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Nunca olvides que te quiero por Sawako_chan

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Notas del capitulo:

¿Qué puedo decir?

Tengo muchas cosas en la cabeza hoy. Me siento emocionada, petrificada, soñada, con el ego por las nubes… en fin, me siento plenamente feliz por tantos comentarios que he recibido. GRACIAS por sus críticas, sus opiniones, TODO. No saben lo feliz que me siento, lo feliz que fui al ver tantos comentarios tan lindos de su parte. Cada uno me sacó una sonrisa enorme, respondí cada uno. En fin, de verdad GRACIAS.

Ah, el final. Es tan triste despedirse de una historia a la que le has puesto tanto empeño y tanto cariño. La verdad es que recién acabo de terminar el capítulo (Una vez más, 5:41 am) y no podía esperar más para subirlo. Planeaba hacerlo más tarde, pero quiero compartirlo con ustedes cuanto antes. Tenía algo de miedo al subirlo, porque es el final y verdaderamente no quiero que termine xD pero tampoco puedo dejarlas con la curiosidad tanto tiempo. Así que aquí me tiene, actualizando a tiempo récord.

Ha sido un capítulo bastante, bastante difícil de escribir. Me partí la cabeza, me emocioné, me bloqueé en varias ocasiones, en fin, me pasó de todo. Me sucedió algo muy curioso, porque recibí buenas críticas sobre el primero, y sobre que habían llorado, los sentimientos tristes y de amor… sinceramente no sabía si eso mismo iba a lograrlo con este desenlace. Fue un reto ENORME para mí terminar la historia. Pero quedé muy satisfecha con los resultados. Debo confesar que llevaba doce páginas escritas y no sabía cómo continuar, pero la inspiración llegó a mí y debo decirles que este capítulo es incluso más largo que la primera parte (Sí, sí MÁS largo) así que espero que se relajen, se tomen su tiempo, vayan al baño, tomen un rollo de papel, coman, y entonces sí, lean el capítulo :D

No, ya de verdad. MUCHAS GRACIAS.

35 páginas en Word y más de 15,000 palabras. Hay mucho riesgo xD

No los entretengo y a leer.

ADVERTENCIA: DRAMA.

 

Capítulo 2.- Una cálida sonrisa.

 

Silencio. Sólo hay silencio donde debería haber abrazos, besos. Donde debería haber sonrisas, sólo hay una profunda soledad. Y frente a frente dos hombres, en medio de la oscuridad de la noche. Uno conoce todo. El otro, por desgracia, no recuerda nada.

 

     —Oye, no sé quién seas, pero estás invadiendo mi privacidad. —el primero en hablar es el hombre del reactor en el pecho. Las palabras suenan lejanas para Steve. Le duele el pecho, los ojos le arden. Sus puños apretados y la mirada perdida en algún punto de la habitación. ¿Por qué?, se pregunta mentalmente. Entonces sus ojos se encuentran. Descubre que Anthony no está jugando. No es una clase de mala broma como las que solía jugarle en el pasado. Pero él no sabe qué responder. No sabe hasta qué parte de su vida a olvidado Tony. ¿Por qué?, vuelve a cuestionarse—. Tampoco sé cómo entraste, pero ten por seguro que no te será tan fácil la próxima vez. No sé si seas una de las conquistas que he tenido en estos días y por error te haya dado la clave de mi casa, pero ¿te digo una cosa? Sólo es una noche, no más. Lo siento, cariño. —y esas palabras tan burdas, tan hirientes, calan en Steve. Duelen como una herida reciente que sigue abriéndose a cada paso, a cada segundo. A cada gesto. Tony Stark no lo recuerda. No tiene ni un ligero presentimiento de quién es él. Ha vuelto a ser el mismo de antes. ¿Por qué?, se pregunta por tercera vez. Sabe que para Tony él no ha sido una simple noche, pero no lo dice. Lo guarda en su interior. Lo calla cobardemente.

 

     —Y-Yo… —las palabras se atoran en su garganta, como piedras. Esconde la tristeza que brota por cada poro de su piel. Respira profundo, trata de mantenerse sereno y pasa saliva de forma pesada. Entonces baja la mirada y se encuentra con sus propios zapatos. Están sucios. Por primera vez están sucios, porque la urgencia de ver a Tony era más importante que su aseo personal—. Supongo que tienes razón. Siento las molestias que te he causado… Me voy. —murmura, sin sacar de su gran error al castaño, quien sigue de brazos cruzados, viéndolo fijamente. No tiene valor. Necesita asimilar esto, aún no puede simplemente soportar la idea de ser olvidado.

 

     —Claro que tengo razón. Y es una buena elección, porque no quiero llamar a la policía. —dice con su tono habitual, mientras se acerca a la puerta y la abre de un solo movimiento, mostrándole al rubio la salida. Quiere preguntarle quién es, pero no lo hace. Simplemente no le interesa. Steve camina como si los pies le pesaran, y no se atreve a hablar. No se atreve a decir que esto es un error. No se atreve a gritarle al castaño que es su novio, y que lo ha olvidado. Sin embargo, quiere decir tantas, y tantas cosas. Pero sólo mira a su alrededor, pensativo, triste. Extrañará esa casa que al principio le parecía una construcción sin vida, pero que después se convirtió en su hogar. Porque Tony estaba ahí. Mira todo por última vez y luego sale por la puerta, sin despedirse.

 

Pero no se va, se queda en el pasillo, contemplando la oscuridad de éste. Es igual que su corazón en este momento. Espera pacientemente, como si una ráfaga mágica soplara sobre el cerebro de Stark y le devolviera los recuerdos. No quiere marcharse, aún no. Sus puños se aprietan fuertemente, mientras ve la alfombra de bienvenida en la casa del millonario. Quiere una esperanza, sólo una señal. Sólo… algo. Por favor, pronuncia mi nombre; recuerda quién soy yo, piensa, me encontrarás en el mundo del pasado. Pero luego una verdad cae crudamente sobre sus hombros: Tony ya no tiene un pasado. Al menos no con él. Con el corazón destrozado y la mente bloqueada para poder decir algo más, para poder pedir alguna explicación, se da media vuelta, mete las manos en su chaqueta, y se marcha.  Sin decir nada más, sin hacer un solo ruido. Excepto el eco de sus pasos al caminar. Se pregunta si ese eco también vive en su corazón. Sin mirar al hombre por el que ha vuelto. Porque no podría mirar una vez más la indiferencia en esos ojos que alguna vez lo miraron con cariño. El castaño tampoco espera que se despida, porque apenas ve salir al extraño que ha invadido su casa, cierra la puerta y cambia la contraseña sin pensarlo dos veces.

 

Anthony se queda parado, sin hacer ningún movimiento. No sabe cómo ha entrado ese hombre a su hogar, sólo sabe que tiene que reforzar la seguridad. Por alguna extraña razón, siente que lo ha visto antes. Frunce el ceño y se soba las sienes con las yemas de sus dedos. Respira profundo y se concentra. Busca entre sus recuerdos—o lo que queda de ellos—a ese hombre. Al menos su nombre. Es como cuando se tiene la respuesta a algo en la punta de la lengua, pero no se logra decir. No encuentra la palabra. Se siente perdido y confundido. Se concentra en buscar información de él, pero se abstiene de preguntárselo a JARVIS, porque tiene que lograrlo él mismo. Cuenta hasta diez, después veinte, y la cifra aumenta hasta cincuenta. Entonces se aburre de pensar. No hay nada que recordar, se dice a sí mismo, nunca lo he visto antes. No sé cómo se llama.

 

o.o.o.o.o.o.o

 

Por primera vez vuelve a sentirse aquel sujeto indefenso que fue hace muchos, muchos años atrás. Por primera vez el frío cala tan profundo en su corazón, que hace un hueco inmenso. Las piernas le tiemblan, la quijada está apretada fuertemente, sus ojos ven la farola de la esquina, iluminando tenuemente la noche. El manto es tan oscuro como sus sentimientos. Cierra los ojos, los siente acuosos por las lágrimas que no se ha atrevido a derramar. Entonces respira hondamente un par de veces, queriendo deshacer la sensación del nudo en su garganta, y sus manos se hacen puños dentro de la chaqueta. No quiere pensar, no puede pensar. No es posible, no, no lo es. Pero está en un error.

 

Camina sin rumbo fijo, y da con el lugar menos esperado: un bar. Entra y pide una copa, ignorando las miradas de las mujeres sobre él. No quiere sonrisas falsas, no quiere olores extraños, besos desconocidos. Sólo quiere a un hombre, pero ese hombre ya no lo recuerda. Su pecho duele, arde, siente que se consume. Es como si pusiera las manos sobre el fuego, y luego las frotara sobre la ropa una y otra vez. Un sentimiento tan masoquista que lo absorbe. Tiene el estómago pesado, y la garganta cerrada. Le da un trago a la bebida que le han traído, pero no es suficiente. Pide la botella y da tragos largos, como si fuera agua. No le importa que la gente lo vea de forma extraña. Ha recibido peores miradas.

 

El tiempo pasa incontable, y con él varias botellas de diferente alcohol. Toma, y vuelve a tomar. Siente cómo el alcohol pica su garganta, pero no hay nada. No olvida. Al contrario, todo pesa más ahora. Desearía poder embriagarse, poder tomar hasta perder la conciencia. Tomar hasta que los problemas se vayan, y luego vomitar al día siguiente para deshacerse de las malas experiencias. Pero ese es un defecto del suero del súper soldado: siempre estará sobrio. Mira las botellas vacías a su alrededor, y pide una más. No le importa, no tiene nada que perder a fin de cuentas.

 

Su cabello rubio está desacomodado, la chaqueta mal puesta. Sus zapatos siguen sucios. Sonríe de forma vacía al verlos. De repente se queda sin planes. Ya no tiene nada que hacer. Porque todas las cosas que quería hacer al volver han desaparecido, no hay nada. Solo vacío. Sólo dolor. Quizá ser odiado es preferible a ser olvidado, piensa con amargura. Sus manos tiemblan sobre la botella, y quiere aventar todo. Quiere romper cosas, destruir ese bar, y marcharse en su motocicleta sin rumbo fijo. Pero no puede hacerlo, porque aún necesita explicaciones. Entonces toma el celular que le regaló Stark y marca un número bastante conocido. Potts contesta y quedan de verse al día siguiente, cuando él le explica lo que acaba de suceder. Necesita saber qué fue de la vida de Anthony en esas dos semanas y media. Y entonces da otro trago profundo a la botella. De todas formas, no es como si pudiera hacerle tanto daño como lo que siente ahora. Y no llora. No lo hace.

 

Tony Stark ha olvidado los recuerdos que tenían juntos; él, por desgracia, no puede hacerlo.

 

o.o.o.o.o.o.o.o.o

 

El departamento de Pepper es algo pequeño en comparación a la Torre Stark, pero bastante cómodo para charlar. Ella le invita a entrar, con una mirada triste, pero una sonrisa sobre los labios. Él la saluda formalmente, pues su convivencia jamás fue demasiada, aunque ciertamente le tiene afecto. Es una persona especial para Tony, a fin de cuentas. Se pone cómodo en el sofá, mientras Potts le tiende una taza con té. Se sienta frente a Steve. Y el silencio transcurre largo, incómodo. Ninguno de los dos quiere empezar con aquel tema tan delicado y profundo, pero Steve deja sobre la mesilla su taza, y lleva sus manos a las rodillas. Está nervioso.

 

     —Por favor, señorita Potts… quiero… quiero saberlo todo. ¿Cómo fue que Tony…? ¿Cómo? —le pregunta sin terminar a forma de súplica, mientras sus dedos estrujan la tela de sus pantalones. Ella no dice nada por algunos segundos, y tampoco lo mira. Pero entonces suspira, porque sabe que ese hombre necesita saber la verdad. Y no hay mejor testigo que ella. Entonces asiente de forma lenta, sintiendo cómo las primeras lágrimas se arremolinan en sus ojos. Es algo tonto, porque ha llorado una y otra vez por la misma razón, pero es inevitable. Ambos pares de ojos se cruzan. Azul del cielo, y azul del mar.

 

     —Tony ha olvidado muchas cosas, Steve. Apenas recuerda el secuestro de Afganistán. —confiesa en voz baja, como si compartieran un secreto, a pesar de que no hay nadie más que ellos en aquella casa. Las cejas rubias del más alto se fruncen, esperando que aquello sea mentira. No puede haber olvidado tanto en tan poco tiempo. Pero luego recuerda que también lo ha olvidado a él. En dos semanas y media. En tan pocos días lo ha sacado de su vida.

