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Idilio por zion no bara

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Notas del fanfic:

Primera vez que utilizo a estos dos caballeros como pareja en un fic, espero que les guste.

Fic dedicado a Gcnovas quien deseaba ver algo de esta pareja.

 

Notas del capitulo:

Pues como ya dije nunca había utilizado a la pareja.

 

 

 

Ya era suficiente, al menos para Mu lo era, si alguien más le proponía una cita a ciegas con alguien que “Sería perfecto para él” iba a sufrir. Estaba entrando en su templo, aún era temprano, apenas las nueve y media de la noche, parecía su nuevo record al regresar de malas citas al Santuario. Había sido una cita horrible desde el principio, sin duda era un hombre apuesto pero extremadamente vanidoso, después de una hora de eso el de Aries ya había tomado tres rondas de tragos, lo único que lo complació fue cuando intentó besarlo de despedida y “accidentalmente” le piso el pie, lo dejó casi llorando en el lugar.

Apenas iba entrando cuando alguien le salió al camino, sabía quien era pues él le había pedido que estuviera ahí.

—    Mu, llegas temprano a casa ¿debo suponer que no hubo una conexión romántica?—le preguntaba de manera un tanto juguetona.

La respuesta del de Aries fue una mirada cansada, se fue al sofá de su templo y un instante después estaba su compañero de Tauro a su lado.

Aldebarán apoyaba a Mu si necesitaba que alguien cuidara de Kiki cuando él no podía hacerlo, era amable con el pequeño y sin duda el de Apendix quería mucho al de la segunda casa, tenía mucho que ver que era amable, gentil, jugaba con él y cocinaba maravillosamente, sin él sin duda habría estado en serios aprietos varias veces al hacerse cargo de un pequeño.

—    Terminé con las citas a ciegas—dijo directamente el de Aries.

—    Eres un hombre joven y vibrante Mu, un par de citas malas no es el final del mundo, conocerás a la persona indicada cuando sea el momento—le aseguraba el de ojos negros.

—    ¿Cómo estuvo Kiki? ¿Algún problema?

—    Ya está dormido. Se comportó como todo un angelito, no sé que esperas que ocurra Mu, no va a teletransportarse al otro lado del mundo para hacer travesuras.

—    Solo quiero que esté seguro conmigo, ya una vez lo dejé solo, no quiero que vuelva a suceder, no quiero que crezca sintiéndose resentido conmigo por no estar a su lado o por…

—    Kiki te adora y entiende lo que sucedió Mu, además siempre ha estado de acuerdo en que intentes hacer tu propia vida, deja de preocuparte de esa manera, no lo verás salir a crear problemas o a robar tiendas, es un buen niño y será un buen hombre.

—    Aldebarán.

—    Ya sé, ni siquiera debo bromear con esto. Bueno, ahora ya estás en casa, así que si me disculpas me iré a mi templo a descansar—se levantó del sofá y siguió hablándole—Dejé algo de comida en la nevera por si tienes hambre. Buenas noches.

Sin más ya estaba saliendo del primer templo.

—    Muchas gracias Aldebarán.

El otro levantó la mano en señal de despedida y de que no tenía nada que agradecerle, eran amigos.

Mu se quedó un poco más sentado en el sofá sin moverse, decidió que lo mejor era ir a su habitación para darse un baño y descansar, tal vez ver un poco de televisión antes de dormir.

 

 

El de la primera casa dirigió sus pasos a la habitación de su pequeño pupilo y vio que efectivamente el niño dormía tranquilamente y con profundidad así que se fue a su propia habitación y una vez que entró cerró la puerta, se quitó los zapatos de un movimiento y no se molestó en encender la luz, fue directo a su closet mientras se quitaba la ropa, el saco, se abrió la camisa, tomó un colgador plástico y empezó a colocar lo que se quitaba, también se despojó de los pantalones que cayeron a sus tobillos pero justo en ese momento algo se escuchó.

—    Que manera de recibirme Mu.

De inmediato volteó al origen de la voz, la había reconocido.

Se trataba de él de nuevo, sentado en su cama con las piernas cruzadas, conocía perfectamente su silueta en la oscuridad como para no saberlo, además de su voz tan única y el atrevimiento de hacer algo semejante, meterse a un templo sin ser invitado, pese a que la luz de la luna no era suficiente lograba ver su expresión, entre triunfadora y burlona.

—    ¿Qué estás haciendo aquí?—preguntó de inmediato el de Aries— ¿Ahora irrumpes sin permiso en los otros templos? Pensaba que eso era solo para los espectros.

La verdad era que el de caballero de la primera casa se sentía bastante alterado con esa escena y aunque sabía que estaba escaso de ropa se rehusaba a sentirse apenado por como se encontraba, prácticamente desnudo en frente del otro, después de todo ya lo había visto todo de él.

—    Podría enseñarles a los espectros algunos trucos—dijo como si nada el invasor con alegría— ¿Cómo estuvo tu cita? ¿Fue agradable conocer a alguien nuevo? Aunque viéndote llegar tan temprano diría que se trataba de un fracasado patético como los anteriores.

—    No es asunto tuyo y por si se te olvidó ya hablamos de esto—respondió con firmeza—Se acabó. Sigue con tu vida y con tus conquistas, encuentra a algún jovencito que caiga redondito en tus brazos—le echó eso en cara con cierta amargura.

—    Si quisiera lo haría pero no es lo que quiero y tú tampoco lo quieres—su voz se hizo suave, aterciopelada—Te extraño Mu, no tienes idea de lo mucho que te he extrañado en estos días.

No apartaba sus ojos del juvenil cuerpo del de Aries con naciente deseo, después de todo el del primer templo tan solo llevaba su ropa interior en tono azul marino, parecía no tener idea de lo seductor que era para él en esos momentos en que estaban a solas en la noche.

—    Por todos los dioses, vete—ordenó el de ojos verdes sintiendo que podía echarlo con sus propias manos.

Pero rápidamente se vio capturado entre los masculinos brazos del otro, se le olvidaba a veces lo rápido que podía ser al moverse, ni siquiera lo había visto levantarse de su cama, generalmente algo así lo hubiera impresionado bastante pero en ese momento tan solo lo enfadaba profundamente, pensó en teletransportarse pero él tuvo algo más que decir.

—    Te amo Mu, lo sabes—susurró a su oído para después besar su frente y deslizar su rostro hasta su cuello y besarlo también.

El de cabellos lavanda se sintió como si no pudiera moverse ante esas palabras, el muy bastardo sabía decir las palabras que lo privaban de escapar y que lo asustaban también. Ahora decía que lo amaba. Pero conocía todo su historial ¿a cuantos más les habría dicho algo como eso? Tal vez era un hipócrita por haber iniciado un idilio con él a sabiendas de eso pero amar era algo muy diferente. Su corto amorío entre los dos de cinco semanas terminó apenas un mes antes, el de la casa de Aries le dijo claramente  que era todo entre los dos pero no parecía capaz de dejarlo en paz para seguir adelante con sus vidas.

—    No podemos seguir haciendo esto, tiene que terminarse—decía el de Aries volteando su rostro cuando quiso besarlo.

El otro tan solo sonrió, acariciando su cabello, su otra mano lentamente bajaba por su espalda hasta alcanzar su trasero y lo apretaba suavemente haciendo surgir su deseo, el de la primera casa no pudo sino gemir tratando de separarse pero el visitante sin invitación tan solo lo apretó con mayor firmeza entre sus brazos. El hombre que lo estrechaba con gentileza pero firmemente acercó su rostro al suyo para besarlo, tomaba su labio superior en un juguetón mordisco para después invadir su boca con su lengua, lo probaba, lo atraía y seducía mientras la resistencia se terminaba en el de mirada verde. Sintiéndose débil y detestando su debilidad el de Aries lo envolvió en un rápido abrazo.

—    Dime que me extrañaste—pedía el otro.

—    No.

—    Dime que me extrañaste Mu—insistía besando su cuello y sonriendo.

—    Sabes que lo hago—respondió arrojándose contra él con fuerza.

Si una cosa le gustaba de todo el juego previo a la visita no requerida era saber que al final Mu sería todo lo que se pudiera esperar y aún más. Por su parte el del primer templo se decía que sería la última vez y lo empujaba contra la cama colocándose encima, de tal manera que el otro no podía sino agradecer al destino que los había puesto en el mismo camino, finalmente dejaba de resistirse y eso lo valía todo, nunca había tenido a nadie como el de la primera casa, era como tener a dos personas, a veces se mostraba como un delicado y tierno amante, en otras era una verdadera fiera, lo cual no podía sino complacerlo y emocionarlo, por eso no pensaba permitir que lo hiciera a un lado de su relación.

 

 

Con el elemento sorpresa a su favor el que había permanecido esperando rápidamente estaba sobre el de la primer casa, quien quedó sobre su espalda en la cama, compartieron un apasionado beso mientras una masculina mano se aventuraba por el torso del ariano para llegar hasta su ropa interior y lo acariciaba en su entrepierna, aplicando más presión cuando fue necesario y escuchando los excitantes gemidos que daba el de mirada verde.

—    Podrás estar arriba la siguiente vez—murmuró el caballero.

Instintivamente el de Aries logró empujarlo y darse vuelta, los papeles se invirtieron en ese momento.

—    ¿Quién dice que habrá una siguiente vez entre nosotros dos?—preguntó el del Tibet.

Con velocidad levantaba las manos del visitante y le sacaba la playera pero haciendo que sus manos quedaran prisioneras de la tela, el otro cooperaba sin miramientos a lo que hacía el de cabellos lavanda.

—    Siempre habrá una siguiente vez entre nosotros Mu, no puedes estar sin mí como yo no puedo estar sin ti—le susurró.

