Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Los Deseos de un Demonio por paunina12

[Reviews - 22]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola *sale de entre los muertos* he vuelto! muajajajajaja XD espero que les guste este capítulo, utilizaré esta semana que tengo libre (Yay!) para subir y escribir nuevos capítulos y unos one shots que tengo preparados, no los distraeré más, pasen a leer.

Salió de la habitación acompañado por su mayordomo, quien lo miraba con un semblante notablemente molesto.

-Espero que no se haya vuelto costumbre suya tener malentendidos con las damas,  incluso teniendo una prometida que lo ama, joven amo- dijo Sebastian.

- Te faltó decir que a ti te molesta porque supuestamente me amas ¿O no?- pensó el conde, pero prefirió guardar silencio. Cosa que extraño notablemente a su mayordomo.

- Y creo que alguien le comió la  lengua, notando su repentina falta de interés al hablar conmigo.- Ciel se estaba aguantando las ganas de Darle una bofetada, ya se vengaría más tarde.

-¿Desde cuándo que tengo que darte explicaciones a ti? ¿Podrías recordármelo? Porque creo que eso no estaba en el contrato que actuaras como si fueras mi madre.-contestó al mayordomo, quien se cayó inmediatamente.

-Ya que durmió con esa ropa ¿No le gustaría darse un baño de tina antes de volver a vestirse.

-Es una excelente idea Sebastian.- vio cómo el rostro del mayordomo se iluminó, pero no pudo contenerse.-  Dile a Mei-Rin que lo prepare.

La duda se notó visiblemente en la cara del mayordomo y se instaló allí por unos segundos.- ¿No…No quiere que lo haga yo?- preguntó extrañado.

-Dije que quería que Mei-Rin lo hiciera ¿acaso no lo entiendes? No cometeré el  mismo error dos veces, ya sabes a lo que me refiero ¿O quieres que te lo recuerde?

-No es necesario, joven amo.  Iré por Mei-Rin, volveré con ella enseguida.

El joven Conde se sentía algo extraño fingiendo que no habían ocurrido más cosas entre ellos, estaba acostumbrado a actuar de forma directa para acabar con el problema de raíz, pero en ese momento se hallaba realmente confundido, podría haberle preguntado directamente a Sebastian si en verdad lo amaba o era una jugarreta que hacía con todos sus contratistas así se solucionaría todo, pero las verdad era que estaba asustado, él no era para nada un experto en el amor y en verdad tenía miedo de que todo fuera nada más ni nada menos que un juego, pues él desde hace tiempo que sentía que algo le empezaba a brotar en el pecho, junto con una legión de abejas asesinas sedientas de sangre que picaban el interior de su estómago cuando estaba en compañía de su mayordomo, su cercanía lo abrumaba, aunque pudiera disimularlo y actuar como si este no fuera más que una molestia para el cuándo estaba a su lado tarde o temprano se acabaría desbordando y acabaría a los pies del demonio, por ello quería dejarlo todo claro de una vez. El NO podía estar enamorado de Sebastian, El NO PODÏA enamorarse del demonio.

Una voz femenina los sacó de sus pensamientos, Mei-Rin ya tenía el baño listo, así que le dio las gracias y le pidió cortésmente que se retirara. Entró a la bañera, la temperatura estaba perfecta, tan caliente como para relajar los músculos  y eliminar las tenciones, justo lo que necesitaba.

Una vez seco y fuera del baño pensó en llamar a Sebastian para que este lo vistiera, pero algo lo detuvo, a sabiendas de que el demonio podía hacer con él lo que quisiera solo si se dejaba llevar un poco decidió que no quería arriesgarse, mucho menos ahora, que se hallaba realmente confundido y no lograba comprender del todo si lo que sentía por su mayordomo era algo más que una conexión entre amo y contratista. Así que se vistió como pudo, sorprendiéndose de lo fácil que era aunque lo hacía con algo de torpeza ya no tenía que depender del mayordomo, de hecho, no  podía creer que este siguiera vistiéndolo cuando ya estaba por cumplir 14 años, no pudo  evitar sentir vergüenza, ya que aquel de ojos rojos lo había visto ya de pies a cabeza, como si recién hubiera venido al mundo, algo completamente vergonzoso que nunca se había tomado el tiempo para meditar.

