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La pocion por RedGlassesGirl

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La poción - Capítulo 3
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—Puedo sentirlo, está justo ahí, es como si ya casi lo hubiera alcanzado —dijo entrecerrando los ojos y extendiendo la mano delante de su rostro, cerró su puño de golpe y se echó hacia atrás en la silla— ¡Pero no!

Wolfram agarró la botella y volvió a servirse medio vaso de Whisky, se lo tomó de una sola vez. Murata lo observaba asombrándose de la resistencia al alcohol que tenía.

No era la primera vez que era su compañero de copas. Antes de volverse tan cercanos había compartico con él una o dos noches de charla y de ocio para tomar juntos. No era raro que los mazokus gustaran de bebidas más fuertes de lo normal para la edad que aparentaban, la culpa la tenía la diferencia en la longevidad de ambas razas. Aunque él no se negó a acompañarle, apenas soportaba uno o como mucho dos vasos. Por suerte, Wolfram estaba más contento tomando a su gusto que interesado que tomara a su ritmo.

Además, no tenía de qué quejarse, Lord Wolfram Von Bielefeld era sumamente interesante cuando el alcohol lo ablandaba un poco. Todos sabían que era un joven alegre, con mucha personalidad y para nada cohibido, pero tendía a ser reservado al hablar de sus temas personales y solía elegir bien con quien lo hacía. Lo que Murata nunca hubiera esperado era que lo eligiera a él como su confidente. Aunque pensando en la situación del joven ex príncipe, era lo más normal. No tenía absolutamente nadie para hablar acerca de Yuuri.

—Bueno, siendo Shibuya, está en su naturaleza que sea difícil que cambie de opinión sobre algo, después de todo es muy cabeza dura. Pero incluso así, ha dado el brazo a torcer y hace un tiempo que están juntos. Que yo sepa les va bien.

"Aunque Wolfram tampoco es una persona voluble. La pregunta es, ¿cuál de los dos cabezas duras ganará al final?".

Murata estaba en una situación incómoda, extraña y a la vez divertida. Podía escuchar las dos campanas de la boca de cada uno de sus amigos. Aunque no estaba seguro de si ellos tomaban en cuenta o no que le contaban sus problemas personales a la misma persona.

—Dos meses.

—¿Mm?

—Ya ha pasado dos meses completos… y unos días creo.

Murata lo observó detenidamente y lo compadeció un poco, pero como podía ver con claridad que no estaba triste eso lo dejaba tranquilo. Al contrario de lo que aparentaba, Wolfram era una de las personas más pacientes que conocía. No necesitaba que él se lo explicara para entender cuál era el punto de estas reuniones. Suspiró internamente y decidió acompañarlo con un último vaso.

Tampoco hacía falta darle consejos sobre que la paciencia rinde sus frutos. Él no necesitaba palabras de aliento, estaba siendo increíblemente centrado con su relación por su cuenta. Solo necesitaba un oído que lo escuche mientras rezongaba un poco.

No se podía obligar a alguien a enamorarse de otra persona, pero realmente querría poder hacer algo para ayudarlos.
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Una o dos copas no le hacían mal. Y cuatro, o cinco… ¿o siete? Tampoco tenían un efecto tan avasallador. No lo suficiente como para pensar que sería regañado por Yuuri. No tanto. Abrió la puerta y entró al despacho.

Ya era lo suficientemente tarde para que todos se hayan retirado dejando el lugar vacío. Aunque probablemente no a dormir, sino a dedicarse a otros trabajos en otro lado o tomarse un descanso antes de dormir. Cada cual manejaba sus propios tiempos a solas fuera del itinerario diario. A a esa hora el único que solía hacerle compañía a Yuuri mientras trabajaba era él, acompañándolo para servir el café o algún aperitivo, o incluso tomando parte del trabajo.

¿Por qué tenía que ser el único que se quede trabajando cuando el horario para la mayoría ya termino? Eso era fácil de explicarse remontando a una época anterior donde el único que hacia algo era Gwendal, y aun mas atrás en el tiempo a otra época donde su madre tampoco se encargaba de mucho. Por lo tanto, la cantidad de papeleo acumulado tenía más años que el mismo rey actual.

Estando más cerca de donde se encontraba sentado, el joven rey levanto la vista y le sonrió a modo de saludo.

—Aún tengo para un rato. ¿Podrías directamente pasar a la parte de servir más té en vez revisar los documentos?

Wolfram, en vez de sentarse, se dispuso a hacer lo que el rey le pidió. La tetera parecía caliente pero se notaba que llevaba tiempo esperando a que la usen, Yuuri debía estar muy concentrado en lo que hacía como para no levantarse a servirse algo. Parecía que ganas no le faltaban. Sirvió dos tazas y algunos aperitivos y se sentó en su lugar.

—Gracias —le dijo mientras recibía su taza y le sonreía brevemente de nuevo. Pero sea lo que fuera ese papel en el que trabajaba lo estaba absorbiendo por completo.

—De nada.

Cuando se concentraba se veía realmente apuesto, siempre lo había pensado así.

Especialmente cuando jugaba un partido de béisbol y le tocaba batear, esos segundos antes de que lanzaran la bola y lo serio que se ponía especulando su ruta. Seguramente cuando jugaba de pitcher era igual o más serio que eso, pero el casco que usaba no dejaba que pudiera observar su expresión. Eran los pequeños detalles que solo a una persona con un mínimo grado de interés en la otra encontraría interesantes. Y ni que decir que su grado de interés ya había superado las mil revoluciones y varios conceptos distintos de la palabra amor.

Habían muchas facetas de Yuuri que le gustaban, pero si tenía que elegir una sería esta. El momento donde salía a flote por qué este chico se suponía sería un digno rey entre reyes. Donde debajo del acertado apodo “enclenque” se escondía un varonil joven maduro. O al menos la promesa de uno a futuro. Divagando, se había perdido en su mundo con el rostro apoyado en una mano mientras lo observaba hasta que Yuuri rompió el silencio y volvió a la realidad.

—Wolf. ¿Sabías que escribir una carta al gobernante de Marshal debe ser una de las cosas más difíciles del universo? Ya de por si rechazar una invitación a algún país que solicita que lo visitemos es complicado, pero ¿quién pone una clausula dónde si la carta enviada es de disculpas para rechazar la invitación tiene que tener más de tres páginas por respeto, pero no más de tres y media porque si no parecería que estuvieras exagerando a propósito y podrían tomar eso como una insolencia? Y además, este país tiene algo en contra de poner un punto final después de una S. Porque la S es símbolo de la serpiente y el punto simboliza un huevo. Creo que no entendí muy bien del todo, pero parece que no les gustan las serpientes y los huevos juntos porque de alguna manera es peligroso. Y si se te pasa alguna serpiente con un huevo, ¡es como una indirecta de que mandaras asesinos a matar a la reina! ¡Se creen que mandaras ninjas a reclamar su cabeza! ¿Puedes creer eso?

Yuuri golpeo la pluma sobre el escritorio varias veces con una cara graciosa que le hizo sonreír.

—Todos los países tienen sus diferentes tradiciones y creencias Yuuri. ¿Por qué piensas que Günter insiste en darte clases de buenos modales internacionales más largas?

—¡Pero una S y un punto! No tengo nada contra el saludo de Tanaris de ponerte el pulgar en la nariz mientras levantas la pierna y das un salto adelante antes de estrechar las manos. ¡Pero una S y un punto! Llevo más de una hora revisando una y otra vez la carta porque si se me pasa alguna terminamos en guerra, y acabamos de firmar la paz hace menos de dos meses…

Al rubio se le escapo una risa viendo la cara de consternado y a la vez indignado del rey.

—Revisar tres páginas no puede tomar más de un vistazo a cada una.

Los ojos del rey seguían calvados en el documento, Wolfram se levantó y se acercó para mirar por encima de su hombro. Escaneó rápidamente el texto con sus ojos y se agachó apuntando con el dedo sobre la primera hoja.

—Ahí hay una.

—¡Ah! ¡Maldita! Ahora tendré que redactar todo de nuevo… —se lamentó mientras tachaba con énfasis las palabras y hacía notas al margen.

Wolfram observó un poco más el documento mientras Yuuri seguía en lo suyo, hasta que el rebote de su propio aliento contra su cuello lo hizo caer en cuenta de su cercanía. Se había parado detrás de él con toda normalidad, ambos eran discretos pese a que no había barreras en los límites del espacio personal. Hacia bastante que no tenían un momento para ellos a solas.

Demasiado cerca, el calor, el olor, el cabello, la piel. El hecho de que Yuuri ni siquiera se había percatado de su cambio de actitud. Lo tenía a un movimiento de distancia, estirar las manos o acercar su rostro.

—¿Wolf me estas escuchando? ¿Encontraste otra? —Yuuri volteó y se encontraron cara a cara a escasos centímetros. Wolfram sabía que en ese momento se lo estaba devorando con la mirada.

¿Cómo el ambiente podía cambiar tanto en tan solo dos segundos? No es que le molestara, pero se sintió un poco más flojo que de costumbre y le echo la culpa a la bebida. Estaban en el despacho y había venido a verlo sin segundas intenciones. Estaba por moverse hacia adelante cuando escuchó el ruido del arrastre de la silla en el piso y donde tendría que haber estado la boca para besar ya no quedaba nada.

—Sabes, creo cortaré por hoy con el trabajo, estoy cansado. Debe ser por eso que ya no puedo revisar más este documento, mejor sigo mañana —dijo Yuu estirándose.

—Entonces si ya terminaste tal vez tengas algo de tiempo libre.

Yuuri le dedicó una media sonrisa, le encantaba que compartiera su promiscuidad.

Sin decoro alguno Wolfram se pegó contra él, Yuuri se echó hacía en una reacción automática y quedó atrapado contra el escritorio. Sus cuerpos se juntaron en el lugar más íntimo posible.

—Ah…

No sabía si fue una exclamación por la sorpresa, un jadeo de excitación, o una queja. Pero no necesitaba mucho de Yuuri para perderse fuego. A veces solo le bastaba con mirarlo de lejos e imaginar, o recordar. Y ni que decir cuánto le gustaba esta situación, si tenía que elegir prefería ser el que acorrala al acorralado. Aunque siempre tuvo muchísima curiosidad al imaginar cómo sería Yuuri al comportarse dominante por completo, justo como él lo hacía ahora. Cayó en cuenta que esta era la primera vez que era tan descarado desde que comenzaron algo.

Tenía ganas de besarlo y tocar todo lo que encontrara a su alcance frenéticamente, y que él le respondiera de la misma manera. Hacerlo ahí mismo en el piso o contra la mesa. Pero sabía que no tenía muchas posibilidades.

Volvió a intentar un beso y se topó con su mejilla.

—Hey —se quejó con voz suave, y aunque lo había esquivado rozó la nariz contra su mejilla en un gesto amistoso—. ¿Qué haces?

No retrocedió ni un centímetro y afirmo más las manos contra la madera como para dejar en claro que no desistiría.

—Nada —susurró en un tono igual de bajo que Yuuri.

—Tienes aliento a alcohol.

—¿Te molesta? —aprovechó la posición para abrazarlo, había extrañado tenerlo así de cerca.

—No. Solo me preguntaba si es por eso que estás así —rió Yuuri. Sus manos le acariciaron la espalda.

Ya que no le había molestado el olor a alcohol a pesar de que él no había bebido, lo besó. Podría hacer eso por horas. Besar, morder, lamer. Los labios de Yuuri eran algo de lo que no podía cansarse, pero también estaba bien si le dejaba profundizar un poco más. Encontró algo de resistencia, pero término ganando paso dentro de su boca para besarlo con ansias, aunque era un poco complicado si él no ponía de su parte. Lo único que tenía que hacer era convencerle del todo. Acaricio su cabeza y las manos de Yuuri se apoyaron sobre las suyas, por suerte no para quitarlas, sino para acariciarlo de manera algo tímida. Poco a poco logro su cometido y ahora eran ambas lenguas las que se devolvían los favores.

No lo culpaba por entregarse a la situación, ¿quién podría decir no a algo como esto? Se sentía bien por donde se lo mire, era excitante y sensual. No se arrepentía de haber comenzado algo en este lugar. Aunque prefería la seguridad de una habitación a los lugares públicos no podía mentirse, por más correcto que intentara comportarse siempre le gustaba romper las reglas de vez en cuando.

Húmedo, cálido, la respiración en la boca del otro, los escalofríos en la nuca. Cosas que al principio eran placenteras y hasta dulces se fueron tornando en otro tipo de excitación. Wolfram no tenía tapujos en demostrar que sus manos y su boca comenzaban a descontrolarse tanto como él. Pero el joven rey tenía una opinión diferente respecto a eso.

