahí y le hubiera dicho el mensaje de Hilda. Se dijo a si mismo que era un caso perdido pero no podía (ni quería) darse por vencido. Aunque para seguir con su plan fue necesario que el rato de juegos terminara y se pusieran en camino otra vez.

El tiempo corría y ya era un poco tarde, ante eso una propuesta fue hecha.

-Creo que no podrás regresar hoy mismo Alberich, puedes quedarte si lo deseas.

-Gracias.

Al de mirada verde le parecía una oportunidad, lograría convencerlo y cumpliría cabalmente con su misión, porque dicho sea de paso hasta ese momento no había tenido una sola misión que no hubiera sido capaz de cumplir. Aunque las cosas no se desarrollaron de ninguna manera que hubiera esperado.

Para comenzar resultó que Phenril no se alejó de sus lobos, los animales estuvieron todo el tiempo cerca hasta que se encontraron en lo que fácilmente adivinó eran los restos de la propiedad de los Arioto, no bastando con eso no había donde guarecerse ni un sitio decente para acomodarse y estar razonablemente a gusto, aparte el único calor que recibían era el de una fogata y le tocó el espectáculo de ver como la cacería de ese día era preparada y dividida entre la manada, sólo una porción fue puesta al fuego pero algo en todo eso le revolvió el estómago.

Amablemente su anfitrión le tendió un trozo de carne asada, la cual aceptó pero se quemó los dedos y como no tenía mucha experiencia en comer de esa manera se mostró más bien torpe, a diferencia del de Arioto que comió con apetito. Y mientras tanto el de Megrez no atinaba a comprender que fuera posible vivir de esa forma, pero como ya era tarde no le quedaba más camino que quedarse.

-Será mejor dormir-dijo Phenril.

-Me parece bien-respondió Alberich.

Se notaba que el de cabellos platinados no tenía inconvenientes en estar al lado de sus lobos y acomodarse sobre el helado suelo de baldosas pero el de mirada verde era otra cuestión, él no estaba preparado para nada de eso y como no había muchas opciones trató lo mejor que pudo de acomodarse contra una pared y dormirse pero no tardó en comprobar que resultaría una de las peores noches de su vida.

 

 

Llegada la mañana Alberich se sentía adolorido, no había logrado dormir mucho y no veía que avanzara en relación con su encomienda pero no pensaba en declararse vencido aún.

-¿Dormiste bien?-preguntó Phenril.

-Estoy bien-respondió Alberich procurando mostrase como si nada.

-Debo ir a la cascada, es algo lejos, si quieres puedes esperar o marcharte.

-Iré, ya te dije que estoy bien y necesito que comprendas lo importante que es tu papel como uno de los dioses guerreros de Asgard.

-Como quieras-fue la respuesta del otro encogiéndose de hombros.

En el camino el de Megrez procuraba que no se le notara el cansancio y que estaba adolorido y por eso centró su atención en la forma de comportarse del joven que avanzaba delante de él, no pudo sino sentir dudas por su comportamiento al verlo juguetear con los lobos.

-¿Acaso nunca te separas de estos animales Phenril?

-Son mi familia.

Esa respuesta le dio más en que pensar al de ojos verdes, sabía algo de la historia del joven de Arioto, de la manera en que había quedado huérfano siendo pequeño por el ataque de una bestia contra sus padres y que los lobos habían aparecido y lo protegieron, sin duda eso lo había afectado pero no esperaba que un niño quedara inmune ante una escena semejante. Se dijo que ya que no tenía iguales con los cuales convivir había desarrollado sus afectos y habilidades identificándose con una familia sustituta, en ese caso los lobos. Mientras se hacía mentalmente todo ese análisis llegaron a la cascada.

Lo que sucedió una vez en ese sitio no lo vio venir de ninguna manera. Ante sus ojos verdes y sin que pudiera decir nada vio como la piel que cubría al de Arioto quedó sobre el suelo y sin más, completamente desnudo, el joven de los cabellos platinados se arrojaba a la helada pero aún líquida corriente. Lo cierto era que el joven Megrez estaba impresionado, tal vez había sido por lo súbito de la acción o porque no esperaba eso o porque ese delgado y fuerte cuerpo lo dejaba sin respirar. Ni siquiera se dio cuenta que el otro jugaba con los lobos en el agua y conseguían unos peces que los cánidos devoraban.

Cuando terminó todos salieron del agua y siguieron como si nada pero Alberich no podía estar como si nada y en el camino de regreso se quedó sin palabras y apenas mirando al de ojos ámbar que avanzaba delante de él y aunque tratara de banalizarlo no pudo. Incluso se sintió disgustado que Phenril simplemente continuara con sus lobos, como si él no mereciera una mínima explicación por su comportamiento, no, en vez de eso lo hacía a un lado y seguía con esos animales en vez de haber aceptado sus palabras desde el día anterior y con eso él hubiera regresado a palacio y nada de eso hubiera sucedido.

Lo peor para Alberich, o al menos eso le pareció, no tardó en presentarse pues el clima de Asgard era voluble, que hasta ese momento los hubiera dejado disfrutar de una temperatura estable no quería decir que sería de manera continua, sino que cambiaba de forma imprevista en apenas unos instantes y aunque continuaron caminando resultó que en la mente del señor de los lobos se formó un plan. De un ademán alejó a los lobos que salieron corriendo aprisa mientras ellos dos continuaban por otro camino.

-¿Qué sucede?-preguntó finalmente Alberich.

-Debo revisar otra parte de la propiedad, prefiero que los lobos se resguarden a que sigan con este clima. No creí que quisieras quedarte con ellos.

-No.

-Sigamos entonces.

Y siguieron adelante en medio del silencio, la nieve y el frío.

 

 

Las dos figuras estaban dispuestas a continuar con sus caminos que para esos momentos eran los mismos, no estaba nada mal eso, al menos no debía serlo pero el clima que los rodeaba no era de ayuda. La blanca nieve caía alrededor de ambos y no era nada a lo que no estuvieran acostumbrados pero aún para ellos resultaba que era difícil seguir de esa manera, dibujaban sus pasos en la nieve que hundía sus pies y dificultaba avanzar pero no por eso dejaban de estar atentos a lo que les rodeaba. Por un instante sus miradas se encontraron y sin decirse nada parecían estar de acuerdo ya que notaban que su refugio estaba cerca. Siguieron caminando y a unos metros más divisaron el sitio que necesitaban.

Se trataba de una especie de cabaña abandonada claramente pero que para ellos dos en esos momentos era de bastante ayuda tomando en cuenta que no había más lugares para refugiarse de ese clima tan extremo.  

-Era parte de la propiedad de los Arioto-dijo Phenril como explicación-A veces vengo por aquí.

Abrieron la puerta y entraron un poco aprisa aunque con mayor necesidad el de cabellos rojizos sin duda, se sacudían la nieve que había caído como hojuelas sobre ambos.

-Por fin podemos detenernos-dijo Alberich.

-No estaba tan mal el clima-dijo Phenril.

-¿No?-preguntaba medio incrédulo el otro.

-No, a veces está mucho peor, esto no era tan malo.

-Está helando y tú me traías caminando sin ropa adecuada.

-No sabía que fueras tan delicado, será que yo tengo costumbre de todo esto, andar en los bosques al aire libre.

Sin otra palabra el de cabellos platinados se dirigió de inmediato a una especie de chimenea en el lugar y su compañero lo observaba, ciertamente que ellos dos habían llevado vidas diferentes, muy diferentes, aunque ambos venidos de antiguas y nobles familias asgarianas tuvieron años de crianza que no se parecían en lo absoluto. El de ojos verdes prefirió no pensar más en eso, además en verdad tenía frío y eso era bastante para alguien que se había criado en una tierra tan fría como lo era el reino de Asgard. En cuanto a Phenril no tenía nada en particular en que pensar, para él lo más importante era cumplir con las encomiendas de Hilda y aparte de eso sus lobos, a los cuales había dejado bien guarecidos para que no tuvieran problemas en su ausencia.