Cuando ya estuvo completamente vestido y arreglado,  bajó para encontrarse con Erika, pero en camino se encontró con Mei-rin, que estaba algo nerviosa y sonrojada, el joven conde la miró extrañado y decidió preguntarle que ocurría.

-Bo-bocchan , tenemos un problema con la “invitada”- indicó Mei-rin.

-¿Qué ocurre con ella?- preguntó Ciel tratando de sonar tranquilo.

-Acompáñeme por favor.

-Está bien.

Ambos caminaron por los pasillos hasta llegar a la habitación en la que se encontraba la joven, Mei-rin abrió la puerta y se encontraron con una persona completamente cubierta por las sábanas.

-¿Qué es lo que pasa?

-Lo que pasa es que la señorita no quiere ponerse los vestidos de lady Elizabeth. Y Esos son los únicos que tenemos.

-¿Y por qué no quiere? No actúes como una niña Erika, no soy una persona paciente, si no te  vistes no vas a poder salir del cuarto y tengo una noticia que dar.- Dijo algo molesto el joven conde.

-No es cosa de actuar como una mocosa, es que se ven horribles en mí- Dijo la manta parlante

-Señorita invitada, acaba de ponerse un vestido mientras ordenaba la ropa, ni siquiera he visto como luce en usted.- Siguió insistiendo Mei-rin.

-Suficiente, sal de ahí ahora.

-No lo haré.

-Entonces voy a obligarte a hacerlo,- Dijo el ojiazul destapando a la chica.

Los tres se sonrojaron inmediatamente, Ciel cubrió su rostro con sus manos, Mei-rin sangraba por la nariz y la otra chica se cubría lo que más podía.

-¡Pero que rayos! ¡Por qué estás vestida así de nuevo?-exclamó el conde.

-Por eso no quería que nadie me viera ¡Tu prometida es una maldita tabla de planchar! ¡Esto no me cabe, y cuando logro ajustarlo no deja nada a la imaginación, parezco una prostituta de baja tarifa!- Reclamó la chica bastante molesta.

-¡Esta bien!¡Está bien!¡Llamaré a Nina Hopkins, ella te vestirá! Demonios…- Entonces miró a Mei-rin y notó que tenían una talla perecida- Por ahora usaras algún vestido que tenga Mei-rin, creo que esos serán de tu talla, ¿estás de acuerdo Mei-rin?

La chica de lentes se limpió  la naríz con un pañuelo a asintió.- Como usted quiera, Bocchan, vendré en un momento.

El menor salió de la habitación y se dirigió a la cocina, en donde encontró a Sebastian. Este lo miró extrañado al ver al chico bien vestido y con sus zapatos bien atados.

-Vaya, vaya. Parece que usted ya no me necesita para nada, joven amo.- Dijo  Sebastian  haciendo una mueca de fingida tristeza.

-No seas dramático, pero debo agradecértelo, pues si no fuera por ti no sé hasta qué edad tendrías que haberte ocupado de mis baños o de algo tan trivial y sencillo como vestirse, vamos,  que hasta los chicos pequeños saben hacerlos por si solos.

El demonio le dedicó una falsa sonrisa y se lavó las manos,- me alegra haberle ayudado, pero le seguro que si el otro día yo no me hubiese detenido, usted hubiera acabado aprendiendo otra cosa- Sonrió burlonamente mientras se secaba las manos con un pañuelo.

El ojiazul se sonrojó hasta las orejas, pero qué atrevimiento el de su mayordomo ¿Cómo podía decirle algo tan descarado? Aunque sabía que en parte tenía la culpa de todo esto.

-Solo vine a decirte que quiero dos tartas de chocolate y un jarrón de limonada fresca para después de almuerzo y quiero que las lleves al estudio.

-¿Viene de visita Lady Elizabeth otra vez?

-No, voy a pasar la tarde con Erika ¿algún problema?

