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Fortuna por zion no bara

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Notas del fanfic:

Nunca había usado a la pareja así que quise intentarlo, es un fic corto pero espero que les guste.

 

—Que hombre tan estúpido—pensaba el de mirada celeste.

Daba la casualidad que en esos momentos justamente pensaba en su ex esposo.

Se trataba de alguien llamado Afrodita de Piscis, resultaba que este joven había brillado intensamente en sociedad en los años anteriores, no era para menos siendo como era hijo de  Albafika de Piscis, alguna vez uno de los hombres más importantes del país por su intervención en varias ramas comerciales e incluso por su incursión en la política, pero las cosas no habían terminado muy bien para él y por lo mismo para su apellido.

Afrodita había crecido con todo lo que pudo haber querido y más, no se daba cuenta de nada que no fuera disfrutar de su posición de lujo y privilegio, sin preguntarse de donde venía el dinero que le daba su posición. Desafortunadamente para los Piscis un buen día el gobierno, la oficina de impuestos para ser precisos, se lo preguntó, con lo cual dio inicio a una investigación y de la misma surgió que su padre había cometido un fraude millonario no solo en inversiones privadas sino también con capital del gobierno, un asunto así fue un escándalo de grandes proporciones.

Vino una investigación, encarcelamiento y un juicio, Albafika falleció a pocas semanas de haber entrado en prisión dejando a su hijo solo y sin dinero, además que nadie estuvo interesado en ayudarlo, su padre había lastimado a muchas personas.

Fue en ese momento que apareció Aioros de Sagitario.

Pensaba en ese caballero castaño de mirada parda mientras se vestía, veía su reflejo en el amplio espejo de tres partes, estaba satisfecho con su elección de ropa para esa noche, un elegante y refinado coordinado en tonos azules, hecho a la medida. Tenía que elegir solamente con que iba a usarlo.

—Veamos—decía observando su amplia colección de joyas y relojes— ¿Qué podría utilizar hoy?

Su mirada celeste cayó sobre un elegante reloj de platino con oro, además de un juego de mancuernillas de diamantes, lucirían muy bien.

Había sido apenas uno de los muchos presentes que recibió mientras estuvo casado, definitivamente tenía mucho que agradecerle a quien fuera su esposo, lo había consentido y le brindaba cualquier capricho que pudiera tener. Casi podría extrañarlo pero tenía con que sentirse cómodo y contento ahora que se habían separado, en la demanda lo dejó sin la mayor parte de su capital personal, la propiedad en la que habían vivido juntos, otras tres que conservaba a lo largo del país, los automóviles, todas las joyas, estaba bastante bien y con su futuro asegurado. No necesitaba nada.

Si su padre hubiera vivido sabría que había logrado cuidarse a si mismo pero de todas maneras se mostraba contento con el camino que habían tomado las cosas ¿acaso alguien se había imaginado que él podría ser pobre? Para nada. Afrodita de Piscis estaba destinado a un estilo de vida y no pensaba renunciar a él. Tuvo que cubrirse la boca para reír a pesar de estar a solas, lo había perdido todo durante la investigación, en verdad todo, sus fondos fueron congelados, las rentas confiscadas, las propiedades cerradas, nadie estaba ahí para ayudarlo, se había perdido toda la fortuna de su familia.

Pero tuvo la habilidad suficiente para lograr evitar caer en la miseria, para eso supo sacar provecho de todo su encanto aunque quizás no le había hecho falta después de todo. Porque definitivamente fue una verdadera fortuna que hubiera alguien que no se alejara ni pensara en lo hecho por su padre ni en lo egoísta que le habían advertido que era. Se trataba de Aioros de Sagitario.

—Pobre Aioros—se dijo con cinismo y cierto desprecio.

Ese castaño lo amaba con sinceridad, él lo amó de cierta manera, era el primer hombre en su vida que lo trataba decentemente y el único que lo amó por si mismo y no por su dinero o belleza o su apellido. Le permitió creer lo que quería de él, se mostró como todo lo que deseaba, deliberadamente permitió que se quedara con sus anteojos de color de rosa sobre él hasta que era demasiado tarde.

Terminó de vestirse, arreglarse y alistarse, el reflejo en el espejo le mostraba lo que deseaba ser: un bello y sofisticado caballero que era dueño de su vida. Adinerado, bello y soltero ¿Qué más se podría pedir? Salió de la mansión y se puso tras el volante, listo para disfrutar de la noche a su manera.

 

**********

 

En otra parte de la ciudad dos personas estaban bastante preocupadas por lo que ocurría, más bien por lo que no sabían.

— ¿Cómo se encuentra?—preguntaba muy preocupado un joven de cabellos color lavanda.

Terminaba de llegar pues se sentía muy intranquilo, había tenido que cancelar sus propios compromisos pero no le importaba cuando se trataba de alguien tan querido para él.

—Que bueno que llegaste—lo recibía un rubio cenizo de mirada verde—La verdad no sé que pueda estar sucediendo ahí.

Ambos hombres se miraban con preocupación, la separación había sido devastadora para Aioros, se había encerrado en si mismo y de manera más literal en su departamento, en una de las recámaras, desde la cual había cortado contacto con sus amigos y su familia. No quería saber de nadie.

—No creí que las cosas llegarían a tanto—comentaba el recién llegado—Quisiera hablar con él.

—La verdad espero que quiera hablar contigo Mu—decía el otro joven—A mí no me contesta siquiera.

Aioria como el hermano menor de Aioros se sentía naturalmente preocupado por el giro que estaban tomando las cosas, era más que sabido que jamás había querido ni apoyado el matrimonio de su hermano con Afrodita de Piscis, a quien siempre había considerado un arrogante sediento de reconocimiento y ansias de rapacidad. Sin embargo su hermano se había enamorado de él y ante eso tuvo que bajar la cabeza y aceptar en su silencio el que se casaran. Desafortunadamente había tenido razón en que ese hombre de cabellos celestes no era capaz de hacer feliz a su querido hermano, no solo le había roto el corazón, no le bastaba con haberle quitado casi todos sus bienes personales, tuvo que dejarlo herido y sufriendo en silencio por su abandono.

Viendo que no era capaz de entablar un lazo de comunicación con el mayor Aioria recurrió a quien esperaba fuera capaz de lograrlo. Era en eso que entraba su amigo Mu de Aries. El joven de cabellos lavandas y mirada verde era amigo de los dos desde hacía años, siempre amable y gentil era un muchacho muy agradable que ciertamente había guardado sus reservas sobre ese matrimonio pero al final se dijo que solo esperaba que fueran dichosos. Las cosas habían terminado de la peor manera y lo que más le interesaba era saber como se encontraba su amigo Aioros.

— ¿Dónde está Aioros?

—Encerrado en la recámara—fue la respuesta del menor de los hermanos—No ha querido comer ni ver a nadie, no sé que hace ahí Mu.

—Debemos confiar en él, quizás solo desea algo de tiempo—afirmaba el de cabello lavanda.

Aunque eso en realidad lo decía por intentar tranquilizar al joven de cabellos rubios, temía lo que podría hacer un profundamente enamorado Aioros con el corazón roto. Ambos fueron a la habitación y el de los Aries llamó a la puerta con más nerviosismo que seguridad.

—Aioros, Aioros—lo llamó con suavidad—Por favor abre Aioros, soy yo, Mu.

Pero no hubo respuesta, ambos se miraron entre si pero era mejor insistir.

—Tan solo quiero saber como estás Aioros, solo eso—suplicaba el de cabellos lavandas.

—Si no abres te juro que voy a derribar la puerta—dijo exasperado el rubio.

—Eso no es de ayuda Aioria—le decía su amigo por lo bajo.

— ¿Qué opción nos está dejando Mu?—le contestó en el mismo tono.

Sentía que era verdad y como dando su consentimiento el de los Aries retrocedió, así que el joven rubio dio unos pasos hacia atrás y elevando su pierna golpeó la puerta con energía, se sacudió pero no se abrió, así que lo hizo de nuevo y en esa ocasión logró su objetivo.

