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Demonio...Mi demonio por Ali-Pon

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Notas del fanfic:

Como ya dije, este one-shot va dedicado a Emily Jasmin.

Notas del capitulo:

Hola amores ^^/

Oh yeah! yo actualizando de madrugada OwO genial!

jejeje bueno este one-shot fue escrito por mi pero con una idea genial de Emily Jasmin. Cabe destacar que lo modifiqué un poco pero al parecer quedó bien ^^)b.

¿De cuantas hojas es un one-shot? No tengo ni la más mínima idea pero resultó que este salió con de 26 aproximadamente por lo que perdonen si es muy alrgo ^^U7

Bien, espero y haya quedado bien Emily, tu di OwO

Bien a leer amores

La noche. La noche dejó de agradarme desde hace ya un tiempo. Desde aquel día en que-sin darme cuenta-atraje al demonio mismo, un demonio vestido con los mejores trajes a la medida, tela fina, ojos hermosos y hermosas facciones. Sí. Había atraído a un hermoso demonio. Uno del cual tuve miedo, del cual quise escapar-sin éxito-quise seguir mi vida aparentando que nada ocurría, aunque sabía, mejor que nadie, el que mi vida no volvería a la normalidad. Nunca más.

Mi nombre dejé en el olvido para ser Uruha, un trofeo que era cuidado y atendido sin chistar. Mi “palacio” estaba rodeado de finas cosas: muebles, telas, prendas, bebidas, perfumes, todo, todo era de lo mejor. Jamás volví a pisar mí departamento. Jamás volví a ver a mis amistades. Comencé a vivir dentro de un “palacio” de mármol. Ya ni siquiera supe el momento en que me olvidé de Shinji, el supuesto amor de mi vida.

-Uruha-su suave voz, que me acariciaba cual pluma los oídos, la podía escuchar a kilómetros.

Su cuerpo esbelto y fornido a la vez, tez pálida, ojos de un negro tan brillante que podía ver mi anatomía reflejada, cabello azabache cayendo cual cascada sobre sus hombros, un porte y caminar elegante. El demonio. Mi demonio.

-Dime-susurré con dulce voz, cubriendo mis caderas con las sábanas. Aún me apenaba estar desnudo ante él.

-¿Por qué te cubres?-me preguntó con diversión, esbozando una sonrisa con la misma tonalidad que su voz.

-Porque…no sé-desvié mi mirada sonrojado. Parecía una colegiala.

-Está bien-se acercó a mí, tomándome del mentón para plantar un beso suave en mis labios-Amo tu cuerpo-me susurró a centímetros de mi boca apartando las telas de seda, dejándome, así, desnudo a sus ojos-Pero más amo esto-con suavidad acarició mis muslos, rozando mi piel como si fuera cristal-Son perfectas Uruha-sus orbes me miraban fijamente-Como tú-como adoraba a aquel demonio, sus palabras acariciaban con suavidad mi corazón.

Qué enfermo.

-Me iré a trabajar primor-me besó la frente apartándose de mí encaminándose a la puerta de la habitación.

-¿Volverás para cenar?-le pregunté con mirada suplicante. Se volvió hacia mí sonriendo con ternura.

-Te haré saber-con aquella respuesta se fue dejándome solo, en aquel enorme “palacio” de mármol. La tristeza me golpeó al instante en que su calor se esfumó. Era enfermo lo que sentía por él. Ese demonio que me cambió la vida por completo.

Aún recuerdo cómo empezó toda esta locura. Supuestamente iba a ser un día normal, sin complicaciones, con la rutina de siempre: despertar, desayunar con Shinji, ir a trabajar, salir del trabajo, ducharme, hacer el amor con Shinji y dormir. Era un círculo vicioso que estaba grabado en cada fibra de mí ser. Yo era un modista reconocido, con numerosas pasarelas, premios en Europa y el mundo. Mi vida era-de cierta forma-normal. Tenía a un maravilloso hombre, un músico talentoso: Amano Shinji.

Aquel día en el que mi nueva entrega iba a ser dada a conocer,  tuve una visita inesperada…

-Señor Kouyou, acaba de recibir un paquete-mi asistente me avisó tragando saliva. Sabía, de antemano, que el día en que la pasarela comenzaba, me ponía cual león enjaulado, lanzando al aire palabras ofensivas.

-¿De quién?-mi desconcierto era sumamente enorme ¿un paquete? No recordaba haber ordenado algo.

-No se sabe señor

-¿No tiene remitente?-eso sí que era extraño.

-No señor-su negación me hizo sentir curiosidad y miedo.

-Andrea termina  de arreglar a Estefany-mi empleada asintió y sin más, terminó lo que yo no finalicé-¿Dónde está el dichoso paquete Charlie?

-En su oficina señor-asentí y a paso cauteloso y rápido me dirigí al ascensor, que estaba cerca. Presioné el botón de mi respectivo piso y las puertas se cerraron. Por fin podía respirar. Aún mantenía en revoloteo la pregunta de quién me lo habría enviado.

Las puertas se abrieron y a paso veloz fui hasta mi oficina. Abrí las puertas  de doble hoja quedándome con la boca abierta al ver una caja lo suficientemente grande que cubría parte de mi escritorio. Miré a todos lados en busca de alguien-que obviamente no se encontraba ahí-para saber su procedencia. Al no ver alguna sombra siquiera miré de nueva cuenta el paquete, estaba: sellado, color crema, con una hoja encima. Fruncí el ceño encaminándome hasta mi escritorio. Volví a mirar a todos lados y por último la caja.

-¿Qué será?-parecía inofensiva, grande pero inofensiva. Tomé la hoja que estaba encima y en ella-en el centro-con letras doradas había una leyenda que decía:

¿Te has visto en el espejo?

Fruncí el ceño parpadeando con desconcierto. Aquello sonaba como un acosador, y uno muy malo.

Dejé la hoja de lado y nuevamente mi atención volvía a la caja. Quería abrirla pero a la vez no-Vamos Shima, ¿qué será lo peor?-después de morderme el labio inferior comencé a abrir la caja, mirando mi reloj de pulsera-Veinte minutos-asentí respirando hondo cuando dentro de la caja había otra, pero de terciopelo negro. Mis manos temblaban y sudaban. Algo me decía que si la abría nada volvería a ser lo mismo. Nada.

Me di ánimos para abrirla, tragando con dificultad. Saqué aquella caja dejando la de envío a un lado. La puse en el centro y con cuidado la abrí. Mi sorpresa se podía observar en mis ojos completamente abiertos. Eran fotos, fotos mías: del instituto, de cumpleaños míos, de mi graduación, con mi novio, con mis padres, con mis hermanas e hijos, de mí en diferentes vestuarios, en diferentes posiciones en las cuales dormía, eran aproximadamente unas cien. ¡CIEN! ¡¿QUIÉN CARAJOS LAS TOMÓ?!

Hiperventilando me dejé caer en la silla giratoria que tenía, dejando que varias fotos volaran al suelo y parte de mi escritorio. Era un acosador no cabía la menor duda. Pero ¿quién? Eso sí que era un poco traumático. Eso de que alguien te envíe fotos de ti mismo, no es algo de lo que se pueda tomar con calma. ¿Y si era un empleado mío? ¿Y si era un amigo de Shinji? ¿Y si era un chico o chica que mandé a volar cuando estaba en el instituto? ¡Qué escalofriante!

