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Los Deseos de un Demonio por paunina12

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Notas del capitulo:

Los personajes de Kuroshitsuji no me pertenecen, son de su autora Yana Toboso, El ùnico personaje de esta historia que me pertenece es Erika.

El mayordomo salió de la habitación completamente descolocado, esa posición tan comprometedora en la que estaban lo hacía enfadar, ya que él creía que no había nadie más cercano que él al Bocchan. Pero bueno, seguramente que no estaban haciendo nada, pues que su amo tuviese un malentendido con alguna dama o noble era tan clásico como que lo secuestraran, pero esa pose era demasiado impropia, incluso para ser un malentendido.

Caminó hacia el despacho de su amo, pero al escuchar ruidos no entró y en vez de eso ocultó su presencia  y se quedó escuchando la conversación detrás de la puerta.

-sniff, Ciel… ¡¡No puedo creer que me estés haciendo esto!! – lloraba una voz chillona dentro de la habitación, a Sebastian no le costó mucho trabajo adivinar que esa era la voz de Elizabeth.

- Cálmate Elizabeth, solo fue un malentendido, no-no estaba pasando nada…nosotros solo…-Decía el joven conde tratando de excusarse.

- ¡Y ni siquiera en estas circunstancias me dices Lizzy!-  se quejaba la rubia.

-ah, Elizabeth, tu deberías saber mejor que nadie que yo no soy de ese tipo de personas. Y que no haría nada indebido, menos si sé que estás cerca de mí, sería realmente estúpido ¿no lo crees?

- Entonces explícame quien era esa mujer y porqué estaban tan cerca de ti ¿¡Iban a besarse!?- la rubia adoptó un tono de voz sarcástico- Vaya~ lamento muchísimo haberlos interrumpido, ¿Quién soy yo para interponerme entre ustedes? Ah, sí, ¡Soy tu prometida!

-Lo sé, lo sé, créeme que tengo suficientemente claro que eres mi prometida, solo intento decir que- fue interrumpido por la chica de ojos verdes.

-¿Acaso no soy suficiente para ti?

-No, claro que no es eso, es solo que-

-Pues eso es lo que parece, apuesto que lo único que querías era librarte del acuerdo entre nuestros padres para poder casarte con aquella niña extraña de ojos cafés que solías visitar cuando éramos pequeños. Siempre que podías te alejabas de mí a la mitad del juego y decías que tenías que hacer algo importante, y eso era nada menos que jugar con esa chica.

- Agh, vamos Elizabeth eso pasó hace años, no puedes sacarlo hoy  y restregarlo por mi cara. Además era agradable pasar el tiempo con Erika, no le veo el problema a eso, siempre he estado contigo y que ella llegue a verme después de tanto no es un motivo para enfadarse- respondió Ciel, y enseguida se dio cuenta de que había cometido un error de proporciones industriales- ¡E-Espera!! ¡yo quiero decir!...

- ¡¿Así que la mujer que estaba tan pegada a ti es la misma niña de antes?! Ya veo por qué tanta cercanía ¿no es cierto Ciel?- La chica estaba con el ceño fruncido y los brazos cruzados, esperando una respuesta convincente.

Se dio cuenta de que debía elegir cuidadosamente cada palabra para no quedar mal con Elizabeth, pues ella estaba tergiversando las cosas. Tenía que acabar con eso a si quería ir a ver a Erika. Después de todo tenían muchísimo de lo que hablar y eso no podía esperar. Por un momento el rostro de su mayordomo pasó por su cabeza, nunca lo había visto de esa manera, estaba en un completo shock, ojos abiertos al igual que su boca, había quedado estático ¿Cuánto tiempo se habría quedado parado como una estatua después de que él hubiera salido corriendo en busca de la rubia? ¿Le habría costado mucho volver a la realidad?

