Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Abrigo por zion no bara

[Reviews - 14]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Es solo un fic corto con una pareja que nunca he usado pero quise intentarlo, espero que les guste.

Notas del capitulo:

Es una nueva pareja para mí pero quise intentarlo, es lo que sucede cuando se quedan despiertos en una noche bastante fría, se tienen ideas bastante particulares.

 

Las misiones apestaban. Ese era el pensamiento de un caballero de Piscis que se sentía en la peor misión que le habían encomendado ¿Incluso cuando supuestamente servía a Hades? Se dijo que si porque ahora tenía un frío que lo calaba hasta los huesos y no dejaba de titiritar procurando concentrarse en algo que no fuera el frio que sentía ¿Por qué no lo habían mandado a otro sitio? ¿Uno más cálido? Pero no, tenía que estar en medio de la nada congelándose en su soledad.

Habían pasado casi tres horas desde que Camus se fuera dejando a un tembloroso Afrodita de Piscis decidido a meterse en su saco de dormir. En circunstancias más ideales el de mirada celeste hubiera encontrado en semejante actividad un placer culpable, excavando en las pertenencias del otro esperando encontrar algo, lo que fuera, que le revelara algo acerca de ese enigmático hombre. En cualquier otro momento hubiera arriesgado su cabeza (y de hecho apostaba que ese era un escenario probable tratándose del de la onceava casa) por encontrar un fotografía, un mechón de cabello, cartas, lo que fuera, cualquier cosa que hiciera aparecer al de cabellos azules, bueno, a sus ojos más…humano. No encontraba mejor palabra para definir lo que pensaba.

Pero no.

Afrodita tan solo sentía el frío, un tipo de clima que en sus propias palabras le estaba congelando el trasero, la ropa que usaba resultaba bastante pobre para el clima que estaba viviendo, extremo clima de Antártida que por alguna razón no creyó que fuera a ser tan grave o que al menos podría manejar mejor. El aire helado golpeaba contra los muros de la precaria construcción de madera que debía protegerlos, no había ventanas así que no sabía que pasaba afuera pero tampoco estaba seguro de querer saberlo. Había escuchado que en ese tipo de climas el frío era tal que el hierro podía romperse como si fuera cristal y que incluso podían congelarse los ojos.

Intentaba dar unas vueltas por el lugar para encontrar algo de calor, sentía que sus dedos estaban entumecidos, traía encima su bolsa de dormir completamente abierta pero no era suficiente, así que el tomar la de su compañero ya le parecía más una necesidad que un capricho. Quizás Camus, tan quisquilloso como era, lo matara por ello pero se decía que al menos moriría calientito.

Sabía que la misión no era tan peligrosa, se trataba de un patrullaje simplemente pero aún así se debían tener algunas precauciones, incluso el que Camus saliera de la casa con un clima semejante le decía que era el de cabello azul el que se estaba arriesgando, no solo el clima sino también la fauna del lugar, alguien podía perderse fácilmente en ese sitio o ser atacado por algo que pesaba una tonelada o más, como un león marino o un oso polar. Claro que el de Acuario era un caballero y eso no sería complicado de combatir pero friolento por naturaleza Afrodita no estaba para pensar con demasiada claridad.

Además Camus había salido porque necesitaban algunos suministros, viajando una distancia algo considerable para llegar a la población más cercana (que definitivamente no estaba muy cercana) y eso solamente porque llevaban algunas cosas, lo indispensable, pero él las había perdido. Fue un accidente pero no escuchó ni un reproche de parte del otro e incluso se había ofrecido para ir por lo que necesitarían, él no lo acompañó porque ¿Quién pensaría que haría tanto frío? Estando como estaba en eso de cubrirse del clima el de la última casa se metió una chaqueta que era del de Acuario, olía a él, incluso su aroma era extraño, no desagradable, y cruzaba los dedos esperando que volviera pronto.

 

**********

 

Pasaron cuatro horas, cuatro horas de estar temblando antes de que el caballero de Acuario eventualmente regresara, cubriéndose con una especie de capa de piel con capucha que dejaba ver solamente sus ojos azules y sus cejas tan particulares, encima se notaban las marcas de la nieve pero debajo de la piel llevaba lo que había adquirido para su estancia en ese sitio, que no sería larga pero era mejor estar preparados. Sobre todo cuando le tocaba tener por compañero a un tembloroso Afrodita de Piscis. Entró sin decir una sola palabra y se despojó de la piel para después abrir los paquetes que llevaba con él, todo bien atado y en perfecto orden.

Afrodita notó sus dedos casi blancos por el clima y se preguntó como era que había tenido la paciencia de atar todo tan bien, estando arrodillado casi ante él apenas si se miraron ambos, y el de Piscis se dijo que cuando se trataba del de Acuario lo mejor era no preguntar. En cuanto a Camus vio a su compañero metido bajo su saco de dormir, parecía una oruga en un capullo, reconoció además que llevaba su ropa puesta pero no dijo nada.