Me tomé de los cabellos tratando de calmarme, meciéndome un poco. De pronto mi atención se dirigió a una foto que estaba bocabajo, tenía algo escrito que no alcanzaba a leer. La tomé girándola para ver que tenía de imagen-Vaya, cuando tuve mi primer beso con Shinji-fruncí el ceño y la volví a girar viendo con claridad lo que decía:

Adivina

¿Quién soy?

¿Ángel o demonio?

¿Qué? ¿Qué leyenda es esa?-De un acosador-dije en voz alta. Resoplé lanzando la foto lejos de mi vista, no quería saber ya de fotos. Ahora lo que me tenía preocupado era si aquello iba a seguir. Negué con mi cabeza, pensando en que no volvería a ocurrir. Vaya ilusión.

Volví a mirar mi reloj de pulsera-¡Cinco minutos!-con rapidez decidí el esconder aquella evidencia, guardé cada foto en la “maldita” caja, la cual fue resguardada bajo llave, tiré la de cartón y la hoja la destruí en el triturador.

Salí disparado de mi oficina y justo cuando estaba girándome para encaminarme al ascensor mi celular vibró-¿Un mensaje?-frunciendo el entrecejo y sin dejar de caminar al ascensor, deslicé mi dedo en la pantalla presionando en la notificación de mensaje. Entré en el ascensor leyendo lo que decía:

¿Te gustó el regalo, Uruha?

-¿Uruha?-bufé eliminando al instante el mensaje, presioné el botón del piso en el que la pasarela daba comienzo, elevé mi mirada topándome con una silueta al fondo del pasillo, la cual no distinguí. Me sonrió. Me helé. Se cerraron las puertas y el juego comenzó.

La pasarela fue un éxito, muchos quisieron comprar al instante mis diseños, mi novio me felicitó con una cena romántica y una sesión de sexo rudo.

Los días pasaron y en mi mente permanecía aquella sonrisa que me heló todo mi ser. Traté de mantenerme ocupado, para así no gastar mi tiempo en ello. Pronto fue una semana desde que aquel “incidente” sucedió. Aun me preguntaba el cómo pudo obtener mi número y ¿por qué me había llamado Uruha?

-Señor otro paquete ha llegado-de mis pensamientos de detective-novato-mi asistente me sacó.

-Oh

-¿Señor?

-Tráelo-asintió, desapareció de mi oficina y volvió con una caja pequeña-¿Cuándo llegó?

-Hace unos minutos señor

-De acuerdo, puedes retirarte-mis nervios estaban encrespados, ¿qué  me mandaría ahora? Sabía que ere él, el “anónimo”. Me agradó el ponerle así.

Con indecisión me decidí a abrir aquella pequeña caja de cartón. Esta vez no tenía hoja encima, me preocupó. Quité la cinta adhesiva, abrí las pestañas y dentro había otra caja como la anterior: negra y de terciopelo. La saqué apartando la de cartón, la contemplé por un instante. El negro comenzaba a gustarme.

Qué estúpido.

Humedecí mis labios y la abrí. Mis ojos se abrieron por completo, me llevé las manos a mi boca, estaba completamente sorprendido ¿Qué clase de persona enferma era “anónimo” para enviarme eso?

Unas esposas, un consolador, un lubricante y un vibrador, estaban dentro junto con un pequeño sobre el cual abrí sacando una tarjeta de color rojo con letras doradas:

¿Imaginas lo que podría hacer con esto en ti Uruha?

Nuevamente Uruha. Nuevamente.

Cerré con rapidez la caja comenzando a respirar agitado.

¿Qué se proponía?

Nuevamente deseché cualquier evidencia: cerrando bajo llave la caja (la segunda) y tirando la otra. Esto comenzaba a asustarme. No sabía si era buena idea comentarle a Shinji de que alguien me estaba acosando, que me estaba enviando “regalos” de lo más extraños. Esto estaba cada vez más denso, más mal, más horrible. La perversión se podían leer con claridad en las fotos, en aquellas cosas, en las letras doradas.

Mi celular me hizo dar un respingo, un tono de mensaje escuché, tragué saliva me temía lo peor. Lo tomé con mis manos temblorosas, deslicé mi dedo en la pantalla, seleccioné la notificación apareciendo el mensaje:

Qué linda reacción

Una foto apareció, era yo: con mis manos en mi boca y mis ojos abiertos, estaba de perfil, un poco borrosa pero era claro que era yo. ¿De dónde la tomaría? Elevé mi rostro en busca de alguna cámara en mi oficina, pero nada.

Otro mensaje.

¿Estás asustado?

El número era desconocido y no aparecía digito alguno.

Decidí el responderle.

Idiota.

Otro mensaje.

Que bien

Fruncí el ceño y un enojo enorme comenzó a invadir mi interior. ¿Qué bien? ¡¿Qué bien?! ¡¿Acaso era un idiota?!

No, no lo era.

Otro mensaje.

Enojado me calientas

Frío. Frío sentí, un frío sin igual. Estaba siendo vigilado y eso estaba más que claro ¿Cuándo, cómo, quién? Muchas preguntas sin respuesta, mi cabeza estaba a punto de explotar. Decidí que mi trabajo había terminado, por lo que me salí casi corriendo de mi oficina.

-Señor, ¿Ya se va?

-Sí-bajé por el ascensor volteando en todas direcciones para cerciorarme en que nadie me seguía. Las puertas se abrieron, entré y presioné el botón del estacionamiento. Mientras el ascensor bajaba me miré en los espejos, que eran las paredes del elevador. Estaba completamente pálido, comprendí el por qué  Charlie me miró preocupado. Yo transpiraba miedo y paranoia.

Otro mensaje.

¿Huyes de mí?

En aquel instante el elevador se detuvo, las luces se apagaron dejándome a oscuras. Entré en pánico.

¿Qué estaba ocurriendo?

Con frenesí presioné todos los botones sin lograr que aquel cacharro arrancara.

Otro mensaje.

Eso te pasa por tratar de huir

Aquello estaba por volverme loco. ¿Qué había hecho mal para merecer aquello? Estaba completamente asustado, sintiendo mi corazón latiendo a mil por hora, mi sudor comenzaba a pegar la ropa a mi cuerpo. Por favor que encienda. Por favor que encienda. Imploraba.

Otro mensaje.

¿Quieres que lo eche a andar?

Le respondí.

Por favor

Otro mensaje.

Buen chico

En menos de un segundo el ascensor siguió su camino. Aliviado me recargué en uno de los espejos, no sabía si estaba en lo correcto el seguirle el juego. Aun así, le iba a decir a Shinji de lo que me estaba ocurriendo. Asentí decidido, le iba a decir, no quería cargar con esto solo, no lo soportaría, lo sabía, sabía que era mucho para mí.

Otro mensaje.

Espero y no pienses en decirle a tu novio

Nuevamente mi respiración se agitó. ¿Acaso leía mi mente? Esto era algo horrible, algo que jamás pensé en que me sucedería. Por fin las puertas abrieron y a paso indeciso me dirigí a mi cajón de estacionamiento. Al llegar no encontré mi auto, me extrañó por lo que fui con el policía para saber del paradero de mi coche, después de todo yo era un despistado.

-James

-Sí, señor

-¿Dónde está mi carro?

-¿Señor?

-Mi carro, ¿dónde está?

-Se lo llevó una grúa-¿qué? ¿Una grúa? Pero ¿qué mierda ocurría?