—Basta… —pidió Yuuri suavemente sin alejarse demasiado. Wolfram sentía su respiración caliente en la mejilla, no quería parar. Intento besarle de nuevo pero Yuuri volvió a alejarse. —Wolfram…

—¿Mmmh…? —se quejó mientras sus manos y su cuerpo seguían pegados al joven japonés, su boca amenazó con respiraciones inquietas sobre su cuello.

—¡Estamos en el despacho! —exclamó sin levantar la voz.

—No va a venir nadie. —Era el momento donde tenía que reprochar todos los peros que se le ocurrieran. —La puerta está cerrada.

—Y no tiene seguro. Basta.

—No puedo.

Y entonces atacó su cuello sin tapujos. Un beso, dos, un par de mordiscos y sus manos abriéndose paso por debajo del gakuran negro. No podía coordinar el desabotonarlo con paciencia, así que prefirió meter sus manos por donde pudo y forcejear con su camisa mientras seguía mordisqueando su cuello.

—Hace mucho que no lo hacemos. —Era todo lo que podía decir en su defensa.

Lo que superó la paciencia de Yuuri fue el empujón de caderas.

—Está bien, entiendo. Yo me siento igual. No es mi culpa que hace mucho que no podemos estar solos. Pero no vamos a hacerlo en el despacho.

Yuuri no lo miraba y lo mantenía algo alejado de sus arranques de locura sobre él. Lo suficientemente firme como para estar más espabilado que antes.

—Vamos a otro lado. Tu habitación. No creo que nadie vaya a buscarme a la mía a esta hora, y si no me encuentran no importa.

Después de todo el rey tenía fama de desaparecer de vez en cuando, y sus hermanos lo conocían bastante como para saber que andaría paseando por ahí. Mientras caminaban por los pasillos notó la excitación en el andar de Yuuri. La puerta se cerró y lo primero que hizo Wolfram fue apretarlo contra su cuerpo en un fuerte abraso.

—Te quiero. —la intención cariñosa estuvo, pero había demasiada connotación sexual en su tono de voz.

Yuuri rió. —Lo veo. Como para que Wolfram el estirado se ponga como loco en el despacho —bromeó a su costa.

—No me digas que no te hubiera gustado.

Besos en el cuello, sus manos recorriendo con total libertad por donde quería. Yuuri lo dejaba divertirse.

—Lo que no me gusta es tener que verle la cara a Gwendal y que sus arrugas me recuerden que me revolqué con su hermano menor encima de los tratados económicos.

Notó el rubor en las mejillas de Yuuri y la agitación en sus labios. Tan pocas de sus reacciones le alcanzaban para perderse en el momento. Eso era el amor para Wolfram, esa cosa que lo volvió tan vulnerable ante otra persona.

La razón por la que hacía casi dos semanas que no podían disfrutar del sexo se debía a lo clandestino de esta relación. Era un poco irónico y gracioso pensar que el rey y su prometido no se podían comportar como un rey y su prometido. Pero era cómodo para ambos, aunque nunca habían hablado del tema puntualmente, esto era un hecho implícito. En la privacidad de la habitación de Wolfram no necesitaban temer ningún escándalo; él no tenía guardias rondando el pasillo, ni era requerido fuera de las horas normales como sí lo era Yuuri. Con plena conciencia sobre ello, Yuuri le dedico una mirada pícara y se sentó en su cama sacándose los zapatos.

Wolfram no se había sentido ofendido por su frialdad en el despacho, normalmente su trato con él era similar, nunca le dedicaba miradas secretas ni sonrisas seductoras en otro lugar que aquí. Pocas veces luego de un roce o un acercamiento extraño habían cruzado una mirada de complicidad, y había sido algo incómodo para ambos.

Wolfram se acercó a la cama y se inclinó sobré Yuuri con una rodilla en la cama, tomó el cuello de su chaqueta y su mandíbula de manera ruda. El joven rey entendía su juego, cambio su expresión seria por una más relajada y se dejó caer en la cama con los brazos en alto. Él quedo a gatas acorralándolo con las manos a los lados de su cabeza. Los hermosos ojos negros de Yuuri lo miraban de forma cálida y amable como siempre. Su cabello negro azabache, brillante y sedoso, se desparramaba sobre la tela blanca. Dios, amaba a este hombre.

Mantuvo su actitud dominante y acarició su cuerpo con fuerza sobre la ropa, tomó sus muñecas y se dejó caer sobre los codos a centímetros de su rostro.

—No sabes cómo me alegro de que ya no te intimide esto —le dijo sonriendo predadoramente.

—Tu sonrisa es muy seductora —le dijo el joven rey sonriendo—, ya te había dicho una vez que es complicado resistirse cuando me atacas así.

Wolfram lo besó en el cuello sin soltarlo. Usó la lengua y los labios con rapidez y fuerza. —Me alegro que te guste.

Realmente se alegraba. Su mente remontó a una época donde había tenido que suprimir esta parte de él con tal de no intimidar a Yuuri. Hasta hace poco pensaba que él se sentía intimidado por su masculinidad, pero felizmente descubrió que era todo lo contrario.

—Creo que me gusta jugar rudo —rió el japonés.

—Aquí el único que está jugando rudo soy yo, y no voy a tenerte consideraciones por más que seas muy lindo.

Dejó su cuello y lo besó en la boca antes de que hablara de nuevo. Fue un beso ansioso con sabor a Whisky y té negro. No duró demasiado, pero ambos sentían crecer la ansiedad. Wolfram continuó hablando.

—Me gustaría verte jugar rudo alguna vez. Aunque no puedo imaginarlo. —Rodó los ojos un poco—. Bueno, si lo he imaginado. Muchas veces.

Yuuri soltó una carcajada suave a centímetros de su cara, empujó con la nariz su barbilla hacia arriba y lo besó en la parte del cuello que más le gustaba. Luego le empujó y lo arrojó a la cama cambiando de posiciones.

—¿Qué haces? —le preguntó Wolfram extrañado—. Me estaba divirtiendo.

—Bueno, pensaba que tal vez podría intentar. —El rey no podía contener la sonrisa divertida en su rostro—. No soy realmente bueno en esto. ¿Cómo imaginaste que era? ¿Qué quieres que haga?

La pregunta lo tomó un poco por sorpresa. Sintió el calor en las mejillas pero mantuvo la compostura.

—Las situaciones varían, pero siempre imagine que te verías muy seductor actuando de manera posesiva. Me sometías y lo hacías con fuerza. ¿Necesitas detalles? —le preguntó con una sonrisa traviesa.

—Creo que tengo la idea. Pero tal vez no sea lo que esperabas, supongo que tendré que improvisar un poco.

Wolfram sentía curiosidad. Con él sonriendo de forma tan natural y simpática como siempre, incluso viéndose algo inocente, era difícil imaginarlo.

Yuuri se tapó la boca con la mano un momento y logró ponerse un poco más serio. Se desabrochó la chaqueta negra y dos botones de la camisa blanca que llevaba debajo con una gran destreza, eso le dio un aire algo diferente a su apariencia. Le gustaba poder ver parte de la piel de su pecho. Se dejó caer abruptamente hacia adelante e inclinó la cabeza a centímetros de la suya, le tomó el rostro con fuerza y cuando Wolfram intentó alzar la barbilla para besarle lo detuvo sin dejar de verlo a los ojos desde arriba.

—Ah, ah —hizo un sonido seco de desaprobación—, ¿qué haces? El que está jugando ahora soy yo. Tú no te mueves. Ni tampoco hablas.

¿Así que esas eran las reglas del juego? Wolfram sonrió y dejó caer la cabeza en la almohada. Yuuri lo miro un momento totalmente serio, pensó que se iba a doblegar ante su sonrisa divertida pero el joven rey no cambio su expresión, para su sorpresa había logrado entrar en personaje. Wolfram sintió un poco más de curiosidad. Yuuri le hizo levantar la barbilla con los dedos y coloco sus labios al ras de los suyos, pero no lo besó, lo agarró con fuerza de la ropa tomándolo por sorpresa y lo levantó quedando Yuuri de rodillas y el sentado. Le impresiono la fuerza y la facilidad con la que había logrado eso, y no había sido para nada delicado. Se recordó que él le había pedido que sea rudo, pero nunca imagino que podía hacerlo tan bien.

Ya había caído en el juego. Se sintió atraído por sus ojos negros mientras Yuuri solo le clavaba la mirada recorriendo su cuerpo, podía ver claramente cuanto lo deseaba. Sus manos acariciaron su cuello con fuerza deslizándose hacia abajo y jalaron de su chaleco abriéndolo de un tirón. Se lo sacó y lo tiro fuera de la cama lejos. Sus manos fueron directo al cuello de su camisa y tiraron una vez, los botones saltaron. Tuvo una repentina oleada de indignación por la ropa rota y miró hacia abajo, pero Yuuri lo obligo a mirarlo a los ojos clavándole los dedos en las mejillas.

—Me estabas mirando a mí. —Sintió que se le aflojaban las piernas. No le importó cuando de otro tirón se desprendieron los botones que faltaban. Empujándolo por el pecho lo tiró a la cama de nuevo y le sostuvo las manos sobre la cabeza. Medio desnudo y sometido pensó que ninguna fantasía erótica se comparaba a la realidad de este momento. Yuuri lo besó con terrible necesidad y su lengua irrumpió en su boca, húmeda, caliente e invasiva. No pudo ni siquiera pelear la batalla antes de perderla. Yuuri lamió, mordió con los labios y con los dientes todo a su alcance. Exploró hasta lo más profundo haciéndolo estremecer y abrir más la boca para recibirlo.

Se alejó de él y abrió sus piernas, acaricio el interior de uno de sus muslos con fuerza y se colocó arrodillado ante él. Con un movimiento de cadera firme apretó su entrepierna contra su trasero tironeando de la comisura de su pierna para atraerlo. Sintió una necesidad terrible de estar ya desnudo y haciéndolo en este mismo momento. En esa posición, Yuuri terminó de desabrocharse la camisa blanca y luego de quitarse toda la ropa volvió a ponerse solo la chaqueta negra. Nunca imagino que verlo con su torso desnudo y esa ropa podría excitarlo tanto, los músculos de Yuuri eran evidentes bajo la piel y el negro los enmarcaba. El colgante sobre su pecho terminaba de guiar su atención a ese lugar. Le tembló un poco el interior de los muslos. Yuuri embistió una vez por sorpresa, cortándole el aliento en un jadeo y se dio cuenta de cómo estaba dejandose ver ante él cuando formó una sonrisa orgullosa en sus labios.

—Te ves tan--¡ah! —no lo dejó terminar cortándolo con otra embestida.

—¿Qué te he dicho sobre hablar? No me hagas tener que castigarte.

“Oh, sí, me gustaría saber qué tipo de castigo seria ese”. Bueno, Wolfram acababa de descubrir que disfrutaba los juegos de rol, o que era una especie de masoquista. Aun no estaba seguro. Pero estaba duro y ansioso por cualquier cosa que siguiera a continuación. Miró el bulto en los pantalones de Yuuri de forma demasiado evidente y se acomodó sobre sus codos en la cama para tener más estabilidad.

Yuuri se desabrocho los pantalones y se bajó la ropa interior liberando su pene erecto. A Wolfram le hubiera gustado hacer un comentario apreciativo sobre su apariencia en ese momento pero se quedó sin palabras. Verlo acariciarse la pelvis alrededor de su miembro lo hizo desear todo. Yuuri lo tomó por una de sus muñecas y lo invitó a sentarse, le acarició el rostro y lo guió hacia abajo. Con su pene en la mano apoyó la punta sobre su boca, Wolfram miró hacia arriba sorprendido y lejos de encontrarse con una expresión suplicante él lo miró con seriedad. Rozó sus labios con el pulgar en un pedido silencioso. No se hizo rogar, lo tomó por las caderas y le dio lo que quería, lo humedeció y se apresuró meterlo en su boca. Yuuri le permitió hacer lo que quisiera con las manos, pero era él quien marcaba el ritmo sosteniendo su cabeza y con un suave movimiento de caderas.

Sentía que iba a explotar si no lo tocaba pronto, y justo cuando más lo deseaba Yuuri volvió a tirarlo sobre la cama de un empujón y le desabrochó los pantalones. Sin más que abrir la bragueta levo su pene a la boca y le devolvió el favor de la misma forma que él hizo antes. Wolfram le acarició el cuello y cerró los ojos, si había algo que disfrutaban mucho ambos del juego previo era el sexo oral. Movió las caderas para acomodarse y se permitió disfrutar. Miró hacia abajo para disfrutar la vista y le acaricio la mejilla. Yuuri lo miró y él no pudo evitar reír, estaba tan excitado con el juego previo que le causaba gracia. Yuuri siguió con lo que hacía y tocaron la puerta.