Se movió de pronto para sacarse la playera y desabrochar sus pantalones, una vez más estaba sobre el del primer templo y lo acariciaba en la entrepierna de manera más abierta y rítmica, asegurándose que estuviera listo para él, continuaba acariciándolo y buscaba que se relajara al grado que uno de sus dedos logró traspasar su masculina entrada, lo veía gemir y arquearse suavemente sobre las sábanas, se excitaba de poder sentirlo responder de esa manera, necesitaba tenerlo cuanto antes, le parecía que había sido demasiado tiempo sin disfrutar de ese compañero tan especial. Separó con determinación sus suaves muslos, introdujo dos de sus dedos a su estrecho pasaje para dilatarlo y alternaba esa labor con una serie de besos y caricias con su lengua en el erguido sexo del ariano hasta que ambos estaban definitivamente preparados para continuar.

Con ansiedad colocó su turgente miembro en la suave entrada y empujó, se detuvo y empujo de nuevo, retrocedió y empujó una vez más, escuchaba como Mu gemía y sentía sus manos rodearlo por la espalda mientras sus piernas se enredaban alrededor de su cintura, siguieron así hasta que no había espacio entre los dos, gemían y no tardaron en moverse, haciendo su cabeza hacia atrás y dando unas voces ahogadas de placer, se movían con intensidad y buscaban respirar pues las mismas sensaciones los hacían sentir que les faltaba el aire, para el visitante era como si el de Aries lo estuviera matando, siempre había sido así, no le disgustaba, por el contrario, le pidió que lo estrechara con más fuerza y el otro lo hacía.

Aumentaron el ritmo entre los dos, sus sacudidas se dejaban sentir al grado que la amplia y resistente cama que había hecho personalmente el de Aries se movía un poco y las sábanas se enredaban bajo sus cuerpos, sudaban, encontraban cada embestida con necesidad y no pensaban en separarse en esos instantes; el de mirada verde no dudaba en demostrar su pasión liberada enterrando sus uñas en los hombros de su compañero, ambos enloquecidos al calor del placer, sentían claramente los signos del clímax que los iba llenando, parecía que duraría para siempre y ninguno de los dos quería que se terminara.

Sin embargo todo lo bueno llega a su fin en algún momento, sobre todo cuando se hacía con tanta prisa. Mu sentía como el otro caballero aumentaba la potencia de sus embates y susurraba su nombre, en lo más íntimo de su masculinidad los espasmos se formaban provocando descargas de placer intenso, pedía más, necesitaba más, su compañero entró una vez más con fuerza, bien dentro de su cuerpo, fue la última vez antes de su orgasmo, la euforia era completa y tardaron varios momentos en relajarse hasta que se separaron.

—    Somos el uno para el otro Mu—decía el caballero aún respirando pesadamente, tratando de controlar los latidos de su corazón.

—    Cállate y duérmete—decía el de Aries buscando acostarse bajo las mantas—Será mejor que antes de que despierte ya no estés aquí.

El otro se rió suavemente antes de estrecharlo entre sus brazos y atraerlo contra su cuerpo, no tardaron en dormirse abrazados y antes de que lo dominara el sueño el de los cabellos lavandas no pudo sino pensar que había sido como una nueva batalla entre los dos.

Tal vez volvería a combatir a Milo de Escorpión.

 

 

Mu se daba prisa esa mañana para llegar a un restaurante en el pueblo, era un buen sitio y había acordado verse para desayunar con Shaka y ya estaba unos minutos retrasado, el de cabellos lavanda era reconocido por su puntualidad y no pensaba permitir que eso cambiara. El de Virgo y él siempre se habían llevado bien pero desde su regreso al Santuario se había convertido en muy buenos amigos así que encontrarse para hacer algo juntos era perfectamente común entre los dos. Nunca antes había llegado tarde pero sabía bien cual era el motivo del retraso.

—    Como fui a desvelarme con Milo—se decía a si mismo.

Shaka estaba en una de las mesas y lo saludó abiertamente para indicarle donde se encontraba, se trataba de una de las mesas del exterior y de inmediato el de mirada verde se acercó.

—    Perdona el retraso Shaka ¿Tenías mucho esperándome?

—    No te preocupes por eso Mu, lo bueno es que ya llegaste.

Sentándose a la mesa estaban listos para ordenar o más bien para comer porque el rubio ya había pedido comida para los dos, no era tan difícil cuando siempre que iban el de ojos verdes ordenaba ensalada verde con aderezo y un vaso con jugo de clementinas acompañados de tostadas mientras el de Virgo probaba en esa ocasión el pan francés con fruta.

—    Solo espero que no te vuelvas a retrasar—decía el de la sexta casa—No sé si podré resistir no comerme tu comida.

—    Serías bastante capaz, eso lo sé.

Y no era para menos, el de cabellos rubios estaba esperando un bebé, no estaba nada mal eso, desde que su relación con Saga se hiciera formal ambos habían buscado una familia y finalmente lo estaban logrando, el de ojos azules se sentía en las nubes y su compañero sin duda se mostraba contento, así que el de Aries no podía estar más alegre por ellos dos.

—    Dime que tal te ha ido Mu ¿Las citas a ciegas finalmente dan buenos resultados?—preguntaba el de Virgo comiendo una buena porción de fruta de su plato.

—    Preferiría ir a un dentista ciego y con temblor en las manos que seguir con eso así que olvídate de pretender presentarme a alguien.

El de mirada azul no fue capaz de replicar, sabía que para su amigo no había sido del todo sencillo tratar de salir después de lo de Shura, no deseaba que se quedara en su templo lamentándose por lo ocurrido, no deseaba eso para él, no se trataba de que necesitara a un hombre pero sabía bien que estaba solo, aparte tener a Kiki no podía ser sencillo, prácticamente era el padre soltero del Santuario, trabajaba demasiado en sus deberes y eso le restaba oportunidades de hacer una vida, una amorosa, tan solo quería lo mejor para él.

—    No sé que puede ser tan difícil Mu—decía el de ojos azules— ¿Qué había de malo con Estefan?

—    Pensaba que no había hombre más hermoso sobre la tierra que él, para quienes conocemos a Afrodita sabemos que no está ni cerca de serlo.

—    Bien ¿y que hay de Raoul? Es médico.

—    El doctor Moreau querrás decir Shaka, hablaba tanto de procedimientos médicos que terminé sin apetito, que me digan lo que le sacan a alguien del estómago o lo más extraño que ha visto en una autopsia no es lo que más me gusta escuchar mientras intento cenar.

El de Aries iba a beber de su jugo pero justo en ese momento puso una expresión extraña, abrió la boca con sorpresa y casi se puso de pie, sin poderlo evitar dijo algo en voz alta.

—     ¿Qué está haciendo aquí?

El de cabellos dorados volteó y vio a Milo acercándose a su mesa.

—    Lo voy a matar—dijo un poco más bajo el del primer templo.

—    Hola ¿Cómo están?—los saludaba el de la octava casa sonriendo.

—    Hola Milo—lo saludó el rubio.

—    ¿Les importaría si me les uno en su desayuno?

—    No, por supuesto que no Milo, siéntate por favor.

—    Gracias.

—    ¿Qué te trae por aquí? No sabía que frecuentaras este sitio.

—    Me gusta andar de aquí para allá, entre mi templo y las misiones apenas si tengo tiempo de nada más ¿No crees Mu?—preguntaba con una mirada increíblemente inocente.

Sabía bien que el de Aries estaba tragándose lo que pensaba pero tendría que aprender a vivir con ello, no le haría las cosas sencillas mientras no admitiera que eran el uno para el otro. Ni un momento de paz.

El de Aries por su parte dijo algo como si sonriendo amablemente pero sus ojos verdes eran otra historia, se clavaban en el de Escorpión mientras él sonreía maliciosamente. El caballero de Virgo miraba con atención la escena, también con algo de curiosidad ¿Qué estaba sucediendo entre esos dos? Como no era tonto lo adivinó y apenas si lo podía creer, casi se podía cortar la tensión sexual entre esos dos con un cuchillo y uno para margarina suavizada.

—    De verdad interesante—se dijo a si mismo el de la sexta casa—Es por eso que no soporta las citas a ciegas, tiene algo con Milo ¿Qué más ha estado ocultándome?

El de cabellos dorados miraba a los otros dos a la mesa, ni siquiera parpadeaba, no quería perderse ni un solo movimiento, no sabía a quien creía que engañaban de que nada pasaba, con solo mirarlos él casi se imaginaba lo que sucedía, lo que eran capaces de hacer.

—    Así que ¿están durmiendo juntos?—preguntó directamente el de Virgo decidido a que la honestidad era lo mejor.

Ambos voltearon a mirarlo un tanto consternados de esa pregunta, el rostro de Mu mostraba alarma mientras que el de Milo pareció iluminarse.

—    Si, así es Shaka—respondió el de Escorpión—Pero hay un problema pues Mu parece no creer en las relaciones serias de mi parte ¿Qué tan tonto puede ser eso?

En su manera de hablar era intencional el dejar fuera al caballero de Aries de la conversación.

—    ¡Milo de Escorpión!—dijo con los dientes apretados de furia el de la primera casa.

¿Cómo se atrevía a avergonzarlo de esa manera? ¡Y todo frente a Shaka! Aunque lo cierto era que el de cabellos dorados parecía estar teniendo una experiencia muy divertida, miraba a sus compañeros caballeros pero sin duda el de Aries estaba más rojo que nunca o al menos hasta donde él recordaba jamás lo había visto así, parecía que incluso los puntos de su frente cambiaban de color, quizás el origen de eso fuera realmente el de la octava casa.

—    Y aparte de todo se atrevió a terminar conmigo—continuaba Milo—Me dice que debemos seguir con nuestras vidas como si nada, eso sería suficiente para que cualquiera se desanimara.