-¿Una grúa?

-Sí, señor-asintió el hombre de unos treintamuchos-Los que se lo llevaron dijeron que fue a petición suya.

-¿Mía?-me señalé confundido.

-Sí, señor-sacó unos papeles-Incluso me dejaron estos papeles que estaban a su nombre, mire-tomé los papeles comenzando a leer: mi nombre estaba ahí y mi firma también.

-¡Pero si yo jamás firmé esto!

-¿Usted no firmó?

-¡NO!-arrojé los papeles al suelo tomándome de los cabellos sin saber realmente qué hacer. Esto se estaba tornando cada vez más peligroso.

-Señor

-¡Basta! pídeme un taxi

-Sí, señor-con velocidad increíble el guardia llamó a un taxi de sitio el cual no tardó en llegar. Lo abordé y con fastidio le pedí el que me llevara a mi departamento.

A lo largo del camino, me concentré en ver nada a través de la ventana. Mi coche. Mi firma que nunca hice. Todo estaba mal, muy mal. Resoplé frustrado, jamás me había ocurrido algo así. Jamás.

-Llegamos señor

-Gracias-le pagué con el primer billete que encontré en mi cartera sin preocuparme por el cambio. A paso veloz me dirigí hasta mi departamento. Piso 15.

Otro mensaje.

¿Qué tal tu viaje en taxi?

Rodé los ojos bufando. En verdad que era exasperante.

Le respondí.

¿Tú que dices?

Otro mensaje.

Que, bien

Decidí el apagar el teléfono para no recibir más mensaje de esa clase. Rebusqué en mis bolsillos las llaves de mi departamento-Maldición-las había dejado en el auto. Estúpida manía la mía.

Con enojo evidente, me dirigí a la recepción preguntando por el cerrajero. Lamentablemente éste había tenido sus vacaciones por lo que no había alguien quien pudiera ayudarme.

Genial.

Con fastidio encendí mi celular y sin preocuparme por ver otro mensaje en la bandeja, marqué el número de Shinji.

Primer timbrazo.

Segundo.

Tercero

Cuarto.

Buzón.

¡Mierda!

Apreté el celular tratando de sofocar mi frustración. Nuevamente me subí a mi departamento.

El mensaje. Recordé que tenía uno así que lo abrí.

Era Shinji. Sonreí de alivio.

Amor, estaré fuera unos días. Tengo una presentación en Hiroshima.

Deséame suerte.

Te amo.

Shinji

Con una sonrisa boba decidí el responderle.

Está bien cariño. Suerte.

Besos.

Te amo.

Shima

Las puertas se abrieron nuevamente. Salí leyendo una y otra vez el “Te amo” que había en su mensaje. Cuando llegué a mi puerta, por inercia, tomé el pomo y lo giré, notando que estaba abierto. Me sorprendí por ello. ¿Acaso Shinji no lo había cerrado cuando salió? Suspiré queriendo pensar en que así era.

Di unos cuantos pasos  y por poco y me tropiezo con algo-Maldición-exclamé encendiendo la luz al instante.

¿Qué?

Otro mensaje.

Bienvenido a casa, Uruha.

Un paquete grande, estaba en mi recibidor. Con lentitud cerré la puerta recargándome en ella.

Entonces, ¿“anónimo” estuvo aquí?

Asustado, rodeé la caja, y me encaminé dentro del apartamento. Recámaras. Sala. Cocina. Estudio. Comedor. Cuarto de grabación. Baño. Todo estaba en su lugar, ninguna anomalía, solo esa enorme caja en mi recibidor.

Desconfiado me dirigí  hasta ella girándome de vez en cuando, al parecer ya estaba con principios de paranoia. Miré la caja esperando algo que jamás ocurriría, el que tomara vida y me intentara comer. Sacudí mi cabeza negando aquella estupidez. Me hinqué. Temeroso quité cada cinta adhesiva, sintiendo como mi pulso se aceleraba.

¿Qué me había mandado? ¿Qué quería de mí? ¿Qué más sabía de mí?

Cuando por fin quité el envoltorio me topé con otra caja de terciopelo negra.

Le gusta el negro, no cabe duda.

Encima tenía una nota que decía:

La lujuria podría ser desatada

Tragué saliva, asustado retiré unos broches y por mecanismo propio,  la tapa se elevó dejando ver su contenido: un corcel de encaje rojo con negro abierto a la altura del abdomen, con un ligero, una falda lo suficientemente corta como para el instante en que me la ponga se me viera el trasero; unas esposas de cuero junto con un collar y un estuche de maquillaje.

¡¿Qué clase de “regalo” era ese?!

Otro mensaje.

Te verías hermoso con eso puesto, Uruha.

Me pasé una mano por el pelo, cerrando los ojos y tratando de controlarme. Esto era demasiado, era una mente pervertida, demasiado pervertida. Lo peor es que de que “anónimo” sabía todo de mí y yo nada. Era muy frustrante. Quería llorar: de impotencia, enojo y miedo. Demasiadas sensaciones en horas. Dejé la caja en la puerta-que cerré-me fui a la ducha, quería que el agua me quitara mis penas.

Era imposible.

Gota tras gota, sentía un pequeño alivio. No sabía quién era, no sabía qué quería de mí, no sabía nada. Nada. Salí de mi ducha con una toalla en mi cintura, al elevar mi vista en la cama me topé con una silueta, la cual al verme, salió disparado por la ventana. Corrí tras él-porque había notado que era hombre-pero llegué tarde, había desaparecido. Le busqué con la mirada pero no le hallé. Cerré el balcón con seguro. Me senté en la cama resoplando agachando mi cabeza con cabellos aún húmedos.

¿Cómo había entrado? ¿Por el balcón?

Fui a la puerta y la encontré intacta, cerrada con el seguro, tal y como la había dejado. Regresé a mi pieza con el miedo a flor de piel.

Otro mensaje.

Miré mi celular con temor, tragué saliva y le tomé.

Cerca

Dejé caer el móvil. Así que sí era él. Esto estaba convirtiéndose en algo mucho más que peligroso. Ya no quería jugar, ni siquiera había aceptado el jugar. No era justo, mi vida estaba tranquila, mi vida era perfecta ¿qué quería de mí?

¿Cuándo iba a terminar? ¿Acaso era el inicio?

¡Basta!

Otro mensaje.

Te vez hermoso recién salido de la ducha.

Eres mi antojo, Uruha.

Una foto de unos labios voluptuosos siendo relamidos, causó en mí, el que una corriente eléctrica recorriera mi espina.

¿Qué era eso?

¿Era él?

Sacudí mi cabeza, posé una mano en la cama topándome con algo duro. Me giré. Otra caja negra. La observé con detenimiento, su color y textura eran perfectos, un buen gusto al parecer. La tomé y la abrí, dejando en la mesa de noche mi celular, dentro de ella había: una tarjeta roja con letras doradas que decía:

Pronto serás devorado.

Kouyou

¿Qué quería decir con devorado?

Resoplé nuevamente, esto se estaba volviendo cada vez más abrumador. Me tomé de los cabellos, tenía que hacer algo y rápido, que terminara con todo esto, tenía que actuar y pronto, pero mi cerebro no estaba a mi favor y no hacía el que produjera algún plan para que pudiera  poner fin a mi suplicio.

Fui hasta mis cajones me puse unos boxers y una playera que me quedaba cual camisón.