—    Ya llegaste—dijo Afrodita dejando ver su aliento cálido mientras hablaba en el frío--¿Cómo está todo afuera?

—    Frío.

Se dio cuenta que solo llevaba una manta más ¿Solo una manta? El de Piscis casi se molestaba pero tenía demasiado frío para eso. La manta era suya, lo decidió en ese instante, pero lo demás sería compartido, algo que parecía pan, carne seca, algo que no estaba seguro que era, café, cerillas, una pequeña estufa portátil, medias extra…

—    Medias—se decía en sus pensamientos.

Un pequeño sonido de alegría salió de su garganta mientras tomaba las medias, calientes, de lana, y las extendía para contemplarlas con dicha.

—    Parece que te gustaron—comentó Camus—Pensé que te vendrían bien.

—    Me trajiste medias—decía sonriendo el de Piscis metiéndolas bajo sus brazos para calentarlas un poco—Camus ¿Sabías que eres mi salvador?

Pero el otro no dijo nada aunque el de la última casa creyó ver lo que parecía una sonrisa en ese serio rostro aunque bien podría ser que estuviera imaginando cosas solamente.

Colocándose la manta sobre los hombros Afrodita sonrió de manera amplia y luminosa a su compañero, quería hablar un poco después de tantas horas de silencio en las que su mente estaba bastante dispersa.

—    Así que dime—pedía el de cabellos celestes--¿Qué viste en el pueblo? ¿Cómo es? 

—    Es un pueblo Afrodita—replicaba el otro sin darle importancia—Como cualquier otro.

—    Vamos Camus, entretenme un poco ¿Qué tipos de cosas viste? ¿Cómo eran las tiendas? ¿viste a alguien especial?

El de mirada celeste necesitaba escucharlo, tener algo en que pensar además del frío que lo congelaba.

Pero una conversación no era algo que saliera fácilmente de Camus, quien continuó con su tono de voz plano que no permitía adivinar nada de lo que pensaba.

—    Había lo que verían en cualquier pueblo—dijo el de Acuario—Hay una tienda de suministros, una oficina postal, una torre con un reloj y no, no vi a nadie en especial.

—    Oh.

El de Piscis se decía que debería haberlo visto venir, de toda la gente con la cual quedar atrapada tenía que tocarle justamente El Silencioso de pareja.

—    Más bien El Silencio—se decía en su interior algo gruñón--¿Cómo se supone que lo lograré con este silencio?

Abrió la boca para hablar de nuevo pero el de cabello azul lo interrumpió con suavidad.

—    Ya es tarde.

—    Creo que será mejor dormir ¿verdad? Nos espera una mañana larga.

—    Si.

Unos instantes y Camus parecía listo, preparó la capa que usaba y una manta más que Afrodita no supo de donde sacó y no le dijo nada por estar envuelto en sus cosas, al final solo se veía parte de su cabello azul y su rostro. El de Piscis sintió que estaba ante un bloque de hielo.

—    Camus ¿Cuánto tiempo crees que estaremos aquí?

—    Todo el que sea necesario—respondió el de Acuario.

—    ¡Esto es horrible!—se quejaba el sueco—Nos congelamos el trasero en medio de la maldita tundra cuando podríamos estar en un sitio mejor sin tener que estar temblando.

—    Es la Antártida, somos más necesarios aquí que en otros sitios.

El de ojos celestes se incorporó sobre su antebrazo, mirando fijamente a la figura que yacía a un lado de él, frunció el seño aunque el otro no lo veía.

—    No me vendrás con que te gusta estar aquí Camus.

El de cabellos azules se quedó en silencio por unos momentos y al principio el de mirada celeste creyó que se habría quedado dormido o que deliberadamente lo estaba ignorando.

—    Debemos dormir—fue la respuesta final del de Acuario.

—    Preferirías estar en otro sitio, admítelo.

—    No—respondió Camus—No lo preferiría.

—    ¿Qué?—preguntaba el de cabellos celestes genuinamente sorprendido— ¿Porqué…?

—    Duérmete Afrodita.

—    Pero Camus…

—    Duérmete.

Murmurando para si mismo el de Piscis se recostó de su lado colocándose la manta firmemente alrededor y terminó cerrando los ojos, cuando se cansó de escucharse a si mismo quejándose bajo la manta escuchó el sonido del viento helado golpeando contra la casa, pero terminó prestando atención a algo más, un sonido delgado y suave que le resultó extraño pero adivinó que se trataba de la respiración de ese compañero que estaba a tan poca distancia y tan lejos al mismo tiempo.