Tenía que aclarar sus prioridades, que en ese momento eran tres, Elizabeth, Erika, los sirvientes y  finalmente Sebastian. Y como primera cosa en su lista, debía apaciguar a su inusualmente enfadada prima con palabrerías cursis y disculpas fingidas.

- Lizzy, lamento haberte hecho sentir mal y haberte dejado sola, ahora y cuando éramos niños, te aseguro que eso nunca fue mi intención. Siempre me gustó disfrutar del aire libre contigo más que con cualquier otra persona. Lo que vieron tú y Sebastian solo fue un malentendido, ¿Qué tipo de noble, no, persona; sería yo si dejase que un "invitado sorpresa" muriera por un estúpido malentendido? Solamente fui a verla porque no llegaba el doctor y cuando descubrí que era ella no pude evitar abrazarla, al igual que lo hiciste tu cuando volví después de que la mansión fuera destruida, ¿Acaso crees que podría siquiera pensar en hacer algo indebido sabiendo que podría lastimarte? Lamento mucho que hayamos tenido esta discusión, más si viniste a verme para decirme algo importante.- dijo El joven Conde galantemente, definitivamente existían personas con el don de las palabras y él era orgullosamente parte de ellas.

-oh~ Ciel -dijo la rubia enternecida- Eres tan amable conmigo a pesar de todo lo que te dije, lamento tanto haberte gritado. Todo lo que dices tiene sentido, creo que me excedí con mis celos, pero si tú dices que nada pasó entre ustedes, yo te creo.- la ojiverde sonrió amablemente ante el discurso de Ciel.

-Eso me alegra muchísimo... ¿Ahora puedes decirme que es la cosa tan importante que querías contarme?

-¡Claro! vine porque mi madre dijo que la boda tendría que adelantarse a cuando cumplieras 14, lo que significa que nos casaremos en ¡Dos meses!-Gritó emocionada Elizabeth- Pero claro, no es imposible que nos casemos justo el día de tu cumpleaños, así que nuestra boda se realizará en dos meses y dos semanas, ¿Debería comenzar ya a elegir mi vestido?-siguió hablando mientras se movía por toda la habitación.

Ciel se quedó en blanco, parecía una hoja de papel, y si él estaba así ¿cómo estaría su mayordomo? Exactamente igual, la puerta se transformó repentinamente en un pilar para el desdichado mayordomo, que trataba de no abrir la puerta manifestar su disgusto y lo poco que le agradaba la idea del repentino adelanto matrimonial. Él sabía que la boda se realizaría antes de lo planeado, Paula lo había dicho hace unos minutos, pero ¿¡Dos meses!? Simplemente era demasiado pronto.

Pensó en entrar a la habitación y declarar a Ciel como suyo, pero no podía ni ocurrírsele hacer eso, ya que ni siquiera Ciel sabía de sus sentimientos y tanto el cómo Elizabeth quedaría completamente escandalizados, pero simplemente no podía dejar que ellos se casaran, debía hacer algo y tendría que hacerlo ese mismo día.

 Recordó que Elizabeth no sabía que habían atacado la mansión y mucho menos que Paula estaba inconsciente, así que  decidió utilizar esto a su favor. Era más que seguro qué la chica iría enseguida a ver el estado en el que se encontraba su sirvienta. Ni siquiera se molestó en tocar, simplemente llegó, abrió la puerta y entró.

- Lamento mucho la interrupción.- se disculpó Sebastian.- pero es mi deber informarle, Lady Elizabeth, que la Señorita Paula está inconsciente, pero estable.

La chica salió de sus sueños y miró al mayordomo atentamente.- ¿¡Pero qué pasó!? Sebastian, ¿en qué habitación está?-preguntó preocupada.

 - Lamentablemente eso no lo tengo claro, debe preguntarle a Mei-rin, ella se encargó de llevarla. Puede que encuentre a Mei-rin en la cocina.