Tocaron la puerta. Fueron tres cortos golpes sonoros. Ambos cesaron cualquier movimiento.

Así como estaban, con su pene aun en su boca, el corazón que haca unos segundos latía desbocado se le paró en seco. Sintió miedo y hubo un silencio horrible. Reaccionaron, Yuuri lo miró desde abajo y él miro a Yuuri desde arriba. Sonaron varios golpes de nuevo.

Se sentó de golpe, no sabía que hacer primero, no sabía que decirle que haga a Yuuri. Se levantó la ropa interior rápido y salió de la cama. Los golpes insistieron. Yuuri reaccionó por su cuenta, levanto la ropa junto con los zapatos y corrió hacia el baño. Wolfram se terminó de abrochar los pantalones y aunque esto había matado el momento tuvo que acomodar con cuidado el bulto con ayuda de su cinturón.

Cerca de la puerta pregunto: —¿Quién es? —y entreabrió sin pensarlo demasiado.

Era una sirvienta. El miedo de que fuera algún conocido se drenó de su cuerpo y paso a sentirse irritado y tuvo que contenerse un poco. Jamás le había pasado algo como esto, y ahora podía decir con toda seguridad que le hubiera gustado nunca vivir la experiencia de la frustración sexual por interrupción.

Mirando bien a la chica se dio cuenta de que a esta no la conocía, aunque él no se destacaba por recordar a toda la servidumbre. La chica lo miró de una forma que le hizo sentir sumamente incómodo y le entregó un juego de sábanas, además de su mirada su tono de voz y algo que le dijo lo dejaron pensando. La despidió cortante, cerró la puerta y pasó el cerrojo. Se aseguró de que la placa para tapar el ojo de la cerradura estuviera en su lugar. Tuvo la sensación de que era del tipo que más odiaba, los que espiaban.

Fue al baño y encontró a Yuuri apoyado en el lavamanos, descalzo, medio desnudo y con la ropa en la mano. Tenía la expresión asustada de un animal que espera ser atropellado por las ruedas de un carro, y luego se tentó de la risa. Wolfram no quiso ni mirarlo y volvió para la cama haciendo un gesto con la mano. Él lo siguió respirando con dificultad hasta llegar a su lado y se dejó caer haciéndose un ovillo contra las sábanas para llorar de la risa.

—No le veo lo gracioso. —se quejó. Con las cosas sobre las piernas se tiró hacia atrás a mirar el techo del dosel de su cama.

Cuando Yuuri se calmó de su ataque de risa luego de un rato miró lo que tenía sobre las piernas. —¿Quién era?

—Sabanas limpias —respondió en vez de decir que no era nadie.

Yuuri se giró boca arriba y miró la decoración del dosel junto a él en silencio por un momento.

—Pensé que era alguno de tus hermanos, casi me muero.

—Hubiera sido mejor a que por alguna razón hubiera sido Günter. No sé por qué pensé que sería él, si ha venido a buscarme a mi habitación dos veces en tres años es mucho. Y menos a esta hora. Creo que solo fue el reflejo de esperar lo peor.

Wolfram se quedó en silencio un momento.

—¿Qué piensas? —le preguntó Yuuri girando la cabeza para mirarlo.

—Creo que estaban intentando seducirme —dijo de forma pausada aun contemplando la idea y observando con gran interés los pliegues del dosel.

—¿Quién? —preguntó Yuuri intrigado y medio sin entender.

—Era una sirvienta que no recuerdo. ¿Sabanas? ¿A esta hora? Incluso me dijo algo muy extraño, no recuerdo exactamente qué porque estaba distraído, pero me dio la impresión de que su intención era que la invite a pasar. No termine de entender nada, ni siquiera pude responder rápidamente.

Yuuri se rió y Wolfram volteo a verlo con mala cara.

—No me mires así. Mejor reír que llorar, al menos no pasó cuando estábamos en la mejor parte.

—Yo estaba en la mejor parte.

—Entonces deberías haberle dicho que ya tenías al Maou aquí dentro, no necesitas más compañía. Aunque con esas pintas creo que hubieras dejado a cualquiera con las ganas.

Wolfram levantó la cabeza para mirarse, su camisa estaba rota y estaba desnudo. Así había abierto la puerta, dejó caer la cabeza de nuevo y bufó. Yuuri se giró y se acurrucó contra él, lo golpeó con torpeza al intentar abrazarlo por el cuello y le dio un beso debajo del ojo a modo de disculpas.

—Las sabanas van a ser útiles —le dijo el joven rey bromeando.

Wolfram suspiró de resignación mientras lo tenía cerca y recibía caricias en el cabello. Pensó en lo que dijo Yuuri. Tenía razón, aquí estaba clandestinamente el rey de este castillo. El rey de todo el reino. El mismísimo Maou. Y lo tenía para él solo, cosa que a su modo de pensar era un premio merecido tras años de paciencia y devoción, cualquiera de sus fantasías podía volverse realidad. Se giró sobre él y metió las manos en sus pantalones con intenciones de volver a donde se habían quedado. Beso su estómago y sintió el temblor y leve acaloramiento dignos de alguien que sabe a dónde guía ese camino.

Tiró de sus pantalones y se apresuró a dejarlo desnudo de la cintura para abajo pensando en que si tocaban la puerta esta vez no pensaba atender. Susurró la orden para apagar las lámparas y dejó encendidas solo las luces cerca de la cama. Si alguien observaba su puerta ahora ya no podría ver una línea de luz debajo de ella, del pasillo para afuera oficialmente estaba durmiendo.

Felizmente para él, Yuuri no perdió tiempo en retomar su actitud anterior y se encargó de desnudarlo. Piel contra piel sintió la excitación borbotear dentro de su cuerpo, lo besó con las mismas ganas con las que él se echó sobre de su boca. Se dejó acariciar y manipular de todas las maneras que él quiso, y lo dejó hacer de él lo que deseara. Nunca se había sentido tan entregado durante el sexo antes.

Yuuri buscó el aceite en la mesa de luz y no escatimó en cantidades para jugar sobre su cuerpo. Apretó su pecho contra él mientras lo besaba y sus manos lo masturbaban mientras hundía los dedos en su cuerpo. Wolfram tuvo que romper el beso para poder respirar y se abrazó a su espalda moviendo las caderas, la necesidad de ser penetrado era más fuerte y sentía que Yuuri estaba en la misma situación. Él solo lo tomo por las caderas con fuerza y empujó dentro firmemente hasta el final, Wolfram suspiró de placer y toda la impaciencia que sentía en su estómago se disolvió.

Yuuri mordió su cuello y apretó su trasero mientras movía caderas. Extrañaba la sensación de compartir su cuerpo con él. Le extasiaba sentir cada uno de sus músculos contraídos, su respiración agitada, los movimientos rápidos y erráticos, cada pequeño sonido de su boca que le demostraba cuanto lo disfrutaba y que tan cerca del límite se encontraba. Ambos se detuvieron un momento, todo era magnifico pero ninguno quería que esto terminara aun. Se corrió los cabellos molestos de los ojos y respiró. Yuuri lo miró a los ojos y lo besó con más serenidad, pero aún respetaba su juego de roles de antes.

—Date la vuelta —dijo Yuuri.

Wolfram se estremeció por dentro. Sus encuentros sexuales no habían sido tan pocos, pero aún quedaban cosas nuevas por probar. Hizo lo que le pedía y se sintió algo nervioso. Yuuri se recostó sobre él y besó su espalda, lo acaricio y volvió a penetrarlo. Esta posición no le permitía moverse, así que solo podía tomar lo que él le ofrecía y estaba apreciando lo enérgico que podía llegar a ser su amante. Arqueo la espada y levantó las caderas, estaba más tenso de este modo pero se sentía mucho mejor, podría tocarse en ese mismo momento y terminar. Yuuri no le dio tiempo a hacer nada, ni tampoco a avergonzarse, tomando su exposición como indirecta lo tomó por las caderas haciendo que se levantase sobre pies y manos. No podía pensar en una posición más expuesta que esta, ya conocía la vista que ofrecía su rey de este modo y esperó que lo estuviera disfrutando tanto como él lo había hecho antes.

Yuuri embistió con firmeza pero menos fuerza, se sentía demasiado la dureza de su miembro de esta manera y agradeció que se lo tomara con calma. Sintió como apretaba una de sus nalgas al detenerse un momento, clavando los dedos y arrastrándolos por su piel transpirada, faltaba poco. Wolfram frotó su pene apretando con bastante fuerza y se penetró contra las caderas de Yuuri por su cuenta. El movimiento descoordinado de ambos se sincronizo tas un momento, era el último baile antes del éxtasis. El sonido de los jadeos llenó la habitación y no le importó dejarse escuchar esta vez. Cayó con el torso contra la cama mientras Yuuri continuaba empujando y meciéndolo con fuerza y llegó al clímax que tanto había venido saboreando. No pudo sentir más que el placer de la liberación por un momento, y al calmarse se revolcó hacia un lado separándose de Yuuri para quedarse quieto sobre las sabanas y disfrutarlo. Yuuri cayó cansado a su lado y le colocó el peso muerto de un brazo transpirado encima para mantenerse en contacto.

Fue tan bueno que no tenía palabras para pedirle a Yuuri que se sintiera libre de repetir su acto cuando quisiera. Igualmente, no admitiría que le había dejado de parecer tan enclenque. Se echó el cabello que tenía pegado a su frente hacia atrás. Dejó caer el dorso de su mano contra la mata de cabello negro a su lado, entreabrió los ojos y vio que su respiración también se había calmado un poco. Yuuri tomó fuerzas y se giró apoyándose en los codos para besarlo una vez sobre los labios torpemente, había vuelto a su expresión normal sin rastros de solemnidad.

—¿Estuvo bien? —le preguntó. Wolfram no pudo creer que su voz incluyera duda.

Miró el dosel y se estremeció al sentir el frio del ambiente, exhaló en un intento de suspiro y comenzó a reírse.

—¿En serio estas preguntando?

Yuuri se acurrucó contra él buscando calor y escondió la cara en su cuello. Wolfram lo abrazó. Sintió su debilidad normal por este joven cuando sus sentimientos opacaron el deseo que ya se había agotado. Quería decirle tantas palabras significantes para demostrarle lo mucho que lo quería, pero tenía que conformarse con el cariño físico para no crear un ambiente incómodo. Yuuri no podría responderle, pero al menos podía recibir su amor de esta manera. Acarició su espalda y lo mantuvo cerca.

—Fue tan bueno que espero que lo repitas siempre.

Wolfram esperaba que realmente se cumpliera eso. Quería tenerlo a su lado siempre. Yuuri hizo un murmullo de apreciación contra su cuerpo y se abrazó con más fuerza. Ninguno de los dos estaba tan cansado.

Sería solo el comienzo de una larga noche.
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Comprendía la situación de Yuuri, pero igual sonrió divertido, ese tono de voz le causaba gracia. Luego de tanto quejarse había pasado al momento de apelar a la lástima, y por lo mucho que lo conocía no le sorprendía que incluso rogara. Wolfram suspiró, de piedad nada. Besó su cuello bajo la nuca mientras los apretaba con la mano sobre su pecho y continuaba el vaivén de sus caderas.

—Todavía puedo unas más —le advirtió.

—Pero ya van tres… ¿No puedes terminar y lo dejamos así? ¿Por favor?

Wolfram dejó escapar una risita. Se estremeció disfrutando de la sensación que le ofrecía el cuerpo de Yuuri, no le quedaba tanto para el final.

—Tres tuyas. Una mía.

Se tomó un momento para cambiar la posición e indicarle que se ponga boca arriba. Él se mostró aliviado de poder descansar su peso entre las almohadas.

Para Wolfram había sido solo una hasta ahora, pero de las mejores. Lo que tuvo que contenerse mientras hacía que Yuuri llegara al clímax cada una de las veces había valido la pena. Contaba con sacrificar cantidad por calidad con tal de dejar al rey con plena conciencia de lo que podía llegar a ser como amante Wolfram Von Bielefeld. Además, era un pago por su buen desempeño de antes.

Siendo hombre, sabía que el agotamiento de Yuuri se había acumulado, si lograba que llegue al próximo orgasmo podría sentirse realizado.

—Todavía tenemos toda la noche —le dijo de forma casual y seria, aunque solo estaba bromeando.