 

     —¿No recuerda que él es Iron Man? —cuestiona, esperando con paciencia. Sabe que el tema no es el mejor para una conversación, y que ella se siente de la misma manera que él. A ambos les duele que la persona que más aman esté pasando por algo tan injusto como esto. Hay soledad, dolor, una rabia profunda e intensa contra el destino. Contra ellos mismos.

 

     —No. —responde—. He tenido que mentirle, diciendo que fue rescatado meses después, y que sufrió un golpe en la cabeza y por eso no recuerda algunas cosas… pero él no es tonto, ni siquiera finge serlo. Sabe que le estoy mintiendo. —ella no lo mira ahora. Sus ojos están fijos en la taza de té que mantiene entre sus dedos temblorosos. Sin poder evitarlo, suelta las primeras lágrimas. Éstas caen sobre su bebida, haciendo pequeñas ondas que se desvanecen—. Ha sido… Steve, esto ha sido tan difícil y horrible. —murmura, mientras sus palabras se cortan por la impotencia que siente. Él la mira y se pone de pie, caminando hasta sentarse a su lado. Le quita la taza de porcelana fina, y coloca una de sus grandes manos en su frágil hombro.

 

No puede decir nada. Simplemente se queda ahí, oyendo el llanto que ella trata de apaciguar. Entonces todos esos sentimientos vuelven, lo llenan de culpa. ¿Por qué?, se cuestiona como el día anterior, ¿Por qué no estuve aquí? ¿Por qué permití que me olvidara?, y se siente frustrado, ofuscado, lleno de culpabilidad. Sabe que todo ha sido su culpa. Jamás debió ir a esa misión. Quizá suene egoísta, un poco horrible viniendo del propio Capitán América. Pero a él no le interesa más la gente, si entre ellos no se encuentra Anthony Stark. Trata de ocultar lo que siente, pero ya no puede más. Una lágrima silenciosa se desliza por su mejilla, y se pierde sobre sus labios. Es la primera que ha derramado, pero es tan profunda que puede asegurar deja una marca por donde corre. Saborea la amargura que desprende su sabor, y se odia a sí mismo. Se odia por haber partido a California. Se odia por poner el deber por encima del amor.

 

     —No es tu culpa, Steve. —ella trata de recomponer su rostro, limpiando sus lágrimas. Lo mira con los ojos vidriosos, y posa su delgada mano sobre la suya. Ambos comparten la culpabilidad, él lo sabe. Ambos se sienten de la misma forma. Porque han visto como todo aquello avanza sin poder detenerlo. Ellos han sido testigos de cómo la persona más importante en sus vidas, los olvida. Si tan sólo se hubieran dado cuenta antes. Si tan sólo… —. No está en nuestras manos. —Virginia trata de convencerlo, pero también de convencerse a sí misma que por más que esté con Tony en este momento, él terminará por olvidarla un día no muy lejano.

 

     —No debí ir a esa misión. —susurra, sin importarle lo que ella pueda pensar. Sólo necesita decirlo en voz alta, sacar todo ese resentimiento personal de su pecho—. Debí estar aquí, apoyándolo. No imagino cuán doloroso debió ser para Tony sentirse sólo. Yo… debí… diablos, jamás debí permitir que m-me olvidara… Soy un idiota. —las palabras salen atropelladas de sus labios, su lengua está entumecida. Sus manos se pasean con frustración por su rostro, ahora mojado por las delgadas lágrimas que salen de sus ojos sin poder detenerlas. Su labio inferior tiembla. Es débil. Se siente débil. Su fuerza física no le impide sentirse frágil. Y el suero del súper soldado no impide que su corazón se desplome con cada pensamiento. No impide que Steve Rogers se derrumbe.

 

     —Tony fue muy fuerte, Steve. Él tampoco quería olvidarte tan fácil. Se sentía igual de culpable que tú. —pero las palabras que quieren parecer reconfortantes, sólo hacen que el corazón del rubio se encoja más. Si tan solo no se hubiera marchado, quizá Tony aún recordara algo de él. Pero lo dejó dos semanas y media, bastante tiempo para que nada siguiera normal. Él no quería irse, y sin embargo lo hizo. Por deber. ¿Y para qué? No le vale de nada, ahora ya no. Entonces mira a la mujer que ha estado con Tony todo este tiempo, y siente un poco de envidia, porque ella ha podido pasar los últimos días con el filántropo. Otra parte de él le agradece ese gesto. A fin de cuentas fue una parte muy importante para Tony, se reprende mentalmente. Pero no puede evitar sentir ese egoísmo. Ella, al contrario de él, sí ha estado con el castaño. Ella lo ha apoyado, cuando él prefirió correr a una misión. A salvar extraños. Extraños que no le devolverán a Stark.

 

Virginia toma un trago más de su té, y le ofrece nuevamente su taza a Steve, quien la toma entre sus manos y bebe un sorbo grande. Siente la garganta seca. Sabe que ninguno de los dos puede continuar con aquella situación que se escurre de sus manos como agua. Se siente confundido por los sentimientos negativos que lo atormentan. La gente que ha salvado no tiene la culpa, pero Steve no tiene a quién echársela. Ese es el problema. No hay nadie aparte de él, que sea el responsable de todo.

 

     —¿Ha habido algún avance? ¿Los doctores ya saben lo que tiene? —pregunta de forma automática, sin mirarla. Cierra los ojos y espera la peor respuesta, aunque algo dentro de él le da un poco de esperanzas. Aún no quiere hacerse la idea de que sea olvidado. Aún no puede. Ella suspira mientras vuelve a tomar asiento.

 

     —Los doctores sólo saben que Tony ha tenido una especie de bloqueo en su mente. Al parecer, las consecuencias de cruzar ese hoyo en el cielo le han traído traumas pseudo-cerebrales. Una barrera se generó en su mente, creando una especie de anticuerpos que protegen su cerebro y le hacen perder sus recuerdos. —Steve la mira, sin comprender mucho lo que dice, necesita hablar con los doctores personalmente. Sin embargo, algo dentro de él siente que debería preguntar algo, aunque suene una locura, pero ella le adivina el pensamiento—. No han encontrado la cura. Sólo son suposiciones echas. —murmura, sin un tono de voz en especial. Sólo está compartiendo la información que ha recibido.

 

     —Lo entiendo… —asiente un poco abatido, y da un sorbo largo a su té, terminando lo que queda en la taza. Deposita el objeto sobre la mesilla y se pone de pie. Sólo necesita descansar, poner su mente en blanco, y luego hablar con los doctores. Necesita respuestas. Necesita un “por qué”.

 

     —Steve, los doctores del hospital al que llevamos a Tony la primera vez ya no lo están atendiendo. —le notifica, cuando prevé que el otro piensa marcharse. El mencionado la mira con una ceja levantada, esperando en silencio que continúe—. SHIELD y sus doctores especializados se están encargando de eso. —le sonríe un poco al notar que las facciones del soldado se vuelven más suaves—. El Doctor Banner vuelve mañana, quizá él pueda ayudar. —y entonces un brillo de esperanzan inunda su mirada. Steve, por el contrario, no quiere hacerse ilusiones. Aunque sabe que el Doctor es bastante inteligente. Se quiere mantener objetivo.

 

     —Mañana me daré una vuelta por las instalaciones de SHIELD, para ver si puedo obtener un poco más de información. —le sonríe un poco. El labio inferior aún le tiembla. Ella tiene unas pequeñas ojeras marcadas debajo de los ojos. Debe ser difícil lidiar con la empresa, y aparte estar con Tony todo el tiempo—. Le doy gracias por todo, de verdad. —Virginia se pone de pie, mientras le estrecha la mano con formalidad a Steve. Ella asiente, con los ojos nuevamente acuosos, y entonces recuerda algo.

 

     —Espera un momento, por favor. —y se pierde por el pasillo.

 

Steve mira su mano con impotencia. Él no puede hacer nada. No es como si pudiera ir a ver al castaño y preguntarle cómo le va, porque él no lo recuerda. Ahora es un completo extraño. Además no cree que la reacción del hombre de barba sea diferente a la del día anterior. Ha corrido con suerte de que sólo lo haya echado y no llamado a la policía. Además no puede seguirse lastimando con esas miradas indiferentes, con esas palabras hirientes y ese tono frío y desconsiderado. Se mantendrá informado desde el anonimato al menos hasta que encuentren las causas y las consecuencias de lo que le sucede al genio.

 

Potts vuelve a los tres minutos, con una pequeña caja plana entre sus manos. Se la entrega a Steve, y espera con paciencia. Él la abre, y encuentra un disco dentro. No sabe lo que significa hasta que lee las letras pequeñas plasmadas en un trozo de papel que reposa al fondo de la pequeña caja.

 

<< Para: Capi-paleta. De: Tony Stark. Asunto: importante. >>

 

     —Tony grabó esto para ti cinco días después de que te fuiste. —menciona, mientras ve la caja con atención. Steve se queda sin palabras. El aire escapa de sus pulmones—. Me pidió como favor que te lo entregara cuando… cuando volvieras. —respira profundo, intentando controlar los recuerdos de ese día. Ha llorado mucho. Su nariz está roja, y no ha dormido bien en estos días—. No lo he abierto, tranquilo. —le sonríe un poco, mientras su cabello amarrado en una coleta alta se balancea. Steve tiene el ceño fruncido, pero sus facciones se suavizan un poco, y sus mejillas se tiñen de un color rosado.

 

     —Oh, no. No me malinterprete, es sólo que… —balbucea sin éxito. No ha querido que Pepper piense que él es un desconfiado. Sabe que esa mujer jamás violaría la privacidad de alguien. Mueve la caja nerviosamente entre sus dedos.

 

     —No te preocupes, estaba jugando. Yo también me sorprendí cuando me lo dijo. Pero vamos, es Tony Stark. Puedes esperar cualquier cosa de él. —entonces camina hacia la puerta, con Steve siguiéndole. Abre hacia el pasillo, y el hombre da un paso afuera, aún algo conmocionado por el detalle—. Te mantendré informado de todo lo que pase con Tony, descuida. —y su premio lo obtiene cuando Steve le sonríe un poco, aunque parece triste. Se ve notablemente decaído, y su cabello está un poco revuelto. Sin duda ha sufrido mucho, piensa con tristeza.

 

     —Gracias. De verdad, gracias por todo. —le da un beso en la mejilla y después se aleja. Tiene un nudo inmenso en la garganta. Pepper lo ve marchar, perderse a paso lento, pero va notablemente tenso. Se pregunta cuánto tiempo tardará en recuperarse de este golpe. Probablemente, toda la vida, deduce. Una lágrima más se desliza por su rostro, y ella la limpia con sus dedos temblorosos. Lo sabe. Sabe que el día en que Tony Stark la olvide llegará pronto. La vida, definitivamente, da muchas vueltas.

 

Steve mira la pequeña caja con nervios mientras camina. No sabe qué es lo que ha grabado Tony para él, pero un sentimiento de pesadez se instala sobre su pecho. Tiene una mezcla de sentimientos arremolinados en el corazón. Aprieta la caja contra su playera, siendo cuidadoso para no estropear lo que sea que contenga el disco. Aunque tiene un presentimiento sobre el contenido.

 

o.o.o.o.o.o.o.o

 

Anthony camina, se detiene, y vuelve a caminar.

 

Ronda por la sala, la cocina, su recamara, y las demás habitaciones. No recuerda haber construido algo así, aunque en la cúspide de la Torre brille con soberbia su apellido. Decir que aquella vivienda no le gusta sería mentir, pero no la siente como su casa. Él quiere regresar a Malibú. Sentarse y mirar la playa por horas y horas, escuchando como las olas azotan la arena. Ésta casa no es suya. Y mucho menos el taller que está abajo. Simula perfecto la copia de su taller original, pero no todo es igual. Él construye armas, no trajes de latas enormes. Hay armaduras, cascos, y datos en su computador que él jamás ha hecho. Hay investigaciones que él nunca ha llevado a cabo. Sin embargo, están redactadas como si hubiera sido él quien hiciera todo aquello.

 

También ha desprogramado a JARVIS. Lo ha mandado a dormir mientras se recupera del letargo que está sufriendo. La confusión lo envuelve, todo lo atormenta. Su mayordomo virtual con mente propia se ha vuelto su enemigo, al darle datos que él no sabe. Que no recuerda. Aunque hay una parte de él, un instinto, algo que le dice que sí ha hecho todo eso. Pero cuando quiere buscar en su mente, ésta se cierra, permanece en blanco. Entonces su cabeza duele y todo se vuelve frustrante.