—Aioros—dijo preocupado Mu.

Al entrar la habitación estaba completamente a oscuras y no se escuchaba nada, casi gritaba cuando finalmente se escuchó una voz en medio de la oscuridad, algo que les dio un poco de alivio.

—Váyanse, los dos.

Era Aioros, aunque su tono no ayudaba a que se tranquilizaran y el de cabello lavanda buscó de manera instintiva el interruptor para que hubiera algo de luz, parecía aguantar la respiración hasta que vio a su amigo, pero el alivio duró muy poco. El castaño estaba sentado ante una mesa con su rostro oculto entre sus brazos y manos, el problema mayor era que sobre la misma había a unos cuantos centímetros una pistola. El de Aries contuvo un grito. Aioros se acercó suavemente hasta que estaba cerca de la mesa y tomó el arma, alejándola de su hermano.

—No se preocupen, no iba usarla—dijo el castaño levantando lentamente el rostro—Aunque lo pensé.

De inmediato su hermano fue a su lado sentándose a su derecha y el de cabellera lavanda se sentó a su izquierda.

—Solo queríamos saber que estás bien—dijo Mu con cierto alivio.

— ¿Por qué lo llamaste?—preguntaba el castaño a su hermano.

—Porque no sabía que más hacer—respondió el rubio—Te encerraste aquí sin hablar con nadie, tuve que pedirle a Mu que viniera.

—Lo lamento Mu—se disculpaba el de mirada parda.

—No te disculpes—decía suavemente el de los Aries— ¿No te gustaría que comiéramos algo?

— ¿Comer?—preguntaba mirando al joven a su izquierda.

—Si, comer ¿Cuándo fue la última vez que comiste?

—Pues…creo que ni siquiera lo recuerdo.

—Compraré algo ahora mismo—decía Aioria levantándose y disponiéndose a salir—Creo que puedo llamar y pedir algo, será más rápido.

El rubio salió deprisa dejando a los otros dos a solas.

Mu no era una persona que guardara rencores y mucho menos que odiara pero aún un alma bondadosa como él no podía sino sentir rabia por atestiguar lo que Afrodita le había hecho a Aioros, el querido, gentil y sensible Aioros. Lo había sumergido en ese estado de pérdida física y emocional. Se gritaba en su interior que no era sino un maldito sin corazón pero también estaba seguro que la vida de alguna manera le daría exactamente lo que se merecía.

—Todo va a estar bien Aioros, ya lo verás—le decía son suavidad a su amigo.

—Fui tan crédulo Mu—decía con dolor.

—Solo eres alguien con corazón, no te culpes, lo que pasó no fue tu culpa, estabas enamorado.

— ¿Y de qué me sirvió?—preguntaba con dolor.

—Eres humano, todos lo somos, pero te aseguro que las cosas van a mejorar aunque ahora no lo parezca.

Se miraron directamente y la dulce gentileza de esa mirada verde de alguna manera hizo sentir al castaño que era verdad, que su vida no se terminaba ahí sino que empezaría otro capítulo.

 

**********

 

Afrodita caminaba sin pensar demasiado en nada por la calle, se trataba de una importante avenida de la capital que destacaba por ser un importante distrito comercial, había todo tipo de tiendas y centros especializados en moda, de todo tipo, desde ropa pasando por alhajas y cosméticos, incluidos bares y galerías. El de mirada celeste podía pasarse horas de esa manera, recorriendo cada sitio pues le encantaba comprar, decía que le ayudaba a relajarse aunque aún no se había podido descubrir de qué. Como fuera estaba ahí haciendo lo que hacía prácticamente a diario, disfrutando de su vida, sus millones y de no hacer nada. Cuando estaba casado Aioros podía llevarlo a las mejores tiendas, no solo en el país sino también en el extranjero, Londres, Paris, Milán, alrededor del mundo de acuerdo a su deseo y capricho.

Un leve mohín se dibujó en su rostro. Fueron maravillosos tiempos pero ahora se consideraba aún mejor pues no tenía ningún compromiso, era un hombre libre, sin ataduras de ninguna clase. Además eso le daba una libertad extra que nunca hubiera podido ser posible de seguir al lado del de Sagitario.

Estaba en una de las tiendas admirando un coordinado casual para la playa cuando sintió que lo miraban, con disimulada exactitud pudo descubrir a quien lo observaba desde otro ángulo de la tienda. Se trataba de un hombre alto y bien parecido que simulaba estar interesado en la ropa cuando su interés verdadero era él.

—Un hombre libre—se repitió en sus pensamientos.

Con lentitud y suavidad se dio vuelta para dejarle saber al otro que se había dado cuenta que lo miraba, sin más el caballero en cuestión no fue tímido y sonriendo se le acercó. Sonrisa perfecta como el resto de él, no estaba nada mal.

— ¿Sucede algo?—preguntó Afrodita.

— ¿A qué te refieres?—dijo a su vez el otro hombre.

—A que me mirabas.

—Es lo que hace generalmente la gente con lo bello, solo lo admira.

El de mirada celeste sonrió de manera invitante, así que le gustaban los halagos para llamar la atención, no estaba mal.

Vinieron unos breves cumplidos, banalidades, y finalmente lo que el de cabellos celestes esperaba escuchar.

— ¿Me permitirías invitarte algo de beber?

—Está bien.

Salieron del lugar charlando aún y fueron a uno de los bares de los alrededores para tomar una mesa y que les llevaran sus bebidas. Para Afrodita ese día se estaba trasformando en algo así como unas horas interesantes pues no pasaría esa noche solo, desde que se divorciara no había tenido problemas en conseguir compañía aunque no pasaban de unas horas, a la mañana siguiente continuaba como si nada y se olvidaba del asunto ¿Cómo se llamaban? No importaba, solo contaba que uno iba después de otro.

Tal y como lo había pensado no se dijeron adiós por las horas siguientes, fueron a un conocido club en el que no tuvieron problemas para entrar y después se dirigieron a la casa del casi desconocido donde pasaron la noche juntos.

Si, esa era la vida que quería.

 

**********

 

Aioros estaba saliendo poco a poco de su encierro, afortunadamente para él contó con el apoyo incondicional de su hermano menor pero sobre todo con la presencia constante y afectuosa de Mu, quien no dejaba de velar por él y su bienestar, además de que no se dejaba alejar ni convencer con sus frases de Estoy bien. Sin más esa mañana de manera casi insistente no había desistido en que tomara una ducha y el resultado era que en esos momentos estaba saliendo de la regadera secándose el cabello.

Con una toalla quitaba el exceso de agua de sus castaños cabellos y terminaba de reconocer que todo eso era gracias a Mu, porque no era todo lo que había logrado el de cabellos lavanda desde que llegara. Lo había hecho que se pusiera de pie, que comiera, que se cambiara de ropa y su último triunfo fue el de que se bañara. Mu. Pensar que alguna vez contempló que lo de ellos dos podría ser más que una hermosa amistad como la que compartían pero Afrodita estaba en el camino y al final dejó completamente de lado lo de un posible enlace con el de la familia Aries para ir tras el de los Piscis, en esos momentos le parecía una completa idiotez haberse dejado llevar por el de mirada celeste, no terminaba de entender como había sucedido de esa manera.

Lo miraba en esos momentos en su habitación, estaba acomodando algunas cosas y evidentemente había cambiado toda la ropa de cama, él no le había prestado atención a ese sitio en los días anteriores. Justo en ese instante el de los ojos verdes lo miró por encima de su hombro y le sonrió, incluso la sonrisa de Mu era especial, siempre había brillado por su sinceridad.

— ¿Qué tal la ducha?—le preguntaba el de los Aries— ¿Aún recuerdas para que era?

—Me hizo bien, gracias Mu.

—Que mejor, ahora tengo una nueva pregunta ¿Qué hacían tus empleados? Parece que nadie había limpiado aquí en mucho tiempo.