Otro mensaje.

No quise verlo sabía de quien provenía así que le ignoré y me metí a la cama. Tardé en conciliar el sueño, hasta que por fin caí dormido. En mi sueño había algo extraño: Yo estaba vistiendo aquel vestuario que me había mandado “anónimo”, él me miraba a través de la oscuridad, lo único que alcanzaba a distinguir eran sus ojos negros y su sonrisa. Aquella sonrisa que me helaba. Se puso de pie y a paso lento se quedó a centímetros de pisar la luz, extendió su mano diciendo-Ven conmigo-su voz sensual, profunda y ronca me tomó desprevenido-Vamos al infierno-volvió a esbozar su sonrisa. Di un paso y un grito ahogado me hizo el girarme un poco, a mi izquierda había una ventana donde estaba Amano con cara de pánico, golpeaba con insistencia el vidrio gritándome cosas que no lograba entender. Le miré extrañado por su comportamiento-Uruha-me llamó con suavidad-¿Vienes?-miré de forma intercalada a “él” y a Shinji, debatiéndome en quien confiar. Inspiré hondo y justo cuando iba a dar un paso un golpe me trajo al mundo.

-¡Takashima! ¡Takashima!-¿quién me llamaba? Para cuando abrí mis ojos me topé con Shinji quien me miraba con una mezcla de miedo y enojo. Fruncí el ceño sin llegar a comprender su gesto.

-¿Qué ocurre?-balbuceé incorporándome.

-¿Cómo que qué sucede?-sonaba molesto ¿por qué?-Nada más me voy y ya empiezas con tus estupideces

-¿De qué hablas?

-No te hagas el que no entiende porqué sé que sabes a qué me refiero

-Pues la verdad no-resopló pasándose la mano por su sedoso cabello negro.

-Esto es frustrante

-¿Qué cosa?

Se puso de pie negando y saliendo de la habitación, le seguí.

-¿Shinji?-se detuvo en un sillón posando sus manos en el respaldo. Sabía que estaba tratando de controlar su enojo, le conocía muy bien.

-¿Me engañas?-murmuró dolido-Responde

-No-respondí al instante, frunciendo el ceño y acercándome a él quien soltó una carcajada-¿Por qué lo preguntas?

-Por qué preguntas-repitió comenzando a respirar agitado-Eres bueno mintiendo Shima

-¿Qué?

-Sí, mientes muy bien-aquella conversación comenzaba a darme miedo por lo que comencé a retroceder-Entonces si no me engañas me quieres explicar ¿qué carajos es esto?-se giró viéndome con enojo en sus ojos y mostrándome las prendas que me había enviado “él”. Tragué saliva con dificultad, se me había olvidado el ocultar aquello.

-Espera ¿tú no regresarías en un par de días?

-No trates de distraerme Kouyou, mejor responde a lo que te acabo de preguntar

-Pues es ropa ¿acaso no es obvio?

-¡Pero es una maldita ropa sexual!-lanzó las prendas al aire mientras caminaba a la cocina-¡Ropa sexual!

Me encaminé hasta donde él estaba mordiéndome el labio inferior, debía inventar una mentira para que no pensara lo que estaba pensando-La compré por ti-susurré a lo que él me miró expectante.

-¿Qué?

-Sí, la compré por ti-le miré temeroso y nervioso de que no me creyera-Quería que cuando regresaras, pues fuera algo especial y recuerdo que alguna vez me dijiste que te gustaría verme con algo así puesto y…

-Shima-¡fiu! ya no estaba enojado-Esa fantasía fue hace unos años-me sonrió aliviado.

-Pues sí pero quise cumplirte por una vez-jugaba con mis manos para que se viera más creíble.

Soltó una carcajada de alivio y después me miró con ternura acariciándome la mejilla con cuidado-Así que… ¿querías complacerme?-asentí sonrojado desviando la mirada-Bien-le miré en espera de alguna respuesta viendo su rostro sereno viendo la nada-¿Qué tal si la ocupamos ahora?-me sonrió pícaro besándome con dulzura. Se lo creyó. Se lo creyó.

-Vamos, vete a cambiar quiero verte así-me susurró agitado apegándome a su cuerpo, haciendo que sintiera su erección contras mis caderas. Me mordí el labio inferior mientras restregaba mi cadera con la suya escuchando sus gemidos roncos-Anda ve a ponértelo que ya te quiero follar-después de una nalgada me giré sobre mis talones tomando las prendas yendo al baño a cambiarme con rapidez.

Por primera vez se me había olvidado el tema del acosador, ahora quería complacer a Tora. Sí, así le decía cuando teníamos sexo, Tora, porque era un completo tigre en la cama. Con aquel pensamiento me dirigí a la habitación donde Tora me esperaba impaciente.

-Cielos, Shima-me dijo con asombro en su voz, me acerqué a él de forma lenta y sensual, quería que se le dilatara la pupila, quería que me deseara, lo cual logré sin chistar.

Ya en un rato ya estaba debajo suyo gimiendo sin pudor, sintiendo su miembro resbalar por mi interior, me mordía el pecho, el abdomen y mi cuello. Sus embestidas me hacían delirar y gemir “Tora” a cada instante. Adoraba el tener sexo con él, era de lo más delirante. Al momento en que se desplomó en mi interior cayó rendido sonriendo de oreja a oreja. Nos acurrucamos en la cama durmiendo plácidamente, sin ninguna preocupación en mente.

De repente me encontraba en mi habitación, solo, aún vestido con el liguero, el corcel y la falda. No había rastro de Tora por lo que quise incorporarme pero al momento de hacerlo noté que mis muñecas y tobillos estaban atados con esposas de cuero y de la nada yo estaba amordazado. El temor me invadió, miré a todas partes sin encontrar algo que me salvara. Ja, nada podía hacerlo. En un instante mis ojos se toparon con unas orbes oscuras en las cuales una sonrisa victoriosa se asomaba-Pronto Uruha, pronto.

Me desperté jadeante y con el pulso frenético, a un costado mío aún permanecía Shinji. Me senté encendiendo la lámpara de noche topándome con que tenía un nuevo mensaje.

Pronto Uruha, pronto te devoraré

Junto con el mensaje una foto donde estábamos Shinji y yo teniendo sexo.

Otro mensaje.

Tenía razón, te ves hermoso con eso puesto…Uruha

Ahogué un sollozo, esto sí que no me lo esperaba, nos estaba espiando. Ahora que recuerdo, la mayoría de las fotos-las que recibí como primer “regalo”-fueron tomadas en los momentos más íntimos.

Enojo. Enojo era lo que sentía y más por no saber cómo contratacarle, al parecer él lo tenía todo, debería tenerlo ya que eso sería una explicación razonable del porqué me había hecho todas aquellas cosas. Me puse de pie y me fui a la cocina, ya no tenía sueño y eran las cinco de la mañana, mi entrada a la empresa era dentro de tres.

¿Qué haré en todo este rato?