La chimenea fue encendida por el de ojos ámbar con facilidad, sin duda tenía práctica en eso y mirando a su compañero le habló.

-Será mejor que te acerques Alberich, te hará daño seguir sin entrar en calor.

-Soy más resistente que esto Phenril, te lo aseguro.

-Tus manos están azules-indicó el otro.

Para el joven de Megrez no quedó más opción que aceptar que era verdad, una parte de él no había querido reconocer que el joven de Arioto fuera más resistente a las inclemencias del clima pero tal vez era inevitable, después de todo el de largo cabello era casi como la hierba de Asgard, se había criado en la intemperie del inclemente clima y sin comodidades de ninguna clase mientras que él estuvo cercano a la corte con sus comodidades y lujos, pese a considerarse a si mismo como un buen explorador en realidad jamás había tenido que afrontar nada como lo que ese muchacho delante de él había vivido. Se acercó a la chimenea y se quitó la piel que lo cubría dejándola a un lado y permitiendo que el calor de la leña quemándose le hiciera recuperar un poco de energía.

-Esto continuara toda la noche-dijo Phenril.

-¿Qué cosa?

-La nevada, durará toda la noche, creo que hasta mañana podremos volver.

-¿Cómo puedes saberlo?

-Porque huele-fue la respuesta sencilla y convincente.

-Eso no es posible Phenril, el clima no huele, se necesita saber el tiempo, la temperatura, la dirección del viento...

-Cuando va a nevar por horas huele Alberich, no se necesita saber todo eso si ya lo has vivido.

Para el de cabellos rojizos esa respuesta fue un poco odiosa, él era metódico, para que hubiera efectos se necesitaban de causas, estudiarlas y comprenderlas, que alguien le dijera simplemente que olía algo le resultaba sumamente incomprensible pero para el de mirada ambarina estaba plenamente justificado el saberlo, para él su compañero en realidad era un ignorante que no podría leer ni sus propias huellas, algo bastante osado de creer si se tomaba en cuenta que el de Megrez era considerado el hombre más inteligente de Asgard.

Se quedaron en silencio delante del fuego por un rato hasta que la leña ya no parecía ser suficiente, ante lo cual era necesario arrojar más pero eso dio pie a una escena algo particular.

-Ahora traigo más leña-dijo el de cabellos platinados como si nada.

-Yo la traigo-intervino el de ojos verdes.

-¿Puedes?

-No soy un inútil Phenril, puedo con algo como traer un poco de leña del rincón-dijo señalándolo-hasta aquí.

-Bueno pero...

-No soy inútil-puntualizó con fuerza.

Un instante después y ya estaba a un lado de la leña apilada, tomó un par de troncos de manera un tanto brusca pero cuando tomó otros dos algo salió, algo que al de Megrez no le agradaba en lo más mínimo. Una araña de mediano tamaño pero muy negra y peluda apareció de pronto caminando sobre el brazo con el que sujetaba la leña, al verla de inmediato hubo una reacción.

 --Ahhhhh.

Aunque no fue un grito si fue una voz de alarma bastante notoria que provocó que soltara la leña y los troncos cayeran justamente sobre su pie derecho mientras Phenril ya estaba a su lado.

-¿Qué pasa Alberich?

-Una araña...-dijo señalándola-Una araña...no soporto a las arañas...

El joven de los lobos hizo un ademan y el arácnido visitante huyó de ambos.

-Quise decirte que había arañas Alberich, es normal por la leña y la humedad.

Pero no había respuesta del otro.

-¿Cómo es que te da miedo una araña?

-No me dan miedo...sólo....no las soporto.

Pero en ese momento quiso dar un paso y sintió que una fuerte punzada le atravesaba el pie.

-¿Qué pasa?-preguntó Phenril.

-Nada.

Pero al querer apoyar de nuevo su pie tuvo que convencerse que le dolía.

-Déjame ver.

Con calma y cuidado el de los lobos hizo que su compañero se apoyara en él para llevarlo delante de la chimenea, lo dejó sentado en el suelo y le quitó la bota de un solo movimiento que hizo que se quejara de nuevo, lo examinó por un instante y dio su veredicto.

-Parece que te diste un buen golpe Alberich.

-¿Tu crees?-preguntó con ironía el otro.

-Si, debió ser cuando se te cayó la leña por gritar al ver la araña.

El de ojos verdes se mordió el labio para no contestarle pero le dolía el pie y el orgullo, así que llevó su mano al golpe y tuvo que convencerse que aunque no había nada roto si era bastante malo.

-Quédate quieto y no te muevas-dijo Phenril-Hasta mañana no hay mucho que podamos hacer.

Con eso se alejó de él para llevar la leña y hacer que ardiera el fuego de nuevo, con eso pareció buscar algo entre su piel y el de ojos verdes lo vio sacar una variedad de raíz y aplastarla entre sus manos hasta que tenía una especie de salvia, tomó su pie con cuidado y lo colocó sobre sus piernas.

-Phenril ¿Qué haces?

-Es para el golpe, no te preocupes.

Se lo aplicó y el de ojos verdes sintió primero como frío pero después calor, unos momentos más y ya no le dolía sino que parecía que su pie se había adormecido.

-¿Qué es?-preguntó Alberich intrigado.

-Es una planta que uso para los golpes, a veces los lobos se lastiman y con eso se alivian.

-Pero ¿Qué es?

-No lo sé, sólo sé que funciona.

El de ojos verdes se sentía intrigado. Su curiosidad siempre había sido una de las partes más notables de su comportamiento y no podía dejar de permitirse que guiara una buena parte de su existencia. Así que la repentina aparición de una planta que ignoraba era bastante para desear saber más así que interrogó a su compañero pero las respuestas que él buscaba, claras y concisas, no las obtendría del de Arioto.

-¿Cómo sabes que ayuda entonces?-preguntó el de cabellos rojizos.

-Sólo lo sé-respondía el de ojos ámbar.

-Eso no es una respuesta, las cosas no se saben simplemente, se deben averiguar, experimentar y después comprobar para poder decir que funcionan.

-¿Si?

-Si, el mundo sería caótico si no cumplimos con sus lineamientos y nos dejamos llevar por las simples especulaciones, tenemos el deber de saber cómo funcionan las cosas, las causas de algo, el saber los orígenes de un mundo que cambia a diario y nos rodea, complacer la curiosidad humana y entender la naturaleza.

Pero Phenril tan sólo se le quedaba mirando.

-¿Qué?-terminó preguntando el de ojos verdes.

-¿No te duele la cabeza de pensar en todo eso por una raíz?

A esas palabras el de Megrez no tuvo respuesta.

-Procura descansar Alberich, mantendré el fuego para que no te congeles. Mañana estarás mejor, la tormenta habrá pasado y podremos regresar.

Por un largo rato no se dijeron nada, Alberich ya no sentía dolor pero debía dejar quieto su pie, lo sabía y aparte de eso su compañero de mirada ámbar no parecía ser de los que hablara demasiado, trataba de hacerse una idea de cómo tratarlo pero no podía, en realidad Phenril no era alguien a quien supiera como dirigirse, ese muchacho era una extraña combinación de nobleza asgariana e inocencia salvaje, nacido de una de las primeras familias del reino había vivido todos esos años libre y sin reglas, como dios guerrero era fuerte y poderoso pero como persona tenía algo como infantil e inconsciente de lo que significaba ese título. Con todos los demás sabía a que tenerse pero con él no y eso lo incomodaba un poco

 

 

Y en medio de esos pensamientos fue cuando una sorpresa más apareció en el camino.

-Hay que dormir-dijo Phenril.

-Bien.

El joven señor de los lobos tomó la única piel del lugar y le tendió frente al fuego como ofreciéndola a su compañero.

-¿Dónde dormirás tú?-preguntaba el de ojos verdes.

-En el suelo-respondió como si nada el otro.

-No puedo permitir eso, no es necesario.