Yuuri lloriqueó ante su comentario. Wolfram le besó mientras su mano se encargaba de resbalar suavemente sobre su cuerpo hasta la entrepierna, tenía que agradecer que aun pudiera ofrecer algo ante sus toques. Lo acarició en toda la longitud y bajó pasando por sus testículos hasta meter un par de dedos en su interior. Sabía que a Yuuri no le gustaba del todo la facilidad con la que irrumpía en esa parte de su cuerpo, por eso lo hacía con frecuencia, era mejor acostumbrarlo a la incomodidad que dejarle sentir pudor.

Por más vergüenza que sintiera era de los mejores puntos a su favor a la hora de estimularlo. Eso y su pecho, o aún mejor combinados. Masajeó suavemente el punto de más placer en su interior suavemente mientras lamia y besaba una de sus tetillas. Los jadeos eran suaves por parte de su amante, alzo la vista y sonrió. Haberlo cansado tanto hacia que este más sumiso y relajado que de costumbre, por primera vez pudo ver sin tapujos una completa mueca de placer en su rostro. Sus ojos cerrados y sus labios lo llamaron para un beso cortándole los pequeños suspiros de su respiración más agitada de lo normal. Su lengua invadió la frialdad de esa cavidad contagiándola con el calor propio. Abrió los ojos y se encontró con una mirada somnolienta. La noche no duraría mucho más que esto.

Lo masturbó suavemente durante el tiempo necesario hasta aumentar el ritmo a medida que sentía que se excitaba. Retiró su mano de su cuerpo y la llevo hasta el suyo propio para ayudarse a entrar, algo que se había cansado de hacer durante las últimas horas. Se había cobrado cada día de fantasías en una sola noche de hacer el amor… o tener sexo. Todavía tenía un debate interno sobre la manera de catalogarlo. Pensarlo como hacer el amor le hacía sentir un poco tonto, sin contar los detalles que no quedan claros acerca de cómo se denominaba exactamente su relación con Yuuri. Y pensarlo como solo tener sexo sería más normal y cómodo para hablar de esto, pero le faltaba algo. Él no quería solo sexo, o un cuerpo en la cama de su parte, ni tampoco sentía que Yuuri le estuviera ofreciendo únicamente eso. Seria desconsiderado tratarlo de esa manera.

—Mmmhh… me gusta mucho hacerlo contigo. —le susurró mientras le abrazaba y se acomodaba.

A todos les llega el momento de debilidad, y Wolfram no era la excepción. Además, Yuuri era demasiado distraído como para no recordarle las cosas importantes. Se sentía cómodo con esta manera de decírselo.

Jadeos, vaivenes, el sonido de la cama y el olor del sexo. Cada gemido y cada respiración agitada le excitaban más. Cambio la posición un poco, irguiéndose frente a sus caderas y obteniendo más placer del nuevo ángulo de las penetraciones rápidas y decididas. Ya no necesitaba medirse, ni parar de vez en cando, ni hacerlo suavemente para poder aguantar. Sabía que como empezó llegaría al final, lo cual realmente necesitaba.

Escuchó algo poco entendible de su pareja, no sabía exactamente qué, pero podía imaginarlo. Ya que era la última ronda no se iba a contener para nada. Apretó su agarre sobre el comienzo de sus muslos sintiendo clavarse los dedos en la carne firme y embistió con más rapidez. El chirriar de la madera se volvió continuo y los dedos de Yuuri apretaron sobre su estómago mientras se le tensaban los músculos su cuerpo y se dejó venir. La tan ansiada liberación por fin se dio, su cuerpo fue generoso con las sensaciones extremas que le recorrieron la espina en compensación por el tiempo que se contuvo antes de llegar al clímax. Un gemido ronco ahogado casi por completo marco del todo el final, al menos para él.

Apoyó la mano contra la cama y no se dejó caer aun, faltaba algo más importante por hacer antes de descansar. Con lo último de sus fuerzas tomó el miembro de Yuuri y lo masturbó con rapidez mientras volvía a acariciar con delicadeza dentro de su cuerpo, su cara y su cuerpo reflejaron que lo hizo en el momento justo. Para cuando sentía que no podría mantener más ese ritmo Yuuri se aferró a su brazo soporte y llegó al orgasmo.

Podía sentir realmente feliz después de eso. Se dejó caer en la cama. Hubiera jurado que perdió la sensibilidad de su brazo a falta de fuerzas por como lo comenzaba a sentir dormido, pero recostado y pudiéndose relajar notó que era todo su cuerpo el que se había dado por vencido.

El primer rayo de sol entrando por la ventana cortó con el momento de paz de ambos al quemarles las retinas y se escuchó un quejido doble.

—Ouuughhh… mucha luuuzzz.

—Luz del soool…

Hubiera sido un buen dialogo para una historia de vampiros. Pero también indicaba que dos personas en ese castillo tendrían un largo día de trabajo arrastrando más cansancio de lo habitual, y no podrían poner ni un solo pero, ya que sería destapar su relación. Lo que por el momento ambos no querían que pasara. Igualmente, no era un pecado dormir un poco más. Excepto para Yuuri que tendría que caminar hasta su habitación, y con el trasero en un estado como el suyo… sería complicado.

—Creo que haciéndolo así puedo aguantar bien estos lapsus largos sin sexo —se jactó Wolfram bastante conforme con la sensación de suavidad extrema de la cama y las sabanas calientes.

Yuuri, que tenía la misma sensación un poco opacada por un dolor de caderas, piernas y especialmente otro lugar que prometía ser un gran problemita a la hora de sentarse en el despacho, sintió la necesidad de comenzar a quejarse.

—Es demasiado, no me puedo ni mover. Hay partes que ya no siento como extremidades. Doy gracias que aún sé que este es mi cuerpo —dijo tirado boca abajo— ¿Si tuviéramos una vez fija por mes sería menos duro?

—Por mi podría hacerlo todos los días. Creo que hasta más de una vez por día de vez en cuando. Pero tres veces por semana me parece justo.

—Creo que eso es un poco complicado, no puedo desaparecer a cada rato durante toda una noche. Una vez al mes… bueno, dos al mes.

—Dos por semana.

—¿Tres al mes?

—Una por semana y es mi última oferta.

Yuuri refunfuño en silencio y luego se rió. Se le notaba agotado y sin saber que reprochar, con necesidad de tener más neuronas activas para ir contra Wolfram.

—Una por semana. Trato hecho.

Wolfram lo abrazó con el peso muerto de su brazo sobre su espalda y acomodó las sabanas hasta sus hombros.

—¿Te vas a tu habitación?

—Como si pudiera. Dormiré aquí unas horas, no me queda demasiado tiempo.

Se alegró de esa respuesta, le gustaba mucho dormir junto a él.
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Si había algo peor que los tratados, las cartas para las reinas con puntuación extraña, y contratos de economía… eran la trigonometría y las matemáticas de la Tierra. Y eso que él era un chico afortunado que contaba con acceso a una extraña brecha en el espacio tiempo la cual podía aprovechar para estudiar en un mundo diferente al de los exámenes y duplicar el tiempo que tenía para ponerse al día. Ya había superado Lengua, Historia en sus tres ramas diferentes, Inglés y el ensayo de Educación Física que tuvo que hacer por haber faltado a tantas clases. Y eso que Educación Física era la que mejor se le daba, mas siendo el capitán del equipo de béisbol.

Le quedaban pocos días, si estuviera en la Tierra serian menos aun y ya estaría contemplando la idea de fracturarse algo con tal de tener una excusa médica para no rendir. Los exámenes finales para los japoneses no eran algo que se pudiera subestimar, pareciera que el gobierno y los colegios se pusieran de acuerdo en dar el mejor y más grande ataque de histeria a todos los estudiantes poniendo las fechas de las materias todas juntas. En unos días tendría que regresar a su mundo si o si y apenas tener tiempo para un repaso general en su casa antes de los exámenes.

Lo único bueno era que sería la última vez. Luego de este último tirón le diría adiós a su vida de secundaria. Aunque repasando los años pasados no se podría decir que la había podido disfrutar demasiado. Cosas que pasan cuando heredas el alma de alguien destinado a ser rey en otra dimensión diferente, solo pequeños sacrificios.

Necesitaba concentrarse. Y el dolor permanente de trasero no ayudaba.

Cambio su peso para el otro lado y continuó intentando comprender si todos esos números y simbolitos raros en una ecuación que mide lo mismo que la hoja del cuaderno apaisada tenían sentido. No se consideraba tan estúpido, ni tampoco brillante, pero la matemática hace a todo el mundo considerarse un poquito menos inteligente a cada momento que pasa y uno sigue sin entender.

El stress del estudiante es algo normal, y a veces gracias a eso uno sufre horrores esa etapa de la vida. Mal que bien todos tendrían que soportar su humor, aunque más de uno salga mal parado en el asunto. Por ejemplo Günter, que tal vez estaba llorando en algún lugar abandonado del castillo porque probablemente todos lo hayan echado por quejoso. Había salido corriendo después de que Yuuri reafirmara que quería estar solo para estudiar tranquilo por enésima vez en un tono ya no tan calmado ni civilizado.

En resumen, Yuuri estaba un poco histérico el día de hoy.

Conrart asomo la cabeza en el despacho. Yuuri no quitó la vista de sus libros de texto que lo rodeaban desparramados en la mesa. Al parecer Günter ya había ido a buscar a alguien para desahogarse y su padrino había venido a ver como estaba. Conrart no dijo ni una palabra y luego de un momento de mirar de lejos cerró la puerta y se fue. Se alegró de que se convenciera rápido que no tenían que molestarlo.

Pero Yuuri había llegado a tal punto de no entender lo que estudiaba que cualquier cosa que pasase alrededor reclamaba su atención de inmediato. Sentir que venían a interrumpir abriendo la puerta que chirriaba, cerrando la puerta que chirriaba de nuevo, el golpe seco y sonoro de la madera al cerrarse, los pasos en el pasillo… Todo le ponía inquieto y molesto.

Se reacomodó otra vez en la silla y continuó intentando concentrarse esperando que nadie más venga.
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Pese a que una relación basada en solo sexo y caricias no es tanto una relación sino más bien algo como un desahogo de frustraciones, Wolfram estaba más animado que de costumbre. Hoy era el día especial de la semana, el día en que él y Yuuri tenían que pasar juntos.

Al cruzarse en el pasillo con una de las sirvientas tomó la bandeja con el té y los aperitivos que llevaba y le dijo que sería él quien lo llevase al despacho. Había estado pensando que al tener solo un día a la semana podría planear algo especial para hacer. Esta vez no tuvo tiempo de anticiparse para armar una cita en otro lugar, ni para pensar en cómo hacer cosas así sin exponer el cambio en su relación con el rey en frente de sus hermanos. O peor, en frente de la servidumbre. Ya era suficiente que las lavanderas sospecharan de las sabanas de la semana pasada como para regalar más material para rumores.

Al entrar al despacho no sintió el ambiente turbio hasta acercarse más al escritorio de Yuuri. Su cara lo decía todo, sabía que desde hace un tiempo tenía problemas con sus estudios de la Tierra y para evitar molestarlo se aseguró de no acercarse en lo que iba de la semana. No quería que nada hiciera peligrar su humor y le arruinara el único día que tenía permitido pasarlo con él como algo más que un amigo.

Los días se hacían más largos y las noches más cortas, el verano poco a poco se hacía presente aunque aún no en toda su magnitud y el calor era soportable. Todavía no era necesaria la luz de las velas rondando las seis de la tarde. Le quedaba tiempo de sobra para inventar algo atractivo para su itinerario.

Saludó y en respuesta recibió apenas un sonido afirmativo y unos murmullos de algo que Yuuri repitió con tal de no perderse en su lectura. Sonrió contento de verlo tan aplicado y concentrado, sin saber que como cualquier adolescente irresponsable el rey había dejado el estudio para el ultimo momento hasta quedarse sin tiempo. Sirvió el té y dos porciones de una torta que con su buen humor veía realmente apetitosa en ese momento. Como era de esperarse, una desapareció en unos minutos y la otra quedo intacta e ignorada junto a su taza compañera.
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Yuuri seguía concentrado en sus cosas, más que antes, pero no lo suficiente para no molestarse ligeramente por una presencia en la habitación que lo observaba desde atrás de su hombro.

Notaba que Wolfram mantenía su distancia, estaba en completo silencio y buscaba no molestarle para nada. De todos en el castillo su prometido era el que más le respetaba en momentos que él quería tranquilidad, y cuando le acompañaba casi siempre de alguna u otra manera calculaba perfectamente como darle su espacio.

Pero estas semanas había estado más susceptible que de costumbre, así que se obligó a mantener la paciencia aunque no quisiera su compañía.
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Luego de un rato Wolfram rompió el silencio.

—¿Te gustaría comer algo en especial esta noche?

—No.

—Podríamos pedir que preparen la cena en el balcón, o visitar algún lugar en el pueblo.