—No les permitía entrar Mu, no es su culpa. Quería estar solo.

—Excusas, excusas, como sea ahora me encargaré de que este sitio esté limpio y de que comas algo, estás muy flaco.

—Siempre fui delgado.

—Esa bata te queda enorme Aioros.

Era verdad que había bajado de peso, con todo lo de su divorcio comer no había sido una de sus prioridades.

—Estaré bien Mu.

—Por supuesto que lo estarás, me voy a encargar de eso.

Y como si resumiera su decisión aporreaba a una pobre almohada que no le había hecho nada para que tomara forma.

—Gracias Mu—le dijo con suavidad el castaño.

—Es muy pronto para dar las gracias Aioros, ahora vístete, que Aioria vendrá con un cerrajero para arreglar la puerta.

Con esas palabras salió de la habitación cargado de todo lo que iba a ser lavado. El castaño lo observó salir y sonrió, Mu siempre había parecido delicado y frágil ante los demás pero él sabía que en verdad era un hombre fuerte y determinado, muy gentil, inteligente y preocupado por los demás ¿Qué otro amigo habría dejado todo por ir en su ayuda? No creía que ningún otro, los demás lo habían juzgado por su matrimonio y más aún por su divorcio, sin embargo el de los Aries jamás dijo una palabra en contra, solo le había deseado que fuera feliz.

Terminó por sentarse en la cama, no podía sino pensar en el error que había sido casarse pero se había enamorado de Afrodita o al menos del Afrodita que el otro pretendió ser, un joven sensible y asustado por el porvenir, cariñoso y afectuoso, deseando tranquilidad y un hogar, lo había convencido que había cambiado y que solo deseaba ser feliz, que quería ser feliz con él. Y como un bendito él se lo había creído todo. Merecía una ovación de pie por la actuación que le había presentado en ese tiempo. No fue sino hasta que la tinta del acta de matrimonio se había secado que se dejó ver como era realmente, como siempre había sido.  

Aunque vio todo eso y varios le alertaron con las mejores intenciones sobre lo que estaba sucediendo él se limitó a negarlo, nada de eso podía ser cierto ni posible, sencillamente no podía creer que una persona a la que amaba tanto fuera incapaz de amarlo, que no le interesara él sino su fortuna, que él hubiera muerto a una palabra suya y daría su vida y alma por verlo feliz mientras que el de mirada celeste jamás lo había querido. No terminó de convencerse hasta que llegaron a la demanda de divorcio dos años después, en la que le reclamaba sus bienes y lo dejaba sin nada. Y él se lo dio todo, a pesar de lo sucedido aún lo amaba.

Lo peor de la situación era reconocer que a esas alturas seguía amándolo ¿Cómo podía continuar el amor en su corazón después de lo ocurrido? ¿Por qué no dejaba ir eso y continuaba adelante con su vida? ¿Cómo era que ese tiempo lleno de mentiras aún dolía? Ni siquiera había sido capaz de contemplar una manera de seguir adelante después de que el divorcio quedó resuelto. Sin poderlo evitar sintió que sus ojos ardían y las lágrimas empezaron a caer por su rostro.

—Aioros.

Mu había vuelto y lo encontró de esa manera, el castaño quiso ocultar su rostro para que no lo viera pero el de cabellos lavanda se limitó a ir a su lado y lo abrazó con ternura, acariciando su cabello.

—Estarás bien Aioros, ya lo verás—le decía con suavidad el de mirada verde.

Había algo cálido y reconfortante en la voz de Mu, el castaño podía sentirlo y eso lo hizo llorar aún más, no tenía por costumbre mostrarse así ante los demás pero no podía evitarlo, la herida dejada por el de cabellos celestes era demasiado profunda. Al menos su amigo no lo juzgaba, solo estaba ahí, para él, brindándole todo el apoyo que le era posible. Solo quedaba continuar, no había más camino en el horizonte.

 

**********

 

Afrodita tenía tiempo libre, demasiado tiempo libre, en esos momentos tan solo apoyaba sus manos en su barbilla dejando pasar el tiempo, se sentía aburrido. Hacía meses desde su divorcio de Aioros y simplemente todo lo que le había parecido emocionante y excitante de estar soltero ya lo tenía cansado. En el acuerdo para la separación le había quitado casi todo, excepto lo que era capital de su familia, por lo demás se quedó con todo y con eso aseguraba el resto de su vida sin altibajos, sobresaltos, ni inconvenientes. Ciertamente se había sentido algo decepcionado de que el castaño ni siquiera intentara pelear por sus demandas, pero así era el de Sagitario, no era capaz de hacer algo en su contra.

—Es la naturaleza de cada quien—dijo.

Si, eso era lo que le había dicho el de cabellos celestes al de los Sagitario cuando le informó del divorcio, cuando le pidió, casi le suplicó porque buscaran solucionar las cosas entre los dos, pero sencillamente no quería, tan solo le importaba continuar con su vida. Su naturaleza no era la de un compromiso ni mucho menos la de ser pobre, nada de eso, jamás dejaría de ser Afrodita de Piscis.

En ese momento se distrajo pues llamaban a la puerta de su suite, cuando abrió se encontró con un mensajero que le llevaba un enorme arreglo de flores, firmó de recibido y no tardó en registrar la nota que lo acompañaba. Leyó el nombre ¿Quién era ese? Hizo un poco de memoria, claro, era el sujeto de la semana anterior, se trataba de un industrial que estaba en viaje de negocios y que en sus propias palabras Se sentía fascinado por su belleza inigualable. Pero lo cierto era que el de cabellos celestes no estaba interesado de ninguna manera, hizo a un lado la tarjeta y las flores quedaron en la basura, no le importaba que alguien se dijera sublimado por su belleza, eso lo sabía desde que era niño, no le contaban nada nuevo, sería solamente un hombre más que había pasado por su cama.

Aunque en ese momento no podía sino aceptar que ninguno de ellos podía compararse con Aioros.

Era algo que no podría creerse de manera inmediata pero para el de los Piscis que lo había vivido no quedaba duda alguna que ese castaño podía hacer estremecer a un compañero. La manera en que lo tocaba y le hacía el amor había sido mágica, debido a su naturaleza gentil y amable nadie esperaba que pudiera ser capaz de una pasión verdaderamente animal, lasciva, salvaje, oculta en su interior y solo revelada ante él. Tuvo que morderse el labio y sonreír, esas noches con el castaño habían sido inolvidables. Tuvo que reírse con humor, él mismo eligió dejar eso atrás, estaba por su cuenta ¿Qué le hacía falta?

Intentando distraerse y buscando pensar en algo por hacer tomó el diario que estaba junto a la charola de su desayuno y se dispuso a leerlo. Descartó prontamente varias secciones hasta que quedó en el segmento dedicado a los eventos de sociedad, lo que encontró en la primera página lo puso lívido. Estaban cubriendo la noticia de un evento de caridad, se trataba de una entrega de premios de parte de la fundación de los Sagitario para estudiantes que podrían terminar sus estudios gracias a sus excelentes notas, además de brindárseles una fiesta. Ese no era el problema. La cuestión era que aparecía una foto a todo color de Aioros vestido elegantemente y sonriendo…llevando del brazo a Mu de Aries.

El de los Piscis tomó las páginas y las estrujó para después arrojarlas a un lado con rabia, no lo podía creer ¿Aioros con ese espantajo? ¿Ese insignificante que no tenía belleza ni gracia ni estilo? Por favor ¡Ni siquiera tenía cejas! Con sus saltones ojos verdes y esos cabellos con un horrible tono lavanda. Y siempre habían sido más o menos los argumentos que había tenido contra Mu de Aries, Mu, el único hombre que pudo echar por tierra sus planes de matrimonio con el de Sagitario mientras duró su búsqueda por asegurarse un sitio en la vida del de mirada parda ¿Qué le veía Aioros a ese caballerito con tanta gracia como una oveja perdida? El de cabellos lavanda no venía de una familia prominente ni de ilustre apellido, tan solo eran amigos porque se habían conocido en un campamento para apoyar a niños de bajos recursos.

