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About Us por Nayen Lemunantu

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Notas del capitulo:

¡¡PIDO MILLONES DE DISCULPAS!!

Juro que de ahora en adelante seré constante en las actualizaciones. ¡¡Lo juro!!

Capítulo VIII

 

—15—

—Kise ¿Aún no estás listo?

Sonreí encerrado dentro del baño escuchando la voz casi molesta de Kagami. No sabía cómo todavía podía preguntarme algo así, después de todo el tiempo que nos conocíamos. Yo era un modelo ¿no? Es casi un hecho intrínseco a mi calidad de modelo, la vanidad que podía tener. Después de todo, no era ningún crimen ser un poco ególatra y narcisista.

Yo no podía ser como él que con sólo una ducha ya estaba listo para salir a la calle ¡No! Por supuesto que yo no podía salir simplemente así y mi demora en arreglarme era lo que estaba exasperando a mi compañero.

Después de varios meses de ser buenos amigos, me sorprendía que aún no se acostumbrara a esta faceta mía. Probablemente se trataba de algo parecido a mi habilidad para sorprenderme por su anormal apetito.

—Ya estoy listo —mencioné con voz animada saliendo del baño.

Salí vistiendo un short de jeans delgado hasta las rodillas y unas cómodas zapatillas, arriba usaba una camiseta de algodón con un creativo estampado y del cuello en V de mi camiseta, colgaban mis anteojos de sol de cristales oscuros. Me había llevado varios minutos poder decidir qué vestir, privilegiando algo que sea cómodo, pero que a la vez fuera refinado y que tuviera la versatilidad de verse bien y adecuado en todas las situaciones en las que nos podíamos encontrar.

Kagami en cambio se había puesto unos shorts caqui con varios bolsillos y unas zapatillas negras de caña alta, junto a una camiseta sin mangas blanca, que dejaba a la vista los fuertes músculos de sus hombros y brazos. En realidad sólo se había puesto lo primero que encontró en el closet que compartíamos, pero el muy maldito se veía terriblemente sexy.

—¡Por fin! Estaba a punto de llamar a recepción y pedir ayuda, creí que te habías desmayado ahí dentro o algo parecido —comentó en tono burlón.

—No seas tan exagerado Kagamicchi, tampoco estuve tanto tiempo en el baño.

—¡¿Bromeas?! Estuviste casi media hora —Kagami alzó las cejas, dándole gran expresividad a su rostro—. Además, no sé por qué te arreglas tanto... No puedes quedar más perfecto y bello de lo que ya eres ¿o sí?

—Nunca eres suficientemente bello si eres modelo, Kagamicchi —respondí con la mayor naturalidad posible a su comentario anterior.

—¡Tú estarías perfecto incluso si no te hubieras lavado la cara! —Me respondió negando con la cabeza y poniendo unos ojos realmente inexpresivos, tratando de dejar en claro que lo que yo acababa de decir era una soberana estupidez.

Ahí estaba esa inocencia otra vez. Le sonreí en respuesta, pues la verdad era que no sabía expresar en palabras lo que me hacían sentir frases como esa, salidas de sus labios... O tal vez sí sabía expresarlas, el problema era que no estaba dispuesto a decirle en voz alta toda la vorágine de sensaciones que provocaba en mí. No quería arruinar nuestra amistad de esa forma, sólo por mis deseos egoístas.

Esa sonrisa habitual se había transformado en mi respuesta a todas las situaciones que sentía que se salían de control entre Kagami y yo. Me había dado cuenta que mi actitud de los días anteriores se le había hecho extraña, así que había decidido actuar con naturalidad, haciéndole creer que lo veía como un amigo más y que su cercanía no provocaba nada en mí. Eso era lo mejor.

Por eso ahora íbamos a salir juntos. Nuestro itinerario era amplio, amenazando con dejarnos completamente sin energías por la noche, pero a mí no me importaba. Mientras más agotado llegara al hotel por las tardes, más fácil sería dormirme sin sentir la falta del muchacho que dormía a mi lado, en la cama contigua... Tan cerca y a la vez tan lejos.

Los dos días anteriores había tenido trabajo. Habíamos hecho sesiones fotográficas en dos set completamente distintos, acorde con los dos conceptos con que trabajaba la marca del perfume que estaba promocionando: urbano y naturalista. La primera sesión se había hecho en las ruinas de un edificio en el centro de la cuidad, jugando con los materiales metálicos y corroídos que inundaban los cuadros de las fotos, mi figura aparecía con atuendos oscuros, haciéndome parte de aquel ambiente decadente y ala vez seductor. La segunda sesión en cambio, se había llevado a cabo en la playa, donde el sol, la blanca arena y el mar azul habían dado luminosidad a las fotos, yo me había acoplado a esta resplandeciente escena con un atuendo completamente blanco, reflejando la pureza y la exuberancia de la naturaleza.