 

Pepper no deja que vuelva a Industrias Stark, ahora ella la maneja. Le ha dicho que se quede en casa y que se relaje. El secuestro de Afganistán ha sido un golpe duro. Sin embargo él sabe que hay algo más escondido en todo eso. Potts se muestra nerviosa casi siempre, sus ojos se desvían, y cuando por fin consigue atrapar su mirada sólo ve tristeza. Él no es idiota, sabe que algo pasa, pero no sabe qué. O más bien, no recuerda qué. Quizá cometió un error en alguna fiesta, y se embriagó tanto que no sabe qué pasó. Además está el extraño reactor en su pecho. Lo último que recuerda es tener una batería de coche manteniéndolo con vida.

 

Suspira y toma una dona de la caja especial en la cocina. No sabe de dónde salió la caja, porque él jamás fue un completo adicto a ellas, pero ahora las necesita tanto como sus tazas de café y sus vasos de whisky. Hay un aviso sobre la caja << Propiedad de Anthony Stark. >> Pero no es su letra la que se lee. No sabe quién ha puesto eso ahí. Sólo sabe que le gusta el sabor de ese alimento. Las donas de chocolate son especiales. Y no sabe por qué.

 

La cabeza comienza a dolerle, le punza una cierta parte baja en su cabeza, y no lo deja en paz. Gruñe con frustración y siente que un hormigueo recorre la zona. Lleva su mano derecha hasta el lugar y rasca con insistencia. Hace un gesto torcido. Odia la migraña. Y la odia incluso más cuando ocupa todo su espacio. Se ha quedado—en la que se supone y es su casa—sin nada que hacer. Ha cerrado el taller, ha dormido a JARVIS, y se ha quedado solo. Se pregunta cuándo fue la última vez que se sintió de aquella forma. La última vez que sintió la soledad tan profunda. Probablemente cuando sus padres murieron.

 

Apenas recuerda borrosamente el bigote de Howard y la sonrisa de María.

 

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Han pasado cuatro días desde que Steve ha vuelto a Nueva York.

 

Cuatro días en los cuales se ha pasado yendo hacia las instalaciones de SHIELD, haciendo reportes de su última misión, informando a Nick Furia de su trabajo y sus técnicas, hablando con Clint y Natasha sobre trivialidades—ninguno se atreve a preguntarle algo, su cara lo dice todo—y cuando tiene tiempo libre, se pasa por los laboratorios para preguntarle a Bruce sobre la situación de Tony. No han encontrado ninguna cura todavía.

 

También se ha instalado en un pequeño departamento que SHIELD le ha ofrecido para su uso personal. Ha estado ocupado, muy ocupado en estos cuatro días, no le sobra tiempo para nada. O él hace que eso suceda, porque tiene miedo de tener tiempo libre. Tiene miedo de pensar en Tony y en el disco que le ha dado Pepper. No lo ha visto. Tiene miedo, mucho, mucho miedo. Miedo de que el castaño le reproche en la grabación haberse marchado, dejándolo solo. Cosa que es cierta. Tiene tanta culpa que no puede cargarla más. Pero también tiene ansias. Quiere saber qué es lo que contiene ese objeto en su interior.

 

Así que al cuarto día, cuando regresa por la tarde al departamento vacío y lleno de cajas de cosas empacadas que no ha podido poner en su lugar, toma la decisión de verlo. No sabe si se arrepentirá, pero necesita saber el contenido con urgencia. Toma la caja negra que contiene el disco, y lo introduce en el DVD. Se sienta en el pequeño pero cómodo sofá de la diminuta sala, y apaga su celular. No quiere interrupciones. Quiere escuchar todo hasta el final, quiere analizar, y después… no sabe qué quiere después. Lo cierto es que extraña a Tony, mucho, demasiado. Lo quiere a su lado. No puede dormir por las noches sin su cuerpo, sin sus bromas, su sarcasmo. No puede tener un buen día sin mirar aquella perfecta sonrisa o aquellos hermosos ojos. Diablos, lo extraña tanto que podría ir a su Torre y espiarlo como un maniaco sin importar las consecuencias.

 

Enciende el televisor y espera que el DVD lea el contenido del disco. Nervioso es poco. Sus dedos tiemblan, sus manos sudan, y sus pies se mueven incómodos en el suelo. Suspira y pasa ambas manos sobre su cabeza, acariciando sus cabellos. ¿Qué estará haciendo Tony?, se pregunta mentalmente. Dejarlo cuesta, y no buscarlo es una tortura. Pero sabe que sólo se dañaría más. Tiene que esperar a que Bruce junto con el equipo científico-médico de SHIELD le den una noticia. Un avance, algo. Deja sus pensamientos en otra parte cuando la pantalla se enciende, y presta total atención al video.

 

Aparece el rostro de Tony y la mitad de su cuerpo en una habitación, específicamente en su taller de la Torre Stark. Está sentado sobre la mesa donde trabaja. Usa su playera favorita de Black Sabbath y unos sencillos pantalones de mezclilla. El reactor de su pecho brilla tan claramente como siempre. Steve sonríe al ver la luz que ese aparato desprende. Quizá a Tony le desagrade, pero a él le muestra lo puro que es su corazón. Al fondo se muestra al babas, destruyendo un par de piezas de un motor. Tony le dirige una mirada irritada al brazo mecánico, mientras le indica con una señal que se aleje. Después enfoca su vista de nuevo al frente, como si mirara a Steve personalmente. Un nudo se forma en la garganta del rubio.

 

     —Eh, hola, supongo... Sí, hola Steve. —dice con una media sonrisa pintada en el rostro, mientras agita su mano en señal de saludo—. Le he pedido a Pepper que te entregue este video, en caso de que… bueno, ya sabes, eso. Si lo estás viendo, y espero que seas Steve Rogers, porque si no eres él, entonces de una buena vez te digo que estás violando propiedad privada y… —pero sus palabras se detiene abruptamente, y una suave risa escapa de sus labios—. Claro que eres Steve, Potts jamás le daría esta grabación a nadie más. —niega divertido, mientras frota sus manos en las rodillas—. Muy bien, comencemos desde el principio otra vez: Hola Capi-paleta. No sé cuál sea el día en que te encuentres viendo esto, mientras yo hago el ridículo aquí siendo grabado, pero es que no me convence eso de hacerte una cartita cursi, ya sabes… —vuelve a perder el hilo de la conversación, y se soba la barbilla con un gesto de frustración—. Ok, ok, seguiré el guion, estoy desviándome mucho... Lo que quiero decir es que nadie me ha amenazado para hacer esto, sé que te sorprende, y puedo imaginar tu cara de tonto, pero… la verdad es que tengo algunas cosas que decirte. Cosas que no te dije antes de que te fueras. —mira atentamente sus manos, como si encontrara alguna respuesta ahí. Después vuelve su vista a la cámara. Algo ha cambiado en su mirada, Steve lo nota.

     —Llevas cinco días en esa estúpida misión y ya siento que ha pasado mucho tiempo, ¿sabes? Quise hacer este video por varias razones, pero la más importante es que sé que no me queda mucho tiempo, literalmente. Desde que te fuiste he comenzado a olvidar cosas a una velocidad asombrosa, y entre ellas se incluyen varios de nuestros momentos. —su sonrisa es triste, vacía—. Lo siento, Steve. Sé que prometí que no te olvidaría, pero a estas alturas dudo que recuerde todo esto para cuando vuelvas. El hombre del parche alias el pirata Furia, dice que la misión en California se ha prolongado una semana más… y tengo un poco de miedo. —lo último lo susurra, como temiendo que un secreto se escape de su mente. Steve ve la soledad en aquellos ojos color chocolate. Están vacíos. Siente una pesadez en el estómago—. Siento una rabia inmensa conmigo mismo por permitirme olvidar cosas. No sabes cuánto he investigado, pero JARVIS no es un médico, y tengo que dejar todo esto en manos de esos doctores incompetentes y… ojalá estuvieras aquí, anciano. —trata de bromear, pero algo se atora en su garganta. Tony pasa saliva de manera profunda, y luego un gesto torcido parecido a una sonrisa brota de sus labios—. Bueno, este video no es para hablar de lo que pasa por aquí. Sólo necesitaba darte un último mensaje, porque siento que será el último. —ésta vez su rostro se pone serio. Son contadas las veces que Steve lo ha visto de esta forma. Tony deja de moverse sobre su lugar, y se queda en silencio algunos segundos antes de continuar: —. No te sientas culpable por esto, nadie tiene la culpa, y mucho menos tú. Quizá si yo hubiera hecho caso a mis síntomas sería una historia distinta, pero bah, soy Tony Stark... Así que nada de lamentaciones y golpes de pecho, ¿entiendes? Te conozco muy bien, Rogers. —y Steve suelta una pequeña risa que se ahoga en su garganta. Los ojos le escosen. Sabe que comenzará a llorar en cualquier momento.

     —He pensado mucho en mí, en los recuerdos que perderé. Algunos son malos, otros agrios, así que esos está bien que los pierda. —ríe un poco—. Sabes que soy un egoísta, pero eso cambia cuando se trata de ti. Porque eres en quien he pensado estos cinco días. En tu voz, en tu cabello. Por cierto, me alegro que hayas cambiado ese corte que no te iba por uno más actual, y ni se diga de la ropa moderna que usas… He pensado en la forma de tu espalda, y tus perfectos y malditos bíceps. Porque, joder Steve, ni haciendo pesas toda mi vida conseguiré un cuerpo como el tuyo. —suelta una carcajada. Steve sonríe, mientras un par de lágrimas se deslizan lentamente por sus mejillas, traicioneras. Sin embargo esa sonrisa no alcanza sus ojos. Ha extrañado tanto ese sonido de su novio—. Pienso en nuestro primer beso, en la primera vez que tuvimos sexo. Si no tengo una erección ahora es porque esto es algo serio, porque me lo imagino y… y bueno, sigamos donde me quedé. Recuerdo nuestra batalla en Nueva York, y nuestros enfrentamientos en la base de SHIELD. Aún recuerdo, incluso, cuando volví después de traspasar el hoyo en el cielo lleno de esa cosas feas, y ahí estaban tus ojos, mirándome de la forma en como lo haces después de manosearme. —ríe una vez más, mientras ladea la cabeza un poco. Sus ojos oscuros están algo cristalinos, y respira profundo para poder continuar. No quiere llorar mientras dice todo aquello. Steve, en cambio, ya está llorando sin poder detenerse—. En fin, estoy recordando los momentos que aún puedo, porque no sé cuándo será la última vez que pueda reproducirlos en mi mente. ¿Sabes qué es lo peor de todo esto? Sentir cómo poco a poco tu cerebro se cierra, y dejas de recordar detalles, rostros, nombres… es un sentimiento terrible de impotencia para un genio como yo. Te pone enojado todo el tiempo. —esta vez baja la mirada, mientras su voz se apaga poco a poco. Queda en silencio un par de minutos. Respira hondamente, mientras pasa su mano derecha por su cabeza y revuelve sus cabellos castaños.

     —Esto parece un diario, y no estoy acostumbrado a abrir mis pensamientos a los demás, pero eres tú, así que está bien, supongo…Y ahora, tengo que darte las gracias. Sí, reproduce ésta parte hasta que tu ego se infle, porque debes sentirte afortunado si Tony Stark te da las gracias… pero enserio, te mereces esa palabra, Steve. Eres un buen hombre, un excelente soldado, y un perfecto amante. —vuelve a sonreír, recobrando el sentido del humor, mientras ve con una sonrisa pícara hacia la cámara—. Recuerdo que destruiste mi jacuzzi por tanta fuerza empleada la vez que… bueno, además, me mueves el piso. ¿Sí sabes lo que quiero decir? Me hiciste un hombre nuevo al quererme tanto; no sé si me merecí tu cariño alguna vez, de hecho. Aunque soy un hombre sin arrepentimientos, porque todas mis acciones me han conducido hasta ti. Tengo suerte de que seas mío, maldita sea, lo acepto. Tú haces mi vida... También te doy las gracias por comprarme las donas de chocolate que ahora no puedo dejar de comer. Me hago adicto a todo lo que tenga que ver contigo. —y entonces, ya es inevitable para Anthony Stark. Una lágrima salada se desliza por su mejilla, y luego le sigue otra, y una más. Son como un pequeño arroyo formado de sentimientos. Steve también llora. Quisiera estar a su lado, abrazarlo contra su pecho y secar con besos aquella agua que desciende de sus bellos ojos. Tony ni siquiera las retira. Las deja correr libres hasta que se pierden en su barba—. Hay momentos de impacto, de mucho impacto. Ellos te definen. Aunque nunca tuve en cuenta que hay una posibilidad de olvidarlos todos. Si tuviera el privilegio de elegir algún momento para recordar siempre, elegiría sin dudar la vez que gritaste cuánto te gustaba yo. Joder, fue tan divertido verte. Tan emocionante oír tus sentimientos. —una risa ahogada escapa de sus labios, y limpia con brusquedad el camino de lágrimas que hay en su rostro. Sus ojos siguen fijos en la cámara, como si pudieran traspasar hasta los de Steve. Él ve un poco borrosa la imagen en la pantalla por causa de las lágrimas, así que parpadea seguidamente para deshacerlas.