¿Cómo había sucedido? No lo sabía pero no pensaba permitir que nada de eso continuara. Estaba convencido que Aioros aún sentía algo por él, era un alma compasiva y que olvidaba las ofensas. Si. Tenía a su favor las cartas de la sensibilidad y sentimentalismo del castaño, no sería ese Mu de Aries quien se quedaría con Aioros de Sagitario, de su cuenta corría que las cosas no iban a salir a su favor.

En ese instante llamó a su estilista, una casa de modas y por una limosina, tenía que prepararse y estar listo, esa misma noche habría un evento para recaudar fondos y sin duda Aioros estaría ahí, no pensaba permitir que Mu se quedara con Aioros.

 

**********

 

La noche era entretenida y divertida, al menos para Aioros estaba resultando encantadora, tal vez el evento no daba para tanto pero mientras estuviera en compañía de Mu no podía sino sentirse contento. Se reía y disfrutaba en verdad de haber salido de su ensimismamiento, ni siquiera tenía tiempo ya para estar pensando en su separación, eso parecía muy lejano comparado con tener al de Aries en su vida. Y el de cabellos lavanda no dejaba de hacerlo sonreír, tenía una manera muy especial de recordarle lo que valía la pena y de apoyarlo para que siguiera adelante, no sabía que hubiera hecho de no tener al de cabellos lavanda a su lado.

—Que bueno que te decidieras a aceptar venir Aioros—comentaba Mu—Si seguías encerrándote serías tan sociable como un hongo.

— ¿No te gustan los hongos Mu?

—Solo en ensaladas.

Siguieron tomados del brazo paseando por el salón, saludando y dejando que los saludaran, se veían contentos y para quienes sabían de la separación del de mirada parda no podían sino sentirse satisfechos de verlo salir de su encierro y seguir con su vida. Ese joven a su lado parecía hacerlo muy feliz ante lo cual nadie tenía nada que decir en contra.

La pareja estuvo en el lugar charlando y conviviendo, bailaron algunas piezas y sobre todo no dejaban de mirarse a los ojos con adoración, no se engañaban en que había sentimientos entre ellos, aunque probablemente estaba más dispuesto a discutirlos el castaño pues el de cabellos lavanda prefería siempre ser más contemplativo que activo, sobre todo tomando en cuenta que el castaño había pasado por una separación complicada.

Eso no había evitado ya algunos roces y besos, miradas cómplices pero no había una declaración completa y formal. No hasta ese momento.

Habían logrado escabullirse de los conocidos para alcanzar uno de los balcones del antiguo palacio transformado en museo en el que se celebraba el evento, un hermoso sitio para estar a solas. Apenas estuvieron a solas Aioros abrazó al de la familia Aries con ternura y sin soltarlo lo besó dulcemente.

—No sabes lo feliz que me siento contigo Mu.

—Lo sé—le decía el de mirada verde sin poder apartarse de su lado.

El de cabellos lavanda era un muchacho fuerte y decidido pero en el terreno romántico podía ser muy dulce y delicado, de suaves maneras y tierno corazón, fascinado como estaba con el de mirada parda se sentía increíblemente dichoso de poder compartir una existencia. Así era con él, se entregaba y se entregaba con todo, sin dudas ni dobleces, por completo. Volvieron a besarse y se abrazaron, cuando el de Sagitario buscó su rostro tenía una confesión que hacer.

—Te amo Mu.

—También te amo Aioros.

Al de ojos verdes le encantaba el sonido de su voz cuando decía el nombre de su compañero, amaba escucharlo decir su nombre. Pero alguien más lo llamaba en ese instante.

—Será mejor que vengas Mu—decía Aioria apareciendo en el lugar—Debes varios saludos.

Los enamorados se miraron entre si, había conocidos en el lugar y no podían pasar desapercibidos.

—Será mejor que vaya—decía el de los Aries—Shaka, Aldebarán y Death Mask pueden ser acechadores peores que un sabueso.

—Ve, te alcanzó en un instante—decía el castaño sonriendo.

Vio a su joven amor y a su hermano alejarse, se sentía contento de que ellos dos se llevaran bien, todo un contraste de lo que había sido en su matrimonio pues su hermano no ponía un pie en su casa, se veían por fuera con tal de no encontrarse con Él, como llamara al de mirada celeste. Sus amigos estaban ahí ansiosos por verlos como pareja y felicitarlos, no estaba nada mal su vida y sonrió pensando en ello. Mu era su vida ahora. Respiró con profundidad y cuando estaba por dirigirse al salón escuchó algo más, algo que sin poderlo evitar lo impactó.

—Aioros.

Dio vuelta lentamente. Ahí estaba él.

—Afrodita.

 

**********

 

Ahí estaban los dos, de frente, desde que se concluyera el divorcio no se habían vuelto a ver, resultaba una sorpresa aunque no para el de los Piscis, él había calculado muy bien sus movimientos antes de presentarse y lo hacía como estaba acostumbrado a hacerlo: deslumbrante de belleza.

—Querido Aioros.

Diciendo eso se acercaba lentamente al de los Sagitario, con pasos tan suaves que casi parecía flotar. Una de las grandes habilidades del de mirada celeste era que ya fuera en movimiento o permaneciendo estático se rodeaba de un aura imposible de ignorar. Ya el de mirada parda había vivido ese efecto antes, como la luz que atrapa a una mariposa. Sabiendo que el de ojos castaños estaba bajo ese influjo el de mirada celeste se decidió a no perder el tiempo, caminó hacia él y pasó sus manos alrededor del cuello del otro. En un primer momento el de cabello castaño intentó alejarse pero el que fuera su esposo no estaba para retroceder.

—No puedo creer que te presentaras en  este sitio Afrodita.

—Me invitaron también Aioros—decía con toda la inocencia que podía.

El castaño lo sujetó por los brazos buscando que lo soltara pero el de mirada celeste solo cambió un poco de posición, sujetándolo por los brazos a su vez, sonriéndole y agitando sus pestañas.

—Quise venir en cuanto supe que tú vendrías Aioros.

— ¿Qué es lo que quieres? Te quedaste con todo lo que querías Afrodita ¿Qué buscas ahora?

El castaño trataba lo mejor que podía de mantener su voz en un tono aceptable para no atraer curiosos pero el de cabellos celestes lo notaba y estaba completamente dispuesto a presionar.

—Aioros, mi Aioros, no sabes lo mucho que te he extrañado mi amor.

—Afrodita…

—Separarme de ti ha sido el error más grande de toda mi vida.

El de Sagitario retrocedió con los ojos abiertos de asombro y horrorizado, pero el de Piscis no perdía ni un paso, no se apartaba, necesitaba jugar bien sus cartas y en ese instante dio inicio el espectáculo de las lágrimas, el falso fluido rodaba por sus mejillas desde sus ojos brillantes e implorantes.

—Aún te amo Aioros.

El de ojos castaños sentía que tenía que escapar de ahí, no dejarse atrapar, como si estuviera al filo de una trampa en la que se resistía a caer pero al mismo tiempo se sentía impulsado a estar ahí.

—Afrodita, por favor, no llores.

Intentando controlarlo colocó sus manos sobre los hombros del bello joven de mirada celeste.

—Quiero creerte—decía el de Sagitario—Pero fueron demasiadas mentiras Afrodita y ahora estoy con Mu. Lo amo y…

—Aioros, lo lamento tanto—suplicaba sujetándolo de las solapas de su smoking— ¡Por favor Aioros! ¡Perdóname! ¡Quiero estar contigo! ¡Quiero volver a tu lado! ¡Yo, yo, yo te amo!

El castaño cerró los ojos agitando la cabeza buscando una explicación, como si negara todo, a escuchar lo que escuchaba.

—No, no puedes volver conmigo Afrodita…

Pero no pudo terminar con la frase pues fue interrumpido, Afrodita lo silenció con un beso casi a la desesperada. Sorprendido la mente del castaño se puso en blanco y abrió los ojos pero solo para ver a Mu alejarse velozmente.