—    Es suficiente—siseó el ariano— ¿No tienes otro lugar en el cual estar caballero de Escorpión? Te sugiero cualquiera que sea lo bastante lejos para que te alcance mi cosmos.

—    Tiene mal carácter además—dijo como si nada el de los cabellos azules ignorándolo—No sé porque sigo interesado, debe ser amor—bromeó el del octavo templo aunque sus ojos azules decían que de ninguna manera era una broma.

Cuando el de Escorpión miró directamente a Mu sus ojos destellaban y parecían completamente ajenos a la presencia del de Virgo en el mismo sitio pero el de Aries rompió el contacto visual.

—    Buen día Milo de Escorpión—dijo con frialdad el de Aries.

Ese tono era definitivamente el peor viniendo de Mu, la frialdad en él quería decir que podía suceder cualquier cosa.

—    Pero ni siquiera he ordenado—se quejó el de la octava casa.

Aunque no tardó en leer en todo el aspecto del ariano que ya no se trataba de una broma o de molestar, Mu estaba muy dispuesto a reaccionar de alguna manera y sería una que no le gustara pues el de cabellos azules se levantó de la mesa y dijo algo como adiós para desaparecer un segundo después.

—    Ni siquiera preguntes—advirtió el de Aries mirando al de Virgo.

—    Claro que lo voy a hacer Mu—aseguraba el de la sexta casa— ¿Hace cuánto que estás con Milo?

El de Aires suspiró sabiendo que no era algo que pudiera dejar sin respuesta y entre dientes susurró una especie de palabra.

—    ¿Qué? Habla claro, no te entendí—dijo el de Virgo.

—    Fue algo de unas semanas ¿de acuerdo? Me acosté con Milo durante varias semanas y después terminé con ello.

—    ¿Por qué hiciste eso? Evidentemente esta loco por ti.

—    Solo creo la parte de que está loco, sabes muy bien cual es la reputación de Milo, todo el Santuario la conoce.

—    Por favor Mu, si vamos a basar nuestras relaciones en la reputación de los demás nadie estaría con nadie, tan solo ve a Afrodita con Death Mask, cuando empezaron a salir casi creíamos que era un complot contra Atenea y sin embargo no se les puede ver más felices, o a mí con Saga, decían que era imposible porque yo era el más cercano a los dioses y sin embargo aquí me tienes, enamorado y feliz.

—    Si, pues yo no soy Afrodita ni Death Mask, además no termino de comprender cómo Afrodita puede sobrellevar el carácter de Death, no es nada sencillo siquiera como compañero.

—    ¿Por qué creo que esto no tienen que ver con la reputación de Milo como dices?—preguntaba el de Virgo—Cierto que siempre hemos creído de él que es bastante ligero para sus relaciones pero en realidad nadie puede comprobar eso y dijo que te ama, no creo que se lo ande diciendo a todos, además veo que te ruborizas cual colegial.

—    ¿Qué sabe Milo del amor?—preguntaba Mu sin poder ocultar el rubor de su rostro—Todo esto no fue sino algo de una noche…de algunas noches pero no es una relación.

Como si quisiera terminar con el tema bebió lo que restaba de su vaso. El rubio lo observaba y creía encontrar el centro de todo ese asunto: era porque Milo había mencionado amor. Darse cuenta de eso lo hizo sonreír.

—    También estás enamorado de él—dijo el de cabellera dorada como si fuera un importante descubrimiento que lo sorprendía— Es por eso que lo estás tratando de semejante manera, él dice que te ama y parece que quieres hacerte en tus pantalones del miedo.

—    No, y a déjame en paz—respondió algo frustrado.

—    Estoy feliz por ti Mu, dile a Milo que le deseo una feliz cacería de oveja—terminó el rubio riéndose.

—    Mantén esto con discreción Shaka—le pedía el de mirada verde—No quiero que los demás lo sepan.

—    Tengo la historia del año en el Santuario ¿Y no quieres que la cuente? ¿Ni siquiera a Saga?

Una mirada de profunda molestia y enojo fue su respuesta.

—    De acuerdo, vamos a cambiar de tema—aguardó por unos segundos— ¿Lo qué dicen de él en la cama es cierto?

—    Termina con tu desayuno Shaka—fue la fría respuesta.

 

 

Mientras tanto Milo caminaba sin un rumbo definido por las calles del lugar, dejaba pasar el tiempo, sabía que Mu no regresaría directamente a su templo temiendo que él estuviera esperándolo, era tan testarudo aunque era una de las múltiples razones por las cuales se había enamorado de él, lo que había empezado como mera atracción rápidamente pasó al deseo pero al terminar eso se convirtió en amor, a diferencia del de Aries él estaba seguro de sus sentimientos.

—    Hola Milo—lo saludaron.

Se dio vuelta y se encontró con Aldebarán, sin duda uno de los mejores amigos de Mu, sentía que era su día de suerte.

—    Hola Aldebarán ¿Cómo estás?

—    Bien, tan solo estoy comprando algunas cosas que necesito para la cena de esta noche.

—    ¿Todo es para ti? No sabía que comías golosinas.

—    No son para mí, son para Kiki, le prometí que le llevaría esta noche.

—    ¿Vas a cenar en Aries?

—    Si.

Definitivamente su día de suerte.

—    ¿Te molestaría si te acompaño Aldebarán? No tengo nada que hacer y siempre me he preguntado como preparas la baklava.

—    Todo está en saber preparar la pasta filo.

Así que el de Escorpión pasó un buen rato al lado del caballero de Tauro quien le comentaba sobre como cocinar, lo que no estaba mal pues de paso el de Escorpión escuchó algunos de los platos favoritos de Mu.

—    No sabía que a Mu le gustaba tanto comer comida picante.

—    Le encanta—decía el de la segunda casa—Es capaz de comerse un frasco de jalapeños él solo.

—    Eso es interesante.

—    Te agradezco que me acompañaras Milo.

—    De nada.

—    ¿Tienes planes para esta noche?

—    No.

—    ¿Por qué no vienes a cenar con nosotros? Haré un buen platillo esta noche, un sabroso conejo a la cacerola.

—    ¿No será mucha molestia?

—    De ninguna manera, no creo que a Mu le moleste verte, mucho menos a Kiki, desde que le enseñaste aquel truco de las cartas tiene a Mu loco por descifrar como se hace.

—    Pues…creo que me encantaría ir—respondió sonriendo.

 

 

Después de ser molestado por Shaka durante el resto de su almuerzo el caballero de Aries se sentía listo para gritar o mejor aún, de matar a Milo, incluso el haber estado paseando tratando de calmarse no lo ayudó demasiado, terminó con sus asuntos fuera del Santuario y algunas cuestiones más al regresar pero no quería estar en su templo aún, imaginaba que tal vez el de Escorpión estuviera ahí, pero al final cuando no podía retrasarlo más y ya estaba cerca la noche regresó a Aries.

Al entrar supo que estaba Kiki viendo la televisión y por lo tanto Aldebarán estaría en la cocina, una buena cena lo relajaría, pero no se sentía nada relajado cuando vio que al lado del pequeño pelirrojo estaba el caballero de Escorpión.

—    Que bueno que llegas Mu—le decía el niño sonriendo—Milo va a cenar con nosotros ¿No es increíble?

La palabra en la mente del ariano no era increíble.

En ese instante apareció el de Tauro que venía de la cocina.

—    Que bueno que llegas Mu, me encontré con Milo en el pueblo y me ayudó amablemente con las compras, sabía que no te importaría que lo invitara a cenar ¿verdad?

—    Hola Milo, que gusto que te nos unas—respondió el de la primera casa con educación.

—    Gracias por tu hospitalidad, en verdad la aprecio—dijo sonriendo el del octavo templo.

—    Milo, me gustaría hablar contigo unas palabras antes de la cena, solo por un momento ¿Me permites?—le preguntó mirándolo directamente como si lo retara a decir que no.

—    Claro, lo que sea por ayudar, regreso en un instante ovejita—le dijo a Kiki revolviendo su cabello.

Asegurándose que nadie los escuchaba los dos quedaron en la recámara del ariano quien cerró la puerta y se le notaba en la mirada que no estaba nada feliz.

—    ¿Hay algún problema Mu?—preguntó como si nada Milo.

—    No sabes cuando renunciar ¿verdad? ¿Qué estás haciendo aquí? ¿No disfrutaste suficiente con lo del almuerzo?

—    Aldebarán me invitó a cenar, hubiera sido descortés decir que no, además extrañaba verte.

Deslizando su brazo derecho alrededor de su cintura hizo que sus cuerpos quedaran muy cerca, era imposible que el de Aries no sintiera su deseo y le pareció que su resistencia se mermaba pero recordó la escena de ese mismo día y lo empujó por el pecho rompiendo con el abrazo.

—    Kiki está viendo la televisión Milo.

—    Es un buen niño, muy listo, tienes a una linda familia aquí, solo le falta algo—dijo abrazándolo de nuevo.

—    ¿Qué?

—    Yo.

Se inclinó para besarlo, fue un beso lento, demandante, la excitación corría por sus venas haciendo que sus cuerpos se sintieran tibios.

—    ¿Por qué sigues atormentándome?—preguntó el de Aries en voz baja contra sus labios.

—    Porque debemos estar juntos y deberías darte cuenta de eso.

Hablándole de esa manera deslizó una de sus manos por su pierna y logró que la levantara contra su cadera, sin poderlo evitar se movieron haciendo que sus cuerpos se frotaran.

—    No puedo dejar de pensar en ti Mu.

Antes de poder decir que era lo que estaban haciendo ya el de Escorpión tenía al de Aries contra su cuerpo, no fueron hacia la cama sino que quedaron recargados contra un escritorio que tenía en el lugar el de cabellos lavanda, unos instantes más y el de la octava casa desabrochó los pantalones de su compañero, con su mano derecha apartaba su ropa interior y sin aguardar lo acariciaba con sensualidad, al mismo tiempo conseguía que su otra mano se encargara del broche de sus pantalones y de su propia ropa interior, no pasó mucho para que los dos estuvieran listos y deseosos, al grado que el de la primera casa tuvo que morderse los labios para no hacer ningún sonido que lo delatara pero no pudieron evitar que una lámpara cayera y se rompiera.

