No lo siguió, era mejor razonar su próximo movimiento, ser el cerebro del grupo. El problema es que en su mente sólo le venían imágenes de Byakuya decepcionado, triste de la mentira hecha, le dolía verlo así y lo único que se le venía a la mente era ir corriendo y pedirle perdón, decirle toda la verdad y suplicar misericordia, ignorando totalmente las necesidades de sus… no, también la suya pues se supone que los espadas son uno, nunca se tiene necesidades diferentes a las del grupo.
Se sentó en la nieve fría mientras suspiraba.
-ahora debo… debo pretender…-esa descripción suya le aterraba porque le hacía preguntarse si sólo fingió con Byakuya sino si también con sus hermanos, y de ser así ¿en qué momento… era él mismo?
Escuchó a su mayordomo entrar en a la casa y dirigirse a donde él estaba dándole la espalda leyendo un libro.
-Kuchiki-sama-le llamó y este volteo a verlo-¿Qué hará?
Cerró el libro y se levantó de la silla giratoria.
-nada por el momento. Grimmjow ha aceptado la responsabilidad, tú me has propuesto hacer lo mismo y tengo la opción de mandarlos a detener a todos. Hoy pensaré que haré.
-entiendo.
-¿y tú?
-quiero ver a Grimmjow, por favor.
Lo guió hasta su hermano que tenía atado a la cama de una habitación, dormía después de recibir tantos golpes la noche anterior.
Corrió a él, levantándole la cabeza sin que este despertara.
-¿lo…?
-no, sólo está cansado-dijo neutral. Odiándose porque no mostrará esa preocupación hacia lo que le hizo a él-vámonos.
-quiero estar solo.
Salió, recargándose en la pared después de avanzar un par de metros, la golpeó. Parecía cambiar, de la noche a la mañana ya no eran amantes enamorados. Se retiró a la calle aunque el olor de la lluvia aparecía en el aire.
-Grimmjow, despierta…-le movió y por fin abrió los ojos, quejándose del dolor en todo el cuerpo.
-Ulquiorra…
-Grimmjow ¿Qué haremos?
-¿Qué pregunta es esa? Quítale la evidencia a ese sujeto, desátame y vámonos-dijo con enojo a la idiota pregunta, se suponía que el cuarto espada ya debía saber eso.
-no puedo, sabes que quiero… quedarme…
-al demonio, ese sabe lo que hicimos, no te lo perdonará. Además está loco, por poco y me mata.
-no lo haría.
-está bien. Desátame y yo haré eso.
Bajó la mirada.
-es decisión de Kuchiki-sama lo que hará.
-¡UNA MIERDA SU DESICION! ¡Nadie escoge sobre mi vida!-jaló la cama queriendo ahorcar a su hermano. Sabía lo que dijo anoche pero si podía regresaría con Ichigo y ahí estaba su oportunidad de marcharse y salir de la ciudad.
-déjame convencerlo…
-¿Cómo lo harás?
No quería verlo a los ojos. Ya no quería saber nada del asunto.
Empezó a llover.
-te pregunté que cómo lo harás.
Se levantó del piso con las manos temblorosas.
-Ulquiorra.
-no lo sé.
Sonrió para aguantar el llanto. Eso no funcionaria, estar con alguien no funcionaria. Siempre y en todo pretendía, ahora se daba cuenta.
-yo los ayudo. Luego vendré por ti-salió corriendo, dejando atrás a su compañero que le insultaba a grave voz, ignorando por completo el dolor dentro suyo, escuchando un olvídalo al final que lo llevaría por mucho tiempo clavado en su alma.
Tomó un paraguas y fue a la calle casi por completo vacía. Sentía el agua entrar a sus zapatos, escuchaba con atención el golpe de las gotas sobre la tela de la sombrilla y el de sus pies chapoteando.
El frio no se comparaba a la oscuridad dentro de él. Debía negar el amor que tenía al noble para ayudar a su familia y aun así dudaba que eso ayudará, sin embargo lo seguro era que no lo conservaría.
El pantalón le pesaba por la lluvia que caía diagonalmente, era fría, se quitó un poco el paraguas para ver hacia arriba a la lluvia de noviembre, luego al suelo para no ver más nieve. Se cubrió nuevamente.
Un chico pasó corriendo a su costado mirándolo como si estuviera loco por venir completamente bañado en la lluvia. No le importaba, como deseaba que los ojos de Ulquiorra se rindieran al amor que sentía, sinceramente, por él. No requería más que confesará sus sentimientos y el correspondería sin dudarlo. Sus pertenencias no le importaban, quería conservarlo y que notara, que se diera cuenta, que no debía dar el corazón entero a uno u a otro.
Tiritaba bajo el agua.
Un tiempo, quizá era lo que necesitaban. Tiempo.
Y a alguien.
Estaba cansado de estar solo y Ulquiorra también.
-Kuchiki-sama-dijo al verlo venir a él empapado de todo el cuerpo y con la mirada perdida.
-Ulquiorra.
Se quedaron frente a frente. Esperando.
Se agachó, entró bajo el paraguas y lo besó.
¿Qué sentía? ¿Qué realmente sentía?
El que finge.
Un mentiroso.
No sabía, de nada estaba seguro.
Corrió lejos, llorando, enojado consigo mismo y con Kuchiki, con Grimmjow, con Starrk y todos.
No quería a nadie cerca aunque con la carrera buscara al final a alguien.
Se resbaló con el agua-nieve y lloró de desesperación en el piso, con el paraguas girando a la izquierda y luego a la derecha por el viento.
Lo levantó Byakuya.
-lo único que quiero-le dijo abrazándolo y acariciando el húmedo cabello del espada-es que me digas qué quieres.
En sus brazos no podía negar lo que su corazón encerrado le decía.
-no puedo seguir con esto. Sólo fue un sueño.
Lo soltó.
Olvidó el robo, la vergüenza, el amor y a Ulquiorra quien se marcharía esa misma noche y él retiraría la querella.
Todo acabó con la lluvia de noviembre.