-Ya te dije que tengo costumbre Alberich, no te preocupes por mí.

-Puedes congelarte con este clima y en el suelo de roca fría.

-He dormido a la intemperie, te aseguro que estaré bien.

-Pero...

-Estaré bien Alberich-repitió el otro-Descansa y duérmete para que mañana estés bien.

En realidad el de cabellos rojizos sintió que era como una orden lo que acababa de decirle y él no era alguien que se llevara bien con que otros le ordenaran hacer algo, una cosa era recibir órdenes de Hilda quien era la representante en la tierra de Odín y otra cosa de ese salvaje pero el de cabello platinados ni siquiera parecía prestarle atención mientras se acomodaba delante del calor del fuego. Ante eso el de ojos verdes procuró acomodarse entre la piel sin mover mucho su pie para pasar la noche, lo cierto era que estaba cansado por el largo camino bajo la nieve y necesitaba recuperarse.

Conforme pasaban las horas el de ojos verdes sentía más frío, no lo podía evitar, debajo de la piel sentía que le calaba hasta los huesos y como trataba de encogerse para mantener el calor movía su pie y el dolor le impedía dormirse, no estaba en una posición cómoda y se sentía peor porque a cada momento se acordaba que Phenril estaba ahí y no había dicho una sola palabra de queja por su situación. Tratando de encontrar una solución a lo que ocurría se vio interrumpido por la voz del de cabellos platinados.

-Alberich.

-¿Qué ocurre?-preguntó titiritando.

-¿Tienes frío?

Por poco y el de cabellos rojizos contestaba de manera nada amable pero se contuvo y logró dar una respuesta.

-Si.

Lo siguiente que supo fue que de pronto el de Arioto estaba a su lado, abría la piel y ya estaba ahí, con él.

-Phenril-dijo tratando de comprender lo que sucedía.

Pero sin decirle nada más el de ojos ambarinos seguía acercándose y se acomodó a su lado estrechándolo con uno de sus brazos, tan cerca que sentía su aliento chocar contra su cuello, se quedaba quieto tratando de comprender lo que ocurría pero no tuvo que preguntar nada ya que fue el otro quien se explicó.

-Cuando hace mucho frío los lobos duermen unos con otros, así pasan mejor el frío Alberich.

-Ya veo.

Y ya no hubo palabras cuando el joven de Arioto siguió estrechándolo pero ahora pasando una de sus piernas por encima de las de él mientras lo sostenía tan cerca que nada los separaba, los dos debajo de la piel y al calor del fuego de la chimenea. En todo eso el de Megrez no podía ni siquiera pensar bien, cada fibra de su ser sentía la proximidad de ese muchacho salvaje, ese suave toque de otro ser vivo contra él, no se atrevía a moverse siquiera, se quedaba inmóvil observando el techo sin saber que hacer. Después de un buen rato le pareció que el de Arioto estaba dormido, al menos eso supuso por la manera tan suave en la que respiraba y volteó suavemente a mirarlo.

No supo porqué pero sonrió al verlo, Phenril lucía tan tranquilo, tan pacífico, dulce y...y...hermoso. Simplemente darse cuenta que esa palabra llegaba a sus pensamientos lo sorprendió pero era la verdad, ese joven a su lado era hermoso con la luz del fuego bailando sobre él, sin poderlo evitar levantó su brazo libre y lo llevó a ese cabello platinado que caía sobre el rostro de su compañero mientras olía esa esencia como a bosques y naturaleza que poseía el de los lobos. Se preguntaba por lo que estaba haciendo pero aún así no se detuvo hasta llegar al largo cabello acariciándolo y por vez primera en su vida se dijo que deseaba besarlo. Antes nunca había deseado de verdad besar a alguien, se limitaba a vivir la experiencia pero a Phenril en verdad deseaba besarlo pero no se atrevió. Se quedó ahí hasta que se durmió pero sintiendo que jamás había vivido nada como lo de esos momentos, con tener a alguien como ese muchacho entre sus brazos.

La noche pasó pero no así las inquietudes de Alberich, jamás en su vida había experimentado nada semejante a las horas anteriores y aunque trató de analizarlo no fue capaz de darse una respuesta satisfactoria, estaba conforme en que era un hombre joven con gusto por otros hombres, se sabía masculino y con una virilidad natural y saludable como la de cualquiera de su género con algunos encuentros en su haber aunque solamente para vivir la experiencia pues el sexo realmente no guardaba secretos ni dudas para él. Sin embargo debía reconocer que nunca se había sentido tan...ni siquiera era capaz de explicarse lo que sentía, era como si Phenril lo hubiera desafiado de alguna manera y no lograba controlarse.

 

 

En el tiempo que siguió trató de ahogar las sensaciones nacientes de su cuerpo con la razón pero sencillamente, cuando parecía haberlo logrado, se convenció que no podía.

-¿Cómo va tu pie?

Y antes de dar una respuesta ya estaba el de los lobos tocándolo y revisándolo, casi le pareció que lo atendía con la misma solicitud con la que hubiera cuidado de uno de sus compañeros de manada y ante eso sonrió para después sorprenderse de estar sonriendo y ante todo eso el de ojos ámbar ni siquiera lo miraba a él sino que seguía como si nada.

-Está mejor-siguió el de cabellos platinados-Tenemos que esperar aquí por un tiempo, el viento cambió de dirección y no sería prudente movernos. Esperaba que pudieras marcharte hoy mismo.

-Debes hacer caso a lo que Hilda desea que hagas, no me marcharé hasta que aceptes eso.

-No-dijo sencillamente.

-Eres un dios guerrero.

-Tú también y no creo que te impongan nada por eso.

Alberich terminó diciéndose que no sería tan sencillo. Siguieron juntos, aunque aún le dolía un poco no era nada que no fuera capaz de manejar y en es tiempo juntos se la pasó silencioso observando al de Arioto, sus conclusiones fueron devastadoras; Phenril no era alguien a su nivel, era desarrapado, inculto, sin modales ni clase pese a su título...y aún así no dejaba de mirarlo. En algún momento el joven de mirada ámbar salió por comida y el otro trataba de controlarse un poco pero apenas lo vio regresar ya estaba de nuevo preguntándose que era lo que le sucedía cerca del de los lobos. Un nuevo proyecto se formó cuando se dijo que en cuanto comprobara que no tenían nada en común su absurda confusión acabaría y para eso se dispuso al ataque.

-¿No comes?-preguntó Phenril al ver que no tocaba su parte de un conejo.

-Si, lo haré-respondió Alberich con voz calmada-Pensaba en algo.

Pero el de cabellos platinados no le preguntó en qué, así que continuó por su cuenta.

-Pensaba en una de las esculturas de palacio, en los jardines, con este clima podría dañarse.

Si esperaba una respuesta estaba equivocado pues el otro no decía nada.

-Será mejor que hable con Hilda sobre su cuidado.

-También dile que los jacintos de agua se darán hermosos este año-contestó el de Arioto.

-¿Qué?

-Los jardines de palacio los dan naturalmente, con este clima vendrá una buena primavera, cuando se abran serán hermosos, más que cualquier escultura.

Eso no lo esperaba, tendría que hablar de otra cosa.

-En la historia de Asgard ha habido historiadores que dividen los periodos de nuestro pueblo conforme a su clima ¿sabías eso?

-No.

Por fin un tema que dominaba.

-Pero la historia que de verdad importa es la que hacemos día a día Alberich, es con la que vivimos.

Tampoco se esperaba eso y de alguna manera adivinaba bastante bien que ese muchacho delante de él no se sentía impresionado de ninguna manera por sus palabras.

-En cuanto regrese Phenril seguiré con mi lectura, me quedé a mitad de un tratado de astronomía muy interesante.

-¿Qué es la astronomía?

-Es el estudio de las estrellas y de los cuerpos celestes-dijo con un concluyente tono de superioridad intelectual.

-¿No sabes leer las estrellas? Es sencillo.