El rostro del mayor se desencajó, touché, pensó el oji azul no le había servido de nada  sacarle en cara lo que había ocurrido, él tenía bastante claro cómo defenderse en caso de alguna rabieta que hiciera su mayordomo. Cuando se dirigía a su despacho comenzó a darse cuenta de algo muy importante, Sebastian  cada vez actuaba más como humano, desde que lo conoció, que era una bestia sin sentimientos solo con deseos de devorar, había pasado a ser un demonio que actuaba y sentía como humano, ya  que este antes desconocía los celos y todas las emociones atribuidas a su raza. Pero ahora se  hallaba a si mismo peleando contra la nada para ganar su corazón. Acaso podía ser el amor tan poderoso como para hacer que alguien que nunca en toda su vida demoniaca había sentido algo ahora actuase como un adolecente con las hormonas alborotadas, Pero eso  no importaba, pues el pasaría a desaparecer una vez que su alma fuera consumida  y devorada por el demonio.

Pasaron unas horas y Sebastian se dirigió al despacho de su amo, tocó la puerta con suavidad y luego entró.

-lamento la interrupción joven amo, vengo  a decirle que Nina Hopkins llegó.

-Gracias Sebastian, puedes retirarte.- respondió El ojiazul.

Se estiró  un poco y miró por la ventana, hacía un clima excelente para comer afuera y disfrutar del hermoso paisaje que daban las rosas silvestres. Salió de su estudio y llegó a la parte central de la mansión, en donde se encontró con la ruidosa y voluptuosa mujer, quien estaba acosando a Mei-Rin como cada vez que iba a visitarlo.

-El conde hizo un ruido con la garganta para llamar la atención de la modista- Un gusto tenerla aquí otra vez, Nina. Le agradecería si dejara de acosar a mi sirvienta, la necesito para este trabajo.       

-Lo que sea para usted, Conde Phantomhive. ¿Quién es la hermosa flor de 15 años que tengo que vestir?

- ES una amiga de la familia, que por ahora se está quedando en mi mansión, quiero que le  hagas muchos vestidos, y cosas así. No sé mucho de eso, así que lo dejo todo en tus manos.- finalizó el conde. Ven conmigo, Mei-rin te ayudará por si necesitas algo.

-Dios mío, ¡esta chica es preciosa!, podría servir  como una de mis modelos, ese cabello negro azulado y esos ojos marrones intensos- Nina comenzó a toquetear a la joven, quién solo hacía una mueca de incomodidad  mientras esta acariciaba sus pechos y sus piernas. -¿No me diga que esta es su nueva adquisición joven Phantomhive-.

-Claro que no, ella es solo, como dije antes, solo una amiga, ¿podrías saltarte el acoso por esta vez y comenzar a hacer su trabajo?- dijo el jiazzul algo irritado.

- Lo lamento, me dejé llevar, le tomaré las medidas enseguida y comenzaremos a coser de inmediato.- dijo la mujer, soltando a la chica.

-Cuando esté lista diríjanse  al salón principal, tengo algo que informar.

++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++

Sebastian estaba en el jardín cortando las rosas marchitas, sin dejar de pensar  en la relación que tenía su bocchan con la reciente invitada, había algo en ella que le extrañaba muchísimo y tenía qué comprobarlo, estaba completamente seguro de que ella estaba ocultando algo y él sería quien lo descubriría, quizá así podría lograr que sub joven amo se mantuviera lejos de ella. No podía evitarlo, estaba completamente loco por los celos, esa conexión que ellos tenían era muy distinta a la que solían tener  él y el joven conde. El  gran lazo que formaron y se empezó a descomponer frente a sus ojos por dejarse llevar y hacer tonterías que nunca en su vida demoniaca había hecho, estaba echo un desastre por dentro y no podía negarlo, todas esas nuevas emociones le nublaban la vista, aparecían sin invitación alguna y dejaban un rastro en llamas cuando se paseaban por su cabeza y pecho, dejándolo completamente trastornado y confundido.