 

**********

 

Era su propio temblor por el frío lo que evitaba que descansara, estaba incomodo y no se calmaba, no sabía cuanto tiempo había pasado pero a alguien tan activo eso le parecía demasiado, el sueño no llegaba y su mente solo parecía tener algo repicando cual campana.

—    Hace mucho frío, hace mucho frío, hace mucho frío, hace mucho frio…

Le dolía la espalda por tener que mantenerse en posición fetal tanto tiempo pero era la única manera que encontró para mantenerse un poco más caliente en medio de la noche y el frío. Aún con su rostro debajo de la manta, permitiendo que su aliento atrapado en el interior llenara de un poco de calidez el reducido espacio, no parecía mantener ninguna calidez por más de algunos segundos. El increíblemente helado suelo de piedra debajo de su cuerpo no ayudaba de ninguna manera y simplemente amplificaba esa sensación de estarse congelando.

Lamentándose por su situación y conteniendo su aliento el caballero venido de Suecia se movió en un intento de encontrar una nueva posición pero que aún le permitiera encontrar ese precioso calor que tanto le había costado obtener. Si la manta estuviera algo más ajustada a su cuerpo se estaría estrangulando, o al menos eso era lo que pensaba el de ojos celestes. A través de la oscuridad asomó apenas su mirada y se enfocó en esa forma a su lado, parecía estar dormido sin problemas, como si le bastara con lo que tenía para no pasar frío.

—    Bastardo—pensaba el sueco.

No lograba entender que pudiera descansar en semejantes condiciones y lo envidiaba por ello, deseaba su piel para estar más abrigado aunque olvidando convenientemente que ya se había quedado con cosas que eran del de cabellos azules para no sentir el frío. Podía escuchar nuevamente su respiración o al menos eso creía, así que prestó atención y no escuchaba nada, se quedó muy quieto pero terminó por descubrirse el rostro para asegurarse pero era verdad, no escuchaba la respiración del de Acuario. No estaba seguro de que pensar pero sabía que debía hacer algo.

—    ¡¿Camus?!—lo llamó con los labios temblándole y no solo por el frío.

—    ¿Mmmhhh?

Apenas si pudo dejar escuchar algo como una risa, tenía frío y se sentía aliviado, así que era todo lo que se podía esperar del de ojos celestes en ese instante.

—    Parecías un cadáver—se explicaba el de la doceava casa—Solo quería saber que estabas vivo y no te habías congelado hasta morir aquí.

—    Estoy bien—dijo el de ojos azules como si llevara despierto mucho tiempo.

—    No quería tener que cargar tu cadáver congelado hasta el Santuario.

—    No tendrás que hacerlo.

La voz del venido de Francia no cambiaba, no se escuchaba adormilada y sin importar que hora del día o la noche fuera al sueco le pareció que siempre se escuchaba exactamente igual.

—    Creo que escucho congelarse mis neuronas—decía temblando de nuevo el de mirada celeste.

Intentaba que su voz se escuchara tan tranquila como la del otro joven pero no lo conseguía, en verdad le afectaba el frio y el francés se daba cuenta de eso con facilidad, era mejor hacer algo.

—    Afrodita.

—    ¿Si?

—    Ven aquí.

Al decirle eso y a pesar de la sofocante oscuridad que los rodeaba el de Piscis pudo ver como su compañero apartaba su piel y le hacía un gesto para que fuera a su lado.

En ciertas circunstancias la gente se piensa las cosas, ve consecuencias o al menos sopesa lo que se le está ofreciendo pero Afrodita no era ese tipo de persona o al menos no lo sería en ese instante en que le ofrecían estar más calientito, así que en un instante ya estaba al lado de su compañero pero sin poder evitar sentir una corriente de aire helado que se llevaba todo el calor que había logrado almacenar. Además sabiendo lo que estaba en la mente del de Acuario, o al menos eso creía, no dudó en unir su cuerpo lo más que pudo.

—    Eres genial Camus ¿lo sabías?

Agradecía lo que ocurría aunque fuera con Camus, la verdad era que no pensaba desaprovechar la oportunidad de algo de calor humano.

Por su parte el de Acuario no decía nada y sujetándolo por los hombros parecía buscar que se quedara quieto.

—    ¿Qué pasa?—preguntaba el sueco.

—    Tienes que quitarte esto—decía refiriéndose a lo que llevaba puesto.

—    ¿Qué?—preguntaba el de Piscis pasando sus manos por su pecho de manera protectora—No, no lo pienso hacer Camus y no hay nada que me obligue.

El de cabellos azules simplemente respiró profundo, como si estuviera impaciente por lo que evidentemente le resultaba solo un retraso.

—    No puedes hablar en serio Camus.

—    Es en serio Afrodita.

—    ¡No!

