Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Problemas... ¿dónde? por Ali-Pon

[Reviews - 49]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Ali vuelve con actualización tardía de este fic :'v

Ali merece la hoguera ;u;

Nos leemos abajo

Capítulo XII

Así inicia

Después de aquel día, mi relación con Aomine se volvió: torpe. Era como si aquel beso hubiese sido el detonante a que nuestros nervios (al siquiera estar solos) se volvieran completamente notorios. Yo no podía evitar sonrojarme cuando Aomine me miraba y mostraba mis nervios a través de un enojo infundado (que muchas veces contagió al moreno). Nunca tocamos el tema del beso, de hecho, Aomine se volvió más… ¿dócil? Es decir, cuando yo le decía que quería estar solo no hacía lo normal: insistir hasta que accediera a que se quedara a mi lado en mutismo, pero ahora hacía lo que le decía y me desconcertó cuando lo hizo a la cuarta vez.

                En las mañanas que caminábamos a la escuela, el mutismo se había vuelto de placentero a incómodo, como también el hecho de que Aomine la mayoría de las veces se encontrara como en otro mundo causando confusión tanto en Momoi-san como en mí. No respondía a estupideces y cuando sonaba la campana se levantaba y se iba dejándonos con más dudas que antes.

                – ¡Ah, ese Dai-chan! –exclamó frustrada Momoi-san haciendo ademanes con sus brazos. – ¡No lo entiendo! Es como si él…como si él…

                –Estuviera ausente –completé mientras miraba la ancha espalda de Aomine en la lejanía.

                –Sí –canturreó Momoi-san haciendo pucheros.

                Quizá debía preguntar y tal vez así Aomine nos diría. Seguimos andando hasta llegar a nuestra aula donde el profesor de inglés nos aplicaría un parcial. Siguió el día hasta que fue la hora de la salida. Me quedé en el salón hasta que no hubo nadie más. Incluso le pedí a Momoi-san que se retirara, pues deseaba estar solo.

                Me coloqué mis audífonos y reproduje mi lista de canciones de forma aleatoria. Caminé hasta que llegué a una de las grandes ventanas. Abrí una y me recargué en el antepecho, viendo a alumnosrealizando sus actividades extracurriculares. Ahí recordé que Aomine tenía entrenamiento. Ya me había cansado del rumbo que nuestra relación había tomado. No es como si el beso hubiese sido un pecado, una especie de bomba destructora o algo. Quería aclarar las cosas, tal como él quiso hacerlo cuando estuvo el problema de que él era mi supuesto novio. Asimismo, fui hasta mi lugar tomando mi bolso y colgándolo en mi hombro izquierdo, mientras con el brazo derecho me afirmaba de la muleta.

                Sin más salí del aula y, a paso lento, caminé hasta el gimnasio. A medida que me iba acercando, un temor a volver a pisar una cancha se estaba instaurando en mi pecho. Tenía miedo de estar ahí dentro y que los recuerdos de viejos ayeres volvieran despiadados. Cuando corría de un lado a otro, cuando botaba con pasión el balón, cuando encestaba certero, cuando nuestro equipo se llevó varias victorias jugosas gracias a mí. No supe en qué momento estaba yo frente a la puerta de doble hoja del gimnasio. Adentro había mucho ajetreo, el rechinar de las zapatillas deportivas, el constante pitido del silbato del entrenador. Todo se estaba filtrando a través de mis oídos.

                —¡Vamos, Aomine, dame todo lo que tienes! —gritó el entrenador despabilándome y haciendo que mi mano abriera la puerta un poco logrando ver cómo Aomine esquivaba a sus compañeros con maestría y encestaba con furia.

 

                Quedé maravillado de haber visto algo así. Su ceño fruncido, su respiración agitada, el sudor empapando su playera y cubriendo su rostro. Parecía absorto y queriendo desahogar algo que parecía tenerlo… ¿mal?

 

                —¡Eso no es justo! —gritó un sujeto que tomó el balón que había en el piso, lanzándolo hacia mi dirección.

                               

                El balón golpeó la puerta que había abierto con tal fuerza que me hizo caer de bruces al suelo. Me quejé por la caída y al rato siguiente tuve frente a mí al causante de mi caída. Me tensé por tener sus ojos sobre mí, por lo que quise ponerme de pie con rapidez cayendo a mi primer intento.

 

                —Así que tú eres el inútil —dijo el mismo tipo que había lanzado el balón. —¡El inútil de Kise Ryouta! —exclamó divertido riéndose de mí.