Primero me preparé un desayuno, que comí con desgano, después me puse a limpiar las cocina, acomodé algunos estantes de mi estudio-tenía un desorden descomunal-. Me duché, me alisté para ir a trabajar poniéndome: una camisa con los primeros tres botones abiertos dejando al descubierto parte de mi pecho, una corbata negra, unos pantalones entallados negros, botas a juego y unas pulseras y collares. Cuando fui a la puerta, ahí seguía la caja, con desgano la moví tratando de no hacer ruido. No tenía ni una idea de qué la iba a ocupar, sin más saqué el maquillaje, un tanto curioso lo miré me fui al baño y le abrí. Tenía de todo, me maravillé con los colores oscuros, metálicos y  demás colores que le conformaban. Tomé el delineador líquido que ahí había e hice una fina línea en mis parpados, me maravillé al ver lo cambiado que me veía, lucía mejor. Sonreí cual colegiala y seguí maquillándome, poniéndome sombras aquí, base por allá, brillo labial. Le di volumen a mi cabello castaño claro y ¡listo! un Takashima Kouyou diferente.

Terminada mi “transformación” salí y me fui al estudio, ya que recordé que debía terminar unos bocetos. Mientras dibujaba  un nuevo mensaje llegó.

Hoy, te vez muy bien, Uruha.

Rodé los ojos y eliminé el mensaje al igual que los anteriores. Por alguna razón el temor se había esfumado a alguna parte. Creo que soy bipolar.

Seguí en mis deberes hasta que Shinji entró al estudio.

-Vaya Shima-me dijo sorprendido-Te ves increíble-me elogió sonriente a lo cual me ruboricé.

-Gracias

-¿Y ahora qué haces?-me dijo sentándose al borde de la mesa contemplando mi obra de arte-¿Un vestido con liguero integrado?-dijo divertido-Creo que ya te gustaron esas cosas, eh

-Algo-me encogí de hombros sonrojado, tal vez sí, me habían gustado.

-Bien, desde ¿qué hora estás despierto?

-Las cinco

-¿Las cinco?-frunció el ceño-Tú no eres madrugador

-Lo sé-suspiré con un poco de tristeza en mi voz.

-¿Ya desayunaste?-asentí-Bueno, te dejo trabajar-me besó el cabello retirándose de aquel lugar. Me dejé caer en el sillón que ahí había, pensando en todo lo que había ocurrido desde que “mi acosador” entró en mi vida. A pesar de todas aquellas horribles sensaciones me sentía vivo, raro ¿no?

El día pasó sin mayor obstáculo, salvo el ir en taxi a la compañía. Tuve que mentirle-de nuevo-a Shinji, le dije que mi auto lo había mandado a reparar porque ya no quiso arrancar. Al llegar a la empresa, sentí un ambiente pesado, todos me observaban. Llegué a mi oficina y me topé con un hombre regordete que jugaba con un bolígrafo.

-Buenos días señor Takashima

-Buenos días-respondí cortés-Y ¿usted quién es?-detuvo su juego con la pluma dejándola dentro de la taza donde ponía las demás. Presentía que algo malo estaba por ocurrir.

-Yo, señor, soy William Shades, presidente de…

-Lencería Shades-terminé la frase viéndole sorprendido.

-Exacto

-En ese caso ¿a qué debo su visita?

-Vengo a clausurar su empresa-¿clausurar mi empresa? no recordaba el haber descuidado mi empresa.

-¿Clausurarla?-debería estar loco, yo JAMÁS la pondría en peligro de bancarrota o algo así.

-Sí, señor, un socio mío me dio a conocer el que sus acciones iban en declive además de que sus ventas han bajado en un periodo de 6 meses y eso, para un casa de modas, es algo inaudito, lo cual quiere decir que el jefe es un mediocre, además de no cubrir con impuestos desde el año pasado, los ha estado evadiendo, señor Takashima, así que-se irguió-Se va a clausurar

-Espere-posé mis manos en las caderas procesando lo que me había dicho. Me estaba diciendo que las acciones y las ventas estaban mal, pero yo recuerdo que la última vez que las chequé no había ningún número perdido y mucho menos una baja en ventas, al contrario iba en aumento después de la última presentación. En cuanto a los impuestos, recuerdo que Charlie siempre me daba los papeles y yo mismo iba a pagarlos. Todo estaba mal, nada encajaba. ¿Cómo era posible que en menos de cuarenta y ocho horas todo mi mundo se estuviera desplomando? Alguien  lo estaba provocando y ese era…

-Lo lamento señor, hoy mismo a las cuatro de la tarde llegaran los camiones a desalojar-y dejándome con la palabra en la boca se retiró.

Todo estaba mal. No. Estaba PEOR.

-¡Todos a empacar que esto se va a clausurar!-escuché el gritó de un hombre y en menos de unos minutos comencé a escuchar el movimiento de cajas, de papeles en trituradoras, en fin el principio del fin de mi imperio.

Sin más remedio yo también comencé a hacerlo, en una caja guardé mis pequeñas esculturas, papeles importantes, mis bolígrafos, mis recuadros de diplomas, en fin todo, dejando todo aquello que ya no iba a ocupar. Finas lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas. Él me estaba arrebatando todo, todo, y eso me cabreaba porque, al no saber nada de él, no podía actuar, además de estar siempre un paso o tres delante de mí. Me tenía acorralado, me tenía en la palma de su mano.

Cuando abrí mi caja fuerte, noté que ahí aún seguían las cajas de terciopelo. Las tomé y las guardé rápidamente en la caja de mis pertenencias. Al cabo de unos minutos unos hombres entraron comenzando a quitar archivos tras archivos de bocetos, libros y otras cosillas que tenía. Pasaron campantes por mi oficina.

Todo parecía estar en blanco y negro, en tiempo completamente ajeno al mío. Al atravesar los pasillos que me llevaban al ascensor veía: ajetreo, preocupación, miedo, frustración, entre otros sentimientos negativos. Las puertas se cerraron dejándome solo entre cuatro paredes de espejos.

¿Tan rápido te has rendido Kouyou? ¿Tan rápido te ha tenido en su mano?

Maldición.

Un mensaje nuevo. Con dificultad  logré tomar mi teléfono.

Despídete de tu vieja vida y dile hola a la nueva, Uruha.

Sí, fue él. Maldito seas, quien quiera que seas. Enfurecido dejé caer mi celular en la caja, justo en aquel instante se abrieron las puertas de ascensor y salí hecho una furia. Caminé y caminé con caja en brazos. Ese idiota me quería hundir y lo estaba haciendo sin siquiera dejarme reaccionar, todo me lo manda de forma desprevenida haciendo que me tambalee. Primero mi coche, casi destruye mi relación, me acaba de quitar mi empresa ¿qué más faltaba? Seguí mi andar por la acera, dejando atrás el que mi imperio se cayera a pedazos, no quería verlo, mi corazón se encogía de tan solo pensar en ese hecho. Lo había conseguido, el muy cabrón lo había conseguido.

Llegué sudoroso a mi edificio, noté que había patrullas y una ambulancia fuera de él, pero no le tomé importancia. Al momento en que quise entrar en él, el recepcionista me detuvo.

-Lo lamento señor, pero le está prohibido pasar-ahora qué

-¿Disculpa?

-Lo que ha escuchado, le está prohibido el pasar

-Pero, ¿por qué?-no entendía la razón.

-Acaba de ocurrir…un crimen

-¿Crimen?-el enojo comenzó a esfumarse y a su paso entro el miedo. Shinji.

-Sí señor

-¿Qué clase de crimen?-la ansiedad se abalanzó sobre de mi sin dejarme si quiera pensar claramente.

-Pues…-en aquel instante una camilla apareció cubriendo un cuerpo.

-¡Esperen!-les detuve dejando caer la caja que llevaba en manos.

-¿Quién es usted?

