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Endless Rain por metallikita666

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-Hi…ro…- su voz, apenas perceptible, denunciaba el ingente esfuerzo que hacía por articular.

-¿Niisan? ¿Eres tú?- nervioso, el menor de los hermanos miró de nuevo la pantalla del teléfono. No podía creer que el otro le hablara en ese tono. Definitivamente, algo no andaba bien.

-Sí… Unos tipos me atacaron y… me dejaron muy mal… Ven por mí, por favor…-

Hiroshi no lo soportó. –¿¡Qué dices!?- Después de un instante, lloraba desconsoladamente, corriendo a través de la casa hacia la puerta principal. –Niisan, ¿dónde estás? ¿Puedes reconocer algo a tu alrededor? ¡Dime!-

-Sólo sé… que he de estar cerca del parque del lago… Pero no sé en dónde… exactamente…- tosió con estruendo, escupiendo más sangre.

-¡Ya voy para allá! ¡Quédate justo como estás! ¡No intentes moverte!-

El menor se subió en su bicicleta, pedaleando lo más rápido que pudo hacia el lugar. Llegó por el mismo lado que Hide lo había hecho la noche anterior, y miró su Corvette aparcado en uno de los costados. Se angustió mucho, aunque comenzó a sentirse muy confundido porque, al parecer, la intención del ataque no había sido robarle. Miró a todos lados: según sus deducciones, Hide debía estar cerca, en algún lugar cerrado, por la manera en que se escuchaba su voz al teléfono, instantes antes. Por fin dio un certero atisbo: del otro lado del lago se levantaba una especie de bodega.

Cruzó la distancia corriendo, llegando primero a la puerta principal, la que no se había abierto en años.

-¡Hide! ¡Hide! ¿Estás ahí?-

Gritaba al tiempo que intentaba abrir los cerrojos; todo inútilmente.

-¡Mierda! ¡Tiene que haber otra puerta!-

Revisó el costado izquierdo. Nada. Desesperado, se dirigió al contrario, descubriendo por fin la entrada. Abrió de una fuerte patada, casi tirando el pedazo de madera. Y lo vio: tumbado boca abajo, la araña yacía todavía envuelto en la cruel soga; sus ropas y su piel ensangrentadas. Su rostro, amoratado y herido, se contraía por los esfuerzos que hacía al toser, y su pantalón parecía desabrochado. Torpemente y a duras penas, cubría sus partes.

-¡Hide!- muerto del dolor, el chico se abalanzó sobre el pelirrosa, volteándolo primeramente, al temer que fuera a ahogarse con su rojizo vómito. Le apartó el cabello de sobre el rostro, observando en todo su macabro esplendor el resultado de los salvajes golpes de Atsushi: ambos ojos morados, la nariz posiblemente rota y las cejas abiertas.

-¡Malditos! ¡Malditos hijos de puta: mira no más cómo te dejaron!- Se lamentaba el chico, abrazando al mayor. Tras unos segundos, retiró la cuerda toda, descubriendo que nada en la anatomía del guitarrista se había salvado. Sus muñecas estaban ceñidas por cruentos cardenales.

-No… me puedo… mover…- masculló el pelifucsia con esfuerzo, triste porque su querido hermano tuviera que verlo así. Pero jamás habría pensado en llamar a Yoshiki. Primero saldría arrastrándose de ahí.

-Llamaré una ambulancia. Es más grave de lo que pensé. No puedo llevarte al hospital yo solo.-

-No digas mi nombre… O da uno falso…- lo miró a los ojos, suplicándole con ellos –…Por favor…-

Haciendo lo que le pedía, Hiroshi se comunicó con emergencias. Los paramédicos no tardaron en llegar, y pronto Matsumoto estuvo internado. Tenía varias roturas y un peligroso sangrado interno, que fue lo primero que los médicos se aplicaron en atender.

Hiro se encontraba en la sala de espera, aguardando que le avisaran cuándo podría entrar. De pronto, una chica rubia pelilarga, con anteojos de sol, gabán y bufanda, irrumpió en el lugar. Hiro la reconoció al instante. Venía hacia él. El anónimo visitante se cubrió la nariz y la boca con el pañuelo. Su voz denunció lo mucho que había llorado.

-¿Cómo está?... ¿Cierto que lo acaban de operar? Ay, Hiro-kun… Siento que me muero…-

El cuñado clavó sus ojos en los del novio de su hermano. –Sabes que no te quiere ver, Yoshiki. Por favor, vete. No conseguirás nada si te quedas.-

-¡Hiro, te lo ruego!- El pianista se echó en sus brazos, intentando contener en vano su llanto. El chico lo abrazó por inercia.