     —Entonces me miro al espejo, y me digo a mi mismo que quiero conservar ese recuerdo, no importa que todo lo demás se vaya, no importa que deje de tener un pasado. No importa si dejo de ser Tony Stark. Sólo quiero recordar tu confesión. Y quiero que alguien lo escuche y lo cumpla, pero no sé si sea demasiado tarde para entonces. —mira su reloj de mano, y frunce el ceño—. Esto es muy largo, creo que el trasero se me ha entumido ya, y supongo que a ti también. Así que quiero decirte un par de cosas más antes de terminar este video. Creo que tenemos que empezar a ser realistas: yo no recuperaré la memoria, y algún día cercano te volverás un completo extraño… Aquí viene algo grande. No tengas miedo de seguir tu vida y dejarme atrás. No suelo dar consejos, pero quiero que aceptes éste: regresa a tu vida y pasa página. Empieza de nuevo. Haz lo que sea necesario para dejar todo esto atrás. No tengas miedo de lo que yo pueda decir… Sólo seré un cascarón vacío y sin recuerdo alguno de estos días. Me despertaré sin saber nada algún día, así que no te detengas por mí, no vale la pena. —unas lágrimas se deslizan por el rostro de Steve, mientras escucha aquellas dolorosas palabras. Tony, por el contrario, intenta sonreír—. Y aquí viene el premio mayor: la última cosa que quiero decirte, y que no te dije antes de que te fueras. Me arrepiento de eso. Iba a decírtelo por la mañana antes de que partieras, pero te fuiste muy temprano, y sabes que yo me levanto muy tarde. Joder, Rogers, pudiste esperar a que yo despertara. En fin, lo diré sólo una vez, pero podrás reproducirlo las veces que quieras, por algo es un CD. Yo… eres lo mejor que me ha pasado en la vida. Me confundes, haces que explote, que llegue a mis límites. Pero también me haces sonreír. Y todo este video estúpidamente cursi al que le sale miel por donde quiera y que siempre negaré haber grabado, se resume a algo que no te he dicho nunca: te quiero. Con todo lo que tengo para darte. Con todas mis fuerzas, y con las 50 vidas que me ofrece este reactor. —tamborilea con sus dedos el frío metal en su pecho, y sonríe. Una sonrisa que Steve nunca ha visto. Es especial. Tan sincera, tan verdadera. Pero a la vez tan triste, llena de una dolorosa despedida. Por un momento olvida que los separa una distancia enorme. Siente el corazón palpitar como loco. Porque también es una sonrisa cálida, llena de cariño—… Y bueno, creo que eso es todo... Ah, una última cosa antes de apagar esto: Todo lo especial que hay en mí, eres tú. —le guiña un ojo, y le manda un beso.

 

La grabación termina.

 

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Bruce se mueve de un lado a otro en el laboratorio.

 

Lleva tres días sin dormir, pero no es como si le afectara. Ésta preocupado por su amigo. Se siente un culpable más por no haberlo notado a tiempo. La tristeza lo invade, pues no puede concebir que una de las personas más excéntricas como Stark, esté pasando por todo esto. Le tiene aprecio, mucho aprecio. Gracias a ese soberbio hombre ha aprendido a interactuar con su bestia interior. Los consejos que le dio mientras estaban de misión tratando de capturar a Loki han estado siempre en su mente. Es hora de devolverle el favor a un amigo.

 

Soba sus sienes y toma un sorbo de su café. Sigue investigando. Los demás científicos y doctores especializados de SHIELD se mueven de un lado a otro, buscando. Tiene libros y libros llenos de información sobre la mesa de trabajo. Al fondo del laboratorio se vislumbran pequeños frascos con líquidos en su interior. Cada uno posee una etiqueta y un color distintos. Sabe que está trabando en contra del tiempo, porque Tony está olvidando a una velocidad sorprendente. Lo que le urge es parar ese virus que ha creado el mismo cuerpo de Stark, para después obtener la cura. Primero necesitan congelar, y después aniquilar.

 

Se acomoda sus lentes, y vuelve a trabajar. Camina hacia los frascos y toma uno. Necesitan analizarlo. Han hecho mezclas y mezclas de distintas sustancias esperando que alguna funcione. Sabe que están a punto de lograrlo, pero falta algo. Y no sabe lo que es. Y tampoco es como si pudieran ponerle cada una de esas sustancias a Stark, primero necesitan probarla. Con decisión, toma el frasco con la mezcla más confiable que han hecho hasta el momento, e introduce el líquido en una aguja. Entonces le pide a un doctor que traiga al animal de prueba.

 

Esto es por ti, Stark. Piensa. Después toma el conejo blanco entre sus manos, para hacer las pruebas necesarias.

 

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Pepper es una mujer bastante ocupada, y tampoco ha dormido bien los últimos días. Está cansada, agobiada, preocupada. Una mezcla de emociones que solamente la debilitan. Ha bajado mucho de peso desde que el asunto de su jefe comenzó. Bosteza, mientras sale de su auto. Frota su cuello con la mano derecha, mientras va directo al elevador que la llevará al Pent House de Tony. No ha tenido nada de tiempo para ir a visitarlo, y se siente mal por ese hecho. Pero la empresa requiere su completa atención, y más ahora que la exportación e importación de los productos de Industrias Stark está en su auge. También está el proyecto de la energía ilimitada y pura. Se siente tan cansada. Pero tiene que ser fuerte. Por Tony.

 

Mientras el elevador sube, y en su pantalla se marca el número constante de los pisos que va pasando, se pone a meditar un poco. Las cosas han salido como nadie las hubiera planeado. La vida da golpes fuertes, algunos empujones, provoca feas caídas. Sólo espera que esto pueda pasar. Que todos puedan levantarse. Ella ama a Tony Stark. Es lo único que tiene en la vida. Lo dejó todo por él: la posibilidad de tener una vida, una familia. Sin embargo, no se arrepiente de nada. El castaño la premió con los mejores meses de su vida a su lado como su pareja. Si bien las cosas se terminaron entre ellos, el cariño de hermanos jamás ha dejado de existir. Sabe que Tony está mejor con Steve. Él es un bálsamo entre la complicada vida de Stark. Espera que pronto puedan ser felices nuevamente. Aún tiene las esperanzas muy en alto.

 

Entonces las puertas del elevador se abren, y ella entra con una sonrisa. Tiene que verse normal frente a Tony. Marca el código en la pantalla virtual, y la puerta de la casa se abre. Espera unos segundos, pero JARVIS no le da la bienvenida. Se extraña por ese hecho, pues el mayordomo virtual es quien suele recibirla siempre. Camina un par de pasos hacia la sala, y entonces vislumbra al castaño sentado, sin hacer ningún movimiento. Siente sus ojos arder un poco, pero ya es bastante haber llorado. No planea hacerlo ahora. Así que suspira, y finge una de sus mejores sonrisas. Sus labios lucen perfectos, pintados en un clásico color frambuesa.

 

     —¿Estás aburrido, Tony? ¿Por qué JARVIS no está? —cuestiona mientras se acerca, sacándole un buen susto al castaño, quien brinca de su asiento y de inmediato se pone de pie. La voltea a ver, con los ojos muy abiertos, y una expresión indescifrable en el rostro. Y entonces sucede. Un sentimiento extraño se instala en la boca del estómago de Pepper, y teme lo peor. Pero lo peor ya está en la puerta. Sabe que ha llegado el momento. Un par de lágrimas se deslizan por sus ojos sin poder evitarlo al escuchar sus crueles palabras.

 

     —¿Quién eres? —

 

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Steve está nervioso, sentado al lado Bruce, en silencio. Ambos están esperando que la dosis de químicos que le han introducido al conejo de prueba funcione para poder utilizarla en Tony. Cada quien tiene sus propios pensamientos. Steve está callado, triste, visiblemente decaído y con ojeras marcadas debajo de sus perfectos ojos azules que están opacos. No puede pensar en nada. Su mente sigue vagando en las palabras que Stark le ha dicho en el video. Se siente tan vacío. Si no se hubiera marchado, quizá todo sería diferente. Al menos hubiera podido escuchar ese te quiero directamente de los labios del castaño.

 

Un hombre vestido con bata blanca y lentes entra a donde están, con una tenue sonrisa pintada en el rostro. Camina a paso rápido hasta ellos, y se sitúa enfrente, con el conejo entre las manos.

 

     —Lo logramos. La dosis está lista. Es la correcta. —sonríe. Y entonces un deje de esperanza se implanta en el buen corazón de Steve, quien se pone de pie con una leve sonrisa en el rostro. Al menos está contento porque Tony no seguirá olvidando más cosas. Aunque sea demasiado tarde para su historia. Bruce le mira con una sonrisa, mientras le pone una mano sobre el hombro del rubio y le sonríe de forma conciliadora. Sabe que han conseguido un poco más de tiempo para encontrar la cura a la enfermedad de Stark. Si es que la hay.

 

Sin embargo otro hombre entra casi corriendo, y rompe todas las ilusiones que se habían formado en esa atmósfera al informarles que Pepper ha llamado con urgencia. Anthony Stark ha olvidado quién es ella. Ha olvidado todo.

 

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Tres días pasan desde la noticia.

 

Tres días en los que Steve no puede dormir. Tres días en los que las investigaciones no cesan. Tres días en los que no han encontrado aún la cura, pero le han administrado la dosis a Tony para que no siga olvidando cosas a partir de este punto. Pero ya es casi una nula esperanza, porque ha olvidado todo. Sólo sabe su nombre.

 

En estos tres días han llevado a Stark a las instalaciones de SHIELD, porque puede ser peligroso tenerlo afuera ahora que no recuerda nada. Lo han tenido que sedar varias veces cuando intenta escapar o se pone brusco con los enfermeros. No quiere hablar con nadie y desconfía de todos; tampoco come. A penas y se mueve de su cama, y se ve notablemente molesto en aquel cuarto que le han acondicionado. Así que las investigaciones no pueden avanzar si Tony no pone de su parte.

 

     —¿Qué? —pregunta Steve con una rubia ceja alzada, mientras se remueve nervioso en su asiento—. Pero él no sabe quién soy y… —sus palabras mueren en sus labios. El laboratorio es frío, bastante frío. Bruce lo mira desde su posición, mientras acomoda sus lentes con un suave movimiento. Le dirige una corta mirada, mientras suspira y prende una pantalla.

 

     —Precisamente por eso, Capitán. Stark no confía en nadie, y ninguno de nosotros sabe cómo hacerlo ser… un poco más, ya sabes, manso. —rasca su nuca con algo de cansancio, mientras observa las pantallas luminosas frente a él—. Ni siquiera ha querido hablar con Pepper… Eres nuestra última esperanza. —sus ojos se ven preocupados. Sabe que Steve es el único que sabe cómo tratar con Tony Stark sin terminar loco. Pero Rogers lo duda, porque no quiere lastimarse más, y tampoco quiere lastimar a Tony. Además está el video, y sus palabras. Ha pasado muchas horas reproduciendo las palabras en su mente. Las crueles palabras del adiós.

 

     —No lo sé… —duda un poco—. ¿Ya saben qué es lo que tiene? ¿Qué originó que olvidara sus recuerdos? —Steve lo mira con una ceja alzada, mientras Bruce asiente con una ligera sonrisa— ¿Encontraron…? ¿Hay una cura? —pregunta con un toque de ansiedad, sin evitar que una sonrisa boba adorne sus carnosos labios. Sus ojos brillan con anticipación. Desea que haya cura. En verdad quiere que la haya.

 

     —Por eso mismo queremos que vayas con Stark. Necesitamos saber sus reacciones, no podemos atacar sin armas, Capitán. —el rubio asiente, comprendiendo de pronto. Sabe que no pueden suministrar una dosis de la “cura” en Stark si no saben cómo es ahora, sus actitudes, sus cambios—. No sabemos si Tony ha olvidado también sus habilidades, o sólo sus recuerdos. Necesitamos información, y tú eres el medio para llegar a eso. —el rubio aprieta los puños, dudando un poco. Después asiente con un gesto brusco. Está decidido a hacer lo que sea necesario para traer a Tony de regreso.

