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I want your love por metallikita666

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Notas del capitulo:

Este es uno de mis capítulos más favoritos. Adoro soberanamente imaginarme esa amistad -que ya es de años- como una de las mejores cosas en las vidas de ambos implicados.

Sencillamente, preciosos. Best friends forever <3 http://24.media.tumblr.com/tumblr_m3lxo0ZD6A1ql45e1o2_500.png

       Apenas si le dio tiempo de tomar un par de cervezas que había quedado en el fondo de su refrigerador desde hacía quién sabe cuánto, y de asegurarse de que la cajetilla de cigarros que portaba en el bolsillo secreto de su mochila seguía ahí. La premura con que Shinya lo había convocado no le permitió aguardar a que sus padres llegaran de la sinfónica para pedirles prestado el auto: cuanto más rato pasara, más posibilidades tenía de encontrarse en casa a los de su amigo.

       Sugizo todavía refunfuñaba cuando se detuvo delante de la puerta de Yamada, disponiéndose a tocar el timbre. En todo el día, el muy desconsiderado del castaño sólo había tenido que ir a su trabajo y de vuelta a casa; mientras que a él le había tocado pasar a recoger a Inoran en la mañana –pues el padre del chico estaba de viaje- e irlo a dejar en la tarde, lo que significaba tomar al menos dos autobuses más de lo acostumbrado. Una queja que sin duda se sumaría a la larga lista que ya le tenía preparada a su hermano de infancia.

-¡Ah, Sugichan, qué bueno que llegaste!-

       El menor se echó sobre el más alto y lo abrazó con fuerza; saludo reservado única y exclusivamente para su mejor amigo. La calidez del contacto refrenó el ánimo molesto del pelirrojo, pues a pesar de todo lo que pudiera parecer, a Sugihara le resultaba bastante complicado recriminarle cosas a alguien tan querido para él como lo era el baterista.

       Tras estrecharlo de vuelta y separarse ambos, el más delgado suspiró profundamente.

-Vine lo más rápido que pude, pero sigo pensando que hubiera sido mejor que tú fueras a mi casa. A mis papás no les molesta tu presencia…-

       Shinya, aún sonriendo, negó con la cabeza.

-Los míos tardarán en llegar, y lo que necesito contarte no quiero que lo oiga nadie más.-

       Una vez dentro, los adolescentes se llevaron consigo las cervezas y una bolsa grande de frituras que el baterista sacó de la despensa. Instantes después y estando ambos ya en su habitación, el anfitrión cerró la puerta y trancó, ante lo cual Yasuhiro alzó una ceja, extrañado por tanto misterio.

-¿Qué es lo que te traes? Si te hubiera visto o hubiéramos hablado durante estos días que pasaron, juraría que sería capaz de adivinarlo. Pero como contigo ahora hay que sacar cita…-

       Shinya, cuyo buen talante siempre resultaba difícil de cambiar –pero muy especialmente en aquellos momentos- colocó el Thunder in the East de Loudness en su bonito tocadiscos Sony, dejándolo listo para sólo correr la aguja en caso de necesidad. Al tomar el acetato, descubrió debajo de semejante joya el The Endless Basis de Terra Rosa, ante lo cual no pudo sino quedársele mirando embobado a éste último durante unos instantes. Mientras hacía todo eso escuchaba al guitarrista, pero lo interrumpió en su reclamo indirecto con una media sonrisa, pues se esperaba ese como el primero de todos los que tendría que hacerle. A Sugizo le fascinaba que hablaran por teléfono en las noches, sin importar que se hubieran visto durante el día en el colegio o que a su amigo lo presionaran para que colgara pronto, incluso si no había sido quien llamó.

-Sé que te lo debo, pero en realidad necesitaba ese tiempo- el más bajo se sentó frente a su camarada; cogió una lata y la abrió, dándole un sorbo a la fría bebida. Acto seguido, se limpió los labios con el reverso de la mano, para finalmente colocar ambas palmas sobre sus muslos. –Ayer, después de varias citas, Kumi y yo… estuvimos juntos.-

       El otro contrajo el ceño, levantó una ceja y abrió los ojos lo más que pudo, dudando por un instante de si debía comprender lo que ya irremediablemente había entendido. La expresión ufana de Shinya, además, parecía no dejarle otra opción.

-Mínimo felicitarme… ¿no crees?- agregó Yamada, ladeando levemente la cabeza para luego beber de nueva cuenta. –Aunque entiendo que pongas esa cara porque, es cierto, no fue lo suficientemente rápido… ¡Pero ya verás que para la próxima mejoro el récord!-

       Entonces sí que un estupefacto Yasuhiro no supo cómo más estrujar los órganos en su faz. Un brusco calor comenzó a subirle desde el estómago, pasando por su cuello hasta llegarle a todo el rostro, el cual coloreó completamente en el mismo momento en que Sugihara no pudo contener más las palabras en su garganta.