Por un momento Yuuri medito las preguntas. —¿No me digas que me he olvidado de que hoy había algún compromiso importante con alguno de los nobles? ¡Agh, no puede ser!

—No. No es ninguna junta que hayas olvidado o una reunión de negocios —rió Wolfram mientras se inclinaba más sobre su hombro. —Solo nosotros dos, a eso me refería.

Yuuri lo observo con el ceño fruncido y claras señales de no entender.

—Ya sabes, hoy es ese día.

Su ceño continuaba fruncido. A Wolfram se le ruborizaron un poco las orejas y continúo hablando.

—Hoy es ese día de la semana… ¿recuerdas? Pensé que podríamos hacer algo para la cena. Así que, ¿aquí o afuera? ¿Y qué tan lejos prefieres ir? Podríamos pedir un carruaje, no hay problema con eso.

—¡No tengo tiempo para eso! —recriminó el joven rey de forma ruda mientras sacaba la mano del rubio de su hombro.

El príncipe se quedó estupefacto de incertidumbre y algo de indignación ante el arranque temperamental de su prometido, y luego de reaccionar comenzó el berrinche.

—¡Pero! —había tanto por decir estando enojado que no sabía por dónde empezar. —¡¿Vas a romper tu promesa?! ¡Habíamos dicho que al menos una vez a la semana pasaríamos tiempo juntos!

Yuuri no era de los que gustara romper sus promesas, pero tampoco era de los que tenían mucha paciencia bajo presión.

—¡Ya te dije que no tengo tiempo! ¡Estoy estudiando! ¡¿Qué no ves?! ¡Esto es importante para mí y necesito dedicarle todo el tiempo que pueda! ¡No estoy como para gastarlo en esas cosas! Así que si cuando esté estudiando no hay nada que hacerle, no voy a dedicarme a otra cosa más que a eso. ¿Cómo puedo pensar en irme a ningún lado? ¡Tampoco puedo pasar tiempo contigo aunque nos quedemos en el castillo! No esto de humor para hacer nada.

—¡Yuuri! ¡Estás siendo bastante grosero! ¿Todavía soy tu prometido sabes? No tienes por qué ser tan maleducado conmigo.

Cargando todas sus cosas ignoró sus reclamos y comenzó a ir hacia la puerta. Wolfram amagó a seguirlo, pero estaba tan indignado que terminó por quedarse en el lugar.

—¡Yuuri! ¡Teníamos planes!

El portazo marcó el fin de la discusión. Wolfram se quedó parado unos segundos sin saber qué hacer y se apoyó contra la mesa. En ese momento debatía si dejarlo un rato solo, o ir a continuar con esta conversación ahora mismo.
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La biblioteca era enorme, como todo en el castillo. Constaba de varias pequeñas salas dentro del hall redondo y una división superior con balcones a modo de primer piso. Yuuri no estaba seguro, ya que nunca lo había visitado, pero al parecer también había un sótano con archivos y libros muy antiguos. Al menos allí encontraría paz en algún lugar. Sin esforzarse mucho por esconderse eligió una de las pequeñas salas para acomodarse. Cada una estaba conectada al centro de la biblioteca por un pequeño arco de entrada y no tenían puertas. Estaban equipadas con sus mesas, sillas, estantes, y lo mejor de todo, soledad.

Lo bueno de ese tipo de lugares es que cuando uno se acomoda siente que fuera su dueño aunque solo sea por el tiempo que permanezca allí. En el fondo, Yuuri era su dueño a ciencia cierta, después de todo el castillo entero era suyo. Pero por más egocéntrico que fuera jamás se tomaba tan a pecho los temas de propiedad.

"Esto apesta. ¡Necesito tiempo para estudiar! ¿Qué nadie lo entiende? Nunca pido casi nada complicado, solo que me den tiempo libre cuando necesito estudiar. ¡Y ni que me tomara feriados! Me tengo que joder y pasarme el día con los documentos, para después pasarme el resto de la noche con más papeles y libros de texto que ni siquiera corresponden a este mundo. Aunque tengo que dar gracias que yo sí puedo hacer trampa aprovechándome de la diferencia espacio-temporal… Bueno, no es trampa, no es como si literalmente estuviera engañando a nadie. Pero es para sentirse afortunado".

Tamborileó con el lápiz sobre su cuaderno, había comenzado una hoja en blanco de apuntes y tenía el libro abierto en la página que se había quedado.

"Realmente no puedo tomarme el día para… eso. Es más, si puedo evitarlo, pues mejor. Ya sé que lo prometí. Ya sé que quedamos de acuerdo. Pero no es como si festejara un aniversario o algo. ¿Y cómo puedo ponerme a pensar en planear una cita? Estoy tan nervioso que no tengo en la mente otra cosa que los estudios. Todavía me cuesta estar en esta especie de relación, y pensar sobre ello me confunde. Además Wolfram, él lo ve de otra manera totalmente distinta. A él le gustan esas cosas, pero yo no tengo idea de que estoy haciendo. Voy a meter la pata en cualquier momento. Lo único que puedo manejar bien es el sexo, eso es fácil. No estoy calmado para pensar en lo demás en este momento. Porque justo ahora tenía que querer cambiar, estábamos bien. Lo hacemos de vez en cuando, se siente bien, somos felices.”

Yuuri se tapó la cara con las manos, sentía calor por todos lados hasta el cuello. Últimamente estaba muy cómodo aceptando entregar su cuerpo, y disfrutaba mucho su vida sexual activa, pero se sentía sumamente incómodo con cada cosa nueva que se le presentara. En el fondo, no sabía cómo dejar de preocuparse tanto por el miedo constante a herir los sentimientos de su mejor amigo.

Comenzó a sentir el cuello tenso y la espalda entumecida, se dio cuenta de que pensar en todo esto lo tenía consternado. Despejó su mente por completo haciendo a un lado todas sus dudas amorosas y volvió a llenarla con ecuaciones matemáticas. Tenía que priorizar.
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Wolfram había repasado en su mente una y otra vez la conversación y no llegaba a ningún punto.

No era cuestión solo de sexo, era cuestión de tantas cosas que no existía posibilidad de expresarlo hablando. Las materias del corazón no deberían ser explicadas en una mesa y con un taza de café de por medio como si de una reunión se tratase. Además, lo suyo no era la labia, sino pura emoción. Por algo no se sentía cómodo del todo al pensar que tenía que reinar o encargarse de asuntos políticos como su hermano y se esforzaba por mantenerse centrado. Sabía reconocer que tenía serios problemas en controlar sus emociones de vez en cuando.

Era complicado no ir a gritarle a Yuuri todo lo que sentía en este momento. Tenía que encontrar otra manera de que comprendería que solo quería pasar tiempo con él siempre que pudiera.

Enjuagó y secó los pinceles, no se arrepentía de haberse tomado un tiempo en su estudio, pero al ver los resultados se notaba que no era un día para la pintura.
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Wolfram apareció en el portal de su nueva habitación privada en la biblioteca. Tarde o temprano sabía que lo haría. Y si no lo hubiera hecho, tarde o temprano seria él quien lo buscase porque recordar que tenían asuntos pendientes lo agobiaba. Aunque si fuera su decisión podría posponer hasta días ese encuentro.

Tenía el cabello rubio mojado y la apariencia refrescante de venir del baño, eso le hizo recordar que debería tomarse unos minutos para darse un baño rápido el también. Luego de encontrar su mirada brevemente supo entender que Wolfram estaba más tranquilo y algo inquieto más que enojado.

Volvió a concentrarse en sus libros.

Puede que ambos siguieran siendo un par de idiotas y que los gritos fueran moneda corriente, pero si algo así hubiera pasado años antes esa habitación sería un campo de batallas y el solo hecho de mantenerse silencio se lo consideraría una falta de respeto. Wolfram había cambiado y él también, aunque solo debían de haber madurado un poco se notaba la diferencia.

Pero las manías quedan, se podían comportar como personas serias y también podían volver a ser dos estúpidos que no supieran como terminar con el silencio que paso de ser genial a totalmente incómodo. Wolfram se paró junto a la silla vacía a su lado sin animarse a tomar asiento mientras él continuaba con la vista clavada en los libros.

Lo único que mantenía a Yuuri inconscientemente tranquilo es que en ese momento sentía que tenía el control de la situación, se veía como el amo y el perro que viene despacito hasta su lado a ver si ya ha sido perdonado para luego mandarse otra travesura. Pero tampoco era como para rebajar a Wolfram al nivel de una animal doméstico únicamente. Porque si había que comparar con animales, Yuuri era como ese gato que uno tiene en la casa y que se te ofende cada dos por tres, y de vez en cuando lo vas a ver por si ya se deja hacer mimos o te pega un arañazo.

Cuando Yuuri cerró los libros fue cuando Wolfram empezó una conversación casual.

—¿Ya terminaste por hoy? —preguntó con toda la intencionalidad de quien cambia de tema.

—Sí, si sigo con esto me va a explotar el cerebro —bromeó en respuesta Yuuri decidiendo dejar todos los rencores de lado y empezar de cero con mejor humor. —Mañana a la mañana me voy a levantar temprano para continuar.

Quiso dejar implícito con esa última aclaración que no habría ninguna desvelada esta noche.

La conversación volvió a morir durante unos minutos eternos y solo el movimiento de los libros que acomodaba rompía el silencio de la biblioteca. Ya con la pila hecha y acomodada en la mesa, Yuuri decidió que lo mejor era dejarla ahí hasta el día siguiente. Este lugar era de lo más cómodo, su pequeño dictador interior ya había clavado la bandera en el medio de la sala para marcar el territorio.

Wolfram pareció desesperado por hacer algo cuando lo vio con intenciones de alejarse. Aunque Yuuri no había utilizado una evasiva o se hubiera mostrado molesto por su presencia en ese lugar parece que lo hizo sentir incómodo. Wolfram lo detuvo tomándolo por el brazo antes de llegar a la salida, lo miro nervioso a los ojos, abrió la boca y no salió nada. Miró al piso y volvió a intentar sin caso, se revolvió los cabellos impaciente y revoleó la cabeza antes de abalanzarse encima de su cuerpo con toda la torpeza posible y estamparlo contra la pared. No hizo nada más, solo se quedó un momento en esa posición apoyado contra su cuello abrazándole.

—Si ya terminaste ¿tienes algo de tiempo? —preguntó dejándolo acomodarse un poco. Yuuri le perdonó toda la falta de tacto que solo él podía tener a veces.

—Wolfram, no quiero tener esta conversación de nuevo ahora mismo...

—¿Sabes que me gusta pasar tiempo contigo además de hacerlo, verdad? —le interrumpió rápidamente antes de que pudiera pensar en nada en concreto.

Yuuri tensó su cuerpo involuntariamente debajo de él. Ahora fue él quien abrió la boca y no salió nada, solo un rubor crecía en sus mejillas. Wolfram se separó un poco y lo miró a los ojos, aunque era difícil para ambos y hubiera preferido que no lo hiciera. Hubo un silencio y la expectativa de un beso que no iba poder negarse a recibir. Vio la intención en sus ojos, en la forma de moverse y en el momento. Y luego lo sintió cálido sobre su boca.

Pronto ambos se estaban besando. La calidez era reconfortante. Estaba acostumbrado el tacto de su lengua, el sabor propio de su aliento y los movimientos particulares de su cuerpo.

Haría como que no veía nada en los ojos del rubio cuando se separaba por un momento a buscar su mirada, ni le daría importancia a las caricias en su rostro con suma delicadeza, ni a cada suspiro que rompía el contacto de sus bocas mientras jugaban a la guerra con sus labios y sus lenguas. “Él sabe que yo sé lo que le pasa conmigo”. Pero seguiría aparentando indiferencia.

Fue permisivo cuando el aliento del rubio le hizo cosquillas en el cuello y mantuvo silencio los segundos en los que esperaba por su permiso. Siempre notaba cuando su pareja se comenzaba a descontrolar, y entendía porque, después de todo era hombre también. La diferencia es que él no se entregaba tanto al momento como él, y podía tener la cabeza fría un poco más de tiempo. Cuando el demonio lo apretó más contra la pared y presiono sus caderas contra las de él, le entraron ganas de parar con todo.

—No, no de nuevo. ¿Podríamos no hacer nada en la biblioteca que se supone no deberíamos hacer en la biblioteca? —se quejó atrapado entre los brazos de Wolfram que hizo todo menos detenerse.

El ex príncipe rio ante lo gracioso de su comentario. Tanteó hasta encontrar los tendones de su cuello para hacerle estremecer.