-Yo vivo en el departamento 232-los que llevaban la camilla se miraron con miedo-¿Puedo verlo?-con desconfianza asintieron. Mis manos temblorosas tomaron la sábana que cubría el cuerpo ajeno inerte. La levanté y mi alma cayó a mis pies. Era Shinji, mi amado, mi…

-¿Shinji?-mis ojos se aguaron, tensé mi quijada evitando el llorar-¿Qué le pasó?-susurré sin dejar de ver el apacible rostro de mi pareja, o bien, expareja.

-Fue atacado señor, recibió tres puñaladas en su pierna derecha y un balazo en el corazón-mi corazón se encogió.

¿Qué hice? ¿Por qué a él?

Me dejé caer de rodillas notando como se llevaban la camilla en la ambulancia. Todo mi mundo se estaba desplomando, y por culpa de alguien a quien no conozco en absoluto, alguien que al parecer me ha estado vigilando en la oscuridad, siendo silencioso y cauteloso, todo lo que ha ocurrido parecía premeditado. Esto era cada vez más frustrante.

Unos minutos después unos oficiales me arribaron, me pidieron que les acompañara para que declarara. Pero ¿qué iba a declarar? No tenía ninguna respuesta a sus preguntas comunes y de rutina. Un par de horas después me hallaba fuera de la comisaría rodeado de fotógrafos y prensa.

Esto es una mierda.

A medida que caminaba hasta la camioneta que me llevaría a mi departamento, las luces, los flash, las preguntas de los periodistas, la gente, todo me parecía vago. No respondí a nada, no hablé con nadie. No quería hacerlo. En casa, en la televisión pasaban las noticias: Takashima Kouyou, gran modista y empresario, pierde su empresa y además a su pareja, Amano Shinji, talentoso músico.

Cual muñeco de trapo me dirigí a mi habitación, me recosté en el lado de Shinji, me hice ovillo comenzando a sollozar. Había perdido a mi Tora, a mi amado Shinji y por di fuera poco perdí lo que tardé en construir. Todo me había sido arrebatado. Era como si me estuviese devorando.

Devorando.

Me levanté de golpe ¿A eso se refería? Caí en cuenta en que sí, a eso se refería: a quitarme todo, a devorarme.

El timbre sonó y –sin saber la razón-fui a abrir. Nadie. No había nadie del otro lado de la puerta, bajé mi mirada y noté una caja de regalo color rojo. La levanté y la metí volviendo cerciorarme en si no había alguien. Ya en la sala la puse en la mesa, le observé pensando en que bien podría ser de él o de alguien más pero ¿quién? Suspiré, cerrando los ojos, la iba a abrir, total, ¿qué más perdería?

Al desatar el listón del moño rojo el papel cayó dejando a la vista una caja de terciopelo rojo intenso. En su tapa, en letras doradas estaba escrito: URUHA. Fruncí el ceño y la abrí desconfiado. Dentro había un celular junto con una tarjeta de color blanco. Tomé el dispositivo y lo inspeccioné, no había nada extraño, aún. Pronto abrí la tarjeta y con tinta estaba escrito:

Dile adiós al pasado, dile hola al presente

Adivina

¿Soy ángel o demonio?

-Demonio-susurré y al instante el celular vibró y en la pantalla la notificación de una llamada. Respondí, un tanto desconfiado.

-¿Hola?

-Hola, Uruha-su voz, su voz era profunda.

-¿Quién eres?

-Adivina… ¿ángel o demonio?-podía escuchar su sonrisa, rodé los ojos.

-Demonio, totalmente-lo que me sorprendió fue que le hablaba con toda naturalidad sin una pizca de miedo, ¿qué diablos?

Su risilla me desconcertó un poco-Punto para ti primor

-¿Qué quieres?

-Tranquilo, todo a su tiempo

-¿Todo a su tiempo?-no le entendía ¿a qué se refería?

-No desesperes, ya te devoraré

-¿Fuiste tú?

-¿Qué?

-Que si fuiste tú quien mató a Shinji-el enojo y mis ganas de molerlo a golpes, afloraron mi ser, ¿cómo se atrevía a estar jugando conmigo de esa manera, quién se creía?

-Sí-mi respiración se volvió profunda-Por cierto, era fuerte, pero no tanto-su arrogancia podía escucharla a kilómetros.

-Eres un maldito

-Demonio-me corrigió-Tú me has denominado demonio ¿recuerdas?

-¿Qué quieres de mí?

-¿De ti?

-Sí

-¿Por qué piensas que quiero algo de ti?

-¿Qué acaso no debería? Me has estado enviando todas esas cosas…

-Que por cierto te gustaron

-Da igual, me has quitado mi empresa y me has quitado a…-un nudo en la garganta se formó, lágrimas agolparon mi ojos, quería hacer algo pero no sabía a ciencia cierta qué ¿Huir? No ¿Suicidarme? Soy cobarde.

¡Maldita sea!

-¿Al amor de tu vida?-la sorna con que lo dijo me hizo saber en que en verdad era un demonio-Por favor Uruha-su risa me dolía, me destrozaba, él se divertía viéndome sufrir.

-¿Te diviertes?

-Sí

-¿Por qué?

-¿Por qué, qué?

-¿Por qué me llamas Uruha?

-Porque quiero-tragué saliva aguantando las ganas de llorar, esto era humillante-Suficientes preguntas ahora, escúchame bien, esto aún no termina cariño-de hecho aún le falta-después de todo aún no te han llegado los de embargo o ¿sí?

-¿Embargo?-el miedo me golpeó con cinismo, ¿embargo? y ahora ¿por qué?

-Sí-rio divertido-Mañana a primera hora irán los de embargo y te quitaran tu departamento, tus pertenencias y eso no es todo, todas tus cuentas serán absorbidas, no tendrás nada, incluso tu familia te ha dado la espalda y en eso no puedes echarme la culpa o ¿sí?

-No-ya sabía eso, ellos, desde el momento  en que supieron en que era homosexual, me dieron la espalada, me abandonaron, se avergonzaron de mí y eso me dolía.

-Bien, que bueno que lo tienes presente, de cualquier manera te propongo un trato, que no rechazarás

-¿Qué clase de trato?

-Te vendrás a vivir conmigo-ante aquella respuesta, un balde de agua fría me cayó encima. ¿Me iría a vivir con el que asesinó a Shinji y clausuró mi empresa? ¡Ni loco!

-Es broma

-No, no lo es Uruha-su tono de voz se volvió serio-Si aceptas mañana a primera hora una camioneta negra pasará por ti, no tendrás que llevarte nada más que ese celular, pero-hizo una breve pausa-Si no aceptas ten por seguro que o morirás de hambre o morirás de frío o morirás de enfermedad, tú escoge que ningún final es fascinante.

No, no, no, no, no. ¡NO!

-¿Qué dices?-mi cabeza me daba vueltas, sentía que pronto me desmayaría, esto no estaba en los planes de mi vida. No lo estaba.

-¿Qué sucede si me voy a vivir contigo?-sentía mi boca seca, ni siquiera mi saliva lograba clamar mi sed.

-Algo sencillo, solo vivirás por y para mí-en mi estómago  sentí un vértigo, una sensación de vomitar enorme.

-Vivir por y para ti-musité no muy seguro de lo que había escuchado.

-Exacto

-De acuerdo-formé puños con mis manos, la impotencia estaba al cien, mi vida estaba en sus manos y eso era denigrante.