-¡De acuerdo, iré enseguida! Gracias...nee  Ciel, continuaremos hablando de la boda después.- dijo Elizabeth y salió corriendo en dirección a la cocina.

 El mayordomo entró y cerró la puerta con pestillo. Ciel volvió a su escritorio, se acomodó en la silla y se masajeó las cienes con ambas manos, mientras tanto el moreno solamente lo observaba nervioso, ya que no sabía si su plan funcionaría, aunque era tan tonto que no podía referirse a él como un “plan”.

- Em, ¿Podrías decirme qué estás haciendo aquí parado? ¿No tienes trabajo que hacer acaso?- dijo el joven Conde algo incómodo cuando notó que su mayordomo estaba parado como un mástil frente a él.

 

 - Bueno yo... Vine a decirte algo y es muy importante que me prestes atención- sus ojos se daban vueltas por toda la habitación., evitando la cara del joven conde y respiraba irregularmente - No puedes casarte con Lady Elizabeth- Sentenció finalmente.

-¿De qué estás hablando?- preguntó incrédulo Ciel y puso sus ojos sobre los del mayordomo.

-Sé que su matrimonio se adelantará y qué Madame Frances lo quiso así para "intentar protegerlo" de alguna manera, pero aun así no permitiré que desposes a Lady Elizabeth.-dijo esta vez, mirándolo directamente a los ojos.

- ¿Qué tienes que ver tú con que yo me case? ¿Es por el contrato, verdad? No te preocupes, lo cumpliré al terminar mi venganza, definitivamente te entregaré mi alma, además, no es como si tuviese otra opción, ¿ya estás feliz?- rodó los ojos el Conde.

-No es por eso.- interrumpió el moreno-. Mis razones no tienen nada que ver con el contrato.

-¿No? Pues, habla entonces-preguntó Ciel, que por dentro rogaba que no tuviese relación con lo que había pasado en el baño.

El mayordomo guardó silencio, Ciel no tenía la más mínima intención de preguntar, el ambiente estaba tenso y bastante pesado, ninguno de los dos quería decir nada por temor. Sebastian se preguntaba qué pasaría si efectuaba su plan, que era simplemente decirle a su joven amo que estaba enamorado de él. Conociéndolo probablemente el chico no le creería, y si llegaba a recordar lo que pasó en el baño obviamente lo usaría en su contra. Realmente se arrepentía de lo que había hecho, deseaba tanto poseer a su joven amo para confirmar si lo que sentía no eran solo los deseos de un demonio que no pensó en lo que ocurriría después.

- ¿Y? ¿No piensas decir nada? - rompió el silencio el conde.

-No puedes casarte con ella porque eres mío- dijo finalmente el moreno.

-¿Qué?

-Que tú eres mío, no solamente por el contrato, eres mío simplemente porque así lo quiero, yo...yo te amo.-soltó mirándolo seriamente.

-Es broma, ¿verdad?- Dijo incrédulo al mayor- Porque si es una broma, déjame decirte que no es nada graciosa.

- Deberías saber que nunca te haría una broma de este tipo- contestó Sebastian, muy serio.

En ese momento toda la calma que le quedaba al joven Conde se esfumó, se enfadó por todas las dudas que había tenido, se sintió sofocado por el peso del matrimonio que se le venía encima y mandó al diablo la etiqueta. Se levantó violentamente de su escritorio, casi tirando la silla, y se puso frente a su mayordomo.

-¡Pero qué estás diciendo! ¡Cómo se te puede ocurrir decirme algo como esto! ¡Eres un demonio, se supone que no se puede!

- Lo sé, yo también creía que no podría llegar a amar nunca, pero aun así me enamoré de ti, sé que esto podría llegar a complicar las cosas, pero no es nada más que la verdad.

-¿¡Cómo que "puede complicar las cosas"!? ¡Eso es más que obvio!...ah ya sé, te aseguro que esto es solo otro de esos juegos tuyos, ¡igual que el del baño!- sacó encara el ojiazul.

