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La canción del Pirata por ShadowGirl

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Notas del capitulo:

¡Muy buenas a todos! Aquí os dejo el nuevo capítulo de la historia. Como siempre, recordaros que podéis seguir y votar la historia en Wattpad bajo el título Revenge y el pseudónimo @PaquitaLaDelQuinto. También os dejo mi Twitter por si queréis contactarme: @xRedValkyrie

Espero que disfrutéis del capítulo.


Se dice que el fuerte carácter de Cassandra Blake terminó de forjarse tras otro revés del destino, una segunda estacada letal a la poca inocencia que le pudiese quedar tras la muerte de sus padres. Su afamado galeón pirata, el Revenge*, fue objeto de la férrea atención de Lord Cronwell, teniente de la Guardia Inglesa, que lo persiguió por toda la costa atlántica y el estrecho de La Mancha para finalmente darle caza en Hastings. Charles Higgins murió en el fragor de la batalla, al igual que la mayor parte de la tripulación. Solo un puñado de hombres lograron salvaguardar la vida cuando Blake, herida y desolada, replegó sus fuerzas y puso rumbo a ninguna parte, tan solo guiada por el instinto de escapar. Aquel fue el nacimiento de una implacable capitana

 

- Historia y linajes de la Piratería, Vol.1.

 

Cuando llegué la mansión familiar, se organizó un gran revuelo. Todos sus moradores habían pasado la noche en un estado de incertidumbre, aguardando mi llegada. Escuché los cuchicheos de algunos de los criados de mi padre mientras el mayordomo dejaba unas monedas en la mano del cochero.

 

-Señorita Anna -me saludó Alfred con una leve y educada reverencia -, me alegra verla sana y salva. Su padre y sus hermanas se han mantenido en un sinvivir desde que llegó anoche el mensajero -me comunicó -. Su padre ha pasado toda la noche en vela.

 

-Siento las molestias causadas -me disculpé-. Necesito hablar con mi padre lo antes posible. ¿Podrías comunicárselo?

 

-Por supuesto, señorita Anna - asintió -. Él mismo me ordenó hacerle llegar el recado de que deseaba reunirse con usted a su regreso. Acompañeme, por favor.

 

Seguí los pasos de mi mayordomo por los corredores de la enorme casa hasta llegar al despacho de mi padre, dónde Alfred hizo sonar la puerta.

 

-Adelante - resonó la grave voz de mi padre.

 

Con paso decidido, entré en la estancia.

 

-Anna, me tenías preocupado -dijo mi padre levantándose rápidamente de su escritorio y viniendo hasta mí para abrazarme. Me observó de arriba abajo con sus reconfortantes manos en mis hombros, tomando nota de mi vestimenta.

 

-Lo siento, papá - me disculpé. Mi padre se había aseado, pero tenía una oscuras ojeras bajo los ojos -esperaba que el mensajero calmase vuestra preocupación - dije en voz baja.

 

-El mensajero fue la única razón por la que no puse la ciudad patas arriba para encontrarte - repuso acompañándome a al sillón que se encontraba junto a su pareja bajo el enorme ventanal que iluminaba la estancia. Ambos nos recostamos en el gastado cuero y mi padre sirvió té. 

 

-¿Qué te ha pasado, hija mía? -me preguntó llevándose la pipa a los labios. Procedí a explicarle todo lo acontecido en la noche bajo su atenta mirada. La sorpresa fue dejando paso al horror a medida que avanzaba en mi relato.

 

- Podrías haber muerto... - susurró aterrorizado cuando terminé.

 

- Ahora ya no vale la pena lamentarse, papá - le dije tomando su mano -. Lo importante es que nada ha sucedido y la experiencia me servirá en el futuro.

 

- Has de prometerme que nunca volverás a hacer nada parecido, Anna. Aventurarte tú sola al anochecer por esas peligrosas barriadas... ¡Podrían estar dándome la noticia de tu muerte en este preciso instante!

 

-¿Por qué todo el mundo se obceca en subestimarme? - estallé - ¡No soy una niña indefensa, padre!

 

Él me miró con seriedad, consciente de mi fuerte temperamento. Desde que era pequeña los criados comentaban que tenía un genio endiablado, aunque había conseguido domarlo con los años. Aún así, todavía salía a relucir de vez en cuando.

 

- No es cuestión de edad, Anna, sino de sentido común.

 

- Lo tendré en cuenta si hay una próxima vez - resoplé - de todas formas, ahora tenemos asuntos más importantes que discutir.

 

Mi padre alzó una ceja, intrigado. Vació la cazoleta de la pipa y se inclinó hacia delante.

 

-Los inversores han dado el visto bueno -continué - financiarán la nueva ruta comercial.

 

-Grandes noticias, sin duda - celebró entusiasmado - debemos cerrar los detalles y organizar la partida cuanto antes.