El de los ojos verdes no terminaba de creer lo que había sucedido, estaba delante de un muchacho que ni siquiera sabía escribir su nombre y lo trataba como si él fuera el ignorante. Lo cierto era que Alberich estaba acostumbrado a que su inteligencia intimidara a los que le rodeaban, nadie era capaz de poner en duda su palabra cuando aseguraba algo, se le buscaba como una especie de juez para terminar con una confrontación por cualquier tema, no había aparentemente saber que él no dominara pero Phenril no se intimidaba ni lo buscaba ni nada de eso, era muy franco y natural, tanto que fue el de cabellos rojizos quien terminó por intimidarse y después de unos momentos sentirse bastante encandilado por ese joven de ojos ambarinos que siguió comiendo como si nada, bastante despreocupado de que él estuviera o no ahí.

Y con eso a cada momento se daba más una lucha por alejarse de parte del de Megrez pero la verdad era que le gustaba a cada instante ese jovencito compañero de lobos. Que no tuviera sentido carecía de importancia, lo importante era que lo estaba sintiendo.

Para cuando pasó la tormenta Alberich estaba en una situación que jamás había contemplado en su vida, esos ojos ambarinos, los largos cabellos platinados además de la espontaneidad, franqueza y despreocupación del de Arioto lo tenían completamente seducido. Las cosas entre los dos no se iban a solucionar pero si iban a cambiar, al menos el de Megrez estaba seguro de eso, de alguna manera.

 

 

Fue así que de nuevo llegó el momento de descansar o algo parecido y para esa ocasión el joven de mirada ambarina ya tenía un plan para proceder. Estaba colocando de nuevo la piel cerca del fuego para que su compañero se acomodara y decía al mismo tiempo lo que pensaba.

-Estarás más cómodo ahora que no te duele el pie.

-Ya te dije que no hace falta esto Phenril.

-No pero es mejor así, para que no tengas tanto frío.

Como el de mirada verde suponía que no tenía sentido discutir terminó recostándose pero apenas lo había hecho cuando ya estaba su compañero a su lado.

-Phenril...

-Para que no tengas frío, ya te dije.

Con eso bastó para que el de los lobos ya estuviera a su lado debajo de la piel y pasará su brazo para estrecharlo sin más y quedarse dormido en poco tiempo aunque no se percatara que su compañero no lograba descansar. Alberich intentaba conciliar el sueño pero no lo lograba, su mente se poblaba de ideas que trataba de rechazar pero no resultaba sencillo si la fuente de esas ideas estaba a su lado tan cerca abrazándolo y haciéndole sentir su calor. Entre dormir y no dormir el de Arioto se movió un poco y una de sus manos quedó descuidadamente cerca de la entrepierna del de Megrez, no hacía nada, tan sólo estaba ahí pero para el otro no era nada y sentía que perdía la cabeza, respiraba agitado, su cuerpo se encendía y al mirar como de soslayo al joven a su lado no fue capaz de contenerse más.

Alberich no fue agresivo, de ninguna manera, no se arrojó sobre Phenril dispuesto a conseguir lo que deseara a cualquier precio, sino que estiró su mano y con suavidad la colocó sobre la de su compañero, la estrechó un poco y movió su cadera contra él, fue algo irresistible pero fue el momento en que el de los ojos ámbar despertó y se quedaron mirando por un segundo. El de Megrez sabía que poseía una mente veloz y una lengua ágil, ambas cualidades lo podían sacar de cualquier problema pero en ese instante ninguna de las dos fue en su auxilio, se quedó ahí sin poder moverse, perdido ante esos ojos.

-¿Qué haces Alberich?

-Yo...

Aunque temiera la respuesta del otro la verdad lo siguiente era más de lo que esperaba. El de Arioto no lo tomó a mal sino que se mostró con calma.

-¿Necesitas relajarte?-preguntó el de los lobos.

Pero aunque no obtuvo una respuesta llevó su mano por debajo de la ropa del otro, él a veces también lo hacía y no encontraba nada malo en hacerlo, más bien le resultaba natural, así que llegando al sitio que necesitaba lo acaricio sintiendo de inmediato su dueño que se encendía por el placer y por lo mismo no pudo conformarse con recibir solamente, buscó el rostro del otro joven, su cuello, sus labios, la pasión emergía con fuerza y en ese mismo instante supo que debía tener a Phenril. Las cosas siguieron adelante con velocidad, logró desvestirse y desvestir a su compañero, se acariciaron y se frotaron de manera nada experta pero que resultaba incitante en esos momentos para los dos.

Recostados los dos muy juntos Alberich no perdió el tiempo, estaba abrazando y besando con bastante entusiasmo a Phenril a quien esas muestras de proximidad le resultaban extrañas y nuevas pero suponía que era una especie de costumbre en ese tipo de situaciones y no dijo nada en contra, así que devolvía los besos y los abrazos con todo el fervor que la inocencia es capaz de poner en ello. Alentado por no sentirse rechazado las manos del de Megrez se hicieron hábiles y vagaron por ese fuerte y juvenil compacto cuerpo, acariciaron y recorrieron despertando al mismo tiempo un ardor y sorpresa en el otro a la vez que le murmuraba algo sobre cuanto le gustaba estar a su lado; el de Arioto se mantenía más bien dócil y manejable que se dejaba llevar por una especie de placer que nunca había sentido, no por sus manos al menos.

Su compañero continuaba con su ruta decidida, así que logró sobreponerse y mantuvo al de los lobos sobre su espalda mientras él quedaba encima, bajó por su cuello y llegó a su pecho pero no ocupó mucho tiempo en ello, sino que siguió su camino hacía abajo donde primero sus dedos estaban ya descubriendo el área, los dígitos jugueteaban con soltura por el rígido sexo que se elevaba y seguían hasta la base para buscar el lugar de su masculina inocencia. Llegó al punto que deseaba y comenzó con suaves simulaciones, apenas como si se insinuara, hasta que no aguardó más e introdujo uno de sus dedos pero lo hizo de tal forma que no intimidó a su compañero sino que logró que lo deseara pues su lascivo contacto provocó en el de mirada ambarina que el deseo corriera por sus venas y que su cuerpo añorara que continuara.

Entre caricias y besos el de cabellos rojizos separó los delgados muslos de su compañero y guió con determinación su propio sexo al sitio que había explorado pero después de intentarlo supo que no avanzaba así que tuvo que seguir otra curso, se apartó un poco para cubrir sus dedos con su saliva y usándola prontamente cubrió la punta de su alzado y varonil sexo para dirigirlo de nuevo a la culminación de sus deseos, tuvo que usar su mano para guiarlo y la otra para separar un poco el camino, finalmente logró que la punta traspasara y escuchó al otro lanzar un lamento que acalló a besos pues no se detuvo, aunque siguió su avance de manera gradual y con ternura pues no quería herirlo. El de cabellos platinados estaba entre buscar que se apartara y desear que siguiera, no atinaba a comprenderse pero aunque le dolía le gustaba, de alguna manera sus movimientos hicieron que en vez de separarse se unieran más y en algún momento de la fría noche estaban unidos casi por completo y vino la agitación y el movimiento, sus caderas danzaban con ansiedad, temor y deseo insatisfecho que se iba acrecentando inflamando sus anhelos.

No fue un momento de absoluto y glorioso deleite, más bien fue uno de esos encuentros en que la pasión se había encendido con tanta velocidad que de igual manera se consumía, los dos se buscaban y movían con intensidad aunque para cada uno fue diferente, Alberich no sabía nada de nada, tan sólo que estaba locamente sometido a ese juvenil cuerpo en el que se hundía continuamente mientras que Phenril se acarició a si mismo en su virilidad y eso lo ayudó a sobrellevar mejor las cosas, prontamente la culminación llegó a ambos, primero al de los lobos que dio una especie de grito y después para el de mirada verde que sucumbió sobre el cuerpo de su compañero respirando agitado y son poder controlarse.