-¿¡Es que eres imbécil!?-

       Shinya, asustado, alzó la mirada sin comprender lo que estaba sucediendo. Instintivamente, separó los labios.

-¿Pe-pero… qué…?-

-¡No! ¡Soy yo quien debería preguntar qué te pasa a ti!- exclamó el pelirrojo, sumamente airado. Sus ojos cobrizos se hincaron con dureza en los de su desconcertado compañero. -¿Quién te has creído para utilizar a esa niña de semejante manera? ¡Tú ni por asomo eres un rockstar!-

-¡No entiendo, Sugizo!- Yamada acompañó su expresión con un bufido, y no pudo sino descolocar el atisbo, llevándolo al otro lado de la habitación. -Ryuichi-kun me contó que no hablabas de Kumi con demasiada simpatía. Entonces ¿qué es lo que sucede? ¿¡Por qué te  pusiste así de un pronto a otro!?-

       El tono acongojado del baterista llamó la atención de su interlocutor, pues fue evidente que lo que éste le dijo con anterioridad había hecho mella en él.

       Sugihara, tras un suspiro, agachó el semblante y descendió. Se acomodó sobre sus pantorrillas y talones, para luego separar las piernas hacia sendos lados –tal cual hacía sólo si estaba en un ambiente de confianza[1]-, pero todavía era incapaz de voltearse hacia el frente. Empero, su objetivo tampoco era lastimar a su amigo.

-Lo que te dijo Ryuichi es cierto, pero la única razón detrás de eso es que siempre pensé que habíamos dejado de hablarnos porque estabas dándole toda tu atención a la chica. Ahora, que la hayas conquistado solamente para acostarte con ella… me parece despreciable.-

       Lentamente, el de rolliza contextura había dejado de apretar con tanta fuerza los puños, pero sus pupilas seguían clavadas en el suelo. No sabía qué decir.

-Si hay algo desagradable y doloroso en este mundo, es que no sean sinceros contigo. Creo que sabes bien que yo mejor que nadie puedo afirmar algo así, siendo que ya pasé por eso una vez…-

-¡Sin embargo, has caído de nuevo!- interrumpió el menor, dirigiendo los suyos a los orbes ajenos. -¡Ahora que Ino-chan y Jun se pelearon tan gravemente, tú estás ahí, otra vez, esperando tu oportunidad! ¡No sabes cuánto detesto verte en esa posición!-

       El semblante del pelirrojo se mantuvo imperturbable, para sorpresa de quien acababa de hablar. No obstante, su mirar se hizo todavía más severo que el que exhibiera instantes atrás.

-Espero que no sea la compañía de tus jefes la que te secó el cerebro, y que pronto vuelvas a ser tú mismo.-

       Dicho eso, el más delgado se levantó, tomando su mochila y enrumbándose hacia la puerta. Cuando Shinya vio que el mayor cruzaba el umbral y que en verdad tenía la intención de irse, fue tras él. Lo tomó de un brazo y lo miró a los ojos, pidiéndole que se quedara.

-Por favor, Sugizo-nii…- el tan cariñoso apelativo obligó al jovencito a deponer su resentimiento para acceder de nuevo al contacto visual. –Perdóname, no debí decir eso. Te lo pido: no te vayas.-

       Yamada lucía bastante confundido, y Sugihara sabía perfectamente que el otro no le contaría a nadie más sobre sus inquietudes; mucho menos, a sus padres. De hecho, conocía bien que las palabras ajenas de hacía un momento habían sido producto de los sentimientos encontrados que el roadie experimentaba entonces, combinados con la verdadera preocupación que tenía por él. A pesar de mostrarse y ser realmente muy independiente en la mayoría de sus actos y decisiones, Shinya apreciaba mucho la opinión de su hermano de infancia, y por haberle sorprendido en demasía su reprobación era que se encontraba en aquel estado de inseguridad.

-Yo… no había pensado las cosas de esa manera- dijo el de fornida complexión, comenzando a sentirse muy avergonzado. Luego miró al pelirrojo, con gesto entristecido. -¿Soy… una mala persona?-

-Claro que no- aseguró el otro, colocando una de sus manos en el hombro ajeno.

       Ambos jóvenes volvieron al interior del cuarto y se sentaron nuevamente sobre el suelo.

-Por lo que me dijiste antes, deduzco que pensabas terminarla pronto, ¿no es así?- preguntó Sugizo, intentando no sonar muy severo. Instintivamente, el de melena café miró de nueva cuenta hacia abajo, a modo de claro asentimiento.