 

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Por primera vez, después de mucho tiempo, siente que sus piernas no responden. Está parado frente a la puerta de la habitación de Tony, inmóvil. Sus nudillos se alzan y rozan la madera, pero no se atreve a tocar. No sabe qué sucederá una vez entre y vea al castaño mirarlo de nuevo con la indiferencia de antes. Se siente destruido, abatido. Está triste. Su corazón late desbocado por varias razones, porque también ansía volver a verlo. Esos ojos que lo vuelven loco, esas pestañas largas y espesas. Esos labios y esa barba. Está enloqueciendo por la mezcla de sentimientos arremolinados que tiene en el pecho. Así que suspira y se arma de un valor que en este momento no posee.

 

Toca dos veces sutilmente, y sin esperar una respuesta—sabe que no llegará—entra a la habitación con una pequeña sonrisa. Porta unos pantalones sencillos como los que solía usar antes de que Tony ejerciera su influencia modista en él, y una playera con el logotipo de SHIELD. Sus dedos se mueven nerviosamente, y sus ojos se pasean por la extensa habitación. Hay varios muebles y estantes, todos vacíos. Una ventana se extiende por una de las paredes, y en el centro al fondo, la cama. Ahí lo encuentra. Está semi-recostado, con una pose aburrida y los ojos fijos en él. Entonces Steve siente que los nervios afloran en su estómago, suben por su garganta, y se atoran en su lengua. No puede hablar. Esos ojos le han cortado todos los sentidos. Siguen siendo tan cafés como los recuerda, tan brillosos y expresivos. Y tan indiferentes. Eso le duele, y aplasta su corazón un poco más de lo que ya está. Nunca había tenido una misión tan difícil. Soportar esto es peor que la guerra, piensa irónicamente. 

 

     —¿Un nuevo enfermero? ¿De verdad? —cuestiona Tony burlonamente mientras se sienta en la cama, cruzado de brazos. Steve no se mueve. Suspira internamente, mientras guarda en su memoria el tono de voz del castaño. Joder, lo ha extrañado tanto que ni siquiera le importa el tono frío con que le ha hablado el otro—. Esos doctores, o lo que sean, deberían dejar de insistir. No tendrán apoyo de mi parte. —gruñe con fastidio. Entonces Steve parece reaccionar. Sus ojos se cruzan, y sabe que nada ha cambiado para él. Lo sigue queriendo con la misma intensidad, incluso más. Por un momento deja de importarle que Tony no lo recuerde.

 

     —No soy un enfermero. —le dice con una pequeña sonrisa—. En realidad ellos sólo quieren ayudarte, Tony. —camina por la habitación con un poco de miedo, y luego toma asiento en una de las sillas. Mira por la ventana el gran árbol, del cual comienzan a caer algunas hojas. Pronto será otoño. La estación favorita de Anthony.

 

     —¿Cómo sabes mi nombre? —pregunta en el mismo tono hosco mientras se pone de pie y avanza hasta el más alto, pero guarda su distancia. No quiere que lo ataquen como la última vez para inyectarle alguna especie de líquido que aún siente correr por sus venas. El otro lo mira con algo de nerviosismo, mientras mueve sus manos y las deja sobre sus rodillas. No lo mira.

 

     —Me lo han dicho afuera. —dice con algo de simpleza, para no verse tan obvio. Tiene que ser cuidadoso con las cosas que dice. Él tiene que recibir información, no darla. El castaño lo observa con el ceño fruncido, mientras sus ojos se oscurecen un poco. Steve conoce esa mirada. No le ha creído nada.

 

     —Supongamos que te creo, ¿Qué haces aquí? —ésta vez toma asiento en la otra silla, a pocos metros de Steve. Usualmente no tolera a los enfermeros hostigosos, pero con ese hombre es diferente. Lo siente diferente. Tampoco es como si fuera a confiar en él, pero al menos no parece tener dobles intenciones. Cuando lo ve de esa forma, sentado y con la mirada perdida afuera, siente que ha visto esa expresión antes. Trata de recordar de dónde conoce esa expresión, pero su mente está en blanco. Sólo baila su nombre en su memoria. Eso lo pone de mal humor. Más del que ya está.

 

     —He venido a hacerte compañía. —le dice con una pequeña sonrisa, mientras sigue atento al paisaje. Entre menos se encuentren sus ojos será mejor. No quiere verlo, recordar días pasados, y arrojársele encima para besarlo. Sería un fracaso si hiciera eso. Es la última opción que tienen para que Tony ponga de su parte y puedan seguir con las investigaciones.

 

     —Sabes mi nombre. Y supongo que de igual manera sabes por qué diablos estoy metido en este horrible cuarto sin ventilación. Quiero que me expliques que hago aquí. —exige con un tono de soberbia que a Steve le recuerdan los primeros días, cuando no se llevaban nada bien. Stark solía ser de esa forma durante la misión de capturar a Loki. Eso le saca una sonrisa mínima que trata de ocultar, pero que no pasa desapercibida para su compañero—. No soy idiota. Quiero la verdad. —se cruza de brazos, mientras lo mira fijamente. Ese hombre grande y robusto puede parecer muy imponente, pero Tony sabe que es bastante transparente. Lo nota en sus acciones, sus palabras, sus titubeos y su mirada. Esa mirada azul que se asemeja al azul del cielo que se alza sobre la ventana— ¿Soy un experimento? —vuelve a preguntar.

 

     —No. No eres un experimento. No dejaré que lo seas nunca. —ésta vez sí le dirige la mirada, y sabe que ha abierto la boca de más cuando el castaño entrecierra los ojos. Tiene que ser más cuidadoso. Así que suspira. Bruce le ha permitido revelarle algo de información para que se tranquilice—. Estás aquí porque… bueno, tú… perdiste la memoria. —no encuentra mejores palabras que esas. Él no es un hombre para conversar. La charla nunca ha sido su fuerte.

 

     —¿Qué dices? —él lo mira con una ceja alzada. Sus labios se curvan en una sonrisa sarcástica—. Yo soy Tony Stark. —se señala con las manos, como si fuera lo más obvio del mundo. Steve rueda los ojos. La arrogancia jamás será un cambio en ese hombre. Se pone de pie, haciendo uso de los once centímetros de diferencia entre sus alturas, para que Tony alce el rostro. Su dignidad permanece intacta a pesar de ser más pequeño.

 

     —¿Qué más recuerdas aparte de eso? —le cuestiona a forma de reto. Pero la verdad es que no busca nada de eso, sólo quiere saber hasta qué punto de su vida recuerda. El otro hombre lo mira fijamente durante varios minutos. Ninguna mirada quiere ceder. Pero es finalmente el propio castaño, quien termina retirando la mirada. Camina hacia la ventana con paso tranquilo, y ésta vez es él quien mira la forma del árbol, lo complicado de sus ramas, y la tranquilidad con que las hojas secas van cayendo. Se pregunta si con los recuerdos pasa lo mismo. Probablemente éstos también caigan de forma lenta.

 

     —Nada. No recuerdo nada aparte de eso. —

 

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Bruce está bastante contento. Al fin alguien ha podido interactuar con Tony sin que éste se sienta amenazado. Al menos Steve no ha sufrido todavía el golpe de un objeto contra su nuca, cortesía de Stark. Aunque el castaño ha intentado fallidamente escapar por la noche, sin éxito alguno. Así que esperando que todo marche tan bien como empezó, Steve vuelve al día siguiente al cuarto del castaño. Nuevamente se encuentra con la duda de si entrar o no, pero ya ha dado el primer paso. No tiene nada que perder. Dará todo de sí para que Tony regrese. Para que puedan ser felices.

 

     —¿Otra vez tú? —cuestiona Tony al salir del baño y ver sentado al rubio en la misma silla del día anterior. Éste le sonríe de forma tímida mientras se encoge de hombros. Entonces él rueda los ojos, mientras vuelve a tumbarse sobre la cama. Lleva unos simples pantalones oscuros y una playera de manga medía. El rubio, por el contrario, va similarmente vestido al día anterior— ¿Qué haces aquí hoy? —pregunta con fastidio. Quiere que se vaya.

 

     —Te dije que te haría compañía. No pienso cambiar de opinión. —le contesta simplemente, mientras observa nuevamente el árbol. Tony se pregunta qué tiene de interesante una planta enorme que no se mueve, no platica y no hace nada. Se siente algo ignorado. Así que trata de obtener un poco de su atención nuevamente.

 

     —¿Por qué me tienen aquí? —la pregunta hace que el más alto dirija su vista hacia él, eso le hace sentirse con el autoestima alto al obtener su atención por fin—. No recuerdo nada, no entiendo qué de importante puede tener para ustedes tener un cascarón vacío como yo. —esas palabras logran traer un recuerdo a la mente de Steve. Las mismas palabras del video, piensa con tristeza. Después trata de recomponer su rostro.

 

     —Ya te dije que has olvidado tu pasado. Eres parte de todos aquí, por eso mismo están buscando una solución. Y quiero que cooperes. —le dice de forma imponente, con un tono algo brusco. Pero sabe que es la única forma. Anthony no cederá si no se siente regañado. Le ha funcionado antes, puede ser ahora. Así que hace uso de su título de Capitán—. Los científicos no podrán avanzar si no pones de tu parte, Tony. —le dice. El castaño se alza sobre sus codos, quedando nuevamente semi-recostado. Steve desvía la vista para no ver la sugerente imagen ante él. Su corazón está latiendo rápidamente, y teme que el castaño pueda escucharlo.

 

     —Ya te dije yo también que no recuerdo nada aparte de mi nombre. No sé en qué puedo ayudarles. ¡No tengo recuerdos! No sé de dónde vengo, ni a dónde carajos voy. —comienza a subir el tono de su voz, mientras se pone de pie y camina de forma altanera hacia Steve, quien lo mira paciente, sin expresión alguna—. Vete de aquí. No quiero volver a verte. —le ruge con odio. Se siente perdido, confundido. Nadie comprende la soledad y el sentimiento de vacío que siente en este momento. Le preguntan cosas como si él pudiera saber algo. Está igual o más perdido que todos. Esta información parece traspasar hasta el cerebro de Rogers, porque se pone de pie, nuevamente haciendo obvia su altura. Tony se cruza de brazos mientras lo ve avanzar hacia la puerta, siempre tranquilo. Odia no poder hacerlo enojar. Lo odia tanto.

 

     —Está bien, me iré por hoy. Pero volveré después. —le dice con una sonrisa cuando ve cómo se instala un pequeño tic en la ceja izquierda del más bajo. Sabe que Tony se exalta bastante rápido a veces, pero él es un hombre recto, sereno, y no es fácil hacerlo enfurecer—. Es mejor que no me hagas enojar, Tony. —le menciona como si de cualquier cosa de tratase, mientras el mencionado hace puños sus manos y las lleva a sus caderas en un obvio enojo. Su mirada clavada en su persona lo dice todo—. Una cosa más: no trates de escapar por la noche. No vas a lograrlo… Por cierto, mi nombre es Steve Rogers. —y cierra la puerta con rapidez cuando ve un objeto—sacado de quién sabe dónde—ir hacia su dirección, específicamente a su rostro.

 

Anthony está haciendo una rabieta.

 

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La noche se hace presente, pero él no puede dormir.

 

Está cansado de dar vueltas sobre su cama sin parar. Sus ojos no quieren cerrarse, a pesar de estar visiblemente agotado. El cuerpo le duele un poco, por las inyecciones que le han suministrado en contra de su voluntad desde que llegó a ese lugar. Un día de repente despertó y estaba ahí metido, con un montón de hombres vestidos de blanco a su alrededor. Obviamente su primera reacción fue atacarlos. Es natural para el ser humano portarse así con algo que no conoce. ¿Qué esperaban ellos?

 

Gruñe con frustración al darse cuenta que no logrará conciliar el sueño de esa forma, al contrario. Pensar en esos hombres le hace sentirse más alerta para cualquier movimiento. Busca con la mirada una falla en la ventana, o en cualquier parte de la habitación, para poder escapar. No sabe por qué quiere hacerlo, pero es su instinto quien le dice que huya. No sabe si los hombres que lo están cuidando son amigos o enemigos, y él no está dispuesto a ser un conejillo de indias. Pero de igual forma quiere saber quién es, qué hace ahí. Quiere saber algo más que su nombre. Aquel rubio le ha dicho que quieren ayudarlo, pero Tony no quiere creer eso aunque aquella mirada azul sea la más honesta que ha visto hasta el momento.