Sorprendido y horrorizado de si mismo apenas si encontró la fuerza para apartarse de Afrodita.

— ¡Mu, no es lo que parece! ¡Mu!

Pero sus palabras llegaron demasiado tarde, el de Aries se había ido y lo hizo llorando, por eso no vio la manera en que un satisfecho Afrodita sonreía por lo que había conseguido.

 

**********

 

Aioros se levantaba lentamente de la cama, se acomodó la camisa y se encontró ante un espejo a unos cuantos pasos, tuvo que observar su reflejo: despeinado, a medio vestir y con una expresión que semejaba más a la culpa que a la satisfacción después de lo sucedido la noche anterior. Un poco más atrás de su reflejo se veía la cama desecha y se encontró con el reflejo de Afrodita, envuelto en las sábanas de seda pero dejando ver que estaba completamente desnudo ¿Cómo había sucedido? ¿Cómo pudo permitir que ocurriera? Había pasado la noche con el de cabellos celestes, se habían entregado a una pasión bastante insensata o al menos él lo había hecho.

Afrodita no había cambiado y él lo sabía pero no sabía que hacer, de que manera manejar la presencia de ese hombre de mirada celeste en su vida y en su cama, perdiendo el respeto por si mismo y de paso el de sus amigos, el de su hermano incluso quien no lograba comprender que de nuevo estuviera con un hombre que le había destrozado la vida una vez ¿Qué era lo que había hecho? Una vez más era la marioneta del de Piscis, sin decir nada ni reprochar nada y permitiéndole que tomara todo lo que tenía que ver con su vida. Afrodita había ganado. Ahora él estaba aislado de las personas que lo querían aunque a algunos les pareciera que tomaba la mejor elección pues después de todo los Piscis habían sido una familia importante y con su nombre enraizado en varias generaciones.

Lo miraba de nuevo a través del espejo mientras se estiraba sobre el colchón pero por primera vez se daba cuenta que no sentía nada por él, nada excepto disgusto. No podía continuar de esa manera, no podía permitirse a si mismo quedar en la trampa de Afrodita de nuevo.

Ya habían pasado unas semanas desde esa supuesta reconciliación entre el de Sagitario y el de Piscis pero a cada instante el castaño se sentía más y más frustrado, sin más ese mismo día fue interrumpido de una junta importante por una llamada de Afrodita. Sintiéndose irritado y apenas pudiendo disimularlo aceptó la llamada. Respiró profundo antes de hablar.

— ¿Qué es lo que quieres?

Intentaba sonar educado por lo menos.

—Hice reservaciones para esta noche en Crais—se escuchaba desde el otro lado de la línea—Debes estar ahí a las siete en punto, enviaré una limusina a recogerte.

—Lo lamento, trabajaré hasta tarde.

Aún sin verse casi sentía que podía ver el rostro del de mirada celeste, arrogante y enfadado de que se atreviera a llevarle la contraria.

—Siempre tenías tiempo para mí antes Aioros ¿O acaso se te olvidó que estamos juntos de nuevo? Estúpido egoísta.

—Solo porque me he acostado contigo no significa que estamos juntos Afrodita.

— ¿Así que acostarte conmigo no significa nada? Vaya, supongo que tienes otros planes ¿Acaso esa sabandija de Mu te ha buscado de nuevo?

—Déjalo fuera de esto Afrodita—le dijo como una advertencia—Nunca quiero escucharte decir su nombre.

—Que sensible, después de cómo lo trataste en la gala no me extraña que prefiera largarse a su tierra que volver a verte—con tono de burla agregó—Eres débil Aioros, siempre lo has sido. Sin mi no eres nada, solo un debilucho sin agallas para nada. Debes estar listo para las siete de esta noche o te juro que haré que lo pagues.

La llamada se terminó.

Aioros maldijo en silencio, echando su cabeza hacia atrás en el sillón ejecutivo que ocupaba. Para Afrodita nada importaba, no sus sentimientos ni sus opiniones, solo estaba ahí para complacerlo en lo que deseara. Pero ya estaba decidido por algo, iría a esa cena esa noche y sería la última vez, tenía que terminar con esa relación tan terrible que había entablado con el de Piscis. Y era para siempre. Solo le quedaba rogar y que sus esperanzas de poder volver a ver a Mu se cumplieran, pero necesitaba hacer algo más. Abrió un cajón de su escritorio, el que contenía cuestiones personales, sacó un pequeño estuche que contenía una especie de perlas de color transparente y tomó una de inmediato.

Se trataba de contraceptivos.

Había encontrado en la basura por casualidad cuando se le cayó su reloj cajas de medicamento para la fertilidad y una prueba de  embarazo, supo que Afrodita estaba buscando una nueva manera de atraparlo. Había soñado con tener hijos, fundar una familia, pero no de esa manera, así que a pesar de añorar ser padre no estaba dispuesto a conectarse de esa manera con Afrodita, ni de esa ni de ninguna otra. Por otra parte no podía evitar cierta satisfacción al pensar en el de mirada celeste frustrado por no lograr embarazarse. Claro que eso no evitaba que sintiera cierta culpa por lo que hacía, no estaba de acuerdo en voluntariamente negarse a tener hijos pero se comprendía mejor a si mismo. No detestaba a Afrodita, no lo odiaba, sencillamente no le importaba lo que sucediera con él.

Había hecho más que nadie por ese joven, amándolo por encima de todo pero no había sido suficiente, el de ojos celestes nunca lo había amado, nunca sería capaz de amar a otra persona, solo se amaba a si mismo. Y él ahora simplemente lo quería fuera de su vida y mientras más pronto mejor y si para eso tenía que ser el que riera al último solo era como un premio.

 

**********

 

Aioros entró al restaurante a la hora indicada, no tardó en descubrir la figura de Afrodita, bellísimo y tan seguro de si mismo, convencido de que lo tenía a él completamente a su merced. Se acercó a la mesa y lo vio estudiando la carta, de hecho estaba terminando de ordenar por ambos, aunque el castaño pensaba en que si quería ordenar una cena costosa en el restaurante más costoso de la ciudad tendría que ser el de mirada celeste el que pagara. No dijo nada al sentarse a cenar y cuando les llevaron la comida la probó con bastante gusto, los precios eran altos pero definitivamente la comida lo valía.

El de cabellera celeste agitó sus pestañas y por vez primera el castaño se dio cuenta de cuanto le desagradaba que hiciera eso, pero el otro empezó con el tema que quería de inmediato.

—He hablado con algunos organizadores—decía Afrodita—Creo que es momento de planear nuestra nueva boda, debe ser mejor que la anterior.

— ¿Qué?—preguntaba el de Sagitario arqueando una ceja y mirándolo de frente— ¿Desde cuando piensas que nos casaremos de nuevo?

—Desde que encontré que estoy esperando un hijo, lo confirmé hoy.

— ¿Esperas un hijo?

—Así es, no puede haber un hijo natural de los Sagitario corriendo por ahí ¿No te parece?

Pero si algo no se esperaba con esa revelación el de mirada celeste fue la forma en que reaccionó Aioros. Primero apretó los labios con la mirada brillante pero no pudo contenerse y soltó una carcajada abierta y sonora, jamás lo había visto reírse de esa manera.

—Aioros, contrólate, me estás avergonzando.

Miraba nerviosamente alrededor notando que algunos comensales volteaban a verlos y comentaban de lo que pasaba. Pero para el castaño era simplemente hilarante que en verdad creyera que estaba esperando un hijo suyo, como si diera por hecho que lo tenía atrapado por completo a lo que quisiera y deseara. El de ojos celestes terminó golpeando con el puño sobre la mesa.

— ¡Basta! ¡Deja de reírte!

El de mirada castaña logró contenerse un poco y decidió que lo mejor era hablar.

—Afrodita, si esperas un hijo no es mío.