Pude escuchar su sonrisa de satisfacción-Bien, a primera hora estará una van en la puerta de tu edificio, dulce sueños, Uruha-después de ello el sonido de la llamada terminada.

Me desplomé en el sillón tratando de procesar a lo que había accedido que era casi ser esclavo de alguien, alguien a quien no has visto en toda tu maldita vida. De algo estaba casi seguro, no sería feliz a su lado. No lo sería.

Dieron las cinco de la mañana y mi celular sonó.

-Sal-colgó, al parecer era un controlador de lo peor, suspiré con pesar, en toda la noche no había pegado un ojo, todo lo que había ocurrido, de la noche a la mañana aún seguía revoloteando en mi cabeza. Caminé a paso lento a lo largo del departamento, dándole un último adiós. Salí con desgano a la entrada viendo aquella camioneta que era mi tren al infierno. Infierno. Al llegar cerca de ésta un hombre de traje-al parecer un guardaespaldas-bajó a abrirme la puerta trasera, entré echándole un último vistazo al edificio en el que viví cerca de cinco años con Shinji.

-Bienvenido Uruha-me saludó un hombre de facciones finas, tez pálida, ojos negros, cabello de igual color; vestía de gabardina gris con una camisa blanca sport, unos pantalones gris metálico entallados y unos zapatos negros. Nada mal.

-Hola-murmuré a penas, así que ese era mi acosador. Interesante.

Con un movimiento de mano dio a entender al conductor el que arrancara, presionó un botón que se encontraba en la codera haciendo el que un vidrio ascendiera, haciendo algo más privado nuestro “encuentro”-Te veo bien, después de todo has perdido a alguien importante-sentía su mirada escrutadora.

Bufé viendo a través de la ventana-Supongo que sí

-Bien, me presentaré

-Ya era hora

-Soy Yuu, Shiroyama Yuu-al escuchar aquel nombre me giré rápidamente viéndole con sorpresa.

-¿Yuu?-frunció el ceño y me miró extrañado.

-Sí

-¿Tú estudiaste en la Universidad de Tokio?

-Sí

-¿Te apodabas Aoi?-se removió en su asiento viendo hacia el frente.

-Sí-de repente un enojo en mi interior se propagó a todo mi cuerpo.

-Tú-entrecerré mis ojos y me lancé a él lanzándole golpes que él esquivaba-¡Maldito, imbécil!-lágrimas cayeron sin cesar por mis orbes-¡¿Cómo te atreves?!

Yuu, el más cotizado durante Universidad, un genio en negocios y economía, había hecho de mi vida una mierda en un abrir y cerrar de ojos.

-Uruha, tranquilo

-¡¿Cómo quieres que me tranquilice si eres tú?!-me tomó de las muñecas, me giró apresándome contra su cuerpo-¡Suéltame!-gimoteaba tratando de zafarme de su agarre, imposible.

-Tranquilo-me susurraba al oído.

-Imbécil-mascullé comenzando a sollozar.

-Lo sé-suspiró decepcionado-Ya llegamos-me dijo soltándome bajando de la camioneta, de mi lado me abrió nuevamente aquel mastodonte. Al bajar me percaté en el lugar en que me encontraba. Una casa grande de color blanco, con jardín, una fuente al estilo inglés. Era hermosa, entré en ella y era el doble de hermosa: cuadros por ahí, columnas y piso de mármol, muebles de madera fina, en fin todo un palacio.

El palacio en el que vas a estar encerrado Kouyou.

Suspiré con desgano, iba a ser una larga estadía en aquel lugar, una muy larga.

-Uruha-elevé mi rostro-Sube-me extendió su mano la cual negué y subí por mi cuenta, le seguí a paso firme a lo largo de los pasillos viendo las obras de arte que decoraban el camino. Llegamos a un estudio enorme-Toma asiento-le obedecí sentándome en un sillón color chocolate.

-Que grande

-Lo sé-sonrió de medio lado para después adoptar una postura seria-Supongo que te estarás preguntando del porqué hice todo aquello a alguien como tú

-Sí-le miré de igual forma, parecía una lucha de miradas.

Se removió en su asiento de piel entrelazando sus manos a la altura de su abdomen-Verás, todo aquello lo hice porque tenía que hacerlo.

-¿Cómo?-le miré desconcertado.

-Lo que escuchaste, tenía que hacerlo, ya que en unos cuantos meses ibas a recibir la noticia de que alguien te estuvo haciendo fraude, y en ese inter en el que tomabas la decisión de si revisar a todos tus empleados o buscar expediente por expediente alguna anomalía, alguien te estaría robando de tu bolsa por lo menos unos 120 mil yenes por día-recargó sus codos en el escritorio-Lo cual, si vemos tu estado de cuenta, te dejaría en ceros en menos de seis meses.

-¿Y eso qué?-no entendía el punto de todo aquello.

-Bueno, para evitar eso, tuve que tomar medidas drásticas-sonrió victorioso-Tenía que distraerte mientras yo hacía el juego sucio.

-¿Por eso me enviaste todas esas cosas raras?

-En parte era diversión en parte era el plan-se encogió de hombros a modo de disculpa.

-Sigo sin comprender el punto

-Cómo sabrás tu querido Shinji era un músico muy talentoso-asentí conteniendo la respiración-En eso estamos de acuerdo, pero lo que no sabías era que le debía dinero a los que le vendían la droga

-¿Droga?

-Sí, el consumía droga, en sí, cocaína

-Mientes

-No, de hecho tengo estudios de él, tuve que investigarle-desvió la mirada.

-Ya veo, entonces tú no le mataste-negó con la cabeza-Entonces…

-Te lo dije para que no te asustaras, de hecho lo del embargo no fue cosa mía, fue un convenio que tuvo con los “vendedores”, sino lograba pagar la deuda en menos de tres meses, le mataban y le arrebataban todo-volvió a recargarse en el sillón posando las manos en las coderas.

Demasiada información. Demasiada información.

-De cualquier manera, ¿por qué me dices Uruha?

-Ya te dije, porque quiero-se puso de pie rodeando el escritorio para después recargarse en él.

-Eres un imbécil-mascullé a punto del llanto que había estado aguantando.

-Un poco, sí-no quería verle a los ojos, no quería.

-Mírame-le obedecía a regañadientes-Ya no tendrás de qué preocuparte ahora, ya que vivirás conmigo, tu expediente quedará en el olvido

-¿A qué te refieres con “en el olvido”?

-A que ya no existirás en el sistema-su mirada fría y su voz seria me hizo saber el que hablaba en serio.

-¿Dónde voy a dormir? Tengo sueño-quería alejarme de él, quería tomarme un respiro, lo necesitaba.

-Leonard te guiará-en seguida apareció otro mastodonte a mi lado, me puse de pie y sin dirigirle la mirada y la mirada salí de aquel lugar.

Estando en la alcoba  miraba a través del ventanal cómo pasaba el día. Aoi, me había dicho el que tuvo que hacer todo aquello y me lo explicó a detalle sin embargo; no me dijo  del por qué mi empresa. Me había dicho los movimientos y lo que yo no sabía de mi pareja, lo cual me causó un golpe seco en el corazón. Shinji, no me había dicho aquello, tal vez para que no me hicieran nada tal vez para que no supiera de su oscuridad, no lo sabía, además no tenía caso después de todo ya estaba muerto. Cerré los ojos con pesar, había llorado en silencio por mucho tiempo y me había cansado lo suficiente como para caer en brazos de Morfeo.

