En el camino de tú vida llega un momento donde debes elegir lo que realmente deseas hacer a futuro: la profesión.
Escuchas que tanto padres como profesores insisten en la universidad, no es que esté en contra de ello (yo ya estoy enrumbado a ello) sino la idea de elegirlo por vocación pienso que a veces no es un 100% aplicable en tú decisión ya que te bombardean con ideas de qué tipo de profesión son las del “mañana” o cuál dará más ingresos a tú bolsillo. En fin… ya no tengo opción de quejarme, mucho menos cuando estoy subiendo las escaleras en dirección a mi salón de clases para prepararme con el objetivo de pasar el examen de selección a la universidad más prestigiosa de mi país. Una especie de academia para personas que postularán a esas vacantes (muy miserables en número, por cierto).
Estudio en el turno noche, por eso no es sorpresa encontrar personas dormitando en pleno dictado de clases ya que la mayoría –por no decir todos –realizan actividades en la mañana. Una doble vida, tal vez. Sonrío ante esta idea.
Llego al salón correspondiente y busco el asiento más cercano a la puerta, odio ser observado al momento de ir a los servicios higiénicos –aunque no sé de qué preocuparme si todos están atentos y la mayoría me pasa en edad –bueno no es que me preocupa encontrar pareja pero no lo conseguiré aquí.
Recibo el cuadernillo de clases que se dictarán en el mes, lo reviso como dicta la encargada que nos lo entregó ya que las hojas deben estar completas. Es como decir revisa la mercancía, no hay lugar a reclamo después.
Y así pasa el tiempo, cuando marcan las 10 de la noche se da por culminado el día académico para mí. Solo queda el camino a casa, una hora para llegar a mi cama y disfrutar de las horas de sueño. Todo para despertar a las 6 de la mañana e ir a la escuela de arte.
Ah! Verdad. Toda la mañana y parte de la tarde me dedico a estudiar fotografía, y para mi corta edad soy muy bueno. Hasta he tenido la suerte de colocar una de mis fotos en la prestigiosa revista KLASE, ¿y cómo lo hice? ¿Talento? En parte, pero todo es gracias a la cinderella que tengo como amigo. Sí, Heechul es el hijo del dueño. A pedido suyo tuve que fotografiar o mejor dicho sacar a escondidas una foto a cierto hombre en plena sesión de ejercicios, quién sabe para qué. Cuando cumplí mi tarea decidí preguntárselo y lo único que me contestó fue –para mi nueva colección de fantasías sexuales –dicho eso me tapó la boca y ya no quise formular más preguntas.
Este amigo mío tiene un gran fetiche por los músculos por no decir las innumerables veces que lo he visto colocar cámaras en los vestidores de los modelos varones que posaban para la revista de su padre. Fue ahí cuando se lo pregunté por primera vez el motivo detrás de ello y solo atinó a decir –revisando la mercancía –por lo menos tuvo pudor al contestar, no como ahora que cada mañana al encontrármelo empieza contándome sus candidatos para su supuesto gran debut sexual, aunque no sea creíble esta rella sigue siendo virgen. Una gran paradoja después de todos los pensamientos pervertidos que posee.
Cuelgo mi chamarra y camino al paradero. Espero ir sentado, el día es agotador y con mis 18 años a veces no logro soportarlo por completo.
Sonrío al conseguir el tan ansiado asiento y aún más al ver que no está tan lleno como de costumbre.
Cruzo mis brazos escondiendo mis manos tratando de entrar en calor, el frío de la avenida coló hasta mis huesos. Si no hago caso y solo me coloco el suéter delgado a rayas, uno de mis preferidos por cierto, llegaré a enfermarme. Y no deseo, o mejor dicho no debo, más aún si serás el único que se dé cuenta de ello en aquel departamento que se alquiló para seguir con tus estudios. Solo tú y las paredes lograrán curarte del resfriado que pescarás si no haces caso a lo que te aconsejan tus amigos del trabajo.