Vino una calma acogedora que les permitió tranquilizarse para respirar con paz y poder mirarse pero lo primero que hizo el de Arioto con ese momento fue hacer que su compañero se separara de él y mirarlo con expresión adormilada, bostezó y un segundo después estaba a su lado dormido. En un primer instante Alberich se sintió desconcertado pero siguió el ejemplo y se durmió muy sonriente.

 

 

En palacio Hilda hablaba con su recién llegado dios guerrero de Megrez que no había logrado cumplir con su misión.

-Esperaba que pudieras convencer a Phenril-decía ella-Pero supongo que no te escuchó.

-No.

Y apenas si escuchaba algo de todo lo que la joven de cabellos lavanda le decía, su mente parecía vagar por sus propios caminos, en ellos recordaba lo maravilloso que fue tener entre sus brazos al de Arioto. Cuando dejó la presencia de la señora de Asgard lo hizo sin mirar nada ni a nadie, aún no atinaba a descubrir como con tan sólo haber escuchado del de los lobos que era lo mejor que regresara a palacio lo había hecho obedientemente y sin insistir en su comisión pero así había sido. Respiró con profundidad. Lo mejor era seguir adelante con su vida o al menos eso suponía pero resultaba que no iba a ser tan sencillo.

En los días siguientes el que fuera llamado el cerebro de Asgard estaba distraído, sin concentrarse en nada y a veces parecía que andaba como perdido, a pesar de tratar de estudiar no lo lograba, tenía problemas para dormir y sabía perfectamente cual era el origen de eso males. A pesar de ser una ocasión única y de tratar de decirse que no había sido sino cuestión del momento lo cierto era que no podía dejar de pensar en Phenril. Por lo mismo se mostraba inquieto y sin serenidad en nada de lo que le era usual.

Una mañana pretendía entretenerse jugando unas partidas con Fler, la joven rubia lo observaba y cuando no pudo quedarse con la duda pregunto.

-¿Qué te sucede Alberich?

-Nada.

-¿Seguro que todo está bien?

-Si.

-Mate-dijo ella moviendo su pieza.

Sin más la partida era suya pero eso no le parecía normal.

-Es la segunda vez que te gano Alberich.

-Eres una buena jugadora.

-Nadie te derrota jugando ajedrez.

-No es nada, estoy bien.

-Eso espero, cuando mi hermana regrese estaremos un poco ocupados.

-¿Hilda no esta?

Ni siquiera se había dado cuenta de eso pero la de los ojos verdes le explicó lo que ocurría.

-Mi hermana desea que los dioses guerreros estén reunidos un tiempo en palacio Alberich, que la gente de Asgard los vea como parte del reino, los demás ya están aquí.

-¿Todos?

-No, Hilda tuvo que ir por Phenril personalmente.

-¿Phenril?-preguntó con interés, tanto que tiró las piezas del tablero.

-Si, espero que no haya problemas para que venga, ya sabes como es él, no le gusta estar en palacio, aunque confío en que  no se negara si Hilda se lo pide.

Pero a partir de ese momento el de Megrez se sintió preso de una gran emoción, Phenril estaría cerca, en palacio y podría verlo de nuevo.

Y así fue, esa misma tarde la joven señora de Polaris estaba de vuelta y con el dios guerrero de Arioto a su lado, el de los lobos no pudo negarse ni nada parecido cuando vio a la muchacha de los cabellos lavanda delante de él pidiéndole que fuera a su lado. No pasó mucho para que todos se vieran reunidos en el salón de audiencias y que escucharan de su señora lo que se esperaba de ellos, una vez ya se habían reunido así pero ahora no era para combatir.

-Espero que permanezcan juntos en palacio y que se apoyen mutuamente para sus labores, además que disfruten de este tiempo reunidos que puede servir a todos para comprendernos mejor.

Mientras ella hablaba el dios guerrero de Megrez miraba de reojo al de Arioto, no sabía que decirle pero sabía que quería hablar con él pero apenas si pudieron retirarse el de los ojos ámbar desapareció de la vista de los demás sin que pudieran cruzar una sola palabra. Si bien eso hubiera resultado decepcionante, y lo fue, se dio una segunda oportunidad para verse y poder hablar.

 

 

Alberich buscaba al de cabellos platinados para conversar pero en la habitación que le había sido destinada no se encontraba y parecía que nadie sabía nada de él, intentando descubrir en que sitio se encontraría se apoyó en una de las ventanas de palacio que daban hacia los jardines y justo en ese instante una figura se deslizó velozmente por el sitio, corriendo por entre la vegetación y la escarcha, no lo pensó siquiera para salir de inmediato tras él y logró alcanzarlo antes de que desapareciera de nuevo.

-¡Phenril!

Al escuchar su nombre el otro se detuvo y esperó, quedando en poco tiempo frente a frente pero por vez primera en su vida o más bien segunda vez el de Megrez no tenía la menor idea de que decir, esos ojos ambarinos lo dejaban sin palabras. Aún así su compañero al verlo supo que algo era necesario decir entre los dos.

-Hola Alberich.

Afortunadamente eso bastó para que se recuperara el de ojos verdes de su mutismo.

-Te busqué en tu habitación Phenril, no estabas ahí.

-No me quedé ahí Alberich, no me sentía cómodo, así que salí y busque otro lugar para descansar.

-¿Dónde estabas entonces?

-En el cobertizo cerca del bosque.

-¿Y tus lobos? ¿No te acompañaron?

-Preferí que se quedaran en Arioto, es mejor para ellos, se sienten mejor en casa que aquí.

-Ya veo-pero la verdadera pregunta que tenía en mente surgió-¿Por qué aceptaste venir Phenril? Me refiero a venir a palacio, me dejaste en claro que no querías hacerlo y ahora estás aquí.

Lo cierto era que deseaba escuchar de esos labios que había aceptado por él, que era porque quería verlo pero la respuesta fue muy diferente.

-La señorita Hilda me buscó, no creí que pudiera negarme a algo que ella misma me estaba diciendo.

Por unos instantes parecía que sería todo lo que podían decirse pero no era así, al menos el de ojos verdes no dejaría así las cosas aunque no sabía como decirlo. Fue en ese momento que los conocimientos del de Arioto entraron en juego y por ello se acercó al de cabellos rojizos.

-¿Qué ocurre Alberich? ¿Aun necesitas alivio?

-Si...no...es decir...si...pero no...

No había una manera de decir claramente lo que quería pero el de ojos ámbar lo tomó de la mano y sin aguardar lo llevó detrás de los árboles, lo que vino después fueron instantes veloces en los que se buscaron el cuerpo aprisa y sus manos tuvieron que hacer el papel de sustitutos hasta quedar complacidos o al menos temporalmente complacidos. Aun con las marcas de la pasión en su rostro el de Megrez escuchó la pregunta del otro.

-¿Te veo después?

-Está bien.

Sin más Phenril se alejó y Alberich no podía dejar de mirarlo ¿Qué era lo que había en ese joven? No lo sabía y por primera vez en su vida no le importaba, sólo contaba para él lo que sentía y aunque no lo comprendía del todo le bastaba que fuera mejor que nada que hubiera vivido hasta ese momento.

 

 

El resto del día pasó sin pormenores pero al caer la noche también cayó la nieve sobre Asgard, algo común realmente, la gente no podía dejar el interior de palacio y por lo mismo Alberich estaba voluntariamente confinado al interior de su habitación aunque no lo hacía de muy buen talante. El joven de mirada verde se sentía horriblemente inquieto y nervioso, mirando el reloj del lugar cada tres minutos, daba vueltas por el sitio sin control y no encontraba sosiego en ninguna postura, fue tan grande la desazón que terminó por decidirse a salir y buscar a Phenril él mismo sin importarle nada más pero en el preciso instante que fue hacia la puerta y la abrió quedó delante de alguien.

Ahí estaba, con los rastros de la nieve sobre él y al notarlo Alberich lo hizo entrar de inmediato, lo limpió y él mismo lo secó con una toalla.