Bueno... Al menos eso fue lo que me explicaron.

Las sesiones fotográficas habían sido todo un éxito, aunque en un inicio me había sentido algo inseguro, el grato ambiente de trabajo y la compañía de Kagami ayer, habían terminado por relajarme y hacer que terminara de soltarme completamente frente a la cámara. Ambas sesiones habían sido tan exitosas, que los productores decidieron darme el día libre, debido a que habíamos terminado ambas sesiones en mitad del tiempo que inicialmente se había estipulado. Por lo tanto, el día de hoy Kagami y yo podríamos disfrutarlo completamente solos.

Y lo mejor de todo era que Kagami no podía negarse a ninguno de mis caprichos, porque según sus propias palabras, durante estas vacaciones él era todo mío.

—Bueno... ¿Y ya decidiste a dónde iremos? —Me preguntó mirándome de reojo mientras bajábamos en el ascensor del hotel.

—Tengo muchas cosas en mente Kagamicchi —dije en tono juguetón, sonriéndole ampliamente.

—No sé si quiera saber realmente lo que pasa por tu cabecita —lo miré mientras me hablaba y me impresionó que su rostro adquiriera esa expresión asustada, aunque no supe leer si era real o la estaba fingiendo.

—¿Que quieres decir? —Pregunté entrecerrando los ojos.

—¡Nada! —Dijo largándose a reír completamente divertido frente a mi cara de indignación. Tal parece que me estuvo tomando el pelo todo el tiempo.

—Como castigo por burlarte de mí, me tendrás que llevar cargado todo el camino —dije cruzándome de brazos y mostrando una expresión de enojo en el rostro. Aunque era completamente falsa.

—¡¿Qué?! —Me miró espantado mientras ambos salíamos del elevador— ¡No estás ni tibio Kise! Yo veo tus piernas en perfecto estado, no veo por qué debo cargarte.

—Es un castigo, ya te lo dije —le respondí mostrándome indiferente a su queja.

—No sueñes tanto —me miró soltando una risa—. Yo no te voy a cargar.

—¡Oh! Sí lo harás "Todo mío"¿recuerdas? —Comenté esbozando una sonrisa triunfal.

—¡No es justo Kise! —Kagami abrió los ojos en sorpresa y me miró indignado, yo sólo pude continuar sonriendo.

—Fueron tus propias palabras Kagamicchi —repuse.

—¡Esta bien, te propongo un trato! —Habló alzando las manos en son de paz— Te traeré cargado cuando volvamos.

—¡Trato hecho! —Respondí extendiéndole la mano para cerrar el trato luego de pensarlo unos segundos, y Kagami me apretó la mano confirmando el acuerdo.

Y siguiendo lo estipulado en nuestro reciente e informal acuerdo, tomamos un taxi y nos dirigimos a la parte central de la playa, donde toda la vida californiana de arena, sol y sensualidad que abunda en la pantalla grande se desarrollaba.

Cuando nos bajamos del taxi, pude darme cuenta, para mi sorpresa, que la vida de los jóvenes de Los Ángeles es tal y como sale en las películas. Nos quitamos las zapatillas y caminamos descalzos sobre la arena caliente hasta llegar a la orilla del mar y encontrar alivio en aquel frío líquido. Yo había propuesto pasear y recorrer la cuidad el día de hoy, sabía que Kagami habría preferido surfear, pero yo sólo quería caminar tranquilamente disfrutando un poco de la quietud, así que decidimos dejar el surf para otra ocasión, cuando no me sintiera tan cansado.

Kagami caminaba con ambos pies sumergidos dentro del agua, mientras que yo iba justo en el borde, enterrando los pies en la arena húmeda y mojándomelos de vez en cuando, cuando alguna ola que se adentraba en la playa, alcanzaba mi trayecto.

De pronto sentí unas inmensas ganas de saber más sobre Kagami. Al estar acá y ser consciente de las diferencias entre estadounidenses y japoneses, una curiosidad incontrolable por entender a mi pelirrojo amigo, me invadió. No me explicaba o no alcanzaba a comprender cómo había podido vivir en dos culturas tan diferentes. Me preguntaba si Kagami era capaz de adecuarse a cada una de las situaciones con facilidad, o si por el contrario, se sentía más participe de una cultura más que de otra. Quería saber qué había significado para él ese cambio, pasar de vivir en la liberal América al tradicional Japón. Sin embargo, tuve miedo de preguntárselo directamente.