—    Es lo mejor si queremos conservar el calor de nuestros cuerpos y lo sabes.

Era cierto que lo sabía pero aún así no le gustaba nada la idea al de Suecia, aunque gruñendo y quejándose para si mismo terminó por apretar los dientes y sin quererlo de verdad empezó a quitarse la ropa, Camus hizo lo mismo, removiendo sus dos camisas de lana y cuidadosamente las dejó a un lado sobre la fría piedra mientras que su compañero no se ocupó demasiado de donde quedaban.

En ese momento el de la onceava casa seguía moviéndose como si no importara el frío y terminó por recostarse estrechando entre sus brazos al de cabellera celeste.

—    ¿Qué estás haciendo?—preguntó Afrodita sorprendido.

—    Es lo mejor, así ambos estaremos calientes—decía Camus—A menos que quieras pasar la noche temblando.

—    Todo es mejor que congelarse—decía el sueco—Aunque sea contigo.

—    ¿Eso que quiere decir?

—    Ya sabes, caballero de los hielos.

—    Te aseguro que eso es solo un nombre.

De alguna manera, entre mantas, pieles y demás, el de Piscis consiguió quedarse muy quieto contra el cuerpo del de Acuario, sintiéndose cubierto y protegido del clima en poco tiempo.

—    No te congelarás—le aseguraba el francés, abrazándolo y frotando su espalda--¿Te sientes mejor?

El de Suecia se quedaba muy quieto apoyando su cabeza entre el cuello y el hombro del de ojos azules, estaba bastante sorprendido de compartir el calor del otro caballero, de alguna manera esperaba que fuera una especie de ser de sangre fría, como un reptil. Lo asombraba descubrir que en verdad era cálido, eso de que en lugar de sangre tenía agua helada en las venas no era verdad.

—    Me siento como oruga en un capullo—terminó diciendo el de Piscis.

—    Eso debe ser bueno.

—    Lo es.

Eventualmente el temblor de Afrodita se detuvo,  especialmente cuando el pecho de Camus, fuerte y cálido, empezó a alzarse y a bajar marcando el ritmo de su sueño, su cálido aliento golpeaba contra el oído del de la última casa. En algún punto de la noche el sueco se durmió confortablemente, soñadoramente, sorprendido, aspirando la extraña esencia de su compañero y a la que estaba empezando a acostumbrarse.

 

**********

 

Al día siguiente las cosas no estuvieron tan mal como en la noche previa, pese a que seguía haciendo un frío terrible se dejaron ver algunos rayos del sol, Afrodita era un fiel creyente de tomar las cosas buenas de la vida por pequeñas que fueran, así que tener que patrullar la zona envuelto en la piel de Camus y andar por esa blancura casi fantasmal no fue tan terrible, había luz y no estaba solo, aunque el de Francia no se distinguía por hablar demasiado. Pero mientras estaban en silencio no podía sino pensar en que se había sentido tan cómodo entre los brazos del de Acuario, muy cómodo, sus cuerpos desnudos radiando ese calor…

Aunque, a pesar de que cualquiera diría que habían hecho lo más natural para conservar el calor y no congelarse, había como una punzada de preocupación en los pensamientos del de Piscis ¿Qué había hecho que el otro joven se preocupara por él al grado de sostenerlo entre sus brazos? ¿El querer pasar una noche? ¿Qué estaba interesado de alguna manera en él?

—    ¿Lástima?—tuvo que pensar con cierta alarma.

Afrodita podía lidiar con lo demás pero nunca, jamás, de ninguna manera, podía tolerar la lástima.

Mientras Camus miraba alrededor y parecía fijar su mirada azul en todo menos en él, Afrodita tuvo que armarse de valor para decir lo que estaba pensando o algo parecido.

—    Oye, Camus.

—    ¿Si?—decía el otro sin mirarlo.

—    Solo quisiera que me dijeras algo.

—    ¿Si?

—    ¿Qué fue lo que pasó anoche?

El de Suecia vio como el de Francia arqueaba su ceja, parecía desconcertado.

—    Tenías frío Afrodita, el calor corporal es una de las mejores maneras de mantenerse vivos en temperaturas tan bajas.

—    A ti no parecía molestarte eso.

—    Estoy acostumbrado pero parece que tú no.

—    Siempre he sido friolento, cuando era pequeño…bueno, solo es que me da frío.

No sabía porque estuvo a punto de contarle cosas que no venían al caso, lo mejor era continuar con esa revisión de un sitio que no estaba habitado y que solo debía ser inspeccionado por las tradiciones del Santuario, bonitas tradiciones que los hacían ir hasta ahí y…

—    ¿Quieres decirme algo más?

Vaya, ahora resultaba que el de Acuario era perceptivo.

—    No era por lástima que estabas conmigo anoche ¿verdad?