-¿Cómo supiste donde estaba?-preguntaba el de Megrez.

-Te olí.

-¿Cómo?

-Seguí tu olor.

Antes de poder decir nada al respecto el de ojos verdes se encontró con que el de cabellos platinados ya estaba a su lado, su cuerpo contra el suyo, con sus ojos ámbares brillantes y la voluntad lo abandonó en un segundo. No faltó mucho para que una vez más su manos se buscaran y quedaran desnudos en la noche, aunque lo que siguió si fue inesperado. Siguiendo el calor de sus cuerpos y sabiendo que era lo que deseaba Alberich quedó delante de Phenril, lo vio apoyarse contra su escritorio con las manos sin perder detalle alguno de él, entonces se arrodilló, él, heredero de la noble familia de Megrez estaba sometiéndose sin luchar ante un joven que ni siquiera estaba educado y la verdad era que no le importaba. Con suavidad lo acarició tiernamente en su sexo hasta lograr que se irguiera, lo escuchó gemir suavemente y sin más lo llevó a sus labios disfrutando de sentirlo erguirse por completo mientras sus dedos acariciaban sus testículos y lo excitaban más.

Momentos después, estando ambos completamente listos y deseosos de continuar, vinieron profundos besos de parte de los dos y Alberich no se opuso de ninguna manera cuando su compañero lo tomó por las caderas y lo hizo darle la espalda, teniendo que apoyarse él contra su escritorio, no tardó en hacerlo ni en separar sugestivamente sus piernas sintiendo como Phenril se colocaba detrás de él y mordía suavemente su cuello para sujetarlo por la cintura y comenzar a buscar asaltar su masculina intimidad. No resultó una labor sencilla, sin duda el de Arioto no tenía ninguna experiencia en esas labores y él tuvo que ayudarlo guiándolo con su mano e indicándole suavemente que hacer, finalmente quedaron en la posición más favorable y gracias a sus labores previas estaba convenientemente lubricado el turgente sexo de su compañero para traspasar.

Los primeros momentos resultaron algo dolorosos pero una vez que se atravesaron los obstáculos primarios el resto fue más sencillo, su unión se hizo placentera prontamente quedándose inmóviles por unos instantes para después dar inicio a una tenaz serie de embates que los hacían gemir y buscar más del otro, decir en voz baja sus nombres y en momentos dar unos ahogados gritos de pasión, sentir como su cuerpo respondía al del otro y se encendía y sus deseos se inflamaban por la simple verdad que estaban disfrutando uno del otro. En momentos sus tobillos no tocaban el suelo hasta que Alberich terminó apoyando su pecho contra el mueble pues las embestidas de Phenril eran apasionadas y no podía resistirlas de pie y si el de Arioto hubiera creído que algo marchaba mal fue prontamente desengañado por las voces del de Megrez que le pedía que continuara y lo llamaba Fiera Mía y Lobo Magnífico.

Como el deseo estaba por llegar a su culminación el de ojos verdes buscó una de las manos de su compañero y la encontró, le costó un poco de trabajo concentrarse en la idea pero logró guiarla a su propio elevado sexo y hacerlo seguir un ritmo que lo ayudara a conseguir el placer completo, lo hizo pero fue mejor cuando el de cabello platinado se inclinó por completo sobre él, dejándole sentir su peso y el choque de su aliento contra su espalda, la presión intensa que lo ahogaba desde su interior hasta que no pudo contenerse y dando unos intensos gemidos de satisfacción se liberó en la atenta mano que no dejaba de tocarlo. Aún viviendo su orgasmo sintió la manera en que las contracciones de sus íntimas paredes llevaban a su compañero a su propio clímax y dejaba en su interior su esencia que lo hacia saber que era suyo y disfruto con abandono del momento.

Esa había sido una noche de pasión sensual en la que Alberich se atemorizó un poco de su conducta pero al mismo tiempo lo deseaba intensamente. Cuando llegaron a la cama para descansar él tardó en dormirse, prefería ver como Phenril permanecía inconsciente del mundo, esa forma de ser que semejaba a una fiera salvaje descansando y se quedó a su lado sin terminar de creer que estaban juntos. Finalmente el cansancio lo venció y se durmió también, abrazando a ese muchacho fascinante que lo tenía completamente sometido.

 

 

A la mañana siguiente cuando Alberich despertó lo primero que buscaron sus ojos verdes fue a su compañero pero éste se había ido, suspiró y se levantó para darse un baño y mientras lo hacía pensaba, sus pensamientos como era de suponerse estaban centrados en Phenril. Ese joven era algo completamente inesperado para él, algo más allá de su control a lo que no encontraba explicación y quizás no la tuviera o al menos él no se encontraba con ánimos de tratar de descubrirlo en esos momentos.

Esa mañana debía reunirse con Hilda así que en cuanto estuvo listo se presentó puntualmente delante de la joven y no tardó en ver que los demás también estaban pero el de Arioto se encontraba ausente, bastó con eso para que apenas si escuchara algo de lo que se habló pero soportó la reunión de la mejor manera posible. En cuanto estuvieron libres de irse se dirigió al bosque y logró encontrar al joven de los lobos que parecía descansar recargado contra un árbol.

-Phenril.

-Hola Alberich-le dijo con su franqueza habitual.

-Cuando desperté no estabas ¿Por qué te fuiste?

-¿Para qué iba a quedarme?

En ese instante el de ojos verdes se sintió algo absurdo de estar ahí sin terminar de comprender lo ocurrido en su interior y no le facilitaba las cosas que aparentemente para el de ojos ambarinos no terminaba de haber algo entre ellos a pesar de haber estado juntos dos veces ya. En ese preciso instante observaba el cielo y anunció sus planes.

-Es mejor que me vaya-dijo Phenril.

-¿Adonde?

-Es hora de comer.

Como el de Megrez no tenía intención de sostener otra discusión sobre como sabía algo prefirió otro camino, uno que les permitiría pasar algo de tiempo en el mismo sitio.

-Podemos comer juntos-propuso el de cabellos rojizos-Si quieres.

-Bueno.

Con eso ambos se dirigieron de inmediato al apartado del de Megrez en palacio, como nadie iba ahí no era probable que alguien los importunara, en tiempo record tenía lista una mesa, bien servida pero sencilla, no le gustaba la comida elaborada para almorzar, y se mostró como un perfecto anfitrión para su invitado. En cambio Phenril parecía algo incómodo con todo eso, la elegante vajilla, los finos modales del otro pero parecía que su compañero no notaba eso, estaba más ocupado mirando a esa medio salvaje figura ante él. Durante los primeros momentos la conversación fue llevada por el de mirada verde pero notó que algo pasaba.

-¿Te incomoda estar aquí Phenril?

-Si-fue la franca respuesta.

Por unos instantes ambos callaron pero el de cabellos platinados hizo algo: tomó un terrón de azúcar de la azucarera y sin más se lo llevó a la boca, disfrutándolo como si fuera un niño. El de ojos verdes no sabía que decir pero el otro le aclaró lo que pasaba.

-Me gusta comer azúcar así Alberich.

-¿Si?

-Cuando era pequeño, con mis padres, lo hacía, mi padre me decía que no pero mi madre sólo me sonreía y acariciaba mi cabello, así que lo hacía siempre que podía.

En ese instante el de cabello rojizo sintió curiosidad y quiso saber más.

-¿Cómo era tu familia Phenril?

En ese instante el de ojos ámbar probaba la comida con las manos, no habló por unos instantes pero dio una respuesta.

-Mis padres eran eso Alberich, mis padres, mi padre era todo un caballero y mi madre era muy sonriente y gentil.

-¿Los extrañas?

-A veces-dijo sin pensarlo-Pienso en ellos en ocasiones pero sé que están muertos-guardó silencio por unos momentos pero a su vez preguntó-¿Y tú? ¿Extrañas a tus padres?

-No-respondió directamente y sin pensarlo pero era la verdad.