 

Suspira y poniéndose de pie, camina hacia la ventana. Abre las cortinas y posa sus manos en el frío vidrio. Está descalzo, pero no le importa. Toma la silla que está cerca con fuerza, y la alza por encima de su cabeza. Sabe que las cámaras lo están viendo, expectantes a sus movimientos. Sólo quiere romper el vidrio y huir. Sólo quiere ser libre. Pero no puede serlo. No sabe qué es ser libre para alguien sin recuerdos como él. Ejerce más fuerza sobre la silla y quiere estamparla sobre aquel vidrio, pero antes de lograr su cometido se detiene. Siente soledad, frustración, rabia. Mira la otra silla, donde antes ha estado el rubio extraño y soso. Entonces gruñe y arroja la silla que tiene entre las manos lejos, con tanta fuerza que hace que se estrelle contra una pared y se rompa. Sus piernas no aguantan más y se derrumba, hincado. Frente a la ventana por la que quiere salir. Frente aquello que le dará un poco de libertad a su encierro. Pero se pregunta cuál es el verdadero encierro: si el de un cuarto, o el de su mente en blanco.

 

Azota las manos contra el suelo frío, y siente su cuerpo arder. Comienza a tener ansias. Lleva sus manos a su cabeza y grita desde lo profundo de su garganta, con la cabeza mirando al techo. Está harto. No sabe nada de él. Entonces mira hacia la ventana nuevamente, quien le muestra un panorama bastante extraño. El árbol sigue arrojando hojas secas al suelo, al fondo está la Luna, y posada en una de las secas y complicadas ramas, hay una mariposa azul, bastante hermosa, brillante. Tony la mira por largos momentos, tratando de respirar normalmente y saber si es verdadera. Quizá está desvariando. La observa emprender su vuelo hacia el cielo nocturno, con sus alas desplegándose lentamente; y entonces sonríe de forma vacía. ¿La mariposa sabe que fue una oruga? ¿Recuerda sus días antes de la metamorfosis?, se cuestiona mentalmente. Probablemente sí lo haga. Quiere ser una maldita mariposa.

 

Esa noche duerme sin soñar.

 

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Steve no se presenta en su habitación durante los dos días siguientes, pero al tercero vuelve a aparecer mágicamente sin ser llamado y sin hacer ruido. Anthony siente que un día no muy lejano le provocará un paro cardiaco si sigue saliendo de la nada. Gruñe mientras sale del baño, con notable mal humor. Steve ni siquiera lo mira, como es su costumbre. ¿Por qué? No lo sabe.

 

     —Pensé que me había librado de ti, al fin. —murmura mientras seca su cabello mojado. Las duchas le vienen bien a mitad del día. Aunque al principio no sabía cómo lidiar con aquella luz que desprende su pecho. Por un momento tuvo miedo de electrocutarse al caerle agua, pero nada sucedió. Se abstiene de preguntar por esa luz al dueño de los ojos azules. Por el momento no quiere saber más cosas sin sentido.

 

     —No te será tan fácil, Stark. —le responde con una pequeña sonrisa, mientras mira cómo el árbol va despojándose de sus hojas lentamente, como si no le importara deshacerse de ellas. Crecerán en primavera, pero es doloroso ver cómo mueren sobre el suelo. Casi tan doloroso como ver al hombre que amas y saber que te ha olvidado, piensa. Sabe que Tony está secando su cabello, y por ese mismo motivo no quiere mirarlo. Porque a su mente viene la vez de la ducha, cuando tuvieron sexo salvaje y el jacuzzi del castaño quedó destruido. Aquel es un recuerdo que no desea rememorar en este momento—. Me han dicho que trataste de escapar hace dos días. —le reprende con una ceja alzada y la mirada seria. Sabe que trató de escapar, pero también que no lo hizo. Se arrepintió. Él mismo vio el video y la silla destrozada en una pared. Sigue con sus ojos los movimientos del otro hombre. Es inevitable no verlo, cuando ha tenido ese cuerpo desnudo entre sus brazos incontables veces.

 

     —Ni lo menciones sino quieres que te corra de nuevo. —le gruñe con tono hosco, mientras se sienta sobre su cama—. ¿Y ahora qué quieres? Dos días son suficientes para dejar de joderme. —le reprocha con cierto tinte frío en su voz. Maldito rubio. Él creía que ya no iba a volver después de que lo corrió. Tendría que hacer sido así, como todos los enfermeros que huyen a sus primeras palabras. Pero él es diferente. Eso le frustra. Aunque una parte muy secreta de él se alegra de verlo nuevamente. No mejora sus días, pero sí le quita el aburrimiento. Si no pelea con él, entonces simplemente no hace nada durante todas las hora que permanece despierto.

 

     —He venido a traerte algo para que no te sientas tan solo. —le sonríe. Stark levanta una ceja.

 

     —¿Películas pornográficas? —pregunta con un tinte de diversión al ver sobre un mueble una caja de decorado sencillo. No hay nada más que sea diferente en su cuarto, así que supone y es ese el regalo que le ha traído el rubio. Él niega enérgicamente con un tinte rosado sobre sus mejillas. Tony sonríe al lograr su cometido de incomodar al otro— ¿Entonces qué es? —le pregunta.

 

     —Ábrelo para que lo descubras. —ésta vez se para de la silla, donde parece tener cierto aprecio de estar, y camina hacia su dirección. Se mantiene alejado unos cuantos metros, mientras cruza sus fuertes brazos sobre su pecho, esperando. Tony puede observar la forma de sus bíceps bien trabajados. Ni haciendo pesas toda mi vida conseguiré algo así, piensa con desánimo. La curiosidad lo inunda y se aventura a abrir la caja con toda la calma que posee.

 

     —¿Un libro? —pregunta, cuando saca el objeto de su lugar. Lo mira sin entender mientras Steve asiente con un gesto alegre. Eso le revuelve el estómago. Es una sensación extraña, y tiene una especie de deja vú. Ha visto esa sonrisa antes, y no en estos días precisamente. Antes de preguntar algo más, desenvuelve nuevamente el papel que rodea al libro, y descubre el título. Entonces sonríe un poco—. Física cuántica. Maldita sea, ¿Cómo sabes que me gusta esto? —le pregunta con una ceja alzada, pero con una expresión relajada. Steve sonríe. Una sonrisa cálida que le inunda el pecho al de barba.

 

     —Porque te conozco. —menciona de forma inconsciente. Sus ojos brillan con simpatía al descubrir que al otro le ha gustado su regalo. Tardó mucho en encontrar ese único ejemplar en venta. Entonces algo dentro de él se acciona de repente. Tony lo mira con una ceja alzada, y la aparente tranquilidad se esfuma.

 

     —¿Me conoces? ¿De dónde me conoces? —le cuestiona, mientras camina algunos pasos hacia él. Steve se pone nervioso, mientras da algunos pasos hacia atrás. Sabe que no tiene por qué decir aquello. Puede causar un desajuste en la mente del castaño, y él no quiere eso. Tony puede forzarse a recordar algo y entonces todo el avance que han tenido Bruce y el equipo médico se vendrán abajo. Le dirige una pequeña sonrisa mientras camina hacia la puerta.

 

     —Sólo léelo, te mantendrá ocupado por unos días. —y se marcha ante la atenta mirada chocolate. Anthony mira el libro con extrañez.

 

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Una semana ha pasado, y Stark sigue siendo observado las 24 horas por las cámaras de seguridad y seguimiento. No ha intentado escapar de nuevo. Se pasa todo el día leyendo el libro, lo devora como un dulce. Está hambriento de conocimiento. Es bastante extenso, así que tarda justamente la semana en terminarlo. Un enfermero le ha llevado unas cuantas hojas y un lápiz, que el castaño no duda en usar, resolviendo algunos ejercicios complicados—a los ojos de todos menos de Tony—. Bruce está notablemente contento.

 

     —Esto es un gran avance. Al parecer, sólo la parte de los recuerdos de Tony está bloqueada. —comenta con una sonrisa, mientras se quita los lentes. Steve está esperando una respuesta—. Me alegra que hayas podido encontrar el libro, y que Tony lo haya aceptado. Ahora tenemos un gran dato que nos sirve de mucho. —le sonríe, mientras posa una mano sobre su hombro. Steve hace un amago de sonrisa, que queda solamente en una fina línea de sus labios—. Tranquilo Steve, todo saldrá bien. Sé que esto es difícil para ti, pero eres la única ayuda que tenemos. —

 

El rubio asiente, mientras suspira de forma pausada. Se siente bastante triste tener que ver a ese hombre como a cualquier otra persona. Bastante incómodo tener que fingir los miles de sentimientos que luchan por controlarlo. Tener que reprimir su instinto. Las ganas de hablar sobre el video y sus palabras. Las ganas de decirle que no va a dejarlo por nada ni por nadie, y que no está dispuesto a pasar página. Pero sabe que no puede, porque el castaño no recuerda eso. Siente tanta impotencia, tanto dolor.

 

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Tres días más pasan, y Tony se aburre de leer por quinta vez el libro. Ha pasado una semana y media desde la primera vez que lo tuvo entre sus manos, pero no es suficiente. Quiere más. No se conforma con ese ejemplar. Suspira mientras lo cierra y pasa su mano distraídamente por la tapa dura. Se pregunta por qué aquel odioso rubio no ha ido a visitarlo. No es como si le importara o algo, pero se siente solo. Los enfermeros huyen en cuanto él los mira, y no sabe por qué carajos lo hacen. Mira hacia afuera, donde el árbol no para de tirar las hojas y hacerlas montón debajo de sus ramas, sobre el pasto. Mira ésta vez la luz que desprende el reactor que tiene en el pecho. Ha pensado en quitárselo, pero no quiere saber lo que pasará si lo hace. Tiene instinto, no es tan idiota.

 

Tiene un vacío, y no es precisamente donde está el reactor. Lo siente un poco más a la orilla, sobre su corazón. De pronto le sobran pensamientos, sentimientos y espacios. Y a la vez le hacen falta. Mucha, mucha falta. De pronto ya nada tiene sentido, como si no fuese a ninguna parte. Como si hubiera muerto a la mitad del camino. Y piensa, trata de recordar, pero está en blanco, todo está jodidamente en blanco. Comienza a odiar ese color.

 

Antes de que pueda arrancarse los cabellos y volver a destrozar la silla, la puerta rechina un poco mientras se abre. Se queda en silencio, esperando que un horrible enfermero cruce la puerta para retirar la bandeja con comida y salga huyendo despavorido, pero se lleva una sorpresa. Unos conocidos cabellos rubios se asoman, y luego un cuerpo fornido y alto. Es Steve.

 

     —Creí que no volverías. —menciona con burla, pero con un deje de emoción que el rubio reconoce al instante. Cierra la puerta y se queda ahí de pie, contemplando a Tony.

 

     —¿Acaso querías volver a verme? —cuestiona con una pequeña sonrisa, mientras toma asiento en la silla de siempre. Ésta vez su mirada está fija en el dueño de la barba. El árbol parece no importarle en estos momentos. Ve la bandeja vacía en un mueble.

 

     —En realidad sólo quería que me trajeras otro libro. Estoy aburrido de leer tantas veces lo mismo. —le dice a forma de orden. Pero Steve sabe que es un reproche porque no lo ha ido a visitar en muchos días. Conoce a Tony muy bien. Bastante bien. Sin embargo no responde, se queda ahí, mirando al otro, quien le regresa la mirada, y luego se humedece los labios con su lengua, para decir algo más. Steve siente un tirón en la parte baja de su ingle ante ese simple movimiento—. Estuve pensando algunas cosas. —dice secamente.

 

     —¿Ah, sí? ¿Cómo cuáles? —se acomoda sobre la silla, cruzando una pierna por encima de la otra. En realidad él no quería volver a ver al castaño tan pronto, pues aún tenía muy marcado su último encuentro y que casi echa todo a perder, pero Nick Furia le ha ordenado que regrese y obligue a Stark, si es necesario, para que coopere. Su mirada azul se pasea por la habitación, buscando señales de destrozos, pero todo está curiosamente tranquilo.

 

     —Todo el mundo tiene una memoria. —comienza a decir, mientras observa atentamente sus manos, como si éstas tuvieran cosas que él jamás ha visto. No quiere alzar la mirada y encontrar esos profundos ojos azules—. Cada persona necesita recuerdos, para recordarse quién es. Yo también los necesito. —murmura, perdiendo cada vez más la voz. El silencio pesa entre ellos. Sigue sin mirarlo.

 

     —¿Qué quieres decir? —pregunta con un deje de curiosidad. Una emoción lo invade al saber que no tendrá que obligar a Tony para hacerse los estudios y comenzar con las investigaciones.

 

     —Que voy a cooperar con ustedes. —dice con firmeza—. Pero no quiero que me tomen por idiota, tampoco quiero ser su experimento de laboratorio. —le dice con convicción, mientras se cruza de brazos. Quizá al principio—y aún—no confíe en nadie, pero hay algo en ese hombre que lo hace ceder. No sabe qué es, pero tampoco quiere cuestionarse. Sólo quiere descubrir qué significa ser Tony Stark.