-La verdad, nunca creí que ella pudiera llegar a enamorarse de mí en este poco tiempo.-

-Tampoco podemos asegurarlo- replicó Sugihara –aunque es lo más probable. Sinceramente, sabes que casi no sé nada sobre chicas- el violinista esbozó una simpática sonrisa ladeada, la cual secundó su mejor amigo tras reír bajito –pero, en parte por lo poco que me has contado, me da la impresión de que sí. Sin embargo, lo que hace que lo piense todavía más es que resulta complicado no llegar a querer muchísimo a alguien con una forma de ser como la tuya.-

       En la rellena y tersa faz del castaño, aquellos orbes oscuros se iluminaron. Empero, el más alto aún no había acabado de hablar; por lo que, retomando la atención del baterista, agregó

-Lo malo contigo es que, al parecer, es muy sencillo venderte una idea. Por más que escuches y veas que Joe-sama o Morrie-sama tienen citas con chicas diferentes casi todos los días, tienes que entender que ni tú ni ninguno de nosotros somos como ellos.- Los iris almendrados de quien hablaba buscaron los de su interlocutor. –Eso incluye, claro está, que no pretendas que vas a conocer a Kazue Akao[2]-sama por mediación de Adachi-san…-

       Shinya se ruborizó de golpe y su ceño se frunció; desembocando todo ello en que sus labios formaran un lindo puchero.

-¡Oye, Sugichan! ¡No tienes por qué ser tan cruel!-

       El guitarrista –que bien sabía que aquel era uno de los mayores anhelos del chico, a pesar de que éste nunca se lo había confesado- no pudo evitar sonreír ante la aniñada reacción. No había hecho falta que el menor le contara sobre el asunto, dado lo bien que lo conocía a él y a sus gustos.

-Bueno, puede que un día tengas la oportunidad de verla y de hablarle en algún concierto o algo así…-

       Tras esas palabras, Yamada exhaló un suspiro y su rostro recobró buena parte de la compostura.

-En fin…- luego de una pausa, el baterista se rascó la nariz. -Volviendo a Kumi, no sé qué deba decidir respecto de ella…-

-Nada, si no quieres- respondió su interlocutor, provocando la extrañeza del otro, por lo cual se apuró a explicarse. –Lo que intento decir es que puedes tomarte tu tiempo para pensarlo. Valora cómo han ido las cosas hasta ahora y si en realidad no deseas tener nada más con ella. Tampoco te estoy sugiriendo que te obligues, claro está, pero sólo tú eres capaz de saber qué es lo que sientes.-

       El roadie se mantuvo en silencio durante unos instantes. Sugizo, por su lado, tomó la cajetilla de cigarros y el mechero, encaminándose después a la ventana que había en el aposento. La abrió de par en par y prendió un tabaco, al que le dio una profunda calada acto seguido. Estaba de cara hacia el patio interno de la casa, por lo que no había posibilidad de que los vieran desde la calle.

-Sugichan, ya que estamos hablando de estas cosas…- comenzó Yamada, acercándose a su amigo. –Sé que hasta ahora sólo te he dicho indirectas al respecto, pero en serio me preocupa mucho lo que pase contigo y los chicos… Especialmente, desde que te peleaste con Jun. Tú sabes que yo quiero mucho a Ino-chan, pero…-

       Sugihara le extendió al menor otro cigarrillo, haciendo que con ello se interrumpiera. Tras enfocar la mirada en la mano del más alto y después de levantarla para buscar su semblante, el músico de melena café halló –contra todo pronóstico- una suave y tranquila sonrisa en los labios ajenos.

-Ya no soy el mismo de antes, Shin; de eso puedes estar seguro. Más allá de apoyar a Shinobu por causa del mal momento que está pasando, no tengo intenciones de acercarme a él de otra manera. Y con J ya no estoy enojado.-

-¿Seguro?- el otro levantó las cejas. –Me cuesta creerlo, con lo resentido que eres…-

-Bueno, tampoco le voy a hablar más de lo necesario si él no me habla primero- admitió el pelirrojo tras un suspiro. –Pero el otro día estuvimos ensayando en su casa. Ryuichi-kun nos acompañó.-

-¡Vaya, me da gusto escuchar eso!- se alegró el anfitrión, dejando caer la ceniza de su tabaco del lado del patio. –Tanto por ustedes dos como por la banda.-

-¿“La banda”?- inquirió el más delgado, volteándose sorprendido. -¿Es que ya te decidiste?...-

       En aquella tarde hermosa, el atisbo del chico –pícaro pero bienintencionado- le fue dedicado al mayor para regocijo de su espíritu. Sugizo sabía bien que esos ojos oscuros nunca mentían.

       Ambos colegiales permanecieron juntos mirando la puesta de sol desde la ventana.

-Aprecio mucho a los jefes, pero no pienso quedarme a su lado por el resto de mis días. Justo como ellos lo desean, yo también tengo mis propios sueños.-



[1] Recordemos que esta es la postura informal femenina para sentarse.

[2] La cantante y frontwoman de Terra Rosa; banda que, antes de unirse a los del Shambara, integró previamente el guitarrista de Dead End.

Notas finales:

Ojalá y el ensayo y error para conseguir amigos así de verdaderos, no fuera tan doloroso. No obstante, tal vez sea justamente eso parte de la magia que sentimos cuando entendemos que hemos sido premiados con semejante tesoro. 

A mis amigas, con amor. 

Gracias por leer. 


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