—    Rompiste mi lámpara—dijo ahogadamente el de Aries.

—    Te compraré otra, te compraré cien—decía el de Escorpión con la voz llena de satisfacción.

Se abrazaban con fuerza mientras lograban encontrar el ritmo adecuado a su necesidad y al sitio en el que se encontraban, era imposible que no sintieran el deseo que despertaba el otro en ellos, unos instantes y estaban unidos para dejarse llevar por unos eróticos movimientos de sus caderas, arqueando sus espaldas y se sentían como perdidos por su compañero. Al final, con un suave gemido de placer, sintieron que su cuerpo se estremecía a la llegada del clímax, había sido veloz y silencioso y aún así había sido espléndido.

 

 

Mu se tardó en llegar a la mesa pues dijo que necesitaba cambiarse y de hecho lo hizo, necesitaba estar fresco para cenar, cuando apareció ante los demás era como si nada hubiera sucedido.

—    La cena está lista, apaga ese televisor Kiki y lávate las manos—decía el de Tauro—Siéntate Milo, eres un invitado, te serviré primero.

El de Escorpión aceptaba amablemente y nadie parecía darse cuenta de las miradas que le lanzaba al de Aries, quien se limitaba a mirar a otra parte.

La cena fue un momento agradable, hablaban de su día y el de cabellera color lavanda  se mostraba complacido con Kiki quien era un aprendiz aplicado, las cosas marchaban bien, incluso el de Aries bajó un poco su guardia, lo suficiente para disfrutar de la compañía.

—    Ya es un poco tarde—comentaba el de Tauro—será mejor que me vaya a mi templo a descansar.

—    Gracias por la cena Aldebarán—le decía Mu con amabilidad—Espero poder compensarte por el favor.

—    No te preocupes, sabes que me encanta cocinar.

El de la segunda casa se despidió de todos con amabilidad y el de Escorpión se quedó un poco más acompañando a Kiki quien quería que le explicara el truco de cartas que había hecho para él en una ocasión, sin embargo el tiempo pasó volando hasta que ya era bastante tarde.

—    Es hora de dormir—decía el de cabello lavanda.

—    Por favor…

—    Ya es tarde Kiki, tienes que descansar, además Milo tiene que irse.

—    Pero si ya es tarde ¿Por qué no se queda a dormir aquí? Así podrá terminar de explicarme esto.

El niño lo pedía uniendo sus manos como en una oración y el de la primera casa sentía que el universo conspiraba en su contra, no ayudaba que el de la octava casa parecía suplicarle también.

—    Kiki, Milo tiene cosas que hacer también, no puede…

—    No estoy ocupado esta noche pero no quiero incomodarte con mi presencia—decía el de Escorpión con total inocencia sabiendo bien que así era.

—    No incomodas a Mu—intervino de inmediato el pequeño pelirrojo— ¿Verdad que no?

Parecía que la respuesta estaba dictada de antemano, con una sonrisa forzada como respuesta era asunto decidido.

—    Podrás enseñarme otros trucos de cartas—decía Kiki—A Mu no le gusta  que los aprenda pero son geniales.

—    No te preocupes, te enseñaré todos los que sé—decía el de la octava casa sonriendo ampliamente.

El de ojos verdes no pudo sino mirarlos, definitivamente Milo era excelente con el pequeño, no creía que nadie del Santuario intuyera siquiera que el caballero de Escorpión podía ser amable, atento y muy cariñoso con los niños, a veces se preguntaba si él era suficiente para el pequeño, si no necesitaría a alguien más pero no deseaba sentirse atado a nadie. Mientras ellos dos jugaban a las cartas el de Aries se dedicó a lavar los trastos y a limpiar la cocina, por lo cual no escuchó la breve charla entre los otros dos.

—    Muchas gracias Kiki—decía Milo sonriendo.

En pago a la petición que le pidió que hiciera una bolsa de golosinas estaba en manos del aprendiz de Apendix quien solo sonreía.

Al irse a descansar finalmente el pelirrojo Milo estaba preparándose supuestamente para quedarse en el sofá, pero se le acercó a Mu quien iba a ver que Kiki ya se hubiera metido a la cama.

—    Deja la puerta de tu habitación abierta esta noche Mu—le susurró—De hecho podrías mantenerla sin seguro desde ahora, esta no será la última noche que pase aquí.

Sin responderle el de Aries se fue a ver al pequeño.

 

 

Shaka y Mu acordaron verse de nuevo aunque en el templo de Virgo, parecía que las cosas estaban como siempre pero ellos sabían que no.

—    ¿Cómo van las cosas con tu escorpión acechador?—preguntaba el rubio con singular alegría

La expresión de Mu le decía que estaba entre cansado y desesperado, el de cabello dorado se rió.

—    Muy bien según parece, de seguro no te deja descansar mucho.

—    Si, esta bien, lo admito—dijo el de Aries—Parecemos conejos ninfómanos ¿Feliz de escucharlo?

—    Más bien estoy sorprendido de que lo digas así ¿Cuál es el problema entonces Mu?

—    El problema es que él no se da por vencido y no me refiero al sexo, habla de tener una relación y de que seamos abiertos sobre ello, se la pasa diciéndome que me ama.

—    ¿Cómo se atreve?—dijo con sarcasmo el de cabellos dorados— ¡Maldito monstruo! Se necesitan agallas para querer algo serio con otra persona y buscar comprometerse, dicen que así eran los planes de Hades.

—    El sarcasmo no te queda Shaka.

—    Lo amas Mu, de otra manera no te asustarías tanto con él, solo me preguntó si es porque se trata de Milo o si es por volver a amar a alguien.

Que Mu se quedara tan quieto sin decir nada y sin mirarlo siquiera hizo que el de Virgo sintiera una oleada de afecto por el de cabellos lavanda. Aparentemente lo de Shura tuvo raíces más profundas de lo que esperaba.

—    No puedo decirte como vivir tu vida Mu pero tienes a un excelente hombre quien te quiere y te respeta, te ama y no creo que sea de los que lo dicen a menos que sea verdad.

—    No quiero lastimarlo Shaka, siento que no puedo confiar mi corazón a alguien más.

Al de Virgo no le quedó sino comprender, Shura era su amigo también pero sabía que lo sucedido entre él y el de Aries era lo que tanto afectaba al caballero del primer templo, se preguntaba si el de Capricornio tendría la menor idea de lo que había hecho cuando lo dejó.

Como amigo del caballero de Aries Shaka había sido su confidente para ciertas cuestiones de su compañero de cabellos lavanda al regresar a la vida en el Santuario, una de ellas fue lo relacionado con el caballero de Capricornio, Shura.

Cuando regresaron al Santuario todos los caballeros estaban dispuestos a  hacer su parte, a cumplir con los deberes de un guardián dorado, pero no lo era todo, ellos mismos lo sabían, mientras Milo ya se hacía de una fuerte fama de seductor en el lugar el de Aries suspiraba por uno de sus compañeros, Shura de Capricornio. Los primeros augurios fueron bastante buenos, el de la décima casa siempre era amable y atento con el de cabellos lavanda, charlaban con frecuencia y compartían cosas en común. Para el de ojos verdes fue sentirse en las nubes que su compañero de cabellos negros se mostrara interesado y el día que lo besó creyó que podía llorar de alegría y se convirtieron en una pareja.

Sin duda el de Aries se enamoró profundamente del venido de España, hacía planes y parecía creer que estarían siempre juntos, que harían una vida común y que la felicidad estaba completa en sus vidas. O al menos fue así hasta que Shura le habló un día de manera directa: era mejor terminar. Para un ariano que no vio una sola de las señales de que algo ocurría fue terriblemente sorprendente y más cuando escuchó lo que el otro tenía que decirle. Según el de cabellos negros no podía ni quería mentirle pero no estaba seguro de hacia donde los estaba llevando esa relación y era mejor tomarse tiempo y separarse.  El ariano sentía que se desmayaba en esos momentos pero sabía que no podía obligar a nada al otro, así que aceptó, si estaba confundido era mejor dejarlo que se despejara y aclarara sus ideas, no quería presionarlo.

Pero con un poco de tiempo se dio cuenta de lo que confundía al español, más bien de quien era, se trataba de una presencia, una que sin duda jamás se había borrado del corazón del de ojos negros, Aioros, de nuevo Aioros de Sagitario que estaba en sus vidas otra vez. El de ojos verdes no estaba seguro de lo que había sucedido entre los dos de manera personal pero estaba convencido que algo había sucedido más allá de la persecución y muerte del arquero. Esas ideas solamente se confirmaron cuando supo, sin más, que los dos eran pareja, una noticia que para él resultó devastadora y que lo sumió en una profunda depresión de la que apenas si lograba salir a flote, nada parecía ayudarlo en las semanas que vinieron, los meses que tuvieron que transcurrir y en lo que el caballero de Aries parecía no poder hacer nada por si mismo, incluso Kiki fue dejado de lado en su vida.

Fue por lo mismo que tomó una resolución no muy pensada pero lo llevó a algo más: se acostó con Milo de Escorpión.