El de mirada azulada finalmente lo vio de frente, con la misma impasibilidad de siempre.

—    También tenía frío Afrodita.

—    ¿Pero no me tienes lástima?—demandaba saberlo.

—    No.

—    Que bien—dijo apretando sus labios con satisfacción en la mirada—Prefiero saberlo.

No dijeron nada más sobre el asunto, no parecía tener sentido seguir con ello, lo importante lo habían dicho ya o al menos eso intentaba decirse el de la última casa, aunque eso no evitó que una idea asaltara su mente.

—    Lo haremos de nuevo esta noche ¿verdad Camus?

—    Si.

Fue todo lo que dijo el de Francia y realmente no había más que decir.

 

**********

 

Pasaron tres días, toda la zona había sido cubierta, finalmente, no hubo problemas, no hubo encuentros de ninguna naturaleza, era todo lo que necesitaban saber para regresar e informar que esa zona estaba como siempre desde hacía siglos: sin novedades. Pero antes de volver el clima les jugó una pasada más, no bastaba con el frío, los sacudió una tormenta. Las temperaturas parecían aún más bajas y la nieve casi cubrió la cabaña en la que se refugiaban ambos caballeros, al menos la nieve se elevó casi hasta la estatura de ambos, lo mejor por ello fue mantenerse en el interior.

Afrodita temblaba bajo las mantas, esperando impacientemente por que Camus terminara de preparar algo de beber, a él le temblaban tanto las manos que no fue capaz de lograrlo. El sueco sencillamente no podía ni imaginarse que era lo que lograba que el de cabellos azules continuara con sus labores, a pesar de las heladas temperaturas, a pesar del aire helado golpeando los muros, gritando como un banshee que los atormentara. Al menos a él.

—    ¿Camus alguna vez se sentirá indefenso?—se preguntaba en su interior el de Piscis— ¿Lo admitiría de ser así?

El de Suecia ni siquiera admitía ese tipo de cosas en si mismo, su miedo, su desconcierto, el no saber que hacer, su mente razonaba en todos esos temas mientras solo se le veía la cara pues estaba cubierto con las mantas, tenía sus manos contra su boca intentando mantenerlas calientes con su aliento. La verdad era que no le gustaba el frío, no le gustaban los aullidos del viento, recordaba cosas de su pasado en las que prefería no pensar.

—    Será mejor que dejé de pensar en eso—se dijo entre murmullos cerrando los ojos.

—    Espero que esto te ayude un poco—le decía Camus acercándose con una taza humeante.

Ambos se quedaron sentados sobre las mantas en las que habían pasado las noches anteriores.

El de Piscis no dudó en recargarse contra el cuerpo de su compañero, algo que se había vuelto familiar en esos días juntos, Camus no decía nada en contra, así que se bebió su taza hasta la última gota, algo caliente siempre le resultaba grato. Después de eso era momento de alistarse para descansar, estaban a punto de regresar y era mejor ponerse en marcha temprano o al menos eso decía el de Acuario y él ya había aprendido a aceptar su palabra como lo más natural del mundo.

Colocándose en la posición que le resultaba familiar Afrodita quedó sobre el desnudo pecho de Camus, aunque se dio cuenta de inmediato de que se sentía frío. Se había acostumbrado a ese calor que parecía radiar como un calefactor en miniatura, se había acostumbrado a ese sentimiento confortable del aliento del otro contra su oído, a sus dedos ocasionalmente jugando con algún mechón de su celeste cabello. Incluso se había acostumbrado a su silencio, había empezado a disfrutarlo…hablando menos, a si mismo, para disfrutar de…

—    Camus, estás muy frío—le susurró en la oscuridad.

—    Me disculpo—fue la respuesta.

Afrodita los cubría a ambos con las mantas, pasando sus brazos por el pecho del de cabellos azules.

—    Podríamos dejar la hornilla encendida Camus.

—    No queda suficiente combustible para eso Afrodita.

—    Entonces encendamos una fogata.

—    Sería muy peligroso en un sitio cerrado como este.

—    Estoy seguro que dos caballeros del Santuario podemos manejar algo como eso.

—    No es realista ni seguro--murmuraba el otro apretando un poco los dientes.

—    No vamos a congelarnos a morir—insistía el de Piscis.

El de Acuario lo sujetó por los hombros sacudiéndolo un poco en una rara muestra de ¿enojo? No estaba seguro el de mirada celeste.

—    No vamos a congelarnos a morir—decía firmemente.

El sueco estaba por responderle en su propio resplandor de enojo (ahora estaba seguro que era enojo) cuando el viento golpeó con fuerza, tanta que abrió la única puerta con violencia dejándose escuchar como un alarido. Afrodita no pudo sino gritar de manera abierta, su corazón latía con violencia en su pecho, era como el viento el día que…

En ese instante estaba asustado, no dejaba de temblar y sabía que no era por el frío.