Yuuri forcejeo un poco, no podía mentir que no estaba entrando en tema después de los besos y que las cosas pasaran a otro nivel, aunque en lo último que pensaba era en disfrutar sin tapujos porque prefería preocuparse por si alguien entrara y los encontrara así. O simplemente que no le parecía el lugar adecuado para andar de arrumacos, no se sentía para nada cómodo sin privacidad. Aunque, el lugar parecía más muerto que un cementerio, era enorme y estaban parcialmente escondidos; alguien muy apurado tal vez no los vería si se quedaban quietos ahí.

—No me gusta este lugar —se quejó el rey. —Alguien puede venir y…

—No si no hacemos mucho ruido —bromeó Wolfram.

—¡No me importa eso! ¡Ese no es el problema! Además, estaba yendo a bañarme y realmente me gustaría poder ir a hacerlo ahora mismo.

Wolfram se separó un tanto y le observo anonadado. Apoyó las manos contra la pared a los lados de su cabeza cargando su peso en ellas con fuerza suficiente para asustarlo, aunque esa no había sido su intención, solo era una pose de cansancio mental extremo.

—No, ese no es el problema. El problema es que me estoy poniendo de mal humor, me estoy cansando de esto. ¿Que no ves que solo quiero pasar tiempo contigo? ¿Por qué me estás ignorando? Acaso me vas a decir que te molesta mi presencia, porque recién no me lo parecía.

—No, pero nunca dije que había aceptado lo de la cita. Estoy con la cabeza en otra cosa —aclaró Yuuri con algo de miedo de elevar su voz como lo había hecho Wolfram. No quería una pelea que llamara la atención en ese momento, seguía sin sentirse seguro del lugar, y de muchas otras cosas.

—Sinceramente no entiendo que es lo que te pasa. ¿Qué tiene de malo la cita? He estado esperando toda la semana por esto y te he dado tu espacio todo este tiempo. ¡Casi no te he visto en ocho días! ¿No quieres pasar tiempo conmigo? ¿O es otra cosa lo que te molesta?

—¡Son solo unos días! ¡¿Es suficiente esa estupidez como para que te enojes?! Y sabes bien que me preocupo mucho en época de exámenes. ¡¿Es eso tan malo?!
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Murata había terminado de acomodar cada libro en su lugar de la estantería. Se sacudió el polvo de las manos y salió al corredor principal bajando las escalinatas del primer piso. A medio camino escucho algunos murmullos y se acercó a ver, al reconocer el tono de las voces pensó en saludar pero se detuvo en buen momento a una distancia prudente. Por instinto se escondió un poco detrás una estantería.

Estando allí podía distinguir que el murmullo era de una discusión entre Yuuri y Wolfram, y por cómo se veía no era momento de que nadie se acercara si no quería terminar con un par de miradas clavadas como cuchillos afilados encima. Además, él tenía cierto conocimiento extra que los demás no tenían, la discusión era mucho más seria de lo que nadie pensaría sin estar al tanto de lo que pasaban entre esos dos.

Suspiró pesadamente y miró hacia arriba resignado, como esperando que le digan que hacer. Estaba en un pequeño problema, quería irse pero no podía. Si iba a la salida de seguro lo verían. Y no sabía que era peor, si irse ahora mismo y dejarse ver para no escuchar mucho más, o quedarse y hacer como si nunca estuvo ahí mientras discutían. Tal vez quedarse callado seria menos incómodo para todos, y no iba a negar que el gusanito de la curiosidad ya le hubiera picado.

Se puso en cuclillas y esperó en su escondite. El eco producido por el salón y lo cerca que estaba le permitía entender, aunque las voces estaban distorsionadas. Pudo adivinar las palabras clave sin esforzarse mucho, lo suficiente para entender de qué iba la discusión. Típica de parejas, tal vez decían cosas que en el fondo para uno no significaran mucho pero siendo sensible se entendía que para ellos lo eran.

No podía opinar demasiado, nunca había tenido una discusión de esas. No de las que envuelven demasiados sentimientos complicados en ella. Tenía uno o dos recuerdos de alguna vida pasada en la que amó demasiado a otra persona, pero no pasaba de ser como si hubiera visto muchas películas como Titanic donde la gente se da las manos o se besan mientras mueren. Podría despertar de un sueño llorando y con una sensación fea en el estómago, pero él no amo, ni perdió, ni fue amado, esas cosas las hizo otra persona. Seguía sin ser lo mismo, nada que no se le pasara con un vaso de gaseosa y menos de cinco minutos haciendo zapping en la tele hasta encontrar algo interesante que ver.

Así que de amor mucho no entendía, pero al asomar la cabeza y ver como de un segundo a otro sus dos amigos se comían las bocas entre ellos era otra cosa. Los ojos se le abrieron como platos, en el fondo tenía ganas de reír por la sorpresa. Esto era algo demasiado íntimo como para imaginarlo, o verlo. Sabía que seguramente ellos se besaban de esa forma y todo, es lo normal, pero de ahí a estar presente en ese momento es otra cosa.

Intentó no pensar mucho acerca de eso y ladeo la cabeza mientras se rascaba la mejilla con el rubor marcado en ellas.
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—Eso… ¿significa algo? —preguntó Wolfram enojado.

Aun con el aliento agitado el moreno pensó en mil y un cosas. ¿Amor? Esa era una palabra en la que no le gustaba pensar, ya sea sobre lo que sentía el rubio o sobre lo que sentía él.

—Te estás comportando como una chica celosa, es molesto.

Wolfram rio irónico, había mucha verdad en que pudiera ser celoso y molesto, pero comentarios tan despectivos no ayudaban a su mal genio.

—Y si me tratas como a una cualquiera creo que no es complicado comportarse como una.

—¡¿Cómo? ¡¿Entonces ahora yo tengo la culpa?!

—¡¿Es que acaso no estás jugando conmigo?! ¡Te gusta tenerme a tus pies, eso te gusta ¿verdad?!

—¡¿Qué yo soy el que está jugando? Tú… ¡Agh! —Quería seguir recriminándole pero estaba tan enojado que se le trababan las palabras en la garganta.

El príncipe le sostenía la mirada encendida con el mismo sentimiento. En el fondo los dos sabían que tenían razón, los dos cometieron errores y aciertos… tal vez mas errores que aciertos, pero bueno. Yuuri estuvo a punto de abrir la boca para comenzar a retrucar de nuevo, pero Wolfram lo calló antes de que dijera nada.

—Estoy muy enojado contigo. —Era una advertencia. No hizo falta que dijera nada más, la tensión en el aire a su alrededor se podía cortar con un cuchillo de manteca. Un juego de miradas se extendió a lo largo de los minutos. —Y a pesar de todo te sigo queriendo tanto como para comportarme así…
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Murata escuchó un ruido que hubiera preferido dejar a la duda como chirrido extraño de las viejas maderas o de alguna puerta, pero fue inconfundible al segundo gemido. Con cara de circunstancia dio la espalda simétricamente al lugar de donde provenían y se puso a observar el piso. No sabía qué hacer y se arrepentía un poquito de haberse quedado en vez de irse cuando podía, pero su mente enseguida comenzó a maquinar una que otra idea interesante.
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Solo un par de idiotas como Wolfram y Yuuri discuten, se besan apasionadamente, discuten peor, y luego se besan de nuevo como si fuera lo último que harían en su vida.

Los botones de la chaqueta del joven japonés no opusieron resistencia a las manos mágicas del mazoku que los deshicieron en una fracción de segundos con gran habilidad. Pronto tenía encima de su cuerpo esas manos hábiles acariciándolo y repitiendo la misma tarea sobre su camisa.

—¿Tengo… que volver a decir que paremos? —dijo Yuuri como pudo agitado.

Él mismo sintió como sus palabras no tenían peso, y lo confirmó cuando los labios y la lengua de Wolfram hacían de las suyas sobre su pecho. Dejó escapar un jadeo de sorpresa al recibir pequeños mordiscos sobre una de sus tetillas. El siguiente sonido fue algo peor, y una vez que ya se le había escapado cerró la boca e intentó empujar por los hombros al rubio. Esta vez la causa había sido la mano que con descaro ya estaba dentro de sus pantalones, su ropa interior y mejor daba gracias de que no su cuerpo.

—Entonces no hagas ruido y que lo que pase aquí se quede aquí dentro. No iré muy lejos. —dejó en claro el ex príncipe, cosa que en el fondo alivio a Yuuri y dejó de imaginar que dentro de poco estaría desnudo de la cintura para abajo encima de la mesa de un lugar público.

La mano sobre su pene no lo ponía simplemente nervioso por vergüenza, también por sus movimientos sobre su piel y las caricias. No podía negar que desde que empezaron a besarse con furia ya estaba duro bajo los pantalones. Si no lo hubiera estado se preocuparía de no ser un adolescente del todo sano, pero siempre le remordía llegar a ese estado tan fácilmente por la mano de este chico. Y el hecho de que fuera culpa específicamente de Wolfram le remordía más, no se suponía que tu mejor amigo era la persona metiera la mano tus bóxers en la librería, pero aquí estaba.

Jadeó y se inclinó buscando cobijo contra su cuello, ya se agitaba y no podía evitarlo. Eso le enojaba. Y también le enojaba el dulce éxtasis que no paraba de sentir con cada movimiento de sus manos, sus piernas flanqueando, los músculos contrayéndose, la sensación de sus puntos más sensibles sobre el pecho al ser estimulados, los gemidos que se le escapaban. Pensar que en cualquier momento iba a mancharse al venirse.

Pero el pensar acabo cuando su cerebro estaba más ocupado en disfrutar de los mejores segundos de placer que el orgasmo puede dar. Y todo acabó. Se sentía tan bien y tan mal al mismo tiempo. Pero más bien que mal si tenía que admitirlo.

Se abrazó o fue abrazado, no sabía muy bien. Sentía el cuerpo en ese estado donde no quedan fuerzas pero de alguna manera se mantuvo en pie hasta recuperarte. En ese momento comprendía un poco mejor porque la cama era una mejor opción, no para hacerlo en sí, sino para después disfrutar de este momento recostado y sin preocuparse por su apariencia.

—Lo dejaremos aquí… pero estaré esperando en mi habitación. A menos que quieras seguir en este lugar a continuar nuestra conversación, ya que parece que estás dispuesto a todo menos discutir conmigo.

Maldito Wolfram que atacaba cuando uno estaba más débil.
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Murata tenía las manos sobre los oídos y la cara de desencajado que solo alguien que escucho los gemidos de su mejor amigo al que tenían contra la pared haciéndole valla saber qué podía tener. Pronto escucho pasos, pero solo de una persona. Al parecer tendría que permanecer más tiempo en su escondite. Comenzaba a reconsiderar si esto fue haber estado en el lugar indicado en el momento equivocado, o en el momento exacto.

Tenía más información que podría utilizar para algo interesante, solo tenía que pensar alguna manera de usarla.
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El joven rey portaba un hermoso par de ojeras que decoraban su rostro y enmarcaban su apariencia de demacrado. Bostezó y suspiró para tomar fuerzas al ver lo largas que parecían las escaleras de ese castillo. Tenía poco sueño encima y no había remedio, lo que pasó la noche pasada no ayudaba. Era increíble que algo tan bueno como pasarte la noche en la cama revolcándote con alguien pudiera ser a su vez algo que te deje en ese estado. Eso sin contar las horas en vela de estudio intensivo que tenía encima, claro. Esas solo aportaban más al cansancio.

Envidiaba que Wolfram si podía seguir durmiendo. En cambio él tenía que caminar por los pasillos fríos a las seis de la mañana para desayunar y empezar a hacer rendir el día con el plan de estudio de la Tierra, luego tener clases con Günter, después ir al despacho con Gwendal, y gracias a dios había zafado de la segunda ronda diaria de estudios con Günter, y luego más estudio. Se pasaba el día con la cabeza entre libros, y no entendía como aun no le había reventado.

Una buena taza de café y tostadas con manteca le darían ánimos y fuerzas. Un vaso extra de leche tampoco vendría mal. El frío de la mañana no sentaba bien cuando uno recién se ha bañado. Llegó a la cocina congelado, pero lo bueno de ser el rey es que recibes toda la atención de las sirvientas. Así es como literalmente se encontró sentado como todo un Lord aristocrático a la mesa, con un increíble desayuno y el calor del fuego a un lado emanando de la chimenea del horno. Podría haberse quedado en su habitación, o mejor dicho ido a ella desde la de Wolfram, y pedido todo desde ahí, pero si veía una cama no habría dios que lo levante.

Estaba con la deliciosa tostada en la boca, tibia y crocante, goteando de dulce, cuando la puerta se abrió y Murata entró revolviendo todo como un huracán y llevándoselo a rastras.

—¡Shibuya, buenos días! Hay mucho que hacer, vamos.