No los echaba de menos y sin esperar por una palabra más le contó algo de si mismo de lo que no hablaba jamás.

-En la familia Megrez lo importante es el conocimiento y para conseguirlo se debe estudiar duramente, mi familia no esperaba menos de mí, ese era mi deber.

-No parece agradable vivir así, sólo estudiando y esperando a que tu inteligencia sea necesaria.

Ante esas palabras el de ojos verdes no supo como responder.

-Voy a irme Alberich-comentó como si nada el de ojos ámbar.

-¿Por qué?

-Regresaré con mis lobos, es donde pertenezco.

Pero esa noticia no le agradaba al de Megrez, aunque terminó su almuerzo con el joven de los lobos ya estaba planeando una manera de lograr que no se marchara, era muy inteligente, encontraría una manera.

 

 

Y la encontró pero necesitaba de algunos preparativos para llevarla a cabo y con eso en mente se dirigió a hablar con Hilda, eso no era nada inusual pues la joven de Polaris le pedía consejo en varias cuestiones, así que aprovechando esa situación se dispuso a poner manos a la obra en su proyecto. Primero dejó que ella hablara de cosas generales y después salió el tema de haberse reunido.

-Me da gusto ver que se han llevado bien los demás en este tiempo juntos-decía ella.

-Ha sido un buen tiempo entre todos-respondió él-Me gustaría que pudiera hacerse algo más, ya sabes, para convivir.

-Eso estaría bien, sobre todo para ti que casi no conviviste con tus compañeros.

Ante eso del de Megrez guardó silencio pues prefería no dar una respuesta.

-Tal vez si hiciéramos algo más-dijo como con cautela él-Una cena quizás.

-Se escucha bien.

-Aunque si hacemos algo así no puedo asegurar como reaccionara Phenril.

-Creo que él estará bien.

-Pero sabes que apenas si accedió a venir aquí.

-Estoy segura que se quedara a una cena.

Con eso el de los ojos verdes supo que su parte estaba hecha, ahora tenía un motivo para retener al de Arioto y con eso en mente lo buscó al quedarse libre. Tardó en dar con él pues ya sabía que le tenía gusto a cierta parte del bosque, lo vio contra uno de los árboles comiendo una fruta, definitivamente no se comportaba como los otros pero no por eso iba a amilanarse, de hecho le parecía que era algo bueno en esos momentos.

-Creí que ya te habías ido Phenril.

-Iba a hacerlo pero la señorita Hilda me llamó, quiere que me quede un poco más, algo de una cena.

-¿Una cena? ¿No te dijo nada más?

-No.

Con eso el otro sonrió por dentro, las cosas marchaban bien.

-¿Te sientes listo para una cena Phenril?

-Es sólo cenar ¿Qué tiene eso de complicado?

-Si pero estarán los otros presentes y estarán al pendiente de todos tus actos, de lo que haces  y como te comportas.

-¿Qué con eso?

-Eres un dios guerrero Phenril, los demás hablarán si no actúas como uno.

-Pero es sólo una cena ¿Por qué importa como actúe yo?

-Bueno, a mi no me importa pero a los demás si.

-¿Y que puedo hacer?

-Yo puedo ayudarte-dijo sonriendo.

Desde ese momento y como si fuera todo lo que importaba en Asgard el de Megrez se dedicó por completo a Phenril, lo ponía al tanto de todas las reglas del comportamiento y en realidad no fue tan terriblemente complicado como había supuesto al principio sino que era más como recordarle las cosas y corregir otras, después de todo sus primeros años había sido educado como un noble de Asgard. En cuanto al de Arioto no estaba seguro de nada pero procuraba seguir las indicaciones de su compañero en todo.

Llegó la fecha señalada y en realidad la cena no era una de gala, era más informal pero cumpliría con su objetivo que era reunir a los dioses guerreros de Asgard, los jóvenes fueron llegando poco a poco, se saludaban y charlaban, no tardaron en presentarse las princesas de Polaris y no fue de extrañarse ver llegar a Alberich, aunque éste, por alguna razón, no dejaba de mirar hacia la entrada del salón.

-¿Todo está bien Alberich?-le preguntó Hilda acercándose.

-Si.

Pero antes de decir una palabra más entró la persona por la que aguardaba, Phenril llamó la atención de todos pues no usaba la piel con la que todos lo recordaban sino que usaba un traje muy asgariano, sencillo y perfectamente presentable y mientras los otros se sorprendían el de Megrez sonreía por dentro.

La noche en si misma pudo ir muy bien pero algo ocurrió, algo que no estaba calculado por Alberich con respecto a Phenril.

 

 

El joven de los lobos tuvo la oportunidad de charlar con sus compañeros, aunque no muy cercanos se conocían y no estaba mal tratar de afianzar lazos, por eso en algún momento se encontró hablando con los dioses guerreros de Merak y Benetosh.

-¿Te sientes cómodo Phenril?-preguntaba Mime.

-Estoy bien.

-Es que pareces un poco rígido-comentó Hagen-No tan natural y abierto como siempre.

-Soy un dios guerrero de Asgard-dijo el de Arioto seriamente-Debo comportarme como tal delante de los demás.

Pero los otros dos jóvenes al escuchar eso pusieron cara de sorpresa y duda.

-¿Quién te dijo eso?-preguntó Mime.

-Alberich-respondió con naturalidad el de Arioto.

-Sólo él sería tan esnob para decir algo semejante.

-¿Es que acaso no importa?

-Pues a nosotros no-le respondió Hagen-Y no creo que a Hilda sea algo que le preocupe. Phenril, un dios guerrero se mide por su espíritu, no por sus modales.

En ese instante el de cabellos platinados miró hacia donde se encontraba el de Megrez y estaba a punto de ir hacia él pero fue interceptado por Hilda antes de hacerlo.

-Phenril.

-Señorita Hilda.

-¿Estás bien?

-Si.

-Perdona que te pregunte pero me parece que te vez un poco incómodo.

-Quiero ser un buen dios guerrero de Asgard, alguien digno de este rango y de una armadura.

-Lo eres Phenril, de no ser así la armadura de Épsilon jamás te hubiera elegido.

El joven de los lobos se sentía sin palabras y ella lo notó perfectamente pero prefirió decirle algo más.

-Espero que elijas quedarte un poco más con nosotros Phenril pero si no es así lo entenderé.

-Vine a la cena por eso.

-La cena, eso fue idea de Alberich.

-¿Alberich?

-Así es, creyó que era una buena idea para reunirnos todos.

En ese instante el de Arioto no dijo nada más, era todo lo que necesitaba saber.

-Me retiro señorita Hilda-dijo con frialdad y sin más salió apresuradamente del salón.

La joven de cabellos lavanda se sintió sorprendida pero lo dejó marcharse y quien también estaba sorprendido de esa abrupta salida fue Alberich, quien vio como los demás la manera en que el joven se retiraba.

En cuanto pudo marcharse sin darse a notar salió a buscarlo y de hecho no tardó en encontrarlo, estaba en la habitación que originalmente le habían destinado, para ese momento la ropa de la cena estaba a un lado y el joven tenía puesta su tradicional piel.

-Phenril ¿Qué sucede? ¿Adonde vas?

Pero el de los lobos no le respondió, se limitó a ir hacia la puerta pero el de Megrez le cerró el paso.

-¿Qué ocurre?

-Voy a volver a donde pertenezco Alberich, con mis lobos.

-No puedes hacer eso, Hilda...

-Ya sé que todo esto fue idea tuya, la cena, la ropa, los modales, todo fue tu idea.

-Sólo quería que te quedaras un poco más a mi lado, eso es todo.

-No, querías que estuviera a tu lado pero bajo tus términos, de una manera en que no te avergonzaras. No he leído todos esos libros que tú ni sé todas las cosas que tú sabes pero soy honesto.

Intentó ir hacia la puerta de nuevo pero el de Megrez no lo permitió. Sentía que si salía de ahí todo estaba perdido y no lo iba a permitir, aún le quedaba un recurso al cual apelar.