-No puedo desobedecer sus deseos, menos ahora que eso lo pondría muy mal. Vete a casa. Deja que pasen los días. No sé lo que esté pasando entre ustedes dos, pero Hide mismo te buscará, si así lo desea. Te ama...- dijo, en un tono seco que para nada le inspiraba confianza al baterista.

Esas palabras, las cuales siempre lograban calmarlo pues apelaban a su propia certeza, no sirvieron en aquellas circunstancias. Ya no era indudable para él que la araña lo amara. No desde las últimas veces que se habían visto. El guitarrista había hecho lo indecible: echarlo de su casa con duras palabras. Aún así, Yoshiki permaneció entre los brazos ajenos, y se fue calmando poco a poco. El aroma del chico, su calor, e incluso el tono de su voz eran muy parecidos a los de Matsumoto. Su Matsumoto. Por fin accedió.

-Está bien. Lo haré. No le digas que yo vine- aceptó, resignado.

Separándose, se sonó una última vez antes de partir. Su atuendo en realidad lo disfrazaba muy bien: nadie en el trayecto se dio cuenta de quién se trataba. Hiro lo miraba alejarse, cuando en eso una enfermera se acercó para decirle que podía entrar. Hide no tardaría en despertarse.

-Hola…- saludó al verlo abrir los ojos. Se encontraba todo vendado e inmovilizado.             -¿Cómo te sientes?-

-Adolorido…- Intentó moverse, frunciendo el ceño al darse cuenta que no podía. Que mejor ni intentarlo. –Pero… estaré bien. No te preocupes.- Trató de esbozar una débil sonrisa, pero le fue imposible hacerlo de manera natural. Hiroshi suspiró.

-No debería decírtelo, ya que no quieres saber de él. Yoshi-san estuvo aquí.-

-Y tú… le dijiste que se fuera… ¿Verdad?- inquirió el mayor, volteando el rostro.

-Sí. Me lo habías pedido, aunque desconozco por qué… Descansa, niisan. Estaré afuera por si me necesitas.-

El menor se levantó de la silla y salió de la habitación. Empero, cuando estaba por cerrar la puerta, miró al pelirrosa una vez más.

-Hide, voy a poner la denuncia.-

El otro se alarmó. -¡No! No lo hagas… Es inútil.-

-¡Pero qué tonterías estás diciendo! ¿Ya viste en qué estado quedaste?- La furia se apoderó de él. Cerraba el puño tembloroso y su voz se agitó.

-No lo hagas… todavía. No deseo ir a declarar. Mucho menos, ver a los desgraciados. Me siento destrozado… ¿Lo comprendes?-

Por supuesto que lo comprendía. Más de lo que el mayor pensaba. Por respuesta, aspiró un sollozo y cerró la puerta. Se desmoronó del otro lado.

¿Quién habría sido capaz de herir a su hermano –famoso por su simpatía, su modo de ser gentil y despreocupado, y su gran corazón- de aquella forma tan desalmada? Porque no contentos con el ultraje físico, también lo habían violado, dios sabe entre cuántos. Pensó en ir él mismo a vengarse; a matarlos a todos. Pero ¿por dónde empezar? ¿Cómo saber de quiénes se trataba? La maldita impotencia lo invadía. Y ni hablar de lo que fuera que sucediera entre la araña y el rubio… Todo se le hacía muy extraño. Y  una creciente presión le sofocaba, como una suerte de presagio ominoso. Se fue al baño a mojarse el rostro y a pensar mejor las cosas. No deseaba que Hide lo viera o escuchara en ese estado.

Mientras tanto, Yoshiki había llegado a su casa, tal y como se lo prometió a Hiro, pero no por ello estaba más calmado.

-Hola, nene. ¿Qué tal?- Como estaban finiquitando los últimos detalles de la grabación, Sakurai se encontraba con los demás, metido en el estudio desde buena mañana.

-Ay, Acchan… Me siento tan mal. Hide está en el hospital. Parece que anoche alguien quiso asaltarlo o no sé, pero lo dejaron medio muerto…-

El menor solicitó permiso para ausentarse durante un momento, dando a entender que se trataba de algo muy importante. Ya afuera, respondió por fin.