—¿Puedo preguntarte por tu vida aquí en Los Ángeles? —Le pregunté mientras lo miraba de reojo, tratando de leer su reacción a mi pregunta.

Él soltó una risa corta y alegre, para responderme aún sonriente—¡Claro que sí, Kise! Pregúntame lo que quieras... Prometo no tener ningún secreto contigo.

Lo miré con los ojos muy abiertos por unos segundos, nuevamente impresionado de las palabras que usaba una y otra vez ¡Si no hubiera conocido a Kagami, habría pensado que me tomaba el pelo! Sin embargo, volví a posar mi mirada en los numerosos norteamericanos, rubios y bronceados, resplandeciendo bajo el intenso sol californiano y volví a preguntarme cómo percibía Kagami aquella diferencia cultural.

—¿Éste lugar es tal y como lo recuerdas? —Pregunté mientras me ponía los lentes de sol, ya que la radiación era fuerte y se reflejaba en la arena, dañándome los ojos.

—¿A qué te refieres? No sé si entendí tu pregunta —Kagami me miró alzando levemente una ceja.

—Es que... ¡No sé! En Japón la gente es más recatada, se conservan las distancias... Me imagino que si te criaste acá en medio de este ambiente, se te hizo un poco difícil volver a Japón, la gente te habría parecido más fría ¿No?

—Aunque me crié acá, en medio de "este ambiente" como tú lo llamas, yo siempre fui más japonés, por así decirlo... Nunca he sido alguien que demuestre tanto el afecto o que me guste mucho la cercanía física —respondió con seriedad fijando su vista en el horizonte marino.

—¡Eso no es cierto! —Repliqué alzando la voz— Si tú siempre has sido muy cercano... Al menos eso es lo que a mí me parece.

—¡Eso es porque tú te andas colgando del cuello de la gente sin siquiera molestarte en pensar que invades su espacio personal! —Me contestó en tono duro, casi molesto.

—¡Qué! —Lo miré abriendo los ojos con horror— ¡Yo me comportaba así contigo porque creí que estabas acostumbrado a las muestras de afecto!

—¡Tú haces eso con todo el mundo Kise!

—¡Claro que no! Sólo con quienes considero mis amigos —le respondí bajando el tono de voz y frunciendo el ceño.

La verdad es que me sentía algo enfadado por lo que acababa de decir. Es cierto que yo suelo ser muy expresivo y que no dudo en mostrar el afecto que siento por quienes me rodean, pero es algo que sólo hago con mis amigos cercanos, en ningún caso es algo que aplique a todo el mundo. Además, la cercanía que siento con Kagami es muy especial, es algo distinto al resto de mis amigos y yo siempre creí que se debía a que él, al haberse criado en Los Ángeles, era capaz de mostrar esa cercanía a los demás... Aunque tal parece que me equivoqué.

Aún iba mirando concentrado hacia el frente, con el ceño contraído, cuando sentí el fuerte brazo de Kagami sobre mis hombros, bajando hasta enredarse en mi cuello y atrayéndome hacia él mientras pasaba su otro brazo por sobre mi cintura, hasta quedar abrazado a mí desde atrás y me susurró al oído.

—Me alegra que me consideres tu amigo, Kise.

Creo que mi corazón dejó de latir en aquel momento y no supe qué responderle, salvo esbozar una sonrisa nerviosa y sutilmente soltarme de su abrazo. Él sin embargo, no me dejó apartarme del todo y la mano que abrazaba mi cuello, se movió hasta sujetar mi muñeca izquierda. Continuando nuestro camino en esta nueva cercanía.

Paseamos juntos por la playa el resto de la mañana hasta que Kagami me llevó a un restaurante tradicional junto a la playa, a la hora del almuerzo. El lugar estaba rebozando de clientes a esa hora, pues muchos de los bañistas lo preferían por su conveniencia en precio y calidad, así que nos instalamos en nuestra mesa para dos con vista al mar, en medio de un bullicioso y animado ambiente.

El almuerzo se nos pasó rapidísimo entre amenas conversaciones. Yo me dediqué a preguntarle por su vida aquí en Los Ángeles, debido a que sólo hace unos instantes me había dado cuenta que había muchas cosas que yo había presupuesto sobre Kagami, basándome en el hecho de que él había crecido en Estados Unidos, pero que realmente no tenía idea si él era como yo pensaba o no... Y por lo que acababa de descubrir, Kagami era una verdadera caja de sorpresas.