 

     —Eso era lo que quería oír, Tony. —menciona con una sonrisa Steve, desde su lugar. Pero el mencionado frunce el ceño, mientras siente un calambre en la nuca. Siente que algo conocido se ha metido dentro de lo desconocido. Ha llegado a algún sitio, sin saber qué es. He escuchado ésta frase antes, piensa, dicha por este mismo hombre. Lo he escuchado ya en algún momento. Y lo mira fijamente, tratando de recordar cuándo ha sido eso.

 

Tiene un pálpito. El primero de muchos.

 

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Los estudios comienzan al día siguiente.

 

Tony está acostado sobre una especie de cama de hospital, con la cabeza dentro de un aparato redondo, y tiene agujas en las venas de ambas muñecas. Está consciente… y aburrido. Siente que el frío le cala hasta los huesos al llevar una simple bata color blanca. Definitivamente odia ese color. Y los hospitales, aunque éste no sea uno. Alza las cejas, se rasca la barbilla, mueve los ojos, juega con sus orejas. Y así pasan dos horas.

 

Steve está sentado en una silla sin hacer ruido, mientras mira fijamente cada uno de los movimientos de los científicos. Todos se mueven de un lado a otro, incluido el Doctor Banner. Antes de ir ahí, Tony le ha hecho prometer que estará presente en cada análisis, porque es en el único que medio puede confiar.

 

Cuando los estudios del día terminan, Steve acompaña a Tony a su cuarto, y se despiden con una discusión de por medio. Algo normal para ambos.

 

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Dos semanas han pasado rápidamente entre varios análisis diarios.

 

     —Ya sabemos lo que tiene Stark. —una gran sonrisa adorna el rostro de bruce, mientras los demás están igual o más felices al saber la noticia. Pepper está derramando lágrimas, mientras es abrazada por Natasha y Clint. Nick Furia asiente contento por el logro del Doctor, mientras Steve escucha atentamente, con los ojos vidriosos. Quizá no sea la cura, pero ahora saben el origen, y pueden prevenir que algo como eso pueda volver a suceder. Todo escucha atentos en el laboratorio—. Es algo difícil de explicar, así que trataré de hacerlo lo más sencillo que pueda. —menciona con una expresión algo nerviosa, con los hombros tensos—.Cuando comenzamos a investigar en estas dos semanas, nos dimos cuenta que Tony sólo perdió sus recuerdos, más no sus habilidades o conocimientos educativos. Sigue siendo el mismo genio, pero sin un pasado. Stark tiene un tipo de amnesia simulada. Ésta se caracteriza por la alteración de los recuerdos recientes y lejanos. —hace una pausa para tomar aire, mientras todos escuchan de forma atenta—. Él tiene dañada la memoria episódica. Ésta memoria se relaciona con sucesos autobiográficos, momentos, lugares, personas. —todos asienten, entendiendo—. Después del suceso en Nueva York, Tony tuvo alguna especie de trauma pseudo-cerebral, y su propio cerebro creó una especie de defensa: un virus. Formó placas proteicas alrededor de su memoria episódica; éstas placas obstruyen la comunicación inter-neuronal. Creó una especie de anticuerpo para evitar estos traumas, desarrollando fibrillas intracelulares que producen parálisis entre las neuronas. Bloqueó sus recuerdos… La formación de recuerdos incluye la intervención del lóbulo temporal, una estructura que pertenece al hipocampo. Los recuerdos se consolidan ahí. Es decir, que Tony tiene los recuerdos bloqueados. Siguen existiendo. —

 

Todos guardan silencio por muchos, muchos minutos. Son interminables. Miles de pensamientos diferentes atraviesan a cada uno. Suposiciones, teorías. Pero todos concuerdan con uno solo: Stark siempre trae problemas por sí mismo.

 

La sonrisa de Steve no puede ser más grande.

 

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     —¿Qué quieres? ¿Acaso hay más análisis? —murmura Tony aburrido sin quitar la vista del libro de física cuántica. Sabe que es Steve el que ha entrado, puede sentirlo. Una suave risa escapa de los labios contrarios, y entonces sí, sus suposiciones son correctas sobre quién es el extraño que se ha metido en su alcoba. Alza los ojos y lo ve parado frente a la cama, con una gran sonrisa y una caja en una mano. En la otra lleva una charola con dos tazas de café. Él alza una ceja—. ¿Qué es eso? —

 

     —Un regalo para ti. —le sonríe, y deja las cosas sobre la mesa. Acomoda las dos tazas con el café caliente, y deja la caja que lleva a un lado. Se la entrega a Tony, quien está a su lado ahora, con los ojos brillando en curiosidad.

 

     —¿Qué es? —pero sabe que el otro no le va a responder. Así que sin esperar más tiempo, abre la caja. Un nuevo libro reluce en la cúspide, haciéndolo sonreír inevitablemente. Lo saca y lee el título:— Física avanzada. Tiempos modernos… vaya, has traído uno bueno, y bastante gordo. —menciona cuando ve el grosor del libro. Mil páginas. Algo bastante bueno que le durará al menos cuatro días. Steve sonríe. Anthony sigue buscando y encuentra otra caja. La saca del interior y entonces sus manos tiemblan un poco al abrirla—. ¿Donas?... son, son donas. —murmura algo extrañado. El olor a chocolate inunda sus fosas nasales. Huele delicioso.

 

     —Te gustan. Y mucho. —le menciona, mientras le señala la taza de café. Stark asiente algo conmocionado todavía por el extraño regalo, y entonces se sienta al lado de Steve. Toma la taza entre sus dedos y le da un sorbo. Después muerde su dona y vuelve a dar otro sorbo. Está delicioso. El café preparado perfectamente—. Dos cucharadas de azúcar. —dice con una sonrisa pintada en sus rosados y gruesos labios.

 

     —Al parecer me conoces bien. —menciona Tony con media sonrisa, mientras vuelve a morder la dona de chocolate. No obtiene una respuesta, pero no la necesita. El sabor de la dona, junto con el olor del café, y la compañía de ese hombre rubio, le hacen sentirse bien. Curiosamente bien desde que despertó sin saber nada. Se siente como un hogar. Se siente como antes.

 

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     —Steve… —murmura Tony desde su lugar en la cama. Es de noche, y él está cómodamente acostado, mientras el rubio mira la Luna por la ventana, sentado en la silla de siempre. El mencionado tiene un vuelco en el corazón al escuchar al castaño decir por primera vez su nombre. Casi quiere sonreír, pero trata de mantenerse sereno—. Deberías irte, ya es tarde. Y no puedo dormir si estás aquí, me molesta tu presencia. —le suelta con un tono algo brusco. Está algo preocupado porque ya es noche, y Steve no ha estado muy platicador. En realidad, ha estado algo serio y distante desde que llevó las donas hace cuatro días. Lo visita diario, y por eso nota el cambio.

 

     —Sí, tienes razón. Será mejor que me vaya. —le dice con una pequeña sonrisa, mientras se pone de pie y se estira un poco para desentumir su cuerpo. Gira su cuello y éste truena. No cuenta con que Tony se levante de la cama. Camina hacia él y lo detiene cuando Steve está a punto de cruzar la puerta de la habitación. Él lo mira con una ceja alzada—. ¿Qué sucede? —pregunta.

 

     —¿Quién eras para mí? —pregunta sin un tono especial en la voz. En medio de la oscuridad puede ver aquellos envolventes ojos azules, que ahora lo miran con sorpresa. Steve se ha quedado sin respiración—. ¿Qué eras para Tony Stark antes de perder la memoria? —vuelve a cuestionar, pero no obtiene una respuesta. El rubio no sabe qué decir, simplemente se encuentra callado. Miles de sentimientos atacan su pecho. Tantas palabras que quiere decir. Sentimientos que quiere sacar. Luchan contra su lengua todos aquellos “te quiero” que le necesita decir. Pero guarda silencio. Uno muy incómodo—. ¿Eras alguien importante? —pregunta por tercera vez. Su mano aprieta con algo de fuerza la muñeca de Steve.

 

     —Sí. —es su seca respuesta. Su garganta se comprime, y se odia a sí mismo por no poder decir nada más. Tony frunce el ceño—. Buenas noches, Anthony. —y sin decir nada más, huye entre la oscuridad de la noche.

 

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Una semana después en el laboratorio, hay nuevas y mejores noticias. 

 

     —Tenemos una suposición. —vuelve a intervenir Bruce—. Hemos logrado encontrar una sustancia que nos puede servir de mucho, incluso podría ser la cura: acetilcolinesterasa. Ésta, es el blanco de los gases nerviosos del cerebro. Quizá si la introducimos en el cuerpo de Tony, pueda acabar con el virus que él mismo ha creado. —todos asienten, completamente satisfechos por el trabajo del doctor.

 

Steve está pensativo en un rincón, apenas escuchando lo que los demás dicen. Él no quiere una suposición, quiere la cura. Porque no sabe cuánto tiempo más aguante lejos de Stark. No sabe cuánto tiempo más su autocontrol logre reinar sobre sus instintos.

 

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Tres días después, Tony recibe la primera inyección.

 

Recuerda a Howard y María.

 

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Cinco días después de la primera dosis, viene la segunda.

 

Recuerda sus primeros años hasta el internado.

 

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Tony se mueve ansiosamente por la habitación. Está feliz porque sus recuerdos comienzan a regresar. Sabe que pronto obtendrá todos. Y se siente aún más feliz porque ahora sabe al menos de dónde viene. Ya no es un lienzo en blanco. Aunque quizá aquellos recuerdos no son los mejores, pero le ayudan bastante. Quizá no tuvo al mejor padre, ni la mejor madre, pero sabe que está bien. No todo el mundo es perfecto. Nadie sabe cómo ser un buen padre.

 

Mira por la ventana cómo el árbol apenas tiene diez hojas contadas que permanecen pegadas en sus ramas. Se pregunta cuánto tiempo soportarán estar de esa forma.

 

Sus pensamientos se dispersan cuando ve a alguien entrar a su habitación. Una media sonrisa se instala en su rostro, acompañada de un comentario sarcástico que a Steve ya no le extraña. En todo este tiempo, el rubio lo ha estado acompañando a sus sesiones. Es bastante doloroso sentir el piquete de la inyección, y a veces le duele la cabeza. Durante sus sueños es cuando recuerda las cosas que han pasado, tan nítidas como si las volviera a vivir.

 

Se pregunta cuándo recordará a Steve.

 

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La tercera dosis se hace presente una semana después de la otra. Con ella el recuerdo de la noticia acerca de la muerte de sus padres y su regreso a Industrias Stark.

 

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La relación que Anthony tiene con Steve puede catalogarse como rara. Bromean, se enojan, se retan, discuten, y vuelve a comenzar el ciclo.

 

Tony mentiría si dijera que no le gustan los pequeños detalles que el rubio tiene con él. Le lleva libros, algunas fotos de sus padres, recortes de periódicos con las primeras noticias de él y sus inventos. Incluso una vez se atrevió a meter una botella de whisky, que terminó pagando con doce horas de trabajo arduo como intendente en las instalaciones de SHIELD. Steve permanece en su habitación todo el día, y se va hasta ya entrada la noche. Tony puede ver que aquel rubio tiene el ánimo más subido, se ve mucho más feliz. Y él también lo está. Sus recuerdos los siente más preciados que nunca. Se siente algo ansioso también: ya quiere recordar a Steve. Sabe que lo conoce desde antes, porque ningún extraño se preocupa tanto por alguien a quien no conoce. Se pregunta a veces qué tipo de relación tenían. Ciertas miradas que le dirige el más alto a su cuerpo cuando él se cambia la playera, le hacen sospechar algunas teorías.

 

     —Creo que debería irme. —menciona Steve mientras se pone de pie. Estira su cuerpo y camina hacia la puerta, con Tony siguiéndole—. Te veré mañana, Stark. —le dice con una pequeña sonrisa, mientras posa su mano sobre sus mechones castaños y los revuelve. Stark le gruñe y retira la mano con brusquedad. No le gustan esos cariños de animal. Steve sonríe más. Se da la media vuelta para irse, pero una mano lo toma por la muñeca y lo jala.

 

Anthony le da un beso.