-Qué raro. No he visto nada en la televisión. ¿Estás seguro? Dudo que algo así pudiera pasar desapercibido…-

-Es que lo ingresaron con otro nombre para evitar los mares de fanáticas en las afueras- sollozaba el baterista, al tiempo que pasaba los canales en aras de asegurarse que no se hubieran dado cuenta en los medios. –Oh, Acchan… ¡Te juro que tengo ganas de matar yo mismo a esos malditos! ¡Hacerle eso a mi pobrecita araña que no se mete con nadie!-

Atsushi se puso alerta. No era que pensara que a aquellas alturas a Hide se le iba a ocurrir hablar, pero tenía que evitar a toda costa un posible interrogatorio de parte de Hayashi.

-Yoshiki, creo que te estás imaginando cosas que no son. Yo lo que deduzco, a partir de lo que tú mismo me has contado, es que Hide se tuvo que haber pegado una terrible borrachera, y estando así, quién sabe dónde fue a dar. Seguro cayó por un risco o se metió a alguna propiedad donde hubiera perros guardianes…-

-¡Atsushi, no te burles! ¡Esto es grave! ¡Es en serio!-

-Claro que es grave, lo sé. Tu novio viene enloqueciendo a zancadas desde hace un rato, y por más que te digo que lo lleves al psiquiatra, no me haces caso. Piénsalo: alcohólico como siempre ha sido, más esquizofrénico, no es para nada una buena combinación. Todo lo que ha hecho últimamente es producto de sus desvaríos…-

No pudo contradecirlo. Por más que le doliera, aquellos argumentos eran firmes y veraces, pues él mismo había tenido la desgracia de comprobarlos. Pero no se permitía aceptarlos.

-¡Por supuesto que no! ¡Hide no está loco! ¡No lo está!-

-¡Me importa un carajo si no te da la gana aceptarlo! Estoy muy ocupado, ¡haz el favor de no llamar para contarme pendejadas!- gritó el menor del otro lado de la línea, irritado por aquella terca respuesta. Conforme más recordaba y saboreaba su desalmada victoria de la noche anterior, menos capaz de soportar a Yoshiki se sentía. Es más: se sorprendía de haberlo hecho durante tanto tiempo, desesperante como era el rubio. - Y no se te olvide que mañana es la sesión de fotos.-

-Atsushi, ¿qué diablos te pas…?- El sonido de la línea colgada lo interrumpió. -¡Mierda!-

Tras tirar el inútil teléfono al sofá, Hayashi comenzó a sentirse muy confundido. Era como si conforme Matsumoto empeoraba, Sakurai lo trataba peor. ¿Pero qué conexión podría haber en ello? ¿Habría sido que por causa de la preocupación que sentía por su novio se había tornado insoportable, y no era capaz de notarlo? Sea como fuere, concluyó que lo más importante en aquel momento era el pelirrosa. Con el vocalista hablaría después.

Se dispuso a hacer unas estratégicas conexiones para poder ver a Hide lo más pronto posible, usando de todas sus argucias con tal de convencer al leal Hiroshi. Conocía que debía temer de dejar todo a decisión del guitarrista. Ahora más que nunca.

 

 

 

-Sé que ya te lo dije y tú me diste tus razones, pero sigo pensando que era mejor que te fueras a casa de tu hermano…-

El rubio pianista conducía su auto con el maltrecho Matsumoto a su lado. Acababa de ser dado de alta tras unos días en el hospital. Aunque le hablaba a él, la araña ni se preocupó por contestar. Tenía la mirada fija en la ventana.

-Mi vida, por favor… Ya depón tu enojo- soltó la palanca de los cambios para colocar su mano en el muslo ajeno, mirándolo. Sin voltear, el otro espetó; ningún tono particular en su voz

-¿Acaso ya el perro malnacido de Sakurai se cansó de ti y te mandó a volar? Te hace falta alguien a quien fastidiar, ¿no es así?...-

-¡Hide, ya basta! ¡No tengo por qué aguantar tus groserías!- retrajo la mano, colocándola en el volante, apretándolo hasta clavar las uñas en el fino cuero.

-Alguna vez teníamos que cambiar de papeles…- Lo observó por unos segundos con ojos fieros, retornando rápidamente a su posición de indiferencia. El angustiado líder de X-Japan decidió no volver a hablar en todo el camino.

En el momento en que por fin arribaron al departamento de Matsumoto, Yoshiki se apuró a aparcar para salir del auto, dar la vuelta y ayudar al pelirrosa, pues aún andaba con muletas.

-Apóyate en mí- le dijo, al tiempo que sacaba con cuidado una de sus piernas. El chico lo miró con seriedad.