 

-Me he encargado todo - comenté. Aquí venía la parte que no le iba a gustar a mi padre -. Sin embargo, he decidido acompañar a nuestros barcos para supervisar que no haya problemas a nuestra llegada.

 

El rostro de mi padre palideció 

 

-¿Qué? - exclamó - Ni lo sueñes, Anna, tú no vas a ir a ninguna parte. 

 

-Es nuestra primera empresa al otro lado del océano - respondí - allí no nos conocen, debo ir y asegurarme de que todo salga bien.

 

-Tenemos hombres de confianza para que se encarguen de ello - bufé.

 

-Tenemos hombres de confianza que con suerte pueden atarse las botas por la mañana. Debo ir. No voy a quedarme de brazos cruzados mientras un puñado de ignorantes cortos de miras deciden nuestro futuro - zanjé. 

 

Él parecía exasperado, yo no iba a dar mi brazo a torcer. 

 

- Ya hablaremos - suspiró con gesto cansado. Yo no pensaba dar mi brazo a torcer. 

 

- Como quieras, pero en esta cuestión no voy a aceptar un no.

 

- ¡Anna! Nos tenías preocupadas - dijo Marie entrando en mis habitaciones. Catherine irrumpió tras ella y se sentó en mi enorme cama sin molestarse en saludar.

 

- ¿Se te fue el festejo de las manos, hermanita? - interrogó con una sonrisa maliciosa - ¿Tal vez con algún apuesto caballero?

 

- Los hombres que me rodeaban anoche eran cualquier cosa salvo apuestos caballeros - le contesté recostándome sobre la cama. Si ella supiera...

 

- El mensajero que llegó anoche no aportó demasiadas respuestas - comentó Marie.

 

- La reunión fue un éxito - dije distraídamente -, la rueda del coche se rompió y en mi impaciencia por hablar con papá decidí volver a pie. Entonces arreció la tormenta y me vi obligada a resguardarme en una posada.

 

Aún no me había cambiado las ropas con las que había llegado y Cathy se dedicaba a estudiarlas, interesada. Desde luego, no formaban parte de mi armario.

 

- ¿Dónde está tu ropa, Anna? - inquirió curiosa.

 

- Es una larga historia... - contesté llevándome las manos a las sienes.

 

- Mejor todavía, entonces - suspiré, resignada.

 

- Nada más entrar a la posada tuve problemas - mis hermanas me miraban atentamente - y cuando intenté volver a casa, me atacaron.

 

- ¡Te atacaron! - chilló mi expresiva hermana pequeña - ¿Qué pasó?

 

- Parece ser que mi juicio me jugó una mala pasada - ¿Qué más daba? Se iban a enterar de cualquier forma - y elegí como escolta de vuelta a un hombre buscado por la ley. Me salvé porque apareció una mujer que había conocido en la taberna.

 

El recuerdo de los altivos ojos de Cassandra volvieron a clavarse en mi mente. Molesta, solté un bufido.

 

- ¿Te salvo... Una mujer? - era la primera vez que Marie intervenía en la conversación, pero no perdía detalle.

 

- Sí, una de todos esos maleantes que se emborrachaban en la taberna - especifiqué rodando los ojos. 

 

- ¿Cómo era? - la curiosidad de mi hermana pequeña no tenía fin.

 

- Una mujer descarada e irritante - respondí -, llegó tan borracha que su tripulación se la tuvo que llevar en brazos.

 

- ¿Su tripulación? - los ojos de Cathy brillaban con entusiasmo - ¿Era capitana? Nunca he conocido a una mujer capitana...

 

- Las mujeres decentes no acostumbran a dirigir barcos de delincuentes. - supuse.

 

Cada palabra que decía, acrecentaba el entusiasmo de Catherine.

 

- ¿Qué crees que era? ¿Pirata? ¿Contrabandista? ¿Mercenaria?

 

- ¿Qué más da? - contesté, ya cansada - todos son proscritos, vagos y oportunistas. 

 

- Así que te ha salvado una delincuente, hermanita - comentó con retintín. 

 

- Yo no diría tanto - negué, altiva.

 

Catherine estaba a punto de responderme pero la corté con un gesto. Ya estaba cansada de hablar de la misteriosa y pedante Cassandra.

 

- Y ahora, hermanas, deseo darme un largo baño y descansar un poco hasta la hora del almuerzo.

 

Marie asintió y tomó del brazo a Catherine, que se resistía a abandonar mi habitación.

 

De mala gana, mandé llamar a las criadas para que me preparasen un baño. Notaba los músculos agarrotados por la tensión acumulada y el mediocre descanso del que había disfrutado. Suspiré complacida cuando me deslicé dentro de la tina. El agua caliente relajando mi cuerpo, y el suave olor a lavanda despejando mi mente. Hogar, dulce hogar.