 

                No iba a negar que me había herido, sin embargo, seguían ahí tirado en el suelo. Me sentí incómodo, expuesto y hasta imbécil de haber ido ahí. Volví a acomodarme para poder levantarme, no obstante, en ese instante el mismo tipejo me arrebató la muleta con la que me estaba sosteniendo, mofándose de mi caída. Elevó mi muleta como si fuera un trofeo. Esto estaba mal…

 

 

                —¿Por qué tardará tanto en regresar Wakamatsu-kun? —comentó Satsuki mientras me extendía una botella de agua.

 

                Después de que Wakamatsu lanzó el balón hacia la puerta, el entrenador le mandó por él. Sin más, se fue refunfuñando por el balón tardando tal como Satsuki dijo. No obstante, eso me era irrelevante, en aquel instante estaba inmerso en aquel beso que seguía torturándome y el descubrimiento de que, al parecer, me había enamorado de Ryouta. En lo que llevaba de la semana, le había estado huyendo de cierta manera. La mayoría del tiempo nos la pasábamos en silencio incómodo y que estaba a punto de asfixiarme. ¿Les había dicho que era un asco en las relaciones? Bueno, ahora lo saben. No se me ocurría algo para seguir nuestra relación normal, pero, en el fondo, yo no quería que esa supuesta normalidad volviera. Había probado sus labios, había constatado que mis sentimientos por él iban más allá de una simple amistad.

 

                Nunca me percaté del momento en el cual caí ante él. Ante su encanto peculiar, acostumbrándome y aceptando su personalidad, su forma de ser. Convirtiéndose en el pensamiento preferido de mi cerebro. Haciendo de mis días agobiantes por no saber qué hacer teniéndolo tan cerca.

 

                —Dai-chan —llamó mi amiga, sacándome de mi ensimismamiento.

 

                —¿Qué?

 

                —Te quiero preguntar algo —murmuró ella.

 

                Ya tenía una idea de lo que iba a preguntar cuando el entrenador me exigió ir por el estúpido de Wakamatsu. No tuve de otra que ir a regañadientes, no quería quedarme más tarde por culpa de ese imbécil. Conforme me iba acercando a la puerta le escuché reírse y gritar “¡Alcánzalo, inválido!”. Fruncí el entrecejo y sin más apresuré el paso para salir y percatarme de lo que estaba ocurriendo: Ryouta estaba en el suelo, con la cabeza agachada (seguramente llorando), mientras el otro brincaba alrededor de él con su muleta en lo alto.

 

                No lo pensé dos veces, simplemente me acerqué al otro y le estampé mi puño contra su rostro. Como era tan ruidoso, seguí golpeándolo queriendo que dejara de gritar. Me dio pelea, pero eso no me importó, había estado jugando con Ryouta, eso no se lo iba a perdonar. No sé el momento exacto en el que me sostuvieron de los brazos, alejándome de él. Cuando le vi el rostro sangrante por su nariz que había roto, sentí algo de satisfacción, pero faltaba más, aún faltaba más para que me sintiera satisfecho por completo.

 

                —¡Dai-chan, detente! —gritó Satsuki.

 

                —¡Escúchame bien, imbécil! ¡No vuelvas a acércate a Ryouta, ¿me oíste?! ¡¿Me oíste pedazo de mierda?! —grité a todo pulmón, pues unos chicos llevaban a rastras a Wakamatsu a la enfermería para ser tratado con urgencia.

 

                Al verme más tranquilo, me soltaron. El entrenador se acercó molesto, preguntándome algo, sin embargo, le ignoré y sólo me acerqué al rubio que me miraba sorprendido. Le tendí su muleta que aceptó con nerviosismo. Le ayudé a reincorporarse, volviendo a ignorar al entrenador que me exigía una explicación. Cuando estuvo de pie Ryouta, se quedó quieto, mirándome fijamente. Por mi parte, estaba preocupado por lo que le pregunté:

 

                —¿Puedes caminar?

 

                Ryouta negó, bajando la mirada. El enojo volvió hacia mí. Ese idiota de Wakamatsu me las iba a pagar.

 

                —¡Te estoy hablando por un demonio, Aomine! —gritó el entrenador, girándome bruscamente.

 

                —¡Y yo le estoy ignorando! —respondí molesto.

 

                —¡Quiero una explicación! ¡Ahora!