Estar solo y triste no es muy buen momento para saltar a nuevas aventuras pero Mu lo hizo y lo único que se le ocurrió fue buscar alivio en brazos de alguien, que no significara nada, tan solo sexo…y fue a buscar a Milo. El del octavo templo no puso muchas objeciones al tenerlo y esa noche juntos fue verdaderamente explosiva, como si todas las emociones que había guardado en su interior el ariano hicieran erupción y los dejara agotados pero muy complacidos. Hasta ahí había sido todo, al menos para el de cabellos lavanda pero no para el de la octava casa quien tan solo deseó volver a tenerlo, a sentirlo entre sus brazos. Así que la relación entre los dos se prolongó con discreción pues al de la primera casa no le gustaba la idea de ventilar lo que estaba pasando, que sus noches eran muy ocupadas entre las sábanas de Milo quien tenía toda su fama de Casanova, no quería que su nombre anduviera en boca de los demás.

Una vez que se tranquilizó y el sentido común regresó a él decidió que era todo y no creyó que sucedería algo más pero ahí estaba el de Escorpión como si no quisiera dejarlo ir y él no sabía que hacer, lo suyo era meramente un idilio, nada más.

Solo que para el del octavo templo se trataba de mucho más.

 

 

—    Vaya, pero si es mi amigo pródigo que regresa al hogar—decía el de Acuario en su templo—Casi no te reconozco, no te he visto en semanas Milo.

El del octavo templo tan solo sonrió al escuchar la manera de hablar de Camus, no se habían visto en bastante tiempo, sin duda también por sus misiones y porque el francés se había tomado una breve temporada para visitar a su discípulo Hyoga de Cisne, de inmediato le dio un abrazo a su amigo y ambos sonrieron, resultaría casi imposible de creer que el de Acuario a veces actuaba como si fuera el hermano mayor para el de Escorpión, era protector con él y en ocasiones incluso hacía bromas, todas a costa del de el octavo templo. Conversaron un poco pero el comportamiento del griego le dijo al de Francia que era mejor ser directo y preguntar.

—    ¿Cómo se llama?—dijo el de Acuario sin más.

—    ¿Quién?

—    Milo, no estoy loco, comportarte como lo haces me dice que hay alguien y es alguien especial sin duda.

—    ¿Por qué crees eso?—preguntó sin mirarlo.

—    Porque solo una vez en tu vida te he visto así.

Era completamente cierto, el de Escorpión había tenido lo más cercano a un enamoramiento cuando era un adolescente, se había tratado de un muchacho del pueblo que según el de la octava casa “la belleza de su rostro solo podía ser superada por la de su alma” pero las cosas se terminaron abruptamente con la partida del joven y el que el griego se comprometió por completo a su labor de caballero dorado. Aunque sin duda había sido un dulce recuerdo, lo sabía bien cuando todos los demás que vinieron en su vida jamás contaron, a su opinión habían sido meros felpudos, hasta ese momento al menos.

—    Así que ¿De quién se trata Milo? ¿Lo conozco?

El de Francia lo miraba intensamente y al otro no le quedó sino agachar su rostro y ruborizarse.

—    Lo conoces Camus.

—    ¿Quién es?

—    Es Mu—dijo balbuceando cual adolescente.

La verdad era que ese nombre no lo había contemplado el de Acuario ¿Cómo había sido posible? ¿Cuándo? Pero recordó que por un tiempo Milo anduvo muy misterioso con sus encuentros con otra persona, lo extraño era que nunca quiso hablar de ello cuando jamás fue muy discreto sobre sus otras conquistas. Así que había sido Mu de Aries, quien lo diría.

—    ¿Ya le has dicho algo a Mu?—preguntó bastante interesado el de la onceava casa.

—    Si.

—    ¿Y?

—    Ha habido algunos problemas Camus.

—    ¿Qué clase de problemas?—quiso saber el acuariano sintiendo su instinto de protección surgir.

—    Mu no parece estar muy abierto a que seamos algo más, no sé que hacer, le digo que lo amo y él actúa como si no me creyera, me dice que no hay nada entre los dos.

El de Acuario se le acercó y en un gesto de apoyo colocó su mano en el hombro de su amigo.

—    ¿Lo amas?—preguntó directamente.

—    Si y la verdad es que él me está haciendo muy difícil acercarme pero siento que no puedo vivir sin él.

Al del penúltimo templo le alegraba profundamente escuchar que su amigo estaba enamorado, no podía imaginarse a alguien que fuera mejor para él, Mu era un excelente caballero y un gran ser humano.

—    Milo, si de verdad Mu es el indicado para ti no importa el resto, te deseo toda la suerte del mundo en que lo logres, solo no te des por vencido.

—    Gracias Camus.

—    Ahora dime ¿Cómo fue que sucedió?

Mientras lo escuchaba el de Acuario se sintió bastante sorprendido pero era Milo, tal vez no era tan sorprendente después de todo, escuchó claramente como el de Escorpión le decía que sin duda todo inició por el mero deseo pero que se había convertido en algo más, que el de Aries había despertado algo en él que nadie más había podido, incluso aquel recuerdo de su juventud parecía borroso comparado con el de la primera casa. Según el del octavo templo había algo en el ariano, no lo podía explicar, pero lo hacía sentirse de formas que jamás había experimentado y estaba convencido de quererlo a su lado en su vida y que no lo dejaría ir.

Camus terminó sonriendo al escucharlo, como su amigo sabía que algo era muy cierto con los nativos de Escorpión: Poseen una voluntad férrea para imponerse a todos los obstáculos.

 

 

Mu trataba de concentrarse en sus asuntos pero no le resultaba posible, la conversación con Shaka seguía rondando en su cabeza, la verdad reconocía que Milo era de muchas maneras lo que se podía querer en un compañero, era inteligente, valiente, determinado, gentil, apasionado y con gran sentido del humor pero lo de Shura había quedado como una cicatriz profunda en su interior, lo había amado con toda la intensidad del primer amor, se había amoldado a él para complacerlo en todo y cuando terminaron se sintió perdido. Ser un caballero lo ayudó de cierta manera a superarlo, también el pequeño Kiki pero no podía negar que Milo lo hizo feliz de nuevo. Él no hacía sino alejarlo y el otro seguía amándolo, le gustaba y lo asustaba a la vez, tal vez lo amaba pero admitirlo era algo diferente.

Estando aún en medio de esos pensamientos apenas si vio que alguien entraba.

—    Hola Mu.

Se encontró con el de Escorpión delante de él, llevaba una especie de cesta que parecía de día de campo.

—    ¿Qué haces aquí?—preguntó el de Aries.

—    ¿Qué parece? Te traje el almuerzo, como siempre cuando estás ocupado se te olvida comer.

Era imposible que ignorara con sus ojos verdes lo sexy que se veía el de Escorpión con esos pantalones entallados y su camisa cerrada de cuello alto que se le pegaba al cuerpo, ese color bermellón intenso le sentaba muy bien y lo hacía imaginarse también sus intenciones al estar ahí.

—    ¿No hay beso de agradecimiento por traerte el almuerzo?—preguntaba sonriendo suavemente.

Miraba al de Aries quien a sus ojos lucía especialmente hermoso con esa ropa en tonos crema y arena.

Al primer momento el de la primera casa lo miró como si observara a una serpiente venenosa pero al final le dio un beso en la mejilla.

—    Puedes hacer algo mejor que eso Mu.

Lo estrechó entre sus brazos acariciando su espalda, dejando que se sintiera la excitación a través de la ropa.

—    Creí que solo me traías el almuerzo Milo.

—    Eso también.

Lo dejó ir y procedió a mostrarle lo que llevaba para comer, incluso jugo de frutas quesos y frutas, además de carnes frías y ensaladas.

—    Si me dices que preparaste todo esto Milo me como mi armadura—dijo el de Aries.

—    Puedo cocinar—aseguró el de Escorpión—Solo que no algo como esto, lo encargué en un restaurante, compréndeme, no soy ningún Aldebarán de Tauro, aunque la cesta si es mía.

—    No es cierto, aquí dice que es de Aldebarán—dijo señalándole un costado de inmediato.

—    Se la pedí prestada pero la cargué hasta aquí.

—    Bien, gracias de todas maneras, es muy amable de tu parte—aceptó el ariano—Vamos a comer.

El almuerzo fue agradable, un momento íntimo para los dos que simplemente disfrutaron de la compañía mutua.

—    Cena conmigo esta noche Mu, en un sitio público—le pidió el de Escorpión al terminar.

—    Tengo mucho que hacer Milo—respondió el otro.

—    Puedes hacer mejores excusas que esa Mu, podrías decirme que te vas a lavar el cabello esta noche o que tienes que darle de comer a tu gato, son igual de creíbles que lo que acabas de decirme ¿Por qué sigues haciendo esto?

—    Si soy tan problemático ¿Para qué te molestas?

—    Realmente debe asustarte ¿No es así? Tal vez debas darte una buena sacudida de ideas, no quiero avergonzarte pero tienes que acostumbrarte a que estaré cerca y que en algún momento alguien nos verá juntos.

—    Puedes bromear sobre esto Milo pero es un asunto serio, somos muy diferentes y si los demás lo saben de inmediato sabrán que lo único que tenemos en común es el sexo.

—    Mentiroso, tenemos muchas cosas en común, solo eres muy cobarde para admitirlo—dijo con seriedad el de cabellos azules—Disfrutamos las mismas cosas Mu—continuó con suavidad—La música, los libros, la comida, el sentido del humor aunque tú eres menos divertido pero no importa y si, también un increíble, grandioso y muy buen sexo, dime ¿no sientes la conexión entre los dos?

El de Aries le dio la espalda.

—    Gracias por el almuerzo Milo pero creo que debo irme.

—    Ya es suficiente Mu, supéralo porque debes saber que no me voy a ir a ningún lado, en este justo instante quisiera darte un sopapo pero también te amo y no sé, tal vez podamos fundar una relación y comprendernos y con un poco de tiempo nos casaremos.

El de la primera casa se quedó sorprendido con la simple interpretación de esas palabras.

—    ¡¡¿Qué?!!