Miró hacia ambos lados, como asegurándose de que nadie lo estuviese observando y se quitó los guantes sin notar que unos ojos color zafiro estaban posados curiosamente sobre él desde una alta ventana. Tomó sin cuidado alguno una de las rosas recién florecidas y dio un respingo, se había pinchado con una de las múltiples espinas de esta, la sangre comenzó a brotar de unos de sus dedos y la gota caló sobre la flor, en un acto que le pareció realmente extraño al  que observaba sin ser visto, el mayordomo la besó y esta se tiño de un rojizo que se convirtió en negro, aquella bella flor que una vez fue pura y casta con su blancura, había sido manchada con el pecado y acabó tiñéndose de rojo, para después sucumbir bajo los labios del demonio y tomar un color negro, entonces para sorpresa de su amo observó algo completamente extraño, su mayordomo comenzó a quitar los pétalos de la rosa jugando al “me quiere, no me quiere”, lo cual le causo algo de risa, pero a la vez completamente inocente y tierno.

Así  caían una tras otra, pétalo tras pétalo, me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere hasta que legó al último, dando como resultado un  “me quiere”.  El demonio sonrió y guardó el negro pétalo en el bolsillo donde guardaba su reloj, cerca de su insignia de mayordomo.

Ciel dejó de observar por la ventana y se sintió terriblemente confundido, nunca habría creído que Sebastian podrías ser capaz de hacer eso, algo tan romántico, algo tan humano que llegaba a abrumarlo. Quizás podría creerle y caer con confianza entre sus brazos, tocó sus labios suavemente, recordando el beso que se habían dado y todo lo que este le había dicho. ¿Sería real todo lo que había salido de la boca del demonio? Después de todo él le había dado una orden cuando lo invocó y esa era que nunca le mintiese.

Tocaron la puerta suavemente y detrás de esta se asomó Mei-rin  quien le informó que Erika ya estaba lista y que la modista ya se había ido, salió de su despacho y se dirigió a la sala de su mansión.  Entonces la vio, la chica vestía un hermoso vestido de azul zafiro con lindos moños y encajes de color negro, el corsé se apegaba a su silueta y la hacía parecer como una muñeca de porcelana.

-Vaya, te queda muy bien, Erika.- Dijo el conde.

-Tu modista sí que tiene talento- respondió la chica algo sonrojada.

-Ahora que estás lista, es momento de dar la noticia. Mei rin, llama a los demás sirvientes y a Sebastian por favor.

-Como desee Bocchan.- la maid abandonó la sala para ir en busca de los demás sirvientes, unos minutos después todos estaban reunidos esperando que el joven hablara.

-Muy bien, ahora que todos estamos aquí, hay algo que quiero comunicarles, pero antes de eso, hay algo que quisiéramos aclarar, Erika, por favor…- estiró su brazo para que la pelinegra hablara.

-Yo, bueno, sé que no empezamos con el pie derecho y lamento que haya sido de esa forma, no fue mi intención tratar de lastimarlos y me disculpo por ello, les aseguro que esto no volverá a ocurrir y espero que me perdonen.

Los sirvientes se miraron unos a otros, hasta que Finny habló.-Yo sabía que en realidad no fue su intención hacernos daño , así que por lo menos yo, no tengo nada que perdonar. Es más, me alegro mucho de haberla vuelto a ver, Lady Erika.- el rubio sonrió y miró a sus compañeros, quienes devolvieron a sonrisa.

-Bueno, si no lo hizo a propósito, creo que tampoco tenemos nada que perdonar.- Dijo Bard, a lo que Meirin asintió.

Sebastian los miraba con expresión de molestia, no entendía como esos torpes la perdonaban cuando había estado a punto de matarlos a todos, parecía una broma.

-Bien, ahora que todo ha sido aclarado, tengo un anuncio que darles, Erika se quedará un tiempo indeterminado en la mansión, así que espero que se lleven bien con ella.

La mandíbula del ojirojo se desencajó de la sorpresa, ¿qué era eso de quedarse un tiempo indeterminado en la mansión?,  miró a la chica con rabia y esta respondió con una mirada descaradamente burlona.

Tenía que descubrir lo que ocultaba esa chica para apartarla del lado de su bochan, pero lo único que tenía claro era que cada vez odiaba más a esa mujer.                                                           

Notas finales:

Espero que les haya gustado, no olviden dejar su review, ya que me anima a seguir escribiendo. Nos vemos en otro capítulo o one shot que tengo preparados por ahí. 

                                                                        ~Sayonara~


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).