— ¿Qué…? ¿Qué…? ¿Qué estás diciendo?

—Estoy diciendo que es todo Afrodita, que lo de un hijo no es sino una mentira más de tú parte, de toda esa red de manipulación que siempre has tejido. Así que o me estás mintiendo ahora o mejor hablas con tu entrenador personal o tu instructor de esquí o que sé yo de con quien más te enredaste.

— ¡Aioros! ¿Cómo puedes hablarme de esa manera? ¿Cómo puedes avergonzarme delante de la gente?—preguntaba mirando alrededor sintiéndose más nervioso a cada instante.

—No necesitas ayuda para avergonzarte a ti mismo.

Sin esperar por más sacó el pequeño estuche de perlitas y se lo mostró. Con manos temblorosas el de Piscis lo tomó y reconoció lo que era.

—Pero…pero…

—Pero…pero…—decía el castaño burlándose de él—Son cien por ciento efectivas Afrodita.

Vio como todo su rostro se llenaba de incredulidad, como si dijera ¿Cómo fue posible que tú me engañaras? Había sido capaz de manipular las cosas sin que lo supiera y ponerlo en desventaja por completo. El castaño se limitaba a observarlo del otro lado de la mesa, en silencio contemplaba como su corona de rey de la manipulación había caído y se rompía en pedazos a sus pies. Tal vez no debía sentirlo pero definitivamente disfrutaba de esa victoria sobre él. El de mirada celeste nunca estaría satisfecho, había tanto en su mente pero casi nada en su corazón, lo amó pero ya no podía hacerlo, ya no era nada en su vida.

—Pero Aioros—decía suplicante el de mirada celeste—Tiene que ser tuyo. No puedo estar esperando un hijo de un simple sirviente. Debes hacerlo pasar por tuyo, lo sea o no ¡Aioros, debes ayudarme!

Tenía esa expresión de cachorrito abandonado, suplicando por ayuda. Pero Aioros se levantó de la mesa.

—Lo lamento Afrodita, estás por tu cuenta ahora. Cualquier cosa tuya que estuviera en mi casa ya fue enviada a tu dirección y cambié las cerraduras además cancelaré mis números telefónicos.

— ¿Cómo? ¿Por qué?—preguntaba sin terminar de creer lo que escuchaba—Aioros…

—Se terminó Afrodita. Ya no te amo y nunca debí dejarte volver a mi vida. Eres manipulador, odioso y no te importa nadie que no seas tu mismo. Y siempre serás de esa manera sin importar  cuanto te ame otra persona.

Diciendo eso cerró los ojos pero al abrirlos pudo darse vuelta y marcharse, sabiendo que el de mirada celeste lloriqueaba pero sabiendo que ya no tenía ningún poder sobre él. Se dirigió a su automóvil con el de los Piscis casi pisándole los talones.

— ¡Aioros! ¡Aioros, por favor! ¡No puedes dejarme así!

—Te lo dije Afrodita, se acabó.

Abrió la puerta del vehículo a pesar de los esfuerzos del de cabellos celestes por evitar que se fuera.

—No puedes dejarme así—continuaba el de mirada celeste.

Pero el de mirada parda se limitó a subirse a su auto, cerró la puerta y lo encendía pero escuchando lo que aún tenía el otro por decir.

— ¡Te detesto Aioros! Sabes muy bien que es sabandija de Mu jamás podrá darte lo que necesitas en realidad. Es como yo ¡Solo estará contigo por lo que tienes! ¡Por tu fortuna! ¡Aioros!

Podía escucharlo gritar al alejarse pero sabía bien que era cierto, ese era el final entre los dos.

—Lo lamento Afrodita—se dijo a si mismo—Pero no puedo continuar a tu lado, ya no más.

No era bueno para él, nunca lo había sido y ahora estaba terminado.

Su celular sonaba pero apenas vio el número que llamaba lo apago, era Afrodita, sin duda aún gritando y llorando, prefería no responder.

—Te equivocas Afrodita—se decía casi con una sonrisa—Mu no es como tú. Quizás un día comprendas porque lo nuestro no funcionó, porque ya no puedo amarte. De verdad espero que un día seas capaz de comprenderlo.

Se alejó velozmente pensando simplemente en el camino que debía tomar para intentar recobrar su felicidad y eso sería aún más complicado que terminar con Afrodita.

 

**********

 

Mu de Aries intentaba gritar a través de la mordaza sobre su boca mientras se debatía desesperadamente intentando liberarse o al menos descubrirse los ojos pues el ser víctima de un secuestro no le daba sino una profunda sensación de querer verse libre ¿Quién iba a pensar que una sencilla salida a comprar algunos víveres iba a terminar en un rapto?

—Por favor joven Aries, tranquilícese, no se encuentra en peligro.

A pesar de que la voz era cortés y genuinamente amable el de cabellera lavanda no pensaba darse por vencido ni convencerse de que todo estaba bien, no se podía esperar que maniatado, amordazado y a ciegas se sintiera a salvo y que nada iba a ocurrirle. Aunque le daba la impresión que alguna vez había escuchado esa voz pero no estaba seguro, su concentración en el tema se vio interrumpida cuando sintió que el vehículo en que lo llevaban se detenía ¿en dónde podría estar? Como fuera lo sacaron del automóvil y después de lo que le pareció una eternidad fue transportado a través de lo que asumió era un ascensor.

Finalmente se detuvieron y fue sacado de ahí para quedar en otro sitio, escuchó como se abría una puerta, pudo colocar finalmente sus pies en tierra firme y lo dejaron en una cómoda silla de terciopelo ¿Qué era lo que estaba sucediendo? ¿Qué buscaba esa gente? ¿Qué querían de él? No lo sabía y no podía imaginárselo siquiera.

—El señor vendrá en un instante—escuchó a la misma voz.

La conocía, no estaba seguro del cómo o el porqué pero sabía que la había escuchado antes. Como fuera eso no le importaba tanto como volver a buscar liberarse y gritar a pesar de la mordaza.

—Mu, por favor, tranquilízate. Estás a salvo.

El de cabellos lavanda se quedó quieto, esa voz si que la reconocía, a pesar de la venda y la mordaza sabía de quien se trataba aunque aún estaba sorprendido de que fuera justamente él.

— ¿Aioros?—preguntaba de manera casi inentendible.

Le quitaba la cinta de la boca y la de los ojos, gracias a eso pudo ver que sus sospechas eran ciertas, ahí estaba el castaño, mirándolo con disculpa y esperanza. En ese momento recordó también porque le parecía familiar la otra voz, era la del jefe de seguridad del castaño, solo lo había visto una vez pero no esperaba que se prestara en semejantes cosas.

—Aioros ¿Qué significa todo esto?—preguntaba bastante sorprendido y enfadado el de ojos verdes.

—Solo deseaba que pudieras escucharme Mu.

—Más te vale que me dejes ir o te juro que gritaré tan fuerte que me escucharan hasta otro estado.

—No lo hagas, por favor, solo quiero hablar contigo, cálmate Mu, por favor.

El de cabellera lavanda sentía como eran soltadas lentamente sus amarras, que habían sido hechas con bastante cuidado para no lastimarlo.

— ¿Qué es lo que quieres Aioros?—preguntaba el de ojos verdes conteniendo las lágrimas.

No era para menos después de la manera en que se habían separado, sintiéndose terriblemente humillado de verlo besándose con Afrodita de nuevo.

El de mirada parda por su parte estaba de rodillas ante él terminando de soltarlo y notando ese tono calmado pero frío, gélido.

—Quiero hablar contigo Mu, es lo que quiero.

— ¿Y pensaste que secuestrarme y traerme amarrado hasta aquí iba a hacer que te perdonara?—preguntaba conmocionado.

—No Mu, yo, pero he intentado hablarte, buscarte, entrar en contacto contigo pero tú no querías saber nada de mí—decía suplicante—Estaba desesperado, no sabía que más hacer.

—Aioros…

—Todo lo que quiero es que me escuches.