-¿Cómo crees? ¿Acaso se te olvida que soy más bajo que tú?...-

Reconociendo en su interior la falla, por estar acostumbrado a una compañía de mayor talla que la suya, Hayashi se sonrojó violentamente y no pudo mirar al mayor al rostro. La tensión en el ambiente era abrumadora.

-Mejor llévame la maleta. ¡Qué más da!-

El guitarrista sacó la otra extremidad a como pudo, incorporándose con ayuda de las muletas. Su pierna derecha continuaba enyesada, y en el resto del cuerpo aún lucía vendas, grapas y puntos. Empero, se veía mucho mejor que la noche del inesperado ataque. Pero Yoshiki no llegó a verlo entonces.

-¡Hide, no seas terco! Espérame. Te vas a caer…-

El aludido se volteó. -¿Cómo fue que conseguiste convencer a Hiro? Tendré que hablar con él después…-

-¡Con un demonio, Hideto! ¡Fue suficiente! ¿Sigo siendo tu novio, o no? ¡Tengo derecho a verte y a cuidar de ti en una situación como esta! ¡Deja ya de menospreciarme!-

Hizo lo posible por abstenerse de lagrimear. En realidad, se sentía más contrariado que triste, pero conocía que aquel no era el momento para hacerse la víctima por sus palabras. Con el otro en aquella actitud, no habría nadie dispuesto a consolarlo.

-¿Sabes algo, Yoshiki? Yo creo que el que orquestó que me rompieran la madre fue Atsushi…- Lo miró de manera horrible, como si estuviera a punto de gritarle toda clase de insultos, resoplando cada vez más sonoramente. Aunado a su aspecto de sobreviviente de una fosa de fieras, aquella visión puso a temblar al menor.

-Pero… ¿qué clase de estupidez estás diciendo?- Hayashi comenzó a arrepentirse de haber insistido en ir a traerlo -¿Qué tiene que ver Sakurai-san en todo esto? ¡Por qué habría de querer que te maten?-

-Para quedarse contigo… ¿¡Te suena!?- bramó el otro, apretando la agarradera de las muletas con trémulas manos. No quitaba la mirada fija y enferma de sobre el rubio. Éste temió por su vida.

-Cariño, sólo permíteme que te deje en tu cama. Ya comprendí que no quieres que esté contigo, y no pienso insistir… Perdóname, Hide.-

Por más esfuerzos que hiciera, no lo consiguió: dos lágrimas salieron de sus ojos, por lo que rápidamente se pasó el puño del abrigo para quitarlas de su rostro. Parecía que las disculpas habían llegado muy tarde, pero lo que en realidad quiso decir Hayashi estaba fuera del entendimiento de su interlocutor. Se sentía mal por haberlo dejado llegar hasta ese punto. Sin asentir, el de Yokosuka reanudó su torpe marcha hacia el elevador. Yoshiki iba detrás. Entraron luego a la vivienda.

-¿Te ayudo a prepararte para que te recuestes?- inquirió tímidamente el menor, observando al otro desde una distancia prudencial, al advertir que se quedaba en el pasillo como dudando qué hacer.

-No. No quiero dormir. Ya dormí demasiado en ese horrible lugar…- Miró la bandeja de licores que había a un lado del aposento, sobre una mesa, dirigiéndose a ella tras dejar caer una de las muletas.

-Amor, no deberías… Aún sigues en tratamiento.-

-No hay mejor remedio ni analgésico que un buen sake- replicó despreocupadamente, al tiempo que se servía un vaso del licor, el cual fue a parar con rapidez a su garganta. Después se dejó caer en el sofá más cercano.

A pesar de que el baterista había prometido dejarlo en cuanto se reinstalara en su casa, no quería marcharse con aquella sensación de desasosiego por cómo estaban las cosas entre ambos. Se acercó al mayor por detrás, colocando las manos en sus hombros, empezando a masajearlos con suavidad. Se inclinó un poco para susurrarle.

-¿No se te antoja algún otro tipo de favor?...- ofreció con voz juguetona, moviendo las extremidades hacia el frente, hasta abrazarle el cuello. El otro replicó con perezosa displicencia –Apenas si me puedo mover… y tú insinuándome esas cosas.-

-Pero no tienes que esforzarte… Puedo sentarme encima de ti y hacerlo yo todo…- añadió el femenino músico, ahora con tono entre sensual y morboso, lamiendo ligeramente el cuello del chico.

-No sé… No. No tengo ganas.-

Para nada dispuesto a darse por vencido, Yoshiki cambió la estrategia a una más pragmática: dando la vuelta, se ubicó en medio de las piernas de su novio, poniendo ambas manos en la bragueta de su pantalón. –Lo dudo… Déjame hacerte cambiar de opinión…-

Desabrochó el botón y le bajó el zipper, extrayéndole el miembro dormido. Hide lo miraba con total indiferencia, dejándolo hacer.