En mi sueño yo estaba recostado en la cama tan blanca como la habitación, en frente de la cama había un armario de color negro al cual me dirigí y abrí, curioso me adentré en él, al instante unos brazos me cubrieron y unos labios me besaron el cabello. Todo eso era cálido, demasiado cálido. Me gustaba. Quería estar en medio de aquellos brazos, en medio de la oscuridad, en medio de…mi demonio.

Abrí mis ojos de golpe respirando agitado-Buenas noches-su suave voz me tomó por sorpresa haciendo que diera un respingo.

-Hola-musité con la cabeza gacha, aún sentía nostalgia.

-Oye, amm…-elevé mi rostro topándome con uno en el que se debatía en sí decirme algo o no-Ya que vas a vivir conmigo de ahora en adelante, ¿crees que, aún y a pesar de todo lo que pasó, puedas perdonarme?

Su pregunta me hizo verle con curiosidad y sorpresa ¿perdonarle? Vaya, ni siquiera lo había pensado-Solo respóndeme una pregunta

-Seguro-parpadeó asombrado.

-¿Por qué mi empresa?-me mordí el labio inferior con nerviosismo, esperando una respuesta cualquiera pero que al menos me quitara aquella duda.

-Porque ahí estabas tú-me ruboricé por la respuesta tan seria.

-Oh

-Entonces…

-Sí

-¿En serio?

-Sí-suspiré recargándome  en la cabecera viendo el anochecer que había arribado-Aunque no entiendo muy bien mi rol en esta casa.

-Bueno, serás mi acompañante

-Acompañante-repetí de forma vaga.

-Sí-un breve silencio se formó en la pieza, al parecer nadie sabía que decir al respecto.

-Tengo hambre

-Entonces vamos a cenar-asentí y salí de la habitación seguido de Aoi.

La cena pasó sin mayor contratiempo, al cabo de un rato le tomé confianza y logramos entablar una conversación, algo trivial pero al menos eso era. Al momento de irnos a dormir, observamos la cama unos minutos hasta que al final decidimos el dormir juntos. Después de todo yo iba a vivir ahí, ya no existiría en el mundo ¿qué más daba?

Al cabo de unos días le tomé el ritmo: despertábamos temprano para hacer ejercicio-tenía un gimnasio en casa-, nos dábamos un baño, desayunábamos juntos, él se iba a trabajar mientras yo me dedicaba a dibujar en un estudio que mandó a arreglar para mí, regresaba, comíamos y por último o veíamos películas o platicábamos del día.

De la ropa no tuve que preocuparme ya que me compró nueva, él me dijo que me mantendría a lo cual no estuve totalmente de acuerdo pero no podía repelar, yo ya no existía en el mundo real, yo ya era un recuerdo. Un modista perdido. No me molestaba, pero había días en que  deseaba el tener contacto con el mundo, Aoi me tenía en una burbuja, una burbuja de mármol y cemento. El recuerdo de Tora quedó en sólo eso, en una memoria, que la guardaba con cariño.

Al cabo de unas semanas, un día llegó completamente feliz ya que un negocio le resultó, así que tomamos como desquiciados hasta caer. Aquella noche tanto él y yo tuvimos la culpa de algo de lo que jamás me arrepentiría.

-Uruha-me dijo un alcohólico Aoi.

-Dime-arrastré las palabras sonriendo pícaro de su cercanía.

-Te deseo-tras decir eso me besó con pasión, saboreé el alcohol y sus labios. Qué deliciosos labios.

Sus besos descendieron a mi cuello provocando el que de mi garganta gemidos suaves, salieran-Aoi, tómame-sólo fueron esas palabras las que pronuncié para que él comenzará a cumplir lo de hace tiempo. Devorarme.

Con gran agilidad se deshizo de la camisa que llevaba comenzando a marcar mi pecho-Eres mío-me susurró al oído. Sus caricias me deleitaban por completo. Su piel con la mía era una mezcla explosiva.

Pronto los dos terminamos desnudos acariciándonos con parsimonia, viendo a través de los orbes ajenos, el deseo implantado. En tan poco tiempo me había enamorado de él, y eso que me había prometido en no hacerlo. Sus besos se volvieron cada vez más suaves, delicados y llenos de ternura. Me iba a hacer el amor, lo tenía seguro.

-Amo tus piernas-dio un mordisco en la parte interior de mi muslo causando así el que mi espalda se arqueara y un gemido saliera. Sentí su sonrisa en mi piel, estúpido. Lamió lo largo de mi pierna mientras con una de sus manos acariciaba la otra.

-Yuu-gemí su nombre a lo que él se posó encima de mí sonriendo de oreja a oreja.

-Dime

-Esto-apegué mis caderas a las suyas sintiendo su erección que provocó en mí una corriente eléctrica.

-No seré cuidadoso, sé que no eres principiante-me susurró a lo que yo asentí cegado por el placer-En ese caso ¿listo?

-Sí-susurré posando mis manos en su espalda y abriendo mis piernas para que tuviera mayor espacio.

Lentamente se enterró en mí permitiendo, así, el que le sintiera por completo, era duro y caliente-Sí que eres estrecho-jadeó al igual que yo cuando estuvo por completo dentro de mí. Comenzó a embestirme con fiereza arrancando de mi garganta sonoros gemidos, pidiéndole por más, importándome una mierda las consecuencias de semejantes cosas.

A medida que sus embestidas aumentaban, el orgasmo se acercaba sin piedad. Rasguñaba su espalda cada vez que daba en aquel punto que me nublaba los sentidos. Todo aquello era el paraíso en mi infierno. En mi demonio. De un momento a otro terminé en medio de nuestros abdómenes, y con ello estrechando mi entrada escuchando un gruñido por parte de Yuu, quien después de unas embestidas me llenó de él. Los dos sudorosos y jadeantes volvimos a besarnos, sellando así, por completo, nuestro acuerdo.

Después de aquello, cada que se presentaba la oportunidad lo hacíamos: en el estudio, en la cocina, en la ducha pero el que más nos gustaba era en la cama, se había vuelto algo especial. Poco después surgieron los “Te Amo” y con ello mi felicidad volvió. No siendo Takashima Kouyou sino Uruha.

Y así fue como terminé con Aoi o querré decir Yuu, mi demonio.  Han pasado 4 años desde que mi acosador, se convirtió en demonio para ser después, mi amante.

 

Notas finales:

¿Y bien? Si les gustó dejen un rev vale? y sino pues...pues coman tierra muajajaja okno .-. mejor dejenlo en un rev ^^

Les pido nuevamente disculpas por que sea demasiado largo, literalmente me dejé llevar xD

En todo caso adoré a Uruha y bueno aunque no sbaía que diablos con Aoi epro hizoun buen papel.

Si tuve faltas de ortografía pues-hace reverencia-Lo lamento, ya dije alguna vez que suelo escribir de noche (muy noche) y hay veces en se me van letras o pongo mal las mismas _ _U

Bueno las dejo

Me pondré a escribir el sig cap de "Borra la tristeza, Borra el amor" OwO)b y a pensar en qué demonios pondré de pista ahí, ay que s eme olvidó ponerla en el que acabo de subir-piensa en voz alta-

Ok mucha charl

Nos leemos pronto

Cuidense amores

Hasta pront!

AliPon fuera~


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