En ese momento terminó de desatar sus tobillos.

—Solo escúchame Mu, si después de eso aún quieres irte no te lo impediré, pero por favor, no te vayas hasta escucharme.

El de cabellera lavanda se frotó las muñecas y con una agilidad envidiable dio un salto veloz alejándose de la silla para alcanzar en solo cuatro pasos largos la puerta.

—Mu, por favor…

Ya tenía la mano en el picaporte pero el de ojos verdes se quedó como congelado, se decía a si mismo que no podía quedarse ahí, que simplemente debía abrir la puerta y marcharse, quedar libre de Aioros de Sagitario y que eso sería lo mejor. Sin embargo, a pesar de su instinto, se quedaba ahí y aún pudo decir algo volteando a ver al de ojos castaños.

—Tienes cinco minutos Aioros, no más—declaró con voz seca.

El de mirada parda respiró con profundidad y se le acercó suavemente y despacio, tomó sus manos con dulzura y mirándolo a los ojos empezó a hablar y lo hacía desde el fondo de su corazón.

—Antes que nada debes saber que Afrodita está completamente fuera de mi vida, para siempre. Tengo una orden de restricción para probarlo.

A pesar de sentir que no debía hacerlo el de mirada verde sonrió, se imaginaba la expresión de furia del de Piscis cuando supo de eso. El de Sagitario se relajó un poco al ver esa sutil sonrisa en su rostro.

—También quiero decirte que dejarte fue el error más grande que pudiera cometer en mi vida, volver con Afrodita fue una completa equivocación—le aseguraba con sinceridad—No sé que me sucedió, es como si hubiera enloquecido temporalmente o algo así y sé que no es una excusa  y decirte que lo lamento no parece ser suficiente. Te herí—dijo con dolor—Te herí Mu y es algo que no puedo perdonarme. Uno de los momentos más difíciles de mi vida fue saber que te hice llorar esa noche, en el baile. Sentí como si mi corazón se rompiera—respiró profundamente antes de continuar—No tengo derecho de pedir tu perdón, mucho menos tu amor pero si al menos tengo la más pequeña, la más mínima, la más humilde de las esperanzas de un futuro para nosotros, entonces, no puedo rendirme.

Sus dedos se entrelazaban con los del otro joven.

—Por favor Mu, di algo.

El de mirada verde lo observó, sus castaños ojos en juego con sus castaños cabellos; sabía que aún los enamorados cometían errores algunas veces, como cualquier otra persona podía tropezar y perder su sensatez, que podía lamentarse por las cosas que hacía o decía en esos instantes, por las lágrimas que provocó pero ¿Podía perdonarlo y abrir su corazón de nuevo hacia él? Sentía esas gentiles, fuertes manos que sostenían sus manos. No podía sino comprender que el de Sagitario era un hombre tan lleno de amor y compasión que era incapaz de dejar ir las cosas que había amado hasta que estaba absolutamente seguro de que no quedaba nada de amor.

Había amado a Afrodita, no podía negarse eso, y había querido agotar todas las posibilidades de ese amor, no podía dejarlo ir hasta que ya no quedaba nada. Sabía que ahora que reconocía eso no quedaba razón alguna para dudar de él, a pesar de los sentimientos de traición, de traición y humillación, que aún anidaban en su interior.

—No lo sé Aioros.

Pero diciéndole eso tenía que luchar contra esa pasión naciente que lentamente se forjaba en su interior, no podía pensar claramente en ese estado.

—Esto no es justo Aioros, no puedo pensar si estás tan cerca.

—Mu.

Diciendo eso el castaño acariciaba su antebrazo, su brazo, su hombro, su cuello, hacía que sus cuerpos quedaran aún más cerca.

—Había soñado con el día en que pudiera tocarte de nuevo Mu, estrecharte entre mis brazos—diciendo eso lo besaba en el cuello y la barbilla—No me he sentido completo desde que te perdí ¿No lo ves? Solo tú puedes completar este disperso e incompleto rompecabezas que soy. Tú eres la pieza que falta.

Y era verdad, lo sentía desde el fondo de su corazón, sin el de ojos verdes su mundo estaba acabado. Pero también comprendía que el de los Aries no pudiera confiar en él, así que haciendo acopio de su fuerza de voluntad se separó del de cabellera color lavanda.

—Tienes razón Mu, no debería tocarte siquiera, me detestas, no soy nada sino un perfecto imbécil para ti. Puedo pararme aquí y decirte todo el día cuan equivocado estaba y tú aún así no me creerás ni confiarás en mí. Pero tienes que creerme Mu…

Quiso tocarlo de nuevo pero el de cabellos lavanda se alejó.

—No puedo soportar esto—decía el castaño sufriendo—Quererte, necesitarte tanto cuando tú probablemente nunca me querrás cerca de nuevo—se alejó del de Aries—Te amo Mu y sé que voy a amarte para siempre. Quería tu perdón para poder volver a estar juntos, para poder ser tuyo. Comprendo que no puedas quererme de nuevo pero por favor, moriría si me odiaras.

El de mirada parda sentía que después de lo ocurrido entre ellos todo en su vida había sido un error, que la fe en él por parte de ese encantador caballero de mirada verde se había ido pero lo amaba y siempre lo haría, no podía sino preguntarse si el de los Aries aún sentiría algo por él, si podría perdonarlo y abrirle la puerta de su corazón una vez más. En cuanto a Mu solamente podía verlo, con sus brazos alrededor de su pecho, notando ese temblor que sabía era por lágrimas silenciosas. Su corazón se rompió al verlo sufrir de esa manera. Pero él también había sufrido y cierta parte quería que pagara por ello, sin embargo aún lo amaba y esa era la parte que estaba siendo más fuerte en esos momentos.

—Haría cualquier cosa por volver a tenerte en mi vida Mu—decía con agonía el castaño—Por favor, por favor, permíteme estar en tu corazón de nuevo.

El de Sagitario solo escuchaba el silencio y pensó que se había marchado, pero justo en ese momento unos brazos lo estrecharon por la cintura y una frente se apoyó contra su espalda.

—Aioros, solo ámame Aioros, nunca me dejes ir de tu lado.

El de mirada parda se dio vuelta y lo tomó entre sus brazos haciendo que sus labios se encontraran en un gentil pero ansioso beso. No podían volver a separarse, juntos lo eran todo, separados siempre los acompañaría el vacío, no había espacio para las dudas ni el pasado, se trataba del presente y que estaban juntos otra vez, de nuevo y para siempre.

 

**********

 

Ninguno de los dos podía posponer más el amarse, hacerlo de manera completa y que había quedado como un asunto pendiente entre los dos, así que el de cabellos castaños cargó entre sus brazos al de mirada verde y lo llevó al dormitorio pues estaban en el departamento del de Sagitario. Lo llevó a la cama con suavidad para recostarlo y dejarlo ahí, contemplando lo hermoso que era y lo maravilloso y afortunado que resultaba que lo amara, era como un milagro. Uno que podía concederse y estaba dispuesto a ello, se veía en su mirada.

Los dos se estrecharon con suavidad sobre las sábanas, recorriéndose con sus manos y besándose con necesidad, ninguno de los dos necesitaba ocultar que se habían necesitado en la distancia y el silencio, que sus pensamientos más bien difusos se habían ocupado alguna vez de ese instante en que podrían pertenecerse por completo a su compañero al que amaban. Fue Aioros quien empezó a acariciar al de cabellera lavanda con suavidad por su espalda buscando la manera de levantar la camisa y encontrándola se dedicó a disfrutar de esa suave piel que nunca antes había sentido y dejándose llevar por la complaciente aceptación del de mirada verde no se abstuvo de ser más decidido en su búsqueda.