- Agh, lo sabía-dijo Sebastian cubriéndose la cara con una mano, por la vergüenza que le causaba haber hecho eso- sabía que podrías recordarlo.

-¡¿Entonces por qué lo hiciste?! ¿Querías probar acaso tus "encantos demoniacos" con tu amo? ¡De verdad no te entiendo!

- NO ES NADA DE ESO, además, si lo hice debería quedarte claro que te amo o por lo menos que en verdad te deseo- dijo acercándose a él.

- ¿Deseo? Ja, creo que esperaba más de ti, en verdad no eres más que el típico demonio hambriento- soltó burlonamente Ciel sin pensar.

Sebastian frunció el ceño y arrinconó a Ciel con sus brazos, le había dolido, no se esperaba un rechazo tan seco, sentía una dolorosa punzada en su pecho, levantó el rostro de su amo con su mano derecha y lo observó detenidamente. Esos ojos azules sin duda podían ser muy crueles, pero no le importaba, se dio cuenta de que si alguna vez dudo sobre lo que sentía por él esas dudas se habían esfumado, el amargo sabor del rechazo se había transformado más bien en un sabor agridulce, su dolor e inconformidad le aseguraban que en realidad lo amaba. Ciel ya no lo miraba con soberbia, de hecho tenía una expresión de duda, los ojos rojos de su mayordomo se habían apagado por un momento y después se encendieron como llamas ardientes, esas mismas llamas que miraban el vacío de su rostro se enfocaron en sus ojos.

-Solo un demonio hambriento...Bien, si tú lo piensas así, la verdad no me importa, solo es tu problema si no quieres ver la realidad- murmuró Sebastian, acariciando su cabello con suavidad, se acercó más a él y lo besó.

El peliazul reaccionó quedando estático, su cuerpo entero se erizó y levantó su mano derecha para golpearlo por su atrevimiento, pero en ese momento Sebastian le levantó la barbilla, obligándolo a abrir la boca, bastó con que el joven Conde inhalara para que el ojirojo metiera la lengua dentro de su boca. Movía su lengua lentamente y trataba de entrelazarla con la del menor, bajó su mano izquierda y la puso suavemente en su cintura para acercarlo y profundizar más el beso. Sabía que si se detenía Ciel estaría furioso y lo castigaría con más que una simple bofetada. Solo siguió besándolo, sus lenguas ahora seguían un compás dulce que el peli-azul empezaba a disfrutar.

Poco a poco la temperatura de sus cuerpos comenzó a subir, Sebastian levantó a Ciel y lo sentó sobre el escritorio, como pudo (y sin dejar de besarlo) le abrió las piernas y se situó entre ellas. Mientras seguía devorando los dulces labios de su amo, le acariciaba lo muslos y la cintura, aunque el Conde no se quedó precisamente como un pescado muerto, había dejado de resistirse y estaba cayendo lentamente en las garras del placer. Sujetaba suavemente al demonio y lo atraía hacia sí. Sebastian se separó lentamente y cortó el beso, los dos se miraron a los ojos y el demonio se lamió los labios. Antes de que Ciel pudiese hacer siquiera un sonido, atacó su cuello, lo besó y deslizo su húmeda lengua desde la barbilla del menor hasta el inicio de su camisa, con sus dedos tiró con delicadeza de la cinta que le impedía seguir bajando y empezó a desabrochar los botones.

 Al sentir los besos que repartía Sebastian por su piel, Ciel comenzó a soltar largos y pesados suspiros, que pasaron a ser pequeños y disimulados gemidos.

- Ah, Sebastian...- gimió cuando sintió como este chupaba su cuello con fuerza. No entendió por qué lo hizo, pero apretó sus piernas y las enredó en la cintura del mayordomo.

-Bocchan...- susurró Sebastian en su oído y mordió suavemente el lóbulo de su oreja.