—    El pasado no significa nada para mi Mu, no me importa porqué me buscaste desde esa primera vez juntos y no me interesa el porqué de muchas otras cosas, yo tampoco he sido un santo, pero quiero estar contigo, sé que somos el uno para el otro

El de mirada verde se sentía sonrojado pero también sabía que el de Escorpión tenía razón, era él quien siempre había estado tratando de apartarse para no comprometerse ¿Y todo porqué? ¿Por qué Shura le había roto el corazón? Eso quedó atrás hacía mucho, solo él no quería verlo, aunque también sabía que le preocupaban los sentimientos del de cabellos azules.

En esos momentos el de la octava casa estaba delante de él y acariciaba su cabello mientras sostenía con la otra mano su mano gentilmente para llevarla a sus labios para besar sus dedos con dulzura.

—    Estoy enamorado de ti Mu y seguiré diciéndotelo hasta que te acostumbres. No soy él—dijo con firmeza refiriéndose al de Capricornio—No quiero controlarte ni hacer que te amoldes a mi, doblegarte a mi voluntad, solo quiero que me aceptes y aceptes lo que tenemos, sin condiciones.

Lo besó y lo sintió temblar suavemente, profundizó el beso sabiendo que sin importar lo que tuviera que hacer el de Aries siempre sería suyo.

Después de ese momento Mu se dijo que no perdía nada con pasar tiempo con Milo y salieron del Santuario tomados de la mano, aunque no fueron pocos los que se mostraron sorprendidos al verlos salir juntos, lo cierto era que se sentía contento y feliz y…amado.

Caminaban por algún sitio tranquilo mientras hablaban dejando que el sol los cubriera e incluso alcanzaron la banca de un lago donde arrojaron algunas migas a los patos. Sentados uno al lado del otro el de Aries recargó su cabeza en el hombro de su compañero, sosteniéndose las manos.

—    No se trataba de ti simplemente Milo—terminó confesándole el de ojos verdes—Creo que las relaciones me asustan, una vez ya me entregué por completo a alguien y me sentí como si algo se hubiera roto en mí cuando me dejó, no quiero perderme ante alguien de nuevo.

—    No quiero lastimarte Mu—le respondió el de cabello azul entendiendo el enorme paso que era que reconociera algo como eso—Toda mi vida he estado solo, una vida normal con familia y amigos no es algo que hubiera experimentado pero ahora tengo amigos y son mi familia y estás tú, es todo lo que quiero.

Lo besó en el cabello y sonrió al sentirlo acurrucarse contra él. El de mirada verde permaneció en silencio pero al final dijo lo que sentía.

—    Creo que te amo también.

El de la octava casa no pudo sino parpadear en shock hasta que finalmente su cerebro registró lo que terminaba de escuchar. Lo había dicho y no hubiera sido así de no ser porque fuera enserio.

—    Que bueno, sabes que te amo también Mu, ahora solo debemos decirlo hasta que te acostumbres.

 

 

—    ¿Tienes una cita Mu? Creí que ya no querías salir con nadie ciego.

El de cabellos rojos estaba sentado en la cama del ariano mirándolo peinarse pues el otro terminaba de arreglarse.

—    Cita a ciegas Kiki, no citas con ciegos—le aclaró con gentileza—Debes estar atento, Aldebarán no debe tardar en llegar para cuidarte, no quiero que le des problemas—y agregó algo más—Además conoces a la persona con la que voy a salir.

—    ¿Quién es? Anda, dime—preguntaba casi brincando en el colchón su aprendiz con entusiasmo.

El de Aries lo observó por un instante con aprensión ¿Cómo se tomaría el que saliera con Milo?

—    Ven aquí Kiki—le pidió sentándose en la cama—Hay algo de lo que quiero hablarte.

Al ver al pequeño a su lado supo que era mejor ser sincero y abierto sobre la naturaleza de su relación con el caballero de Escorpión, sin tabúes, el pelirrojo merecía su honestidad…aunque era mejor la versión Disney, o sea censurada y muy infantil. Procedió a contarle que Milo y él eran muy buenos amigos y que se gustaban, habían decidido que saldrían y verían lo que pasaba, cuando terminó esperaba ansioso por lo que le diría.

—    ¿Milo y tú? Genial, si se casan ¿Quién sería el esposo? ¿Tú o él?

Esa no era la reacción que esperaba del aprendiz de Apendix.

—    ¿No estás molesto Kiki?

—    No, Milo es genial, además no quieres terminar como un anciano solterón rodeado de gatos y asustando niños quejándote del ruido que hacen tus vecinos y hablando de los viejos tiempos cuando todo era mejor ¿verdad?

—    Parece que has pensado bastante en esto.

—    Si y me da gusto.

El ariano se sintió más tranquilo de escucharlo, ahora todo dependía de ellos dos solamente.

Cuando Milo llegó al templo para llevar a Mu a cenar vio antes que nadie a Kiki ir hacia él

—    Hola Milo—dijo el pequeño—Me dijeron que vas a llevar a Mu en una cita, que sea  candente, Death Mask dice que son las mejores.

—    ¡Kiki!—dijeron al unísono el de Aries y el de Tauro.

El de Escorpión tan solo sonrió al ver sus expresiones de horror, siempre le había agradado ese niño, ahora entendía porque. Su mirada fue al de cabellos lavanda quien usaba un traje en color índigo intenso, se veía muy bien, hermoso con ese color pero antes de perderse ante esa visión el de la segunda casa tosió para regresarlo a la realidad, estaban listos para irse y el ariano daba las últimas recomendaciones para el niñito pero al final podían irse.

—    Recuerda traer a Mu a casa temprano—decía el pequeño—Que sea una hora decente y nada de asuntos de adultos.

—    Kiki—decía el de mirada verde.

—    Nada de jugar, parece que ese juego del Dale que te Pego cansa mucho.

El de cabellos lavanda le lanzó una mirada terrible a Milo quien se apresuró a responder.

—    Yo no le dije eso.

Entonces fue contra Aldebarán.

—    No me mires a mí.

—     ¿Dónde escuchas esas cosas Kiki?—quiso saber el de la primera casa.

—    Death Mask y Afrodita las dicen.

Así que de eso se trataba, era momento de hablar con esos dos sobre lo que sin duda ellos creían un código secreto para hablar frente al de Apendix, salieron del templo y el del octavo templo agregó algo.

—    Bien, ya oíste Mu, tendremos que comportarnos decentes esta noche.

—    Silénciate—dijo riéndose el de mirada verde.

 

 

Milo y Mu estaban en Aries, el de Escorpión observaba lo que estaba en la mesa del de la primera casa y no pudo sino hacerse una pregunta.

—     ¿Cuánta ropa compraste Mu?

Se trataba de una pequeña pila de ropita para bebé, sabanitas, biberones, zapatitos y accesorios.

—    Creo que se me fue un poco la mano—reconoció el de mirada verde—Pero hoy es la fiesta sorpresa de bebé de Shaka y creo que me dio un poco de pánico y le compré algunas cosas de más.

Acomodaba cada pieza en una caja envuelta para regalo.

—    Es un bebé, no diez—decía el de Escorpión.

—    No suelo comprar este tipo de cosas, solo quería asegurarme que fuera algo que le sirviera a Shaka así que no digas más.

El de cabello azul lo miraba, ahora ya era de conocimiento general que eran una pareja oficial, los demás se mostraron bastante animados y los apoyaron, aunque algunas reacciones fueron inesperadas, Afrodita les contó algunas de sus aventuras con el de Cáncer mientras que Death Mask se llevó a Milo a un lado para decirle o más bien advertirle lo complicada que era una relación y el compartir con un solo compañero. Kiki y Aldebarán procuraban desvanecerse para que tuvieran privacidad, así que el pequeño estaba aprendiendo a cocinar.

—    Ya está—decía el ariano cerrando la caja.

El amarillo era un buen color cuando no se sabía el sexo de un bebé, como en ese caso.

El de mirada azulada sonreía mientras lo observaba, parecía tranquilo pero sabía bien lo cercanos que eran el de Aries y el de Virgo y que sin duda su caballero estaba muy emocionado por su compañero y su bebé.

—    ¿Alguna vez haz pensado en tener hijos Mu?—preguntó Milo acercándose al otro.

—    Si pero tengo a Kiki así que creo que sé más o menos lo que es tener un hijo, ser su familia es bastante reconfortante aunque a veces sea complicado, quizás algún día la amplíe.

—    Creo que cualquier hijo tuyo será maravilloso, pequeños mini tú corriendo alrededor, mandando sobre otros niños—decía sonriendo y abrazándolo por la cintura.

—    Mis hijos serán bien educados y se comportarán como ángeles.

—    Serán lindas ovejitas como tú—decía el otro besándolo en la mejilla—O podrían ser un par de pequeños Milos ¿Qué te parecería eso?

El de Aries tuvo que contener el aliento ante la idea de tener hijos. De tener hijos con Milo. Era para asustarse aunque también era grato pensarlo.

—    Podríamos empezar a trabajar en ello desde ahora Mu—le susurró lamiendo su oído.

—    Quisieras—dijo el ariano separándose con suavidad—Debo estar listo para ir con Shaka.

—    Pero…

—    Nada de pero, por ahora nos centraremos en Shaka.

—    Pero después…

El de mirada verde lo silenció con un beso y una sonrisa.

La fiesta de bebé fue un éxito, el sexto templo estaba decorado con motivos de bebés, casi parecía una explosión en una tienda de maternidad, Saga se mantenía silencioso, parecía que pañales y chupetes lo ponían nerviosos. Como fuera estaban los otros dorados también y aguardaban con ansiedad el saber que le gustaba al rubio lo que le daban pero de todas maneras el de Virgo logró hablar unos instantes a solas con el de Aries.

—     ¿Cómo te va con tu caballero de brillante armadura?

—    Estamos bien Shaka.

—    Me alegra escucharlo, parece que hay buenas noticias alrededor.