El castaño se sentó en la cama dejando que los ojos verdes lo contemplaran mientras se abría la camisa, la dejaba a un lado y seguía con los pantalones de la misma manera; no era que Mu fuera tan pasivo pero en esos momentos no se sentía capaz de ser él quien pusiera las pautas para su encuentro, se dejaba llevar como una hoja por la corriente de un río, así era la pasión que se despertaba en su interior, caudalosa y vibrante. Con las mismas manos decididas el de mirada parda fue a la vestimenta del de Aries y con una mirada supo que contaba con su consentimiento, fue más suave y despacio, como si buscara que se relajara así que abrió las prendas con lentitud y besaba la blanca piel que resplandecía ante sus ojos.

Ambos quedaron solo en ropa interior para volver a buscarse con los brazos y besarse, se recorrían por el rostro y el cuello mientras unas manos ansiosas no permitían que se apartaran demasiado, el resto de su cuerpo se frotaba para conocerse y despertaba un calor delicioso que los hacía desear más, que no se detuvieran y que solo continuaran con lo que iniciaron. No podían seguir con eso por mucho tiempo, su piel ardía pidiendo más pero aún así no se lanzaron uno contra el otro como desesperados sino que se tomaron unos momentos para contemplarse y sentirse, adaptándose a su forma y a la cálida bienvenida del deseo entre los dos.

Sin embargo no se podía seguir así simplemente, fue Aioros el que no aguardó para bajar por ese cuello como una columna de mármol y se apoderó del pecho y los suaves pezones que entre sus labios se endurecieron provocando que el de ojos verdes gimiera y se curvara sobre su espalda, jugueteó con ellos durante unos instantes combinando sus labios y sus manos hasta que sintió la manera en que el de cabellera lavanda frotaba sus caderas contra su entrepierna y no tuvo objeciones para apoderarse del sitio. Separando con sus piernas los muslos de su compañero dejó que sus virilidades se encontraran y no tardaron en frotarse una contra la otra, a pesar de la tela de por medio era bastante satisfactorio pero aún querían más, todo su ser lo pedía.

Descendiendo aún más por el cuerpo de su amado compañero el de Sagitario se encontró ante la elevación que se notaba a pesar de la tela y sin desear retrasar demasiado el momento apartó la prenda, lentamente, la llevó por las caderas del de ojos verdes y la bajó por sus piernas hasta sacarla y hacerla a un lado, permitiéndose por unos segundos contemplar al de Aries, desnudo y anhelante de sus caricias. Sonrió y lo acarició al principio, solo con sus dedos, recorriendo esa masculinidad erguida que se endurecía aún más bajo su toque hasta que el de cabellos lavanda gimió abiertamente, entonces se inclinó y lo besó por la punta.

Mu sentía que esas caricias solo lo enloquecían, que no podía aguardar por más pero cuando intentaba pedirle a su compañero que continuara no salían sino gemidos de sus labios, así que solo le quedaba un recurso y por ello elevaba sus caderas y separaba un poco más sus muslos, ansiando que continuara. Y lo consiguió. El de mirada castaña se inclinó hacía adelante y sin aguardar por nada tomó la punta de su sexo y al mismo tiempo que la estrechaba entre sus labios jugueteaba con la lengua alrededor. Poco a poco era resguardado en el interior de esa boca que lo llevó a su interior tanto como pudo, sin dejar de ser complaciente y despertando algo intenso en sus entrañas, algo fuerte y demandante que en lugar de tranquilizarlo le hacía ansiar mucho más.

Sintiendo que las manos del de Aries se clavaban en sus cabellos castaños pidiéndole que continuara Aioros no tuvo sencillo lograr separarse de su labor pero lo consiguió, de inmediato se apoderó de nuevo de esos labios que le resultaban más dulces que el mejor vino, aunque hacer eso solo era un preludió para lo que en verdad buscaba, que era ese masculino pasaje que poseía el de mirada verde, lo encontró con uno de sus dedos y no tardó en rodearlo y dibujando círculos alrededor logró abrirse camino lentamente, solo un poco, con la primera falange pues no sería sencillo de esa manera. Apartándose un poco humedeció sus dedos con su propia saliva para llevarlos de nuevo al mismo sitio y alistarlo con cuidado, traspasando la estrecha entrada para lograr que se dilatara, que se relajara lo suficiente y solo entonces continuar.

—Hazme el amor Aioros—logró decir suplicante Mu—Ahora, hazlo ahora.

Eso parecía bastante.

Logrando girarse sobre la cama Mu quedó sobre su espalda y Aioros sobre él, no dejaban de besarse, de estrecharse ni de buscarse, con cooperación de ambos fue fácil acoplarse, unos instantes más y ya estaba la firme cabeza del de Sagitario contra la dócil masculinidad del de Aries y fue cuestión de unos instantes para que la traspasara con un solo movimiento, uno determinado y fuerte, apartando esas tibias paredes que lo recibían y sintiéndose increíblemente estrujado por esa estrechez. Hubo movimiento y hubo quietud, se estrecharon y se acariciaron para besarse y también tuvieron que mirarse a los ojos con sinceridad y adoración en la mirada.

—Dime que es para siempre Aioros—le pedía Mu con voz suave y tierna.

—Te lo juro Mu. Esto es para siempre. Te amaré por siempre.

Con esas palabras finales se unieron sus labios de nuevo y sintiéndose dichosos no dudaron en dar rienda suelta a sus sentidos, a esa ansiedad por sentirse y esa especie de necesidad por no dejar de sentir al otro hombre, la búsqueda de su calor y el compartir su intimidad hasta lo último pues no se trataba solamente de sus cuerpos sino de sus almas y corazones. Vino esa agitación intensa que los sacudía desde sus vientres mientras sus cuerpos se buscaban una y otra vez por medio de la rigidez de sus miembros, encontrando de manera casi apremiante un punto en el delicado cuerpo del de Aries que lo sacudió con fuerza y lo hizo apretarse con intensidad contra el cuerpo del castaño que simplemente ya no podía pensar siquiera de manera coherente.

Se dieron una serie de gemidos ahogados y palabras entrecortadas mientras unas exquisitas sensaciones de placer los recorrían como llamas, viajaban a través de todos sus miembros hasta que se unían y provocaban que se arquearan de satisfacción; apenas si podían respirar pues sus pechos se agitaban al mismo ritmo de su corazón que parecía latir con violencia y que en cualquier momento se detendría. Vinieron unos gritos ahogados más, la tensión entre ambos, la fuerza de su orgasmo que se revelaba y los hacía abrazarse con ímpetu, tan cercanos que sus mejillas se encontraban. En ese estado gimieron juntos ante el eufórico clímax que los llevaba hasta el final de si mismos, hasta el punto de no poder desear nada más de la vida misma.

 

**********

 

Después de esa reconciliación y del cumplimiento completo de su alianza un feliz Aioros no podía sino anhelar algo más: casarse con su amado Mu. Y lo hizo.

Ambos tuvieron una ceremonia sencilla solo para sus familiares y amigos más cercanos, no necesitaban de más pues ninguno de los dos era de gustos extravagantes. Se establecieron en una nueva casa, muy bien dispuesta y sobre todo acogedora para ambos. Separados habían sido miserables pero juntos no podían sino ser felices y no había manera de que los demás no se dieran cuenta.

— ¿Qué haces Mu?

Aioros había notado que su compañero llevaba un rato trabajando en algo en un cuaderno de notas.

—Deseo hacer un presupuesto—decía el de mirada verde—Creo que excedimos los gastos de esta semana.

—Sabes bien que el dinero no es problema Mu.

—Lo sé, pero no me gusta despilfarrar ¿Cuánto tiempo serás adinerado si no cuidas tu presupuesto Aioros?

—No lo sé. —Que bueno que me tienes a mí, a veces no sé que harías sin mí. —Espero nunca tener que descubrirlo. Diciéndole eso el castaño se acercó a él y lo besó en los labios con ternura, a lo cual se vio correspondido de inmediato. ¿Cómo no iban a ser felices? Se tenían mutuamente, se amaban, ambos eran sinceros con sus sentimientos, definitivamente contaban con una gran fortuna al estar juntos.     FIN      
Notas finales:

La semana que entra si nada sucede subiré el final de Sonrisa.

 


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