Camus se movió con velocidad, se levantó y cerró la puerta con firmeza, la aseguró y de inmediato volvió al lado de Afrodita que se había acurrucado como si intentara ocultarse de algo.

—    Tranquilo, tranquilo—le susurraba al oído estrechándolo con fuerza contra su pecho.

El de mirada celeste ocultaba su rostro contra ese fuerte y masculino cuerpo, de alguna manera la inmovilidad del otro joven parecía haber despertado algo en él, por varios momentos no se movieron, tan solo se quedaron ahí en el silencio y la oscuridad dejando que todo pasara, el miedo, el silencio, los recuerdos…

El asustado joven de Piscis pudo moverse y miró directamente en esos ojos azules, brillantes en la oscuridad, no estaba seguro de si era por el miedo o por su calor, no podía asegurarlo, pero sus caderas se presionaron contra la entrepierna del de cabello azul, dejándolo sentir su excitación, su propia virilidad que se elevaba. Afrodita deseaba decir algo, algo inteligente, una broma, cualquier cosa pero en lugar de eso se encontraba envuelto por completo por el maravilloso silencio de Camus. Lo más importante era que deseaba estar ahí.

 

**********

 

Con un casi desesperado suspiro, Camus llevó el rostro de Afrodita al suyo, sus labios tomaron posesión de los del joven sueco y este le permitió que lo hiciera, que siguiera, respondió como si vibrara e incluso separó sus labios para que el beso fuera intenso, que esa lengua lo invadiera y recorriera, llevando sus propias manos hacia la cintura del francés. Tomado por sorpresa por el fervor del de la onceava casa el de Piscis respondió hundiendo sus dedos en esa fuerte espalda, su miedo era remplazado por algo mucho más urgente, aunque tan humano…

Fue Afrodita quien rompió primero con el beso, mordiendo suavemente el labio inferior de Camus. El de cabellos azules llevaba su rostro al cuello del sueco, llegando a su hombro y besándolo de una manera que lo hacía temblar, enviando descargas por su espina dorsal, podía sentir la emoción del de ojos azules y que le estaba costando trabajo contener. Dentro de ese misterioso caballero de los hielos había mucho amor, no satisfecho, lo sabía por la caballerosidad de sus caricias ligeras y la presión de sus labios.

Mientras Camus dibujaba círculos con su lengua alrededor de su erguido pezón, Afrodita deslizó sus dedos por debajo de los pantalones del de Acuario, gentilmente tocando su sexo, apenas irguiéndose, estimulándolo desde la base y jugueteando con la punta, acariciando los testículos y presionándolos por breves momentos, encerrando la base y frotando la cabeza con su pulgar, obteniendo una erección completa. Pronto ambos cuerpos sintieron que no necesitaban de la ropa que les quedaba, el de Suecia vio a su compañero quitarse los pantalones y sin más le permitió que lo despojara de los suyos, le permitió eso y que sus caderas desnudas se encontraran para frotarse al mismo tiempo de manera rítmica sin impedimentos.

El caballero de Piscis no creía poder resistirlo más y se giró sobre su estómago, sintiendo el pecho sudoroso del de Acuario contra su espalda, no pudo evitar dar una especie de lamento mientras el francés lo besaba, hacía su cabello a un lado y con sus labios pasaba por su espalda, se detenía en algunos sitios y su lengua dejaba húmedas marcas, a veces eran suaves marcas de sus dientes que lo hacían estremecer. Las masculinas manos del de la onceava casa lo sujetaron por las caderas, acariciaron sus nalgas, las masajeaban, fue cuestión de unos momentos para que las separaran con sus dedos y una lengua se escabullo entre ellas dejándose sentir.

Sujetándolo firmemente Camus levantó las caderas de Afrodita y se inclinó justo en medio de sus esbeltas piernas, sus manos dejaban al descubierto el sitio que ansiaba y lo cubrió son su saliva utilizando su lengua. Una lengua cálida y húmeda que aleteaba alrededor y lentamente empezó a abrirse paso por el estrecho pasaje asegurándose de que lo sintiera a cada momento. El de Piscis lo sentía, como se movía de un lado a otro, separaba suavemente su masculino pasaje, acariciando lo que le era posible, haciéndolo excitarse todavía más y alistándolo para lo que venía, acariciándolo de una manera sensual, excitando sus sentidos y provocando que su erección aumentara. El francés continuaba separando el estrecho pasaje que deseaba aún más.