Es verdad, ahora empecé a trabajar por las tardes en la revista de Heechul. Lugo que comprobara mis habilidades de fotografiar cuerpos semidesnudos en movimiento a escondidas para mi amigo ya no existe dificultad alguna en lo que concierne a fotografiar. Todo gracias al pervertido sexual que tengo como amigo.
En cada paradero suben personas con rostros conocidos para mí, el viajar casi siempre por la misma ruta me hace distinguirlos.
Ni bien subí al bus me senté al costado de la típica persona que acostumbra dormir en el hombro ajeno sin importar los litros de saliva que le demarra a uno. Odio eso.
Y en la más mínima oportunidad me cambio de lugar a uno que para mí buena suerte la pareja que lo ocupaba se bajan y yo quedo para la ventana.
Intento dormir pero la brusquedad con al que ocupan el asiento de mi costado interrumpe. Sin interés fijo la mirada en las luces de los faroles que iluminan las últimas horas que dan por terminado el día. La rutina agotadora se apaga por hoy para volver a encenderse mañana, aunque no tengo quejas del todo.
Siento una mirada que desde hace minutos va hacia mí, volteo a su dirección y me topo con la mirada del chico sentado junto a mí. Lo conozco y sé que no es uno de los mismos rostros de cada paradero. Intento recordar ya que esos ojos me inducen a realizar aquel esfuerzo, leo en su mirada el sentimiento de querer entablar conversación conmigo y justo cuando él se decide por sacar un cuadernillo muy parecido al que entregaron hoy recuerdo. Chico de mi costado = compañero de clases en la academia.
Sonrío cuando nuestros ojos vuelven a encontrarse, él me corresponde e intenta articular cuando yo me le adelanto –eres de la academia ¿no? – y así la pregunta más estúpida salió de mis labios sin previo aviso.
No entendía el por qué dirigirle la palabra, qué me costaba ignorar sus miradas, hacerme el dormido y olvidar el hecho que tomamos el mismo bus, conclusión vivimos por la misma zona. Un sentimiento extraño rondaba cerca de mí, era la primera vez que iniciaba una conversación en un bus, no era costumbre mía lanzar el primer dardo a la hora de encontrar un conocido y empezar hablarle. Esto era extraño, muy extraño para mi gusto.
-si –contestó a mi pregunta boba –estamos en el mismo salón –acompañó aquellas palabras con la sonrisa que empezaba capturar mi atención.
-¿En qué cole estudias? –preguntó
-¿colegio?
-si, en la mañana de qué colegio vienes –volvió a preguntar
-no, no, no. Estudió en la universidad.
-¿Universidad? –Se acercó a mí con un rostro demasiado sorprendido –no es posible. ¿Cuántos años tienes?
-ehh… ¿18? –contesté extrañado
-oh! Por dios, juraría que pareces de menos. ¿Y qué estudias?
-fotografía
-interesante –vuelve a sonreír y mi rostro empieza a ruborizarse –mi nombre es Kim Hyun Joong, me gusta el baile profesional, soy un poco adicto a los juegos de red y play, me encanta correr todas las mañanas y soy un año menor que tú. Ah! Y aún curso el último año de colegio -¿y tú?
Hyun Joong eh… buen nombre, bailarín, vicioso, y deportista. El tamaño que se maneja es digno de un atleta y el porte que posee lo vuelve tentador y demasiado sex… ¡no! Contrólate es por culpa de ese Heechul que ya empiezas a pensar como él, bueno en parte tal vez sea debido a tú descubrimiento de atracción por los chicos pero jamás compararse con la perversión de esa rella, aún no eres caso perdido. Por lo menos no te ofreces diciendo que desearías tener un pedazo de carne dentro de ti o semen en tu interior para que se escurra por los muslos que… ¡no! Ese nivel de cochinadas del buen amigo Heechul no te pertenece.
-¿y…? –volvió a preguntan al percatarse lo distraído que se encontraba en sus pensamientos
Y por fin contestó:
Mi nombre es Kim Jae Joong.
Ansioso debutante en temas de sexo.
Y me gustan los hombres.
-mierda -pensó Jae