 

                —¡Explicación mis bolas! ¡¿Qué explicación quiere?! ¡¿Está ciego o qué?! ¡Wakamatsu estaba de estúpido, eso es lo que pasó!

 

                —¡No me grites, mocoso!

 

                —¡Entonces cierre la maldita boca!

 

                Todo el equipo, incluyendo Satsuki estaba sorprendidos por mi reacción. El entrenador estaba rojo de furia elevando una mano, deseando abofetearme.

 

                —Anda, golpéeme, pero seguiré sin hacerle un puñetero de caso. Tengo mejores cosas que hacer que estar encerrado en el maldito gimnasio aguantando su mierda.

 

                Dicho aquello, tomé a Ryouta en brazos y me lo llevé de ahí. Llegamos a los vestidores, donde le dejé sentado en una de las bancas. Al dejarle ahí, me fui directo a mi casillero para cambiarme y así irme de aquel lugar. Estaba hecho un desastre, la ira no se iba y menos cuando escuché el siseo de Ryouta al sentarle. Me sentía impotente.

 

 

                La reacción que Aomine tuvo nunca la esperé. Estaba estupefacto sin poder procesar del todo lo que había sucedido. Fue un instante, sólo uno cuando agaché mi cabeza de la impotencia que tenía cuando escuché un grito por parte del tipejo que me había estado insultando. Fue ahí cuando vi a Aomine mirar con odio y golpear sin misericordia. Llegué a sentir temor de él, viéndole tan furioso. Mi sorpresa siguió cuando le escuché gritar hacia el entrenador, cuando me preguntó si estaba bien y ahora, viéndole cambiarse con rapidez.

 

                Me sentía ajeno, incómodo y sin saber qué hacer. Aomine se volvió un misterio en ese momento, no comprendía su comportamiento ni sus acciones. Tenía una ligera corazonada, pero no quería ser demasiado soñador. No quería salir lastimado de nuevo.

 

                Pronto escuché cómo cerraba su casillero con fuerza y se dirigía hacia mí con mochila colgando sobre uno de sus hombros y una pequeña maleta cruzada sobre su pecho. Me miró frío, para después girarse y ponerse de cuclillas frente a mí.

 

                —Sube —ordenó suave. Le miré extrañado, frunciendo el ceño después.

                —Puedo caminar, sólo debo reposar un poco y…

               

                —Sólo haz lo que te digo, Ryouta… por favor —dijo, mirándome por sobre su hombro.

 

                Su mirada preocupante y con otros sentimientos que no supe descifrar, me convencieron.

 

                —Deja tu muleta sobre la banca, yo la tomo después.

 

                Sin más le obedecí, sintiendo cómo cada uno de sus músculos se tensaban por el peso extra. Pero no se quejó, no dijo nada, simplemente me cargó y salió de los vestidores. Caminó fuera del gimnasio hasta que salió de la escuela. Por un momento pensé que me llevaría a casa, pero el giró en la dirección errónea.

 

                —A-Aomine, mi casa es…

 

                —Te llevaré a la mía —respondió seco y sin dejar de caminar. A lo largo del trayecto, muchos se nos quedaban mirando, pero a él pareció importarle poco.

 

                —Estás loco, mis padres me…

 

                —Les llamas en cuanto lleguemos, ¿de acuerdo?

 

                No entendía nada, ¿por qué me quería llevar a su casa? De hecho, quedaba un poco más retirada que la mía. Cuando llegamos, me bajó con delicadeza para después sacar su llave y abrir la puerta. Se adentró y escuché un ruido de algo siendo lanzado, hasta que volvió a salir Aomine y me cargó como la primera vez que nos conocimos. Me llevó hasta su sofá, no sin antes haber cerrado su puerta. Me dejó ahí y se fue a su cocina. Al rato siguiente regresó y me tendió un vaso con agua.

 

                —Aomine —le llamé dudoso viéndole a los ojos y recibiendo el vaso.

 

                —Dime —respondió amable, a pesar de su entrecejo fruncido.

 

                —¿Por qué me trajiste? —pregunté por lo bajo, parpadeando confundido, dándole un sobre al agua para después dejar el vaso en la mesa de centro que había.

 

 

                Su mirada curiosa me estaba tentando a volver a besarle. Mi cuerpo parecía anhelarlo, como si de un calmante se tratase, por lo que desvié la mirada y me senté en el mismo sillón que él estaba, dejando un espacio considerable entre él y yo. ¿Por qué le había traído? No lo sabía con certeza, sólo quería cerciorarme que estaría bien, que no haría algo estúpido, que no estaba herido. Resoplé frustrado, tirando mi cabeza hacia atrás.