Cuando terminamos el almuerzo, nos encaminamos en busca de alguna cancha callejera de baloncesto.

La encontramos distante a varias cuadras de la playa, en un área de suburbio donde era más que obvio que la cancha era usada por los jóvenes que vivían ahí. Kagami conocía el lugar más que bien, él mismo me recomendó esa cancha en particular cuando le dije que quería ver un partido de básquet callejero, por lo que no fue de extrañar que cuando llegáramos, algunos de los jugadores se le acercaran a saludarlo.

Aunque entendía a la perfección sus conversaciones, yo me mantuve al margen de ellas, interviniendo sólo en el caso de que Kagami me presentara, lo que sólo ocurrió con un par de chicos que llegaron después que nosotros y se acercaron directamente al reconocer a mi llamativo amigo.

Los muchachos se llamaban James y David, eran dos amigos de la infancia de Kagami y entrenaban básquet con él continuamente cuando aún vivía ahí. De esto supuse que aquel barrio era donde Kagami había vivido y crecido, y probablemente su madre continuaba viviendo ahí. Sin embargo, él no me mencionó nada al respecto y yo tampoco quise preguntarle. No quería forzarlo a que me dijera algo sobre lo que probablemente no quería hablar.

Kagami me presentó a sus amigos como un amigo de Japón y como un gran basquetbolista, adjetivos que me hicieron soltar una risa divertida y a la vez incrédula. No tenía idea que Kagami me considerara tan buen basquetbolista, pero haciendo honor al título que me acaba de dar, tenía que mostrar mi mejor forma si llegábamos a jugar, cosa que no tardó nada en pasar, porque al escuchar tales alabanzas de un gran deportista como Kagami, era lógico suponer que ambos muchachos quisieran jugar inmediatamente un partido contra nosotros.

Terminamos jugando dos contra dos. Kagami y yo contra ambos norteamericanos en un partido que duró horas, tanto que incluso perdimos la noción de tiempo jugando. Ciertamente, jugar aquí, donde el basquetbol es un deporte masivo y ampliamente practicado, fue una experiencia enriquecedora. Y como era de suponer, Kagami y yo ganamos por una amplia brecha.

Incluso yo mismo me sorprendí del nivel de compatibilidad que demostramos en aquel partido. Supuse que esto se debía a que ambos nos conocíamos profundamente como rivales y a los numerosos partidos que jugamos después de hacernos amigos, todo esto logró hacer que ambos pudiéramos comunicarnos en medio del juego sin necesidad de palabras, bastándonos sólo las miradas para ello.

Como él mismo prometiera en la mañana, a la hora de regresar al hotel, llegó la hora de llevarme cargado. De hecho, en ese instante me alegró haber hecho aquel trato con él, porque el cansancio de las más de dos horas de juego se hizo sentir en mi cuerpo. Sentía los músculos de las piernas doloridos y tensos, lo que sumado a las escasas energías que me quedaban, hacían que caminara arrastrando los pies.

Nos despedimos de James y David en la cancha de básquet y luego retomamos el camino hacia la playa. Quisimos caminar por la costanera, contemplando la puesta de sol en el horizonte.

—Me agradaron tus amigos, además juegan muy bien —mencioné mirando cómo los últimos rayos de sol jugueteaban en sus cabellos rojizos, sacando destellos anaranjados y cobrizos en las cortas hebras de su pelo.

—Sí, son geniales y yo los conozco desde niños —me miró con una sonrisa leve, casi melancólica— ¡Y ya te olvidaste de nuestro acuerdo! —Me comentó más animado.

—¡Claro que no! —Repuse esbozando una enorme sonrisa— Sólo quería ver si tú te acordarías... Para ver si eres un hombre de palabra.

—¡Claro que soy un hombre de palabra! —Repuso con tono indignado— ¡Ven! Súbete —me ordenó mientras se agachaba delante mío, dejando su ancha espalda a mi disposición.

Yo me subí en su espalda sin dudarlo, pasando ambos brazos por su cuello y una vez estuve ahí, me tomó firmemente de las piernas y se puso de pie. Kagami avanzaba con paso lento, pero firme y seguro, sin dar muestras de cansancio ni aburrimiento. En medio de aquel silencio, pronto me vi completamente relajado y recostando mi cabeza en su hombro, me quedé profundamente dormido. 

Notas finales:

Muchas gracias a las personas que leer y que se dan es trabajo de comentar.


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