Era lo único que había dicho. Ahora estaban a medio pasillo de distancia y con frio de nuevo.

—¿He? Momento, momento. ¿Y el desayuno? —lloriqueó como si hubiera perdido el premio del millón de dólares.

—Ya lo llevaran a la habitación.

Sin entender tuvo que seguir a los tropezones y apuradas a su compañero japonés hasta un lugar que no le era familiar.

—¿Dónde estamos? —preguntó frente a la puerta.

—¡Sorpresa! Es mi habitación, ¿no es acogedora? Como una suite de un hotel de lujo. Aunque supongo estás acostumbrado a disfrutar en grande siendo el rey —bromeó el chico de lentes.

—¿Tu habitación? —dudó el rey, su amigo solamente sonrió divertido obligándolo a pasar y cerrando la puerta tras de sí. —Es genial Murata, no sabía que habías conseguido una habitación en el castillo. ¿Pero los exámenes finales?, ¿estudiar?, ¿recuerdas? Tengo que desayunar y comenzar ahora mismo si quiero aprovechar estos últimos días que me quedan aquí.

—No te preocupes. Ya está todo listo.

—¿Todo listo? ¿Para qué?

—Para estudiar claro, ¿para qué más va a ser?

No sabía porque pero esa última parte había sonado extraña e intencionalmente malintencionada.
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Wolfram llevaba todo el día sin ver a Yuuri. No es que eso fuese extraño, sino que lo extraño era que ese día nadie más lo había visto en ningún lado, tampoco la servidumbre.

Cuando caminaba por uno de los pasillos, vio a su hermano del medio terminar de hablar con alguien en una de las habitaciones. Fue ahí cuando se enteró. Al parecer Murata se había mudado a una habitación del castillo y el rey llevaba todo el día encerrado con él. Tenía que admitir que el otro soukoku si sabía aprovechar las ventajas de ser alguien con influencia en ese mundo. Había convencido, o más bien anunciado, que Yuuri y él se la pasarían estudiando y por lo tanto quedaban relevados de todos sus demás compromisos. Ya que eran solo unos días, y en el fondo su hermano era bastante flexible, lo había conseguido sin problemas.

Pero ya eran las cuatro de la tarde y no habían salido ni una sola vez de ese lugar, un sentimiento de inquietante curiosidad lo tenía atrapado. Dio unas vueltas más de brazos cruzados pensando delante del lugar, se paró con convicción y tocó la puerta. Esta se abrió y ahí estaba su prometido, Wolfram sonrió pero antes de que pudiera saludar la puerta se abrió un tanto más a causa de una mano ajena salida de la nada que también sobresalto a Yuuri al tomarlo de improviso.

—¡Hey, Lord Bielefeld! —saludó extremadamente jovial Murata—. ¿Cómo estás? ¿Pasa algo?

Wolfram se sobresaltó por la extremada cercanía con la que se encontraban ambos. Prácticamente Murata tenía a Yuuri abrasado por la cintura, pero podría ser también la cercanía al compartir el espacio de la puerta solo entreabierta.

—No. Yo. Bien. Nada en especial. —contestó con algo de duda.

—Me alegro. Bueno, estamos en medio de algo, así que mejor continuamos. No, ¿Shibuya? —agregó otra vez con ese tono demasiado alegre. La mirada que le dedico a Yuuri le pareció extraña, tal vez por la cercanía de sus rostros.

—A… aham. —Vio a Yuuri asentir estando algo confuso, y la puerta se le cerró en la cara.

¿Qué se supone que había pasado recién?
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—Su majestad, ¿me está escuchando?

La cabeza del rey rebotó sobre sí misma al deslizarse de su mano, y recobró algo de consciencia.

—¿He, ha, si, qué? —miró para todos lados y en unos segundos parecía perdido en la babia de nuevo.

Era normal que alguien no le hiciera caso a Günter, cuando se iba por las ramas todos lo ignoraban, pero desde que Yuuri se presentó a la cena Wolfram había notado que su prometido estaba más idiotizado que de costumbre. Demasiado cansado también. Todo era un tanto sospechoso.

Comió sin despegar la vista de él, y un par de veces observó el nuevo comensal que tendrían de ahora en más en la mesa. Pero en el fondo no le interesaba tanto Murata, no lo sentía para nada peligroso sabiendo cómo era después de conocerlo más al compartir tiempo juntos de vez en cuando. Al terminar la cena, con ya todos listos para ir a sus respectivas habitaciones, interceptó al rey en el camino.

—Yuuri.

—Ah, Wolf. Perdona pero podemos hablar luego, realmente me siento cansado y quiero darme un baño rápido ahora mismo. No me puedo sacar esta sensación de estar todo sucio y pegajoso.

Yuuri se alejó. Y él se quedó parado observándolo irse con las últimas dos palabras haciendo eco en su cabeza. En estos momentos extrañaba su inocencia.
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Yuuri salió del baño sintiéndose completamente refrescado, solo de pensar en su enorme cama esperándolo le hacía babear. Una buena noche de sueño y mañana podría levantarse bien temprano con muchos más ánimos. Pero los sueños fácilmente son rotos por terceros.

Murata apareció de valla a saber dónde, aunque si hubiera estado más atento lo habría visto venir de lo más campante por el pasillo, y comenzó a arrastrarlo entre palabras bonitas y alegres hacia algún lugar desconocido. Era el huracán de nuevo, y él quedó sumergido dentro sin entender nada de nada.

—¡Momento, momento, momento, momento...! ¡Momento! —Paró todo haciendo aspavientos con sus brazos como quien espanta moscas hasta que el silencio lo tranquilizó para hablar como una persona normal. —¿A dónde vamos?

Puede que normalmente se dejase arrastrar por cualquier persona a cualquier lado fácilmente, pero si se trataba de algo o alguien entre su cama y él, hoy la cosa se ponía seria.

—A mi habitación. —respondió Murata divertido y con toda naturalidad.

—Murata sabes que somos amigos, que te quiero, que me encanta pasar tiempo contigo. Pero estoy destruido y realmente necesito descansar si quiero llegar a los exámenes vivo. Y por más inteligente que seas, seguro tú también necesitas dormir. ¡Porque vamos! Estuvimos todo el día leyendo, hombre…

—No sabía que eras tan sentimental Shibuya, también eres un amigo muy cercano y querido para mí. Por eso pensé que estaría bien que vinieras conmigo a ver las revistas de FIFA y acompañarme un rato, al igual que yo siempre te acompaño viendo las de las Grandes Ligas.

Había sonado un poco a recriminación. Y seguramente se lo debía, ya que hacía mucho que no doblegaba un poco sus gustos para compartir algunos de su amigo. Pero estaba cansado.

—Mejor otro día. Tengo mucho sueño Murata, me tengo que levantar temprano.
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Yuuri le estaba dando la espalda, y por como lo conocía se iba a ir sin remordimientos a hacer lo que se le antojara, así que no había mejor momento que ahora para dejar en claro quién mandaba ahí.

—Bueno, sí, supongo que estás cansado, yo también lo estoy. Pero no sé porque estás taaaan cansado. Aunque sabes, creo que si hubieras estudiado en la librería te iría mejor con eso.

—Yo estudiaba en la librería, tú me insististe para que nos quedáramos en tu habitación.

Murata caminaba ahora a su lado hostigándolo con una sonrisita burlona, mientras veía como Yuuri comenzaba a sospechar sobre la situación. Lo miró por sobre los lentes.

—No, realmente quiero decir que si hubieras estado estudiando en vez de otra cosa te iría mejor, ¿sabes?

Yuuri se detuvo abruptamente delante de él, lo tenía de espaldas pero podía adivinar su cara de desconcierto o de preocupación.

—¿Qué quieres decir? —preguntó con voz nerviosa cuando se dio la vuelta.

Lo tenía donde lo quería, y no se limitó en inflarse de ego y prácticamente reírse en su cara. Yuuri sudaba más y más, así que mejor terminar de burlarse rápido y luego tranquilizarlo.

—Bueno no dudo que Lord von Bielefeld sea inteligente, pero no es el mejor para pedirle ayuda para estudiar en la biblioteca. A menos que sea anatomía, claro.

Y se le escapo la risita, querría haber seguido con alguna elocuencia más pero no pudo. La cara de Yuuri era impagable, no sabía que decir ni que hacer. Y sumándole lo exagerado que solía era cuando perdía la calma, no le impresionaría que en cualquier momento empezara a negarlo haciendo aspavientos con las manos como si matara moscas, o simplemente saliera corriendo gritando. Se acercó a él y lo encaminó para donde iban con un brazo por encima de sus hombros mientras le animaba.

—Bien, creo que ya entiendes mejor de qué va esto. Así que, ¿qué te parece si ahora si vamos a mi habitación y charlamos los detalles?
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Yuuri observaba el techo recostado en la cama de Murata. Podría estar durmiendo a pata suelta igual que su compañero tirado a su lado, pero no. Ya sin los lentes el joven japonés ocupaba su lado de la cama y la mitad del suyo. No podía dejar de darle vueltas a qué demonios estaría planeando con todo esto. “¿No salir de su cuarto? ¿Nunca? ¡¿Ni siquiera para ir al baño?!”. Bueno, tenía sentido, aquí tenían baño propio con todas las comodidades, y hasta era más grande que el de su casa en la Tierra. ¿Pero eso de comer encerrados no sería algo extraño? Los demás pensarían algo raro de esto, y él no quería que pensaran nada raro.

Recordaba su conversación con Murata y seguía sin comprender demasiado.

"¡Shibuya, espera! ¿A dónde vas?"

"Al baño. Pensé que estabas leyendo."

"Tienes un baño aquí."

"Pero, quiero algo de la cocina."

"Pediremos que lo traigan."

"Eso no es necesario, puedo ir yo mis…"

"¿Aun no te acostumbras a ser un rey? Puedes quedarte aquí descansando y pedir que te traigan lo que quieras. Piénsalo como un servicio a la habitación ilimitado y gratis."

"Sabes que no me gusta estar pidiendo de todo siempre, y no me voy a quedar sentado para toda la vida gritando para que me alcancen las cosas. Eso es malo para la salud."

"Déjamelo ponértelo más claro. De ahora en más no vas a salir de esta habitación hasta el día en que nos toca viajar a la Tierra. Si quieres ir al baño, vas aquí. Si quieres comida, la pediremos y la traen. Tienes tus cosas para estudiar, te traje algo de tu ropa, algunas revistas, una gameboy con al menos dos horas de batería… No necesitas nada más, ¡tienes todas las comodidades!"

"¡Eso suena como si fuera un prisionero político!"

"Si te gusta verlo así…"

"¡¿Qué? ¡¿Pero por qué?!"

"Creo que no lo entenderías aunque me tomara horas para explicártelo. Pero vamos a ver, tu y yo sabemos que no estás en posición de decirme que no, ¿verdad? *risas* Bien, así me gusta. ¡Murata Ken, Rey de la habitación! Ah, no te preocupes, no te tratare como a un preso. ¿Qué te parece el título de Gran Sabio? Genial, ¿no?"

"Para nada."

Era normal que a veces Murata lo tratara de estúpido, pero no tenía razones para no explicarle, a menos que desde el principio no tuviera intenciones de decirle nada. Al menos la habitación era grande, prácticamente seria como estar encerrado en su casa. Y tal vez no fuera tan malo, ya no más estudios de Shin Makoku, ni trabajo de rey, ni prácticas de esgrima por estos días. Solo paz para estudiar y el resto del tiempo libre para hacer lo que quisiera. ¡Adiós tratados internacionales y documentos de máxima urgencia!

En realidad, tenía que agradecérselo. Sí. Mañana a primera hora lo haría. Después de todo era un buen amigo.
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Wolfram observó desde lejos la puerta de la habitación, no se animaba a ir otra vez a tocar la puerta. Para que hacerlo si cada una de las veces lo despedían más rápido, seguramente la próxima ya no iban a contestarle. Puede que sus hermanos se rindieran fácilmente, pero no él. Aunque había perdido contra Günter en cuanto a acosar al Maou, pero eso no era novedad. El consejero iba al menos una vez cada hora según los sirvientes, y él no tenía tiempo para exagerar tanto.

Pero volviendo al tema, la puerta. Cerrada, inerte, tan seria como solo la madera de roble reforzada podría ser. Impenetrable. ¿Habría algún invento de Anissina para ver a través de las cosas?, creía recordar que si había uno pero no estaba seguro. Pero tal vez no era la mejor idea volar la puerta para poder entrar, después Gwendal seguro tendría un ataque y no estaba de humor para ignorarlo, así que mejor dejar la idea de utilizar ese invento de lado.