Con el éxtasis rondándolos Afrodita gemía apasionadamente, escucharlo impulsaba a Camus a algo más, velozmente llevó dos de sus dedos a su boca y los anegó con su saliva para dirigirlos a la entrada, lo penetró con uno de sus dígitos al principio, lentamente, después fueron dos, entraban y salían, combinándolos con su lengua que no se cansaba de probarlo. El de la última casa se aferraba a las mantas abriendo sus piernas lo más que podía, incitándolo a que continuara y pidiéndole más. Ciertamente el de Francia no quería esperar más tampoco. Camus se quedó admirando por unos instantes como esas masculinas paredes se abrían y cerraban de nuevo, era suficiente.

Ambos sentían la excitación, temible y avasalladora, se llenaban de sensaciones desconocidas que los hechizaban e impulsaban a continuar, fue en ese momento que el de Acuario volvió a introducir uno de sus dedos pero encontrando el sitio que deseaba, Afrodita se sobresalto cuando su centro de placer fue asaltado; lo masajeaba, lo presionaba, lo acariciaba, hasta que no podía aguardar más. Gemía y le pedía que continuara, levantó un poco más su cadera, ninguno de los dos aguardaría para complacer a sus sentidos.

Afrodita sintió el peso de Camus sobre su cuerpo, se quedó muy quieto sin cerrar los ojos, respirando pesadamente, sentía la respiración del francés contra su mejilla, como el turgente sexo del de ojos azules buscaba su entrada y la encontró, no pudo evitar un gemido abierto mientras entraba en él, iba cerrando los ojos suavemente hasta que estuvo completamente en su interior, poderoso y firme. Sin embargo el de Acuario se mostraba empático con él, sus voces se unieron en un gemido de dolor y placer. Se quedaron muy quietos hasta que supieron que podían moverse y disfrutarlo, todo su ser ansiaba ese instante.

Al principio fue con cuidado, con calma, procurando que ambos se acoplaran a su forma y fuerza, tan solo un tanteo de lo que podían ofrecerse y no tardaron en descubrir lo que ese compañero y ahora amante podía compartir. Afrodita fue dispuesto y amoroso mientras Camus se mostró varonil y delicado aunque decididamente masculino, entre ambos empezaron a moverse para lograr un acoplamiento satisfactorio, más que satisfactorio cuando el bombeo se iba intensificando y las oleadas de placer se imponían, sus cuerpos sudaban pero no había manera de separarse, se encontraban a cada embate y sus gemidos abiertos demostraban lo mucho que lo estaban disfrutando.

Eventualmente se aproximaban a la cima de sus sentidos, a la cúspide del placer, esa tensión en sus entrañas y el anuncio de sus esencias era claro, tanto que el francés estiró su mano y con la ayuda del sueco masturbaban la cálida virilidad del de Piscis al mismo tiempo que era asaltado por el masculino miembro de su amante. Parecía que les costaba trabajo moverse aunque lo hacían más aprisa, el sudor en su piel los hacía brillar y el calor que compartían borraba cualquier idea sobre una helada tormenta. Vino un destello, como descargas intensas en sus vientres, se arqueaban a cada instante hasta que sus simientes estallaron en un glorioso espasmo de completa satisfacción, un clímax que los volvió ciegos mientras sus voces exclamaban lo perfecto que había sido.

Camus colapsó pesadamente contra la espalda de Afrodita, ocultando su rostro contra ese hombro perfecto, como si estuviera apenado por algo. El calor que emanaba de del pecho del de Acuario no era nada comparado con el que había hecho surgir en las entrañas de su amante que logró levantar su rostro y buscó mirarlo.

—    Camus…—decía casi sin aliento.

—    Ma petite rose—murmuró el de la doceava casa.

Alrededor de los dos el helado viento aún aullaba con furia pero Afrodita ya no sentía miedo, ni siquiera sentía el frío.

 

**********

 

Después de la noche de tormenta, Afrodita y Camus siguieron con lo que necesitaban hacer, todo con la misma precisión con la que habían sido entrenados a cumplir con sus misiones, como debían esperar a que por lo menos el clima no fuera tan severo estuvieron un poco más en la cabaña pero en todo ese tiempo no hablaron de lo ocurrido aunque no volvieron a sentirse tan unidos como en ese instante. Era casi como un acuerdo tácito, sin palabras, entre los dos.

Al regresar Afrodita no podía sino sentirse bastante contento, el cálido clima del Santuario lo llenaba de una especie de dicha, del tipo que da la comodidad. Shion los recibió y escuchó lo que tenían que decir para después dejarlos ir a descansar, algunos de sus compañeros los saludaron y compartieron algunas frases pero fue todo. Ya en su templo pudo darse un baño, cambiarse de ropa y sentirse tranquilo, pero justamente en esa parte su plan no se cumplió.