—    ¿Lo dices por lo que anunciaron Afrodita y Death Mask?—le preguntó mirando hacia ellos dos.

—    Si, no me imaginaba semejante sorpresita de su parte, aunque reconozco que me da mucho gusto, un bebé de ellos será un gran compañero de juegos para mi pequeño.

—     ¿Te lo imaginas? ¿Un hijo de ellos dos?—pregunta aún sorprendido el del primer templo.

—    Con seguridad mirará como Death Mask y tratará como débiles a todos, sus primeras palabras serán Acabaré contigo.

—    O será como Afrodita y sus padres tendrán que correr a los pretendientes a palos mientras solo se ríe.

Se rieron pero les daba gusto saber que sus vidas estaban bien, aunque la idea de lo dicho por Milo aún estaba en la mente del de Aries, una relación, familia, hijos, era tanto y sin embargo le gustaba pensarlo.

 

 

Al final el de Aries regresó a su templo, Milo tenía que hacer un par de cosas en el suyo así que se separaron, veía que Kiki estaba sentado a la mesa haciendo algunos deberes, los adultos eran abiertos en su relación pero el del primer templo se negaba a permitir abiertamente que el de Escorpión pasara la noche con él, claro que escurrirse para hacerlo era algo diferente.

—    Hola Mu ¿Qué tal estuvo la fiesta?

—    Estuvo muy bien ¿Qué tal los deberes? ¿Ya terminaste?

—    Casi, son aburridos, odio las matemáticas.

—    Son necesarias Kiki.

—    Mu, si sigues saliendo con Milo ¿crees que te va a pedir que te cases con él?

—    Apenas empezamos a salir pero si él me lo pidiera lo consideraría ¿Eso te molestaría?

—    No, me daría gusto por ti, él es divertido y agradable y quisiera tener una familia, eso es todo.

Al ariano le pareció que su corazón se estremecía, durante mucho tiempo solo se habían tenido uno al otro.

—    Kiki, no sé si Milo y yo nos casaremos pero sé que él te quiere y eso nunca cambiará, igual que yo, siempre voy a estar para ti, siempre.

—    Gracias—calló por unos segundos pero tuvo algo más que decir—Será mejor que Milo se case contigo si sabe lo que es bueno para él.

Tratando de relajarse ya en la noche el caballero de Aries se había metido en la tina, de alguna manera sospechaba que el de Escorpión se presentaría en cualquier momento, pensaba además como habían cambiado las cosas, era para no creerse. De la misma manera que no terminaba de creer que podría casarse si en verdad pensaba en ello, le daba la impresión que era un gran paso y los hijos uno mayor ¿estaría listo para algo como eso en verdad? ¿Sería del tipo adecuado para estar casado? ¿Por qué se preocupaba por eso?

—    Si que sabes como darme la bienvenida—se escuchó la voz del de cabellos azules—Perfecto y completamente desnudo, como me gusta cuando es así—decía acercándose.

No bromeaba, lucía fascinante en la tina para él, a un lado de la tina pasó sus manos por el agua tibia, el otro no decía nada y solo lo observaba.

—    Me divertí en la fiesta—dijo el de la octava casa.

—    Fue divertido.

—    ¿Me extrañaste?—preguntaba acariciándolo bajo el agua en una pierna.

—    Sabía que vendrías.

—    Me conoces bien—murmuró mientras lo acariciaba suavemente entre las piernas.

—    Si, muy bien—respondió gimiendo.

El de mirada azul sonrió.

—    Si vamos a la cama me mostrarás que tan bien me conoces.

Y de hecho se lo demostraron los dos.

El de Escorpión acariciaba el cabello de Mu apartándolo de su rostro mientras lo observaba dormir, estaba locamente enamorado de él y se convencía cada vez más que podía dar el siguiente paso, sabía que el de ojos verdes aún estaba un poco inseguro pero él estaba listo para declararse, no quería esperar tres años para que le pareciera apropiado estar juntos, él sabía perfectamente lo que quería, lo supo casi desde el principio, quería al de Aries. Encontrara su alma gemela había sido la parte sencilla, convencerlo de eso era lo que había complicado todo.

Como el de Escorpión tenía prohibido quedarse hasta la mañana para que Kiki no lo viera salir de la habitación de Mu, el de la octava casa salió temprano de Aries, además deseaba hablar con alguien y a una hora prudente se dirigió al penúltimo templo pues parte del secreto estaba protegido ahí.

—    Hola Milo, buen día.

—    Necesito mi anillo Camus—dijo directamente el otro con seriedad.

El de Acuario no dijo nada, desapareció un instante y regresó con la pequeña caja de terciopelo aunque bastante particular pues era de forma de una ovejita, dentro estaba el perfecto anillo de un solitario en color amatista.

—    Mu es afortunado—decía el francés.

—    Me declararé esta misma noche Camus, no quiero esperar más.

Ambos caballeros de cabellos azules se abrazaron.

—    Felicidades Milo.

—    Mu todavía no dice que si.

—     ¿Estás preocupado por eso? Estoy seguro que dirá que si, Mu te ama tanto como tú a él.

—    No lo conoces como yo, es increíblemente testarudo.

—     ¿Qué harías si dijera que no?

—    Seguiría pidiéndoselo hasta que dijera que si, nos casaremos Camus, cuenta con eso.

Por la sonrisa en su rostro sin duda estaba convencido de que sería de esa manera.

 

 

El caballero de Aries estornudó, si creyera en esas cosas diría que alguien estaba hablando de él.

—    ¿Te sientes bien Mu?—preguntaba Shaka a su amigo que había pasado a verlo a su casa.

—    Si, no sé porque estornudé.

Ambos charlaban un poco y el rubio se había devorado medio pastel de chocolate él solo, Saga estaba en una breve misión y el de Virgo tenía mucho tiempo libre, su amigo lo visitó para pasar el tiempo y para que no estuviera solo, era mejor que tuviera compañía pues la fecha del alumbramiento ya estaba cerca.

—     ¿Qué te parece si…

Pero no logró terminar de decir lo que pensaba pues dio un gemido de dolor y se había puesto pálido.

—     ¿Qué sucede Shaka?—preguntaba el otro un poco alarmado.

—    Rompí fuentes—respondió mirando a la parte baja de su cuerpo.

—     ¿Qué?

—    El bebé va a nacer.

—    Ay no.

No tenía mejores palabras para lo que estaba sucediendo.

Las siguientes cuatro horas fueron agitadas, como estaba con él Mu llevó a Shaka al hospital, avisó a los demás, y aguardó al lado del rubio por la llegada de Saga o del bebé, lo que sucediera primero y como iban las cosas parecía que el pequeñito sería el primero. Mientras tanto le tocaba estar con el de la sexta casa que había perdido su serenidad habitual.

—    Estas situaciones llevan tiempo Shaka—trataba de calmarlo.

—    ¿Cómo que llevan tiempo?—preguntaba bastante horrorizado el de cabellos dorados.

—    Solo tiene ocho centímetros de dilatación—decía el médico—Hay que esperar un poco más.

—    ¿Ocho centímetros? ¡¿Ocho centímetros?! ¡¡¿¿ESO ES TODO??!!

Los gritos fueron interrumpidos pues otra contracción apareció y al de Aries le parecía que su mano nunca sería la misma después de tener que sostener la de Shaka que lo apretaba con tanta fuerza. Estaba más que aliviado cuando Saga finalmente apareció pero como el de Géminis, caballero dorado del Santuario y uno de los más poderosos y todo lo demás, tuvo la ocurrencia de impresionarse con el alumbramiento como que no fue de mucha ayuda y el pobre Mu tuvo que quedarse todo el tiempo al lado de su amigo de cabellos dorados, pensando en como vengarse del de Géminis por dejarlo ahí con su esposo y su hijo por nacer. Eso y que no podía sino reconsiderar la idea de tener hijos algún día.

Mientras tanto, en la sala de espera, los demás aguardaban ansiosamente por cualquier noticia que les pudieran dar.

—    ¿Estás preocupado por Mu?—preguntaba Aldebarán a Milo.

—    Él puede manejar esto, me preocupa más el estado mental que le dejará este susto—respondió.

Dos horas más y finalmente Shaka había puesto en el mundo a Pablo Arjuna, elección de cada uno de sus padres uno de los nombres, y era todo un gritador.

—    Tiene los pulmones de Saga—decía exhausto el rubio.

No podía dejar de mirar a su pequeñito, el de Aries pensaba que se parecía al de Virgo y de cierta manera parecía justo, después de todo lo que había pasado el de la sexta casa al menos debía parecerse a él.

—    Gracias Mu, has sido un amigo maravilloso.

—    Soy tu amigo Shaka, no tienes nada que agradecerme.

Desafortunadamente, pese a la alegría, el nacimiento del bebé hizo imposible que el de Escorpión se declarara ese mismo día como había planeado.

 

 

Hasta tres días después, cuando la primera conmoción por el bebé había pasado, Milo decidió que lo intentaría de nuevo, por eso convenció a Aldebarán y a Kiki de que salieran al cine o algo y así tendrían el templo para ellos dos solos, una vez que les explicó su plan no encontró la menor negativa.

—    Bien, todo en orden—decía el de la octava casa revisando—La cena está lista, la mesa puesta, el templo solo para nosotros.

El de Aries estaba en una breve visita a Shaka o al menos él decía que era breve pues pasaba no menos de tres horas cuando estaba ahí pero su amigo rubio requería de ser cuidado y consentido en ese tiempo, además de tener que acoplarse a ser padre. De repente se escucharon las pisadas del de cabellos lavanda que llegaba sin estar enterado de nada.

—    Estoy de vuelta—decía el ariano.