-Si sabes bien que nunca te has podido resistir a los encantos de mi boca…-

Comenzó a lamer sin levantar la mirada, prefiriendo no hacerlo al imaginar el semblante que tendría el pelirrosa, el cual estaba dispuesto a cambiarle. Inició con una infalible técnica que consistía en internar la lengua entre su prepucio y glande, delineando todo el contorno circular lentamente con la punta. El órgano no tardó en reaccionar, cobrando vigor progresivamente. Todo iba genial con la felación, pero Hayashi se dio cuenta que no escuchaba los esperables gemidos de placer de labios del guitarrista. Lo único que éste emitía eran unos resoplidos muy extraños, casi como de enojo. Y nada de palabras sucias u otro tipo de indicadores de excitación. Decidió ignorar aquello que lo inquietaba y proseguir.

Asió la hombría del pelifucsia con segura diestra, acompañando las sacudidas con profundas succiones paulatinamente más veloces. Estrechó los labios para presionar cada vez que el órgano iba casi de salida fuera de su boca, introduciéndolo entonces de golpe. Gemía ahogadamente al hacerlo, advirtiendo la dureza ansiada, la que esperaba tener pronto arremetiendo contra sus cálidas entrañas. Pero vanas eran sus esperanzas.

-Aahh… ¡Espera!- Lo detuvo por el hombro para que no se acercara nuevamente, tomándose instintivamente el miembro, sosteniéndolo de tal manera que vino a eyacular fuera, pringando el bello y atónito rostro del rubio.

-¿¡Qué hiciste!?- exclamó éste, tras haber tenido que cerrar uno de sus ojos para evitar que el semen ajeno entrara en él.

-¿Cómo que qué hice? ¿Venirme, no? ¿No era lo que querías?- repuso el otro, todavía jadeando por el orgasmo.

-¡Pero no así!- Profundamente ofendido y contrariado, se pasó un dedo por el párpado, retirándose de él el masculino fluido. Aunque estaba molesto, permaneció donde se encontraba, esperando que la araña reaccionara.

-¡Puta madre, Yoshiki! ¿Quién te entiende?- Luego de acomodarse el pantalón a la vista del menor, Matsumoto se levantó, yéndose de ahí sin más; cojeando. Hayashi se incorporó sin poder creer lo que presenciaba.

-¿Adónde vas? ¿¡Te figuras que ya hemos acabado!?-

-Yo sí…- Se volteó luego de responder. Empero, no siguió su camino, sino que se quedó inmóvil.

-Hide, no sé qué hice para merecer que me trates así. No sabes lo mucho que me duelen tus desprecios. Espero que no te dure demasiado ese enojo, resentimiento o lo que sea que tengas, porque dudo que pueda soportarlo…-

El menor se incorporó, acabando de limpiarse el rostro con el pañuelo. Resignadamente y en silencio se encaminó a la puerta, siendo detenido por las inesperadas palabras del guitarrista.

-Resulta sumamente contradictorio que justamente quien más amaba haya traído la desgracia a mi vida… Y cada que lo pienso, no puedo sino abrumarme y sentirme burlado. Porque yo también te amo con todas mis fuerzas.-

Una lágrima corrió por su aún maltratada mejilla. Se había volteado, y Yoshiki, que sostenía el pomo con su mano, también lo hizo. Se dirigieron una postrera mirada: la más profunda y complicada de sus vidas, porque justo en ese instante, pesaba sobre ambos la incertidumbre del futuro. Ya se habían lastimado demasiado como para seguir ignorándolo; se habían herido tanto cuanto se querían. Y sumidos en la impotencia, confiaban en que el tiempo sería quien definiera todo entre ellos. Pero el tiempo podía ser inmisericorde. Libre de todo ligamen -y producto humano, según algunos- jamás le debió nada a nadie.

Yoshiki quiso hablar, mas la voz no pudo escapar de su garganta. Sorprendentemente, tampoco lo hicieron sus lágrimas: esas que manarían profusamente no mucho después. Pero sus ojos se cristalizaron, y en ellos sintió el palpitar de su corazón. Quería responder que él también; quería gritarle que no lo dejara, mas su orgullo herido habría sido su peor defecto. Luego de unos instantes le dio la espalda, saliendo por fin de la casa ajena. Hide oyó sus pasos perderse en la escalera para siempre. 


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