                —No lo sé —respondí, sabiendo que el entrecejo de Ryouta estaba fruncido. Lo comprobé al virar y verlo. —Simplemente te traje.

 

                —Aomine, has estado actuando extraño —comentó, acercándose un poco.

 

                —¿De qué hablas? —refuté sonriendo cínico. —Debes estar loco.

 

                —Aomine, mírame —ordenó serio. Al instante acaté su orden.

 

                —¿Qué?

 

                Ryouta parecía debatirse en si soltar lo que quería decirme o no. En mi interior estaba nervioso, completamente distinto a como estaba unos minutos atrás. Y es que, me percaté, que Ryouta podía hacerme sentir nervioso como nunca antes. Sentía que él calificaba cada una de mis acciones, frustrándome por ello.

 

                —¿P-por qué golpeaste al… tipo ese?

 

                En ese instante volvió mi enojo, queriendo regresar a la escuela e ir por Wakamatsu para terminar de darle su merecido.

 

                —¿Por qué? Porque se estaba burlando se ti, porque se estaba pasando de estúpido, porque….

 

                —¿Te importo tanto así? —cuestionó quedo Ryouta, callándome y bajando rápidamente mi enojo para pasar a sorpresa.

 

                ¿Qué si me importaba? ¡Estaba enamorado de él! ¿Cómo decirle sin sonar tan…?

 

                —Aomine —llamó, acercándose otro tanto, haciendo que me tensara. —Quiero que seas sincero, ¿todo esto ocurrió porque… porque nos besamos?

 

                Su rubor, su vergüenza al decirlo, su firmeza. Mi cerebro quiso decir la mejor mentira, la mejor excusa, pero no la hallaba. Parecía bloqueado por aquellos ojos ámbar. Me sentía estúpidamente cursi, como si no fuera el yo normal.

 

                ¿Qué podía decirle?

 

 

                Tenía miedo de su respuesta, de que me dijera que sí o que me dijera que no. Cualquiera que fuera su respuesta, sabía que podía lastimarme. Había dicho que quería ser un masoquista con él, y en ese momento me replanteaba si estuvo bien mi decisión.

                Estaba ansioso por lo que diría, conforme pasaban los minutos mis ansias aumentaban. Escuché un vago ruido de mi celular o el suyo o el del timbre. Pero pareció no importarle, porque seguía mirándome, perdido al igual que yo en sus ojos. Pronto sentí una de sus manos acariciar mi mejilla donde estaba la herida. Al instante cerré los ojos por el tacto tan delicado y cálido. Al volver a abrir los ojos, tenía el rostro de Aomine cerca del mío.

 

Podía percibir la tensión entre nosotros. Una tensión que sabía cómo podía romperse, y que estaba por suceder. Los dos comenzamos a acercarnos poco a poco hasta que volvimos a unir nuestros labios. Nuevamente mi interior se regocijaba, me sentía pleno y un sinfín de emociones podía sentir a través del beso. El miedo a entregarme de nueva cuenta estaba ahí, latiendo con fuerza, aminorando ante cada jadeo que escapaba de mis labios y moría en los ajenos.

 

Estaba llorando. Llorando porque estaba aceptando que, si Aomine daba el comienzo a esto, yo accedería. Aun sabiendo poco de él, aun preguntándome muchas cosas sobre nosotros. ¿Estaba bien esto? ¿Saldría herido? Quería creer que no, pero mis demonios volvían con fuerza.

 

Aomine pareció percatarse de ello, porque dejó mis labios y comenzó a besarme los ojos, acercándose para abrazarme y permitirme desahogar en su pecho. Mi respiración agitada se vio cortada por aquellas palabras que me dejaron en blanco:

 

—Estoy enamorado de ti, Ryouta.

Notas finales:

¿Saben lo difícil que fue para mí retomar este fic? Bastante, temía cagarla. Literal, me quedé en blanco al no saber qué poner después del primero beso entre estos dos.

;u; Espero les haya gustado el cap, comenten!!! No les hace daño!!! Desahoguense agusto!!! Ali comprende~


Sin más, me retiro~

Cuídense~

AliPon fuera~*~*


PD: No sé cuando vuelva a ctualizar, shavots :'3 Sorry~ ME iré a responder revs ^^


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).