Por alguna razón el caballero de Piscis pasó esa primera noche de regreso despierto, no podía dormir, aún en su suave cama y con sus finas sábanas algo evitaba que descansara. Algo estaba faltando. ¿Sería que se había acostumbrado al frío? No, eso definitivamente no era. ¿Acaso sería que estar durmiendo solo de nuevo le provocaba esa sensación de mariposas revoloteando en su estómago? A eso no tuvo una respuesta.

Y pensó en Camus.

El de cabellos azules no le había dicho nada aunque ciertamente él tampoco dijo nada, después de lo ocurrido tal vez lo mejor era hablar pero no estaba seguro de poder enfrentar al de Acuario, lo había visto asustado como nadie en el Santuario lo había atestiguado, sabía que no diría nada pero aún así…

En el templo de Acuario todo era silencio, estaba a oscuras así que su guardián debía estar en su habitación, Afrodita no estaba seguro de cual era la ubicación pero al notar un leve halo de luz debajo de una puerta supuso que era ahí. Se acercó sin hacer ruido, como un ratón le decían de niño, se acercó y llamó débilmente con sus nudillos. No escuchó nada pero dos segundos después la puerta se abría y estaba ante el venido de Francia.

—    Afrodita—fue todo lo que dijo.

—    Hola Camus—lo saludo con suavidad.

—    ¿Qué haces aquí a esta hora?

—    Yo…solo…

—    Entra—terminó diciendo el de ojos azules.

El de la última casa traspasó la puerta y quedó en los dominios fríos, estériles de los cuales era dueño el de Acuario. No había nada ahí que sugiriera que personalizaba ese sitio, no había fotografías, decoraciones, ni siquiera un calendario, lo único que parecía personal era un jarrón, similar a un florero, pero sin flores. También notó que en la mesita de noche había una lámpara y sobre la misma un libro, así que había estado leyendo. De pronto el sueco sintió que las mariposas en su estómago querían salir volando, igual que él.

—    Apuesto que estás contento de regresar a tu propia cama esta noche—decía Afrodita—Fue toda una aventura la que tuvimos.

—    Puedes decirlo—contestó Camus impasible.

—    Solo quería decirte…ya sabes…—intentaba explicarse acariciando su brazo con nerviosismo.

—    No es necesario—replicó el de Acuario.

Sabía que se refería a un agradecimiento por parte del de cabellos celestes.

—    Que bien, no estoy acostumbrado a que alguien esté ahí para mí cuando lo necesito Camus.

Pero el de ojos azules lo miraba como esperando por lo que en verdad quería decirle.

—    Perdí a mis padres de niño—dijo de pronto el de ojos celestes con suavidad—Fue durante una tormenta de nieve, vivíamos en las faldas de una montaña y hubo un alud…

Parecía que no podía explicar más pero tampoco parecía ser necesario. Camus apenas si hizo un sonido indicando que comprendía. El de Piscis usualmente tenía problemas con el silencio, al menos así era antes de Camus, hasta entonces había tenido la necesidad de llenar los momentos con algo, palabras, bromas, burlas, algo. Si podía mantenerse hablando no tenía que detenerse a sentir. Pero ahora todo lo que deseaba era sentir.

—    ¿Camus?

—    ¿Si Afrodita?

Tuvo que concentrarse y respirar con profundidad antes de mirarlo a los ojos de nuevo.

—    Tengo frío—murmuró el sueco.

El de Acuario pasó sus dedos por algunos de sus cabellos, serenamente, en silencio lo tomó por el brazo con cuidado y lo guió hasta la cama.

—    Entra antes de que te de más frío—dijo el de la penúltima casa.

—    No lo lamentarás—decía el sueco entrando velozmente y cubriéndose de inmediato con las sábanas.

Camus no tardó en recostarse de nuevo y sintió como era estrechado por la cintura en cuanto estuvo bajo las sábanas también, se quedó muy quieto permitiendo que el sueco se acurrucara a su lado y le correspondió acariciando su celeste cabello.

—    ¿Camus?—lo llamó de pronto en la oscuridad el sueco.

—    ¿Si?

—    ¿Qué fue lo que me dijiste esa noche? ¿En la tormenta?

—    Te llamé Mi Pequeña Rosa.

—    ¿Debo llamarte de alguna manera ahora?—preguntaba interesado.

—    Si lo deseas.

—    Bien…Mi Cubito de Hielo—dijo riéndose el de ojos celestes.

—    ¿No es un poco trillado?

—    Más bien es obvio.

—    Si. Supongo que está bien así.

La noche pasó, quedándose los dos juntos por las horas siguientes de lo que sería la primera de las muchas ocasiones en que lo hicieron, en las que compartieron sus vidas, su calor, dándose abrigo.

 

 

FIN

 

 

 

 

Notas finales:

La próxima semana aún no decido pero tal vez sea una trama con Hades.

Atte. Zion no Bara

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).