—Gracias, Mahiro— Con su cabeza gacha sin mirar a su compañero, estaba al costado de aquél que lo había ayudado, aquél que lo había auxiliado. Observó cuidadosamente los brazos y cuello del niño que había recibido los golpes de esas rocas sin decir una palabra, colores rojos y púrpuras resaltaban sobre su piel junto con raspones y sangre seca.
Era extraño se sentía incomodo por la situación, un chico que apenas conocía y muchas veces aborrecía por alguna extraña razón lo había defendido.
La atmosfera era tensa e incomoda llevaban una hora en la enfermería sin mirarse y ninguna palabra había sido dicha, estaba cansado, aburrido, fatigado y el aire de superioridad que rodaba al de ojos rojos era de cierto modo desagradable, pero algo lo retenía en ese lugar quizás era solo por cortesía pero ni el mismo podía explicar por qué su “cortesía” estaba durando mas de una hora.
— ¿Traerme el emparedado con mermelada que tengo en el salón? — Era un tono de orden, claro y firme, esas habían sido las palabras que había pronunciado tras un largo silencio.
No lo miró, no hubo ni siquiera un por favor en esa oración, nada amable, nada que no sonara como una orden. Yoshiro apretó su puño y rechino sus dientes, pero su rostro no tenia ninguna expresión, era casi neutral, no era que fuese una sorpresa la personalidad déspota de su compañero de Salun, por cosas como esas lo detestaba y los demás por creer que su actitud era de lo mas genial.
Se levantó de la silla, tomó su mochila y salió del cuarto sin decir una sola palabra, rígido y calculando cada movimiento, abandono la enfermería sin mirar ni una sola vez atrás.
— Uuf… Creí que nunca se marcharía— Suspiró un tanto aliviado, aquel chico había estado mas de una hora junto a él sin decir nada, solo había hecho lo mejor que sabia hacer “usar su mala actitud” para que el chico se marchara a descansar, se sentó sobre la cama sintiendo el punzante dolor proveniente de cada golpe que había recibido su piel, se sentía algo confundido no sabia en que momento se le había pasado por la mente ayudar a ese niño, tal vez fue su sentido de la justicia o su forma de demostrar quien estaba al mando, no lo sabia y mucho menos comprendía, pero lo que sí sabia era que aquel chico de ojos verdes le simpatizaba a pesar de que al parecer el sentimiento no fuese mutuo.
Cerró sus ojos y recostó su espalda sobre la cama tenia planeado descansar hasta que las clases concluyeran y además quería pensar en una leve forma de vengarse de aquellos niños. Todo estaba en silencio, estaba demasiado tranquilo su cuerpo comenzaba a ceder al sueño hasta que todo sus intentos de dormir se vieron interrumpido con la presencia y los pasos del castaño.
—Aquí tienes— Había llegado a la habitación con el dichoso emparedado de mermelada mas una caja de jugo, la cara de Mahiro se había transformado en una mueca de perlejidad, miró directamente a esos ojos color esmeralda y pudo percibir bajo esa seria mirada nerviosismo y algo cálido, que lo hacia sentir bien sólo con poder observarlos.
Mahiro tomó el emparedado que le era entregado junto con el jugo y lo miró detenidamente escuchando como Yoshino se volvía a sentar junto a él, era todo my extraño nuevamente había un silencio total en la habitación pero esta vez se sentía mas ameno no con la misma incomodidad de antes.
—Ten esto, probablemente tienes hambre— Mahiro partió el emparedado por la mitad y se le entregó al chico frente a él, el rostro del menor se veía confundido porque realmente lo estaba, no entendía por que el rubio era amable y odioso a la vez, quizás eso era lo que mas lo molestaba no poder descifrar en que pensaba realmente el rubio que comía frente a él como si nada le importara.
—Pensé… que te habías enfadado y te habías ido— El sonido que salía de la boca de Mahiro interrumpió sus pensamientos, si estaba enfadado, vaya que lo estaba pero por alguna razón había ido directamente a buscar la colación del rubio sin saber por qué lo hacia y por qué Abia vuelto nuevamente a la enfermería, pero algo sabia, tenia mucha hambre y no podía rechazar el emparedado en ese momento.
Comió con muchas ganas, el hambre hacia que todo supiese más sabroso pero el exceso de mermelada manchó un costado de su boca sin darse cuenta hasta que termino de comer.
No notó en que momento Mahiro se había acercado tanto a él pero ahí estaba su rostro frente a frente, se quedó completamente quieto sin saber que hacer preso de la cercanía del rubio, y de un momento a otro sólo sintió la tibia lengua de Mahiro lamiendo el costado de su boca dejándolo congelado en el tiempo, con la vergüenza recorriéndolo de pies a cabeza y con su corazón palpitando a mil por hora.
Mahiro sólo supo que la mermelada sabia mejor en Yoshino.