-Si eres como los lobos Phenril sabes que ellos sólo tienen una pareja en toda su vida, no se separan.

Pero en ese instante el de los ojos ambarinos lo miró de frente.

-No soy un lobo Alberich y no soy estúpido, no me vas a engatusar con eso.

Como el de los ojos verdes no se apartaba decidió seguir un camino distinto y fue velozmente hacia la ventana dispuesto a saltar.

-Phenril-lo llamó con angustia el de Megrez.

-Regresaré con mis lobos, ellos jamás me han juzgado, me aceptan como soy.

Sin otra palabra saltó, Alberich se acercó a la ventana para atestiguar como se marchaba, corriendo sobre la nieve al bosque y sin que su inteligencia encontrara una manera de evitarlo.

 

 

Los días siguientes fueron silenciosos y lentos o al menos para Alberich eran de esa manera, además que cada evento era medido en base a la partida de Phenril, era al menos la forma en que contaba el tiempo. Trataba de encontrar calma y equilibrio en sus estudios y lecturas pero no había manera de conseguir nada de eso, estaba molesto, muy molesto, al de los lobos no le había bastado con despertar algo en su interior que jamás había sentido, también se lo había llevado con su partida. Y él ya no podía ser el mismo, era otro y no encontraba solución alguna a su situación.

Pretendiendo estudiar en la biblioteca de palacio una ocasión escuchó que alguien se acercaba y no tardó en descubrir la figura de la princesa de Polaris acercarse a él.

-Hilda.

-Llevas demasiado tiempo encerrado en la biblioteca Alberich ¿Qué te sucede?

-Estoy estudiando.

En los primeros momentos ella no dijo nada pero se sentó delante de él y decidió que le comentaría algo.

-En un principio me costaba trabajo aceptar mi deber de orar por Asgard-dijo ella aparentemente de la nada-Pero era lo que nuestro pueblo necesitaba para sobrevivir y acepté hacerlo.

El de los ojos verdes la miraba sin comprender y ella prosiguió.

-A veces amar requiere de un acto de sacrificio completo, de renuncia absoluta pero si amamos nunca volveremos a ser los mismos. Amo a Asgard, tal vez cuando ames a alguien puedas comprenderlo.

La joven le sonrió y lo dejó a solas pero él se quedó pensando en sus palabras.

Llegó la noche y el de Megrez siguió pensando, en Phenril, en su pasado, en él mismo ¿de verdad era capaz de amar? ¿De renunciar? ¿Era diferente? Tal vez sólo creía serlo, en realidad podía ser el mismo de antes. Pero no era así, lo sabía, no se puede morir y renacer y pretender ser el mismo, algo debía cambiar y se convenció de algo: él había cambiado. Y su joven de los lobos merecía saberlo. Ahora lo comprendía todo, lo vivido con el de mirada ambarina tenía sentido.

Entre ambos sus encuentros habían sido hermosos ya que descubrían una y otra vez el calor y la belleza, la juventud y el fulgor, la suavidad de sus cuerpos; Alberich dejó de preocuparse por la educación de Phenril ¿Qué necesidad tenía el joven de ser inteligente a su manera? Su ignorancia incluso contribuía a su felicidad, era un hijo de la naturaleza. La falta de cuidados lo había hecho fuerte, su alejamiento evitó que su ser se corrompiera, las pasiones humanas no dominaban su corazón, en realidad la inocencia, la lealtad, la alegría llenaban su alma, tenía todas las formas de un hombre con la sencillez de un niño. Y también entendió que buscaba en él un poco de ternura, una natural, real, no afectada por modales o educación.

Era el momento de actuar con inteligencia.

 

 

Haciendo el orgullo a un lado Alberich se puso en camino a la mañana siguiente a las regiones de Arioto, buscaría a Phenril. Anduvo sobre la nieve y entre el bosque hasta encontrarlo aunque primero lo vieron los lobos y lo rodearon, no se inmutó pues sin duda él estaría cerca también. Su apreciación no era errada pues en unos instantes ya estaba acercándose el de mirada dorada pero no le dijo nada, aunque el de Megrez no había llegado hasta ahí para quedarse en silencio.

-Necesito que hablemos, en privado-dijo Alberich.

Sin más el de ojos ambarinos alejó a sus lobos y estos se fueron obedientes pero quedaba en claro que era el momento de sincerarse.

-¿Estas bien?-preguntaba el de mirada verde pero sin obtener respuesta-Te he extrañado-pero no le decía nada-¿Tú me has extrañado?

-¿Qué quieres Alberich?-preguntó finalmente Phenril.

-Hablar, que hablemos, no deseo que las cosas queden entre los dos mal. Lamento lo que sucedió.

-¿Que haces aquí realmente?

-Quería verte.

-¿Para qué?

Y el de cabellos rojizos supo que no quedaba espacio sino para la verdad, estaba por encima del orgullo, la razón o la inteligencia.

-Te amo.

El de Arioto se le quedó mirando pero respondió.

-No es cierto.

-Pero quiero amarte Phenril y eso es verdad.

-¿Por qué?

-Al principio, cuando estaba tu lado, sentía que nadie más me haría sentir como tú pero en realidad lo que quiero es ser feliz...contigo.

-Yo no voy a cambiar-dijo el de los lobos directamente-Me gusta mi vida como es, mi libertad, no creo necesitar nada más.

-Incluso los lobos fundan una vida común con alguien.

-Ya te dije que no soy un lobo.

-Yo tampoco lo soy-dijo sonriendo.

Los dos se miraban, Alberich aguardaba y Phenril no pudo evitar sentir ternura hacia el otro joven, se acercó a él y sin más lo estrechó entre sus brazos.

-Eres como un cachorrito huérfano Alberich pero descuida, te voy a adoptar y te voy a cuidar.

Con esas palabras el de ojos verdes lo estrechó con fuerza a su vez.

-Me esforzaré por ti Phenril.

-No tienes que hacer nada Alberich ¿es que aún no lo entiendes? No sé como es que dicen que eres tan inteligente.

Los dos se rieron pero ahora lo harían juntos.

 

 

Fue de esa manera que iniciaron las cosas entre el joven de los lobos y el cerebro de Asgard, pareja muy singular sin duda pero ambos encontraron en su compañero lo que deseaban y lo que ni siquiera habían imaginado. Sus vidas cambiaron pues como había dicho Hilda el amor no nos permite ser los mismos. Alberich dividía su vida entre palacio y los bosques, le gustaba de esa manera, además que el propio Phenril le había pedido que le enseñara lo que él sabía y lo hacía con gusto.

Como en esa tarde que ambos dejaban que la breve primavera asgariana los acariciara, el de mirada ámbar escribía algo bajo la atenta mirada del de cabellos rojizos.

-¿Con esto basta?-preguntaba el de cabellos platinados.

-Para un abrazo está bien-respondió el de ojos verdes.

-¿Y para un beso?

-Necesitas mucho más.

Así que el joven de Arioto siguió escribiendo, terminó y el otro leyó mientras el primero aguardaba.

-¿Y bien Alberich?

Pero no hubo una respuesta, no una verbal sino que fue besado con dulzura.

-Lo hiciste muy bien Phenril.

Siguieron besándose, desde que sus vidas se unieran se habían vuelto brillantes, interesantes, amenas, ninguno de los dos dejaba de aprender del otro pero no por eso buscaban imponerse sino que compartían lo que eran y aceptaban lo que era el otro. Después de unos momentos decidieron dar un paseo. Se tomaron de la mano sabiendo que juntos no había obstáculos que no pudieran cruzar, aunque fuera difícil encontrarían la manera de seguir adelante convencidos que la inteligencia no proviene sólo de los conocimientos sino de la manera en que decidimos vivir nuestras vidas.

 

 

FIN

 

 

 

Notas finales:

Si nada sucede la semana que entra es otro fic por sugerencia, uno más de los generales marinos, se llama Perfecto.

Atte. Zion no Bara

 


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