Ciel ya ni siquiera pensaba. Sus más bajos instintos estaban controlándolo y no le daban chance de detenerse a pensar que es lo que sería correcto, solo disfrutaba del ardiente deseo que había comenzado a nacer dentro de ambos. Bajó sus manos lentamente, tocaba el pecho de su mayordomo y desabrochaba los botones de su chaleco.

Sebastian subió y junto nuevamente sus labios, disfrutaba que Ciel le correspondiera el beso y aumentara el ritmo, estaban igual de ansiosos. Pero algo lo hizo detenerse, quizá lo que en un principio no lo había dejado tomarlo. Entendió que no era eso lo que quería, si lo hacían en ese momento a la mañana siguiente quedaría un vacío incómodo, y el definitivamente no quería eso, aunque sonara cursi, él quería poder besarlo y abrazarlo cuando quisiera ¿de qué sirve tener su cuerpo si cuando le diga que lo amo no responderá nada? Pensó finalmente.

El mayor cortó el beso repentinamente.

-Si yo soy solo un demonio hambriento... ¿Entonces qué tipo de amo eres tú? Cuando se ve que lo que más deseas es continuar con lo que es solo un "juego" para ti- dijo repentinamente Sebastian y soltó a Ciel, quien salió se sus sueños y quedó perplejo, el rubor que se había mantenido en sus mejillas se esparció por toda su cara y como si Sebastian fuera un fierro caliente se separó de él. Lo miró para encontrarse con una cara burlona, pero al contrario, pudo confirmar que estaba diciendo la verdad, no había ni un rastro de risa en el triste semblante de su mayordomo.

Sebastian se arregló el traje y caminó hacia la puerta.

-Lamento mucho la interrupción y mi indebido comportamiento, si me necesita estaré en la cocina.-dijo con voz tranquila - Yo...la verdad lo siento, no quería molestarte con esto.

El joven conde se arregló la ropa como mejor pudo y se sentó en la silla, no se dio cuenta de que estaba anocheciendo. Su pecho se sentía pesado y le dolía el cuello, buscó en uno de los cajones un espejo de mano, cuando lo encontro pudo ver una marca de beso, un chupón muy marcado. No pudo evitar avergonzarse, quedó pensativo, pero pudo calmarse al recordar que ya no estaba solo, ella había vuelto y podría ayudarlo.

Caminó por los pasillos de su mansión en silencio, hasta que llegó a una puerta. Dudo en tocarla, las personas cambian, no sabía si quien estaba adentro era realmente como recordaba, tampoco podía asegurar que podría confiar en ella, pero sintió algo dentro de sí que le dio la fuerza suficiente para girar la perilla y entrar.

- Creí que nunca entrarías. Ven, siéntate, ahora estoy vestida.- bromeó Erika.

- No digas eso.- dijo Ciel algo avergonzado- ¿Por qué me dijiste que pasara sin saber quién era?

- Bueno, creo que tal vez porque al haber tratado de matar a tus sirvientes dudo que quieran venir a ver como estoy. Porque vi a tu prima salir de la mansión con su sirvienta mientras le decía “Ciel cree que no me doy cuenta de nada, mis instintos me dicen que está ocultando algo”- parpadeó varias veces en forma coqueta y trató de imitar el tono de voz de la chica rubia- y porque tu mayordomo casi me mató con la mirada cuando nos vio, ¿Quién podría ir a ver a alguien que no ha visto en años? Creo que el único que podría ser eres tú- Respondió ella.

- Lo sé, lo siento, es solo que hoy ha sido un día muy extraño.- dijo Ciel y se sentó a los pies de la cama.- Pero estoy contento de verte, tenemos mucho de qué hablar.

- Si, tenemos mucho de qué hablar, pero sé que tienes algo muy importante que decirme, ¿o acaso tendré que confirmarlo por mí misma?- lo interrogó Erika, mirándolo seriamente.