 

 

 

- ¡Cassandra! - gritó Caleb entrando en la habitación - ¿A que no adivinas quién da una fiesta dentro de cuatro días? - preguntó. Aarón barajaba las cartas con maestría mientras la jarra de cerveza desfilaba por la mesa.

 

- Sorpréndeme - contesté divertida por su entusiasmo. 

 

- ¡El mismísimo Alexander Vatrov! - me incliné en el asiento, interesada. Ya habían pasado dos días de lo acontecido en la taberna con la señorita Vatrov y me maravillaban las casualidades del destino.

 

- Continúa - le animé.

 

- Se dice en el mercado que será una gran celebración a la que acudirán los más ilustres personajes de la ciudad - ya podía verle relamiéndose fantaseando con el oro en los bolsillos de todos esos peces gordos -. Vatrov aprovechará para hacer un importante anuncio.

 

- Vaya, vaya... - sonreí - Cuatro días, ¿Eh? Pues no deberíamos esperar mucho para preparar nuestras mejores galas.

 

Helena me miró con una sonrisa cómplice. Bien sabía que le encantaba engalanarse y participar en los fastuosos bailes de la aristocracia. No eran pocas las ocasiones en las que nos habíamos colado en ellos. Con una cómica reverencia le ofrecí mi mano, que tomó con gracia:

 

- ¿Me hará el honor de acompañarme, milady? - parodié.

 

- Con sumo gusto, señora mía - contestó siguiéndome la broma.

 

Markus nos observó con una sonrisa mientras charlaba con Roderic tranquilamente. Ellos no gustaban de acompañarnos, pero los demás ya nos estábamos metiendo en el papel. Ya teníamos nuestros papeles más que ensayados para cuando se daba la ocasión. Como siempre, Helena y yo seríamos dos jovencitas aristócratas, acompañadas del gallardo terrateniente que interpretaría Aarón. Kurt y Caleb, por su parte, se harían pasar por nuestro escolta y sirviente, respectivamente.

 

- Hace mucho que no visitamos a la señora O'Brien - comentó alegremente Caleb.

 

- Pues ya va siendo hora - dije terminando mi cerveza de un trago - en marcha, muchachos.

 

Nos dirigimos a la pequeña sastrería de la señora O'Brien. El modesto negocio se hallaba en una alejada callejuela de los bajos fondos, dónde atendía normalmente gente de origen humilde. Sin embargo, si disponías del oro suficiente, la mañosa mujer podía conseguir fantásticas telas con las que manufacturar auténticos lujos de prendas. Nosotros acostumbrábamos a visitarla para abastecernos de la ropa suficiente para nuestros viajes y remendar la que se nos estropeaba.

 

- Cassandra y compañía ¡Qué grata sorpresa! - nos saludó la pequeña mujer cuando entramos en su tienda - chiquilla, te estás quedando en los huesos - me reprendió.

 

- Me temo que hemos pasado unos días muy agitados en alta mar - le respondí dándole un abrazo -. Pero qué gusto me da verla tan bien.

 

- Me temo que tengo que conformarme con hacer lo que puedo, niña - dijo haciéndonos gestos para que la siguiéramos a la trastienda - ¿En qué puedo ayudaros, jovencitos? ¿Hoy no nos acompañará Roderic?

 

No era ningún secreto que la señora O'Brien sentía predilección por nuestro rubio compañero. A pesar de su madura edad, que rondaría los sesenta y tantos, la experimentada costurera parecía una adolescente enamorada ante su presencia.

 

- Me temo que no en esta ocasión, señora O'Brien - reí -. Pero le haré llegar su deseo de que la visité cuando pueda - ella asintió complacida.

 

- ¿Y qué puedo hacer por vosotros? - ofreció -las ropas que os llevasteis la última vez deberían mantenerse en buen estado. - yo sonreí con picardía.

 

-Hoy venimos a por un encargo un poco más especial - respondí paseando entre las hileras en las que se amontonaban todo tipo de tejidos. Deslicé mi mano entre las telas - Alexander Vatrov da una fiesta en cuatro días y, aún no lo sabe, pero nos ha invitado.

 

Los ojos de la costurera brillaron con entusiasmo. Con el público al que atendía, no solía tener demasiada oportunidad de crear las bellas y costosas prendas que harían que lucirían en un evento como este.

 

- Me avisas con poco margen, niña, pero puedo darte lo que necesitas - comentó. Después de repartir órdenes entre sus hijos, los despachó impacientemente.

 

Volvieron poco después, mientras le contábamos a la señora O'Brien las últimas aventuras vividas en nuestros viajes y charlábamos de los posibles atuendos que podríamos llevar.

 

- Habéis hecho un buen trabajo - les felicitó estudiando el material que sus hijos habían conseguido. Su rostro desbordaban impaciencia. - es hora de empezar a trabajar.

 


 

 

Notas finales:

El Revenge hace alusión a "The Queen Anne's Revenge" el famoso barco del capitán Edward Thatch, más conocido como Barba Negra.


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