Quería ver, quería saber que pasaba ahí dentro. ¡Todo el castillo quería! ¡Quien no después de que estuvieran día y medio encerrados! Esta noche serian dos días completos y esto ya comenzaba a picarle en su orgullo. ¡Yuuri era su prometido y estaba encerrado con otro hombre desde hace dos días en una habitación sin que nadie supiera que hacían! Esto le iba a pesar a su reputación.

Claro que desde la primera a la última vez que preguntó Murata le había dicho lo mismo: "Estamos estudiando", y que no molestara. Era muy probable que fuera cierto, más que probable. En el fondo no desconfiaba del Sabio, pero era más fácil echarle la culpa a un tercero.

Estaba celoso. Hacía mucho tiempo que no estaba tan celoso de esta manera en particular. En realidad, hasta hacia un par de meses cuando nada pasaba entre ellos el solía sentir celos, pero la situación ya era tan común que se había acostumbrado en cierta forma. Recordemos que el rey lo mantenía como su mejor amigo y él se estaba dando de baja poco a poco con su relación. Esto le hacía pensar en cuando apenas conoció a Yuuri, esos celos irremediables de verlo con otras personas demasiado apegado, o el solo hecho de enterarse de algo dudoso.

Tenía ganas de arremeter, gritar, acusar, disponer, poner, golpear e imponer. Decir todo lo que se le cruzara por la mente hasta que le abrieran la puerta para poder sacar a Yuuri de las orejas de ahí dentro. Pero se estaba controlando, aunque seguramente tarde o temprano terminaría haciendo todo lo ya mencionado, pero por ahora seguiría dejándolo ocurrir solo dentro de su imaginación.

Y al final el día paso volando, aunque estuviera con un humor de perros durante toda la cena y hasta en sus sueños. Hacía mucho no recordaba dormir tan inquieto y mal, pero eso no quitaba que durmió cantidad suficiente para cualquier persona y más. Era el inicio del último día de ambos japoneses en Shin Makoku, los días de examen en el otro mundo se extendían por al menos dos semana y estaba dudando de si Yuuri seria capas de desaparecer desde esa habitación usando el baño privado y sin siquiera saludar. No sería la primera vez que viviría el abandono esporádico del rey, hasta le daba nostalgia nuevamente recordar los principios de su relación y los problemas que causaba que hiciera eso, pero quería verlo. Lo mejor en este caso era aplicar tácticas de guerra.

Atrincherarse en el baño principal y campear.
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—Murata no está bien irnos sin avisar. No me parece justo.

—No te preocupes por eso, Lord von Voltaire ya sabe. Además todos están enterados que hoy era el último día.

—A Wolfram no le va a gustar esto, y lo sabes.

Claro que Murata lo sabía, lo reafirmó con su sonrisa, pero eso no lo detuvo de seguir empujando a su compañero de viaje hacia la enorme tina.

—¡¿A dónde creen que van?! ¡Yuuri, ¿te parece bien irte así sin avisar?! ¡¿Acaso no soy tu prometido?! ¡Deberías tenerme más respeto!

Eso sí que había sonado chapado a la antigua para Murata y Yuuri. ¡Ah, que memorias! Pero no era momento para la nostalgia. Aunque las manos del rey enseguida cubrieron sus orejas en respuesta condicionada esperando el tirón por parte del rubio.

Yuuri observo el piso, la pared y algún otro lugar nervioso pero no respondió. Murata observaba divertido.

—¿No me vas a contestar? —preguntó impaciente, casi exigiendo que le hablase.

Murata interrumpió mientras acercaba más el cuerpo de Yuuri al suyo rodeándolo por los hombros con su brazo.

—Ah, Lord von Bielefeld. Shibuya por el momento no dirá nada que lo comprometa. Por hoy soy su asesor, y lo único que tenemos para decir es que ya nos íbamos. ¿No nos deseas suerte antes de irnos? No nos queda mucho tiempo. —Eso último no era del todo cierto, aun tenían un poco de tiempo, lo había calculado.

Si estaba buscando provocarlo lo consiguió muy rápido, una vena palpito en la frente de Wolfram. Guardó silencio, uno tan tenso que se escuchó el ruido del chico beisbolista al tragar saliva.

—¿Y se puede saber porque el rey no piensa dirigirme la palabra?

—Porque yo se lo he ordenado —respondió Murata.

Wolfram enarcó una ceja.

—Veras, estamos en… una especie de cambio de roles. Seguramente los mazokus saben mejor que nadie que el que tiene el mayor poder es el que manda, y una excelente táctica es no utilizar ese poder sino solo anunciar que uno lo tiene, y eso basta para que el enemigo lo piense dos veces antes de hacer su movimiento. Si no recuerdo mal, esa misma táctica es la que utilizamos con Morgif en el pasado contra los humanos. Y el mejor poder es el conocimiento. Yo sé algo que Shibuya prefiere que me calle, por eso hemos llegado a un pequeño acuerdo y él tiene que complacerme.

En esos momentos Murata agradecía la desconfianza de su amigo japonés en él. Yuuri seguramente se debatía en si podría o no podría esparcir anónimamente el chisme de la pareja real haciendo cosas indebidas en la librería, con un lujo de detalles, cosa que todas las sirvientas y cada soldado chismoso amarían conocer. Murata pensó que tal vez debería haber pensado más en eso de fundar una imprenta y crear el diario de Shin Makoku, con sucursales por todo el reino. Tecnología de punta.

Por supuesto que jamás haría eso, pero gracias a dios Yuuri era ingenuo.

—Yuuri, ¿realmente vas a caer en este juego? ¡No me digas que de verdad vas a ignorarme solo porque alguien más te lo dice!

El rey estaba más nervioso que condenado que va a la orca, pero no respondió y ni siquiera se atrevió a mirarlo.

—Él ha aceptado mis condiciones, así que por el momento las cosas son así. Pero no te preocupes, quedamos en que solo sería hasta que volviéramos a Shin Makoku, y cómo no estará aquí de todos modos no podrían hablar. No es tan malo, ¿o sí?

Al parecer si lo era, el empujón casi lo tira de boca al piso y el huracán rubio se llevó a rastras a Yuuri del baño. Murata se recompuso y silbó divertido mientras los veía irse por el pasillo. Con una sonrisa en el rostro pensó que con suerte saldría algo bueno de esto. Y si no, tendría que conseguir unos calmantes para poder hablar con Wolfram y explicarle cuales habían sido sus intenciones fallidas.
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El mazoku caminaba hecho una furia tomándolo del brazo con fuerza. Yuuri prefirió ejercer su derecho de guardar silencio antes de que todo lo que dijera sea usado en su contra.

Wolfram eligió la primera habitación libre que encontró y lo metió dentro cerrando la puerta de un portazo y jalándolo contra ella de un golpe para acorralarlo. Sus ojos se clavaron en los suyos escudriñando hasta el fondo de su alma. Yuuri intentó romper el contacto visual y dar pelea a su modo. Antes de que hiciera nada, Wolfram lo tomó por el cuello y lo sostuvo a la altura de su mirada, había furia en sus ojos, fuego de verdad.

Wolfram nunca había sido tan rudo con él, tal vez si físicamente, pero no psicológicamente. Esas cosas eran más normales de Saralegui, ese enfermo hostigador. Pero no de él. Yuuri trago como pudo algo de saliva y esperó casi congelado sea lo que sea que pasara después.

—¿Te acostaste con él?

Abrió los ojos enormemente de la sorpresa, no se sintió capaz de hacer otra mueca de horror en esa posición forzada. Se olvidó de responder observando la fogosidad de esos ojos verdes amenazadores, ciertamente jamás había visto así al príncipe encantador. Parece que los príncipes azules también tenían un lado aterrador escondido tras lo mágico y perfecto.

—Te acabo de hacer una pregunta. Te pregunte si te acostaste con él.

—¡¿Qué? ¡No! ¡Por dios! ¡No! ¡¿Cómo puedes pensar eso?!

—¡Te está chantajeando y haces todo lo que él te dice! ¡Nunca pensé que serias tan estúpido! ¡¿Harías todo lo que él te pidiera?! ¡¿Tal cual lo haces si yo te presiono, y por eso estamos en la misma situación?! ¿Así que porque no acostarte con el también? ¿Lo harías si te lo pidiera? ¡¿Si te presionara lo harías, como lo haces conmigo?!

—¡¿Estás loco?! ¡Wolfram, ¿qué te pasa?! ¡Es Murata, es un hombre, es mi amigo! ¡Es mi mejor amigo!

—¡Yo también soy un hombre, y era tu mejor amigo! ¡Me puedes decir lo que quieras acerca de tu moral y de tus prejuicios, que está mal con un hombre, y todo lo que quieras inventarte! ¡Pero no puedo creer que seas tan idiota por dejarte chantajear así por cualquiera! ¡¿Qué pasaría si viene otra persona y hace lo mismo con malas intenciones?! ¡¿Terminarías haciendo lo que cualquier tipo te dijera?! ¡No quiero ni pensar en eso, estoy esperando que me digas que no con seguridad!

—¡Por supuesto que no! ¡¿Quieres calmarte?! ¡Porque si no te calmas, yo no puedo calmarme!

Aunque estaba enojado y con ganas de seguir gritando, Yuuri avanzo e intento tomar al rubio por los hombros para mantenerlo quieto. Wolfram forcejeaba mientras continuaba discutiendo con él.

—¡No! ¡No quiero calmarme! ¡Estoy cansado de esto, estoy cansado de todo! ¡No quiero ni pensar ya en lo que podría haber pasado si todo esto no fuera una estupidez del Gran Sabio! ¡No quiero tener que ser el que se ocupe de cuidarte por ser un descuidado, no ahora! ¡No estoy como para ser tu niñero Yuuri!

—¡No hice nada y no iba a hacer nada! ¡¿Cuántas veces tengo que repetirlo para que lo entiendas?! ¡Ni con Murata ni con nadie! ¡Menos que menos con Murata! ¡Porque…! ¡Yo…!

Yuuri dudó, tenía los pensamientos revueltos en su cabeza como para armar frases coherentes.

—¡Nunca dejaría que un tipo me pusiera las manos encima, te deje hacerlo porque eras tú! ¿Lo entiendes? ¡Solamente a ti te dejaría hacer algo como eso! ¿Cómo podría pensar en hacerlo con otra persona?

Wolfram se quedó atragantado. El aire de pronto no era suficiente para ninguno de los dos, todo lo que había gritado lo tenía exhausto y ahora que su adrenalina bajó a cero de un sopetón se sentía descolocado. Pero al menos lo había calmado de alguna forma. Contagiado de la calma Yuuri se dio un respiro y apoyó la frente en los hombros del rubio.

—Solo me permití hacer algo como eso porque eres tú Wolf. Porque te conozco, y sé que eres una buena persona, y la más cercana que tengo. Siempre estuvimos juntos para todo, nunca sería lo mismo con nadie más.

Yuuri lo abrazó, no había nada más que hacer. Lo abrazó con fuerza y se dejó abrazar de la misma manera. Eso era todo lo que necesitaba oír Wolfram, lo que siempre necesito en todo ese tiempo pero él no se lo había dicho.

—Estoy muy enamorado de ti, Yuuri. —le dijo contra su oído—. No puedo evitar perder el control, ni hacer cosas estúpidas.

Era la primera vez que se lo decía en voz alta. Yuuri lo abrazó con más fuerza. Sintió un calor terrible que le quemaba el rostro.

—Lo sé —admitió algo nervioso al no tener una respuesta para eso.

—Lo siento si te hace sentir incomodo, pero no puedo aguantarlo más. No me he sentido tan celoso ni tan inseguro en mucho tiempo.

—Wolf —le dijo mientras se separaba para verlo—, estamos juntos. Te quiero.

Sintió que se ruborizaba más, y había sonado simplemente estúpido.

—Te quiero —repitió intentando ser más serio—. Estoy tomándote enserio. Ya te dije que no haría nada con ningún otro hombre. Ni con mujeres tampoco si te deja tranquilo escucharlo. Después de todo, aún estamos comprometidos, sabes lo que pienso acerca de traicionar la confianza de la gente…

Wolfram no pudo decir nada, sonrío y volvió a abrazarlo durante un largo rato. En ese momento lo único que le faltaba era un beso cálido y reconfortante para que todo terminara bien, y Yuuri no se lo negó.

Wolfram lo abraso dulcemente y le acarició la cabeza.

—De casualidad, ¿no te queda algo de tiempo libre antes del viaje? —preguntó meloso con esa chispa en sus ojos que ya conocía bien.

—No. Y menos en un cuarto de limpieza.

—Lastima. —suspiró y sonrió—. Después yo soy el estirado.
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Continuará…

 


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