Ciel se tocó el parche y bajó la mirada, suspiró y se lo quitó, definitivamente era la chica intuitiva que recordaba, Levantó su rostro y abrió los ojos, mostrándole la marca del contrato. La miró serio y frio, esperaba que ella se horrorizara o se asustara, pero no fue así. Ella lo miró casi con melancolía y acarició su rostro, haciendo una pequeña mueca de conformidad.

-Tú…te vendiste, dijiste que harías todo por escapar y lo hiciste.- Dijo la chica con voz tranquila.

-Yo no me vendí…Hice lo que tenía que hacer para sobrevivir. Además, ¿Qué hiciste tú para escapar? No creo que tus hechizos te sirviesen de algo en ese entonces.- Comentó fríamente Ciel.

-Sigues teniendo una lengua afilada, pero si tú lo pones de esa forma…yo también hice lo necesario para sobrevivir…yo también me vendí.-Respondió Erika.

-¿Qué?

La pelinegra subió las mangas de su ropa y dejó ver unos brazaletes negros, al desabrocharlos Ciel pudo ver horribles cicatrices en sus muñecas, las mismas que más tarde pudo ver en su cuello, esas eran definitivamente marcas de grilletes. El oji-azul se preguntó de qué clase de forma se había vendido, “Si te preguntas si me acosté con un hombre siendo apenas una niña te puedo 8asegurar que no es eso”, aclaró la joven al Conde, “Tuve que escapar mientras el lugar se incendiaba, me encontraron unos traficantes de personas y me vendieron a mi “Padre”, volví al mismo sitio de donde salí, al verme se llenó de rabia y comenzó a entrenarme más que antes. Solía sacarme del país y levarme a distintos sitios para vender mis servicios de asesinato, cuando me llevó a Alemania conocí a un chico, el que curiosamente hoy es tu jardinero. Me mantuvieron aislada de toda información, pero irónicamente me obligaba a asistir a fiestas.  En una de esas fiestas escuché de ti y trate de escaparme, pero él me puso ese maldito antifaz”

Ciel escuchaba estupefacto, no sabía que Erika ahora era una asesina, mucho menos que se había relacionado con el bajo mundo.

-Mis manos ahora están manchadas con sangre…-Dijo ella.

-Las muertes que cargo en mi espalda no se borraran nunca…-Agregó Ciel.

-Pero aun así…No me arrepiento de nada. –Afirmaron los dos al mismo tiempo y se miraron a los ojos.

-Ciel, sé que esto es incómodo pero ¿Qué es esa marca en tu cuello?- Preguntó Erika riendo levemente.

Ciel rápidamente se cubrió el chupón con la mano y volteó el rostro.-Creo que tenemos muchísimo de que hablar.-Dijo seriamente.

Ciel apagó las velas y abrió las cortinas, ambos observaron la hermosa luz de la luna que se colaba por la ventana, la chica se acostó y se tapó con las sabanas, mientras que el Joven Conde quitó los zapatos y se acurrucó a su lado. Todo indicaba que hablarían toda la noche, o por lo menos hasta que el sueño los venciera.

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Notas finales:

Dios!!! Creí que nunca podría actualizar, he pensado esto tantas veces que no me creo que lo estè haciendo T-T PRUEBAS, PRUEBAS EVERYWERE ¿por què no puedo vivir en el anime y ayudar Mika con Yuu? (tengo que hacer un fanfic adadsad los loveo, ELLOS NACIERON para estar juntos)

Bueno, me sali del tema, lamento el patata-lemon, pero por ahora no sera màs que eso, esperen un poquillo y veràn ue rikolino serà el de verdad. Si les gustò no olviden dejarme su review, que me ayuda a sobrevivir en estos dias<---mañana tiene prueba y està viendo anime en vez de estudiar.

Espero que esten muy bien fujoshis y fundanshis! si quieren leer mas pueden ir a mi perfil y revisar.

 

~Sayonara~

 


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