 

Es suave, profundo, sin ser salvaje. Y Steve revive en su mente el recuerdo de su primer beso. Casualmente Tony también tomó la iniciativa aquella vez. Entonces sin pensarlo dos veces, encuentra una mejor posición entre los labios del castaño, y con una de sus manos, lo atrae de la nuca para profundizar el beso. Stark se deja hacer, mientras siente cómo cada una de sus células se altera. No sabe por qué diablos lo ha hecho, sólo sabe que lo necesita. Y ahora que está siendo besado de aquella forma, no quiere parar. Cuando es azotado contra la puerta con algo de brusquedad, y siente los firmes pectorales de Steve sobre su pecho, algo dentro de él reacciona. Ya he sentido esto antes. De la misma forma, se dice a sí mismo.

 

Se hace adicto a todo lo que tiene que ver con ese rubio.

 

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La cuarta inyección llega cinco días después, de forma exitosa.

 

Virginia Pepper Potts entra en su memoria, junto con sus pecas, sus anticuados trajes y la llegada a su vida; y sus primeros años como cabeza de la empresa.

 

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Durante los cuatro días siguientes, Pepper lo visita. Charlan un rato y luego ella se marcha a atender la empresa bajo sus órdenes. Si Anthony Stark queda en la miseria económica será solamente culpa de ella.

 

Los besos candentes con Steve continúan, y poco a poco suben de nivel. Ansía poder recordarlo.

 

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La quinta, la sexta, y la séptima inyección llegan.

 

Afganistán. Obadahia Stane. El reactor en el pecho. Iron Man. JARVIS. Hammer.

 

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La inyección número diez le trae el recuerdo de los sucesos en Nueva York.

 

Bruce. La Viuda Negra. Thor. Loki. Clint. Nick Furia.

 

Todo… todo menos Steve Rogers.

 

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La noche se hace presente, mientras ambos miran por la ventana. Un silencio incómodo pesa sobre ellos. Steve sostiene la mano de Stark contra su pecho, y lo único que los ilumina es el reactor en el pecho de Tony. Ninguno quiere hablar sobre eso. Todos los recuerdos están volviendo, menos los de Rogers. Nadie sabe por qué. No hay explicación, simplemente así de fácil. El cerebro de Stark se rehúsa a recordar al rubio. La culpa ronda por ambos personajes. Aunque hay un lazo que los une. Ellos lo saben. De pronto algo ilumina el cielo a través de la ventana. El castaño sonríe.

 

     —¿Alguna vez has visto una estrella fugaz? —cuestiona Tony, mientras mira de reojo a Steve, quien sigue con la mirada clavada en el cielo, donde ilumina aquella estrella brillante y efímera. Él niega, contemplándola todavía—. Las estrellas fugaces sirven para pedir deseos, ¿sabes? Rara vez ocurre, y es durante un instante solamente en el que puedes pedir algo. Algunos depositan en ellas sus sueños, sus ilusiones. Y a lo mejor se cumplen, o quizá no lo hagan. Pero no importa mucho; lo importante es verla y tener algo de esperanza. —murmura sin saber muy bien lo que dice. Es malditamente cursi todo lo que ha dicho, y siente la miel destilar por su lengua. La noche le hace divagar. No es bueno. Tendrá que tomarse un largo descanso después de todo esto.

 

      —No lo sabía. Y no he tenido tiempo de pedirle algo, ya se ha ido. —murmura con un leve tono rosado sobre las mejillas. Se siente un completo idiota. Entonces vuelve la vista hacia Tony, quien lo mira con ojos expectantes—. ¿Has pedido algo? —el otro asiente un poco, y desvía la vista. La luz de la Luna le da en el rostro, haciéndole divagar a Steve con su perfecto perfil— ¿Cuál ha sido tu deseo? —quiere saber. En verdad quiere saber.

 

      —Recordarte, Steve.

 

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Cuando la onceava dosis llega, Anthony recuerda su perfecta y altísima Torre Stark. La destrucción y reconstrucción de la misma. También viene a su memoria el rompimiento con Potts. Recuerda que construye un gimnasio en su casa, pero no sabe para quién. Es un hueco en blanco.

 

No hay nada de Steve en sus recuerdos.

 

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La brisa de otoño llega, y el árbol que antes tenía diez hojas, ahora solo tiene la mitad de ellas. Todas empeñadas en resistir los cambios de estación.

 

Tony contempla el paisaje, mirando por la ventana. Ya quiere salir de ahí cuanto antes, pero aún no puede hacerlo. Ni quiere. No hasta que recuerde a Steve Rogers.

 

Siente unos brazos pasar por su cintura, atrayéndolo hasta un pecho fornido y bien trabajado. Sabe a quién pertenece ese cuerpo de adonis. Él pasea sus manos y las deposita encima de las más grandes. Pega su cabeza al pecho del mayor, y siente la respiración en su nuca. Es un momento meramente cursi que está siendo grabado y vigilado por las instalaciones de SHIELD. Cuando salga de ahí, obviamente negará haber hecho todo eso.

 

Durante todos estos días ha platicado con un montón de gente. Clint, Natasha, Bruce, Pepper. Hasta Nick Furia se ha aparecido en su habitación, obviamente con regaños previos. Siente que su vida poco a poco cobra sentido nuevamente, pero no hay nada de Steve todavía. En lo profundo de su corazón desea recordarlo, poder saber los momentos que han pasado juntos. Sabe que los hay. Pero no los encuentra.

 

     —¿En qué piensas? —le pregunta el rubio. Su tibio aliento chocando contra su oreja—. Estás algo distraído. —murmura, y luego le da un beso en la nuca, sobre el cabello castaño. Él sonríe un poco, mientras se aferra más a aquellos brazos. Tiene un deja vú sobre aquellas palabras. Sabe que se las ha dicho antes. Entonces un sentimiento de pesadez lo invade, porque nunca ha querido nada en toda la vida como esto. Un nudo se forma en su garganta.

 

      —¿Qué pasará si no te recuerdo? —le pregunta a Steve, sin darse la vuelta. No quiere mirar a esos ojos azules y encontrar soledad y tristeza en ellos. Sabe que el otro hombre también sufre por no poder ser recordado. Él le da la media vuelta, mientras une sus labios en un casto beso.

 

      —No te preocupes. —soba su mejilla con su dedo pulgar, mientras le sonríe de una forma que le hace flaquear las rodillas a Tony. Una sonrisa cargada de cariño. Una cálida sonrisa—. Crearemos nuevos recuerdos.

 

Y vuelve a juntar sus labios.

 

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La dosis número doce está lista. Es inyectada poco a poco en el brazo de Tony. Es la última.

 

Quiero recordar a Steve, piensa.

 

Después cae en la inconsciencia.

 

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Los nervios lo afloran como la primera vez que visitó a Stark en su cuarto. No sabe lo que sucederá cuando cruce esa puerta. Todo se resume a un simple momento. Tony puede recordarlo, o no hacerlo. Y es decisivo, porque esa fue la última dosis. Stark ahora tiene sus recuerdos completos, y él quiere formar parte de ellos.

 

Es cierto que le ha dicho que pueden crear nuevos momentos juntos, pero es injusto que Tony no recuerde los anteriores. Así que se arma de valor y respira profundamente. Después da dos toques en la puerta y entra seguidamente sin espera una respuesta que sabe no llegará.

 

Lo contempla ahí, de pie, mirando como las últimas dos hojas caen del árbol que han observado por tanto tiempo. Stark no voltea, incluso cuando siente sus pasos. Está notablemente tenso. Steve espera su reacción, la cual tarda varios minutos en llegar.

 

     —¿Por qué? —es el primer susurro de Tony. Steve siente una puñalada en el corazón, cuando siente que vendrán reproches bien merecidos. Se queda en silencio, esperando. Anthony ni siquiera se da la vuelta para verlo. Sigue con la mirada fija en el árbol. Sus manos puestas sobre el vidrio—. ¿Por qué? —vuelve a cuestionar. El pecho de Steve se aprieta, y un sentimiento de tristeza y soledad lo invaden. No sabe lo que el otro está pensando—. Maldita sea, Steve, ¿por qué no te fuiste? —las palabras salen entrecortadas, y el rubio aprieta los puños—. Te dije en el video que hicieras tu vida y me dejaras… ¿por qué no lo hiciste? —se da media vuelta, mostrando los ojos rojos, una fina lagrima desciende lentamente, y el corazón de Steve se aprieta con fuerza—. ¿Por qué decidiste continuar con esto, aun sabiendo que no iba a recordarte? ¿Buscando conquistarme de nuevo? Incluso pensé que eras un estúpido enfermero. —sus puños están apretados, y la luz del reactor brilla con fuerza. Se siente culpable por todo lo que le ha hecho pasar. El dolor de ser olvidado debe ser igual de tormentoso que el de olvidar.

 

      —Te lo dije, Tony. —Steve le sonríe de forma triste—. Te dije que no permitiría que me olvidaras, pero lo hiciste. Y todo fue mi culpa por ir a California, cuando no tenía que dejarte. Cuando más me necesitabas. —las lágrimas se arremolinan en sus ojos, y con un parpadeo, descienden sobre sus mejillas—. Tenía que hacer algo. No podía irme y ver cómo te consumías. Aún hay momentos que quiero pasar a tu lado, y palabras que quiero me digas personalmente. —entonces sonríe de forma inocente, mientras abre sus brazos. Tony lo mira desde su lugar sin moverse, con los brazos cruzados, como la vez en que volvió de California. La diferencia es que ahora tiene un par de lágrimas en el rostro— ¿No vas a darme un abrazo, Stark? —pregunta con una sonrisa. Tony está cansado de sus juegos de palabras y deja vú. Así que le da un pellizco en el brazo, y acepta el regalo.

 

Se abrazan durante algunos minutos sin decir nada. Sólo los latidos acompasados de sus corazones. Tony pasa ambas manos por el pecho de Steve hasta posarlas en ambas mejillas, y lo atrae bruscamente. Se besan de forma pausada, pero con los sentimientos desbordando de sus pechos. Sus labios se juntan, sus lenguas se mezclan, la pasión y el cariño aumentan de nivel. Tony baja una mano y la detiene entre las piernas de Steve, sintiendo la dureza que crece rápidamente. Ahoga un jadeo en sus labios, mientras frota la zona. Steve le sonríe, rompiendo el beso pero sin cortar la distancia.

 

     —Todos nos están viendo a través de las cámaras, Tony. —le regaña, pero un leve color carmín adorna sus mejillas. El mencionado se encoje de hombros, mientras sigue frotando la zona. Las manos de Steve se hunden en sus caderas, haciendo presión. Marcándolo como suyo.

 

     —Realmente no me importa si nos ven o no. Ha pasado mucho tiempo como para contenernos. —comenta con una sonrisa pícara, ganándose una risa de Steve. Recuerda la primera vez que la escuchó en el gimnasio cuando vio sus guantes personalizados. Se siente tan bien poder recordar ahora todo.

 

     —Nunca olvides que te quiero. —le murmura, atrayéndolo de la cintura y quitando la mano traviesa de Tony de su lugar íntimo. Ya tendrán tiempo para eso. Ahora quiere disfrutar de su cercanía, sin contratiempos. La voz que tiene está cargada con tanto cariño, que hace que un nudo se forme en la garganta del castaño.

 

     —Ésta vez no lo haré. —responde con una sonrisa. Siente los labios del rubio posarse en su frente, mientras acaricia con una mano su cabello y con la otra lo atrae hasta su cuerpo, pegándolos por completo. Maldito cursi, piensa. Entonces sonríe como un bobo—. Hay algo que no te he dicho personalmente: te quiero, Steve Rogers. —y lo abraza con fuerza. Con la fuerza que sólo el amor puede transmitir. Está seguro que no volverá a perder sus recuerdos, y en caso de que lo haga, luchará por mantener estos.

 

Quizá la estrella fugaz sí era mágica, después de todo.

 

 

 

FIN

Notas finales:

El final. Ah, el doloroso final.

No quería que esta historia terminara, pero bueno, siempre sucede eso. Aún nos podemos seguir leyendo, obviamente en mi otro fic (:

Una nota importante: Corté la parte del video en varios párrafos porque era inmensa xD

Quiero decirles que disfruté escribir esto para ustedes. Fue una experiencia gratamente hermosa para mí. Me siento muy contenta por sus comentarios, y la verdad espero que el final no haya sido tan cursi y esas cosas xD y también espero que no se les haya hecho súper largo este último capítulo D: Ojalá no las haya decepcionado u.u

Espero sus comentarios, recuerden que contesto todo, y de nuevo MUCHAS GRACIAS por leer y tomarse su tiempo para dejarme sus opiniones.

Bueno, por ahí dicen que quien mucho se despide pocas ganas tiene de irse, pero aunque éste es mi caso, tengo que decir adiós y gracias. (de nuevo)

Los quiero mucho, y les mando un beso enorme. Tengan un buen día.


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