No tardó en darse cuenta que el lugar estaba completamente a oscuras exceptuando por la velas alrededor además de las flores que aromatizaban el lugar. Era tan hermoso. Cuando vio que se quedaba sin palabras el de la octava casa se aproximó y sonrió por verlo reaccionar así, se acercó para tomarlo suavemente de la mano y lo llevó a la mesa en que cenarían, la cual estaba con un mantel blanco, un primoroso centro de mesa de gladiolos rojos, sus favoritos, y un candelabro además de los deliciosos platillos servidos.

—    No te preocupes—decía Milo—No cociné yo.

El de Aries se rió pero no dudó en besarlo y abrazarlo.

—    Sé que he sido impaciente contigo algunas veces Mu, te he presionado pero fue por una razón, sabes que te amo y que deseaba que me amaras, quiero pedirte que sea para siempre—era como si no pudiera esperar más—¿Te casarías conmigo?

La cuestión fue que el de cabellos lavandas no se sintió asustado ni sorprendido, ya no más, cuando entró a su templo de alguna manera sabía que el momento había llegado, después de tantas preocupaciones, segundos pensamientos y de tratar de analizar las cosas tan solo tenía una respuesta.

—    Estás loco Milo ¿lo sabías? Pero eres mi tipo de loco—dijo mirándolo a los ojos con sus pupilas brillantes—Si, si quiero casarme contigo—respondió sintiendo que se formaban lágrimas en sus ojos.

—    Que bueno porque si me hubieras dicho que no probablemente te hubiera secuestrado para llevarte a una capilla y tener una ceremonia rápida.

El del primer templo se rió hasta que el otro caballero llevó su mano a su bolsillo para sacar el anillo y con total sumisión lo colocó en su dedo tiernamente; sin embargo lo tomó entre sus brazos cargándolo para llevarlo a la recámara.

—    Perdóname Mu pero cenar es en lo último en lo que pienso.

Llevándolo con velocidad abrió el dormitorio de un codazo y cerró la puerta empujándola con un pie para depositarlo en la cama con gentileza pero no tardó en comenzar a dar cuenta de su ropa, lo besaba en el rostro hasta alcanzar sus labios para besarlo profundamente, sus lenguas se encontraban y jugueteaban antes de permitirse ser más sensuales en sus caricias dejando a sus manos ser dominantes y posesivas sobre esa piel que conocían muy bien, disfrutando de cada roce y cada caricia que se permitían vivir con tanta necesidad.

—    Eres tan hermoso Mu—le susurraba al oído el de Escorpión.

—     ¿De verdad lo crees?—le preguntaba con suavidad.

—    Lo eres, eres tan hermoso…

Le hubiera gustado seguir diciéndole lo mucho que le gustaba pero no pudo ya que estaba más ocupado besándolo por el cuello y acariciando sus pezones para hacerlos erguirse y tomarlos después con sus labios mientras el de ojos verdes acariciaba su cabello con ternura y no se opuso de ninguna manera cuando lo sintió descender un poco más, hasta alcanzar su abdomen el cual no dudó en marcar a besos mientras él deseaba que continuara hacia abajo por lo cual separó suavemente sus piernas y movía sus caderas buscando incitar al otro que definitivamente no requería de muchas señales para saber lo que quería su compañero.

Al de Escorpión le bastaron unos instantes para tomar suavemente entre sus dedos la medio erguida virilidad del de cabellos lavanda, la acariciaba por la cabeza para después descender por el tronco y alcanzaba la base para regresar a la cabeza y frotarla con la palma abierta disfrutando del espectáculo al mirar como el de ojos verdes lo disfrutaba al máximo, sintió una gotas de humedad y no vaciló en continuar excitándolo y complaciéndolo, como si buscara provocarlo lo besó en los labios con intensidad para bajar lentamente por su piel, haciéndose desear, ocasionalmente lo besaba o lo lamía, incluso marcó unos cuantos mordiscos en la blanca piel que se puso rojiza para alcanzar finalmente la excitada entrepierna, la besó con ternura para después lamerla con sensualidad.

—    Milo…Milo…

Los susurros del de Aries llenaban la habitación, nombraba a su compañero con deseo y no podía sino anhelar que continuara cuando lo tomó en sus labios para engullirlo lentamente en su boca, jugueteaba con la lengua mientras presionaba con sus labios, lo hacía arquearse sobre su espalda en busca del alivio tan esperado, estaba cerca de conseguirlo; al de cabellera azulada siempre le había gustado el caballero del primer templo como compañero en la intimidad, era abierto y compartido, como en esos instantes, pero sabía que no quería que todo quedara entre los dos de esa manera. Aunque continuó saboreando su turgente miembro llevó uno de sus dedos a la masculina entrada del ariano, la acarició y se sintió lo suficientemente confiado para continuar, presionando con lentitud traspasó diligentemente la estreches y comenzó a hacer círculos en el interior para que fuera más sencillo cuando el segundo de sus dígitos hizo su entrada.

Mu no podía sino disfrutar de sentir como el de ojos azules lo tomaba con su boca y lo complacía con sus dedos en su interior, lo conocía bien, sabía exactamente como moverse para satisfacerlo y hacerlo desear más. Al mismo tiempo el de la octava casa tuvo que llevar su propia mano a su erguido sexo que exigía algo de atención pues empezaba a dolerle, era necesario que continuaran y cuando sintió que el del primer templo estaba listo para él no pensaba en aguardar más. Con decisión Milo se incorporó un poco y se recostó sobre el de Aries para besarlo con intensidad, sus sexos se encontraron y no dudaron en buscar moverse para que el contacto fuera mayor, el de cabellos lavandas separó sus muslos y el de Escorpión quedó entre ellos, la punta de su miembro rígido rozaba tenuemente la excitada masculinidad del de ojos verdes quien gemía por ello, no era necesario preguntar si era el momento.

Con lentitud el de la octava casa encontró la posición adecuada y empujaba al interior del de Aries, ambos gemían como si les faltara el aliento, casi como si les doliera pero definitivamente no era dolor lo que sentían, era algo muy diferente. Justo cuando quedaron completamente unidos se quedaron muy quietos, casi como si buscaran terminar de acostumbrarse, definitivamente estaban listos cuando la primera embestida se dejó sentir pues desde ese instante todo sería una sucesión de eventos que ya habían vivido pero que no por ello dejaban de disfrutar; aunque si fue diferente  pues ninguno de los dos dudaba que ese hombre a su lado era más que un idilio, era el compañero de su vida.

Entre embestidas continuas el placer aumentaba velozmente, el estrecharse con fuerza y el besarse con pasión no hacía sino aumentar el gozo de saber que estaban unidos, los espasmos que empezaban a formarse en sus vientres les indicaban los caminos del éxtasis, con determinación Milo sujetó el firme sexo de Mu para complacerlo por completo y por los gemidos que daba el ariano lo estaba logrando, sentía que la fuerza de sus brazos era mayor e incluso enredó sus muslos por encima de su cadera, se buscaban, se entregaban y se necesitaban hasta que sabían que no era posible controlarse ni lo intentaban. Como una danza sensual y salvaje sacudían sus cuerpos al ritmo de la pasión, no había nada más, ni control ni ideas, solo la gloriosa culminación que se anunciaba con fuerza.

Fue como si todo se detuviera, como si dejaran de respirar, como desmayarse, no había palabras que pudieran decir lo que ambos experimentaron cuando el orgasmo se presentó, sus esencias abandonaban sus cuerpos ardorosos mientras trataban de estrechar con las fuerzas que les quedaban a ese hombre al que tanto amaban pero finalmente tuvieron que sucumbir como si colapsaran, sin nada que los ayudara a mantenerse con sentido del mundo que los rodeaba. Vino una suave y dulce calma, aún estaban juntos y de alguna manera sonrieron por ello, ya no iban a separarse, eso era claro, ninguno de los dos hubiera resistido una separación, no ahora que estaban convencidos de su amor y que con ello todo lo podrían.

 

 

Mu estaba inclinado en el baño tratando de controlar las nauseas, en su interior culpaba a Milo de lo que le pasaba y si no hacía nada en consecuencia era porque le estaba sosteniendo el cabello en ese instante ¿Habría algo en el aire? Primero Shaka, luego Afrodita y ahora parecía que él.

Estaba bastante sorprendido sobre su embarazo.

Habían pasado tanto en una relación clandestina para tener una abierta y un rápido matrimonio entre sus amigos pero parecía que había concebido la misma noche que el de Escorpión le propuso matrimonio. No valía la pena tratar de negarlo, la gente sabía contar.

Cuando terminó de vomitar Milo lo ayudó a incorporarse y le dio un vaso con agua para que se enjuagara la boca, después de eso el orgulloso futuro padre lo tomó en sus brazos y lo llevó a la cama de nuevo, acostándose a su lado.

—     ¿Aún te alegra que iniciáramos una relación Mu?

Le preguntaba eso acariciándolo en el abdomen, aún no se notaba mucho pero parecía que nada provocaba mayor placer en el de Escorpión que acariciar ese sitio en el que su hijo estaba bien protegido y cómodo.

—    Aunque a veces sentía ganas de ahorcarte no lamento nada Milo, te amo demasiado como para lamentarme.

—    Te amo también.

Se quedaron quietos recostados en la cama, solo disfrutando del momento uno al lado del otro.

—    Pero al siguiente bebé tú lo gestarás—dijo con suavidad el de Aries.

—    Lo haré—le aseguró el de la octava casa sonriendo.

Ese aparentemente casual amorío entre los dos los había llevado a mucho más que un simple momento de alivio, no se trataba de sexo y desaparecer de sus vidas, evolucionó en algo único como una especie de ahora o nunca en lo que podían darse todo, surgió el amor verdadero para ambos y crecía más fuerte cada día, no podía ser más felices por ello, no estaba nada mal para haber surgido de un mero idilio.

 

 

FIN

 

 

 

Notas finales:

La semana que entra si nada sucede sigo con Quimeras.

Atte. Zion no Bara

 


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